El modelo social de la salud y su relación con la interseccionalidad de género

The social model of health and its relationship with gender intersectionality

Karla María González Mancera[1]

Facultad de Estudios Superiores Iztacala

Resumen

El obje­ti­vo de este artícu­lo es ana­li­zar el mode­lo social de salud a la luz de la pers­pec­ti­va de géne­ro, con la fina­li­dad de seña­lar las arti­cu­la­cio­nes teó­ri­cas entre el géne­ro como cons­truc­to y como deter­mi­nan­te de salud social, así como la inter­sec­cio­na­li­dad como eje de aná­li­sis con los demás deter­mi­nan­tes. Esto con la fina­li­dad de reco­no­cer en la trans­ver­sa­li­za­ción de la pers­pec­ti­va de géne­ro una estra­te­gia ana­lí­ti­ca en pro­ble­má­ti­cas de salud de índo­le prio­ri­ta­ria que van más allá de los mode­los de aten­ción que exis­ten has­ta aho­ra en el sec­tor salud en Méxi­co a la nece­si­dad de las mejo­ras en las con­di­cio­nes de vida, la reduc­ción de las des­igual­da­des socia­les median­te el tra­ba­jo de los deter­mi­nan­tes de salud de las comu­ni­da­des.

Pala­bras cla­ves: Salud, comu­ni­dad, deter­mi­nan­tes socia­les, dig­ni­dad, des­igual­dad, equi­dad, enfer­me­dad.

Abstract

The aim of this arti­cle is to analy­ze the social model of health through a gen­der pers­pec­ti­ve, with the pur­po­se of high­ligh­ting the theo­re­ti­cal con­nec­tions bet­ween gen­der as a cons­truct and as a deter­mi­nant of social health, as well as inter­sec­tio­na­lity as an analy­ti­cal fra­me­work with other deter­mi­nants. This is inten­ded to recog­ni­ze the inte­gra­tion of gen­der pers­pec­ti­ve as an analy­ti­cal stra­tegy in addres­sing prio­rity health issues that go beyond the exis­ting care models in the health sec­tor in Mexi­co, towards the need for impro­ve­ments in living con­di­tions and the reduc­tion of social inequa­li­ties through addres­sing the health deter­mi­nants of com­mu­ni­ties.

Key­words: Health, com­mu­nity, social deter­mi­nants, dig­nity, inequa­lity, equity, disea­se.

Panorama histórico

Des­de que el hom­bre se reco­no­ce a sí mis­mo como un ser pen­san­te son tres sus prin­ci­pa­les preo­cu­pa­cio­nes: la vida, la muer­te y el pro­ce­so que ocu­rre entre una y otra. Y es que, algo cla­ro debe tener el ser humano des­de el momen­to que es arro­ja­do al mun­do, que indu­da­ble­men­te va a morir. No se sabe cómo, no se sabe cuán­do, pero en lo que sí se pue­de tener influen­cia es en el pro­ce­so que se encuen­tra entre la vida y la muer­te.

En épo­cas pre­his­tó­ri­cas se con­si­de­ra­ba a la enfer­me­dad como cas­ti­go divino e inclu­so la muer­te era par­te de este cas­ti­go o el fin de este. Los encar­ga­dos de deter­mi­nar­lo eran una espe­cie de cate­go­ría sacer­do­tal lla­ma­dos Barú (diag­nos­ti­ca­do­res), Ashi­pur (exor­cis­tas) y Asu (sana­do­res o ver­da­de­ros médi­cos), pre­cur­so­res de la salud públi­ca, sepa­ra­ban a los lepro­sos para que no con­ta­gia­ran, uti­li­za­ban diag­nós­ti­cos y pres­crip­cio­nes médi­cas, se regían por el códi­go Ham­mu­ra­bi que es el con­jun­to de leyes más anti­guas que esti­pu­la­ban un cas­ti­go para cada tras­gre­sión de la ley y que con­te­nían el correc­to actuar de las per­so­nas entre ellas las que se dedi­can al cui­da­do de la enfer­me­dad.

