Autorregulación y conducta humana: un análisis crítico de la fórmula neuropsicológica

Self-Regulation and Human Behavior: a Critical Analysis of the Neuropsychological Formula

Edgar Rodrigo Chávez Hernández[1], Virginia Pacheco Chávez, German Morales Chávez y Claudio Antonio Carpio Ramírez

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM

Resumen

En este tra­ba­jo se rea­li­za un aná­li­sis lógi­co de algu­nas de las tesis fun­da­men­ta­les que sos­tie­nen que la auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to humano corres­pon­de con un con­jun­to de pro­ce­sos de orden cog­ni­ti­vo y neu­ro­psi­co­ló­gi­co. Para esto, ini­cial­men­te se expo­ne sin­té­ti­ca­men­te el con­tex­to teó­ri­co que dio lugar al estu­dio de la auto­rre­gu­la­ción como fenó­meno psi­co­ló­gi­co interno. Final­men­te, se advier­te que asu­mir tales pre­mi­sas trae con­si­go algu­nas difi­cul­ta­des con­cep­tua­les y meto­do­ló­gi­cas en el cam­po del aná­li­sis expe­ri­men­tal del com­por­ta­mien­to estric­ta­men­te psi­co­ló­gi­co. Se con­clu­ye que una argu­men­ta­ción a favor de expli­ci­tar algu­nas difi­cul­ta­des lógi­cas en el aná­li­sis de la auto­rre­gu­la­ción y su vin­cu­la­ción con los even­tos de natu­ra­le­za psi­co­ló­gi­ca, cons­ti­tu­ye un ejer­ci­cio ini­cial, pero nece­sa­rio, con miras a plan­tear una defi­ni­ción pre­ci­sa y con­sis­ten­te bajo una lógi­ca de lo psi­co­ló­gi­co pro­fun­da­men­te dis­tin­ta.

Pala­bras cla­ve: auto­rre­gu­la­ción, fun­ción eje­cu­ti­va, neu­ro­psi­co­lo­gía, con­duc­ta huma­na

Abstract

This paper pre­sents a logi­cal analy­sis of some of the fun­da­men­tal the­ses that argue that the self-regu­la­tion of human beha­vior corres­ponds to a set of cog­ni­ti­ve and neu­ropsy­cho­lo­gi­cal pro­ces­ses. To this end, it first briefly outli­nes the theo­re­ti­cal con­text that gave rise to the study of self-regu­la­tion as an inter­nal psy­cho­lo­gi­cal phe­no­me­non. Finally, it is noted that accep­ting such pre­mi­ses entails cer­tain con­cep­tual and metho­do­lo­gi­cal dif­fi­cul­ties within the field of expe­ri­men­tal analy­sis of strictly psy­cho­lo­gi­cal beha­vior. It is con­clu­ded that arguing in favor of making expli­cit some of the logi­cal dif­fi­cul­ties in the analy­sis of self-regu­la­tion and its con­nec­tion with events of a psy­cho­lo­gi­cal natu­re cons­ti­tu­tes an initial, yet neces­sary, exer­ci­se aimed at pro­po­sing a pre­ci­se and con­sis­tent defi­ni­tion groun­ded in a pro­foundly dif­fe­rent logic of the psy­cho­lo­gi­cal.

Key­words: self-regu­la­tion, execu­ti­ve fun­ction, neu­ropsy­cho­logy, human beha­vior

Las pers­pec­ti­vas actua­les en Psi­co­lo­gía han dado un valor impor­tan­te a la noción de auto­rre­gu­la­ción como cate­go­ría teó­ri­ca, espe­cial­men­te rela­cio­na­da con la con­cep­tua­li­za­ción del desa­rro­llo psi­co­ló­gi­co y la con­duc­ta huma­na com­ple­ja. Los casos de auto­rre­gu­la­ción lin­güís­ti­ca y ver­bal (Hayes, et al., 1998), auto­rre­gu­la­ción emo­cio­nal (Gross, 1999; Koo­le, 2009), regu­la­ción cog­ni­ti­va y auto­rre­gu­la­ción con­duc­tual (Ban­du­ra, 1991; Kopp, 1982) son algu­nos de los tér­mi­nos téc­ni­cos actual­men­te vigen­tes que han sido obje­to de inte­rés inves­ti­ga­ti­vo bajo dis­tin­tos para­dig­mas psi­co­ló­gi­cos. No obs­tan­te, el uso y sen­ti­do que se hace de este con­cep­to no es homo­gé­neo ni com­par­ti­do entre los dis­tin­tos auto­res. Esto ha gene­ra­do que el cono­ci­mien­to que se tie­ne sobre los even­tos, fenó­me­nos o pro­ce­sos que refie­re, no sea sus­cep­ti­ble de ser inte­gra­do, ni de tener un peso uni­for­me para una teo­ría psi­co­ló­gi­ca gene­ral (Ribes, 2004).

