Psicoterapia para mujeres que han sufrido abuso sexual infantil: una mirada desde la perspectiva de género

Psychotherapy for women who have suffered childhood sexual abuse: a look from a gender perspective

María Antonieta Dorantes Gómez[1]

Facultad de Estudios Superiores Iztacala

Resumen

El abu­so sexual ocu­rri­do duran­te la infan­cia afec­ta la salud psi­co­ló­gi­ca y físi­ca de las muje­res. Abor­dar el tra­ta­mien­to psi­co­te­ra­péu­ti­co de estas muje­res des­de una pers­pec­ti­va de géne­ro, impli­ca reco­no­cer el impac­to de las diná­mi­cas de poder, los roles de géne­ro y las expec­ta­ti­vas socia­les. El obje­ti­vo de la pre­sen­te inves­ti­ga­ción es pre­sen­tar algu­nos aspec­tos que debe­rían con­si­de­rar­se en el tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co ges­tál­ti­co con muje­res adul­tas que sufrie­ron abu­so sexual infan­til. Los aspec­tos que se desa­rro­lla­ron fue­ron la sen­si­bi­li­dad de géne­ro del(a) psi­co­te­ra­peu­ta y el tra­ba­jo con los meca­nis­mos de defen­sa. Por lo que se refie­re a la sen­si­bi­li­dad de géne­ro se requie­re que los(as) psi­co­te­ra­peu­tas refle­xio­nen sobre sus pro­pios pre­jui­cios de géne­ro e iden­ti­fi­quen las mane­ras en que éstos pue­den influir en su prác­ti­ca. Para tra­ba­jar con los meca­nis­mos de defen­sa se requie­re pro­mo­ver su expre­sión emo­cio­nal en un espa­cio segu­ro y libre de jui­cios.

Pala­bras cla­ve: abu­so sexual infan­til, psi­co­te­ra­pia Ges­talt, pers­pec­ti­va de géne­ro, meca­nis­mos de defen­sa, muje­res.

Abstract

Sexual abu­se that occurs during childhood affects wome­n’s psy­cho­lo­gi­cal and phy­si­cal health. Approa­ching the psy­chothe­ra­peu­tic treat­ment of the­se women from a gen­der pers­pec­ti­ve implies recog­ni­zing the impact of power dyna­mics, gen­der roles, and social expec­ta­tions. The aim of this research is to pre­sent some aspects that should be con­si­de­red in ges­talt psy­chothe­ra­peu­tic work with adult women who suf­fe­red child sexual abu­se. The aspects that were deve­lo­ped were the gen­der sen­si­ti­vity of the psy­chothe­ra­pist and the work with defen­se mecha­nisms. Gen­der sen­si­ti­vity requi­res psy­chothe­ra­pists to reflect on their own gen­der bia­ses and iden­tify ways in which the­se can influen­ce their prac­ti­ce. To work with defen­se mecha­nisms, it is neces­sary to pro­mo­te their emo­tio­nal expres­sion in a safe and judg­ment-free spa­ce.

Key­words: child sexual abu­se, Ges­talt psy­chothe­rapy, gen­der pers­pec­ti­ve, defen­se mecha­nisms, women.

Una de las for­mas de vio­len­cia de géne­ro que más lace­ran la inte­gri­dad físi­ca y emo­cio­nal de las muje­res es el abu­so sexual ocu­rri­do duran­te su infan­cia (ASI). Aun­que las esta­dís­ti­cas son poco con­fia­bles para deter­mi­nar el por­cen­ta­je de muje­res que han sido víc­ti­mas de ASI se esti­ma que, a nivel mun­dial, entre un 15% y un 25% de la pobla­ción feme­ni­na ha teni­do ante­ce­den­tes de abu­so sexual (Leseerman,2005). La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS) con­si­de­ra que, en el mun­do, 150 millo­nes de niñas en tér­mi­nos apro­xi­ma­dos, han sido víc­ti­mas de algu­na for­ma de abu­so sexual [AS] antes de cum­plir los 18 años (Meba­rak, 2010).

El ASI es un ejer­ci­cio de vio­len­cia con un menor que toda­vía no cuen­ta con el nivel de desa­rro­llo emo­cio­nal y cog­nos­ci­ti­vo sufi­cien­te para com­pren­der, deci­dir o impe­dir dicha acti­vi­dad. El abu­sa­dor enfren­ta al menor a un mun­do adul­to sexua­li­za­do, para el que no tie­ne refe­ren­tes. En el ASI, el abu­sa­dor satis­fa­ce sus nece­si­da­des sexua­les sin con­si­de­rar las nece­si­da­des del infan­te. Este ejer­ci­cio de vio­len­cia sexual pue­de ser expli­ci­to cuan­do se usa la fuer­za físi­ca o sutil, cuan­do se uti­li­za la situa­ción de depen­den­cia del menor (Cana­les, 2022).

En la mayo­ría de los casos los agre­so­res uti­li­zan la mani­pu­la­ción psi­co­ló­gi­ca para man­te­ner en la secre­cía sus abu­sos sexua­les. Enga­ñan a las víc­ti­mas, dis­fra­zan lo que están hacien­do, las ame­na­zan, se tra­tan de ganar su con­fian­za, les dan pre­mios o pri­vi­le­gios. En un por­cen­ta­je menor se uti­li­za la vio­len­cia físi­ca para agre­dir sexual­men­te al menor.

