Los cuentos que nos cuentan sobre el amor Descargar este archivo (Los cuentos que nos cuentan sobre el amor.pdf)

Dra. María Antonieta Dorantes Gómez1

Programa Institucional de Estudios de Género
Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM

Resumen

En el pre­sen­te tra­ba­jo se ana­li­zan dos mitos que esta socie­dad patriar­cal ha cons­trui­do para dar cuen­ta del amor román­ti­co. Los dos mitos que se iden­ti­fi­ca­ron y que cons­ti­tu­yen el tras­fon­do de muchas de las his­to­rias de “amor” que inun­dan los guio­nes de pelí­cu­las, nove­las y series de tele­vi­sión son la his­to­ria de Ceni­cien­ta y la his­to­ria de la Bella y la Bes­tia. El aná­li­sis mos­tró que estas dos his­to­rias, Ceni­cien­ta y la Bella y la Bes­tia, igua­lan la expe­rien­cia del amor con la del sufri­mien­to. Las muje­res en estos rela­tos sufren y eso sig­ni­fi­ca que aman. Estas muje­res se sacri­fi­can sopor­tan­do opre­sión, some­ti­mien­to, vio­len­cia, adver­si­da­des y lo hacen con la espe­ran­za de que des­pués serán feli­ces. Es nece­sa­rio inda­gar sobre los men­sa­jes que estos mitos trans­mi­ten en fun­ción del tipo de roles y de la iden­ti­dad que asig­nan a hom­bres y muje­res, a fin de decons­truir su carác­ter patriar­cal.

Pala­bras Cla­ves. Amor román­ti­co, mitos, roles, iden­ti­dad

Abstract

In the pre­sent work two myths that this patriar­chal society has built to account for roman­tic love are analy­zed. The two myths that were iden­ti­fied and that are the back­ground of many of the sto­ries of “love” that flood the scripts of movies, novels and tele­vi­sion series are the story of Cin­de­re­lla and the story of The Beauty and the Beast. The analy­sis sho­wed that the­se two sto­ries, Cin­de­re­lla and The Beauty and the Beast, equa­te the expe­rien­ce of love with suf­fe­ring. The women in the­se sto­ries suf­fer and that means they love. The­se women sacri­fi­ce them­sel­ves by endu­ring oppres­sion, sub­jec­tion, vio­len­ce, adver­sity; and they do it abo­ve the hope that later they will be happy. It is neces­sary to inqui­re about the mes­sa­ges that the­se myths trans­mit depen­ding on the type of roles and the iden­tity that they assign to men and women, in order to decons­truct their patriar­chal cha­rac­ter.

Key words. Roman­tic love, myths, roles, iden­tity.

Introducción

La cul­tu­ra hace refe­ren­cia al entra­ma­do de sig­ni­fi­ca­cio­nes cuyo teji­do par­ti­cu­lar pro­du­ce las dis­tin­tas reali­da­des socia­les. La for­ma como las sig­ni­fi­ca­cio­nes se cons­tru­yen es a tra­vés de sím­bo­los. Los sím­bo­los son vehícu­los de sig­ni­fi­ca­cio­nes y se carac­te­ri­zan por no ser lo que repre­sen­tan (Serret, 2001: 35). Cuan­do el len­gua­je nom­bra inevi­ta­ble­men­te deli­mi­ta, orde­na, cla­si­fi­ca y valo­ra, gene­ra sig­ni­fi­ca­cio­nes que exis­ten como tales gra­cias al lugar que ocu­pan entre otras sig­ni­fi­ca­cio­nes. Pro­du­ce una reali­dad cul­tu­ral allí don­de solo había natu­ra­le­za. La cul­tu­ra es ante todo un orden sim­bó­li­co. De acuer­do con esto, exis­te un orden sim­bó­li­co que esta­ble­ce a nivel social, cuá­les son los luga­res y las mane­ras en las que deben actuar, pen­sar o sen­tir, hom­bres y muje­res. Este orden sim­bó­li­co con­for­ma de mane­ra dua­lis­ta y jerár­qui­ca, iden­ti­da­des feme­ni­nas y mas­cu­li­nas. En pri­mer lugar, sólo exis­ten dos opcio­nes, que se exclu­yen mutua­men­te. Si se tie­ne el cuer­po de una mujer se deben seguir las pres­crip­cio­nes aso­cia­das con lo feme­nino, si se tie­ne un cuer­po de varón, enton­ces se debe optar por seguir lo dic­ta­do para los varo­nes. Den­tro de esta cla­si­fi­ca­ción, tam­bién se esta­ble­ce una jerar­quía, lo feme­nino es menos valo­ra­do que lo mas­cu­lino. El espa­cio pri­va­do, la pasi­vi­dad, la emo­cio­na­li­dad, el cuer­po, la natu­ra­le­za y el cui­da­do de los demás son algu­nos de los aspec­tos que se han aso­cia­do a las muje­res, y son menos valo­ra­dos que los aspec­tos aso­cia­dos a los varo­nes. El espa­cio públi­co, la valen­tía, la ini­cia­ti­va, la cul­tu­ra, la men­te, la racio­na­li­dad y el ser pro­vee­dor son aspec­tos aso­cia­dos a los varo­nes, y social­men­te se les ha asig­na­do un mayor valor. Los este­reo­ti­pos de géne­ro plan­tean esta con­cep­ción bina­ria y jerár­qui­ca de la reali­dad y esta­ble­cen una serie de man­da­tos sobre las for­mas, luga­res y espa­cios en los cua­les debe­rán desa­rro­llar­se hom­bres y muje­res. Estos man­da­tos esta­ble­cen cómo debe­ría­mos pen­sar, actuar y sen­tir en fun­ción de que sea­mos hom­bres o muje­res. Los este­reo­ti­pos de géne­ro han sido intro­yec­ta­dos por las per­so­nas de tal for­ma que ya no se nece­si­ten auto­ri­da­des exter­nas que exi­jan su cum­pli­mien­to. Aho­ra, las mis­mas per­so­nas expe­ri­men­tan sen­ti­mien­tos de cul­pa si no cum­plen estos man­da­tos.

