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Miriam Torres Ontiveros[1]

Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México (ISCEEM)

Resumen

En el pre­sen­te artícu­lo se ana­li­za­rá el impac­to de los medios de comu­ni­ca­ción en la salud de las per­so­nas duran­te los pri­me­ros tres meses de la pan­de­mia COVID 19, para lo cual se par­ti­rá de un aná­li­sis del con­tex­to glo­bal des­de el giro deco­lo­nial. Se con­tem­pla­rá el impac­to de los medios de comu­ni­ca­ción en la salud. Ense­gui­da se plan­tea la impor­tan­cia de la psi­co­lo­gía en la aten­ción de dichos impac­tos. Final­men­te, a mane­ra de cie­rre se con­clui­rá con la des­fron­te­ri­za­ción y la impor­tan­cia de la psi­co­lo­gía en los tiem­pos futu­ros para ata­car los daños en la salud psi­co­ló­gi­ca como con­se­cuen­cia del COVID 19.

Pala­bras cla­ve: Medios de comu­ni­ca­ción masi­va, psi­co­lo­gía, giro deco­lo­nial, COVID 19.

Abstract

This arti­cle will analy­ze the impact of the media on peo­ple’s health during the first three months of the COVID 19 pan­de­mic, based on an analy­sis of the glo­bal con­text from the deco­lo­nial era. The impact of the media on health will be con­si­de­red. The impor­tan­ce of psy­cho­logy in dea­ling with the­se impacts will be dis­cus­sed below. Finally, by way of con­clu­sion, we will con­clu­de with the de-bor­de­ring and the impor­tan­ce of psy­cho­logy in futu­re times to attack the dama­ge to psy­cho­lo­gi­cal health becau­se of the COVID 19.

Key­words: Mass media, psy­cho­logy, deco­lo­nial turn, COVID 19.

Introducción

Aca­ba­mos de vivir una gue­rra, de esas que en mis tiem­pos solo veía en las pelí­cu­las, esas famo­sas gue­rras bio­ló­gi­cas. Pero final­men­te gue­rra, la cual, por sus carac­te­rís­ti­cas, dicen los gobier­nos tie­ne “daños cola­te­ra­les”. Sue­na “natu­ral”: unos pier­den, otros ganan. Tér­mi­nos que nos ha infil­tra­do la moder­ni­dad, el capi­ta­lis­mo, la glo­ba­li­za­ción; esos daños cola­te­ra­les son, por ejem­plo, los enfer­mos, que lle­gan a la muer­te; pero como nos plan­tea­ba Qui­jano (2007), en este mundo/moderno/colonial/ hay huma­nos y no huma­nos, y esos no huma­nos son los que sobran, son los daños cola­te­ra­les.

Por ello, el pre­sen­te artícu­lo se divi­de en cua­tro apar­ta­dos. En el pri­me­ro se lle­va­rá a cabo un aná­li­sis del con­tex­to glo­bal des­de el giro deco­lo­nial. En el segun­do se con­tem­pla el impac­to de los medios de comu­ni­ca­ción masi­va en la salud. Ense­gui­da se plan­tea la impor­tan­cia de la psi­co­lo­gía gru­pal en la aten­ción de dichos impac­tos. Final­men­te, a mane­ra de cie­rre se con­clui­rá con la des­fron­te­ri­za­ción y la impor­tan­cia de la psi­co­lo­gía en los tiem­pos futu­ros para ata­car los daños en la salud psi­co­ló­gi­ca como con­se­cuen­cia del COVID 19.