Igual­men­te, la civi­li­za­ción egip­cia, con­si­de­ra­ba la enfer­me­dad des­de una con­cep­ción mági­ca, tam­bién con­ta­ban con cate­go­rías sacer­do­ta­les que se encar­ga­ban de mediar con las divi­ni­da­des: Sacer­do­tes de Sej­met (media­do­res con la divi­ni­dad), Sun-un (médi­cos civi­les) y los magos. Esta civi­li­za­ción creo una cas­ta de ayu­dan­tes (Ut) pre­cur­so­res de la enfer­me­ría. En Egip­to se crean los pri­me­ros hos­pi­ta­les bajo el mode­lo de salud públi­ca gra­tui­ta, para todas las cla­ses socia­les y dis­po­ni­ble en cual­quier momen­to, estos luga­res se con­vier­ten, ade­más, en los cen­tros de apren­di­za­je y de espe­cia­li­za­ción de los futu­ros médi­cos.

Los hebreos, por el con­tra­rio, no con­ce­bían la enfer­me­dad des­de la magia sino des­de la idea de Dios como res­pon­sa­ble de la salud y la enfer­me­dad, esta idea mono­teís­ta ubi­ca­ba a Dios como el ori­gen de todo mien­tras que los hin­dúes igua­la­ban la enfer­me­dad al kar­ma, los hebreos pen­sa­ban que eran desig­nios de Dios. India crea la Ayur­ve­da, su con­cep­ción de la enfer­me­dad se pue­de con­si­de­rar mági­co-reli­gio­so ya que con­si­de­ra­ban la enfer­me­dad como un kar­ma (cas­ti­go de los dio­ses) y esta era tras­mi­ti­da a su des­cen­den­cia.

Por su par­te, la civi­li­za­ción Chi­na, crea el con­cep­to del Tao (orden y equi­li­brio) y el Ying y Yang como dua­li­dad opues­ta, veían la enfer­me­dad como la rup­tu­ra de ese equi­li­brio y el tra­ta­mien­to como la res­tau­ra­ción de este; la acu­pun­tu­ra, su prin­ci­pal apor­te.

Para los grie­gos, la enfer­me­dad era una alte­ra­ción de los meca­nis­mos natu­ra­les, se nace natu­ral­men­te sano y la alte­ra­ción de esta sani­dad es nece­sa­ria de inves­ti­gar­se, diag­nos­ti­car­se y tra­tar­se, aquí nace el méto­do cien­tí­fi­co. Dejan­do de lado sana­cio­nes y cas­ti­gos divi­nos los grie­gos apa­re­cen las pri­me­ras defi­ni­cio­nes eti­mo­ló­gi­cas de las enfer­me­da­des y el pro­pio cuer­po. Uno de los apor­tes más gran­des de la civi­li­za­ción grie­ga es la medi­ci­na como cien­cia.

Por otro lado, el mayor apor­te de los Roma­nos al tra­ta­mien­to de la enfer­me­dad es la medi­ci­na expe­ri­men­tal que gene­ra la posi­bi­li­dad de la pre­ven­ción median­te la for­mu­la­ción de hipó­te­sis del por­que se gene­ra­ba una enfer­me­dad.

El méto­do cien­tí­fi­co y la medi­ci­na expe­ri­men­tal traen con­si­go el desa­rro­llo de la medi­ci­na New­ton, Leib­niz y Galeno fue­ron sus prin­ci­pa­les pro­mo­to­res. Bajo esta pre­mi­sa de expe­ri­men­ta­ción sur­ge la pri­me­ra vacu­na con­tra la virue­la, Edward Jen­ner, quien ino­cu­la con virue­la a Phipps, un niño volun­ta­rio en 1796.

El segun­do impul­so de la medi­ci­na se lo da la revo­lu­ción indus­trial, se crean las pri­me­ras aca­de­mias de medi­ci­na, luga­res espe­cia­li­za­dos en la ense­ñan­za, la inves­ti­ga­ción y la expe­ri­men­ta­ción para el tra­ta­mien­to de la enfer­me­dad. El siglo XIX cono­ci­do como el siglo de la revo­lu­ción médi­ca por todos los des­cu­bri­mien­tos médi­cos en favor de la cura y la pre­ven­ción de enfer­me­da­des. Así como el siglo XX iden­ti­fi­ca­do como la era anti­bió­ti­ca, apor­tan ele­men­tos fun­da­men­ta­les para el tra­ta­mien­to de la enfer­me­dad.

Posi­ble­men­te, es en 1978 en la con­fe­ren­cia Alma-Ata en Kaza­jis­tán con el lema “Salud para todos año 2000” que se incor­po­ran aspec­tos psi­co­ló­gi­cos y socia­les a los bio­ló­gi­cos, como deter­mi­nan­tes de la salud. Esta con­fe­ren­cia mar­ca el ini­cio de la aten­ción pri­ma­ra en salud y los ini­cios del tra­ba­jo mul­ti­dis­ci­pli­na­rio.

