Estilos parentales y acoso escolar en una muestra de niños de primaria
Paola Nallely Rodríguez Sánchez1, Juan Carlos Mazón2
Universidad Justo Sierra
Resumen
Este artículo tiene como objetivo evaluar la relación entre los estilos parentales, el nivel y la participación en el acoso escolar. Se evaluaron mediante el Cuestionario de Conductas Escolares Agresivas (Mazón y Estrada, 2013) y el Cuestionario de Estilos Parentales (Andrade-Palos y Betancourt-Ocampo, 2008). La muestra estuvo conformada por 155 estudiantes de entre 9 y 12 años pertenecientes de una primaría pública de la Ciudad de México. Los resultados obtenidos muestran diferencias en los estilos de crianza y el rol de participación en el acoso escolar (víctima, agresor, espectador). Los niños víctimas mostraban una relación negativa con sus madres, y negativas con sus padres. En contraste, los agresores tenían una mejor relación con su madre. Se analiza la importancia de la crianza en la prevención del acoso escolar, y la importancia de contar con prácticas que promuevan autonomía, seguridad, disciplina y límites en los niños.
Palabras Clave: Estilos parentales, Primaria, Acoso escolar, Familia.
Abstract
The objective of this paper is to evaluate the relationship between the parenting styles and the participation in bullying. It was used the Questionnaire of School Aggressive Behaviors (Mazón y Estrada, 2013) and the Parenting Styles Test (Andrade-Palos y Betancourt-Ocampo, 2008). The sample was composed by 155 students (9 to 12 years old) from a public elementary school of Mexico City. The results obtained show differences in parenting styles and the role of participation in bullying (victim, aggressor, spectator). Child victims showed a negative relationship with their mothers, and negative with their parents. In contrast, the aggressors had a better relationship with their mother. The importance of parenting in the prevention of school bullying was analyzed. So the importance of having practices that promote autonomy, safety, discipline and setting limits in children was discussed.
Keywords: Parenting styles, Elementary school, Bullying, Family.
Introducción
El primer estudio a nivel mundial sobre acoso escolar fue publicado en 1973 en Escandinavia; para 1978 apareció el primer estudio en Estados Unidos (Pizarro, 2012). En nuestro país, los primeros estudios sobre acoso escolar datan del 2009 (Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género [CEAMEG], 2011).
En México, algunos estudios han señalado que cerca del 90% de la comunidad educativa han participado en algún rol de acoso escolar (como víctima, agresor o espectador) (SEDF, 2008), mientras que otros estudios ubican este porcentaje en un nivel mucho menor, cercano al 20% o 30% (CEAMEG, 2011). Delgado-Luna, Chávez-Hernández, Rodríguez-Huerta, Macías-García y Klein-García (2017) encontraron que 2 de cada 10 alumnos participan como agresores y 3 de cada 10, como víctimas, lo que indicaría que alrededor de la mitad de los niños están implicados en algún rol de acoso escolar. Sin embargo, otros estudios han reportado una incidencia menor, cercana al 12% (Mendoza, 2017).
El estudio sistemático del acoso escolar data de los años setenta, momento en el que se centraba únicamente en las conductas de maltrato físico. En la década de los ochenta se empiezan a estudiar las conductas de maltrato verbal; a finales del siglo XX también se estudian las conductas de exclusión social como una forma de violencia (Bisquerra, 2014).
El acoso escolar puede ocurrir en cualquier lugar donde conviven niños, niñas y jóvenes: los centros deportivos, la casa, el conjunto habitacional, la calle. En la escuela se presenta con mayor frecuencia ya que es el lugar donde los niños pasan más tiempo. Las agresiones suelen ocurrir en los espacios en que no hay adultos presentes (patios, baños). También llegan a manifestarse en los salones de clase cuando el profesor no está presente o no está poniendo atención (Cobo y Tello, 2014).
El acoso escolar incluye una serie de acciones y agresiones en las que un niño o varios agreden o intimidan a otro niño o a varios. Estas agresiones no ocurren en un sólo momento, sino que suelen presentarse por cierto tiempo de manera reiterativa. En el acoso escolar existe un desequilibrio de poder entre agresor y la víctima. A veces el agresor o agresora tiene más fuerza física, ejerce un mayor poder en todo el grupo o tiene la habilidad de hacer que sus agresiones sean encubiertas (Sullivan, Cleary y Sullivan, 2005).
