Entre métodos y escuchas: pensando la práctica clínica a partir de un caso Borderline Descargar este archivo (5. Entre métodos y escuchas.pdf)

Vanessa Monteiro Silva1

Niterói, Rio de Janeiro, Brasil

Resu­men

El pre­sen­te escri­to per­mea un caso clí­ni­co que ins­pi­ra a pen­sar sobre la crea­ción de modos de inter­ve­nir en psi­co­te­ra­pia des­de una pers­pec­ti­va colec­ti­vi­za­do­ra, que abar­que la decons­truc­ción de estig­mas y des­ti­nos. Para ello, recu­rri­mos a la metá­fo­ra de la ara­ña y la tesi­tu­ra de la tela, evi­den­cian­do la clí­ni­ca como un pro­ce­so en que tan­to el tera­peu­ta y el clien­te están hacien­do redes y cone­xio­nes con­si­go mis­mos y con los demás. A par­tir de los mane­jos de abor­da­je trans­dis­ci­pli­na­rios rea­li­za­dos en la aco­gi­da y cui­da­do de una clien­te pre-diag­nos­ti­ca­da con sín­dro­me de per­so­na­li­da bor­der­li­ne. Ade­más de los pro­to­co­los de aten­ción, apos­ta­mos al for­ta­le­ci­mien­to de la auto­no­mía y los efec­tos de rein­ven­ción de sí, a tra­vés de los ejer­ci­cios de aná­li­sis de impli­ca­cio­nes y pro­ble­ma­ti­za­ción de las prác­ti­cas.

Pala­bras cla­ve: psi­co­te­ra­pia, inter­ven­ción, red, auto­no­mía, impli­ca­ción

Abs­tract

This paper per­mea­tes a cli­ni­cal case that ins­pi­res thin­king about the crea­tion of ways to inter­ve­ne in psy­chothe­rapy in a collec­ti­vi­zing pers­pec­ti­ve, which encom­pas­ses the decons­truc­tion of stig­mas and des­ti­nies. To this end, we resort to the metaphor of the spi­der and the wea­ve of the web, evi­den­cing the cli­nic as a pro­cess in which, both, the the­ra­pist and the client, are wea­ving cob­webs and con­nec­tions with them­sel­ves and with others. From the mana­ge­ment of trans­dis­ci­pli­nary approach carried out in the recep­tion and care of a client pre-diag­no­sed with Bor­der­li­ne Syn­dro­me. In addi­tion to the care pro­to­cols, we bet on the strengthe­ning of auto­nomy and the effects of self-rein­ven­tion through the exer­ci­ses of analy­sis of impli­ca­tions and pro­ble­ma­ti­za­tion of prac­ti­ces.

Key words: Psy­chothe­rapy; Inter­ven­tion; Web; Auto­nomy, Impli­ca­tion

Introducción

En medio de la tra­ma que se teje a tra­vés de las narra­ti­vas escu­cha­das en los encuen­tros psi­co­te­ra­péu­ti­cos entre psi­có­lo­go y clien­tes, las his­to­rias y sus plu­ra­les cone­xio­nes ganan cami­nos dis­tin­tos y tiem­pos des­igua­les. En sus líneas y des­víos, los pun­tos de ori­gen y des­tino de las deman­das están aso­cia­dos, a pesar de los sabe­res, tam­bién a inde­ter­mi­nis­mos. Las pre­gun­tas acer­ca de las con­di­cio­nes de posi­bi­li­dad para la emer­gen­cia y per­ma­nen­cia de los sín­to­mas, así como de los efec­tos y pre­vi­sio­nes para una vida, son difu­sas cuan­do la escu­cha se man­tie­ne abier­ta, ya que el obje­to de tra­ba­jo del psi­có­lo­go clí­ni­co no es sólo la cog­ni­ción en su fisio­lo­gía, sino tam­bién la expe­rien­cia en su diná­mi­ca y abs­trac­ción.

¿Cómo pen­sar la clí­ni­ca? ¿Por dón­de inter­ve­nir? ¿A par­tir de qué pun­to sos­te­ner una escu­cha par­tien­do del enten­di­mien­to de que, por más con­sis­ten­te que sea el acom­pa­ña­mien­to, no hay pla­zos ni garan­tías defi­ni­ti­vas de ante­mano? En el con­tra­flu­jo de los espe­cia­lis­mos y tra­ta­mien­tos estan­da­ri­za­dos, basa­dos en el diag­nós­ti­co y la obje­ti­vi­dad de los manua­les de salud men­tal, muchos cues­tio­na­mien­tos se desa­rro­llan en los encuen­tros entre ana­lis­ta y ana­li­zan­do.

