El significante en la salud como metáfora de destrucción natural Descargar este archivo (El significante en la salud como metáfora de destrucción natural.pdf)

Nicolás Rivera Ávila

Colegio de Psicoanálisis, México

Resu­men

Escri­be Freud en su artícu­lo “Das Unbe­wuss­te”, en 1915: “Nues­tra tópi­ca psí­qui­ca pro­vi­sio­nal­men­te nada tie­ne que ver con la ana­to­mía; se refie­re a regio­nes del apa­ra­to psí­qui­co, don­de­quie­ra que estén situa­das den­tro del cuer­po, y no a loca­li­da­des ana­tó­mi­cas”2.

Este ale­ja­mien­to loca­li­za­cio­nis­ta no ocu­rre en 1915, ocu­rre mucho antes: que haya un lugar para lo psí­qui­co en lo humano es una pro­ble­má­ti­ca clí­ni­ca en el psi­co­aná­li­sis, pero no en la cien­cia,  y más ade­lan­te inten­ta­re­mos acer­car­nos a esta rup­tu­ra.

Si nos pudié­ra­mos per­mi­tir una ase­ve­ra­ción de la mag­ni­tud loca­li­za­cio­nis­ta, lo pri­me­ro que se me ocu­rre que podría pasar ten­dría que ver con el cie­rre de posi­bi­li­da­des dis­cur­si­vas para lo psí­qui­co. Una demos­tra­ción obse­si­va casi obs­ce­na que obtu­ra­ría la esce­na clí­ni­ca, ponien­do en su lugar un cuer­po cons­trui­do de solu­cio­nes y de res­pues­tas; y qui­zá eso es lo que más urge a la hora de dar una loca­li­za­ción: dejar de pro­ble­ma­ti­zar. Con­cep­tua­li­zar.

Pala­bras cla­ve: cuer­po, salud, cien­cia, escri­tu­ra, metá­fo­ra

 

Abs­tract

Freud wri­tes in his arti­cle “Das Unbe­wuss­te” in 1915: “Our psy­chic topi­cal pro­vi­sio­nally has nothing to do with ana­tomy; refers to regions of the psy­chic appa­ra­tus, whe­re­ver they are loca­ted within the body, not ana­to­mi­cal loca­tions.”3

This loca­li­za­tio­nist estran­ge­ment does not occur in 1915, occurs much ear­lier: the pla­ce for the psy­chic in the human is a cli­ni­cal pro­blem in psy­choa­naly­sis, but not in scien­ce, and later we’ll try to approach this break.

If we could allow our­sel­ves an asser­tion of loca­li­za­tio­nist mag­ni­tu­de, the first thing that occurs to me that could hap­pen would be rela­ted to the clo­su­re of dis­cur­si­ve pos­si­bi­li­ties for the psy­chic. An almost obses­si­ve obs­ce­ne demons­tra­tion will dis­tort cli­ni­cal sce­ne, put­ting in pla­ce a body built out of solu­tions and ans­wers; and may­be that is even more urgent when giving a loca­tion: to stop pro­ble­ma­ti­zing; con­cep­tua­li­ze.

Key­words: Body, Health, Scien­ce, Wri­ting, Metaphor

Un puro flui­do en esta­do libre y sin cor­tes, res­ba­lan­do sobre un cuer­po lleno. Las máqui­nas desean­tes nos for­man un orga­nis­mo.

—Gilles Deleu­ze y Féliz Gua­ta­rri

Por­que la reali­dad está por ter­mi­nar, aún no está cons­trui­da. De su con­su­ma­ción depen­de­rá, en el mun­do de la vida eter­na, el retorno de una eter­na salud.

—Anto­nin Artaud

Lo que guar­da el cuer­po es del terreno de las sen­sa­cio­nes, de la sono­ri­dad y de una cons­truc­ción aje­na incal­cu­la­ble, inima­gi­na­ble e insos­la­ya­ble. El cuer­po está en la cate­go­ría Car­te­sia­na, es ase­qui­ble a tra­vés del pen­sa­mien­to.

La ela­bo­ra­ción que nos hace pro­gre­sar de una sig­ni­fi­ca­ción del mun­do a una pala­bra que pue­de for­mu­lar­se, la cade­na que va del incons­cien­te más arcai­co has­ta la for­ma arti­cu­la­da de la pala­bra en el suje­to, todo esto suce­de entre Wahr­neh­mung y Bewuss­tsein, como se dice entre cue­ro y car­ne4.

El pro­ble­ma Wahr­neh­mung y Bewuss­tsein es muy arcai­co. Supo­ne una suer­te de reali­dad casi fun­dan­te del núcleo per­cep­tual en Occi­den­te. Somos en tan­to la mira­da per­mi­te la arti­cu­la­ción escé­ni­ca; y, si no hay obje­to que mirar, la ima­gen no alcan­za la des­crip­ción repro­duc­to­ra. Es en direc­ción his­tó­ri­ca que se alcan­za a ima­gi­na­ri­zar los res­tos que repre­sen­tan la escri­tu­ra sobre el cuer­po.

