El Método filosófico de la Diferencia y la psicología científica Descargar este archivo (El método filosófico de la diferencia.pdf)

Rubén González Vera1, Norma Leticia Cabrera Fermoso2, Herminia Mendoza Mendoza3, Roberto Arzate Robledo4

UNAM, FES IZTACALA

Resumen

El pre­sen­te tra­ba­jo tie­ne como obje­ti­vo ana­li­zar de for­ma gene­ral el dile­ma moder­ni­dad ver­sus pos­mo­der­ni­dad, don­de se dis­cu­te que no sólo se nece­si­ta la for­mu­la­ción de con­cep­tos y cate­go­rías para el estu­dio orde­na­do del cono­ci­mien­to, sino que se requie­re de la expli­ca­ción de cómo estos cono­ci­mien­tos se rela­cio­nan direc­ta­men­te con la vida social y cul­tu­ral, así como el impac­to en los méto­dos de la psi­co­lo­gía; par­ti­cu­lar­men­te, se exa­mi­na la influen­cia del mar­co de la filo­so­fía de la dife­ren­cia, con el fin de seña­lar que des­de esta pers­pec­ti­va se enfa­ti­za la tarea de crear nue­vas posi­bi­li­da­des de lec­tu­ra y de inter­pre­ta­ción a los pro­ble­mas, en la posi­bi­li­dad de un nue­vo queha­cer de inter­pre­ta­ción en la Psi­co­lo­gía. Se tra­ta con los ele­men­tos que apor­ta esta filo­so­fía, como son: decons­truc­ción, lec­tu­ra y escri­tu­ra, en la inter­pre­ta­ción de nue­vos rum­bos de tra­ba­jo con­cep­tual en la Psi­co­lo­gía con­duc­tual que ha esta­do fun­da­men­ta­da en el posi­ti­vis­mo.

Pala­bras cla­ve: Moder­ni­dad y pos­mo­der­ni­dad, filo­so­fía de la dife­ren­cia, méto­do, Psi­co­lo­gía.

Abstract

This paper aims, analy­ze ove­rall moder­nity ver­sus Post­mo­der­nity dilem­ma, whe­re it is dis­cus­sed that he is nee­ded not only the for­mu­la­tion of con­cepts and cate­go­ries for the orderly study of know­led­ge, but it is requi­red of the expla­na­tion of how this know­led­ge is directly lin­ked to the social and cul­tu­ral life, as well as the impact on the methods of psy­cho­logy; in par­ti­cu­lar, exa­mi­ned the influen­ce of the con­text of the phi­lo­sophy of dif­fe­ren­ce, in order to point out that this pers­pec­ti­ve is empha­si­zed the task of crea­ting new pos­si­bi­li­ties of reading and inter­pre­ta­tion pro­blems, the pos­si­bi­lity of a new work of inter­pre­ta­tion in psy­cho­logy. Rehear­ses with the ele­ment that bring this phi­lo­sophy, such as: decons­truc­tion, reading and wri­ting, in the inter­pre­ta­tion of new direc­tions of con­cep­tual work in psy­cho­logy beha­vio­ral which has been based on posi­ti­vism.

Key words: Moder­nity and Post­mo­der­nity, the dif­fe­ren­ces phi­lo­sophy, method and Psy­cho­logy.

Planteamiento general acerca de la modernidad y la posmodernidad

En la déca­da de los ochen­ta sur­ge el movi­mien­to de la con­di­ción pos­mo­der­na en las artes, las cien­cias socia­les y la lite­ra­tu­ra como reac­ción con­tra la moder­ni­dad, cues­tio­nan­do la sos­te­ni­bi­li­dad de la razón en la explo­ra­ción de nue­vos cau­ces de desa­rro­llo humano, social y su capa­ci­dad para expli­car los futu­ros pro­ble­mas. Los dis­cur­sos del pos­es­truc­tu­ra­lis­mo fran­cés de Fou­cault, Derri­da, Deleu­ze y Lyo­tard, la teo­ría crí­ti­ca ale­ma­na y la lite­ra­tu­ra artís­ti­ca ame­ri­ca­na, influ­ye­ron en el pen­sa­mien­to pos­mo­derno. His­tó­ri­ca­men­te estu­vo de moda en los años sesen­ta la dis­cu­sión sobre el posi­ti­vis­mo con Pop­per y Adorno a par­tir de la cual se escri­bie­ron varios ensa­yos; en los seten­ta, la teo­ría crí­ti­ca de Haber­mas y la her­me­néu­ti­ca de Gada­mer; mien­tras que en los ochen­ta comen­zó el aná­li­sis refe­ren­te a la con­di­ción pos­mo­der­na.

Pico (1998) men­cio­na que algu­nos deba­tes acer­ca de la moder­ni­dad, los cua­les cues­tio­nan la insos­te­ni­bi­li­dad de la razón, son los siguien­tes: 1) Los dis­cur­sos en las cien­cias socia­les des­de los años cin­cuen­ta se han repro­du­ci­do de tal mane­ra que han evi­ta­do ser atra­pa­dos por un rótu­lo común; en el arte, esta situa­ción ha ocu­rri­do infi­ni­ta­men­te, lo cual ha hecho más com­pli­ca­da la teo­ri­za­ción de ambos cono­ci­mien­tos; 2) Su desa­rro­llo como momen­to his­tó­ri­co habla de un pro­yec­to eman­ci­pa­dor de la socie­dad pro­ve­nien­te tan­to de una con­cep­ción bur­gue­sa-libe­ral como de una pro­le­ta­ria-mar­xis­ta, idea que ya no ope­ra hoy en día; 3) El irra­cio­na­lis­mo nietz­scheano se carac­te­ri­zó por cri­ti­car toda meta­fí­si­ca y visión glo­bal del mun­do, negan­do el reco­no­ci­mien­to de una racio­na­li­dad his­tó­ri­ca. Su apues­ta fue por la acen­tua­ción de las con­tra­dic­cio­nes de la razón ilus­tra­da y por la deca­den­cia de la moder­ni­dad como pen­sa­mien­to inte­gral, uni­fi­ca­dor, glo­ba­li­zan­te y racio­nal; 4) Como pen­sa­mien­to siem­pre se preo­cu­pó por el futu­ro, por el orden de las cosas, que asu­mi­ría lo bueno y ana­li­za­ría lo malo. Lo impor­tan­te ahí no era el pasa­do, sino la con­quis­ta del futu­ro, pero aho­ra la ópti­ca se ha inver­ti­do; 5) La cri­sis por la que atra­vie­sa impli­ca el cues­tio­na­mien­to de las teo­rías de la socie­dad y la cul­tu­ra, las cua­les han pues­to en duda la cul­tu­ra bur­gue­sa y la socie­dad capi­ta­lis­ta con base en la pers­pec­ti­va de racio­na­li­dad ilus­tra­da y utó­pi­ca.