Giro decolonial

El rela­to de la moder­ni­dad, con su car­ga semán­ti­ca y retó­ri­ca de pro­gre­so, impul­sa el con­su­mo, se esfuer­za por man­te­ner la idea de que la his­to­ria es úni­ca y desem­bo­ca en la onto­lo­gía que la idea de moder­ni­dad cons­tru­ye, des­pla­za y com­ple­ta la feli­ci­dad cris­tia­na con la feli­ci­dad del con­su­mo. Por ello, el pro­pó­si­to es la per­pe­tua­ción de sub­je­ti­vi­da­des moder­nas devo­tas del con­su­mo cuya úni­ca liber­tad con­sis­te en ele­gir obli­ga­to­ria­men­te a los gober­nan­tes que segui­rán suje­tán­do­los a la idea de que la eco­no­mía es la cien­cia de lo exis­ten­te, de lo que hay, y que el signo de cum­pli­mien­to de una vida moral y exi­to­sa es la acu­mu­la­ción de rique­za, mer­can­cías y pro­pie­da­des (Mig­no­lo, 2003). Mal­do­na­do-Torres (2007) refie­re que, aun­que el colo­nia­lis­mo[2] pre­ce­de a la colo­nia­li­dad[3], la colo­nia­li­dad sobre­vi­ve al colo­nia­lis­mo. Se man­tie­ne viva en manua­les de apren­di­za­je, en el cri­te­rio para el buen tra­ba­jo aca­dé­mi­co, en la cul­tu­ra, en el sen­ti­do común, en la auto­ima­gen de los pue­blos, en las aspi­ra­cio­nes de los suje­tos, y en tan­tos otros aspec­tos de nues­tra expe­rien­cia moder­na. En cier­to sen­ti­do, res­pi­ra­mos la colo­nia­li­dad en la moder­ni­dad coti­dia­na­men­te.

Exis­te una rela­ción cla­ra entre la explo­ta­ción y la domi­na­ción: no toda domi­na­ción impli­ca explo­ta­ción, pero esta no es posi­ble sin aque­lla. La domi­na­ción es, por lo tan­to, sine qua non del poder, de todo poder. En el capi­ta­lis­mo euro­cen­tra­do, es sobre la base de la natu­ra­li­za­ción de la colo­nia­li­dad de poder que la cul­tu­ra uni­ver­sal fue impreg­na­da de mito­lo­gía y de mis­ti­fi­ca­ción en la ela­bo­ra­ción de fenó­me­nos de la reali­dad (Qui­jano, 2007).

Si la colo­nia­li­dad del poder se refie­re a la inter­re­la­ción entre for­mas moder­nas de explo­ta­ción y domi­na­ción, y la colo­nia­li­dad del saber tie­ne que ver con el rol de la epis­te­mo­lo­gía y las tareas gene­ra­les de la pro­duc­ción del cono­ci­mien­to en la repro­duc­ción de regí­me­nes de pen­sa­mien­to colo­nia­les, la colo­nia­li­dad del ser se refie­re, enton­ces, a la expe­rien­cia vivi­da de la colo­ni­za­ción y su impac­to en el len­gua­je (Mal­do­na­do-Torres, 2007).

En lo que res­pec­ta a la Indus­tria far­ma­céu­ti­ca, se tra­ta de un pro­duc­to de la modernidad/colonial/capitalista en la cual se iden­ti­fi­can carac­te­rís­ti­cas que des­ta­ca Qui­jano en su cate­go­ría colo­nia­li­dad del poder, don­de se usa a algu­nos suje­tos para pro­bar la efi­ca­cia de las fór­mu­las médi­cas, cues­tión que los trans­for­ma en ani­ma­les. Lo iró­ni­co de esta situa­ción se encuen­tra en que algu­nos luchan por los dere­chos de los ani­ma­les de labo­ra­to­rio, sin tal vez saber que exis­ten huma­nos de labo­ra­to­rio.

Los medios de comu­ni­ca­ción con­fa­bu­la­dos con la Indus­tria Far­ma­céu­ti­ca nos bom­bar­dean todos los días con medi­ca­men­tos que curan rápi­do, aun­que pare­cie­ra que de mane­ra inme­dia­ta tene­mos la opción de ele­gir, es com­ple­jo deci­dir­nos por una die­ta o ejer­ci­cio, ya que nos impli­can tra­ba­jo, dedi­ca­ción, dis­ci­pli­na y en el caso del ejer­ci­cio, a veces dolor. Todo ello que­da fue­ra de la ideo­lo­gía moderna/ colonial/capitalista.

