La exclusión social una revisión desde una perspectiva psicosocial Descargar este archivo (10 - La exclusión social.pdf)

Mario Arturo Téllez Rojas1, Isaac Molina Pérez2 y Arianna Moramay Álvarez Gómez3

Facultad de Psicología, UNAM, Universidad Latina Campus Sur

Resu­men

El pro­pó­si­to del pre­sen­te tra­ba­jo es explo­rar el con­cep­to de exclu­sión social des­de dos pun­tos de aná­li­sis, uno con­tex­tual e his­tó­ri­co y otro hacia una pro­pues­ta des­de la psi­co­lo­gía social. Dife­ren­tes posi­cio­nes para­dig­má­ti­cas, auto­res y estu­dios sobre la exclu­sión social son revi­sa­dos y ejem­pli­fi­ca­dos como uni­dad de aná­li­sis, para des­pués obser­var las dife­ren­tes impli­ca­cio­nes teó­ri­cas, meto­do­ló­gi­cas y socia­les de la con­cep­ción de dicho con­cep­to en tér­mi­nos de inter­ac­ción entre gru­pos e indi­vi­duos; sus com­po­nen­tes estruc­tu­ra­les y su reper­cu­sión indi­vi­dual. Final­men­te, se ela­bo­ra una pos­tu­ra des­de los auto­res del pre­sen­te tra­ba­jo que con­den­sa los pun­tos expues­tos y una línea de acción futu­ra en el estu­dio de este fenó­meno den­tro de las dis­tin­tas cien­cias socia­les.

Pala­bras cla­ve: exclu­sión, des­igual­dad, pobre­za, mar­gi­na­ción, vul­ne­ra­bi­li­dad.

Abs­tract

The pur­po­se of this paper is to explo­re the con­cept of social exclu­sion from two points of analy­sis; first from a con­tex­tual and his­to­ri­cal aspect and secondly from another stan­ce from social psy­cho­logy. Dif­fe­rent para­dig­ma­tic posi­tions, authors and stu­dies on social exclu­sion are revie­wed and exem­pli­fied as units of analy­sis, to further glan­ce the dif­fe­rent theo­re­ti­cal, metho­do­lo­gi­cal and social impli­ca­tions of the con­cep­tion of social exclu­sion in terms of inter­ac­tion bet­ween groups and indi­vi­duals; its struc­tu­ral com­po­nents and its impact on the indi­vi­dual. Finally, a pro­po­sal is ela­bo­ra­ted from the authors of the pre­sent paper that con­den­ses the expo­sed trends and a futu­re line of action in the study of this phe­no­me­non within dif­fe­rent social scien­ces.

Key­words: exclu­sion, inequa­lity, poverty, mar­gi­na­li­za­tion, vul­ne­ra­bi­lity.

Introducción

La con­fi­gu­ra­ción estra­ti­fi­ca­da de la socie­dad y la entra­da de pro­ce­sos de desa­rro­llo glo­bal, tec­no­ló­gi­co y eco­nó­mi­co en con­jun­to, han con­tri­bui­do a la con­fi­gu­ra­ción de socie­da­des cos­mo­po­li­tas com­ple­jas, con mayo­res nive­les de bien­es­tar para sec­to­res mino­ri­ta­rios de la pobla­ción; con bre­chas cada vez más gran­des de des­igual­da­des eco­nó­mi­cas y no eco­nó­mi­cas. Los meca­nis­mos que per­pe­túan la des­igual­dad, como el aca­pa­ra­mien­to de los medios de pro­duc­ción y legi­ti­ma­cio­nes cul­tu­ra­les de domi­na­ción-subor­di­na­ción de algu­nos estra­tos de la pobla­ción, han traí­do con­si­go otro fenó­meno que impli­ca una diná­mi­ca gru­pal, la cual tam­bién fomen­ta y exa­cer­ba la des­igual­dad social: la exclu­sión.

Contextualización histórica del estudio de la exclusión social

La noción de exclu­sión social remi­te o alu­de a las dis­tin­tas esfe­ras de par­ti­ci­pa­ción (inclu­sión) en la vida social. Sin embar­go, resul­ta rele­van­te exa­mi­nar bre­ve­men­te cómo este con­cep­to ha impac­ta­do en áreas eco­nó­mi­cas y polí­ti­cas, a pesar de sus bemo­les en la esce­na aca­dé­mi­ca.