El cuer­po, por tan­to, es una con­se­cuen­cia psí­qui­ca en un tiem­po retro­ac­ti­vo5. La repre­sen­ta­ción del cuer­po es limi­ta­da y arcai­ca, aje­na y apa­la­bra­da a tra­vés de una heren­cia sim­bó­li­ca y de una red sig­ni­fi­can­te. Esa es la escri­tu­ra sobre el cuer­po, un apa­ra­to dis­cur­si­vo que se rees­cri­be ince­san­te­men­te.

Del naci­mien­to a la muer­te, el dere­cho se “apro­pia” de los cuer­pos para hacer­los su tex­to. Por medio de toda cla­se de ini­cia­ción (ritual esco­lar, etcé­te­ra), los trans­for­ma en tablas de la ley, en cua­dros vivo de reglas y cos­tum­bres, en acto­res del tea­tro orga­ni­za­do por un orden social6.

Y no sólo en el dere­cho: hay algo que vie­ne antes a hacer la trans­crip­ción sig­ni­fi­can­te en el cuer­po y lo jue­ga en la nega­ción a la vez que lo afir­ma. Esa es su cons­truc­ción, una caí­da y un regre­so, una fun­ción que regu­la la caí­da y sos­tie­ne el regre­so, el fort da, deten­ta­dos por el prin­ci­pio del pla­cer, suje­ta­dos a la moral y des­po­ja­dos por la pul­sión de muer­te.

Las tablas de ley son la mues­tra de la repre­sen­ta­ción en esce­na, orien­ta­das por el hacer como con­se­cuen­cia de un acto pre­vio, enig­má­ti­co y ausen­te. Habrá que pen­sar que el momen­to del tex­to es una posi­ción repro­duc­to­ra que inser­ta al ser par­lan­te en un uni­ver­so sim­bó­li­co capaz de orde­nar­lo todo, des­de una caí­da sim­bó­li­ca has­ta una caí­da en lo real.

Las tablas de la ver­dad son un avi­so de que algo ya se ha colo­ca­do en nom­bre del amor y del deseo7; esa es la posi­ción que, sin que­rer, lle­va a cabo el par­ti­ci­pan­te cuer­po, yo-escin­di­do den­tro del víncu­lo madre-hijo.

Estas escri­tu­ras efec­túan dos ope­ra­cio­nes com­ple­men­ta­rias: para estas escri­tu­ras, los seres vivos son, por un lado, “pues­tos en tex­to”, trans­for­ma­dos en sig­ni­fi­can­tes de reglas (se tra­ta de una intex­tua­ción) y, por otro, la razón o el Logos de una socie­dad “se hace car­ne” (se tra­ta de una enca­ma­ción)8.

El cuer­po es un tex­to, se escri­be sobre él.  Habrá que pen­sar que un lien­zo ten­dría mayo­res posi­bi­li­da­des, en tan­to lo que ahí se jue­ga es la poie­sis, y no la repro­duc­ción, como es el caso de la escri­tu­ra, don­de se re-escri­be eso que his­tó­ri­ca­men­te ya se ha sim­bo­li­za­do.  

El apa­ra­to que hace ley y escri­tu­ra sobre los cuer­pos se lla­ma cien­cia. Bas­ta un sig­ni­fi­can­te en ese apa­ra­to para que se orde­ne el mun­do ima­gi­na­rio del cuer­po a tra­vés de una reali­dad psí­qui­ca que encar­na la idea mis­ma de la tota­li­dad, de una suer­te de móna­da que se orga­ni­za des­de ese lugar pri­vi­le­gia­do que ocu­pa el apa­ra­to.

¿Eso que se escri­be en el cuer­po alcan­za para que pue­da ocu­rrir el acto del pen­sa­mien­to en su reali­dad psí­qui­ca? ¿O sólo le alcan­za para un eterno repro­du­cir de lo escri­to? ¿La cien­cia ocu­pa tam­bién el lugar del Otro o hace sem­blan­te de él? ¿Dón­de que­da enton­ces eso lla­ma­do liber­tad?

Des­de el pen­sa­mien­to de Lacan, el saber y la ver­dad se encuen­tran en luga­res dis­tin­tos. El tro­pie­zo de la cien­cia es creer que ocu­pa el lugar del saber y de la ver­dad; y en ese ava­tar, las con­se­cuen­cias en su obje­to de estu­dio son inter­mi­na­bles.

La ins­crip­ción que se hace sobre el cuer­po es la idea de que el cuer­po se encuen­tra en el lugar del saber, y des­de ahí se des­pren­de un uni­ver­sal que orga­ni­za socie­da­des ente­ras.

