Proyecto de intervención psicosocial “Desnaturalizando la violencia”, con jóvenes del estado de Coahuila
Edna Gabriela Díaz Báez1, Benjamín Emanuel Silva Luévanos2
Universidad Autónoma de Coahuila; Escuela de Psicología Unidad Norte
Resumen
El objetivo de este trabajo es presentar los elementos teórico-metodológicos que orientan este programa de intervención, así como los procesos psicoeducativos y los resultados alcanzados con grupos de adolescentes escolarizados. Está integrado por cuatro momentos de la investigación: a) Especificaciones del Cuestionario de Tamizaje de los Problemas en Adolescentes (POSIT); b) Resultados de la problemática a través de la aplicación del POSIT; c) Diseño y ejecución del programa de intervención; y d) Evaluación pre y post de los efectos de dicha intervención. Partimos de una población de 60 jóvenes, a la vez que la muestra fue de 30. Se usó un diseño pre-experimental con medición pre y post tratamiento. A partir de los resultados obtenidos se puede observar que hubo disminución de la violencia aceptada; sin embargo, debido al tamaño de la muestra esta no se considera significativa. Se comentan algunas posibles causas de dichos resultados y recomendaciones para mejorar el programa.
Palabras clave: juventud, violencia, intervención, actitudes
Abstract
The objective of this paper is to present the theoretical and methodological elements that orient this intervention program and the results reached with groups of teenagers. It is integrated by four moments of the research: a) Specifications of the Problem Oriented Screening Instrument for Teenagers (POSIT); b) Results of the problematic trough application of the POSIT; c) Design and execution of the intervention program; and d) Evaluation of the intervention’s effects. There was a population of 60 teenagers, while the sample consisted in 30. About the obtained results, it can be observed that the accepted violence is reduced even though this is not significant due to the size of the sample. Some possible causes of these results are commented and further recommendations are made to improve the program.
Keywords: Youth, Violence, Intervention, Attitudes
Al aproximarse al tema de violencia y conducta delictiva se tiende a asociar de manera automática estas ideas con descontrol y desorden. Y cuando, siguiendo esta misma lógica, se relaciona aquello con los jóvenes, se tiende a verlos como futuros adultos delincuentes.
Al hablar de la violencia y conducta delictiva en jóvenes, el Estado y su sistema de justicia no puede limitarse a la aplicación de determinados procedimientos jurídicos y administrativos de castigo, vigilancia y control. Como una dimensión fundamental de su trabajo debe, además, realizar programas de intervención de naturaleza psicosocial que busquen desalentar el desarrollo de conductas violentas e impulsar la integración social.
Es cierto que en el año 2012 el Gobierno Federal anunció el Programa Nacional de Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia (PNPSVD); sin embargo, dicha estrategia presenta diversas carencias pues sólo el 21% de las zonas escogidas por el programa cuenta con diagnósticos que justifican su elección. Esto representa una falla grave, puesto que un diagnóstico deficiente trae consigo un objetivo del proyecto con relevancia cuestionable para los fines de la prevención. Además solamente el 27% de los proyectos tiene indicadores útiles para medir sus resultados, y sin estos es complicado identificar cuáles proyectos necesitan de ajustes en sus actividades para cumplir con su fines o incluso ser sustituidos por otros proyectos más pertinentes. Dicho esto, la estrategia federal de prevención del delito resulta insuficiente para atender el fenómeno de la violencia y necesita ajustes sustantivos (Chapa, 2014).
Y es aquí donde se abre un campo de acción para las ciencias sociales, concretamente para la intervención psicosocial; basta con que empecemos a vincularnos con ese sentimiento de inconformidad con el statu quo para que se genere la intención de trabajar por la transformación de la sociedad.
