Maldad, perversión y sadismo: Una perspectiva social Descargar este archivo (Maldad, perversión y sadismo.pdf)

Rubén Lozano Gómez[1]

Forensis
Santiago de Chile

Resumen

El obje­ti­vo de este tra­ba­jo es ana­li­zar las con­di­cio­nes y carac­te­rís­ti­cas que pue­den lle­var a un ser humano a rea­li­zar actos mal­va­dos, sádi­cos y/o per­ver­sos, para lo cual se ana­li­zan tan­to el con­tex­to social y psi­co­ló­gi­co de quie­nes los eje­cu­tan, dife­ren­cian­do cada una de las carac­te­rís­ti­cas par­ti­cu­la­res de cada con­cep­to. Asi­mis­mo se extraen con­cep­tos pro­pios del psi­co­aná­li­sis como el sadis­mo y la per­ver­sión para lle­var­los a un con­tex­to de psi­co­lo­gía social y des­de esta rama expli­car la con­cu­rren­cia de dife­ren­tes hechos his­tó­ri­cos. Final­men­te se expli­ca cómo la psi­co­pa­tía pue­de o no estar pre­sen­te en estos actos y cuál es su papel en ellos.

Pala­bras Cla­ve: Mal­dad; Per­ver­sión; Psi­co­pa­tía; Sadis­mo.

Abstract

The objec­ti­ve of this work is to analy­ze the con­di­tions and cha­rac­te­ris­tics that can lead a human being to per­form evil, sadis­tic and/or per­ver­se acts, for which both the social and psy­cho­lo­gi­cal con­text of tho­se who execu­te them are analy­zed, dif­fe­ren­tia­ting each of the par­ti­cu­lar cha­rac­te­ris­tics of each con­cept. Psy­choa­naly­tic con­cepts such as sadism and per­ver­sion are also extrac­ted to bring them into a con­text of social psy­cho­logy and from this branch explain the con­cu­rren­ce of dif­fe­rent his­to­ri­cal facts. Finally, it explains how psy­cho­pathy may or may not be pre­sent in the­se acts and what its role is in them.

Key­words: Evil, Per­ver­sion, Sadism, Psy­cho­pathy.

Introducción

Duran­te la mucho tiem­po el ser humano se ha vis­to atraí­do por lo que pudie­ra ser con­si­de­ra­do con­tra­rio a su exis­ten­cia, como lo es el caso de lo mal­va­do, lo malo y oscu­ro, lo que por algu­na extra­ña razón no es aje­na a la exis­ten­cia del hom­bre. Alar­cón (2020) mani­fies­ta que inten­tar erra­di­car al mal impli­ca­ría indi­rec­ta­men­te la erra­di­ca­ción del ser humano, pues lo con­si­de­ra como par­te fun­da­men­tal de la exis­ten­cia del hom­bre.

Para con­ti­nuar es impe­rio­so esta­ble­cer a qué nos refe­ri­mos cuan­do habla­mos del mal, pues­to que duran­te el desa­rro­llo del tex­to se hará refe­ren­cia a otros tér­mi­nos que podrían ser uti­li­za­dos como sinó­ni­mos, pero como se verá no son más que agra­van­tes y varian­tes de la mal­dad.

Maldad

Como pri­mer pun­to par­ti­re­mos de la idea de que la mal­dad debe­rá ser enten­di­da como todo acto rea­li­za­do por un indi­vi­duo con la fina­li­dad de cau­sar daño a otro ser vivien­te u obje­to. Por lo que el mal será todo daño, ya sea físi­co, emo­cio­nal o mate­rial, que sufra aquel a quien va diri­gi­da dicha acción. Des­de este sen­ti­do, todo acto de mal­dad requie­re volun­tad y está invo­lu­cra­do el libre albe­drío, pues sin la exis­ten­cia del deseo de cau­sar daño no podría­mos hablar de mal­dad; en este caso solo podría­mos hablar de mal, ya que para hacer mal no es nece­sa­ria la pre­sen­cia de la volun­tad, sien­do así una con­se­cuen­cia irre­me­dia­ble de la mal­dad, mas no deter­mi­nan­te de ella.

