El Método filosófico de la Diferencia y la psicología científica Descargar este archivo (El método filosófico de la diferencia.pdf)

Rubén González Vera1, Norma Leticia Cabrera Fermoso2, Herminia Mendoza Mendoza3, Roberto Arzate Robledo4

UNAM, FES IZTACALA

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo analizar de forma general el dilema modernidad versus posmodernidad, donde se discute que no sólo se necesita la formulación de conceptos y categorías para el estudio ordenado del conocimiento, sino que se requiere de la explicación de cómo estos conocimientos se relacionan directamente con la vida social y cultural, así como el impacto en los métodos de la psicología; particularmente, se examina la influencia del marco de la filosofía de la diferencia, con el fin de señalar que desde esta perspectiva se enfatiza la tarea de crear nuevas posibilidades de lectura y de interpretación a los problemas, en la posibilidad de un nuevo quehacer de interpretación en la Psicología. Se trata con los elementos que aporta esta filosofía, como son: deconstrucción, lectura y escritura, en la interpretación de nuevos rumbos de trabajo conceptual en la Psicología conductual que ha estado fundamentada en el positivismo.

Palabras clave: Modernidad y posmodernidad, filosofía de la diferencia, método, Psicología.

Abstract

This paper aims, analyze overall modernity versus Postmodernity dilemma, where it is discussed that he is needed not only the formulation of concepts and categories for the orderly study of knowledge, but it is required of the explanation of how this knowledge is directly linked to the social and cultural life, as well as the impact on the methods of psychology; in particular, examined the influence of the context of the philosophy of difference, in order to point out that this perspective is emphasized the task of creating new possibilities of reading and interpretation problems, the possibility of a new work of interpretation in psychology. Rehearses with the element that bring this philosophy, such as: deconstruction, reading and writing, in the interpretation of new directions of conceptual work in psychology behavioral which has been based on positivism.

Key words: Modernity and Postmodernity, the differences philosophy, method and Psychology.

Planteamiento general acerca de la modernidad y la posmodernidad

En la década de los ochenta surge el movimiento de la condición posmoderna en las artes, las ciencias sociales y la literatura como reacción contra la modernidad, cuestionando la sostenibilidad de la razón en la exploración de nuevos cauces de desarrollo humano, social y su capacidad para explicar los futuros problemas. Los discursos del posestructuralismo francés de Foucault, Derrida, Deleuze y Lyotard, la teoría crítica alemana y la literatura artística americana, influyeron en el pensamiento posmoderno. Históricamente estuvo de moda en los años sesenta la discusión sobre el positivismo con Popper y Adorno a partir de la cual se escribieron varios ensayos; en los setenta, la teoría crítica de Habermas y la hermenéutica de Gadamer; mientras que en los ochenta comenzó el análisis referente a la condición posmoderna.

Pico (1998) menciona que algunos debates acerca de la modernidad, los cuales cuestionan la insostenibilidad de la razón, son los siguientes: 1) Los discursos en las ciencias sociales desde los años cincuenta se han reproducido de tal manera que han evitado ser atrapados por un rótulo común; en el arte, esta situación ha ocurrido infinitamente, lo cual ha hecho más complicada la teorización de ambos conocimientos; 2) Su desarrollo como momento histórico habla de un proyecto emancipador de la sociedad proveniente tanto de una concepción burguesa-liberal como de una proletaria-marxista, idea que ya no opera hoy en día; 3) El irracionalismo nietzscheano se caracterizó por criticar toda metafísica y visión global del mundo, negando el reconocimiento de una racionalidad histórica. Su apuesta fue por la acentuación de las contradicciones de la razón ilustrada y por la decadencia de la modernidad como pensamiento integral, unificador, globalizante y racional; 4) Como pensamiento siempre se preocupó por el futuro, por el orden de las cosas, que asumiría lo bueno y analizaría lo malo. Lo importante ahí no era el pasado, sino la conquista del futuro, pero ahora la óptica se ha invertido; 5) La crisis por la que atraviesa implica el cuestionamiento de las teorías de la sociedad y la cultura, las cuales han puesto en duda la cultura burguesa y la sociedad capitalista con base en la perspectiva de racionalidad ilustrada y utópica.

