Media y Sexualidad: la normalización de las prácticas sexuales contemporáneas
Ana Paula Maluf ; Paulo Roberto de Carvalho
Universidade Estadual de Londrina, Paraná, Brasil
Resumen
Este estudio tiene por objetivo conocer los procesos de normalización de la sexualidad que inciden sobre las sociedades contemporáneas y que, las más de las veces, no son identificados. Foucault describe una normalización ya distanciada de los procedimientos represivos y que sanciona muchas prácticas sexuales. Los procesos normalizadores se apoyan en la producción de un saber acerca del sexo difundido para el conjunto de la sociedad, funcionando como parámetro de los procedimientos considerados socialmente aceptados. Como metodología, se utilizó la coleta y análisis de publicaciones periódicas brasileñas dirigidas a público femenino. Estas publicaciones vehiculan una incitación al sexo que gana contornos nítidos. Se tratan, en estos casos, de promover el ejercicio de la sexualidad en diferentes contextos, mismo que son tenidos como adversos. Como conclusión, se notó que las prácticas sexuales son presentadas como pre-requisitos necesarios para una vida saludable y satisfactoria, lejos de los modos represivos vigentes hasta hace pocas décadas.
Palabras-clave:Sexualidad, Normalización, Psicología, Media
Abstract
This study aimed to know the normalization processes of sexuality which focus on contemporary societies and that often, are not identified. Michel Foucault describes a normalization already distanced from repressive procedures that sanctions many sexual practices. The normalizing processes rely on the production of a knowledge about sex which is in turn broadcasted to the whole of society, working as a parameter of the procedures considered to be socially accepted. As a methodology, it was used the collection and analysis of Brazilian periodical publications aimed at the feminine audience. These publications provide an incitement to sex that is getting clear contours. These are, in these cases, to promote the exercise of sexuality in different contexts, even those held as adverse. As a conclusion, it was noted that sexual practices are presented as prerequisites necessary for a healthy and satisfying life, far from the repressive modes in use until a few decades ago.
Keywords: Sexuality; Normalization; Psychology; Media
Introducción
En el conjunto de la producción teórica de Michel Foucault, el tema de la sexualidad aparece de manera recurrente. El sexo y sus implicaciones múltiples se colocan en cuestión sea en la serie de entrevistas y debates publicados, sea en la producción continuada que resultó la obra Historia de la sexualidad, un esfuerzo para entender el tratamiento dado al tema en diferentes tiempos. Sus estudios no sólo dieron lugar a un enfoque histórico que pone de relieve los modos por los cuales la sexualidad es vivida, sino también los regímenes discursivos que cada tiempo y cada cultura analizada producirán sobre el sexo. Al analizar los documentos griegos y romanos, el autor da visibilidad a un amplio conjunto de reglas de vigencia variable para el uso de los placeres. Dicha investigación, sin embargo, tiene un objetivo delimitado: recopilar datos para la comprensión de la sexualidad contemporánea, así como las formas por medio de las cuales ella se vincula al contexto social.
La idea de que la sexualidad es el objetivo de una estandarización que la inscribe en la orden social imperante resulta de esta mirada hacia lo antiguo, así como hacia el presente. Se puede considerar, entonces, que la normalización corresponde a la delimitación de lo que se considera aceptable y no aceptable desde el punto de vista de los sistemas sociales. Como resultado de estas observaciones, Foucault señala la existencia de una estandarización, al mismo tiempo que asume la posición política de rechazo de la misma, en sus diversas configuraciones. “Creo que un enfoque interesante sería hacer que el placer de la cópula escape del campo reglamentario de la sexualidad y de sus categorías, y así, hacer del placer el punto de cristalización de una nueva cultura” (Foucault, 2004, p. 123).
Destacamos que la normalización de la sexualidad no necesariamente coincide con la represión sexual. Por el contrario, es un proceso que implica cierta complejidad ya que reúne a procedimientos aparentemente contradictorios que prohíben el sexo en algunos casos y lo sancionan en los demás, siempre según el mantenimiento de un ordenamiento social. Adquiere relevancia, en este contexto, las relaciones que se establecen entre sexualidad y poder, este otro, objeto de una investigación extensa por parte de Foucault. La sexualidad y el poder son temas que se conectan por múltiples vías en las sociedades actuales, sin necesariamente resultar en la represión sexual que, para Foucault, ya no es un procedimiento dominante.
