7. Programa de prevención de riesgo de cáncer cérvico-uterino (CaCu) para estudiantes universitarias1 Descargar este adjunto (7 - Alternativas en Psicología - 26.pdf)

Ma. Refugio Ríos Saldaña2, Ariadna Mendoza Figueroa

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM

La inci­den­cia y pre­va­len­cia del cán­cer cér­vi­co-ute­rino (CaCu) y la mor­ta­li­dad de muje­res por esta cau­sa requie­ren accio­nes diri­gi­das a la pre­ven­ción y con­trol de la enfer­me­dad, espe­cial­men­te en las jóve­nes, debi­do a que ade­más del ries­go para su salud, pue­den ver afec­ta­do su pro­yec­to de vida y ejer­ci­cio pro­fe­sio­nal. El obje­ti­vo de este tra­ba­jo es pro­po­ner un pro­gra­ma pre­ven­ti­vo que per­mi­ta con­cien­ti­zar y sen­si­bi­li­zar a las jóve­nes acer­ca de su salud, en espe­cial para el desa­rro­llo y adop­ción de con­duc­tas pre­ven­ti­vas res­pec­to del CaCu. En este estu­dio se pro­po­ne un taller de sie­te sesio­nes para abor­dar con­te­ni­dos teó­ri­cos y con­cep­tua­les, fac­to­res de ries­go y pro­tec­ción, inci­den­cia y pre­va­len­cia, y para favo­re­cer la toma de con­cien­cia en la adop­ción de com­por­ta­mien­tos pre­ven­ti­vos, así como un cie­rre del taller en el que se recu­pe­ren los apren­di­za­jes y se explo­re la posi­bi­li­dad de poner­los en prác­ti­ca.

Pala­bras cla­ve. CaCu, salud, con­duc­tas de ries­go y pro­tec­ción.

The inci­den­ce and pre­va­len­ce of cer­vi­cal can­cer (cc) and fema­le mor­ta­lity from this cau­se, requi­res the pro­po­se actions aimed at pre­ven­tion and con­trol, espe­cially in young women becau­se in addi­tion to put­ting health at risk, you can pro­ject affec­ted your view of life and prac­ti­ce. The aim of this paper is to pro­po­se a pre­ven­ti­ve pro­gram that rai­sed awa­re­ness and sen­si­ti­ze young peo­ple about their health and espe­cially to the deve­lop­ment an adop­tion of pre­ven­ti­ve beha­vior of cc. Seven ses­sions are rai­sed through the con­tent which addres­ses theo­re­ti­cal, con­cep­tual, risk and pro­tec­ti­ve fac­tors, inci­den­ce and pre­va­len­ce and pro­mo­tes awa­re­ness for the adop­tion of pre­ven­ti­ve beha­viors of cc. Is pro­po­sed clo­su­re of the shop whe­re the­re reco­ver lear­ning and explo­re the pos­si­bi­lity of put­ting into prac­ti­ce what they lear­ned.

Key­words. Cer­vi­cal can­cer, health, risk beha­viors and pro­tec­ti­ve.

En la mayor par­te de los paí­ses, el cán­cer es la segun­da cau­sa de defun­ción y más de la mitad de los casos se pre­sen­ta en la pobla­ción de los paí­ses en vías de desa­rro­llo. Cada año se diag­nos­ti­can cer­ca de 7 millo­nes de casos nue­vos de cán­cer y mue­ren apro­xi­ma­da­men­te 5 millo­nes de per­so­nas, en 1991 murie­ron 41,985 per­so­nas por esta cau­sa y en 1997 la cifra aumen­tó a 51,254 (Laz­cano, 2001).

El cán­cer en gene­ral y el cán­cer cér­vi­co ute­rino (CaCu) en par­ti­cu­lar es con­si­de­ra­do una enfer­me­dad cró­ni­ca (EC). Éstas son pro­ble­mas de salud que requie­ren un tra­ta­mien­to con­ti­nua­do duran­te un perio­do de años o dece­nios. Los enfer­mos cró­ni­cos nece­si­tan una aten­ción de salud deri­va­da de una pers­pec­ti­va lon­gi­tu­di­nal cen­tra­da en la pre­ven­ción (Bodenhei­mer T, Wag­ner EH, Grum­bach K, (2002) Los encar­ga­dos de la pres­ta­ción de ser­vi­cios de salud deben enfo­car la pre­ven­ción en dos ver­tien­tes: evi­tar la apa­ri­ción de EC y, en caso de pro­du­cir­se, evi­tar las com­pli­ca­cio­nes pre­de­ci­bles por medio de su tra­ta­mien­to y ges­tión ópti­mos. El auto­tra­ta­mien­to y la cola­bo­ra­ción son carac­te­rís­ti­cas fun­da­men­ta­les de este tipo de aten­ción (Von Korff m et al., 1997)

En las últi­mas déca­das, el CaCu ha aumen­ta­do su inci­den­cia has­ta ocu­par los pri­me­ros luga­res como cau­sa de muer­te. En Méxi­co la mor­ta­li­dad en el año 2000 por tumo­res malig­nos fue de 27,245 per­so­nas. El CaCu está ubi­ca­do en el ter­cer lugar como cau­sa de mor­ta­li­dad gene­ral (Rey­no­so y Selig­son, 2005).