Uno de los filósofos que defienden este proyecto de la modernidad y que plantea nuevas alternativas a sus anomalías es Habermas (1998); para este autor, la idea de ser moderno inspirado en la ciencia, significó pensar en el progreso infinito del conocimiento y en el avance sin límite en lo social y lo moral; señala que lo típico de la modernidad es lo nuevo, lo cual siempre será desplazado por un nuevo estilo; el proyecto de la modernidad formulado en el siglo XVIII por los filósofos de la ilustración consistía en sus esfuerzos por desarrollar la ciencia objetiva, la moralidad, la ley universal y el arte autónomo de acuerdo con su lógica interna. Para Habermas (1998) la modernidad es un proyecto reflexivo de racionalización, que a partir de un proceso de reconstrucción se pueden eliminar las patologías ocurridas en este periodo. La autorreflexión emancipadora que propone es una reconstrucción racional de las condiciones universales del desarrollo de la razón que se ven en los trabajos de Chomsky, Piaget y Kohlberg; asimismo, sostiene la racionalidad comunicativa frente a los que desean colapsar la razón con la dominación, pensando que dejando la razón se liberarán de la dominación.

Por su parte Derrida (1997) y Ávalos (2015), mencionan que, para los posestructuralistas franceses, Habermas sólo propone una meta narrativa mucho más general y abstracta que la de Marx y Freud. A diferencia del pensamiento de la modernidad, la filosofía posmoderna plantea la necesidad de desconfiar del futuro y de dejar de creer en la revolución y el progreso, para vivir en el aquí y en el ahora. Cambia su atención de lo social a lo individual y surge como una crítica al discurso ilustrado y su legitimación universal, dudando de las alternativas, porque ya han surgido nuevos lenguajes y juegos de lenguaje a partir de una heterogeneidad de reglas.

Por su parte, Pico (1998) menciona que la posmodernidad como cambio asume: 1) un despido a nivel ontológico de la filosofía occidental, 2) un entretenimiento epistemológico con los fragmentos y las fracturas, y 3) una aceptación ideológica con las minorías en política, lenguaje, y demás actividades sociales. Este proyecto postmoderno está interesado por lo no resuelto, por la carencia de límites precisos, los conflictos resultados de la información incompleta, las catástrofes y paradojas pragmáticas, tendiendo a mirar a lo discontinuo, a lo no rectificable y a lo paradójico, como lo menciona Derrida (1975): “La creencia en una historia unitaria, dirigida hacia un fin, ha sido sustituida por la perturbadora experiencia de la multiplicación indefinida de los sistemas de valores y de los criterios de legitimación” (p. 32). La actual crisis de valores ya no se puede llevar al tribunal de la razón, debido a que ha desaparecido el concepto de historia como progreso de la razón y transformación social, y se ha convertido en un presente cuya última finalidad es su propia reproducción. En este sentido, Derrida (1997) considera que la propuesta de Habermas (1998) sobre la modernidad se pronuncia como anti-modernidad, ya que va en contra de cualquier meta narrativa homogeneizadora y de verdad uniforme, basada en un discurso filosófico global, como por ejemplo la narrativa del marxismo con su discurso sobre la emancipación del proletariado.

Por su parte, Ávalos (2015) menciona que el desarrollo de la posmodernidad tiene como apoyos de edificación: 1) el textualismo de Derrida que pone a la literatura en el centro de la cultura y concibe a la ciencia y a la filosofía como géneros literarios y 2) el discurso del saber y el poder de Foucault, proveniente de la metafísica nietzscheana de la voluntad de poder, y que cualquier análisis que se realice se debe de tomar en cuenta en su edificación.

Por tanto, para los intereses particulares de este trabajo, se tratará de retomar las ideas anteriores y desarrollar de manera general algunos planteamientos del posmodernismo de Derrida sobre la filosofía de la diferencia, con el fin de señalar que desde esta perspectiva se enfatiza la tarea de crear nuevas posibilidades de lectura y de interpretación a los problemas.

Esta inquietud aplicada a la psicología lleva a considerar el hecho de que el conductismo —clásico, fundamentalmente—, al igual que algunas de sus aproximaciones rivales, han cerrado las puertas a estas posibilidades, por lo que resulta interesante analizar las implicaciones de esta problemática a la luz del textualismo derridiano.