Sir­va este reco­rri­do his­tó­ri­co para con­tex­tua­li­zar las dis­tin­tas for­mas en las que se ha inten­ta­do, a lo lar­go de la his­to­ria, eli­mi­nar la enfer­me­dad para recu­pe­rar la salud. Muchos e inima­gi­na­bles han sido los retos que esto ha impli­ca­do para la huma­ni­dad, pes­tes, pan­de­mias, muer­tes, sacri­fi­cios con­lle­van nece­sa­ria­men­te a replan­tear si los cami­nos han con­tri­bui­do de ver­dad al cui­da­do y la pre­ser­va­ción de la espe­cie huma­na o sea nece­sa­rio rehu­ma­ni­zar la cien­cia médi­ca y los sis­te­mas de salud en favor de una aten­ción dig­na para cada per­so­na.

La enfermedad: El enigmático problema

La enfer­me­dad según la RAE (2024), está defi­ni­da como la alte­ra­ción leve o gra­ve del fun­cio­na­mien­to nor­mal de un orga­nis­mo o de algu­na de sus par­tes debi­do a una cau­sa inter­na o exter­na. Como se ha rela­ta­do has­ta este momen­to, his­tó­ri­ca­men­te se ha dado más impor­tan­cia al estu­dio de la enfer­me­dad, como curar­la, como se desa­rro­lla, como evi­tar­la y poco se ha hecho por el estu­dio de la salud, como pre­ser­var­la, como for­ta­le­cer­la, como man­te­ner­la.

El Dr. Hugo Spi­ne­lli espe­cia­lis­ta en Salud Publi­ca, en una entre­vis­ta en (iSel TV, 2013), men­cio­na que siem­pre que se habla de salud se pien­sa inme­dia­ta­men­te en la enfer­me­dad y como curar­la, pero, la salud no tie­ne nada que ver con la cues­tión médi­ca o la medi­ci­na sino con el trans­por­te, con el medio ambien­te, con la cali­dad del aire que res­pi­ra­mos, con los ali­men­tos que con­su­mi­mos, con el trán­si­to, con las rela­cio­nes inter­per­so­na­les, la vivien­da, etc. Es decir, con la arti­cu­la­ción social en la que nos desa­rro­lla­mos en el coti­diano, los nive­les de des­igual­dad y cola­bo­ra­ción que exis­te como socie­dad para con los otros.

En este sen­ti­do, los mode­los teó­ri­cos de la salud, cons­trui­dos para expli­car la enfer­me­dad y el cómo aten­der­la podrían ser la cla­ve para enten­der la con­di­ción actual de la salud en Méxi­co.

El modelo biomédico

Este mode­lo es con­si­de­ra­do el mode­lo domi­nan­te en las áreas de la salud, here­de­ro legí­ti­mo de la medi­ci­na tra­di­cio­nal, la for­ma en la que mane­jan al pacien­te, sus diag­nós­ti­cos, tra­ta­mien­tos y sis­te­mas de pre­ven­ción, así como la for­ma de expli­car la pér­di­da de la salud como una con­se­cuen­cia de la enfer­me­dad. Sur­ge con la medi­ci­na hipo­crá­ti­ca, para la cual la enfer­me­dad es un des­or­den de la phy­sis huma­na, exa­mi­na­ble obje­ti­va­men­te.

El cuer­po humano es con­si­de­ra­do como una máqui­na que fun­cio­na median­te meca­nis­mos bio­ló­gi­cos y que un mal fun­cio­na­mien­to es una ave­ría de la máqui­na y la tarea del médi­co es repa­rar esta máqui­na uti­li­zan­do las herra­mien­tas de la medi­ci­na. Esta mane­ra de enten­der a los seres huma­nos ter­mi­na por des­hu­ma­ni­zar­lo y comen­zar a mirar­lo como una máqui­na a com­po­ner, por tan­to, el médi­co se colo­ca en el papel del que com­po­ne igual que en la anti­güe­dad los anti­guos sacer­do­tes Barú.