Tipo de tumor maligno

Defun­cio­nes

Trá­quea, bron­quios y pul­món

6 225

Estó­ma­go

4 980

Cue­llo del úte­ro

4 604

Híga­do

4 169

Prós­ta­ta

3 835

Mama

3 432

(Cuadro Tomado de Reynoso y Seligson, 2005)

El aná­li­sis de las ten­den­cias actua­les indi­ca que, a menos que se tomen medi­das rigu­ro­sas de con­trol, se con­ver­ti­rá en la cau­sa prin­ci­pal de defun­ción en el Siglo XXI, con un volu­men de 300 millo­nes de casos nue­vos y 200 millo­nes de defun­cio­nes en un pla­zo de 25 años (Rome­ro, Grau, Gómez, Infan­te, Cha­cón, Asén, Llan­tá, Moli­na, Rodrí­guez y Grau, 2003).

Ante­rior­men­te el CaCu se mani­fes­ta­ba en muje­res adul­tas; sin embar­go, las esta­dís­ti­cas indi­can que se está mani­fes­tan­do en muje­res cada vez más jóve­nes, ocu­pan­do el segun­do lugar de inci­den­cia en las de 25 a 34 años.

El cán­cer es pro­duc­to de la inter­ac­ción de con­di­cio­nes gené­ti­cas, medioam­bien­ta­les y con­duc­tua­les. Sin embar­go, la mayo­ría de los fac­to­res de ries­go de con­traer cán­cer están aso­cia­dos a la con­duc­ta per­so­nal y al esti­lo de vida, que el indi­vi­duo desa­rro­lla y man­tie­ne. Bran­non y Feist (2000) men­cio­nan que dichos pató­ge­nos con­duc­tua­les son:

  • Taba­quis­mo
  • Die­ta inade­cua­da.
  • Con­su­mo de alcohol.
  • Fal­ta de acti­vi­dad físi­ca.
  • Expo­si­ción sin cui­da­dos a la luz ultra­vio­le­ta (la de los rayos del sol sobre­to­do).
  • Con­duc­ta sexual tem­pra­na, des­pro­te­gi­da, con múl­ti­ples pare­jas, sin higie­ne, emba­ra­zos tem­pra­nos.

El fac­tor de ries­go más común del (CaCu) es la expo­si­ción a cier­tas varie­da­des del Papi­llo­ma­vi­rus Humano (VPH). El VPH es una infec­ción de trans­mi­sión sexual (ITS) que en muchos casos es asin­to­má­ti­ca. Dada esta carac­te­rís­ti­ca del virus, pue­de trans­cu­rrir mucho tiem­po antes de que se detec­te (Muñoz y Bosch, 1997).

Otros fac­to­res de ries­go del (CaCu) son:

  • No hacer­se la prue­ba de detec­ción de CaCu perió­di­ca­men­te.
  • Comen­zar las rela­cio­nes sexua­les antes de los 20 años. (Tira­do, Mohar, López, Gar­cía, Fran­co y Bor­ges, 2005).
  • Tener pare­jas sexua­les múl­ti­ples (dos o más pare­jas), o tener con­tac­to sexual con alguien que ha teni­do pare­jas sexua­les múl­ti­ples.
  • La no uti­li­za­ción del con­dón.
  • Tener una his­to­ria fami­liar de CaCu
  • Con­traer el virus de inmu­no­de­fi­cien­cia huma­na (VIH), que debi­li­ta el sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co de la mujer hacién­do­la más vul­ne­ra­ble a la infec­ción por el HPV.
  • Fumar.
  • Esta­do socio-eco­nó­mi­co (las tasas de mor­ta­li­dad e inci­den­cia son más ele­va­das entre muje­res pobres ya que ellas no tie­nen acce­so a los ser­vi­cios de diag­nós­ti­co y tra­ta­mien­to).

De todos los cán­ce­res, el cer­vi­coute­rino es el que tie­ne mejo­res posi­bi­li­da­des de ser detec­ta­do, tra­ta­do y cura­do; con­tra­ria­men­te sigue sien­do la pri­me­ra cau­sa de muer­te en muje­res entre los 15 y 44 años, a pesar de con­tar con pro­gra­mas de detec­ción opor­tu­na de CaCu (Valen­zue­la y Miran­da, 2001).

