Cartografías del cuerpo en tiempos de pandemia

Cartographies of the body in times of pandemic

Estela Parra Estrada[1]

Facultad de Estudios Superiores Iztacala

Resumen

Se lle­vó a cabo un taller de dos sesio­nes con el tema: Car­to­gra­fías del cuer­po en tiem­pos de pan­de­mia diri­gi­do a muje­res. La con­vo­ca­to­ria se lle­vó a cabo a tra­vés de redes socia­les y par­ti­ci­pa­ron 19 muje­res de dife­ren­tes eda­des y pro­fe­sio­nes. Se lle­va­ron a cabo dos ejer­ci­cios con el obje­ti­vo de rea­li­zar una car­to­gra­fía del cuer­po en tiem­pos de pan­de­mia. Se refle­xio­nó en torno al impac­to del con­fi­na­mien­to por la pan­de­mia, carac­te­rís­ti­cas de las vivien­das, espa­cios dis­po­ni­bles, sali­das en la con­tin­gen­cia, medi­das de pro­tec­ción, per­cep­ción sobre la COVID-19 y el con­fi­na­mien­to; el impac­to del con­fi­na­mien­to en hábi­tos bási­cos, auto­con­trol, rela­cio­nes inter­per­so­na­les, el gol­pe emo­cio­nal, los espa­cios públi­cos y pri­va­dos, el ter­cer espa­cio y el cuer­po como un espa­cio car­to­gra­fia­ble.

Pala­bras cla­ve: Car­to­gra­fía, cuer­po, Pan­de­mia, arte­te­ra­pia

Abstract

A two-ses­sion workshop was held with the topic: Car­to­graphies of the body in times of pan­de­mic aimed at women. The call was carried out through social net­works and nine­teen women of dif­fe­rent ages and pro­fes­sions par­ti­ci­pa­ted. Two exer­ci­ses were carried out with the aim of map­ping the body in times of pan­de­mic. The impact of con­fi­ne­ment due to the pan­de­mic, cha­rac­te­ris­tics of the homes, avai­la­ble spa­ces, con­tin­gency exits, pro­tec­tion mea­su­res, per­cep­tion of COVID-19 and con­fi­ne­ment, impact of con­fi­ne­ment on basic habits, self-con­trol, inter­per­so­nal rela­tionships were reflec­ted on, emo­tio­nal impact, public and pri­va­te spa­ces, third spa­ce and the body as a map­pa­ble spa­ce.

Key­words: Car­to­graphy, body, Pan­de­mic, art the­rapy

En Méxi­co se vive en con­di­cio­nes de des­igual­dad social, se pue­den obser­var fac­to­res como el cla­sis­mo, el racis­mo, el sexis­mo y la exi­gen­cia de uni­for­mi­dad que se hacen pre­sen­te de for­ma dife­ren­cia­da, es decir entre exis­ten vul­ne­ra­bles den­tro de los vul­ne­ra­bles como son los pue­blos indí­ge­nas, las dis­ca­pa­ci­da­des, las diver­si­da­des sexua­les, pero sobre todo las muje­res; exis­tien­do con­tra estos cuer­pos, prác­ti­cas cul­tu­ra­les sis­te­má­ti­cas como: vio­len­cia de géne­ro, homo­fo­bia, racis­mo y sexis­mo. Estas con­di­cio­nes de des­igual­dad se han visi­bi­li­za­do en esta eta­pa de con­fi­na­mien­to por la con­tin­gen­cia sani­ta­ria deri­va­da del virus SARS COV2

Exis­ten con­tex­tos don­de pode­mos encon­trar prác­ti­cas de exclu­sión y vio­len­cia de géne­ro son abun­dan­tes: el hogar, el tra­ba­jo, la calle, el trans­por­te públi­co y por supues­to, la escue­la. Tenien­do como común deno­mi­na­dor entre los esce­na­rios las rela­cio­nes de poder, un ejer­ci­cio del poder dife­ren­cia­do y uti­li­za­do con­tra otro/a.

Por otro lado, de acuer­do con Lamas (2013) el géne­ro al ser un sím­bo­lo de la dife­ren­cia sexual es deter­mi­nan­te en el uso y en la dis­tri­bu­ción de los espa­cios, algu­nos espa­cios se han con­for­ma­do como espa­cios uti­li­za­dos por los hom­bres, mien­tras otros son luga­res de las muje­res. La refle­xión femi­nis­ta sobre el espa­cio y los luga­res inves­ti­ga los víncu­los entre las for­ma­cio­nes socio­eco­nó­mi­cas y cul­tu­ra­les y las varia­das for­mas de dis­tri­bu­ción espa­cial de muje­res y hom­bres; tam­bién toma el cuer­po como lugar de viven­cias topo­grá­fi­cas y tem­po­ra­les y lo con­vier­te en una pará­bo­la más amplia del espa­cio social. Así sobre el espa­cio y los luga­res pode­mos encon­trar una varie­dad de expre­sio­nes de géne­ro entre­te­ji­das en la geo­gra­fía: sig­ni­fi­ca­dos sim­bó­li­cos que exclu­yen a las muje­res de cier­tos luga­res, ubi­ca­ción dife­ren­cia­da por jerar­quía de géne­ro en deter­mi­na­dos tra­ba­jos, dis­tri­bu­ción arqui­tec­tó­ni­ca exclu­yen­te (menos baños para muje­res y más para hom­bres en un lugar de tra­ba­jo), entre otros ejem­plos.

