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María Teresa Hurtado de Mendoza Zabalgoitia1

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM

Resu­men

La sexua­li­dad se va cons­tru­yen­do jun­to con la iden­ti­dad de géne­ro, asi­mi­lan­do las reglas que con res­pec­to a la sexua­li­dad se otor­gan de mane­ra dife­ren­te a hom­bres y muje­res. Por influen­cia judeo-cris­ti­na (cató­li­ca) se ve a la mujer en for­ma dual, la bue­na y la mala (María y Eva), y esto ha influi­do en el dis­fru­te y pla­cer sexual de las muje­res. Si las muje­res se apo­de­ran de su sexua­li­dad a tra­vés del auto­co­no­ci­mien­to y auto­de­ter­mi­na­ción, los cam­bios que esto gene­ra pue­den ser bené­fi­cos para ellas como para sus pare­jas.

Pala­bras cla­ve: Sexua­li­dad, feme­ni­na, orgas­mo, ero­tis­mo, muje­res.

 

Abs­tract

Sexua­lity is cons­truc­ted along­si­de gen­der iden­tity, assi­mi­la­ting rules that, regar­ding sexua­lity, are awar­ded dif­fe­rently for men and women. By Judeo-Chris­tian influen­ce, women are seen as dual: good and bad (Mary and Eve), and this has affec­ted the enjoy­ment and sexual plea­su­re of women. If women take over their sexua­lity, through self-know­led­ge and self deter­mi­na­tion, the chan­ges made can be bene­fi­cial for them and their part­ners.

Key­words: Sexua­lity, orgasm, fema­le, ero­ti­cism, women.

La sexua­li­dad es una cons­truc­ción social que invo­lu­cra diver­sos aspec­tos del ser humano, de acuer­do a la últi­ma con­ven­ción de la Orga­ni­za­ción Pan­ame­ri­ca­na de Salud (ops) rea­li­za­da en la Ciu­dad de Anti­gua, Gua­te­ma­la en el año 2002 para obte­ner por con­sen­so la defi­ni­ción de sexua­li­dad, que­dó así:

Sexua­li­dad se refie­re a una dimen­sión fun­da­men­tal del hecho de ser un ser humano: Basa­da en el sexo, inclu­ye al géne­ro, las iden­ti­da­des de sexo y géne­ro, la orien­ta­ción sexual, el ero­tis­mo, la vin­cu­la­ción afec­ti­va y el amor, y la repro­duc­ción. Se expe­ri­men­ta o se expre­sa en for­ma de pen­sa­mien­tos, fan­ta­sías, deseos, creen­cias, acti­tu­des, valo­res, acti­vi­da­des, prác­ti­cas, roles y rela­cio­nes. La sexua­li­dad es el resul­ta­do de la inter­ac­ción de fac­to­res bio­ló­gi­cos, psi­co­ló­gi­cos, cul­tu­ra­les, socio­eco­nó­mi­cos, éti­cos y reli­gio­sos o espi­ri­tua­les.

Al leer esta amplia defi­ni­ción nos per­ca­ta­mos de lo com­ple­jo que es el estu­dio de la sexua­li­dad huma­na, en este artícu­lo se abor­da­rá la sexua­li­dad feme­ni­na y se par­ti­rá del con­cep­to de géne­ro para ir des­glo­san­do sus com­po­nen­tes.

En el pro­ce­so de la iden­ti­dad de géne­ro se encuen­tran invo­lu­cra­da la asig­na­ción de géne­ro que se da por la dife­ren­cia­ción geni­tal al momen­to del naci­mien­to o antes, por imá­ge­nes del ultra­so­ni­do, ya sea que se vea pene o vul­va, de inme­dia­to esto con­lle­va a una serie de com­por­ta­mien­tos en los padres y per­so­nas cer­ca­nas al bebé de acuer­do a las creen­cias, expec­ta­ti­vas y has­ta acti­tu­des en la per­so­ni­ta que aca­ba de nacer o bien, que aún no ha naci­do.

