Depresión en Hombres de Tres Etapas del Ciclo Vital

Depression in Men at Three Stages of the Life Cycle

Marisela Rocío Soria Trujano[1]

Facultad de Estudios Iztacala Superoiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen

La depre­sión en los hom­bres es más fre­cuen­te de lo que cree­mos, sin embar­go, muchos de ellos no lo reco­no­cen y no piden ayu­da debi­do a los este­reo­ti­pos de géne­ro. Si no se reci­be tra­ta­mien­to se pue­de estar en ries­go del sui­ci­dio. Así, el obje­ti­vo del pre­sen­te estu­dio fue eva­luar la pre­va­len­cia de sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va en hom­bres hete­ro­se­xua­les en tres eta­pas del ciclo vital. Se eva­lua­ron 450 hom­bres hete­ro­se­xua­les, resi­den­tes de la CDMX o área metro­po­li­ta­na. Se for­ma­ron las siguien­tes mues­tras: 1) 150 hom­bres acti­vos labo­ral­men­te, en la eta­pa de hijos/as peque­ños (3–5 años de edad); 2) 150 hom­bres acti­vos labo­ral­men­te, en la eta­pa de hijos/as ado­les­cen­tes; 75 hom­bres ancia­nos acti­vos labo­ral­men­te, con hijos/hijas adul­tos; y 4) 75 hom­bres ancia­nos jubi­la­dos, con hijos/hijas adul­tos. Se empleó el Inven­ta­rio de Depre­sión de Beck y el Test de Depre­sión Geriá­tri­ca de Yesa­va­ge. La mayo­ría de los varo­nes no pre­sen­tó depre­sión. No obs­tan­te, el 16% de par­ti­ci­pan­tes en la eta­pa de hijos/as peque­ños; 37% en la eta­pa de hijos/as ado­les­cen­tes; y 19% de los hom­bres de la eta­pa de ancia­nos con hijos/as adul­tos, mani­fes­ta­ron algún nivel de depre­sión. Es muy impor­tan­te detec­tar las con­duc­tas depre­si­vas a cual­quier edad para poder inter­ve­nir y pre­ve­nir nive­les más altos y su cro­ni­ci­dad, así como el ries­go de sui­ci­dio, sien­do esto un pro­ble­ma de salud públi­ca.

Pala­bras cla­ve: Depre­sión, ciclo vital, hom­bres.

Abstract

Depres­sion in men is more pre­va­lent than we think, howe­ver, many of them do not recog­ni­ze it and do not ask for help due to gen­der ste­reoty­pes. When men are not trea­ted they are at risk for sui­ci­de. Thus, the objec­ti­ve of the pre­sent study was to eva­lua­te the pre­va­len­ce of depres­si­ve sym­ptoms in hete­ro­se­xual men in three sta­ges of the life cycle. Four hun­dred fifty hete­ro­se­xual men, resi­dents of the CDMX or metro­po­li­tan area, were eva­lua­ted. The follo­wing sam­ples were for­med: 1) 150 men occu­pa­tio­nally acti­ve, in the sta­ge of small chil­dren (3–5 years of age); 2) 150 men occu­pa­tio­nally acti­ve, in the sta­ge of ado­les­cent chil­dren; 3) 75 elderly men occu­pa­tio­nally acti­ve, with adult sons/daughters; and 4) 75 reti­red elderly men with adult sons/daughters. The Beck Depres­sion Inven­tory and the Yesa­va­ge Geria­tric Depres­sion Test were used. Most of the men do not pre­sent depres­sion; howe­ver, 16% in the sta­ge of small chil­dren, 37% in the sta­ge of ado­les­cent chil­dren, and 19% of elderly men, did at some level. It is very impor­tant to detect depres­si­ve beha­viors at any age in order to inter­ve­ne and pre­vent higher levels and their chro­ni­city, as well as the risk of sui­ci­de.

Key­words: Depres­sion, life cycle, men.

La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS, 2023) esti­mó que el 3.8% de la pobla­ción mun­dial pre­sen­tó depre­sión, apro­xi­ma­da­men­te 280 millo­nes de per­so­nas, de los cua­les, el 4% corres­pon­die­ron a hom­bres, el 6% a muje­res y un 5.7% a adul­tos mayo­res de 60 años de edad, sien­do que cada año se sui­ci­dan más de 700000 per­so­nas, con­si­de­rán­do­se al sui­ci­dio como la cuar­ta cau­sa de muer­te en el gru­po eta­rio de 15 a 29 años de edad.