El proceso de intervención psicosocial es un desarrollo de actuación sobre la realidad social que tiene como finalidad lograr un desarrollo, cambio o mejora de situaciones, colectivos, grupos o individuos que presenten algún tipo de problema o necesidad para facilitar su integración social o su participación activa en el sistema social a nivel personal, económico laboral, cultural y/o político (Rubio, M.J. & Varas, J., 1997). En síntesis, la intervención psicosocial es una tecnología para transformar la realidad y esta cuenta con cuatro fases: análisis de la realidad, diseño y programación de actividades, ejecución y evaluación.
Consideramos necesario precisar otros conceptos, entre ellos el de juventud. La juventud es un concepto homogeneizante que debe interpretarse a la luz de las diferentes dimensiones que lo componen. Si bien podemos afirmar que la juventud corresponde a una etapa biopsicológica del ciclo vital, también es cierto que se constituye como una posición socialmente construida y económicamente condicionada (Urcola, 2003).
Es posible afirmar que cuando se hace referencia a la juventud se alude a una condición social con cualidades específicas que se manifiestan de diferentes maneras, según la época histórica y la sociedad específicamente analizada en cada época (Villa, 2011).
Podríamos hablar de cuatro tendencias que han marcado las representaciones de lo juvenil, frecuentemente desde el mundo de los adultos y casi siempre desde la perspectiva institucional. Una tendencia concibe la juventud como una etapa desprovista de valor real por su carácter transitorio, y que no merece una inversión significativa de preocupación ni de recursos; la juventud solamente adquiere su sentido en el futuro, y por ello a los jóvenes hay que contenerlos mientras llega su sensatez en la edad adulta. Otra tendencia es pensar que la población que atraviesa por esta etapa solamente tiene condiciones para absorber recursos, pero no para aportar ni cultural ni socialmente a los procesos de desarrollo de la sociedad. El sector es visto como una carga y a veces como una afrenta a la cultura, no como una riqueza. La percepción generalizada es que la sociedad adulta hace un favor a los jóvenes al aportar o consentir recursos especiales para ellos, y cualquier demanda adicional se considera desproporcionada. Una tercera forma de percibir a la juventud es la de idealizar a los jóvenes, ya sea colocándolos en el plano de lo peligroso para ser dominados, convertidos o contenidos, o bien situándolos en el plano de lo puro y frágil. Esta percepción representa una forma de no querer ver la realidad de la juventud. Una cuarta tendencia —que está presente en todas las anteriores— es la de homogeneizar a la juventud como si en todas partes las personas de una determinada edad fueran iguales, tuvieran las mismas necesidades o se debiera esperar lo mismo de ellas (Lozano, 2003).
De acuerdo con las autoras María José García, Susana Ruiz y Sara Ruiz (2010) es cierto que a la juventud hoy en día se le asocia con las características como nihilismo y violencia, apatía, juventud adormecida, desesperanzada, inconsciente y portadora de desorden, drogadicción, subversión, destrucción y violencia. Las autoras consideran importante deconstruir estas ideas tomando en cuenta las posibilidades con las que los jóvenes cuentan para la transformación social.
Desde una perspectiva psicosocial se ha planteado que una de las tareas que enfrentan los jóvenes es el reemplazo de la moralidad infantil por otra que sea guía de conducta en la vida adulta; en otras palabras, los jóvenes atraviesan por un periodo de transición moral.
Desde esta perspectiva, se le plantea al joven la independencia como una posición que debe conquistar para entrar a formar parte del mundo adulto y dejar atrás la etapa infantil; pero la independencia es un valor social relacionado con el trabajo, el consumo autosustentable, el modo de vida convencional y responsable, etc. Sin embargo, estas demandas se contraponen con la conducta de dependencia propia del estado infantil, motivando permanentes conflictos que hacen al joven sentirse inseguro y confundido ante la libertad a la que aspira. Esta situación de inseguridad se presenta como una encrucijada ante la cual el joven debe decidir la dirección a tomar; el joven vive una crisis que se manifiesta en conflictos con los padres, pues no le agrada ser tratado como un niño, que se le controle y no se le tenga confianza; siente que él tiene que tomar las decisiones sobre su porvenir. Los padres —que quieren prolongar su niñez con actitudes educativas y protectoras— generan un choque de fuerzas que acrecientan su rebeldía y terminan por romper las relaciones de sumisión y dependencia. Los jóvenes a los que no se ayuda a superar un tipo de vida hedonista y se les abandona cuando todavía son incapaces de auto controlarse, al enfrentar la seriedad de la vida tendrán dificultades para aceptar autoridades o experimentarán tendencias irracionales hacia los demás y obrarán como si no existieran las normas morales; en otras palabras, podrían ser delincuentes y personas violentas, ya que algunos jóvenes no logran asumir su responsabilidad por el control de su conducta moral, ni un aprendizaje de su conformidad con las normas, hábitos y costumbres del grupo (Ortiz, Sepúlveda, & Viano, 2005).