Y después, a partir de los años sesenta, se observó que este poder rígido no era tan esencial cuanto se creía, que las sociedades industriales podrían contentarse con un poder mucho más tenue sobre el cuerpo. Se descubrió, desde entonces, que los controles de la sexualidad podrían mitigar y adoptar otras formas. Resta estudiar de cual cuerpo necesita la sociedad actual (Foucault, 1996, p. 148).
Se llega, así, a la constatación de que, en la contemporaneidad capitalista, los modos de ejercicio del poder pierden la visibilidad en la medida que se distancian de la represión. ¿Cómo, entonces, podría ser caracterizado el poder normalizador sobre la sexualidad? ¿Qué efectos imprime sobre ella? Michel Foucault responde parcialmente estas cuestiones:
Pues si el poder solo tuviese la función de reprimir, si actuase apenas por el medio de la censura, de la exclusión, del impedimento, del recalque, a la manera de un gran súper-ego, si apenas se ejerciese de modo negativo, él sería muy frágil. Si él es fuerte, es porque produce efectos positivos al nivel del deseo –como se empieza a conocer– y también al nivel del saber (Foucault, 1996, p. 148).
No hay dudas de que la sugerencia de Foucault es estimulante y se puede desdoblar en diferentes direcciones: conocer cuál cuerpo las sociedades solicitan es una propuesta que trae implícita la cuestión de saber cuál sexualidad se inscribe en este cuerpo, tenido como adecuado desde el punto de vista del poder. Se puede acrecentar aún otro objetivo: conocer las efectuaciones del poder dirigidas hacia la producción de este cuerpo sexuado. Lo más interesante, sin embargo, es que en la obra de Foucault ya encontramos algunas direcciones posibles, algunas respuestas parciales a estos cuestionamientos.
Así, reunimos evidencias de que está en curso una normalización flexible de la sexualidad. Pero ¿cómo caracterizarla? Tal vez sea posible, preliminarmente, decir que ella comporta una reversión aparente en relación con las antiguas practicas represivas. Esto porque ella estimula, incita, diferentes prácticas relativas a la sexualidad.
¿Cómo es que el poder contesta? A través de una exploración económica (y tal vez ideológica) de la erotización, desde los productos para broncear hasta las películas pornográficas… Como respuesta a la revuelta del cuerpo, encontramos una nueva inversión que no tiene más la forma de control represión, sino de control estimulación: Quede nudo… ¡pero sea delgado, guapo y bronceado! (Foucault, 1996, p. 147). [sic]
Se vuelve posible, con esas colocaciones, identificar una de las vertientes más efectivas de la normalización flexible incidente en la sexualidad en nuestros días. Ella ofrece patrones y parámetros referentes a las prácticas sexuales, sancionándolas, y al mismo tiempo, incitándolas. Esto ocurre por diferentes vías. Foucault muestra cómo uno de los agentes de ese proceso es la publicidad, vehiculada en los medios de comunicación de masa y en la cual los mensajes de contenido erótico se hacen presentes. La incitación al sexo, sin embargo, no cesa los procedimientos de normalización.
De manera concomitante, las sociedades occidentales asisten a la ascensión de un discurso científico sobre la sexualidad, vehiculado, en principio, por categorías profesionales del área de la salud tales como médicos y psicólogos. La diseminación de este tipo de discurso fue tan rápida y efectiva que, para Foucault, llegó a sorprender: “Creo que la cultura occidental fue sorprendida por una especie de desenvolvimiento, de híper-desenvolvimiento del discurso de la sexualidad, de la teoría de la sexualidad, de la ciencia bajo la sexualidad, del saber sobre la sexualidad” (Foucault, 2004, p. 58). Foucault pone de relieve, en ese proceso, que la adopción de un padrón discursivo bajo la sexualidad es, en realidad, parte de un conjunto más amplio de políticas del cuerpo que se vuelve objeto de una atención creciente a lo largo de todo el siglo XX. En términos generales, el cuerpo sexuado se vuelve objetivo de los poderes al mismo tiempo en que se estructuran los saberes y las prácticas normalizadoras derivadas de los mismos.