Sch­wa­ller (2022) hace refe­ren­cia al Infor­me Mun­dial de la Salud Men­tal de la OMS que se lle­vó a cabo en junio del año 2022, en el que se esta­ble­ció que la ansie­dad y la depre­sión se incre­men­ta­ron en un 25% en el pri­mer año de la pan­de­mia de COVID-19. Así, casi 1000 millo­nes de per­so­nas, pade­cían enton­ces algún tras­torno men­tal. Por su par­te, Dávi­la (2022) repor­tó datos del Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Geo­gra­fía e Infor­má­ti­ca, obte­ni­dos en el año 2020, que indi­can que, en Méxi­co, entre el 10 y 20 % de la pobla­ción infan­til y ado­les­cen­te, entre los 15 y 19 años de edad, tuvo algún tras­torno como depre­sión, ansie­dad, ano­re­xia o buli­mia, regis­trán­do­se 7896 sui­ci­dios en ese año; que 34.8 millo­nes de per­so­nas en este mis­mo país, habían expe­ri­men­ta­do algún epi­so­dio depre­si­vo, sien­do el 20.37% de casos de muje­res y 14.48% de casos de hom­bres.

Por su par­te, el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Salud Públi­ca (2023), reve­la datos que indi­can que, en Méxi­co, una de cada cin­co per­so­nas con algún tras­torno psi­quiá­tri­co, en el año 2022, reci­bió aten­ción, pero un 75% de los indi­vi­duos adul­tos con casos gra­ves y mode­ra­dos de pro­ble­mas de este tipo, no reci­bió ayu­da médi­ca o psi­co­ló­gi­ca, por no tener acce­so a ser­vi­cios de salud de esta índo­le.

La OMS (2023) indi­có que una per­so­na depri­mi­da expe­ri­men­ta tris­te­za, irri­ta­bi­li­dad, pér­di­da del pla­cer o inte­rés por acti­vi­da­des que antes rea­li­za­ba; tam­bién pue­de mani­fes­tar pér­di­da de con­cen­tra­ción, cul­pa, baja auto­es­ti­ma, des­es­pe­ran­za en rela­ción al futu­ro, idea­cio­nes sui­ci­das, alte­ra­cio­nes del sue­ño y del ape­ti­to, can­san­cio y fal­ta de ener­gía y seña­la que para decir que una per­so­na está depri­mi­da, debe sen­tir­se así, la mayor par­te del día, casi todos los días, duran­te al menos dos sema­nas.

En muchos estu­dios se ha encon­tra­do que las muje­res son más pro­pen­sas que los hom­bres a pre­sen­tar depre­sión, sien­do este tras­torno una cau­sa impor­tan­te de mor­bi­li­dad feme­ni­na, tan­to en los paí­ses pobres como en los de ingre­sos altos. Las ten­ta­ti­vas de sui­ci­dio son más fre­cuen­tes entre las muje­res, mien­tras que los hom­bres sí come­ten este acto (OMS, 2018). No obs­tan­te, el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Salud Men­tal (2005, cita­do en Álva­rez & Ochoa, 2014) esta­ble­ce que la depre­sión en los hom­bres es más fre­cuen­te de lo que se cree y la mani­fies­tan con irri­ta­bi­li­dad, poco inte­rés en sus acti­vi­da­des labo­ra­les y en aque­llas que les cau­sa­ban pla­cer, tie­nen pro­ble­mas de sue­ño, y agre­ga que los varo­nes, por lo gene­ral, no se que­jan de baja auto­es­ti­ma (lo que no sig­ni­fi­ca que la ten­gan), tris­te­za o cul­pa exce­si­va, pero tie­nen más pro­ba­bi­li­dad que las muje­res, de desa­rro­llar abu­so o depen­den­cia de alcohol y dro­gas cuan­do se sien­ten depri­mi­dos.

Las muje­res cuan­do están depri­mi­das, se carac­te­ri­zan por ser muy melan­có­li­cas, por sub­va­lo­rar­se, por tener pro­ble­mas debi­do a su ima­gen cor­po­ral, tie­nen pen­sa­mien­tos nega­ti­vos, pro­ble­mas de peso, de con­cen­tra­ción y llan­to fre­cuen­te (Essau et al., 2010). Los hom­bres sue­len pre­sen­tar retra­so en la acti­va­ción psi­co­mo­to­ra, menos­pre­cian su capa­ci­dad per­so­nal, tie­nen fati­ga y pro­ble­mas de salud (Ben­nett et al., 2005), idea­ción sui­ci­da, ais­la­mien­to social y sen­si­bi­li­dad al recha­zo social (Via­na & Andra­de, 2012); tam­bién, deses­pe­ra­ción, incer­ti­dum­bre, páni­co, baja auto­es­ti­ma, alta sen­si­bi­li­dad a la crí­ti­ca, auto­rre­pro­ches, pro­ble­mas sexua­les, eno­jo con­si­go mis­mos, y se sien­ten fra­ca­sa­dos (Agua­yo, 2022a). Lon­do­ño et al. (2017) agre­gan que los hom­bres depri­mi­dos mues­tran cóle­ra, hos­ti­li­dad, agre­si­vi­dad, cam­bio brus­co de esta­do de áni­mo, muchas oca­sio­nes ingie­ren dro­gas, se expo­nen a situa­cio­nes de ries­go, mani­fies­tan con­duc­tas de evi­ta­ción tales como exce­so de tra­ba­jo, nega­ción del pro­ble­ma, dis­tan­cia­mien­to social e inten­tos sui­ci­das, pue­den pre­sen­tar sen­sa­ción de inuti­li­dad, menos­pre­cio, des­am­pa­ro, difi­cul­tad para resol­ver pro­ble­mas y deses­pe­ra­ción.