Otra serie de conceptos que este trabajo aborda son las actitudes de la violencia. Al hablar de actitudes se hace referencia al grado positivo o negativo con que las personas tienden a juzgar cualquier aspecto de la realidad, convencionalmente denominado objeto de actitud (Eagly y Chaiken, 1998; Petty y Wegener, 1998; en Briñon, Falces y Becerras, s.f.). Las evaluaciones o juicios generales que caracterizan la actitud pueden ser positivas, negativas o neutras y pueden variar en su extremosidad o grado de polarización.
Algunas variables destacadas que explican el ejercicio de la violencia hacia los demás son las creencias y actitudes de justificación de las desigualdades o diferencias de poder (Pozo, Martos y Alonso, 2010; en Ortiz-Tallo, 2014). La violencia incluye tanto componentes conductuales (el ejercicio de la violencia en sí misma, llevando a cabo acciones agresivas) como componentes cognitivos y afectivos.
La violencia aparece como una forma de respuesta ante una frustración social. Esta problemática obliga a reflexionar sobre el fenómeno de la violencia y su relación con la juventud. Esta última se resiste a las transformaciones sociales de hoy, pues a lo movedizo que tiene de por sí la personalidad del adolescente en devenir es necesario añadir la incoherencia del mundo actual, con sus propagandas, disensiones políticas y religiosas, y las contradicciones de los intereses económicos. Todo esto crea confusión y desorientación desbordante y trágica en la juventud. En tales circunstancias no todos los jóvenes son aptos para ver el mundo tal como es y aceptarlo insertándose en él, íntegra y generosamente (Ornelas, 2005).
Ahora abordaremos el proceso de intervención en sus cuatro fases: diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación.
El diagnóstico: Cuestionario de Tamizaje de los Problemas en Adolescentes (POSIT)
El POSIT, por sus siglas en inglés, fue elaborado en 1991 por el National Institute on Drug Abuse, validado y adaptado en México por el Instituto Mexicano de Psiquiatría en 1998. De los 139 reactivos originales, 81 de ellos que integran siete áreas del POSIT funcionan para detectar a los jóvenes mexicanos con problemas en las diferentes áreas de la vida. Es importante mencionar que el cuestionario POSIT no detecta adicción, sino los casos de jóvenes que presentan problemas en diversas áreas, y que podrían favorecer el desarrollo de una adicción. Entonces, pues, el instrumento consta de 81 reactivos (α=.9057) los cuales tienen como objetivo ser un filtro para identificar a jóvenes con conductas de riesgo en siete áreas de funcionamiento en la vida de los jóvenes (Mariño, M.C., González-Forteza, C., Andrade, P. & Medina-Mora, M.E., 1998). Las áreas de medición fueron:
- Conducta violenta/delictiva
- Salud mental
- Relación con amigos
- Interés laboral
- Nivel educativo
- Relaciones familiares
- Uso/abuso de sustancias
La Secretaria de Salud (SSA) aplica esta prueba a jóvenes escolarizados de entre 12 y 17 años de edad a nivel nacional a través de un modelo de atención denominado UNEME-CAPA. Dicho modelo tiene por objetivo la prevención y promoción de la salud a la población adolescente escolarizada. Las UNEME-CAPA se insertan en los servicios de salud del Estado y dependen administrativamente de las jurisdicciones sanitarias. Una vez obtenidos los resultados, las UNEME-CAPA establecen si la intervención psicosocial es pertinente o no, basando dicha pertinencia en parámetros institucionales, pues para que se haga una intervención por parte de la SSA a través del modelo UNEME-CAPA es necesario que los resultados obtenidos por grupo escolarizado superen un parámetro total de 34 puntos.