El saber técnico-científico, ofrecido como parámetro de lo que es normal y aceptable con relación a la sexualidad, necesitaba ser confrontado con un otro tipo de discurso, el de las personas comunes, referido a las propias experiencias sexuales. Sólo de esta confrontación entre el vivido en el plano de la sexualidad por las poblaciones y el reconocido como normal y saludable sobre el tema es que el ciclo de la normalización flexible del sexo se completa. Se crían, entonces, por la comparación continuada entre lo vivido de las experiencias sexuales y los nuevos parámetros de normalidad las condiciones para la adecuación normalizadora. De todos modos, era necesario que los sujetos confesasen sus experiencias en el plano de la sexualidad, y Foucault reconoce eso al describir los procedimientos de los profesionales envueltos en el proceso. “Ellos dicen más o menos lo siguiente ‘Ustedes tienen una sexualidad, esta sexualidad está al mismo tiempo frustrada y muda, prohibiciones hipócritas la reprimen. Entonces vengan a nosotros, digan y muestren todo eso a nosotros, revelen sus infelices secretos a nosotros’” (Foucault, 1996, p. 232).
La normalización flexible de la sexualidad, sancionadora de las prácticas sexuales hasta entonces reprimidas, es un acontecimiento que marca decisivamente la contemporaneidad. Sus vertientes más visibles aquí mencionadas, a saber, la incitación al sexo, la producción de un saber-poder sobre él mismo y también la adopción, en escala social, de un discurso confesional sobre lo vivido, no agotan este acontecimiento. Hay, al menos, un aspecto más para ser considerado. La normalización incidente bajo la sexualidad se cambia de los agentes reconocidos del saber-poder, o sea, de los especialistas y pasa a frecuentar la vida cotidiana en su infinidad de relaciones sociales.
Método
Teniendo como objetivo analizar la participación de los medios de comunicación acerca de la producción de la subjetividad contemporánea, así como el delineamiento de lo que es considerado por tales medios como aceptable y normal en el plano de la sexualidad, fueron examinadas en este trabajo tres revistas dirigidas al público femenino, de circulación nacional en Brasil, llamadas respectivamente “Nova”, “Máxima” y “Claudia”. El criterio para la selección de estas publicaciones fue la frecuencia con que la temática de la sexualidad adquiere en las mismas. Además, se tomó en consideración el hecho de que estas publicaciones mantienen una sección de cartas y de consejos eróticos y amorosos, lo que revela que la publicación es considerada relevante por sus lectoras en lo que dice respecto al tema.
Primeramente fueron realizadas lecturas libres de este material y, posteriormente, fueron seleccionados declaraciones que trataban de la temática de la sexualidad. De inmediato, se notó en los referidos vehículos mediáticos un fuerte componente erótico y la incitación al sexo, que se caracterizan como forma de modulación de la sexualidad, tal como fue analizado por Foucault. Entendemos por modulación justamente la proposición de un conjunto de normas y procedimientos considerados “adecuados” para la vivencia de la sexualidad y que sustituyen las formas represoras de abordaje de este dominio de la vida. Así, Foucault destaca la existencia de una normalización continuada que incide sobre la vida amorosa de todos y que, en larga medida, fue encontrada en los documentos de dominio público (las revistas) seleccionados y analizados durante esta investigación.
Resultados y discusiones
Encontramos en las revistas femeninas seleccionadas y analizadas la exposición sistemática de innumerables motivos para colocar el sexo en práctica en las más diferentes situaciones y contextos. La sexualidad en estas publicaciones comparece como detentadora de la capacidad de influenciar los más variados aspectos de la vida. El sexo pasa a ser promotor de la salud y, para eso, las materias vehiculan un discurso científico dirigido hacia la comprobación, lo que evidencia el ejercicio de un saber-poder. Miremos: “Se estima que las relaciones sexuales de calidad disminuyan en hasta 30% el riesgo del infarto y de desenrollar enfermedades vasculares cerebrales, tales como derrame” (Farias, 2010, p.58).
