9. Selección de pareja y diferenciación: un estudio cualitativo Descargar este adjunto (9. Selección de pareja y diferenciación - un estudio cualitativo.pdf)

José de Jesús Vargas Flores, Edilberta Joselina Ibáñez Reyes y María Luisa Hernández Lira

Facultad de Estudios Superiores Iztacala
Universidad Nacional Autónoma de México

Resu­men

Exis­ten diver­sas teo­rías que expli­can la selec­ción de pare­ja; éstas van des­de aspec­tos de tipo intrap­sí­qui­co has­ta de tipo social y rela­cio­nal. Sin embar­go, nin­gu­na expli­ca todos los aspec­tos posi­bles que pue­dan dar una cuen­ta com­pren­si­va del fenó­meno. Una posi­bi­li­dad para abor­dar la selec­ción de pare­ja es el con­cep­to de dife­ren­cia­ción de Bowen (1978) que expli­ca la regu­la­ción emo­cio­nal que el suje­to esta­ble­ce entre su per­so­na y los demás. Des­de esta pers­pec­ti­va, la fina­li­dad de esta inves­ti­ga­ción fue lle­var a cabo un estu­dio cua­li­ta­ti­vo basa­do en entre­vis­tas a pro­fun­di­dad para ana­li­zar y des­cri­bir los nive­les de dife­ren­cia­ción tan­to de la fami­lia como de la pare­ja. Los resul­ta­dos que se encon­tra­ron fue­ron que todos los suje­tos entre­vis­ta­dos esta­ban muy fusio­na­dos con sus fami­lias y pare­jas. Se dis­cu­ten los resul­ta­dos con base al con­cep­to de dife­ren­cia­ción y sus impli­ca­cio­nes tan­to de tipo psi­co­ló­gi­co como social.

Pala­bras cla­ve: selec­ción de pare­ja, estu­dios cua­li­ta­ti­vos, dife­ren­cia­ción, fusión, des­co­ne­xión.

Abs­tract

The­re are dif­fe­rent theo­ries that try to explain the couple selec­tion. The­se theo­ries vary from aspects such as intrapsy­chic, social and rela­tio­nal. Howe­ver, the­re is not a sin­gle theory that explains all the pos­si­ble aspects, in a com­prehen­si­ve way, of the phe­no­me­non. One pos­si­bi­lity to approach the couple selec­tion is using the dif­fe­ren­tia­tion con­cept of Bowen (1978). It explains the emo­tio­nal regu­la­tion that the sub­ject esta­blishes bet­ween him and the other peo­ple. Using this pers­pec­ti­ve, the goal of this research is to make a qua­li­ta­ti­ve study based on pro­found inter­views to analy­ze and des­cri­be the dif­fe­ren­tia­tion levels in the family and in couple. The results sho­wed that all inter­vie­wed sub­jects were very fused with their fami­lies and couples. The results are dis­cus­sed using the dif­fe­ren­tia­tion con­cept as base with its social and psy­cho­lo­gi­cal impli­ca­tions.

Key­words: couple selec­tion, qua­li­ta­ti­ve stu­dies, dif­fe­ren­tia­tion, fusion, cut-off.

Introducción

Diver­sos estu­dios del com­por­ta­mien­to humano han seña­la­do que el indi­vi­duo no pue­de vivir solo o ais­la­do pues quie­nes lo inten­tan están des­ti­na­dos a desin­te­grar­se como seres huma­nos, por tan­to, se admi­te que la vida es una expe­rien­cia com­par­ti­da. Así, la fami­lia es con­si­de­ra­da la base de la socie­dad; a tra­vés del tiem­po, ha expe­ri­men­ta­do una serie de trans­for­ma­cio­nes las cua­les dan la pau­ta de que, como ins­ti­tu­ción, está en pie inde­pen­dien­te­men­te de que en la actua­li­dad su estruc­tu­ra no sea la mis­ma que hace miles de años.

El tér­mino fami­lia se des­pren­de del latín fami­lia, gru­po de sier­vos y escla­vos; a su vez, es un deri­va­do de famu­lus, sier­vo, escla­vo. La fami­lia, tie­ne su ori­gen en el esta­ble­ci­mien­to de una alian­za entre dos o más gru­pos de des­cen­den­cia por lo que es el gru­po social pri­ma­rio for­ma­do por indi­vi­duos uni­dos por lazos san­guí­neos, de afi­ni­dad o de matri­mo­nio, que inter­ac­túan y con­vi­ven en for­ma más o menos per­ma­nen­te y que, en gene­ral, com­par­ten fac­to­res bio­ló­gi­cos, psi­co­ló­gi­cos y socia­les.

Casi todas las acti­vi­da­des huma­nas se lle­var a cabo den­tro de la esfe­ra de lo social, de esta mane­ra, el núcleo fami­liar es indis­pen­sa­ble para el desa­rro­llo del ser humano ya que es ahí don­de se for­ja el indi­vi­duo y don­de cada uno de sus inte­gran­tes man­tie­ne dife­ren­cias que lo dis­tin­guen de los demás miem­bros de la fami­lia (Hamond y Ingolsby, 2003). Es en él don­de se satis­fa­cen las nece­si­da­des más ele­men­ta­les de los indi­vi­duos como comi­da, ves­ti­do y ali­men­to, ade­más de pro­di­gar amor, cari­ño, pro­tec­ción y pre­pa­rar a los hijos para la vida adul­ta al cola­bo­rar con su inte­gra­ción en la socie­dad. De modo que es en la fami­lia don­de se trans­cu­rre la vida del indi­vi­duo y se reci­ben la infor­ma­ción y estí­mu­los más deter­mi­nan­tes para su estruc­tu­ra­ción bio­ló­gi­ca y psi­co­ló­gi­ca, así como para su socia­li­za­ción.

Asi­mis­mo, es una ins­ti­tu­ción que influ­ye con valo­res y pau­tas de con­duc­ta que son pre­sen­ta­dos, espe­cial­men­te por los padres, quie­nes se van con­for­man­do como un mode­lo de vida para sus hijos, ense­ñan­do nor­mas, cos­tum­bres y valo­res que con­tri­bu­yan en la madu­rez y auto­no­mía de sus hijos (Estra­da, 1982) de modo que éstos son mode­los a seguir en lo que dicen y en lo que hacen. Por ello, en el pro­ce­so de desa­rro­llo de iden­ti­dad del indi­vi­duo son muy impor­tan­tes las figu­ras de la madre y del padre, al gra­do que se pue­den lle­gar a iden­ti­fi­car con ellos par­cial o total­men­te. En este sen­ti­do, la fami­lia pue­de con­si­de­rar­se como la mejor opción para vivir en aso­cia­ción ya que, en con­di­cio­nes ordi­na­rias, tie­ne la fun­ción más impor­tan­te en la for­ma­ción de la iden­ti­dad del indi­vi­duo (Mem­bri­llo y Rodrí­guez, 2008; Cobb, Lar­son y Watson, 2003).

La influen­cia de los padres en la selec­ción de pare­ja

En el siglo pasa­do, la socie­dad mexi­ca­na creía que los tér­mi­nos con­yu­ga­les y sus rela­cio­nes de pare­ja eran sinó­ni­mos de esta­bi­li­dad; los roles de espo­so y espo­sa eran cla­ros y los jóve­nes aspi­ra­ban a ser como sus padres, por ello, el obje­ti­vo de esta inves­ti­ga­ción es ana­li­zar cómo influ­ye la fami­lia de ori­gen en la dife­ren­cia­ción del indi­vi­duo para la selec­ción de pare­ja, la rela­ción de los padres como mode­lo de rela­ción de pare­ja, des­cri­bir cómo es la dife­ren­cia­ción del indi­vi­duo con rela­ción a la fami­lia de ori­gen, así como la capa­ci­dad de dife­ren­cia­ción del indi­vi­duo con rela­ción a la fami­lia nuclear.

La selec­ción de pare­ja con­yu­gal, muy al con­tra­rio de lo que el común­men­te se entien­de, no es sólo una deci­sión pro­mo­vi­da por los ele­men­tos de estí­mu­lo de orden físi­co y sen­so­rial de base endó­ge­na, sino por el exten­so cor­te­jo de noti­fi­ca­cio­nes entre las que el com­po­nen­te ins­tin­ti­vo no tie­ne una pre­va­len­cia exclu­si­va tal y como ocu­rre en el mun­do ani­mal (Mon­to­ya, 2000).

Al res­pec­to, exis­ten estu­dios que repor­tan la influen­cia de la mens­trua­ción (Gan­ges­tad y Cousins, 2001) o de los aspec­tos evo­lu­ti­vos (Geary, Vigil y Byrd-Cra­ven, 2004) y los cul­tu­ra­les (Hamond y Ingolsby, 2003; Wayn­forth, 2007) como fac­to­res deter­mi­nan­tes en la selec­ción de pare­ja; asi­mis­mo, se repor­ta que los esti­los de pare­ja de los padres tie­nen una fuer­te influen­cia en la selec­ción de pare­ja en los ado­les­cen­tes (Lacey, Reif­man, Scott, Harris y Fitz­pa­trick, 2004; Lazar y Gutt­man, 2004). Por otro lado, otros fac­to­res impor­tan­te pue­den ser los nive­les de ansie­dad (Wen­zel y Emer­son, 2009), la ansie­dad y el estrés (Koeh­ler y Chisholm, 2009; Wen­zel y Emer­son, 2009), así como la atrac­ción de las muje­res hacia el hom­bre pue­de ver­se influen­cia­do por las muje­res que rodean al hom­bre (Berecs­kei y Gyu­ris, 2010).