Un gru­po de hom­bres que ejer­cen un poder jerár­qui­co, la ver­sión actua­li­za­da de los anti­guos patriar­cas hebreos, a tra­vés de dis­tin­tas intui­cio­nes socia­les (fami­lia, escue­la, esta­do, medios de comu­ni­ca­ción) fomen­tan el segui­mien­to acrí­ti­co de estos este­reo­ti­pos a tra­vés de diver­sos meca­nis­mos que con­for­man una vio­len­cia sim­bó­li­ca. La exclu­sión, la dis­cri­mi­na­ción y el esta­ble­ci­mien­to de lo que está per­mi­ti­do y de lo que no está per­mi­ti­do son los pará­me­tros a tra­vés de los cua­les los gru­pos socia­les se ase­gu­ran el segui­mien­to de estos roles. La gran mayo­ría de los hom­bres y muje­res sabe­mos con cer­te­za qué nos está per­mi­ti­do, cómo debe­mos de actuar y qué debe­mos de pen­sar. Muy pocas son las per­so­nas que han ini­cia­do pro­ce­so de cues­tio­na­mien­to de estos patro­nes cul­tu­ra­les que sig­ni­fi­can a hom­bres y muje­res.

Nues­tro con­di­cio­na­mien­to cul­tu­ral es tan pre­ci­so que nos hace creer que el mun­do es así, que esa es nues­tra natu­ra­le­za huma­na. Una de las for­mas social­men­te uti­li­za­das para trans­mi­tir los este­reo­ti­pos de géne­ro es a tra­vés de la con­for­ma­ción de mitos. La for­ma­ción que hemos reci­bi­do des­de nues­tra más tem­pra­na infan­cia por par­te de las dis­tin­tas ins­ti­tu­cio­nes socia­les se ha for­ta­le­ci­do a tra­vés de la crea­ción de una serie de his­to­rias, de rela­tos en los cua­les se nos mues­tran las mane­ras en las que hom­bres y muje­res son sig­ni­fi­ca­dos.

Un aná­li­sis de los sim­bo­lis­mos pre­sen­tes en los mitos es fun­da­men­tal para com­pren­der la mane­ra en que se van con­for­man­do iden­ti­da­des mas­cu­li­nas y feme­ni­nas. La pene­tra­ción de los con­te­ni­dos sim­bó­li­cos de los mitos en la psi­que huma­na es mucho mayor que la infor­ma­ción que hom­bres y muje­res reci­bi­mos a tra­vés de la edu­ca­ción for­mal.

Los mitos son rela­tos que a lo lar­go de la his­to­ria de la huma­ni­dad se han ofre­ci­do como una expli­ca­ción del mun­do terre­nal y divino. Los seres huma­nos, al enfren­tar­se a hechos inex­pli­ca­bles, han recu­rri­do a una serie de mitos para obte­ner una expli­ca­ción. Esta expli­ca­ción no es de natu­ra­le­za racio­nal, es una expli­ca­ción ale­gó­ri­ca, satu­ra­da de metá­fo­ras y con un alto con­te­ni­do emo­cio­nal. Los mitos, al tener estas carac­te­rís­ti­cas, poseen una gran influen­cia en la mane­ra en que hom­bres y muje­res le damos sig­ni­fi­ca­do al mun­do, a las rela­cio­nes y a noso­tros mis­mos. Esta­mos hablan­do de que los mitos con­for­man, a nivel de men­te incons­cien­te, nues­tra for­ma de actuar, pen­sar y sen­tir. En este aspec­to tome­mos el caso de los y las ado­les­cen­tes que se enfren­tan a una rela­ción de pare­ja. ¿Qué poder tie­nen los recla­mos y crí­ti­cas de los padres con­tra la influen­cia de mitos socia­les, pre­sen­tes en las can­cio­nes, en las pelí­cu­las, en las nove­las que inun­dan el ámbi­to social de los y las ado­les­cen­tes?

Los mitos han teni­do un papel muy impor­tan­te a lo lar­go de la his­to­ria de la huma­ni­dad, han sido vis­tos, des­de muchas pers­pec­ti­vas filo­só­fi­cas y reli­gio­sas, como la expre­sión a tra­vés de imá­ge­nes y rela­tos de aque­llo que se con­si­de­ra una ver­dad inmu­ta­ble y sagra­da. Las reli­gio­nes, las filo­so­fías y  las artes, entre otras mani­fes­ta­cio­nes del ser humano, tie­nen a los mitos como un ele­men­to impor­tan­te de su con­for­ma­ción.

La pala­bra mito pro­vie­ne del grie­go mythos que sig­ni­fi­ca expre­sión, men­sa­je o algo que narra. En el mun­do grie­go, el mito es defi­ni­do des­de Hesío­do y Home­ro como hie­ros logos, es decir, narra­cio­nes de lo sagra­do (Mar­tí­nez Riu y Cor­tés ‚1996). En los mitos se recrean a tra­vés de fábu­las o fic­cio­nes ale­gó­ri­cas, los hechos pri­mor­dia­les que ofre­cen una expli­ca­ción acer­ca del ori­gen del ser humano, del cos­mos o de los dio­ses.

El comien­zo de la his­to­ria de la filo­so­fía se encuen­tra intrín­se­ca­men­te uni­do a los mitos. Las pri­me­ras expli­ca­cio­nes que los seres huma­nos die­ron acer­ca de su entorno eran rela­tos míti­cos. Duran­te el esplen­dor de la filo­so­fía grie­ga, el valor de los rela­tos míti­cos comen­zó a ser cues­tio­na­do. Se pen­só que los mitos no repre­sen­ta­ban nin­gu­na ver­dad y fue­ron con­si­de­ra­dos como meras fábu­las, cuen­tos o inven­cio­nes. Para los filó­so­fos grie­gos, los mitos repre­sen­ta­ban una fic­ción y pro­pug­na­ron por aban­do­nar­los en aras de cons­truir un pen­sa­mien­to basa­do en la razón.

Con el sur­gi­mien­to del psi­co­aná­li­sis, se vol­vió la mira­da al estu­dio de los mitos.  Pos­te­rior­men­te, den­tro de dife­ren­tes dis­ci­pli­nas se ha recon­si­de­ra­do el valor de los mitos como fuen­tes de expli­ca­ción a la que los seres huma­nos han recu­rri­do des­de sus orí­ge­nes. Esta visión ha sig­ni­fi­ca­do el reco­no­ci­mien­to del papel que la cons­truc­ción de sím­bo­los y la crea­ción de los mitos, jue­ga en la con­for­ma­ción de las expli­ca­cio­nes que los seres huma­nos han ofre­ci­do a lo lar­go de la his­to­ria de la huma­ni­dad.

La recu­pe­ra­ción del valor expli­ca­ti­vo de los mitos, impli­ca una amplia­ción de la con­cep­ción del ámbi­to que se pre­ci­sa en la bús­que­da de las ver­da­des. El mito es el por­ta­dor de una ver­dad pro­pia inal­can­za­ble para la expli­ca­ción racio­nal. Bajo esta posi­ción, los mitos no son con­ce­bi­dos como fábu­las o inven­cio­nes. La inter­pre­ta­ción de los mitos es un aspec­to indis­pen­sa­ble en la com­pren­sión de una reali­dad fun­da­men­tal que reba­sa el plano racio­nal y cons­cien­te.