1. La diferencia como una filosofía de la posmodernidad

La filosofía de la diferencia se manifiesta en contra de todo sistema cerrado, absoluto, totalitario, agotado y sin salida. Los representantes de este movimiento se declaran opuestos a una filosofía de la identidad; su postura es la deconstrucción y la diferencia en los múltiples sectores teóricos del conocimiento. (González, 2009 y Ayala, 2013). Pretende rechazar y pone en cuestión todo lo que tiene que ver con la unificación; la filosofía de la diferencia, propone el quiebre de los postulados de relación lineal, optando por el desencadenamiento plural de los discursos y por salvar lo pequeños detalles, los elementos y las censuras que quedan fuera de los sistemas. Lo importante es lo marginal y la reivindicación de aquello que no es lógico a un sistema dinámico. Su premisa fundamental es que no hay nada acabado, no hay posibilidad de un cierre en los problemas; por el contrario, asume que los lenguajes están abiertos, que permiten nuevas posibilidades de expresión heterogénea. Todo esto implica poner en crisis la manera de ver las cosas, una apertura a lo cerrado, a las directrices inagotables, a lo infinitamente posible.

En esta lucha de diferencia se inclina a resaltar el lenguaje de lo múltiple, de lo particular, de la dispersión, de la alteridad y de lo anómalo, que se manifiesta de manera contradictoria frente al poder y lo totalizante, a lo hegeliano y dialéctico, a lo integrativo y unificador, a lo sistemático y universal, a lo idéntico y a lo ordenado. Dicha filosofía es tan abierta que no cuenta ni con fronteras ni contornos, es una experiencia que no tiene principio ni fin y que ocupa el lugar de los conceptos eternos al sacrificar a los autores que luchan por la unidad de las cosas. En el análisis de los detalles se muestra el mensaje de un pensamiento que no tiene centro y que da lugar a construcciones inéditas que chocan automáticamente con el absoluto. Según esto, es preciso repensarlo todo o pensar de otra manera, registrando los discursos bajo nuevas coordenadas de racionalidad (González, 2009 y Ayala, 2013).

Para Derrida, (1997) la escritura como forma de discursividad y de interpretación de textos evita caer en los cierres de los sistemas; desde su Gramatología, lo que se busca es literalizar, enfatizando la búsqueda de nuevas vías de acceso a los textos provenientes de diferentes contextos y autores. Así, los textos son leídos e interpretados desde el contexto de quien los lee; de esa manera, la intención es convertir a los textos científicos en trabajo literario (Vásquez, 2016).

Mediante la escritura, este movimiento de la diferencia pretende dejar hablar todo ese juego de voces y tonos que no tienen comienzo ni término, ni un dentro ni un fuera; es un trabajo deconstructivo, una escritura que busca la subversión de todo reino; la diferencia es ese trazo que se crea y se borra leído en un contexto. Esta visión, al negar la universalidad, va al relativismo y al perspectivismo careciendo de forma y figura, para la que lo importante es el encuentro con una teoría y práctica de lo mixto que conduzca a aporías; es una tecnología de análisis, una filosofía de lo otro que no ofrece soluciones únicas (González, 2009, Ayala, 2013 y Vásquez, 2016).

En resumen, la diferencia es una perspectiva, un análisis y un concepto, todo esto conforma su estatuto, en la medida en que el trazo, la huella o la diferencia ayudan a pensar en el otro. Para tal efecto, la práctica de la deconstrucción es dejar oír, que hablen esas voces de manera sistemática en un espacio que evita que sigan siendo marginadas.

La deconstrucción permite la búsqueda y el reconocimiento de la significación de la escritura en la cultura occidental desde lugares distintos nombres, textos, dominios teóricos, métodos, bajo todos los matices: filosófico, epistemológico, religioso, técnico crítico y literario; ya que es una fase del sistema a destruir para llegar más lejos y no para confirmar el equilibrio establecido.

Otro elemento relevante de la misma concepción derridiana es el de la diseminación, el cual consiste en una operación que permite jugar con la pluralidad de sentidos. Rebasa a la polisemia, porque ésta es fija; en cambio, la diseminación sigue un curso circular indefinido en el trato de los semas, sea en un nivel filosófico, científico, mitológico, psicoanalítico o retórico, entre otros. Con esto se pulveriza la noción de sentido (primer, verdadero, etc.) bajo el que intentan cimentarse los discursos racionales (Derrida, 1975, Ayala, 2013 y González, 2016).