El cuer­po alo­ja una loca­li­dad ana­tó­mi­ca des­de un saber, des­de un dis­cur­so uni­ver­si­ta­rio. El cuer­po se vuel­ve un núme­ro, una copia y una cal­ca. Es la reapa­ri­ción de un acon­te­ci­mien­to que en el apa­ra­to cien­tí­fi­co ya había ocu­rri­do antes.

Por dise­mi­na­da que esté (como los hue­se­ci­llos de un esque­le­to), esta pano­plia des­ta­ca en pun­tos fir­mes las rela­cio­nes entre reglas y cuer­pos igual­men­te móvi­les. En pie­zas sepa­ra­das, es la máqui­na de escri­bir de la Ley, el sis­te­ma mecá­ni­co de una arti­cu­la­ción social9.

Esta máqui­na de escri­bir la ley, en pie­zas sepa­ra­das, orde­na sig­ni­fi­can­tes en el cuer­po que apa­re­cen como una rece­ta incues­tio­na­ble que per­mea la reali­dad psí­qui­ca de los suje­tos en la cien­cia.

Michel De Cer­teau uti­li­za el sig­ni­fi­can­te πανοπλία, pano­plia, una serie de máqui­nas y de armas dis­pues­tas a seguir un lega­do tec­nó­cra­ta que anu­la a los cuer­pos des­de la uni­ver­sa­li­za­ción y los colo­ca en una colec­ción don­de el cam­po repro­duc­ti­vo se vuel­ve inmi­nen­te.

El méto­do cien­tí­fi­co trae con­si­go la catás­tro­fe y la supre­ma­cía eco­nó­mi­ca sobre la salud men­tal, y se segui­rá reuti­li­zan­do, a mane­ra de uten­si­lio, has­ta que los cuer­pos-núme­ros encuen­tren un nue­vo amo10 al que seguir; es una cate­go­ría de escla­vi­tud que no ago­ta sus recur­sos, su poten­cia está en la para­si­tés lin­güís­ti­ca con que se ha ins­tau­ra­do al suje­to en la cien­cia con la garan­tía de que el re lo segui­rá has­ta que la pul­sión de muer­te le pon­ga sal­va­ción.

La escri­tu­ra adquie­re un dere­cho sobre la his­to­ria, con miras a ende­re­zar­la, some­ter­la o edu­car­la. La escri­tu­ra se vuel­ve poder en las manos de una “bur­gue­sía” que reem­pla­za con la ins­tru­men­ta­li­dad de la letra el pri­vi­le­gio del naci­mien­to, liga­do a la hipó­te­sis de que el mun­do dado es la razón11.

La razón es, des­de la meto­do­lo­gía de la cien­cia, su poten­cia mis­ma.  Escla­re­ce a la vez que resuel­ve, impu­ta y nie­ga, orde­na y sacri­fi­ca, mol­dea y sumer­ge en su sim­bo­lo­gía al apar­ta­do social.

La razón es la por­ta­voz de la sub­je­ti­vi­dad, y cru­da­men­te, que­da rele­ga­da por la vía de la sub­je­ti­vi­dad mis­ma que nie­ga la razón, y por la vía de la rene­ga­ción, del res­to que el ima­gi­na­rio escri­be sobre el cuer­po, en tan­to esci­sión y en tan­to vacío.

Por la vía de la nega­ción, se entien­de que la sub­je­ti­vi­dad es un plan­tea­mien­to que apa­re­ce des­pués, es un sig­ni­fi­can­te que no se sig­ni­fi­ca a si mis­mo pues le ante­ce­de la razón como sig­ni­fi­can­te pri­mor­dial. En ese sen­ti­do es que nie­ga la sub­je­ti­vi­dad como un acto sig­ni­fi­can­te ponién­do­lo en un acto de puro sig­ni­fi­ca­do.

Por la vía ima­gi­na­ria, es al cuer­po al que se le apues­ta todo en los están­da­res de salud: siem­pre hay una enfer­me­dad que hace pre­sen­cia escé­ni­ca y rom­pe todo sig­ni­fi­can­te que se atre­va a cues­tio­nar­le, pues dicho pri­vi­le­gio no sólo apa­re­ce en el terreno de la salud-enfer­me­dad, sino tam­bién apa­re­ce como una for­ma dis­cur­si­va de nego­ciar con él, como si ese cuer­po no tuvie­ra órga­nos, como si estu­vie­ra ya vacío no sólo de la pala­bra, sino tam­bién de la sub­je­ti­vi­dad nega­da.

Por tan­to, dicha rene­ga­ción per­te­ne­ce a un espa­cio dife­ren­te, al del poder y al de la polí­ti­ca eco­nó­mi­ca, jus­to el lugar en don­de todo dis­cur­so deja fue­ra la sub­je­ti­vi­dad. El cuer­po, enton­ces, es nega­do vía la razón y vía el dis­cur­so de poder que lo cas­tra y lo con­su­me has­ta con­ver­tir­lo en enfer­me­dad.