El cam­po con­cre­to de la Neu­ro­psi­co­lo­gía se ha con­ver­ti­do en el área expe­ri­men­tal que por exce­len­cia está con­cen­tra­da en el desa­rro­llo con­cep­tual y en la inves­ti­ga­ción empí­ri­ca de los lla­ma­dos pro­ce­sos de auto­rre­gu­la­ción que sub­ya­cen a la acti­vi­dad com­ple­ja de los seres huma­nos (Bar­kley, 2001). Asun­to por el cual una gran can­ti­dad de psi­có­lo­gos e inves­ti­ga­do­res en la esce­na cien­tí­fi­ca se han vuel­to adep­tos del para­dig­ma, encan­ta­dos por su pro­fun­da com­ple­ji­dad ana­lí­ti­ca y el apa­ra­to­so sis­te­ma meto­do­ló­gi­co que sue­le carac­te­ri­zar al tipo de inves­ti­ga­ción empí­ri­ca que dicho cam­po pro­po­ne en el estu­dio de los pro­ce­sos de auto­rre­gu­la­ción huma­na. No obs­tan­te, con­si­de­ra­mos que dicha pos­tu­ra e incli­na­ción no siem­pre se desa­rro­lla a tra­vés de un ejer­ci­cio crí­ti­co de los prin­ci­pios fun­da­men­ta­les que dan sen­ti­do al estu­dio de los fenó­me­nos psi­co­ló­gi­co; aspec­to que de hecho se con­si­de­ra una cua­li­dad cien­tí­fi­ca por exce­len­cia.

La autorregulación como proceso cognitivo

La Psi­co­lo­gía Cog­ni­ti­va es un para­dig­ma en cons­tan­te trans­for­ma­ción des­de que fue for­mu­la­da a fina­les de la déca­da de los cin­cuen­ta con base en el pen­sa­mien­to de per­so­na­jes como Donald Broad­bent, Geor­ge Miller y Noam Chomsky, inclu­so, se pue­de ras­trear no úni­ca­men­te en los tra­ba­jos anglo­sa­jo­nes, sino tam­bién has­ta la psi­co­lo­gía gené­ti­ca de Jean Pia­get y los tra­ba­jos de la psi­co­lo­gía sovié­ti­ca de Vygotsky L. (1979), Luria, A. (1984), y prin­ci­pal­men­te De Vega, M. (1998). En este sen­ti­do, la fór­mu­la gene­ral que ha segui­do la Psi­co­lo­gía Cog­ni­ti­va en el estu­dio de la natu­ra­le­za huma­na ha sido la de supo­ner ope­ra­cio­nes men­ta­les como pro­ce­sos cau­sa­les (i.e. men­ta­les, cog­ni­ti­vos, inter­nos, neu­ra­les) del com­por­ta­mien­to de los indi­vi­duos. Los teó­ri­cos de la cog­ni­ción han pri­vi­le­gia­do el estu­dio psi­co­ló­gi­co del com­por­ta­mien­to humano en tér­mi­nos de pro­ce­sos tales como memo­ria, per­cep­ción, ima­gi­na­ción, pen­sa­mien­to, razo­na­mien­to, etc. Sien­do estos pro­ce­sos con­si­de­ra­dos como cau­sas inter­nas que deter­mi­nar el com­por­ta­mien­to obser­va­ble de las per­so­nas. En el mis­mo tenor, el tér­mino de auto­rre­gu­la­ción no ha esca­pa­do a las for­mu­la­cio­nes deri­va­das del para­dig­ma cog­nos­ci­ti­vo y com­pren­di­das como par­te de un pro­ble­ma onto­ló­gi­co que entra­ña a la teo­ría de la men­te (Mar­tín, 1997).

La defi­ni­ción de auto­rre­gu­la­ción como pro­ce­so no es nue­va, una de las pri­me­ras refe­ren­cias a este tér­mino se encuen­tra en la obra de Luria (1984), quien dedi­có gran par­te de su inves­ti­ga­ción a com­pren­der estos pro­ce­sos de natu­ra­le­za cog­ni­ti­va y, ade­más, a exa­mi­nar el papel del len­gua­je en la deter­mi­na­ción de éstos. Se debe a él su incor­po­ra­ción con­cep­tual y empí­ri­ca en el mar­co de una pers­pec­ti­va del desa­rro­llo lin­güís­ti­co de las fun­cio­nes psi­co­ló­gi­cas supe­rio­res.

Con base en Vygotsky (1979), Luria (1984) pro­pu­so que el len­gua­je –enten­di­do como pala­bras- cum­ple una fun­ción auto­rre­gu­la­do­ra de la acti­vi­dad psí­qui­ca del infan­te. Se refi­rió, por ejem­plo, a los actos volun­ta­rios de la vida huma­na no en tér­mi­nos de fuer­zas tras­cen­den­ta­les o espi­ri­tua­les, ni en tér­mi­nos pura­men­te meca­ni­cis­tas pro­ve­nien­tes de la refle­xo­lo­gía y el mar­co teó­ri­co con­duc­tis­ta, sino que se apro­xi­mó a su for­mu­la­ción pen­san­do que el estu­dio de los pro­ce­sos volun­ta­rios reque­ría reba­sar los pun­tos de vis­ta refe­ri­dos úni­ca­men­te al orga­nis­mo, colo­can­do en su foco de aná­li­sis al cur­so mis­mo del desa­rro­llo de acti­vi­da­des con­cre­tas del niño y la comu­ni­ca­ción con los adul­tos. Según Luria, en la pri­me­ra eta­pa del desa­rro­llo la acti­vi­dad psí­qui­ca del niño se encuen­tra prin­ci­pal­men­te regu­la­da por las pala­bras del adul­to, para pro­gre­si­va­men­te, en eta­pas pos­te­rio­res, el niño sea capaz de auto­rre­gu­lar su acti­vi­dad psí­qui­ca a tra­vés de un len­gua­je inte­rior. En sus pro­pias pala­bras:

La acción volun­ta­ria sólo comien­za con la capa­ci­dad de subor­di­nar la acción del niño a la ins­truc­ción ver­bal del adul­to. Esta fun­ción inter­psí­qui­ca, o sea una fun­ción com­par­ti­da entre dos per­so­nas comien­za a con­ver­tir­se, pro­gre­si­va­men­te, en un pro­ce­so intrap­sí­qui­co. La acción divi­di­da entre dos per­so­nas (la madre y el niño) cam­bia de estruc­tu­ra, se inte­rio­ri­za y se con­vier­te en intrap­sí­qui­ca y enton­ces el len­gua­je del pro­pio niño comien­za a regu­lar su con­duc­ta (Luria, 1984, p. 122).