Para Rage (1997) men­cio­na que la mayo­ría de los indi­vi­duos com­par­ten una ima­gen de la pare­ja ideal; tie­nen ideas defi­ni­das sobre lo que están bus­can­do en ella, así como las cate­go­rías de per­so­nas que son ele­gi­bles o no. Para el autor, exis­ten dife­ren­tes tipos de atrac­ti­vos: para algu­nos será muy impor­tan­te el aspec­to físi­co; para otros, los ele­men­tos psi­co­ló­gi­cos (ter­nu­ra, inte­li­gen­cia, comu­ni­ca­ción, etcé­te­ra); otros más bus­ca­rán un nivel edu­ca­ti­vo y social alto y com­pa­ti­ble con el suyo y; final­men­te, habrá per­so­nas que se fijen en los valo­res mora­les y reli­gio­sos de las per­so­nas.

Por su par­te, Mon­to­ya (2000), en lo que res­pec­ta a la espe­cie huma­na, la selec­ción de pare­ja no es un hecho cir­cuns­tan­cial y aza­ro­so sino una deci­sión incons­cien­te pero sutil­men­te refle­xio­na­da, inde­pen­dien­te­men­te que se reali­ce con ele­men­tos insu­fi­cien­tes, par­cia­les, erró­neos o inten­cio­nal­men­te fal­sea­dos. Lo úni­co que de aza­ro­so y cir­cuns­tan­cial en ella es el pri­mer encuen­tro y, cuan­do ini­cia el con­tras­te de las con­di­cio­nes que se ofre­cen y que se exi­gen al otro miem­bro de la futu­ra pare­ja tras, no habrá nada que no se mida y pese con admi­ra­ble pre­ci­sión.

La teo­ría de la dife­ren­cia­ción

La teo­ría de Bowen (1979) sobre la dife­ren­cia­ción per­mi­te com­pren­der las encru­ci­ja­das de la inti­mi­dad de las pare­jas. Los seres huma­nos tene­mos nece­si­da­des de cone­xión emo­cio­nal y de indi­vi­dua­li­dad. Nece­si­ta­mos sen­tir que somos una enti­dad dife­ren­te que flui­rá a lo lar­go de la vida y que al mis­mo tiem­po per­te­ne­ce­mos a gru­pos, fami­lia­res y pare­jas y reque­ri­mos de otros. Una con­fu­sión habi­tual resi­de en con­fun­dir la indi­vi­dua­li­dad y la cone­xión emo­cio­nal como si fue­ran opues­tos, don­de la auto­no­mía es vivi­da como un aban­dono. La dife­ren­cia­ción per­te­ne­ce a un nivel lógi­co dis­tin­to que con­tie­ne a la indi­vi­dua­li­dad y a la cone­xión emo­cio­nal (Véa­se Figu­ra 1).

Figura 1. Esquema de diferenciación

Se tra­ta de una teo­ría del com­por­ta­mien­to humano que ve a la fami­lia como una uni­dad emo­cio­nal y uti­li­za ideas sobre sis­te­mas para des­cri­bir las com­ple­jas inter­ac­cio­nes den­tro de ella. La fami­lia afec­ta de mane­ra tan pro­fun­da los sen­ti­mien­tos y accio­nes de sus miem­bros que a menu­do pare­ce que la gen­te vive bajo la mis­ma “piel emo­cio­nal” de mane­ra que con­si­de­ra que la natu­ra­le­za de la fami­lia es que sus miem­bros están conec­ta­dos de mane­ra inten­sa. La gen­te bus­ca la aten­ción, la apro­ba­ción y el apo­yo de los demás y reac­cio­nan a las nece­si­da­des, expec­ta­ti­vas y tras­tor­nos de los otros. La conec­ti­vi­dad y reac­ti­vi­dad hacen que el fun­cio­na­mien­to de los miem­bros de la fami­lia sea inter­de­pen­dien­te por lo que un cam­bio en el fun­cio­na­mien­to de una per­so­na es segui­do de mane­ra pre­de­ci­ble por cam­bios recí­pro­cos en el fun­cio­na­mien­to de otros.

La inter­de­pen­den­cia emo­cio­nal evo­lu­cio­na para pro­mo­ver la cohe­sión y coope­ra­ción que las fami­lias requie­ren para pro­te­ger, abri­gar y ali­men­tar a sus miem­bros. Sin embar­go, cuan­do los miem­bros de una fami­lia se vuel­ven ansio­sos, ésta pue­de ele­var­se al trans­mi­tir­se infec­cio­sa­men­te entre ellos; al subir, la conec­ti­vi­dad emo­cio­nal de los miem­bros se sen­ti­rá abru­ma­da, ais­la­da, o fue­ra de con­trol. Estas son las per­so­nas que se adap­tan más para redu­cir la ten­sión en los demás, absor­bien­do, lite­ral­men­te, la ansie­dad del sis­te­ma en una inter­ac­ción recí­pro­ca y, por ende, es el miem­bro más vul­ne­ra­ble a pro­ble­mas como depre­sión, alcoho­lis­mo, adul­te­rio o enfer­me­dad.

Bowen (1978), plan­tea que en una rela­ción de pare­ja las per­so­nas poseen dis­tin­tos modos de dife­ren­cia­ción:

Los bajos nive­les de dife­ren­cia­ción se ven en suje­tos con una fal­ta de sí mis­mo pro­pio y desa­rro­lla­do; que tien­den a esta­ble­cer rela­cio­nes depen­dien­tes emo­cio­nal­men­te; con ansie­dad ante la dis­tan­cia o sepa­ra­ción; temor a la cer­ca­nía y; ambi­va­len­tes ante los víncu­los pro­fun­dos. Se deba­ten entre las nece­si­da­des de depen­den­cia para cons­truir un sí mis­mo des­de el otro, y el temor al aban­dono por un lado y la fusión y con­trol por el otro. Las rela­cio­nes de pare­ja esta­ble­ci­das serán ambi­va­len­tes, fusio­na­das y depen­dien­tes.

Las per­so­nas con un alto nivel de dife­ren­cia­ción podrán inte­grar sus nece­si­da­des de indi­vi­dua­li­za­ción y cone­xión emo­cio­nal. Podrán tener auto­no­mía y pro­fun­da cone­xión emo­cio­nal a par­tir de la inti­mi­dad don­de la aper­tu­ra del sí mis­mo esta­rá cen­tra­do en la posi­bi­li­dad de cono­cer­se a sí mis­mo en pre­sen­cia del otro, en un víncu­lo de con­fian­za y legi­ti­mi­dad. La auto­no­mía no será vivi­da como aban­dono y habrá movi­li­dad y fle­xi­bi­li­dad en los roles de con­ten­ción emo­cio­nal en el nivel recur­si­vo supe­rior a la dife­ren­cia­ción sin que estas carac­te­rís­ti­cas en sean per­ci­bi­das como nega­ti­vas. La rela­ción de pare­ja esta­rá basa­da en el cre­ci­mien­to del sí mis­mo y en la gene­ro­si­dad más que en la depen­den­cia y la equi­dad.

El autor plan­tea que el nivel de dife­ren­cia­ción de los indi­vi­duos está deter­mi­na­do por los pro­ce­sos de indi­vi­dua­ción en la fami­lia de ori­gen, es decir, el esti­lo de dife­ren­cia­ción se trans­mi­te fami­liar­men­te, plan­tean­do así, que las per­so­nas se empa­re­ja­rían en un mis­mo nivel de dife­ren­cia­ción.

A con­ti­nua­ción se des­cri­ben los con­cep­tos bási­cos de la teo­ría de Bowen.

Dife­ren­cia­ción del yo

Los fun­da­men­tos bási­cos de un yo son inna­tos, pero las rela­cio­nes fami­lia­res del indi­vi­duo duran­te su infan­cia y ado­les­cen­cia deter­mi­nan pri­mor­dial­men­te cuan­to yo desa­rro­lla. La fami­lia y otros gru­pos socia­les tie­nen un efec­to nota­ble en la mane­ra de pen­sar, sen­tir y actuar de las per­so­nas, aun cuan­do varía su sus­cep­ti­bi­li­dad a la mane­ra de pen­sar del gru­po, los cua­les tam­bién varían en la can­ti­dad de pre­sión que ejer­cen para lograr la con­for­mi­dad del gru­po. Estas dife­ren­cias entre indi­vi­duos y entre gru­pos refle­jan las dife­ren­cias en los nive­les de la dife­ren­cia­ción del yo de las per­so­nas: entre menos desa­rro­lla­do este el yo de una per­so­na mayor será el impac­to que los otros ten­gan en su fun­cio­na­mien­to y la per­so­na inten­ta­rá, en mayor medi­da, con­tro­lar, acti­va o pací­fi­ca­men­te, el fun­cio­na­mien­to de los otros. Una vez esta­ble­ci­do, el nivel del yo rara­men­te cam­bia a menos que la per­so­na haga una esfuer­zo, estruc­tu­ra­do y a lar­go pla­zo, para lograr­lo (Bowen, 1979).