El movi­mien­to es dar for­ma a un cuer­po, con­for­me con su defi­ni­ción por el dis­cur­so social por medio de las herra­mien­tas. Par­te de una idea nor­ma­ti­va comu­ni­ca­da por un códi­go de inter­cam­bios eco­nó­mi­cos o por las varian­tes que pre­sen­tan sus rela­tos del patri­mo­nio legen­da­rio común y de las crea­cio­nes del cono­ci­mien­to12.

El plan­tea­mien­to des­de la psi­co­lo­gía se vin­cu­la con un orden hege­mó­ni­co que brin­da al enfer­mo la posi­bi­li­dad de la cura con la mayor rapi­dez. Lo que se for­clu­ye en este acto es al suje­to mis­mo, al suje­to que Lacan arti­cu­la por años, al suje­to del incons­cien­te.

Esta for­clu­sión es el acto mis­mo de some­ter y for­zar un dis­cur­so que obtu­re y sim­pli­fi­que la sub­je­ti­vi­dad, el dis­cur­so del poder polí­ti­co y del poder eco­nó­mi­co. Habría que pen­sar enton­ces que la sub­je­ti­vi­dad se recha­za, se nie­ga, se renie­ga y se for­clu­ye; por tan­to, es la vio­len­cia mis­ma con­tra el suje­to.

La no ape­la­ción de un dis­cur­so otro, garan­ti­za la pre­va­len­cia del dis­cur­so capi­ta­lis­ta, que mono­po­li­za el acto mis­mo del pen­sa­mien­to redu­cién­do­lo al acto repro­duc­ti­vo del pen­sa­mien­to, en don­de las máqui­nas desean­tes ponen su deseo en las manos de otro que los eman­ci­pa del pen­sa­mien­to mis­mo, de su liber­tad de pen­sa­mien­to.

El cuer­po —y todo lo que se rela­cio­na con el cuer­po, la ali­men­ta­ción, el cli­ma, el sol— es el lugar de la Her­kunft13: sobre el cuer­po, se encuen­tra el estig­ma de los suce­sos pasa­dos, de él nacen los deseos, los des­fa­lle­ci­mien­tos y los erro­res; en él se entre­la­zan y de pron­to se expre­san, pero tam­bién en él se des­atan, entran en lucha, se borran unos a otros y con­ti­núan su inago­ta­ble con­flic­to14.

La his­to­ria del cuer­po es imbo­rra­ble: aún el olvi­do es inca­paz del borra-mien­to, la escri­tu­ra que se ha hecho sobre él es un tra­zo que escin­de y le ante­ce­de, las pala­bras traen su his­to­ria, el cuer­po es la pala­bra mis­ma, es el apa­ra­to sim­bó­li­co que tie­ne por repre­sen­ta­ción un cuer­po, su Her­kunft habla, lo nom­bra.

En Psi­co­pa­to­lo­gía de la vida coti­dia­na, Freud, al hablar de las accio­nes sin­to­má­ti­cas, se refie­re a aque­llo coti­diano que el actor hace, pero no sos­pe­cha. La acción sin­to­má­ti­ca es una repre­sen­tan­te de la repre­sen­ta­ción, es una metá­fo­ra viva del cuer­po, viva pero ausen­te, irre­pre­sen­ta­ble.

Es la acción sus­ti­tu­ti­va en don­de el cuer­po ocu­pa el lugar del fort da:acá esta, pero se fue, des­apa­re­ce y vuel­ve. El cuer­po es un obje­to meta­fó­ri­co que tro­pie­za con el deseo en tan­to meto­ní­mi­co, el deseo del otro y el deseo del Otro.

El Otro es el lugar que ocu­pan el dis­cur­so de poder, el dis­cur­so del capi­ta­lis­mo y el dis­cur­so de la cien­cia. Usan el carre­te-cuer­po, lo diri­gen, lo orde­nan, lo orga­ni­zan y le dan el guion de la repro­duc­ción mis­ma, todo des­de la ins­tau­ra­ción de una reali­dad absor­ben­te e indi­fe­ren­te que le cas­tra a la vez que lo pone en el lugar de goce, un lugar invo­lun­ta­ria­men­te meto­ní­mi­co que lo ori­lla a la pul­sión de muer­te, a la vez que le inten­ta curar las heri­das.

La fábrica de hacer cuerpos, de la ciencia al fetiche

La fábri­ca dis­cur­si­va de hacer cuer­pos tie­ne una mane­ra simi­lar a la de la cien­cia: va per­fec­cio­nan­do su téc­ni­ca, y a medi­da que lo logra, obtie­ne cuer­pos capa­ces de brin­dar­le al obje­to un valor exa­cer­ba­do, el valor mis­mo del ser en tan­to deseo de ser.