Luria (1984) tam­bién sen­tó las bases de la neu­ro­psi­co­lo­gía, prin­ci­pal­men­te al enfa­ti­zar el papel que el cere­bro desem­pe­ña en la fun­ción auto­rre­gu­la­do­ra del len­gua­je. En su aná­li­sis del len­gua­je inte­rior des­ta­có la impor­tan­cia de la orga­ni­za­ción estruc­tu­ral y de las fun­cio­nes espe­cí­fi­cas que el cere­bro lle­va a cabo en los pro­ce­sos cog­ni­ti­vos. En este sen­ti­do, apun­tó que exis­ten una serie de meca­nis­mos cere­bra­les que son res­pon­sa­bles de la fun­ción regu­la­do­ra del len­gua­je: los sec­to­res ante­rio­res y pos­te­rio­res de la cor­te­za cere­bral.

Los lóbu­los pre­fron­ta­les o fron­ta­les del cór­tex eran los meca­nis­mos bio­ló­gi­cos res­pon­sa­bles de los actos volun­ta­rios como pro­ce­sos auto­rre­gu­la­dos del len­gua­je inte­rior. Para ello, seña­ló que las per­so­nas con lesio­nes en las zonas fron­ta­les del hemis­fe­rio izquier­do no mos­tra­ban nin­gún tipo de alte­ra­ción en los sis­te­mas motri­ces, no mues­tran pará­li­sis y tam­po­co nin­gu­na falla en su len­gua­je externo. Sin embar­go, las lesio­nes en esa mis­ma zona sí alte­ran la diná­mi­ca del len­gua­je interno y, por tan­to, reper­cu­te en el acto volun­ta­rio, pla­ni­fi­ca­do y orga­ni­za­do, es decir, auto­rre­gu­la­dor de la acti­vi­dad huma­na (Akhu­ti­na, 2002).

Si bien des­de Luria (1984) el tér­mino de auto­rre­gu­la­ción cobró espe­cial rele­van­cia en la psi­co­lo­gía sovié­ti­ca, el auge inves­ti­ga­ti­vo del mis­mo, y su rela­ción con la estruc­tu­ra y fun­cio­nes cere­bra­les aso­cia­das con el com­por­ta­mien­to humano, se for­ma­li­zó den­tro de la Neu­ro­psi­co­lo­gía con la for­mu­la­ción teó­ri­ca de las fun­cio­nes eje­cu­ti­vas (Lezak, 1982; Ros­se­lli, et al., 2008).

Teoría de la función ejecutiva

Bajo el para­dig­ma gene­ral de la Neu­ro­psi­co­lo­gía, una de las teo­rías más recien­tes y sofis­ti­ca­das sobre los pro­ce­sos de regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción de la acti­vi­dad huma­na, y que ha cobra­do bas­tan­te fuer­za des­de fina­les del siglo pasa­do, es aque­lla pro­pues­ta pre­sen­ta­da bajo el nom­bre de la teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va o teo­ría del con­trol eje­cu­ti­vo (Kolb y Whihaw, 2009; Ruiz, 2008). La teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va está dedi­ca­da al cre­cien­te inte­rés por estu­diar la rela­ción entre sus­tra­tos neu­ra­les y pro­ce­sos cog­ni­ti­vos com­ple­jos. En este tenor, para Bau­se­la (2014), la fun­ción eje­cu­ti­va es un con­cep­to que en los últi­mos años se ha con­si­de­ra­do como “la últi­ma ins­tan­cia cere­bral en el con­trol, regu­la­ción y direc­ción de la con­duc­ta huma­na” (p. 23). En un sen­ti­do pare­ci­do, Sas­tre-Riba (2006) seña­la que por fun­ción eje­cu­ti­va se entien­de como “un cons­truc­to que com­pren­de unas habi­li­da­des cen­tra­les auto­rre­gu­la­do­ras, que orques­tan pro­ce­sos bási­cos o de domi­nio espe­cí­fi­co con el fin de lograr un obje­ti­vo fle­xi­ble­men­te, y que se rela­cio­nan con la acti­vi­dad de regio­nes cor­ti­ca­les y sub­cor­ti­ca­les que cola­bo­ran con el cór­tex pre­fron­tal. Cum­plen fun­cio­nes de con­trol, super­vi­sión o auto­rre­gu­la­ción que orga­ni­zan toda la acti­vi­dad cog­ni­ti­va y la emo­cio­nal.” (p. 144).

Lezak (1982) fue quien empleó por pri­me­ra vez la noción de fun­cio­nes eje­cu­ti­vas (execu­ti­ve fun­ction) y las defi­nió como “capa­ci­da­des men­ta­les nece­sa­rias para for­mu­lar obje­ti­vos, pla­ni­fi­car cómo lograr­los y lle­var a cabo los pla­nes efec­ti­va­men­te” (p. 281). En este sen­ti­do, la for­mu­la­ción teó­ri­ca de las fun­cio­nes eje­cu­ti­vas con­si­de­ra una rela­ción evi­den­te entre los sus­tra­tos fisio­ló­gi­co-cere­bra­les y los com­po­nen­tes cog­ni­ti­vos y moti­va­cio­na­les de la acción, así como la acción mis­ma del indi­vi­duo. Lezak pos­tu­ló que las fun­cio­nes eje­cu­ti­vas pue­den des­com­po­ner­se ana­lí­ti­ca­men­te en una serie de con­duc­tas que con­for­man un plan inten­cio­nal de acción.

La teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va ha resal­ta­do el papel fun­da­men­tal del cere­bro en la coor­di­na­ción de los pro­ce­sos men­ta­les invo­lu­cra­dos en la con­duc­ta cla­ra­men­te huma­na. El cór­tex pre­fron­tal ha reci­bi­do un tra­ta­mien­to espe­cial al res­pec­to. Se con­si­de­ra a los lóbu­los fron­ta­les como uno de los órga­nos cere­bra­les impli­ca­dos en los sis­te­mas de regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción de los pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos (Luria, 1984). Según esta pers­pec­ti­va, en la acti­vi­dad huma­na pre­va­le­cen pau­tas de com­por­ta­mien­to que pue­den ser des­cri­tas como anti­ci­pa­ción, pla­ni­fi­ca­ción, orga­ni­za­ción, estra­te­gia, auto­con­trol, super­vi­sión y uso de retro­ali­men­ta­ción que sólo pue­den ser expli­ca­das tenien­do en cuen­ta las fun­cio­nes eje­cu­ti­vas que lle­va a cabo el cere­bro (Ardi­la y Ostroksy-Solís, 2008; Láza­ro y Solís, 2008).

La teo­ría de las fun­cio­nes eje­cu­ti­vas repre­sen­ta una aso­cia­ción indi­so­lu­ble entre pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos y pro­ce­sos neu­ra­les en el desa­rro­llo de la con­duc­ta huma­na. Así, enton­ces, bajo la lógi­ca gene­ral del para­dig­ma cog­ni­ti­vo, la auto­rre­gu­la­ción repre­sen­ta un tipo de pro­ce­so de ope­ra­ción neu­ro­ló­gi­ca que cau­sa pau­tas de com­por­ta­mien­to humano com­ple­jo. Es con base en la orga­ni­za­ción de estruc­tu­ras y fun­cio­nes bio­ló­gi­cas espe­cia­li­za­das que los pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos son posi­bi­li­ta­dos. No obs­tan­te, la teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va tal y como ha sido mos­tra­da ante­rior­men­te com­pren­de algu­nos pro­ble­mas lógi­cos, los cua­les serán exa­mi­na­dos a con­ti­nua­ción.

Hacia un análisis crítico de las tesis neuropsicológicas sobre autorregulación

a) Modernidad versus progreso.

El desa­rro­llo abru­ma­dor de la Neu­ro­psi­co­lo­gía y el bro­te de teo­rías com­ple­jí­si­mas en la des­crip­ción de los deno­mi­na­dos pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos com­ple­jos han gene­ra­do una pron­ta y cre­cien­te acep­ta­ción por par­te los psi­có­lo­gos con­tem­po­rá­neos. Dicho sea de paso, que esta acep­ta­ción pue­de des­can­sar, por una par­te, en lo que Frei­xa y Fro­ján (2014) lla­ma­ron la fala­cia del argu­men­to cro­no­ló­gi­co; con­ce­dien­do que este tipo de teo­rías encuen­tran fal­sa argu­men­ta­ción en la moder­ni­dad en que éstas emer­gen, razón por la cual quie­nes las asu­men supo­nen que de prin­ci­pio son supe­rio­res, pues­to que han deja­do atrás las defi­cien­cias de las teo­rías ante­rio­res, debi­do a su actua­li­dad. Es decir, se acep­ta que lo actual es mejor, sos­la­yan­do la evo­lu­ción his­tó­ri­ca de los dife­ren­tes para­dig­mas al res­pec­to, por ende, todo plan­tea­mien­to que se ale­je de mode­los y ter­mi­no­lo­gía actua­les de fac­to se con­si­de­ra arcai­co. No menos impor­tan­te es la sacra­li­za­ción de la cor­te­za cere­bral como refe­ren­te de una apa­ren­te supe­rio­ri­dad expli­ca­ti­va, en otras pala­bras, que alu­dir a pro­ce­sos cere­bra­les para dar cuen­ta de lo psi­co­ló­gi­co, tor­na más cien­tí­fi­cos los plan­tea­mien­tos; al res­pec­to, unos cuan­tos apun­tes adi­cio­na­les.

La acep­ta­ción de tales teo­rías tam­bién pue­de obe­de­cer a la estre­cha cer­ca­nía que guar­dan con los mode­los expli­ca­ti­vos y los pro­ce­di­mien­tos expe­ri­men­ta­les de áreas como la Neu­ro­lo­gía y la Fisio­lo­gía, prin­ci­pal­men­te. La con­si­de­ra­ción popu­lar acer­ca de que el empleo de apa­ra­to­lo­gías rigu­ro­sas en la bús­que­da de res­pues­tas difí­ci­les para pre­gun­tas más difí­ci­les, y la esque­ma­ti­za­ción sofis­ti­ca­da de pro­ce­sos más sofis­ti­ca­dos, han lle­va­do a gene­rar la ilu­sión de mayor vera­ci­dad y cer­ti­fi­ca­ción en el cono­ci­mien­to cien­tí­fi­co gene­ra­do. No obs­tan­te, quie­nes deci­den por este argu­men­to pres­cin­den del ejer­ci­cio auto­crí­ti­co y pocas veces refle­xio­nan sobre el uso de los con­cep­tos y cues­tio­nes filo­só­fi­cas que tam­bién son rele­van­tes.

b) Análisis reduccionista.

