6. Desarticulación de los cuerpos femeninos heteronormados1 Descargar este archivo (6 - Desarticulación de los cuerpos femeninos heteronormados.pdf)

Jacqueline Elizabeth Bochar Pizarro2, Ma. Guadalupe Ramírez Elizalde3, Ma. Teresa Hurtado de Mendoza Zabalgoitia4, Alejandra Esmeralda López Quintero5

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia (ILEF)

Resu­men

Se con­si­de­ra que los cuer­pos son una reali­dad mate­rial bio­ló­gi­ca cons­trui­da social­men­te que obe­de­ce a cier­tos para­dig­mas his­tó­ri­cos que los posi­bi­li­tan. Exis­ten cier­tas ideas, expec­ta­ti­vas y una moral hete­ro­se­xual que nor­ma­ti­vi­za la for­ma cómo asu­mi­mos nues­tro cuer­po, la ima­gen que tene­mos de él, lo que pode­mos hacer con él. Ha sido cons­trui­da una ima­gen hege­mó­ni­ca del cuer­po de la mujer; su cuer­po es una pro­duc­ción social. Se pro­po­ne pro­vo­car la posi­bi­li­dad de pen­sar otras for­mas de este cuer­po que no res­pon­dan al este­reo­ti­po de obje­to sexual y con­ti­nen­te repro­duc­ti­vo hete­ro­se­xual. ¿Se pue­de pen­sar en otras for­mas de un cuer­po de mujer hete­ro­se­xual? Es a tra­vés de la meto­do­lo­gía del per­for­man­ce que este tra­ba­jo pro­po­ne mover hacia esa pro­vo­ca­ción.

Pala­bras cla­ve: sexua­li­dad hege­mó­ni­ca, muje­res, cuer­po, per­for­man­ce.

 

Abs­tract

We con­si­der that bodies are a bio­lo­gi­cal mate­rial reality socially built which res­ponds to a cer­tain his­to­ri­cal para­digms that make them to be pos­si­ble. The­re are a kind of ideas, expec­ta­tions and a moral hete­ro­se­xual that nor­ma­li­ze the way in which we assu­me our body, the ima­ge we have about it, the many things that we can carry out with it. An hege­mo­nic ima­ge about the woman‘s body has been built, her body is a social pro­duc­tion. In this work, it‘s pro­poun­ded to pro­vo­ke the pos­si­bi­lity of thin­king other ways about this body which weren‘t pro­perly the ans­wers to the ste­reoty­pe of sexual object and con­tai­ning repro­duc­ti­ve hete­ro­se­xual. Is it pos­si­ble to think about other ways about an hete­ro­se­xual woman‘s body? It‘s by means of per­for­man­ce metho­do­logy that this works pro­pounds to move towards that ins­ti­ga­tion.

Key­words: hege­mo­nic sexua­lity, women, per­for­man­ce.

Introducción

Este tra­ba­jo ape­la al per­for­man­ce como una herra­mien­ta artís­ti­ca que podría cons­ti­tuir­se en una meto­do­lo­gía intere­san­te para per­se­guir nues­tro obje­ti­vo: la des­ar­ti­cu­la­ción de los cuer­pos feme­ni­nos hete­ro­nor­ma­dos.

Se con­si­de­ra que los cuer­pos son una reali­dad mate­rial bio­ló­gi­ca cons­trui­da social­men­te que obe­de­ce a cier­tos para­dig­mas his­tó­ri­cos que los posi­bi­li­tan. Esto quie­re decir que exis­ten cier­tas ideas, expec­ta­ti­vas y una moral hete­ro­se­xual que nor­ma­ti­vi­za la for­ma cómo asu­mi­mos nues­tro cuer­po, la ima­gen que tene­mos de él, lo que pode­mos hacer con él. No se tra­ta de una bio­lo­gía que nos ante­ce­de como un “mol­de” sobre el que se mon­ta y cons­tru­ye el géne­ro, sino que con­si­de­ra­mos que el cuer­po es cons­trui­do inclu­so des­de el sexo. Los geni­ta­les no son los que defi­nen nues­tro sexo/género. Pre­ten­de­mos foca­li­zar la mira­da en los cuer­pos de mujer que se han cons­ti­tui­do en un espa­cio de la bio-polí­ti­ca, como luga­res de con­trol, pero que tam­bién pue­den ser luga­res de resis­ten­cia (Pre­cia­do, 2002).

Nos refe­ri­re­mos al cuer­po como una sub­je­ti­va­ción encar­na­da y con­tex­tua­li­za­da his­tó­ri­ca­men­te, don­de los sig­ni­fi­ca­dos son ins­crip­tos, cons­trui­dos y recons­ti­tui­dos; refle­jan­do las sedi­men­ta­cio­nes ideo­ló­gi­cas de las estruc­tu­ras socia­les en él (McLa­ren, 2004). Nos intere­sa pro­pi­ciar la refle­xión sobre el lugar del cuer­po en la cons­truc­ción de las des­igual­da­des; en este caso con­cre­to, las des­igual­da­des entre hom­bres y muje­res que se arti­cu­la en nues­tra dife­ren­cia sexual, una dife­ren­cia cons­trui­da social­men­te que se ins­cri­be en el mapa de nues­tros cuer­pos. Par­ti­mos de la pre­mi­sa de que los cuer­pos son cons­trui­dos social­men­te en fun­ción del sexo bio­ló­gi­co que se les asig­ne, des­de el pará­me­tro de la hete­ro­se­xua­li­dad hege­mó­ni­ca.

Justificación

En la épo­ca con­tem­po­rá­nea, los cuer­pos han sido cosi­fi­ca­dos fren­te a los pro­ce­sos de glo­ba­li­za­ción pues­to que en este mode­lo neo­li­be­ral, tal como lo ha seña­la­do Vila (2003), se ha pro­pi­cia­do la frag­men­ta­ción del cono­ci­mien­to y de los suje­tos6. Los suje­tos se ocu­pan de tan­tas acti­vi­da­des a la vez, que lle­nan su tiem­po con pocas posi­bi­li­da­des de pen­sar sobre su cuer­po y menos aún sobre las dife­ren­tes for­mas de vivir­lo; pare­cie­ra que los cuer­pos sólo viven den­tro de las limi­ta­cio­nes pro­duc­ti­vas de cier­tos esque­mas regu­la­do­res suma­men­te gene­ra­li­za­dos (Butler, 2010)7.