Según Habeg­ger y Man­ci­la (2006), la car­to­gra­fía social es la dis­ci­pli­na que ana­li­za los méto­dos para el tra­za­do del terri­to­rio reto­man­do téc­ni­cas de lo social, cul­tu­ral, y el arte para dar a cono­cer la infor­ma­ción reca­ba­da.

Así al lle­var a cabo un mapeo se pue­de lograr un acer­ca­mien­to a la reali­dad social o cul­tu­ral del obje­to de estu­dio, es decir a tra­vés de un tra­ba­jo de car­to­gra­fía social, al obser­var un mapa no sólo se está obser­van­do un esce­na­rio físi­co sino tam­bién un espa­cio social lleno de sig­ni­fi­ca­dos.

Con rela­ción al géne­ro y el espa­cio, es en los luga­res físi­cos don­de se mani­fies­tan las rela­cio­nes asi­mé­tri­cas, com­por­ta­mien­tos basa­dos en patro­nes de sumi­sión y domi­na­ción de hom­bres hacia las muje­res, que se repre­sen­tan tam­bién en la apro­pia­ción de los espa­cios públi­cos y el con­fi­na­mien­to de las muje­res a los espa­cios pri­va­dos.

A par­tir del 19 de mar­zo en Méxi­co las auto­ri­da­des hicie­ron una cam­pa­ña para que­dar­se en casa, la cual pro­du­jo temor a los con­ta­gios, a la difi­cul­tad para acce­der a la edu­ca­ción, a los ser­vi­cios de salud, a luga­res para la recrea­ción y el ejer­ci­cio; suma­do a la incer­ti­dum­bre del tiem­po a pasar en casa, seguía la incer­ti­dum­bre labo­ral, de la pre­sen­cia del virus y las for­mas de con­ta­gio. Y aun cuan­do el día 31 de mayo del 2020 ter­mi­nó la Jor­na­da de Sana dis­tan­cia, en Méxi­co nos encon­trá­ba­mos en el pico de con­ta­gios.

De acuer­do con de la De la Ser­na (2020) cuan­do una situa­ción que pro­du­ce estrés se esta­ble­ce por algún tiem­po, va a tener un impac­to dife­ren­cia­do depen­dien­do de las carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les, fami­lia­res y socia­les.

Y enton­ces toman­do en cuen­ta que, como con­se­cuen­cia de la pan­de­mia, las muje­res que regre­sa­ron a sus casas y han con­vi­vi­do por más de 70 días entre ellos, han reto­ma­do sus espa­cios y se han apro­pia­do de ellos.

¿De qué for­ma ha cam­bia­do o se ha ajus­ta­do la per­cep­ción de sus cuer­pos?, ¿Es posi­ble tra­zar car­to­gra­fías cor­po­ra­les en tiem­pos de pan­de­mia?, ¿De qué for­ma ha cam­bia­do la per­cep­ción de sus hoga­res?, ¿Es posi­ble tra­zar car­to­gra­fías de los hoga­res en tiem­pos de pan­de­mia?, ¿Es posi­ble rea­li­zar una car­to­gra­fía cor­po­ral des­de una cate­go­ría de géne­ro?

Marco Referencial

A. Mapas del cuerpo

Des­de nues­tro naci­mien­to todas las per­so­nas tene­mos un cuer­po, y es jus­ta­men­te el cuer­po algo muy per­so­nal, ínti­mo, algo que nos recuer­da lo vul­ne­ra­bles que somos, no impor­ta la edad que ten­ga­mos, siem­pre el cuer­po jue­ga un papel impor­tan­te en nues­tras vidas.

Para Le Bre­tón (2013) la iden­ti­dad per­so­nal es algo abier­to que se tra­ma a par­tir de lo inaca­ba­do, don­de se tra­du­cen las varia­cio­nes del deseo, siem­pre nóma­das y pro­cli­ve a los cam­bios. Dice Bre­tón: “El mun­do en noso­tros y fue­ra de noso­tros sólo exis­te a tra­vés de las sig­ni­fi­ca­cio­nes que no deja­mos de pro­yec­tar sobre él” (Le Bre­tón, 2013, p.13). Es decir cons­trui­mos nues­tro mun­do a par­tir de pro­yec­cio­nes que hace­mos. Hace poco cono­cí a una mujer que duran­te el tiem­po que pla­ti­ca­mos no pasó ni media hora sin que ella cri­ti­ca­ra su cuer­po, es decir todos los días cons­tan­te­men­te pro­yec­ta ideas nega­ti­vas, crí­ti­cas y jui­cios sobre su cuer­po.

Y es enton­ces que nos empe­za­mos a for­jar nues­tra iden­ti­dad a par­tir de las pro­yec­cio­nes que hace­mos hacia el cuer­po y nues­tra piel cubre esta fun­ción con­te­ne­do­ra como un vaso que con­tie­ne el agua, o en pala­bras de Le Bre­tón (2013): “la rela­ción que todo hom­bre esta­ble­ce con el mun­do vie­ne a ser una cues­tión de piel, y de soli­dez de la fun­ción con­te­ne­do­ra” (Le Bre­tón, 2013, p.16).

B. Género

Con la fra­se: “Una no nace, se hace mujer” de Simo­ne de Beau­voir la cate­go­ría de géne­ro se empe­zó a difun­dir y a con­cep­tua­li­zar.