Reto­man­do lo expre­sa­do por Alar­cón (2020) y su plan­tea­mien­to de que la mal­dad es inhe­ren­te al ser humano, esto nos plan­tea un cues­tio­na­mien­to impor­tan­te, ¿es el ser humano mal­va­do por natu­ra­le­za? La res­pues­ta es más sen­ci­lla, al menos para el autor, de lo que muchos plan­tea­mien­tos psi­co­ló­gi­cos y filo­só­fi­cos mani­fies­tan: el hom­bre no es bueno ni malo, el hom­bre sola­men­te es y son las cir­cuns­tan­cias las que lo pue­den defi­nir como bueno o malo. Sin des­car­tar, sin embar­go, que exis­ten cier­tas con­di­cio­nes bio­ló­gi­cas y psi­co­ló­gi­cas que no solo pre­dis­po­nen al ser humano a ser mal­va­do, sino que ade­más lo pue­den tor­nar sádi­co y per­ver­so. Dichas con­di­cio­nes serán abor­da­das más ade­lan­te.

Pero des­de aho­ra sepa­ra­mos estos dos tér­mi­nos de la mal­dad, debi­do a que para ser con­si­de­ra­do per­ver­so o sádi­co se deben de cum­plir cier­tos requi­si­tos que no están pre­sen­tes en todo acto mal­va­do. Inclu­so en el tras­cur­so de la his­to­ria de la huma­ni­dad, los actos que podrían ser con­si­de­ra­dos como los más mal­va­dos fue­ron eje­cu­ta­dos por per­so­nas que podrían ser con­si­de­ra­das como nor­ma­les, pero moti­va­das por ideo­lo­gías y líde­res que segre­ga­ban y cosi­fi­ca­ban a cier­tos seres huma­nos.

Como ejem­plo pode­mos citar al geno­ci­dio rea­li­za­do en Ruan­da en 1994, don­de apro­xi­ma­da­men­te 800,000 per­so­nas per­die­ron la vida, pro­duc­to entre otros fac­to­res de ideo­lo­gías pro­ve­nien­tes de la etnia Hutu, que deni­gra­ban y cosi­fi­ca­ban, al gra­do de lla­mar cuca­ra­chas a las per­so­nas per­te­ne­cien­tes a la mino­ría Tutsi (Váz­quez, 2017). Lo que más sor­pren­de de este hecho, más allá de la bru­ta­li­dad de los homi­ci­dios, los cua­les en su mayo­ría fue­ron rea­li­za­dos con mache­tes, des­ta­ca que las per­so­nas mata­ban a sus ami­gos y veci­nos, con los cua­les habrían con­vi­vi­do inclu­so duran­te años.

Este mis­mo tipo de estra­te­gia jugó un papel impor­tan­te para que la ideo­lo­gía nazi per­pe­tra­ra uno de los geno­ci­dios más gran­des de la His­to­ria, pues fue median­te la crea­ción y difu­sión de pelí­cu­las y car­te­les pro­pa­gan­dís­ti­cos, los cua­les pre­sen­ta­ban a los judíos como for­mas de vida infe­rio­res, logran­do su cosi­fi­ca­ción, lo que faci­li­ta­ba el exter­mino por par­te de los nazis. Algo simi­lar a lo que ocu­rrió en Cam­bo­ya con los lla­ma­dos jeme­res rojos (Cas­ti­lle­jo, 2016).

Los ejem­plos ante­rio­res solo dejan de mani­fies­to lo ya expre­sa­do por Zim­bar­do (2008) al des­cri­bir que el ser humano es capaz de renun­ciar a su huma­ni­dad por seguir una ideo­lo­gía, por más irre­fle­xi­va que esta pue­da ser, cum­plien­do las orde­nes de figu­ras que iden­ti­fi­que como mode­los de auto­ri­dad, sin impor­tar que para ello ten­gan que des­truir todo lo que sea iden­ti­fi­ca­do como enemi­go (p. 32).

