2. Las mujeres en los narcocorridos: idealización y devaluación, conversión trágica y desenmascaramiento cómico Descargar este archivo (2. Las mujeres en los narcocorridos.pdf)

David Pavón Cuéllar1, Miguel Vargas Frutos2, Mario Orozco Guzmán3 y Flor de María Gamboa Solís4

Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo

Resu­men

 

Se ofre­ce un aná­li­sis dis­cur­si­vo del papel de la mujer en una mues­tra de 100 nar­co­co­rri­dos gra­ba­dos y difun­di­dos en Méxi­co entre 1984 y 2012. Este papel es ana­li­za­do a tra­vés de los nom­bres que se asig­nan a las figu­ras feme­ni­nas, sus atri­bu­tos, sus posi­cio­na­mien­tos como obje­to y como suje­to, y sus inter­ven­cio­nes den­tro y fue­ra de la esfe­ra de acti­vi­dad y orga­ni­za­ción del nar­co­trá­fi­co. Se exa­mi­na la pro­gre­si­va desidea­li­za­ción de la mujer, así como un pro­ce­so que pue­de inter­pre­tar­se ya sea como una con­ver­sión trá­gi­ca o como un des­en­mas­ca­ra­mien­to cómi­co de las muje­res degra­da­das o per­ver­ti­das en el desa­rro­llo de los nar­co­co­rri­dos.

Pala­bras cla­ve: nar­co­trá­fi­co, nar­co­co­rri­dos, mujer, aná­li­sis de dis­cur­so, psi­co­aná­li­sis.

 

Abs­tract

The paper offers a dis­cur­si­ve analy­sis of the role of women in a sam­ple of 100 “nar­co­co­rri­dos” recor­ded and broad­cas­ted in Mexi­co bet­ween 1984 and 2012. This role is analy­zed through the names that are assig­ned to the fema­le figu­res, their attri­bu­tes, their posi­tions as object and sub­ject, and their inter­ven­tions insi­de and outsi­de the sphe­re of drug traf­fic­king. The paper exa­mi­nes the pro­gres­si­ve deva­lua­tion of women and a pro­cess that can be inter­pre­ted either as a tra­gic con­ver­sion or as a comic unmas­king of degra­ded or per­ver­ted women in the deve­lop­ment of nar­co­co­rri­dos.

Key­words: drug-traf­fic­king, nar­co­co­rri­dos, woman, dis­cour­se analy­sis, psy­choa­naly­sis.

Introducción: mujeres, narcotráfico y narcocorridos

El emer­gen­te sub­gé­ne­ro musi­cal mexi­cano cono­ci­do como nar­co­co­rri­do, cuya temá­ti­ca está cen­tra­da en el nar­co­trá­fi­co, pone en evi­den­cia un cam­bio radi­cal del papel de las muje­res en la socie­dad. Este cam­bio es corre­la­ti­vo de la trans­for­ma­ción del con­tex­to social y de mani­fes­ta­cio­nes cul­tu­ra­les como el géne­ro mis­mo de los corri­dos. Las luchas terri­to­ria­les entre las orga­ni­za­cio­nes liga­das al nar­co­trá­fi­co han suplan­ta­do las bata­llas y luchas fra­tri­ci­das de la Revo­lu­ción. Los corri­dos revo­lu­cio­na­rios pre­sen­ta­ban a una “Rie­le­ra” aban­do­na­da por su “Juan”, a una “Ade­li­ta” a la que se le bus­ca­ría aun­que se fue­ra con otro y a una “Valen­ti­na” por cuyo amor se arries­ga­ría la vida. Poco des­pués de la Revo­lu­ción, retor­nan y se popu­la­ri­zan los corri­dos que le can­tan a la mujer ajus­ti­cia­da: una “Rosi­ta Alví­rez”, víc­ti­ma funes­ta de la into­le­ran­cia de un hom­bre que no admi­te que se le recha­ce, o una “Mar­ti­na” que vin­cu­la, en la inge­nui­dad de su men­ti­ra, la entre­ga del amor con la trai­ción al deber y a la sumi­sión con­yu­gal. Los pri­me­ros nar­co­co­rri­dos, entre los años trein­ta y seten­ta, con­si­guen libe­rar a la mujer de su con­di­ción de víc­ti­ma del hom­bre, por ejem­plo cuan­do le can­tan a “Igna­cia Jas­so”, “la Nacha”, famo­sa nar­co­tra­fi­can­te de Ciu­dad Juá­rez, o cuan­do “Came­lia la Teja­na” y “Mar­ga­ri­ta la de Tijua­na” pasan de ser quie­nes sufren a quie­nes ejer­cen la vio­len­cia y matan a sus com­pa­ñe­ros (Ramí­rez Pimien­ta, 2010).

Los actua­les nar­co­co­rri­dos inclu­yen fre­cuen­te­men­te a figu­ras feme­ni­nas, here­de­ras direc­tas de Igna­cia Jas­so, que se rela­cio­nan de algún modo u otro con el nego­cio de las dro­gas. Las muje­res pue­den ser tra­fi­can­tes o sica­rias, pero tam­bién ami­gas, fami­lia­res, espo­sas o aman­tes de los tra­fi­can­tes o sica­rios, así como pros­ti­tu­tas, can­tan­tes, ani­ma­do­ras u otras emplea­das paga­das por ellos, y des­co­no­ci­das o muje­res inde­fi­ni­das o gene­ra­li­za­das. En muchos de estos casos, ocu­pan luga­res cen­tra­les y pro­ta­gó­ni­cos en un ámbi­to que sue­le con­ce­bir­se como esen­cial­men­te mas­cu­lino. Ade­más, tam­bién con bas­tan­te fre­cuen­cia, desem­pe­ñan pape­les que des­bor­dan los mar­cos repre­sen­ta­ti­vos tra­di­cio­na­les de la figu­ra feme­ni­na en Méxi­co, tal como han sido iden­ti­fi­ca­dos por la femi­nis­ta Mar­ce­la Lagar­de (2005) en tér­mi­nos de cau­ti­ve­rios, como Cau­ti­ve­rios de las muje­res mexi­ca­nas: “madres, espo­sas, locas, mon­jas, pre­sas y putas” (p. 2).

En reali­dad, los fenó­me­nos recién men­cio­na­dos, que se entre­te­jen cons­tan­te­men­te con la nega­ción o la des­va­lo­ri­za­ción de la femi­ni­dad, no sólo se pue­den apre­ciar en el tex­to de los nar­co­co­rri­dos, sino tam­bién en el con­tex­to sim­bó­li­co en el que se com­po­ne y se can­ta ese tex­to, un con­tex­to cons­ti­tui­do por suce­sos, noti­cias, opi­nio­nes, valo­ra­cio­nes, acti­tu­des, per­so­na­jes, rumo­res, pala­bras, etc. Con­si­de­re­mos, como sim­ples ilus­tra­cio­nes, las imá­ge­nes de pre­sun­tas nar­co­tra­fi­can­tes que cir­cu­lan en la tele­vi­sión, la media­ti­za­ción en torno a las hijas y espo­sas del Cha­po Guz­mán, la cele­bri­dad alcan­za­da por las jefas del nar­co­trá­fi­co Enedi­na Are­llano Félix y La Rei­na del Pací­fi­co, o el escán­da­lo en torno a la her­mo­sa Miss Sina­loa 2008 o Lau­ra Ele­na Zúñi­ga Hui­zar, aprehen­di­da por sus pre­sun­tos víncu­los con el nar­co­trá­fi­co5.

En el ámbi­to pre­ci­so de los nar­co­co­rri­dos, recor­de­mos la fama de la diva Jen­ni Rive­ra, la con­mo­ción por su muer­te y la impor­tan­cia de su femi­ni­dad (Cobo, 2013). Recor­de­mos tam­bién tan­tos “asun­tos de muje­res” (Gri­llo, 2012; p. 285), por los que habrían sido ase­si­na­dos can­tan­tes de nar­co­co­rri­dos entre los que des­ta­ca el “muje­rie­go” Valen­tín Eli­zal­de (Pérez, 2012; p. 72). Tam­po­co habría que olvi­dar, en el mis­mo ámbi­to de los nar­co­co­rri­dos, aque­llas situa­cio­nes tan sig­ni­fi­ca­ti­vas en las que la figu­ra mas­cu­li­na pue­de lle­gar inclu­so a des­va­ne­cer­se o a pasar a un segun­do plano, como es el caso de los rumo­res en torno a los amo­res lés­bi­cos por los que la can­tan­te Zay­da Peña Arjo­na y su aman­te habrían sido ase­si­na­das.