Para este mode­lo, las enfer­me­da­des son con­si­de­ra­das como el cen­tro de la aten­ción médi­ca e ins­ti­tu­cio­nal, que se resol­vía median­te el enten­di­mien­to del pro­ce­so salud-enfer­me­dad cen­tra­do prin­ci­pal­men­te en la enfer­me­dad como fenó­meno indi­vi­dual y espe­cí­fi­ca­men­te bio­ló­gi­co, por lo tan­to, todos los fac­to­res que no sean de este tipo no están con­si­de­ra­dos den­tro de este mode­lo como impor­tan­tes. Ade­más de que la enfer­me­dad era con­si­de­ra­da como un fenó­meno indi­vi­dual, es decir, cuan­do alguien se enfer­ma­ba, era su enfer­me­dad, la fami­lia y el con­tex­to a don­de per­te­ne­cía no eran par­te de la pro­ble­má­ti­ca. El mode­lo bio­mé­di­co aís­la al pacien­te con su “pro­ble­ma” para que sea el quien se haga car­go de su afec­ción.

Este mode­lo esta­ba prin­ci­pal­men­te enfo­ca­do en pato­lo­gías infec­to­con­ta­gio­sas que era lo que pre­va­le­cía en la pobla­ción mexi­ca­na has­ta hace algu­nas déca­das. Se encar­ga­ba de tra­ba­jar con esas pato­lo­gías para erra­di­car la posi­bi­li­dad de cier­tas enfer­me­da­des poten­cial­men­te con­ta­gio­sas fue­ran o se con­vir­tie­ran en un pro­ble­ma gra­ve para la pobla­ción; la impor­tan­cia de aten­der estas pato­lo­gías infec­to­con­ta­gio­sas se debía a que su fal­ta de aten­ción podía des­en­ca­de­nar pan­de­mias como la que se vivió en 2020 a nivel mun­dial.

Para fina­li­zar, el prin­ci­pal obje­ti­vo del mode­lo bio­mé­di­co era curar las enfer­me­da­des sobre todo las infec­cio­sas, eli­mi­nar los micro­bios como agen­te cau­sal úni­co, evi­tan­do con esta erra­di­ca­ción catás­tro­fes, pero, dejan­do de lado la pre­ven­ción. A dife­ren­cia del mode­lo con­duc­tual que sitúa los fac­to­res de ries­go como uno de los ejes de abor­da­je del pro­ble­ma.

El modelo conductual

Mode­lo que se enfo­ca en la modi­fi­ca­ción de com­por­ta­mien­tos inade­cua­dos hacia la salud pre­ven­ti­va bus­can­do com­po­nen­tes ade­cua­dos que lle­ven al indi­vi­duo a rea­li­zar los cam­bios nece­sa­rios para recu­pe­rar su salud superan­do la enfer­me­dad. Este mode­lo se enfo­ca en las cau­sas de la enfer­me­dad y en la rela­ción de la per­so­na con esta, iden­ti­fi­can­do cua­les son los com­por­ta­mien­tos que han lle­va­do al indi­vi­duo a enfer­mar.

No se con­ci­be un solo mode­lo sino dife­ren­tes mode­los teó­ri­cos de con­duc­tas, estos mode­los se cen­tran en la pro­mo­ción de la salud enfo­ca­da en modi­fi­car con­duc­tas inade­cua­das pro­mo­vien­do con­duc­tas salu­da­bles que, con la repe­ti­ción y el paso del tiem­po se con­vier­tan en hábi­tos y estos hábi­tos se con­for­men en un esti­lo de vida salu­da­ble.

Los fac­to­res en los que están basa­dos prác­ti­ca­men­te estos mode­los se enfo­can en los com­por­ta­mien­tos de ries­go, esto pre­ci­sa­men­te para tra­tar de con­tra­rres­tar aque­llo que el mode­lo bio­mé­di­co no con­si­de­ra­ba. Expli­car la salud des­de la noción del ries­go impli­ca reto­mar los fac­to­res que colo­can al indi­vi­duo en peli­gro y la cau­sa­li­dad cen­tra­da fun­da­men­tal­men­te en el com­por­ta­mien­to indi­vi­dual, es decir, den­tro del mode­lo con­duc­tual es res­pon­sa­bi­li­dad del indi­vi­duo estar bien y con­tro­lar los ries­gos que hay en el entorno para no enfer­mar­se.

Ejem­plos de estos mode­los son:

El mode­lo de creen­cias de salud, que se enfo­ca en la per­cep­ción de ries­go sobre la enfer­me­dad y en la eva­lua­ción de los cam­bios con­duc­tua­les que el indi­vi­duo debe rea­li­zar para con­tra­rres­tar el ries­go.