Lo ante­rior demues­tra que cual­quier ser humano pue­de come­ter actos mal­va­dos y no nece­sa­ria­men­te sufrir algún tras­torno de la per­so­na­li­dad por ello; solo son nece­sa­rias las moti­va­cio­nes y con­di­cio­nes ade­cua­das en el momen­to pre­ci­so para que cual­quier per­so­na come­ta actos inima­gi­na­bles en con­tra de alguien más.

Muchos podrían argu­men­tar que esa mal­dad pro­vo­ca­da por obe­de­cer a las figu­ras de auto­ri­dad sería pro­pia de las ins­ti­tu­cio­nes mili­ta­ri­za­das. No obs­tan­te, los expe­ri­men­tos de Mil­gram (2005) demos­tra­ron que esta obe­dien­cia no es úni­ca de las estruc­tu­ras mili­ta­res; ade­más, evi­den­ció que la gen­te tien­de a ser más mal­va­da de lo que se pue­de lle­gar a creer. Por lo menos dos de cada tres per­so­nas (65%) habrían admi­nis­tra­do des­car­gas de 450 vol­tios a otro ser humano. En ese mis­mo expe­ri­men­to tam­bién se pudo demos­trar que cuan­do la elec­ción recae solo en la per­so­na, sin inter­ven­ción de una figu­ra de auto­ri­dad, sola­men­te un 10% de los indi­vi­duos habrían admi­nis­tra­do tal nivel de des­car­ga. Ese por­cen­ta­je de per­so­nas que, tenien­do la posi­bi­li­dad de no cau­sar daño, infrin­gían dolor inne­ce­sa­rio, podrían con­si­de­rar­se den­tro del espec­tro de posi­bles pade­ci­mien­tos de algún tras­torno de per­so­na­li­dad vin­cu­la­do a la agre­sión.

El expe­ri­men­to de Mil­gram se ha repli­ca­do en dife­ren­tes luga­res y con dife­ren­tes pobla­cio­nes, obte­nien­do prác­ti­ca­men­te los mis­mos resul­ta­dos, como es el caso de Hofling, Brotz­man, Dalrym­ple, Gra­ves y Pier­ce (1966), quie­nes estu­dia­ron la obe­dien­cia entre médi­cos y enfer­me­ras en un hos­pi­tal. El expe­ri­men­to con­sis­tió en saber si las enfer­me­ras obe­de­cían o no una orden erró­nea que les daba un médi­co des­co­no­ci­do; el resul­ta­do fue que 21 de 22 enfer­me­ras aca­ta­ron la orden del médi­co des­co­no­ci­do, aun cuan­do al hacer­lo podrían per­ju­di­car la salud del pacien­te.

Otro expe­ri­men­to simi­lar con­sis­tió en que un pro­fe­sor expu­sie­ra ante sus alum­nos la posi­bi­li­dad de que las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad tan­to físi­ca como men­tal pudie­ran con­ver­tir­se en una ame­na­za para la segu­ri­dad nacio­nal. Los resul­ta­dos de este expe­ri­men­to fue­ron con­sis­ten­tes con los ante­rio­res, des­ta­ca­do que, de las per­so­nas con­sul­ta­das, el 29% apo­ya­ba la lla­ma­da solu­ción final, sin impor­tar que un fami­liar se vie­ra afec­ta­do (Mans­son, 1992).

Como hemos podi­do apre­ciar a raíz de los ejem­plos antes men­cio­na­dos, la mal­dad es par­te de los seres huma­nos y no es exclu­si­va de seres des­al­ma­dos o de anor­ma­les, lo que con­cuer­da con lo expre­sa­do por Staub (1989), quien ase­gu­ra que lo nor­mal es que la mal­dad sea ejer­ci­da por per­so­nas ordi­na­rias y no la excep­ción de la regla (p. 126). Ade­más, Zim­bar­do (2008) agre­ga que el hecho de sen­tir­se anó­ni­mo redu­ce el sen­ti­do de res­pon­sa­bi­li­dad, lo que faci­li­ta la eje­cu­ción de actos mal­va­dos; esto se ve poten­cia­do cuan­do una figu­ra de auto­ri­dad con­sien­te con­duc­tas anti­so­cia­les y vio­len­tas (p. 399).