De acuer­do con Lamas (2013) el tér­mino gen­der, géne­ro en espa­ñol hace alu­sión a dife­ren­tes con­cep­tos des­de una cla­si­fi­ca­ción lite­ra­ria: géne­ro tea­tral, una taxo­no­mía: ese géne­ro de dis­cu­sión me moles­ta, sin embar­go, ha pro­vo­ca­do una gene­ra­li­za­ción sobre la dife­ren­cia sexual, como se hicie­ra refe­ren­cia a todos los asun­tos de muje­res; y nos recuer­da la impor­tan­cia de refle­xio­nar ¿cuál es la ver­da­de­ra dife­ren­cia entre los cuer­pos sexua­dos y los social­men­te cons­trui­dos? Allí es don­de se abre el ver­da­de­ro deba­te del papel de las muje­res en la socie­dad.

Por otro lado, las rela­cio­nes de géne­ro tie­nen su cimien­to en socia­les y cul­tu­ra­les, y al ser una cons­truc­ción social se tra­ta de nor­mas, sím­bo­los, valo­res y prác­ti­cas que varían a tra­vés del tiem­po y de cul­tu­ra a cul­tu­ra y es así como pode­mos ver como no es lo mis­mo ser una mujer sol­te­ra de 30 años en la Ciu­dad de Méxi­co en el 2019 que en 1919 ó 1519, ni en Vera­cruz, Duran­go, Oaxa­ca, en la Sie­rra de Gue­rre­ro o en un peque­ño pue­blo Yaqui.

C. El género como categoría

De Bar­bie­ri (1996) dice: “La cate­go­ría “géne­ro” empe­zó a ser uti­li­za­da a media­dos de la déca­da de los seten­ta por aca­dé­mi­cas femi­nis­tas de habla ingle­sa, para refe­rir­se a los orde­na­mien­tos socio­cul­tu­ra­les cons­trui­dos colec­ti­va­men­te a par­tir de las dife­ren­cias cor­po­ra­les” (p. 49).

En la actua­li­dad el géne­ro es una cate­go­ría de aná­li­sis para la inves­ti­ga­ción, la inter­ven­ción y la pla­ni­fi­ca­ción de las polí­ti­cas públi­cas, apli­ca­ble a la acción comu­ni­ta­ria, a la salud y en la vida coti­dia­na para visi­bi­li­zar las dife­ren­cias e inequi­da­des entre hom­bres y muje­res en las socie­da­des.

El géne­ro como cate­go­ría de aná­li­sis exi­ge pro­fun­di­zar en las rela­cio­nes entre los hom­bres y las muje­res, pone el énfa­sis en los ele­men­tos socio­cul­tu­ra­les sobre los que se han cons­trui­do esas rela­cio­nes e iden­ti­fi­ca las des­igual­da­des, per­mi­te obser­var, ana­li­zar, cues­tio­nar y trans­for­mar los mode­los que sos­tie­nen y per­pe­túan las des­igual­da­des entre hom­bres y muje­res.

Cor­tés y Rodrí­guez (2017) dicen: “… el géne­ro es una cate­go­ría de aná­li­sis de la reali­dad, es decir, un cam­po de estu­dio e inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca”. (p.15) Esto impli­ca que el géne­ro hace refe­ren­cia a una for­ma de ver y ana­li­zar la reali­dad des­de un enfo­que de la des­igual­dad que exis­te en las rela­cio­nes entre hom­bres y muje­res

D. Espacio y relaciones de género

Para McDo­well (McDo­wel, 2000, cita­do en Naran­jo, 2018) en el géne­ro el sig­ni­fi­ca­do y el con­jun­to de rela­cio­nes socia­les no se pue­den sepa­rar. Nos invi­ta a refle­xio­nar en la impor­tan­cia de una geo­gra­fía femi­nis­ta que saca a la luz las rela­cio­nes entre divi­sio­nes de géne­ro y divi­sio­nes espa­cia­les, en par­ti­cu­lar por­que las rela­cio­nes espa­cia­les- públi­co y pri­va­do, den­tro y fue­ra tie­nen una impor­tan­cia en la cons­truc­ción de las divi­sio­nes de géne­ro.

En la actua­li­dad no se pue­de esta­ble­cer a par­tir del cuer­po físi­co una dis­tin­ción cul­tu­ral hom­bre- mujer; las dife­ren­cias lo reco­rren todo, des­de los este­reo­ti­pos y roles de géne­ro has­ta las nue­vas for­mas de com­pren­der las rela­cio­nes sexo- géne­ro de for­ma indi­vi­dual. Y es a par­tir de esta refle­xión que pode­mos pen­sar que la idea de cuer­po más que una cons­tan­te es una varia­ble.

Butler (2001) dice: “si una es una mujer, des­de lue­go eso no es todo lo que una es” (p.129), no sola­men­te por­que tras­cen­de­mos los atri­bu­tos del géne­ro, sino por­que el géne­ro no siem­pre se esta­ble­ce de mane­ra cohe­ren­te con con­tex­tos his­tó­ri­cos y por­que se entre­la­za con moda­li­da­des his­tó­ri­cas, étni­cas, de cla­se, regio­na­les, por lo cual es “impo­si­ble des­li­gar al géne­ro de las inter­sec­cio­nes polí­ti­cas y cul­tu­ra­les en que se pro­du­ce y se man­tie­ne” (Butler, 2001, p.129).