 

Medios de comunicación masiva: la infiltración del miedo en la psique

Nos encon­tra­mos con­fi­na­dos en nues­tro hogar, o real­men­te con­fi­na­dos en nues­tro mie­do, en nues­tra ansie­dad, en nues­tra angus­tia, en nues­tra depre­sión o estrés. No creo que el con­fi­na­mien­to se viva sola­men­te como un res­guar­do en un lugar geo­grá­fi­co espe­ci­fi­co, pues algu­nos tie­nen la nece­si­dad de salir de casa, ¿pero sal­drán de su mie­do, de su ansie­dad?

¿Cuá­les son los efec­tos psi­co­ló­gi­cos que ten­drá a mediano y lar­go pla­zo dicho con­fi­na­mien­to?

Exis­te algu­nos estu­dios que plan­tean que, duran­te una pan­de­mia, el mie­do incre­men­ta los nive­les de estrés y ansie­dad en indi­vi­duos sanos (Ramí­rez, Cas­tro, Ler­ma, Yela y Esco­bar, 2020) debi­do a que se gene­ra mie­do por la incer­ti­dum­bre, lo cual está rela­cio­na­do con la for­ma en que la moder­ni­dad nos ha ense­ña­do a vivir las con­tin­gen­cias.

En una recien­te encues­ta onli­ne en 194 ciu­da­des de Chi­na, reca­ba­da entre el 31 de enero y el dos de febre­ro de 2020, el impac­to psi­co­ló­gi­co se eva­luó median­te el Impact of Event Sca­le-Revi­sed, y el esta­do de salud men­tal se eva­luó median­te Depres­sion, Anxiety and Stress Sca­le. En la encues­ta se repor­tó que el 53.8% de los eva­lua­dos cali­fi­có el impac­to psi­co­ló­gi­co del bro­te como mode­ra­do o seve­ro; el 16.5% sín­to­mas depre­si­vos mode­ra­dos a seve­ros; el 28.8% sín­to­mas de ansie­dad mode­ra­da a seve­ra; y el 8.1% nive­les de estrés mode­ra­dos a seve­ros. La mayo­ría de los encues­ta­dos pasa­ron entre 20 y 24 horas/día en casa; el 75.2% esta­ban preo­cu­pa­dos por­que sus fami­lia­res adqui­rie­ran el COVID 19 y el 75.1% esta­ban satis­fe­chos con la can­ti­dad de infor­ma­ción de salud dis­po­ni­ble (Ramí­rez, et al., 2020).

Pero ¿qué papel jue­gan los medios de comu­ni­ca­ción en este pro­ce­so? Como bien sabe­mos, los medios de comu­ni­ca­ción des­de sus orí­ge­nes han mar­ca­do una pau­ta en la vida coti­dia­na de los suje­tos, ya sea para que tomen cier­tas deci­sio­nes o para invi­tar­los a reac­cio­nar de una u otra mane­ra, ¿pero en bene­fi­cio de quién? Del poder hege­mó­ni­co, pues­to que cada vez se hace más cla­ro cómo el dis­cur­so de dichos medios bene­fi­cia al mode­lo hege­mó­ni­co, enri­que­ce al sis­te­ma capi­ta­lis­ta y acen­túa la moder­ni­dad. Estos dan un gol­pe de mie­do, crean­do un hema­to­ma de estrés, que te pue­de lle­var a la per­di­da de con­cien­cia.

En lo que res­pec­ta al estrés, nos hemos hecho adic­tos al mis­mo, pues se ha difun­di­do como si vivir­lo fue­ra par­te natu­ral de nues­tra vida. Bien sabe­mos que el estrés per­mi­te enfren­tar cier­tas cir­cuns­tan­cias, pero el vivir­lo de mane­ra cons­tan­te nos lle­va a una pro­duc­ción de sus­tan­cias que daña a cor­to y lar­go pla­zo tan­to la salud físi­ca como emo­cio­nal.