Las res­pues­tas a esas impor­tan­tes inda­ga­cio­nes que, entre otras, reti­ran al psi­có­lo­go de una posi­ción de aco­mo­da­ción para inter­pe­lar la pro­pia prác­ti­ca como modo de cui­dar de sí y del otro, son incon­ta­bles. El pre­sen­te escri­to, basa­do en un caso clí­ni­co, ins­pi­ra a pen­sar y for­ta­le­cer la per­sis­ten­cia de estas dudas, ya que sin ellas la pra­xis sería mecá­ni­ca y no refle­xi­va; indi­vi­dua­li­zan­te y no colec­ti­va. A par­tir de ellas, cul­ti­va­mos apues­tas trans­dis­ci­pli­na­res sos­te­ni­das en el cam­po de inter­ven­ción con el otro y con lo que él deman­da en su sin­gu­la­ri­dad, exi­gien­do de noso­tros, tera­peu­tas, que nos pon­ga­mos en cons­tan­te aná­li­sis de lo que esta­mos pro­du­cien­do.

El cuerpo que nos conecta

En los encuen­tros tera­péu­ti­cos con Dia­na (nom­bre fic­tí­cio) que­da cla­ro que todo comien­za en el cuer­po: su peque­ño cuer­po apa­ren­te­men­te infan­til, sus arti­cu­la­cio­nes dolo­ro­sas en todos los pun­tos, sus múscu­los endu­re­ci­dos, los tem­blo­res de siem­pre, los cor­tes en la piel, su boca seca y heri­da, las fotos que saca de los frag­men­tos de sí que tira a la basu­ra o los frag­men­tos man­te­ni­dos por las esqui­nas de la casa y que no tie­ne cora­je de eli­mi­nar.

Sus sín­to­mas están siem­pre refe­ren­cia­dos a su cuer­po, gra­do cero (Deleu­ze e Guat­ta­ri, 1996) a par­tir de don­de ella se rela­cio­na com el mun­do. Más que el cuer­po bio­ló­gi­co, que pade­ce en des­equi­li­brios fisio­ló­gi­cos, su cuer­po es sin órga­nos (idem, 1996).

Dia­na se des­cri­be hiper­sen­si­ble, pobla­da por inten­si­da­des que no se refie­ren sólo a sí, como si estu­vie­ra en vías de cap­tar todas las sen­si­bi­li­da­des exis­ten­tes alre­de­dor. Per­ci­be su cuer­po como frag­men­tos indi­so­cia­bles del colec­ti­vo, como caos dis­per­si­vo que sólo pro­vi­so­ria­mien­te logra man­te­ner­se orga­ni­za­do, dejan­do siem­pre laten­te el deseo de disol­ver­se allí don­de la deses­pe­ra­ción y el dolor de exis­tir per­du­ran. Al mis­mo tiem­po, Dia­na tie­ne su vida poten­cia­li­za­da al máxi­mo cuan­do se encuen­tra con sus alum­nos con nece­si­da­des edu­ca­ti­vas espe­cí­fi­cas de apo­yo, per­dien­do espon­tá­nea­men­te sus sín­to­mas cuan­do comien­za a usar el len­gua­je de libras y deján­do­se con­ta­giar por un sen­ti­do de exis­tir que gana cada vez más con­sis­ten­cia, mien­tras que va ejer­ci­tan­do su auto­no­mía. Gra­do cero: pun­to máxi­mo de las inten­si­da­des que atra­vie­san los dolo­res y las deli­cias del mun­do y no sólo de sí mis­ma.

Estar con Dia­na y aco­ger su tra­ve­sía es como un rega­lo, por la deli­ca­de­za que al mis­mo tiem­po ella deman­da al hablar de sí y al per­ci­bir las lógi­cas e iló­gi­cas de sus cone­xio­nes. Es como habi­tar el espa­cio fron­te­ri­zo entre lo indi­vi­dual y lo colec­ti­vo, la poten­cia y la para­li­za­ción. Ade­más de las obvie­da­des del set­ting tera­péu­ti­co, estar con Dia­na es habi­tar la clí­ni­ca como una dimen­sión, no como una espe­cia­li­dad.