Pero lo ante­rior hace que sur­ja un cues­tio­na­mien­to sobre un tema pun­tual, ¿qué pasa con las per­so­nas sádi­cas? ¿Aca­so cuan­do se pro­du­cen actos mal­va­dos por per­so­nas nor­ma­les, los sádi­cos toman un rol más acti­vo o es que aca­so sus carac­te­rís­ti­cas de per­so­na­li­dad las vuel­ven más valio­sas den­tro de estas acti­vi­da­des? En este sen­ti­do, Hug­gins, Hari­tos-Fatou­ros y Zim­bar­do (2002) des­cu­brie­ron que, en el con­tex­to de tor­tu­ras, las per­so­nas sádi­cas sue­len ser eli­mi­na­dos de los pro­ce­sos de adies­tra­mien­to debi­do a que care­cen de con­trol y, al dis­fru­tar tan­to del dolor ajeno, no logran con­cen­trar­se en su obje­ti­vo. Esta situa­ción podría ser repli­ca­da en otros con­tex­tos. Ade­más, es impor­tan­te agre­gar que exis­te la posi­bi­li­dad de que algu­nas per­so­nas mani­fies­ten ras­gos sádi­cos duran­te algu­na eta­pa de su vida, pero esto no sig­ni­fi­ca que la per­so­na dis­fru­te con hacer daño a otro ser humano, sino que dis­fru­ta de la sen­sa­ción de domi­nio y con­trol sobre el res­to que le pro­du­ce ese momen­to espe­ci­fi­co.

Sadismo

Como es posi­ble apre­ciar, la mal­dad es par­te del ser humano y solo es nece­sa­ria la con­fluen­cia de cier­tos fac­to­res para que se mani­fies­te; no obs­tan­te, den­tro de los mis­mos actos mal­va­dos exis­te la ten­den­cia a sepa­rar a las per­so­nas que mani­fies­ten ras­gos sádi­cos.

Cuan­do hace­mos refe­ren­cia al sadis­mo nos refe­ri­mos a las per­so­nas que expe­ri­men­tan sen­sa­cio­nes pla­cen­te­ras al cau­sar daño tan­to físi­co como men­tal a otro ser vivien­te. Es impor­tan­te seña­lar que, den­tro de la psi­co­lo­gía clí­ni­ca, el sadis­mo es con­si­de­ra­do como una para­fi­lia en la cual se obtie­ne exci­ta­ción y pla­cer sexual al cau­sar dolor o humi­lla­ción a una per­so­na, y es posi­ble ubi­car­lo como tras­torno de sadis­mo sexual en el Manual diag­nós­ti­co y esta­dís­ti­co de los tras­tor­nos men­ta­les (Ame­ri­can Psy­chia­tric Asso­cia­tion, 2013). Para fines de este tra­ba­jo no se con­si­de­ra­rá la defi­ni­ción pro­por­cio­na­da por la APA.

Reto­man­do el con­cep­to de los agre­so­res sádi­cos, debe­mos con­si­de­rar que los actos rea­li­za­dos por estos indi­vi­duos, si bien dis­tan mucho de ser natu­ra­les, para que sur­jan es nece­sa­rio que se cum­plan cier­tas con­di­cio­nes, pues­to que el sádi­co no bus­ca pro­pi­ciar­las nece­sa­ria­men­te. Pero una vez que las con­di­cio­nes se pre­sen­tan, el sádi­co hace uso de toda su ini­cia­ti­va y crea­ti­vi­dad.