Y dice: “el cuer­po apa­re­ce como un medio pasi­vo en el que se ins­cri­ben los sig­ni­fi­ca­dos cul­tu­ra­les o como el ins­tru­men­to median­te el cual una volun­tad apro­pia­do­ra e inter­pre­ta­ti­va deter­mi­na un sig­ni­fi­ca­do cul­tu­ral para sí mis­ma” (Butler, 2001, p.130).

Jen­kins (2008) men­cio­na que la iden­ti­dad es par­te fun­da­men­tal de la socie­dad y la cul­tu­ra y es así como a par­tir de las pau­tas cul­tu­ra­les se impri­men sig­ni­fi­ca­dos. Por lo tan­to, la cul­tu­ra al ser un espa­cio sim­bó­li­co de cla­si­fi­ca­ción y sis­te­ma­ti­za­ción de la reali­dad no solo da sen­ti­do a la cir­cuns­tan­cia exis­ten­cial de cada suje­to, sino que, en ese mis­mo pro­ce­so, cons­tru­ye la iden­ti­dad social y polí­ti­ca de este.

Lue­go enton­ces se pue­de hablar de iden­ti­da­des indi­vi­dua­les y colec­ti­vas, así como de iden­ti­da­des moder­nas y pos­mo­der­nas. Y esto nos lle­va a cam­biar la pre­gun­ta ¿Quién soy yo?, por la pre­gun­ta: ¿Dón­de estoy? El énfa­sis en el dón­de hace que sea­mos capa­ces de ver­nos en rela­ción con los demás y alien­ta las rela­cio­nes de diver­sos tipos de iden­ti­da­des.

La ima­gen cor­po­ral es una par­te fun­da­men­tal del sen­ti­do de per­te­nen­cia, y según Le Bre­tón (2013), es la piel quién dibu­ja en el espa­cio los lími­tes, es lo que mar­ca la fron­te­ra, la ori­lla, envuel­ve a las per­so­nas dis­tin­guién­do­las de las demás, y de cier­ta mane­ra, la piel con­ser­va en for­ma de archi­vo las hue­llas de la his­to­ria indi­vi­dual; lue­go podría­mos decir que es el espa­cio físi­co de la uni­ver­si­dad su piel, su ori­lla, su lími­te, es una espe­cie de archi­vo don­de se guar­dan las his­to­rias, las cica­tri­ces, las vio­len­cias. Así como la ima­gen del cuer­po se cons­tru­ye a lo lar­go de la vida de una per­so­na, la ima­gen cor­po­ral de la uni­ver­si­dad se va cons­tru­yen­do a tra­vés de los años, de los lími­tes y lin­de­ros, de las his­to­rias, de las heri­das y de las zonas don­de se ubi­ca, de los veci­nos, los acto­res socia­les, entre otros fac­to­res.

Para Buch­bin­der & Mato­so (2013) los mapas del cuer­po son orga­ni­za­do­res de éste, de la rela­ción con los otros y son una evi­den­cia de la comu­ni­ca­ción y la rela­ción con el mun­do. Por otro lado, defi­nen al Mapa Fan­tas­má­ti­co Cor­po­ral, como una repre­sen­ta­ción tan­to cons­cien­te como incons­cien­te del cuer­po, don­de el suje­to se cons­tru­ye a par­tir de lo fan­tas­ma­gó­ri­co. Es un modo en que se estruc­tu­ra la sub­je­ti­vi­dad en la rela­ción del cuer­po, psi­que y mun­do.

Y así, el mapa del cuer­po pasa a ser una orga­ni­za­ción sim­bó­li­ca en un espa­cio y tiem­po. Es una figu­ra­ción ima­gi­na­ria que adquie­re el cuer­po en su repre­sen­ta­ción, son recor­tes de esce­nas suce­si­vas, de his­to­rias vivi­das, impron­tas de cómo se plas­man per­cep­cio­nes y modos de expre­sión por medio de los cua­les se vehi­cu­li­zan las imá­ge­nes (Buch­bin­der & Mato­so 2013).

E. Algunas experiencias

Se han lle­va­do a cabo una amplia gama de pro­yec­tos vin­cu­lan­do la car­to­gra­fía y el géne­ro, en: Argen­ti­na, Chi­le, Colom­bia, Ecua­dor, El Sal­va­dor, Gua­te­ma­la, Hon­du­ras, Méxi­co, Perú, Uru­guay, exis­te una publi­ca­ción que res­ca­ta las expe­rien­cias deno­mi­na­da: Mapean­do el cuer­po-terri­to­rio: Guía meto­do­ló­gi­ca para muje­res que defien­den sus terri­to­rio, en espe­cial el tra­ba­jo deno­mi­na­do: Car­to­gra­fía cor­po­ral: Meto­do­lo­gía del Mapeo del Cuer­po como Terri­to­rio, lle­va­do a cabo en Chia­pas, dicho taller sur­ge de la nece­si­dad de com­par­tir con las com­pa­ñe­ras expe­rien­cias don­de el cuer­po sea el cen­tro de aten­ción. Se lle­va­ron a cabo cin­co talle­res con una dura­ción apro­xi­ma­da de tres horas cada uno uti­li­zan­do la meto­do­lo­gía de edu­ca­ción popu­lar femi­nis­ta.