Las cir­cuns­tan­cias en las que ocu­rrió el ASI (abu­so sexual infan­til) influ­yen en las secue­las que van a pre­sen­tar las per­so­nas en la edad adul­ta. Entre estas cir­cuns­tan­cias se pue­de con­si­de­rar:

  • el momen­to evo­lu­ti­vo del menor en el cual se ini­cia el abu­so.
  • las carac­te­rís­ti­cas socia­les y fami­lia­res del entorno en el que se desa­rro­lla el menor.
  • las carac­te­rís­ti­cas del acto abu­si­vo (gra­ve­dad, fre­cuen­cia, nivel de coac­ción y vio­len­cia, dura­ción).
  • la rela­ción que exis­te con el abu­sa­dor.
  • el tipo de reac­ción del menor ante el abu­so.
  • la res­pues­ta de los adul­tos al cono­cer el abu­so, el nivel de cre­di­bi­li­dad que se le otor­ga al menor que sufrió el abu­so.
  • las medi­das que se toman en rela­ción con el cese del abu­so y la pro­tec­ción del menor.
  • las dife­ren­tes estra­te­gias o medi­das que se desa­rro­llan a nivel ins­ti­tu­cio­nal (ser­vi­cios socia­les y jurí­di­cos).
  • la ayu­da tera­péu­ti­ca que se ofre­ce (Alme­dro, et. al 2013: 51).

Un abu­sa­dor pue­de ocu­par un lugar de pri­vi­le­gio que le per­mi­ta ata­car a múl­ti­ples víc­ti­mas, en reite­ra­das oca­sio­nes, esto ocu­rre en el caso de líde­res reli­gio­sos, entre­na­do­res depor­ti­vos, pro­fe­so­res, etc. Cuan­do una per­so­na se atre­ve a hablar de este tema gene­ral­men­te apa­re­cen otras que tam­bién fue­ron abu­sa­das sexual­men­te duran­te su infan­cia.

Una de las prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas del ASI es su carác­ter trans­gre­sor. El abu­sa­dor y en muchas oca­sio­nes per­so­nas del sis­te­ma fami­liar o ins­ti­tu­cio­nal, exi­gen el silen­cio al menor que fue abusado(a) y esta deman­da pue­de seguir a lo lar­go de muchos años. En el con­tex­to fami­liar o social, los agre­so­res pue­den seguir estan­do pre­sen­tes duran­te mucho tiem­po en la vida de las per­so­nas que sufrie­ron ASI.

El abu­so sexual infan­til (ASI) es un acto de poder y con­trol, se ori­gi­na en una socie­dad en la cual hay una des­igual­dad de poder entre los géne­ros, lo cual favo­re­ce que los infan­tes sufran este tipo de vio­len­cia. El ASI es un fenó­meno que se rela­cio­na con la mane­ra en que se pre­sen­tan a las muje­res y a los infan­tes como obje­tos que pue­den ser uti­li­za­dos sexual­men­te por los varo­nes.

Den­tro de esta cul­tu­ra patriar­cal se ha aso­cia­do a las muje­res con el mal. Las muje­res, bajo esta pers­pec­ti­va son la fuen­te de seduc­ción que pier­de a los varo­nes. Las figu­ras de Eva, Pan­do­ra, Medu­sa y Lilith han sido para­dig­má­ti­cas. La ima­gen de las muje­res como fuen­te de per­di­ción de los hom­bres está pre­sen­te en la mane­ra en que se estig­ma­ti­za a las muje­res que se atre­ven a hablar del ASI.

El abu­so sexual de las niñas en muchas oca­sio­nes no se denun­cia por mie­do a la ver­güen­za y a los pro­ble­mas que se pue­den gene­rar den­tro de una estruc­tu­ra patriar­cal en la cual, en la mayo­ría de las oca­sio­nes, el abu­sa­dor es un hom­bre cono­ci­do que tie­ne un lugar pri­vi­le­gia­do den­tro de la estruc­tu­ra social.

Se ha docu­men­ta­do amplia­men­te cómo el abu­so sexual ocu­rri­do duran­te la infan­cia afec­ta la salud psi­co­ló­gi­ca y físi­ca de las muje­res. Las adic­cio­nes, rela­cio­nes code­pen­dien­tes, fobias, tras­tor­nos depre­si­vos y de ansie­dad, tras­tor­nos de la con­duc­ta ali­men­ta­ria son algu­nos de los tras­tor­nos que se ori­gi­nan por haber vivi­do algún tipo de abu­so sexual en la infan­cia (Almen­dro, 2013, Real-López, 2023, Pere­da, 2010, Can­tón, 2015).

El tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co con muje­res adul­tas que sufrie­ron ASI es un tema que debe­ría tener mayor aten­ción dada su pre­va­len­cia. El obje­ti­vo de estas inter­ven­cio­nes debe­ría ser el empo­de­ra­mien­to de estas muje­res. De acuer­do con la Ley Gene­ral de acce­so de las muje­res a una vida libre de vio­len­cia (2007) el empo­de­ra­mien­to es: “el pro­ce­so por medio del cual las muje­res tran­si­tan de cual­quier situa­ción de opre­sión, des­igual­dad, dis­cri­mi­na­ción, explo­ta­ción o exclu­sión aun esta­do de con­cien­cia, auto­de­ter­mi­na­ción y auto­no­mía.” (pp. 3 y 4).