Sil­ver (1994) en una revi­sión que hace sobre el ori­gen y uti­li­za­ción del con­cep­to exclu­sión social, seña­la que éste comen­zó a deba­tir­se en Fran­cia duran­te los años 60. Pero gran par­te del ori­gen del con­cep­to de exclu­sión pro­vie­ne de apor­ta­cio­nes teó­ri­cas de la expre­sión y han sido desa­rro­lla­das en épo­cas ante­rio­res por figu­ras clá­si­cas de la socio­lo­gía como Marx, Engels, Durkheim, Tön­nies, Bour­dieu y Par­kin, hacien­do espe­cial inci­den­cia en el ali­nea­mien­to dual de la “cla­se social” y en la diná­mi­ca “den­tro-fue­ra”. Sin embar­go, diver­sos auto­res con­cuer­dan en que las pri­me­ras atri­bu­cio­nes del con­cep­to exclu­sión social son de René Lenoir en su obra pio­ne­ra Les exclus: Un Fra­nçais sur dix4, publi­ca­da en el año de 1974 (Jimé­nez, 2008; Rizo, 2006; Teza­nos, 2001; Sen, 2000). Ya para 1980 el con­cep­to esta­ba exten­di­do, dan­do lugar a diver­sas defi­ni­cio­nes enmar­ca­das prin­ci­pal­men­te en cate­go­rías de des­ven­ta­ja social, por lo que en gran par­te de Euro­pa se comen­zó a hacer la con­ver­sión del uso de los con­cep­tos mar­gi­na­li­dad, segre­ga­ción y des­via­ción, por el de exclu­sión social, como un inten­to polí­ti­co-socio­eco­nó­mi­co de sub­sa­nar la cri­sis que vivían en esa épo­ca (Teza­nos, 2001).

Así, la noción de exclu­sión social comen­zó a ocu­par espa­cios cada vez mayo­res en la polí­ti­ca, la aca­de­mia euro­pea y pos­te­rior­men­te en Esta­dos Uni­dos y Amé­ri­ca Lati­na. Des­de la déca­da de los 70, la exclu­sión social se vin­cu­ló estre­cha­men­te con el Esta­do de Bien­es­tar; es decir, con aque­llos dere­chos y liber­ta­des bási­cas de las per­so­nas que tie­ne que ver con su cali­dad y esti­lo de vida (tra­ba­jo, salud, edu­ca­ción, for­ma­ción, vivien­da). Pero fue en el ámbi­to polí­ti­co y eco­nó­mi­co don­de hizo mayor eco, ya que se vol­vió par­te del voca­bu­la­rio polí­ti­co de la épo­ca, lo que des­pués desem­bo­ca­ría en una serie de polí­ti­cas públi­cas enfo­ca­das a com­ba­tir espe­cí­fi­ca­men­te el pro­ble­ma de la exclu­sión social. Gra­dual­men­te, fue per­mean­do la Comu­ni­dad Euro­pea y se adhi­rie­ron orga­nis­mos inter­na­cio­na­les como la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo y el Ban­co Mun­dial (Rojas, 2012; Jimé­nez, 2008).

En con­tras­te, en el ámbi­to aca­dé­mi­co y cien­tí­fi­co el con­cep­to resul­ta­ba difu­so y las expli­ca­cio­nes no eran satis­fac­to­rias, debi­do a la mul­ti­di­men­sio­na­li­dad que sus acep­cio­nes impli­ca­ban. Las expli­ca­cio­nes que par­tían de pro­ce­sos de exclu­sión en sec­to­res des­fa­vo­re­ci­dos y su inte­gra­ción como ciu­da­da­nos, no guar­da­ba fuer­tes aso­cia­cio­nes, inclu­so se con­si­de­ra­ba que las cau­sas eran dis­tin­tas; y por tan­to, toda expli­ca­ción era poco plau­si­ble. Todo lo rela­cio­na­do a la exclu­sión social era más uti­li­za­do como una herra­mien­ta inser­ta­da en el dis­cur­so polí­ti­co que como una uni­dad de aná­li­sis den­tro de las cien­cias socia­les (Rojas, 2012; Teza­nos, 2001).

Así, el dis­cur­so de exclu­sión social con­ti­nua­ba cen­trán­do­se en el recha­zo y las asi­me­trías en la estruc­tu­ra social deri­va­das de un esque­ma de estra­ti­fi­ca­ción social dico­to­mi­za­do: la cla­se alta (“upper class”) y la cla­se baja (“under­class”); por lo que aho­ra, los pobres y mar­gi­na­dos de la acti­vi­dad social, pasa­ban a ser los de fue­ra, los exclui­dos, e inclu­so en algu­nos dis­cur­sos “los peli­gro­sos” (Cas­ti­llo, 2011; Dubet, 2006). La pre­mi­sa polí­ti­ca se cen­tra­ba en que los exclui­dos ten­drían que ser inclui­dos. En este sen­ti­do, el carác­ter polí­ti­co-ins­ti­tu­cio­nal euro­peo pre­ten­día hacer la trans­for­ma­ción de una estruc­tu­ra social ver­ti­cal, don­de los mar­gi­na­dos y pobres se encon­tra­ban en el sótano de la socie­dad; por una estruc­tu­ra social hori­zon­tal, en la cual el Esta­do garan­ti­za­ría un tra­to igua­li­ta­rio para sus ciu­da­da­nos, don­de las ven­ta­jas de moder­ni­dad, el avan­ce indus­trial, tec­no­ló­gi­co y eco­nó­mi­co serían fru­tos com­par­ti­dos (Marshall, 1998). El cam­bio de una socie­dad pre­in­dus­trial (feu­da­lis­mo-monar­quía) a una indus­trial (capi­ta­lis­mo), y pos­te­rior­men­te a una socie­dad tec­no­ló­gi­ca­men­te avan­za­da, tra­jo con­si­go un pen­sa­mien­to en el cual era posi­ble la movi­li­dad social. De esta mane­ra se pre­ten­día dis­mi­nuir la des­igual­dad y exclu­sión social para que la mayo­ría de la pobla­ción goza­ra del Bien­es­tar Social (Teza­nos, 2001; Trei­man & Gan­ze­boom, 2000: Marshall, 1998).

