El Enfoque Narrativo dentro de la psicología sociocultural y sus implicaciones en los estudios de género Descargar este archivo (5 - Enfoque narrativo psicologia sociocultural género.pdf)

Gilberto Gerardo Williams Hernández1

Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM

Ma. del Carmen Arciniega Olvera2

Facultad de Estudios Superiores Aragón UNAM

Resu­men

El pro­pó­si­to de este tra­ba­jo es ofre­cer, des­de una pers­pec­ti­va sim­bó­li­co-cul­tu­ral sus­ten­ta­da epis­te­mo­ló­gi­ca­men­te en el cons­truc­cio­nis­mo social, un aná­li­sis his­tó­ri­co y con­cep­tual del enfo­que narra­ti­vo en la psi­co­lo­gía socio­cul­tu­ral, y sus impli­ca­cio­nes teó­ri­cas y meto­do­ló­gi­cas den­tro de los estu­dios de géne­ro, enca­mi­na­dos a dar cuen­ta de nues­tras cons­truc­cio­nes narra­ti­vas de géne­ro en tér­mi­nos de los pro­ce­sos de sig­ni­fi­ca­ción y resig­ni­fi­ca­ción. Para tal pro­pó­si­to el artícu­lo se divi­de en dos par­tes: en la pri­me­ra se pre­sen­ta a la narra­ti­va como una herra­mien­ta teó­ri­co-meto­do­ló­gi­ca den­tro de la inves­ti­ga­ción psi­co­ló­gi­ca de cor­te socio-cul­tu­ral, sus­ten­ta­da en el socio­cons­truc­cio­nis­mo y que atien­de a los pro­ce­sos de cons­truc­ción de sig­ni­fi­ca­dos; mien­tras que en la segun­da par­te se abor­dan algu­nas de las impli­ca­cio­nes con­cep­tua­les que trae con­si­go el enfo­que narra­ti­vo en los estu­dios de géne­ro, des­ta­can­do el papel jue­gan los pro­ce­sos narra­ti­vos, su estu­dio y com­pren­sión para la cons­truc­ción de otros mun­dos posi­bles en los que la equi­dad de géne­ro entre los seres huma­nos cobre pleno sen­ti­do.

Pala­bras cla­ves: enfo­que narra­ti­vo, cons­truc­cio­nis­mo social, géne­ro

 

Abs­tract

The pur­po­se of this paper is to pro­vi­de, from a sym­bo­lic-cul­tu­ral pers­pec­ti­ve epis­te­mo­lo­gi­cally sus­tai­ned in the social cons­truc­tio­nism, a his­to­ri­cal and con­cep­tual analy­sis of Narra­ti­ve Focus in Socio-Cul­tu­ral Psy­cho­logy and its theo­re­ti­cal and metho­do­lo­gi­cal impli­ca­tions within Gen­der Stu­dies aimed at pro­vi­ding account of our narra­ti­ve cons­truc­tions of gen­der in terms of their mea­nings. For this pur­po­se the paper is divi­ded into two parts: In the first narra­ti­ve is pre­sen­ted as a theo­re­ti­cal and metho­do­lo­gi­cal tool in Psy­cho­lo­gi­cal Research Socio-Cul­tu­ral, based on social cons­truc­tio­nism and ser­ving pro­ces­ses of mea­ning cons­truc­tion, whi­le in the second part addres­ses some of the con­cep­tual impli­ca­tions it brings the narra­ti­ve approach in gen­der stu­dies, empha­si­zing the role pla­yed by narra­ti­ve pro­ces­ses, its study and unders­tan­ding for cons­truc­tion of pos­si­ble worlds in which the equity gen­der among humans full mea­ning.

Key words: narra­ti­ve approach, social cons­truc­tio­nism, gen­der

Introducción

Así como a media­dos del siglo pasa­do el exis­ten­cia­lis­mo como orien­ta­ción filo­só­fi­ca le pro­por­cio­nó a Simo­ne de Beau­voir las herra­mien­tas con­cep­tua­les que le per­mi­tie­ron cons­truir una inter­pre­ta­ción feno­me­no­ló­gi­ca acer­ca de la con­di­ción feme­ni­na, de acuer­do con la cual la mujer no nace sino se cons­tru­ye; en el caso del pre­sen­te tra­ba­jo se abor­dan des­de una pers­pec­ti­va sim­bó­li­co-cul­tu­ral, algu­nas de las herra­mien­tas con­cep­tua­les y de inves­ti­ga­ción que el enfo­que narra­ti­vo pro­por­cio­na a los estu­dios de géne­ro, para dar cuen­ta de nues­tras cons­truc­cio­nes narra­ti­vas de géne­ro en tér­mi­nos de los pro­ce­sos de sig­ni­fi­ca­ción y resig­ni­fi­ca­ción que estu­dia la psi­co­lo­gía socio­cul­tu­ral.