Otro momen­to impor­tan­te en la adqui­si­ción de la iden­ti­dad de géne­ro se da alre­de­dor de los 3 años, en don­de el niño o niña han for­ma­do un con­cep­to de sí mis­mos y saben si son niñas o niñas. Esto sur­ge antes de la con­cien­cia de las dife­ren­cias ana­tó­mi­cas entre los sexos.

La asig­na­ción de roles se apren­den des­de tem­pra­na edad y es un pro­ce­so que se da a lo lar­go de la vida de acuer­do a la socie­dad, cul­tu­ra, nivel eco­nó­mi­co o con­tex­to his­tó­ri­co. Se refuer­zan a tra­vés de las ins­ti­tu­cio­nes socia­li­za­do­ras como son la escue­la, los medios de comu­ni­ca­ción, las leyes, la fami­lia o la igle­sia, entre las más impor­tan­tes.

La iden­ti­fi­ca­ción con el géne­ro se va dan­do pau­la­ti­na­men­te en un pro­ce­so don­de las niñas y los niños, al ir vien­do y apren­dien­do los roles, este­reo­ti­pos y com­por­ta­mien­tos, comien­zan a repe­tir lo que la socie­dad valo­ra de cada uno de ellos y es así como incor­po­ran los roles social­men­te valo­ra­dos de acuer­do a su géne­ro y recha­zan los del géne­ro opues­to.

Estos  pro­ce­sos, en su con­jun­to, for­man e inte­gran la iden­ti­dad de géne­ro con sus dife­ren­cias para hom­bres y muje­res. Res­pec­to a la sexua­li­dad las muje­res y hom­bres tie­nen reglas, creen­cias, mitos, com­por­ta­mien­tos, per­mi­sos, etc., dife­ren­tes en cada socie­dad, momen­to his­tó­ri­co, cul­tu­ra o nivel eco­nó­mi­co. Men­cio­na Sanz (1999:29) “los pue­blos per­te­ne­cen a tra­di­cio­nes cul­tu­ra­les cuyo con­jun­to de mitos, tabúes y valo­res cons­ti­tu­yen una filo­so­fía que se man­tie­ne a lo lar­go de gene­ra­cio­nes como si fue­ra el incons­cien­te colec­ti­vo de ese pue­blo”.

Por otro lado, tam­bién en la tra­di­ción judeo-cris­tia­na (cató­li­ca) se enal­te­ce el dolor y el sufri­mien­to como una vir­tud, reto­man­do la doc­tri­na de los estoi­cos roma­nos y su prin­ci­pal repre­sen­tan­te his­tó­ri­co Séne­ca, cuya filo­so­fía y fun­da­men­tos eran: “man­te­ner siem­pre la fuer­za de volun­tad”, “es natu­ral la incli­na­ción a la hete­ro­se­xua­li­dad y repro­duc­ción”, “el cuer­po es ten­ta­ción por­que es la cár­cel del alma”. Séne­ca hijo decía que las muje­res no podían tener vir­tud por­que esta­ban “cru­das”, no se cocie­ron bien y por tan­to eran pasi­vas por natu­ra­le­za, en cam­bio los hom­bres esta­ban bien coci­dos y com­ple­tos, y por ello eran acti­vos. Esta filo­so­fía fue reto­ma­da por los cris­tia­nos que se encar­ga­ron de popu­la­ri­zar el estoi­cis­mo y hacer­lo par­te de sus doc­tri­nas.

En con­tra­po­si­ción a los estoi­cos esta­ban los hedo­nis­tas, cuyo repre­sen­tan­te era Epi­cu­ro de Samos, para los hedo­nis­tas la razón de la vida era supri­mir el dolor y las angus­tias y bus­car el pla­cer.

De esta opo­si­ción obtu­vi­mos como heren­cia cul­tu­ral el mie­do al pla­cer y lo repro­ba­ble que es “dar­se al pla­cer”, sólo si aca­so, des­pués de haber sufri­do, pue­de ser mere­ci­do.