Tenien­do en cuen­ta los ante­ce­den­tes polí­ti­cos y socia­les, cabe seña­lar que la inser­ción del estu­dio de la exclu­sión social no sur­ge mera­men­te de la aca­de­mia y mucho menos de deba­tes inte­lec­tua­les; sino que gana pro­ta­go­nis­mo por una nece­si­dad de enten­der la varie­dad y acu­mu­la­ción de pro­ble­mas que afron­ta­ban los ciu­da­da­nos día con día, ya que las expli­ca­cio­nes con­ven­cio­na­les sobre pobre­za des­de la eco­no­mía resul­ta­ban insu­fi­cien­tes debi­do a su carác­ter uni­di­men­sio­nal, está­ti­co y que solo daban cuen­ta de su mag­ni­tud (can­ti­dad y dis­tri­bu­ción) (Dipre­te, 2005).

Definiendo la noción de exclusión social: de la pobreza a la exclusión

Félix Teza­nos (2001) hace un aná­li­sis sobre la per­ti­nen­cia de dis­tin­guir con­cep­tual y teó­ri­ca­men­te la pobre­za y la exclu­sión social, enfa­ti­zan­do las apor­ta­cio­nes del segun­do con­cep­to para la com­pren­sión de las pro­ble­má­ti­cas socia­les. Teza­nos seña­la tres aspec­tos fun­da­men­ta­les: pri­me­ro, el carác­ter uni­di­men­sio­nal y eco­nó­mi­co de la pobre­za que solo hace refe­ren­cia a la caren­cia de recur­sos mate­ria­les cuan­ti­fi­ca­bles sufi­cien­tes para aten­der las nece­si­da­des bási­cas, con base en un pará­me­tro social el cual fija un míni­mo vital nece­sa­rio para poder vivir. En el caso del país, el Con­se­jo Nacio­nal de Eva­lua­ción de la Polí­ti­ca de Desa­rro­llo Social (CONEVAL), es el encar­ga­do de deter­mi­nar el ingre­so míni­mo para vivir y la medi­ción de la pobre­za5.

Des­de esta visión, la pobre­za pue­de ser resul­ta­do de una exclu­sión eco­nó­mi­ca, polí­ti­ca, social y cul­tu­ral. Por ejem­plo, a tra­vés de dis­cri­mi­na­ción sexual, racial o de géne­ro, en el mer­ca­do labo­ral se pue­den gene­rar caren­cias de opcio­nes y alter­na­ti­vas, por lo que la pri­va­ción va más allá de lo eco­nó­mi­co, tras­to­can­do aspec­tos rela­cio­na­les y psi­co­ló­gi­cos. Segun­do, la dimen­sión estruc­tu­ral del fenó­meno de exclu­sión social y su ins­crip­ción den­tro de una tra­yec­to­ria his­tó­ri­ca de las des­igual­da­des socia­les, se enmar­can en una rela­ción direc­ta en don­de el gra­dien­te de exclu­sión y des­igual­dad social se gene­ra depen­dien­do de si se está den­tro o fue­ra del sis­te­ma social o del ámbi­to en el que se ejer­cen las diver­sas acti­vi­da­des como ciu­da­dano. Por últi­mo, mien­tras que la pobre­za se carac­te­ri­za como un esta­do está­ti­co de carác­ter indi­vi­dual que guar­da una jerar­quía y gene­ra des­igual­da­des socia­les, la exclu­sión se plan­tea como un pro­ce­so diná­mi­co mul­ti­di­men­sio­nal que afec­ta a los colec­ti­vos y que pue­de lle­gar a frag­men­tar a las socie­da­des (Teza­nos, 2001).

La dimen­sión estruc­tu­ral de la exclu­sión está ads­cri­ta den­tro de la tra­yec­to­ria his­tó­ri­ca de las des­igual­da­des socia­les y, por lo tan­to, se pue­de mani­fes­tar como un pro­ce­so y no de una situa­ción esta­ble, que afec­ta de for­ma cam­bian­te a per­so­nas y colec­ti­vos y no a gru­pos pre­de­ter­mi­na­dos; en este sen­ti­do, los acto­res pug­nan por la movi­li­dad social y no por un cam­bio en las estruc­tu­ras socia­les (Teza­nos, 2001; Grusky & Ku, 2008).

Pobre­za y exclu­sión social están ínti­ma­men­te liga­das, no se pue­de tener una sin la pre­sen­cia de la otra en algu­na medi­da. Lo que resul­ta preo­cu­pan­te más allá de los tér­mi­nos con­cep­tua­les y ana­lí­ti­cos, es que exis­te evi­den­cia empí­ri­ca con­clu­yen­te con rela­ción al impac­to de la pobre­za, el haci­na­mien­to, el des­em­pleo y la des­igual social (malos ser­vi­cios, injus­ti­cia, fal­ta de acce­so a la edu­ca­ción, dis­cri­mi­na­ción) que pue­den lle­gar a incre­men­tar las tasas de vio­len­cia, delin­cuen­cia y un decre­men­to en la cali­dad de vida (Pérez, 2015, Mora, 2014; Ace­ro, 2007; Buvi­nic, 2005).