Para tal pro­pó­si­to el artícu­lo se divi­de en dos par­tes: en la pri­me­ra par­te se hace refe­ren­cia a la narra­ti­va como una herra­mien­ta teó­ri­co-meto­do­ló­gi­ca den­tro la inves­ti­ga­ción psi­co­ló­gi­ca de cor­te socio­cul­tu­ral que atien­de a los pro­ce­sos de cons­truc­ción social de los sig­ni­fi­ca­dos (Bru­ner, 1991), la cual se sus­ten­ta epis­te­mo­ló­gi­ca­men­te hablan­do en el socio­cons­truc­cio­nis­mo (Lafau­rie, 2003). Mien­tras que en la segun­da par­te se ana­li­zan algu­nas de las apor­ta­cio­nes con­cep­tua­les y de inves­ti­ga­ción que pro­por­cio­na el enfo­que narra­ti­vo a los estu­dios de géne­ro, intere­sa­dos no sólo en la com­pren­sión de los pro­ce­sos de cons­truc­ción sim­bó­lí­co-cul­tu­ral del géne­ro y sus sig­ni­fi­ca­dos, sino tam­bién en la cons­truc­ción de otros mun­dos posi­bles en los que la equi­dad de géne­ro entre los seres huma­nos pue­da alcan­zar un sen­ti­do socio­cul­tu­ral más pleno e inclu­yen­te (Doran­tes, Mar­tí­nez y Segu­ra, 2011).

Psicología sociocultural y narrativa

En el caso de la psi­co­lo­gía socio­cul­tu­ral, la incor­po­ra­ción de la narra­ti­va como herra­mien­ta teó­ri­ca-meto­do­ló­gi­ca supo­ne: 1) Esta­ble­cer al sig­ni­fi­ca­do como su obje­to de estu­dio. 2) Reco­no­cer a la acción situa­da socio­cul­tu­ral­men­te como su uni­dad de aná­li­sis. 3) Con­cep­tua­li­zar a la narra­ti­va como pro­ce­so a la vez que como herra­mien­ta de inves­ti­ga­ción.

Este giro narra­ti­vo den­tro la inves­ti­ga­ción psi­co­ló­gi­ca con­tem­po­rá­nea se ins­cri­be en una con­cep­ción socio­cul­tu­ral más amplia acer­ca de lo psi­co­ló­gi­co, en la que se inten­ta mos­trar cómo pue­de ser una psi­co­lo­gía que se ocu­pe fun­da­men­tal­men­te del sig­ni­fi­ca­do, de su cons­truc­ción y con­for­ma­ción cul­tu­ral, así como de su papel en la acción huma­na.

Den­tro de esta con­cep­ción socio­cul­tu­ral más amplia sobre­sa­len las con­tri­bu­cio­nes de Jero­me Bru­ner, quien en 1991 publi­có en ee.uu. el libro titu­la­do Actos de Sig­ni­fi­ca­do: Más allá de la revo­lu­ción cog­ni­ti­va. Una obra en la que su autor argu­men­ta, en tér­mi­nos epis­te­mo­ló­gi­cos, his­tó­ri­cos, filo­só­fi­cos, teó­ri­cos, meto­do­ló­gi­cos y socio­cul­tu­ra­les, el esta­ble­ci­mien­to del sig­ni­fi­ca­do como obje­to de estu­dio de la psi­co­lo­gía; una obra que por sus alcan­ces se ha cons­ti­tui­do en un refe­ren­te obli­ga­do den­tro de la lite­ra­tu­ra psi­co­ló­gi­ca con­tem­po­rá­nea.