Un aná­li­sis reduc­cio­nis­ta con­sis­te en des­cri­bir y tra­tar de expli­car los fenó­me­nos pro­pios que estu­dia una dis­ci­pli­na como si fue­ra otra, o bien, como si fue­ran equi­va­len­tes. Para el caso de la Psi­co­lo­gía –pero no exclu­si­vo de ella‑, nor­mal­men­te se incu­rre en reduc­cio­nis­mo ana­lí­ti­co cuan­do se tra­tan de expli­car los fenó­me­nos con­duc­tua­les o psi­co­ló­gi­cos en tér­mi­nos de fenó­me­nos bio­ló­gi­cos o socia­les. El reduc­cio­nis­mo ocu­rre cuan­do se acep­ta en la expli­ca­ción cien­tí­fi­ca que los mis­mos prin­ci­pios o leyes que rigen los pro­ce­sos bio­ló­gi­cos son los mis­mos que rigen el com­por­ta­mien­to de los indi­vi­duos (Car­pio, 1992; Car­pio et al., 1995; Mont­go­mery, 2007; Ribes y López, 1985).

La prác­ti­ca del reduc­cio­nis­mo en Psi­co­lo­gía se ha con­ver­ti­do en uno de los recur­sos más emplea­dos por los psi­có­lo­gos con­tem­po­rá­neos. Dada la fal­ta de con­sen­so en un mis­mo obje­to de estu­dio para la Psi­co­lo­gía, la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca ha pro­mo­vi­do la impor­ta­ción de mode­los de repre­sen­ta­ción y apa­ra­tos con­cep­tua­les de otras dis­ci­pli­nas; así como sus méto­dos de inves­ti­ga­ción y pro­ce­di­mien­tos expe­ri­men­ta­les (Mar­tí­nez, 2018; Ribes, 1990; Ribes y López, 1985; Ribes, et al., 2010).

En este sen­ti­do, el aná­li­sis que de la regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción han rea­li­za­do los neu­ro­psi­có­lo­gos es reduc­cio­nis­ta, ya que gran par­te, sino es que toda su des­crip­ción y expli­ca­ción de tales pro­ce­sos no se hace exclu­si­va­men­te en tér­mi­nos psi­co­ló­gi­cos o del com­por­ta­mien­to. Más aún, los neu­ro­psi­có­lo­gos asu­men que los pro­ce­sos de auto­rre­gu­la­ción son pro­ce­sos cerebrales/neurales en los que par­ti­ci­pan dife­ren­cia­da­men­te estruc­tu­ras espe­cia­li­za­das y com­ple­jas que cum­plen algu­na fun­ción cog­ni­ti­va, afec­ti­va y moto­ra. Pare­ce que, aún y cuan­do se acep­ta que tales tér­mi­nos se rela­cio­nan con lo psi­co­ló­gi­co, no es níti­da la dis­tan­cia que exis­te entre lo que sería un pro­ce­so con­duc­tual y un pro­ce­so fisio­ló­gi­co.

El prin­ci­pal pro­ble­ma que entra­ña el aná­li­sis reduc­cio­nis­ta de los pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos a pro­ce­sos bio­ló­gi­cos estri­ba en que quie­nes lo rea­li­zan como prác­ti­ca cien­tí­fi­ca asu­men que el estu­dio de un tipo de fenó­me­nos debe hacer­se con­si­de­ran­do su com­ple­ji­dad, y que eso inevi­ta­ble­men­te requie­re de la par­ti­ci­pa­ción con­jun­ta de mode­los y del cono­ci­mien­to gene­ra­do por dis­tin­tas dis­ci­pli­nas cien­tí­fi­cas. Sin embar­go, la reali­dad es que más que una expli­ca­ción inte­gra­do­ra y com­ple­ja de los fenó­me­nos bajo estu­dio, el reduc­cio­nis­mo ana­lí­ti­co en la mayo­ría de las veces solo oca­sio­na con­fu­sio­nes dis­ci­pli­na­rias que nos ale­jan de un pro­ce­der teó­ri­co y empí­ri­co que sea cohe­ren­te y con­gruen­te.

Ante este pano­ra­ma se vuel­ve espe­cial­men­te impor­tan­te con­si­de­rar los cri­te­rios que defi­nen los lími­tes de impli­ca­ción cien­tí­fi­ca de las dis­ci­pli­nas más cer­ca­nas con la Psi­co­lo­gía. A la pre­gun­ta: ¿par­ti­ci­pan los lóbu­los fron­ta­les en la regu­la­ción de la con­duc­ta huma­na?, la res­pues­ta más satis­fac­to­ria seria que su par­ti­ci­pa­ción es nece­sa­ria, pero no sufi­cien­te para expli­car las cau­sas de con­duc­tas con­si­de­ra­das com­ple­jas y auto­rre­gu­la­das, tales como pla­near, diri­gir, pen­sar, entre muchas más.

c) Explicación pseudo causal del comportamiento.