Los medios de comu­ni­ca­ción masi­va son par­te de la super­es­truc­tu­ra polí­ti­co-ideo­ló­gi­ca de la socie­dad, así como un meca­nis­mo fun­da­men­tal para la cons­truc­ción de la hege­mo­nía nece­sa­ria para la repro­duc­ción que requie­re un Esta­do para man­te­ner la domi­na­ción de una cla­se o sec­tor social sobre otro. Los medios de comu­ni­ca­ción se con­vier­ten en armas de domi­na­ción masi­va, pues su fun­ción edu­ca­ti­va sos­la­ya otra más, una diri­gi­da a subor­di­nar el pen­sa­mien­to (Feo y Feo, 2013).

Adorno (1969, cita­do en Feo y Feo, 2013) enten­día la tele­vi­sión como el prin­ci­pal pro­pa­ga­dor de la cul­tu­ra domi­nan­te. La ver­ti­gi­no­sa diná­mi­ca social suma­da a la super expo­si­ción y al cui­da­do­so ensam­bla­je de los men­sa­jes, no per­mi­te espa­cio para una refle­xión sobre los mis­mos, ni sobre el impac­to que ellos pro­du­cen. Por lo tan­to, el mun­do refle­ja­do en la pan­ta­lla ter­mi­na­ría reem­pla­zan­do a la real.

En el sec­tor salud, los medios de comu­ni­ca­ción masi­vos jue­gan un rol de gran impor­tan­cia, y la tria­da cor­po­ra­ción, medios y gobierno sigue vigen­te. El con­te­ni­do mediá­ti­co crea y con­so­li­da con­duc­tas, creen­cias y valo­res, muchos de los cua­les van diri­gi­dos a crear seres indi­vi­dua­lis­tas, vio­len­tos, com­pe­ti­ti­vos y sobre con­su­mi­do­res, acti­tu­des y com­por­ta­mien­tos que pue­den ser noci­vos para la salud (Feo y Feo, 2013).

Las gran­des cor­po­ra­cio­nes han encon­tra­do en los medios de comu­ni­ca­ción su mejor alia­do para ven­der sus pro­duc­tos, de los cua­les la mayor par­te no son nece­sa­rios para la vida. En rela­ción con la indus­tria far­ma­céu­ti­ca, su rela­ción con los medios no se limi­ta a la pro­mo­ción de pro­duc­tos far­ma­céu­ti­cos, sino que actúan para crear matri­ces de opi­nión que favo­re­cen la intro­duc­ción de un deter­mi­na­do medi­ca­men­to o la pro­mo­ción de una deter­mi­na­da enfer­me­dad (Feo y Feo, 2013). En el caso de COVID 19, resul­ta cla­ra la pro­mo­ción que se le ha hecho a dicha enfer­me­dad, pero es aún más impor­tan­te iden­ti­fi­car la pro­mo­ción no solo de la for­ma de actuar para dis­mi­nuir sus con­se­cuen­cias (lo cual no deja de ser nece­sa­rio), sino sobre todo las emo­cio­nes y reac­cio­nes que debe­mos tener ante la pan­de­mia.

Al res­pec­to, Le Bre­ton (2012) plan­tea que para que una emo­ción sea per­ci­bi­da, sen­ti­da y expre­sa­da debe per­te­ne­cer de una u otra for­ma al reper­to­rio cul­tu­ral del gru­po al que se per­te­ne­ce. El indi­vi­duo no es su cul­tu­ra, sino lo que hace de ella, pues cada uno pone su toque per­so­nal al rol que jue­ga, y por lo tan­to, la inter­pre­ta­ción erró­nea de una situa­ción pue­de intro­du­cir una pro­fun­da angus­tia crea­da des­de cero, o inclu­so crear­nos el pro­pio mie­do.