Teo­ría de la con­duc­ta pla­ni­fi­ca­da: pro­po­ne que el com­por­ta­mien­to se expli­ca por las inten­cio­nes y que estas, a su vez, están deter­mi­na­das por acti­tu­des, per­cep­cio­nes nor­ma­ti­vas y de con­trol Peña-y-Lillo, M. S. (2019).

Ambos mode­los, el bio­mé­di­co y el con­duc­tual toda­vía están pre­sen­tes en las ins­ti­tu­cio­nes de salud en Méxi­co, su esen­cia se encuen­tra arti­cu­la­da en la estruc­tu­ra hos­pi­ta­la­ria y los mode­los de inter­ven­ción, así como las polí­ti­cas públi­cas. La pro­pues­ta del mode­lo de deter­mi­nan­tes socia­les nace jus­ta­men­te de esta inten­ción de no sola­men­te ver las pato­lo­gías, el com­por­ta­mien­to indi­vi­dual o la res­pon­sa­bi­li­dad per­so­nal que tene­mos sobre nues­tra salud. No obs­tan­te, cuan­do entra­mos en terre­nos de la inter­sec­cio­na­li­dad y la trans­ver­sa­li­dad sal­tan a la vis­ta cosas de las que los indi­vi­duos no tie­nen con­cien­cia y mucho menos con­trol, de esta mane­ra, el mode­lo de deter­mi­nan­tes de salud social colo­ca a la salud como el pro­duc­to de un pro­ce­so social, no solo el pro­duc­to de una serie de com­por­ta­mien­tos repe­ti­ti­vos (esti­lo de vida) sino todo aque­llo que se encuen­tra en inter­ac­ción con el indi­vi­duo, inclu­si­ve antes de su naci­mien­to.

Los fac­to­res de ries­go y vul­ne­ra­bi­li­dad son dos atri­bu­tos, expli­can cla­ra­men­te la des­igual­dad en la for­ma de enfer­mar y morir del ser humano; el mode­lo con­duc­tual se apro­xi­mó al tra­ba­jo des­de la aten­ción de los ries­gos solo que, de mane­ra indi­vi­dua­li­za­da des­de la res­pon­sa­bi­li­dad del pacien­te, a dife­ren­cia del mode­lo social de la salud.

El modelo social de salud: de lo individual a lo colectivo

El mode­lo social de la salud se fun­da­men­ta en el aná­li­sis y el reco­no­ci­mien­to del papel ele­men­tal de los deter­mi­nan­tes socia­les de la salud, defi­ni­dos por la OMS como “las cir­cuns­tan­cias en que las per­so­nas nacen cre­cen, tra­ba­jan, viven y enve­je­cen, inclui­do el con­jun­to más amplio de fuer­zas y sis­te­mas que influ­yen sobre las con­di­cio­nes de la vida coti­dia­na” (OPS , 2009).

Duran­te la déca­da de los 70s del siglo pasa­do se publi­có el Infor­me Lalon­de (Infor­me Lalon­de, 1974, cita­do en Gutié­rrez, 2022), en el cual se iden­ti­fi­ca­ban las cau­sas prin­ci­pa­les de la enfer­me­dad y muer­te, en este infor­me se lle­gó a la con­clu­sión de que su ori­gen se encuen­tra en los siguien­tes com­po­nen­tes, enlis­ta­dos por orden de impor­tan­cia:

  1. esti­los de vida
  2. bio­lo­gía huma­na
  3. medio ambien­te
  4. sis­te­mas de salud

Sien­do los sis­te­mas de salud aque­llos en los que se ha inten­ta­do inci­dir des­de el pun­to de vis­ta clí­ni­co, se ha pasa­do por alto que son otros tres fac­to­res los de más inci­den­cia aque­llos que pro­ble­ma­ti­zan la salud de las per­so­nas y las comu­ni­da­des como lo expli­ca el mode­lo de la comi­sión de deter­mi­nan­tes socia­les de la OMS (ver figu­ra 1).

Determinantes sociales de la salud

Se divi­den en dos, los estruc­tu­ra­les y los inter­me­dios, los estruc­tu­ra­les ope­ran con­di­cio­nan­do a los deter­mi­nan­tes inter­me­dios.