Par­te de lo que con­lle­va el aná­li­sis reduc­cio­nis­ta que se hace de los fenó­me­nos que se estu­dian es que supo­ne una expli­ca­ción estric­ta­men­te cau­sal, enten­di­da esta últi­ma como cons­truc­ción lin­güís­ti­ca lineal, uni­di­rec­cio­nal y dia­cró­ni­ca, es decir, como suce­sión tem­po­ral de even­tos. En este caso par­ti­cu­lar, la expli­ca­ción que pro­por­cio­nan los neu­ro­psi­có­lo­gos acer­ca de por qué los huma­nos somos capa­ces de eje­cu­tar con­duc­tas com­ple­jas tales como pla­ni­fi­car, ele­gir, anti­ci­par, razo­nar, entre otras, des­can­sa crí­ti­ca­men­te en acep­tar que los pro­ce­sos de regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción suce­den antes y, en con­se­cuen­cia, estos cau­san direc­ta­men­te un tipo par­ti­cu­lar de com­por­ta­mien­to. Este tipo de razo­na­mien­to neu­ro­psi­co­ló­gi­co es más bien un tipo de expli­ca­ción pseu­do cau­sal del com­por­ta­mien­to humano, pues­to que en éste resi­de la natu­ra­le­za cir­cu­lar en la que el even­to que expli­ca es el mis­mo a ser expli­ca­do. Lo ante­rior impli­ca que en la acti­vi­dad huma­na com­ple­ja ocu­rren dos tipos de even­tos: 1) el pri­me­ro es de natu­ra­le­za neu­ral que cum­ple algún tipo de fun­ción men­tal y que actúa en la for­ma de pro­ce­sos de ope­ra­ción inter­na y, 2) un even­to de orden motor o con­duc­tual, cuya ocu­rren­cia es abar­ca­da por la obser­va­ción direc­ta. El hecho de asu­mir una rela­ción tem­po­ral en la ocu­rren­cia de ambos even­tos, por lo menos supo­ne que se le con­fie­re al pri­me­ro la posi­bi­li­dad de cau­sar al segun­do. De esta mane­ra, en la pers­pec­ti­va de las fun­cio­nes eje­cu­ti­vas cuan­do una per­so­na eje­cu­ta con­duc­tas de pla­ni­fi­car, en ella pri­me­ro tie­nen lugar ope­ra­cio­nes neu­ro­psi­co­ló­gi­cas encar­ga­das de ela­bo­rar el plan de acción que, pos­te­rior­men­te, emplea­rá la per­so­na para com­por­tar­se de un modo en par­ti­cu­lar y no de otro (Ribes, 1990).

d) ¿Naturaleza interna de la autorregulación?

Los teó­ri­cos de la fun­ción eje­cu­ti­va sos­tie­nen que los pro­ce­sos de regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción de la con­duc­ta huma­na ocu­rren inter­na­men­te. Roca (2010) ha argu­men­ta­do que la cate­go­ría de pro­ce­so ha goza­do de un amplio espec­tro de uso en las teo­rías cog­ni­ti­vas, y que su uso se acre­cen­tó par­ti­cu­lar­men­te a par­tir del auge de la del Teo­ría del Pro­ce­sa­mien­to de la Infor­ma­ción ins­pi­ra­da a fina­les de la déca­da de los sesen­ta por Ulrich Neis­ser. Asi­mis­mo, sub­ra­yó que un pro­ce­so se defi­ne prin­ci­pal­men­te como la ocu­rren­cia de even­tos que tien­den a orde­nar­se pro­gre­si­va­men­te en el tiem­po. De esta mane­ra, la noción de pro­ce­so en las teo­rías men­ta­lis­tas sugi­rió la ocu­rren­cia de una serie de ope­ra­cio­nes no motri­ces (con­duc­tua­les), ni exter­nas, sino de cor­te cog­ni­ti­vo y de natu­ra­le­za inter­na.

La con­si­de­ra­ción que se hace de los pro­ce­sos de auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to como ope­ra­cio­nes que ocu­rren al inte­rior del indi­vi­duo aca­rrea por lo menos dos tipos de difi­cul­ta­des. La pri­me­ra de ellas se rela­cio­na direc­ta­men­te con la dico­to­mía interno – externo. Ryle (1949) argu­men­tó que, en la doc­tri­na ofi­cial impues­ta por Des­car­tes, lo men­tal se corres­pon­día con un mun­do interno y, en con­se­cuen­cia, pri­va­do y de acce­so úni­co a la pro­pia per­so­na; mien­tras que lo cor­po­ral for­ma­ba par­te del mun­do externo, por defi­ni­ción públi­co y suje­to a obser­va­do­res aje­nos a la per­so­na. Al prin­ci­pio para Des­car­tes las cate­go­rías interno y externo tenían un valor meta­fó­ri­co para su teo­ría, pues­to que aún y cuan­do se emplea­ban esas pala­bras, no se suge­ría de mane­ra lite­ral que la men­te se alo­ja­ba al inte­rior del cuer­po. Sin embar­go, Des­car­tes olvi­dó en su dis­cur­so el valor meta­fó­ri­co de dichas expre­sio­nes al gra­do de tra­tar­las como lite­ra­les. El pro­pio Des­car­tes se había con­ver­ti­do en víc­ti­ma de su metá­fo­ra (Tur­bay­ne, 1990). Segui­do de esto, en la teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va se dice que los pro­ce­sos de regu­la­ción cons­ti­tu­yen ope­ra­cio­nes neu­ro­na­les que el cere­bro eje­cu­ta y, como con­se­cuen­cia de esa mane­ra de des­crip­ción, lógi­ca­men­te esos pro­ce­sos son inter­nos, pues­to que nadie se atre­ve­ría a decir que el cere­bro y las neu­ro­nas se encuen­tran fue­ra del indi­vi­duo. Lo ante­rior sugie­re que la teo­ría que sos­tie­nen los neu­ro­psi­có­lo­gos para mode­lar los pro­ce­sos de regu­la­ción de la con­duc­ta impli­ca táci­ta­men­te el mode­lo de la men­te, pero con la nove­dad de mate­ria­li­zar a la men­te como cere­bro (Hayes y Browns­tein, 1986).