En cier­to modo, su caso clí­ni­co se inte­gra a todos los demás, por­que es la para­do­ja entre la gra­ve­dad urgen­te y la suti­le­za poten­te de lo que pue­de un cuer­po más allá del pade­ci­mien­to, abrien­do muchas cone­xio­nes. Estas aber­tu­ras refuer­zan el carác­ter con­ti­nuo e inin­te­rrum­pi­do de for­ma­ción del ana­lis­ta, ya que cada sesión impli­ca apren­di­za­jes sobre sí y el otro, amplian­do y des­pla­zan­do per­cep­cio­nes, con­clu­sio­nes, meto­do­lo­gías y posi­cio­na­mien­tos éti­cos. Por lo tan­to, Dia­na aquí no es sólo un rela­to, sino tam­bién un ele­men­to dis­pa­ra­dor para pen­sar la dimen­sión colec­ti­va de la clí­ni­ca como para­dig­ma. La aco­gi­da del pro­ce­so tera­péu­ti­co es siem­pre, como apues­ta, un movi­mien­to de hacer red, de tejer tela.

Hace­mos red con nues­tros cuer­pos. Los encuen­tros clí­ni­cos son pro­ce­sos de cons­tan­te cone­xión de pen­sa­mien­tos, sen­ti­mien­tos y vir­tua­li­da­des. A tra­vés de la escu­cha aten­ta y de las inter­ven­cio­nes que toma­mos, e inclu­so de los silen­cios, se amplía el espa­cio de per­cep­ción y aná­li­sis. La que­ja traí­da en un pri­mer momen­to se plie­ga en narra­ti­vas que com­po­nen una tra­ma de his­to­rias de sí, rela­cio­nes socia­les, pre­sio­nes, expec­ta­ti­vas, apren­di­za­jes, sen­ti­mien­tos y sen­ti­dos colec­ti­vos aso­cia­dos, ade­más, y al revés, de la con­cep­ción indi­vi­dua­li­za­da de la psi­co­te­ra­pia.

Con la trans­for­ma­ción de las que­jas en otras deman­das, a par­tir de la narra­ción sin­gu­lar de un cuer­po atra­ve­sa­do por la dimen­sión del colec­ti­vo, el con­cep­to de Plie­gues (Deleu­ze, 1991) nos hace pen­sar la pro­duc­ción de sub­je­ti­vi­da­des como un pro­ce­so de mutua cons­ti­tu­ción entre cuer­pos y mun­do. Así se pue­de pen­sar el cuer­po en la his­to­ria y el suje­to en el tiem­po. Dia­na se mez­cla y se frag­men­ta al mun­do. Vien­do caras en los obje­tos, se afec­ta y con­fun­de con cier­tas imá­ge­nes, se inco­mo­da con tex­tu­ras, se deja devo­rar por el pro­pio abis­mo que ve fue­ra de sí (Nietz­sche, 1992). Se vuel­ve extra­ña a ella mis­ma, de modo que nece­si­ta encon­trar­se con el otro para vol­ver a sen­tir­se segu­ra, a tra­vés de los con­tac­tos inter­per­so­na­les y tam­bién tera­péu­ti­cos.

El cuer­po de Dia­na, deman­dan­do ayu­da en medio de las cri­sis, recu­rre a la psi­co­te­ra­pia para tejer un nue­vo espa­cio de sus­ten­ta­ción, pero no para depen­der de él. En medio de las cone­xio­nes teji­das en los encuen­tros psi­co­te­ra­péu­ti­cos, hace­mos una red para aco­ger las fuer­zas de las cri­sis que pasan por ella, así como para inven­tar estra­te­gias posi­bles para su vida en el coti­diano, trans­for­man­do el dolor de su cuer­po frag­men­ta­do en nue­va pro­duc­ción sub­je­ti­va de cuer­po sobre­vi­vien­te, fuer­te y que se pue­de autó­no­mo.

Encuentros y telas

Dia­na lle­gó al con­sul­to­rio para la entre­vis­ta. Su blu­sa era sal­món con peque­ñas ara­ñas dise­ña­das. Ella se reía, ner­vio­sa, hacien­do movi­mien­tos ritua­les con los dedos, casi como quien tejía una tra­ma en el vacío.