En otra publicación encontramos claramente la reproducción del modelo discursivo construido con el discurso científico y más una vez el efecto se aproxima de una incitación al ejercicio de la sexualidad: “científicos australianos descubrieron que la abstención sexual resulta en espermatozoides de mala calidad. O sea, quedar sin joder puede hacer que el hombre sufra problemas de fertilidad” (Magarian, 2008, p. 50). Como indicador de la incitación normalizadora de la sexualidad, encontramos también el uso de la sexualidad correlacionado con la calidad de vida. Más una vez las instituciones científicas del saber-poder se ponen como promotoras de una normalización de la sexualidad: “Hace diez años, la Organización Mundial de la Salud incluyó el sexo entre los pre-requisitos para la calidad de vida, tan importante como practicar ejercicios y alimentarse bien” (Freitas, 2010, p. 58). Otro aspecto de la vida de las personas para las cuales el sexo es presentado como poseedor de un papel fundamental es la manutención de la relación amorosa. Una materia de la misma publicación señala los secretos de las parejas que mantienen sus casamientos felices hasta más de veinte años:
No cierre las puertas a maneras innovadoras de mostrar lo que desea. Osar, y hasta cometer algunas locuritas entre cuatro paredes, despierta la voluntad del compañero, estimula la producción de harmonios que generan excitación y vuelve la relación más íntima (Duarte, 2011, p.65).
Los enunciados aparentemente incitan la liberación sexual femenina, sin embargo, camuflan un direccionamiento, una vez que las materias acerca del sexo parecen no ser direccionadas a las mujeres solteras, tratándose siempre de mujeres casadas que poseen una relación estable y monógama. La práctica sexual frecuente gana también la dimensión preventiva contra una posible ruptura en las relaciones a través de la llamada traición conyugal: “Follar muuuuucho oxigena la relación, facilita la comprensión mutua, aumenta la intimidad y deja el camino libre para el diálogo. ¿Casos conyugales? Es menor el riesgo de que ocurrieren” (Freitas, 2010, p. 59). Identificamos así una serie de motivos que extrapolan, en mucho, la utilización de la sexualidad para la obtención del placer y que solo pueden ser comprendidas admitiendo una normalización en curso.
En una edición ya mencionada de la misma revista, el sexo es citado como procedimiento preventivo contra traiciones: “Saber que es posible quedar apasionado por toda la vida cambia la percepción de las personas, que aumentan sus expectativas relativas a la relación y queden menos propensas a buscar parejas fuera del casamiento” (Duarte, 2011, p. 65). Al examinar las materias de las revistas, identificamos un cierto grado de exigencia a sus las lectoras, que evidencia, en la publicación, la necesidad de mantener relaciones sexuales, sean cuales fueren las situaciones y las adversidades de la vida. El sexo deja de ser facultativo y se vuelve una obligación: “todas las personas tienen cuatro apetitos básicos, que son trabajar, comer, transar y dormir. Ellos deben ser saciados para que la gente se mantenga bien y equilibrada” (Serpa, 2010, p. 73). Tal fragmento discursivo coloca en relieve el hecho de que toda normalización se apoya en un plan moral. El uso de la palabra “deben” demuestra este hecho.
De manera complementaria, una normalización que determina que la práctica sexual precisa ser mantenida a cualquier costo va a contraponerse necesariamente a las situaciones que pueden presentarse como adversas para que esa regla sea cumplida. Así, el nacimiento de un hijo, el embarazo, o aún, circunstancias como el desempleo o la enfermedad no deben ser empiecillo para mantener relaciones sexuales:
Por causa de la fatiga, dolores, oscilación hormonal, exceso de peso, lactancia materna, la mayoría de las mujeres embarazadas y de las madres de recién-nacidos no quieren saber de sexo. Más: el nacimiento del bebé implica nuevos papeles sociales, de los padres. La pareja tiene que aprender a armonizar las nuevas funciones con las de marido e mujer (Serpa, 2010, p.72).
También con la revista “Claudia” ese posicionamiento se mantiene, lo que nos permite identificar patrones recurrentes en el discurso normalizador:
Para muchas parejas, es difícil retomar la vida sexual después de la llegada del bebé. Envueltos con los cuidados y los ajustes a los nuevos papeles, ellos pierden la energía o el interés en joder. El niño ocupa el tiempo de los padres de primero viaje – pero no precisa (ni debe) ocupar la cama de casal la noche entera (Bonumá, 2003, p.112).
