Perversión y ley Descargar este archivo (6 - Perversión y ley.pdf)

Claudia Vargas Jaimes1, Sonia Yolanda Rocha Reza2

Universidad Autónoma del Estado de México

Resu­men

Este artícu­lo con­den­sa los pun­tos esen­cia­les rela­cio­na­dos a la géne­sis y con­cep­ción de la per­ver­sión; y que están pre­sen­tes, inde­pen­dien­te­men­te de la estruc­tu­ra sub­je­ti­va, en mayor o menor medi­da en cada suje­to. Se abor­da este tema des­de una orien­ta­ción psi­co­ana­lí­ti­ca que escla­re­ce una dife­ren­cia­ción de los tér­mi­nos usa­dos y pro­fun­di­za en una com­pren­sión más cla­ra de cómo la per­ver­sión está más allá de los com­po­nen­tes sexua­les y cómo se encuen­tra liga­da pro­fun­da­men­te a la ley, y no por fue­ra de ella. Para posi­cio­nar a la per­ver­sión no como un tras­torno, una psi­co­pa­to­lo­gía o algo que debe curar­se, sino como una pos­tu­ra que asu­me el suje­to ante su angus­tia y le per­mi­te no solo tener un lugar sino hacer lazo social.

Pala­bras cla­ve: sexua­li­dad, lími­tes, desa­fío, tras­gre­sión, deseo.

Abs­tract.

This arti­cle abrid­ge the essen­tials points rela­ted to the gene­sis and con­cep­tion of per­ver­sion that are pre­sent in each sub­ject; regard­less of the sub­jec­ti­ve struc­tu­re grea­ter or les­ser extent; addres­sing this issue from a psy­choa­naly­tic orien­ta­tion, making a dif­fe­ren­tia­tion that cla­ri­fies the terms used and del­ves into a clea­rer unders­tan­ding of how the per­ver­sion is beyond sexual com­po­nents and as deeply tied to the law, and not by outsi­de it. To posi­tion of the per­ver­sion rather than a psy­cho­patho­lo­gi­cal disor­der or something that must be cured, but as a posture that the sub­ject assu­mes in front of his anguish and allows not only to have a pla­ce but to crea­te a social bond.

Key words. Sexua­lity, Boun­da­ries, Cha­llen­ge, Trans­gres­sion, Desire.

“Nada alien­ta tan­to como un pri­mer cri­men impu­ne”.
Las 120 jor­na­das de Sodo­ma
Mar­qués de Sade

Cada que se pien­sa o se habla de la per­ver­sión sue­le rela­cio­nar­se con algún aspec­to sexual­men­te las­ci­vo, sucio; con con­duc­tas o com­por­ta­mien­tos sexual­men­te agre­si­vos y repul­si­vos que son recha­za­dos social­men­te. El sólo hecho de pen­sar o ima­gi­nar una per­ver­sión pro­vo­ca sor­pre­sa, asco, sus­to, mie­do, pero tam­bién y con­tra­ria­men­te cau­ti­va los sen­ti­dos, atrae, intri­ga e intere­sa. Ésta ha sido abor­da­da como una cues­tión de depra­va­ción sexual, de corrup­ción, de amo­ra­li­dad, de peca­do, de aban­dono con­cu­pis­cen­te y salaz, don­de los lími­tes de deter­mi­na­das sen­sa­cio­nes, pen­sa­mien­tos, con­duc­tas y afec­tos son colo­ca­dos por los otros… ya que los otros son los que reve­lan qué debe y qué no debe, qué se pue­de y qué no —hacer­se, pen­sar­se, decir­se, sen­tir­se—.

El con­cep­to de per­ver­sión ha sido usa­do y enten­di­do de for­ma equi­vo­ca­da fue­ra del cam­po psi­co­ana­lí­ti­co. En rela­ción con otros sabe­res y cien­cias, se usa de mane­ra indis­tin­ta o con­fu­sa al refe­rir­se a tér­mi­nos como: per­ver­sión, per­ver­ti­do y per­ver­si­dad, tam­bién suce­de así cuan­do diver­sos auto­res tra­tan de dar cuen­ta del núcleo de la teo­ría de la per­ver­sión como estruc­tu­ra, sus apor­tes van varian­do, alcan­zan­do gamas total­men­te dis­tin­tas.