Las per­so­nas con un yo poco dife­ren­cia­do depen­den tan­to de la acep­ta­ción y apro­ba­ción de los demás que ajus­tan rápi­da­men­te lo que pien­san, dicen y hacen para com­pla­cer­los. Una per­so­na con un yo mejor dife­ren­cia­do reco­no­ce su depen­den­cia rea­lis­ta de los demás, es capaz de per­ma­ne­cer con sufi­cien­te cal­ma y luci­dez de cara al con­flic­to, crí­ti­ca y recha­zo, para poder dis­tin­guir entre el pen­sa­mien­to basa­do en una cui­da­do­sa eva­lua­ción de los hechos y el pen­sa­mien­to nubla­do por la emo­ti­vi­dad. Los prin­ci­pios adqui­ri­dos a con­cien­cia ayu­dan a guiar la toma de deci­sio­nes sobre cues­tio­nes fami­lia­res y socia­les impor­tan­tes, hacién­do­lo menos sus­cep­ti­ble a los sen­ti­mien­tos pasa­je­ros lle­van­do a cabo elec­cio­nes bien pen­sa­das, y no una reac­ción a las pre­sio­nes. Pue­de actuar de mane­ra desin­te­re­sa­da, pero tenien­do el inte­rés del gru­po en men­te; al tener con­fian­za en su razo­na­mien­to, pue­de apo­yar las ideas de los demás sin ser un dis­cí­pu­lo o pue­de recha­zar­las sin pola­ri­zar las dife­ren­cias. Se defi­ne a sí mis­mo sin impo­ner­se y mane­ja la pre­sión para ceder sin ser inde­ci­so.

Fusión

Se defi­ne como la unión emo­cio­nal que desem­bo­ca en diver­sos tipos de depen­den­cia que exis­ten entre dos per­so­nas. Cuan­do los seres huma­nos nacen son depen­dien­tes; sin embar­go, con­for­me el niño va cre­cien­do, va adqui­rien­do habi­li­da­des que lo inde­pen­di­zan: comien­za a cami­nar, a hablar y pos­te­rior­men­te a desa­rro­llar habi­li­da­des de auto­cui­da­do has­ta lle­gar a la inde­pen­den­cia social y eco­nó­mi­ca en la adul­tez tem­pra­na.

Se espe­ra que la fami­lia y la socie­dad ense­ñen al niño a cubrir la mayor par­te de las nece­si­da­des tan­to físi­cas como emo­cio­na­les; le ense­ñan un con­jun­to de habi­li­da­des socia­les, aca­dé­mi­cas, labo­ra­les y una supues­ta inde­pen­den­cia entre la ado­les­cen­cia y la adul­tez. El con­jun­to de metas vita­les es una cons­truc­ción social que des­de la niñez se van intro­yec­tan­do en el infan­te, de tal mane­ra que al lle­gar a la ado­les­cen­cia, para ser adul­to, tie­ne la idea de que ha desa­rro­lla­do metas pro­pias que gene­ral­men­te no son sino la repe­ti­ción de la intro­yec­ción social que le impul­san a bus­car pare­ja para for­mar fami­lia y repro­du­cir­se, no sólo él sino a todo el sis­te­ma social (Bartle Haring, Gla­de, y Vira, 2005).

En el trans­cur­so del desa­rro­llo, cuan­do la fami­lia y la socie­dad no le ense­ñan al niño, y lue­go al ado­les­cen­te, a cubrir sus nece­si­da­des emo­cio­na­les, se tien­de a que­rer que los demás sean quie­nes lo hagan; es decir, comien­za una bús­que­da en los fami­lia­res, ami­gos, pare­ja y has­ta con los hijos, para que cubran la nece­si­dad de ser ama­do, que­ri­do, reco­no­ci­do y acom­pa­ña­do (Jen­kins, Buboltz Jr., Sch­wartz y John­son, 2005); ante esto, sur­ge un gran mie­do a la sepa­ra­ción, una de las prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas de la fusión. La pér­di­da se asu­me como algo terri­ble, tre­men­do e inso­por­ta­ble, se gene­ra una gran ansie­dad cró­ni­ca que ter­mi­na mani­fes­tán­do­se en las rela­cio­nes con los demás, mati­zán­do­las y regu­lán­do­las, lo que a su vez gene­ra más ansie­dad.

Las inves­ti­ga­cio­nes de Ains­worth, Blehar, Waters y Wall (1978) des­cri­ben el tipo de víncu­lo ansio­so en el cual se con­si­de­ra como motor de la fusión el hecho de que un suje­to desee, de for­ma neu­ró­ti­ca, estar siem­pre al lado de la per­so­na que con­si­de­ra como su sal­va­do­ra. Este tipo de niño siem­pre está al pen­dien­te de que su madre no se ale­jé de él por­que no tie­ne la segu­ri­dad de que cuan­do de la vuel­ta, ella per­ma­ne­ce­rá cer­ca; la madre es incon­sis­ten­te, inter­mi­ten­te y len­ta para res­pon­der a las nece­si­da­des de su hijo, oca­sio­nán­do­le difi­cul­tad para con­fiar en su apa­ri­ción sal­va­do­ra por­que en oca­sio­nes lo aban­do­na, mien­tras que en otras apa­re­ce en for­ma len­ta y no cubre, a satis­fac­ción, las nece­si­da­des físi­cas del niño.

Según Bowlby, los niños, y pos­te­rior­men­te adul­tos, que se crían con este tipo de víncu­los, esta­ble­cen rela­cio­nes de depen­den­cia emo­cio­nal; son inse­gu­ros, afe­rra­dos a sus rela­cio­nes y tien­den a tener mie­do a la sepa­ra­ción (Ains­worth, Blehar, Waters y Wall, 1978). Des­de el pun­to de vis­ta de la teo­ría de Bowen, este con­cep­to es seme­jan­te a la fusión, es decir, cuan­do una per­so­na se adhie­re a la otra de tal mane­ra que no exis­te una dife­ren­cia entre una y la otra; exis­ten pocas metas pro­pias por par­te del suje­to dado que la mayor par­te de su tiem­po lo ocu­pa en la bús­que­da de apre­cio, amor y reco­no­ci­mien­to tan­to social como fami­liar.

El suje­to lucha entre dos fuer­zas que son incom­pa­ti­bles. Por un lado, su indi­vi­dua­li­dad y por el otro la cohe­si­vi­dad o unión con el gru­po. Ambas son par­te inte­gral del indi­vi­duo, el cual nace en una socie­dad repre­sen­ta­da por la fami­lia, la cual ya tie­ne un con­jun­to de reglas, len­gua, tra­di­cio­nes, for­ma de abor­dar la reali­dad, etcé­te­ra. Debe asu­mir al ambien­te físi­co, fami­liar y social para poder desa­rro­llar­se de for­ma ade­cua­da. Sin embar­go, cuan­do la fami­lia no ha logra­do resol­ver la ansie­dad que gene­ra la sepa­ra­ción, enton­ces se tien­de a ense­ñar, en for­ma obse­si­va, la impor­tan­cia de la soli­da­ri­dad fami­liar, el apo­yo y el altruis­mo ante cual­quier pro­ble­ma que sur­ja; una fami­lia con un alto gra­do de fusión, exi­gen­te, deman­dan­te, per­fec­cio­nis­ta, es alta­men­te pro­ba­ble que gene­re a un niño igual­men­te con un alto gra­do de fusión (Var­gas e Ibá­ñez, 2009).

Des­co­ne­xión emo­cio­nal

El extre­mo con­tra­rio de la fusión es la des­co­ne­xión emo­cio­nal. A dife­ren­cia de la fusión, don­de el suje­to tie­ne pro­ble­mas con la sepa­ra­ción, en este caso, le cau­sa mucha ansie­dad la rela­ción con los seres ama­dos. La per­so­na des­co­nec­ta­da se sepa­ra emo­cio­nal­men­te, aun­que tam­bién físi­ca­men­te de la con­flic­ti­va rela­ción que tie­nen inten­tan­do esca­par de ella. Sin embar­go, lo úni­co que con­si­gue es sus­pen­der las rela­cio­nes que tie­ne con sus seres que­ri­dos y no ter­mi­nan por resol­ver dicha rela­ción en for­ma madu­ra (Var­gas e Ibá­ñez 2009).

La des­co­ne­xión emo­cio­nal des­cri­be cómo mane­jan las per­so­nas sus pro­ble­mas emo­cio­na­les sin resol­ver con padres, her­ma­nos y otros miem­bros de la fami­lia, redu­cien­do o cor­tan­do por com­ple­to el con­tac­to emo­cio­nal, el cual se pue­de redu­cir cuan­do las per­so­nas se van lejos de sus fami­lias y casi nun­ca los visi­tan, o cuan­do las per­so­nas se que­dan en con­tac­to físi­co pero evi­tan los temas deli­ca­dos. Las rela­cio­nes pue­den pere­cer estar mejor si se dis­tan­cian extre­ma­da­men­te para mejo­rar­las, pero los pro­ble­mas están laten­tes y sin resol­ver.