Los prin­ci­pios en los que se sus­ten­ta la psi­co­te­ra­pia Ges­talt están acor­des con el desa­rro­llo de pro­ce­sos de empo­de­ra­mien­to. Esta es la razón por la cual es un enfo­que que pue­de ser uti­li­za­do para pro­mo­ver pro­ce­sos de empo­de­ra­mien­to en muje­res adul­tas que sufrie­ron abu­so sexual duran­te su infan­cia.

El tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co des­de la Ges­talt tie­ne como ejes prin­ci­pa­les, la con­cien­cia del momen­to pre­sen­te, la capa­ci­dad de auto­rre­gu­lar­se y la inte­gra­ción del indi­vi­duo des­de la res­pon­sa­bi­li­dad de su pro­pia exis­ten­cia y sus impli­ca­cio­nes (Perls, 2002).


Abor­dar el tra­ta­mien­to psi­co­te­ra­péu­ti­co en muje­res adul­tas que sufrie­ron abu­so sexual infan­til (ASI), des­de una pers­pec­ti­va de géne­ro, impli­ca reco­no­cer el impac­to de las diná­mi­cas de poder, los roles de géne­ro y las expec­ta­ti­vas socia­les que influ­yen en sus expe­rien­cias del abu­so. Este enfo­que per­mi­te una com­pren­sión más pro­fun­da y una res­pues­ta más efec­ti­va, ase­gu­ran­do que las nece­si­da­des espe­cí­fi­cas de estas muje­res sean aten­di­das de mane­ra ade­cua­da y equi­ta­ti­va.


El obje­ti­vo de la pre­sen­te inves­ti­ga­ción es pre­sen­tar algu­nos aspec­tos que debe­rían con­si­de­rar­se en el tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co ges­tál­ti­co con muje­res adul­tas que sufrie­ron ASI. Los aspec­tos que se van a desa­rro­llar son la sen­si­bi­li­dad de géne­ro del(a) psi­co­te­ra­peu­ta y el tra­ba­jo con los meca­nis­mos de defen­sa.

Sensibilidad de género del(a) psicoterapeuta

Es cru­cial que los(as) psi­co­te­ra­peu­tas estén capacitados(as) en sen­si­bi­li­dad de géne­ro para pro­mo­ver pro­ce­sos de empo­de­ra­mien­to en muje­res que sufrie­ron ASI.

Los y las psi­co­te­ra­peu­tas deben ser cons­cien­tes de sus pro­pios ses­gos y pre­jui­cios rela­cio­na­dos con el géne­ro. Los pre­jui­cios de géne­ro de los y las psi­co­te­ra­peu­tas pue­den influir en la rela­ción tera­péu­ti­ca y en la efi­ca­cia del tra­ta­mien­to.

Un(a) psi­co­te­ra­peu­ta pue­de, de mane­ra incons­cien­te, refor­zar la dis­cri­mi­na­ción de géne­ro de la que ha sido obje­to la mujer que sufrió ASI. Esto se pue­de hacer a tra­vés de la revic­ti­mi­za­ción, situa­ción que ocu­rre cuan­do en la psi­co­te­ra­pia se pre­sio­na a la mujer a que cuen­te una y otra vez el inci­den­te ocu­rri­do sin hacer un cie­rre ade­cua­do que le per­mi­ta ir ela­bo­ran­do esas expe­rien­cias trau­má­ti­cas.

Otro de los ses­gos de géne­ro que pue­den estar pre­sen­tes en el tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co es el asu­mir un rol pater­na­lis­ta con la mujer que sufrió abu­so sexual duran­te su infan­cia. En algu­nas oca­sio­nes se pre­sio­na a la mujer para que reali­ce accio­nes para las que no está pre­pa­ra­da, o que no están acor­des con sus nece­si­da­des, sino que son más bien nece­si­da­des del (a) psi­co­te­ra­peu­ta.

Cuan­do una mujer adul­ta deci­de hablar sobre el abu­so sexual que vivió duran­te su infan­cia en un pro­ce­so psi­co­te­ra­péu­ti­co, se le pue­de cul­pa­bi­li­zar por la expe­rien­cia que vivió, dilu­yen­do la res­pon­sa­bi­li­dad del abu­sa­dor. Esto ocu­rre cuan­do se les cues­tio­na por su for­ma de com­por­tar­se, por no haber­se opues­to de una mane­ra con­tun­den­te, por ser la cul­pa­ble de que la fami­lia se desin­te­gre, por tra­tar de arrui­nar la ima­gen de una figu­ra impor­tan­te den­tro de la Igle­sia, la fami­lia, etc. Inclu­so se le pue­de pre­sio­nar para que acep­te que ella ima­gi­nó un abu­so sexual que en reali­dad no ocu­rrió.

Otro de los ses­gos de géne­ro que pue­den estar pre­sen­tes en el tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co es mini­mi­zar la expe­rien­cia de abu­so sexual expe­ri­men­ta­do. En la mayo­ría de los casos las per­so­nas no acu­den a psi­co­te­ra­pia para tra­ba­jar con las secue­las del abu­so expe­ri­men­ta­do duran­te su infan­cia. Gene­ral­men­te acu­den por otras cues­tio­nes (pro­ble­mas de ansie­dad, con­flic­tos en sus rela­cio­nes inter­per­so­na­les, depre­sión, idea­ción sui­ci­da, etc.) y es duran­te el pro­ce­so psi­co­te­ra­péu­ti­co que ellas toman con­cien­cia del impac­to que en sus vidas tuvo el abu­so sexual del que fue­ron víc­ti­mas duran­te su infan­cia. Enton­ces en vir­tud de que pue­de ser un tema deli­ca­do, pue­de exis­tir la ten­den­cia a que el(a) psi­co­te­ra­peu­ta mini­mi­ce el efec­to de esta expe­rien­cia en la pacien­te.