Due­ñas (2004) dife­ren­cia a los agre­so­res sádi­cos del res­to de agre­so­res, iden­ti­fi­can­do algu­nos ras­gos como la satis­fac­ción y pla­cer per­so­nal en com­por­ta­mien­tos que humi­llan y vio­lan dere­chos de ter­ce­ros, pre­dis­po­si­ción a reac­cio­nar de for­ma impru­den­te, atrac­ción por con­duc­tas ries­go­sas, satis­fac­ción al inti­mi­dar y humi­llar a los demás, ade­más de ser irri­ta­bles y hos­ti­les. Bási­ca­men­te la dife­ren­cia entre las per­so­nas que rea­li­zan actos mal­va­dos y las per­so­nas que rea­li­zan actos sádi­cos es la satis­fac­ción que pro­du­ce en cada uno el acto de dañar a otra per­so­na.

Perversión

El ter­mino per­ver­sión pro­vie­ne del ámbi­to de la psi­quia­tría. Fue uti­li­za­do por pri­me­ra vez en el libro Psy­cho­pathia Sexua­lis de Krafft-Ebing, psi­quia­tra ale­mán espe­cia­lis­ta en pato­lo­gías sexua­les. En su obra hace refe­ren­cia a las des­via­cio­nes sexua­les, las cua­les con­si­de­ró como per­ver­sio­nes (David­son, 2001, p. 57). En este sen­ti­do, el con­cep­to siem­pre ha esta­do liga­do al ámbi­to de la sexua­li­dad y hace refe­ren­cia a la prác­ti­ca de con­duc­tas des­via­das, por lo que el con­cep­to reci­bió la cate­go­ría de enfer­me­dad. A pesar de que el tér­mino pro­vie­ne de la psi­quia­tría, es el psi­co­aná­li­sis, espe­cial­men­te en Freud y Lacan, quie­nes estu­dian y lo lle­van al área de la psi­co­lo­gía.

El per­ver­so se dife­ren­cia del mal­va­do y del sádi­co por­que, para cau­sar daño, no nece­si­ta de una auto­ri­dad o ideo­lo­gía que reti­ren la huma­ni­dad de sus víc­ti­mas, sino que el per­ver­so por sí mis­mo cosi­fi­ca no solo a sus víc­ti­mas, sino a toda per­so­na que pue­da pro­du­cir pla­cer en él, y una vez que esa per­so­na deja de pro­vo­car pla­cer es dese­cha­da. Ade­más, al per­ver­so no le intere­sa la tras­gre­sión de leyes ni nor­mas, sino sola­men­te su pro­pia satis­fac­ción. En ese sen­ti­do, Cas­ta­ño y Sala­zar (2012) afir­man que el per­ver­so no solo hace mal, sino que desea hacer­lo, razón por la cual cons­tan­te­men­te bus­ca nue­vas for­mas de dañar, lo que lo dota de un inge­nio peli­gro­so, por lo que a dife­ren­cia del mal­va­do y el sádi­co, el per­ver­so no requie­re de cir­cuns­tan­cias espe­cia­les para dañar. Así, podría­mos decir que el per­ver­so es per­ver­so todo el tiem­po, mien­tras que el mal­va­do y el sádi­co cuen­tan con la posi­bi­li­dad de dejar de lado esos pape­les y una vez que se den las con­di­cio­nes ade­cua­das pue­den reto­mar esos roles. En otras pala­bras, tan­to sádi­cos como mal­va­dos son per­so­nas que excep­cio­nal­men­te se com­por­tan de esa for­ma, mien­tras que el per­ver­so tie­ne el mis­mo com­por­ta­mien­to de for­ma per­ma­nen­te.

Psicopatía

La psi­co­pa­tía des­de hace tiem­po ha cau­sa­do con­tro­ver­sia, pues se encuen­tra posi­cio­na­da entre la línea que sepa­ra los tras­tor­nos de per­so­na­li­dad de los tras­tor­nos men­ta­les, esto debi­do a los cues­tio­na­mien­tos que exis­ten sobre el libre albe­drío de estas per­so­nas, ya que la dis­cu­sión se cen­tra en una posi­ble pre­dis­po­si­ción del actuar del psi­có­pa­ta.