His­tó­ri­ca­men­te el cono­ci­mien­to, la com­pren­sión y las expli­ca­cio­nes de la per­ver­sión se des­ti­na­ron por diver­sas dis­ci­pli­nas como la reli­gión, la medi­ci­na, la psi­quia­tría, la psi­co­lo­gía, las cien­cias jurí­di­cas e inclu­so la filo­so­fía para desig­nar al pro­ce­der sexual no per­mi­ti­do por la socie­dad de la épo­ca, que esta­ble­cía “lo nor­mal”. Este cono­ci­mien­to impac­tó sobre todo las decla­ra­cio­nes de la sexua­li­dad huma­na abar­ca­das por la psi­quia­tría des­de hace más de dos­cien­tos años bajo títu­los de enfer­me­dad dege­ne­ra­ti­va, tras­torno men­tal o per­tur­ba­cio­nes eti­que­ta­das como: feti­chis­mo, sadis­mo, homo­se­xua­li­dad, bise­xua­li­dad, zoo­fi­lia, pedofi­lia, exhi­bi­cio­nis­mo, maso­quis­mo, voyeu­ris­mo, bes­tia­lis­mo, inces­to, mas­tur­ba­ción, sodo­mía, entre otros. Sin embar­go, esta con­cep­ción ha veni­do cam­bian­do en algu­nas dis­ci­pli­nas y ajus­tán­do­se pre­ci­sa­men­te a otra nor­ma y a otro tiem­po que ha per­mi­ti­do reti­rar algu­nas de esas eti­que­tas muy len­ta­men­te. Pero des­de la psi­quia­tría, cada vez más niños y adul­tos son cir­cuns­cri­tos bajo nue­vas for­mas de enfer­me­dad men­tal, aun­que ya no sean lla­ma­das per­ver­sio­nes.

La per­ver­sión es pen­sa­da den­tro de la psi­co­pa­to­lo­gía muy tar­día­men­te, inclu­so aho­ra su abor­da­je es poco estu­dia­do, se con­si­de­ra más bien como una ano­ma­lía social, como una situa­ción del con­tex­to y del tiem­po y no como per­te­ne­cien­te y pro­pio del suje­to. Con­si­de­rar­la como una enfer­me­dad psí­qui­ca antes de Freud era algo impo­si­ble, des­pués de él, la per­ver­sión como una estruc­tu­ra psí­qui­ca, jun­to con la neu­ro­sis y la psi­co­sis, empie­za a con­si­de­rar­se como posi­bi­li­dad de ser y de exis­tir, como algo posi­ble de la con­di­ción huma­na que le es inhe­ren­te y cons­ti­tu­cio­nal.

Para el psi­co­aná­li­sis, la per­ver­sión es una reali­dad actual domi­nan­te, pero des­po­ja­da de su insi­nua­ción des­pec­ti­va. El con­cep­to uti­li­za­do por Sig­mund Freud (1905/2008) le dio un nue­vo sen­ti­do, expli­can­do que se tra­ta de una des­via­ción o cam­bio del obje­to y la meta sexual res­pec­to de la nor­ma esta­ble­ci­da. Este tér­mino lo pro­po­ne reti­ran­do suge­ren­cias ofen­si­vas o jui­cios valo­ra­ti­vos, des­de su publi­ca­ción de Tres ensa­yos de teo­ría sexual en 1905, escri­be que “en nin­gu­na per­so­na fal­ta algún ele­men­to que pue­da desig­nar­se como per­ver­so” y expli­ca que la sexua­li­dad infan­til es poli­mór­fi­ca­men­te per­ver­sa, enten­dien­do que varios obje­tos sir­ven para la satis­fac­ción y las metas pue­den ser dis­tin­tas a las de la repro­duc­ción; con­si­de­ran­do que en los niños aún no se edi­fi­can los diques del desa­rro­llo sexual —ver­güen­za, asco y moral—  y las pul­sio­nes se exte­rio­ri­zan sin repre­sión, hacien­do que  las fuer­zas inhi­bi­do­ras que sir­ven de con­ten­ción no actúen efec­ti­va­men­te, o bien, sean des­bor­da­das.