Por su par­te, Zic­car­di (2008) con­si­de­ra que en la exclu­sión social exis­ten pro­ce­sos y prác­ti­cas socia­les que gene­ran “fac­to­res de ries­go social” que se com­par­ten en deter­mi­na­dos colec­ti­vos socia­les; por ejem­plo, se acen­túa en aque­llos suje­tos o gru­pos con caren­cias per­so­na­les (minus­va­lías, adic­cio­nes, jóve­nes) y socia­les (caren­cias de víncu­lo fami­liar, fami­lias mono­pa­ren­ta­les, ais­la­mien­to) suman­do a estos défi­cits otros de tipo cul­tu­ral (baja ins­truc­ción o cua­li­fi­ca­ción), labo­ral (des­em­pleo de lar­ga dura­ción, tem­po­ra­li­dad, sub­em­pleo) y eco­nó­mi­cos (ingre­sos insu­fi­cien­tes e irre­gu­la­res; endeu­da­mien­to, infra­vi­vien­da) (Raya, 2007; Teza­nos, 2009). Por ende, para los indi­vi­duos en gru­pos espe­cí­fi­cos, la exclu­sión social repre­sen­ta un pro­ce­so pro­gre­si­vo de mar­gi­na­ción, dan­do lugar a la pri­va­ción eco­nó­mi­ca de las diver­sas for­mas de la vida social y cul­tu­ral que los man­tie­ne en des­ven­ta­ja, en com­pa­ra­ción con otros sec­to­res de la pobla­ción. Suman­do todos esos fac­to­res se gene­ran altos gra­dos de desin­te­gra­ción y la frag­men­ta­ción de las rela­cio­nes socia­les; por tan­to, una pér­di­da de la cohe­sión social (Sana­bria y Uri­be, 2010; Cha­kra­varty & D’Ambrosio, 2006).

Hacia el estudio y comprensión de la exclusión social

Como se revi­só en párra­fos pre­vios, la pobre­za pue­de ser resul­ta­do de una exclu­sión eco­nó­mi­ca, polí­ti­ca, social o cul­tu­ral, pero tam­bién ésta pue­de ser pro­du­ci­da por acti­tu­des y con­duc­tas dis­cri­mi­na­to­rias (Jimé­nez, 2008; Ander­son, 1996). La dis­cri­mi­na­ción pue­de lle­gar a pro­vo­car la inca­pa­ci­dad de obte­ner ingre­sos y un nivel de vida acep­ta­bles, gene­ran­do una caren­cia de opcio­nes y alter­na­ti­vas. Por tan­to, el con­cep­to de exclu­sión social resul­ta útil para ana­li­zar todas aque­llas situa­cio­nes en que se pade­ce una pri­va­ción sis­te­má­ti­ca que va más allá de lo eco­nó­mi­co.

La géne­sis de la exclu­sión es el resul­ta­do de múl­ti­ples fac­to­res, entre los que deben des­ta­car­se: a) el desa­rro­llo de polí­ti­cas públi­cas palia­ti­vas que no com­ba­ten las cau­sas de la exclu­sión, como la pobre­za y mar­gi­na­ción; b) el sis­te­ma de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta que tien­de a dejar fue­ra a quie­nes no son ren­ta­bles a sus intere­ses (Dipre­te, 2005); c) los valo­res socia­les cen­tra­dos en el indi­vi­dua­lis­mo y en el logro per­so­nal tien­den a res­pon­sa­bi­li­zar al suje­to exclui­do por su inca­pa­ci­dad de “ren­ta­bi­li­zar” su fuer­za de tra­ba­jo en el mer­ca­do y d) los cam­bios demo­grá­fi­cos, par­ti­cu­lar­men­te el enve­je­ci­mien­to de la pobla­ción y la eman­ci­pa­ción de la mujer (Raya, 2007; Teza­nos, 2001; Ander­son, 1996). Ade­más de una serie de con­se­cuen­cias nega­ti­vas en el plano cul­tu­ral, rela­cio­nal e indi­vi­dual.

La exclu­sión social, al igual que muchos otros con­cep­tos uti­li­za­dos en la coti­dia­nei­dad de las socie­da­des y colec­ti­vos, ha adop­ta­do toda una serie de sig­ni­fi­ca­cio­nes y con­fi­gu­ra­cio­nes, que dis­tin­tas dis­ci­pli­nas le han con­fe­ri­do. Sin embar­go, a pesar de la vague­dad del tér­mino, los sig­ni­fi­ca­dos que éste adqui­ría han impli­ca­do una situa­ción de acu­mu­la­ción de des­ven­ta­jas de un gru­po social deter­mi­na­do cómo con­se­cuen­cia de la estra­ti­fi­ca­ción social (Grusky & Ku, 2008; Jimé­nez, 2008).