Varios auto­res (Doo­ren­bos, 1982 y Bran­non y Feist, 2000) sub­ra­yan que los hábi­tos sexua­les que adop­ta la mujer a lo lar­go de su vida son de la mayor impor­tan­cia en el desa­rro­llo del car­ci­no­ma cer­vi­coute­rino.

Varia­bles

% casos

n = 215

Ante­ce­den­tes obs­té­tri­cos.

Núme­ro de par­tos

Cero

1 a 3

4 y más

 

 

6.1

24.4

69.5

Ante­ce­den­tes gine­co­ló­gi­cos.

Uso de anti­con­cep­ti­vos hor­mo­na­les

Pre­sen­cia de infec­ción vagi­nal en los últi­mos tres meses

 

4.6

67.30

Acti­vi­dad sexual

Ini­cio de la vida sexual acti­va, antes de los 20 años

 

80.8

Infec­ción por VPH

95.8

Tabla 1. Factores de riesgo analizados en mujeres mexicanas con cáncer cervicouterino. Instituto Nacional de Cancerología, México 2000 – 2001 (En: Tirado y cols, 2005).

El méto­do de detec­ción opor­tu­na para el CaCu es el Papa­ni­co­lao, lla­ma­do tam­bién cito­lo­gía vagi­nal, el cual eva­lúa las con­di­cio­nes de las célu­las cer­vi­ca­les y detec­ta algún cam­bio pre­can­ce­ro­so en las mis­mas (dis­pla­cia cer­vi­cal), así como infec­cio­nes o infla­ma­cio­nes (Ser­man, 2002). La fre­cuen­cia de rea­li­za­ción de esta prue­ba es una vez al año, aun­que si duran­te tres años con­se­cu­ti­vos los resul­ta­dos son nor­ma­les se pue­de rea­li­zar cada tres años. En Méxi­co, en los ser­vi­cios de salud públi­ca, la rea­li­za­ción del Papa­ni­co­lao es gra­tui­ta y cual­quier mujer tie­ne acce­so a ella.

La etio­lo­gía del CaCu es mul­ti­fac­to­rial. Bio­lo­gía y con­duc­ta actúan con­jun­ta­men­te, por ello, aun­que se han dado avan­ces muy impor­tan­tes en la cien­cia, la tec­no­lo­gía médi­ca y la far­ma­co­lo­gía, éstos debe­rían ir acom­pa­ña­dos de pro­ce­sos edu­ca­ti­vos pues cada vez es mayor la evi­den­cia del peso que tie­ne la con­duc­ta y los esta­dos psi­co­ló­gi­cos sobre la salud de las per­so­nas.

Lan­da (1999) afir­ma que el com­por­ta­mien­to: modu­la los efec­tos bio­ló­gi­cos de las cir­cuns­tan­cias ambien­ta­les, pro­du­ce cam­bios gra­dua­les en el esta­do del orga­nis­mo, es ins­tru­men­tal para detec­tar y aten­der una enfer­me­dad y poten­cia toda acción tera­péu­ti­ca. Por lo tan­to, la salud se cons­tru­ye o no, a tra­vés de los com­por­ta­mien­tos adop­ta­dos por un indi­vi­duo, es decir de su esti­lo de vida.

A la serie de com­por­ta­mien­tos, creen­cias, cono­ci­mien­tos y acti­tu­des que adop­ta una per­so­na hacia su pro­pia salud; el cual tam­bién está en fun­ción de cir­cuns­tan­cias exter­nas tales como: el tiem­po, el espa­cio y los recur­sos para acce­der a los pro­fe­sio­na­les de la salud se le cono­ce como esti­lo de vida (Jadue y Berríos, 1994).

Para Gil Roa­les (2003), exis­ten tres enfo­ques de esti­lo de vida. En el pri­me­ro de for­ma gené­ri­ca se con­cep­tua­li­za como una moral salu­da­ble que cae bajo la res­pon­sa­bi­li­dad del indi­vi­duo y la admi­nis­tra­ción públi­ca, inclu­ye cier­tos modos de vivir que lle­va­rá al indi­vi­duo a una mayor dura­ción de vida y un menor impac­to de cier­tas enfer­me­da­des gra­ves3.

El segun­do enfo­que, se cono­ce como: esti­lo de vida socia­li­za­do; en éste no sólo se hace refe­ren­cia a los hábi­tos per­so­na­les, sino tam­bién a la for­ma en que las socie­da­des orga­ni­zan el acce­so a la infor­ma­ción, a la cul­tu­ra y a la edu­ca­ción, y en este sen­ti­do se com­par­te la res­pon­sa­bi­li­dad del indi­vi­duo a los polí­ti­cos y legis­la­do­res. Des­de este enfo­que, el esti­lo de vida com­pren­de con­duc­tas rela­cio­na­das con la salud, y valo­res y acti­tu­des adop­ta­dos por los indi­vi­duos, en res­pues­ta a su ambien­te social y eco­nó­mi­co, por lo que se pre­ten­de cam­biar los esti­los de vida a tra­vés del cam­bio de las con­di­cio­nes de vida.