Estruc­tu­ra­les: Com­pren­den las con­di­cio­nes del con­tex­to social, eco­nó­mi­co y polí­ti­co, el gobierno, las polí­ti­cas macro­eco­nó­mi­cas y socia­les, así como las públi­cas, la cul­tu­ra, los valo­res y las con­di­cio­nes socio­eco­nó­mi­cas, como son la cla­se social, sexua­li­dad, etni­ci­dad, edu­ca­ción, ocu­pa­ción, ingre­sos que se tra­du­cen en inequi­dad según sea esta posi­ción para el indi­vi­duo, su fami­lia y comu­ni­dad a la que per­te­ne­cen. Aquí pode­mos enfo­car la inter­sec­cio­na­li­dad como un eje de aná­li­sis que fun­cio­na como herra­mien­ta eva­lua­do­ra de la des­igual­dad y las dis­cri­mi­na­cio­nes múl­ti­ples de las que se pue­de lle­gar a ser obje­to.

Inter­me­dios: refe­ren­tes a la vul­ne­ra­bi­li­dad mate­rial, psi­co­so­cial, con­duc­tual y/o bio­ló­gi­ca, así como la cohe­sión social de la per­so­na, Son prác­ti­ca­men­te las con­di­cio­nes de vida, labo­ra­les y ali­men­ta­rias par­ti­cu­la­res de la per­so­na.

Este mode­lo no fija su obje­ti­vo en evi­tar la enfer­me­dad o curar­la, sino en la pro­mo­ción de la modi­fi­ca­ción de los deter­mi­nan­tes socia­les ya que con­si­de­ra que esta modi­fi­ca­ción cam­bia­ra el pro­ble­ma de raíz como pue­de ver­se en el Mar­co con­cep­tual de la CDSS (ver figu­ra 2).

Sien­do un obje­ti­vo de este mode­lo el acor­tar las des­igual­da­des socia­les, el géne­ro se con­vier­te en un fac­tor social deter­mi­nan­te. Ya que, al tra­tar­se de una cons­truc­ción social, los roles y este­reo­ti­pos, se ha natu­ra­li­za­do en dife­ren­tes espa­cios den­tro de la mis­ma comu­ni­dad.

Con­si­de­ran­do que el géne­ro se refie­re a aque­llas carac­te­rís­ti­cas de los hom­bres y muje­res que están social­men­te cons­trui­das, mien­tras que sexo desig­na carac­te­rís­ti­cas bio­ló­gi­ca­men­te deter­mi­na­das (WHO, 2002). Sería enton­ces el géne­ro aquel deter­mi­nan­te que, sobre­pues­to a la con­di­ción bio­ló­gi­ca de la espe­cie huma­na deter­mi­na la for­ma de vivir su expe­rien­cia en el mun­do.

El géne­ro se cons­tru­ye den­tro del bina­ris­mo masculino/femenino que se ciñe a la expre­sión del ser mujer u hom­bre según sea el caso. Asig­na y jerar­qui­za roles y for­mas de com­por­ta­mien­to den­tro de las esfe­ras pública/privada que colo­ca a hom­bres y muje­res en una jerar­quía des­igual ponien­do como pre­tex­to la cues­tión bio­ló­gi­ca. Por otro lado, cuan­do se habla de des­igual­da­des de géne­ro en salud se refie­re a las dife­ren­cias en el esta­do de salud o ries­go de con­traer enfer­me­dad entre hom­bres y muje­res, que se ven influi­das por sus cir­cuns­tan­cias socia­les y que en dife­ren­tes con­tex­tos colo­can a hom­bres y a muje­res en posi­cio­nes de subor­di­na­ción, dis­cri­mi­na­ción y des­igual­dad, los cua­les se tra­du­cen en ries­gos mor­ta­les o mayo­res expo­si­ción ante enfer­me­da­des por el segui­mien­to de los roles impues­tos a su sexo.

Se reco­no­ce que la salud entre hom­bres y muje­res pue­de ser dis­tin­ta por­que exis­ten fac­to­res bio­ló­gi­cos, gené­ti­cos, fisio­ló­gi­cos, hor­mo­na­les y here­di­ta­rios que no pue­den cam­biar­se. Aun así, es más pro­ba­ble que aque­llos deter­mi­nan­tes socia­les que inter­sec­cio­nan a hom­bres y muje­res los colo­quen en situa­cio­nes ries­go­sas para su salud. Si bien en cier­to que, la espe­ran­za de vida en muje­res es más alta que en hom­bres esto no sig­ni­fi­ca que vivan esos años “extras” de mane­ra ple­na o salu­da­ble.