Por otro lado, en 2010 Veró­ni­ca Pera­les lle­vó a cabo una inves­ti­ga­ción teó­ri­ca deno­mi­na­da: Car­to­gra­fias des­de la pers­pec­ti­va artís­ti­ca. dise­ñar, tra­zar y nave­gar la con­tem­po­ra­nei­dad con el obje­ti­vo de: ela­bo­rar una uni­dad teó­ri­ca, con enfo­que didác­ti­co, que pue­da ser de inte­rés y uti­li­dad para los estu­dian­tes de Bellas Artes y otras carre­ras afi­nes, fomen­tan­do una acti­tud refle­xi­va y crí­ti­ca, y nutrien­do el inte­rés por la car­to­gra­fía como herra­mien­ta de inves­ti­ga­ción y apren­di­za­je.

El Taller

Se lle­vó a cabo una inter­ven­ción diri­gi­da a muje­res en la que rea­li­za­ron una pro­pues­ta de car­to­gra­fía cor­po­ral y rasí como una refle­xión crí­ti­ca toman­do como pun­to de par­ti­da el impac­to de la pan­de­mia en sus cuer­pos, sus espa­cios y sus vidas. El taller se lle­vó a cabo en dos sesio­nes de 3 horas cada una a tra­vés de medios digi­ta­les, se lan­zó una con­vo­ca­to­ria en redes socia­les.

Se pro­pu­so rea­li­zar una serie de ejer­ci­cios a tra­vés del arte, la tera­pia de arte y la crea­ti­vi­dad y se invi­tó a una refle­xión crí­ti­ca al res­pec­to.

Día 1

La pri­me­ra acti­vi­dad que se reali­zó fue: “Mapa” que con­sis­tió en lo siguien­te:

  1. Dibu­jo del cuer­po-terri­to­rio: Dibu­ja un cuer­po humano com­ple­to y ubi­ca en él los luga­res que habi­tas dia­ria­men­te (como tu casa, comu­ni­dad, o entorno), así como los cami­nos y espa­cios natu­ra­les que reco­rres habi­tual­men­te.
  2. Iden­ti­fi­ca­ción de luga­res nega­ti­vos: Mar­ca en el cuer­po-terri­to­rio los luga­res don­de te sien­tes inse­gu­ra o has expe­ri­men­ta­do dolor, rabia o vio­len­cia, y refle­xio­na sobre los con­flic­tos del terri­to­rio que te afec­tan.
  3. Iden­ti­fi­ca­ción de luga­res de fuer­za: Seña­la en el cuer­po-terri­to­rio los luga­res don­de encuen­tras fuer­za, ener­gía, pasión y rebel­día, y des­cri­be cómo se expre­san esas ener­gías en el cuer­po y en el terri­to­rio.
  4. Trans­for­ma­cio­nes por la pan­de­mia: Iden­ti­fi­ca los espa­cios del cuer­po-terri­to­rio que han cam­bia­do a raíz de la pan­de­mia, aque­llos que has adap­ta­do, deja­do, o que te gene­ran mie­do, y los espa­cios don­de te cui­das.
  5. Refle­xión sobre el mapa: Obser­va tu dibu­jo con aten­ción para ase­gu­rar­te de que refle­ja todo lo que deseas plas­mar.
  6. Com­par­tir y enviar: Expli­ca el mapa y envía­lo a un gru­po de WhatsApp crea­do para el cur­so.

Se les dejó la siguien­te tarea: Con­ver­tir en fra­ses lite­ra­les esta repre­sen­ta­ción grá­fi­ca poner las metá­fo­ras en for­ma narra­ti­va. Empe­zar con la siguien­te fra­se: Habi­to en …

Fina­li­zar con la siguien­te fra­se: Y me gus­ta vivir allí

Día 2

Se revi­só la tarea deja­da el día 1.

Se les soli­ci­tó lle­var a cabo un mapa de los luga­res que extra­ñan fue­ra de casa y des­pués com­par­ten sus refle­xio­nes con el gru­po.

Resultados

El taller se lle­vó a cabo en dos sesio­nes de dos horas y media cada una y una hora para hacer la tarea por zoom. Se lle­va­ron a cabo las acti­vi­da­des tal como se pla­nea­ron, las muje­res ela­bo­ra­ron sus dibu­jos y lle­va­ron a cabo una refle­xión crí­ti­ca de los mis­mos.

Las par­ti­ci­pan­tes plas­ma­ron en sus mapas narra­ti­vos una refle­xión más allá del cuer­po- espa­cio vivi­da duran­te la pan­de­mia, una refle­xión car­ga­da de imá­ge­nes, sig­ni­fi­ca­dos, emo­cio­nes, viven­cias sobre los espa­cios- cuer­pos que habi­tan, ade­más les per­mi­tió com­par­tir y conec­tar con otras muje­res que enfren­ta­ban desa­fíos simi­la­res.

A tra­vés de la car­to­gra­fía del cuer­po las muje­res fue­ron capa­ces de mirar, cues­tio­nar, explo­rar y mapear los roles de géne­ro y rela­cio­nes de poder expre­sa­das duran­te la pan­de­mia y expre­sa­do en los espa­cios tan­to públi­cos como pri­va­dos.

Al mapear sus cuer­pos y los espa­cios que habi­tan, las muje­res pudie­ron visua­li­zar y resis­tir las impo­si­cio­nes que se les han hecho, y encon­trar nue­vas for­mas de rela­cio­nar­se con su entorno y con ellas mis­mas.