Este énfa­sis en el sig­ni­fi­ca­do, en la acción situa­da socio-cul­tu­ral­men­te y en la narra­ti­va como pro­ce­so y herra­mien­ta de inves­ti­ga­ción, ha per­mi­ti­do que el hoy cono­ci­do como enfo­que narra­ti­vo (McE­wan y Egan, 1998), amplíe sus hori­zon­tes abar­can­do en la actua­li­dad una exten­sa varie­dad de pro­ce­sos y prác­ti­cas socio­cul­tu­ra­les. Por ejem­plo, en el ámbi­to de la edu­ca­ción encon­tra­mos los tra­ba­jos de Jack­son (1998), sobre el lugar de la narra­ti­va en la ense­ñan­za; de Pend­le­bury (1998), sobre la razón y el rela­to en la prác­ti­ca docen­te; de Egan (1998), sobre narra­ti­va y apren­di­za­je; de McE­wan (1998), sobre las narra­ti­vas en el estu­dio de la docen­cia; de Huber­man (1998), sobre el tra­ba­jo con narra­ti­vas bio­grá­fi­cas; de Zeller (1998), sobre la racio­na­li­dad narra­ti­va en la inves­ti­ga­ción edu­ca­ti­va; de Limón (2005), sobre el giro inter­pre­ta­ti­vo y la narra­ti­va en psi­co­te­ra­pia; de Mumby (1997), sobre la narra­ti­va y el con­trol social, por citar sólo algu­nos ejem­plos.

Un aspec­to fun­da­men­tal a tener en cuen­ta cuan­do se habla del enfo­que narra­ti­vo es, como sos­tie­ne Hel­burn (1988:37):

Lo que impor­ta es que las vidas no sir­ven como mode­los. Sólo las his­to­rias sir­ven. Y es difí­cil con­tar his­to­rias en las cua­les vivir. Sólo pode­mos vivir en las his­to­rias que hemos escu­cha­do o leí­do. Vivi­mos nues­tras pro­pias vidas a tra­vés tex­tos. Pue­den ser tex­tos con­ta­dos, leí­dos, expe­ri­men­ta­dos vir­tual­men­te, o pue­den venir a noso­tros como los mur­mu­llos de nues­tra madre dicién­do­nos lo que las con­ven­cio­nes exi­gen. Cual­quie­ra que sea su for­ma o su medio, esas his­to­rias nos han for­ma­do a todos noso­tros; y son las que debe­mos usar para cons­truir nue­vas his­to­rias, nue­vas narra­ti­vas. 

Más aún, como afir­man Con­nelly y Clan­di­nin (1995: 12), el enfo­que narra­ti­vo no es otra cosa que:

El estu­dio de la for­ma en que los seres huma­nos expe­ri­men­ta­mos el mun­do. La narra­ti­va es tan­to el fenó­meno que se inves­ti­ga como el méto­do de inves­ti­ga­ción. Narra­ti­va es el nom­bre de ese pro­ce­so que estruc­tu­ra la expe­rien­cia que va a ser estu­dia­da, y es tam­bién el nom­bre de los patro­nes de inves­ti­ga­ción que van a ser uti­li­za­dos para su estu­dio. Así, deci­mos que la gen­te, por su natu­ra­le­za, lle­va vidas rela­ta­das y cuen­ta las his­to­rias de esas vidas, mien­tras que los inves­ti­ga­do­res narra­ti­vos bus­can des­cri­bir esas vidas, reco­ger y con­tar his­to­rias sobre ellas, y escri­bir rela­tos de la expe­rien­cia.

Es en este sen­ti­do que la narra­ti­va se cons­ti­tu­ye en una for­ma feno­me­no­ló­gi­ca y epis­te­mo­ló­gi­ca de com­pren­sión y de expre­sión (Reiss­man, 1990), así como de apren­di­za­je y de socia­li­za­ción (Capps y Ochs, 2001).

“Con­tar his­to­rias es nues­tro ins­tru­men­to para lle­gar a un acuer­do con las sor­pre­sas y lo extra­ño de la con­di­ción huma­na. Así como tam­bién con nues­tra imper­fec­ta com­pren­sión de esta con­di­ción” (Bru­ner, 2003:126).

Dicho en pocas pala­bras, es por medio de la narra­ti­va que com­pren­de­mos y expre­sa­mos los mun­dos que habi­ta­mos y los que nos habi­tan y es tam­bién por medio de la narra­ti­va que apren­de­mos y socia­li­za­mos en dichos mun­dos.

