Study on Identity Construction in a Housing Complex in Mexico City
Roberto Arzate Robledo[1], Norma Leticia Cabrera Fermoso[2], Rubén González Vera[3] y Herminia Mendoza Mendoza[4]
Facultad de Estudios Superiores Iztacala
Resumen
El trabajo pretende mostrar una transformación de configuración del sentido subjetivo, en la construcción de la identidad de un grupo de 20 vecinos de la colonia el Rosario CDMX, a través de la participación individual y de grupo. Los objetivos de esta investigación fueron: a) identificar la construcción de sentido y significados, b) el desarrollo de recursos psicosociales para la gestión de la comunidad. Se realizó una entrevista semiestructurada a los vecinos de Unidad Habitacional el Rosario, empleando historias de vida, observación participante y gestoría social, para articular la identidad vecinal como experiencia del sujeto sentidos y como símbolo colectivo de identificación y diferenciación. Los datos muestran que la identidad y la idea del espacio supone la existencia física de adscripción grupal y la presencia de una configuración de marcas culturales, que dotaron de identidad a los vecinos. Concluyendo, que los referentes identitarios se construyen en el lugar que habitan los vecinos y posteriormente se amplían a otros espacios.
Palabras clave: procesos identitarios, configuración y sentidos subjetivos, organizaciones vecinales, personalidad
Abstract
This study aims to demonstrate a transformation in the configuration of subjective meaning within the identity construction of a group of 20 residents of the El Rosario neighborhood in Mexico City, through individual and group participation. The objectives of this research were: a) to identify the construction of meaning and significance, and b) to develop psychosocial resources for community management. A semi-structured interview was conducted with residents of the El Rosario housing complex, employing life histories, participant observation, and social management to articulate neighborhood identity as an individual experience of meaning and as a collective symbol of identification and differentiation. The data show that identity and the concept of space suppose the physical existence of group affiliation and the presence of a configuration of cultural markers that endowed the residents with identity. In conclusion, identity markers are constructed in the place the residents inhabit and subsequently extend to other spaces.
Keywords: identity processes, configuration and subjective senses, neighborhood organizations, personal
La identidad vecinal es un proceso de diferencias personales, pero que se unen a través de una representación simbólica; así mismo, es un sistema de relaciones y práctica sociales, que les permite pertenecer a un lugar, teniendo como referencia un territorio, donde hay un proceso de construcción histórica, que su vez, van construyendo la realidad física, geográfica y social de la que forman parte. Además, es un espacio de interacciones y relaciones, un campo de conflictos, donde se generan demandas y propician organizaciones vecinales que adoptan una gran gama de identidades cambiantes, lo que da sentido al lugar, a la identidad y a la heterogeneidad en la construcción de los sujetos sociales (territorio y experiencias). En este sentido, la identidad vecinal es multidimensional, como la diversidad de los movimientos y problemas sociales a los que se enfrenta. Sus niveles de acción pueden ser locales o globales; dramáticas o invisibles; confrontadoras o cooperativas; sus alcances pequeños o masivos; sus organizaciones permanentes o efímeras, espontáneas u organizadas, por ejemplo, a ciertos grupos les puede interesar proteger los límites del vecindario, a otro mejorar los servicios, algunos más atender ciertos problemas específicos o mejorar el medio ambiente o la calidad de vida, lo cierto es que hay combinaciones (Safa, 2001).
Arzate (2020) destaca la importancia del espacio en la construcción de la identidad, desde su perspectiva se comprende que más allá del origen que tengan los integrantes de un grupo, es la identidad del lugar la que los une; tal percepción subjetiva actúa como defensa frente a posibles amenazas externas e internas, dando sentido a la identidad, de modo que el grupo debe defender su espacio para que la identidad se conserve y tenga sentido. Para distinguir un vecindario de otro, se requiere del conocimiento de límites y fronteras (reales, simbólicos, físicos o imaginarios), de un nombre de un referente colectivo que confirme lo que es en relación con otros territorios que no son. De esta manera, surge la identidad como algo que se produce por medio de representaciones y prácticas, que implica que las personas construyan un sentido de pertenencia a un lugar determinado.