Para abor­dar los pre­jui­cios de géne­ro, que pue­den obs­ta­cu­li­zar el tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co de empo­de­ra­mien­to de muje­res que sufrie­ron abu­so sexual infan­til (ASI) es cru­cial que los(as) psi­co­te­ra­peu­tas reci­ban for­ma­ción con­ti­nua en cues­tio­nes de géne­ro. Se requie­re que estos(as) pro­fe­sio­na­les refle­xio­nen sobre sus pro­pios pre­jui­cios de géne­ro e iden­ti­fi­quen las mane­ras en que éstos pue­den influir en su prác­ti­ca. Al reco­no­cer y tra­ba­jar acti­va­men­te con­tra sus pro­pios pre­jui­cios, los(as) psi­co­te­ra­peu­tas pue­den ofre­cer un apo­yo más equi­ta­ti­vo y efec­ti­vo a las muje­res que sufrie­ron ASI.

Trabajo con los mecanismos de defensa


El pro­ce­so psi­co­te­ra­péu­ti­co con muje­res adul­tas que sufrie­ron ASI debe­rá pro­mo­ver la explo­ra­ción y expre­sión emo­cio­nal en un espa­cio segu­ro y libre de jui­cios. Es pre­ci­so reco­no­cer y vali­dar las emo­cio­nes y expe­rien­cias de las víc­ti­mas sin juz­gar ni mini­mi­zar sus sen­ti­mien­tos. Muchas de estas muje­res han uti­li­za­do meca­nis­mos de defen­sa que las han lle­va­do a des­co­nec­tar­se de sus sen­sa­cio­nes, emo­cio­nes y nece­si­da­des. Es nece­sa­rio fomen­tar el sen­ti­do de empo­de­ra­mien­to y auto­no­mía de estas muje­res per­mi­tién­do­les des­cu­brir que tie­nen el poder de cam­biar sus con­di­cio­nes de vida.

De acuer­do con la Ges­talt, los meca­nis­mos de defen­sa son estra­te­gias que las per­so­nas uti­li­zan incons­cien­te­men­te para pro­te­ger­se de emo­cio­nes y expe­rien­cias dolo­ro­sas (Cana­les, 2022 p.28). El tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co con muje­res que han sufri­do abu­so sexual infan­til y que han uti­li­za­do meca­nis­mos de defen­sa para sobre­vi­vir, es una labor deli­ca­da y com­ple­ja. Las niñas que expe­ri­men­ta­ron abu­so sexual uti­li­za­ron deter­mi­na­dos meca­nis­mos de defen­sa que les per­mi­tie­ron enfren­tar esa con­di­ción. El pro­ble­ma se ori­gi­na cuan­do estos meca­nis­mos las han lle­va­do a des­co­nec­tar­se de sus sen­sa­cio­nes, emo­cio­nes y nece­si­da­des per­so­na­les, lo cual va a gene­rar diver­sos tras­tor­nos físi­cos y psi­co­ló­gi­cos.

Joseph Zin­ker, uno de los cofun­da­do­res de la Tera­pia Ges­talt, des­cri­bió varios meca­nis­mos de defen­sa que las per­so­nas uti­li­zan para pro­te­ger­se del dolor emo­cio­nal y la ansie­dad. Estos meca­nis­mos se ali­nean con los prin­ci­pios de la tera­pia Ges­talt y se cen­tran en cómo las per­so­nas inter­fie­ren con el con­tac­to y la con­cien­cia en el aquí y aho­ra. Los meca­nis­mos de defen­sa que iden­ti­fi­có Zin­ker (2003) son la des­en­si­bi­li­za­ción, pro­yec­ción, intro­yec­ción, retro­fle­xión, defle­xión y con­fluen­cia.

Los man­da­tos de géne­ro influ­yen en las expe­rien­cias que estas muje­res. Las muje­res en esta socie­dad patriar­cal han sido socia­li­za­das para ser sumi­sas y no cues­tio­nar la auto­ri­dad, lo que pue­de difi­cul­tar su capa­ci­dad para aten­der sus nece­si­da­des y para con­tac­tar con sus sen­sa­cio­nes y emo­cio­nes.

Desensibilización

Cuan­do una per­so­na uti­li­za el meca­nis­mo de la des­en­si­bi­li­za­ción va a evi­tar sen­tir las sen­sa­cio­nes y emo­cio­nes dolo­ro­sas. Las per­so­nas pue­den vol­ver­se insen­si­bles para evi­tar el dolor o la inco­mo­di­dad emo­cio­nal, lo que las pue­de lle­var a des­co­nec­tar­se de sus sen­sa­cio­nes, emo­cio­nes y nece­si­da­des.

Cuan­do hubo abu­so sexual, para no sen­tir, la niña pue­de haber apren­di­do a des­co­nec­tar­se de sus sen­sa­cio­nes cor­po­ra­les y de sus emo­cio­nes. Uno de los aspec­tos que inter­fie­re con el pleno desa­rro­llo de la mujer que sufrió abu­so sexual infan­til (ASI) es cuan­do desa­rro­lla un meca­nis­mo de evi­ta­ción emo­cio­nal como una for­ma de pro­te­ger­se del dolor. Esto la pue­de lle­var a una des­co­ne­xión de sus pro­pios sen­ti­mien­tos y a difi­cul­ta­des para expe­ri­men­tar y expre­sar emo­cio­nes. La des­en­si­bi­li­za­ción extre­ma la pue­de lle­var a esta­dos diso­cia­ti­vos, don­de se sien­te des­co­nec­ta­da de su cuer­po o de su entorno. Esto pue­de inter­fe­rir con la capa­ci­dad de esta­ble­cer rela­cio­nes salu­da­bles.

