Conductas antisociales-delictivas en adolescentes: relación con el género, la estructura familiar y el rendimiento académico

Alejandra Sánchez Velasco1, Iris Xóchitl Galicia Moyeda2, Francisco Javier Robles Ojeda3

FES Iztacala, UNAM

Resu­men

Los ado­les­cen­tes pue­den invo­lu­crar­se en situa­cio­nes que impli­can con­duc­tas de ries­go debi­do a la fal­ta de super­vi­sión pater­na y a las pocas alter­na­ti­vas esco­la­res. Este estu­dio ana­li­za la pre­sen­cia de con­duc­tas antisociales–delictivas y su posi­ble rela­ción con la estruc­tu­ra fami­liar, la repe­ti­ción del año esco­lar y el géne­ro. Par­ti­ci­pa­ron trein­ta ado­les­cen­tes, 43.3% muje­res y 56.7% hom­bres. El 60% repe­tían el año esco­lar. El 66.7% vivían con sus dos padres y 33.3% con sólo uno de ellos. A este gru­po le fue apli­ca­do el cues­tio­na­rio Con­duc­tas Antisociales–Delictivas, cuyos resul­ta­dos reve­lan que los hom­bres pre­sen­tan un mayor núme­ro de con­duc­tas anti­so­cia­les-delic­ti­vas en con­tras­te con las muje­res, sin ser sig­ni­fi­ca­ti­va tal dife­ren­cia. Los repe­ti­do­res tie­nen mayo­res pun­ta­jes en ambas con­duc­tas. El vivir con uno o con ambos padres no mos­tró dife­ren­cias. Se sugie­re el dise­ño y apli­ca­ción de pro­gra­mas de pre­ven­ción para los ado­les­cen­tes y sus padres para for­ta­le­cer víncu­los entre ellos.

Pala­bras cla­ve: ado­les­cen­tes, con­duc­ta no adap­ta­ti­va, alum­nos recur­sa­do­res

Abs­tract

‪Tee­na­gers can be invol­ved in situa­tions invol­ving risk beha­vior due to the lack of paren­tal super­vi­sion and few schoo­ling alter­na­ti­ves. This paper asses­sed the pre­sen­ce of anti­so­cial-cri­mi­nal beha­vior and their pos­si­ble link to family struc­tu­re, the pos­si­bi­lity of repea­ting the school year, and gen­der. Thirty tee­na­gers, 43.3%women and 56.7% men, par­ti­ci­pa­ted. Of them, 60% repea­ted the year and 40% did­n’t; 66.7% lived with their parents and 33.3% lived with one parent only. The Anti­so­cial-Cri­mi­nal Beha­vior test was per­for­med. The results show that men exhi­bit a grea­ter amount of anti­so­cial-cri­mi­nal beha­vior in com­pa­ri­son with women. Nonethe­less, this dif­fe­ren­ce is not nega­ti­ve. Repeat stu­dents have grea­ter sco­res in both types of beha­vior. Living with one or two parents did not make any dif­fe­ren­ce. It is sug­ges­ted that pre­ven­tion pro­grams for tee­na­gers and their parents be desig­ned and applied in order to strengthen their rela­tionships.

Key­words: Tee­na­gers, Non-adap­ti­ve beha­vior, Repeat stu­dents

En nues­tro país exis­te un núme­ro con­si­de­ra­ble de ado­les­cen­tes que son víc­ti­mas de los pro­ble­mas de los paí­ses en desa­rro­llo, como son la cri­sis eco­nó­mi­ca, la esca­sez de empleos líci­tos, pre­do­mi­nio de opor­tu­ni­da­des para enro­lar­se en el comer­cio infor­mal, la fal­ta y mala cali­dad de edu­ca­ción, la caren­cia o inade­cua­do acce­so a los ser­vi­cios públi­cos que favo­re­cen un nivel de cali­dad y bien­es­tar de vida, el aumen­to a la pro­pen­sión a ser víc­ti­ma de asal­tos y robos, la acce­si­bi­li­dad a sus­tan­cias tóxi­cas, entre otros. La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (World Health Orga­ni­za­tion-WHO-2011) men­cio­na que actual­men­te los ado­les­cen­tes enfren­tan desa­fíos como la pobre­za, la fal­ta de un gru­po fami­liar esta­ble, esca­so acce­so a la infor­ma­ción y ser­vi­cios de salud, por nom­brar algu­nos de ellos, y que se vuel­ven un obs­tácu­lo para lograr su bien­es­tar psi­co­ló­gi­co y físi­co. Sobre estas situa­cio­nes, el Con­se­jo Nacio­nal para la Infan­cia y la Ado­les­cen­cia (2010) repor­ta que el 22.5% de los ado­les­cen­tes entre 13 y 15 años pade­cen pobre­za ali­men­ta­ria, y 30.6% pobre­za de recur­sos de apo­yo para su desa­rro­llo inte­gral. Estas con­di­cio­nes pue­den con­ver­tir­se en una ame­na­za poten­cial para el desa­rro­llo de la fami­lia, del indi­vi­duo y para el desa­rro­llo social y eco­nó­mi­co de un país (OMS, 2003).

