Abraham Maslow: el Visionario de la Psicología Humanista

Abraham Maslow: the Visionary of Humanistic Psychology

Ángel Corchado Vargas[1]

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen

El pre­sen­te tra­ba­jo es un ensa­yo bio­grá­fi­co de Abraham Mas­low, reco­no­ci­do como uno de los repre­sen­tan­tes más impor­tan­tes de la Psi­co­lo­gía Huma­nis­ta duran­te el siglo XX. Se vin­cu­la­ron ele­men­tos de su vida, con la cons­truc­ción de algu­nos de los con­cep­tos de su teo­ría, com­pren­dien­do que la per­so­na es pro­duc­to de sus viven­cias, elec­cio­nes y deci­sio­nes. Se iden­ti­fi­can pau­tas expe­rien­cia­les en la vida del psi­có­lo­go esta­dou­ni­den­se que pro­mo­vie­ron la orien­ta­ción de su pers­pec­ti­va teó­ri­ca, sien­do así, un lega­do impor­tan­te para la com­pren­sión del desa­rro­llo del poten­cial humano. Se con­clu­ye que com­pren­dien­do la mane­ra en que se sus­ten­ta­ron las bases viven­cia­les y con­cep­tua­les de la teo­ría de Mas­low, se podrán poner bajo la refle­xión, resig­ni­fi­ca­ción y crí­ti­ca el mode­lo pro­pues­to en las futu­ras gene­ra­cio­nes.

Pala­bras cla­ve: Mas­low, bio­gra­fía, auto­rrea­li­za­ción, psi­co­lo­gía posi­ti­va, psi­co­lo­gía trans­per­so­nal.

Abstract

This paper pre­sents a bio­graphi­cal essay on Abraham Mas­low, recog­ni­zed as one of the most impor­tant repre­sen­ta­ti­ves of Huma­nis­tic Psy­cho­logy during the 20th cen­tury. It links ele­ments of his life to the cons­truc­tion of some of the con­cepts of his theory, unders­tan­ding that the per­son is a pro­duct of their expe­rien­ces, choi­ces, and deci­sions. Expe­rien­tial pat­terns in the life of the ame­ri­can psy­cho­lo­gist are iden­ti­fied that pro­mo­ted the orien­ta­tion of his theo­re­ti­cal pers­pec­ti­ve, thus cons­ti­tu­ting an impor­tant legacy for unders­tan­ding the deve­lop­ment of human poten­tial. It is con­clu­ded that by unders­tan­ding how the expe­rien­tial and con­cep­tual bases of Mas­lo­w’s theory were sus­tai­ned, it will be pos­si­ble to sub­ject the pro­po­sed model to reflec­tion, rein­ter­pre­ta­tion, and cri­ti­cism in futu­re gene­ra­tions.

Key­words: Mas­low, bio­graphy, self-actua­li­za­tion, posi­ti­ve psy­cho­logy, trans­per­so­nal psy­cho­logy.

“El hom­bre no es otra cosa que su pro­pio pro­yec­to”

Jean Paul Sar­tre

Des­de la visión exis­ten­cia­lis­ta del siglo XX, somos el pro­duc­to de nues­tras accio­nes y nos cons­trui­mos con base en las expe­rien­cias coti­dia­nas. La filo­so­fía que sus­ten­ta el prin­ci­pio de que la exis­ten­cia pre­ce­de a la esen­cia, mani­fies­ta que somos el pro­duc­to de lo que vivi­mos y nues­tra dia­ria toma de deci­sio­nes está per­mea­da por nues­tras expe­rien­cias. Par­tien­do de este pos­tu­la­do, será lo más con­gruen­te abor­dar la vida de quien sen­tó, jun­to con otros per­so­na­jes, las bases de lo que se cono­ce como la Psi­co­lo­gía Huma­nis­ta: Abraham Mas­low.