El ter­ce­ro, es el enfo­que prag­má­ti­co que afir­ma que en salud cier­tas for­mas de hacer, decir y pen­sar pare­cen ser mejo­res que otras, es decir, cier­tos patro­nes de com­por­ta­mien­to lle­va al indi­vi­duo a la pro­mo­ción de su salud o a la poten­cia­ción de ries­gos.

La carac­te­rís­ti­ca esen­cial de los tres enfo­ques pro­pues­tos por Gil Roa­les (2003), es la res­pon­sa­bi­li­dad del indi­vi­duo y las ins­ti­tu­cio­nes sobre la salud, pues la adop­ción o no, de un esti­lo de vida pro­mo­tor de la salud, está deter­mi­na­do por fac­to­res exóge­nos y endó­ge­nos. Estos últi­mos son aque­llas con­duc­tas sobre las que un indi­vi­duo tie­ne con­trol y que inclu­yen todas las accio­nes que afec­tan los ries­gos para la salud. Por lo ante­rior el men­cio­na­do autor, plan­tea que exis­ten esti­los de vida salu­da­bles y esti­los de vida no salu­da­bles.

Los esti­los de vida salu­da­bles ‑con­duc­tas o hábi­tos de salud o de inmu­nó­ge­nos con­duc­tua­les- son todo aque­llo que una per­so­na pue­de hacer, decir o pen­sar y ten­ga como resul­ta­do el desa­rro­llo de su salud y la pre­ven­ción de enfer­me­da­des. Los esti­los de vida no salu­da­bles ‑con­duc­tas de ries­go o pató­ge­nos con­duc­tua­les- hacen refe­ren­cia a todo aque­llo que un ser humano pue­da hacer, decir o pen­sar y cuyo resul­ta­do sea el debi­li­ta­mien­to de su esta­do de salud que como con­se­cuen­cia lo lle­ve a pade­cer algu­na enfer­me­dad. Es impor­tan­te acla­rar que las con­duc­tas de ries­go no cau­san nece­sa­ria­men­te una enfer­me­dad, sino que per­mi­ten pre­de­cir la pro­ba­bi­li­dad de que una per­so­na desa­rro­lle una enfer­me­dad o mue­ra a cau­sa de la mis­ma (Barra­dough, 1999a).

Los prin­ci­pa­les inmu­nó­ge­nos con­duc­tua­les son:

  • Dor­mir sie­te u ocho horas dia­rias.
  • Equi­li­brio die­té­ti­co, desa­yuno dia­rio.
  • No inge­rir ali­men­tos, nun­ca o casi nun­ca, entre comi­das.
  • Man­te­ner­se en el peso ade­cua­do  a la altu­ra.
  • No fumar.
  • No tomar alcohol o hacer­lo mode­ra­da­men­te.
  • Lle­var aca­bo una acti­vi­dad físi­ca regu­lar.

A la lis­ta ante­rior de inmu­nó­ge­nos con­duc­tua­les se han agre­ga­do las siguien­tes con­duc­tas:

  • Prác­ti­cas de segu­ri­dad y pro­tec­ción: uso de cin­tu­rón de segu­ri­dad, del con­dón, etc.
  • Par­ti­ci­pa­ción en pro­gra­mas pro­mo­cio­na­les y pre­ven­ti­vos.
  • Cum­pli­mien­to de las reco­men­da­cio­nes de los pro­fe­sio­na­les de la salud.
  • Uso de los recur­sos y ser­vi­cios sani­ta­rios de la comu­ni­dad. (Grau, 1998 y Beco­ña, 2004).

La prác­ti­ca de inmu­nó­ge­nos con­duc­tua­les está en fun­ción de fac­to­res emo­cio­na­les. Los esta­dos y nece­si­da­des emo­cio­na­les desem­pe­ñan un papel impor­tan­te en las prác­ti­cas de salud (Beco­ña, 2004).

Por otro lado entre los prin­ci­pa­les fac­to­res de ries­go o pató­ge­nos con­duc­tua­les se encuen­tran:

  • Taba­quis­mo
  • Alcoho­lis­mo
  • Prác­ti­cas sexua­les de ries­go
  • Horas de sue­ño defi­cien­tes
  • Esti­lo de ali­men­ta­ción inade­cua­do
  • Seden­ta­ris­mo
  • Ele­va­da expo­si­ción a con­ta­mi­nan­tes
  • Con­duc­ta tipo A

Es impor­tan­te pre­ci­sar que la con­duc­ta tam­bién impli­ca la cog­ni­ción. Por ello se afir­ma que en el cam­po de la salud los pen­sa­mien­tos y creen­cias son par­te fun­da­men­tal del pro­ce­so salud-enfer­me­dad; ade­más de ser deter­mi­nan­tes en la toma de deci­sio­nes para modi­fi­car esti­los de vida.