Alan Watts (1997: 16) ha seña­la­do que el mito hace refe­ren­cia a una serie de imá­ge­nes que nos per­mi­ten enten­der la vida.

El aná­li­sis de la mane­ra en que hom­bres y muje­res son sig­ni­fi­ca­dos en los mitos nos per­mi­te acce­der a la dimen­sión sim­bó­li­ca que per­mea la cons­truc­ción de nues­tra reali­dad. Este aná­li­sis deja de lado expli­ca­cio­nes bio­lo­gi­cis­tas que esta­ble­cen la exis­ten­cia de una natu­ra­le­za feme­ni­na o mas­cu­li­na deter­mi­na­da por carac­te­rís­ti­cas bio­ló­gi­cas. Cuan­do se con­si­de­ra que los este­reo­ti­pos de géne­ro son cons­truc­cio­nes cul­tu­ra­les que han sido con­for­ma­das a tra­vés de una serie de mitos se pue­de ir cues­tio­nan­do un dis­cur­so que pre­ten­de natu­ra­li­zar una serie de sig­ni­fi­ca­dos rela­cio­na­dos con el hecho de ser hom­bre o mujer.

Mucho de la labor de una gran can­ti­dad de pen­sa­do­ras femi­nis­tas ha con­tri­bui­do a cues­tio­nar la afir­ma­ción de que los este­reo­ti­pos de géne­ro des­cri­ben cómo son “natu­ral­men­te” las muje­res. Pos­te­rior­men­te, cuan­do den­tro de los plan­tea­mien­tos se incor­po­ra la cate­go­ría de géne­ro, enten­di­da como la cons­truc­ción cul­tu­ral de la dife­ren­cia sexual, se comien­za a dar cabi­da en el aná­li­sis al entra­ma­do sim­bó­li­co que ha esta­ble­ci­do a los este­reo­ti­pos de géne­ro como los pará­me­tros nor­ma­les y acep­ta­bles.

Ini­cial­men­te, el pen­sa­mien­to femi­nis­ta con­si­de­ró que cuan­do cam­bia­ran las con­di­cio­nes mate­ria­les se trans­for­ma­rían las situa­cio­nes de some­ti­mien­to de las muje­res. No obs­tan­te, cuan­do se con­for­ma­ron las socie­da­des socia­lis­tas y se seguían pre­sen­ta­do estos patro­nes de domi­nio, algu­nas pen­sa­do­ras plan­tea­ron que era pre­ci­so recu­rrir al aná­li­sis de las con­di­cio­nes sim­bó­li­cas que esta­ban pre­ser­van­do estos patro­nes de domi­na­ción. Es así que muchas pen­sa­do­ras diri­gie­ron su aten­ción a los plan­tea­mien­tos psi­co­ana­lí­ti­cos. Y es así que sur­gió una serie de pen­sa­do­ras femi­nis­tas que inte­gra­ron en sus inves­ti­ga­cio­nes plan­tea­mien­tos psi­co­ana­lí­ti­cos. No obs­tan­te, muchas de ellas no encon­tra­ron en los plan­tea­mien­tos de Sig­mund Freud una res­pues­ta a sus inquie­tu­des.

Con el desa­rro­llo de las teo­ri­za­cio­nes psi­co­ana­lí­ti­cas y bási­ca­men­te siguien­do los plan­tea­mien­tos de Carl Gus­tav Jung, sur­gie­ron una serie de pen­sa­do­ras que inda­ga­ron des­de el ima­gi­na­rio social los mitos que sig­ni­fi­can las rela­cio­nes entre hom­bres y muje­res. Den­tro de esta serie de inves­ti­ga­cio­nes se encuen­tran los tra­ba­jos de Bolen Shi­no­da (2001). Esta auto­ra recu­pe­ra la noción de arque­ti­po e inda­ga sobre las figu­ras de las dio­sas grie­gas.

Uno de los mitos que sig­ni­fi­can las rela­cio­nes afec­ti­vas entre hom­bres y muje­res es el del amor román­ti­co. Según este mito las muje­res son con­si­de­ra­das como seres incom­ple­tos, con nece­si­da­des natu­ra­les de amar para com­ple­men­tar­se, mien­tras que los hom­bres son con­ce­bi­dos como seres auto­su­fi­cien­tes, com­ple­tos e inde­pen­dien­tes. Este mode­lo pro­mue­ve una subor­di­na­ción de las muje­res a los varo­nes (Saiz, 2013). 

Es nece­sa­rio inda­gar sobre los men­sa­jes que estos mitos trans­mi­ten en fun­ción del tipo de roles y de la iden­ti­dad que asig­nan a hom­bres y muje­res, a fin de decons­truir su carác­ter patriar­cal. Las rela­cio­nes de pare­ja cons­ti­tu­yen un espa­cio de  ten­sión y con­fron­ta­ción que pro­du­ce  mucho males­tar psi­co­ló­gi­co y físi­co entre los seres huma­nos. Una de las fuen­tes de los con­flic­tos en las rela­cio­nes de pare­ja pro­vie­ne de la con­fron­ta­ción que se expe­ri­men­ta res­pec­to de lo que se espe­ra que haga, pien­se o sien­ta un hom­bre o una mujer den­tro de una rela­ción de pare­ja. En las rela­cio­nes de pare­ja sur­gen muchos con­flic­tos cuan­do las per­so­nas con­si­de­ran que su pare­ja no cum­ple con lo que se espe­ra­ría que fue­ra un hom­bre o una mujer. A la rela­ción de pare­ja, hom­bres y muje­res lle­ga­mos con una gran can­ti­dad de expec­ta­ti­vas sobre los luga­res en los cua­les se debe­ría desa­rro­llar y cómo debe­ría ser pen­sar y actuar nues­tra pare­ja. En muchas oca­sio­nes estas expec­ta­ti­vas no se verán satis­fe­chas, lo cual crea­rá una fuen­te de frus­tra­ción e impo­ten­cia, que pue­de lle­var a situa­cio­nes de vio­len­cia físi­ca, psi­co­ló­gi­ca o sexual.