Ade­más, el taller sub­ra­yó la impor­tan­cia de crear espa­cios segu­ros para que las muje­res pue­dan expre­sar y refle­xio­nar sobre sus expe­rien­cias, espe­cial­men­te en tiem­pos de cri­sis.

Por otro lado, las muje­res expre­sa­ron diver­sas des­igual­da­des de géne­ro que como muje­res han vivi­do en la pan­de­mia como la fal­ta de espa­cios pro­pios, el sen­ti­mien­to de “tener que ceder los espa­cios a la pare­ja y los hijos”, “doble y tri­ple jor­na­da per­ma­nen­te­men­te”, “una sobre­car­ga, mien­tras mis hijos y mi espo­so se dedi­can a estu­diar y tra­ba­jar”

Algu­nos de los resul­ta­dos deri­va­dos de la refle­xión crí­ti­ca pue­den ana­li­zar­se des­de varias pers­pec­ti­vas cla­ve:

1. Reapro­pia­ción del Cuer­po como Espa­cio de Iden­ti­dad. Uno de los resul­ta­dos más impor­tan­tes del pro­yec­to fue que las par­ti­ci­pan­tes pudie­ron reco­nec­tar con sus cuer­pos como espa­cios de iden­ti­dad rela­cio­nal e his­tó­ri­co. A tra­vés del pro­ce­so de mapeo cor­po­ral, las muje­res fue­ron capa­ces de iden­ti­fi­car y expre­sar cómo sus cuer­pos han sido mol­dea­dos por la expe­rien­cia del con­fi­na­mien­to. Esta reco­ne­xión ayu­dó a trans­for­mar la per­cep­ción de sus cuer­pos de meros “con­te­ne­do­res” o “no luga­res” fun­cio­na­les a terri­to­rios ricos en sig­ni­fi­ca­do per­so­nal, his­tó­ri­co y social.

El ejer­ci­cio de crear mapas narra­ti­vos de sus cuer­pos per­mi­tió a las par­ti­ci­pan­tes visua­li­zar y ver­ba­li­zar expe­rien­cias que, de otro modo, podrían haber per­ma­ne­ci­do repri­mi­das o no arti­cu­la­das, pro­mo­vien­do un sen­ti­do de agen­cia y con­trol sobre su pro­pio cuer­po en un con­tex­to de incer­ti­dum­bre y mie­do.

2. Trans­for­ma­ción de Espa­cios Domés­ti­cos. Duran­te la pan­de­mia, los espa­cios pri­va­dos, como los hoga­res, se vie­ron some­ti­dos a una pre­sión sin pre­ce­den­tes, al tener que asu­mir múl­ti­ples roles (hogar, ofi­ci­na, escue­la, etc.). Los resul­ta­dos del taller mues­tran cómo las par­ti­ci­pan­tes recon­fi­gu­ra­ron y resig­ni­fi­ca­ron estos espa­cios a tra­vés del mapeo cor­po­ral, iden­ti­fi­can­do áreas de sus hoga­res que se con­vir­tie­ron en zonas de ten­sión, des­can­so o crea­ción.

Al mapear sus hoga­res en sus cuer­pos, las par­ti­ci­pan­tes pudie­ron iden­ti­fi­car cuá­les áreas de sus vidas nece­si­ta­ron rees­truc­tu­ra­ción o cui­da­do adi­cio­nal, lo que las lle­vó a una com­pren­sión más pro­fun­da de sus nece­si­da­des y limi­ta­cio­nes duran­te el con­fi­na­mien­to.

3. Con­fron­ta­ción de las Des­igual­da­des de Géne­ro. Un pun­to impor­tan­te del pro­yec­to fue la visi­bi­li­za­ción y con­fron­ta­ción de las des­igual­da­des de géne­ro que se inten­si­fi­ca­ron duran­te la pan­de­mia. Al refle­xio­nar sobre cómo sus cuer­pos y hoga­res fue­ron trans­for­ma­dos por el con­fi­na­mien­to, las par­ti­ci­pan­tes iden­ti­fi­ca­ron patro­nes de sobre­car­ga labo­ral, estrés emo­cio­nal, y la inva­sión de su pri­va­ci­dad, aspec­tos que a menu­do no se reco­no­cen en la narra­ti­va públi­ca sobre la pan­de­mia.

La car­to­gra­fía cor­po­ral per­mi­tió a las muje­res expre­sar cómo las expec­ta­ti­vas de géne­ro tra­di­cio­nal­men­te asig­na­das se vol­vie­ron más exi­gen­tes duran­te la cri­sis sani­ta­ria, y cómo estas deman­das impac­ta­ron su per­cep­ción de sí mis­mas y su rela­ción con su entorno. Este ejer­ci­cio brin­dó un espa­cio abier­to a la refle­xión sobre los roles asig­na­dos duran­te la pan­de­mia, y la for­ma en la que los vivie­ron y per­ci­bie­ron.

4. Bús­que­da de espa­cios. Las par­ti­ci­pan­tes uti­li­za­ron la car­to­gra­fía cor­po­ral como una for­ma de resis­ten­cia. Duran­te la pan­de­mia, las res­tric­cio­nes y el ais­la­mien­to for­za­ron a muchas per­so­nas a inter­ac­tuar prin­ci­pal­men­te a tra­vés de espa­cios vir­tua­les o alta­men­te fun­cio­na­les que care­cen de sig­ni­fi­ca­do per­so­nal.