Como consecuencia de las agresiones, los niños víctimas suelen mostrar efectos a nivel psicológico o incluso físico (Sullivan, Cleary y Sullivan, 2005). Por consiguiente, el acoso escolar influye principalmente en el área educativa y social, repercutiendo en el desarrollo y bienestar de niñas, niños, adolescentes y jóvenes estudiantes. Dicho acto de agresión es considerado una violación hacia los derechos de las niñas, niños y adolescentes (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF], 2014).
Las prácticas parentales podrían estar relacionados con el acoso escolar ejercido o recibido por los niños en la escuela. Los padres establecen estilos de crianza que les permiten a los hijos obtener una dependencia o autonomía en las primeras etapas del desarrollo. Esto promueve un mejor funcionamiento social y moral, así como un desempeño académico más alto (Bornstein y Bornstein 2010).
La familia es fundamental para el desarrollo y el aprendizaje de los niños. La crianza se asocia con diversas influencias sociales y culturales. Asimismo, el proporcionar apoyo, cuidado, amor, orientación y protección resulta fundamental, ya que todas estas son condiciones necesarias para establecer un desarrollo físico, mental y social saludable (Organización para la Cooperación y el Desarrollo [OCDE], 2017).
Los estilos educativos son normas y estrategias que permiten moderar la conducta de los hijos y trasmitirles valores conforme a su entorno sociocultural y familiar (Castejón, González, Guilar y Miñano, 2010). Los estilos parentales se relacionan con el clima familiar y la relación entre padres e hijos (Llanovona y Méndez, 2012). La práctica parental se define como las pautas educativas que son implementadas por los padres durante el proceso de crianza y de socialización que se dan dentro del hogar (Delgado-Luna et al., 2017).
Tradicionalmente, se han identificado cuatro estilos parentales (Baumrind, 1966). En el estilo autoritario los padres procuran formar, controlar y evaluar las conductas y actitudes de sus hijos de acuerdo con sus propias normas; valoran la obediencia y están a favor del castigo, suelen tomar medidas coercitivas cuando sus hijos entran en conflicto con ellos. Los padres permisivos suelen establecer límites y reglas muy holgados, le otorgan demasiado poder y autonomía a sus hijos, e incluso les permiten tomar muchas de las decisiones que involucran a toda la familia. Por su parte, los padres democráticos o autoritativos suelen establecer reglas y normas claras, usando el diálogo y la negociación con sus hijos, sin usar los castigos. Finalmente, los padres negligentes, no establecen reglas ni límites claros y tampoco se involucran emocionalmente en la crianza de su hijos.
Otro aspecto de comparación importante es el tipo de apego que los niños establecen durante la infancia. Delgado-Luna et al., (2017) señalan que el apego inseguro se asocia a mayores conflictos familiares, así como a problemas de conducta y agresividad en la escuela.
Delgado-Luna et al. (2017) realizaron una investigación cuyo objetivo fue analizar la relación entre la percepción de estudiantes sobre su crianza parental y el rol que ocupaban en el maltrato escolar entre pares. La muestra estuvo conformada por 476 estudiantes mexicanos de secundaria. Los participantes contestaron cuestionarios sobre su participación en acoso escolar y la crianza ejercida por sus padres. Sus resultados mostraron que un alto porcentaje de niños involucrados en algún rol de acoso escolar (especialmente como agresor o como víctima) mostraban una crianza deficiente. Sin embargo, aquellos con padres sobreprotectores representaban un mayor porcentaje, especialmente para el caso de las víctimas.
Por otro lado, Mendoza (2017) analizó las diferencias entre grupos de alumnos que participan en el acoso escolar en función de las prácticas de crianza que reciben de sus padres. La muestra estuvo conformada por 557 alumnos (media: 11.4 años) de cinco escuelas de educación básica del Estado de México. Los participantes contestaron un cuestionario sobre su participación en el acoso escolar y la disciplina que ejercen sus padres. Los resultados indicaron un mayor uso de prácticas de crianza poco efectivas (sobreprotección y uso de agresión física, psicológica) en aquellos alumnos que ejercían el doble rol de víctima/agresor. Con respecto al rol de víctima, se caracteriza por el empleo de la combinación de prácticas de crianza poco efectivas (sobreprotección y uso de agresión física, psicológica) y crianza positiva (explicar/enseñar el comportamiento adecuada).