Uno de los filó­so­fos que defien­den este pro­yec­to de la moder­ni­dad y que plan­tea nue­vas alter­na­ti­vas a sus ano­ma­lías es Haber­mas (1998); para este autor, la idea de ser moderno ins­pi­ra­do en la cien­cia, sig­ni­fi­có pen­sar en el pro­gre­so infi­ni­to del cono­ci­mien­to y en el avan­ce sin lími­te en lo social y lo moral; seña­la que lo típi­co de la moder­ni­dad es lo nue­vo, lo cual siem­pre será des­pla­za­do por un nue­vo esti­lo; el pro­yec­to de la moder­ni­dad for­mu­la­do en el siglo XVIII por los filó­so­fos de la ilus­tra­ción con­sis­tía en sus esfuer­zos por desa­rro­llar la cien­cia obje­ti­va, la mora­li­dad, la ley uni­ver­sal y el arte autó­no­mo de acuer­do con su lógi­ca inter­na. Para Haber­mas (1998) la moder­ni­dad es un pro­yec­to refle­xi­vo de racio­na­li­za­ción, que a par­tir de un pro­ce­so de recons­truc­ción se pue­den eli­mi­nar las pato­lo­gías ocu­rri­das en este perio­do. La auto­rre­fle­xión eman­ci­pa­do­ra que pro­po­ne es una recons­truc­ción racio­nal de las con­di­cio­nes uni­ver­sa­les del desa­rro­llo de la razón que se ven en los tra­ba­jos de Chomsky, Pia­get y Kohl­berg; asi­mis­mo, sos­tie­ne la racio­na­li­dad comu­ni­ca­ti­va fren­te a los que desean colap­sar la razón con la domi­na­ción, pen­san­do que dejan­do la razón se libe­ra­rán de la domi­na­ción.

Por su par­te Derri­da (1997) y Áva­los (2015), men­cio­nan que, para los pos­es­truc­tu­ra­lis­tas fran­ce­ses, Haber­mas sólo pro­po­ne una meta narra­ti­va mucho más gene­ral y abs­trac­ta que la de Marx y Freud. A dife­ren­cia del pen­sa­mien­to de la moder­ni­dad, la filo­so­fía pos­mo­der­na plan­tea la nece­si­dad de des­con­fiar del futu­ro y de dejar de creer en la revo­lu­ción y el pro­gre­so, para vivir en el aquí y en el aho­ra. Cam­bia su aten­ción de lo social a lo indi­vi­dual y sur­ge como una crí­ti­ca al dis­cur­so ilus­tra­do y su legi­ti­ma­ción uni­ver­sal, dudan­do de las alter­na­ti­vas, por­que ya han sur­gi­do nue­vos len­gua­jes y jue­gos de len­gua­je a par­tir de una hete­ro­ge­nei­dad de reglas.

Por su par­te, Pico (1998) men­cio­na que la pos­mo­der­ni­dad como cam­bio asu­me: 1) un des­pi­do a nivel onto­ló­gi­co de la filo­so­fía occi­den­tal, 2) un entre­te­ni­mien­to epis­te­mo­ló­gi­co con los frag­men­tos y las frac­tu­ras, y 3) una acep­ta­ción ideo­ló­gi­ca con las mino­rías en polí­ti­ca, len­gua­je, y demás acti­vi­da­des socia­les. Este pro­yec­to post­mo­derno está intere­sa­do por lo no resuel­to, por la caren­cia de lími­tes pre­ci­sos, los con­flic­tos resul­ta­dos de la infor­ma­ción incom­ple­ta, las catás­tro­fes y para­do­jas prag­má­ti­cas, ten­dien­do a mirar a lo dis­con­ti­nuo, a lo no rec­ti­fi­ca­ble y a lo para­dó­ji­co, como lo men­cio­na Derri­da (1975): “La creen­cia en una his­to­ria uni­ta­ria, diri­gi­da hacia un fin, ha sido sus­ti­tui­da por la per­tur­ba­do­ra expe­rien­cia de la mul­ti­pli­ca­ción inde­fi­ni­da de los sis­te­mas de valo­res y de los cri­te­rios de legi­ti­ma­ción” (p. 32). La actual cri­sis de valo­res ya no se pue­de lle­var al tri­bu­nal de la razón, debi­do a que ha des­apa­re­ci­do el con­cep­to de his­to­ria como pro­gre­so de la razón y trans­for­ma­ción social, y se ha con­ver­ti­do en un pre­sen­te cuya últi­ma fina­li­dad es su pro­pia repro­duc­ción. En este sen­ti­do, Derri­da (1997) con­si­de­ra que la pro­pues­ta de Haber­mas (1998) sobre la moder­ni­dad se pro­nun­cia como anti-moder­ni­dad, ya que va en con­tra de cual­quier meta narra­ti­va homo­ge­nei­za­do­ra y de ver­dad uni­for­me, basa­da en un dis­cur­so filo­só­fi­co glo­bal, como por ejem­plo la narra­ti­va del mar­xis­mo con su dis­cur­so sobre la eman­ci­pa­ción del pro­le­ta­ria­do.