Al mapear sus cuer­pos y sus expe­rien­cias, las par­ti­ci­pan­tes recu­pe­ra­ron una cone­xión con su pro­pio ser y con su entorno, con­tra­rres­tan­do el sen­ti­mien­to de ano­ni­ma­to y des­co­ne­xión. Este acto de resis­ten­cia a la des­per­so­na­li­za­ción per­mi­tió a las muje­res rei­vin­di­car su iden­ti­dad en un tiem­po en que el dis­tan­cia­mien­to físi­co y social ten­día a frag­men­tar y diluir las expe­rien­cias per­so­na­les.

5. Rede­fi­ni­ción del Espa­cio Públi­co y Pri­va­do. La pan­de­mia faci­li­tó la rede­fi­ni­ción de las fron­te­ras entre los espa­cios públi­cos y pri­va­dos, y este fue un aspec­to cla­ve explo­ra­do en los resul­ta­dos del pro­yec­to. Por ejem­plo, una de las ´par­ti­ci­pan­tes men­cio­nó que tomó un clo­set que tenía poco uso para ins­ta­lar un peque­ño espa­cio para tra­ba­jar, lo adap­tó y logró una dife­ren­cia­ción den­tro de su casa de sus espa­cios fami­lia­res y de tra­ba­jo.

Y por otro lado, algu­nas de las par­ti­ci­pan­tes refle­xio­na­ron sobre cómo extra­ña­ban algu­nos de los espa­cios públi­cos que solían fre­cuen­tar, como par­ques, cafe­te­rías y cen­tros comer­cia­les, don­de se reu­nían y socia­li­za­ban, per­dien­do así espa­cios para la socia­li­za­ción.

Y en cuan­to a la per­cep­ción de los espa­cios- cuer­po, el mapeo cor­po­ral reve­ló cómo las par­ti­ci­pan­tes inter­na­li­za­ron y trans­for­ma­ron estos espa­cios den­tro de sus cuer­pos, asig­nan­do nue­vas fun­cio­nes y sig­ni­fi­ca­dos a los espa­cios que aún esta­ban a su dis­po­si­ción. Por ejem­plo, una sala de estar o un bal­cón pudie­ron haber­se con­ver­ti­do en luga­res de ejer­ci­cio físi­co o medi­ta­ción, roles que antes se cum­plían en gim­na­sios o par­ques, lo que sugie­re una adap­ta­ción crea­ti­va a las limi­ta­cio­nes impues­tas por la pan­de­mia.

6. Empo­de­ra­mien­to a tra­vés de la Refle­xión Crí­ti­ca. Uno de los resul­ta­dos más poten­tes fue el empo­de­ra­mien­to que las par­ti­ci­pan­tes expe­ri­men­ta­ron al invo­lu­crar­se en un pro­ce­so de refle­xión crí­ti­ca sobre sus cuer­pos y espa­cios.

Las par­ti­ci­pan­tes pudie­ron expre­sar y visua­li­zar sus sen­ti­mien­tos y expe­rien­cias, y ade­más les ofre­ció una for­ma de tomar con­trol sobre sus vidas en un tiem­po de incer­ti­dum­bre.

7. For­ta­le­ci­mien­to de la Comu­ni­dad y la Soli­da­ri­dad. Al com­par­tir sus mapas cor­po­ra­les y las his­to­rias detrás de ellos, las muje­res abrie­ron sus cora­zo­nes a las demás par­ti­ci­pan­tes al com­par­tir expe­rien­cias y emo­cio­nes, lo cual les per­mi­tió reco­no­cer­se en el dis­cur­so de las demás.

Esta expe­rien­cia com­par­ti­da impor­tan­te en un momen­to en que muchas per­so­nas se sen­tían ais­la­das y des­co­nec­ta­das por las res­tric­cio­nes. Se creó una red de apo­yo emo­cio­nal que per­du­ró más allá de las sesio­nes del taller, demos­tran­do la posi­bi­li­dad de la socia­li­za­ción y el inter­cam­bio a dis­tan­cia.

Conclusiones

A tra­vés de la car­to­gra­fía cor­po­ral, las muje­res pudie­ron explo­rar cómo la pan­de­mia recon­fi­gu­ró su rela­ción con sus cuer­pos y con los espa­cios que habi­tan, y cómo estas trans­for­ma­cio­nes se rela­cio­nan con las des­igual­da­des de géne­ro.

El pro­yec­to des­ta­ca la impor­tan­cia de uti­li­zar herra­mien­tas crea­ti­vas y trans­dis­ci­pli­na­rias para abor­dar temas com­ple­jos como el géne­ro, el espa­cio y la iden­ti­dad en tiem­pos de cri­sis. No solo nos per­mi­tió visua­li­zar y mapear estos terri­to­rios sim­bó­li­cos, sino que tam­bién ofre­ció una for­ma de resis­ten­cia y empo­de­ra­mien­to para las muje­res que enfren­tan las múl­ti­ples car­gas del con­fi­na­mien­to.

1. Duran­te la pan­de­mia, muchos hoga­res, que tra­di­cio­nal­men­te debe­rían ser espa­cios de segu­ri­dad y per­te­nen­cia, se con­vir­tie­ron en “no luga­res” debi­do a las ten­sio­nes y las des­igual­da­des de géne­ro exa­cer­ba­das por el con­fi­na­mien­to. Al rea­li­zar mapas narra­ti­vos de sus cuer­pos y espa­cios, las muje­res en el taller recon­fi­gu­ra­ron estos no luga­res, dotán­do­los de sig­ni­fi­ca­do per­so­nal y colec­ti­vo.