Tenien­do en cuen­ta la cen­tra­li­dad y el pro­ta­go­nis­mo del ele­men­to feme­nino en el con­tex­to sim­bó­li­co de los nar­co­co­rri­dos y no sólo en el tex­to de sus letras, pode­mos com­pren­der la actual pro­li­fe­ra­ción de publi­ca­cio­nes en las que se estu­dian las más diver­sas for­mas de actua­ción de la mujer en el uni­ver­so del nar­co­trá­fi­co en Méxi­co (Ova­lle y Gia­co­me­llo, 2008; Ron­qui­llo, 2008; Carri­llo, 2012; Maihold y De Maihold, 2012; San­ta­ma­ría, 2012). De modo más pun­tual, encon­tra­mos tam­bién un cier­to inte­rés en la cues­tión de la femi­ni­dad en tex­tos aca­dé­mi­cos acer­ca de los nar­co­co­rri­dos (Tina­je­ro y Her­nán­dez, 2004; Arias y Fer­nán­dez, 2009; Jege­rings, 2011), así como tra­ba­jos espe­cí­fi­cos dedi­ca­dos a las muje­res en este sub­gé­ne­ro musi­cal (Cota y Esqui­vel, 2002; Mon­da­ca, 2004; Ramí­rez Pimien­ta, 2010).

Material y método

Hacien­do nues­tra par­ti­cu­lar apor­ta­ción a las inves­ti­ga­cio­nes que ya se han rea­li­za­do en torno a las figu­ras feme­ni­nas en los corri­dos que ver­san prin­ci­pal­men­te sobre nar­co­trá­fi­co, aquí ofre­ce­mos un aná­li­sis dis­cur­si­vo del papel de las muje­res en una mues­tra de 100 letras de nar­co­co­rri­dos (Tabla 1) rela­ti­va­men­te recien­tes, gra­ba­dos y difun­di­dos entre 1984 y 2012, es decir, en las dos últi­mas eta­pas del desa­rro­llo de este sub­gé­ne­ro musi­cal que dis­tin­guen Maihold y De Maihold (2012). Nues­tro aná­li­sis está limi­ta­do a los siguien­tes aspec­tos de las refe­ren­cias a la mujer en los nar­co­co­rri­dos:

  1. Los nom­bres de la mujer. Sus­tan­ti­vos, adje­ti­vos sus­tan­ti­va­dos y ele­men­tos peri­frás­ti­cos con los que la mujer es desig­na­da e iden­ti­fi­ca­da.
  2. Los atri­bu­tos de la mujer. Sus­tan­ti­vos, adje­ti­vos y ele­men­tos peri­frás­ti­cos con los que la mujer es des­cri­ta o carac­te­ri­za­da.
  3. La mujer como suje­to y como obje­to. La dife­ren­cia dis­cur­si­va entre los posi­cio­na­mien­tos de la mujer como recep­tor pasi­vo y como agen­te acti­vo.
  4. La mujer en el tra­ba­jo y en el pla­cer. Las inter­ven­cio­nes de la mujer den­tro y fue­ra de la esfe­ra de acti­vi­dad y orga­ni­za­ción del nar­co­trá­fi­co.

Una vez que haya­mos con­si­de­ra­do cada uno de estos aspec­tos, pres­ta­re­mos una aten­ción espe­cial a aque­llos nar­co­co­rri­dos en los que se emplean múl­ti­ples nom­bres para la mujer. Vere­mos cómo esta mul­ti­pli­ci­dad pue­de rea­li­zar o com­por­tar diver­sos pro­ce­sos dis­cur­si­vos: la dis­tin­ción entre muje­res, la acen­tua­ción de un aspec­to de la mujer, la dife­ren­cia­ción entre face­tas feme­ni­nas y la narra­ción de una suce­sión de ava­ta­res de la femi­ni­dad. Al dete­ner­nos en el últi­mo pro­ce­so, exa­mi­na­re­mos lo que pue­de inter­pre­tar­se, ya sea como una con­ver­sión trá­gi­ca o como un des­en­mas­ca­ra­mien­to cómi­co de las muje­res que se ven degra­da­das o per­ver­ti­das en el desa­rro­llo mis­mo de los nar­co­co­rri­dos. Para ter­mi­nar, ahon­da­re­mos en esta inter­pre­ta­ción a la luz de otra pro­pues­ta inter­pre­ta­ti­va que habre­mos hecho con ante­rio­ri­dad, a saber, la pro­gre­si­va desidea­li­za­ción que se obser­va­ría en la evo­lu­ción de los men­cio­na­dos aspec­tos de las refe­ren­cias a la mujer en los nar­co­co­rri­dos.

A dife­ren­cia de los ante­rio­res tra­ba­jos en la inves­ti­ga­ción del papel de la mujer en los nar­co­co­rri­dos, el pre­sen­te no ofre­ce una visión gene­ral y pano­rá­mi­ca del tema como la que tene­mos en Mon­da­ca (2004), ni pro­fun­di­za en la rela­ción de la femi­ni­dad con la vio­len­cia como ya lo han hecho Cota y Esqui­vel (2002), ni tam­po­co rela­ta los ante­ce­den­tes, los orí­ge­nes y la his­to­ria de las figu­ras feme­ni­nas en los nar­co­co­rri­dos, lo que fue magis­tral­men­te rea­li­za­do por Ramí­rez Pimien­ta (2010). Nues­tro aná­li­sis se limi­ta a los aspec­tos estric­ta­men­te dis­cur­si­vos a los que ya nos hemos refe­ri­do, pero estu­dián­do­los ana­lí­ti­ca­men­te de mane­ra lon­gi­tu­di­nal en una mues­tra amplia de nar­co­co­rri­dos y explo­ran­do inter­pre­ta­ti­va­men­te la evo­lu­ción ideo­ló­gi­ca y las orien­ta­cio­nes evo­lu­ti­vas en el seno del dis­cur­so tex­tual de las letras. Todo esto debe­ría per­mi­tir­nos cum­plir con el pro­pó­si­to prin­ci­pal de nues­tro aná­li­sis, que no está en sus resul­ta­dos ana­lí­ti­cos e inter­pre­ta­ti­vos, sino en la refle­xión acer­ca de un posi­ble sen­ti­do teó­ri­co de estos resul­ta­dos en una doble pers­pec­ti­va mar­xis­ta y psi­co­ana­lí­ti­ca.

Los nom­bres y su evo­lu­ción en el tiem­po: de las muje­res y las hem­bras a las morras, ple­bes y ple­bi­tas

En los 100 nar­co­co­rri­dos ana­li­za­dos, hemos detec­ta­do 35 sus­tan­ti­vos, adje­ti­vos sus­tan­ti­va­dos o ele­men­tos peri­frás­ti­cos con los que la mujer es desig­na­da e iden­ti­fi­ca­da: mujer, dama, dama tra­fi­can­te, que­ri­da, novia, ami­ga, due­ña de mi amor, seño­ra, vie­ja, vie­jo­na, rei­na, rei­na de rei­nas, jefa de jefas, hem­bra, pan­te­ra, potran­ca, joven­ci­ta, chi­ca, chi­qui­ti­ta, nena, mucha­cha, mucha­cho­na, cha­va­lo­na, more­na, morra, ple­be, ple­bi­ta, ple­bo­na, bar­bi, cabro­na, ton­ta, cha­ca­lo­sa, des­ma­dro­sa, malan­dri­na y bucho­na. Entre estos nom­bres, hay los que siem­pre son uti­li­za­dos en plu­ral y que sue­len desig­nar tan­to a obje­tos de pla­cer car­nal como a cola­bo­ra­do­ras en el nego­cio del nar­co­trá­fi­co: nenas, mucha­chas, mucha­cho­nas, more­nas, morras, ple­bes, ple­bi­tas, bar­bis, cabro­nas, ton­tas, cha­ca­lo­sas, des­ma­dro­sas y bucho­nas. El sin­gu­lar es el úni­co emplea­do en otros nom­bres que tie­nen una cla­ra con­no­ta­ción posi­ti­va y que vehi­cu­lan una cier­ta dosis de res­pe­to o afec­to hacia la mujer: seño­ra, novia y due­ña de mi amor. Encon­tra­mos asi­mis­mo nom­bres apa­ren­te­men­te neu­tros, como hem­bra, dama y mujer, que se emplean en sin­gu­lar y en plu­ral, y que pue­den adqui­rir diver­sas con­no­ta­cio­nes.

Pode­mos apre­ciar una intere­san­te evo­lu­ción de los nom­bres de la mujer a lo lar­go de las tres déca­das en las que se dis­tri­bu­yen los nar­co­co­rri­dos ana­li­za­dos. El reper­to­rio está limi­ta­do en los pri­me­ros años, has­ta 1999, a los nom­bres mujer, hem­bra, seño­ra, vie­ja, rei­na, hem­bra, potran­ca, mucha­cha, novia y bar­bi. Entre 2000 y 2006, este reper­to­rio se ve enri­que­ci­do con dama, jefa, ami­ga y malan­dri­na. Lue­go, entre 2006 y 2012, vemos apa­re­cer todos los demás nom­bres ya men­cio­na­dos. Hay que des­ta­car, en este últi­mo perío­do, la pro­li­fe­ra­ción de los nom­bres más carac­te­rís­ti­cos del géne­ro, que sue­len emplear­se en plu­ral, que se vin­cu­lan más con el sexo y la vio­len­cia que con la ter­nu­ra o el afec­to, que tien­den a desig­nar muje­res jóve­nes que se dedi­can a la pros­ti­tu­ción o al nar­co­trá­fi­co, y que irrum­pen tar­día­men­te, de modo súbi­to, masi­vo y arro­lla­dor, a par­tir del año 2009: morras, morri­tas, ple­bes, ple­bi­tas, cha­va­lo­nas, cabro­nas, ton­tas, cha­ca­lo­sas y des­ma­dro­sas.