Lo que plan­tea este ideal inal­can­za­ble de ser es un deseo ajeno, pre­fa­bri­ca­do y gene­ra­li­za­do, que lo que des­bor­da es un goce tota­li­za­dor, un plus al que el suje­to que­da ata­do lejos de la cons­cien­cia sobre sí. Es en este lugar don­de se fabri­can y cons­tru­yen suje­tos-cuer­po capa­ces de defen­der y aten­der has­ta sus últi­mas con­se­cuen­cias una ideo­lo­gía que no les per­te­ne­ce pero adop­tan incons­cien­te­men­te como pro­pia; habla­mos de un suje­to repro­duc­tor de dis­cur­sos, una máqui­na de pro­nun­ciar dis­cur­sos incom­pren­si­bles. El cuer­po es por tan­to quien lo pre­sen­cia en lo real.

La cien­cia mejo­ra sus obje­tos cada vez, y de esta mane­ra entre­ga al suje­to un Don, ese Don que le corres­pon­día qui­zá des­cu­brir al suje­to, sopor­tar­lo y sus­ten­tar­lo en tan­to suje­to lleno de deseos, sólo que aho­ra, con­ver­ti­dos en deseos arti­fi­cia­les y ya no pla­ga­dos de ini­cio de la sub­je­ti­vi­dad.     

Es la máqui­na la que fabri­ca a los suje­tos que viven en un siglo ante­rior, en un pasa­do vir­tual que ellos toman por su mun­do pre­sen­te. La fun­ción de este pro­ce­di­mien­to de sub­je­ti­vi­dad es la de des­viar a los huma­nos del horror que podría ins­pi­rar­les la reali­dad del mun­do en que real­men­te viven, don­de exis­ten en con­di­ción fetal, redu­ci­dos al esta­do de mate­ria pri­ma de la máqui­na que los escla­vi­za y los cani­ba­li­za15.

Esta máqui­na que arries­ga­da­men­te nom­bra­re­mos la máqui­na del capi­ta­lis­mo, ¿no es una máqui­na que alu­de al goce del obje­to, que con­vo­ca al ser como segun­da pre­mi­sa de la feli­ci­dad, que sobre­pa­sa el silen­cio? Habre­mos de ensa­yar un poco.

¿Hay fal­ta en el dis­cur­so de la cien­cia, en el poder des­bor­dan­te, en el dis­cur­so mis­mo de la reli­gión? ¿Cómo pen­sar en la fal­ta de la fal­ta en un suje­to, o del mis­mo cuer­po? ¿No es eso aca­so atri­buir la con­sis­ten­cia?

Es ver­dad que lo sexual, en nues­tra cul­tu­ra, ha triun­fa­do sobre la seduc­ción, y se le ha ane­xio­na­do como for­ma subal­ter­na. Nues­tra visión ins­tru­men­tal lo ha inver­ti­do todo. Pues en el orden sim­bó­li­co, la seduc­ción es lo que está pri­me­ro, y el sexo no se da más que por aña­di­du­ra16.

Las for­mas dis­cur­si­vas en rela­ción a la per­ver­sión se ase­me­jan mucho a las for­mas dis­cur­si­vas con las que se con­du­ce la moder­ni­dad17, una moder­ni­dad que le atri­bu­ye al obje­to un esta­tu­to uni­la­te­ral, uni­ver­sal, en don­de el apa­ra­to meto­ní­mi­co sur­ge pre­ci­sa­men­te des­de la inac­ce­si­bi­li­dad al obje­to mis­mo, al cuer­po mis­mo y la fan­ta­sía de tener­lo, esto, en sus­ti­tu­ción del goce sobre ese obje­to que no es, don­de ima­gi­na­ria­men­te se tie­ne todo en rela­ción al supues­to, al menos en su apa­la­bra­mien­to des­de lo ima­gi­na­rio. 

La pro­duc­ción capi­ta­lis­ta ha uni­fi­ca­do el espa­cio, que ya no está limi­ta­do por socie­da­des exte­rio­res. Esta uni­fi­ca­ción es al mis­mo tiem­po un pro­ce­so exten­si­vo e inten­si­vo de bana­li­za­ción. La acu­mu­la­ción de mer­can­cías pro­du­ci­das en serie para el espa­cio abs­trac­to del mer­ca­do, al mis­mo tiem­po que debía rom­per todas las barre­ras regio­na­les y lega­les y todas las res­tric­cio­nes cor­po­ra­ti­vas de la edad media que man­te­nían la cali­dad de la pro­duc­ción arte­sa­nal, debía tam­bién disol­ver la auto­no­mía y cali­dad de los luga­res. Esta fuer­za de homo­ge­nei­za­ción es la arti­lle­ría pesa­da que ha derri­ba­do todas las mura­llas chi­nas18.

El objeto/cuerpo no es el mis­mo para nadie, aun cuan­do la pro­pues­ta moder­na de uni­fi­ca­ción o de la asom­bro­sa pre­ten­di­da igual­dad nos mar­que ese esta­tu­to. La vuel­ta hacia un suje­to no-esfé­ri­co, que se reco­no­ce en un plano meto­ní­mi­co, per­mi­te de ini­cio vehi­cu­li­zar la figu­ra mos­tra­ti­va en don­de el cuer­po, lejos de ser el mis­mo, y lejos de brin­dar el goce, no logra rom­per en lo real con el suje­to mis­mo y de la mis­ma mane­ra.