Sin embar­go, lo que fun­da­men­tal­men­te carac­te­ri­za al suje­to con una estruc­tu­ra per­ver­sa es que él tie­ne una cer­te­za sobre su goce, es decir, que él sabe muy bien cómo, dón­de y con qué o con quien alcan­zar la satis­fac­ción sexual. Un ver­da­de­ro per­ver­so es un suje­to que “ya sabe todo lo que hay que saber sobre el goce” diría Miller, J. (2005), sabe de la cas­tra­ción de la madre sólo que ese saber no ha sufri­do el des­tino de la repre­sión (garan­tía de con­ser­va­ción), sino que ha recu­rri­do a otro camino para recor­dar ese des­tino colo­can­do en su lugar aque­llo que fal­ta: el obje­to, para­dig­ma feti­chis­ta que petri­fi­ca y fija el deseo.

Hablar de per­ver­sión es hablar de una pos­tu­ra que el suje­to asu­me ante la angus­tia, es una for­ma de hacer lazo social. Es hablar del pro­ce­so de per­so­na­li­za­ción, de hacer­se suje­to, pues ésta exis­te en todos los hom­bres nor­ma­les, aun­que sea sólo en ras­gos; como diría Sau­ri, J. (1983), ¿no somos aca­so par­ti­ci­pes y tes­ti­gos de una civi­li­za­ción en la cual las per­ver­sio­nes se pre­sen­tan no sólo bajo su moda­li­dad sexual o agre­si­va sino tam­bién eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca?

La dife­ren­cia entre per­ver­sión y per­ver­si­dad radi­ca en que el per­ver­so vie­ne a ins­tau­rar la ley, su ley, el acto per­ver­so se mani­fies­ta en su rela­ción con el Otro, no en un ges­to o una acción, sino en un encuen­tro don­de está en jue­go la exis­ten­cia con el lími­te que col­ma y libe­ra del goce, paci­fi­ca. Sin embar­go, aun­que la prohi­bi­ción tran­qui­li­za a los huma­nos, no deja de pro­vo­car­les la inquie­tan­te fas­ci­na­ción por abis­mar­se más allá de ese lími­te (Gerez, M. 2006). El per­ver­so hace un lla­ma­do al Otro para que le mues­tre una dife­ren­cia y le prohí­ba incons­cien­te­men­te, per­mi­tién­do­le así que haya fal­ta y pue­da desear.

En la per­ver­si­dad las con­si­de­ra­cio­nes se orien­tan a las prác­ti­cas sexua­les fue­ra de las nor­mas de lo acep­ta­ble y gene­ran una car­ga de cul­pa que sólo se cal­ma con la san­ción y el cas­ti­go, las per­ver­si­da­des son algo que social­men­te hay que curar, que hay que erra­di­car. Según Ey, H. (2008) “es un tipo de malig­ni­dad actuan­te, una elec­ción inmo­ral en las reglas nor­ma­ti­vas del com­por­ta­mien­to”.

Dis­cu­tir sobre per­ver­sión no es solo hablar de lo sexual, sino de la ley, de cómo ese suje­to cono­ce y entien­de esa ley, de cómo habla de ella, cómo la incor­po­ra, la per­fec­cio­na, la esta­ble­ce, la apli­ca y la defien­de, y de cómo se asu­me él den­tro de esta ley; pero al mis­mo tiem­po de cómo con su actuar la cues­tio­na, la desa­fía y la pro­vo­ca. Muchos suje­tos dirán que sólo se tie­ne con­tra uno “las leyes”, leyes que cons­tan­te­men­te, se dice, están para rom­per­se y por eso la per­ver­sión, muy con­tra­ria­men­te a lo que se cree, es siem­pre hacer refe­ren­cia a la ley; ya que los actos huma­nos son valo­ra­dos des­de la pers­pec­ti­va social vigen­te, nor­ma o ley a la cual hay que some­ter­se.