Pode­mos pen­sar en dife­ren­tes con­cep­cio­nes del cuer­po: cuer­po bio­ló­gi­co, ima­gi­na­rio, sexua­do, sim­bó­li­co, social, pul­sio­nal; con­si­de­ra­mos que todos estos nive­les lo cons­ti­tu­yen. En esta cons­truc­ción con­flu­yen la filo­so­fía, la psi­co­lo­gía, el arte, la lite­ra­tu­ra, la lin­güís­ti­ca. “Cuer­po ver­bal, cuer­po que se des­cri­be o que se ocul­ta, cuer­po que se divi­ni­za o se cul­pa­bi­li­za, cuer­po que pre­ten­de iden­ti­fi­car­se con un ideal que la cul­tu­ra impo­ne, ins­tru­men­to de pla­cer y de poder, medio de libe­ra­ción o de agre­sión al Otro(Pérez, 1992; p. 13). Razón por la cual “…cons­ti­tu­ye un obje­to de estu­dio mul­ti­dis­ci­pli­na­rio, pre­sen­cia y con­cep­to topo y obje­to de rela­ción con los otros y con­si­go mis­mo, sede de la con­cien­cia que es siem­pre una viven­cia del cuer­po; un mode­lo social que cada épo­ca y cada cul­tu­ra impone…”(Pérez, 1992; p.p. 10,11).

Es así que el cuer­po se ha con­ver­ti­do en la media­ción por la que se fijan sig­ni­fi­ca­cio­nes de las for­mas de ser y estar en socie­dad. Que­re­mos decir que la socia­li­za­ción no tie­ne que ver sólo con prác­ti­cas y roles adqui­ri­dos, sino que se encar­na en nues­tros cuer­pos con for­mas de ser y hacer muje­res y hom­bres. Los cuer­pos se van mol­dean­do des­de antes de nacer a tra­vés de las expec­ta­ti­vas que madre y padre tie­nen del hijo en un sis­te­ma hete­ro­nor­ma­ti­vo que obe­de­ce al sis­te­ma sexo/género de cada con­tex­to y cada cul­tu­ra, median­te las nor­mas, sig­ni­fi­ca­dos y cons­truc­cio­nes, las cua­les se mate­ria­li­zan en las ins­ti­tu­cio­nes, en las prác­ti­cas socia­les y en el hábi­to encar­na­do así como en los apa­ra­tos ideo­ló­gi­cos del Esta­do (Fra­ser, 1997) entre los cua­les des­ta­ca el impor­tan­te papel que jue­ga la fami­lia como fuen­te de repro­duc­ción del mode­lo hete­ro­se­xual; garan­tía ade­más de repro­duc­ción del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. Sin embar­go, habría que tener en cuen­ta el hecho de que en la actua­li­dad den­tro del ámbi­to de la “vida per­so­nal” (Eli Zaretsky; cita­do en Fra­ser, 1997), se está dan­do un pro­ce­so median­te el cual se ha con­for­ma­do un espa­cio de rela­cio­nes ínti­mas que inclu­yen la sexua­li­dad, la amis­tad y el amor, que ya no se iden­ti­fi­ca más con la fami­lia y se apar­ta de los impe­ra­ti­vos de la pro­duc­ción y la repro­duc­ción.

En reali­dad, son las ines­ta­bi­li­da­des, las posi­bi­li­da­des de rema­te­ria­li­za­ción abier­tas por este pro­ce­so las que mar­can un espa­cio en el cual la fuer­za de la ley regu­la­do­ra pue­de vol­ver­se con­tra sí mis­ma y pro­du­cir rear­ti­cu­la­cio­nes que pon­gan en tela de jui­cio la fuer­za hege­mó­ni­ca de esas mis­mas leyes regu­la­do­ras (Butler, 2010; p.18).

Entre las cues­tio­nes que entran en jue­go en tal refor­mu­la­ción de la mate­ria­li­dad de los cuer­pos se encuen­tran la com­pren­sión de la per­for­ma­ti­vi­dad, enten­di­da como ese poder reite­ra­ti­vo del dis­cur­so para pro­du­cir los fenó­me­nos que regu­la e impo­ne; y una vin­cu­la­ción del pro­ce­so de “asu­mir” un sexo con la cues­tión de la iden­ti­fi­ca­ción y con los dis­cur­sos del impe­ra­ti­vo hete­ro­se­xual para dar lugar a cier­tas iden­ti­fi­ca­cio­nes sexua­das y excluir y repu­diar otras (Butler, 2010).

Un ele­men­to cen­tral de esta nor­ma­ti­vi­dad que arti­cu­la cuer­pos son los dis­cur­sos que pro­du­cen suje­tos y cuer­pos, o tal vez sujetos/cuerpos. “No es fácil elu­dir la dis­tin­ción, Fou­cault ten­sa así la dico­to­mía: así como los suje­tos son mate­ria­les, los cuer­pos son dis­cur­si­vos. Y vice­ver­sa” (Parri­ni, 2007; p. 52). Enton­ces, nos cues­tio­na­mos jun­to con Parri­ni, ¿Cuál es el esta­tu­to del cuer­po? ¿Cómo se vin­cu­lan la sub­je­ti­va­ción y la suje­ción y cuál es la rela­ción de ambas con la cor­po­ra­li­dad en el caso del cuer­po feme­nino?

Con­si­de­ra­mos que el tema de la des­ar­ti­cu­la­ción del cuer­po nor­ma­do de “mujer”, es un tema de la diver­si­dad sexual. Pen­sar y refle­xio­nar sobre otras for­mas, no hege­mó­ni­cas, del ser un cuer­po (bio­ló­gi­co, sim­bó­li­co, social, pul­sio­nal) de mujer-es y de vivir la sexua­li­dad de for­ma diver­sa, o sea, no arti­cu­la­da en la defi­ni­ción hete­ro u homo-sexual. Nos pre­gun­ta­mos ¿por qué tan­ta nece­si­dad de enca­si­llar­nos en iden­ti­da­des y cate­go­rías, más allá de que esto sea algo impor­tan­te para la de la lucha por nues­tros dere­chos?

Cuan­do deci­mos des­ar­ti­cu­la­ción, esta­mos refi­rién­do­nos a des-hacer un cons­truc­to a nivel sim­bó­li­co. Ha sido cons­trui­da una ima­gen hege­mó­ni­ca del cuer­po de la mujer; su cuer­po es una pro­duc­ción social. Se pre­ten­de jugar con estas imá­ge­nes a los efec­tos de pro­vo­car en el públi­co la posi­bi­li­dad de pen­sar otras for­mas de este cuer­po que no res­pon­dan al este­reo­ti­po de obje­to sexual y con­ti­nen­te repro­duc­ti­vo hete­ro­se­xual. ¿Se pue­de pen­sar en otras for­mas de un cuer­po de mujer hete­ro­se­xual que no res­pon­dan a esos idea­les?