Utilizando recursos que ahora exhiben un nivel de cientificidad discutible, la práctica sexual frecuente es presentada como capaz de producir efectos, siempre positivos, acerca de aspectos bastante distanciados de la sexualidad, tales como la inserción en el mundo del trabajo:
El mejor es que la persona desempleada utilice una parte del tiempo para hacer algo que realmente le guste, como un curso o actividades que valoricen su potencial y le hagan sentirse útil… Cambiar el foco va a reducir el nivel de la ansiedad, lo que despertará la libido y también dará más ánimo para encontrar un nuevo empleo (Serpa, 2010, p.74).
Asimismo la enfermedad, reconocida como impeditivo para muchas actividades del cotidiano, inclusive para el trabajo, puede ser un obstáculo a la observancia de las normas que inciden sobre la sexualidad contemporánea: “No se puede pensar que la vida sexual acabó por causa de un diagnóstico ruin… En el caso de la enfermedad o tratamiento esté afectando a uno de los cónyuges e impidiendo la penetración, vale acordar que hay otras maneras de relacionarse afectivamente” (Serpa, 2010, p. 74). Las revistas ofrecen innumerables sugerencias de especialistas en el tema para la obtención de placer y el alcance de un bueno desempeño sexual, o sea, una frecuencia máxima en las prácticas. Hay una variedad de productos de sex shop que pueden auxiliar en la obtención de esa frecuencia, así como el relato de las experiencias de muchas mujeres satisfechas con sus vidas sexuales que pueden servir de objeto de comparación. Delante de tantas ofertas, hay, por fin, el estrechamiento de la posibilidad de abstenerse del sexo, o sea, de contraponerse a la normalización que incita al sexo:
Usted va a tener un orgasmo hoy. Píldora del deseo, ocho posiciones (en letras para recortar y llevar en el bolso), un paso a paso que termina con el triorgasmo, el truque de la lengua, la técnica de la respiración. Y más: el Dr. Ian Kerner, famoso Ph.D. en sexología, da nueva clase para que su novio encuentre el punto-clave que va a llevarla al nirvana. Sea para aumentar su placer, sea para alcanzar el primero orgasmo, solo con leer las páginas siguientes usted va a llegar allí (Magarian, 2008, p. 160).
Como apuntamos anteriormente, la aceptación por parte de la población de confesar sus experiencias sexuales proporcionó parámetros para la definición de lo que es normal, y posibilitó mayor vigilancia y control sobre las prácticas sexuales de la población que se vuelven públicas. Como efecto menos visible de ese proceso, podemos percibir en las revistas la incitación a un consumo relacionado a la sexualidad. Cabe aún decir que, de acuerdo con Foucault, la incitación se hace presente de modo significativo en la producción de discursos considerados verdaderos acerca de la sexualidad. Las revistas femeninas se volvieron un medio donde las mujeres pudieron revelar sus secretos y su intimidad y, a partir de allí, compararlos con los nuevos parámetros de la normalización flexible productora de saberes sobre el sexo. Esos saberes puestos en circulación, recubiertos o no de cientificidad, resultan en la producción de un modelo que, aunque sigue teniendo alguna flexibilidad, se vuelve prescriptivo en cuanto al ejercicio de la sexualidad. La prescripción aquí se confronta con una dimensión de la propia sexualidad que es, como fue dicho, su carácter facultativo, o sea, una práctica que tiene su ejercicio acondicionado al deseo, pudendo entonces suceder o no.
La normalización de la sexualidad contemporánea puede ser reconocida en una amplia gama de publicaciones dirigidas para diferentes públicos. Ella se inscribe en los procesos de subjetivación que están en curso en la contemporaneidad, y que no siempre es identificada como tal. La normalización flexible, que tiene como énfasis la incitación de la sexualidad corresponde a una estrategia de gerenciamiento de la vida de las poblaciones que reemplaza, gradualmente, las prácticas represivas dirigidas a la sexualidad. Foucault estratégicamente mantuvo la atención dirigida hacia esa variedad de procedimientos normalizadores y discursos de incitación a las prácticas sexuales como elementos que desvelan las relaciones de poder en la contemporaneidad. “En todo caso, en lo que me preocupa, me gustaría estudiar todos los mecanismos que, en nuestra sociedad, invitan, incitan, cuajen a hablar de sexo” (Foucault, 1996, p. 231).