¿Por qué una per­so­na tie­ne un esti­lo de vida salu­da­ble o no? Un paso para con­tes­tar la pre­gun­ta es cono­cer cuál es su creen­cia res­pec­to a la salud y la enfer­me­dad. Las per­so­nas que ven la enfer­me­dad como el resul­ta­do de un esti­lo de vida no sano, par­ti­ci­pan de mane­ra acti­va en for­mas de vida que mejo­ran o man­tie­nen su salud; ade­más de que pien­san que la cura­ción de una enfer­me­dad impli­ca cam­bios en su esti­lo de vida. Aque­llas que creen que la enfer­me­dad sur­ge de impro­vi­so y vie­ne a robar­les su salud: mues­tran una acti­tud pasi­va, man­tie­nen un esti­lo de vida no salu­da­ble, acu­den úni­ca­men­te al doc­tor cuan­do se sien­ten enfer­mos y depo­si­tan toda la res­pon­sa­bi­li­dad de su cura­ción en el médi­co y las medi­ci­nas (espe­ran que éstas las curen de la enfer­me­dad fácil y rápi­da­men­te). 

Las creen­cias cons­ti­tu­yen una de las fuen­tes del cono­ci­mien­to, for­ma­do por la influen­cia del con­jun­to de de rela­cio­nes inter­per­so­na­les, den­tro de un deter­mi­na­do esce­na­rio socio­eco­nó­mi­co y polí­ti­co; el gra­do de con­vic­ción de las creen­cias radi­ca en su ori­gen, es decir, de dón­de o de quién pro­vie­ne la infor­ma­ción (Gon­zá­lez, 2002). Grau (1998) afir­ma que las creen­cias sobre la salud pasan de gene­ra­ción en gene­ra­ción, a tra­vés del fol­klo­re.

En 1950, sur­ge el Mode­lo de Creen­cias de la Salud (MCS) con la inten­ción de expli­car por qué las per­so­nas no par­ti­ci­pan en pro­gra­mas pre­ven­ti­vos de salud públi­ca. Este mode­lo eva­lúa creen­cias sobre accio­nes de pre­ven­ción, de detec­ción pre­coz y de con­duc­tas y roles de enfer­me­dad (Valen­zue­la y Miran­da, 2001).

El MCS con­ci­be al ser humano como un ser racio­nal que bus­ca maxi­mi­zar los bene­fi­cios y mini­mi­zar los ries­gos de su con­duc­ta. Supo­ne que las accio­nes pre­ven­ti­vas están en fun­ción de: la preo­cu­pa­ción que tie­nen las per­so­nas por evi­tar una enfer­me­dad y por la creen­cia de que exis­ten accio­nes de salud que pre­ven­drán la enfer­me­dad (Vera, Liva­cic, Fer­nán­dez y Obli­tas, 2005). Pos­tu­la que para que ocu­rra un cam­bio en la con­duc­ta de salud de una per­so­na, ésta debe­rá sen­tir­se ame­na­za­da por su patrón de com­por­ta­mien­to, creer que el cam­bio será bene­fi­cio­so y que ten­drá con­se­cuen­cias nega­ti­vas míni­mas; ade­más de sen­tir­se com­pe­ten­te para rea­li­zar la acción (Colla­zo, 1994. En: Vera y cols., 2005).

Los com­po­nen­tes de este mode­lo son:

  • La preo­cu­pa­ción gene­ral por la salud. Com­pues­ta por la creen­cia que tie­ne una per­so­na de que la reduc­ción de las ame­na­zas a la salud es algo impor­tan­te y posi­ti­vo.
  • La sus­cep­ti­bi­li­dad per­ci­bi­da. Es la per­cep­ción sub­je­ti­va de tener ries­go de enfer­mar­se. Este es el pri­mer paso para ini­ciar cual­quier acción pre­ven­ti­va, de detec­ción pre­coz o cura­ti­va.
  • La seve­ri­dad per­ci­bi­da. Creen­cia acer­ca de las con­se­cuen­cias de con­traer la enfer­me­dad. Inclu­ye, ade­más de las eva­lua­cio­nes médi­cas de la enfer­me­dad, las posi­bles con­se­cuen­cias socia­les de ésta, así como los efec­tos en la fami­lia, el tra­ba­jo o las rela­cio­nes socia­les.
  • Per­cep­ción de bene­fi­cios y barre­ras. Resul­ta­do de la com­pa­ra­ción entre los cos­tes y bene­fi­cios per­ci­bi­dos por rea­li­zar la con­duc­ta pre­ven­ti­va.
  • La per­cep­ción de auto­efi­ca­cia. Con­vic­ción indi­vi­dual de ser capaz de rea­li­zar una con­duc­ta y/o acción en for­ma exi­to­sa.