Por su par­te, Áva­los (2015) men­cio­na que el desa­rro­llo de la pos­mo­der­ni­dad tie­ne como apo­yos de edi­fi­ca­ción: 1) el tex­tua­lis­mo de Derri­da que pone a la lite­ra­tu­ra en el cen­tro de la cul­tu­ra y con­ci­be a la cien­cia y a la filo­so­fía como géne­ros lite­ra­rios y 2) el dis­cur­so del saber y el poder de Fou­cault, pro­ve­nien­te de la meta­fí­si­ca nietz­schea­na de la volun­tad de poder, y que cual­quier aná­li­sis que se reali­ce se debe de tomar en cuen­ta en su edi­fi­ca­ción.

Por tan­to, para los intere­ses par­ti­cu­la­res de este tra­ba­jo, se tra­ta­rá de reto­mar las ideas ante­rio­res y desa­rro­llar de mane­ra gene­ral algu­nos plan­tea­mien­tos del pos­mo­der­nis­mo de Derri­da sobre la filo­so­fía de la dife­ren­cia, con el fin de seña­lar que des­de esta pers­pec­ti­va se enfa­ti­za la tarea de crear nue­vas posi­bi­li­da­des de lec­tu­ra y de inter­pre­ta­ción a los pro­ble­mas.

Esta inquie­tud apli­ca­da a la psi­co­lo­gía lle­va a con­si­de­rar el hecho de que el con­duc­tis­mo —clá­si­co, fun­da­men­tal­men­te—, al igual que algu­nas de sus apro­xi­ma­cio­nes riva­les, han cerra­do las puer­tas a estas posi­bi­li­da­des, por lo que resul­ta intere­san­te ana­li­zar las impli­ca­cio­nes de esta pro­ble­má­ti­ca a la luz del tex­tua­lis­mo derri­diano.

1. La diferencia como una filosofía de la posmodernidad

La filo­so­fía de la dife­ren­cia se mani­fies­ta en con­tra de todo sis­te­ma cerra­do, abso­lu­to, tota­li­ta­rio, ago­ta­do y sin sali­da. Los repre­sen­tan­tes de este movi­mien­to se decla­ran opues­tos a una filo­so­fía de la iden­ti­dad; su pos­tu­ra es la decons­truc­ción y la dife­ren­cia en los múl­ti­ples sec­to­res teó­ri­cos del cono­ci­mien­to. (Gon­zá­lez, 2009 y Aya­la, 2013). Pre­ten­de recha­zar y pone en cues­tión todo lo que tie­ne que ver con la uni­fi­ca­ción; la filo­so­fía de la dife­ren­cia, pro­po­ne el quie­bre de los pos­tu­la­dos de rela­ción lineal, optan­do por el des­en­ca­de­na­mien­to plu­ral de los dis­cur­sos y por sal­var lo peque­ños deta­lles, los ele­men­tos y las cen­su­ras que que­dan fue­ra de los sis­te­mas. Lo impor­tan­te es lo mar­gi­nal y la rei­vin­di­ca­ción de aque­llo que no es lógi­co a un sis­te­ma diná­mi­co. Su pre­mi­sa fun­da­men­tal es que no hay nada aca­ba­do, no hay posi­bi­li­dad de un cie­rre en los pro­ble­mas; por el con­tra­rio, asu­me que los len­gua­jes están abier­tos, que per­mi­ten nue­vas posi­bi­li­da­des de expre­sión hete­ro­gé­nea. Todo esto impli­ca poner en cri­sis la mane­ra de ver las cosas, una aper­tu­ra a lo cerra­do, a las direc­tri­ces inago­ta­bles, a lo infi­ni­ta­men­te posi­ble.

En esta lucha de dife­ren­cia se incli­na a resal­tar el len­gua­je de lo múl­ti­ple, de lo par­ti­cu­lar, de la dis­per­sión, de la alte­ri­dad y de lo anó­ma­lo, que se mani­fies­ta de mane­ra con­tra­dic­to­ria fren­te al poder y lo tota­li­zan­te, a lo hege­liano y dia­léc­ti­co, a lo inte­gra­ti­vo y uni­fi­ca­dor, a lo sis­te­má­ti­co y uni­ver­sal, a lo idén­ti­co y a lo orde­na­do. Dicha filo­so­fía es tan abier­ta que no cuen­ta ni con fron­te­ras ni con­tor­nos, es una expe­rien­cia que no tie­ne prin­ci­pio ni fin y que ocu­pa el lugar de los con­cep­tos eter­nos al sacri­fi­car a los auto­res que luchan por la uni­dad de las cosas. En el aná­li­sis de los deta­lles se mues­tra el men­sa­je de un pen­sa­mien­to que no tie­ne cen­tro y que da lugar a cons­truc­cio­nes iné­di­tas que cho­can auto­má­ti­ca­men­te con el abso­lu­to. Según esto, es pre­ci­so repen­sar­lo todo o pen­sar de otra mane­ra, regis­tran­do los dis­cur­sos bajo nue­vas coor­de­na­das de racio­na­li­dad (Gon­zá­lez, 2009 y Aya­la, 2013).

Para Derri­da, (1997) la escri­tu­ra como for­ma de dis­cur­si­vi­dad y de inter­pre­ta­ción de tex­tos evi­ta caer en los cie­rres de los sis­te­mas; des­de su Gra­ma­to­lo­gía, lo que se bus­ca es lite­ra­li­zar, enfa­ti­zan­do la bús­que­da de nue­vas vías de acce­so a los tex­tos pro­ve­nien­tes de dife­ren­tes con­tex­tos y auto­res. Así, los tex­tos son leí­dos e inter­pre­ta­dos des­de el con­tex­to de quien los lee; de esa mane­ra, la inten­ción es con­ver­tir a los tex­tos cien­tí­fi­cos en tra­ba­jo lite­ra­rio (Vás­quez, 2016).