Uno de los efectos identificados por Foucault en la normalización científicamente envasada de la sexualidad, habla respecto a la producción de un discurso reconocido como verdadero sobre el sexo, pero que amplía su rayo de acción pasando a significar una verdad sobre el humano en cuanto cuerpo sexuado. Así, el sujeto es comprendido a partir de su sexo y es permanentemente referido al mismo.
El problema es lo siguiente: ¿cómo se explica que, en una sociedad como la nuestra, la sexualidad no sea simplemente aquello que permita la reproducción de la especie, de la familia, de los individuos? ¿No sea simplemente alguna cosa que dé placer y gozo? ¿Cómo es posible que ella thaya sido considerada como lugar privilegiado en que nuestra verdad profunda es leída, es dicha? Pues lo esencial es que, a partir del cristianismo, el occidente no paró de decir: “Para saber quién eres, conoce tu sexo”. El sexo siempre fue el núcleo donde se aloja, juntamente con el devenir de nuestra especie, nuestra “verdad” de sujeto humano (Foucault, 1996, p. 229).
De facto, uno de los objetivos de la crítica es esa introducción del sexo como elemento definidor de la existencia. Y eso hace que la sexualidad se vuelva un punto de apoyo para algunas operaciones estratégicas del poder: clasificar, describir y jerarquizar a los humanos a partir del sexo, produciendo, así una variedad de identidades sexuales. Ese proceso de inscripción gradual de una sexualidad científicamente estandarizada incorpora, como vimos, elementos articulados fuera de la ciencia, como aquellos extraídos de la religión cristiana. Pero, como nota el autor, ese proceso va a resultar en la producción histórica de un dominio del saber acerca del hombre apoyado en la sexualidad. Eso favorece la fijación del humano a partir de su encuadramiento en una identidad sexual. Es así que Foucault comprende el surgimiento del psicoanálisis en el inicio del siglo XX: aparentemente liberaría al proponerse a hablar de sexo en un período en el cual el tema aún era tabú, pero completamente en sintonía con los objetivos de los poderes vigentes, que eran hacer hablar acerca de la vida privada y acerca del sexo, de modo que legitimase la oferta de parámetros normalizadores para eses dominios. Esos parámetros se presentan en la forma de un discurso verdadero acerca del cuerpo de los sujetos sexuados. “Se llega entonces, en la historia de los procedimientos que establecen una relación entre el sexo y la verdad, un punto culminante. En nuestros días, no hay un solo discurso sobre la sexualidad que de una manera o de otra, no siga el del psicoanálisis” (Foucault, 1996, p. 267).
La rápida diseminación del discurso psicoanalítico y la penetración del mismo en diferentes dominios son hechos que llaman la atención de Foucault. Las charlas acerca del sexo, tímidamente iniciadas en los consultorios, van a transportarse de ahí para diferentes espacios sociales: en familia o en escuelas el tema empieza a ser revestido de naturalidad, criando las condiciones necesarias para una etapa posterior y decisiva que es la abertura de los medios de comunicación. Tal vez uno de los elementos que más evidencia esa relación del psicoanálisis con la normalización de la sexualidad a través de los medios de comunicación, sea la permanencia de un mismo procedimiento en el consultorio o delante de las cámaras de televisión: un relato confesional, donde el sujeto expone su vida privada y sexual alternándose con el posicionamiento de un especialista, médico o psicólogo, que enuncia un saber técnico con valor de verdad acerca del contenido dicho por el sujeto. A su modo, Foucault denuncia los procedimientos normalizadores: “El psicoanálisis, en algunas de sus actuaciones tiene efectos que entran en el cuadro del control y de la normalización” (Foucault, 1996, p.150).