Es nues­tra inten­ción que estos argu­men­tos per­mi­tan valo­rar en su jus­ta media el hecho de que la narra­ti­va es un asun­to serio y por demás com­ple­jo, pues nues­tras his­to­rias no sólo narran expe­rien­cias, sino que ade­más les impo­nen una estruc­tu­ra, un sig­ni­fi­ca­do y un sen­ti­do. Moti­vo por el cual, des­de un pun­to de vis­ta teó­ri­co-meto­do­ló­gi­co, es impres­cin­di­ble que al hacer uso de la narra­ti­va se dis­tin­ga entre: 1) Las prác­ti­cas narra­ti­vas que rea­li­za­mos para cons­truir nues­tros rela­tos, 2) Las his­to­rias o los rela­tos así cons­trui­dos y 3) Las inter­pre­ta­cio­nes que hace­mos de dichos rela­tos o his­to­rias.

En cual­quier caso, un ras­go dis­tin­ti­vo de toda apro­xi­ma­ción narra­ti­va es jus­ta­men­te su inte­rés por exa­mi­nar las his­to­rias o los rela­tos que las per­so­nas, los gru­pos e inclu­so las ins­ti­tu­cio­nes, cons­tru­yen sobre sus expe­rien­cias con el pro­pó­si­to de sig­ni­fi­car­las y resig­ni­fi­car­las.

Des­de la apro­xi­ma­ción narra­ti­va que aquí se vie­ne docu­men­tan­do, se pue­de afir­mar que en cuan­to a sus con­te­ni­dos, todo rela­to se cons­tru­ye con dos tipos de refe­ren­tes, por una par­te las expe­rien­cias que se narran en la his­to­ria y, por otra, la tra­ma que las sig­ni­fi­ca; a este res­pec­to, como afir­ma Pol­kinghor­ne (1987:61): “La orga­ni­za­ción de la expe­rien­cia vivi­da en tra­mas repre­sen­ta la ope­ra­ción narra­ti­va”.

Aho­ra bien, en cuan­to a su for­ma, se pue­de afir­mar que por lo gene­ral, los rela­tos se pre­sen­tan de mane­ra oral o escri­ta, pero tam­bién pue­den adop­tar otras for­mas, por ejem­plo, pic­to­grá­fi­ca o foto­grá­fi­ca, por medio de videos, docu­men­ta­les, pelí­cu­las e inclu­so de video­jue­gos.

En lo que corres­pon­de a su cons­truc­ción, ésta pue­de rea­li­zar­se de mane­ra indi­vi­dual o colec­ti­va, ya sea en pare­jas o en gru­pos más nume­ro­sos.

En cual­quie­ra de sus for­mas, los rela­tos se hacen pre­sen­tes en todas par­tes a lo lar­go de nues­tras vidas y mere­cen toda nues­tra aten­ción, no sólo en tér­mi­nos de sus for­mas y con­te­ni­dos, sino tam­bién de las estruc­tu­ras y secuen­cias que se impo­nen a las accio­nes que se narran, así como de las inten­cio­nes que se atri­bu­yen a los per­so­na­jes que pro­ta­go­ni­zan la his­to­ria.

De la mis­ma mane­ra, impor­ta pres­tar aten­ción no sólo a quién o a quié­nes va diri­gi­da la his­to­ria y con qué inten­ción, sino tam­bién a quién se cuen­ta la his­to­ria y cómo es que se cuen­ta.

Igual­men­te, hay que tomar en cuen­ta que en cual­quier rela­to se entre­la­zan dos pano­ra­mas simul­tá­nea­men­te. Uno es el pano­ra­ma de la acción, don­de los cons­ti­tu­yen­tes son los argu­men­tos de la acción: agen­te, inten­ción o meta, situa­ción, ins­tru­men­to; algo equi­va­len­te a una gra­má­ti­ca del rela­to. El otro es el pano­ra­ma de la con­cien­cia: lo que saben, pien­san o sien­ten, dejan de saber, pen­sar o sen­tir quie­nes inter­vie­nen en la acción. Y ambos pano­ra­mas deben ser con­si­de­ra­dos al momen­to de rea­li­zar un estu­dio de cor­te narra­ti­vo (Bru­ner, 1988).

Antes de pasar a la segun­da par­te de este tra­ba­jo, con­vie­ne resal­tar que para Jero­me Bru­ner exis­ten dos moda­li­da­des de pen­sa­mien­to y que cada una de éstas nos brin­da modos carac­te­rís­ti­cos de orga­ni­zar la expe­rien­cia huma­na, de cons­truir reali­da­des, así como cono­ci­mien­tos. Ambas moda­li­da­des son com­ple­men­ta­rias e irre­duc­ti­bles entre sí, de ahí que cual­quier inten­to por redu­cir una moda­li­dad a la otra, o de igno­rar una a expen­sas de la otra, nos con­du­ce a per­der la rica diver­si­dad que encie­rra el pen­sa­mien­to humano, estas dos moda­li­da­des son: la para­dig­má­ti­ca y la narra­ti­va.