Es impor­tan­te men­cio­nar que las ten­sio­nes de las inter­ac­cio­nes de la fami­lia se redu­cen dis­tan­cián­do­se extre­ma­da­men­te, sin embar­go, arries­gan dar­le a sus nue­vas rela­cio­nes dema­sia­da impor­tan­cia. Por ejem­plo, entre más se dis­tan­cie un hom­bre de su fami­lia de ori­gen, más bus­ca­rá que su espo­sa, hijos y ami­gos satis­fa­gan sus nece­si­da­des. Bowen (1978), dice que las rela­cio­nes nue­vas común­men­te son fáci­les al prin­ci­pio, pero los patro­nes de los cua­les inten­tan esca­par, even­tual­men­te, se pre­sen­tan y gene­ran ten­sio­nes. Las per­so­nas que están extre­ma­da­men­te dis­tan­cia­das podrán inten­tar esta­bi­li­zar sus rela­cio­nes ínti­mas al crear fami­lias sus­ti­tu­tas con rela­cio­nes socia­les y de tra­ba­jo.

Para Bowen (1978), un ape­go sin resol­ver tie­ne que ver con la inma­du­rez tan­to de los padres como del hijo adul­to, pero las per­so­nas común­men­te se cul­pan de ellas mis­mas o a otros por los pro­ble­mas. Var­gas e Ibá­ñez (2009) men­cio­nan que este con­cep­to fue el últi­mo en ser desa­rro­llar por Bowen. Al res­pec­to seña­la:

“La des­co­ne­xión emo­cio­nal, se acor­dó que se le con­si­de­ra como un con­cep­to sepa­ra­do, ya que inclu­ye deta­lles que no se encuen­tran en otros con­cep­tos, y vie­nen con­cep­tos sepa­ra­dos para el pro­ce­so emo­cio­nal entre las gene­ra­cio­nes. El patrón de vida de la des­co­ne­xión está deter­mi­na­do por la for­ma en que la gen­te mane­ja sus víncu­los irre­suel­tos hacia sus padres. Toda la gen­te tie­ne algún gra­do de víncu­los irre­suel­tos hacia sus padres. A más bajo nivel de dife­ren­cia­ción, más inten­so es el víncu­lo irre­suel­to. El con­cep­to se tie­ne con la for­ma en que la gen­te se sepa­ra ella mis­ma de su pasa­do para comen­zar sus vidas en la pre­sen­te gene­ra­ción. Se pen­só mucho en la selec­ción de un tér­mino que des­cri­bie­ra mejor este pro­ce­so de sepa­ra­ción, ais­la­mien­to, reti­ro, hui­da o nega­ción de impor­tan­cia de la fami­lia paren­tal” (Bowen, 1978; p. 382).

La des­co­ne­xión emo­cio­nal no se crea o se sos­tie­ne por un indi­vi­duo sin­gu­lar, sino que más bien son al menos dos indi­vi­duos en inter­re­la­ción, al menos, uno de los padres y un hijo para que se dé; es inte­gral­men­te el resul­ta­do de pro­ce­so del trián­gu­lo padre-hijo, al igual que de la inma­du­rez emo­cio­nal que resi­de en los padres y en la rela­ción con sus pro­pios padres. En resu­men, la des­co­ne­xión tie­ne sus raí­ces en el pro­ce­so emo­cio­nal de la fami­lia como una uni­dad inter­ge­ne­ra­cio­nal. El que un hijo lle­gue a tener un yo sepa­ra­do de sus padres y de los demás, depen­de de la for­ma en que el trián­gu­lo padre–hijos se desa­rro­lla (Mur­dock y Gore 2004).

Es impor­tan­te des­cri­bir la mane­ra en que las per­so­nas selec­cio­nan a su pare­ja y cómo debe de ser enten­di­da la selec­ción ante la influen­cia y el sig­ni­fi­ca­do que tie­ne la fami­lia de ori­gen hacia ellos. Asi­mis­mo, como es su capa­ci­dad de dife­ren­cia­ción del indi­vi­duo cuan­do ini­cia su vida en pare­ja.

En este sen­ti­do el obje­ti­vo del pre­sen­te tra­ba­jo con­sis­tió en ana­li­zar la selec­ción de pare­ja en rela­ción con el gra­do en que una per­so­na se va dife­ren­cian­do emo­cio­nal­men­te de la fami­lia de ori­gen.

Objetivo

El obje­ti­vo del pre­sen­te tra­ba­jo fue des­cri­bir cómo influ­ye la fami­lia de ori­gen, en la dife­ren­cia­ción del indi­vi­duo para la selec­ción de pare­ja.

Método

Par­ti­ci­pan­tes

Par­ti­ci­pa­ron en este estu­dio, seis adul­tos hete­ro­se­xua­les que se encuen­tran en unión con­yu­gal, de entre los 22 y 39 años de edad, tres varo­nes y tres muje­res, con cla­se baja y media. Todos los par­ti­ci­pan­tes radi­can en el Esta­do de Méxi­co, por lo que se pudo esta­ble­cer con­tac­to con ello en los hoga­res que habi­tan actual­men­te. Los par­ti­ci­pan­tes con­ta­ban con los siguien­tes datos (Véa­se Tabla 1):

Tabla 1. Datos generales de los participantes.

Pare­ja

Par­ti­ci­pan­te

Edad

Géne­ro

Estu­dios

Ocu­pa­ción

Pare­ja 1

Par­ti­ci­pan­te 1

25 años

Mas­cu­lino

Nivel medio supe­rior

Ven­de­dor ambu­lan­te

Par­ti­ci­pan­te 2

22 años

Feme­nino

Carre­ra en Psi­co­lo­gía trun­ca

Ven­de­dor ambu­lan­te

Pare­ja 2

Par­ti­ci­pan­te 3

26 años

Mas­cu­lino

Nivel medio supe­rior

Téc­ni­co en compu­tación

Par­ti­ci­pan­te 4

27 años

Feme­nino

Nivel medio supe­rior trun­co

Hogar

Pare­ja 3

Par­ti­ci­pan­te 5

39 años

Mas­cu­lino

Licen­cia­tu­ra

Abo­ga­do

Par­ti­ci­pan­te 6

39 años

Feme­nino

Licen­cia­tu­ra

Abo­ga­da

Mate­ria­les

Para la rea­li­za­ción de las entre­vis­tas se uti­li­zó un audio gra­ba­do­ra de voz.

Ins­tru­men­tos

Se rea­li­za­ron entre­vis­tas en pro­fun­di­dad, por lo que se empleó una guía de tópi­cos dise­ña­da para la pre­sen­te inves­ti­ga­ción, los aspec­tos abor­da­dos por esta fue­ron los siguien­tes:

  • Lugar de naci­mien­to y cono­ci­mien­to en torno a los pri­me­ros años de vida.
  • Nivel aca­dé­mi­co.
  • Recuer­dos de hechos sig­ni­fi­ca­ti­vos de la infan­cia.
  • Recuer­dos sig­ni­fi­ca­ti­vos del padre.
  • Recuer­dos sig­ni­fi­ca­ti­vos de la madre.
  • Recuer­dos sig­ni­fi­ca­ti­vos de her­ma­nos.
  • Acon­te­ci­mien­tos sig­ni­fi­ca­ti­vos en la vida per­so­nal y fami­liar.
  • Rela­ción con amis­ta­des sig­ni­fi­ca­ti­vas.
  • Ami­gos y pasa­tiem­pos en la infan­cia.
  • Carac­te­rís­ti­cas de la edu­ca­ción for­mal duran­te la infan­cia.
  • Par­ti­ci­pa­ción en acti­vi­da­des reli­gio­sas duran­te la infan­cia.
  • Roles de los miem­bros de la fami­lia
  • Cam­bios per­so­na­les sig­ni­fi­ca­ti­vos entre la infan­cia y la épo­ca actual.

Fami­lia

  • Per­so­nas que inte­gran la fami­lia.
  • Rela­ción con la madre.
  • Rela­ción con el padre.
  • Núme­ro de her­ma­nos, eda­des y rela­ción con cada uno de ellos o ellas.
  • Carac­te­rís­ti­cas e inter­ac­cio­nes con la fami­lia exten­sa.
  • Ocu­pa­ción y nivel edu­ca­ti­vo de padres y her­ma­nos.
  • Res­pues­ta de padres y her­ma­nos ante             su rela­ción de pare­ja.
  • Si la con­for­ma­ción de la pare­ja ha modi­fi­ca­do los lazos con la fami­lia de ori­gen.
  • Difi­cul­ta­des fami­lia­res aso­cia­das con la rela­ción de pare­ja.
  • Per­cep­ción de apo­yo por par­te de la fami­lia.
  • Par­ti­ci­pa­ción de la fami­lia exten­sa o sis­te­mas exter­nos.
  • Cam­bios en las inter­ac­cio­nes fami­lia­res como con­se­cuen­cia de la rela­ción de pare­ja.
  • Si la rela­ción de pare­ja ha gene­ra­do des­acuer­dos entre padres y/o entre her­ma­nos.