Ese feti­che, que pro­ve­nía de su pri­me­ra infan­cia, no debía leer­se en ale­mán, sino en inglés: el «bri­llo {Glanz} en la nariz» era en ver­dad una «mira­da en la nariz» {«glan­ce», «mira­da»); en con­se­cuen­cia, el feti­che era la nariz, a la que por lo demás él pres­ta­ba a volun­tad esa par­ti­cu­lar luz bri­llan­te que otros no podían per­ci­bir19.

Hay una pul­sión que inten­ta dar con el obje­to que le devuel­va algo en rela­ción al deseo, y ese bri­llo par­ti­cu­lar es el que reela­bo­ra el suje­to en la per­ver­sión: es qui­zá su míti­co regre­so. Es ese Glanz que le per­mi­te dar­se a la tarea de poner a gozar al otro, de ser para el otro algún tipo de don, tra­tan­do tal vez de ser, aún en la trans­gre­sión.

Algo pasa en la infan­cia que segui­mos sin dar­nos cuen­ta, una tra­ve­sía que se tor­na incons­cien­te, se apo­de­ra de la his­to­ria mis­ma, de la remi­nis­cen­cia en sus deta­lles más ín(ex)timos. Eso que en el psi­co­aná­li­sis es rele­van­te, la his­to­ria, el suje­to en su rela­ción con la memo­ria, dis­tin­to a lo que suce­de en la cien­cia.

La cien­cia, si se mira con cui­da­do, no tie­ne memo­ria. Olvi­da las peri­pe­cias de las que ha naci­do, cuan­do está cons­ti­tui­da, dicho de otra mane­ra, una dimen­sión de la ver­dad que el psi­co­aná­li­sis pone aquí alta­men­te en ejer­ci­cio20.

Qui­zá el des­cu­bri­mien­to freu­diano nos man­tie­ne aún intri­ga­dos y nos hace pre­gun­tar­nos, ¿eso que ocu­rrió es lo que somos o es que el movi­mien­to nos arro­ja a otro yo? ¿Somos don­de pen­sa­mos ser o pre­ci­sa­men­te, a la mane­ra laca­nia­na, somos don­de no pen­sa­mos y pen­sa­mos don­de no somos?

Jus­to la rela­ción con el Otro nos va para­si­tan­do estruc­tu­ral y lin­güís­ti­ca­men­te; es un esce­na­rio tan pecu­liar que no vemos cómo se va tejien­do. Y es qui­zá don­de la lla­ma­da estruc­tu­ra de la per­ver­sión toma su papel altruis­ta, en don­de brin­da eso que él cree que fal­ta en el otro, sien­do la metá­fo­ra enton­ces del Otro para el otro.

Ese Otro lugar, dis­cur­si­va­men­te lo ocu­pa en la moder­ni­dad el capi­ta­lis­mo, pala­bra ya por demás enig­má­ti­ca, aun­que en direc­ción al obje­to, se pone en lugar de ese Otro que tape ese oscu­ro lugar que fal­ta en el otro; la rela­ción es inmi­nen­te, solo hay res­pues­tas, tan­tas, que col­man la razón del suje­to moderno, lo encap­su­lan en un reco­rri­do cir­cu­lar lleno de imá­ge­nes que obs­ta­cu­li­zan la pre­gun­ta por el suje­to y no por el obje­to. Es el ava­tar que se pre­sen­ta a mane­ra de Vis­nú para dar­le lo que le hace fal­ta a ese otro cas­tra­do por un dis­cur­so de poder.

El capi­ta­lis­mo rei­na por­que está estre­cha­men­te uni­do al ascen­so de la fun­ción de la cien­cia. Solo que inclu­so este poder camu­fla­do, este poder secre­to, y cabe agre­gar, anár­qui­co —quie­ro decir divi­di­do con­tra él mis­mo, y esto sin duda por ir de la mano del ascen­so de la cien­cia— está aho­ra tan des­con­cer­ta­do que no da pie con bola, por­que pese a todo del lado de la cien­cia ocu­rre algo que supera sus capa­ci­da­des de domi­nio21.

Pare­ce omni­pre­sen­te y omni­po­ten­te la pre­sen­cia del dis­cur­so de la cien­cia en el dis­cur­so del suje­to mis­mo, la pre­sen­cia de un A para un a, de este Otro que se con­den­sa en fra­ses que reba­san lo per­mi­ti­do a fin de que ese otro tome lo que la cien­cia le brin­da como una opor­tu­ni­dad de sobre­vi­ven­cia, una mane­ra de ser a par­tir de eso otro, y ya no como una mane­ra de pen­sar refle­xio­nan­do en aque­llo que le ata­ñe a su com­ple­ja exis­ten­cia, a su peque­ña exis­ten­cia ante el gran triun­fo del poder.