En este tenor, Ribes (1982) argu­men­ta que la dis­tin­ción entre interno y externo es inva­li­da y care­ce de sig­ni­fi­ca­do, al res­pec­to, seña­la que, sien­do el “com­por­ta­mien­to fun­da­men­tal­men­te acción, o más pro­pia­men­te dicho inter­ac­ción”, dado que no hay acción sin con­tac­to fun­cio­nal con los obje­tos o even­tos del entorno”, la dico­to­mía interna–externo pare­ce per­der toda vali­dez o sig­ni­fi­ca­ción. “La reifi­ca­ción car­te­sia­na del com­por­ta­mien­to espe­cí­fi­ca­men­te humano en la for­ma de la men­te como subs­tan­cia espi­ri­tual, con­du­jo a dar­le loca­li­za­ción a una enti­dad esen­cial­men­te ines­pa­cial” (p. 14).

Sien­do esta dis­tin­ción fun­da­men­tal para los defen­so­res de la teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va fue inevi­ta­ble en ellos la acep­ta­ción de dos even­tos con­ti­guos: 1) el de los pro­ce­sos de regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción como ope­ra­cio­nes fisio­ló­gi­cas y cog­ni­ti­vas, fun­da­men­tal­men­te inter­nas y 2) las mani­fes­ta­cio­nes con­duc­tua­les y emo­cio­na­les o afec­ti­vas, fun­da­men­tal­men­te exter­nas.

e) El mito del localizacionismo

Un segun­do pro­ble­ma deri­va­do de la supues­ta dico­to­mía interno-externo que incor­po­ra la teo­ría neu­ro­psi­co­ló­gi­ca de la auto­rre­gu­la­ción de la con­duc­ta es toda­vía más serio. De mane­ra gene­ral se sos­tie­ne que la fun­ción eje­cu­ti­va como acti­vi­dad pro­fun­da­men­te com­ple­ja tie­ne lugar al inte­rior de la per­so­na y par­ti­cu­lar­men­te en una zona espe­cia­li­za­da del cere­bro (Tira­pu-Ustá­rroz y Luna-Luna­rio, 2008).

La idea de loca­li­zar los pro­ce­sos supues­ta­men­te psi­co­ló­gi­cos en zonas alta­men­te espe­cia­li­za­das del cere­bro es una ten­den­cia fuer­te en los desa­rro­llos teó­ri­cos de las neu­ro­cien­cias en gene­ral y de la neu­ro­psi­co­lo­gía en par­ti­cu­lar. En la teo­ría de la fun­ción eje­cu­ti­va se plan­tea nor­mal­men­te que los lóbu­los fron­ta­les desem­pe­ñan una par­ti­ci­pa­ción fun­da­men­tal en algu­nas fun­cio­nes men­ta­les (Lezak, 1982; Luria, 1984). Inclu­so algu­nos teó­ri­cos han lle­ga­do a asu­mir que depen­dien­do de la base ana­tó­mi­ca del sis­te­ma ner­vio­so cen­tral (pre­fron­tal, pre­fron­tal medial/basal y pos­te­rior basal) se encon­tra­rá una loca­li­za­ción jerár­qui­ca de las fun­cio­nes men­ta­les. Así, por ejem­plo, mien­tras que en la zona pre­fron­tal del cór­tex se encuen­tran los pro­ce­sos de auto­con­cien­cia y el con­trol eje­cu­ti­vo cuya mani­fes­ta­ción cog­ni­ti­va serán la anti­ci­pa­ción, selec­ción de obje­tos, pla­ni­fi­ca­ción y moni­to­ri­za­ción; en la zona pos­te­rior basal ten­drán lugar la aten­ción visual, la per­cep­ción, la memo­ria, el len­gua­je, y otros pro­ce­sos más (Stuss, 1992; Stuss y Ben­son, 1984; Thom­pson-Schill et al., 2005).

El loca­li­za­cio­nis­mo de los pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos impli­ca nece­sa­ria­men­te un nivel de reduc­cio­nis­mo ana­lí­ti­co, pero que, ade­más, entra­ña el ries­go de creer lite­ral­men­te que el com­por­ta­mien­to está en algu­na estruc­tu­ra cere­bral: como cuan­do se dice popu­lar­men­te que la memo­ria está en el hipo­cam­po, el mie­do en lo más pro­fun­do y pri­mi­ti­vo del cere­bro, la amíg­da­la; o bien, que en el hemis­fe­rio dere­cho posee­mos vir­tu­des como la crea­ti­vi­dad y del lado izquier­do nues­tro lado racio­nal y de la inte­li­gen­cia (Tama­yo, 2009).

Par­te impor­tan­te del pro­ble­ma lógi­co que impli­ca la loca­li­za­ción de los pro­ce­sos de auto­rre­gu­la­ción como ope­ra­cio­nes de orden neu­ro­nal, radi­ca en la con­fu­sión exis­ten­te, pero nor­mal­men­te obvia­da, entre el con­cep­to de estruc­tu­ra y el de fun­ción. El tér­mino estruc­tu­ra hace refe­ren­cia a la dis­tri­bu­ción físi­ca de las par­tes de un cuer­po, mis­ma que al orga­ni­zar­se per­mi­te el cum­pli­mien­to de una fun­ción espe­cí­fi­ca de ese cuer­po. Al con­si­de­rar­se que toda estruc­tu­ra requie­re de un espa­cio con­cre­to para aco­mo­dar­se, enton­ces es pre­ci­so pre­di­car de ésta una loca­li­za­ción exac­ta en el cuer­po, pero siem­pre y cuan­do los ele­men­tos que se estruc­tu­ran tam­bién sean cuer­pos. La estruc­tu­ra del cere­bro, por ejem­plo, se con­for­ma por el tron­co ence­fá­li­co, el cere­be­lo, el cere­bro medio, el dien­cé­fa­lo, entre otros cuer­pos, todos ellos pre­ci­sa­men­te loca­li­za­bles en un sec­tor natu­ral del cuer­po humano. La par­ti­ci­pa­ción con­jun­ta de esos ele­men­tos estruc­tu­ra­dos da cabi­da al cum­pli­mien­to de una fun­ción que podría deno­mi­nar­se cere­bral (Put­nam, 1981; Put­nam y Amie­va, 1983).