Para poder com­pren­der la obra de Mas­low, es nece­sa­rio abor­dar la mane­ra como él vivió, se for­mó, cre­ció y se cons­tru­yó como per­so­na. Abraham pro­vie­ne de una fami­lia judía, que, como tan­tas, tuvo que esca­par de la rui­na que se había sus­ci­ta­do en Euro­pa, tras la caí­da del zaris­mo ruso. Samuel Mas­low, el padre de Abraham, lle­ga a los Esta­dos Uni­dos con no más de un par de vali­jas, su len­gua natal y con el sue­ño de un futu­ro mejor. Hoff­man (2009) hace refe­ren­cia a una lle­ga­da por par­te del padre de Abraham Mas­low en Fila­del­fia, don­de vivió un par de años y don­de tuvo que con­fron­tar­se con una cul­tu­ra total­men­te dife­ren­te a la que se vivía en la géli­da Euro­pa Orien­tal. Poco des­pués con­trae nup­cias con su pri­ma her­ma­na, Rose y en 1908 nace su pri­mer hijo, al que por tra­di­ción habrán de poner­le el nom­bre de un fami­liar sig­ni­fi­ca­ti­vo. Ese pri­mo­gé­ni­to es Abraham.

Alu­dien­do a Mue­ller (1993) el esce­na­rio del prin­ci­pio del siglo XX era bas­tan­te dra­má­ti­co y des­alen­ta­dor, ya que se vivía “el dra­ma del hom­bre occi­den­tal en su afán de cono­cer­se mejor” (p. 569). Si bien es cier­to que Samuel Mas­low había hui­do de tie­rras leja­nas para poder encon­trar un mejor esti­lo de vida, lle­gó a mime­ti­zar­se con un esti­lo de vida ace­le­ra­do, des­hu­ma­ni­za­do y con una fuer­za indus­tria­li­za­da sin pre­ce­den­te. Es muy pro­ba­ble que ese esta­do de angus­tia por encon­trar un futu­ro mejor para la fami­lia haya con­ver­ti­do a Samuel en un hom­bre igual o más estric­to que el abue­lo de Abraham y, por otro lado, Rose se haya con­ver­ti­do en una madre supers­ti­cio­sa y que, den­tro de su for­ma­ción reli­gio­sa, haya con­ver­ti­do la ame­na­za con un cas­ti­go divino, cada oca­sión que tan­to el peque­ño Abraham como sus cua­tro her­ma­nos rea­li­za­ban una tra­ve­su­ra o juga­ban a algo que Dios no veía bien. Se tie­ne enton­ces una vida para Abraham rodea­da de dife­ren­tes inci­den­cias: por un lado, el padre siem­pre preo­cu­pa­do por pro­mo­ver un futu­ro y segu­ri­dad eco­nó­mi­ca mejor; des­de otro ángu­lo la estric­ta edu­ca­ción en casa y final­men­te, una infan­cia rodea­da de anti­se­mi­tis­mo y dis­cri­mi­na­ción (Hoff­man, 2009).

Abraham hace refe­ren­cia al hecho de que des­de muy peque­ño fue un ávi­do devo­ra­dor de libros. Sus esca­pa­das a la biblio­te­ca no eran más que una opor­tu­ni­dad para eva­dir la vio­len­cia que impe­ra­ba den­tro y fue­ra de su hogar (vivien­do ni más ni menos que en Brooklyn). Rose era una mujer real­men­te mal­va­da, como hacía refe­ren­cia el pro­pio Abraham (lla­mán­do­la inclu­so esqui­zo­fre­nó­ge­na, es decir gene­ra­do­ra de esqui­zo­fre­nia) y los veci­nos con esa car­ga de into­le­ran­cia hacia creen­cias dife­ren­tes a la socie­dad cris­tia­na ame­ri­ca­na, hicie­ron de la infan­cia y ado­les­cen­cia de Abraham algo real­men­te difí­cil de sobre­lle­var. Sin embar­go, defi­ni­ti­va­men­te se pue­de entre­ver que las expe­rien­cias adver­sas bajo las que cre­ció el joven Abraham sir­vie­ron de pre­ce­den­te para for­mu­lar uno de los tér­mi­nos más sig­ni­fi­ca­ti­vos de su teo­ría: el de la bio­lo­gía huma­nis­ta y la bue­na socie­dad, ya que en ella pone de mani­fies­to que las per­so­nas auto­rrea­li­zan­tes “tie­nen menos dudas acer­ca de lo que es correc­to y lo que es inco­rrec­to [a dife­ren­cia de] la mayo­ría de las per­so­nas” (Mas­low, 2002.p. 24). La idea es enton­ces, que cuan­do una per­so­na vive en un esta­do de neu­ro­sis (lo cual es deno­mi­na­do por Mas­low como dis­mi­nu­ción huma­na) vive con ansie­dad, com­pul­si­vi­dad o repre­sión (Mas­low, 2002); Amo­deo & Went­worth, 1998). Para la ideo­lo­gía del autor, la per­so­na neu­ró­ti­ca se basa en el prin­ci­pio de que sufre por satis­fa­cer las expec­ta­ti­vas de los demás, antes que sus pro­pias expec­ta­ti­vas y vive cul­pan­do al mun­do de lo mal que pue­de vivir. Abraham nun­ca per­do­nó a su madre el mal­tra­to físi­co y psi­co­ló­gi­co del que fue víc­ti­ma, pero no la cul­pa por ello. Resul­ta curio­so que, de acuer­do con Hoff­man (2009), Abraham Mas­low se haya refe­ri­do a su madre como una per­so­na mez­qui­na, egoís­ta y con fal­ta de amor por los demás, pero que de esa expe­rien­cia atri­bu­ya el hecho de haber­se con­ver­ti­do en un legí­ti­mo intere­sa­do por el estu­dio del amor, la bon­dad y la amis­tad. En sus pro­pias pala­bras expre­sa: “…pero mi filo­so­fía vital, mi inte­rés por la inves­ti­ga­ción y has­ta mi visión teó­ri­ca hun­den tam­bién sus raí­ces en el odio y la revul­sión con­tra todo lo que ella repre­sen­ta­ba” (Hoff­man, 2009, p. 27).