La trans­gre­sión tie­ne su pro­pia lógi­ca, no es una lógi­ca que mar­que la sim­ple rup­tu­ra a mane­ra de anor­ma­li­dad con los dic­tá­me­nes mora­les, reli­gio­sos y socia­les, don­de el recur­so de la ima­gen gené­ri­ca fun­cio­na muy bien, don­de se vuel­ve sen­ci­llo dar un diag­nós­ti­co y per­se­guir la cura a tra­vés de algu­na tera­pia del yo.

Se vuel­ve más com­ple­jo el tema de la trans­gre­sión: es un sig­ni­fi­can­te que des­pren­de una cade­na que poco tie­ne que ver con que un suje­to se adap­te o no a cier­ta nor­ma­ti­vi­dad.

El sado­ma­so­quis­mo de la rela­ción moral con el yo está liga­do al obje­to, y este toma su lugar míti­co cuan­do el cuer­po alterno apa­re­ce, ese otro obje­to. Con­fun­di­do des­de su psi­quis­mo, des­de la idea que el espe­jo regre­sa de sí, el ima­gi­na­rio, por tan­to, gobier­na toda posi­bi­li­dad de sub­je­ti­va­ción.

El deseo sobre el cuer­po adquie­re con­di­ción de indis­pen­sa­bi­li­dad y trans­gre­sor, al gra­do de sus­ti­tuir­lo por ese obje­to que reite­ra­ti­va­men­te, pode­mos decir, no es el que se bus­ca, pues de lo con­tra­rio la pul­sión de muer­te podría hacer pre­sen­cia.

En esta dia­léc­ti­ca pode­mos asu­mir que el suje­to de la per­ver­sión pro­cu­ra el obje­to de la cien­cia de su lado; qui­zá podría­mos hablar de una sumi­sión ante el obje­to para así garan­ti­zar­se el goce sobre el obje­to. Hay la cer­te­za en tan­to se bus­ca el obje­to, ¿aca­so esta cer­te­za podría hacer­nos pen­sar que no hay cas­tra­ción?, y de aquí la posi­bi­li­dad de que este suje­to adven­ga pre­ci­pi­ta­da­men­te en el obje­to.

Quien pone el obje­to a dis­po­si­ción en el mer­ca­do es qui­zá quien alu­de a cier­ta per­ver­sión. Poner en fal­ta a ese peque­ño otro que lle­va con­si­go su pro­pio goce, sus pro­pias reglas, en don­de no todos podrán tener el obje­to pero sí podrán desear­lo bas­tan­tes, al gra­do de trans­gre­dir las reglas para poder acce­der a él, en don­de final­men­te, lo que trans­gre­de es su pro­pio ape­go a las leyes des­de su repre­sen­ta­ción de ley, des­de don­de se escri­be la ley sobre los cuer­pos.

La vio­len­cia a ultran­za en la que cir­cu­la el cuer­po des­de su inven­ción coti­dia­na es una metá­fo­ra de des­truc­ción natu­ral, pen­san­do que lo natu­ral aque­ja a lo real, a lo que no se pue­de nom­brar, al órgano como apa­ra­to fic­ti­cio den­tro de la fic­ción del cuer­po, y es una vuel­ta a la fic­ción del órgano por­que no hay for­ma de apa­la­brar­lo, es sólo la apro­xi­ma­ción a lo más ajeno que la reali­dad psí­qui­ca posee, el cuer­po, el órgano, vio­len­ta­dos des­de la psi­co­pa­to­lo­gía de la vida coti­dia­na, des­de su dere­cho a seguir un esta­tu­to uni­ver­sal del bien­es­tar, del goce más mun­dano.

Si la apues­ta está del lado del cuer­po es jus­to por­que el cuer­po, lejos de hacer metá­fo­ra, es pro­duc­to de una suer­te de des­pla­za­mien­to del goce que le orde­na des­de su sig­ni­fi­ca­ción escin­dién­do­lo has­ta la muer­te, es el fort da en medio de una agre­si­vi­dad que le vie­ne del Otro y lo posi­bi­li­ta para agre­dir-se, y des­pués, lejos de hacer el acto de la pre­gun­ta, espe­ra que el Otro dis­cur­so capi­ta­lis­ta le resuel­va todo, le erra­di­que el sín­to­ma, sin saber que lo que está erra­di­can­do, a la vez, es su pro­pia his­to­ria.

La vio­len­cia sobre eso natu­ral22 ten­dría su lugar en lo real, y en tan­to no hay pala­bra que se pue­da nom­brar para dar cuen­ta de ello, la cien­cia hace una cons­truc­ción sim­bó­li­ca sobre ello, le da un tra­ta­mien­to, lo cura y lo devuel­ve al espa­cio que ella mis­ma cons­tru­yó.