Median­te la escri­tu­ra, este movi­mien­to de la dife­ren­cia pre­ten­de dejar hablar todo ese jue­go de voces y tonos que no tie­nen comien­zo ni tér­mino, ni un den­tro ni un fue­ra; es un tra­ba­jo decons­truc­ti­vo, una escri­tu­ra que bus­ca la sub­ver­sión de todo rei­no; la dife­ren­cia es ese tra­zo que se crea y se borra leí­do en un con­tex­to. Esta visión, al negar la uni­ver­sa­li­dad, va al rela­ti­vis­mo y al pers­pec­ti­vis­mo care­cien­do de for­ma y figu­ra, para la que lo impor­tan­te es el encuen­tro con una teo­ría y prác­ti­ca de lo mix­to que con­duz­ca a apo­rías; es una tec­no­lo­gía de aná­li­sis, una filo­so­fía de lo otro que no ofre­ce solu­cio­nes úni­cas (Gon­zá­lez, 2009, Aya­la, 2013 y Vás­quez, 2016).

En resu­men, la dife­ren­cia es una pers­pec­ti­va, un aná­li­sis y un con­cep­to, todo esto con­for­ma su esta­tu­to, en la medi­da en que el tra­zo, la hue­lla o la dife­ren­cia ayu­dan a pen­sar en el otro. Para tal efec­to, la prác­ti­ca de la decons­truc­ción es dejar oír, que hablen esas voces de mane­ra sis­te­má­ti­ca en un espa­cio que evi­ta que sigan sien­do mar­gi­na­das.

La decons­truc­ción per­mi­te la bús­que­da y el reco­no­ci­mien­to de la sig­ni­fi­ca­ción de la escri­tu­ra en la cul­tu­ra occi­den­tal des­de luga­res dis­tin­tos nom­bres, tex­tos, domi­nios teó­ri­cos, méto­dos, bajo todos los mati­ces: filo­só­fi­co, epis­te­mo­ló­gi­co, reli­gio­so, téc­ni­co crí­ti­co y lite­ra­rio; ya que es una fase del sis­te­ma a des­truir para lle­gar más lejos y no para con­fir­mar el equi­li­brio esta­ble­ci­do.

Otro ele­men­to rele­van­te de la mis­ma con­cep­ción derri­dia­na es el de la dise­mi­na­ción, el cual con­sis­te en una ope­ra­ción que per­mi­te jugar con la plu­ra­li­dad de sen­ti­dos. Reba­sa a la poli­se­mia, por­que ésta es fija; en cam­bio, la dise­mi­na­ción sigue un cur­so cir­cu­lar inde­fi­ni­do en el tra­to de los semas, sea en un nivel filo­só­fi­co, cien­tí­fi­co, mito­ló­gi­co, psi­co­ana­lí­ti­co o retó­ri­co, entre otros. Con esto se pul­ve­ri­za la noción de sen­ti­do (pri­mer, ver­da­de­ro, etc.) bajo el que inten­tan cimen­tar­se los dis­cur­sos racio­na­les (Derri­da, 1975, Aya­la, 2013 y Gon­zá­lez, 2016).

2. Deconstrucción, lectura y escritura

Des­de Derri­da (1986), la escri­tu­ra foné­ti­ca occi­den­tal, por encon­trar­se en el inte­rior y ubi­ca­do en el exte­rior, es lo que defi­ne el con­cep­to de signo y ver­dad. Según este autor, la Gra­ma­to­lo­gía como pro­pues­ta com­pren­de un cam­bio tan­to en la escri­tu­ra como en el con­cep­to mis­mo; su obje­ti­vo es des-cons­truir (no demo­lien­do sino ana­li­zan­do su raíz) el con­jun­to de pre­mi­sas de la lin­güís­ti­ca que le per­mi­tie­ron avan­zar como dis­ci­pli­na. Se ha creí­do que la escri­tu­ra está some­ti­da a la refle­xión impreg­na­da de mate­má­ti­ca y lite­ra­tu­ra. No se ha enten­di­do que la escri­tu­ra per­mi­te ais­lar y disol­ver tan­to el len­gua­je de las cien­cias como el del arte, la mate­má­ti­ca, la pin­tu­ra, la músi­ca y los tex­tos más difí­ci­les de la cul­tu­ra, inclu­si­ve el del pro­pio suje­to “habla­dor”. La escri­tu­ra es lo que cri­ti­ca, decons­tru­ye, se opo­ne a la pala­bra, al logo­cen­tris­mo; la que nom­bra a la mate­ria sin refe­ren­te (como cosa o cau­sa real, pre­via y exter­na al sis­te­ma tex­tual-gene­ral) sin una sola pre­sen­cia (sen­ti­do, esen­cia, exis­ten­cia obje­ti­va y sub­je­ti­va, for­ma, con­te­ni­do, sus­tan­cia), sin un prin­ci­pio bási­co, fun­da­men­tal, tota­li­zan­te o final (Ricar­do, 2008).

Según Derri­da (1986), el oír­se hablar es el sis­te­ma meta­fí­si­co de pre­sen­cia, de soli­da­ri­dad del logo­cen­tris­mo y fono­cen­tris­mo. El logo­cen­tris­mo orien­ta a la filo­so­fía hacia un orden del sig­ni­fi­ca­do vin­cu­la­do al pen­sa­mien­to, ver­dad, lógi­ca y razón, a la mane­ra de un idea­lis­mo que bus­ca la repe­ti­bi­li­dad del sen­ti­do, de la iden­ti­dad bási­ca para la mani­fes­ta­ción de la pre­sen­cia en sí, de la con­cien­cia mis­ma. El saber occi­den­tal se pro­du­ce a par­tir de la escri­tu­ra foné­ti­ca que con­vier­te a la escri­tu­ra en mera téc­ni­ca auxi­liar de la sig­ni­fi­ca­ción y pri­vi­le­gia la voz como depo­si­ta­ria úni­ca del poder del sen­ti­do: el logo­cen­tris­mo vie­ne a ser la meta­fí­si­ca de la escri­tu­ra foné­ti­ca, por ejem­plo, el alfa­be­to.