De igual mane­ra muchas de las con­cep­tua­cio­nes de exclu­sión alu­den a un carác­ter indi­vi­dua­lis­ta, ya que se hace pen­sar al fenó­meno como una cues­tión que com­pe­te al indi­vi­duo y no a la socie­dad; por ejem­plo, debi­do a cues­tio­nes de géne­ro o raza (etnia) inte­gran­tes de uno u otro sec­tor encuen­tran dis­tin­tos pro­ble­mas en el mer­ca­do labo­ral y en la vida coti­dia­na tales como recha­zo, dis­cri­mi­na­ción y vio­len­cia (Fra­ser, 1997).

El desa­rro­llo de los estu­dios de exclu­sión social en su carác­ter his­tó­ri­co ayu­da a com­pren­der cómo se está con­cep­tuan­do el fenó­meno; par­ti­cu­lar­men­te, cómo en un pri­mer momen­to, se pre­ten­de des­cri­bir y pos­te­rior­men­te, expli­car. A con­ti­nua­ción, se exa­mi­na­rán algu­nas defi­ni­cio­nes teó­ri­cas y con­cep­tua­les, con­si­de­ran­do sus impli­ca­cio­nes y final­men­te se ofre­ce una refle­xión sobre algu­nas pro­pues­tas teó­ri­cas que han abor­da­do la pro­ble­má­ti­ca. 

El pro­ce­so de exclu­sión, des­de la visión indi­vi­dua­lis­ta, está defi­ni­do por la rela­ción del suje­to con el mer­ca­do labo­ral y con los víncu­los socia­les que se poseen. Así, den­tro de la diná­mi­ca de exclu­sión social se pue­de esque­ma­ti­zar el iti­ne­ra­rio de exclu­sión en tres zonas: a) zona de inte­gra­ción o cohe­sión; b) zona de vul­ne­ra­bi­li­dad o pre­ca­rie­dad; c) zona de exclu­sión (Teza­nos, 2001; ver Grá­fi­co 1).

La zona de inte­gra­ción está for­ma­da por quie­nes tie­nen un empleo esta­ble, pue­den con­su­mir los bie­nes socia­les, están pro­te­gi­dos con­tra los ries­gos de la exis­ten­cia y par­ti­ci­pan de los valo­res cul­tu­ra­les de su entorno social. El tra­ba­jo y la pro­tec­ción social deri­va­da del mis­mo se con­vier­ten en los requi­si­tos ele­men­ta­les para garan­ti­zar la per­ma­nen­cia del suje­to en la zona de inte­gra­ción. La pobre­za en este nivel no pro­vo­ca tur­bu­len­cias socia­les o gra­ves con­se­cuen­cias indi­vi­dua­les y fami­lia­res.

La zona de vul­ne­ra­bi­li­dad se carac­te­ri­za por la ines­ta­bi­li­dad rela­cio­na­da con la pre­ca­rie­dad labo­ral y con la fra­gi­li­dad de las rela­cio­nes socia­les. Lo carac­te­rís­ti­co de la socie­dad actual no es la exis­ten­cia de la vul­ne­ra­bi­li­dad, ya que his­tó­ri­ca­men­te han exis­ti­do sec­to­res de pobla­ción den­tro de esta con­di­ción social, sino su incre­men­to y la pro­gre­si­va “des­es­ta­bi­li­za­ción de los esta­bles”.

La zona de la exclu­sión se carac­te­ri­za por la ausen­cia del tra­ba­jo y por el ais­la­mien­to social; no obs­tan­te, la barre­ra que sepa­ra esta zona con la de pre­ca­rie­dad es muy frá­gil. En esta zona se pro­du­ce una acen­tua­ción de la mar­gi­na­li­dad, de “des­afi­lia­ción”, defi­ni­da como rup­tu­ra de las rela­cio­nes con las redes de inte­gra­ción pri­ma­ria impli­can­do el ries­go para el indi­vi­duo de repro­du­cir su exis­ten­cia y ase­gu­rar su pro­tec­ción (Cas­tel, 1997). En ella se encuen­tran, por lo gene­ral, las per­so­nas des­pro­vis­tas de recur­sos eco­nó­mi­cos, de sopor­tes rela­cio­na­les y de pro­tec­ción social.

Este enfo­que pro­por­cio­na una con­cep­ción pro­ce­sual y mul­ti­fun­cio­nal de la exclu­sión, así, bajo la vir­tud de este mar­co se per­mi­te la foca­li­za­ción de los pro­ce­sos que pue­den con­du­cir a una per­so­na a osci­lar de una zona de vul­ne­ra­bi­li­dad hacia la inte­gra­ción o hacia la exclu­sión social. Cada zona del gra­fi­co repre­sen­ta una serie de ven­ta­jas o des­ven­ta­jas agre­ga­das, las cua­les el indi­vi­duo va acu­mu­lan­do y que influ­yen en el gra­do de par­ti­ci­pa­ción e inte­gra­ción en la vida social. Sin embar­go, los múl­ti­ples fac­to­res que están en jue­go com­ple­ji­zan el fenó­meno, difi­cul­tan­do el dis­cer­ni­mien­to de los meca­nis­mos que hacen posi­ble que una per­so­na se inte­gre o sea exclui­da.