La uti­li­za­ción de la des­en­si­bi­li­za­ción por par­te de las muje­res que sufrie­ron ASI las pue­de haber lle­va­do a inter­na­li­zar que el abu­so es algo nor­mal, aumen­tan­do el ries­go de que se invo­lu­cren en rela­cio­nes abu­si­vas en el futu­ro o de que per­pe­túen com­por­ta­mien­tos auto­des­truc­ti­vos. Aquí es con­ve­nien­te seña­lar que en muchas oca­sio­nes el abu­so sexual que expe­ri­men­ta­ron estas muje­res se dio auna­do a un abu­so físi­co y psi­co­ló­gi­co.

En vir­tud del con­flic­to que gene­ral­men­te repre­sen­ta para los inte­gran­tes de la fami­lia el reco­no­cer el ASI se pue­de deman­dar que no se hable de ese tema, lo cual pue­de lle­var a que la niña comien­ce a dudar de si real­men­te ocu­rrió. El ASI pue­de ser tan trau­má­ti­co que la psi­que de la niña y pos­te­rior­men­te de la mujer repri­me este con­te­ni­do y pare­ce que está olvi­da­do, no obs­tan­te, per­ma­ne­ce a nivel de men­te incons­cien­te y por eso pue­de pro­vo­car reac­cio­nes des­pro­por­cio­na­das en deter­mi­na­dos momen­tos futu­ros de la vida de estas muje­res.

Muchas muje­res adul­tas tra­tan de mane­jar las secue­las del ASI negan­do sus sen­ti­mien­tos y blo­quean­do sus recuer­dos. Sin embar­go, los sen­ti­mien­tos des­agra­da­bles, los recuer­dos repri­mi­dos, la cul­pa y la ver­güen­za, los flash­backs (imá­ge­nes que regre­san intem­pes­ti­va­men­te), las pesa­di­llas, los pro­ble­mas sexua­les, la depre­sión, los ata­ques de páni­co y otros pro­ble­mas sur­gi­rán duran­te este pro­ce­so, aun­que se quie­ra hacer a un lado el abu­so e igno­rar­lo por com­ple­to (Cana­les, 2022).

Las muje­res que sufrie­ron abu­so sexual duran­te su infan­cia pue­den creer que con el paso del tiem­po este even­to va a dejar de seguir afec­tán­do­las. No obs­tan­te, pue­de haber situa­cio­nes que deto­nan el mate­rial repri­mi­do (por ejem­plo, cuan­do la mujer tie­ne rela­cio­nes sexua­les, cuan­do se emba­ra­za, cuan­do su hijo(a) tie­ne la edad en la que ella fue abu­sa­da, cuan­do ve una pelí­cu­la sobre abu­so sexual, cuan­do ve al abu­sa­dor, etc.).

Cuan­do ya de adul­tas, las muje­res que sufrie­ron ASI, comien­zan a tener inti­mi­dad sexual con sus pare­jas a raíz de la des­co­ne­xión de sus sen­sa­cio­nes cor­po­ra­les pue­den pre­sen­tar pro­ble­mas que obs­ta­cu­li­cen el pleno ejer­ci­cio de su sexua­li­dad, pue­den vol­ver­se frí­gi­das o tener regre­sio­nes espon­ta­neas cuan­do el con­tac­to sexual las remi­te a la expe­rien­cia no tra­ba­ja­da del ASI.

Otra de las for­mas en las que se mani­fies­ta la des­en­si­bi­li­za­ción es cuan­do las muje­res nie­gan el impac­to del abu­so sexual jus­ti­fi­can­do al abu­sa­dor. Esto se mani­fies­ta cuan­do seña­lan que el abu­sa­dor sufrió abu­so sexual de niño tam­bién, o que era una per­so­na igno­ran­te y no sabía el daño que esta­ba hacien­do o tal vez cuan­do dice que los abu­sos eran mues­tras de cari­ño que se vol­vie­ron inade­cua­das, pero que en el fon­do el abu­sa­dor no lo hizo de mala fe (Cana­les, 2002).

Cuan­do se rea­li­za de mane­ra ade­cua­da y bajo la super­vi­sión psi­co­te­ra­péu­ti­ca, la des­en­si­bi­li­za­ción pue­de ser par­te de un pro­ce­so tera­péu­ti­co bene­fi­cio­so para estas muje­res. Las téc­ni­cas de des­en­si­bi­li­za­ción pue­den ayu­dar a redu­cir la inten­si­dad de las emo­cio­nes nega­ti­vas aso­cia­das con los recuer­dos trau­má­ti­cos, per­mi­tien­do que estas muje­res pue­dan pro­ce­sar el trau­ma de mane­ra más efec­ti­va. A medi­da que los recuer­dos trau­má­ti­cos pier­den su car­ga emo­cio­nal inten­sa, ellas pue­den desa­rro­llar una mejor capa­ci­dad para regu­lar sus emo­cio­nes y aten­der sus nece­si­da­des actua­les. Supe­rar los efec­tos del trau­ma median­te des­en­si­bi­li­za­ción tera­péu­ti­ca pue­de for­ta­le­cer pro­ce­sos de empo­de­ra­mien­to.