Si recor­da­mos que los medios de comu­ni­ca­ción masi­va supo­nen una gran influen­cia cul­tu­ral, las emo­cio­nes que los suje­tos expe­ri­men­tan ante la pan­de­mia COVID 19 se encuen­tran fuer­te­men­te influen­cia­dos por dichos medios, los cua­les, al estar al ser­vi­cio del poder hege­mó­ni­co, enfo­can su inte­rés en la pro­duc­ción de mie­do, angus­tia, estrés, algu­nas de las cua­les ya cuen­tan con medi­ca­men­tos para su con­trol. Sin embar­go, ¿qué pasa­rá con la indus­tria far­ma­céu­ti­ca? ¿Apro­ve­cha­rá esta pan­de­mia para enri­que­cer­se aún más? Con­si­de­ro que en poco tiem­po podre­mos obte­ner res­pues­tas.

Den­tro de las enfer­me­da­des rela­cio­na­das con la salud men­tal encon­tra­mos el mie­do-ansie­dad, que Pis­que­ras, Ramos, Mar­ti­nez y Obli­tas (2009) con­si­de­ran como una res­pues­ta del orga­nis­mo que se des­en­ca­de­na ante una situa­ción de ame­na­za o peli­gro psí­qui­co o físi­co, don­de el orga­nis­mo se dota de ener­gía para anu­lar­lo o con­tra­rres­tar­lo. En lo que res­pec­ta al estrés, Gómez (2004) refie­re que se tra­ta de un fenó­meno que sur­ge en el pro­ce­so de encuen­tro entre un suje­to y una situa­ción que se per­ci­be como muy rele­van­te, lo que pro­du­ce un des­ba­lan­ce. Este se pue­de pre­sen­tar por fal­ta de capa­ci­dad del suje­to para lograr el equi­li­brio, por una inter­pre­ta­ción inade­cua­da o por­que la situa­ción es efec­ti­va­men­te incon­tro­la­ble. Esta tran­sac­ción des­ba­lan­cea­da pue­de pro­lon­gar­se en el tiem­po, lo cual pue­de gene­rar, a su vez, diver­sas reac­cio­nes por par­te del suje­to que pone en ries­go su salud.

Tan­to el mie­do-ansie­dad como el estrés se repor­tan como cons­tan­tes en las per­so­nas que nos encon­tra­mos vivien­do el COVID19. Esto pue­de gene­rar la pro­duc­ción de sus­tan­cias que a lar­go pla­zo gene­ra­rán pro­ble­mas de salud, inter­fi­rien­do en el ren­di­mien­to en todas las esfe­ras del suje­to. Es aquí don­de entran los espe­cia­lis­tas, entre ellos los psi­có­lo­gos quie­nes pue­den brin­dar aten­ción nece­sa­ria y opor­tu­na para mejo­ra la cali­dad de vida de los suje­tos.

La per­cep­ción que se tie­ne en la cul­tu­ra occi­den­tal de la enfer­me­dad es una de las tan­tas con­se­cuen­cias del mundo/moderno/colonial, y a la cual al pare­cer se le ha dado por hecho, ocu­pán­do­se de la cul­tu­ra de la enfer­me­dad, como le lla­ma Pera (2012), lo que resul­ta en una cura o con­trol des­or­ga­ni­za­do y emer­gen­te.