Al pro­ce­der a defi­nir­las, dicho autor afir­ma: “En tér­mi­nos gene­ra­les, la moda­li­dad lógi­co-cien­tí­fi­ca (que en ade­lan­te deno­mi­na­ré para­dig­má­ti­ca) se ocu­pa de cau­sas gene­ra­les y de su deter­mi­na­ción, y emplea pro­ce­di­mien­tos para ase­gu­rar refe­ren­cias veri­fi­ca­bles y para veri­fi­car la ver­dad empí­ri­ca. Su len­gua­je está regu­la­do por requi­si­tos de cohe­ren­cia y no con­tra­dic­ción. Su ámbi­to está defi­ni­do no sólo por enti­da­des obser­va­bles a las cua­les se refie­ren sus enun­cia­dos bási­cos, sino tam­bién por la serie de mun­dos posi­bles que pue­den gene­rar­se lógi­ca­men­te y veri­fi­car­se fren­te a enti­da­des obser­va­bles. Es decir, está diri­gi­da por

hipó­te­sis de prin­ci­pios.” (Bru­ner, 1988:24).

Por su par­te la moda­li­dad narra­ti­va “…se ocu­pa de las inten­cio­nes y las accio­nes huma­nas y de las vici­si­tu­des y con­se­cuen­cias que mar­can su deve­nir. Tra­ta de situar sus rea­li­za­cio­nes atem­po­ra­les en los suce­sos de la expe­rien­cia y de situar la expe­rien­cia en el tiem­po y el espa­cio” (Bru­ner, 1988:25).

Con estas con­si­de­ra­cio­nes, rela­ti­vas a la narra­ti­va y su rela­ción con la psi­co­lo­gía socio­cul­tu­ral, pase­mos aho­ra a la segun­da par­te de este tra­ba­jo don­de se explo­ran las posi­bi­li­da­des que nos bri­da este enfo­que narra­ti­vo en los estu­dios de géne­ro.

El enfoque narrativo en los estudios de género

En tan­to cons­truc­ción sim­bó­li­ca cul­tu­ral, el géne­ro esta­ble­ce dife­ren­cias entre los seres huma­nos bajo el prin­ci­pio fun­da­men­tal de la dife­ren­cia sexual, dife­ren­cias que des­de una estruc­tu­ra social y un con­tex­to cul­tu­ral patriar­cal se han tra­du­ci­do en inequi­da­des de géne­ro.

La incor­po­ra­ción de la pers­pec­ti­va de géne­ro, que sir­ve de sus­ten­to a lo que hoy cono­ce­mos como estu­dios de géne­ro, pasa nece­sa­ria­men­te por el aná­li­sis crí­ti­co de dichas prác­ti­cas socio­cul­tu­ra­les sexis­tas, que a la fecha pre­va­le­cen en las rela­cio­nes de géne­ro entre los seres huma­nos, visi­bi­li­zán­do­las en sus diver­sas mani­fes­ta­cio­nes y con­se­cuen­cias con el pro­pó­si­to no sólo de sig­ni­fi­car­las sino tam­bién y fun­da­men­tal­men­te de resig­ni­fi­car­las, de trans­for­mar­las, en lugar de repro­du­cir­las, invi­si­bi­li­zar­las o natu­ra­li­zar­las en nues­tras prác­ti­cas y con­tex­tos socio­cul­tu­ra­les coti­dia­nos.

Al res­pec­to con­vie­ne recor­dar en este pun­to lo escri­to recien­te­men­te por Doran­tes, Mar­tí­nez y Segu­ra (2011:18), quie­nes al refe­rir­se a los orí­ge­nes his­tó­ri­cos del femi­nis­mo de la dife­ren­cia, afir­man que: “Como una crí­ti­ca al femi­nis­mo de la igual­dad, sur­ge den­tro del pen­sa­mien­to femi­nis­ta una ten­den­cia que tie­ne como obje­ti­vo res­ca­tar la dife­ren­cia para resig­ni­fi­car lo feme­nino. Esta ten­den­cia se aglu­ti­na­rá bajo el rubro del femi­nis­mo de la dife­ren­cia. Al ampa­ro de  este mode­lo lo feme­nino ya no es con­ce­bi­do como lo otro de lo mas­cu­lino, sino como una iden­ti­dad pro­pia. Este femi­nis­mo se abo­ca­rá a cons­truir teo­ri­za­cio­nes en las que se pre­ten­de reva­lo­ri­zar y dar  pre­sen­cia a lo feme­nino dejan­do de con­si­de­rar­lo como alte­ri­dad.”