Estos mitos socia­les que repre­sen­tan a las rela­cio­nes de pare­ja esta­ble­cen que el varón debe ejer­cer un poder ancla­do en la supre­ma­cía y el domi­nio sobre la mujer y los hijos. Es nece­sa­rio recor­dar que la “fami­lia” es una pala­bra cuyo ori­gen es “famu­lus” que sig­ni­fi­ca sir­vien­te o escla­vo. Den­tro de estos mitos, las acti­tu­des y com­por­ta­mien­to de las muje­res deben cir­cuns­cri­bir­se al some­ti­mien­to y la sumi­sión.

De acuer­do con Ler­ner (1990), el patriar­ca­do es la mani­fes­ta­ción e ins­ti­tu­cio­na­li­za­ción domi­nio mas­cu­lino sobre las muje­res y niñas/os de la fami­lia y la amplia­ción de dicho domi­nio sobre las muje­res en la socie­dad en gene­ral. El sis­te­ma patriar­cal tie­ne dos com­po­nen­tes bási­cos: la estruc­tu­ra social y la ideo­lo­gía de creen­cias que legi­ti­man y jus­ti­fi­can dicha situa­ción. Con el sur­gi­mien­to del patriar­ca­do las socie­da­des huma­nas esta­ble­cie­ron a la dife­ren­cia sexual como pará­me­tro de des­igual­dad entre los seres huma­nos. El que hom­bres y muje­res sea­mos dis­tin­tos bio­ló­gi­ca­men­te no debe­ría impli­car nece­sa­ria­men­te un ejer­ci­cio injus­to del poder. No obs­tan­te, esto no ha sido así y lo que hemos obser­va­do, a tra­vés de la his­to­ria de nues­tra espe­cie huma­na, es que la dife­ren­cia sexual ha sido uti­li­za­da para esta­ble­cer con­di­cio­nes dis­cri­mi­na­to­rias para las per­so­nas en fun­ción de su géne­ro. El sis­te­ma patriar­cal esta­ble­ció un orden sim­bó­li­co en el cual se trans­mi­tie­ron, a tra­vés de la con­for­ma­ción de los mitos, una serie de patro­nes que esta­ble­cen cómo debe­mos actuar, pen­sar y sen­tir hom­bres y muje­res.

Es impor­tan­te con­si­de­rar el papel que los mitos actua­les tie­nen res­pec­to a la cons­ti­tu­ción de iden­ti­da­des feme­ni­nas y mas­cu­li­nas. Estos mitos, que se pre­sen­tan a tra­vés de pelí­cu­las y obras lite­ra­rias de con­su­mo masi­vo, cons­ti­tu­yen un impor­tan­te ele­men­to a con­si­de­rar res­pec­to de la mane­ra en que hom­bres y muje­res cons­ti­tu­yen su iden­ti­dad en las rela­cio­nes de pare­ja. El papel de estos mitos es impor­tan­te a lo lar­go de toda nues­tra vida, dado que cons­ti­tu­yen par­te fun­da­men­tal de la mane­ra en que intro­yec­ta­mos una serie de man­da­tos sobre cómo debe­mos ser, por­tar­nos, pen­sar y sen­tir depen­dien­do de si somos hom­bre o muje­res. 

Estos mitos car­ga­dos de sim­bo­lis­mos, pre­sen­tes en las his­to­rias a tra­vés de la cua­les hemos sig­ni­fi­ca­do las rela­cio­nes de pare­ja, jue­gan un papel muy impor­tan­te en la cons­ti­tu­ción de pro­ce­sos de iden­ti­fi­ca­ción de hom­bres y  muje­res. Las dis­tin­tas ins­ti­tu­cio­nes socia­les en las cua­les nos hemos desa­rro­lla­do a lo lar­go de nues­tra his­to­ria, han teni­do como fun­ción mol­dear nues­tra for­ma de pen­sar y actuar de acuer­do con deter­mi­na­dos cáno­nes.

Detrás de las pelí­cu­las, de las nove­las, de las can­cio­nes y de las dis­tin­tas his­to­rias que nos tras­mi­ten las dife­ren­tes ins­ti­tu­cio­nes socia­les, exis­ten guio­nes que mar­can lo que hom­bres y  muje­res debe­mos hacer, pen­sar o sen­tir.

Iden­ti­fi­car las tra­mas que cons­ti­tu­yen el tras­fon­do de nues­tras rela­cio­nes de pare­ja nos per­mi­ti­rá salir de estas his­to­rias que hemos asu­mi­do de mane­ra incons­cien­te. Es nece­sa­rio crear nue­vas for­mas de inter­pre­tar las situa­cio­nes que nos per­mi­tan avan­zar en nues­tro desa­rro­llo per­so­nal.

Recien­te­men­te, han sur­gi­do inves­ti­ga­cio­nes que ana­li­zan el impac­to de los mitos socia­les sobre el amor román­ti­co en hom­bres y muje­res que están rea­li­zan­do estu­dios uni­ver­si­ta­rios. Un estu­dio rea­li­za­do por Mon­ter Naya­de (2018) en estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios de la UPN iden­ti­fi­có, a tra­vés de una inves­ti­ga­ción cua­li­ta­ti­va, que cier­tas creen­cias que tie­nen las per­so­nas de la mues­tra selec­cio­na­da, guar­dan para­le­lis­mos con los dis­cur­sos sobre  el amor román­ti­co que están pre­sen­tes en narra­cio­nes, can­cio­nes, pelí­cu­las, sím­bo­los cul­tu­ra­les y cos­tum­bres socia­les. Los resul­ta­dos de esta inves­ti­ga­ción mos­tra­ron la com­ple­ji­dad que repre­sen­ta carac­te­ri­zar la ima­gen del amor román­ti­co que tie­nen hom­bres y muje­res. No obs­tan­te, den­tro de los dis­cur­sos, se iden­ti­fi­có la pre­sen­cia de roles este­reo­ti­pa­dos sobre la par­ti­ci­pa­ción de hom­bres y muje­res en las rela­cio­nes de pare­ja. En el caso de las muje­res, ellas seña­la­ron que bus­ca­ban que sus pare­jas fue­ran bue­nos pro­vee­do­res, tra­ba­ja­do­res, cari­ño­sos y fie­les. Entre los prin­ci­pa­les roles que los varo­nes asig­na­ron a las muje­res en las rela­cio­nes amo­ro­sas, se inclu­ye “salir a pasear, estu­diar, pla­ti­car, cui­da­do de los hijos, admi­nis­tra­do­ra, tra­ba­jar, coci­nar, lavar, plan­char, cui­da­do del hogar y ama de casa.