Tene­mos a un Mas­low que se reco­no­ce con sus pola­ri­da­des, sus par­tes inaca­ba­das y con para­do­jas, como cual­quier ser humano. El reco­no­cer­se como una per­so­na que sien­te un pro­fun­do des­pre­cio por su madre, lo con­vier­te, por un lado, en un hom­bre imper­fec­to como cual­quie­ra, pero tam­bién des­con­cer­tan­te al ser reco­no­ci­do por muchos como un hom­bre admi­ra­ble por su bon­dad. Esta dico­to­mía ha sido expli­ca­da por Mas­low en su obra La ampli­tud poten­cial de la natu­ra­le­za huma­na de mane­ra cla­ra, sien­do defi­ni­da por Abraham como un valor del Ser (Mas­low, 2002).

Con­ti­nuan­do con el tra­yec­to de vida de Abraham, hacia el año 1922 ingre­sa en la Boys High School of Brooklyn la cual alber­ga­ba a los jóve­nes más inquie­tos y deseo­sos de con­ti­nuar en el camino de supera­ción hacia la Uni­ver­si­dad. En ese lugar pudo esta­ble­cer víncu­los amis­to­sos con per­so­na­jes de la talla de Irwin Shaw, un con­no­ta­do nove­lis­ta que, al hacer alu­sión a dicho recin­to edu­ca­ti­vo, men­cio­nó que allí había apren­di­do todo lo que nece­si­ta­ba para salir huyen­do de Brooklyn. Hacia 1925, Abraham, o Abe, como le lla­ma­ban sus fami­lia­res y ami­gos, logró ingre­sar al City Colle­ge of New York, com­bi­nan­do tra­ba­jos noc­tur­nos con estu­dios por medio de becas y apo­yos. Corría el año de 1926, cuan­do Abe cur­sa­ba estu­dios de Dere­cho y su nece­si­dad por escri­bir, estu­diar y filo­so­far en cuan­to a un mun­do cada vez más equi­ta­ti­vo y armo­nio­so eran el motor que lo sos­te­nía. Sus ideas socia­lis­tas y la nece­si­dad eco­nó­mi­ca en casa eran dos terri­to­rios en pug­na. Por un lado, Mas­low denun­cia­ba la eco­no­mía de con­su­mo que impe­ra­ba en su esce­na­rio inme­dia­to y por otra reci­bía de mane­ra cons­tan­te los cues­tio­na­mien­tos de su padre acer­ca de los estu­dios que lo com­pro­me­te­rían de por vida para poder man­te­ner y sos­te­ner a una fami­lia y evi­den­te­men­te, en lo que eso suce­día, las apor­ta­cio­nes que habría de hacer a la casa. Cifra Hoff­man (2009) que el joven Abraham se encon­tra­ba inquie­to por la ari­dez de sus estu­dios de Dere­cho, pero tam­bién se encon­tra­ba incier­to ante las pos­tu­ras filo­só­fi­cas que pare­cían res­ca­tar úni­ca­men­te la mal­dad huma­na y los peca­dos de la huma­ni­dad. Era el año 1927 cuan­do Mas­low se tras­la­da a la Uni­ver­si­dad de Cor­nell en Itha­ca, con­ti­nuan­do con su doble labor de tra­ba­jar y estu­diar. Para sus padres no era sufi­cien­te lo que el joven hacía, sien­do repren­di­do por sus múl­ti­ples gas­tos y derro­che del dine­ro y nue­va­men­te se vol­vió a encon­trar con cier­tos sec­to­res socia­les de anti­se­mi­tis­mo y aún más, de femi­nis­mo anti­se­mi­ta. Extra­ña­ba a su joven novia, pero su obse­sión por el tra­ba­jo y el estu­dio lo man­tu­vie­ron dis­traí­do. Fue pre­ci­sa­men­te en ese año, que tomó un cur­so de Psi­co­lo­gía ni más ni menos que con Tit­che­ner, con­tem­po­rá­neo de Freud y James. Los mejo­res tiem­pos del padre del estruc­tu­ra­lis­mo ya habían pasa­do y Mas­low no per­dió la opor­tu­ni­dad de cali­fi­car el cur­so reci­bi­do por el maes­tro como absur­do, des­po­ja­do de vida y sin nin­gu­na rela­ción con las per­so­nas.