2. El cuer­po es tra­ta­do como el pri­mer terri­to­rio, un espa­cio de iden­ti­dad rela­cio­nal e his­tó­ri­co. Al crear mapas cor­po­ra­les, las par­ti­ci­pan­tes reafir­ma­ron la iden­ti­dad de su cuer­po como un lugar de his­to­ria y expe­rien­cia, resis­tien­do la des­per­so­na­li­za­ción y el ano­ni­ma­to.

3. La pan­de­mia difu­mi­nó las fron­te­ras entre los espa­cios públi­cos y pri­va­dos. Las par­ti­ci­pan­tes del taller refle­xio­na­ron sobre cómo sus hoga­res, tra­di­cio­nal­men­te espa­cios pri­va­dos, se trans­for­ma­ron en luga­res de tra­ba­jo, edu­ca­ción y recrea­ción, mez­clan­do lo públi­co con lo pri­va­do. Esta trans­for­ma­ción refle­ja la dia­léc­ti­ca del espa­cio urbano, don­de la rede­fi­ni­ción de los roles de géne­ro y las diná­mi­cas fami­lia­res duran­te el con­fi­na­mien­to alte­ró pro­fun­da­men­te la per­cep­ción y el uso de estos espa­cios.

4. El con­trol de la pri­va­ci­dad, men­cio­na­do en rela­ción con el pan­óp­ti­co, es tam­bién rele­van­te en el con­tex­to del taller. Las muje­res, al mapear sus cuer­pos, explo­ra­ron cómo el con­fi­na­mien­to inten­si­fi­có la expo­si­ción y el acce­so visua­les den­tro del hogar, a menu­do resul­tan­do en una sen­sa­ción de vigi­lan­cia cons­tan­te. Este ejer­ci­cio les per­mi­tió tomar con­cien­cia y recla­mar con­trol sobre sus cuer­pos y su pri­va­ci­dad, resis­tien­do la inva­sión sim­bó­li­ca de la vigi­lan­cia.

5. El con­cep­to de “panop­tis­mo volun­ta­rio”, que des­cri­be cómo las tec­no­lo­gías de vigi­lan­cia son inter­na­li­za­das y acep­ta­das, tie­ne para­le­lis­mos en el pro­yec­to. Duran­te la pan­de­mia, el con­fi­na­mien­to y el uso inten­si­vo de tec­no­lo­gías digi­ta­les (para tra­ba­jo, edu­ca­ción y comu­ni­ca­ción) pue­den haber inten­si­fi­ca­do la sen­sa­ción de estar siem­pre “obser­va­das”. A tra­vés del taller, las par­ti­ci­pan­tes resis­tie­ron esta des­per­so­na­li­za­ción, uti­li­zan­do la car­to­gra­fía cor­po­ral como una for­ma de rehu­ma­ni­zar y reapro­piar­se de sus expe­rien­cias.

6. El pro­yec­to sugie­re que el cuer­po es un espa­cio geo­grá­fi­co en sí mis­mo, trans­for­ma­do por las expe­rien­cias y el con­tex­to social. Al igual que el espa­cio geo­grá­fi­co se adap­ta a las nece­si­da­des huma­nas, los cuer­pos de las par­ti­ci­pan­tes fue­ron mapea­dos para refle­jar cómo han sido mol­dea­dos por la pan­de­mia. Este pro­ce­so de car­to­gra­fía cor­po­ral per­mi­tió a las par­ti­ci­pan­tes visua­li­zar y recon­fi­gu­rar los terri­to­rios per­so­na­les que habi­tan, otor­gán­do­les un sen­ti­do de con­trol y agen­cia en un con­tex­to de incer­ti­dum­bre.

7. La inac­ce­si­bi­li­dad a los “no luga­res” como cafe­te­rías, cen­tros comer­cia­les, gim­na­sios las muje­res pier­den un espa­cio que, aun­que imper­so­nal, les pro­por­cio­na una sen­sa­ción de neu­tra­li­dad y liber­tad. Star­bucks y otros no luga­res pue­den ser­vir como refu­gios don­de las per­so­nas dis­fru­tan de cier­ta ano­ni­mi­dad, lo que les per­mi­te des­co­nec­tar o rea­li­zar acti­vi­da­des sin las pre­sio­nes de su entorno social habi­tual. Por otro lado, se eli­mi­na­ron la diver­si­dad de expe­rien­cias rela­cio­na­les. Los no luga­res per­mi­ten inter­ac­cio­nes bre­ves y varia­das con per­so­nas de dife­ren­tes con­tex­tos, lo cual enri­que­ce la expe­rien­cia social y ofre­ce un espec­tro más amplio de rela­cio­nes, inclu­so si son fuga­ces. Por últi­mo, los no luga­res a menu­do sir­ven como pun­tos de con­tac­to social, y su ausen­cia podría limi­tar las opor­tu­ni­da­des de cone­xión, espe­cial­men­te para aque­llas que depen­den de estos espa­cios para su inter­ac­ción dia­ria con el mun­do exte­rior.

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Notas

  1. SUA­yED, Carre­ra de Psi­co­lo­gía, Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. Coreo: estela.parra@iztacala.unam.mx