Estos datos nos lle­van a con­si­de­rar el con­tex­to en el que se desa­rro­llan los ado­les­cen­tes, dado que pre­sen­tan cam­bios cog­ni­ti­vos y psi­co­so­cia­les que favo­re­cen la expe­ri­men­ta­ción de situa­cio­nes nue­vas que pue­den con­du­cir a la rup­tu­ra de las nor­mas socia­les, incre­men­tan­do con ello las posi­bi­li­da­des de pre­sen­tar con­duc­tas no adap­ta­ti­vas, como las con­duc­tas anti­so­cia­les y las delic­ti­vas.

La con­duc­ta anti­so­cial hace refe­ren­cia a actos que se diri­gen con­tra los demás de mane­ra agre­si­va y/o vio­len­ta e infrin­gen las reglas socia­les. Es cate­go­ri­za­da como anti­so­cial en fun­ción del jui­cio o valo­ra­ción social acer­ca de la gra­ve­dad y del ale­ja­mien­to de las pau­tas nor­ma­ti­vas que esta­ble­ce una socie­dad en con­cre­to (Andreu y Peña, 2013). Algu­nos ejem­plos de estas con­duc­tas pue­den ser el rom­per obje­tos de otras per­so­nas, gol­pear a otros, no asis­tir a la escue­la, tirar pie­dras a la gen­te o las casas, etc. Por otra par­te, la con­duc­ta delic­ti­va se defi­ne como la rea­li­za­ción de con­duc­tas en con­tra de las leyes de un país (Kaz­din y Bue­la-Casal, 1996), tales como el hur­to, el van­da­lis­mo, y la ven­ta de dro­gas.

El Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Esta­dís­ti­cas de Méxi­co (2013) repor­ta una mayor inci­den­cia de deli­tos come­ti­dos por ado­les­cen­tes entre los 14 y 17 años, sien­do menor en las muje­res que en los varo­nes. El Con­se­jo de Meno­res (2005) iden­ti­fi­ca que los hom­bres, con eda­des entre los 11 a los 17 años, infrin­gen más las leyes en com­pa­ra­ción con las muje­res, obser­ván­do­se una mayor inci­den­cia entre los 15 a los 17 años. Actual­men­te, más ado­les­cen­tes en eda­des tem­pra­nas se encuen­tran a dis­po­si­ción ante la ley para un pro­ce­so judi­cial. Las infrac­cio­nes más comu­nes son los robos, par­ti­ci­pa­ción en riñas, daños a obje­tos o pro­pie­dad aje­na. Infrac­cio­nes como el homi­ci­dio, la por­ta­ción de armas prohi­bi­das y el abu­so sexual se pre­sen­tan en menor índi­ce; sin embar­go, su ten­den­cia de apa­ri­ción ha aumen­ta­do en los últi­mos años, prin­ci­pal­men­te en las muje­res (Juá­rez, Villa­to­ro, Gutié­rrez, Fleiz y Medi­na – Mora, 2005).

Como se obser­va en los datos ante­rio­res, se han encon­tra­do dife­ren­cias entre géne­ros; varios estu­dios repor­tan que exis­te, de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va, una mayor fre­cuen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les en los varo­nes. Sin embar­go, diver­sos estu­dios tam­bién men­cio­nan un mayor índi­ce de par­ti­ci­pa­ción de las muje­res en actos anti­so­cia­les y con­duc­tas vio­len­tas (Scan­dro­glio, et. al., 2002; Garai­gor­do­bil, Álva­rez y Carra­le­ro, 2004 y Sana­bria y Uri­be, 2009). Por otra par­te, se sugie­re que la inci­den­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les dis­mi­nu­ye en la ado­les­cen­cia tar­día, en com­pa­ra­ción al nivel que se pre­sen­ta en la infan­cia y ado­les­cen­cia tem­pra­na (Mof­fitt y Cas­pi, 2001).

El géne­ro y la edad no son los úni­cos fac­to­res que influ­yen en las con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas, pues tam­bién inter­vie­ne la diná­mi­ca fami­liar (Simon, Wei, Con­ger y Elder, 2001; Agui­lar-Cár­ce­les, 2012). Al res­pec­to Frías y Gaxio­la (2008) ana­li­zan cómo la vio­len­cia fami­liar pro­du­ce en los ado­les­cen­tes pro­ble­mas de ajus­te con­duc­tual, social y emo­cio­nal que con­lle­van a la con­duc­ta anti­so­cial, depre­sión, ansie­dad y pro­ble­mas en la escue­la. El mal­tra­to duran­te la infan­cia posi­bi­li­ta que duran­te la ado­les­cen­cia en el ámbi­to esco­lar exis­ta poco auto­con­trol, con­duc­tas inapro­pia­das, mayor pro­ba­bi­li­dad de repe­tir gra­dos esco­la­res, expul­sio­nes y sus­pen­sio­nes, así como una menor pro­ba­bi­li­dad de ter­mi­nar los estu­dios. Tam­bién se ha rela­cio­na­do con la por­ta­ción de armas, deli­tos vio­len­tos y con­tra la pro­pie­dad aje­na.