Objetivo

El obje­ti­vo del pre­sen­te tra­ba­jo es ana­li­zar dos mitos que están pre­sen­tes en muchos de los argu­men­tos que cons­ti­tu­yen la base de pelí­cu­las, nove­las y can­cio­nes que retra­tan las rela­cio­nes de pare­ja. Los dos mitos que iden­ti­fi­ca­mos y que cons­ti­tu­yen el tras­fon­do de muchas de las his­to­rias de “amor” que escu­cha­mos en las can­cio­nes, que vemos en las pelí­cu­las o que lee­mos en las nove­las que inun­dan las libre­rías, son la his­to­ria de Ceni­cien­ta y la his­to­ria de La Bella y la Bes­tia.

Desarrollo

Las his­to­rias de la Ceni­cien­ta y de La Bella y la Bes­tia son una sig­ni­fi­ca­ción sim­bó­li­ca, que den­tro del sis­te­ma patriar­cal han ofre­ci­do una expli­ca­ción de las rela­cio­nes de pare­ja. Muchos de los intro­yec­tos que per­mean estas his­to­rias se esta­ble­cen como una serie de man­da­tos que esta­ble­cen la for­ma en que una mujer o un hom­bre debe­rían com­por­tar­se, sen­tir o pen­sar. Estas dos his­to­rias for­ta­le­cen patro­nes de depen­den­cia emo­cio­nal en las muje­res y por lo tan­to no con­tri­bu­yen a for­ta­le­cer su desa­rro­llo per­so­nal. A fin de salir de estas his­to­rias es impor­tan­te tomar con­cien­cia del hecho de que no cons­ti­tu­yen una natu­ra­le­za esen­cial acer­ca de cómo deben ser las rela­cio­nes que hemos agru­pa­do bajo el mito del “amor román­ti­co”.

Ini­cie­mos con la his­to­ria de Ceni­cien­ta. Ceni­cien­ta es una pobre mucha­cha que tie­ne que hacer lo que su mal­va­da madras­tra y her­ma­nas­tras le obli­gan, has­ta que un prín­ci­pe apues­to apa­re­ce para res­ca­tar­la.

Ceni­cien­ta pier­de a su madre cuan­do ésta mue­re, y tam­bién es recha­za­da por su padre cuan­do éste esco­ge casar­se con una mujer domi­nan­te, deman­dan­te y fría. Ceni­cien­ta no pue­de ser feliz has­ta que alguien la res­ca­te de esta situa­ción, has­ta que encuen­tre a su prín­ci­pe azul.

Cuan­do asu­mi­mos esta his­to­ria, en nues­tra vida, con­si­de­ra­mos que no sere­mos feli­ces, que no podre­mos ter­mi­nar con rela­cio­nes deman­dan­tes, abu­si­vas y agre­si­vas has­ta que no encon­tre­mos a nues­tro prín­ci­pe azul, has­ta que no apa­rez­ca un hom­bre ideal, una per­so­na o cir­cuns­tan­cia que nos res­ca­te y nos haga feli­ces. Este men­sa­je impli­ca que no tene­mos la posi­bi­li­dad de cam­biar nues­tras con­di­cio­nes de opre­sión y some­ti­mien­to por noso­tros mis­mas. Es nece­sa­rio que un hom­bre nos res­ca­te para poder tener una vida más jus­ta y dig­na.

Cuan­do asu­mi­mos esta his­to­ria, espe­ra­mos que alguien nos ayu­de (un hada madri­na) a ser apre­cia­das, a tener un lugar ade­cua­do, a repa­rar las situa­cio­nes que con­si­de­ra­mos son injus­tas. Pue­de ser que en nues­tra casa haya vio­len­cia, mal­tra­to físi­co o ver­bal y ante esta situa­ción, no podre­mos hacer nada has­ta que un hom­bre (el prín­ci­pe azul) ven­ga a res­ca­tar­nos. Como Ceni­cien­ta llo­ra­mos entre las ceni­zas espe­ran­do a nues­tro prín­ci­pe. Si asu­mi­mos este rol, sere­mos víc­ti­mas, cree­re­mos que no pode­mos hacer nada por noso­tras mis­mas ante el mal­tra­to físi­co, ver­bal, emo­cio­nal o has­ta sexual. Asu­mir este papel de víc­ti­mas impli­ca alber­gar inter­na­men­te deseo de ven­gan­za. En esta his­to­ria Ceni­cien­ta al final des­plie­ga su deseo de ven­gan­za res­pec­to de sus agre­so­ras. Al final de la his­to­ria se exhi­be sien­do res­ca­ta­da por el prín­ci­pe azul, un hom­bre ideal que será la envi­dia de sus her­ma­nas­tras, tenien­do una vida de lujo. Inter­na­men­te se mate­ria­li­za el deseo de ven­gan­za, el poder mos­trar­les a esas muje­res que la mal­tra­ta­ron: “Miren como me fue a mi bien y uste­des tie­nen lo que se mere­cen”.

En la his­to­ria de Ceni­cien­ta nos cuen­tan que nues­tra vida con el prín­ci­pe va a ser mara­vi­llo­sa. Ese hom­bre mara­vi­llo­so nos va a res­ca­tar. Ya nun­ca más vamos a ser des­aten­di­das, ya no vamos a sufrir la vio­len­cia y el aban­dono del que hemos sido obje­to. Le vamos a dedi­car a nues­tro prín­ci­pe todo nues­tro tiem­po y nues­tro amor y él nos va a corres­pon­der y todo será mara­vi­llo­so. Nos va a apo­yar, acom­pa­ñar, escu­char, aten­der y tra­tar con amor. Este mito del amor román­ti­co pro­du­ce mucha frus­tra­ción cuan­do las muje­res expe­ri­men­tan vio­len­cia por par­te de sus pare­jas. Cuan­do en la con­vi­ven­cia coti­dia­na, den­tro de una socie­dad patriar­cal que ha esta­ble­ci­do un lugar subor­di­na­do para las muje­res, se viven situa­cio­nes de vio­len­cia, muchas muje­res expe­ri­men­tan frus­tra­ción, des­ilu­sión y eno­jo por­que su pare­ja no es el prín­ci­pe azul que el mito le había ofre­ci­do.