Se han detec­ta­do algu­nos fac­to­res rela­cio­na­dos a la mani­fes­ta­ción de sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va. Mejía (2011) men­cio­na que el ambien­te social influ­ye para la apa­ri­ción y agu­di­za­ción de la depre­sión, que pue­de ser un des­en­ca­de­nan­te pues los even­tos socia­les adver­sos, y éstos pro­pi­cian una res­pues­ta des­pro­por­cio­na­da a la mag­ni­tud de dichos even­tos. Por su par­te, la Orga­ni­za­ción Pan­ame­ri­ca­na de la Salud (2012) seña­la que las per­so­nas que tie­nen limi­ta­cio­nes eco­nó­mi­cas, edu­ca­ti­vas, de vivien­da, de salud y de diver­sión, pue­den repor­tar depre­sión. Hay estu­dios que han demos­tra­do que los pro­ble­mas de salud, el mal­tra­to y con­flic­tos fami­lia­res, son fac­to­res que se aso­cian con depre­sión (Dokin et al., 2013; Dry­da­kis, 2013). El Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Salud Men­tal (2013) esta­ble­ce que la expo­si­ción a even­tos estre­san­tes agu­dos o cró­ni­cos, se aso­cia a este tras­torno.

Por otro lado, Lon­do­ño y Gon­zá­lez (2016) han repor­ta­do datos que seña­lan que los hom­bres depri­mi­dos en muchas oca­sio­nes repor­tan dis­fun­ción fami­liar y haber vivi­do varios even­tos estre­san­tes antes de pre­sen­tar con­duc­ta depre­si­va, así como una his­to­ria de enfer­me­dad físi­ca rele­van­te. Affleck et al. (2018) expo­nen infor­ma­ción que reve­la que los fac­to­res que resal­tan como aso­cia­dos a la depre­sión mas­cu­li­na, son el nivel socio­eco­nó­mi­co bajo, la fal­ta de empleo y la pre­ca­rie­dad del tra­ba­jo, entre otros. Agu­de­lo et al. (2017) rea­li­za­ron un estu­dio que arro­jó datos con base en los cua­les pudie­ron obser­var algu­nos fac­to­res que incre­men­tan el ries­go de pre­sen­tar depre­sión: tener una per­cep­ción de salud men­tal regu­lar o mala, tener nivel medio de resi­lien­cia, no poder­se des­aho­gar con la fami­lia cuan­do se tie­nen pro­ble­mas, y cuan­do los miem­bros del ámbi­to fami­liar son muy deman­dan­tes. Sus datos tam­bién reve­la­ron que las per­so­nas en un ran­go de edad entre 45 y 65 años, son las que más repor­ta­ron tener depre­sión; en segun­do lugar, se encon­tra­ron a aque­llas en el ran­go de 30 a 44 años de edad, y, en ter­cer lugar, a las que tenían entre 13 y 18 años. Resal­tó el dato que indi­có que las per­so­nas sol­te­ras, las que tenían hijos/as, y las divor­cia­das o viu­das, fue­ron las que pre­sen­ta­ron depre­sión con más fre­cuen­cia y a más alto nivel. Crem­pien et al. (2017) han obte­ni­do datos que apo­yan que el esta­do civil corres­pon­dien­te a la sol­te­ría, así como una his­to­ria de enfer­me­dad físi­ca rele­van­te, son fac­to­res aso­cia­dos a esta sin­to­ma­to­lo­gía.

En cuan­to al fac­tor edad, Cer­que­ra y Melén­dez (2010) lle­va­ron a cabo un estu­dio con par­ti­ci­pan­tes de dife­ren­tes ran­gos de edad, cuyos resul­ta­dos per­mi­tie­ron obser­var que los jóve­nes eran los que pre­sen­ta­ban depre­sión con mayor fre­cuen­cia pues en esta eta­pa de su vida están foca­li­zan­do y esta­ble­cien­do pará­me­tros para sus vidas y muchos de ellos aún no tie­nen un sen­ti­do de per­te­nen­cia; los adul­tos repor­ta­ron menor fre­cuen­cia de pre­sen­cia de este tras­torno, que los jóve­nes, debi­do a que muchos de ellos ya tenían defi­ni­da su vida; en el caso de los adul­tos mayo­res, se detec­ta­ron menos casos con depre­sión, debi­do tal vez a que, en esa eta­pa de la vida algu­nos ya tie­nen cum­pli­das sus metas.