2. Deconstrucción, lectura y escritura

Desde Derrida (1986), la escritura fonética occidental, por encontrarse en el interior y ubicado en el exterior, es lo que define el concepto de signo y verdad. Según este autor, la Gramatología como propuesta comprende un cambio tanto en la escritura como en el concepto mismo; su objetivo es des-construir (no demoliendo sino analizando su raíz) el conjunto de premisas de la lingüística que le permitieron avanzar como disciplina. Se ha creído que la escritura está sometida a la reflexión impregnada de matemática y literatura. No se ha entendido que la escritura permite aislar y disolver tanto el lenguaje de las ciencias como el del arte, la matemática, la pintura, la música y los textos más difíciles de la cultura, inclusive el del propio sujeto "hablador". La escritura es lo que critica, deconstruye, se opone a la palabra, al logocentrismo; la que nombra a la materia sin referente (como cosa o causa real, previa y externa al sistema textual-general) sin una sola presencia (sentido, esencia, existencia objetiva y subjetiva, forma, contenido, sustancia), sin un principio básico, fundamental, totalizante o final (Ricardo, 2008).

Según Derrida (1986), el oírse hablar es el sistema metafísico de presencia, de solidaridad del logocentrismo y fonocentrismo. El logocentrismo orienta a la filosofía hacia un orden del significado vinculado al pensamiento, verdad, lógica y razón, a la manera de un idealismo que busca la repetibilidad del sentido, de la identidad básica para la manifestación de la presencia en sí, de la conciencia misma. El saber occidental se produce a partir de la escritura fonética que convierte a la escritura en mera técnica auxiliar de la significación y privilegia la voz como depositaria única del poder del sentido: el logocentrismo viene a ser la metafísica de la escritura fonética, por ejemplo, el alfabeto.

De esta manera, la Gramatología derridiana es la ciencia general de la escritura que viene a sustituir la voz o habla como modelo único del poder del sentido, ya que la historia de la metafísica ha puesto al logos como el origen de la verdad en general, restándole valor a la escritura. La verdad se ha concebido a la luz de la relación del logos con la toné. Así, el logocentrismo se conforma como una lógica del decir, como una lógica de la relación entre el signo y la verdad. En tanto que propuesta alternativa de cientificidad, la Gramatología no es pensable dentro del sistema de la ciencia y de la cultura occidental fundamentados por la racionalidad logocéntrica.

En Derrida (1986), la deconstrucción es una suerte de desedimentación de los significados provenientes del logos —es esa estrategia natural que implica un determinado trabajo de lectura y escritura. Similar a la genealogía nietzscheana, la deconstrucción derridiana pretende analizar la tradición occidental empezando por la genealogía y estructura de sus conceptos y por resaltar lo que dicha tradición ha ocultado. La deconstrucción es una nueva estrategia para leer y escribir de otra forma el texto de la filosofía y de la cultura en general, a partir de una empresa textualmente detallada —la diferencia— que implica la labor de la diseminación. En síntesis, la deconstrucción derridiana constituye un procedimiento de los signos y de la polisemia universal (Ricardo, 2008).

3. Propósitos y aplicaciones de la filosofía de la diferencia

A partir de los planteamientos anteriores se da la necesidad de reconocer al otro en este proceso; así también se da la oportunidad de permitir hablar a la nota al pie, a las cosas que no son precisas, a las víctimas y a las voces que deseen estallar. El proceso de la diferencia concretado en el Colegio de Francia pretende vincular la filosofía con otras áreas de investigación, de tal modo que se obtengan resultados simples (sin contornos ni fronteras) y nuevos saberes a través del trabajo sistemático desarrollado en espacios no marginados.

Específicamente, en la Psicología existe la perspectiva de generar nuevos caminos a nivel teórico, metodológico y aplicado que rebasaran a los ya existentes, sin caer en la búsqueda de “la teoría psicológica absoluta”, como ha ocurrido con algunas corrientes, por ejemplo, el conductismo, que hasta la fecha mantiene un proyecto global, reductivo, cerrado, mecánico, limitando toda posibilidad a otras opciones de interpretación. A continuación presentaremos algunas de sus tesis filosóficas, teóricas y metodológicas, por un lado, para dar muestra de las afirmaciones anteriores y, por otro, para señalar de qué manera esta aproximación entra en contradicción con una filosofía como la de la diferencia.