La normalización contemporánea de la sexualidad, como es posible observar, no siempre es fácilmente reconocida. Al sustituir los procedimientos represivos por un abordaje tolerante, mismo que normalizador, se produjo un efecto de liberación sexual que se distribuyó entre diferentes segmentos sociales. El cuerpo de la mujer, por ejemplo, que era un objeto de vigilancia constante en los marcos de una moral conservadora, puede ser admitido como cuerpo sexuado, lo que fue evidente en las revistas analizadas. También la homosexualidad, uno de los blancos preferidos de las acciones represivas y moralistas, pasa a ser reconocida como práctica sexual legítima, aunque persistan los actos discriminatorios y con prejuicios en el cotidiano de la población. Esos segmentos, para los cuales los cambios de los procedimientos de la represión hacia los de la incitación al sexo fueron vividos como una liberación sexual, adherirán de un modo categórico a la idea de que vivimos una época de libertad sexual.
La inscripción de las prácticas y discursos de un movimiento social en el aparato de incitación al sexo no se traduce necesariamente en sumisión. Delante de los nuevos modos de dominación a partir del sexo es posible simplemente resistir. Nota Foucault: “hay una posibilidad de resistencia. Jamás somos aprisionados por el poder: podemos siempre modificar su dominación en condiciones determinadas” (Foucault, 1996. p. 241).
Llegamos, de ese modo, a un problema político de la mayor relevancia: ¿Cómo resistir a los poderes que inciden sobre la vida sexual de las poblaciones, una vez que ellos están revestidos de una imagen de liberación sexual? ¿Cómo hacer frente al inmenso consenso social que describe la época actual como llena de libertad y satisfacción sexuales? Para el autor, es posible llevar adelante ese enfrentamiento. Se paga, sin embargo, un precio considerable por necesario: desenredarse de la propia sexualidad como una referencia dominante para la comprensión del humano. Así,
Creo que los movimientos dichos de “liberación sexual” deben ser comprendidos como movimientos de afirmación “a partir” de la sexualidad. Eso quiere decir dos cosas: son movimientos que parten de la sexualidad, del dispositivo de sexualidad en el interior del cual nosotros estamos encerrados, que hacen que funcione hasta su límite; pero, al mismo tiempo, ellos se dislocan en relación a él, se libran de él y lo sobrepasan (Foucault, 1996, p. 233).
Esa resistencia posible, marcada por una orientación estratégica que evidencia la relación entre sexualidad y poder, tal vez pueda encarnar en los autodenominados movimientos de liberación sexual, ofreciendo a los mismos un nuevo horizonte de actuación. Foucault, sin embargo, atisba la resistencia como algo entreverado en la vida cotidiana, en las relaciones de todos los tipos, sin depender de la existencia de un movimiento social organizado.
Está esbozándose actualmente un movimiento que me parece estar yendo a contracorriente del “siempre más sexo”, del “siempre más verdad en el sexo” que existe hace siglos: se trata, no digo de “redescubrir”, pero de fabricar otras formas de placer, de relaciones, de coexistencias, de lazos, de amores, de intensidades (Foucault, 1996, p. 234–235).
Transcurridas algunas décadas de las entrevistas arriba citadas, el diagnóstico crítico realizado por Foucault parece confirmarse. La normalización de la sexualidad, en su modalidad flexible e incitadora, amplía su gama de efectos. La programación televisiva, rastreada por las pesquisas de audiencia, ofrece hoy una nueva meseta de visibilidad para la cuestión del sexo. El contenido es diseminado directamente para la población sin ningún impedimento de naturaleza moral. Es posible considerar que los medios de comunicación produzcan hoy una “educación sexual” que incita y normaliza, iniciando a los niños en la cultura sexual de nuestros tiempos. Tener un sexo, conocerse a partir de él, comparar sus propias vivencias en ese dominio con los parámetros de lo que es avaluado como normal, se tornarán en tareas poblacionales, realizadas individual y colectivamente. La incitación al sexo se hace presente también en el plano de las relaciones sociales cotidianas, en las cuales los sujetos son interrogados y convocados a exponerse por amigos y familiares. También en los locales de trabajo o estudio donde los sujetos de reúnen, la incitación al sexo se tornó una moneda corriente. Para la gran mayoría, esa realidad es algo deseable, como una conquista de la libertad sexual. ¿Pero, sería así?