Safa (2001) realizó un estudio con relación a la identidad, considerándolo como algo que se produce por medio de representaciones y prácticas, que permite ver cómo las personas construyen el sentido de pertenencia a un lugar, experimentan y expresan la identidad local, forjan tradiciones a través de rituales y se organizan comunitariamente, configurando la identidad local como campo de confrontación y negociación. Estudió las identidades vecinales como un sistema de relaciones y representaciones, articulando dos dimensiones de lo vecinal: a) experiencia del sujeto, sentidos subjetivos y símbolo colectivo de identificación-diferenciación (subjetividad social); y b) campo social, donde se definen los diferentes actores que luchan y se organizan por la apropiación del territorio (acción de los sujetos), relacionando estas dimensiones con historias de vida e historias locales. Mientras que la representación de lo vecinal, fue estudiada través de narrativas y análisis de conflictos por el uso y apropiación del territorio. Utilizando un registro fotográfico, triangulando con imágenes parte de la historia de la comunidad estudiada (configuración de significados y sentidos).
La primera dimensión permitió explicar la diversidad que se genera desde el punto de vista del sujeto, como espacio significativo para las personas y los grupos. Mientras que la segunda dimensión, permitió comprender la manera en que los vecinos se organizan y movilizan para negociar o tomar decisiones de protección, teniendo como reto, articular estas dos dimensiones. Después de un análisis crítico del discurso, concluyo que las identidades vecinales son referentes simbólicos que manifiestan tensiones por los diferentes significados y sentidos que los grupos le confieren, pero eficaces a la hora de comunicarse y lograr objetivos en grupo.
Para González (2007) y Goulart (2020) estas dos dimensiones se pueden estudiar a través de la subjetividad individual y de la subjetividad social; señalando que el sujeto individual se configura dentro de la subjetividad social, ya que las acciones individuales, son inseparables de la producción de la subjetividad social de un determinado contexto. Entendiendo a la subjetividad como producción de sentidos subjetivos (simbólico-emocionales), que representan un flujo constante al vivir una experiencia humana; en otras palabras, es el efecto de lo que se produce viviendo esa experiencia, es vivir singularmente las experiencias en los espacios individuales y sociales, lo que permite un reflejo de la producción a través de los recursos subjetivos que se han formado a través de del desarrollo singular dentro de una cultura social.
González (2007) señala, que en la cultura existe un conjunto de construcciones simbólicas muy diversas que dominan los discursos, las representaciones sociales, las formas de convivencias y los sistemas normativos (subjetividad social). Sin embargo, todas toman formas de sentido subjetivo diferenciados, que se expresan en configuraciones subjetivas a lo largo de las existencias individuales, y de las existencias de los distintos espacios sociales de convivencia; son recursos intelectuales para orientarse a conocer que el comportamiento actual de un individuo no es reflejo de lo objetivo únicamente de lo que está viviendo, es un comportamiento que trae a esa experiencia, un grupo de sentidos que vienen de otros momentos y de otros contextos ya vividos. De esta manera, es precisamente que se entrelaza lo histórico-cultural con lo social, porque estos procesos acontecen dentro de redes de relaciones.
El marco teórico general del cual se partió, fue el enfoque personológico de González, 2016 y Mitjáns (Tacca y Valdés, 2022) y escuelas afines (Arzate, Cabrera, González y Mendoza, 2021), contemplando los principios, unidades de análisis y metodología de la escuela histórico cultural (Aguilar, s/a). A partir de los cuales se elaboró un cuerpo básico de conceptos generales, dentro de la tradición psicológica mencionada. En ella, se reconoce como importante la dimensión subjetiva de los fenómenos sociales, como las relaciones de poder, ideológica y política, entre otras; esta dimensión tiene un carácter subversivo, porque permite una explicación teórica de como una resistencia y la confrontación con un orden social hegemónico, surge históricamente. Su carácter subversivo reside también en las divisiones existentes, para comprender los procesos de cambios significativos, tanto individuales como sociales; por ejemplo, “el concepto de sujeto se entiende como aquel que abre una vía propia de subjetivación, que trasciende el espacio social normativo, dentro del cual sus experiencias ocurren ejerciendo opciones creativas que pueden expresarse o no en la acción” (Mitjáns y González, 2021; Mitjáns, Magalhaes, Tacca y Deusdará, 2020, p. 27). Concepto de particular importancia para comprender las posibilidades de los individuos y grupos para subvertir el orden dominante en los contextos en que su acción se organiza.