Nues­tro obje­ti­vo con este tra­ba­jo es pro­pi­ciar un espa­cio de refle­xión sobre la hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad ejer­ci­da sobre los cuer­pos de las muje­res a tra­vés del arte del per­for­man­ce y así mos­trar su poten­cia meto­do­ló­gi­ca para favo­re­cer la sen­si­bi­li­za­ción sobre algu­nas prác­ti­cas nor­ma­li­zan­tes hacia él.

Sobre la sexua­li­dad

Sexua­li­dad y mater­ni­dad

El cuer­po es el refe­ren­te pri­ma­rio de la iden­ti­dad sexual y ha sido a par­tir de la dife­ren­cia sexual que se han cons­trui­do dis­tin­tas teo­rías para argu­men­tar las dife­ren­cias entre hom­bres y muje­res8, deri­va­das de cier­tas ideo­lo­gías de géne­ro den­tro de una matriz cul­tu­ral que defi­ne la iden­ti­dad feme­ni­na en base a man­te­ner “un cuer­po des­ti­na­do para la apre­cia­ción del otro”, y en la que la socie­dad, a tra­vés de un cir­cui­to de reifi­ca­ción, limi­ta el desa­rro­llo de la mujer y for­ta­le­ce “la éti­ca de la pos­ter­ga­ción feme­ni­na en favor de la rea­li­za­ción del otro” (López y Vélez, 2001).

Así, la nega­ción al pla­cer ha sido una cons­tan­te his­tó­ri­ca que la socie­dad ha impues­to a las muje­res por­que sus cuer­pos han sido con­ce­bi­dos tan­to físi­ca como sim­bó­li­ca­men­te para con­te­ner y cui­dar a otro. En esa tarea de con­ten­ción del otro, la mujer se olvi­da del tiem­po para sí y de su pro­pio pla­cer. Tan­to su cuer­po como su tiem­po se encuen­tran des­ti­na­dos para el otro. Es por esto que se ha con­ver­ti­do en “el espa­cio del deber ser, de la depen­den­cia vital y del cau­ti­ve­rio”, así es con­ce­bi­do sim­bó­li­ca y social­men­te de mane­ra tal que el ero­tis­mo que­da pros­cri­to a ellas (Lagar­de, 2003).

Esta “éti­ca de la pos­ter­ga­ción feme­ni­na en favor del otro” y la des­ti­na­ción del cuer­po de las muje­res con­cre­tas para los otros, se ve refle­ja­da en la Encues­ta Nacio­nal sobre Uso del Tiem­po que se lle­vó a cabo en Méxi­co en al año 2009. Los resul­ta­dos arro­ja­ron que mien­tras las muje­res sólo uti­li­za­ban apro­xi­ma­da­men­te un ter­cio de su tiem­po en el tra­ba­jo para el mer­ca­do remu­ne­ra­do, los hom­bres des­ti­nan un seten­ta por cien­to a estas labo­res. Esto es por­que el tiem­po de las muje­res se encuen­tra dis­tri­bui­do en dobles o tri­ples jor­na­das. La mayor par­te de éste lo uti­li­zan en aten­der labo­res domés­ti­cas y/o a los dife­ren­tes miem­bros de su gru­po fami­liar. Aun­que es nece­sa­rio des­ta­car que ha habi­do cier­tos avan­ces en esta situa­ción, esta mis­ma encues­ta refle­ja que los hom­bres ya están par­ti­ci­pan­do de mane­ra más acti­va en las labo­res domés­ti­cas y en el cui­da­do de meno­res y ancia­nos (ENUT, 2009).

No sólo es el tiem­po el que ha sido res­trin­gi­do a las muje­res, sino que esto con­lle­va el reza­go en la apro­pia­ción de su cuer­po. En el orden de lo sim­bó­li­co se han deter­mi­na­do las for­mas de com­por­ta­mien­to, for­mas de ves­tir y ador­nar los cuer­pos, de ocu­par los espa­cios públi­cos, de ejer­ci­tar­los y de habi­tar­los. Todo ello tie­ne que ver con el “orden de las cosas”, el cual se da en fun­ción de la divi­sión de los sexos y sue­le hacer refe­ren­cia a lo que para el mun­do hege­mó­ni­co es nor­mal y natu­ral y se pre­sen­ta tan­to en las cosas como en el mun­do social (Bour­dieu, 2000), por­que se encuen­tra incor­po­ra­do en los cuer­pos y en los hábi­tos de sus agen­tes, en pen­sa­mien­to y en acción den­tro del régi­men de lo hete­ro­se­xual el cual se sos­tie­ne en una subor­di­na­ción social y sim­bó­li­ca de las muje­res9.

Se pue­de cons­ta­tar que ha sido poca la dife­ren­cia res­pec­to a la for­ma en que se ha mira­do a la sexua­li­dad feme­ni­na a tra­vés de los tiem­pos. A par­tir del siglo XVI en Euro­pa se desa­rro­lla­ron tec­no­lo­gías enca­mi­na­das a puri­fi­car el cuer­po y el alma, una suer­te de auto­dis­ci­pli­na y con­trol para domi­nar los impul­sos y los deseos huma­nos. Tan­to los dis­cur­sos reli­gio­sos como los dis­cur­sos médi­cos intro­du­je­ron el aspec­to moral sobre las emo­cio­nes ya que éstas con­te­nían la semi­lla del peca­do. “Los cuer­pos enlo­que­ci­dos trans­gre­dían todas las nor­mas que gober­na­ban los cuer­pos piadosos”(Parrini, 2008; p.116).

Son varios los auto­res (Laqueur, 1990; López, 2007), que han docu­men­ta­do la mane­ra en que, tan­to el pen­sa­mien­to judeo­cris­tiano como el dis­cur­so médi­co, de mane­ra his­tó­ri­ca, han cla­si­fi­ca­do a las muje­res como seres infe­rio­res al hom­bre y han uti­li­za­do su poder para repri­mir su sexua­li­dad. De igual mane­ra, la inven­ción de la sexua­li­dad en el siglo XIX dio paso a un cul­to de lo que era ser una “mujer ver­da­de­ra”, lo que equi­va­lía a “tener un buen con­trol de sus impul­sos sexua­les(Katz, 2012). Así, a lo lar­go del tiem­po, la natu­ra­le­za sexual de las muje­res ha sido deba­ti­da, nega­da o limi­ta­da (Laqueur, 1990).

El cuer­po y el dis­cur­so, enton­ces, que­dan entre­la­za­dos. Y más aún, la dife­ren­cia sexual ana­tó­mi­ca entre hom­bres y muje­res es vis­ta con los ojos de una cul­tu­ra espe­cí­fi­ca, hege­mó­ni­ca, de domi­na­ción mas­cu­li­na. La cul­tu­ra, la socie­dad y sus ins­ti­tu­cio­nes, mar­can el des­tino de quie­nes nacen en cuer­po de hom­bre o de mujer. Des­tino que va más allá de roles, que impli­ca el modo de per­ci­bir el mun­do, su pro­pia reali­dad y a sí mis­mos, su iden­ti­dad.