Consideraciones finales
Al fin de ese trabajo, es posible rescatar un grupo emergente en la contemporaneidad, para el cual la incitación de la sexualidad extrapoló los límites de lo que es tolerable: son los denominados asexuales. Ellos se sienten perseguidos e inquiridos por todos aquellos que se tornaron agentes de la incitación sexual. Presienten que el discurso acerca del sexo y género en la contemporaneidad se volvió una herramienta de codificación y fijación de los cuerpos en las identidades sexuales. Muchas veces, se sienten distanciados del pathos dominante por no identificar, en sí mismos, el omnipresente llamado a la sexualidad. Conviven con el miedo de ser tachados de enfermos por el desvío que encarnan en relación con los modelos dominantes, pero declaran que tienen una vida satisfactoria con intereses diversificados y momentos de alegría. En el límite de lo aceptable para nuestra época, buscan también constituir relaciones y formar parejas, de preferencia con otros desinteresados por el sexo. Les gustaría, por fin, que su modo singular de vivir no fuera objeto de la atención colectiva; pero, en cuanto a eso, ya no pueden de facto elegir, pues, para ellos, la incitación se volvió intolerable y es preciso responder. Ya no soportan el asedio constante que ora convoca y ora incita a hablar de sexo. Para hacer frente a una presión intolerable, ellos aceptan hacer una concesión a esos mismos poderes, aceptando ser definidos por una identidad sexual, aunque bajo el modo negativo. Se autodenominan, entonces, como asexuales, portadores de una diferencia radical en relación con su tiempo y de modo tímido empiezan a volverse visibles. Se organizan en sitios de internet (http//:assexualidade.com.br/blog) para afirmar su modo de vida que, por el simple hecho de existir, provoca un malestar colectivo, haciendo vacilar los consensos construidos por el poder sobre el humano y sus sexos.
No hay de parte de aquellos que se autodenominan asexuados una intención de politizar la cuestión. Eso no es necesario, pues, tal como está, la situación ya es completamente política. ¿No serían ellos cuerpos encarnados en una función de resistencia a los efectos del poder en la contemporaneidad? Sus vidas, tal vez, pudiesen ser mejor comprendidas a partir de las palabras dichas por Foucault (y ya citadas), particularmente acerca de la emergencia de “nuevas intensidades” más allá de la sexualidad. Y esa resistencia, esa recusa a dejarse definir por el sexo provoca el silencio y la perplejidad de aquellos que, en consonancia con la actualidad, siguen haciendo sus estudios acerca de los géneros y los sexos, produciendo verdades sobre el humano que pueden estar contribuyendo para encuadrarlo y para controlarlo. ¿Quién diría que la red de poderes científicos, mediáticos y normalizadores que impera bajo la sociedad contemporánea podría ser afrontada por esa elección tímida, de exponer una singularidad, de revelar una diferencia para con el orden social y sexual vigente? La contemporaneidad, decididamente, nos sorprende.
Referencias
Bonumá, T. (2003). Sexo papai-e-mamãe. Cláudia. São Paulo: Abril, 497, fev.
Duarte, A. (2011). Paixão eterna. Máxima. São Paulo: Abril, 10, mar.
Fortes, A. (2008). 1001 ideias de sexo. Nova. São Paulo. Abril, 417, jun.
Foucault, M. (1996). Microfísica do Poder. Rio de Janeiro: Ed. Graal.
Foucault, M. (1998). História da Sexualidade II: O uso dos prazeres. Rio de Janeiro: Edições Graal.
Foucault, M. (2004). Ditos e escritos IV: Ética, sexualidade, política. Rio de Janeiro: Forense Universitária.
Freitas, R. F. (2010). Doze razões para transar muito... E melhor! Máxima, São Paulo: Editora Abril, edição 2, julho.
Magarian, D. (2008). Sexpert. Nova. São Paulo: Abril, 414, mar.
Serpa, S. (2010). Por aqui para o melhor sexo... Sempre! Máxima. São Paulo: Abril, 6, nov.
Notas
1. Psicóloga formada por la Universidade Estadual de Londrina/ PR/ Brasil.
2. Psicólogo. Profesor del Departamento de Psicología Social e Institucional de la Universidade Estadual de Londrina / PR / BR. E‑mail: paulor@uel.br