Rela­ción de pare­ja

  • Cómo ini­cio la rela­ción de pare­ja
  • Cri­te­rios en los que se basó para la selec­ción de pare­ja.
  • Cómo influ­yó la fami­lia de ori­gen en la selec­ción de pare­ja.
  • Simi­li­tu­des con la pare­ja.
  • Núme­ro de hijos que deci­die­ron tener.
  • Orga­ni­za­ción fami­liar.
  • Rela­ción con la pare­ja antes y des­pués de con­for­mar­se.
  • Rela­ción de pare­ja con res­pec­to a los roles en el hogar.
  • Solu­ción de con­flic­tos en la rela­ción.
  • Apo­yo hacia la pare­ja.

Esce­na­rio

Las entre­vis­tas fue­ron rea­li­za­das en tres hoga­res en el muni­ci­pio de Tul­titlan, Esta­do de Méxi­co. Los hoga­res brin­da­ron espa­cios lo sufi­cien­te­men­te ade­cua­dos para que se pudie­ran rea­li­zar las entre­vis­tas a cada uno de los miem­bros de la pare­ja por sepa­ra­do, estos con­ta­ban con ilu­mi­na­ción, ven­ti­la­ción y lim­pie­za, en el que se pudo rea­li­zar la entre­vis­ta en pri­va­ci­dad y sin con­tra­tiem­pos.

Pro­ce­di­mien­to

Se soli­ci­tó de mane­ra escri­ta la par­ti­ci­pa­ción al pro­yec­to de inves­ti­ga­ción y les fue­ron expli­ca­dos los obje­ti­vos del pro­yec­to. Habien­do acce­di­do los par­ti­ci­pan­tes, se pro­ce­dió al ingre­so al cam­po, que con­sis­tió en entre­vis­tar a cada miem­bro de las pare­jas de for­ma indi­vi­dual, con la fina­li­dad de que sus res­pues­tas no fue­ran influen­cia­das por el otro inte­gran­te de la pare­ja, asi­mis­mo, para que no se limi­ta­ran en su res­pues­ta.

Final­men­te, se expli­ca­ron los obje­ti­vos y las carac­te­rís­ti­cas de la entre­vis­ta, acla­ran­do los temas abor­da­dos por ella y que serían audio gra­ba­das con la fina­li­dad de ana­li­zar los datos. Asi­mis­mo, se garan­ti­zó la con­fi­den­cia­li­dad y el res­pe­to por la infor­ma­ción pro­por­cio­na­da.

Lue­go de que los par­ti­ci­pan­tes acce­die­ron, se lle­vó a cabo la entre­vis­ta, que en pro­me­dio duró una hora para cada par­ti­ci­pan­te. Una vez rea­li­za­das, fue­ron trans­cri­tas ínte­gra­men­te, para lue­go ser ana­li­za­das, orga­ni­za­das y codi­fi­ca­das median­te el pro­gra­ma compu­tacio­nal Atlas Ti 5.2.

Aná­li­sis de datos

Como ya se men­cio­nó, las entre­vis­tas fue­ron audio gra­ba­das, para pos­te­rior­men­te trans­cri­bir­se a la paque­te­ría de soft­wa­re Word. Una vez trans­cri­tas las entre­vis­tas, el archi­vo fue cam­bia­do a for­ma­to de solo tex­to (.txt), a fin de ser ana­li­za­do en el pro­gra­ma de cómpu­to para aná­li­sis Atlas Ti 5.2.

Dicho pro­gra­ma, per­mi­te selec­cio­nar una ora­ción (ren­glón o párra­fo) y asig­nar­le un códi­go, deno­mi­na­do en el pro­gra­ma como nodo. Dichos nodos, son pala­bras o un con­jun­to peque­ño de pala­bras, a los cua­les se les asig­na un nom­bre que pue­da des­cri­bir pos­te­rior­men­te el con­cep­to de la ora­ción selec­cio­na­da. Una vez codi­fi­ca­das todas las ora­cio­nes de las entre­vis­tas, se pro­ce­de a gene­rar cate­go­rías o fami­lias alre­de­dor de las cua­les se agru­pa­ron los nodos. Estas des­cri­ben una tota­li­dad de con­cep­tos e inclu­yen las apor­ta­cio­nes de infor­ma­ción de los par­ti­ci­pan­tes.

Pos­te­rior­men­te, las pare­jas fue­ron ana­li­za­das, a fin de gene­rar una visión inte­gra­ti­va del fenó­meno, reto­man­do los comen­ta­rios de los par­ti­ci­pan­tes y orga­ni­zán­do­los de acuer­do al aná­li­sis que aquí se plan­tea.

Resultados

Pare­ja 1

La pri­me­ra pare­ja está cons­ti­tui­da por Alex y Kar­la. La Figu­ra 2 mues­tra el fami­lio­gra­ma de Alex de 26 años y Kar­la quie­nes tie­nen un hijo de 2 meses. Alex, es ori­gi­na­rio del Dis­tri­to Fede­ral, posee un nivel socio­eco­nó­mi­co bajo y con­clu­yó sus estu­dios has­ta el nivel medio supe­rior. Ante­rior­men­te tra­ba­ja­ba en la Com­pa­ñía de Luz y Fuer­za, pero debi­do a su extin­ción actual­men­te se ve obli­ga­do a tra­ba­jar como ven­de­dor ambu­lan­te.

Su fami­lia de ori­gen se con­for­mó por la madre, una tía y tres medios her­ma­nos; es el her­mano mayor, segui­do por su her­mano Héc­tor de 23 años y su her­mano menor Luis, quien falle­ció cuan­do tenía un año de edad. La Sra. Lupe, madre de Alex, nun­ca se casó, pero vivió en unión libre con el padre de Luis. Ella se encar­ga de la manu­ten­ción del hogar, tra­ba­jan­do como emplea­da. Su tía Veró­ni­ca, her­ma­na mayor de su madre, es sol­te­ra, por tal razón vivió con ellos.

Figura 2. Familiograma de Alex.

La madre de Alex, al ente­rar­se que esta­ba emba­ra­za­da, fue aban­do­na­da al comu­ni­car la noti­cia al padre. Debi­do a ello, Alex no con­vi­vie­ron y en la actua­li­dad no tie­ne cono­ci­mien­to de él. Su her­mano Héc­tor pasa por la mis­ma situa­ción, quien es hijo de otra rela­ción de pare­ja de su madre y no cono­ce a su padre. Res­pec­to a la rela­ción con Héc­tor, Alex mani­fies­ta que entre ellos siem­pre ha sido dis­tan­te, pues con­si­de­ra que no com­par­ten los mis­mos intere­ses.

Kar­la tie­ne 22 años de edad, ori­gi­na­ria de Tul­titlan, Esta­do de Méxi­co, tie­ne un nivel socio­eco­nó­mi­co medio, estu­dian­te de psi­co­lo­gía, pero debi­do a su emba­ra­zo trun­có sus estu­dios tem­po­ral­men­te, en la actua­li­dad tra­ba­ja de ven­de­do­ra ambu­lan­te para man­te­ner a su hijo.

Su fami­lia de ori­gen se con­for­ma por el padre, la madre y tres hijos; Alan de 27 años es el her­mano mayor, segui­do de José de 25 y, final­men­te Kar­la. Cabe men­cio­nar que en el últi­mo año en el que vivió con su fami­lia de ori­gen, su padre se fue de la casa y su her­mano Alan se casó, lo que pro­vo­có que su madre y su her­mano José sin­tie­ran cora­je y se unie­ran en coa­li­ción en con­tra de Alan, su padre y Kar­la; en la actua­li­dad ella man­tie­ne una rela­ción cer­ca­na con Alan y su padre, debi­do al apo­yo que ambos le han brin­da­do a par­tir de su emba­ra­zo; dicha alian­za se debe a una coa­li­ción fami­liar ante los cons­tan­tes con­flic­tos con su madre y su her­mano José.

La rela­ción de Kar­la con su madre y con José en el últi­mo año ha sido con­flic­ti­va por su emba­ra­zo, pues cuan­do se ente­ró y comu­ni­có a José, él la gol­peó y corrió de la casa, moti­vo por el cual tuvo que irse a vivir con su padre. Aho­ra bien, a pesar de las coa­li­cio­nes fami­lia­res actua­les, Kar­la men­cio­na que la rela­ción entre todos los miem­bros de su fami­lia de ori­gen, siem­pre había sido dis­tan­te y de poca comu­ni­ca­ción ya que sus padres dis­cu­tían y se sepa­ra­ban cons­tan­te­men­te; de igual for­ma, con­si­de­ra que en su hogar exis­tían com­por­ta­mien­tos machis­tas, por lo tan­to, des­igual­dad, de modo que no exis­tía tole­ran­cia por par­te de sus padres hacia ella (Véa­se Figu­ra 3).

Figura 3. Familiograma de Karla.