Proyección

Cuan­do una per­so­na uti­li­za el meca­nis­mo de defen­sa de la pro­yec­ción res­pon­sa­bi­li­za al ambien­te de lo que se ori­gi­na den­tro de ella mis­ma, le atri­bu­ye a los otros sen­ti­mien­tos, pen­sa­mien­tos o deseos que en reali­dad son pro­pios. Esto pue­de ser una for­ma de evi­tar enfren­tar­se a aspec­tos nega­ti­vos de sí mis­ma al ver­los en los demás (Agui­rre, 2015).

Las muje­res que sufrie­ron abu­so sexual duran­te su infan­cia pue­den pro­yec­tar los sen­ti­mien­tos de mie­do, des­con­fian­za o eno­jo que han alber­ga­do a lo lar­go de muchos años, esto les gene­ra con­flic­tos en sus rela­cio­nes inter­per­so­na­les. Las expe­rien­cias de abu­so sexual ocu­rri­das duran­te la infan­cia, ocu­rren en un ambien­te hos­til y ame­na­za­dor. Las niñas fue­ron trai­cio­na­das, ata­ca­das, ame­na­za­das y obli­ga­das a guar­dar silen­cio. La pro­yec­ción de sen­ti­mien­tos de vul­ne­ra­bi­li­dad o trai­ción pue­de hacer que estas muje­res cuan­do crez­can des­con­fíen pro­fun­da­men­te de los demás, lo cual va a difi­cul­tar que acu­dan a redes de apo­yo que son esen­cia­les para su recu­pe­ra­ción.

En esta socie­dad patriar­cal estas muje­res han sido estig­ma­ti­za­das, el abu­so expe­ri­men­ta­do las pue­de haber lle­va­do a sen­tir­se cul­pa­bles y aver­gon­za­das. Ya de adul­tas pue­den pro­yec­tar estos sen­ti­mien­tos en las per­so­nas con las que se rela­cio­nan. Al pro­yec­tar sus sen­ti­mien­tos nega­ti­vos en otros, estas muje­res están evi­tan­do enfren­tar y pro­ce­sar su pro­pio dolor y trau­ma.

Cuan­do la mujer adul­ta que sufrió abu­so sexual infan­til (ASI) uti­li­za la pro­yec­ción le pue­de atri­buir a los demás sen­ti­mien­tos y deseos pro­pios, que con­si­de­ra inacep­ta­bles. Gene­ral­men­te el abu­sa­dor crea un ambien­te ambi­va­len­te para la niña. El abu­sa­dor gene­ral­men­te inten­tó ganar­se la con­fian­za de la niña a tra­vés de rega­los o de aten­cio­nes para pos­te­rior­men­te ata­car­la sexual­men­te. Esta ambi­va­len­cia pudo haber crea­do mucha con­fu­sión en la niña. Una niña pue­de haber sen­ti­do pla­cer sexual o pue­de haber­se sen­ti­do aten­di­da cuan­do el abu­sa­dor la toca­ba y esto pue­de ser inacep­ta­ble para ella ya de adul­ta. Enton­ces pue­de haber apren­di­do a pro­yec­tar sus emo­cio­nes inacep­ta­bles en otras per­so­nas.

La pro­yec­ción pue­de ser uti­li­za­da de mane­ra cons­truc­ti­va en un entorno psi­co­te­ra­péu­ti­co para apo­yar a estas muje­res para que reco­noz­can y pro­ce­sen sus emo­cio­nes. En psi­co­te­ra­pia, se pue­de ayu­dar a que estas muje­res iden­ti­fi­quen cuán­do están pro­yec­tan­do y pue­dan explo­rar los sen­ti­mien­tos sub­ya­cen­tes que están evi­tan­do. Tra­ba­jar con la pro­yec­ción pue­de ayu­dar­las a desa­rro­llar una mayor con­cien­cia de sus pro­pias emo­cio­nes y reac­cio­nes, redu­cien­do la nece­si­dad de pro­yec­tar sen­ti­mien­tos nega­ti­vos en los demás.

Introyección

La intro­yec­ción es un meca­nis­mo de defen­sa median­te el cual la per­so­na incor­po­ra den­tro de sí mis­ma patro­nes, acti­tu­des, modos de actuar y de pen­sar que no son ver­da­de­ra­men­te suyos.

Las muje­res que sufrie­ron abu­so sexual infan­til (ASI) pue­den haber inter­na­li­za­do men­sa­jes nega­ti­vos sobre sí mis­mas que reci­bie­ron de su entorno fami­liar, como sen­ti­mien­tos de indig­ni­dad, ver­güen­za o cul­pa. Esto pue­de lle­var­las a tener pro­ble­mas de auto­es­ti­ma.

La intro­yec­ción pue­de lle­var a las muje­res que sufrie­ron ASI a creer que el abu­so fue de algu­na mane­ra su cul­pa o que lo mere­cían. Estos sen­ti­mien­tos de cul­pa y ver­güen­za pue­den ser para­li­zan­tes y difi­cul­tar su pro­ce­so de recu­pe­ra­ción. Al inter­na­li­zar las expec­ta­ti­vas y valo­res del abu­sa­dor, estas muje­res pue­den tener difi­cul­ta­des para desa­rro­llar y expre­sar su iden­ti­dad autén­ti­ca.