De acuer­do con las mis­mas auto­ras, seme­jan­te movi­mien­to diri­ge sus esfuer­zos a incluir en el plano de la cons­truc­ción sim­bó­li­ca-cul­tu­ral la expe­rien­cia feme­ni­na, para des­de ahí cons­truir su resig­ni­fi­ca­ción. Tal es el caso, por ejem­plo, de los tra­ba­jos rea­li­za­dos por Gra­cie­la Hie­rro, quien situa­da en el femi­nis­mo de la dife­ren­cia,  cen­tra su inte­rés en el aná­li­sis y la decons­truc­ción del uni­ver­so sim­bó­li­co patriar­cal des­de el cual se ha cons­trui­do la dife­ren­cia sexual, con el pro­pó­si­to de iden­ti­fi­car sus pro­ble­má­ti­cas y con­tri­buir a la crea­ción de una nue­va cul­tu­ra de géne­ro que per­mi­ta resig­ni­fi­car a la dife­ren­cia sexual en tér­mi­nos de equi­dad. Tarea don­de ocu­pan un lugar muy impor­tan­te los pro­ce­sos de sig­ni­fi­ca­ción y de resig­ni­fi­ca­ción no sólo de  lo feme­nino sino tam­bién de lo mas­cu­lino (Hie­rro, 2001).

Es pre­ci­sa­men­te en el estu­dio de estos pro­ce­sos de sig­ni­fi­ca­ción y resig­ni­fi­ca­ción de nues­tras cons­truc­cio­nes iden­ti­ta­rias de géne­ro, don­de cobra par­ti­cu­lar impor­tan­cia el enfo­que narra­ti­vo para los estu­dios de géne­ro que ponen el acen­to en los pro­ce­sos de cons­truc­ción y decons­truc­ción sim­bó­li­ca-cul­tu­ral de géne­ro.

Esto es posi­ble gra­cias a que, como se expli­ci­tó en la pri­me­ra par­te de este tra­ba­jo, el sus­ten­to epis­te­mo­ló­gi­co del enfo­que narra­ti­vo, a saber, el socio­cons­truc­cio­nis­mo (Lafau­rie, 2003) o cons­truc­cio­nis­mo social (Ber­ger y Luck­man, 1968), nos per­mi­te con­ce­bir a los seres huma­nos como cons­truc­to­res de su pro­pia his­to­ria y a la narra­ti­va como el medio a tra­vés del cual la cons­tru­yen, brin­dán­do­nos al mis­mo tiem­po una for­ma de apro­xi­ma­ción sis­te­má­ti­ca a los pro­ce­sos de cons­truc­ción de géne­ro que lle­va­mos a cabo den­tro de un con­tex­to socio­cul­tu­ral.

Dicho en otros tér­mi­nos, sus­ten­ta­do en el socio cons­truc­cio­nis­mo, el enfo­que narra­ti­vo den­tro de los estu­dios de géne­ro nos per­mi­te una apro­xi­ma­ción dia­ló­gi­ca o con­ver­sa­cio­nal a las for­mas como narra­ti­va­men­te las per­so­nas dan cuen­ta de su con­di­ción de géne­ro en tér­mi­nos de sus sig­ni­fi­ca­dos.

Esto es así gra­cias a que: “La narra­ción no limi­ta a la per­so­na a con­cep­tua­li­zar sobre su auto­bio­gra­fía sino que cons­ti­tu­ye una posi­ción de vida fren­te a su his­to­ria y su futu­ro, no la limi­ta espa­cio-tem­po­ral­men­te sino que es par­te impor­tan­te en la cons­truc­ción inte­gral del suje­to. La expe­rien­cia adquie­re dife­ren­te sig­ni­fi­ca­ción para cada cual, de acuer­do con el con­tex­to, con lo vivi­do, con lo apren­di­do, con lo pro­yec­ta­do por sí mis­mo. Un ima­gi­na­rio es la cons­truc­ción men­tal que un per­so­na rea­li­za sobre deter­mi­na­da reali­dad, es una tota­li­dad ela­bo­ra­da a par­tir de lo per­ci­bi­do, lo pen­sa­do, lo ima­gi­na­do, lo cono­ci­do  e inclu­so lo des­co­no­ci­do, que le da sig­ni­fi­ca­do a un con­cep­to o idea des­de la expe­rien­cia de cada per­so­na” (Lafau­rie, 2003:7).