Ade­más, según la tra­di­ción judeo-cris­tia­na, el papel de la mujer es doble, por un lado está la mujer que envol­vió y enga­ñó al hom­bre hacién­do­lo caer en la ten­ta­ción de los pla­ce­res car­na­les, Eva, y por otro lado está el ideal de la mujer, la vir­gen, madre, reca­ta­da, abne­ga­da, bon­da­do­sa, María. Estas dos figu­ras con­fi­gu­ran una serie de man­da­tos socia­les para que las muje­res “bue­nas” bus­quen iden­ti­fi­car­se con la segun­da. Sin embar­go, el pri­mer tipo de mujer es la que se “usa” en la vida coti­dia­na de dife­ren­tes for­mas, por ejem­plo para ven­der sus ser­vi­cios sexua­les, o para ven­der artícu­los diver­sos, mos­tran­do sus atri­bu­tos físi­cos y de seduc­ción como estra­te­gia publi­ci­ta­ria (coches, acei­tes para coches, lico­res, ciga­rri­llos, etc.).

Men­cio­na Amau­chás­te­gui (2001) citan­do a Aires, Bejin, Fou­cault y otros, que la reli­gión ha sido una ins­ti­tu­ción que con­tro­la la sexua­li­dad a tra­vés del peca­do y la cul­pa. Pos­te­rior­men­te, el con­trol se com­par­tió con la medi­ci­na, cam­bian­do la noción de “peca­do” por la de “salud” a fina­les del siglo xviii. Ya en el siglo xix se gene­ró en la socie­dad una súbi­ta ava­lan­cha de fabri­ca­ción de angus­tias (Con­fort 1987) en don­de las prác­ti­cas sexua­les gene­ra­ban enfer­me­da­des, locu­ras, his­te­rias, etc.

Den­tro de la cul­tu­ra y los apren­di­za­jes socia­les del com­por­ta­mien­to de hom­bres y muje­res que­da como par­te del incons­cien­te colec­ti­vo que la for­ta­le­za, acti­vi­dad, agre­si­vi­dad y  rapi­dez per­te­ne­ce a los hom­bres en con­tra­po­si­ción con la debi­li­dad, pasi­vi­dad, len­ti­tud y ter­nu­ra, entre otros cali­fi­ca­ti­vos más, a las muje­res. Tras­la­da­do esto a la sexua­li­dad, se siguen repi­tien­do patro­nes den­tro de la vida eró­ti­ca y sexual en gene­ral, ade­más de espe­rar estos com­por­ta­mien­tos en ambos sexos para cum­plir con las expec­ta­ti­vas.

Entre estos man­da­tos socia­les, reli­gio­sos y cul­tu­ra­les, ¿dón­de que­da la real y ver­da­de­ra sexua­li­dad de las muje­res? ¿Dón­de la fisio­lo­gía o la nece­si­dad bio­ló­gi­ca son tapa­das por la nece­si­dad de acep­ta­ción social? ¿Cómo las muje­res han apren­di­do estos dos roles o care­tas? ¿Cómo los man­da­tos socia­les reper­cu­ten en la res­pues­ta sexual y se “natu­ra­li­za” el com­por­ta­mien­to sexual dife­ren­te para hom­bres y muje­res?

Las niñas van des­cu­brien­do su geni­ta­li­dad de 3 for­mas, según Sanz (1999):

  1. Espon­tá­nea
  2. A tra­vés de jue­gos
  3. Mas­tur­ba­ción cons­cien­te

a) La for­ma espon­tá­nea es encon­trar el pla­cer geni­tal al apre­tar los mus­los, al sen­tar­se en la ori­lla de una silla, en el jue­go de sube y baja entre otras, etc. La niña va des­cu­brien­do sen­sa­cio­nes agra­da­bles en su zona geni­tal.

b) A tra­vés de los jue­gos más ela­bo­ra­dos como son “mamá y papa”, el “doc­tor”, en don­de se cum­ple con roles y da sen­ti­do a nue­vos per­mi­sos y sen­sa­cio­nes.

c) La mas­tur­ba­ción cons­cien­te que se da en el toca­mien­to de los geni­ta­les pro­po­si­ti­va­men­te con la inten­ción de sen­tir pla­cer.