Final­men­te, la psi­co­pa­tía se ha con­tem­pla­do por la mayo­ría más como tras­torno de la per­so­na­li­dad y no como un tras­torno men­tal como la esqui­zo­fre­nia o la depre­sión. Si bien es cier­to que esta dis­cu­sión debió de ter­mi­nar en 1992 cuan­do la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud la decla­ró como enfer­me­dad men­tal, aun hoy en día esta dis­cu­sión se man­tie­ne. En ese sen­ti­do, Solís (2011) afir­ma que las per­so­nas con tras­torno psi­co­pá­ti­co no pue­den ser con­si­de­ra­dos “locos”, es decir, que no tie­nen des­ape­go de la reali­dad, no pre­sen­tan alte­ra­cio­nes gra­ves del pen­sa­mien­to ni la per­cep­ción, como alu­ci­na­cio­nes o pen­sa­mien­tos dis­tor­sio­na­dos.

Cabe­llo (1981) divi­de a la psi­co­pa­tía según su for­ma de adqui­si­ción, pudien­do ser auten­ti­ca o adqui­ri­da, don­de la pri­me­ra es pro­duc­to de alte­ra­cio­nes bio­ló­gi­cas o gené­ti­cas, mien­tras que la segun­da pue­de deber­se a secue­las tar­días de la ence­fa­li­tis, pro­duc­to de secue­las de trau­ma­tis­mo cra­neal o deri­va­das de algu­na enfer­me­dad men­tal.

Este tras­torno tie­ne como prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas el des­pre­cio por los deseos, dere­chos y sen­ti­mien­tos de otras per­so­nas, ade­más de mos­trar caren­cia de empa­tía, acom­pa­ña­da de insen­si­bi­li­dad y fal­ta de remor­di­mien­to. A lo ante­rior tam­bién se debe de con­si­de­rar la difi­cul­tad para inter­na­li­zar nor­mas y valo­res, por lo que no se debe­ría espe­rar que estas per­so­nas com­pa­ti­bi­li­cen con las nor­mas socia­les; en pala­bras de Zaf­fa­ro­ni (1982) es absur­do exi­gir­le que se ade­cúe a las nor­mas socia­les y repro­char­le por no hacer­lo.

La impor­tan­cia de este tras­torno para nues­tro estu­dio es el hecho de que una per­so­na que lo pade­ce pue­de tener ras­gos sádi­cos o per­ver­sos, lo que lo vuel­ve poten­cial­men­te más peli­gro­so y capaz de oca­sio­nar más daño que las per­so­nas que poseen dichos ras­gos, pero no pre­sen­tan este tras­torno. En este sen­ti­do, es impor­tan­te resal­tar que una per­so­na con tras­torno psi­co­pá­ti­co con carac­te­rís­ti­cas per­ver­sas es sin duda algu­na quien más daño pue­de cau­sar debi­do a su amo­ra­li­dad, inca­pa­ci­dad de esta­ble­cer rela­cio­nes afec­ti­vas, impul­si­vi­dad, fas­ci­na­ción por la vio­len­cia, inadap­ta­bi­li­dad, caren­cia de empa­tía, into­le­ran­cia a la frus­tra­ción, fal­ta de mie­do al cas­ti­go, ausen­cia de res­pe­to a las nor­mas o figu­ras de auto­ri­dad y la cons­tan­te ins­tru­men­ta­li­za­ción de per­so­nas.

¿La psicopatía es sinónimo de maldad?

Debi­do a las carac­te­rís­ti­cas ante­rior­men­te men­cio­na­das pro­pias de la psi­co­pa­tía, es nor­mal que se tien­da a con­si­de­rar que toda per­so­na que sea diag­nos­ti­ca­da con este tras­torno de la per­so­na­li­dad es pro­pi­cia a come­ter actos mal­va­dos, sádi­cos o per­ver­sos. No obs­tan­te, esto no es nece­sa­ria­men­te cier­to, pues muchos psi­có­pa­tas pue­den y lle­van una vida una vida común y corrien­te den­tro de la socie­dad, tal y como lo seña­la Sch­nei­der (1980). Es nece­sa­rio indi­car que los valo­res y las nor­mas que rigen a estos suje­tos difie­ren a los esta­ble­ci­dos por la socie­dad, pero no nece­sa­ria­men­te serían actos mal­va­dos, sino más bien actos cues­tio­na­bles des­de un pun­to de vis­ta moral.