Muchas con­duc­tas (en apa­rien­cia dic­ta­das por los datos fisio­ló­gi­cos y que, por otra par­te, esca­pan al con­trol volun­ta­rio cons­cien­te) no dejan de estar influi­dos o inclu­so direc­ta­men­te orien­ta­dos por datos socia­les, cul­tu­ra­les o psi­co­ló­gi­cos. El dolor cons­ti­tu­ye un ejem­plo sig­ni­fi­ca­ti­vo. La acti­tud del suje­to fren­te al dolor e inclu­so el umbral de dolor ante el que reac­cio­na, están liga­dos al teji­do social y cul­tu­ral. El suje­to se inser­ta en él con su visión del mun­do y sus creen­cias reli­gio­sas, es decir, con la mane­ra en que se sitúa fren­te a su comu­ni­dad de per­te­nen­cia (Le Bre­ton, 2002). El dolor, escri­be Leri­che (1983, cita­do en Le Bre­ton, 2002) no es un sim­ple hecho pro­duc­to del flu­jo ner­vio­so que corre de una mane­ra deter­mi­na­da por el ner­vio. Es el resul­ta­do de un con­flic­to entre un estí­mu­lo y el indi­vi­duo por com­ple­to.

Al res­pec­to, Pera (2012) plan­tea un mun­do en el que social­men­te domi­ne la com­pa­sión y sin­ce­ra con­vi­ven­cia entre los pre­sun­tos cuer­pos sanos y los cuer­pos enfer­mos, por­que ha enten­di­do bien que todos los cuer­pos huma­nos somos radi­cal­men­te dete­rio­ra­dos, vul­ne­ra­bles y cadu­cos.

Este ata­que al virus del COVID 19 se con­vir­tió en un ata­que de la vida de los que son con­si­de­ra­dos como no indis­pen­sa­bles, negán­do­los, pero al negar­los nos nega­mos en con­jun­to. Es allí don­de pode­mos entrar los psi­có­lo­gos a encon­trar­nos con el otro en un tra­ba­jo inter­sub­je­ti­vo, que carac­te­ri­za a la psi­co­lo­gía.

Desfronterizar la psicología

Den­tro de las reco­men­da­cio­nes a imple­men­tar a cor­to pla­zo Ramí­rez et al (2020) plan­tean que se requie­re la uti­li­za­ción de pri­me­ros auxi­lios psi­co­ló­gi­cos, con los cua­les se dis­pon­ga hacia una rela­ción res­pe­tuo­sa y de apo­yo median­te la eva­lua­ción de nece­si­da­des cri­ti­cas e inter­ven­ción tem­pra­na. Esto podría ayu­dar a lle­var al suje­to a un plano espe­ra­ble en las reac­cio­nes de estrés o due­lo. Otras herra­mien­tas con­sis­ten en edu­car en téc­ni­cas para dis­mi­nuir nive­les de estrés y de hiper­ac­ti­vi­dad, como la res­pi­ra­ción pro­fun­da o dia­frag­má­ti­ca, la rela­ja­ción mus­cu­lar pro­gre­si­va e imá­ge­nes guia­das.

Exis­te una amplia gama de pers­pec­ti­vas psi­co­ló­gi­cas, todas con sus carac­te­rís­ti­cas res­pec­ti­vas; sin embar­go com­par­ten su ori­gen, es decir, pro­vie­nen de una influen­cia euro­cén­tri­ca. Esta here­da la seg­men­ta­ción del suje­to, expre­sa­da en la dico­to­mi­za­ción del mis­mo en men­te y cuer­po. Por lo ante­rior, el psi­có­lo­go en muchas de sus inter­ven­cio­nes sepa­ra la men­te del cuer­po, tra­ba­jan­do o cre­yen­do que tra­ba­ja solo con la men­te; sin embar­go, cuan­do com­pren­de­mos que el suje­to es cuer­po, men­te, espí­ri­tu, cul­tu­ra, iden­ti­dad, es decir sub­je­ti­vi­dad, el tra­ba­jo tera­péu­ti­co se trans­for­ma en una rela­ción dia­ló­gi­ca, en don­de ni el pacien­te ni noso­tros nos pode­mos vaciar. La cla­ve es estar cons­cien­tes de lo que habi­ta mi sub­je­ti­vi­dad para evi­tar los pre­jui­cios.