En el rela­to, la narra­ti­va y el suje­to se entre­cru­zan, en el rela­to el suje­to se expre­sa y cons­tru­ye su his­to­ria, cuen­ta su expe­rien­cia y bus­ca una for­ma de rela­tar­se, de sig­ni­fi­car­se. Al res­pec­to, de acuer­do con Ger­gen (1996), la narra­ti­va es un inten­to de dar cuen­ta de la acción huma­na, en la medi­da en que los suje­tos dibu­jan en sus narra­cio­nes sus expe­rien­cias en un mun­do social, per­mi­tién­do­se un encuen­tro con los otros como medio efec­ti­vo para dar sig­ni­fi­ca­do e iden­ti­fi­car­se a sí mis­mos, iden­ti­fi­car­se con los demás y alcan­zar un nivel de com­pren­sión de su acción, situán­do­la socio­cul­tu­ral­men­te.

No obs­tan­te lo expues­to has­ta el momen­to res­pec­to de los alcan­ces del enfo­que narra­ti­vo y su acen­to en los pro­ce­sos sim­bó­li­co-cul­tu­ra­les, his­tó­ri­ca­men­te encon­tra­mos que den­tro de la inves­ti­ga­ción social el inte­rés tra­di­cio­nal por lo ins­ti­tu­cio­nal y lo estruc­tu­ral ha difi­cul­ta­do que el enfo­que narra­ti­vo gane mayor pre­sen­cia, rele­gán­do­lo a un segun­do plano. Por for­tu­na, al menos den­tro de los estu­dios de géne­ro, la pre­sen­cia del femi­nis­mo de la dife­ren­cia, con su énfa­sis en los pro­ce­sos sim­bó­li­co-cul­tu­ra­les, ha veni­do nive­lan­do la balan­za, abrién­do­nos un vas­to y fér­til cam­po de inves­ti­ga­ción pro­pi­cio para el estu­dio narra­ti­vo de los pro­ce­sos de cons­truc­ción y recons­truc­ción de géne­ro en tér­mi­nos de los sig­ni­fi­ca­dos socio­cul­tu­ral­men­te situa­dos.

Esto últi­mo es par­ti­cu­lar­men­te impor­tan­te si con­si­de­ra­mos que las cons­truc­cio­nes de géne­ro supo­nen la inter­lo­cu­ción con dife­ren­tes acto­res (per­so­nas, gru­pos e ins­ti­tu­cio­nes) y des­de dife­ren­tes posi­cio­nes socio­cul­tu­ra­les, lo cual deja ver que en estos pro­ce­sos de cons­truc­ción sim­bó­li­co-cul­tu­ral de géne­ro, lo que pre­va­le­ce es el movi­mien­to y no lo está­ti­co. Se tra­ta de un movi­mien­to que no sólo es espa­cial, tem­po­ral o físi­co, sino tam­bién sim­bó­li­co, ima­gi­na­rio y narra­ti­vo. Un movi­mien­to en el que narra­ti­va­men­te cons­trui­mos y recons­trui­mos los sig­ni­fi­ca­dos que damos a nues­tras prác­ti­cas y con­tex­tos socio­cul­tu­ra­les en tér­mi­nos de géne­ro.

De acuer­do con lo expues­to has­ta el momen­to, la pre­sen­cia del enfo­que narra­ti­vo en los estu­dios de géne­ro nos per­mi­te con­cep­tua­li­zar la cate­go­ría de géne­ro como una cons­truc­ción sim­bó­li­co-cul­tu­ral que estruc­tu­ra y orien­ta no sólo a nues­tras prác­ti­cas y emo­cio­nes sino tam­bién a nues­tros pen­sa­mien­tos, así como a los pro­ce­sos de cons­truc­ción y recons­truc­ción de sig­ni­fi­ca­dos que toman lugar en el con­tac­to con la mul­ti­pli­ci­dad de voces, pre­sen­cias e imá­ge­nes, y cuyo regis­tro pue­de ser docu­men­ta­do y estu­dia­do a tra­vés de las cons­truc­cio­nes y recons­truc­cio­nes narra­ti­vas que lle­va­mos a cabo acer­ca de nues­tras vidas.