En el 1928, Mas­low via­ja a India­na y su vida comien­za a cam­biar de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va. Se matri­cu­la en la Uni­ver­si­dad de Wis­con­sin con la fina­li­dad de estu­diar Psi­co­lo­gía (final­men­te, la mala expe­rien­cia en Cor­nell y el sis­te­ma per­se­cu­to­rio y orto­do­xo de cier­tos pro­fe­so­res, lo lle­van a optar por ale­jar­se y defi­nir su pro­fe­sión). Cer­ca de su ama­da Bertha y más esta­ble en cuan­to a sus intere­ses per­so­na­les, en 1930 logra la licen­cia­tu­ra con­si­de­ran­do que su for­ma­ción ini­cial se encon­tra­ba entre el con­duc­tis­mo y el posi­ti­vis­mo, ini­cian­do su tra­yec­to­ria por medio de publi­ca­cio­nes y for­mu­lan­do sus pri­me­ras ideas sobre la natu­ra­le­za huma­na. En pala­bras de Mar­tí­nez (2004) Mas­low se abo­ca a la idea de plan­tear nue­vas inte­rro­gan­tes, nue­vas posi­bi­li­da­des, ver los vie­jos pro­ble­mas des­de otros ángu­los con­si­de­ran­do la crea­ti­vi­dad y mar­can­do un avan­ce real en la cien­cia.

La vida aca­dé­mi­ca de Mas­low cobra otra dimen­sión a par­tir de su trán­si­to por Wis­con­sin. Al dar una visión dis­tin­ta de la Psi­co­lo­gía, con­si­de­ra que ha sido un gran error estu­diar úni­ca­men­te gen­te enfer­ma, situa­cio­nes catas­tró­fi­cas y fal­ta de inte­gra­ción en el ser humano; es enton­ces cuan­do se cen­tra en el estu­dio de la cara crea­ti­va y a favor de la vida del hom­bre (Kopp, 1999; Rowan, 1988).

Pasa­ron los años y en 1935, des­pués de los años de la gran depre­sión, Mas­low esta­ba absor­to en los ajus­tes fina­les de su tesis doc­to­ral. Fue en ese mis­mo año que pre­sen­tó una pro­pues­ta para par­ti­ci­par en un encuen­tro de psi­co­lo­gía ani­mal, diri­gi­do ni más ni menos que por Thorn­di­ke. Su tra­ba­jo fue acep­ta­do. Pese a que Thorn­di­ke no había esta­do del todo de acuer­do con las con­clu­sio­nes que Mas­low había gene­ra­do de un estu­dio sobre pri­ma­tes, le invi­to a reci­bir una beca pos­doc­to­ral para con­ti­nuar con una línea de inves­ti­ga­ción que tenía como eje la natu­ra­le­za huma­na y el orden social. La inves­ti­ga­ción del pró­cer y aun joven inves­ti­ga­dor comen­zó a tener noto­rie­dad y esta opor­tu­ni­dad le dio la pau­ta para cues­tio­nar algu­nos de los pos­tu­la­dos que Thorn­di­ke había dado a cono­cer den­tro de su inves­ti­ga­ción. No cabe duda de que Abraham se había carac­te­ri­za­do por ser un bri­llan­te apren­diz de los gran­des psi­có­lo­gos del siglo XX, pero tam­bién su inquie­tud y cons­tan­te bús­que­da de nue­vas aris­tas en el cam­po del cono­ci­mien­to psi­co­ló­gi­co lo lle­va­ban a la rup­tu­ra cons­tan­te con sus men­to­res. Sus estu­dios sobre pri­ma­tes fue­ron tras­la­da­dos al estu­dio de la con­duc­ta sexual huma­na y en 1937 había dado a cono­cer a la comu­ni­dad de psi­có­lo­gos algu­nas de las con­clu­sio­nes de su inves­ti­ga­ción. Hoff­man (2009) repor­ta que en el año de 1940 la sexua­li­dad huma­na esta­ría cobran­do un auge dis­tin­to gra­cias a las con­clu­sio­nes que Mas­low obtu­vo de sus estu­dios sobre muje­res con sen­ti­mien­to de domi­nan­cia y el logro de la auto­es­ti­ma[2]. Es de supo­ner­se que, a par­tir de este momen­to, el con­cep­to de salud psi­co­ló­gi­ca, per­mea­do por las nece­si­da­des de caren­cia o défi­cit esta­ba ges­tán­do­se (Kopp, 1999). En este mis­mo año cono­ce a Golds­tein, que­dan­do fas­ci­na­do por el con­cep­to filo­só­fi­co de auto­rrea­li­za­ción y lo adop­ta para expli­car su teo­ría de la moti­va­ción y de la per­so­na­li­dad huma­na.