En el estudio no se hallaron datos sobre el rol de agresor; sin embargo, la autora señala que en otros estudios este rol se ha asociado con altos niveles de negligencia y maltrato físico de parte de los padres.
En otro estudio Morales, Félix, Rosas, López y Nieto (2015) evaluaron las técnicas de crianza utilizadas por padres de niños agresivos y de niños con comportamiento negativista desafiante. La muestra estuvo compuesta por 300 padres de familia de 18 entidades de la República Mexicana. Se les pidió que indicaran los principales problemas de conducta que mostraban sus hijos y las técnicas empleadas para manejar conductas negativas de los pequeños. Los resultados indicaron que los padres utilizaban con mucha frecuencia prácticas de baja efectividad (uso de castigos, entrega de premios, y establecimiento de normas y límites poco claros). En contraste, el uso de prácticas efectivas (ignorar la conducta, uso de elogios ante la obediencia) mostraron poca frecuencia. Adicionalmente, se encontró que las prácticas positivas estaban asociadas a un menor índice de conductas agresivas y desafiantes de los niños.
Otro estudio realizado en España por Raya, Pino y Herruzo (2009) buscó analizar la relación entre la agresividad y el estilo de crianza en una muestra de 338 niños (entre 3 y 14 años). Los participantes respondieron un cuestionario acerca de las conductas escolares y la crianza con respecto a sus padres y madres. Los autores identificaron que altos niveles de autonomía de la madre, falta de compromiso del padre, poca satisfacción con la crianza y poca disciplina influyen significativamente en el nivel de agresividad de los niños.
Gómez-Ortiz, Del Rey, Romera y Ortega-Ruiz, (2015), realizaron un estudio con el objetivo de identificar la relación entre los estilos materno y paterno, mediante la resiliencia, el apego y la implicación en acoso escolar, con una muestra compuesta por 626 estudiantes españoles (entre 12 y 18 años). Los participantes contestaron cuestionarios sobre acoso escolar y estilos educativos de sus padres. Los adolescentes cuyos padres tenían un estilo democrático, solían mostrar una mayor resiliencia y apego seguro, además de que reportaban menores niveles de agresión, victimización y apego desorganizado.
De la Torre-Cruz, García-Linares y Casanova-Arias, (2014), establecieron como objetivo analizar la relación en una muestra de adolescentes entre la percepción del estilo educativo y el nivel de agresividad hacia sus iguales. Su muestra se conformó de 886 estudiantes españoles (entre 12 y 16 años). Los participantes señalaron la frecuencia de conductas agresivas escolares y su percepción sobre la disciplina ejercida por sus padres. Los resultados obtenidos indicaron una asociación entre los estilos negligente y autoritario y el nivel de agresividad de los chicos, siendo el estilo autoritario aquel que se relacionó en mayor medida con la agresión. En contraste, los padres democráticos y permisivos mostraron menores índices de agresividad física.
Asimismo, León del Barco, Felipe-Castaño, Polo del Río y Fajardo-Bullón (2015) realizaron una investigación en una muestra de 700 estudiantes españoles (media 13.98 años) con el objetivo de determinar las relaciones entre perfiles de victimización y agresión implicados en la dinámica de acoso escolar y la aceptación-rechazo percibida de parte de los padres. Se observó que los estilos parentales caracterizados por el rechazo y la aversión están relacionados con problemas conductuales de agresividad, hostilidad y delincuencia, mientras que el afecto y comunicación se relaciona con el perfil de victimización.
Finalmente, Senabre, Ruiz y Murgui (2012) realizaron una investigación en España con el objetivo de analizar la relación entre los estilos educativos paternos y el comportamiento agresivo en adolescentes, con una muestra de 771 adolescentes (11 a 17 años). Se solicitó a los participantes responder un cuestionario sobre prácticas de crianza en su familia y de conductas violentas en la escuela. El estilo educativo autoritativo se relacionó con altos niveles de afecto y comunicación. Los menores con padres con este estilo educativo mostraron menores niveles participación en conductas violentas.
Después de revisar estas investigaciones, se puede apuntar que en la medida en la que existan límites claros y expresión de afecto (estilo democrático/autoritativo) de parte de los padres, el nivel de acoso escolar suele ser menor (Senabre, Ruiz y Murgui, 2012). En contraste, cuando el nivel de rechazo o de agresión es alto por parte de los padres, el nivel de violencia y acoso escolar suele ser más alto (León del Barco et al., 2015; Morales et al., 2015). Sin embargo, algunos estudios han señalado que prácticas parentales democráticas pueden estar relacionadas con una participación de los niños en el rol de víctimas, sobre todo en estudios realizados en México (León del Barco et al., 2015; Mendoza 2017).