Pare­ja 2

Vicen­te tie­ne 26 años de edad, es ori­gi­na­rio del Dis­tri­to Fede­ral, posee un nivel socio­eco­nó­mi­co medio, ter­mi­nó sus estu­dios has­ta el nivel medio supe­rior y tie­ne un cer­ti­fi­ca­do de estu­dios como téc­ni­co en sis­te­mas compu­tacio­na­les; actual­men­te tra­ba­ja como ins­ta­la­dor de sis­te­mas de segu­ri­dad para una empre­sa pri­va­da.

Su fami­lia de ori­gen se con­for­mó por su abue­la mater­na María, su tía Tere, que es her­ma­na menor de su madre, su madre, la Sra. Irma y un her­ma­nos, Car­los de 33 años. Sus padres actual­men­te per­ma­ne­ces casa­dos, pero por pro­ble­mas de infi­de­li­dad se sepa­ra­ron antes de que Vicen­te nacie­ra, por tal razón nun­ca vivió ni con­vi­vió con él has­ta que cum­plió la mayo­ría de edad, lo ante­rior se debió a que duran­te el pro­ce­so de sepa­ra­ción entre sus padres, su madre deci­dió man­te­ner dis­tan­cia con el padre.

A par­tir de la sepa­ra­ción, la Sra. Irma se vuel­ve de carác­ter duro y agre­si­vo hacia su hijo mayor, en con­se­cuen­cia, Vicen­te con­si­de­ra que su her­mano se vuel­ve de carác­ter serio, poco expre­si­vo e indi­fe­ren­te hacia los demás miem­bros de la fami­lia. Por otra par­te, al no tener el apo­yo eco­nó­mi­co de su espo­so, la madre se vio obli­ga­da a tra­ba­jar para man­te­ner a la fami­lia, por lo que su her­mano y él que­da­ron bajo los cui­da­dos de su abue­la y tía; Vicen­te comen­ta que reci­bie­ron por par­te de ellas una edu­ca­ción estric­ta, tra­di­cio­na­lis­ta y con­ser­va­do­ra, por la que está agra­de­ci­do ya que valo­ra la unión y el res­pe­to fami­liar; asi­mis­mo, al ser edu­ca­do por muje­res sin­tien­te un pro­fun­do res­pe­to por el géne­ro feme­nino, lo cual pue­de obser­var­se grá­fi­ca­men­te en la Figu­ra 4.

Figu­ra 4. Fami­lio­gra­ma de Vicen­te.

Eva tie­ne 27 años de edad, es ori­gi­na­ria del esta­do de Oaxa­ca, pero cre­ció en el Dis­tri­to Fede­ral, tie­ne un nivel socio­eco­nó­mi­co bajo, trun­có sus estu­dios de pre­pa­ra­to­ria abier­ta debi­do a un emba­ra­zo no pla­nea­do y en la actua­li­dad es ama de casa.

Des­de peque­ña tuvo cono­ci­mien­to de que era hija adop­ti­va, debi­do a que sus her­ma­nas­tros se lo comu­ni­ca­ron y la dis­cri­mi­na­ban por el hecho de que su madre bio­ló­gi­ca supues­ta­men­te era sexo ser­vi­do­ra. Sin embar­go, a pesar de los mal­tra­tos y los des­pre­cios que sufría por par­te de su fami­lia de crian­za, siem­pre los ha apo­ya­do en situa­cio­nes difí­ci­les.

La madre adop­ti­va murió cuan­do tenía 11 años de edad, por tal moti­vo que­do bajo la tute­la de su padre adop­ti­vo y al cui­da­do de sus her­ma­nas­tros. Des­de enton­ces con­si­de­ra que prác­ti­ca­men­te se crió sola, pues ellos no la apo­ya­ban, así que tuvo que tra­ba­jar des­de muy joven para poder sub­sis­tir; rela­ta que se crió en una ambien­te machis­ta y de vio­len­cia intra­fa­mi­liar, con­si­de­ran­do así, que tan­to sus her­ma­nas­tros como su padre adop­ti­vo son per­so­nas sin valo­res.

Un aspec­to sig­ni­fi­ca­ti­vo en la vida de Eva fue que, debi­do al ambien­te en don­de se des­en­vol­vía y la bús­que­da de afec­to, tuvo muchas pare­jas sexua­les; pien­sa que a pesar del abu­so sexual que sufrió de niña, esto no le oca­sio­nó algún tras­torno gra­ve, comen­zan­do su vida sexual acti­va con con­sen­ti­mien­to a los 11 años con otro miem­bro lejano de la fami­lia. Cuen­ta que duran­te su ado­les­cen­cia, tuvo por lo menos 30 pare­jas sexua­les y que muchos de los hom­bre con quien tuvo sexo no los cono­cía o man­tu­vo una rela­ción afec­ti­va a lar­go pla­zo, con­si­de­ra que esto lo hacía para lle­nar un vacío que sen­tía sobre su per­so­na ya que no nun­ca bus­ca­ba una rela­ción seria con ellos, sim­ple­men­te pasar el rato.

Esta situa­ción duró has­ta que cono­ció a Oscar, padre de su pri­mer hijo, con quien tuvo una rela­ción con­flic­ti­va de varios años. Por pri­me­ra vez con­si­de­ra que era fiel a una rela­ción ya que pien­sa que fue el pri­mer hom­bre al que qui­so; sin embar­go, des­cu­brió que Oscar le era infiel y en con­se­cuen­cia, ante la des­ilu­sión, deci­dió sepa­rar­se defi­ni­ti­va­men­te de él, aun cuan­do no sabía que esta­ba emba­ra­za­da y al ente­ra­se de ello, deci­dió tener a su bebé sola y no comu­ni­cár­se­lo a Oscar (Véa­se Figu­ra 5).

Figura 5. Familiograma de Eva.

Pare­ja 3

Ismael es un señor de 39 años de edad, ori­gi­na­rio del Dis­tri­to Fede­ral, tie­ne un nivel socio­eco­nó­mi­co medio, obtu­vo una licen­cia­tu­ra en dere­cho penal y es cre­yen­te cató­li­co. En la actua­li­dad tra­ba­ja en el muni­ci­pio de Tlal­ne­pantla, Esta­do de Méxi­co como ser­vi­dor públi­co en el área de admi­nis­tra­ción.

La fami­lia de ori­gen de Ismael se inte­gró por el padre, la madre y tres her­ma­nas, de los cua­les, Ismael es el menor y el úni­co varón; su her­ma­na mayor, Vicky, tie­ne 45 años, segui­da de su her­ma­na Denis de 43 y Móni­ca de 41 años. Los padres de Ismael se sepa­ra­ron cuan­do él tenía 7 años de edad; dicha deci­sión fue toma­da por su madre debi­do a la vio­len­cia intra­fa­mi­liar infrin­gi­da por su padre, quien pade­cía de alcoho­lis­mo. Ismael comen­ta que la rela­ción de pare­ja entre sus padres pese al alcoho­lis­mo, siem­pre fue mala, ya que él fue un hom­bre machis­ta, por lo que cons­tan­te­men­te los agre­día físi­ca y ver­bal­men­te.

La fami­lia nuclear de Ismael está com­pues­ta por Nora, su pare­ja y sus hijas­tros Erik de 11 años y Nancy de 9 años. Cuan­do Ismael cono­ció a Nora en su tra­ba­jo, aún vivía con su espo­so, por lo que ini­cial­men­te su tra­to era sólo labo­ral. Al pre­sen­tar­se serios pro­ble­mas en el matri­mo­nio de Nora, Ismael se acer­có a ella y la apo­yó, por lo que pos­te­rior­men­te sur­gió una rela­ción de amis­tad y al con­vi­vir fue­ra del tra­ba­jo, se per­ca­ta­ron que exis­tían muchas cosas en común entre ambos, por lo que sur­gió una atrac­ción físi­ca y emo­cio­nal, aunan­do a que ambos com­par­ten muchos gus­tos y expe­rien­cias, por lo tan­to, él con­si­de­ra que no exis­ten fac­to­res que pue­dan oca­sio­nar el no que­rer estar con la pare­ja.

Cabe men­cio­nar que antes de ini­ciar una rela­ción de pare­ja con Nora, ella había toma­do la deci­sión de sepa­rar­se de su espo­so ya que él los mal­tra­ta­ba, pues era alcohó­li­co. Debi­do al pro­ce­so de sepa­ra­ción que atra­ve­sa­ba, Ismael les brin­dó gran apo­yo, por lo que él cree que se com­pro­me­tió tan­to con ellos, que de inme­dia­to comen­zó una rela­ción de pare­ja con Nora, a pesar de que sigue casa­da. Con res­pec­to a la deci­sión de vivir en unión libre, para Ismael el amor que sien­te por ella no sig­ni­fi­ca una obli­ga­ción, sino que está a su lado por­que así lo desea. Las diná­mi­cas fami­lia­res pue­den ver­se en la Figu­ra 6, en for­ma esque­má­ti­ca.

Figura 6. Familiograma de Ismael.