Aun­que cuan­do un psi­có­pa­ta rea­li­za un acto ya sea mal­va­do, sádi­co o per­ver­so, se dis­tin­gue del res­to debi­do a sus carac­te­rís­ti­cas psi­co­ló­gi­cas, des­ta­can­do por su frial­dad y capa­ci­dad para hacer daño, por lo que sue­len lla­mar más la aten­ción y ser con­si­de­ra­dos supe­rio­res a otros actos de simi­la­res carac­te­rís­ti­cas.

Conclusión

Como es posi­ble apre­ciar a lo lar­go del desa­rro­llo del pre­sen­te tra­ba­jo, la eje­cu­ción de hechos mal­va­dos no depen­de de un tras­torno o enfer­me­dad men­tal, sino que la mayo­ría de dichos actos son rea­li­za­dos por hom­bres que no son ni sádi­cos ni per­ver­sos; lo que lla­ma pode­ro­sa­men­te la aten­ción es que son eje­cu­ta­dos por per­so­nas que podrían ser cata­lo­ga­dos como nor­ma­les. Es esta nor­ma­li­dad la que tal vez debie­se de hacer­nos replan­tear el con­cep­to de mal­dad que se tie­ne en la socie­dad.

Por otro lado, la pre­sen­cia de sadis­mo o per­ver­sión son con­di­cio­nes que acen­túan la mal­dad, pero es impor­tan­te des­ta­car que se sigue man­te­nien­do la volun­tad de cau­sar daño, por lo que no se podría ale­gar que las per­so­nas con estas carac­te­rís­ti­cas pre­sen­ten alte­ra­cio­nes de per­cep­ción de reali­dad, lo que sig­ni­fi­ca­ría que tie­ne capa­ci­dad de dis­cer­ni­mien­to entre el bien y el mal.

En lo refe­ren­te a la psi­co­pa­tía y el deba­te que, a pesar de la deter­mi­na­ción de la OMS de con­si­de­rar la psi­co­pa­tía como tras­torno de la per­so­na­li­dad y no como enfer­me­dad men­tal, aún se man­tie­ne, se evi­den­ció que la capa­ci­dad voli­ti­va sigue ope­ran­do, pero debi­do a las carac­te­rís­ti­cas pro­pias de este tras­torno, los indi­vi­duos que lo pre­sen­tan tien­den a ser más fríos y a bus­car cons­tan­te­men­te cau­sar daño.

En ese mis­mo sen­ti­do se men­cio­nó que den­tro de esta esca­la de mal­dad se encuen­tran en la cús­pi­de todas aque­llas per­so­nas quie­nes, ade­más de pre­sen­tar psi­co­pa­tía, cuen­ten con ras­gos per­ver­sos, ya que su des­en­vol­vi­mien­to social se carac­te­ri­za por la cosi­fi­ca­ción de las per­so­nas, las cua­les son uti­li­za­das como medios de satis­fac­ción. Si bien es cier­to que la pre­sen­cia de estas pecu­lia­ri­da­des no vuel­ve a las per­so­nas mal­va­dos por sí mis­mas, sí los hace des­ta­car de entre el res­to cuan­do rea­li­zan dichos actos.

Final­men­te, lo que se bus­ca con este tra­ba­jo es ofre­cer, des­de un pun­to de vis­ta psi­co­ló­gi­co fue­ra del psi­co­aná­li­sis, una expli­ca­ción sobre el actuar humano y cómo los fac­to­res socia­les pue­den con­ju­gar­se y faci­li­tar que per­so­nas nor­ma­les reali­cen actos que, bajo otras cir­cuns­tan­cias, podrían ser con­si­de­ra­dos como incon­ce­bi­bles.

Referencias

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Notas

  1. Director Pericial Área Pericial, Forensis; Santiago de Chile. Correo electrónico: rlozano1@uc.cl