Con respecto a la categoría de subjetividad social, este concepto se encuentra dentro del marco de la teoría de la subjetividad, donde se caracteriza como un conjunto de conceptos articulados En los estudios mencionados, lo importante es comprender como la subjetividad social está integrada por configuraciones subjetivas y sentidos subjetivos; es un concepto, que se expresa en diferentes niveles, en distintos espacios sociales como la familia, las instituciones, la comunidad, entre otros; ejemplificándose, en representaciones sociales hegemónicas, sistemas normativos formales e informales, sistemas discursivos dominantes, religiosidad, mitos, códigos morales y expectativas dominantes.
Son las formas en las que la subjetividad social se expresa en los diferentes espacios sociales, en este sentido, la subjetividad social no es algo externo al hombre, sino que se expresa en las subjetividades individuales de alguna forma siempre singularizada (Mitjáns, 2020 y Goulart, 2020).
La subjetividad social rompe con la dicotomía de un pensamiento dominante, de que lo individual y social son diferentes, más bien están articulados, es una tentativa de comprender cómo lo social está en los individuos y la subjetividad social forma parte de las subjetividades individuales, igual que las subjetividades individuales, conforman la subjetividad social en esos espacios sociales (Mitjáns, 2020 y Goulart, 2020).
Otro concepto importante es el de sujeto, que se percibe como aquel que, dentro de un sistema social normativo, abre caminos propios de subjetivación y entra en intención con esos espacios; así mismo se entiende, como aquellos que consiguen con su acción generar procesos que permiten transformaciones en lo social; es decir, como individuos que se constituyen como sujetos por vías propias, que permiten cuestiones emergentes de confrontación con el estatus quo establecido o con la subjetividad social dominante en determinado momento.
Mitjáns (2019) señala una investigación social de cómo se constituyen recíprocamente la subjetividad social e individual, estudiando cómo se estableció la subjetividad social de una escuela que ganó premios por su creatividad. El objetivo fue estudiar la constitución de la subjetividad social en aquellos aspectos que favorecían la innovación y la creatividad de la escuela. Identificó las acciones de las directoras que fueron convocadas, que se caracterizaron por lo siguiente: profundamente afectivas con los colaboradores, realizaban una variedad de trabajos en la escuela, ejercían control con afectividad y trabajaban con flexibilidad. Esas acciones estaban dirigidas a contribuir y favorecer procesos de generación de espacios de acción colectiva, suscitando la importancia de los alumnos, el compromiso de trabajo y de las soluciones; lo que permitió la subjetividad social favorecedora de innovación, que generó una subjetividad individual. Para finalizar, esta autora menciona que un desafío teórico que falta por solventar, es analizar cómo influye esta subjetividad social, derivada del contexto, en la subjetividad individual de otros espacios sociales.
En la actualidad, se han realizado diversas investigaciones que analizan el concepto de subjetividad social en diferentes ámbitos tales como educación, educación especial, acción comunitaria, psicoterapia, entre otras (Mitjans, Goulart, Tacca y Deusdará, 2020; Silva, 2020; González, 2013).
Por último, González (2013) señala la importancia de considerar la subjetividad social, el sentido y la configuración subjetiva para la acción comunitaria. Consideran que estas categorías no son susceptibles de una definición a priori ni universal por sus contenidos; son conceptos inseparables de la acción de los protagonistas sociales e individuales, que van captando la movilidad constante de las emociones y los desdoblamientos de la fantasía y la imaginación que caracterizan toda experiencia humana. En este sentido, sugieren a nivel metodológico, pasar por las diferentes etapas de la espiral apariencia/ abstracción / concreción real. Asimismo, mencionan la importancia que tiene la creación de modelos teóricos a nivel comunitario, basados en una epistemología cualitativa.
Por lo tanto, teniendo en cuenta los planteamientos teóricos del enfoque personológico y de las líneas de estudio de la escuela histórico-cultural, el presente trabajo, llevó a cabo un estudio vecinal en la comunidad El Rosario CDMX, donde se comprendió la experiencia vecinal como un proceso de contraste, de un sistema de relaciones, acciones y sentidos subjetivos que tiene como referencia un territorio, es decir, una representación y una práctica de pertenencia a un lugar, como proceso de construcción histórica, que a su vez es constructor de la realidad física.