El pen­sa­mien­to per­ver­so es lle­va­do a la acción, tras­gre­dien­do el lími­te de la ley; es decir, el acto per­ver­so del suje­to con­ver­ti­do o ver­ti­do en la nor­ma social se refle­ja en el deli­to, acto refle­xi­vo en tan­to que el suje­to per­ver­so se refle­ja en el acto mos­trán­do­se a sí mis­mo, deli­to que trans­gre­de la ley (la ley del padre, un padre des­va­lo­ri­za­do, no reco­no­ci­do como repre­sen­tan­te de la ley); colo­cán­do­se así, él, como obje­to pre­fe­ren­cial de la madre, supe­rior al padre, pues es sabi­do que el per­ver­so cree ser el falo, tie­ne una cer­te­za de saber. El per­ver­so es un espe­cia­lis­ta del deseo; sabe lo que el otro desea, sus rela­cio­nes están satu­ra­das de saber; no es pre­sa de su deseo, actúa ahí don­de los otros pier­den la cabe­za; es pre­ci­so, arries­ga­do, estoi­co, frí­vo­lo, pre­me­di­ta­do, pues inclu­ye su pro­pia ley, una ley de goce, sabe gozar.  El suje­to per­ver­so quie­re lo que es y es lo que quie­re.

La estruc­tu­ra per­ver­sa pre­sen­ta algu­nos ras­gos bási­cos, si es que pue­de hablar­se de una pre­de­ter­mi­na­ción: la tras­gre­sión y el desa­fío. La tras­gre­sión en el cuer­po —pue­do acos­tar­me con mi madre— y el desa­fío al padre le per­mi­ten desa­fiar la ley, no res­pe­ta por­que no lo asu­me como rival o fue rival y lo ven­ció; por­que el per­ver­so sabe de la dife­ren­cia sexual pero la des­mien­te: “eso que es prohi­bi­do, no lo es”, sabe del goce materno, sabe divi­dir al otro, sabe que el neu­ró­ti­co tie­ne mie­do, sabe que los otros están divi­di­dos y él no. El des­obe­de­cer, le impli­ca al per­ver­so eri­gir su pro­pia his­to­ria, pues al des­obe­de­cer la ley, mata al padre, lo que lo colo­ca como un cri­mi­nal. El per­ver­so no tie­ne a quien seguir más que a sí mis­mo, man­te­nien­do una auto­no­mía per­fec­ta y depri­men­te.

El per­ver­so no se inti­mi­da, impo­ne su pul­sión des­ple­gán­do­la, no rumián­do­la ni pen­sán­do­la sino que se arro­ja en el goce sin con­si­de­rar el peli­gro o las con­se­cuen­cias, no toman­do en cuen­ta lo que ten­ga que hacer o inven­tar;  se ve reba­sa­do por su acto per­ver­so, expo­nien­do su vida, cuan­to más ame­na­za­da su inte­gri­dad físi­ca o psí­qui­ca tan­to mejor pues eso ase­gu­ra más goce. El goce —ale­ja­do del orden y la paz de la pala­bra y la ley— desem­bo­ca en situa­cio­nes y viven­cias omi­no­sas y taná­ti­cas. El per­ver­so —atra­pa­do en el exce­so y el des­or­den— no pue­de negar­se a su cum­pli­mien­to, es reba­sa­do por el acto, como diría Mil­ma­nie­ne (1996) “Todo aquel que no logra nor­ma­li­zar su rela­ción con el len­gua­je a favor de una defi­ci­ta­ria fun­ción pater­na, actúa”, se encuen­tra fas­ci­na­do por lo cau­ti­van­te del goce. El pla­cer no sopor­ta, ni espe­ra limi­tes, lo social moles­ta, la prohi­bi­ción inco­mo­da, no deja ser feliz, pone y aco­ta al deseo (inces­to-parri­ci­dio), por eso se liga al per­ver­so al pla­cer, pues este siem­pre lo hace suce­der.

Para­fra­sean­do a Dor J. (1987/2006) se mani­fies­ta que cuan­do el per­ver­so desa­fía, vio­la las prohi­bi­cio­nes y tras­gre­de los lími­tes es para encon­trar una san­ción, pues­to que esta san­ción es el lími­te a la prohi­bi­ción del inces­to y la san­ción paci­fi­ca el deseo; al retar y des­obe­de­cer los lími­tes más bus­ca ase­gu­rar­se que la ley se ori­gi­na para todos los hom­bres en la dife­ren­cia y la prohi­bi­ción. Lo que se desa­fía siem­pre es la ley del padre, al desa­fiar esta ley se con­fron­ta a que la ley de su deseo sea some­ti­da a la ley del deseo del otro, es decir, ser el falo, no tener­lo. Por eso el per­ver­so no se some­te, bus­ca cap­tu­rar al otro en su deseo. No hay medio más opor­tuno de ase­gu­rar la exis­ten­cia de la ley que esfor­zán­do­se en tras­gre­dir las prohi­bi­cio­nes y las leyes que la ins­ti­tu­yen sim­bó­li­ca­men­te.