San­to­yo y Corral (2008) men­cio­nan que duran­te la infan­cia, el ini­cio de los patro­nes agre­si­vos —enten­di­dos como actos coer­ci­ti­vos emplea­dos por los miem­bros de una rela­ción para alte­rar el com­por­ta­mien­to de otro—, son uno de los prin­ci­pa­les pre­dic­to­res de la per­sis­ten­cia de la con­duc­ta vio­len­ta en la ado­les­cen­cia rela­cio­na­da con com­por­ta­mien­tos como el van­da­lis­mo, las adic­cio­nes, la deser­ción esco­lar, entre otros. De tal suer­te, se pue­de supo­ner que las estra­te­gias pater­nas coer­ci­ti­vas podrían favo­re­cer la pre­sen­cia de com­por­ta­mien­tos anti­so­cia­les y/o delic­ti­vos en la ado­les­cen­cia. Cuan­do una fami­lia se carac­te­ri­za por la baja cohe­sión, el con­flic­to, las pobres inter­ac­cio­nes entre padres e hijos, un esti­lo de socia­li­za­ción negli­gen­te y la dis­ci­pli­na coer­ci­ti­va, se favo­re­ce la inci­den­cia de con­duc­tas vio­len­tas, con­duc­tas anti­so­cia­les y la deser­ción esco­lar (Jimé­nez, Musi­tu y Mur­gui, 2005).

Por otra par­te, los con­tex­tos fami­lia­res carac­te­ri­za­dos por una rela­ción de cer­ca­nía y con lími­tes cla­ros crean un cli­ma de acep­ta­ción y sopor­te, el cual pro­mue­ve un desa­rro­llo socio­emo­cio­nal posi­ti­vo. La efec­ti­vi­dad de las prác­ti­cas paren­ta­les jue­ga un rol crí­ti­co en la pre­ven­ción y reduc­ción de con­duc­tas dis­rup­ti­vas, el uso de sus­tan­cias tóxi­cas, depre­sión, aco­so esco­lar, ten­den­cia sui­ci­da, vio­len­cia, con­duc­tas anti­so­cia­les y deser­ción esco­lar. (Fos­co, Stormshak, Dishion y Win­ter, 2012; Jimé­nez, Musi­tu y Mur­gui 2005). En un estu­dio rea­li­za­do con esco­la­res de ries­go psi­co­so­cial, Bar­ce­la­ta, Gra­na­dos y Ramí­rez (2013) repor­tan que la cohe­sión y la comu­ni­ca­ción fami­liar son con­si­de­ra­das como fac­to­res de pro­tec­ción, mien­tras que los con­flic­tos se aso­cian con males­tar emo­cio­nal.

La evi­den­cia pre­sen­ta­da has­ta este momen­to suge­ri­ría que un fac­tor rele­van­te para la pre­sen­cia y/o ausen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les y/o delic­ti­vas en la ado­les­cen­cia es el fun­cio­na­mien­to fami­liar. No obs­tan­te, Qui­roz, et al. (2007), men­cio­na que no sólo las prác­ti­cas de crian­za inefi­cien­tes y de dis­ci­pli­na nega­ti­vas por par­te de uno o de ambos padres son fac­to­res pro­pi­cios para la pre­sen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les y/o vio­len­cia esco­lar, sino tam­bién otros ele­men­tos como el con­su­mo de alcohol por par­te de los padres, la adver­si­dad fami­liar y las tran­si­cio­nes fami­lia­res (divor­cio, nue­vo matri­mo­nio). Estas cir­cuns­tan­cias con­du­cen a que los niños y/o ado­les­cen­tes estén en un con­tex­to fami­liar de inco­mu­ni­ca­ción, de recha­zo, de ines­ta­bi­li­dad pater­na hacia el hijo o a la inver­sa y ade­más, sin apo­yo o super­vi­sión de los padres. De ahí que resul­te impor­tan­te valo­rar si la pre­sen­cia de los dos padres, o la de sólo uno de ellos, pudie­ra ser un fac­tor que favo­re­cie­ra y/o impi­die­se el incre­men­to de con­duc­tas anti­so­cia­les de los ado­les­cen­tes que se encuen­tran esco­la­ri­za­dos.

En lo que se refie­re a la situa­ción esco­lar, es desea­ble ana­li­zar los fac­to­res que pudie­ran inci­dir en la pre­sen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les y/o delic­ti­vas. Entre ellos es fac­ti­ble men­cio­nar la fal­ta de con­ti­nui­dad en los estu­dios o la repe­ti­ción de algún gra­do esco­lar, el nivel de efi­cien­cia en la adqui­si­ción y desa­rro­llo de las com­pe­ten­cias esco­la­res que refle­jan el fra­ca­so o éxi­to esco­lar, la inte­gra­ción al ámbi­to esco­lar y los actos rela­cio­na­dos con la indis­ci­pli­na. Con res­pec­to a la repe­ti­ción de un gra­do esco­lar, Pérez et al. (2011) afir­man que dicha situa­ción está aso­cia­da con un mayor núme­ro de con­duc­tas anti­so­cia­les y de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va con la pre­sen­cia de con­duc­tas delic­ti­vas. Por su par­te, Pala­cios y Andra­de (2007) repor­ta­ron que los ado­les­cen­tes que tie­nen un bajo desem­pe­ño esco­lar pre­sen­ta­ron de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va más con­duc­tas de ries­go hacia la con­duc­ta anti­so­cial y con­su­mo de sus­tan­cias adic­ti­vas. De ahí que se afir­me que el poco ape­go a la escue­la y el fra­ca­so esco­lar estén vin­cu­la­dos con la con­duc­ta anti­so­cial, pre­do­mi­nan­te­men­te en varo­nes (Sobral, Rome­ro, Luen­go y Mar­zoa, 2000)

Has­ta aquí se han men­cio­na­do diver­sas varia­bles que se rela­cio­nan posi­ti­va­men­te con la pre­sen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas; sin embar­go, la estruc­tu­ra de la fami­lia y la his­to­ria esco­lar no han sido estu­dia­das con­jun­ta­men­te como fac­to­res de pro­pen­sión para las con­duc­tas anti­so­cia­les-delic­ti­vas en ado­les­cen­tes esco­la­ri­za­dos, por lo que este estu­dio inda­ga la exis­ten­cia de algún tipo de rela­ción entre la pre­sen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas con la estruc­tu­ra fami­liar y la repe­ti­ción del gra­do esco­lar.