Kopp (1999) com­par­te:

“la pri­me­ra vez que leí el con­cep­to de auto­rrea­li­za­ción de Mas­low fue en los años 50, cuan­do pasó copias escri­tas a máqui­na de un manus­cri­to iné­di­to a algu­nos de los que está­ba­mos estu­dian­do como gra­dua­dos en Brooklyn Colle­ge[3] don­de él ense­ña­ba. La expe­rien­cia fue como si me hubie­ran qui­ta­do las anteo­je­ras per­mi­tién­do­me ver de una mane­ra que me lle­na­ba de espe­ran­za. Su fas­ci­nan­te visión empe­zó a sacar­me de mi refle­xi­va inmer­sió­nen el mun­do psi­co­ana­lí­ti­co de neu­ro­sis y com­ple­jos” (p. 207).

En la déca­da de los cua­ren­ta, se pre­sen­tan algu­nos datos incier­tos con res­pec­to a la rela­ción que tuvo Mas­low con sus cole­gas. Lo que resul­ta sig­ni­fi­ca­ti­vo es el hecho de que su acti­tud reta­do­ra a lo esta­ble­ci­do y el cons­tan­te cues­tio­na­mien­to de los para­dig­mas pre­via­men­te esta­ble­ci­dos logran en él una cimen­ta­ción como aca­dé­mi­co e inves­ti­ga­dor. Ocu­rre, de for­ma muy curio­sa hacia los años pos­te­rio­res, una vene­ra­ción nota­ble por par­te de Kopp hacia su maes­tro, Mas­low, tal como se obser­va en la cita ante­rior­men­te expues­ta y a su vez, Abraham demues­tra un apre­cio excep­cio­nal por Golds­tein y la expli­ca­ción filo­só­fi­ca de la auto­rrea­li­za­ción y la fun­ción orga­nís­mi­ca (Mas­low, 2007).

En estos momen­tos, de mane­ra simul­tá­nea se empie­zan a cons­truir en dife­ren­tes pun­tos geo­grá­fi­cos, una serie de con­cep­tos que con­fi­gu­ran lo que con el tiem­po se cono­ció como psi­co­lo­gía huma­nis­ta, movi­mien­to del poten­cial humano o psi­co­lo­gía exis­ten­cial huma­nis­ta, sien­do así que Rowan (1987), res­ca­ta el con­cep­to de auto­rrea­li­za­ción de Mas­low, acu­ña­do años atrás, pero enten­di­do por otros auto­res del movi­mien­to como ideas simi­la­res e inclu­so igua­les: inte­gra­ción de los nive­les infe­rio­res en Sulli­van, el ser inte­gra­do en Loe­vin­ger, auto­no­mía en Fromm y Ries­man, así como el con­cep­to de per­so­na en pleno fun­cio­na­mien­to, como lo lla­ma­ría Rogers.