De esta mane­ra, la Gra­ma­to­lo­gía derri­dia­na es la cien­cia gene­ral de la escri­tu­ra que vie­ne a sus­ti­tuir la voz o habla como mode­lo úni­co del poder del sen­ti­do, ya que la his­to­ria de la meta­fí­si­ca ha pues­to al logos como el ori­gen de la ver­dad en gene­ral, res­tán­do­le valor a la escri­tu­ra. La ver­dad se ha con­ce­bi­do a la luz de la rela­ción del logos con la toné. Así, el logo­cen­tris­mo se con­for­ma como una lógi­ca del decir, como una lógi­ca de la rela­ción entre el signo y la ver­dad. En tan­to que pro­pues­ta alter­na­ti­va de cien­ti­fi­ci­dad, la Gra­ma­to­lo­gía no es pen­sa­ble den­tro del sis­te­ma de la cien­cia y de la cul­tu­ra occi­den­tal fun­da­men­ta­dos por la racio­na­li­dad logo­cén­tri­ca.

En Derri­da (1986), la decons­truc­ción es una suer­te de desedi­men­ta­ción de los sig­ni­fi­ca­dos pro­ve­nien­tes del logos —es esa estra­te­gia natu­ral que impli­ca un deter­mi­na­do tra­ba­jo de lec­tu­ra y escri­tu­ra. Simi­lar a la genea­lo­gía nietz­schea­na, la decons­truc­ción derri­dia­na pre­ten­de ana­li­zar la tra­di­ción occi­den­tal empe­zan­do por la genea­lo­gía y estruc­tu­ra de sus con­cep­tos y por resal­tar lo que dicha tra­di­ción ha ocul­ta­do. La decons­truc­ción es una nue­va estra­te­gia para leer y escri­bir de otra for­ma el tex­to de la filo­so­fía y de la cul­tu­ra en gene­ral, a par­tir de una empre­sa tex­tual­men­te deta­lla­da —la dife­ren­cia— que impli­ca la labor de la dise­mi­na­ción. En sín­te­sis, la decons­truc­ción derri­dia­na cons­ti­tu­ye un pro­ce­di­mien­to de los sig­nos y de la poli­se­mia uni­ver­sal (Ricar­do, 2008).

3. Propósitos y aplicaciones de la filosofía de la diferencia

A par­tir de los plan­tea­mien­tos ante­rio­res se da la nece­si­dad de reco­no­cer al otro en este pro­ce­so; así tam­bién se da la opor­tu­ni­dad de per­mi­tir hablar a la nota al pie, a las cosas que no son pre­ci­sas, a las víc­ti­mas y a las voces que deseen esta­llar. El pro­ce­so de la dife­ren­cia con­cre­ta­do en el Cole­gio de Fran­cia pre­ten­de vin­cu­lar la filo­so­fía con otras áreas de inves­ti­ga­ción, de tal modo que se obten­gan resul­ta­dos sim­ples (sin con­tor­nos ni fron­te­ras) y nue­vos sabe­res a tra­vés del tra­ba­jo sis­te­má­ti­co desa­rro­lla­do en espa­cios no mar­gi­na­dos.

Espe­cí­fi­ca­men­te, en la Psi­co­lo­gía exis­te la pers­pec­ti­va de gene­rar nue­vos cami­nos a nivel teó­ri­co, meto­do­ló­gi­co y apli­ca­do que reba­sa­ran a los ya exis­ten­tes, sin caer en la bús­que­da de “la teo­ría psi­co­ló­gi­ca abso­lu­ta”, como ha ocu­rri­do con algu­nas corrien­tes, por ejem­plo, el con­duc­tis­mo, que has­ta la fecha man­tie­ne un pro­yec­to glo­bal, reduc­ti­vo, cerra­do, mecá­ni­co, limi­tan­do toda posi­bi­li­dad a otras opcio­nes de inter­pre­ta­ción. A con­ti­nua­ción pre­sen­ta­re­mos algu­nas de sus tesis filo­só­fi­cas, teó­ri­cas y meto­do­ló­gi­cas, por un lado, para dar mues­tra de las afir­ma­cio­nes ante­rio­res y, por otro, para seña­lar de qué mane­ra esta apro­xi­ma­ción entra en con­tra­dic­ción con una filo­so­fía como la de la dife­ren­cia.

4. La filosofía conductista en Psicología

El con­duc­tis­mo en Psi­co­lo­gía sur­gió en 1913 con Watson y su mani­fies­to con­duc­tis­ta, el cual recha­za­ba el con­cep­to de con­cien­cia y el uso del méto­do intros­pec­ti­vo en psi­co­lo­gía. Su inte­rés es la con­duc­ta obser­va­ble, redu­cién­do­la a movi­mien­tos cor­po­ra­les. Él uti­li­zó tér­mi­nos como estí­mu­lo, reac­ción y for­ma­ción de hábi­tos. Era una psi­co­lo­gía sin men­ta­lis­mos, que pre­ten­día desa­rro­llar un con­jun­to de con­cep­tos y méto­dos úti­les para la acti­vi­dad cien­tí­fi­ca con­cre­ta a nivel de labo­ra­to­rio, de clí­ni­ca y de inves­ti­ga­ción empí­ri­ca. Con ello se desea­ba refor­mar a la Psi­co­lo­gía en el obje­to, en el méto­do y en la ter­mi­no­lo­gía emplea­da. El obje­to de estu­dio de Watson fue la con­duc­ta obser­va­ble como movi­mien­to, y el méto­do, el de las cien­cias natu­ra­les o expe­ri­men­ta­les. El mode­lo a seguir era el de la físi­ca. Los linea­mien­tos posi­ti­vis­tas del con­duc­tis­mo se ape­ga­ron muy bien al sis­te­ma capi­ta­lis­ta nor­te­ame­ri­cano, en tér­mi­nos de la idea prag­má­ti­ca y de la con­cep­ción que bus­ca­ba la equi­va­len­cia de la alta pro­duc­ción de res­pues­tas del orga­nis­mo en situa­cio­nes expe­ri­men­ta­les con la alta pro­duc­ción del tra­ba­jo humano en situa­cio­nes socia­les.