La depre­sión en cual­quier edad, repre­sen­ta un pro­ble­ma de salud públi­ca gra­ve, no obs­tan­te, en las per­so­nas ancia­nas adquie­re mayor rele­van­cia debi­do a que este tras­torno impli­ca cam­bios drás­ti­cos en el núcleo fami­liar y una impor­tan­te deman­da de ser­vi­cios de salud y el cos­to que ello impli­ca. Los even­tos estre­san­tes, la per­cep­ción de mala salud, el dete­rio­ro cog­ni­ti­vo, la edad y la mala fun­cio­na­li­dad físi­ca, son fac­to­res aso­cia­dos a la depre­sión en la pobla­ción de la ter­ce­ra edad (Rive­ra et al., 2015). La viu­dez pue­de tener un gran impac­to en los hom­bres adul­tos mayo­res debi­do a la insa­tis­fac­ción de sus nece­si­da­des bási­cas de cui­da­do y ali­men­ta­ción, de afec­to y de apo­yo social, que pue­de brin­dar una pare­ja (Ruíz et al., 2014). La dis­ca­pa­ci­dad fun­cio­nal se aso­cia con la depre­sión. Asi­mis­mo, la depen­den­cia eco­nó­mi­ca, la pre­sen­cia de pade­ci­mien­tos físi­cos y las pér­di­das por muer­te de miem­bros de la fami­lia y de amis­ta­des; la fal­ta de apo­yo social y de con­vi­ven­cia social, así como la jubi­la­ción (De los San­tos & Car­mo­na, 2018). Tam­bién la vio­len­cia psi­co­ló­gi­ca, el mie­do a la muer­te, la sole­dad, la pér­di­da de roles socia­les (Lla­nes et al., 2015), el per­ci­bir­se como per­so­nas frá­gi­les físi­ca­men­te, vivir solos (Molés et al., 2019), y la dis­fun­cio­na­li­dad fami­liar, prin­ci­pal­men­te debi­do al incre­men­to en las deman­das de aten­ción por par­te de los adul­tos mayo­res (Rodrí­guez et al., 2017; Zava­la & Domín­guez, 2010)), son fac­to­res que pue­den gene­rar depre­sión en esta pobla­ción.

La depre­sión es un pro­ble­ma de salud a nivel mun­dial y está rela­cio­na­da con mala cali­dad de vida. En la lite­ra­tu­ra es fre­cuen­te encon­trar estu­dios que demues­tran que en la pobla­ción feme­ni­na es en la que pre­do­mi­na la mayor pre­va­len­cia de este tras­torno. Sin embar­go, muchos hom­bres tam­bién lo pre­sen­tan, pero no siem­pre lo reco­no­cen ni piden ayu­da. En la pobla­ción de adul­tos mayo­res, es fre­cuen­te que algu­nos médi­cos con­si­de­ren que la pre­sen­cia de depre­sión es nor­mal, debi­do a la edad de los pacien­tes. El estu­dio de la depre­sión en hom­bres en cual­quier eta­pa del ciclo vital, adquie­re rele­van­cia debi­do a que, de no reci­bir aten­ción pro­fe­sio­nal, se pue­de agra­var su situa­ción y des­en­ca­de­nar en sui­ci­dio. De ahí el inte­rés por rea­li­zar el pre­sen­te estu­dio cuyo obje­ti­vo fue eva­luar la pre­va­len­cia de sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va en hom­bres hete­ro­se­xua­les en tres eta­pas del ciclo vital.

Método

Dise­ño: Estu­dio explo­ra­to­rio des­crip­ti­vo.

Participantes

Se eva­lua­ron 450 hom­bres hete­ro­se­xua­les, resi­den­tes de la Ciu­dad de Méxi­co o del área metro­po­li­ta­na. Se dis­tri­bu­ye­ron en las siguien­tes mues­tras:

150 hom­bres acti­vos labo­ral­men­te, en la eta­pa de hijos/as peque­ños (3 a 5 años de edad).

150 hom­bres acti­vos labo­ral­men­te, en la eta­pa de hijos/as ado­les­cen­tes (12 a 15 años de edad).

150 hom­bres en la eta­pa de hijos/as adul­tos y que ade­más ya fue­ran de la ter­ce­ra edad, sin daño cog­ni­ti­vo apa­ren­te. A su vez, esta mues­tra se divi­dió en dos:

75 ancia­nos acti­vos labo­ral­men­te

75 ancia­nos no acti­vos labo­ral­men­te (jubi­la­dos).