Desde esta perspectiva, se comprende la experiencia vecinal como algo que los sujetos generan por sus sentidos subjetivos y se sintetizan en su historia vivida (configuración subjetiva) y en la procesualidad del sujeto, entendida en el curso de su acción, encuentro, evocación, producción símbolos y emocional, que permiten ver como las personas construyen el sentido de pertenencia a un lugar y cómo experimentan y expresan su identidad local; es decir, estudiar cómo se va configurando una subjetividad social e individual en un vecindario, como un campo de confrontación y negociación.
Partiendo de lo anterior, el estudio pretendió:
- Estudiar las experiencias vecinales como un sistema de relaciones y actividades reguladas por sentidos subjetivos que históricamente se agrupan y sintetizan en configuraciones subjetivas sociales e individuales
- Articular las diferentes dimensiones de lo vecinal: a) la experiencia vecinal como una articulación de la configuración subjetiva, sentido subjetivo y subjetividad social de identificación y diferenciación
- Social onde se definen los diferentes actores que luchan y se organizan por la apropiación del territorio, para dar cuenta de las diferentes problemáticas a las que se enfrentan.
Metodología
Se entrevistaron a 15 vecinos, tanto hombres como mujeres, que conformaron el grupo bajo estudio. Los instrumentos utilizados fueron: observación participante, historias de vida, historia oral, análisis de los conflictos externos e internos del grupo, fotografías, gestoría social, participación ciudadana, festejo, convivencia, pláticas, que fueron evaluados a través de indicadores cualitativos (González, 2007, 2013; Mitjáns y González, 2021).
Resultados
Inicialmente, mediante el análisis de los conflictos externos e internos del grupo, se encontraron problemas no resueltos que enmarcaban una subjetividad social (atmosfera de la comunidad), interconectados con sus efectos sociales, que no era ajeno a la de otras comunidades, reportando lo siguiente: 1) una actitud de dependencia de los colonos, por los paternalismos y clientelismos, sin una participación que conllevara al desarrollo personal y colectivo; 2) la rutinización de los estilos de vida, que no favorecen un empleo del tiempo sano y constructivo de la persona social, tanto en los espacios institucionales (entre ellos los escolares), como en los comunitarios y 3) la existencia de comportamientos con un grado de desviación social, dañinos para la convivencia ciudadana comunitaria.
Las anteriores son situaciones problemáticas que ocurrieron en los ámbitos de la comunidad y abarcaron las relaciones la actividad cultural, la producción y los servicios, entre otras, cuyas causas están determinadas por situaciones complejas de orden macro y micro, en lo económico y lo social, como una subjetividad social.
Mediante las historias orales, los vecinos mencionaron que iniciaron su participación comunitaria con un auténtico compromiso de mejorar sus condiciones, la limitación a lo local facilitó una mayor identificación de los colonos, que no sólo tenía que ver con el hecho de ocupar el mismo sitio, sino que también con que la interacción (festejo, que permitió el diálogo emocional, el planteamiento de nuevos desafíos y problemáticas a resolver) de esos espacios, contribuyeron a la constitución de redes de solidaridad y afectividad, configurando una subjetividad social en ese espacio relativamente común a todos. Esta subjetividad social se moduló de distintas maneras, como un pivote territorial, como un lugar sagrado, un lugar de intercambio, un lugar de poder, un lugar de estar juntos, de convivencia; en síntesis, una superficie subjetivada socialmente dada por los sentidos subjetivos, con que es dotada y que se pueden denominar las marcas culturales del eje territorio-experiencia en la organización social de los vecinos.
Con respecto a las marcas culturales (subjetividad social), los espacios fueron ocupados físicamente únicamente cuando son ritualizados, esto es, cuando son marcados culturalmente, reconocidos en sus variados y ricos sentidos simbólicos-emocionales. En el caso de la U. H. El Rosario, las marcas culturales que los colonos atribuyeron, tienen que ver con las áreas comunes a todos: andadores, lo laberíntico del trazo de la colonia, el centro cultural y deportivo (videógrafo).