Tan­to Seche­nov como Pavlov y Bech­te­rev cola­bo­ra­ron en des­men­ta­li­zar a la psi­co­lo­gía. Pavlov cen­tró su tra­ba­jo sobre la seña­li­za­ción y los refle­jos con­di­cio­na­dos, mien­tras que Bech­te­rev lo fijó en los refle­jos moto­res. Pavlov y Bech­te­rev fue­ron con­ti­nua­do­res de Seche­nov y apli­ca­ron méto­dos obje­ti­vos en psi­co­lo­gía, des­co­no­cien­do con ello los fenó­me­nos de la con­cien­cia. Al ente­rar­se Watson de los tra­ba­jos de Seche­nov, Pavlov y Bech­te­rev, inclu­yó las inves­ti­ga­cio­nes de los refle­jos con­di­cio­na­dos en su Psi­co­lo­gía con­duc­tis­ta. Watson recha­zó lo inna­to de la con­duc­ta y pro­pu­so la influen­cia del exte­rior como el deter­mi­nan­te de la mis­ma (Gon­zá­lez, Men­do­za, Arza­te y Cabre­ra, 2012).

Ade­más, apli­có a niños el con­di­cio­na­mien­to clá­si­co que Pavlov desa­rro­lla­ra con ani­ma­les, y redu­jo el pro­ce­so del pen­sar y otros pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos al len­gua­je de los hábi­tos moto­res, manua­les y ver­ba­les. Según él, en el pen­sa­mien­to no hay más que reac­cio­nes ver­ba­les. Con esto Watson olvi­dó la base his­tó­ri­co-social y cul­tu­ral de los pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos supe­rio­res. Cuan­do Watson decía que la con­duc­ta es con­tro­la­ble y pre­de­ci­ble nega­ba el carác­ter inna­to de ésta y las pro­pias con­vic­cio­nes (socio­his­tó­ri­cas) del indi­vi­duo; inclu­so lle­gó a afir­mar que él podría for­mar a los niños como qui­sie­ra: médi­co, ladrón, artis­ta, a tra­vés del con­di­cio­na­mien­to, con­trol y pre­dic­ción de la con­duc­ta. Decía que su sis­te­ma no era par­ti­da­rio de algu­na filo­so­fía, pero se apo­yó en el posi­ti­vis­mo para derri­bar el estu­dio de la con­cien­cia.

Según Gon­zá­lez, Men­do­za, Arza­te y Cabre­ra, (2012), el con­duc­tis­mo abrió varios cau­ces para el estu­dio de la con­duc­ta. Uno de estos cau­ces fue el de la posi­ción fisio­ló­gi­ca en la Unión Sovié­ti­ca, que pre­ten­día dar­le una base mate­rial ―en el sis­te­ma ner­vio­so― a la con­duc­ta. Esta posi­ción la pre­sen­ta­ron todos los segui­do­res de la escue­la pavlo­via­na. Otro cau­ce fue el de los con­duc­tis­tas meto­do­ló­gi­cos crea­do­res de la famo­sa “caja negra”. Ellos par­tían del hecho que den­tro del orga­nis­mo par­ti­ci­pa­ban varia­bles inter­ven­to­ras que deter­mi­na­ban la acción del orga­nis­mo. A dife­ren­cia de Watson que asu­mía un mode­lo estímulo­respuesta, los con­duc­tis­tas meto­do­ló­gi­cos repre­sen­ta­ban lo psi­co­ló­gi­co median­te el mode­lo estí­mu­lo-orga­nis­mo-res­pues­ta (mode­lo input-out­put). Se les lla­mó meto­do­ló­gi­cos por­que a tra­vés del méto­do que­rían infe­rir lo que suce­día en el inte­rior del orga­nis­mo cuan­do a éste se le apli­ca­ba un estí­mu­lo y emi­tía una acción. Los repre­sen­tan­tes de esta escue­la fue­ron Tol­man, Hull, Guth­rie, Logan, Spen­ce, Mow­rer y Osgood, entre otros.

Otro cau­ce flo­re­cien­te de la escue­la con­duc­tis­ta fue el con­duc­tis­mo radi­cal skin­ne­riano desa­rro­lla­do en los años trein­ta del siglo XX. Skin­ner dese­cha el mode­lo de la caja negra de Hull y Tol­man por­que lle­vó a caer de nue­vo en el men­ta­lis­mo. La posi­ción de Skin­ner es anti-teó­ri­ca y dice que las teo­rías en gene­ral son inne­ce­sa­rias. Lo impor­tan­te para él ―no obs­tan­te ser posi­ti­vis­ta― son los datos y la inves­ti­ga­ción induc­ti­va, por­que sólo así se lle­ga a hacer cien­cia en psi­co­lo­gía (Gon­zá­lez, Men­do­za, Arza­te y Cabre­ra, 2014).

Skin­ner (1975) for­mu­ló otro tipo de refle­jo dife­ren­te al de Pavlov lla­ma­do ope­ran­te, con el cual tra­tó de des­fi­sio­lo­gi­zar la con­duc­ta. Por lo tan­to, según Skin­ner había que dese­char tan­to lo sub­je­ti­vo como lo fisio­ló­gi­co de la psi­co­lo­gía. Su tra­ba­jo fue emi­nen­te­men­te expe­ri­men­tal y englo­ba­do en una teo­ría, la con­duc­tis­ta, aun cuan­do él mis­mo lo negó. Su mode­lo fue lla­ma­do tri­ple rela­ción de con­tin­gen­cia, com­pues­to por los siguien­tes ele­men­tos: estí­mu­lo-res­pues­ta-con­se­cuen­cia, con el que tra­tó de dar expli­ca­ción de toda la con­duc­ta huma­na y ani­mal. Skin­ner asu­mió, con este mode­lo lineal, que los deter­mi­nan­tes de la con­duc­ta ani­mal son los mis­mos que los del hom­bre.