El nacer hom­bre o mujer no debe­ría mediar el acce­so a la salud, los este­reo­ti­pos de géne­ro con­di­cio­nan el actuar de las per­so­nas no solo hacia las rela­cio­nes inter­per­so­na­les sino a la auto­per­cep­ción del sí mis­mo. La estra­ti­fi­ca­ción de hom­bres y muje­res que gene­ra el segui­mien­to acrí­ti­co de este­reo­ti­pos pro­ba­bi­li­zan tener o recaer en enfer­me­da­des por ras­gos de valen­tía de la mas­cu­li­ni­dad o de abne­ga­ción de la femi­ni­dad, casi siem­pre este segui­mien­to de este­reo­ti­pos es asu­mi­do de mane­ra auto­má­ti­ca por las per­so­nas por lo que el tra­ba­jo con este segui­mien­to acrí­ti­co de este­reo­ti­pos es un tra­ba­jo de la pers­pec­ti­va de géne­ro y se encuen­tra adhe­ri­do al tra­ba­jo con los fac­to­res con­di­cio­nan­tes vis­tos como espa­cios fér­ti­les para el cam­bio.

Factores condicionantes de riesgo asociados al género

Se divi­den en dos, los modi­fi­ca­bles y los no modi­fi­ca­bles (ver tabla 1)

Tabla 1.
Factores Condicionantes de Riesgo Asociados al Género
No Modi­fi­ca­bles Modi­fi­ca­bles
Edad G

É

N

E

R

Esti­los de vida
Sexo Fac­to­res ambien­ta­les
Heren­cia gené­ti­ca Fac­to­res eco­nó­mi­cos
Gru­po étni­co Con­di­ción socio­cul­tu­ral
Fac­to­res de ali­men­ti­cios
O Con­di­ción Psi­co­emo­cio­nal

El ser humano por el sim­ple hecho de nacer hom­bre o mujer ya cuen­ta con fac­to­res no modi­fi­ca­bles pre­dis­po­nen­tes a la enfer­me­dad, esto sig­ni­fi­ca que por el hecho de ser mujer u hom­bre debe tomar cui­da­do de esas pro­ble­má­ti­cas que están adhe­ri­das a su sexo y que debe tomar en cuen­ta esta con­di­ción bio­ló­gi­ca para el tra­ba­jo con los fac­to­res que si pue­de modi­fi­car.

La tabla 1 enlis­ta los fac­to­res modi­fi­ca­bles y no modi­fi­ca­bles, el géne­ro se con­vier­te en un fac­tor tras­ver­sal ya que, es, de acuer­do al géne­ro que se esta­ble­cen dife­ren­cias en los esti­los de vida (ali­men­ta­ción, acti­vi­dad físi­ca, diver­sión, inges­ta de alcohol, hábi­tos higié­ni­cos, con­duc­ta sexual, recrea­ción, sue­ño o des­can­so). Los fac­to­res eco­nó­mi­cos (fuen­tes de empleo, ocu­pa­ción, expe­rien­cia pro­fe­sio­nal, ingresos/gastos, tras­la­do). Con­di­cio­nes socio­cul­tu­ra­les (nivel edu­ca­ti­vo, lugar de estu­dios, reli­gión, agru­pa­ción polí­ti­ca, tra­di­cio­nes comu­ni­ta­rias, mitos de la comu­ni­dad).

Los fac­to­res ali­men­ti­cios se res­ca­tan en dos gran­des gru­pos: los ali­men­ti­cios y los nutri­cio­na­les. Den­tro de los ali­men­ti­cos (la capa­ci­dad de com­pra, acce­si­bi­li­dad a los ali­men­tos, pre­pa­ra­ción de menús, comer­cia­li­za­ción, con­ser­va­ción de ali­men­tos, cos­tum­bres) encon­tra­mos aque­llas con­di­cio­nes que se encuen­tran en torno a los ali­men­tos y en los nutri­cio­na­les (selec­ción de ali­men­tos, for­mas de coci­nar) en este caso si se pre­fie­ren cier­tos ali­men­tos, comi­da cha­ta­rra, comi­da rápi­da o calle­je­ra. Los fac­to­res psi­co­emo­cio­na­les con­si­de­ran las con­di­cio­nes de estrés, el ais­la­mien­to, inte­li­gen­cia emo­cio­nal, com­pe­ten­cia, expec­ta­ti­vas de vida, valo­res, fami­lia, pare­ja, redes de apo­yo.