En el perío­do com­pren­di­do entre 2009 y 2012, los nom­bres más fre­cuen­tes son morras, ple­bes y ple­bi­tas, mien­tras que en la pri­me­ra épo­ca, en los noven­ta, pre­do­mi­na­ban las muje­res y las hem­bras. Estos dis­tin­tos nom­bres pare­cen impli­car dife­ren­tes rela­cio­nes con las muje­res a las que desig­nan. En un regis­tro más bien tierno y román­ti­co, las muje­res y las hem­bras de los noven­ta les “gus­tan” a los nar­co­tra­fi­can­tes [1]6, se “brin­da” por ellas y se les “tie­ne en men­te” [6], son “boni­tas” [15] o “ino­cen­tes” [16], tie­nen “cora­zón” y pue­den ser “heri­das” [17]. En cam­bio, a par­tir del 2009, en una exa­cer­ba­ción del ele­men­to sexual y vio­len­to corre­la­ti­va de un debi­li­ta­mien­to de la ter­nu­ra y del roman­ti­cis­mo, las morras, ple­bes y ple­bi­tas pue­den ope­rar ya sea como nar­co­tra­fi­can­tes o bien como pros­ti­tu­tas, obje­tos eró­ti­cos y aman­tes en acto o en poten­cia. Como nar­co­tra­fi­can­tes, están “ace­le­ra­das” [39], tie­nen “men­ta­li­dad de malan­dras” y “bala­cean” a quien “se pasa de lan­za” [62], están simul­tá­nea­men­te “bien ves­ti­das con ele­gan­cia” y “con pis­to­la al bol­so” [69], andan “alte­ra­das” y “a la moda” [80]. De no ser nar­co­tra­fi­can­tes, las morras, ple­bes y ple­bi­tas caen en una dimen­sión estric­ta­men­te sexual: “se suben solas” a las “tro­cas” de los nar­co­tra­fi­can­tes [41], se les “trae” para “bai­lar tubo” [54], “tie­nen cuer­pos des­pam­pa­nan­tes” [62], son “des­ma­dro­sas” [70], le “sobran” a los nar­co­tra­fi­can­tes [74], se cuen­tan por “puños” [87], “no fal­tan” [88], pero tam­bién “dejan novios por todos lados” [78]. En éstos y en otros pasa­jes pos­te­rio­res a 2009, tan­to en la sexua­li­dad como en el nego­cio del nar­co­trá­fi­co, la moti­va­ción de las morras, las ple­bes y las ple­bi­tas osci­la entre el dine­ro y el pla­cer o la diver­sión, mien­tras que vemos des­va­ne­cer­se un amor y un sen­ti­mien­to que eran deci­si­vos para las muje­res y las hem­bras en años ante­rio­res.

El des­pla­za­mien­to de los nom­bres feme­ni­nos de las hem­bras y muje­res a las morras, ple­bes y ple­bi­tas impli­ca enton­ces una pro­fun­da evo­lu­ción ideo­ló­gi­ca en la que nos pre­ci­pi­ta­mos des­de un regis­tro sen­ti­men­tal, amo­ro­so y tierno, has­ta uno sen­sual y vio­len­to, gozo­so e intere­sa­do. En el espa­cio topo­ló­gi­co des­ple­ga­do por la ideo­lo­gía bur­gue­sa impe­ran­te en el mun­do occi­den­tal moderno, cae­mos de lo ideal a lo car­nal y lo mate­rial. Pode­mos des­cri­bir este movi­mien­to des­cen­den­te como una desidea­li­za­ción. Hay algo ideal que se pier­de, en efec­to, al pasar de “la hem­bra” que tie­ne “cora­zón” [17], la “mujer” por la que se “brin­da” y que se “tie­ne en men­te” [6], a la “morra arre­man­ga­da” que “se trae” para “bai­lar tubo” [54], la “ple­be” que sólo tie­ne un “cuer­po des­pam­pa­nan­te” [62]. Al final, des­pués de la desidea­li­za­ción, tene­mos un cuer­po des­pam­pa­nan­te en lugar de un cora­zón. Es enton­ces cuan­do el hom­bre pue­de ya traer a la mujer a bai­lar tubo en lugar de tener que limi­tar­se a brin­dar por ella y tener­la en men­te. Pero evi­den­te­men­te aque­lla mujer en la que se pen­sa­ba ya no es la mis­ma que la morra que se ve mien­tras bai­la y se des­vis­te. Esta últi­ma ya no es una idea, sino un cuer­po arre­man­ga­do, una piel des­nu­da, una car­ne desidea­li­za­da.

Otro aspec­to lla­ma­ti­vo del mis­mo des­pla­za­mien­to es su orien­ta­ción regre­si­va en la lógi­ca de lo que Freud (1900) se repre­sen­tó como un ras­go carac­te­rís­ti­co del fenó­meno oní­ri­co y como un aspec­to cla­ve de su fun­cio­na­mien­to. De las tres for­mas de regre­sión dis­tin­gui­das por Freud, toma­re­mos sola­men­te una como pun­to de apo­yo: la “regre­sión for­mal” en la que “pri­mi­ti­vos modos de expre­sión y de figu­ra­ción sus­ti­tu­yen a los habi­tua­les” (p. 541). ¿No es lo que apre­cia­mos en la sus­ti­tu­ción de los nom­bres hem­bra y mujer por los de morra, ple­be y ple­bi­ta?¿No hay aca­so una mar­cha hacia atrás de la femi­ni­dad, una suer­te de infan­ti­li­za­ción de las muje­res, al refe­rir­se a ellas como si se tra­ta­se de niñas? Morra, ple­be o ple­bi­ta son equi­va­len­tes de ado­les­cen­te, púber y niña o niñi­ta, que son las deno­mi­na­cio­nes corres­pon­dien­tes a los esta­dios ante­rio­res del desa­rro­llo bio­ló­gi­co de la hem­bra y la mujer. Se ha rem­pla­za­do así un modo habi­tual de expre­sar­se del ser del sexo feme­nino adul­to –mujer, hem­bra– por una figu­ra­ción alu­si­va a su esta­do pri­mi­ti­vo –ple­be, morra o ple­bi­ta. Esta regre­sión for­mal tras­to­ca el fun­da­men­to patriar­cal de la femi­ni­dad enten­di­da como “madu­ra” o “nor­mal”, el de la pro­crea­ción, ya que una ple­be o ple­bi­ta es una niña o niñi­ta que difí­cil­men­te aso­cia­mos a la fecun­di­dad repro­duc­ti­va, mien­tras que una mujer o una hem­bra pue­de ser una madre, una pro­crea­do­ra, y su nom­bre es con­di­ción de ello y le hace man­te­ner fir­me­men­te hun­di­das las raí­ces de su femi­ni­dad en el sue­lo de la bio­lo­gía de su sexo. Para ser nom­bra­da “mujer”, es con­di­ción ser madre. La resul­tan­te del des­pla­za­mien­to regre­si­vo es enton­ces una mujer infan­ti­li­za­da a quien el hom­bre pue­de mirar des­ves­tir­se y bai­lar en un tubo o con quien pue­de satis­fa­cer­se sexual­men­te, car­ne con car­ne, pero des­em­ba­ra­za­do de los pro­ble­mas y com­pro­mi­sos liga­dos a la pro­le.

Los atri­bu­tos de la mujer

En la evo­lu­ción ideo­ló­gi­ca de los nar­co­co­rri­dos que obser­va­mos a par­tir de 2009, la desidea­li­za­ción de la mujer se com­prue­ba cla­ra­men­te en sus atri­bu­tos, es decir, en aque­llo que se le atri­bu­ye y que se expre­sa en el dis­cur­so a tra­vés de los sus­tan­ti­vos, adje­ti­vos y ele­men­tos peri­frás­ti­cos con los que se le des­cri­be o carac­te­ri­za. Ya hemos vis­to, en el apar­ta­do ante­rior, que el atri­bu­to de “cora­zón” [17] es rem­pla­za­do por el de “cuer­po” [62], así como lo “boni­to” [15] y lo “ino­cen­te” [16] cede su lugar a lo “des­pam­pa­nan­te” [62], lo “des­ma­dro­so” [70], lo “alte­ra­do” y “a la moda” [80]. Esta mis­ma evo­lu­ción pue­de apre­ciar­se en otros atri­bu­tos en los que se entre­te­je con otras orien­ta­cio­nes evo­lu­ti­vas:

  1. En su exte­rio­ri­dad físi­ca, des­pués de ser “chu­la” [12] y “her­mo­sa” [24], la mujer es cru­da­men­te des­cri­ta como “bue­no­ta” en fun­ción de su cuer­po y hacien­do abs­trac­ción de su cara [53].
  2. En sus inte­rio­ri­dad psí­qui­ca, la mujer pier­de su “talen­to” [9] y adquie­re una “men­ta­li­dad de malan­dra” [62], una “men­ta­li­dad enfer­ma” [64].
  3. En su acti­tud hacia el hom­bre, la mujer ya no es úni­ca­men­te “coque­ta y pre­su­mi­da” [5], sino que pasa al acto y se vuel­ve “des­ma­dro­sa” [70], “aven­ta­da” [77] y “pone­do­ra” en “la orgía” [89].
  4. En su acti­tud ante el peli­gro, la mujer “deci­di­da” [9] es tris­te­men­te suplan­ta­da por la “mal­di­ta” y “agre­si­va” [59], la “ace­le­ra­da” [37, 85] y “atra­ve­sa­da” [77].
  5. En sus cua­li­da­des mora­les, la mujer “sen­ci­lla y de res­pe­to” [31] se deja sus­ti­tuir por la “enma­fia­da” [85] y “malan­dri­na” [90].
  6. En su esta­do de áni­mo, la mujer “ale­gre” [31] cae en la con­di­ción de “peda y pani­quea­da” [53], “enfer­ma” [77] y “alte­ra­da” [77, 80], “pesa­da” [78, 85], “loca y marihua­na” [90].