Por su par­te, el con­cep­to de fun­ción siem­pre impli­ca una rela­ción entre estruc­tu­ras y, de algu­na mane­ra, eje­cu­ción resul­tan­te de éstas. En la medi­da en que las fun­cio­nes se defi­nen como rela­cio­nes recí­pro­cas, que pue­den com­pren­der accio­nes y reac­cio­nes por par­te de las estruc­tu­ras, siem­pre se con­si­de­ran como lógi­ca­men­te sin­cró­ni­cas en su alte­ra­ción y trans­for­ma­ción de los ele­men­tos par­ti­ci­pan­tes. A dife­ren­cia del con­cep­to de estruc­tu­ra, de las fun­cio­nes es inade­cua­do tra­tar de pre­di­car una loca­li­za­ción exac­ta en el cuer­po, pues­to que, al tra­tar­se de una rela­ción entre cuer­pos, su ocu­rren­cia no es direc­ta­men­te ubi­ca­ble en el espa­cio, pero sí teó­ri­ca­men­te obser­va­ble en el tiem­po (Ribes, 2004).

e) Sobre la observabilidad de los procesos de autorregulación

Des­de una posi­ción meto­do­ló­gi­ca, una crí­ti­ca obvia que se plan­tea a las for­mu­la­cio­nes neu­ro­psi­co­ló­gi­cas tie­ne que ver con la obser­va­bi­li­dad-inob­ser­va­bi­li­dad de los pro­ce­sos aso­cia­dos con la auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to. El hecho de que los tér­mi­nos de regu­la­ción y auto­rre­gu­la­ción des­cri­ban pro­ce­sos de natu­ra­le­za inter­na impli­ca en ellos que tam­bién se con­si­de­ren como pro­ce­sos ocul­tos e inac­ce­si­bles a la obser­va­ción (Ribes, 2001).

Esta iló­gi­ca com­pli­ca­ción ha traí­do con­si­go el desa­rro­llo de mode­los hipo­té­ti­cos para pre­sen­tar y repre­sen­tar lo que supues­ta­men­te serían los pro­ce­sos de auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to. Dicho sea de paso, que la repre­sen­ta­ción que de este pro­ce­so se plan­tea, trans­por­ta nue­va­men­te al pro­ble­ma de redu­cir ana­lí­ti­ca­men­te tales pro­ce­sos a una serie de meca­nis­mos de ope­ra­ción bio­ló­gi­ca situa­dos al inte­rior del orga­nis­mo. En este sen­ti­do, lo ahí obser­va­do como fac­to­res encar­ga­dos de la auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to humano, es equi­pa­ra­do con órga­nos espe­cia­li­za­dos en cum­plir algu­na fun­ción supues­ta­men­te psi­co­ló­gi­ca.

Con lo ante­rior no se pre­ten­de sos­te­ner que una tesis más ade­cua­da a este asun­to sería asu­mir que la auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to humano con­sis­ta en pro­ce­sos níti­da­men­te obser­va­bles. En otras pala­bras, no se apues­ta a que la solu­ción lógi­ca al pro­ble­ma de la inob­ser­va­bi­li­dad de los pro­ce­sos inter­nos des­can­se sus­tan­cial­men­te en la posi­ción con­tra­ria, es decir, aque­lla que tra­ta­ría de vol­ver obser­va­bles los pro­ce­sos inter­nos. Si algu­na tesis habrá de for­mu­lar­se al res­pec­to, ésta ten­drá que evi­tar de prin­ci­pio el pro­ble­ma de la obser­va­bi­li­dad-inob­ser­va­bi­li­dad de pro­ce­sos que no son inter­nos ni exter­nos (Ribes, 2004).

Conclusión breve

El pro­pó­si­to prin­ci­pal en este tra­ba­jo fue expo­ner un con­jun­to de crí­ti­cas a las tesis fun­da­men­ta­les que la pers­pec­ti­va de la neu­ro­psi­co­lo­gía ha pro­pues­to acer­ca del pro­ble­ma de la auto­rre­gu­la­ción del com­por­ta­mien­to. Los cues­tio­na­mien­tos aquí rea­li­za­dos figu­ran en la órbi­ta de un cam­po ana­lí­ti­co que va más allá del mero inte­rés inte­lec­tual per se, sino que pre­ten­den mos­trar­se como un con­jun­to de moti­vos que extien­dan el hori­zon­te de aque­llos intere­sa­dos en la inves­ti­ga­ción psi­co­ló­gi­ca del pro­ble­ma en turno. Lle­ga­dos a este pun­to es fun­da­men­tal men­cio­nar que un ejer­ci­cio de aná­li­sis como el rea­li­za­do en este tra­ba­jo con­du­ce a dos posi­bles con­clu­sio­nes: 1) se igno­ran las difi­cul­ta­des lógi­cas pre­via­men­te reve­la­das y se con­ti­núa per­pe­tuan­do el peca­do ori­gi­nal del dua­lis­mo, o bien, 2) se con­si­de­ran las difi­cul­ta­des a favor de asu­mir una pos­tu­ra crí­ti­ca y refle­xi­va que rom­pa con las doc­tri­nas ofi­cia­les, y que se tra­duz­ca en nue­vas for­mas de plan­tear el pro­ble­ma.

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Notas

  1. Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. Con­tac­to: edgarchavez@unam.mx