Conclusiones

La inter­sec­cio­na­li­dad se ha encar­ga­do de hacer notar todas y cada una de las dife­ren­cias que sitúan a hom­bres y muje­res en con­di­cio­nes des­igua­les hacia el man­te­ni­mien­to de la salud. La trans­ver­sa­li­za­ción del géne­ro apo­ya la jus­ti­cia social en razón de dotar de las herra­mien­tas nece­sa­rias a cada quien. Vis­to que, son los deter­mi­nan­tes socia­les de la salud esas cir­cuns­tan­cias en las que las per­so­nas nacen, cre­cen, viven y se desa­rro­llan en la vida coti­dia­na debe ser en estos don­de se tra­ba­je para poten­cia­li­zar la salud y dejar de inver­tir gran­des can­ti­da­des en recur­sos para curar la enfer­me­dad.

No se eli­ge don­de se nace, ni la fami­lia a la que se per­te­ne­ce, por tan­to, la mul­ti­cul­tu­ra­li­dad es un esce­na­rio asig­na­do de mane­ra for­tui­ta. Las for­mas de vivir de hom­bres y muje­res están arti­cu­la­das por el lugar, el con­tex­to social, la cul­tu­ra, la situa­ción eco­nó­mi­ca, la con­di­ción de la vivien­da, la situa­ción fami­lia, la con­di­ción labo­ral, entre muchas otras cua­li­da­des inter­sec­cio­na­les del ser per­so­na, de poco sir­ve un sis­te­ma de salud per­fec­to cuan­do todas las con­di­cio­nes socia­les de las per­so­nas no mejo­ran. La aten­ción y el cui­da­do de la salud no se ges­tan en el sis­te­ma de salud o por sus pro­fe­sio­na­les, ellos no son los res­pon­sa­bles de la salud de la per­so­na sino la per­so­na y sus deter­mi­nan­tes socia­les.

La des­igual­dad es una con­di­ción esta­ble­ci­da des­de el naci­mien­to, no se deci­de se asu­me y es res­pon­sa­bi­li­dad del esta­do tra­ba­jar en los deter­mi­nan­tes socia­les que la reduz­can median­te la equi­dad y la jus­ti­cia social, de esto depen­de el desa­rro­llo de un país.

Para el mode­lo de salud social, la salud es una expre­sión de jus­ti­cia social, una cues­tión bio­éti­ca que nece­sa­ria­men­te se debe mirar des­de la cul­tu­ra de la equi­dad, las mis­mas herra­mien­tas no son úti­les para todos, ser requie­re iden­ti­fi­car las nece­si­da­des de las comu­ni­da­des para aten­der­las en lo par­ti­cu­lar.

Este mode­lo no fija su obje­ti­vo en evi­tar la enfer­me­dad sino es medir la ausen­cia de dife­ren­cias evi­ta­bles, injus­tas o reme­dia­bles entre los indi­vi­duos o comu­ni­da­des debi­do a sus deter­mi­nan­tes socia­les para, median­te la jus­ti­cia social pro­veer de lo nece­sa­rio para lograr dicha jus­ti­cia. La mira­da medi­ca­li­za­da e indi­vi­dua­li­za­da del tra­ba­jo de la salud no está en con­cor­dan­cia con este mode­lo por­que aten­ta ade­más con la dig­ni­dad del ser humano.

Para fina­li­zar, la dig­ni­dad con­sis­te en que nin­gún ser humano sea con­si­de­ra­do como obje­to, medio, o mer­can­cía como es con­si­de­ra­do en el mode­lo bio­mé­di­co o con­duc­tual por las gran­des indus­trias far­ma­céu­ti­cas y hos­pi­ta­la­rias que comer­cia­li­zan con la salud de hom­bres y muje­res para gene­rar más y más capi­tal. Un suje­to digno se esta­ble­ce en la tras­cen­den­cia de la cor­po­ra­li­dad y la vali­da­ción de las con­di­cio­nes socio­cul­tu­ra­les como medios para lograr per­so­nas más autó­no­mas. Esta auto­no­mía solo será posi­ble en tér­mi­nos de dig­ni­dad, entre más dig­nos sean los habi­tan­tes de un país menos recur­sos nece­si­ta­rá inver­tir para tra­tar la enfer­me­dad y erra­di­car la des­igual­dad.

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Notas

  1. SUA­yED, Carre­ra de Psi­co­lo­gía, Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. Correo: karla.gonzalez@iztacala.unam.mx