Para Skin­ner resul­tan cla­ves los con­cep­tos de pre­dic­ción y con­trol de la con­duc­ta; para él la pre­dic­ción de la con­duc­ta se rea­li­za con base en la uni­for­mi­dad de esta. Por ello, los méto­dos de la cien­cia se dise­ñan para cla­si­fi­car estas uni­for­mi­da­des y hacer­las explí­ci­tas; en el labo­ra­to­rio muchas con­di­cio­nes son sim­pli­fi­ca­das y otras que se con­si­de­ran irre­le­van­tes son eli­mi­na­das para obte­ner tales regu­la­ri­da­des de la con­duc­ta. Pien­sa que a las con­di­cio­nes de con­trol exten­si­vo rele­van­tes a la con­duc­ta huma­na se les man­tie­ne en la indus­tria para sus for­mas y con­di­cio­nes de tra­ba­jo, en las escue­las para la obten­ción de gra­dos aca­dé­mi­cos, en el comer­cio para la adqui­si­ción de bie­nes o dine­ro, en las agen­cias de gobierno para el mane­jo judi­cial y en la clí­ni­ca psi­co­ló­gi­ca para las tera­pias de con­trol (Gon­zá­lez, Men­do­za, Arza­te y Cabre­ra, 2012).

Por con­si­guien­te, el con­duc­tis­mo lineal y radi­cal de Watson y Skin­ner inten­tó ser un labo­ra­to­rio de la socie­dad, e inclu­so, den­tro de la mis­ma apro­xi­ma­ción con­duc­tis­ta sur­gie­ron crí­ti­cas a dicha linea­li­dad del com­por­ta­mien­to por no con­si­de­rar otro tipo de fac­to­res invo­lu­cra­dos, tales como la his­to­ria inter­con­duc­tual del orga­nis­mo, los fac­to­res dis­po­si­cio­na­les, las fun­cio­nes de estí­mu­lo-res­pues­ta y los aus­pi­cios cul­tu­ra­les. El teó­ri­co que pug­nó por la inclu­sión de modo rele­van­te de estos fac­to­res en la inter­ac­ción psi­co­ló­gi­ca fue Kan­tor, quien escri­bió en su libro sobre la Psi­co­lo­gía inter­con­duc­tual sobre la nece­si­dad de estu­diar la inter­con­duc­ta con una teo­ría de cam­po que reba­se los lími­tes de la Psi­co­lo­gía lineal de Skin­ner.

5. El positivismo y la psicología conductista

Según Pla­za (2006), la filo­so­fía natu­ral influ­yó a la Psi­co­lo­gía. Esta tenía como mode­lo a seguir el de las cien­cias natu­ra­les, par­ti­cu­lar­men­te el de la fisio­lo­gía. La Psi­co­lo­gía pre­ten­día hacer imi­ta­ción en cuan­to a la medi­ción, la obser­va­ción, la expe­ri­men­ta­ción, la com­pro­ba­ción, el uso de ins­tru­men­tos de labo­ra­to­rio, el apo­yo mate­má­ti­co y esta­dís­ti­co, la extra­po­la­ción a par­tir del uso de ani­ma­les apli­ca­dos a situa­cio­nes con huma­nos, tra­tan­do de ape­gar su estu­dio a las reglas esta­ble­ci­das por la filo­so­fía posi­ti­vis­ta.

El ope­ra­cio­na­lis­mo ―rama de la filo­so­fía posi­ti­vis­ta― incur­sio­nó en la Psi­co­lo­gía a tra­vés de Skin­ner, con su neo­con­duc­tis­mo radi­cal. El padre del ope­ra­cio­na­lis­mo fue Bridg­man, Pre­mio Nobel de Físi­ca, quien desa­rro­lló este sis­te­ma ini­cial­men­te en la físi­ca con el fin de cues­tio­nar con­cep­tos meta­fí­si­cos como el de tiem­po y espa­cio abso­lu­tos asu­mi­dos por la físi­ca clá­si­ca de New­ton. Pla­zas (2006), men­cio­na que el mis­mo Skin­ner reto­mó dicho sis­te­ma para dese­char todo tipo de con­cep­tos men­ta­lis­tas ya que care­cían de una defi­ni­ción obje­ti­va, físi­ca, mate­má­ti­ca o mejor dicho ope­ra­cio­nal. Para Skin­ner, todo con­cep­to en Psi­co­lo­gía debía incluir una des­crip­ción pre­ci­sa y obser­va­ble, con el fin de obte­ner un alto gra­do de con­fia­bi­li­dad en el regis­tro de los even­tos con­duc­tua­les. Con res­pec­to a la nece­si­dad de mane­jar con cla­ri­dad los con­cep­tos psi­co­ló­gi­cos, Skin­ner se vio influi­do por el aná­li­sis lógi­co del len­gua­je de Rus­sell y Witt­gens­tein. Sólo aque­llos con­cep­tos defi­ni­dos con cla­ri­dad, que tenían un refe­ren­te con­cre­to (veri­fi­ca­ble), podrían caber den­tro de la cien­cia; así, con­cep­tos como el de alma, men­te, con­cien­cia, sen­ti­mien­to, emo­ción, pen­sa­mien­to, cog­ni­ción volun­tad, entre otros, que­da­ban fue­ra de la cien­cia psi­co­ló­gi­ca y pasa­ban al terreno de la meta­fí­si­ca (Gon­zá­lez, Men­do­za, Arza­te y Cabre­ra, 2014).