Para media­dos del siglo XX, Mas­low se encuen­tra de lleno en la inves­ti­ga­ción sobre hom­bres y muje­res auto­rrea­li­za­dos. Los test que en otros tiem­pos le habían resul­ta­do con­fia­bles y de mucha uti­li­dad para poder deter­mi­nar la salud emo­cio­nal de los seres huma­nos, aho­ra esta­ban sien­do seria­men­te cues­tio­na­dos por él. Kin­sey y Mas­low, que habían tra­ba­ja­do duran­te varios años en pro­yec­tor rela­cio­na­dos con la sexua­li­dad, toman dife­ren­tes rum­bos (Hoff­man, 2009). Los años cin­cuen­ta per­mi­tie­ron que el ideal de Mas­low, ges­ta­do duran­te los años pre­ce­den­tes, pudie­ra cris­ta­li­zar­se tal como lo men­cio­nan Del­ga­do y Oli­va­res (2015; en Mares y Carras­co­za, 2015), en el sen­ti­do de estu­diar a per­so­nas salu­da­bles y dota­das de un espí­ri­tu crea­ti­vo y no a los casos clí­ni­cos per­tur­ba­dos.

Resul­ta reve­la­dor el con­tex­to de la épo­ca en que Mas­low se posi­cio­na como uno de los repre­sen­tan­tes de la psi­co­lo­gía huma­nis­ta más rele­van­tes, sien­do hacia el año de 1954, cuan­do sale a la luz la pri­mer edi­ción de Moti­va­ción y per­so­na­li­dad. Entre diver­sas ideas, des­ta­ca la con­cep­ción de la psi­co­lo­gía posi­ti­va, refle­xio­nan­do sobre el error en el que se había incu­rri­do has­ta ese enton­ces por par­te de diver­sos pro­fe­sio­na­les de la dis­ci­pli­na con res­pec­to a la natu­ra­le­za huma­na. Men­cio­na­ba en ese enton­ces que habría que ale­jar­se de las con­cep­cio­nes nega­ti­vas y pesi­mis­tas sobre la per­so­na, ya que éstas limi­tan la posi­bi­li­dad de desa­rro­llo de las per­so­nas. Cri­ti­ca seve­ra­men­te a quie­nes le dan una con­no­ta­ción nega­ti­va a la viven­cia huma­na y men­cio­na que “con­for­me están aho­ra las cosas en psi­co­lo­gía, la cien­cia, como un todo, tam­bién per­si­gue fre­cuen­te­men­te obje­ti­vos limi­ta­dos o tri­via­les con méto­dos y téc­ni­cas limi­ta­dos y bajo la guía de un voca­bu­la­rio y con­cep­tos limi­ta­dos” (Mas­low, 1954, p.352). Por limi­ta­ción alu­de el que se ha cen­tra­do la aten­ción en res­ca­tar sólo los aspec­tos nega­ti­vos de la per­so­na y no sus posi­bi­li­da­des de desa­rro­llo.

La psi­co­lo­gía posi­ti­va, para Mas­low, con­sis­te en el estu­dio de la per­so­na sana, con­tras­tan­do con la psi­co­lo­gía lla­ma­da por él nega­ti­va, que se ha cen­tra­do en el estu­dio de las per­so­nas enfer­mas, las per­so­nas medias o pro­me­dio (Mas­low, 1954). Con el paso de los años, se encuen­tra en la figu­ra de Abraham un mayor posi­cio­na­mien­to de su teo­ría, apor­tan­do con­cep­tos que enri­que­cen sus con­cep­ción de la per­so­na sana. Entre ellos se res­ca­tan dos muy impor­tan­tes y que mani­fies­tan la idea de que el ser humano, en la bús­que­da de su auto­rrea­li­za­ción, tam­bién atra­vie­sa por momen­tos difí­ci­les. El pri­me­ro de ellos es el com­ple­jo de Jonás. Dicho con­cep­to dado a cono­cer por él, en una con­fe­ren­cia dic­ta­da en 1996 (como se cita en Mas­low, 2001) y tie­ne que ver con el mie­do que, en el tras­cur­so de su vida, la per­so­na sien­te para lle­gar al logro, a la supera­ción. Es el mie­do a la pro­pia gran­de­za y pare­cie­ra ser que, en lugar de aspi­rar a un lugar más alto, la per­so­na se auto­sa­bo­tea en sus pro­pia actua­li­za­ción. que algu­nas per­so­nas sien­ten a alcan­zar el éxi­to o a lograr una supera­ción per­so­nal. Ins­pi­ra­do en la his­to­ria bíbli­ca de Jonás, don­de el pro­fe­ta es ele­gi­do por el Dios hebreo para cum­plir una misión pero que por mie­do e inse­gu­ri­dad se escon­de del ente divino, deci­de esca­par de lo que es una res­pon­sa­bi­li­dad tan gran­de, es que Mas­low res­ca­ta el prin­ci­pio del cual se hace alu­sión. El mie­do al éxi­to, el sabo­ta­je pro­pio, la nece­si­dad de con­trol, la lucha-hui­da como meca­nis­mo y el temor a des­ta­car son algu­nas de las carac­te­rís­ti­cas de esta des­crip­ción que hace Mas­low. Este con­cep­to lo reto­ma Wil­ber (1986; cita­do en Rowan, 1991), cuan­do mani­fies­ta que oca­sio­nal­men­te la per­so­na se resis­te al pro­ce­so de trans­for­ma­ción, por mie­do a explo­rar su espi­ri­tua­li­dad. Men­cio­na que por el com­ple­jo de Jonás la per­so­na se aco­bar­da en el ingre­so a su dimen­sión espi­ri­tual, en pri­me­ra ins­tan­cia por medio de la medi­ta­ción el cul­ti­vo de la intui­ción.