Pasan­do por estas eta­pas, las muje­res van otor­gan­do a sus geni­ta­les la ero­ti­za­ción y la asi­mi­la­ción e inte­gran­do sen­sa­cio­nes pla­cen­te­ras en el área geni­tal.

Tan­to hom­bres como muje­res tene­mos órga­nos de los sen­ti­dos que tie­nen el mis­mo desa­rro­llo embrio­na­rio, las mis­mas ter­mi­na­cio­nes, fisio­lo­gía en gene­ral, sin embar­go, sexual­men­te hablan­do damos más impor­tan­cia a un sen­ti­do que otro, depen­dien­do del sexo. Por ejem­plo, el olfa­to está más desa­rro­lla­do en las muje­res por la las labo­res que se le asig­nan como la nece­si­dad de cap­tar los olo­res del bebé cuan­do está sucio, los olo­res de la comi­da, detec­tar algo en mal esta­do para que no vaya a enfer­mar a la fami­lia, asu­mien­do que ellas son las res­pon­sa­bles de la ali­men­ta­ción. El tac­to está más desa­rro­lla­do por el tipo de labo­res que se le asig­nan, como es pei­nar, lavar niños, pre­pa­ra­ción de ali­men­tos, hechu­ra de ropa, etc. El oído tam­bién se va a agu­di­zar más en las muje­res debi­do al cui­da­do del bebé, sien­do capaz de cap­tar cual­quier rui­do aun estan­do dor­mi­da. La vis­ta tam­bién se agu­di­za con la fina­li­dad de encon­trar cual­quier situa­ción que pue­da poner en peli­gro al hijo o a la fami­lia y por últi­mo el gus­to, que está muy rela­cio­na­do con el olfa­to, se edu­ca para la pre­pa­ra­ción de ali­men­tos y detec­tar si algún ali­men­to no se encuen­tra en bue­nas con­di­cio­nes. Todos estos apren­di­za­jes de agu­di­za­ción de los órga­nos de los sen­ti­dos por una par­te, auna­dos ade­más a los per­mi­sos socia­les que se le dan a las muje­res de poder jugar des­de tem­pra­na edad a tra­vés del con­tac­to físi­co con las ami­gas (besos, cari­cias), lo que le per­mi­te tam­bién apren­der a tener sen­si­bi­li­dad en todo el cuer­po, eró­ti­ca­men­te hablan­do se va a refle­jar en la tota­li­dad de la que se habla­rá más ade­lan­te.

Social­men­te el cuer­po feme­nino ha sido una cons­truc­ción his­tó­ri­ca que inclu­ye una serie de creen­cias de infe­rio­ri­dad hacia la mujer (López 2007). La sexua­li­dad de las muje­res es vivi­da en for­ma dife­ren­te que la de los hom­bres, con esto no se quie­re decir que se pue­da sen­tir dife­ren­te res­pec­to a sen­sa­cio­nes como la atrac­ción, el deseo, la exci­ta­ción o el orgas­mo, sin embar­go, los per­mi­sos socia­les para vivir y dis­fru­tar de las sen­sa­cio­nes y el pla­cer no son los mis­mos, lo que hace la dife­ren­cia de cómo se vive y cómo se per­mi­te mani­fes­tar­se.