Se con­si­de­ra que las per­so­nas que infrin­gen, tras­gre­den o alte­ran la ley, son per­ver­sos, dirá Dor (1987/2006) que “El per­ver­so no sólo se aban­do­na al mal sino que lo desea”, pero la idea gene­ral que se tie­ne de estas per­so­nas nor­mal­men­te está del lado de los delin­cuen­tes, de los cri­mi­na­les, de los ase­si­nos, más no del lado de quien ejer­ce un pues­to de auto­ri­dad como sacer­do­tes, poli­cías, jue­ces, magis­tra­dos, gober­nan­tes u cual­quier per­so­na que sus­ten­te una  auto­ri­dad social reco­no­ci­da.

Pues allí don­de falla la ley, don­de sus repre­sen­tan­tes no logran ins­tau­rar­la, se recrean las más encan­ta­do­ras ten­ta­cio­nes que inci­tan al goce y al cri­men. Ley, cri­men y coac­ción se anu­dan: el cri­men  —parri­ci­dio— que hace sur­gir la ley se hace codi­cia­ble en vir­tud de la mis­ma ley que lo prohí­be. La ley hace al cul­pa­ble, el man­da­mien­to reali­men­ta la codi­cia por el cri­men que, al ser nom­bra­do tam­bién pasa a ser anhe­la­do, la ley no garan­ti­za el no retorno del cri­men. La ley es doble, es lo uno y es lo otro, lo dicho y lo no dicho, es sagra­da pero no into­ca­ble, es posi­ble tocar­la aun­que pue­da explo­tar en las manos. Sus diri­gen­tes saben cómo accio­nar­la, es lo con­sien­te y lo incons­cien­te; el per­ver­so quie­re una ley cuyos dos extre­mos suje­te, quie­re ser su amo y su escla­vo, autor y suje­to, una ley con­cen­tra­da no dis­per­san­te, impre­vi­si­ble (Gerez, 2006).

Se reque­ri­ría un esfuer­zo sobre­hu­mano, sin éxi­to y garan­tía, para rec­ti­fi­car el con­cep­to de nor­ma­li­dad sexual y sos­te­ner que toda des­via­ción de la pul­sión en cuan­to al obje­to y la meta es per­ver­sa. Más bien, en psi­co­aná­li­sis hay que con­si­de­rar esta des­via­ción en rela­ción no sólo a lo sexual sino tam­bién a la ley, median­te ese cons­tan­te lla­ma­do al padre para que ven­ga a ins­tau­rar un lími­te al goce.

Referencias

Dor, J. (2006).  Estructura y perversiones. España: Gedisa.

Ey, H. (2008). Estudios psiquiátricos. Volumen II. 1ª edición en español. Buenos Aires: Polemos.

Freud, S. (2008). Obras completas de Sigmund Freud. Volumen VII. Tres ensayos de teoría sexual y otras obras. Buenos Aires: Amorrortu.

Gerez, M. (2006). Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen I. Ley y subjetividad. Argentina: Letra Viva.

Miller, J. (2005). Introducción al método psicoanalítico. Buenos Aires: Paidos.

Milmaniene, J. (1996). El goce y la Ley. Buenos Aires: Paidos.

Sauri, J. (1983). Las perversiones. Argentina: Carlos Lohlé.

Notas

1. Licen­cia­da en Psi­co­lo­gía, por la Uni­ver­si­dad del Autó­no­ma del Esta­do de Méxi­co (UAEM), Estu­dian­te de la Maes­tría en Psi­co­lo­gía.  Cuer­po Aca­dé­mi­co: Inter­ven­ción en Psi­co­lo­gía Psi­co­ana­lí­ti­ca. Correo elec­tró­ni­co: psiclaudiajaimes@hotmail.com

2. Doc­to­ra en Inves­ti­ga­ción Psi­co­ló­gi­ca, ads­cri­ta a la Uni­ver­si­dad del Autó­no­ma del Esta­do de Méxi­co (UAEM). Correo elec­tró­ni­co  sonia.2606@hotmail.com