4. La filosofía conductista en Psicología

El conductismo en Psicología surgió en 1913 con Watson y su manifiesto conductista, el cual rechazaba el concepto de conciencia y el uso del método introspectivo en psicología. Su interés es la conducta observable, reduciéndola a movimientos corporales. Él utilizó términos como estímulo, reacción y formación de hábitos. Era una psicología sin mentalismos, que pretendía desarrollar un conjunto de conceptos y métodos útiles para la actividad científica concreta a nivel de laboratorio, de clínica y de investigación empírica. Con ello se deseaba reformar a la Psicología en el objeto, en el método y en la terminología empleada. El objeto de estudio de Watson fue la conducta observable como movimiento, y el método, el de las ciencias naturales o experimentales. El modelo a seguir era el de la física. Los lineamientos positivistas del conductismo se apegaron muy bien al sistema capitalista norteamericano, en términos de la idea pragmática y de la concepción que buscaba la equivalencia de la alta producción de respuestas del organismo en situaciones experimentales con la alta producción del trabajo humano en situaciones sociales.

Tanto Sechenov como Pavlov y Bechterev colaboraron en desmentalizar a la psicología. Pavlov centró su trabajo sobre la señalización y los reflejos condicionados, mientras que Bechterev lo fijó en los reflejos motores. Pavlov y Bechterev fueron continuadores de Sechenov y aplicaron métodos objetivos en psicología, desconociendo con ello los fenómenos de la conciencia. Al enterarse Watson de los trabajos de Sechenov, Pavlov y Bechterev, incluyó las investigaciones de los reflejos condicionados en su Psicología conductista. Watson rechazó lo innato de la conducta y propuso la influencia del exterior como el determinante de la misma (González, Mendoza, Arzate y Cabrera, 2012).

Además, aplicó a niños el condicionamiento clásico que Pavlov desarrollara con animales, y redujo el proceso del pensar y otros procesos psicológicos al lenguaje de los hábitos motores, manuales y verbales. Según él, en el pensamiento no hay más que reacciones verbales. Con esto Watson olvidó la base histórico-social y cultural de los problemas psicológicos superiores. Cuando Watson decía que la conducta es controlable y predecible negaba el carácter innato de ésta y las propias convicciones (sociohistóricas) del individuo; incluso llegó a afirmar que él podría formar a los niños como quisiera: médico, ladrón, artista, a través del condicionamiento, control y predicción de la conducta. Decía que su sistema no era partidario de alguna filosofía, pero se apoyó en el positivismo para derribar el estudio de la conciencia.

Según González, Mendoza, Arzate y Cabrera, (2012), el conductismo abrió varios cauces para el estudio de la conducta. Uno de estos cauces fue el de la posición fisiológica en la Unión Soviética, que pretendía darle una base material ―en el sistema nervioso― a la conducta. Esta posición la presentaron todos los seguidores de la escuela pavloviana. Otro cauce fue el de los conductistas metodológicos creadores de la famosa “caja negra”. Ellos partían del hecho que dentro del organismo participaban variables interventoras que determinaban la acción del organismo. A diferencia de Watson que asumía un modelo estímulo­respuesta, los conductistas metodológicos representaban lo psicológico mediante el modelo estímulo-organismo-respuesta (modelo input-output). Se les llamó metodológicos porque a través del método querían inferir lo que sucedía en el interior del organismo cuando a éste se le aplicaba un estímulo y emitía una acción. Los representantes de esta escuela fueron Tolman, Hull, Guthrie, Logan, Spence, Mowrer y Osgood, entre otros.

Otro cauce floreciente de la escuela conductista fue el conductismo radical skinneriano desarrollado en los años treinta del siglo XX. Skinner desecha el modelo de la caja negra de Hull y Tolman porque llevó a caer de nuevo en el mentalismo. La posición de Skinner es anti-teórica y dice que las teorías en general son innecesarias. Lo importante para él ―no obstante ser positivista― son los datos y la investigación inductiva, porque sólo así se llega a hacer ciencia en psicología (González, Mendoza, Arzate y Cabrera, 2014).