Ceni­cien­ta asu­me el papel de víc­ti­ma y les entre­ga el poder a las per­so­nas para que la hagan sufrir, por su cul­pa se sien­te muy mal. Ante el mal­tra­to, ella no res­pon­de, se resig­na y llo­ra en silen­cio. Sus her­ma­nas­tras y su madras­tra la obli­gan a hacer cosas des­agra­da­bles y ella sufre en silen­cio por­que es una bue­na “per­so­na”. Ceni­cien­ta se asig­na el papel de víc­ti­ma y a sus her­ma­nas­tras y madras­tra les asig­na el rol de vic­ti­ma­rias. Las her­ma­nas­tras y la madras­tra rom­pen sus ilu­sio­nes y lue­go apa­re­ce el hada madri­na que le cum­ple sus deseos, pero sólo has­ta la media­no­che. Úni­ca­men­te la figu­ra de un prín­ci­pe azul ten­drá el poder de res­ca­tar­la de mane­ra defi­ni­ti­va. Este prín­ci­pe la res­ca­ta, se casa con ella y “viven feli­ces por siem­pre”. Aquí es don­de aca­ba el cuen­to y empie­zan los pro­ble­mas en la vida real, en vir­tud de que estas expec­ta­ti­vas son impo­si­bles de cum­plir para cual­quier per­so­na.

¿Qué apren­de­mos del cuen­to de Ceni­cien­ta? Que lo úni­co que nece­si­ta­mos es encon­trar a alguien que cum­pla nues­tros deseos, que no pode­mos hacer nada por resol­ver nues­tra situa­ción actual, has­ta que alguien pue­da venir a res­ca­tar­nos. Es así que muchas muje­res para salir de una situa­ción vio­len­ta y ame­na­zan­te, por ejem­plo un matri­mo­nio des­truc­ti­vo, creen que lo úni­co que pue­den hacer es espe­rar a que alguien las res­ca­te, pue­de ser un buen abo­ga­do, otro hom­bre que las ame de ver­dad, un tera­peu­ta que les diga que hacer, etc.

Este es el mito que se halla en el tras­fon­do de la gran mayo­ría de his­to­rias que cons­ti­tu­yen el guion de una gran can­ti­dad de nove­las, pelí­cu­las, can­cio­nes, etc. Una mujer bue­na que sufre humi­lla­cio­nes y veja­cio­nes y que al fin de la his­to­ria, se casa con un hom­bre bueno y pode­ro­so que la hace feliz. Se cum­ple la pro­me­sa “algún día lle­ga­rá mi prín­ci­pe azul que me va a hacer feliz y ya no sufri­ré más”.

Esta his­to­ria tam­bién pue­de sig­ni­fi­car algu­nas ganan­cias neu­ró­ti­cas para las muje­res que asu­men este papel pasi­vo en el que sólo tie­nen que espe­rar que otra per­so­na las sal­ve. Pue­den dejar de lado su res­pon­sa­bi­li­dad para hacer cam­bios en sus cir­cuns­tan­cias per­so­na­les a tra­vés de asu­mir nue­vas for­mas de pen­sar, actuar y sen­tir.

¿Cómo podría­mos cues­tio­nar esta his­to­ria y asu­mir nue­vos guio­nes? En pri­mer lugar, podría­mos fami­lia­ri­zar­nos con his­to­rias en las que la heroí­na tome un papel acti­vo en cons­truir su nue­va vida. Podría­mos dejar de vic­ti­mi­zar­nos y asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad por la vio­len­cia que per­mi­ti­mos que se ejer­za sobre noso­tras.

¿Qué pasa­ría si Ceni­cien­ta recor­dar quién es y deja­ra de rea­li­zar tra­ba­jos que no le corres­pon­den? Ceni­cien­ta no es una sir­vien­ta de su madras­tra y her­ma­nas­tras. Es pre­ci­so recor­dar que Ceni­cien­ta era la hija del due­ño del cas­ti­llo en el que aho­ra vive y en el que ha asu­mi­do el papel de sir­vien­ta. ¿Qué pasa­ría si ella asu­mie­ra su ver­da­de­ra iden­ti­dad? ¿Qué pasa­ría si Ceni­cien­ta esta­ble­cie­ra lími­tes cla­ros y pre­ci­sos y cui­da­ra de sí mis­ma? ¿De qué mane­ra podría Ceni­cien­ta resig­ni­fi­car su papel de víc­ti­ma y dejar de ver a las per­so­nas que la rodean como vic­ti­ma­rios?

¿Qué pasa­ría si Ceni­cien­ta deci­die­ra cam­biar su for­ma de per­ci­bir las rela­cio­nes y se empo­de­ra­ra? ¿Qué pasa­ría si Ceni­cien­ta aban­do­na­ra sus ideas de ven­gan­za y comen­za­ra a apre­ciar a las per­so­nas que la rodean? ¿Qué pasa­ría si Ceni­cien­ta per­mi­tie­ra que las per­so­nas que la rodean asu­man sus res­pon­sa­bi­li­da­des de la mis­ma for­ma en que ella las está aho­ra asu­mien­do?

El segun­do mito que vamos a ana­li­zar es la his­to­ria de la Bella y la Bes­tia.  Bella es una mucha­cha dul­ce que debe sopor­tar vivir con una bes­tia a la que va a con­ver­tir en un her­mo­so prín­ci­pe, a tra­vés de su amor. Una joven bella e ino­cen­te cono­ce a un mons­truo repul­si­vo y ate­rra­dor. Para sal­var a su fami­lia de la ira de la Bes­tia, la joven deci­de irse a vivir con él. Cuan­do vive con él, ella lo acep­ta como mons­truo y enton­ces ocu­rre el mila­gro, el mons­truo se con­vier­te en un prín­ci­pe.

Esta his­to­ria acen­túa la creen­cia de que una mujer pue­de cam­biar a un hom­bre si lo ama lo sufi­cien­te. En esta his­to­ria las muje­res redi­men a los hom­bres a tra­vés de su amor que lo acep­ta todo. Cuan­do alguien no es como que­re­mos pode­mos esfor­zar­nos en cam­biar­lo. Los artícu­los de revis­tas, los libros, los guio­nes de las pelí­cu­las nos man­dan el men­sa­je de que con nues­tros esfuer­zos pode­mos lograr que una per­so­na enfer­ma, infe­liz, se con­vier­ta en la per­so­na que que­re­mos y nece­si­ta­mos que sea: una pare­ja ideal, un buen hijo, una madre amo­ro­sa, un hermano(a) cáli­do, etc.

La Bella es una sal­va­do­ra, pro­gra­ma­da con la ilu­sión de que todo lo que un hom­bre bes­tial nece­si­ta es el amor de una bue­na mujer. Ella pue­de pen­sar “Este hom­bre con­su­me alcohol por­que no ha encon­tra­do una bue­na mujer que lo acep­te y lo apo­ye. Cuan­do nos case­mos yo logra­ré que él cam­bie. Mi amor es capaz de lograr­lo.” Bella reci­be apro­ba­ción de las per­so­nas que la rodean por­que sufre la vio­len­cia y el abu­so de su pare­ja sin que­jar­se. Bella rea­li­za múl­ti­ples inten­tos de sal­var a su pare­ja. ¿Podría ser este el guion que siguen las muje­res que no cri­ti­can a sus pare­jas adic­tas, que le dan con­se­jos, que asu­men las res­pon­sa­bi­li­da­des de los varo­nes, que se empe­ñan en lograr que se incor­po­re a pro­gra­mas tera­péu­ti­cos, que lo acom­pa­ñan y lo cui­dan cuan­do él se pone indis­pues­to por su adic­ción?