La presente investigación considera la aplicación que se realizó en una preparatoria pública vespertina en la ciudad de Frontera, Coahuila, la cual debido a su turno de trabajo se ha visto poco favorecida con programas y proyectos complementarios a los de la educación vertebral. Los resultados globales no rebasaron los parámetros institucionales necesarios para una intervención; debido a ello se extiende la solicitud a la Escuela de Psicología Unidad Norte de la Universidad Autónoma de Coahuila (U.A. de C.) para que intervenga dicha población.
La prueba fue aplicada a 337 alumnos, que es el total de la población escolar que por entonces cursaba el 1º semestre en el periodo escolar agosto-diciembre 2013. Los resultados por áreas de funcionamiento y el número de estudiantes en riesgo se presentan en la Tabla 1.
Tabla 1. Áreas de funcionamiento y estudiantes en riesgo
Áreas de funcionamiento |
Número de estudiantes en riesgo |
Relaciones con amigos |
307 |
Nivel educativo |
259 |
Conducta violenta/delictiva |
252 |
Salud mental |
220 |
Interés laboral |
92 |
Relaciones familiares |
188 |
Uso/abuso de sustancias |
105 |
De las siete áreas que evalúa este instrumento, el tercer lugar corresponde a la de conducta violenta/delictiva. Los resultados arrojaron que 239 alumnos se encuentran en riesgo, siendo estos resultados individuales. De acuerdo con la información proporcionada por el personal que aplicó este instrumento, para que la SSA intervenga es necesario que la institución obtenga al menos 34 puntos de la escala que va de 0 a 40. La preparatoria arrojó una media de 21.41, es decir, no supera el parámetro establecido, lo que en términos generales se traduce como que la institución no está en riesgo. Con la anterior consideración la preparatoria decidió intervenir, pues le resultó muy significativo el resultado de la evaluación, por lo que requirió a la Escuela de Psicología un plan de acción con el objetivo de disminuir dichas conductas de riesgo.
La programación y diseño de la intervención
El diseño del proyecto de intervención fue realizado durante el periodo de enero-junio 2014 basado en los resultados arrojados por el POSIT en la investigación bibliográfica en torno a violencia, juventud y actitudes, así como en el programa “Construyendo Comunidades Educativas Libres de Violencia” elaborado por María José García Oramas, Susana Ruiz Pimentel y Sara Ruiz Vallejo de la Universidad Veracruzana. Se eligió este programa ya que se considera congruente con la postura desde al cual abordamos la problemática de la violencia.
El diseño estuvo basado en tres secciones: en la primera se buscó el conocimiento y generación de confianza entre los/las jóvenes, ya que pertenecían a grupos distintos; en la segunda sección se abordaron los diferentes ámbitos en los que pueden presentarse relaciones violentas y diversos tipos de esta, y la última sección se diseñó para el trabajo con el cuerpo y la expresión de los/las jóvenes, y así realizar una dramatización construida por ellos/ellas.
El objetivo de la intervención fue concientizar a los jóvenes sobre las actitudes de violencia que se encuentran naturalizadas en la sociedad.
Una vez diseñado el programa de intervención 10 estudiantes de séptimo semestre de la licenciatura en Psicología fueron capacitados para que prestaran su servicio social en la operación de este proyecto.