Las muje­res apren­den a expre­sar con su cuer­po el deseo y la seduc­ción, dice Sanz (1999: 43) “el cuer­po de la mujer sir­ve para mos­trar el deseo como una for­ma de atraer y ser reco­no­ci­da”. ¿Cómo y dón­de apren­de esto? A par­tir de lo que la socie­dad, la cul­tu­ra, los medios de comu­ni­ca­ción, etc., le dic­tan, es un pro­ce­so que se va dan­do des­de muy tem­pra­na infan­cia al ser ves­ti­das, pei­na­das, ador­na­das, etc., para bus­car la acep­ta­ción social par­tien­do del físi­co, mar­can­do reglas de com­por­ta­mien­to a tra­vés de prohi­bi­cio­nes y per­mi­sos. Otra for­ma es a tra­vés de los cuen­tos de “prin­ce­sas” en don­de ellas siem­pre son her­mo­sas y espe­ran que lle­gué el hom­bre anhe­la­do o “prín­ci­pe azul” que las res­ca­ta­rá y hará feli­ces. La mujer apren­de a sedu­cir con todo el cuer­po, des­de el cabe­llo has­ta los zapa­tos. Men­cio­na López (2007: 9): “El cuer­po feme­nino ha sido una cons­truc­ción his­tó­ri­ca que impli­ca lo que inclu­ye una serie de creen­cias de infe­rio­ri­dad”.

Algu­nos auto­res como Albe­ro­ni, Sanz y Hite coin­ci­den en que el ero­tis­mo feme­nino está pues­to en la glo­ba­li­dad, a dife­ren­cia del varón que está pues­to en la geni­ta­li­dad, esto es un apren­di­za­je socio-cul­tu­ral que lle­va a per­ci­bir las sen­sa­cio­nes cor­po­ra­les de dife­ren­te mane­ra.

Dice Albe­ro­ni (2006: 39): “si la mujer no se sien­te desea­da y ama­da, su esfuer­zo reno­va­do de seduc­ción sufre de decep­ción y tie­ne enton­ces una sen­sa­ción de vacío, de inuti­li­dad, de deses­pe­ra­ción.” El ero­tis­mo feme­nino lla­ga a tal gra­do de glo­ba­li­dad que has­ta “la pre­pa­ra­ción de la casa for­ma par­te inte­gran­te del acto de atraer y sedu­cir” (Albe­ro­ni 2006: 42).

Para poder enten­der, vivir y gozar una sexua­li­dad ple­na, es impor­tan­te que las muje­res entien­dan y asu­man que el pla­cer nadie lo otor­ga, el pla­cer es per­so­nal y pue­de com­par­tir­se con quien ellas quie­ran. Para reco­no­cer el pla­cer requie­re de un auto­co­no­ci­mien­to, dis­po­ni­bi­li­dad y auto­de­ter­mi­na­ción.

El auto­co­no­ci­mien­to para el pla­cer radi­ca en algo tan ele­men­tal como cono­cer el pro­pio cuer­po inclu­yen­do, obvio, los geni­ta­les. A pesar de no ser tan sen­ci­llo es fac­ti­ble con ayu­da de un espe­jo. Cono­cer los dife­ren­tes colo­res, tex­tu­ra, olo­res, con­sis­ten­cia e incor­po­rar las sen­sa­cio­nes que da cada uno de sus ele­men­tos en su per­cep­ción. Pos­te­rior­men­te apren­der diver­sas for­mas de esti­mu­lar­los, cono­cer el pro­pio mapa eró­ti­co y no el que el varón deci­da o haya apren­di­do con otras muje­res o en la por­no­gra­fía, sino el mapa eró­ti­co per­so­nal. “La mujer debe res­pon­sa­bi­li­zar­se de su pro­pia sexua­li­dad” (De Béjar 2006).

Dis­po­ni­bi­li­dad es poder­se dar el tiem­po para sí mis­ma y no pen­sar y dar­les el tiem­po a los demás en labo­res que no nece­sa­ria­men­te le tie­nen que corres­pon­der a ella por el hecho de ser mujer.

La auto­de­ter­mi­na­ción se refie­re a tener en cuen­ta las pro­pias ganas y deseo sexual y no dejar­se pre­sio­nar o influen­ciar por el temor a per­der o herir a la pare­ja o a no per­te­ne­cer a un gru­po deter­mi­na­do. Saber decir “no” si no quie­re y tam­bién apren­der a decir “sí” y bus­car encuen­tros sexua­les con la pare­ja si así lo desea.