Bella tie­ne que sacri­fi­car­se para poder sal­var a su fami­lia y poder eli­mi­nar el hechi­zo del que fue obje­to la Bes­tia. Aquí es impor­tan­te recor­dar como muchas muje­res creen que los malos com­por­ta­mien­tos de sus pare­jas se deben a la influen­cia dañi­na de otras per­so­nas (sus ami­gos, su fami­lia, etc.). En este sen­ti­do eli­mi­nan la res­pon­sa­bi­li­dad de este hom­bre-Bes­tia por sus com­por­ta­mien­tos inapro­pia­dos.

El guion de la Bella y la Bes­tia lle­va a las muje­res a vin­cu­lar­se con hom­bres adic­tos (alcohó­li­cos, dro­ga­dic­tos, tra­ba­jó­li­cos, juga­do­res com­pul­si­vos, etc.) e inac­ce­si­bles emo­cio­nal­men­te. En fin, per­so­nas que no se com­pro­me­ten en la rela­ción de pare­ja. El inten­to cons­tan­te de sal­var­los y de eli­mi­nar los hechi­zos que les han caí­do enci­ma, sólo pro­du­ce dolor y sufri­mien­to. No obs­tan­te, el guion de este cuen­to pro­me­te que des­pués de estos sacri­fi­cios las muje­res sean recom­pen­sa­das con el amor de una Bes­tia trans­for­ma­da en prín­ci­pe.

Recien­te­men­te, en la lite­ra­tu­ra han apa­re­ci­do exi­to­sas nove­las en las cua­les se refuer­za esta his­to­ria de la Bella y la Bes­tia. Un ejem­plo de esto es la serie de nove­las que Stephe­nie Meyer escri­bió y que pos­te­rior­men­te se lle­va­ron con mucho éxi­to al cine. La tetra­lo­gía de nove­las está con­for­ma­da por Cre­púscu­lo, Luna Nue­va, Eclip­se y Ama­ne­cer. En esta his­to­ria, Isa­be­la Marie Swan (Bella), una joven de 17 años se ena­mo­ra de un vam­pi­ro. Bella es cruel­men­te ata­ca­da, sufre, casi mue­re y entra al mun­do de los vam­pi­ros. Tie­ne un hijo que pue­de cos­tar­le la vida y ella está afe­rra­da a pade­cer toda una serie de cala­mi­da­des por el amor a su espo­so.

¿Qué men­sa­jes man­da a las muje­res esta his­to­ria? Nos impul­sa a tra­tar de redi­mir con nues­tro amor a hom­bres pro­ble­má­ti­cos, meti­dos en el mun­do de la vio­len­cia, de las dro­gas o del alcoho­lis­mo. No impor­ta lo que ten­ga­mos que sufrir, ni lo que ten­ga­mos que pade­cer, debe­mos esfor­zar­nos por con­for­mar una fami­lia acep­tan­do a al hom­bre como es, entran­do en su mun­do, aun­que esto sig­ni­fi­que para noso­tras ame­na­za, vio­len­cia y peli­gro.

¿No sería más con­ve­nien­te que las muje­res siguié­ra­mos guio­nes en los que nos vin­cu­lá­ra­mos con hom­bres sanos, emo­cio­nal­men­te madu­ros, que nos per­mi­tan con­vi­vir en ambien­tes segu­ros?

La auto­ra bri­tá­ni­ca L.E. James publi­có en 2011 Cin­cuen­ta som­bras de Gray, la pri­me­ra de tres nove­las eró­ti­cas. Pos­te­rior­men­te publi­có Cin­cuen­ta som­bras libe­ra­das, Cin­cuen­ta som­bras más obs­cu­ras, y Grey. Los libros y las pos­te­rio­res adap­ta­cio­nes cine­ma­to­grá­fi­cas han teni­do una gran difu­sión entre públi­cos diver­sos, pero sobre­to­do pode­mos seña­lar el impac­to entre la pobla­ción ado­les­cen­te. En esta his­to­ria, se des­cri­be la rela­ción entre una recién gra­dua­da de la uni­ver­si­dad, Anas­ta­sia Stee­le, y el joven mag­na­te de nego­cios Chris­tian Grey. Este hom­bre intro­du­ce a Anas­ta­sia al mun­do del sado­ma­so­quis­mo. Un dato impor­tan­te es que él desea que ella, por su pro­pio con­sen­ti­mien­to, se vin­cu­le con él en esas prác­ti­cas sado­ma­so­quis­tas. Obvia­men­te, en estas prác­ti­cas ella es la par­te pasi­va, mien­tras que él es el que la domi­na y la some­te a satis­fa­cer sus deseos sexua­les.

En este cuen­to, este hom­bre que al ini­cio se pre­sen­ta muy atrac­ti­vo, con mucho dine­ro y poder, tam­bién apa­re­ce como alguien que per­te­ne­ce a un mun­do enig­má­ti­co, des­co­no­ci­do, el mun­do del sado­ma­so­quis­mo. De repen­te, en este mun­do se con­vier­te en la Bes­tia. Se apo­de­ra de él un espí­ri­tu maligno que ata­ca y pro­du­ce dolor en aras de su satis­fac­ción sexual. Enton­ces, la pro­ta­go­nis­ta des­con­cer­ta­da desea ale­jar­se de él, pero no pue­de. A tra­vés de toda la saga de nove­las, como en el caso de Cre­púscu­lo, la heroí­na se va aden­tran­do más y más en ese oscu­ro mun­do, con la espe­ran­za de que algún día va a trans­for­mar a la Bes­tia a tra­vés de su amor. La recom­pen­sa de estos esfuer­zos, en los que expe­ri­men­ta dolor y sufri­mien­to, es el matri­mo­nio.

¿Cómo podría­mos dejar este papel de sal­va­do­ras? Qui­zá dán­do­nos cuen­ta de que nues­tra nece­si­dad de sal­var podría dis­fra­zar una nece­si­dad de con­tro­lar. Podría­mos dejar de res­ca­tar a per­so­nas que no quie­ren ser res­ca­ta­das, con­tac­tar y aten­der con nues­tras nece­si­da­des físi­cas, emo­cio­na­les y espi­ri­tua­les, per­mi­tir que las otras per­so­nas asu­man sus res­pon­sa­bi­li­da­des.