Método

Participantes

Trein­ta alum­nos del turno ves­per­tino de una escue­la secun­da­ria, 13 muje­res (43.3%) y 17 hom­bres (56.7%). El 60% eran alum­nos repe­ti­do­res y el 40% era la pri­me­ra vez que cur­sa­ban el gra­do esco­lar corres­pon­dien­te. Con rela­ción a su situa­ción fami­liar, el 67% del total vivían con sus dos padres y 33% vivían con uno sólo de ellos, o con algún otro fami­liar.

Instrumentos

Cues­tio­na­rio Con­duc­tas Anti­so­cia­les-Delic­ti­vas AD ela­bo­ra­do por Seis­de­dos (1995). Cons­ta de cua­ren­ta reac­ti­vos: los pri­me­ros vein­te (esca­la A) valo­ran con­duc­tas anti­so­cia­les y alu­den a con­duc­tas des­via­das de las nor­mas socia­les, por ejem­plo: sil­bar en una reu­nión, gas­tar bro­mas pesa­das a la gen­te, comer cuan­do está prohi­bi­do en la cla­se, y pelear­se con otros. Los vein­te reac­ti­vos res­tan­tes (esca­la D) eva­lúan con­duc­tas delic­ti­vas y se refie­ren a com­por­ta­mien­tos que están fue­ra de la ley, como per­te­ne­cer a una pan­di­lla que crea dis­tur­bios, entrar en una tien­da cerra­da, robar cosas en un lugar públi­co, con­se­guir dine­ro ame­na­zan­do a per­so­nas más débi­les, o com­prar bebi­das prohi­bi­das. Cada uno de los reac­ti­vos se con­tes­ta con Sí= 1 o No=0.

Procedimiento

Se reali­zó el con­tac­to con los par­ti­ci­pan­tes el pri­mer día de ingre­so a la escue­la, cuan­do sólo habían sido ins­cri­tos admi­nis­tra­ti­va­men­te y no habían sido asig­na­dos a nin­gún gru­po. Se obtu­vie­ron sus datos gene­ra­les. En segui­da el ins­tru­men­to fue apli­ca­do por uno de los inves­ti­ga­do­res de mane­ra gru­pal en un salón de cla­ses. A los par­ti­ci­pan­tes se les enfa­ti­zó la con­fi­den­cia­li­dad de la infor­ma­ción y la impor­tan­cia de con­tes­tar con vera­ci­dad al total de las pre­gun­tas, acla­rán­do­les que el resul­ta­do no afec­ta­ría en abso­lu­to su per­ma­nen­cia y/o ubi­ca­ción en un gru­po.

Resultados

Los datos gene­ra­les reve­lan que la mayor par­te de los suje­tos (86.6%) repor­tan un gra­do de con­duc­ta anti­so­cial-delic­ti­va. Se reali­zó una agru­pa­ción emplean­do el pun­to de cor­te en la media, y con la des­via­ción están­dar se agru­pa­ron los datos en cua­tro nive­les: Sin ten­den­cia (0 ‑6.6), Con­duc­ta antisocial–delictiva baja (6.7–11.9), Con­duc­ta anti­so­cial-delic­ti­va mode­ra­da (12–17.1), y actos anti­so­cia­les-delic­ti­vos gra­ves (>17.2). Los datos indi­can un pre­do­mi­nio de la con­duc­ta anti­so­cial-delic­ti­va baja con un 53.3%, segui­da por la con­duc­ta mode­ra­da (30%) y por últi­mo, los actos gra­ves (16.6%)

En la esca­la A de con­duc­ta anti­so­cial sólo el 13.3% no repor­tó con­duc­tas de esta cate­go­ría, pero el 100% repor­ta cuan­do menos haber come­ti­do algu­na con­duc­ta delic­ti­va. La media de res­pues­ta para la cate­go­ría anti­so­cial es 9.9 y para con­duc­ta delic­ti­va 1.97.

Las con­duc­tas anti­so­cia­les más usua­les fue­ron lla­mar a la puer­ta de alguien y salir corrien­do (80%), decir malas pala­bras (76.6%), comer cuan­do está prohi­bi­do en la escue­la (73.3%) y negar­se a hacer las tareas enco­men­da­das (73.3%), así como lle­gar tar­de a la escue­la o al tra­ba­jo (70%). Las menos fre­cuen­tes fue­ron rom­per o tirar al sue­lo cosas de otra per­so­na (23.3%), arran­car o piso­tear flo­res o plan­tas en un par­que o jar­dín (16.6%), y moles­tar a per­so­nas des­co­no­ci­das (16.6%). Con rela­ción a las con­duc­tas delic­ti­vas, sie­te fue­ron las con­duc­tas más fre­cuen­tes: gas­tar más dine­ro del que se pue­de (50%), per­te­ne­cer a una pan­di­lla y gene­rar dis­tur­bios (26.6%), entrar en un lugar prohi­bi­do o com­prar bebi­das prohi­bi­das (20%), y for­ce­jear para esca­par de un poli­cía (16.6%). No se pre­sen­ta­ron res­pues­tas a cua­tro reac­ti­vos: robar cosas de los coches, pla­near la entra­da a una casa para robar, sus­traer cosas de un lugar públi­co y que­dar­se con la bici­cle­ta de un des­co­no­ci­do.