No es difí­cil dis­cer­nir algu­nas de las prin­ci­pa­les orien­ta­cio­nes entre­te­ji­das en la evo­lu­ción ideo­ló­gi­ca de los nar­co­co­rri­dos. La mujer no sólo es desidea­li­za­da, sino que se ve alte­ra­da y enma­fia­da, per­tur­ba­da o des­equi­li­bra­da, per­ver­ti­da y depra­va­da. Se vuel­ve mal­di­ta y agre­si­va en lugar de ser tan sólo deci­di­da. La sana ale­gría se tor­na esta­do enfer­mo y alte­ra­do por la dro­ga o el alcohol. El vicio, el des­ma­dre y la orgía, vie­nen a ocu­par el lugar de la pre­sun­ción y la coque­te­ría. El ros­tro se borra y sólo sub­sis­te el cuer­po. El talen­to de mujer se pier­de y sólo que­da una men­ta­li­dad enfer­ma de malan­dra.

La mujer como obje­to y como suje­to

Al com­pa­rar las nar­co­co­rri­dos ante­rio­res y pos­te­rio­res a 2009, alcan­za­mos a des­cu­brir tam­bién, para­le­la­men­te a la desidea­li­za­ción y a las otras orien­ta­cio­nes evo­lu­ti­vas a las que nos hemos refe­ri­do, una ten­den­cia des­con­cer­tan­te­men­te reac­cio­na­ria y regre­si­va con­sis­ten­te en la cre­cien­te pro­pen­sión a redu­cir a la mujer a un sim­ple obje­to, recep­tor pasi­vo de las accio­nes o pasio­nes del hom­bre. Esta pro­pen­sión es lógi­ca­men­te corre­la­ti­va de una supre­sión de la sub­je­ti­vi­dad feme­ni­na. La mujer pier­de pau­la­ti­na­men­te su cali­dad de suje­to, su papel de agen­te acti­vo, que pare­ce con­ver­tir­se cada vez más en un pri­vi­le­gio reser­va­do al hom­bre. A títu­lo úni­ca­men­te indi­ca­ti­vo, note­mos que la inter­ven­ción de la mujer como suje­to en los nar­co­co­rri­dos ana­li­za­dos es de 86% has­ta 2008, 68% des­pués de 2009 y 40% en 2012.

Ade­más de que la mujer pase por su desub­je­ti­va­ción y obje­ti­va­ción, tam­bién debe pade­cer una cier­ta degra­da­ción de aque­llo de lo que es obje­to o recep­tor pasi­vo. Has­ta 2008, la mujer será suce­si­va­men­te obje­to de un hom­bre al que le “gus­ta” [1], que la “quie­re” [3, 29], que “brin­da” por ella [6], que se “pasea” con ella [14, 16, 22, 33], que la “dis­fru­ta” [24, 35] y la “ama” [26], y final­men­te, des­pués de 2005, la posee o la “tie­ne” [27, 29], la “goza” [28] y la “desea” [32]. A par­tir de 2009, la mujer cier­ta­men­te no le deja­rá de “gus­tar” [45] e inclu­so “fas­ci­nar” al hom­bre [51], que segui­rá “pasean­do” con ella [55] y con­ti­nua­rá “que­rién­do­la” [39, 65] y “gozán­do­la” [96]. Sin embar­go, en estos últi­mos años, la mujer será obje­to de toda una serie de accio­nes mas­cu­li­nas radi­cal­men­te dife­ren­tes a las men­cio­na­das. La más fre­cuen­te, que sor­pren­de por su insis­ten­cia, es la acción de “traer” [46, 47, 54, 73, 84, 85, 97]. Ade­más de ser aque­llo que se trae en el vehícu­lo o a las fies­tas, las muje­res, par­ti­cu­lar­men­te en plu­ral, son el obje­to que se “usa” [36] o se “jala” [54], que “sobra” [56, 74], al que se le “lla­ma” [71] o se le “mar­ca” [86], por el que “se va” [87], el que “ador­na la cama” [88], al que se le “invi­ta” [89] o al que se le “lle­va” de un lugar a otro [92, 99], al que se “man­tie­ne” [93] o al que meta­fó­ri­ca­men­te se “eje­cu­ta” [94] y se “levan­ta” [98].

Entre las accio­nes de las que la mujer es obje­to des­pués de 2009, hay algu­nas cla­ra­men­te degra­dan­tes y sin paran­gón en los años ante­rio­res. La morra y la ple­be sobran y son usa­das. Son aque­llo que se jala de un lado a otro y que ter­mi­na por ador­nar la cama. Resul­ta escla­re­ce­dor com­pa­rar las accio­nes más fre­cuen­tes de que es obje­to la mujer antes y des­pués de 2009: antes, lo que se hacía más con la mujer era pasear con ella; des­pués, lo que se hace más con ella es traer­la. En el pri­mer caso, ni siquie­ra es segu­ro que la mujer esté sien­do con­ce­bi­da como obje­to, pues en cier­to sen­ti­do cons­ti­tu­ye un suje­to con el que se pasea, que pasea con uno tal como uno pasea con él. En cam­bio, cuan­do es traí­da, la mujer apa­re­ce neta­men­te como un obje­to en una total pasi­vi­dad que nos hace pen­sar en una cosa o bul­to que se trae, que uno mue­ve y que no se mue­ve por sí mis­mo.

La mujer en el tra­ba­jo y en el pla­cer

La mujer sue­le caer en la con­di­ción de obje­to en el ámbi­to del pla­cer, pero éste no es úni­co ámbi­to en el que la vemos inter­ve­nir en los nar­co­co­rri­dos. Ade­más de ser un sim­ple obje­to de pla­cer de los nar­co­tra­fi­can­tes, la mujer pue­de ser ella mis­ma nar­co­tra­fi­can­te y par­ti­ci­par acti­va­men­te como agen­te o como suje­to en la esfe­ra de acti­vi­dad y orga­ni­za­ción del nar­co­trá­fi­co. La par­ti­ci­pa­ción en este ámbi­to de tra­ba­jo le per­mi­te con­ser­var la sub­je­ti­vi­dad que tien­de a per­der en los ámbi­tos del pla­cer del hom­bre y del tra­ba­jo de la mujer como pros­ti­tu­ta. En con­tras­te con la pros­ti­tu­ta y con la ama­da o aman­te, la nar­co­tra­fi­can­te no deja de ser tra­ta­da como suje­to. Cabe con­je­tu­rar que nos encon­tra­mos ante un con­tex­to dis­cur­si­vo, socio­eco­nó­mi­co, polí­ti­co e ideo­ló­gi­co, en el que la mujer sólo pue­de pre­ser­var su dig­ni­dad sub­je­ti­va median­te una acción cri­mi­nal. Inclu­so des­pués de 2009, la mujer nar­co­tra­fi­can­te se hace res­pe­tar. Se le can­ta, se le exal­ta y se le reco­no­ce cons­tan­te­men­te su valen­tía.

Enten­de­mos que “la mujer valien­te” cons­ti­tu­ya por sí sola una cate­go­ría cla­si­fi­ca­to­ria en la “taxo­no­mía del nar­co­co­rri­do” que nos ofre­cen Arias y Fer­nán­dez (2009; p. 227). Por nues­tra par­te, obser­va­mos que la valen­tía de la nar­co­tra­fi­can­te es la vir­tud sub­je­ti­va feme­ni­na en la que más insis­ten los nar­co­co­rri­dos ana­li­za­dos. Esta “valen­tía” [11, 21, 48] se conec­ta estre­cha­men­te con otras vir­tu­des sub­je­ti­vas como el “valor” [59, 68], las “aga­llas” [49] o el hecho de “no temer a nada” [60, 83], y así cons­ti­tu­ye un regis­tro de exal­ta­ción de la femi­ni­dad que no deja de ope­rar en la carac­te­ri­za­ción de la mujer nar­co­tra­fi­can­te. Es en este regis­tro en el que se le can­ta suce­si­va­men­te a la “mujer deci­di­da” que “no cono­ce el mie­do” [7], a la “valien­te seño­ra” que “mata a que­ma­rro­pa” [11], a las “malan­dri­nas” que “de nada tie­nen mie­do” [19], a una “tra­fi­can­te muy famo­sa” que es “seño­ra muy valien­te” [21], a las “morras ace­le­ra­das” que “no le temen al peli­gro” [37], a las “muje­res que sabe­mos son valien­tes” [48], a unas “damas con tan­tas aga­llas” que “se dan de tiros” unas a otras [49], a las “ple­bo­nas que no le temen a nada” [60], a la “hem­bra moder­na” que “a nada le tie­ne mie­do” [64], a una “mujer de mucho valor” que “no se le raja a nadie” [68], a unas “muje­res pode­ro­sas” que “no cual­quie­ra las asus­ta” [82] y a “morri­tas enma­fia­das” que “no temen a nada” [83].