Otro aspec­to que com­ple­ta el MCS es la pre­sen­cia de estí­mu­los inter­nos o exter­nos que son cla­ves para actuar. Ejem­plo de cla­ve inter­na es el sín­to­ma de algu­na enfer­me­dad. Mien­tras que ejem­plos de cla­ves exter­nas son: una cam­pa­ña de pro­mo­ción de salud y pre­ven­ción de enfer­me­dad, y estar en con­tac­to con per­so­nas cer­ca­nas afec­ta­das por algu­na enfer­me­dad (Meda y otros, 2004).

En dife­ren­tes estu­dios lle­va­dos a cabo con estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios para iden­ti­fi­car las creen­cias que tie­nen res­pec­to a la salud (Arri­vi­lla­ga, Sala­zar y Correa, 2003 y Meda y otros, 2004), los resul­ta­dos indi­ca­ron que las pobla­cio­nes uni­ver­si­ta­rias tie­nen creen­cias pro­tec­to­ras y/o favo­ra­bles de salud y seña­lan que exis­ten dife­ren­cias por edad (se incre­men­tan las creen­cias al aumen­tar la edad), estra­to socio­eco­nó­mi­co (mayor pre­sen­cia de creen­cias favo­ra­bles a la salud en estu­dian­tes de estra­to medio, medio alto y alto) y géne­ro (las muje­res tie­nen más creen­cias favo­ra­bles res­pec­to a las prác­ti­cas salu­da­bles de: auto­cui­da­do y cui­da­do médi­co, acti­vi­dad físi­ca, die­ta, impor­tan­cia de las rela­cio­nes socia­les y del daño que oca­sio­na el uso de sus­tan­cias).

En el estu­dio de Arri­vi­lla­ga, Sala­zar y Correa (2003), se con­clu­ye ade­más que los jóve­nes, o bien, no se per­ci­ben en ries­go o se per­ci­ben como suje­tos invul­ne­ra­bles, lo que los lle­va a rea­li­zar con­duc­tas insa­nas que afec­tan la salud a mediano o lar­go pla­zo.

Es intere­san­te obser­var que aun­que los dos estu­dios des­cri­tos repor­tan que las jóve­nes uni­ver­si­ta­rias tie­nen creen­cias que favo­re­cen la salud, este dato resul­ta con­tra­dic­to­rio con la baja res­pues­ta que se tie­ne de par­te de las jóve­nes a los pro­gra­mas de detec­ción opor­tu­na de cán­cer (DOC). Recor­de­mos que el CaCu es el tipo de cán­cer que tie­ne mayo­res pro­ba­bi­li­da­des de ser detec­ta­do, tra­ta­do y cura­do y sin embar­go sigue sien­do la pri­me­ra cau­sa de muer­te en muje­res entre los 15 y 44 años, a pesar de con­tar con pro­gra­mas de detec­ción opor­tu­na. En el caso de nues­tro país se cuen­ta con un pro­gra­ma nacio­nal de detec­ción opor­tu­na de cán­cer cer­vi­cal des­de media­dos de los 80’s; sin embar­go el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Salud Públi­ca repor­ta un impac­to casi nulo en la dis­mi­nu­ción de la fre­cuen­cia de esta enfer­me­dad, seña­lán­do­se que lo ante­rior es debi­do a las barre­ras psi­co­ló­gi­cas y cul­tu­ra­les a las que se enfren­ta el pro­gra­ma (Laz­cano, 2001).

La intervención Psicológica en salud

La inter­ven­ción Psi­co­ló­gi­ca en salud ha sido divi­di­da en dos tipos que tie­nen el obje­ti­vo común de man­te­ner la salud y evi­tar la enfer­me­dad:

  • La inter­ven­ción en pro­mo­ción de la salud, que se diri­ge a la adqui­si­ción o al mejo­ra­mien­to de reper­to­rios salu­da­bles; mis­mos que se deter­mi­nan de mane­ra empí­ri­ca de acuer­do al resul­ta­do en el man­te­ni­mien­to de un buen esta­do de salud.
  • La inter­ven­ción que se enfo­ca en la pre­ven­ción de enfer­me­da­des median­te el cam­bio o eli­mi­na­ción de com­por­ta­mien­tos de ries­go (Gil, 2003).