El pro­me­dio de las cali­fi­ca­cio­nes aca­dé­mi­cas del 1º bimes­tre tuvo un ran­go entre 5.4 y 9.5, con un pro­me­dio gene­ral de 7.5. Se reali­zó un aná­li­sis de corre­la­ción entre los pun­ta­jes de la con­duc­ta anti­so­cial y las cali­fi­ca­cio­nes, arro­jan­do una corre­la­ción mode­ra­da y sig­ni­fi­ca­ti­va (r=.406, p=0.05).

Resul­ta­dos de la con­duc­ta anti­so­cial- delic­ti­va y cali­fi­ca­ción por géne­ro

Aun cuan­do los hom­bres tie­nen mayor inci­den­cia tan­to en con­duc­tas anti­so­cia­les como delic­ti­vas, esto no es sig­ni­fi­ca­ti­vo (Tabla 1).

Tabla 1
Medias de la conducta antisocial y delictiva de los adolescentes en función del género

               Hom­bres                    Muje­res

 

Esca­las

    M

 

    M

   

Anti­so­cial

  10.76

 

    8.77

t=-1.551, p= .132

 

Delic­ti­va

   2.35

 

    1.46

t=1.056, p= .300.

 

Las con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas con más fre­cuen­cia en los y las ado­les­cen­tes se mues­tran en la Tabla 2. En gene­ral, las muje­res tie­nen pun­ta­jes mayo­res en tres de las cin­co situa­cio­nes anti­so­cia­les más fre­cuen­tes (decir malas pala­bras, lla­mar a la puer­ta de alguien y salir corrien­do, y comer cuan­do está prohi­bi­do). En lo refe­ren­te a la con­duc­ta delic­ti­va, los hom­bres obtu­vie­ron pun­ta­jes más ele­va­dos que las muje­res, excep­tuan­do en la situa­ción de gas­tar fre­cuen­te­men­te más dine­ro del que se pue­de y el entrar a un club prohi­bi­do o com­prar bebi­das alcohó­li­cas.

Tabla 2
Porcentaje de hombres y mujeres que presentan conductas antisociales y delictivas

ANTISOCIAL

DELICTIVA

 

Hom­bres

Muje­res

 

Hom­bres

Muje­res

1. Decir malas pala­bras

70.58

84.61

1. Per­te­ne­cer a una pan­di­lla que crea dis­tur­bios

35.29

15.38

2. Lle­gar tar­de a la escue­la, tra­ba­jo, etc.

82.35

53.84

2. Gas­tar fre­cuen­te­men­te en el jue­go más dine­ro del que se pue­de

47.5

53.84

3. Lla­mar a la puer­ta de alguien y salir corrien­do.

76.47

84.61

3. For­ce­jear o pelear para esca­par de un poli­cía.

17.64

15.38

4. Comer, cuan­do está prohi­bi­do, en la escue­la, etc.

70.58

76.92

4. Entrar en un club prohi­bi­do o com­prar bebi­das alcohó­li­cas

17.64

23.07

5. Negar­se a hacer las tareas enco­men­da­das

76.47

69.23

5. Robar dine­ro de los telé­fo­nos públi­cos

17.64

7.69

Nota: En gris se muestran las conductas antisociales y delictivas presentadas por las mujeres con mayor proporción que los hombres.

Con res­pec­to al nivel de la con­duc­ta anti­so­cial-delic­ti­va en fun­ción del géne­ro, pue­de obser­var­se en la Tabla 3 que más muje­res que hom­bres se ubi­can en la con­duc­ta anti­so­cial delic­ti­va mode­ra­da. No obs­tan­te, no hay muje­res que pre­sen­ten casos en el nivel de con­duc­ta anti­so­cial-delic­ti­va gra­ve, en tan­to que un 17.6% de los hom­bres repor­ta actos delic­ti­vos gra­ves.

Tabla 3
Porcentaje de hombres y mujeres en los niveles de conducta antisocial-delictiva

Géne­ro

Sin Ten­den­cia

Nivel bajo

Nivel Mode­ra­do

Nivel Gra­ve

Hom­bres

5.8

35.2

41.1

17.6

Muje­res

23.0

30.7

46.1

0.0

En cuan­to a las cali­fi­ca­cio­nes obte­ni­das, los hom­bres pre­sen­tan una media de 7.07, sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te menor a la de las muje­res que fue de 7.71.

Resultados de la conducta antisocial-delictiva y calificación en función del recursamiento del año escolar

La con­duc­ta anti­so­cial-delic­ti­va se pre­sen­tó más en los alum­nos que se ins­cri­bie­ron para repe­tir el año esco­lar, tan­to en los pun­ta­jes del total del cues­tio­na­rio así como de mane­ra par­ti­cu­lar para las con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas, sin dife­ren­cias sig­ni­fi­ca­ti­vas (Tabla 4).