En pala­bras Hoff­man (1996; cita­do en Mas­low, 2001), aun­que Mas­low se carac­te­ri­zó por su visión opti­mis­ta de la natu­ra­le­za del ser humano y de sus posi­bi­li­da­des de cre­ci­mien­to per­so­nal, tam­bién fue rea­lis­ta al res­ca­tar este con­cep­to. Dice el bió­gra­fo del psi­có­lo­go esta­dou­ni­den­se que sus prin­ci­pa­les preo­cu­pa­cio­nes duran­te la déca­da de los sesen­ta estu­vie­ron cen­tra­das en res­pon­der el por­qué las per­so­nas no logran el desa­rro­llo pleno de su poten­cial, qué es lo que no se los per­mi­te y qué ocu­rre en su per­so­na­li­dad para que no logren un desa­rro­llo pleno y sano.

El segun­do con­cep­to carac­te­rís­ti­co en Mas­low, y en el mis­mo orden de ideas, tie­ne que ver con la desa­cra­li­za­ción. Hacia el ini­cio de las déca­da de los seten­ta, el autor defi­ne este aspec­to como un pro­ce­so que se gene­ra cuan­do la per­so­na deja de dar­le un valor sagra­do o de tras­cen­den­cia a algu­nos aspec­tos de su vida. En tér­mi­nos gene­ra­les, en su obra La ampli­tud poten­cial de la natu­ra­le­za huma­na, publi­ca­da en 1971, mani­fies­ta que, si bien todos los seres huma­nos pre­sen­tan en algún momen­to una sen­sa­ción de vacío o pér­di­da de pro­pó­si­to en la vida, así como una fal­ta de vin­cu­la­ción con los valo­res del Ser como la hones­ti­dad, la con­gruen­cia, la cone­xión con las demás per­so­nas y en con­se­cuen­cia se pre­sen­ta la impo­si­bi­li­dad de encon­trar un valor más allá de lo uti­li­ta­rio o mate­rial en las per­so­nas y las cosas, él hace refe­ren­cia al hecho de que en las juven­tu­des se hace más visi­ble. Las per­so­nas con pocos años de edad lle­gan a des­con­fiar de las ins­ti­tu­cio­nes, del mun­do poco con­gruen­te de los adul­tos; dejan de con­fiar y se desa­cra­li­zan. Hay tam­bién una sen­sa­ción de sole­dad; sin embar­go, cuan­do la per­so­na reen­cuen­tra con el valor de las per­so­nas y las cosas, pue­de re-sacra­li­zar­se. En este pun­to se sigue obser­van­do a un Mas­low más cen­tra­do en des­cri­bir a la per­so­na como un ser con pola­ri­da­des, con posi­bi­li­da­des de desa­rro­llo, pero tam­bién con limi­ta­cio­nes (Mas­low, 2002).