La ejecución del taller “El teatro de la vida”
La población consistió en 239 jóvenes los cuales fueron indicados por los resultados del cuestionario POSIT; es decir, se trata de aquellos con incidencia en conducta violenta, delictiva y riesgosa. La convocatoria estuvo abierta para el total de dicha población estudiantil, a la cual respondieron 60 estudiantes, quienes se inscribieron al taller titulado “El teatro de la vida”. Este se desarrolló en 17 sesiones de dos horas cada una, con una frecuencia de dos sesiones por semana, lo que refleja que el programa de intervención tuvo una duración de ocho semanas en el periodo comprendido entre agosto y diciembre de 2014. Los 60 jóvenes fueron divididos en cinco grupos; para cada uno de ellos correspondía una pareja de prestadores de servicio social de la Escuela de Psicología, quienes a su vez recibieron la capacitación adecuada. Por lo tanto, los grupos quedaron integrados por 12 jóvenes y dos facilitadores cada uno. De los 60 jóvenes inscritos, 30 culminaron dicho programa con los criterios establecidos y una asistencia del 85%. Los objetivos de las tres secciones en las que se organizaron los 17 momentos de intervención se presentan en la Tabla 2.
Tabla 2. Secciones y sus objetivos
Sección |
Sesiones |
Contenido |
Objetivo(s) |
Primera |
1. Conociéndonos 2. ¿Y la confianza? 3. Nuestro grupo |
Técnicas grupales de interacción. |
Generar conocimiento, confianza y cohesión grupal. |
Segunda |
4. Violencia en el noviazgo (mujer a hombre) 5. Violencia en el noviazgo (hombre a mujer) 6. Violencia de hijos a padres 7. Violencia intrafamiliar I 8. Violencia intrafamiliar II 9. Acoso sexual escolar |
Capsulas de teatro y ejercicios basados en el programa “Construyendo comunidades educativas libres de violencia”. |
Desnaturalizar diferentes tipos de violencia cultural a través del diálogo y la negociación de significados para reconstruir las historias alternativas. |
Tercera |
10. Sentir todo lo que se toca 11. Escuchar todo lo que se oye. 12. Activar los distintos sentidos 13. Ver todo lo que se mira 14. La memoria de los sentidos 15. Creación de la obra de teatro. Teatro foro. 16. Ensayo 17. Presentación |
Ejercicios y juegos para la dramatización de historias. Ensayo y puesta en escena de la dramatización construida por los jóvenes. |
Mejorar el conocimiento-reconocimiento del cuerpo y lograr una expresividad del cuerpo como emisor y receptor de mensajes. Socializar con los demás grupos de jóvenes las obras de teatro construidas en cada uno de ellos. |
Evaluación de la intervención
Toda intervención debe ser evaluada, y para este propósito se aplicó la Escala de Aceptación de la Violencia (α=.83), construida por Velicer, adaptada en el año 2000 a la población mexicana. Esta evalúa las actitudes de aceptación de la fuerza y la coerción para resolver conflictos, así como la tolerancia del uso de la violencia en una gran variedad de situaciones.
Este instrumento en total evalúa la aceptación de la violencia en 14 reactivos, los cuales también pueden ser considerados en tres factores: aceptación de la violencia familiar (2, 6, 11, 9, 8), aceptación de las tácticas disciplinarias (3, 7, 13, 5) y aceptación de la violencia militar (1, 4, 10, 12, 13), por lo que consta en total de 14 reactivos. A continuación se describen cada uno de los factores:
- Factor 1 (5 reactivos): Aceptación de la violencia familiar. Incluye conductas relacionadas con la tolerancia a las agresiones en la relación de pareja, así como la violencia dirigida a niños y adolescentes.
- Factor 2 (4 reactivos): Aceptación de las tácticas disciplinarias violenta.: Destacan conductas que toleran el uso de castigos físicos hacia los niños con fines educativos.
- Factor 3 (5 reactivos): Aceptación de la violencia militar. Implica tolerancia hacia situaciones relacionadas con recurrir al ejército para la solución de conflictos (Saldivar, G., Ramos L. y Saltijeral M.T., 2004).