Tabla 4
Puntajes promedio de los adolescentes que recursaban el grado escolar o no

 

Recur­sa­dor

No recur­sa­dor

 

 

TOTAL

12.61

10.75

   

Anti­so­cial

10.5

 9.00

t= 1.131

p=.268

Delec­ti­va

2.11

1.75

t=.416

P=.316

Las con­duc­tas más fre­cuen­tes en los alum­nos que se ins­cri­bie­ron para cur­sar y recur­sar el gra­do esco­lar se mues­tran en la Tabla 5. En las cin­co con­duc­tas anti­so­cia­les repor­ta­das, los alum­nos que repi­ten año esco­lar pre­sen­tan pun­ta­jes mayo­res. Algo simi­lar pasa con las con­duc­tas delic­ti­vas, a excep­ción de la con­duc­ta de per­te­ne­cer a una pan­di­lla, la cual tuvo un pun­ta­je mayor en los alum­nos no recur­sa­do­res

Tabla 5
Porcentaje de alumnos que recursan el año escolar y aquellos que no lo hacen en las conductas antisociales y delictivas más frecuentes

ANTISOCIAL

DELICTIVA

 

Recur­sa

No recur­sa

 

Recur­sa

No recur­sa

1. Decir malas pala­bras

77.77

66.66

1. Per­te­ne­cer a una pan­di­lla que crea dis­tur­bios

22.22

33.33

2. Lle­gar tar­de a la escue­la, tra­ba­jo, etc

77.77

58.33

2. Coger el auto­mó­vil o moto de un des­co­no­ci­do.

11.11

9.09

3. Lla­mar a la puer­ta de alguien y salir corrien­do.

88.88

66.66

3. For­ce­jear o pelear para esca­par de un poli­cía.

16.66

8.33

4. Comer, cuan­do está prohi­bi­do, en la escuela,etc

83.33

66.66

4. Gas­tar fre­cuen­te­men­te en el jue­go más dine­ro del que se pue­de.

50.00

50.00

5. Negar­se a hacer las tareas enco­men­da­das

77.77

66.66

5. Robar dine­ro de los telé­fo­nos públi­cos

16.66

8.3

     

6. Des­tro­zar o dañar cosas en luga­res públi­cos

11.11

9.09

     

7. Entrar en un club prohi­bi­do o com­prar bebi­das alcohó­li­cas

27.77

8.3

Nota: En gris se muestran las conductas delictivas presentadas con mayor o igual proporción por los alumos que no recursaron.

El mayor núme­ro de ado­les­cen­tes repor­ta haber come­ti­do una serie de con­duc­tas anti­so­cia­les-delic­ti­vas que los ubi­ca en un nivel mode­ra­do. La dife­ren­cia entre los recur­sa­do­res y los no recur­sa­do­res resi­de en que hay más alum­nos recur­sa­do­res que rea­li­zan actos delic­ti­vos gra­ves (Tabla 6).

Tabla 6
Porcentaje de adolescntes que presentan cada nivel de conducta antisocial – delictiva de acuerdo a repetir o no el grado escolar
 

Sin Ten­den­cia

Nivel Bajo

Nivel Mode­ra­do

NIvel Gra­ve

Repe­ti­dor

5.5

38.88

44.44

11.11

No Repe­ti­dor

25

25

41.66

8.3

Las cali­fi­ca­cio­nes obte­ni­das en ambos gru­pos, reve­lan que el gru­po de repe­ti­do­res tie­ne un pro­me­dio de 7.09 en com­pa­ra­ción con los no repe­ti­do­res, 7.7, sin ser sig­ni­fi­ca­ti­va tal dife­ren­cia (t=-1.712; p=.098).

Resultados de la conducta antisocial- delictiva en relación a la presencia de uno o de los dos padres

Los pun­ta­jes medios del total del ins­tru­men­to de con­duc­ta anti­so­cial y delic­ti­va son seme­jan­tes en los ado­les­cen­tes que viven con un padre y los que viven con sus dos padres. La prue­ba t de mues­tras inde­pen­dien­tes reve­la que no exis­ten dife­ren­cias sig­ni­fi­ca­ti­vas entre esos gru­pos para la con­duc­ta anti­so­cial ni para la con­duc­ta delic­ti­va.

Tabla 7
Medias de las categorías conducta antisocial y delictiva de acuerdo si viven con ambos padres o con uno

Esca­las

Vive con dos padres

Vive con un solo padre

t

p

Total

11.90

11.80

 

 

C. Anti­so­cial

10.05

9.60

.320

.751

C. Delic­ti­va

1.85

2.20

-.388

.701

A par­tir del aná­li­sis de las con­duc­tas que ocu­rren con mayor fre­cuen­cia, pode­mos obser­var que los alum­nos que viven con ambos padres pre­sen­tan con­duc­tas anti­so­cia­les en su mayo­ría, como lle­gar tar­de a la escue­la y negar­se a rea­li­zar las tareas enco­men­da­das. (Tabla 8). Sin embar­go, son más los encues­ta­dos que pre­sen­tan con­duc­tas delic­ti­vas cuan­do viven sólo con un padre.