La mayoría de estos estudios han sido realizados con estudiantes de secundaria y poco se conoce sobre la situación de niños más pequeños. Para mejorar sobre estos dos aspectos, el objetivo del presente estudio fue evaluar la relación entre los estilos parentales, el nivel y la participación en el acoso escolar en niños de entre 9 y 12 años.
Método
Participantes
La muestra total estuvo conformada por 155 sujetos (73 niños y 81 niñas) de entre 9 y 12 años (media=10.57 años). Los estudiantes pertenecían a una escuela primaria pública de la zona norte de la Ciudad de México, y eran de los grupos de tercero, cuarto, quinto y sexto.
Instrumentos
Para la evaluación se aplicaron los siguientes instrumentos:
a) El Cuestionario de Conductas Escolares Agresivas (Mazón y Estrada, 2013; Mazón, 2012): se compone de un total de 24 reactivos triples, lo cuales miden cinco tipos de violencia relacionada al acoso escolar: a.- coerción y peleas [α= .69 a .80]; b.- violencia verbal [α= .79 a .83]; c.-violencia física [α= .74 a .75]; d.- daños a la propiedad [α= .54 a .74] y e.- violencia relacional [α= .62 a .66]. En cada reactivo, se indican conductas negativas (como insultos, golpes, groserías), y los participantes deben indicar con qué frecuencia ven que ocurren en el salón (rol de espectador), reciben dichas conductas (rol de víctima) y ellos mismas las realizan (rol de agresor). Se utiliza una escala tipo Likert de cinco niveles (1= nunca, 5= siempre). El cuestionario cuenta con elementos gráficos que facilitan la respuesta de niños de 9 a 12 años.
b) Escala Prácticas Parentales para adolescentes PP‑A (Andrade-Palos y Betancourt-Ocampo, 2008). La escala original incluye 4 factores para medir la práctica paterna (a.-comunicación [α= .97], b.- autonomía [α= .98], c.- imposición [α= .90] y d.- control psicológico [α= .90]) y 5 factores para la práctica materna (a.-comunicación [α= .92], b.- autonomía [α= .86], c.- imposición [α= .81], d.- control psicológico [α= .80] y control conductual [α= .84]. Para la presente investigación se eliminaron algunos reactivos por no ser relevantes para la edad de los participantes. De esta forma, solo se incluyeron 26 para evaluar a la madre y 24 para el padre. El cuestionario cuenta con una escala tipo Likert de cuatro niveles (1= nunca, 4= siempre).
Procedimiento
En primera instancia se obtuvo la autorización de la institución para la realización de la investigación. De esta forma se pudieron dar formatos de consentimiento informado a los padres de los niños participantes, en los cuales se les explicó el objetivo del estudio, además de que se aseguró la total confidencialidad de los datos arrojados. Dichos formatos fueron proporcionados durante las juntas de padres de familia. La aplicación fue llevada a cabo durante el horario escolar y se realizó de manera grupal. Tuvo una duración aproximada de 40 minutos.
Resultados
Para el análisis de datos del presente estudio, inicialmente se llevaron a cabo acciones para identificar la proporción de estudiantes involucrados en los diferentes roles de acoso escolar. El cuestionario utilizado mide la frecuencia de conductas agresivas como espectador, víctima y agresor. Para colocara los niños en cada rol, se utilizaron las medias reportadas en el estudio original donde se construyó el cuestionario (Mazón, 2012). Con este criterio se identificaron a niños que potencialmente podían estar en el rol de víctimas, agresores, espectadores y víctimas-agresores (cuando puntuaban alto en ambas escalas). También se calcularon las medias totales para cada una de las escalas de acoso escolar. Para todos estos datos, se buscaron diferencias entre niñas y niños. Todos estos datos se muestran en la Tabla 1.
Tabla 1. Cantidad de niños involucrados en roles de acoso escolar y medias totales de las tres escalas.