Al ana­li­zar los nar­co­co­rri­dos, pode­mos per­ca­tar­nos de que la valen­tía feme­ni­na es deci­si­va en la rela­ción de la mujer con el hom­bre, no sólo por­que impli­ca nece­sa­ria­men­te un posi­cio­na­mien­to sub­je­ti­vo de la mujer como agen­te acti­vo, sino tam­bién por­que fre­cuen­te­men­te pare­ce cues­tio­nar los este­reo­ti­pos de géne­ro y exi­gir un pro­nun­cia­mien­to explí­ci­to con res­pec­to a las rela­cio­nes de poder y a la igual­dad o dife­ren­cia entre hom­bres y muje­res. Por ejem­plo, al elo­giar la valen­tía de una “hem­bra” nar­co­tra­fi­can­te ayu­da­da por un poli­cía judi­cial, se dice que “tenía de sobra lo que a muchos les fal­ta­ba” [23]. En otro nar­co­co­rri­do, can­tán­do­le a una mujer que here­da la valen­tía de su padre, se dice que es tan valien­te que “varios hom­bres qui­sie­ran tener su valor” [59]. Otro nar­co­co­rri­do nos dice que la “hem­bra moder­na”, que “a nada le tie­ne mie­do”, se carac­te­ri­za pre­ci­sa­men­te por no per­mi­tir que los “hom­bres” la “domi­nen” [64]. Es como si no pudie­ra dejar­se de pen­sar en los hom­bres, en su poder sobre las muje­res y en el pre­jui­cio de su des­igual­dad con res­pec­to a ellas, al momen­to de reco­no­cer la valen­tía feme­ni­na.

En los vie­jos y nue­vos nar­co­co­rri­dos, la valen­tía es el atri­bu­to más uti­li­za­do para dig­ni­fi­car y reva­lo­ri­zar a la figu­ra feme­ni­na y para pre­ser­var­la así de aque­lla ten­den­cia cons­tan­te por la que se ve cada vez más deva­lua­da y des­pre­cia­da. Es muy sig­ni­fi­ca­ti­vo que los nom­bres o atri­bu­tos más inju­rio­sos para la mujer, como ton­ta, cabro­na, loca, mal­di­ta o de men­ta­li­dad enfer­ma, no se apli­quen jamás a las carac­te­ri­za­das como valien­tes en la lucha arma­da. Esta lucha pare­ce cons­ti­tuir en los nar­co­co­rri­dos, lo mis­mo que en el corri­do tra­di­cio­nal estu­dia­do por Mag­da­le­na Alta­mi­rano (2010), “una par­ce­la don­de la mujer sí ha podi­do desa­rro­llar un pro­ta­go­nis­mo de signo posi­ti­vo” al encar­nar “el arque­ti­po de la mujer valien­te” (p. 459). Una vez que la mujer toma la pis­to­la, da mues­tras de valen­tía y se nos des­cu­bre como una mujer de armas tomar, auto­má­ti­ca­men­te adquie­re una sub­je­ti­vi­dad, deja de ser tan sólo el obje­to sexual del hom­bre, tien­de a desem­pe­ñar un rol pro­ta­gó­ni­co y pue­de mere­cer los más hon­ro­sos nom­bres que los nar­co­co­rri­dos reser­van a sus pro­ta­go­nis­tas feme­ni­nas: “mujer” [7, 21, 48, 68], “seño­ra” [11], “dama” [49] y has­ta “rei­na” [21, 68].

Múl­ti­ples nom­bres en un solo nar­co­co­rri­do: dis­tin­ción entre muje­res, acen­tua­ción de un aspec­to de la mujer, dife­ren­cia­ción entre face­tas feme­ni­nas y narra­ción de una suce­sión de ava­ta­res de la femi­ni­dad

Hay nar­co­co­rri­dos en los que la mujer es desig­na­da con múl­ti­ples nom­bres que adquie­ren valo­res sim­bó­li­cos dife­ren­tes en fun­ción de sus posi­cio­nes en la estruc­tu­ra dis­cur­si­va. Los nom­bres pue­den corres­pon­der a dis­tin­tas muje­res, como en el siguien­te pasa­je: “Una dama tra­fi­can­te / Saben que soy cha­ca­lo­sa / Pa’ que se meten con­mi­go / Yo soy la jefa de jefas / Mis gua­ru­ras son muje­res” [27]. Las sim­ples muje­res, en plu­ral, no son más que gua­ru­ras, guar­da­es­pal­das que tra­ba­jan para la dama tra­fi­can­te y jefa de jefas, la cual, en una posi­ción jerár­qui­ca supe­rior, no se con­fun­de con ellas y posee una indi­vi­dua­li­dad sin­gu­lar acen­tua­da en su desig­na­ción como jefa de jefas, jefa en sin­gu­lar de las jefas en plu­ral.

Ade­más de corres­pon­der a muje­res dife­ren­tes, los dis­tin­tos nom­bres pue­den refe­rir­se a una sola mujer o a un mis­mo gru­po de muje­res: “Las ple­bes pis­tean­do / Morri­tas con­tro­lan­do / Con sus escua­dras faja­das / Y la nariz bien pol­vea­da / Morras ace­le­ra­das / Echán­do­se un sus­pi­ro / No le temen al peli­gro” [37]. Las mis­mas muje­res son aquí pre­sen­ta­das como ple­bes, morras y morri­tas, sin que haya una dife­ren­cia evi­den­te entre las tres desig­na­cio­nes que pare­cen insis­tir en una mis­ma iden­ti­dad o en un mis­mo aspec­to de la femi­ni­dad carac­te­rís­ti­ca de las ple­bes y morras con­ce­bi­das como nar­co­tra­fi­can­tes.

En algu­nos casos, la dife­ren­cia entre los aspec­tos desig­na­dos pue­de ser crea­da por las mis­mas desig­na­cio­nes aun cuan­do no parez­ca exis­tir dis­tin­ción algu­na entre las muje­res desig­na­das: “Chi­qui­ti­tas no se agüi­ten / Pron­to esta­ré lle­gan­do / Vie­jas pa’ tirar pa’ arri­ba / Muje­res de selec­ción” [61]. En este pasa­je, aun­que no haya tres gru­pos de muje­res, sí apre­cia­mos una dife­ren­cia­ción entre face­tas feme­ni­nas cap­ta­das por dife­ren­tes nom­bres que hacen apa­re­cer a dife­ren­tes cla­ses de mujer: las muje­res pro­pia­men­te dichas son selec­tas o de selec­ción, a dife­ren­cia de las vie­jas, que­só­lo se carac­te­ri­zan por ser nume­ro­sas, abun­dan­tes e inclu­so dema­sia­do abun­dan­tes, pa’ tirar pa’ arri­ba. Por otro lado, en un tono un tan­to humo­rís­ti­co, las chi­qui­ti­tas se agüi­tan7, se entris­te­cen apa­ren­te­men­te por la ausen­cia del hom­bre que pron­to esta­rá lle­gan­do. Estas chi­qui­ti­tas agüi­ta­das ope­ran como la pri­me­ra pre­sen­ta­ción, cómi­ca­men­te tier­na y sen­ti­men­tal, de la cru­da reali­dad car­nal de las vie­jas pa’ tirar pa’ arri­ba, que al final son reva­lo­ri­za­das por ser de selec­ción. Es como si el carác­ter selec­to com­pen­sa­ra el hecho de que las vie­jas no corres­pon­den exac­ta­men­te a unas chi­qui­ti­tas agüi­ta­das queha­cen pen­sar en ado­les­cen­tes vir­gi­na­les y ena­mo­ra­das, novias de pue­blo, encar­na­cio­nes mexi­ca­nas de Pené­lo­pe. Ade­más de esta com­pen­sa­ción, está des­de lue­go la ganan­cia del efec­to cómi­co pro­du­ci­do pri­me­ro por el des­con­cer­tan­te plu­ral de la Pené­lo­pe mul­ti­pli­ca­da en las chi­qui­ti­tas que espe­ran agüi­ta­das a un solo hom­bre, y lue­go por una desidea­li­za­ción que toma la for­ma del des­en­mas­ca­ra­mien­to de las vie­jas pa’ tirar pa’ arri­ba, qui­zá pros­ti­tu­tas expe­ri­men­ta­das, que no pare­cen estar agüi­ta­das más que por la fal­ta de clien­te­la, pero que se con­sue­lan con un solo hom­bre que pron­to esta­rá lle­gan­do. Hay que notar que el hom­bre se jac­ta de poder con­so­lar­las a todas, aun cuan­do las hay pa’ tirar pa’ arri­ba, lo que refuer­za el efec­to cómi­co del plu­ral de las chi­qui­ti­tas.