La escri­tu­ra que orde­na los sig­ni­fi­can­tes pro­vie­ne de un ejer­ci­cio de poder en el que el cuer­po habla des­de su esta­do de lamen­ta­ción, de putre­fac­ción y de un orden vio­len­to que lo con­su­me. La pul­sión de muer­te por tan­to no sólo es la posi­bi­li­dad en lo coti­diano, es lo coti­diano mis­mo. Es la posi­ción del bien­es­tar exa­cer­ba­do has­ta el gra­do del maso­quis­mo pri­mor­dial.

Referencias

Baudrillard, J. (1981). De la seducción. Madrid: Ediciones Cátedra, S.A.

De Certeau, M. (2000). La invención de lo cotidiano, 1: artes de hacer. México: Editorial de la Universidad Iberoamericana.

Debord, Guy (1967). La sociedad del espectáculo. Revista observaciones filosóficas. Recuperado el 2 de enero del 2012. http://www.observacionesfilosoficas.net/download/sociedadDebord.pdf

Foucault, M. (1980). Microfísica del poder. Edición y traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez-Uria. Madrid.

Freud, S. (2006). Psicopatología de la vida cotidiana. Volumen VI. Argentina: Editorial Amorrortu.

 (1992). Obras completas, El fetichismo, Volumen XXI. Argentina: Ed. Amorrortu.

 (1992). Obras completas, Más allá del principio del placer, Volumen XVIII. Argentina: Ed. Amorrortu.

(1992). Obras completas, Tres ensayos de teoría sexual, Volumen VII. Argentina:Ed. Amorrortu.

Lacan, J. (2010).  El seminario 16, De un Otro al otro. México: Ed. Paidós.

 (2009). Escritos 2. México: Editorial Siglo XXI.

 (2010). Seminario 7, La ética en psicoanálisis. Argentina: Ed. Paidós.

Melenotte George-Henri, El sujeto moderno y su imagen. Revista Me cayó el veinte. Recuperado el 20 de mayo del 2011. http://www.mecayoelveinte.com/anteriores/pdf/si/el%20sujeto%20moderno.pdf

Notas

1. Nico­lás Rive­ra, psi­co­ana­lis­ta laca­niano. Correo elec­tró­ni­co: cempoallinome@hotmail.com

2. Freud, Sig­mund, Lo incons­cien­te. Edi­to­rial Amo­rror­tu, Argen­ti­na, 2006. P. 170.

3. Freud, Sig­mund, The Uncons­cious. Edi­to­rial Amo­rror­tu, Argen­ti­na, 2006. P. 170.

4. Lacan, Jac­ques, Semi­na­rio 7, La éti­ca en psi­co­aná­li­sis. Ed. Pai­dós, Argen­ti­na, 2010. P. 68.

5. Nach­trä­glich freu­diano.

6. De Cer­teau, Michel, La inven­ción de lo coti­diano, 1: artes de hacer. Edi­to­rial de la Uni­ver­si­dad Ibe­ro­ame­ri­ca­na. Méxi­co, 2000, P. 153.

7. Por otro lado, la reli­gión tam­bién pone a Dios antes del amor y del deseo, al menos la judeo-cris­tia­na.

8. De Cer­teau Michel, Op. Cit, P. 153.

9. De Cer­teau, Michel, Op. Cit, P. 154.

10. En ese sen­ti­do, la revo­lu­ción apun­ta a la bús­que­da de un nue­vo amo.

11. De Cer­teau, Michel, Op. Cit, P. 157.

12. De Cer­teau, Michel, Op. Cit, p. 158.

13. Es la fuen­te, la pro­ce­den­cia; es la vie­ja per­te­nen­cia a un gru­po —el de san­gre, el de tra­di­ción, el que se esta­ble­ce entre aque­llos de la mis­ma altu­ra o de la mis­ma baje­za— (Fou­cault, Micro­fí­si­ca del poder, P. 12). 

14. Fou­cault, Nietz­sche, la genea­lo­gía, la his­to­ria, 1971. p. 14.

15. Mele­not­te, El suje­to moderno y su ima­gen, p. 5.

16. Bau­dri­llard, De la seduc­ción, 1981, p. 41.

17. Moder­ni­dad como momen­to de pen­sa­mien­to, como posi­ción eco­nó­mi­co-polí­ti­ca y como esta­tu­to uni­ver­sal de la razón.

18. Debord, La socie­dad del espec­tácu­lo, 1967, p. 54.

19. Freud, El feti­chis­mo, 1927, p. 147.

20. Lacan, La cien­cia y la ver­dad, P. 826.

21. Lacan, El semi­na­rio 16: De un Otro al otro, p. 219

22. Hay una impo­si­bi­li­dad de hablar de lo natu­ral de ini­cio por­que, al sim­bo­li­zar lo natu­ral, se vuel­ve par­te de un esta­tu­to sim­bó­li­co, cul­tu­ral, social. Pero hay algo del orden de lo real que vin­cu­la al suje­to social de lo que no pue­de dar cuen­ta pero le cau­sa, le sos­tie­ne y le des­tru­ye.