Roles |
Total f(%) |
Niños n(%) |
Niñas n(%) |
Sólo víctima |
13(8) |
2(3) |
10(12) |
Sólo agresor(a) |
7(5) |
3 (4) |
4(5) |
Víctima/agresor(a) |
29(19) |
14(19) |
15(19) |
Sólo espectador |
5(3) |
5(7) |
- |
No involucrado Total |
101(65) 155 |
49 (67) 73 |
52(64) 81 |
Medias totales para cada una de las escalas. |
|||
Media |
Niños |
Niñas |
|
Espectador(a) |
1.90 |
1.89 |
1.91 |
Víctima |
1.62 |
1.58 |
1.65 |
Agresor(a) |
1.40 |
1.41 |
1.40 |
Aproximadamente el 35% de los niños están involucrados en algún rol de acoso escolar, siendo los niños víctimas/agresores(as) los que ocupan la mayor proporción. Las niñas se identifican en mayor medida en el rol de víctima; sin embargo, no existen diferencias en el rol de víctima/agresor(a). Llama la atención que muy pocos niños se identificaran sólo en el rol de espectador. Esto se debe a que muchos de los niños clasificados como víctimas puntuaban alto en la escala de espectador; sin embargo, se les clasificó como víctimas.
Con respecto a las medias totales, se puede observar que existió una media más alta para la escala de espectador(a), después para víctima, y en menor medida para agresor(a). No se pudieron hallar diferencias estadísticamente significativas entre niños y niñas.
Para llevar a cabo el contraste entre acoso escolar y prácticas de crianza, se calcularon las medias que los niños de cada rol mostraban según los factores del cuestionario de prácticas parentales. Los datos se muestran en la Tabla 2. Con respecto a los niños clasificados como víctimas muestran niveles altos de autonomía y comunicación paterna y relativamente bajos de autonomía y comunicación materna; sin embargo no se hallaron diferencias significativas a este respecto. Estos niños reportan mayores niveles de imposición y control psicológico por parte de la madre; factores para los cuales sí existieron diferencias (f(4,150)=1.423, p=.005).
Para el caso de los agresores, parecieran tener una más baja comunicación y autonomía de parte del padre, en contraste de una mayor comunicación y autonomía de parte de la madre.
Los niños víctima/agresor muestran en general un mayor control psicológico de parte del padre, especialmente comparándolos con niños no involucrados. Cabe destacar que los niños no involucrados perciben un menor control psicológico e imposición de ambos padres, aunque en este campo no existieron diferencias significativas. Todas las medias se pueden apreciar en la Tabla 2.
Tabla 2. Medias observadas para cada uno de los roles de participación
Padre |
Sólo víctima |
Sólo agresor(a) |
Víctima/ agresor(a) |
Sólo espectador |
No involucrados |
Comunicación |
3.13 |
2.75 |
2.96 |
2.38 |
2.96 |
Autonomía |
3.27 |
2.93 |
3.13 |
2.70 |
3.20 |
Imposición |
1.85 |
1.89 |
1.84 |
1.85 |
1.64 |
Control Psicológico |
1.35 |
1.45 |
1.53 |
1.28 |
1.23 |
Madre |
|||||
Comunicación |
2.90 |
3.39 |
3.23 |
3.17 |
3.29 |
Autonomía |
2.40 |
2.95 |
2.79 |
2.40 |
2.81 |
Imposición |
2.69 |
2.29 |
2.17 |
1.80 |
2.04 |
Control Psicológico |
1.95 |
1.75 |
1.75 |
1.68 |
1.44 |
Control conductual |
2.94 |
2.93 |
2.92 |
2.85 |
3.10 |
Finalmente se calcularon correlaciones entre los totales de las variables evaluadas. Los coeficientes de correlación se muestran en la Tabla 3. Se hallaron relaciones positivas entre el control psicológico paterno y los tres indicadores de acoso escolar. Además, el nivel de imposición paterna se relacionó con el nivel de agresión reportada como víctima y como agresor(a). De parte de la madre existió una relación entre el control psicológico materno y el nivel de agresión reportada como espectador(a) y víctima. Adicionalmente, existió una relación negativa entre la comunicación y la autonomía de la madre y las agresiones reportadas como víctima.