“Cuan­do la mujer asu­ma el pla­cer eró­ti­co como pro­pio, sepa cómo encon­trar­lo y bus­car­lo den­tro de sí mis­ma, no ten­drá nece­si­dad de fin­gir orgas­mos e ini­cia­rá un nue­vo mode­lo de Sexua­li­dad Feme­ni­na des­de la pers­pec­ti­va feme­ni­na sin tener que repe­tir este­reo­ti­pos y roles sexua­les here­da­dos de cien­tos de gene­ra­cio­nes atrás” (De Béjar 2006).

Si las muje­res lle­va­ran a cabo cam­bios en su sexua­li­dad, ambas par­tes (la mas­cu­li­na y feme­ni­na) sal­drían ganan­do, pues al hom­bre se le qui­ta­ría una gran res­pon­sa­bi­li­dad de ser el “dador del pla­cer” que es una car­ga muy fuer­te pues siem­pre tie­ne que estar dis­pues­to y mos­trar una erec­ción lo sufi­cien­te­men­te fir­me y ade­más dura­de­ra. Situa­ción que no siem­pre es fácil para ellos. De acuer­do a datos publi­ca­dos en Esta­dos Uni­dos, cita­dos por De Béjar (2006), el 62.7% de los hom­bres habían teni­do rela­cio­nes sexua­les sin desear­lo, al igual que el 43.6% de las muje­res. La can­ti­dad de hom­bres que cada día con­su­men más inhi­bi­do­res de la fos­fo­dies­te­ra­sa 5 (via­gra ®, cia­lis ® levi­tra ®) para poder lograr una erec­ción poten­te y dura­de­ra va en aumen­to.

Dice Hite (2006) que duran­te siglos las muje­res en una socie­dad falo­cén­tri­ca y hete­ro­nor­ma­da han vivi­do un ero­tis­mo sexua­do a expen­sas del orgas­mo de los hom­bres, es decir, a expen­sas de la pene­tra­ción. En inves­ti­ga­cio­nes hechas por Hite (2006: 28) seña­la “las pare­jas de muje­res tie­nen más orgas­mos que las pare­jas hete­ro­se­xua­les y ade­más la exci­ta­ción dura mucho más”, lo ante­rior se debe a que las muje­res que cono­cen sus zonas eró­ge­nas pue­den apli­car este cono­ci­mien­to a sus pare­jas muje­res. En cam­bio los varo­nes han sido edu­ca­dos para tener una rela­ción sexual rápi­da y ade­más geni­ta­li­za­da.

La tarea que que­da a las muje­res es cono­cer su cuer­po para poder guiar a sus pare­jas, esto si es que quie­ren com­par­tir eró­ti­ca­men­te con otra per­so­na, o bien, para dar­se pla­cer ellas mis­mas.

Referencias

Alberoni, F. (2006). El erotismo México: Editorial Gedisa

Amuschástegui, A. (2002). Virginidad e iniciación sexual en México. México: Edamex.

Béjar, S. (2006). Tu Sexo es aún más tuyo. España: Editorial Planeta.

Comfort, A., (1977). Médicos Fabricantes de Angustias. Barcelona: Gráficas Instar:

Dupin, P., Hédon, F., (2003). La Sexualidad Femenina. México: Siglo XXI

Hite, S., (2006). El orgasmo femenino. Barcelona: Sine Qua Non:

López, O., (2007). De la costilla de Adán al útero de Eva. México: UNAM Fes Iztacala

Organización Panamericana de la salud, Organización Mundial de la Salud y la Asociación Mundial de Sexología (2000).

Perel, E., (2007). Inteligencia erótica. México: Editorial Diana

Sanz, F., (1999). Psicoerotismo femenino y masculino. México: Kairós

Notas

1. Pro­fe­so­ra Aso­cia­da B Inte­ri­na de la Carre­ra de Médi­co Ciru­jano, Inte­gran­te del Pro­gra­ma Ins­ti­tu­cio­nal de Estu­dios de Géne­ro. Fes Izta­ca­la UNAM.