Un ejemplo que pudiera ilustrar de manera más específica este proceso de generación de las experiencias, conducidas por la procesualidad de las acciones y plasmadas en los sentidos subjetivos, se puede mostrar lo que ocurrió en uno de los sectores de la U. H. El Rosario. El foco de aglutinamiento, locus o marca simbólico-emocional fue inicialmente el arreglo y mantenimiento de un jardín (ahora nombrado “Campo Bello) que para uno de los vecinos había sido una gran lucha conseguirlo, dado que los vecinos querían subir sus automóviles en dicho espacio, para ocuparlo como estacionamiento; paulatinamente varios vecinos se fueron organizando en torno a él, primero trabajándolo y conviviendo. El jardín comenzó a tener distintos sentidos subjetivos. Por ejemplo, un vecino sentía una gran alegría de ver el jardín en donde su familia y sus vecinos podían estar y sentir gran tranquilidad, otro que era un buen ejercicio, le permitía estar ahí en lugar de ver la televisión, a otro más le servía como una terapia o tratamiento, con satisfacción, entre otros sentidos subjetivos expresados. En dicho grupo se comenzó a generar una subjetividad social, enmarcada por la convivencia, el beneficio que les proporcionaba a la comunidad su trabajo en el jardín, generosidad, amistad, capacidad de trabajo, espontaneidad, respeto, ingeniosidad, persistencia, orientado al cumplimiento de metas; y el festejo, que resultó importante, dado que, en él se expresaban los próximos problemas a resolver, retos, buena comunicación, diálogos, desafíos y problemáticas a solucionar; socializándose la subjetividad social del grupo que movilizaba el sentido subjetivo de los nuevos integrantes, así como, lo hacía la procesualidad (despliegue, proceso, desarrollo) de la acción de los integrantes del grupo.
Posteriormente, la acción grupal se extendió a un terreno de 3000 m² colindante al jardín, que era un basurero, y que fue acondicionado paulatinamente por los vecinos como jardín, canchas deportivas, juegos infantiles, salón de usos múltiples, casa de la tercera edad, como un espacio para la convivencia vecinal, de encuentro y fortalecimiento. Los vecinos participaron en una convocatoria para ponerle el nombre de “Campo Bello”, pero algunos vecinos lo bautizaron como el “jardín del amor”, percibiendo la amistad, solidaridad y afecto con que se realizaba el trabajo en dicha área. La acción del grupo regulada por la subjetividad social del mismo, se encontraba matizada por los sentidos subjetivos de sus integrantes, entre ellos, se encontraron: el temor de que dicho predio fuera invadido por paracaidistas, por los microbuseros o los vendedores ambulantes y por la idea de que su rescate podía proporcionar una barrera ecológica de protección contra la contaminación (subjetividad social) que provenía del paradero del metro Rosario. Se elaboró un libro por el cronista de Azcapotzalco titulado Unidad Habitacional El Rosario Orgullo de Azcapotzalco, donde se hace referencia al grupo mencionado.
Ahora el parque construido “Campo Bello” se ha remodelado en varias ocasiones, así como, mantenido y embellecido, gracias a los vecinos, quienes siempre trabajando para la comunidad entregan tiempo y esfuerzo con todo el gusto del mundo para sus vecinos. Los vecinos están siempre dispuestos en colaborar para lo que se necesite. Realizando los vecinos trabajos de jardinería, de pintor, conserje, policía, cuidador, cooperador, albañil, carpintero, herrero, educador, orientador, empleador, contratista, animador, mozo, administrador, motivador, enfermero, contador, secretario, organizador, psicólogo y gestor, entre otros. Organizados de manera cooperativa, solidaria, creativa, audaz, voluntaria y generosa a través de jornadas de trabajo semanales y de su gestoría efectuada por alrededor de 20 años. Desde entonces se vienen realizando un sinnúmero de actividades relacionadas con la salud, culturales, educativas, deportivas, sociales y festejos, entre otras. En la actualidad se llevan a cabo en espacios para niños, jóvenes y personas de la tercera edad, asimismo, para la convivencia familiar y vecinal.
De esta manera se fueron ampliando y creando diversos centros o espacios marcados culturalmente por lo simbólico-emocional del grupo y sus habitantes; después siguieron los espacios que consiguieron mediante movilizaciones o negociaciones: jardín, canchas a la salida del metro, el salón rosa, el parque “Calpulli”, pozo, faro poniente, impedir la construcción de torres de lujo, área de la tercera edad, centro de desarrollo comunitario, acondicionamiento de espacios verdes, la realización de múltiples actividades: jornadas de trabajo, reuniones, conmemoraciones de fechas, festivales, eventos deportivos, entre otras. Así de una infinidad de gestiones para resolver problemáticas como la delincuencia, basura, iluminación, baches, fugas de agua. El rescate de un área de 400 metros cuadrados, donde ahora se imparten terapias psicológicas tradicionales y alternativas impartidas por el colectivo “abre caminos”. Cada una de estas acciones y sitios o lugares ha devenido un sentido subjetivo social de autoafirmación, de satisfacción, alegría, de la memoria de los colonos, pero también de envidia, de resentimiento, de conflicto por otros grupos de la U. Habitacional.