Si la tran­si­ción de las chi­qui­ti­tas a las vie­jas no fue­ra úni­ca­men­te un des­en­mas­ca­ra­mien­to cómi­co, enton­ces podría ser­vir para narrar una suce­sión de ava­ta­res o meta­mor­fo­sis de la femi­ni­dad. Esto es lo que encon­tra­mos, por ejem­plo, en un intere­san­te nar­co­co­rri­do sobre un jefe nar­co­tra­fi­can­te que pre­fie­re usar muje­res vír­ge­nes o sin usar: “Se lle­vó a una joven­ci­ta al salir de aquel lugar / Está bien acom­pa­ña­do por la rei­na que usa él / Que se trai­gan las mucha­chas más boni­tas pero ya / La mejor es pa’ mi ami­go / y si aca­so no le gus­ta / Trái­gan­le una sin usar” [36]. La joven­ci­ta o mucha­cha sin usar no se con­fun­de con aque­llo en lo que se con­vier­te una vez usa­da, esto es, la rei­na que usa él, pero tam­bién, de mane­ra implí­ci­ta, la mucha­cha que no le gus­ta por­que ya fue usa­da por alguien más. Tan­to la mucha­cha usa­da como la rei­na que usa el nar­co­tra­fi­can­te se dis­tin­guen cla­ra­men­te de la joven­ci­ta o mucha­cha sin usar. Esta últi­ma no es la más­ca­ra de las pri­me­ras, como las chi­qui­ti­tas agüi­ta­das eran más­ca­ras de las vie­jas, sino que es aque­llo que eran antes de con­ver­tir­se en lo que son. De lo que se tra­ta es de una con­ver­sión, trans­for­ma­ción real de la mucha­cha sin usar en la mucha­cha usa­da, y no de una simu­la­ción de esta con­ver­sión trá­gi­ca en un des­en­mas­ca­ra­mien­to cómi­co por el que la vie­ja, la mucha­cha usa­da, se qui­ta la más­ca­ra de joven­ci­ta, de mucha­cha sin usar o de chi­qui­ti­ta agüi­ta­da.

Con­ver­sión trá­gi­ca y des­en­mas­ca­ra­mien­to cómi­co: hablar­le a las nenas, ence­rrar­se con las vie­jo­nas y can­tar­le a las mucha­cho­nas feli­ces de com­pras

Dado que hay una simu­la­ción de la con­ver­sión por el des­en­mas­ca­ra­mien­to, pue­de resul­tar difí­cil dis­cer­nir lo simu­la­do y aque­llo que lo simu­la. Medi­mos esta difi­cul­tad en un den­so y enig­má­ti­co nar­co­co­rri­do como el siguien­te: “Le hablé a unas nenas / Me las lle­vé pa’ Las Vegas / yo con mi ciga­rrón iba en las nubes con tres vie­jo­nas / Nos ence­rra­mos en sui­te de lujo / Mucha­cho­nas feli­ces de com­pras” [99]. La doble con­ver­sión de las nenas en vie­jo­nas y de las vie­jo­nas en mucha­cho­nas, de las jóve­nes en aman­tes y de las aman­tes en com­pra­do­ras, pare­ce no ser más que una desidea­li­za­ción con­sis­ten­te en un doble des­en­mas­ca­ra­mien­to por el que las mucha­cho­nas feli­ces de com­pras nos mues­tran su ros­tro ale­gre­men­te mate­ria­lis­ta e intere­sa­do una vez que se qui­tan pri­me­ro la más­ca­ra ideal super­fi­cial de las nenas a las que se les habla y lue­go la más­ca­ra más pro­fun­da, car­nal o sexual, de las vie­jo­nas con las que el hom­bre se encie­rra en sui­te de lujo.

De la ter­nu­ra ideal a la sen­sua­li­dad car­nal y sexual, y lue­go de esta sen­sua­li­dad al espí­ri­tu intere­sa­do y mate­ria­lis­ta, pare­ce plas­mar­se la con­ver­sión que Freud (1895) pro­po­nía para que el deseo pudie­ra fran­quear la sen­da inta­cha­ble, no cas­tra­ble, de la pure­za (Oroz­co, 2008). El movi­mien­to final es de retorno a una idea­li­za­ción, a una con­quis­ta de la feli­ci­dad, a tra­vés del acto de com­prar. Las mucha­cho­nas están feli­ces de com­pras por­que tie­nen con qué dotar­se de bie­nes que alcan­zan a con­sa­grar la impre­sión de que no les fal­ta nada. Este suje­to de com­pras, excel­so en su ple­ni­tud, y el obje­to de com­pras, “más repug­nan­te por­que se mani­fies­ta como desean­te y desea­ble” (Dor, 1996; p. 118), mar­can dos polos opues­tos de las con­di­cio­nes de la mujer media­ti­za­das por el espec­tro del dine­ro pro­ve­nien­te del nar­co­trá­fi­co.

El dine­ro pare­ce pro­fun­di­zar la per­so­na­li­dad feme­ni­na y dotar­la de un meo­llo eco­nó­mi­co mate­ria­lis­ta que se man­te­nía disi­mu­la­do tras la mate­ria­li­dad car­nal y no sólo tras la idea­li­dad sen­ti­men­tal. Más allá de las vie­jas que mos­tra­ban su ros­tro car­nal al qui­tar­se la más­ca­ra sen­ti­men­tal de las chi­qui­ti­tas agüi­ta­das, aho­ra la car­na­li­dad de las vie­jo­nas podría ser tam­bién una más­ca­ra que ocul­ta el ros­tro de las mucha­cho­nas feli­ces que van de com­pras. Estas com­pra­do­ras, con­su­mi­do­ras y qui­zá inclu­so con­su­mis­tas, serían la ver­dad ocul­ta por las simu­la­cio­nes de las nenas a las que se les habla y de las vie­jo­nas con las que el hom­bre se encie­rra en sui­te de lujo. Si las nenas acep­tan hablar con el nar­co­tra­fi­can­te, via­jar con él a Las Vegas y lue­go con­ver­tir­se en las vie­jo­nas que se encie­rran con él en su sui­te de lujo, tal vez no sea más que para ser al final las mucha­cho­nas feli­ces de com­pras que reve­lan feliz­men­te su ver­dad, su moti­va­ción ínti­ma, el dine­ro, el valor sim­bó­li­co por exce­len­cia del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. El dine­ro que se da a las mucha­cho­nas cons­ti­tui­ría enton­ces la esen­cia del sexo que se tie­ne con las vie­jo­nas, el cual, a su vez, sería la esen­cia de las pala­bras que se hablan con las nenas. La tier­na joven, la nena con la que se habla, sería la más­ca­ra de la aman­te, la vie­jo­na en la sui­te, que sería la más­ca­ra de la pros­ti­tu­ta, la mucha­cho­na feliz de com­pras.

El des­pla­za­mien­to de las pala­bras a la cama y final­men­te al cen­tro comer­cial apa­re­ce como una desidea­li­za­ción por des­en­mas­ca­ra­mien­to, como una pro­fun­di­za­ción en la esen­cia del capi­ta­lis­mo, como una reve­la­ción de su ver­dad. El suje­to feme­nino del capi­ta­lis­mo sería la mucha­cho­na que gas­ta dine­ro y no la vie­jo­na a la que se pene­tra ni la nena con la que se comu­ni­ca. Pero tam­bién es ver­dad que la nena y la vie­jo­na reve­lan ya la ver­dad de la mucha­cho­na. La ver­dad enten­di­da como aletheia, como reve­la­ción, pue­de tener una “estruc­tu­ra de fic­ción” como la que le atri­bu­ye Lacan (1957; p. 448) y ser así un “cuen­to ver­da­de­ro” como el defen­di­do por Marx (1843) al con­ce­bir “la men­ti­ra” (p. 312) que “se hace ver­dad” (p. 316). La ver­dad se reve­la en la men­ti­ra. El ros­tro se adi­vi­na en sus más­ca­ras.