Conclusiones

La docu­men­ta­ción narra­ti­va de nues­tras cons­truc­cio­nes y recons­truc­cio­nes de géne­ro es una tarea ple­na­men­te jus­ti­fi­ca­da no sólo en tér­mi­nos his­tó­ri­cos, epis­te­mo­ló­gi­cos, teó­ri­cos o meto­do­ló­gi­cos, sino tam­bién y fun­da­men­tal­men­te en tér­mi­nos exis­ten­cia­les, es decir, de nues­tras vidas, o para decir­lo en tér­mi­nos narra­ti­vos, de la mane­ra como con­ta­mos a noso­tros y a los demás nues­tras vidas.

Como se expre­só a lo lar­go de este tra­ba­jo, si bien es cier­to que tan­to las expe­rien­cias como las prác­ti­cas y los con­tex­tos socio­cul­tu­ra­les son refe­ren­tes nece­sa­rios en nues­tras cons­truc­cio­nes y recons­truc­cio­nes narra­ti­vas de géne­ro, tam­bién es cier­to que éstas no son sufi­cien­tes, pues es pre­ci­so que dichas expe­rien­cias, prác­ti­cas y con­tex­tos se sig­ni­fi­quen den­tro de un sis­te­ma sim­bó­li­co cul­tu­ral.

Sis­te­ma que aún y cuan­do es estruc­tu­ran­te, ya que impo­ne las con­duc­tas, las nor­mas, las creen­cias, las tra­di­cio­nes, las cos­tum­bres de lo que sig­ni­fi­ca ser o no ser mujer u hom­bre, es tam­bién una cons­truc­ción social suje­ta al cam­bio que se recons­tru­ye y por tan­to se resig­ni­fi­ca, deján­do­nos ver con ello que nues­tras cons­truc­cio­nes de géne­ro no son está­ti­cas, defi­ni­ti­vas o abso­lu­tas, sino más bien diná­mi­cas, tran­si­to­rias y rela­ti­vas. Pues­to que se tra­ta de cons­truc­cio­nes sim­bó­li­co-cul­tu­ra­les, situa­das físi­ca­men­te, es decir, espa­cio-tem­po­ral­men­te, pero tam­bién his­tó­ri­ca y socio­cul­tu­ral­men­te, lo cual nos per­mi­te la cons­truc­ción de otros mun­dos posi­bles don­de se pri­vi­le­gie la equi­dad de géne­ro.

En este sen­ti­do, cuan­do aquí se habla de géne­ro nos esta­mos refi­rien­do a una con­ven­ción socio­cul­tu­ral que si bien se nos pre­sen­ta como dada, es más bien cons­trui­da y por tan­to sus­cep­ti­ble de decons­truc­ción. En el mis­mo sen­ti­do, a pesar de que es cier­to que la cul­tu­ra se ins­ti­tu­ye como la pro­vee­do­ra de los esque­mas y mode­los, men­ta­les y cor­po­ra­les, que debe­mos aten­der para dar­le sen­ti­do a nues­tra exis­ten­cia, tam­bién es cier­to que en tan­to cons­truc­cio­nes sim­bó­li­co-cul­tu­ra­les, tales esque­mas y mode­los pue­den y de hecho, se decons­tru­yen y  resig­ni­fi­can, para dar paso a otros esque­mas y mode­los que pue­den o no ser más habi­ta­bles en tér­mi­nos de la equi­dad entre los géne­ros, pero que no son fijos ni inmu­ta­bles.

En uno u otro caso, y con esto se con­clu­ye, la narra­ti­va como pro­ce­so de sig­ni­fi­ca­ción y resig­ni­fi­ca­ción jue­ga un papel fun­da­men­tal en la com­pren­sión y cons­truc­ción de otros mun­dos posi­bles en los que la equi­dad de géne­ro entre los seres huma­nos pue­da alcan­zar un sen­ti­do socio­cul­tu­ral más pleno e inclu­yen­te.

Referencias

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Notas

1. Pro­fe­sor Aso­cia­do de la Carre­ra de Psi­co­lo­gía FESI UNAM. Correo elec­tró­ni­co: cuenteroger@gmail.com

2. Estu­dian­te del Doc­to­ra­do en Peda­go­gía de la UNAM en la FES Ara­gón.