Skinner (1975) formuló otro tipo de reflejo diferente al de Pavlov llamado operante, con el cual trató de desfisiologizar la conducta. Por lo tanto, según Skinner había que desechar tanto lo subjetivo como lo fisiológico de la psicología. Su trabajo fue eminentemente experimental y englobado en una teoría, la conductista, aun cuando él mismo lo negó. Su modelo fue llamado triple relación de contingencia, compuesto por los siguientes elementos: estímulo-respuesta-consecuencia, con el que trató de dar explicación de toda la conducta humana y animal. Skinner asumió, con este modelo lineal, que los determinantes de la conducta animal son los mismos que los del hombre.

Para Skinner resultan claves los conceptos de predicción y control de la conducta; para él la predicción de la conducta se realiza con base en la uniformidad de esta. Por ello, los métodos de la ciencia se diseñan para clasificar estas uniformidades y hacerlas explícitas; en el laboratorio muchas condiciones son simplificadas y otras que se consideran irrelevantes son eliminadas para obtener tales regularidades de la conducta. Piensa que a las condiciones de control extensivo relevantes a la conducta humana se les mantiene en la industria para sus formas y condiciones de trabajo, en las escuelas para la obtención de grados académicos, en el comercio para la adquisición de bienes o dinero, en las agencias de gobierno para el manejo judicial y en la clínica psicológica para las terapias de control (González, Mendoza, Arzate y Cabrera, 2012).

Por consiguiente, el conductismo lineal y radical de Watson y Skinner intentó ser un laboratorio de la sociedad, e incluso, dentro de la misma aproximación conductista surgieron críticas a dicha linealidad del comportamiento por no considerar otro tipo de factores involucrados, tales como la historia interconductual del organismo, los factores disposicionales, las funciones de estímulo-respuesta y los auspicios culturales. El teórico que pugnó por la inclusión de modo relevante de estos factores en la interacción psicológica fue Kantor, quien escribió en su libro sobre la Psicología interconductual sobre la necesidad de estudiar la interconducta con una teoría de campo que rebase los límites de la Psicología lineal de Skinner.

5. El positivismo y la psicología conductista

Según Plaza (2006), la filosofía natural influyó a la Psicología. Esta tenía como modelo a seguir el de las ciencias naturales, particularmente el de la fisiología. La Psicología pretendía hacer imitación en cuanto a la medición, la observación, la experimentación, la comprobación, el uso de instrumentos de laboratorio, el apoyo matemático y estadístico, la extrapolación a partir del uso de animales aplicados a situaciones con humanos, tratando de apegar su estudio a las reglas establecidas por la filosofía positivista.

El operacionalismo ―rama de la filosofía positivista― incursionó en la Psicología a través de Skinner, con su neoconductismo radical. El padre del operacionalismo fue Bridgman, Premio Nobel de Física, quien desarrolló este sistema inicialmente en la física con el fin de cuestionar conceptos metafísicos como el de tiempo y espacio absolutos asumidos por la física clásica de Newton. Plazas (2006), menciona que el mismo Skinner retomó dicho sistema para desechar todo tipo de conceptos mentalistas ya que carecían de una definición objetiva, física, matemática o mejor dicho operacional. Para Skinner, todo concepto en Psicología debía incluir una descripción precisa y observable, con el fin de obtener un alto grado de confiabilidad en el registro de los eventos conductuales. Con respecto a la necesidad de manejar con claridad los conceptos psicológicos, Skinner se vio influido por el análisis lógico del lenguaje de Russell y Wittgenstein. Sólo aquellos conceptos definidos con claridad, que tenían un referente concreto (verificable), podrían caber dentro de la ciencia; así, conceptos como el de alma, mente, conciencia, sentimiento, emoción, pensamiento, cognición voluntad, entre otros, quedaban fuera de la ciencia psicológica y pasaban al terreno de la metafísica (González, Mendoza, Arzate y Cabrera, 2014).