 Así, se vis­lum­bra que los cuer­pos úni­ca­men­te viven den­tro de las limi­ta­cio­nes pro­duc­ti­vas de cier­tos esque­mas regu­la­do­res. Lo que nos lle­va a cues­tio­nar:

¿Cómo pue­de uno refle­xio­nar, enton­ces, a tra­vés de la mate­ria de los cuer­pos, enten­di­da como una espe­cie de mate­ria­li­za­ción gober­na­da por nor­mas regu­la­do­ras, para poder ave­ri­guar cómo actúa la hege­mo­nía hete­ro­se­xual en la for­ma­ción de aque­llo que deter­mi­na que un cuer­po sea via­ble? (Butler, 2010; p.39).

Mater­ni­dad como eje rec­tor de los cuer­pos feme­ni­nos

A par­tir de la épo­ca post­re­vo­lu­cio­na­ria, en Méxi­co se ins­ti­tu­yó un cul­to a la madre que ha fun­cio­na­do como el eje rec­tor de una moral social, el cual ha reper­cu­ti­do en todos los ámbi­tos de la vida públi­ca y pri­va­da (Gue­va­ra, 2010). De esta mane­ra, las muje­res se con­vier­ten en tras­mi­so­ras de los valo­res patriar­ca­les a tra­vés del con­trol de su pro­pio cuer­po y sexua­li­dad (Blan­co, 2010).

El enal­te­ci­mien­to a la mater­ni­dad se ha cons­ti­tui­do como eje rec­tor de los cuer­pos feme­ni­nos tan­to en el cam­po mate­rial como el sim­bó­li­co, dado que “Las muje­res exis­ten por medio de la mater­ni­dad, a tra­vés de ella repro­du­cen a los otros, a sí mis­mas y a su mun­do”; de tal mane­ra que “al parir la mujer nace como tal para la socie­dad y el Estado”(Lagarde, 2003; p. 386).10

La fun­ción repro­duc­to­ra se con­vier­te en sello de iden­ti­dad feme­ni­na. En el telos para la mujer. Una fun­ción bási­ca den­tro del matri­mo­nio, razón por la cual si den­tro de la con­yu­ga­li­dad no se con­ci­be al espe­ra­do hijo, es a ella, por lo gene­ral, a quien se le cul­pa de infer­ti­li­dad por lo que tie­ne que ser some­ti­da a lar­gos y peno­sos exá­me­nes médi­cos, y es has­ta que se cons­ta­ta que su orga­nis­mo se encuen­tra en bue­nas con­di­cio­nes para engen­drar, que al cón­yu­ge se le empie­zan a rea­li­zar los exá­me­nes corres­pon­dien­tes (en el caso de que este últi­mo acce­da al pro­ce­di­mien­to). Esto tie­ne su his­to­ria, des­de tiem­pos ances­tra­les, en las ins­ti­tu­cio­nes patriar­ca­les que han seña­la­do que el pene y la vagi­na son medios para pro­crear y no para dar pla­cer11 (Katz, 2012).

De tal mane­ra que, como lo seña­la Amu­chás­te­gui (1998)

…el cuer­po de la mujer en su fase repro­duc­ti­va es valio­so y la socie­dad le otor­ga un poder par­ti­cu­lar. El desa­fío en todas las cul­tu­ras y a lo lar­go de la his­to­ria ha con­sis­ti­do en cómo con­tro­lar la capa­ci­dad repro­duc­ti­va de las muje­res y para lograr dicho con­trol ha sido nece­sa­rio con­tro­lar asi­mis­mo su sexua­li­dad (p. 323).

Entre las estra­te­gias para el con­trol de la sexua­li­dad feme­ni­na, seña­la esta auto­ra, se encuen­tra la cons­truc­ción cul­tu­ral de sig­ni­fi­ca­dos rela­cio­na­dos con el cuer­po feme­nino y su capa­ci­dad repro­duc­ti­va a tra­vés de la gene­ra­ción de su acce­so al pla­cer y a la acti­vi­dad sexual. Es por esta razón que las polí­ti­cas públi­cas, en rela­ción con la mujer y los ser­vi­cios de salud, han esta­do orien­ta­das de for­ma pre­fe­ren­te al con­trol de la nata­li­dad, avo­ca­das a inter­ven­cio­nes en el cuer­po de la mujer ya sea con anti­con­cep­ti­vos o con la colo­ca­ción de arte­fac­tos extra­ños den­tro de su cuer­po, tales como el dis­po­si­ti­vo intra­ute­rino, lo cual con­lle­va un sin­fín de pro­ble­mas que afec­tan a su salud.

Hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad

Ha sido esta socie­dad dis­ci­pli­na­ria de la moder­ni­dad, la que sólo da legi­ti­mi­dad al pla­cer hete­ro­se­xual, coital y con­yu­gal12. Se cues­tio­nan las sexua­li­da­des del niño, del loco, del que ama a alguien de su mis­mo sexo. A tra­vés del dis­po­si­ti­vo de la sexua­li­dad se tra­ta de apli­car la nor­ma­ti­vi­dad a todos los suje­tos, su razón de ser es el hecho de pro­li­fe­rar, inno­var, inven­tar y pene­trar los cuer­pos de mane­ra cada vez más deta­lla­da, esto es por­que,

…las rela­cio­nes de poder con el sexo y el pla­cer se rami­fi­can, se mul­ti­pli­can, miden el cuer­po y pene­tran en las con­duc­tas. Y con esa avan­za­da de los pode­res se fijan sexua­li­da­des deter­mi­na­das, pren­di­das a una edad, a un lugar, a un gus­to, a un tipo de prác­ti­cas (Fou­cault, 1977; p. 63)13.

De acuer­do con Butler (2010), estas nor­mas regu­la­do­ras del “sexo” se pro­du­cen de mane­ra per­for­ma­ti­va para mate­ria­li­zar el sexo del cuer­po, con­so­li­dan­do el impe­ra­ti­vo hete­ro­se­xual. De acuer­do con Katz, lo que en reali­dad ha pre­va­le­ci­do, ha sido una hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad14, enten­di­da como el impe­ra­ti­vo de abo­gar en todo momen­to y a toda cos­ta por la pri­ma­cía de lo hete­ro­se­xual. “De ahí la impor­tan­cia de aus­cul­tar en cómo la pro­duc­ción cul­tu­ral ha sido entra­ña­ble­men­te cóm­pli­ce con el pro­yec­to de la hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad” (Fos­ter, 2001).