Es nece­sa­rio recor­dar que el pacien­te tie­ne el poder de lograr los cam­bios que requie­re para mejo­rar su cali­dad de vida, lo cual no tie­ne por qué rea­li­zar de mane­ra ais­la­da, sino que se pue­de tra­ba­jar en gru­pos tera­péu­ti­cos, don­de apren­da de la expe­rien­cia del otro, don­de el bien del otro pue­de ser asi­mis­mo mi bien.

Las con­di­cio­nes que ha gene­ra­do la pan­de­mia del COVID 19 nos lle­van a con­tem­plar opcio­nes otras des­de la psi­co­lo­gía. Des­de, tal vez, una psi­co­lo­gía des­fron­te­ri­za­da, la que esté abier­ta a la escu­cha del otro, en un gru­po tera­péu­ti­co que per­mi­ta com­par­tir las expe­rien­cias que, como ya se sabe, per­mi­ten un avan­ce mayor en el pro­ce­so. Dicha par­ti­ci­pa­ción gru­pal podría rea­li­zar­se vía inter­net (aun­que se sabe de la impor­tan­cia del con­tac­to con el otro), pues las con­di­cio­nes actua­les nos impli­can optar por otros medios tem­po­ra­les.

La pro­pues­ta en este artícu­lo con­sis­te en des­fron­te­ri­zar la psi­co­lo­gía, lo que per­mi­ti­ría que esta no cai­ga en la dico­to­mi­za­rían del suje­to, en la idea de des­mem­brar­lo para un mejor estu­dio o en solo que­dar­nos en las con­duc­tas, en bus­car solu­cio­nes fáci­les y rápi­das, negán­do­le la posi­bi­li­dad al pacien­te de iden­ti­fi­car su poten­cia­li­dad, es decir, que tie­ne el poder de ser. Hay que recor­dar que no pue­do sacar al suje­to del con­tex­to, ya que él trae su con­tex­to a la tera­pia: lo vemos refle­ja­do en sus creen­cias.

Es nece­sa­rio per­mi­tir­me ser visi­ta­da por el otro y, cuan­do se vaya, sabo­rear la visi­ta y comen­tar con lo que me deja esa visi­ta y con mis otras voces para cons­truir una com­pren­sión inter­pre­ta­ti­va.

A manera de cierre

Nos encon­tra­mos habi­tan­do la muer­te cons­tan­te­men­te. Tal vez sea una opor­tu­ni­dad de nego­ciar con esa con­cep­ción que tene­mos de la muer­te; tal vez podría­mos hablar con ella y asu­mir el reto de ver o sen­tir a la muer­te con una visión otra, como una opor­tu­ni­dad de vivir o re-vivir, sin una nor­ma­li­dad, sino des­de la dife­ren­cia. Esto per­mi­ti­rá per­ci­bir­nos como suje­tos úni­cos, pero en comu­ni­dad, así como des-emba­ra­zar­nos de la indi­vi­dua­li­dad pro­pia de la moder­ni­dad que nos lle­va a una obse­sión por el con­su­mis­mo y la com­pe­ti­ti­vi­dad al crear en noso­tros la ilu­sión de que eso nos hará úni­cos, lle­ván­do­nos a la para­do­ja de que solo sere­mos uno más.

Los colec­ti­vos socia­les son acto­res con capa­ci­dad de rom­per las cáp­su­las mediá­ti­cas, pero para ello es nece­sa­rio el cono­ci­mien­to y refle­xión cons­tan­tes sobre la natu­ra­le­za de los medios de comu­ni­ca­ción masi­va y su papel en la socie­dad (Feo y Feo, 2013).

Es nece­sa­rio dejar de con­si­de­rar a los medios de comu­ni­ca­ción masi­va como un medio de entre­te­ni­mien­to entre otros, pues­to que eso nos impi­de ver los efec­tos que tie­nen de mane­ra incons­cien­te los men­sa­jes que emi­ten en el día a día. Es indis­pen­sa­ble tomar un papel acti­vo en las deci­sio­nes que reper­cu­tan en nues­tra vida coti­dia­na, así como en nues­tro papel ante los medios de comu­ni­ca­ción masi­va.