Este instrumento fue seleccionado debido a que evalúa la aceptación de la violencia a través de creencias y valores; en su adaptación, las autoras estipulan que la creación de un clima de tolerancia a la violencia esta permeado por valores culturales que la consideran como un modo válido e incluso “natural” para resolver conflictos. Se aplicó esta escala a los 30 jóvenes que cumplieron con los criterios de asistencia establecidos, se realizó una evaluación pre y post, pero en este segundo caso solamente a los 30 jóvenes que cumplieron con dicho criterio de asistencia.
Tabla 3: Resultados
Pre |
Post |
Diferencia |
Factor 1 Aceptación de la violencia familiar |
||
30.66 |
33 |
Aumentó 2.34 |
Factor 2 Aceptación de las tácticas disciplinarias |
||
42 |
38.16 |
Disminuyó 3.84 |
Factor 3 Aceptación de la violencia militar |
||
55.8 |
46.6 |
Disminuyó 9.2 |
Aceptación de la violencia general |
||
44.5 |
40 |
Disminución total 4.5 |
Los resultados arrojaron que, en general, la violencia aceptada disminuye 4.5 puntos; considerando por factores, vemos que la aceptación de la violencia familiar aumentó 2.34; en el factor de aceptación de tácticas disciplinares, disminuyó 3.84; y el factor de aceptación de violencia militar disminuyó 4.5 puntos.
Conclusiones
Destaca el hecho de que, para ser considerada en riesgo, la población debe rebasar más de la tercera parte del puntaje total de la escala (0–40), es decir, debe obtener un 34. La selección de este puntaje como criterio no se encuentra en ningunos de los documentos públicos respecto de la prueba POSIT, por lo que no es posible establecer cuál es el sustento para establecer este puntaje.
En general, las sesiones se desarrollaron sin mayores contratiempos cumpliendo con la totalidad de lo planeado (temas y sesiones). Pese a esto, resultó imposible cumplir con las fechas propuestas, puesto que por cancelaciones de la institución tuvieron que ser modificadas. Aunado a esto, la situación política impidió que la intervención fuera apoyada por el total de los docentes, puesto que quienes estaban en contra de la administración actual decidieran boicotearla.
Consideramos que la disminución de la aceptación de la violencia fue posible gracias al diseño y adaptación del programa “Construyendo Comunidades Escolares Libres de Violencia”, la cual resultó una herramienta clave para el desarrollo del actual proyecto. Sin embargo, los puntos de diferencia obtenidos entre el pre y el post no permiten hablar de un movimiento significativo de la población, sino al contrario: parece ser que la aceptación de la violencia se encuentra sumamente arraigada en este grupo de jóvenes, por lo que una intervención exclusiva de 17 sesiones durante dos meses resulta insuficiente para generar cambios de criterio.
La población presentó un desconocimiento total de lo que implica la acción participativa, por lo que elementos como la opinión personal, la negociación de ideas, la argumentación, la participación voluntaria, el ser tomados en cuenta en sus gustos y recibir respeto por su intervención, fueron recibidos como enormes novedades dentro de su experiencia educativa. Por ello, el sistema de taller de acción participativa debería ser una modalidad institucionalizada de tal manera que los jóvenes, al conocer el método de trabajo, puedan concentrarse en el contenido; de ahí se desprende que al introducir este tipo de técnicas en la educación escolarizada formal, primero debe de haber sensibilización a la acción participativa para luego introducir temas relevantes.
Se recomienda que este tipo de intervenciones vayan acompañadas de una campaña temáticamente coherente que abarque a todas las escuelas e involucre a toda la comunidad educativa, directivos, maestros, padres de familia y vecinos.
Referencias
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Notas
1. Profesora de Tiempo Completo de la Escuela de Psicología Unidad Norte de la Universidad Autónoma de Coahuila. Email: ednagdiazb@gmail.com
2. Profesor de Tiempo Completo de la Escuela de Psicología Unidad Norte de la Universidad Autónoma de Coahuila. Email: beslterapia@gmail.com