Se les con­tac­tó por vía veci­nal, de amis­ta­des o fami­lia­res, sien­do la mues­tra no pro­ba­bi­lís­ti­ca, de tipo inten­cio­nal, ya que se reque­rían par­ti­ci­pan­tes con carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas. Reci­bie­ron infor­ma­ción com­ple­ta con res­pec­to a los obje­ti­vos de la inves­ti­ga­ción, de los ins­tru­men­tos a emplear­se y de la for­ma en la que sería su cola­bo­ra­ción, de mane­ra que pudie­ra con­tar­se con su con­sen­ti­mien­to infor­ma­do. Ade­más, se hizo del cono­ci­mien­to de los par­ti­ci­pan­tes, que los datos obte­ni­dos en el estu­dio podrían ser pre­sen­ta­dos en even­tos cien­tí­fi­cos y/o publi­ca­dos en revis­tas espe­cia­li­za­das, res­pe­tan­do su ano­ni­ma­to.

Instrumentos

● Inven­ta­rio de Depre­sión de Beck. Cons­ta de 21 ítems que eva­lúan sín­to­mas cog­nos­ci­ti­vos rela­cio­na­dos con esta­dos depre­si­vos. El par­ti­ci­pan­te eva­lua­do eli­ge la fra­se que se apro­xi­me más a cómo se ha sen­ti­do duran­te las últi­mas sema­nas. Se obtie­nen los siguien­tes nive­les: sin depre­sión, leve, mode­ra­do o seve­ro. Este ins­tru­men­to se apli­có a las mues­tras de hom­bres en las eta­pas de hijos/as peque­ños y de hijos/as ado­les­cen­tes.

● Test de Depre­sión Geriá­tri­ca de Yesa­va­ge, en su ver­sión cor­ta de 15 ítems. Pue­de usar­se con adul­tos mayo­res con bue­na salud, con algu­na enfer­me­dad médi­ca, y con per­so­nas cuyo dete­rio­ro cog­ni­ti­vo sea leve o mode­ra­do. La ver­sión cor­ta cons­ta de 15 ítems que plan­tean un inte­rro­ga­to­rio de res­pues­tas dico­tó­mi­cas SI-NO. Se obtie­nen los siguien­tes nive­les: no depre­sión, pro­ba­ble depre­sión o depre­sión esta­ble­ci­da. Este ins­tru­men­to se apli­có a los hom­bres ancia­nos con hijos/as adultos/as.

Procedimiento

Se apli­có el ins­tru­men­to corres­pon­dien­te de mane­ra indi­vi­dual. Se pidió a los par­ti­ci­pan­tes que leye­ran las ins­truc­cio­nes y expre­sa­ran si exis­tía algu­na duda para acla­rar­la, de no ser así, se pro­ce­día a con­tes­tar los reac­ti­vos.

Análisis de datos

Se obtu­vie­ron datos de fre­cuen­cia y por­cen­tua­les.

Resultados

Los datos seña­la­ron que, en las tres mues­tras de hom­bres ana­li­za­das, pre­do­mi­nó el núme­ro de par­ti­ci­pan­tes sin depre­sión. Los datos de las mues­tras corres­pon­dien­tes a las eta­pas de hijos/as peque­ños y de ancia­nos con hijos/as adul­tos, indi­ca­ron que son simi­la­res para no pre­sen­cia de depre­sión, mien­tras que en la mues­tra de hom­bres con hijos/as ado­les­cen­tes, la fre­cuen­cia de ausen­cia de esta sin­to­ma­to­lo­gía, es menor (ver tablas 1, 2 y 3).

Tabla 1.
Frecuencias y porcentajes para cada nivel de depresión en la muestra de hombres con hijos/hijas pequeños/pequeñas.
Nive­les Fre­cuen­cia Por­cen­ta­je
Sin depre­sión 129 86
Leve 15 10
Mode­ra­do 4 2.7
Seve­ro 2 1.3
Total 150 100
Tabla 2.
Frecuencias y porcentajes para cada nivel de depresión en la muestra de hombres en la etapa de hijos/hijas adolescentes.
Nive­les Fre­cuen­cia Por­cen­ta­je
Sin depre­sión 109 72.7
Leve 25 16.7
Mode­ra­do 15 10
Seve­ro 1 .7
Total 150 100
Tabla 3.
Frecuencias y porcentajes de niveles de depresión en la muestra total de hombres en la etapa de hijos/hijas adultos. Tercera edad, ancianos
Nive­les Fre­cuen­cia Por­cen­ta­je
Sin depre­sión 126 84
Posi­ble depre­sión 23 15.3
Depre­sión esta­ble­ci­da 1 .7
Total 150 100

Por otro lado, se pudo obser­var que en las eta­pas de hom­bres con hijos/as ado­les­cen­tes y de ancia­nos con hijos/as adul­tos, se repor­ta­ron más casos de depre­sión leve o de posi­ble depre­sión, mien­tras que en la eta­pa de hijos/as peque­ños, se detec­tó el menor núme­ro de par­ti­ci­pan­tes en este nivel. No obs­tan­te, hay que hacer notar que, en las tres eta­pas, muchos varo­nes mani­fes­ta­ron depre­sión. En lo que res­pec­ta al nivel seve­ro o depre­sión esta­ble­ci­da, fue­ron muy pocos los varo­nes iden­ti­fi­ca­dos con este nivel, en las tres eta­pas.