Esta hete­ro­se­xua­li­dad hege­mó­ni­ca nor­ma los cuer­pos y hace que se vivan y se for­men de acuer­do a ella: sólo entre hom­bres y muje­res se per­mi­te y se ava­la la rela­ción sexual y amo­ro­sa; sólo es posi­ble que los cuer­pos se mues­tren de acuer­do al bino­mio hombre/mujer. Es así que hay pres­crip­cio­nes para el ves­tir, para el lucir, que mues­tran cla­ra­men­te en un cuer­po sus ras­gos mas­cu­li­nos o feme­ni­nos. Es decir, que la hete­ro­nor­ma nos mol­dea de acuer­do a ese bino­mio; quien sale de él es con­si­de­ra­do “anor­mal”15. Según Berthe­rat (1990) lo que menos per­do­na la gen­te a su cuer­po es su sexua­li­dad, si sos­pe­chan que no se adap­ta a lo que ese orden ha esta­ble­ci­do como correc­to.

¿Por qué tra­tar de des­ar­ti­cu­lar el cuer­po nor­ma­do?

En este sen­ti­do, coin­ci­di­mos con Pre­cia­do (2002) y con su pro­pues­ta del Mani­fies­to con­tra­se­xual a par­tir de la prác­ti­ca con­tra­se­xual, que con­sis­te en apren­der a sub­ver­tir los órga­nos sexua­les y sus reac­cio­nes bio­po­lí­ti­cas, pro­vo­car una per­ver­sión, un giro en la pro­duc­ción habi­tual de los efec­tos de la acti­vi­dad sexual. La con­tra sexua­li­dad enten­di­da como una tec­no­lo­gía de pro­duc­ción de cuer­pos no hete­ro­cen­tra­dos para poder asu­mir una sexua­li­dad con todo el cuer­po y no sólo coi­to­cén­tri­ca y geni­tal que repro­du­ce el falo­cen­tris­mo y enton­ces per­mi­tir­nos vol­ver al cuer­po y los pla­ce­res como sali­da al dis­po­si­ti­vo sexual (Fou­cault, 1977).

Asi­mis­mo, refle­xio­nar en cómo la hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad ha per­mea­do los cuer­pos blo­quean­do su libre expre­sión y el ejer­ci­cio de prác­ti­cas sexua­les dife­ren­tes a las que dicha nor­ma­ti­vi­dad ha impues­to.

Por todo lo ante­rior­men­te expues­to, a tra­vés de este tra­ba­jo de inter­ven­ción, pre­ten­de­mos pro­vo­car la refle­xión para cues­tio­nar la pre­mi­sa de una for­ma úni­ca de vivir el cuer­po como muje­res.

Per­for­man­ce

En la meto­do­lo­gía del per­for­man­ce encon­tra­mos una for­ma per­ti­nen­te para lle­var a cabo el tra­ba­jo de des­ar­ti­cu­la­ción de los cuer­pos hete­ro­nor­ma­dos. Esto es por­que el cuer­po, como tal, es un ele­men­to cen­tral en esta meto­do­lo­gía. En pala­bras de Phe­lan (1993, p. 148) “Per­for­man­ce impli­ca lo real a tra­vés de la pre­sen­cia de cuer­pos vivien­tes” y por­que a tra­vés de esta repre­sen­ta­ción, el cuer­po se con­vier­te en meto­ni­mia del Ser, de la voz, de la “pre­sen­cia”. Ofre­ce una visión que impli­ca el reco­no­ci­mien­to de la pre­sen­cia del Otro, y para el espec­ta­dor, el espec­tácu­lo del per­for­man­ce es en sí una pro­yec­ción del esce­na­rio en el cual tie­ne lugar su pro­pio deseo.

Si bien per­for­man­ce al no tener tra­duc­ción al espa­ñol, crean­do algu­nos incon­ve­nien­tes sobre la for­ma en cómo se uti­li­za, en Lati­noa­mé­ri­ca se ha usa­do en el arte como sinó­ni­mo de “arte de acción” (Tay­lor y Fuen­tes, 2011). Esta for­ma sur­gió entre los años 60 – 70 don­de se agru­pa­ban artis­tas que no tenían acce­so al tea­tro for­mal por razo­nes eco­nó­mi­cas o polí­ti­cas. El o la per­for­man­ce pue­de sur­gir en cual­quier sitio, públi­co o pri­va­do; no nece­si­ta un esce­na­rio ni un tea­tro sólo el cuer­po del artis­ta y el públi­co. Para Mir­na Man­ri­que (cita­da en Prie­to, 2011) el per­for­man­ce “es un acto de denun­cia; tri­bu­na para noti­ciar y evi­den­ciar. Es la acción de acon­te­cer y sufrir los hechos de mane­ra públi­ca”.

Con­si­de­ra­mos que para rea­li­zar un tra­ba­jo de des­ar­ti­cu­la­ción de la cons­truc­ción social de los cuer­pos nor­ma­dos es impor­tan­te rea­li­zar pro­pues­tas de inter­ven­ción sub­ver­si­vas en los espa­cios públi­cos que apun­ten a con­mo­ver el orden esta­ble­ci­do de los sis­te­mas sexo/género y ten­gan así un efec­to des­es­ta­bi­li­za­dor de refle­xión en rela­ción a los cuer­pos y sus prác­ti­cas y que el per­for­man­ce es una pro­pues­ta polí­ti­ca que tie­ne mucha poten­cia en tal sen­ti­do; una prác­ti­ca que sur­ge como “una acti­tud de rup­tu­ra con lo esta­ble­ci­do den­tro del pro­pio arte e inten­ta resal­tar lo feo, lo impen­sa­ble, lo tran­si­to­rio, lo acci­den­tal, una explo­sión espon­tá­nea de actos” (Rodrí­guez Sosa, 2010; p. 296).

Los ante­ce­den­tes del per­for­man­ce datan de las prác­ti­cas futu­ris­tas, dadaís­tas y surrea­lis­tas; tie­ne sus orí­ge­nes en Euro­pa y Esta­dos Uni­dos de Nor­te­amé­ri­ca. Marie Bus­ta­man­te y Móni­ca Mayer han tra­za­do en Méxi­co una ruta que va de la lle­ga­da del surrea­lis­mo al arte no-objec­tual y la intro­duc­ción de éste en la currí­cu­la aca­dé­mi­ca con un tra­ba­jo muy impor­tan­te de crí­ti­ca femi­nis­ta a la mater­ni­dad impues­ta. Fun­da­ron el gru­po lla­ma­do Pol­vo de Galli­na Negra que tra­ba­jó con per­for­man­ce des­de 1983 has­ta 1993 (Blan­co, 2010). En el pais exis­ten artis­tas con­tem­po­rá­neas como Katia Tira­do, Rocío Boli­ver, Lore­na Wolf­fer y Ema Villa­nue­va que tra­ba­jan la per­for­ma­ti­vi­dad polí­ti­ca del géne­ro, recla­man­do sus cuer­pos como sitios de actua­ción poli­ti­za­da (Prie­to, 2011).