Asi­mis­mo, es nece­sa­rio gene­rar equi­pos mul­ti­dis­ci­pli­na­rios que nos per­mi­tan un tra­ba­jo inte­gral debi­do a que, como men­cio­nan Ramí­rez et al., (2020), las pan­de­mias con ais­la­mien­to social sub­se­cuen­te han impac­ta­do de for­ma sig­ni­fi­ca­ti­va la salud psi­co­ló­gi­ca, tan­to duran­te como des­pués del bro­te, cuyas res­pues­tas emo­cio­na­les se man­tie­nen a lar­go pla­zo y gene­ran pro­ble­mas de salud como estrés pos­trau­má­ti­co, mie­do-ansie­dad, depre­sión, entre otras. Lo ante­rior ten­dría como con­se­cuen­cia un segun­do bro­te epi­dé­mi­co, pero en esta oca­sión sobre la salud psi­co­ló­gi­ca.

Es impor­tan­te invi­tar a la psi­co­lo­gía a no caer en la cul­tu­ra de la enfer­me­dad, sino en la cul­tu­ra de la salud, emplea­do medi­das pre­ven­ti­vas como el cui­da­do del cuer­po-men­te, que impli­ca cui­dar lo que come­mos, el des­can­so, el ejer­ci­cio, pero (y no menos impor­tan­te) cui­dar lo que vemos y escu­cha­mos en los medios de comu­ni­ca­ción masi­va.

Final­men­te, con­si­de­ro nece­sa­rio refle­xio­nar sobre las pro­pues­tas del gobierno que nos invi­tan a aspi­rar a una nue­va nor­ma­li­dad. Le colo­can el cali­fi­ca­ti­vo de “nue­va” por­que nos per­mi­te saber que no es lo mis­mo, y sobre todo nos da la sen­sa­ción de nove­dad, refor­zan­do los efec­tos que duran­te años nos ha tra­ba­ja­do el con­su­mis­mo, de una feli­ci­dad que es efí­me­ra. La nor­ma­li­dad es aún más com­ple­ja, pues nos invi­ta a seguir los mis­mos patro­nes, a con­ti­nuar en un indi­vi­dua­lis­mo, en un con­su­mis­mo y en una ena­je­na­ción domi­nan­te.

La pro­pues­ta podría ser des­fron­te­ri­zar nues­tra vida y refle­xio­nar acer­ca de cómo ha afec­ta­do a nues­tra salud ese indi­vi­dua­lis­mo, el con­su­mis­mo, y sobre todo lo que vemos y oímos en los medios de comu­ni­ca­ción masi­va. La invi­ta­ción es a la refle­xi­vi­dad. A apro­ve­char este tiem­po de con­fi­na­mien­to para gene­rar otros hábi­tos que lle­ven a una mejor cali­dad de vida, refor­zan­do el cui­da­do de la men­te-cuer­po o cuer­po-men­te, sin dico­to­mías jerár­qui­cas, dán­do­le su jus­to valor.

Referencias

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Notas

  1. Maestra en Investigación de la Educación, doctoranda del programa de Ciencias de la Educación, ISCEEM Toluca. Correo electrónico: rianmimx@yahoo.com.mx

  2. Se refiere estrictamente a una estructura de dominación y explotación, donde el control de la autoridad política, de los recursos de producción y de trabajo de una población determinada lo detenta otra de diferente identidad, y cuya sede central está, además, en otra jurisdicción territorial. Pero no siempre, ni necesariamente, implica relaciones racistas de poder (Quijano, 2007).  

  3. Esta ha probado ser, en los últimos 500 años, más profunda y duradera que el colonialismo, pero sin duda fue engendrada dentro de este y, más aún, sin él no habría podido ser impuesta en la intersubjetividad del mundo, de modo tan enraizado y prolongado (Quijano, 2007).