Lan­da (1999), plan­tea que el psi­có­lo­go tie­ne tres tareas en el área de la pre­ven­ción:

  • La pre­ven­ción pri­ma­ria que se abo­ca a las prác­ti­cas coti­dia­nas de las per­so­nas, antes de que apa­rez­can ries­gos bio­ló­gi­cos. En esta las inter­ven­cio­nes están enfo­ca­das, al desa­rro­llo de esti­los de vida que reduz­can la vul­ne­ra­bi­li­dad bio­ló­gi­ca, a la pro­mo­ción de con­duc­tas de pro­tec­ción, a pro­mo­ver la adqui­si­ción de con­duc­tas que dis­mi­nu­yan las reac­cio­nes de estrés.
  • La pre­ven­ción secun­da­ria se enfo­ca a las con­duc­tas que impi­den el avan­ce de una pro­pen­sión a la pato­lo­gía o de una con­di­ción pato­ló­gi­ca ini­cial. En ésta se tra­ba­jan entre otros aspec­tos: que las per­so­nas conoz­can los indi­ca­do­res de ries­go, acu­dan con opor­tu­ni­dad a los ser­vi­cios de salud y la adhe­ren­cia tera­péu­ti­ca.
  • La pre­ven­ción ter­cia­ria. En ésta el obje­ti­vo es pre­ve­nir la cro­ni­ci­dad de cier­tas pato­lo­gías y el dete­rio­ro ace­le­ra­do del pacien­te. Los pro­gra­mas bus­can esta­ble­cer com­por­ta­mien­tos que faci­li­ten la recu­pe­ra­ción par­cial o total de fun­cio­nes per­di­das, así como a eli­mi­nar o paliar la inter­fe­ren­cia de cier­tos fac­to­res psi­co­ló­gi­cos (ansie­dad, estrés, temor, etc.) que incre­men­ten la reac­ción bio­ló­gi­ca.

Por lo ante­rior los pro­gra­mas de inter­ven­ción en gene­ral y en Méxi­co en par­ti­cu­lar, deben incluir la revi­sión de los esti­los de vida y las creen­cias para que los mis­mos ten­gan éxi­to.

Los estu­dian­tes de la FES Izta­ca­la se encuen­tran en un ran­go de edad de 18 a 24 años. Para que alcan­cen un ópti­mo desem­pe­ño aca­dé­mi­co y el logro de sus metas, se requie­re, ade­más de cono­ci­mien­tos y sabe­res pre­vios, que cuen­ten con salud.

En la inves­ti­ga­ción “Detec­ción de pató­ge­nos con­duc­tua­les como fac­tor de ries­go de enfer­me­da­des cró­ni­co dege­ne­ra­ti­vas en estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios de la FESI”, rea­li­za­da por el Gru­po de inves­ti­ga­ción de inter­ac­cio­nes socia­les: salud y edu­ca­ción, se estu­dió una mues­tra de 1383 estu­dian­tes muje­res de pri­mer ingre­so a la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la (FESI) UNAM de la gene­ra­ción 2004; cuya edad pro­me­dio fue de 18.25 años y una des­via­ción están­dar de 2.29, a quie­nes a su ingre­so a la facul­tad se les apli­có el Examen Médi­co Auto­ma­ti­za­do ela­bo­ra­do por la UNAM, del cual se reco­pi­la­ron los datos corres­pon­dien­tes a los fac­to­res de ries­go para el desa­rro­llo del CaCu y esti­lo de vida.

Los resul­ta­dos indi­ca­ron que el 15.52% de las alum­nas que repor­ta­ron NO tener cán­cer, mues­tran una con­di­ción de doble ries­go pues pre­sen­tan más de tres fac­to­res y/o con­duc­tas de ries­go para el desa­rro­llo del CaCu y un esti­lo de vida no salu­da­ble, pues pre­sen­tan más de tres pató­ge­nos con­duc­tua­les. Por su par­te el 16% de las alum­nas cuya res­pues­ta fue NO SÉ, pre­sen­tan la mis­ma con­di­ción de doble ries­go. Por lo que se con­clu­yó que aún cuan­do en la pobla­ción no se encon­tró espe­cí­fi­ca­men­te algún caso de CaCu, sí se encon­tra­ron alum­nas con fac­to­res de ries­go y pató­ge­nos con­duc­tua­les para dicha enfer­me­dad.

En vis­ta de lo ante­rior y de que la pobla­ción de estu­dian­tes muje­res de la FESI se encuen­tra en el ran­go de edad en la que por lo gene­ral: se ini­cia la vida sexual acti­va (en oca­sio­nes con varias pare­jas), se adquie­re el hábi­to de fumar, se tie­ne una die­ta inade­cua­da, etc., todos ellos fac­to­res de ries­go para CaCu y se inclu­ye en el ran­go de edad en el que este tipo de cán­cer es la pri­me­ra cau­sa de muer­te (15 a 44 años); se pro­po­ne como aten­ción pre­ven­ti­va un pro­gra­ma de inter­ven­ción que ten­drá la moda­li­dad didác­ti­ca de “taller” en tan­to que el tra­ba­jo que en él se pre­ten­de desa­rro­llar, esta­rá carac­te­ri­za­do por la cons­truc­ción, la reela­bo­ra­ción y socia­li­za­ción gru­pal y viven­cial de cono­ci­mien­tos y expe­rien­cias de cada par­ti­ci­pan­te.