Para Skinner (1991), la ciencia es correctiva y sus métodos deben ser eficientes en donde se les pruebe. Así, la conducta humana debe ser analizada desde un punto de vista objetivo y científico. La aplicación de la ciencia a la conducta humana no es tan simple como parece serlo, dado que se tiene que abocar a la observación y a los hechos. La ciencia es más que la simple descripción de eventos que ocurren; trata de descubrir el orden y las relaciones legales entre los eventos. Además de describir, también predice. Usando los métodos de la ciencia en la conducta humana, debemos asumir que la conducta es legal y determinada. Por tanto, lo que un hombre hace depende de las condiciones específicas, y que una vez que estas condiciones han sido descubiertas, podemos anticipar y de alguna manera determinar sus acciones. Dice que el hombre común es producto de su ambiente, de otros hombres y de su historia personal; por ello, asume un determinismo en la ciencia. Para él, la teoría va ligada a la práctica, por lo que una confusión en la teoría significa una confusión en la práctica. Afirma que los datos de la ciencia son más tangibles que los de la filosofía, la poesía, el arte o la teología. Además, es el objeto y no el científico el que sabe más. La ciencia es sistemática, objetiva y precisa; e incluso puede hacer declaraciones sobre declaraciones ―a esto último Skinner le llama filosofía de la ciencia. Argumenta que el conductismo no es la ciencia de la conducta, sino la filosofía de la ciencia de la conducta. Lo más importante de la conducta humana es que es susceptible de predicción y control por parte del hombre (Skinner, 1975).

Conclusión

 La psicología conductual es un sistema unitario, absoluto, total y cerrado que se circunscribe al lado mecánico y objetivo de la conducta, borrando todo mentalismo y subjetivismo humano. De esta manera, margina a los psicólogos de la conciencia y de la inconciencia, no les brinda la posibilidad de expresión, de hablar, de sugerir, aun cuando jueguen un papel relevante dentro de la historia de la Psicología. Los márgenes teóricos en la Psicología establecidos por el conductismo, se armarían a partir de algunos de sus modelos E-R (estímulo-respuesta), E-0-R (estímulo-organismo-respuesta) y FE-FR (función de estímulo-función de respuesta), evitando la inserción de textos psicoanalíticos, marxistas, piagetianos, y rogerianos, para asegurar la permanencia de los textos “objetivos”, observables, verificables, operacionales y medibles, copiados de las ciencias duras e introducidos por la filosofía neopositivista.

A pesar de que, en la Psicología, los otros marcos como el marxista (histórico-cultural), el freudiano o el piagetiano, también pretenden ser modelos integradores, no se cuadran del todo en nombre de una objetividad (entendida en el conductismo parcialmente como verificabilidad), de un solo método (experimental), de una racionalidad (lógica), de un único concepto (conducta), sino que además de concebir estos problemas de manera distinta, sus textos se ubican bajo otros márgenes, cuyo desarrollo rebasa los objetivos del presente trabajo. El especialísimo excesivo en el conductismo cada vez ha perdido más de vista la oportunidad de escapar de los marcos que lo esclavizan, impidiéndole repensar de otra manera el proceso psicológico.

A este respecto, creemos que será necesario revisar nuevamente el texto de la Psicología conductista, junto con los otros textos, con base en diferentes contextos, analizando sus trazos, límites y aportes de cada uno. Por ejemplo, desde qué maneras podrían hacer contacto la conducta y la conciencia, lo objetivo y lo subjetivo, lo individual y lo social. En este caso, la Psicología tendría que estar en la apertura de dejar crecer nuevas directrices de comprensión de lo psicológico, nuevas formas de investigación y nuevas prácticas de tratamiento, que velen por el respeto a la pluralidad de voces y por mantener el ejercicio de las ideas en el camino de la diferencia.

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Notas

1. Profesor Titular de la carrera de Psicología de la FES-Iztacala. Correo electrónico: rubengv@unam.mx.

2. Profesora de Asignatura de la carrera de Psicología de la FES-Iztacala. UNAM. Correo electrónico: nlfermoso@hotmail.com.

3. Profesora Asociado Definitivo de la carrera de Psicología de la FES-Iztacala. UNAM. Correo electrónico: herminiamendoza25@hotmail.com.

4. Profesor Asociado Definitivo de la carrera de Psicología de la FES-Iztacala. UNAM. Correo electrónico: arzater@unam.mx.