Para Skin­ner (1991), la cien­cia es correc­ti­va y sus méto­dos deben ser efi­cien­tes en don­de se les prue­be. Así, la con­duc­ta huma­na debe ser ana­li­za­da des­de un pun­to de vis­ta obje­ti­vo y cien­tí­fi­co. La apli­ca­ción de la cien­cia a la con­duc­ta huma­na no es tan sim­ple como pare­ce ser­lo, dado que se tie­ne que abo­car a la obser­va­ción y a los hechos. La cien­cia es más que la sim­ple des­crip­ción de even­tos que ocu­rren; tra­ta de des­cu­brir el orden y las rela­cio­nes lega­les entre los even­tos. Ade­más de des­cri­bir, tam­bién pre­di­ce. Usan­do los méto­dos de la cien­cia en la con­duc­ta huma­na, debe­mos asu­mir que la con­duc­ta es legal y deter­mi­na­da. Por tan­to, lo que un hom­bre hace depen­de de las con­di­cio­nes espe­cí­fi­cas, y que una vez que estas con­di­cio­nes han sido des­cu­bier­tas, pode­mos anti­ci­par y de algu­na mane­ra deter­mi­nar sus accio­nes. Dice que el hom­bre común es pro­duc­to de su ambien­te, de otros hom­bres y de su his­to­ria per­so­nal; por ello, asu­me un deter­mi­nis­mo en la cien­cia. Para él, la teo­ría va liga­da a la prác­ti­ca, por lo que una con­fu­sión en la teo­ría sig­ni­fi­ca una con­fu­sión en la prác­ti­ca. Afir­ma que los datos de la cien­cia son más tan­gi­bles que los de la filo­so­fía, la poe­sía, el arte o la teo­lo­gía. Ade­más, es el obje­to y no el cien­tí­fi­co el que sabe más. La cien­cia es sis­te­má­ti­ca, obje­ti­va y pre­ci­sa; e inclu­so pue­de hacer decla­ra­cio­nes sobre decla­ra­cio­nes ―a esto últi­mo Skin­ner le lla­ma filo­so­fía de la cien­cia. Argu­men­ta que el con­duc­tis­mo no es la cien­cia de la con­duc­ta, sino la filo­so­fía de la cien­cia de la con­duc­ta. Lo más impor­tan­te de la con­duc­ta huma­na es que es sus­cep­ti­ble de pre­dic­ción y con­trol por par­te del hom­bre (Skin­ner, 1975).

Conclusión

 La psi­co­lo­gía con­duc­tual es un sis­te­ma uni­ta­rio, abso­lu­to, total y cerra­do que se cir­cuns­cri­be al lado mecá­ni­co y obje­ti­vo de la con­duc­ta, borran­do todo men­ta­lis­mo y sub­je­ti­vis­mo humano. De esta mane­ra, mar­gi­na a los psi­có­lo­gos de la con­cien­cia y de la incon­cien­cia, no les brin­da la posi­bi­li­dad de expre­sión, de hablar, de suge­rir, aun cuan­do jue­guen un papel rele­van­te den­tro de la his­to­ria de la Psi­co­lo­gía. Los már­ge­nes teó­ri­cos en la Psi­co­lo­gía esta­ble­ci­dos por el con­duc­tis­mo, se arma­rían a par­tir de algu­nos de sus mode­los E‑R (estí­mu­lo-res­pues­ta), E‑0-R (estí­mu­lo-orga­nis­mo-res­pues­ta) y FE-FR (fun­ción de estí­mu­lo-fun­ción de res­pues­ta), evi­tan­do la inser­ción de tex­tos psi­co­ana­lí­ti­cos, mar­xis­tas, pia­ge­tia­nos, y roge­ria­nos, para ase­gu­rar la per­ma­nen­cia de los tex­tos “obje­ti­vos”, obser­va­bles, veri­fi­ca­bles, ope­ra­cio­na­les y medi­bles, copia­dos de las cien­cias duras e intro­du­ci­dos por la filo­so­fía neo­po­si­ti­vis­ta.

A pesar de que, en la Psi­co­lo­gía, los otros mar­cos como el mar­xis­ta (his­tó­ri­co-cul­tu­ral), el freu­diano o el pia­ge­tiano, tam­bién pre­ten­den ser mode­los inte­gra­do­res, no se cua­dran del todo en nom­bre de una obje­ti­vi­dad (enten­di­da en el con­duc­tis­mo par­cial­men­te como veri­fi­ca­bi­li­dad), de un solo méto­do (expe­ri­men­tal), de una racio­na­li­dad (lógi­ca), de un úni­co con­cep­to (con­duc­ta), sino que ade­más de con­ce­bir estos pro­ble­mas de mane­ra dis­tin­ta, sus tex­tos se ubi­can bajo otros már­ge­nes, cuyo desa­rro­llo reba­sa los obje­ti­vos del pre­sen­te tra­ba­jo. El espe­cia­lí­si­mo exce­si­vo en el con­duc­tis­mo cada vez ha per­di­do más de vis­ta la opor­tu­ni­dad de esca­par de los mar­cos que lo escla­vi­zan, impi­dién­do­le repen­sar de otra mane­ra el pro­ce­so psi­co­ló­gi­co.

A este res­pec­to, cree­mos que será nece­sa­rio revi­sar nue­va­men­te el tex­to de la Psi­co­lo­gía con­duc­tis­ta, jun­to con los otros tex­tos, con base en dife­ren­tes con­tex­tos, ana­li­zan­do sus tra­zos, lími­tes y apor­tes de cada uno. Por ejem­plo, des­de qué mane­ras podrían hacer con­tac­to la con­duc­ta y la con­cien­cia, lo obje­ti­vo y lo sub­je­ti­vo, lo indi­vi­dual y lo social. En este caso, la Psi­co­lo­gía ten­dría que estar en la aper­tu­ra de dejar cre­cer nue­vas direc­tri­ces de com­pren­sión de lo psi­co­ló­gi­co, nue­vas for­mas de inves­ti­ga­ción y nue­vas prác­ti­cas de tra­ta­mien­to, que velen por el res­pe­to a la plu­ra­li­dad de voces y por man­te­ner el ejer­ci­cio de las ideas en el camino de la dife­ren­cia.

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Notas

1. Pro­fe­sor Titu­lar de la carre­ra de Psi­co­lo­gía de la FES-Izta­ca­la. Correo elec­tró­ni­co: rubengv@unam.mx.

2. Pro­fe­so­ra de Asig­na­tu­ra de la carre­ra de Psi­co­lo­gía de la FES-Izta­ca­la. UNAM. Correo elec­tró­ni­co: nlfermoso@hotmail.com.

3. Pro­fe­so­ra Aso­cia­do Defi­ni­ti­vo de la carre­ra de Psi­co­lo­gía de la FES-Izta­ca­la. UNAM. Correo elec­tró­ni­co: herminiamendoza25@hotmail.com.

4. Pro­fe­sor Aso­cia­do Defi­ni­ti­vo de la carre­ra de Psi­co­lo­gía de la FES-Izta­ca­la. UNAM. Correo elec­tró­ni­co: arzater@unam.mx.