Tabla 8
Porcentaje de alumnos que presentan las conductas antisociales y delictivas y que viven sólo con un padre o con los dos

ANTISOCIAL

DELICTIVA

 

Vive con dos padres

Vive con un padre

 

Vive con dos padres

Vive con un padre

1. Decir malas pala­bras

75.00

80.00

1. Per­te­ne­cer a una pan­di­lla que crea dis­tur­bios

25.00

30.00

2. Lle­gar tar­de a la escue­la, tra­ba­jo, etc.

75.00

60.00

2. Coger el auto­mó­vil o moto de un des­co­no­ci­do.

20.00

10.00

3. Lla­mar a la puer­ta de alguien y salir corrien­do.

80.00

80.00

3. For­ce­jear o pelear para esca­par de un poli­cía.

15.00

20.00

4. Comer, cuan­do está prohi­bi­do, en la escue­la, etc.

65

90.00

4. Robar dine­ro de los telé­fo­nos públi­cos

10.00

20.00

5. Negar­se a hacer las tareas enco­men­da­das

85.00

50.00

5. Des­tro­zar o dañar cosas en luga­res públi­cos

5.00

20.00

Nota: En gris se muestran las conductas antisocial-delictivas presentadas por los alumnos que viven con un padre con mayor proporción que los que viven con ambos padres.

Discusión

Los resul­ta­dos ponen de mani­fies­to dife­ren­cias prin­ci­pal­men­te entre las varia­bles de géne­ro y repe­ti­ción del gra­do esco­lar. Los datos indi­can que los ado­les­cen­tes hom­bres son más pro­pen­sos que las muje­res a rea­li­zar con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas. Ade­más, pre­sen­tan más con­duc­tas anti­so­cia­les-delic­ti­vas y agre­si­vas que las muje­res, coin­ci­dien­do con lo comen­ta­do por Sana­bria y Uri­be (2009). Esto pue­de deber­se a los este­reo­ti­pos mas­cu­li­nos implí­ci­tos que per­mi­ten o fomen­tan con­duc­tas de mayor agre­si­vi­dad y acep­ta­ción social (“los hom­bres son auda­ces, fuer­tes, bus­can el éxi­to”) (Juá­rez et al., 1998). Cabe seña­lar cier­tas seme­jan­zas entre las y los ado­les­cen­tes en algu­nas con­duc­tas, como for­ce­jear con un poli­cía o entrar a un lugar prohi­bi­do; no es que las muje­res asu­man con­duc­tas mas­cu­li­nas, sino que se tra­ta de esti­los com­par­ti­dos que la socie­dad esta­ble­ce, acor­de a deter­mi­na­dos ambien­tes de ocio y de rela­ción con sus igua­les (Bar­to­lo­mé, Mon­ta­ñés, Rechea y Mon­ta­ñés, 2009).

Con rela­ción a la varia­ble esco­la­ri­za­ción, los alum­nos que repi­ten año esco­lar pre­sen­tan más con­duc­tas anti­so­cia­les y delic­ti­vas. El recur­sa­mien­to pue­de deber­se a la his­to­ria esco­lar pre­via, en la cual los alum­nos que repi­ten el año esco­lar tie­nen algu­nas asig­na­tu­ras repro­ba­das o han repro­ba­do todas las cur­sa­das en el año pre­vio. Pero tam­bién pue­de ocu­rrir que se les reti­re de la escue­la por cons­tan­tes inasis­ten­cias o por fal­tas de dis­ci­pli­na, como peleas entre com­pa­ñe­ros, no entrar a cla­se estan­do en la escue­la, fal­tas de res­pe­to a los com­pa­ñe­ros y pro­fe­so­res, robo de artícu­los o des­tro­zos a la ins­ti­tu­ción, etc. Tam­bién el con­su­mo de dro­gas obs­ta­cu­li­za el correc­to desem­pe­ño en el ámbi­to esco­lar. Sin embar­go, no se pue­de deter­mi­nar si la con­duc­ta inade­cua­da se debe a que repi­ten el gra­do esco­lar, o si tal con­duc­ta ya esta­ba pre­sen­te y pro­vo­ca que repi­tan el gra­do.

En el infor­me de la Sub­se­cre­ta­ria de Pre­ven­ción y Par­ti­ci­pa­ción Ciu­da­da­na de la Direc­ción Gene­ral de Pre­ven­ción del Deli­to y Par­ti­ci­pa­ción Ciu­da­da­na (2011) se men­cio­na una serie de con­duc­tas ries­go­sas que pre­sen­tan los ado­les­cen­tes que ya han deja­do la escue­la (los deser­to­res), entre las que des­ta­can el con­su­mo de tóxi­cos, depre­sión, uso inade­cua­do de las redes socia­les y las aso­cia­das a los pares (con­duc­ta dis­rup­ti­va, infrac­cio­nes, vio­len­cia, per­te­nen­cia a pan­di­llas). De tal suer­te, per­ma­ne­cer en la escue­la favo­re­ce el desa­rro­llo del aná­li­sis y adqui­si­ción de cono­ci­mien­tos y habi­li­da­des de la vida comu­ni­ta­ria, así como el auto­con­trol. Por el con­tra­rio, ale­jar­se del ambien­te esco­lar pro­pi­cia la exclu­sión con­vir­tien­do a los ado­les­cen­tes en suje­tos de seña­la­mien­to y mar­gi­na­ción, hacién­do­los vul­ne­ra­bles a la influen­cia nega­ti­va de los pares y lle­ván­do­los a gene­rar acti­tu­des que pue­den con­ver­tir­se en com­por­ta­mien­tos ries­go­sos al rea­li­zar acti­vi­da­des que los con­vier­tan en infrac­to­res y/o miem­bros de pan­di­llas delic­ti­vas, en las cua­les obtie­nen acep­ta­ción y reco­no­ci­mien­to.