Tabla 3. Coeficientes de correlación entre las escalas de prácticas parentales y las escalas de acoso escolar
Espectador |
Víctima |
Agresor(a) |
|
Comunicación Paterna |
-0.019 |
-0.011 |
-0.03 |
Autonomía Paterna |
0.011 |
-0.043 |
-0.036 |
Imposición Paterna |
0.118 |
.169* |
.174* |
Control Psicológico Paterno |
.205* |
.181* |
.166* |
Comunicación Materna |
-0.091 |
-.173* |
-0.002 |
Autonomía Materna |
-0.108 |
-.163* |
0.031 |
Imposición Materna |
0.131 |
0.136 |
0.033 |
Control Psicológico Materno |
.246** |
.308** |
0.145 |
Control Conductual Materno |
-0.079 |
-0.117 |
-0.065 |
Discusión
El objetivo de esta investigación fue evaluar la relación entre los estilos parentales con el nivel y la participación en el acoso escolar. Para ello se aplicaron cuestionarios de acoso escolar y estilos parentales en una muestra de niños de primaria.
El cuestionario permitió identificar que alrededor del 35% de los niños participantes estaban involucrados en un rol de acoso escolar. Esta cifra se encuentra en un término medio entre el 12% que reporta Mendoza (2017) y el 50% que reportan Delgado-Luna et al. (2017), quienes han realizado estudios sobre acoso escolar con población similar a la nuestra. Quizá esta situación se deba a que el acoso escolar obedece a condiciones socio-ambientales que suelen ser muy particulares de cada una de las escuelas y los ecosistemas sociales que hay en ellas (Mazón y Estrada, 2013).
En el presente estudio, los niños que se ubicaban en el papel de víctimas solían mostrar una mayor autonomía y comunicación de parte del padre, pero menor autonomía y comunicación de parte de la madre. Un par de estudios han reportado una relación entre el nivel de afecto y comunicación parental y estar en el rol de víctima (León del Barco et al., 2015; Mendoza, 2017).
Esta situación se cumple exclusivamente en relación con el padre, lo que refleja que puede existir una relación diferencial con respecto a ambos padres. Ante la carencia de afecto de parte de la madre, los niños suelen evaluar más positivamente su relación con el padre. Por otra parte, estos niños reportaron una mayor imposición y control psicológico de parte de la madre. Esto es coherente con estudios previos que han asociado la sobreprotección con un mayor nivel de victimización (Delgado-Luna et al., 2017; Mendoza, 2017). La sobreprotección y el control puede provocar que los niños no desarrollen suficientes habilidades de autonomía para establecer límites con sus compañeros y de esta forma disminuir las agresiones hacia ellos.
En contraste, los agresores mostraban una situación contraria: tenían menor comunicación y autonomía de parte del padre, y una mayor comunicación y autonomía de parte de la madre. En la literatura, la agresión ha sido asociada a la falta de establecimiento de límites claros (Morales et al., 2015). Los datos de nuestro estudio revelan un posible desequilibrio entre el rol ejercido por ambos padres. Mientras que la figura del padre se revela como más negativa, la de la madre es más positiva. En la teoría del apego, el padre se identifica como la figura clave encargada de establecer disciplina y límites durante la crianza de los hijos (Paquette, 2004). Este desequilibrio entre ambos padres ha sido documentado en otros estudios que identifican que en familias donde la distribución de poder entre papá y mamá favorece al primero (siendo la mamá casi siempre la que tiene menos poder), suelen tener hijos más involucrados en algún rol del acoso escolar (Cenkseven, Onder y Yurtal, 2008).
Los resultados deben analizarse según el rol. De acuerdo con la investigación, los resultados indican una mejor comunicación y autonomía por parte del padre mientras que la madre muestra menor comunicación y autonomía. En comparación con el perfil de víctima/agresor se puede identificar un mayor control psicológico ejercido por ambos padres. El perfil de agresor es caracterizado por una menor comunicación y autonomía con respecto al padre.
Conclusiones
Los datos del presente estudio revelan una relación importante entre las prácticas de crianza, los estilos parentales y el acoso escolar. A nivel general, se observaron resultados similares a investigaciones previas. Los niños víctimas reportaban tener madres que brindaban menos apoyo afecto y autonomía, y se caracterizaban por ser más controladoras. Este grupo de niños mostraban tener una mejor relación con su padre. En contraste los niños agresores solían tener una mejor relación con la madre, y una relación con el padre más negativa; dichos niños recibían una mayor autonomía de parte de la madre. Estos datos revelan que es importante promover mejores prácticas de crianza para disminuir el acoso escolar en la escuela. Pero además de brindar una paternidad basada en el amor, la autonomía y la comunicación, es importante también promover una mayor seguridad en los niños, así como también eficientes mecanismos de establecimiento de disciplina y límites.
Referencias
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