El cam­po de los estu­dios del per­for­man­ce tras­cien­de barre­ras dis­ci­pli­na­rias, des­de las artes, las cien­cias socia­les, las huma­ni­da­des. Con­si­de­ra­mos que por ello es un ins­tru­men­to ideal para tra­ba­jar la diver­si­dad sexual, tema que tam­bién cree­mos tras­cien­de las fron­te­ras dis­ci­pli­na­rias. Algu­nas auto­ras los deno­mi­nan estu­dios anti o pos­dis­ci­pli­na­rios (Tay­lor y Fuen­tes, 2011);término intere­san­te para ubi­car tam­bién a los estu­dios de la diver­si­dad sexual.

Otro ele­men­to a resal­tar es que el per­for­man­ce es una meto­do­lo­gía que ha recha­za­do el enfo­que colo­nia­lis­ta del “estu­dio de los otros” para pro­po­ner­se como una meto­do­lo­gía de estu­dio del com­por­ta­mien­to de nues­tras socie­da­des en el cuer­po de un suje­to don­de pode­mos ver un ámbi­to de cru­ce e inter­cep­ción del cam­po de la antro­po­lo­gía y el tea­tro en el per­for­man­ce.

Per­for­man­ce no es lo mis­mo que per­for­ma­ti­vo ni per­for­ma­ti­vi­dad. Vale aca­la­rar esto por­que muchas veces se con­fun­de. Para Aus­tin (1971) un per­for­ma­ti­vo se refie­re a la acción de la pala­bra; la pala­bra “hace”, la pala­bra acto:

…el acto de expre­sar la ora­ción es rea­li­zar una acción, o par­te de ella, acción que a su vez no sería nor­mal­men­te des­crip­ta como con­sis­ten­te en decir algo.

Butler (2006) reto­ma este con­cep­to para defi­nir per­for­ma­ti­vi­dad como un acto de repe­ti­ción e ite­ra­ción que a tra­vés del dis­cur­so pro­du­ce sub­je­ti­vi­dad. Pero este acto del len­gua­je no es volun­ta­rio ‑como lo es para Aus­tin- sino todo lo con­tra­rio, es una prác­ti­ca dis­cur­si­va nor­ma­ti­va que subor­di­na la sub­je­ti­vi­dad. La per­for­ma­ti­vi­dad remi­te a una pro­pie­dad del dis­cur­so (Tay­lor y Fuen­tes, 2011).

El per­for­man­ce es un arte de acción más que de con­tem­pla­ción; que tie­ne efec­tos en el que par­ti­ci­pa como públi­co y como actor; una expe­rien­cia total­men­te sub­je­ti­va. Prác­ti­ca sub­je­ti­va y sub­je­ti­vi­zan­te. Prác­ti­ca que intro­du­ce su crí­ti­ca social y tie­ne un fin polí­ti­co. Inter­ve­nir para movi­li­zar y sub­ver­tir el orden social. El per­for­man­ce inter­vie­ne el espa­cio como ins­tru­men­to para la auto­no­mía de los suje­tos impli­ca­dos.

Nues­tra prin­ci­pal obra de arte es nues­tro pro­pio cuer­po, cubier­to de impli­ca­cio­nes semióti­cas, polí­ti­cas, etno­grá­fi­cas, car­to­grá­fi­cas y mito­ló­gi­cas… En resu­men, noso­tros somos lo que otros no son, deci­mos lo que otros no dicen, y ocu­pa­mos espa­cios cul­tu­ra­les que, por lo gene­ral, son igno­ra­dos o des­pre­cia­dos. Debi­do a esto, nues­tras múl­ti­ples comu­ni­da­des están cons­ti­tui­das por refu­gia­dos esté­ti­cos, polí­ti­cos, étni­cos y de géne­ro (Gómez Peña, 2004).

Hacer un per­for­man­ce como tra­ba­jo final de un diplo­ma­do uni­ver­si­ta­rio tam­bién sub­vier­te el espa­cio aca­dé­mi­co y el for­ma­to de lo que se con­si­de­ra cien­tí­fi­co.16 Máxi­me cuan­do este tra­ba­jo es rea­li­za­do por un gru­po de per­so­nas ‑la con­sig­na des­de el cuer­po aca­dé­mi­co del diplo­ma­do era que se hicie­ra en pare­ja- y nues­tra pro­pues­ta des­ar­ti­cu­ló el con­cep­to de pare­ja: ¿qué es pare­ja? ¿Es dos? ¿Es más de dos? ¿Es hom­bre-mujer? ¿Es mujer-mujer? ¿Qué? Nues­tro tra­ba­jo fue rea­li­za­do por cua­tro per­so­nas.

En este per­for­man­ce tra­ba­ja­mos cua­tro muje­res, que sin pala­bras, y sólo a tra­vés de nues­tros cuer­pos, inten­ta­mos trans­mi­tir la meta­mor­fo­sis del cuer­po atra­ve­sa­do por el deseo. Un deseo que tras­pa­sa el sexo per­mi­te que el amor ten­ga como pro­ta­go­nis­tas a dos muje­res, dos hom­bres, un tran­se­xual con un bise­xual; tras­pa­sa las barre­ras de las eda­des y sub­vier­te el orden esta­ble­ci­do.

Sobre el con­cep­to de inter­ven­ción

Pen­sa­mos la inter­ven­ción la des­de su sig­ni­fi­ca­do eti­mo­ló­gi­co como “venir- entre”. Cuer­pos que se colo­can en un espa­cio del “entre” otros cuer­pos. En el espa­cio de la cons­truc­ción de los cuer­pos, uno de esos espa­cio, el espa­cio públi­co. Espa­cio que debe ser apro­ve­cha­do y re-apro­pia­do para resis­tir y rom­per con las pro­pues­tas hege­mó­ni­cas. Repro­pián­do­nos de un espa­cio que noso­tros mis­mos cons­trui­mos y del cual nos vol­ve­mos hete­ró­no­mos. Tomar con­cien­cia de que pode­mos inci­dir pro­vo­can­do, con y en los cuer­pos. Pro­vo­car sen­sa­cio­nes, esta­dos emo­cio­na­les, que lle­ven a los suje­tos a cues­tio­nar sus pro­pios cuer­pos nor­ma­dos des­de el sen­tir y la iden­ti­fi­ca­ción. El espa­cio públi­co es el espa­cio del ágo­ra para re-pen­sar­se, espa­cio de la con­vi­ven­cia con otros, el espa­cio de la liber­tad ame­na­za­da. Un espa­cio para la refle­xión y la toma de deci­sio­nes.