Para tra­ba­jar con los efec­tos nega­ti­vos de la intro­yec­ción, es esen­cial un abor­da­je psi­co­te­ra­péu­ti­co que ayu­de a estas muje­res a tomar una mayor con­cien­cia y acep­ta­ción de sus emo­cio­nes per­mi­tién­do­les cues­tio­nar las creen­cias intro­yec­ta­das que han obs­ta­cu­li­za­do su desa­rro­llo per­so­nal. Al dife­ren­ciar entre creen­cias intro­yec­ta­das y valo­res autén­ti­cos, estas muje­res pue­den desa­rro­llar una iden­ti­dad más genui­na acor­de con sus nece­si­da­des y deseos.

Retroflexión

La retro­fle­xión es un meca­nis­mo de defen­sa en el que una per­so­na diri­ge hacia sí mis­ma las emo­cio­nes, impul­sos o accio­nes que ori­gi­nal­men­te esta­ban des­ti­na­dos a otra per­so­na (Span­gen­berg, 2018). Cuan­do se uti­li­za la retro­fle­xión la per­so­na aban­do­na todo inten­to de influir en su entorno y se hace así mis­ma lo que que­rría hacer a los demás. Cuan­do exis­te un gran eno­jo hacia los demás, la per­so­na que retro­flec­ta se ata­ca a sí mis­ma.

Cuan­do una mujer que ha sufri­do ASI uti­li­za la retro­fle­xión pue­de diri­gir su ira y frus­tra­ción hacia sí mis­ma en lugar de hacia el abu­sa­dor, lo que la pue­de lle­var a rea­li­zar com­por­ta­mien­tos auto­des­truc­ti­vos como el cut­ting, el abu­so de sus­tan­cias y otras for­mas de auto­le­sión. La retro­fle­xión pue­de mani­fes­tar­se en tras­tor­nos de la ali­men­ta­ción como la ano­re­xia, la buli­mia o el tras­torno por atra­cón, don­de estas muje­res inten­tan ejer­cer con­trol sobre su cuer­po y sus emo­cio­nes de mane­ra dañi­na.

La ten­den­cia a cul­par­se a sí mis­mas y a diri­gir la ira y la frus­tra­ción hacia su pro­pio ser pue­de dañar gra­ve­men­te la auto­es­ti­ma de las muje­res que sufrie­ron ASI. Pue­den desa­rro­llar una ima­gen de sí mis­mas como indig­nas y poco mere­ce­do­ras a ser ama­das y esto las pue­de lle­var a ais­lar­se social­men­te. Una mujer que sufrió ASI pue­de creer que está mar­ca­da nega­ti­va­men­te por lo que le ocu­rrió, pue­de sen­tir­se impu­ra y una de las reper­cu­sio­nes en su vida adul­ta es la rea­li­za­ción de accio­nes que aten­tan con­tra su inte­gri­dad físi­ca y psi­co­ló­gi­ca.

El tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co con estas muje­res debe­rá fomen­tar que estén más cons­cien­tes de sus expe­rien­cias inter­nas y de cómo se retro­flec­tan. Esto les per­mi­ti­rá tomar res­pon­sa­bi­li­dad por sus emo­cio­nes y accio­nes y explo­rar nue­vos patro­nes de con­tac­to con sus sen­sa­cio­nes y ges­tión de sus emo­cio­nes.

Deflexión

La defle­xión es un meca­nis­mo de defen­sa en el que una per­so­na evi­ta enfren­tar direc­ta­men­te sus emo­cio­nes, pen­sa­mien­tos o expe­rien­cias dolo­ro­sas, des­vian­do su aten­ción hacia algo menos ame­na­zan­te o dis­tra­yén­do­se con otras acti­vi­da­des.

Al uti­li­zar la defle­xión, las muje­res que han sufri­do abu­so sexual infan­til (ASI) evi­tan enfren­tar y pro­ce­sar estas expe­rien­cias trau­má­ti­cas. La evi­ta­ción cons­tan­te de emo­cio­nes dolo­ro­sas pue­de con­tri­buir al desa­rro­llo de tras­tor­nos de ansie­dad, depre­sión.

La defle­xión pue­de afec­tar el esta­ble­ci­mien­to de rela­cio­nes inter­per­so­na­les madu­ras ya que las muje­res que han sufri­do ASI evi­tan con­tac­tar con sus emo­cio­nes, esto difi­cul­ta la cone­xión genui­na con­si­go mis­mas y con los demás.

En el caso del ASI las muje­res adul­tas pue­den evi­tar con­tac­tar con las emo­cio­nes (tris­te­za, eno­jo, cul­pa, resen­ti­mien­to, ver­güen­za, mie­do) que les pro­du­jo la expe­rien­cia del abu­so, recu­rrien­do a las adic­cio­nes. Cuan­do estas muje­res comien­zan a sen­tir el dolor por la expe­rien­cia trau­má­ti­ca pue­den recu­rrir al con­su­mo de sus­tan­cias o a la rea­li­za­ción de accio­nes com­pul­si­vas (jue­go, com­pras, etc. (Cana­les, p. 37).

El tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co debe­rá fomen­tar que estas muje­res enfren­ten direc­ta­men­te las emo­cio­nes que han esta­do evi­tan­do y que apren­dan téc­ni­cas úti­les para ges­tio­nar­las. Es nece­sa­rio crear un espa­cio segu­ro en el que ellas pue­dan explo­rar en deta­lle lo que está tra­tan­do de evi­tar y qué emo­cio­nes sub­ya­cen­tes están pre­sen­tes. Tam­bién es nece­sa­rio que explo­ren cómo la defle­xión les ha ser­vi­do como un meca­nis­mo pro­tec­tor y eva­luar los cos­tos que han teni­do que expe­ri­men­tar. Es pre­ci­so apo­yar a estas muje­res para que pue­dan eva­luar si la defle­xión sigue sien­do nece­sa­ria y cómo podría enfren­tar sus emo­cio­nes de mane­ra más direc­ta y salu­da­ble.

Confluencia

La con­fluen­cia es un meca­nis­mo de defen­sa en el que una per­so­na pier­de la dis­tin­ción entre sus pro­pios sen­ti­mien­tos, pen­sa­mien­tos y deseos y los de otra per­so­na. Cuan­do se uti­li­za la con­fluen­cia la per­so­na dilu­ye las fron­te­ras o lími­tes para fun­dir­me con los lími­tes de otros, o del medio que la rodea (Span­gen­berg, 2018). Las per­so­nas que uti­li­zan la con­fluen­cia pue­den tener difi­cul­ta­des para dis­tin­guir sus pro­pias nece­si­da­des y emo­cio­nes de las de los demás, lo que las lle­va a una fal­ta de indi­vi­dua­li­dad y auto­no­mía. En la con­fluen­cia exis­te una fal­ta de dife­ren­cia­ción entre uno mis­mo y los demás, don­de los lími­tes per­so­na­les se disuel­ven y la per­so­na pue­de per­der su sen­ti­do de iden­ti­dad pro­pia en rela­ción con los otros.

as per­so­nas que uti­li­zan la con­fluen­cia con­si­de­ran que todos(as) las inte­gran­tes del gru­po deben com­por­ta­se, pen­sar o sen­tir de acuer­do con lo que el gru­po esta­ble­ce (Gior­ga­na, 2023). Esto les impi­de dife­ren­ciar y aten­der sus nece­si­da­des par­ti­cu­la­res. Las per­so­nas que con­flu­yen no han sido capa­ces de dife­ren­ciar­se del gru­po.

Las muje­res que sufrie­ron abu­so sexual infan­til (ASI) al uti­li­zar la con­fluen­cia tie­nen difi­cul­ta­des para dife­ren­ciar entre sus pro­pios sen­ti­mien­tos y los de los demás. Esto las pue­de lle­var a esta­ble­cer rela­cio­nes en las que tie­nen difi­cul­ta­des para man­te­ner lími­tes salu­da­bles. Pue­den per­mi­tir que otros inva­dan su espa­cio per­so­nal o tomen deci­sio­nes por ellas, lo que pue­de resul­tar en una mayor vul­ne­ra­bi­li­dad a futu­ros abu­sos.

Uno de los fac­to­res que se han seña­la­do res­pec­to al hecho de la alta inci­den­cia del ASI en Méxi­co es el valor que se le da a la fami­lia. Muchas muje­res que han sufri­do ASI han sido pre­sio­na­das a man­te­ner en secre­to este deli­to con el obje­ti­vo de man­te­ner la unión, leal­tad y cohe­sión fami­lia­res, a cos­ta de su pro­pia inte­gri­dad (Cana­les, 2022).

Tra­ba­jar con la con­fluen­cia en la tera­pia Ges­talt impli­ca ayu­dar a estas muje­res a esta­ble­cer y man­te­ner lími­tes salu­da­bles, así como a desa­rro­llar una iden­ti­dad más cla­ra y defi­ni­da. Es pre­ci­so crear un espa­cio en don­de estas muje­res pue­dan obser­var sus inter­ac­cio­nes e iden­ti­fi­car momen­tos en los que sus lími­tes per­so­na­les se vuel­ven difu­sos. Este tra­ba­jo debe­rá pro­mo­ver que estas muje­res iden­ti­fi­quen sus pro­pios deseos, nece­si­da­des y opi­nio­nes, dife­ren­cián­do­los de los de los demás.

Conclusiones

El tra­ba­jo con los ses­gos de géne­ro que pue­den estar pre­sen­tes en las inter­ven­cio­nes psi­co­te­ra­péu­ti­cas con muje­res que sufrie­ron ASI requie­re un esfuer­zo cons­cien­te por par­te de los(las) tera­peu­tas para cues­tio­nar sus pro­pias per­cep­cio­nes y sus inter­ven­cio­nes psi­co­te­ra­péu­ti­cas.

El tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co con muje­res que sufrie­ron ASI debe enca­mi­nar­se a desa­rro­llar pro­ce­sos de empo­de­ra­mien­to. Es esen­cial que, en el espa­cio segu­ro de la tera­pia, estas muje­res pue­den dar­se cuen­ta y asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad de sus pen­sa­mien­tos, sen­ti­mien­tos y accio­nes. Esto inclu­ye reco­no­cer y hacer­se car­go de sus meca­nis­mos de defen­sa. Al hacer­lo, estas muje­res podrán empe­zar a tomar deci­sio­nes más cons­cien­tes y autén­ti­cas en sus vidas. El empo­de­ra­mien­to a tra­vés del tra­ba­jo psi­co­te­ra­péu­ti­co per­mi­ti­rá que estas muje­res pue­dan tener un mayor con­trol y poder sobre sus pro­pias vidas.

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Notas

  1. Pro­gra­ma Ins­ti­tu­cio­nal de Estu­dios de Géne­ro, Carre­ra de Psi­co­lo­gía, Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. Correo: dorantes.gomez@hotmail.com