Cas­tells (2001) seña­la a la exclu­sión social como:

Pro­ce­so por el cual a cier­tos indi­vi­duos y gru­pos se les impi­de sis­te­má­ti­ca­men­te el acce­so a posi­cio­nes que les per­mi­ti­rían una sub­sis­ten­cia autó­no­ma den­tro de los nive­les socia­les deter­mi­na­dos por las ins­ti­tu­cio­nes y valo­res en un con­tex­to dado”. [Nor­mal­men­te] “tal posi­ción sue­le aso­ciar­se con la posi­bi­li­dad de acce­der a un tra­ba­jo remu­ne­ra­do rela­ti­va­men­te regu­lar al menos para un miem­bro de una uni­dad fami­liar esta­ble. De hecho, la exclu­sión social es el pro­ce­so que des­ca­li­fi­ca a una per­so­na como tra­ba­ja­dor en el con­tex­to del capi­ta­lis­mo”.

La exclu­sión social se pro­du­ce cuan­do dife­ren­tes fac­to­res se com­bi­nan y atra­pan a los indi­vi­duos gene­ran­do una espi­ral de des­ven­ta­jas. Así, los ingre­sos, el acce­so a los ser­vi­cios de salud, edu­ca­ción y vivien­da son algu­nos de los fac­to­res que afec­tan el bien­es­tar de las per­so­nas. Los aspec­tos cau­sa­les de exclu­sión social tan­to indi­vi­dual como colec­ti­va están rela­cio­na­dos con la nega­ción de, o res­tric­ción al acce­so a fuen­tes de recur­sos para la inte­gra­ción social, inclui­dos los recur­sos no mate­ria­les (con­fian­za, esti­ma, iden­ti­dad) (Bay­ram, Bil­gel & Bil­gel, 2012; Raya, 2010).

Al res­pec­to, Cas­ti­llo (2016) seña­la que en una socie­dad des­igual como la nues­tra, se pue­de obser­var que exis­ten dife­ren­cias muy mar­ca­das en dos gran­des gru­pos: los inclui­dos y los exclui­dos; los inte­gra­dos y los mar­gi­na­dos. Den­tro de los pri­me­ros, están los gru­pos de indi­vi­duos con acce­so a todo tipo de cen­tros de ense­ñan­za, así como a acti­vi­da­des recrea­ti­vas, via­jes, ropa “de moda o de mar­ca”, cen­tros comer­cia­les y nue­vas tec­no­lo­gías. Mien­tras que en los segun­dos, esta­rían los gru­pos que pade­cen la fal­ta de espa­cios de todo tipo como los recrea­ti­vos, cul­tu­ra­les, labo­ra­les, edu­ca­ti­vos; por lo que se ven sumer­gi­dos en el des­em­pleo o el sub­em­pleo, la deser­ción esco­lar, la pobre­za y la dis­cri­mi­na­ción. Esta seg­men­ta­ción brin­da a cada gru­po muy dis­tin­tas posi­bi­li­da­des de desa­rro­llo y acce­so a opor­tu­ni­da­des socia­les, que pue­den lle­gar a ser dia­me­tral­men­te opues­tas. Por ejem­plo, Yas­chi­ne (2014) seña­la que los jóve­nes en Méxi­co nacen y cre­cen en fami­lias don­de los medios son muy dife­ren­tes, con posi­bi­li­da­des de éxi­to y fra­ca­so seña­la­dos e inclu­so deter­mi­na­dos des­de el naci­mien­to.

Una propuesta psicosocial de la exclusión

El víncu­lo indi­vi­duo-socie­dad es bidi­rec­cio­nal, es decir, tan­to la par­te estruc­tu­ral como la sub­je­ti­va se retro­ali­men­tan pro­du­cien­do y repro­du­cien­do la des­igual­dad y la exclu­sión. Sin embar­go, has­ta el momen­to se ha apun­ta­lan­do en los indi­vi­duos o colec­ti­vos bajo cier­to deter­mi­nis­mo, en don­de no se tie­ne opción de ele­gir si desean o no par­ti­ci­par o inte­grar­se a algún aspec­to de la vida social. Es por ello que resul­ta impor­tan­te con­si­de­rar el carác­ter volun­ta­rio y no volun­ta­rio de la exclu­sión social.

Teza­nos (1998) hace una pro­pues­ta con­fi­gu­ran­do a los indi­vi­duos de mane­ra pasi­va, por lo que, en su tipo­lo­gía de la dife­ren­cia, si bien alu­de a la dis­tin­ción entre una pers­pec­ti­va indi­vi­dua­lis­ta y colec­ti­va, sugie­re un carác­ter nor­ma­ti­vo en don­de los indi­vi­duos nece­sa­ria­men­te tie­nen que inte­grar­se a la vida social, sin opor­tu­ni­dad de gene­rar sus pro­pias alter­na­ti­vas. En este mis­mo pun­to, se hace alu­sión tam­bién al carác­ter “inte­gra­do” ver­sus “disi­den­te” (Regui­llo, 2003), el cual se enfa­ti­za como no res­tric­ti­vo, e inclu­so se da pie a la gene­ra­ción de otras opcio­nes de esti­lo de vida sin una acep­ción nega­ti­va.