En este espa­cio, pro­po­ne­mos un per­for­man­ce por­que es una for­ma cul­tu­ral pro­vo­ca­do­ra que tra­ba­ja des­de y con los cuer­pos. Es un arte que ha sido pri­vi­le­gia­do por los artis­tas acti­vis­tas del mun­do ente­ro por sus posi­bi­li­da­des de liber­tad en la medi­da que se pue­de jugar en cual­quier can­cha; con el cuer­po de un suje­to que deci­de hacer con éste algo que pre­ten­de­rá inter­ve­nir otros cuer­pos. Es tal y como lo defi­ne San­ta­ma­ría (1997) “un ges­to des­via­do que con­tri­bu­ye en sí mis­mo a la reali­dad social como una expe­rien­cia cues­tio­na­do­ra, crí­ti­ca y espe­cial­men­te liberadora”.Un arte de acción más que de con­tem­pla­ción; que tie­ne efec­tos en el que par­ti­ci­pa como públi­co y como actor; una expe­rien­cia total­men­te sub­je­ti­va. Prác­ti­ca sub­je­ti­va y sub­je­ti­vi­zan­te. Prác­ti­ca que intro­du­ce su crí­ti­ca social y tie­ne un fin polí­ti­co. Inter­ve­nir para movi­li­zar y sub­ver­tir el orden social. El per­for­man­ce inter­vie­ne el espa­cio como ins­tru­men­to para la auto­no­mía de los suje­tos impli­ca­dos.

Para abor­dar el tema de la diver­si­dad sexual con­si­de­ra­mos de impor­tan­cia lan­zar­nos con pro­pues­tas que inten­tan decons­truir los con­cep­tos esta­ble­ci­dos hege­mó­ni­cos que hemos cons­trui­do como socie­dad. Tam­bién intro­du­cien­do meto­do­lo­gías y for­mas otras en la cien­cia y, sobre todo, que nos per­mi­tan inter­ve­nir con las per­so­nas a todo nivel, de dife­ren­tes cla­ses, razas, géne­ros, con y sin ins­truc­ción, con y sin posi­bi­li­da­des de acce­so a la Uni­ver­si­dad. Para eso decons­truir pala­bras, con­cep­tos y cuer­pos. Decons­truir el méto­do cien­tí­fi­co, decons­truir el arte, decons­truir-nos.

Conclusiones

Con el sur­gi­mien­to de la cien­cia moder­na se hizo nece­sa­rio jus­ti­fi­car la supre­ma­cía mas­cu­li­na sobre las muje­res. Una mane­ra de hacer­lo fue con la media­ción del dis­cur­so médi­co el cual uti­li­zó la influen­cia que tenía para argu­men­tar que la natu­ra­le­za (bio­lo­gía) era quien había deci­di­do que los cuer­pos de los hom­bres estu­vie­sen dota­dos con for­ta­le­za físi­ca y “cere­bros supe­rio­res” para domi­nar a los frá­gi­les cuer­pos de las muje­res esta­ble­cien­do un orden polí­ti­co y social en el que los cuer­pos mas­cu­li­nos se podrían des­pla­zar libre­men­te en el mun­do de afue­ra aca­pa­ran­do sabe­res y pode­res mien­tras que los cuer­pos feme­ni­nos esta­ban des­ti­na­dos a per­ma­ne­cer den­tro de los hoga­res, man­te­nien­do ese orden patriar­cal ins­ti­tui­do de “mane­ra natu­ral”. Des­de enton­ces y has­ta la fecha, se da por sen­ta­do que los cuer­pos de las muje­res tie­nen como fun­ción pri­mor­dial el parir, estan­do al ser­vi­cio del Esta­do para poblar o no las nacio­nes, según se pre­sen­ten las cues­tio­nes demo­grá­fi­cas.

El cuer­po y el tiem­po de la mujer son para los otros, por­que la hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad que deri­vó del triun­fo de la hete­ro­se­xua­li­dad, así lo ha seña­la­do. Como su cuer­po es valio­so para la mater­ni­dad, para dar amor a los otros, su sexua­li­dad ha sido mar­ca­da para ese ser­vi­cio y no para su pro­pio pla­cer: el deseo feme­nino es un ele­men­to dis­rup­tor en todos los ámbi­tos. De acuer­do al orden patriar­cal la sexua­li­dad en los cuer­pos de las muje­res tie­ne que ser mono­gá­mi­ca, con­yu­gal y repro­duc­ti­va y, al explo­rar los espa­cios socia­les de cons­truc­ción bio­po­lí­ti­ca, nos hemos encon­tra­do con des­igual­da­des, opre­sión, mani­pu­la­ción, poder, con­trol, pero tam­bién con resis­ten­cia.

La cul­tu­ra da pau­tas y orde­na; los cuer­pos son cons­trui­dos según el sexo bio­ló­gi­co asig­na­do, se es hom­bre o mujer. Pero esta cate­go­ri­za­ción del sexo deja fue­ra la cate­go­ría polí­ti­ca siem­pre cam­bian­te que cuan­do se mira nos mues­tra la con­di­ción social fija para las muje­res que no es la mis­ma que la de los hom­bres y que nues­tros cuer­pos y nues­tras con­cien­cias han esta­do domi­na­dos por ellos.

Es impor­tan­te con­si­de­rar no sólo las trans­for­ma­cio­nes de los cuer­pos de las muje­res en rela­ción con los cuer­pos mas­cu­li­nos, sino en rela­ción a los pro­pios cuer­pos feme­ni­nos ima­gi­na­dos, sexua­dos, sim­bó­li­cos, que nos invi­tan a vivir­nos en dis­tin­tos cuer­pos y par­ti­ci­pan de la mis­ma reali­dad que el orden eco­nó­mi­co ó polí­ti­co.

Sin embar­go, se esta­ble­ce como “natu­ral” la rela­ción hete­ro­se­xual como la base de la socie­dad. La reli­gión cris­tia­na, la medi­ci­na, la psi­quia­tría y la sexo­lo­gía han sido, en sus fun­da­men­tos, esen­cial­men­te hete­ro­se­xua­les y han con­tri­bui­do a esta nor­ma­ti­vi­za­ción. Y este acuer­do ó con­tra­to social con­tro­la las for­mas de acce­so al pla­cer, las for­mas de estar y de ser. Los cuer­pos feme­ni­nos se redu­cen enton­ces por obli­ga­ción a cuer­pos sexua­les repro­duc­to­res al ser­vi­cio de los otros. La hete­ro­se­xua­li­dad hege­mó­ni­ca los ha blo­quea­do por­que es sexis­ta y misó­gi­na. Con­de­na, igno­ra y per­si­gue a quie­nes se apar­tan de ella.