Final­men­te, los datos seña­la­ron que, en la eta­pa de ancia­nos con hijos/as adul­tos, en la mues­tra de par­ti­ci­pan­tes acti­vos labo­ral­men­te, se encon­tró un núme­ro mayor de hom­bres sin depre­sión, en com­pa­ra­ción con la mues­tra de hom­bres inac­ti­vos labo­ral­men­te. Asi­mis­mo, fue­ron menos los varo­nes con posi­ble depre­sión cuan­do aún desem­pe­ña­ban un tra­ba­jo, que los hom­bres jubi­la­dos. No se pre­sen­ta­ron casos de depre­sión esta­ble­ci­da entre ancia­nos acti­vos y sola­men­te se detec­tó un caso en este mis­mo nivel, entre los par­ti­ci­pan­tes jubi­la­dos (ver tablas 4, 5 y 6).

Tabla 4.
Frecuencias y porcentajes de niveles de depresión en la muestra de hombres en la etapa de hijos/hijas adultos. Tercera edad. Activos laboralmente.
Nive­les Fre­cuen­cia Por­cen­ta­je
Sin depre­sión 67 89.3
Posi­ble depre­sión 8 10.7
Depre­sión esta­ble­ci­da 0 0
Total 75 100
Tabla 5.
Frecuencias y porcentajes de niveles de depresión en la muestra de hombres en la etapa de hijos/hijas adultas. Tercera edad. No activos laboralmente.
Nive­les Fre­cuen­cia Por­cen­ta­je
Sin depre­sión 59 78.7
Posi­ble depre­sión 15 20
Depre­sión esta­ble­ci­da 1 1.3
Total 75 100
Tabla 6.
Frecuencias y porcentajes para cada nivel de depresión en las muestras de hombres de cada etapa del ciclo vital.
Nive­les Frec

HPeq

% Frec

HAdol

% Nive­les Frec

Ancia­nos

%
Sin depre­sión 129 86 109 72.7 No depre­sión 126 84
Leve 15 10 25 16.7 Posi­ble depre­sión 23 15.3
Mode­ra­do 4 2.7 15 10 Depre­sión Esta­ble­ci­da 1 .7
Seve­ro 2 1.3 1 .7

Nota. Frec = Fre­cuen­cia; HPeq = hijos/hijas pequeños/pequeñas; HAdol = hijos/hijas ado­les­cen­tes.

Esta tabla es el com­pen­dio de las tablas 1, 2 y 3.

Conclusiones

A pesar de que, en el pre­sen­te estu­dio, los resul­ta­dos indi­ca­ron que la mayo­ría de los hom­bres par­ti­ci­pan­tes en las tres eta­pas del ciclo vital ana­li­za­das, no mani­fes­tó depre­sión, sí se detec­ta­ron casos en dife­ren­tes nive­les.

Muchas muje­res cuan­do pre­sen­tan depre­sión, tien­den a bus­car ayu­da psi­co­ló­gi­ca, mien­tras que muchos hom­bres tie­nen difi­cul­tad para reco­no­cer que están depri­mi­dos o pre­fie­ren no bus­car ayu­da pro­fe­sio­nal. Algu­nos hom­bres, por cues­tio­nes cul­tu­ra­les, desean ser inde­pen­dien­tes y domi­nan­tes, pero real­men­te se per­ci­ben nece­si­ta­dos de apo­yo social y can­sa­dos de asu­mir el papel de inde­pen­dien­te, pro­tec­tor y fuer­te; la fami­lia les exi­ge pro­tec­ción y manu­ten­ción, pero pue­de ser que esta les brin­de poco apo­yo social, gene­rán­do­se en ellos una pobre ima­gen de sí mis­mos, frus­tra­ción y sen­ti­mien­tos de baja auto­efi­ca­cia. La fal­ta de apo­yo social pue­de deber­se a que muchos hom­bres no lo soli­ci­tan debi­do a los este­reo­ti­pos de géne­ro (Lon­do­ño & Gon­zá­lez, 2016; Agua­yo, 2022a). Krumm (2022) argu­men­ta que muchos varo­nes no soli­ci­tan ayu­da pro­fe­sio­nal debi­do a cues­tio­nes de mas­cu­li­ni­dad.