Nora tie­ne 39 años de edad, ori­gi­na­ria del Dis­tri­to Fede­ral, con un nivel socio­eco­nó­mi­co medio; posee una licen­cia­tu­ra en dere­cho y en la actua­li­dad tra­ba­ja en el muni­ci­pio de Ati­za­pán, Méxi­co, en la con­for­ma­ción de Comi­tés de Segu­ri­dad en el área de capa­ci­ta­ción de pre­ven­ción del deli­to.

La fami­lia de ori­gen de Nora se inte­gró por el padre, la madre y dos her­ma­nos. Nora es la hija mayor del matri­mo­nio entre el Rober­to y Sonia, es segui­da por su her­mano Beto de 37 años y final­men­te por su her­ma­na menor Liz de 34 años. Con­si­de­ra que cre­ció en una fami­lia muy tra­di­cio­na­lis­ta, por lo tan­to, su padre era una per­so­na exce­si­va­men­te estric­ta sobre las nor­mas y reglas en el hogar. Asi­mis­mo, la edu­ca­ción que les fue impar­ti­da duran­te su niñez y ado­les­cen­cia fue muy con­ser­va­do­ra. El Sr. Rober­to era el encar­ga­do de la manu­ten­ción eco­nó­mi­ca del hogar, mien­tras que la Sra. Sonia tenía una par­ti­ci­pa­ción acti­va en el cui­da­do del hogar y la aten­ción hacia los hijos. Por otra par­te, Nora repor­ta que en el matri­mo­nio de sus padres exis­tía un cier­to gra­do de machis­mo, ya que entre ambos cón­yu­ges su padre ejer­cía la figu­ra de máxi­ma auto­ri­dad, mien­tras que su madre man­te­nía una pos­tu­ra de sumi­sión. Sin embar­go, cree que con el paso de los años esto fue cam­bian­do y su madre tuvo una par­ti­ci­pa­ción más acti­va en las deci­sio­nes impor­tan­tes del hogar y la edu­ca­ción de los hijos y su padre con­si­de­ró la opi­nión de la mujer con rele­van­cia; asi­mis­mo, opi­na que ambos padres fue­ron cam­bian­do su for­ma de pen­sar y así logra­ron tener un res­pe­to en su rela­ción.

Figura 7. Familiograma de Nora.

La Figu­ra 7 nos mues­tra las rela­cio­nes que Nora man­tie­ne con los miem­bros de su fami­lia de ori­gen. En pri­mer lugar, pode­mos obser­var la rela­ción de fusión que man­tie­ne con sus padres, debi­do a que cre­ció como una per­so­na total­men­te depen­dien­te a ellos, por lo que no creó una pers­pec­ti­va per­so­nal sobre su for­ma de pen­sar. Por ello, sus res­pues­tas son total­men­te gober­na­das por sus reac­cio­nes emo­cio­nes. Le es nece­sa­ria la dis­po­ni­bi­li­dad de las figu­ras pater­nas para sen­tir­se segu­ra, sin­tién­do­se así, rela­ti­va­men­te cómo­da, pero le gene­ra gran angus­tia la fal­ta de las figu­ras pater­nas. Asi­mis­mo, se encuen­tra fusio­na­da con sus her­ma­nos ya que se pue­de obser­var, se sien­te muy uni­da a ellos, por lo que da gran rele­van­cia a la soli­da­ri­dad fami­lia, el apo­yo y el altruis­mo ante cual­quier pro­ble­ma que sur­ja en la fami­lia.

Discusión

Los resul­ta­dos de este estu­dio mues­tran a suje­tos cuyas fami­lias son muy com­pli­ca­das. Las rela­cio­nes entre sus pro­ge­ni­to­res y her­ma­nos son una mez­cla de alian­zas, coa­li­cio­nes y sobre todo, de un nivel de dife­ren­cia­ción muy fusio­na­do. Pode­mos obser­var que el nivel de dife­ren­cia­ción obte­ni­do y desa­rro­lla­do en la fami­lia de ori­gen es tras­la­da­do a la rela­ción de pare­ja y pos­te­rior­men­te a la rela­ción con los hijos. Por otro lado, tam­bién es evi­den­te que las pare­jas entre­vis­ta­das tie­nen un nivel de dife­ren­cia­ción rela­ti­va­men­te seme­jan­te. Encon­tra­mos, en todas las pare­jas, un nivel de fusión, don­de los suje­tos son emo­cio­na­les, impul­si­vos y uti­li­zan poco su inte­li­gen­cia para afron­tar los pro­ble­mas con la pare­ja. En cier­to momen­to, ser impul­si­vo y emo­cio­nal es una carac­te­rís­ti­ca social­men­te acep­ta­ble en el medio fami­liar y social don­de se des­en­vuel­ven.

Las pare­jas entre­vis­ta­das, cubren una varie­dad de posi­bi­li­da­des y son bas­tan­te hete­ro­gé­neas. En la inves­ti­ga­ción cua­li­ta­ti­va, si bien el obje­ti­vo prin­ci­pal no es la gene­ra­li­za­ción de resul­ta­dos, si lo es el sur­gi­mien­to de cate­go­rías de aná­li­sis que per­mi­tan la pos­te­rior inves­ti­ga­ción con la fina­li­dad de con­se­guir prin­ci­pios de fun­cio­na­mien­to del fenó­meno. En este caso, obser­va­mos una pare­ja joven (Alex y Kar­la); otra pare­ja con un poco más de edad (Vicen­te y Eva); y una pare­ja de media­na edad que vie­nen de un divor­cio recons­ti­tu­yén­do­se una nue­va fami­lia (Ismael y Nora). No obs­tan­te, a pesar de su hete­ro­ge­nei­dad, se pue­de obser­var que el nivel de dife­ren­cia­ción, son más o menos fusio­na­dos.

En este sen­ti­do, sin pen­sar que la teo­ría de Bowen sobre la dife­ren­cia­ción expli­ca todos los pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos de la diná­mi­ca fami­liar, si per­mi­te hacer una con­cep­tua­li­za­ción de la mis­ma, lo que pro­por­cio­na un mar­co de refe­ren­cia que pue­de ayu­dar a expli­car, pre­de­cir y pla­near una inter­ven­ción. La emo­cio­na­li­dad huma­na es uno de los pun­tos cen­tra­les que per­mi­ten expli­car el com­por­ta­mien­to humano. Sien­do los huma­nos pro­fun­da­men­te emo­cio­na­les y sien­do su emo­cio­na­li­dad el cen­tro de su moti­va­ción para lle­var a cabo accio­nes rela­cio­na­das con los demás que le son sig­ni­fi­ca­ti­vos, tener un mar­co con­cep­tual refe­ren­cial para enten­der estas emo­cio­nes, defi­ni­ti­va­men­te tie­ne un gran valor des­de el pun­to de vis­ta cien­tí­fi­co psi­co­ló­gi­co.

Al cues­tio­nar los moti­vos por los cua­les se selec­cio­na y se for­ma una pare­ja, es habi­tual encon­trar que la res­pues­ta sólo men­cio­ne una des­crip­ción que alu­de a un mar­co de cir­cuns­tan­cias espa­cio – tem­po­ra­les en las que se asu­men como res­pon­sa­bles de la con­di­ción que lle­vó a la unión de dos per­so­nas. En otras oca­sio­nes se expli­ca, de mane­ra más o menos amplia, que fue deter­mi­na­da por las cir­cuns­tan­cias o por la for­tu­na de haber­se encon­tra­do. El hecho es que la mayo­ría de las per­so­nas no son capa­ces de expli­car con­gruen­te­men­te por qué se han casa­do o han deci­di­do vivir en unión libre, ni por­qué del hecho en par­ti­cu­lar de su unión con la pare­ja del momen­to por lo que da la impre­sión de haber lle­ga­do a la selec­ción de pare­ja más por el camino de la exclu­sión que por una acción jui­cio­sa y per­ti­nen­te.

Exis­te todo un cul­to des­co­no­ci­do por las per­so­nas que les hace encu­brir, dis­traer y expli­car la igno­ran­cia de los fac­to­res incons­cien­tes que en ellos pro­du­ce la atrac­ción sufi­cien­te y nece­sa­ria para reu­nir­se en pare­ja, ante lo cual se entien­de a como aque­llo que exis­te en cada indi­vi­duo a par­tir de la influen­cia de la fami­lia y que se ve refle­ja­do en la selec­ción de pare­ja, ya que es en ella en don­de se inte­rio­ri­za en cada indi­vi­duo un mode­lo de ideal de pare­ja, dado que se plan­tean man­da­tos socia­les sobre un deber ser social y fami­liar que impli­ca for­mar una fami­lia y tener hijos jun­to a deter­mi­na­do ideal de pare­ja que obe­de­ce al rol de géne­ro. Por ejem­plo, se bus­ca a un hom­bre que sea buen pro­vee­dor y a una mujer que pro­cu­re su hogar y a los hijos (Berecs­kei y Gyu­ris, 2010).