Tabla 1. Tipos de exclusión social (Tezanos, 1998).

Dimen­sio­nes

Indi­vi­dual

Colec­ti­va

Volun­ta­ria

Aislamiento/Desviación

Diferenciación/Resistencia

Pade­ci­da

Marginación/Descalificación

Discriminación/Segregación

Así, con­si­de­ran­do pro­ce­sos psi­co­so­cia­les, no todo tipo de dife­ren­cia­ción social o cate­go­ri­za­ción social es el resul­ta­do de prác­ti­cas de exclu­sión social coer­ci­ti­vas, sino que cabe la posi­bi­li­dad de que algu­nos indi­vi­duos de mane­ra volun­ta­ria se exclu­yan de acti­vi­da­des socia­les que con­si­de­ren incom­pa­ti­bles con sus creen­cias, valo­res, expec­ta­ti­vas y pro­pó­si­tos, por un lado. Mien­tras que, por el otro, los aspec­tos eco­nó­mi­cos, polí­ti­cos y socia­les, tam­bién se con­ju­gan para dar ele­men­tos mate­ria­les y sim­bó­li­cos para que cual­quier per­so­na o gru­po sean agen­tes de su pro­pia cate­go­ri­za­ción social, y con­fi­gu­ren su pro­pia iden­ti­dad y reali­dad social.

La exclu­sión social es un pro­ce­so que se arti­cu­la y repro­du­ce con la retro­ali­men­ta­ción de aspec­tos tan­to estruc­tu­ra­les como de prác­ti­cas, sen­ti­dos y sig­ni­fi­ca­cio­nes de los indi­vi­duos o gru­pos. Taj­fel (1984) seña­la que los indi­vi­duos tie­nen ideas de sí mis­mos en rela­ción con el mun­do físi­co o social que les rodea, por lo que algu­nos aspec­tos de esta idea son apor­ta­dos por la per­te­nen­cia a cier­tos gru­pos o cate­go­rías socia­les. El autor defi­ne a la cate­go­ri­za­ción social como “un pro­ce­so de uni­fi­ca­ción de obje­tos y acon­te­ci­mien­tos socia­les en gru­pos que resul­tan equi­va­len­tes con res­pec­to a las accio­nes, inten­cio­nes y sis­te­mas de creen­cias del indi­vi­duo” (p. 291). En este sen­ti­do, para tener un regis­tro de expe­rien­cia en algu­nas de las dimen­sio­nes de la exclu­sión y posi­cio­nar­se den­tro de una jerar­quía social, es nece­sa­rio que el indi­vi­duo reco­noz­ca en un pri­mer momen­to el espa­cio, y sobre todo a qué gru­po per­te­ne­ce (Dubet, 2006).

La inter­ac­ción entre dife­ren­cias de valor de ori­gen social y mecá­ni­ca cog­nos­ci­ti­va de la cate­go­ri­za­ción son impor­tan­tes para la divi­sión social entre noso­tros (endo­gru­po) y los demás con quien se tie­ne con­tac­to (exogru­po); es decir, en todas las cate­go­ri­za­cio­nes en las que se hacen dis­tin­cio­nes entre el pro­pio gru­po y aque­llos con las que aquél com­pa­ra o con­tras­ta, simul­tá­nea­men­te, impli­ca su posi­cio­na­mien­to con res­pec­to de otras agru­pa­cio­nes. En este pro­ce­so, se asig­nan tam­bién una serie de sig­ni­fi­ca­cio­nes valo­ra­ti­vas y emo­cio­na­les aso­cia­das a la per­te­nen­cia, lo cual se vin­cu­la con el auto­con­cep­to del indi­vi­duo, par­te que cons­ti­tu­ye su iden­ti­dad social (Taj­fel, 1984).

La impor­tan­cia sub­je­ti­va de la per­te­ne­cía del indi­vi­duo a un gru­po estri­ba en que estos tie­nen efec­tos sobre sus accio­nes, inten­cio­nes y sis­te­ma de creen­cias (Taj­fel, 1984). Con tales pre­mi­sas y pro­fun­di­zan­do en la visión de Teza­nos, que con­si­de­ra a la exclu­sión social como pade­ci­da, aquí se alu­de a un carác­ter más proac­ti­vo, en el cual el indi­vi­duo tie­ne un pro­ce­sa­mien­to de cate­go­ri­za­ción social y él mis­mo eli­ge (o no) los regis­tros de des­igual­dad y exclu­sión social. La cate­go­ri­za­ción social ayu­da a orien­tar, crear y defi­nir el pues­to del indi­vi­duo en la socie­dad. Al tener dicho reco­no­ci­mien­to de la iden­ti­dad en tér­mi­nos socia­les, se pue­den seguir varias con­se­cuen­cias por par­te del indi­vi­duo, siguien­do de nue­vo a Taj­fel (ídem., p. 295), el indi­vi­duo de acuer­do con su iden­ti­dad y el pro­ce­so de cate­go­ri­za­ción y com­pa­ra­ción social ten­de­rá a:

  1. Per­ma­ne­cer a un gru­po si éste con­tri­bu­ye a estos posi­ti­vos de su iden­ti­dad social.
  2. Si el gru­po no satis­fa­ce los reque­ri­mien­tos de una iden­ti­dad posi­ti­va, el indi­vi­duo ten­de­rá a aban­do­nar­lo a no ser que 1) sea impo­si­ble el aban­dono por razo­nes obje­ti­vas o 2) entre en con­flic­to con valo­res que en sí mis­mo son una par­te impor­tan­te de su auto­ima­gen acep­ta­ble.
  3. Si el aban­dono del gru­po pre­sen­ta difi­cul­ta­des, se podrían dar dos solu­cio­nes: 1) cam­biar la inter­pre­ta­ción o jus­ti­fi­car los atri­bu­tos del gru­po (esta­tus bajo) o 2) acep­tar la situa­ción y com­pro­me­ter­se en una acción social que cam­bia­rá la situa­ción en un sen­ti­do desea­do. En este aspec­to, pue­de ser a tra­vés de la movi­li­dad social (indi­vi­dua­lis­ta) o inten­tan­do modi­fi­car las ins­ti­tu­cio­nes con un cam­bio social (colec­ti­vo).
  4. Nin­gún gru­po vive ais­la­do: todos los gru­pos en la socie­dad se rela­cio­nan e inter­ac­túan con otros gru­pos. Por ello, los aspec­tos posi­ti­vos de la iden­ti­dad social y la rein­ter­pre­ta­ción de los atri­bu­tos y el com­pro­me­ter­se en la acción social solo adquie­ren sig­ni­fi­ca­do con rela­ción a, o en com­pa­ra­ción con, otros gru­pos.

Las eva­lua­cio­nes que hace el indi­vi­duo pue­den tener como cri­te­rio la obje­ti­vi­dad, deri­va­das de un con­sen­so social, pero tam­bién ten­drán gran vali­dez cuan­do hace esta eva­lua­ción con medios obje­ti­vos no socia­les; por tan­to, la reali­dad social pue­de ser tan obje­ti­va como lo es la reali­dad no social. Por con­si­guien­te, la iden­ti­dad social de un indi­vi­duo jun­to con la sig­ni­fi­ca­ción y la valo­ra­ción que él hace de dichas per­te­nen­cias está defi­ni­da por medio de la cate­go­ri­za­ción social que seg­men­te el medioam­bien­te social de un indi­vi­duo en su pro­pio gru­po o gru­pos.

En sín­te­sis, los indi­vi­duos inser­tos en algún gru­po social se ven influi­dos por su con­tex­to y ambien­te inme­dia­tos, como la fami­lia, gru­po de pares y la socie­dad. Sin embar­go, tam­bién se pre­sen­tan pro­ce­sos indi­vi­dua­les que, en con­jun­ción con los psi­co­so­cia­les, con­for­man no solo su iden­ti­dad, sino tam­bién su per­cep­ción sobre el mun­do, su sis­te­ma de creen­cias e inclu­so qué prác­ti­cas socia­les le están per­mi­ti­das y bajo qué con­di­cio­nes. Por lo que, ya sea con un carác­ter estruc­tu­ral (obje­ti­vo) o indi­vi­dual (sub­je­ti­vo), los meca­nis­mos de estra­ti­fi­ca­ción social y de exclu­sión a tra­vés de cie­rres o de mane­ra volun­ta­ria, están influ­yen­do de mane­ra nega­ti­va en la par­ti­ci­pa­ción social acti­va. En algu­nos casos, gene­ran frag­men­ta­ción social, vio­len­cia, omi­sión o nega­ción de dere­chos huma­nos, entre otros, den­tro de un esque­ma social estra­ti­fi­ca­do en don­de las des­igual­da­des socia­les cre­cen y se gene­ran espa­cios de exclu­sión.

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Notas

1. Correo elec­tró­ni­co: ma.tellezrojas@gmail.com

2. Correo elec­tró­ni­co: isaacmp@msn.com

3. Correo elec­tró­ni­co: arianna_alvarez@outlook.es

AGRADECIMIENTO: Este tra­ba­jo con­tó con el apo­yo de CONACyT, como un pro­duc­to del pro­yec­to “Des­igual­dad y exclu­sión social: fac­to­res rela­cio­na­dos con la vio­len­cia y la delin­cuen­cia en jóve­nes del Dis­tri­to Fede­ral, Esta­do de Méxi­co y More­los”, con el núme­ro 240230 a car­go del Dr. Ser­gio Zer­me­ño y Gar­cía Gra­na­dos Inves­ti­ga­dor titu­lar del IIS-UNAM y coor­di­na­dor del pro­gra­ma “Méxi­co: las regio­nes socia­les en el siglo XXI (Pro-regio­nes).

4. Los exclui­dos: un fran­cés de cada diez.

5. Para 2018 el sala­rio míni­mo de la Ciu­dad de Méxi­co es de 83.36 Pesos. Para con­sul­ta de sala­rios míni­mos, se encuen­tra está dis­po­ni­ble en: https://​sala​rio​mi​ni​mo2018​me​xi​co​.com/