En la estruc­tu­ra fami­liar (ya sea vivien­do con ambos padres o sólo con uno), no se encon­tra­ron dife­ren­cias rele­van­tes, aun­que sí se iden­ti­fi­ca­ron algu­nas con­duc­tas en don­de los alum­nos que viven sólo con uno de sus padres pre­sen­tan pun­ta­jes mayo­res. Se ha pro­pues­to que es el ambien­te fami­liar (las rela­cio­nes inter­per­so­na­les y la super­vi­sión de los padres) lo que pue­de favo­re­cer o dis­mi­nuir la pro­pen­sión de con­duc­tas antisociales–delictivas (Gae­ta y Gal­va­novs­ki, 2011). La comu­ni­ca­ción con el hijo, el mane­jo de las reglas, el cono­ci­mien­to de los pares y de las acti­vi­da­des del hijo refle­jan el nivel de la super­vi­sión paren­tal, y por ende, el índi­ce de pro­ba­bi­li­dad de la pre­sen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les (Cari­llo et al., 2016).

Por su par­te, Jimé­nez, Musi­tu y Mur­gui (2005) comen­tan que la comu­ni­ca­ción que se esta­ble­ce con la madre y el apo­yo que el ado­les­cen­te per­ci­be del padre pare­cen ser el fac­tor que direc­ta­men­te lo pro­te­ge de impli­car­se en actos de carác­ter delic­ti­vo, por lo que, en este sen­ti­do, en el tra­ba­jo de pre­ven­ción o inter­ven­ción hay que incluir a las figu­ras pater­nas. Estas apre­cia­cio­nes suge­ri­rían que los ado­les­cen­tes que viven sólo con uno de sus padres podrían care­cer ya fue­se del apo­yo paterno o la comu­ni­ca­ción mater­na, o de la super­vi­sión pater­nal. El que en este tra­ba­jo no se hayan encon­tra­do dife­ren­cias impor­tan­tes en las con­duc­tas anti­so­cia­les entre los ado­les­cen­tes que viven con sus dos padres y los que viven con uno solo, sugie­re valo­rar con más deta­lle los ele­men­tos que están pre­sen­tes en esas dos cir­cuns­tan­cias fami­lia­res.

Otro ele­men­to que podría esti­mar­se es la valo­ra­ción que los padres tie­nen hacia la auto­ri­dad ins­ti­tu­cio­nal, ya que su actuar hacia el pro­fe­so­ra­do, la escue­la y al entorno social, en muchas oca­sio­nes es un refle­jo de su ámbi­to fami­liar; dicha valo­ra­ción podría estar rela­cio­na­da con la pre­sen­cia de con­duc­tas anti­so­cia­les y la vio­len­cia esco­lar.

Basán­do­nos en estos resul­ta­dos, suge­ri­mos la crea­ción de pro­gra­mas de pre­ven­ción, cana­li­za­ción e inter­ven­ción de los ado­les­cen­tes con ten­den­cia a con­duc­tas anti­so­cia­les-delic­ti­vas, que no sólo inclu­ya a los ado­les­cen­tes, sino a sus figu­ras pater­nas. Asi­mis­mo, suge­ri­mos el for­ta­le­ci­mien­to de los víncu­los de los y las ado­les­cen­tes con los padres, los ami­gos y otras figu­ras proac­ti­vas sig­ni­fi­ca­ti­vas, al igual que una comu­ni­ca­ción cla­ra y fre­cuen­te entre ambas par­tes, lo que les per­mi­ti­ría per­ci­bir una rela­ción de apo­yo mutuo, sin dejar de lado el desa­rro­llo de habi­li­da­des como el auto­con­trol, la aser­ti­vi­dad, las habi­li­da­des socia­les, la empa­tía, la crea­ti­vi­dad, tole­ran­cia a la frus­tra­ción, entre otras. Cree­mos que lo ante­rior pue­de tener un impac­to posi­ti­vo en el decre­men­to de las con­duc­tas anti­so­cia­les y vio­len­tas, gene­ran­do nue­vos ambien­tes que favo­rez­can el esta­ble­ci­mien­to de obje­ti­vos futu­ros y pla­nes de desa­rro­llo en todos los ámbi­tos de la vida de los ado­les­cen­tes. Cada ado­les­cen­te y fami­lia aten­di­do debe sen­tir­se apo­ya­do y escu­cha­do, más que cues­tio­na­do por el entorno social e ins­ti­tu­cio­nal; lo ante­rior debe per­mi­tir la rei­vin­di­ca­ción de la fami­lia y el for­ta­le­ci­mien­to de los lazos entre los miem­bros de la mis­ma, lo que no sólo impac­ta­rá en la dis­mi­nu­ción de las con­duc­tas anti­so­cia­les-delic­ti­vas, sino en otras áreas, como el con­su­mo de sus­tan­cias tóxi­cas, la pro­pen­sión de prác­ti­cas sexua­les de ries­go, o el ser víc­ti­mas de deli­tos ciber­né­ti­cos, entre otras.

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Notas

1. FES Izta­ca­la, UNAM. Email: aavale@unam.mx

2. FES Izta­ca­la, UNAM. Email: iris@unam.mx

3. FES Izta­ca­la, UNAM. Email: solucion20@hotmail.com