¿Qué pasa­ría si Bella comen­za­ra a rela­cio­nar­se con per­so­nas a las que no nece­si­ta res­ca­tar? ¿Qué pasa­ría si Bella atien­de sus nece­si­da­des físi­cas y emo­cio­na­les? ¿Qué pasa­ría si Bella des­cu­bre que pue­de rela­cio­nar­se con hom­bres que repre­sen­ten un mun­do armó­ni­co y que le pue­dan ofre­cer com­pro­mi­so y res­pe­to? ¿Qué pasa­ría si Bella reco­no­ce que tie­ne dere­cho a ser feliz y que para esto no es nece­sa­rio sufrir? ¿Qué pasa­ría si Bella reco­no­ce que el amor no impli­ca sufri­mien­to? ¿Qué pasa­ría si Bella, en lugar de tra­tar de sal­var a su Bes­tia, se esfuer­za en cam­biar sus patro­nes de code­pen­den­cia? ¿Qué pasa­ría si Bella reco­no­ce que ella tie­ne el poder de crear cir­cuns­tan­cias favo­ra­bles para desa­rro­llar su poten­cial? ¿Qué pasa­ría si Bella, en lugar de rela­cio­nar­se con Bes­tias que la intro­du­cen en un mun­do ame­na­zan­te, bus­ca con­tac­tar con per­so­nas que le per­mi­tan desa­rro­llar­se per­so­nal­men­te? ¿Qué pasa­ría si Bella acep­ta que ella tie­ne un pro­ble­ma por tra­tar de sal­var a Bes­tias? ¿Qué pasa­ría si Bella comen­za­rá a escu­char­se a sí mis­ma y a crear nue­vos argu­men­tos para las his­to­rias a tra­vés de la cua­les va a inter­pre­tar sus reali­da­des? ¿Qué pasa­ría si Bella reco­no­cie­ra que ella pue­de tomar el man­do de su vida, sin espe­rar sal­var a alguien para que la res­ca­te? ¿Qué pasa­ría si Bella reco­no­cie­ra que siem­pre ha sido lo bas­tan­te bue­na para ser acep­ta­da y que­ri­da, que no nece­si­ta sacri­fi­car­se, ni esfor­zar­se por ser ama­da? ¿Qué pasa­ría si Bella se acep­ta­ra y reco­no­cie­ra que mere­ce ser feliz? ¿Qué pasa­ría si Bella apren­die­ra a man­te­ner­se ale­ja­da de situa­cio­nes ame­na­zan­tes? ¿Qué pasa­ría si Bella asu­me sus res­pon­sa­bi­li­da­des y deja que la Bes­tia tam­bién las asu­ma? ¿Qué pasa­ría si Bella pen­sa­rá que la Bes­tia ha deci­di­do vivir en ese mun­do y que sólo él pue­de dejar­lo si así lo desea? ¿Qué pasa­ría si Bella deja­ra de tra­tar de con­tro­lar a la Bes­tia? ¿Qué pasa­ría si Bella comen­za­ra a escu­char nue­vas his­to­rias de prin­ce­sas que logran salir de ambien­tes vio­len­tos, que cam­bian patro­nes de code­pen­den­cia? ¿Qué pasa­ría si Bella apren­de a cui­dar de sí mis­ma?

Conclusiones

Los mitos pre­sen­tes en las dos his­to­rias que ana­li­za­mos, Ceni­cien­ta y la Bella y la Bes­tia, igua­lan la expe­rien­cia del amor con la del sufri­mien­to. Las muje­res en estos rela­tos sufren y eso sig­ni­fi­ca que aman. Estas muje­res se sacri­fi­can sopor­tan­do opre­sión, some­ti­mien­to, vio­len­cia, adver­si­da­des y lo hacen con la espe­ran­za de que des­pués toda va a cam­biar y serán feli­ces. En las his­to­rias se mues­tra la feli­ci­dad como el logro que se obtie­ne des­pués de mucho esfuer­zo y sufri­mien­to. Esta feli­ci­dad está dada por la recom­pen­sa del matri­mo­nio.

En lugar de asu­mir el guion de Ceni­cien­ta o de la Bella, podría­mos cons­truir y fami­lia­ri­zar­nos con una his­to­ria en la cual apren­dié­ra­mos a libe­rar­nos de la cul­pas por no ser la per­so­na que se espe­ra que sea­mos; a con­tac­tar y aten­der nues­tras emo­cio­nes y nece­si­da­des; iden­ti­fi­car y cons­truir con­di­cio­nes pro­pi­cias para alcan­zar nues­tras metas y a rela­cio­nar­nos con per­so­nas que nos apre­cian y no nos uti­li­zan.

Un lugar impor­tan­te en el con­di­cio­na­mien­to del que hemos sido obje­to a lo lar­go de nues­tros años de for­ma­ción lo ocu­pan los mitos a tra­vés de los cua­les sig­ni­fi­ca­mos las rela­cio­nes de pare­ja. Este con­di­cio­na­mien­to no se ha preo­cu­pa­do por fomen­tar una iden­ti­dad pro­pia que por mucho reba­sa­ría los cáno­nes fijos y está­ti­cos que esta­ble­cen los este­reo­ti­pos de géne­ro pre­sen­tes en los mitos que ana­li­za­mos en el pre­sen­te tra­ba­jo. El con­di­cio­na­mien­to cul­tu­ral se ha carac­te­ri­za­do por exi­gir­nos un segui­mien­to acrí­ti­co de estos cáno­nes y no se ha reco­no­ci­do la diver­si­dad de expe­rien­cias e iden­ti­da­des múl­ti­ples. Este con­di­cio­na­mien­to per­mea nues­tras vidas y con­ti­nua­rá ope­ran­do a menos que ini­cie­mos y for­ta­lez­ca­mos pro­ce­sos de cues­tio­na­mien­to de dichos mitos. El tra­ba­jo que rea­li­za­mos en la pre­sen­te inves­ti­ga­ción es una con­tri­bu­ción a este cues­tio­na­mien­to.

Referencias

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Martínez Riu Antoni y Cortés Jordi, (1996): Diccionario de Filosofía. Barcelona: Herder.

Notas

1. Pro­fe­so­ra Titu­lar de la Carre­ra de Psi­co­lo­gía de la FES Izta­ca­la. Res­pon­sa­ble del Pro­gra­ma Ins­ti­tu­cio­nal de Estu­dios de Géne­ro. Correo elec­tró­ni­co: dorantes.gomez@hotmail.com