De esta mane­ra, en este aná­li­sis se des­ta­ca la expe­rien­cia indi­vi­dual sobre los cri­te­rios con res­pec­to a la selec­ción de pare­ja, median­te la opi­nión de que las per­so­nas se unen con quien lo desean; no obs­tan­te que la exten­sión de las posi­bi­li­da­des de las per­so­nas al selec­cio­nar está cir­cuns­cri­ta a un espa­cio deli­mi­ta­do por el ambien­te don­de el suje­to ha cre­ci­do o se des­en­vuel­ve. Asi­mis­mo, se obser­van otros fac­to­res que tam­bién per­mi­ten la dife­ren­cia­ción son los rela­ti­vos al con­tex­to socio­cul­tu­ral, la edu­ca­ción y, en muchos casos, el más impor­tan­te, la fami­lia.

La dife­ren­cia de géne­ro res­pec­to de la elec­ción de pare­ja se ha pues­to en mani­fies­to en dis­tin­tos estu­dios. Los efec­tos psí­qui­cos de la estra­ti­fi­ca­ción de géne­ro afec­tan a varo­nes y muje­res de mane­ra dife­ren­te. La inequi­dad res­pec­to al poder y las deman­das aso­cia­das al géne­ro, pro­vo­can con­se­cuen­cias en el bien­es­tar per­so­na y la auto­es­ti­ma, fac­to­res que influ­yen en la toma de deci­sio­nes.

Toman­do en cuen­ta lo ante­rior, es impor­tan­te seña­lar la rela­ción con las dife­ren­cias de géne­ro para la selec­ción de pare­ja, pues la cul­tu­ra mexi­ca­na se asien­ta en el mode­lo paren­tal pre­do­mi­nan­te en el que las muje­res, por lo gene­ral y más fre­cuen­te­men­te que los varo­nes, des­atien­den a las carac­te­rís­ti­cas físi­cas en favor de los aspec­tos repro­duc­ti­vos y de super­vi­ven­cia. Al pare­cer las muje­res asig­nan mayor peso al cui­da­do de la fami­lia de modo que man­tie­ne mayor inte­rés en el esta­do socio­eco­nó­mi­co, la ambi­ción de obte­ner vie­nes para el hogar, el carác­ter y la inte­li­gen­cia para res­guar­dar a la fami­lia y, en gene­ral, en un esta­tus en el que pue­da man­te­ner una segu­ri­dad. En cam­bio los varo­nes dan mayor peso a la supre­ma­cía indis­cu­ti­ble del padre y el logro de una mayor viri­li­dad

Con base a lo ante­rior, pode­mos infe­rir que la selec­ción de pare­ja está basa­da en la bús­que­da de satis­fac­ción de los deseos de cada per­so­na, aun­que éstos no fue­sen nece­sa­ria­men­te ni explí­ci­tos ni cla­ros para sí, pues el indi­vi­duo se une con esta pare­ja o con aque­lla, ni con la que que­da, sino con la que según ella, cre­yó podía dar satis­fac­ción a sus deseos. Sin embar­go, se pudo obser­var que en las pare­jas entre­vis­ta­das se han lle­ga­do a esta­ble­cer víncu­los de depen­den­cia emo­cio­nal entre sí, ya que al encon­trar a la per­so­na que cubra sus nece­si­da­des, ambos miem­bros de la pare­ja se adhie­ren de tal for­ma que no se pue­de reco­no­cer su indi­vi­dua­li­dad

Bowen expli­ca el pro­ce­so de trans­mi­sión mul­ti­ge­ne­ra­cio­nal, cuan­do las per­so­nas selec­cio­nan, de mane­ra pre­de­ci­ble, pare­jas con nive­les de dife­ren­cia­ción de yo acor­de con el de ellos. Este con­cep­to expli­ca las pau­tas que se desa­rro­lla a tra­vés de varias gene­ra­cio­nes cuan­do los hijos emer­gen de la fami­lia paren­tal con nive­les de dife­ren­cia­ción bási­cos más altos, igua­les o más bajos que los de sus padres.

Fra­mo (1996) plan­tea, en el pro­ce­so de trans­mi­sión mul­ti­ge­ne­ra­cio­nal, la nece­si­dad cubrir reque­ri­mien­tos emo­cio­na­les que los lle­va a com­por­tar­se de mane­ra deter­mi­na­da fren­te a la fami­lia a tra­vés de las gene­ra­cio­nes. Resul­ta muy intere­san­te la afir­ma­ción de que cada miem­bro de la fami­lia cubre, de algu­na mane­ra, las nece­si­da­des emo­cio­na­les de los demás, idea que supo­ne que la prin­ci­pal nece­si­dad del ser humano es la rela­ción con los demás. El ser humano nace con esta nece­si­dad que se con­vier­te en bio­ló­gi­ca y que, gene­ral­men­te, es cubier­ta por los padres. Sin embar­go, el niño cre­ce y comien­za a remon­tar y supe­rar estas depen­den­cias.

No obs­tan­te, la socie­dad no le ense­ña a ser rela­ti­va­men­te auto­su­fi­cien­te; alien­ta cier­tas depen­den­cias con la fina­li­dad de que el ser humano cubra sus debe­res civi­les con la mis­ma con­vic­ción, tales como bus­car pare­ja, ena­mo­rar­se, casar­se, tener hijos, que­rer­los y pro­te­ger­los con­ser­van­do intac­to el núcleo fami­liar. Por lo tan­to, no per­mi­te que encuen­tre sus máxi­mos nive­les de inde­pen­den­cia emo­cio­nal en aras a la con­ser­va­ción y repro­duc­ción de la socie­dad, debi­do a que, tan­to el hom­bre como la mujer, han sido edu­ca­dos para com­por­tar­se de acuer­do con deter­mi­na­dos linea­mien­tos socia­les, lo que pro­vo­ca que cada indi­vi­duo se for­me con un pseu­do-yo, que obe­dez­ca a este deber ser den­tro de la fami­lia.

Tal como afir­man Kerr y Bowen (1988) con res­pec­to a la for­ma­ción y fun­ción del pseu­do-yo, éste se crea y pue­de ser modi­fi­ca­do por la pre­sión emo­cio­nal que gene­ra la nece­si­dad de ser acep­ta­do pues los prin­ci­pios y creen­cias se cam­bian rápi­da­men­te para mejo­rar la ima­gen de uno mis­mo, con los demás o para opo­ner­se a los demás. Un indi­vi­duo con altos gra­dos de fusión o des­co­ne­xión con la fami­lia, man­ten­drá un yo poco dife­ren­cia­do, pues al man­te­ner un pseu­do-yo débil, sur­gi­rán una alta reac­ti­vi­dad ante lo que pre­sen­cia de la fami­lia de ori­gen.

El con­cep­to de dife­ren­cia­ción del sí-mis­mo se rela­cio­na con el gra­do en que una per­so­na se va dife­ren­cian­do emo­cio­nal­men­te del res­to de la fami­lia. Cuan­do el suje­to se sepa­ra físi­ca­men­te de la madre, en el momen­to del naci­mien­to, el pro­ce­so de sepa­ra­ción emo­cio­nal es len­to, com­pli­ca­do y, por aña­di­du­ra, incom­ple­to. De la madre depen­de, más que de los fac­to­res inna­tos del hijo, per­mi­tir­le cre­cer y ale­jar­se de ella. Exis­ten muchos fac­to­res que deter­mi­nan el gra­do en que la madre ha sido capaz de dife­ren­ciar­se de sus pro­pios padres, la natu­ra­le­za de la rela­ción con­yu­gal y con otras per­so­nas sig­ni­fi­ca­ti­vas y por últi­mo el estrés en la reali­dad y su capa­ci­dad de sopor­tar la ten­sión. El gra­do en que el chi­co se com­pro­me­te con el padre depen­de mucho de la rela­ción entre en padre y la madre (Bartle-Haring, Gla­de, y Vira, 2005). Si el chi­co se ale­ja físi­ca­men­te de la madre, se ape­ga emo­cio­nal­men­te a una per­so­na sus­ti­tu­ta que se ocu­pa de él. Se ha ele­gi­do el tér­mino de dife­ren­cia­ción del sí por ser des­crip­ti­vo de este pro­ce­so a lar­go pla­zo en el que el hijo se des­vin­cu­la len­ta­men­te de la fusión ini­cial con la madre y se mue­ve hacia su pro­pia auto­no­mía emo­cio­nal (Bowen, 1978).

De acuer­do con las carac­te­rís­ti­cas mani­fes­ta­das por las fami­lias indi­fe­ren­cia­das encon­tra­das en este estu­dio y las difi­cul­ta­des a las que cada uno se ha enfren­ta­do, pre­ci­sa­mos que, en defi­ni­ti­va, lograr ser una per­so­na dife­ren­cia­da per­mi­ti­rá que este ciclo vital se lle­ve a cabo en los mejo­res tér­mi­nos, pues tan­to los hijos como los padres res­pe­ta­rán la indi­vi­dua­li­dad uno del otro, con apo­yo mutuo, sin inter­fe­rir en sus deci­sio­nes o en otros aspec­tos de sus vidas, lo cual deri­va­rá en un entorno social más sano en el que pre­do­mi­ne el res­pe­to. Del modo en el que una per­so­na logre dife­ren­ciar­se apro­pia­da­men­te de sus padres, será el patrón por el cual se regi­rá para inter­ac­tuar con el res­to de sus círcu­los socia­les, como por ejem­plo, en las rela­cio­nes de pare­ja.

Referencias

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