En 1971 salió a la luz la últi­ma obra inte­gra­da por Mas­low, quien en el año 1969 inte­gró per­so­nal­men­te los tex­tos que la con­for­ma­rían. Fue el día 8 de junio de 1970 que, pro­duc­to de un ata­que car­día­co, mue­re Abraham a la edad de 62 años. Su lega­do a la psi­co­lo­gía sigue sien­do impor­tan­te, ya que, gra­cias a muchas de sus ideas, la psi­co­lo­gía huma­nis­ta se for­ta­le­ció y abrió bre­cha para seguir com­pren­dien­do el pro­ce­so de desa­rro­llo de la per­so­na. Se pue­de iden­ti­fi­car una con­fluen­cia de ideas con Selig­man, en cuan­to a la psi­co­lo­gía posi­ti­va. Selig­man podría ver­se como una per­so­na que here­dó muchas ideas de Mas­low, en lo refe­ren­te a la visión opti­mis­ta de la natu­ra­le­za huma­na y el estu­dio de las expe­rien­cias de la vida que dejan una hue­lla favo­ra­ble en las per­so­nas. Selig­man madu­ró a visión de la psi­co­lo­gía posi­ti­va con ele­men­tos de cor­te más cien­tí­fi­co.

Otra gran influen­cia de Mas­low se iden­ti­fi­ca en la psi­co­lo­gía trans­per­so­nal. La influen­cia de las doc­tri­nas orien­ta­les en este autor, sen­ta­ron bases en la psi­co­lo­gía para que, años más ade­lan­te, otros auto­res, como Ken Wil­ber, Frit­jof Capra, Daniel Gole­man, Richard Tart entre otros, siguie­ran la mis­ma línea de fusión entre la con­cep­ción orien­tal y de occi­den­te, res­pec­to al bien­es­tar psi­co­ló­gi­co (Walsh & Vaughan, 2008). La psi­co­lo­gía trans­per­so­nal brin­da una visión amplia y holís­ti­ca sobre la natu­ra­le­za huma­na. Reba­sa los lími­tes de la psi­co­lo­gía tra­di­cio­nal, explo­ran­do la dimen­sión espi­ri­tual y tras­cen­den­te de la expe­rien­cia huma­na, tenien­do como obje­ti­vo pro­por­cio­nar a las per­so­nas un sen­ti­do más amplio del sig­ni­fi­ca­do y pro­pó­si­to de vida.

Conclusión

Sin duda algu­na, Abraham Mas­low fue uno de los repre­sen­tan­tes más icó­ni­cos de la psi­co­lo­gía en el siglo XX, pero más aun, su nom­bre no pue­de des­lin­dar­se de la psi­co­lo­gía huma­nis­ta. Moti­vos hay de sobra para que Shel­don Kopp le haya lla­ma­do el visio­na­rio de la psi­co­lo­gía huma­nis­ta. Gra­cias a sus apor­ta­cio­nes, pudie­ron sen­tar­se las bases para la com­pren­sión de la natu­ra­le­za ten­dien­te a la auto­rrea­li­za­ción en los seres huma­nos; sin embar­go, para quie­nes se han intere­sa­do en la vida y obra de este autor, será nece­sa­rio des­cu­brir la rique­za de sus plan­tea­mien­tos y argu­men­ta­cio­nes. Des­afor­tu­na­da­men­te, la lec­tu­ra limi­ta­da de este repre­sen­tan­te de la psi­co­lo­gía huma­nis­ta se ha vis­to limi­ta­da a la tan men­cio­na­da pirá­mi­de las nece­si­da­des, pero eso sólo es un esla­bón del entra­ma­do y la rique­za de su sis­te­ma de pen­sa­mien­to. Será incues­tio­na­ble que, para las gene­ra­cio­nes actua­les y futu­ras, se dedi­que una lec­tu­ra deta­lla­da de sus pos­tu­la­dos, para que, con cono­ci­mien­to y sus­ten­to sufi­cien­te, se pue­da cri­ti­car, recons­truir, rede­fi­nir e inclu­so per­fec­cio­nar el pen­sa­mien­to de un hom­bre que, a pesar de haber teni­do una infan­cia difí­cil e inclu­so vio­len­ta, se haya con­ver­ti­do en un hom­bre resi­lien­te y capaz de com­pren­der que la per­so­na es, por exce­len­cia, una posi­bi­li­dad de cre­ci­mien­to, desa­rro­llo y auto­rrea­li­za­ción.

Referencias bibliográficas

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Notas

  1. Pro­fe­sor de Carre­ra Aso­cia­do C TC de la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, UNAM.

    Correo: angel.corchado@iztacala.unam.mx ORCID: https://orcid.org/0000–0002-4436–6237

  2. De acuer­do con el autor, fue en este año don­de por pri­me­ra vez Mas­low elu­ci­da el tér­mino auto­es­ti­ma.
  3. En la pos­gue­rra, Mas­low regre­só a Brooklyn para impar­tir cáte­dra.