Sabe­mos que la sexua­li­dad feme­ni­na que­da rele­ga­da fren­te a la pers­pec­ti­va mas­cu­li­na, de ahí que hemos que­ri­do enten­der de mane­ra dis­tin­ta la prác­ti­ca hete­ro­se­xual. Pre­ten­de­mos pro­po­ner y asu­mir una sexua­li­dad feme­ni­na “con todo el cuer­po” como una for­ma de vol­ver al cuer­po y a los pla­ce­res. Ha sido gra­cias a la lucha del Movi­mien­to femi­nis­ta que ha habi­do avan­ces para ir des­ar­ti­cu­lan­do esa hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad que tan­to ha daña­do los cuer­pos feme­ni­nos, pero fal­ta mucho por andar.

Una mane­ra que encon­tra­mos para con­tri­buir en la con­cien­cia­ción de este pro­ble­ma es pre­sen­tar un per­for­man­ce en el que se visua­li­cen varias situa­cio­nes que den cuen­ta de la for­ma en que nues­tros cuer­pos feme­ni­nos se han esta­do hete­ro­nor­ma­ti­vi­zan­do, para invi­tar a la refle­xión pro­pia y de los asis­ten­tes. Es a par­tir de la prác­ti­ca con­tra­se­xual que pode­mos pro­vo­car un cam­bio a las prác­ti­cas que la hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad ha impues­to: una tec­no­lo­gía de pro­duc­ción de cuer­pos no hete­ro­cen­tra­dos.

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Notas

1. Este tra­ba­jo fue pre­sen­ta­do como pro­duc­to final para la apro­ba­ción del Diplo­ma­do de Diver­si­dad sexual del Pro­gra­ma Uni­ver­si­ta­rio de Estu­dios de Géne­ro de la UNAM año 2012.

2. Doc­to­ran­te en Cien­cias Socia­les en la UAM, Xochi­mil­co. Correo elec­tró­ni­co: jbochar@yahoo.com

3. Maes­tra en Peda­go­gía por la UNAM, (FES Ara­gón). Correo elec­tró­ni­co: guadalupe_rmz@prodigy.net.mx

4. Maes­tra en Sexua­li­dad, Pro­fra. Aso­cia­da B FES Izta­ca­la UNAM. Correo elec­tró­ni­co: terehurtado16@gmail.com

5. Maes­tra en Psi­co­lo­gía por Ins­ti­tu­to Lati­no­ame­ri­cano de Estu­dios de la Fami­lia (ILEF). Correo elec­tró­ni­co: ale6@prodigy.net.mx

6. De acuer­do con Gid­dens (2000) la glo­ba­li­za­ción ha rees­truc­tu­ra­do de mane­ra muy pro­fun­da nues­tras for­mas de vivir en la coti­dia­ni­dad.

7. Esto se da por­que la recons­truc­ción del cuer­po es intrín­se­ca al desa­rro­llo de teo­rías polí­ti­cas, movi­mien­tos socia­les, y al cre­ci­mien­to de una eco­no­mía de libre mer­ca­do (Laqueur, 1990).

8.Hablar de iden­ti­dad sexual en Méxi­co es hablar sobre el poder que se ins­cri­be sobre la pro­duc­ción y regu­la­ción de cuer­pos e iden­ti­da­des (Blan­co, 2010; p. 44)

9. La hete­ro­se­xua­li­dad ubi­ca­da supues­ta­men­te en el rei­no de la bio­lo­gía, de las hor­mo­nas y de los genes, es decir como una ver­dad de la car­ne, sólo en secre­to es la hete­ro­se­xua­li­dad un valor y una nor­ma, una cues­tión de mora­li­dad y gus­to, de polí­ti­ca y poder (Katz, 2012, P. 64). Para Mac­Kin­non (1989; cita­da por Laqueur, 1990), ins­ti­tu­cio­na­li­za el domi­nio sexual del varón y la sumi­sión sexual de la mujer.

10. Lagar­de (2003) hace el seña­la­mien­to de que la mater­ni­dad englo­ba un con­jun­to de hechos de repro­duc­ción social y cul­tu­ral, por medio de los cua­les “las muje­res crean y cui­dan, gene­ran, revi­ta­li­zan, de mane­ra per­so­nal direc­ta y per­ma­nen­te duran­te toda la vida, a los otros” (p. 248).

11. El amor a prin­ci­pios del siglo XIX, seña­la Katz (2012), no esta­ba vin­cu­la­do con el deseo, por lo que“se exal­ta­ba el des­fo­gar las emo­cio­nes hete­ro­eró­ti­cas como una for­ma de incre­men­tar la capa­ci­dad repro­duc­ti­va, la inti­mi­dad fami­liar y la esta­bi­li­dad fami­liar” (p. 128).

12. Fou­cault (2005) hace todo un aná­li­sis de lo que han sido las socie­da­des dis­ci­pli­na­rias des­de fina­les del siglo XVIII has­ta el actual. Habla de las for­mas de poder y saber, así como los tipos de cono­ci­mien­to y los tipos de suje­tos de cono­ci­mien­to a los que hay que con­tro­lar para que no rom­pan el pac­to social.

13. Dicha nor­ma­ti­vi­dad no se ins­ta­la de una vez y para siem­pre, no es una con­di­ción está­ti­ca para el “cuer­po” sino un pro­ce­so median­te el cual las nor­mas regu­la­do­ras mate­ria­li­zan el “sexo” y logran tal mate­ria­li­za­ción en vir­tud de la reite­ra­ción for­za­da de esas nor­mas, las cua­les no son ente­ra­men­te aca­ta­da por el cuer­po (Butler, 2010).

14. Katz (2012) docu­men­ta amplia­men­te que la hete­ro­se­xua­li­dad, enten­di­da en los tér­mi­nos actua­les, sur­gió en las últi­mas déca­das del siglo XIX y jun­to con ella se dio la nor­ma­li­za­ción del ideal hete­ro­se­xual, en el cual las teo­rías de Sig­mund Freud desem­pe­ña­ron un papel influ­yen­te.

15. Hete­ro­nor­ma­ti­vi­dad enten­di­da como una urgen­cia impe­ri­ta de ser y pare­cer hete­ro­se­xual, por lo que se abo­ga en todo momen­to y a toda cos­ta por la pri­ma­cía de lo hete­ro­se­xual. La cul­tu­ra ha sido cóm­pli­ce en este pro­yec­to hete­ro­nor­ma­ti­vo (Fos­ter, 2001).

16. Este tra­ba­jo fue pre­sen­ta­do para la apro­ba­ción final del Diplo­ma­do Diver­si­dad Sexual impar­ti­do en el Pro­gra­ma Uni­ver­si­ta­rio de Estu­dios de Géne­ro en la UNAM, año 2012; a tra­vés de un per­for­man­ce. Esta es su apo­ya­tu­ra teó­ri­ca.