Los hom­bres pue­den pre­sen­tar depre­sión debi­do a even­tos estre­san­tes que se rela­cio­nan con situa­cio­nes finan­cie­ras, debi­do a su res­pon­sa­bi­li­dad como pro­vee­do­res prin­ci­pa­les en el hogar; es muy impor­tan­te para ellos el ingre­so mone­ta­rio men­sual debi­do a que es un aspec­to de su vida labo­ral que les cau­sa mucha incer­ti­dum­bre en rela­ción a la manu­ten­ción de su fami­lia, como pro­vee­do­res, por cues­tio­nes de géne­ro. El ingre­so eco­nó­mi­co adquie­re rele­van­cia por su rela­ción con la pre­sen­cia de depre­sión (Espi­no­za et al., 2015).

En el pre­sen­te estu­dio, la mues­tra de varo­nes con hijos/as peque­ños, mar­có mayor fre­cuen­cia de casos sin depre­sión, aun­que habrá que hacer notar que fue­ron 21 hom­bres los que mani­fes­ta­ron esta sin­to­ma­to­lo­gía en algún nivel. Comen­zar con una fami­lia impli­ca res­pon­sa­bi­li­da­des, sobre todo de índo­le eco­nó­mi­ca, así como cam­bios en el sis­te­ma fami­liar para poder esta­ble­cer nue­vas reglas, aho­ra desem­pe­ñan­do un rol de pare­ja y otro como padre; hay que hacer cam­bios en la orga­ni­za­ción fami­liar para la con­vi­ven­cia con otros sis­te­mas, en los que se inclu­yen las fami­lias de ori­gen y las exten­sas. Todo ello alte­ra a los miem­bros de la fami­lia nuclear y pue­de gene­rar estrés, lo cual pue­de acom­pa­ñar­se con depre­sión.

En la mues­tra de hom­bres en la eta­pa del ciclo vital de hijos/as ado­les­cen­tes, se detec­tó el mayor núme­ro de casos de depre­sión en algún nivel, habien­do 41 par­ti­ci­pan­tes que la mani­fes­ta­ron. Esta eta­pa pue­de impli­car cam­bios más drás­ti­cos en el sis­te­ma fami­liar. Los pro­ble­mas de con­duc­ta que pre­sen­tan algunos/as ado­les­cen­tes, pue­den gene­rar estrés seve­ro y depre­sión en las fami­lias; asi­mis­mo, las deman­das eco­nó­mi­cas son mayo­res y ello se pue­de tra­du­cir en pre­sión finan­cie­ra, preo­cu­pán­do­se por man­te­ner el empleo y poder seguir cum­plien­do con el papel de pro­vee­dor. A pesar de que en muchos hoga­res ya se cuen­ta con el ingre­so de la esposa/pareja, aún pre­do­mi­na la tra­di­ción de prin­ci­pal pro­vee­dor en la figu­ra mas­cu­li­na, con­si­de­rán­do­se menos radi­cal, en cuan­to a la orga­ni­za­ción fami­liar, el hecho de que las muje­res que­den des­em­plea­das.

En lo que res­pec­ta a la eta­pa del ciclo vital de hom­bres ancia­nos, con hijos/as adultos/as, el núme­ro de par­ti­ci­pan­tes sin depre­sión fue alto, no obs­tan­te, se iden­ti­fi­ca­ron 24 hom­bres que repor­ta­ron sen­tir­se depri­mi­dos. Muchos hom­bres de la ter­ce­ra edad ya cum­plie­ron las metas que se esta­ble­cie­ron en su juven­tud, tales como tener un tra­ba­jo esta­ble, una fami­lia y ver a sus hijos/as en la eta­pa de la adul­tez; muchos de ellos ya pue­den con­vi­vir con nietos/as. Sus hijos/as adul­tos, en muchas oca­sio­nes, repre­sen­tan cui­da­do y apo­yo para el padre de la ter­ce­ra edad, cuan­do éste ya no tie­ne que desem­pe­ñar el papel de pro­tec­tor, sino el de pro­te­gi­do. Esto pue­de gene­rar­les tran­qui­li­dad y por ello, menos estrés y depre­sión. En la mues­tra de ancia­nos que toda­vía eran acti­vos labo­ral­men­te, se repor­ta­ron menos casos de este tras­torno, en com­pa­ra­ción con la mues­tra de ancia­nos jubi­la­dos. Para muchos varo­nes, la jubi­la­ción pue­de repre­sen­tar una dis­mi­nu­ción en cuan­to a inter­ac­cio­nes socia­les, lo cual pue­de reper­cu­tir en su esta­do de áni­mo. Algu­nos ya pre­sen­tan pro­ble­mas de salud, lo cual afec­ta su cali­dad de vida y pue­den depri­mir­se. Urbi­na et al. (2007) argu­men­tan que la difi­cul­tad para lle­var a cabo acti­vi­da­des dia­rias, la sole­dad, la pér­di­da de algu­nos roles, con­tar con poco apo­yo social, poca socia­li­za­ción, due­los, fal­ta de pare­ja y depen­den­cia hacia otros tan­to físi­ca como eco­nó­mi­ca, son fac­to­res rela­cio­na­dos con el ries­go de pre­sen­tar depre­sión en los adul­tos mayo­res.