Con­clu­sión: del aná­li­sis dis­cur­si­vo a la refle­xión teó­ri­ca

Del repu­dia­ble obje­to de abyec­ción a la mas­ca­ra­da son­rien­te de la feli­ci­dad como suje­to de con­su­mo capi­ta­lis­ta, se dibu­ja un tra­yec­to don­de la figu­ra feme­ni­na se ubi­ca en un lugar cada vez más dis­tan­te con res­pec­to al cam­po vio­len­to en el que se desa­rro­lla la gue­rra del nar­co­trá­fi­co. La vio­len­cia pare­ce ale­jar­se, pero no el moti­vo de la vio­len­cia. El dine­ro es lo que man­tie­ne feli­ces a las mucha­cho­nas feli­ces de com­pras. Entre gas­tar­lo y ganar­lo, se abre un abis­mo en el que no deja de resal­tar, en la dis­tan­cia, la ima­gen de la jefa de jefas, en una tra­di­ción de per­so­na­jes memo­ra­bles como la Nacha, Came­lia la Texa­na y Mar­ga­ri­ta la de Tijua­na. Estas muje­res valien­tes des­en­mas­ca­ran un ros­tro muy dife­ren­te al de las mucha­cho­nas feli­ces de com­pras. Y sin embar­go, en un caso como en el otro, lo des­en­mas­ca­ra­do tie­ne una fiso­no­mía ten­di­da y mode­la­da por el mis­mo dine­ro que se gas­ta o que se gana. Este dine­ro se reve­la en el ros­tro de quien lo gana y de quien lo gas­ta, pero vol­vien­do a lo que ya suge­ri­mos, ¿aca­so no se reve­la tam­bién en las más­ca­ras de este ros­tro?

En el últi­mo nar­co­co­rri­do ana­li­za­do, cuan­do la nena se deja lle­var a Las Vegas y cuan­do la vie­jo­na se deja ence­rrar en una sui­te, ya se está dela­tan­do a la mucha­cho­na que desea tener dine­ro e ir ale­gre­men­te de com­pras. El des­en­mas­ca­ra­mien­to empie­za con las más­ca­ras. La for­ma de las más­ca­ras anun­cia la fiso­no­mía del ros­tro. Este ros­tro no es más que una reve­la­ción par­ti­cu­lar­men­te níti­da, pero tal vez haya reve­la­cio­nes más níti­das, más reve­la­do­ras, y de cual­quier modo hay que reco­no­cer que las más­ca­ras ya son tam­bién reve­la­cio­nes. Por lo demás, ¿por qué estas reve­la­cio­nes de la nena y la vie­jo­na, de la tier­na joven y de la sen­sual aman­te, serían menos reve­la­do­ras que la reve­la­ción de la pros­ti­tu­ta? ¿Por qué lo que inter­pre­ta­mos como un des­en­mas­ca­ra­mien­to no sería un tris­te enmas­ca­ra­mien­to? ¿Aca­so la pros­ti­tu­ta no se ve cons­tre­ñi­da fre­cuen­te­men­te a adop­tar la más­ca­ra de la aman­te?

¿Aca­so no hay una cier­ta idea­li­za­ción que ope­ra cada vez más en los nar­co­co­rri­dos y que per­mi­te que una aman­te en car­ne y hue­so ter­mi­ne con­vir­tién­do­se en pros­ti­tu­ta e inter­cam­bie, ya no sólo su car­ne por car­ne, sino esta car­ne mate­rial por el valor ideal abs­trac­to del dine­ro? ¿Aca­so el dine­ro no pue­de ser aquí un repre­sen­tan­te ideo­ló­gi­co de la car­ne y del cuer­po? Seme­jan­tes pre­gun­tas nos con­du­cen a todo lo que el mate­ria­lis­mo freu­diano y laca­niano, el mate­ria­lis­mo del cuer­po y de la sexua­li­dad, pue­de apor­tar al de Marx y sus segui­do­res, el cual, por su par­te, pue­de tam­bién apor­tar mucho al pri­me­ro, hacién­do­le ver todo lo que le ocu­rre al cuer­po sexua­do cuan­do es media­do por la mate­ria­li­dad eco­nó­mi­ca.

En una fecun­da con­fluen­cia entre los mate­ria­lis­mos del psi­co­aná­li­sis y del mar­xis­mo (Pavón Cué­llar, 2009; 2012), pode­mos ir más allá del “mate­ria­lis­mo vul­gar” que redu­ce lo psí­qui­co a una “excre­ción” (Bern­feld, 1926; p. 19) de lo mate­rial y que “sólo cree en lo cor­pó­reo” (Feni­chel, 1934; p. 162). Tan sólo así podre­mos aprehen­der el sen­ti­do radi­cal del “amor sen­sual” (Marx, 1845; p. 493), esca­par a su banal reduc­ción a la “secre­tio semi­nis” (p. 493) y reco­no­cer que no todo se redu­ce a una “sen­sua­li­dad” enten­di­da como “secre­to del amor” (p. 494). Este secre­to no pare­ce radi­car en el regis­tro sen­sual de los “asun­tos de coi­to”, sino “más allá”, en algo que rece­la el secre­to de la sen­sua­li­dad y a lo que “se atie­nen” las muje­res en el amor (Lacan, 1972–1973; p. 92).

En el ejem­plo del últi­mo nar­co­co­rri­do que ana­li­za­mos, ¿aca­so la amo­ro­sa ter­nu­ra de la joven con la que se habla no podría ser el secre­to de la sen­sual aman­te que sería el secre­to de la pros­ti­tu­ta? ¿Y si el ros­tro de la pros­ti­tu­ta no fue­ra más que la más­ca­ra de la aman­te que se entre­gó al hom­bre? ¿Y si esta aman­te fue­ra la más­ca­ra de la joven ena­mo­ra­da que acep­tó irse con él a Las Vegas? ¿Y si la nena inge­nua fue­ra el úni­co ros­tro de todas las más­ca­ras? ¿Y si la desidea­li­za­ción, la eman­ci­pa­ción del sexo y el dine­ro que fes­te­ja­mos en el mun­do con­tem­po­rá­neo, fue­ra tam­bién una idea­li­za­ción-ideo­lo­gi­za­ción exi­to­sa­men­te rea­li­za­da por el sis­te­ma capi­ta­lis­ta de la cul­tu­ra?

Tabla 1. Narcocorridos analizados.

No.

Com­po­si­tor

Can­tan­te

Títu­lo

Dis­que­ra

Año

1

Rami­ro Cava­zos

Los Tigres del Nor­te

Los tres ami­gos

Fono­vi­sa

1984

2

D.A.R.

Los Tigres del Nor­te

La camio­ne­ta gris

Fono­vi­sa

1989

3

Rei­nal­do Mar­tí­nez

Los Tigres del Nor­te

Mar­ga­ri­ta la de Tijua­na

Fono­vi­sa

1994

4

Fran­cis­co Quin­te­ro

Jenny Rive­ra

Las muje­res pue­den

Brent­wood

1995

5

Jenny Rive­ra

Jenny Rive­ra

La cha­ca­lo­sa

Brent­wood

1995

6

Mario Quin­te­ro

Los Tuca­nes de Tijua­na

Cla­ve pri­va­da

Uni­sono

1995

7

San­tia­go Ira­che­ta

Fron­te­ri­zos de Nue­vo Lare­do

Ampa­ro del Fie­rro

Disa

1996

8

Artu­ro Gon­zá­lez

Los Ori­gi­na­les de san Juan

La raza de Michoa­cán

EGO

1996

9

Fran­cis­co Quin­te­ro

Gru­po Exter­mi­na­dor

Las pan­te­ras

Fono­vi­sa

1996

10

Fran­cis­co Guti

Gru­po Exter­mi­na­dor

El perro negro

Fono­vi­sa

1996

11

Mar­tin Rubal­ca­ba

Los Hura­ca­nes del Nor­te

La dama de rojo

Fono­vi­sa

1996

12

Fran­cis­co Quin­te­ro

Gru­po Exter­mi­na­dor

Las Mon­ji­tas

Fono­vi­sa

1996

13

Fran­cis­co Quin­te­ro

Los Tigres del Nor­te

Las novias del tra­fi­can­te

Fono­vi­sa

1997

14

Sil­ves­tre Solano

Los Ori­gi­na­les de san Juan

El rey del cris­tal

EMI

1998

15

Hugo Arro­llo

Los Ori­gi­na­les de san Juan

La peda

EMI

1998

16

Hugo Arro­llo

Los Ori­gi­na­les de san Juan

Sello de la mafia

EMI

1998

17

Ángel Gon­zá­lez

Los Tigres del Nor­te

Con­tra­ban­do y Trai­ción

Fono­vi­sa

1998

18

Sil­ves­tre Solano

Los Ori­gi­na­les de san Juan

Patrón de patro­nes

EMI

2000

19

Jenny Rive­ra

Jenny Rive­ra

Las malan­dri­nas

Fono­vi­sa

2000

20

Enri­que Fran­co

Los Ori­gi­na­les de san Juan

Ven­det­ta Michoa­ca­na

Uni­vi­sion

2001

21

Teo­do­ro Bello

Los Tigres del Nor­te

La rei­na del sur

Fono­vi­sa

2002

22

D.A.R.

Los Hura­ca­nes del Nor­te

Mafia Michoa­ca­na

Fono­vi­sa

2002

23

D.A.R.