La meto­do­lo­gía de este tipo de tra­ba­jo sub­ra­ya la par­ti­ci­pa­ción acti­va de cada inte­gran­te ‑a par­tir de su expe­rien­cia personal‑, la pro­mo­ción de la refle­xión crí­ti­ca sobre: las acti­tu­des, esti­los de vida, creen­cias y valo­res pro­pios (que como ya fue expues­to son muy impor­tan­tes en el pro­ce­so de salud-enfer­me­dad), y el acer­ca­mien­to a la infor­ma­ción y cono­ci­mien­tos bási­cos sobre el CaCu.

El taller esta­rá orga­ni­za­do en 7 sesio­nes de 3 hrs. cada una.

Mate­ria­les nece­sa­rios: un espa­cio amplio, ilu­mi­na­do y ven­ti­la­do; copias del los ins­tru­men­tos que se men­cio­nan, piza­rrón, gis, rota­fo­lio, hojas, plu­mi­nes, cañón y compu­tado­ra.

Taller: El CaCu y yo… sí YO   ¿?????????

OBJETIVO GENERAL:

Las par­ti­ci­pan­tes refle­xio­na­rán sobre su esta­do de salud en gene­ral y revi­sa­rán sus esti­los de vida, creen­cias y acti­tu­des res­pec­to a la salud

SESIONES TEMÁTICAS:

1. Pre­sen­ta­ción e Inte­gra­ción. En esta sesión se favo­re­ce la inte­gra­ción gru­pal, se revi­san los obje­ti­vos del taller, las expec­ta­ti­vas de las par­ti­ci­pan­tes y se esta­ble­cen las reglas gru­pa­les.

2. Revi­se­mos nues­tra salud. Se tra­ba­ja­rá una intro­duc­ción sobre los que entien­den por salud. Se apli­ca­rá el Diag­nós­ti­co para la medi­ción de ries­gos y enfer­me­da­des y se eva­lua­rá. Se dis­cu­ti­rá los resul­ta­dos obte­ni­dos.

3. “Mi vida es mi vida”. Se dis­cu­ti­rá el sig­ni­fi­ca­do para cada par­ti­ci­pan­te de la fra­se que da el títu­lo a la sesión. Se intro­du­ci­rá la noción de Esti­lo de vida y se habla­rá sobre­es­ti­los salu­da­bles y esti­los no salu­da­bles. Se revi­sa­rá el pro­pio y se aso­cia­rá con el diag­nós­ti­co rea­li­za­do en la pri­me­ra sesión.

4. Sexua­li­dad y liber­tad. Se revi­sa­rá lo que entien­den por liber­tad, sexua­li­dad y ero­tis­mo. Se revi­sa­rán sus prác­ti­cas sexua­les: elec­ción del com­pa­ñe­ro, deci­sión de tener prác­ti­cas sexua­les y con quién, cui­da­dos e higie­ne, pro­ble­mas (ITS/VPH: CaCu).

5. Lo que creo, lo que hago. Se apli­ca­rá el cues­tio­na­rio de Sig­ni­fi­ca­do y creen­cias en salud. Se revi­sa­rá en el gru­po para cono­cer las creen­cias indi­vi­dua­les en salud. Se dis­cu­ti­rán las con­se­cuen­cias de tener cada creen­cia.

6. De amo­res y des­amo­res ¿por quién?. Se revi­sa­rá lo que entien­den por amor y para quién. Se habla­rá del cui­da­do de sí como una for­ma de amor. Se habla­rá del pro­gra­ma de detec­ción opor­tu­na de CaCU y en que con­sis­te.

7. ¿Y aho­ra qué?. Esta será la sesión de cie­rre del taller. Se uti­li­za­rá de nue­vo el Diag­nós­ti­co para la medi­ción de ries­gos y enfer­me­da­des para ela­bo­rar un plan o estra­te­gia para resol­ver los pro­ble­mas de salud o los ries­gos encon­tra­dos.

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Notas

1. Tra­ba­jo rea­li­za­do con apo­yo de PAPIME: EN201604 y PE303011

2. Ads­cri­ta a la Divi­sión de Inves­ti­ga­ción y Pos­gra­do de la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la UNAM

3. En tal sen­ti­do gené­ri­co, se cir­cuns­cri­be el tra­ba­jo de la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (1981), la cual ha esta­ble­ci­do dos obje­ti­vos prin­ci­pa­les para las polí­ti­cas de salud has­ta el año 2000: 1) pro­mo­ver esti­los de vida que, indi­vi­dual y colec­ti­va­men­te y de for­ma coti­dia­na, estén diri­gi­dos a la salud y 2) pre­ve­nir las enfer­me­da­des que pue­dan ser evi­ta­das.