Cuan­do una per­so­na de la ter­ce­ra edad tie­ne res­tric­cio­nes para lle­var a cabo sus acti­vi­da­des de la vida dia­ria y para par­ti­ci­par acti­va­men­te en la comu­ni­dad a la que per­te­ne­ce, se con­vier­te en depen­dien­te de otros/as y esto gene­ra alte­ra­cio­nes en la diná­mi­ca fami­liar, con­flic­tos entre los miem­bros y dis­fun­cio­na­li­dad en este sis­te­ma. Rodrí­guez et al. (2017) men­cio­nan que la dis­fun­cio­na­li­dad fami­liar tie­ne rela­ción con la apa­ri­ción de alte­ra­cio­nes emo­cio­na­les en los miem­bros de la fami­lia.

Estu­diar depre­sión en hom­bres sir­ve para ins­ti­gar a hacer otras inves­ti­ga­cio­nes que explo­ren apo­yo social, para pre­ve­nir el desa­rro­llo de este pro­ble­ma emo­cio­nal y pro­mo­ver la inves­ti­ga­ción en los ser­vi­cios de salud. La diná­mi­ca y el fun­cio­na­mien­to fami­liar son fac­to­res que se rela­cio­nan con la apa­ri­ción de alte­ra­cio­nes emo­cio­na­les (Agu­de­lo et al., 2017). De ahí que no se debe dar apo­yo psi­co­ló­gi­co úni­ca­men­te a la per­so­na que está depri­mi­da, tam­bién hay que inter­ve­nir en su sis­te­ma fami­liar.

Los hom­bres pue­den sen­tir­se depri­mi­dos en cual­quier eta­pa de su ciclo vital, y para algu­nos de ellos la depre­sión es con­si­de­ra­da como una enfer­me­dad del sexo feme­nino y como un signo de debi­li­dad, por ello no reco­no­cen que están tris­tes y la mani­fies­tan con eno­jo ya que se per­mi­ten expre­sar la ira (Krumm et al, 2017).

Es muy impor­tan­te detec­tar las con­duc­tas depre­si­vas a cual­quier edad para poder inter­ve­nir y pre­ve­nir nive­les más altos y su cro­ni­ci­dad, así como el ries­go de sui­ci­dio, sien­do esto un pro­ble­ma de salud públi­ca.

En una pri­me­ra eta­pa, los varo­nes no sue­len reco­no­cer su depre­sión, a pesar de que otras per­so­nas lo hagan evi­den­te. Esto hace que no bus­quen ayu­da tem­pra­na. Hay casos en los que, el hecho de no lograr cum­plir con los valo­res de mas­cu­li­ni­dad, expli­ca su depre­sión. Los hom­bres pue­den pre­sen­tar frus­tra­ción por no poder cum­plir con la nor­ma de la mas­cu­li­ni­dad como tener un tra­ba­jo esta­ble, ser com­pe­ten­te, exi­to­so. Esto pue­de cau­sar auto­es­ti­ma baja, lo que los hace sen­tir inse­gu­ros y depri­mir­se. Es impor­tan­te el estu­dio de la depre­sión en varo­nes para la detec­ción tem­pra­na y el tra­ta­mien­to (Agua­yo, 2022b).

En la eta­pa de la vejez, muchos médi­cos con­si­de­ran que la depre­sión es nor­mal debi­do a la edad de las per­so­nas, esto auna­do a los este­reo­ti­pos de géne­ro, pro­vo­can que muchos hom­bres no reco­noz­can sus con­duc­tas depre­si­vas, que no soli­ci­ten ayu­da, vién­do­se afec­ta­dos no sola­men­te ellos, sino toda la fami­lia (Poco­mu­cha, 2019). De los San­tos y Car­mo­na (2018) seña­lan que hay un incre­men­to de pobla­ción de la ter­ce­ra edad, lo cual impli­ca mayor deman­da de aten­ción médi­ca por pro­ble­mas de salud y emo­cio­na­les. Algu­nas polí­ti­cas públi­cas deben lle­var­se a cabo, que per­mi­tan mejor cali­dad de vida para los ancia­nos. La depre­sión geriá­tri­ca no sola­men­te es un pro­ble­ma para quien la pade­ce, tam­bién lo es para la fami­lia y las ins­ti­tu­cio­nes de salud.

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Notas

  1. Área Clí­ni­ca, Psi­co­lo­gía, Facul­tad de Estu­dios Izta­ca­la Super­oio­res Izta­ca­la, Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. Con­tac­to: maroc@unam.mx