Valen­tín Eli­zal­de

La dama y el judi­cial

Uni­ver­sal

2003

24

Wil­fri­do Ele­nes

Los nor­te­ños de Cosa­la

Muje­res y pol­vo

Aya­na

2005

25

Jenny Rive­ra

Jenny Rive­ra

Jefa de jefas

Fono­vi­sa

2005

26

Fran­cis­co Gutié­rrez

Los zafi­ros del Nor­te

Tie­rra de valien­tes

Reca

2005

27

Jesús Chá­vez

Los Ori­gi­na­les de san Juan

100% Michoa­cano

EMI

2006

28

Ser­gio Caza­res

Los Ori­gi­na­les de san Juan

Ando ale­gre

EMI

2006

29

Mario Quin­te­ro

Los Tuca­nes de Tijua­na

Mis tres vie­jas

Fono­vi­sa

2006

30

Jesús Eulo­gio Sosa

Los bui­tres de Culia­cán

Con una bol­si­ta

Uni­ver­sal

2007

31

D.A.R

Los bui­tres de Culia­cán

Las cabro­nas

Uni­ver­sal

2007

32

Juan Car­los Ochoa

Los bui­tres de Culia­cán

El male­cón

Uni­ver­sal

2007

33

José Meza

El coyo­te

Vida mafio­sa

Uni­vi­sion

2007

34

Este­ban Gua­jar­do

Los amos de Nue­vo León

Des­ma­dre en el baño

Vene music

2007

35

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

Pedos has­ta la chin­ga­da

Uni­ver­sal

2008

36

Fede­ri­co Mén­dez

Ban­da MS

Está de parran­da el jefe

Disa

2009

37

Saúl Bel­trán

Col­mi­llo nor­te­ño

Al nue­vo alta­ta

Fono­vi­sa

2009

38

José Alfre­do Ríos

El koman­der

Cara­va­nas en las motos

Fono­vi­sa

2009

39

José Alfre­do Ríos

Uli­ses Quin­te­ro

El katch

Fono­vi­sa

2009

40

Pau­lino Var­gas

Los Tigres del Nor­te

Rei­na de rei­nas

Fono­vi­sa

2009

41

Adol­fo Valen­zue­la

Los bui­tres de Culia­cán

El buca­nas

Fono­vi­sa

2009

42

Adol­fo Valen­zue­la

Los bui­tres de Culia­cán

Ladies mafia

Fono­vi­sa

2009

43

D.A.R.

Los zafi­ros del Nor­te

El cobra­dor

Reca music

2009

44

D.A.R

Los zafi­ros del Nor­te

El cocol

Reca music

2009

45

D.A.R.

Los zafi­ros del Nor­te

El gozo

Reca music

2009

46

D.A.R.

Los pesa­dos del hyphy

Muje­rie­go num­ber one

Solo records

2009

47

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

Gas­tan­do los ver­des

Uni­ver­sal

2009

48

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

La cli­ka

Uni­ver­sal

2009

49

Jesús Chá­vez

Los ori­gi­na­les de san Juan

Las dos Michoa­ca­nas

Uni­ver­sal

2009

50

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

Las parran­das

Uni­ver­sal

2009

51

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

El ple­be y el pri­mo

Uni­ver­sal

2009

52

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

Pedo y coco­dri­lo

Uni­ver­sal

2009

53

D.A.R.

La ley de Michoa­cán

Las des­ma­dro­sas

Disa

2010

54

D.A.R.

Los bucho­nes de Culia­cán

El refue­go

Disa

2010

55

Rafael Bece­rra

Cali­bre 50

Ple­ba­da alte­ra­da

Disa

2010

56

Mario Quin­te­ro

Los Tuca­nes de Tijua­na

El dia­blo

Fono­vi­sa

2010

57

Teo­do­ro Bello

Los Tigres del Nor­te

La fama de la pare­ja

Fono­vi­sa

2010

58

Ros­si­na Sil­va

Ros­si­na Sil­va

Dama de la tro­ca colo­ra­da

Sin com­pa­ñía

2010

59

D.A.R.

Fabio­la Deniss

La mafio­sa

Huma

2010

60

D.A.R.

Fabio­la Deniss

La patro­na

Huma records

2010

61

Alfre­do Ríos

Los bui­tres de Culia­cán

El corri­do del tama­rin­do

La dis­co

2010

62

D.A.R.

Los bui­tres de Culia­cán

Las ple­bes high class

La dis­co

2010

63

D.A.R.

Los nue­vos ele­gan­tes

El hijo del dia­blo

La dis­co

2010

64

D.A.R.

Vanes­sa Gar­cía

Hem­bra moder­na

La dis­co

2010

65

D.A.R.

Los zafi­ros del Nor­te

El coco­dri­lo

Reca music

2010

66

D.A.R.

Ely Quin­te­ro

Vie­jas cha­ca­lo­sas

Three sound

2010

67

D.A.R.

Ely Quin­te­ro

4 damas en 300

Three sound

2010

68

Mar­co Mén­dez

Vio­le­ta

La ple­ba­da parran­de­ra

Three sound

2010

69

D.A.R.

Ely Quin­te­ro

Las juniars

Three sound

2010

70

D.A.R.

Ely Quin­te­ro

Morras des­ma­dro­sas

Three sound

2010

71

José Meza

Los inquie­tos del Nor­te

90 millas

Uni­ver­sal

2010

72

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

De san­gre tra­fi­can­te

Uni­ver­sal

2010

73

José Meza

Los inquie­tos del Nor­te

Locos des­de ayer

Uni­ver­sal

2010

74

Jesús Sau­ce­da

Cali­bre 50

Esti­lo de vida

Disa

2011

75

Efrén Ávi­la

Los zafi­ros del Nor­te

Fie­bre michoa­ca­na

EGO

2011

76

D.A.R.

El coyo­te

Las more­nas

ISA music

2011

77

D.A.R.

Yese­nia Jimé­nez

Enfer­ma y atra­ve­sa­da

La dis­co Twins

2011

78

D.A.R.

Gru­po coman­do alte­ra­do

Las ple­bes pesa­das

La dis­co

2011

79

Manuel Chai­dez

Los mayi­tos de Sina­loa

El quin­ce­nas

La dis­co Twins

2011

80

D.A.R.

Gru­po estra­te­gia

La dol­ce alte­ra­da

La dis­co Twins

2011

81

D.A.R.

Kory Velar­de

La ple­be pesa­da

Trhee sound

2011

82

D.A.R.

Ely Quin­te­ro

Muje­res maci­zas

Three sound

2011

83

D.A.R.

Oscar Gar­cía

Morri­tas enma­fia­das

Twins

2011

84

Este­ban Gua­jar­do

Los amos de Nue­vo León

Perro­na parran­da

Vene music

2011

85

Pan­cho “pika­dien­tes”

Cali­bre 50

Agua­je acti­va­do

Disa

2012

86

Arman­do Osu­na

Gru­po impre­de­ci­ble

Tra­to cerra­do

Disa

2012

87

Pan­cho “pika­dien­tes”

Ban­da los reco­di­tos

Los com­pa­dres

Disa

2012

88

D.A.R.

La ley de Michoa­cán

Ando bien ama­ne­ci­do

Hyphy music

2012

89

D.A.R.

La ley de Michoa­cán

Con rum­bo al infierno

Hyphy music

2012

90

D.A.R.

La ley de Michoa­cán

De peda en Cali­for­nia

Hyphy music

2012

91

D.A.R.

Luis Salo­món

Al 120

ICON & EBO

2012

92

D.A.R.

La ley de Michoa­cán

Loquean­do en Michoa­cán

Pica records

2012

93

D.A.R.

Ely Quin­te­ro

La Che­yen­ne sin pla­cas

Three sound

2012

94

D.A.R.

Los vale­do­res de la sie­rra

El ace­le­ra­do

Three sound

2012

95

Adol­fo Ríos

El koman­der

El dia­blo

Twiins music

2012

96

Chris­tian Mon­tez

El koman­der

El taqui­car­dio

Twiins music

2012

97

D.A.R.

El RM

Radio peche­ra y metra­lla

Twins

2012

98

José Meza

Los inquie­tos del Nor­te

Le hable a mi com­pa

Vene music

2012

99

Feli­pe Meza

Los inquie­tos del Nor­te

El blun­to­non

Vene music

2012

100

Fidel Rue­da

Fidel Rue­da

Sina­loen­se has­ta las cachas

Disa

2012

Referencias

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Notas

1. Pro­fe­sor inves­ti­ga­dor de la Uni­ver­si­dad Michoa­ca­na de San Nico­lás de Hidal­go. Correo‑e: pavoncuellardavid@yahoo.fr

3. Pro­fe­sor inves­ti­ga­dor de la Uni­ver­si­dad Michoa­ca­na de San Nico­lás de Hidal­go. Correo‑e: orguzmo@yahoo.com.mx

4. Pro­fe­so­ra inves­ti­ga­do­ra de la Uni­ver­si­dad Michoa­ca­na de San Nico­lás de Hidal­go. Correo‑e: florgamboa@yahoo.com

5. Para más ejem­plos, con­sul­tar Ron­qui­llo (2008).

6. Los núme­ros entre cor­che­tes remi­ti­rán en lo suce­si­vo a los corri­dos nume­ra­dos y refe­ren­cia­dos en la tabla inclui­da al final de este artícu­lo.

7. Ver­bo pro­no­mi­nal emplea­do en Méxi­co y en El Sal­va­dor. Sinó­ni­mo de “entris­te­cer­se”, “ape­nar­se” o “afli­gir­se”.