Vecinos que han sido capaces de producir y de establecer alternativas frente a una situación dada, refuerzan la posición del vecino o los vecinos frente a lo que se está viviendo; no son víctimas, sino vecinos sujetos generadores frente a lo que se está viviendo. En la acción de los vecinos, se demostró que hay un nivel de creatividad, de subversión, de emergencia y alternativas de acción, frente a una situación. Esto posibilitó la conformación de una de una organización propia, relativamente independiente de las exigencias administrativas, para interactuar con las instituciones públicas oferentes de servicios urbanos. Han participado como representantes de elecciones vecinales; de siete que han ocurrido desde el año 1996 han ganado en seis. Queda claro que el hecho de compartir el grupo una subjetividad social no supone en modo alguno una homogeneidad, dado que, una de sus características es la diferenciación interna, que facilitó la homologación tanto como el conflicto.
Los integrantes del grupo vecinal se fueron renovando, ingresaron otros, pero también, algunos se dieron de baja por diversas causas, entre ellas: por enfermedad, muerte, por tener otros intereses (cooptados por otra subjetividad social), por comportamientos que trajeron a esa experiencia comunitaria de solidaridad, amistad, generosidad, entre otros; un grupo de sentidos que entraron en contradicción con los mencionados anteriormente (ambición, corrupción, traición, búsqueda de favores delegacionales, entre otros) que vinieron de otros momentos y de otros contextos sociales que se vivieron. Como en el caso de algunos integrantes del grupo, que por movilizaciones de vecinos se logró que integrantes del grupo fueron administradores del centro cultural y deportivo (videógrafo), y al hacerlo también se apropiaron de la subjetividad social con la cual los vecinos marcaban a dicho centro cultural, presentándose ahora con corrupción, robo, cooptación de vecinos para beneficios personales, pues era un centro que pertenecía a la comunidad, lo cual lo percibían únicamente como un centro donde los administradores lo tenían como un patrimonio privado. Así como, otros vecinos por traidores, mezquindad, resentimientos, facilitaron que un salón de la comunidad lo invadieran un grupo de Antorchista.
Conclusión
La identidad vecina, a lo largo del tiempo, han contribuido de manera importante en la gestión para la solución de diversos asuntos claves, relevantes que se han presentado en la U.H. El Rosario, por ejemplo, durante la pandemia, desde el 2020 a 2021, se distribuyeron comidas gratuitas. La síntesis de sentidos subjetivos, integraron y desdoblaron fenómenos complejos de la emocionalidad, imaginación y fantasía, resultando importantes el diálogo y el festejo, así como el cumplimiento de metas en este proceso. Sujetos capaces de producir y establecer alternativas frente a una situación dada, reforzar la posición del sujeto frente a lo que se está viviendo. En la acción se presentó un nivel de creatividad, de emergencia y alternativas de acción, frente a una situación. En esto el diálogo fue fundamental, hizo que se pudiera reflexionar y de ahí surgieran emociones y generación de sentidos subjetivos impredecibles. Un sujeto con capacidad de agencia y capacidad de generar a través de su acción alternativas de la experiencia que vivieron. Resultó importante la incidencia del espacio como construcción de la experiencia, no como reflejo del espacio sino atravesada por la unión de lo simbólico y lo emocional, es decir, por el sentido subjetivo de su experiencia; que llega a convertirse en un referente colectivo, una subjetividad social. A partir de esto surge la experiencia como algo que es procesado por medio de sentidos subjetivos.
Al igual que lo mencionado por Safa (2001) la mayoría de los vecinos no se apropian de esos espacios, lo cual es una pérdida muy importante, pues no solo pues no sólo implica una reducción sino un desdibujamiento de la frontera entre el afuera y el adentro. En la medida que nos desapropiamos del espacio, que no es marcado por nuestra subjetividad, queda descomprometido y descuidado. El contenido de la subjetividad vecinal individual y los grupos fueron muy diversos, el resultado de acciones y relaciones que conllevan negociaciones, acuerdos, desacuerdos y conflictos entre y al interior de los distintos grupos interesados en apropiarse del espacio local física y subjetivamente.
Referencias
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