En un encuen­tro pre­vio, su ex psi­có­lo­ga enca­mi­nó el caso como Sin­dro­me de Bor­der­li­ne de Per­so­na­li­dad con sín­to­mas aso­cia­dos de Tras­torno Obse­si­vo-Com­pul­si­vo; his­to­rial de inten­tos de sui­cí­dio; difi­cul­da­des sexua­les; com­por­ta­mien­to y ves­tua­rio infan­til; colec­cio­na­do­ra de frag­men­tos de sí; auto­fla­ge­la­do­ra de su cuer­po; sofo­ca­da en muchas horas de tra­ba­jo como pro­fe­so­ra de alum­nos con nece­si­da­des espe­cia­les en una ins­ti­tu­ción públi­ca bra­si­le­ña: la ima­gen es de un caso de gra­ve­dad. “Es un caso muy difí­cil, ¡pero verá cómo es dul­ce!”, dijo su ex tera­peu­ta.

Así fue como Dia­na lle­gó al con­sul­to­rio para la entre­vis­ta, el mayor desa­fío a la pri­me­ra mira­da. Pero, a cada sesión, su ima­gen fue decons­trui­da y re-cons­trui­da no sólo para mí, sino prin­ci­pal­men­te para ella mis­ma. Entre nues­tras vis­tas y más allá de ellas, la dis­po­ni­bi­li­dad de decons­truir y recons­truir a Dia­na, en nues­tras per­cep­cio­nes y en lo coti­diano que ella mis­ma tejía de su exis­ten­cia, poten­cia­li­za­ba la tera­pia como espa­cio de expan­sión de posi­bi­li­da­des para su cuer­po, como ejer­ci­cio de auto­no­mía, como apues­ta inven­ta­ble para habi­tar el mun­do.

A lo lar­go del pro­ce­so tera­péu­ti­co, pen­san­do en modos de habi­tar el mun­do, fue posi­ble per­ci­bir que el pri­mer encuen­tro con Dia­na deja­ba aún más pis­tas a refle­xio­nar. Ella se vis­tió de ara­ñas, que guar­dan muchas pecu­lia­ri­da­des. Las ara­ñas tejen red: ¿qué más sería posi­ble tejer, en este ejer­ci­cio de aná­li­sis de la clí­ni­ca?

El lec­tor está aho­ra invi­ta­do a acom­pa­ñar la diva­ga­ción de que aque­llas ara­ñas, a una segun­da mira­da, podrían dejar nue­vas pis­tas, des­ple­gan­do la inter­ven­ción más allá de lo obvio. Se tra­ta de tomar la ima­gen de la ara­ña como un ele­men­to ana­li­za­dor (Barem­blitt, 1996), con per­mi­so para una apa­ren­te inte­rrup­ción en la escri­tu­ra al acom­pa­ñar los pro­ce­sos de exis­ten­cia del arác­ni­do. La ara­ña, por lo tan­to, nos sir­ve como gati­llo para poner en aná­li­sis un con­jun­to de sabe­res, prác­ti­cas y posi­cio­na­mien­tos, ade­más de la esce­na entre ana­li­zan­do y ana­lis­ta. Apun­ta­mos, así, para una refle­xión sobre las luchas coti­dia­nas de Dia­na y, tam­bién, sobre cómo la psi­co­lo­gía acom­pa­ña vidas como la suya.

De hecho, las ara­ñas ins­ti­gan a la curio­si­dad. La pro­duc­ción de sus telas guar­da cier­ta plu­ra­li­dad y pecu­lia­ri­dad. En pri­mer lugar, cada espe­cie con­ci­be un for­ma­to de tela, unas con patrón mili­mé­tri­co y siem­pre igual, mien­tras que otras de modo des­igual aun­que repe­ti­do y, muchas veces, con­tan­do con la acción del vien­to para tejer­se. Algu­nas pre­pa­ran una red cir­cu­lar antes de mirar la pre­sa, defi­nién­do­la como un terri­to­rio pro­pio, terri­to­rio de domi­na­ción, su casa; Otras tejen las redes como gran­des espa­cios vacíos y sin cru­ces, para cuan­do las pre­sas pasen cer­ca, ellas lan­cen su red para atra­par­las. En otros casos, hay la tesi­tu­ra de hilos de seda que no tie­nen la uti­li­dad pre­da­to­ria, pero sir­ven como herra­mien­tas de segu­ri­dad, crean­do terri­to­rios con­fia­bles don­de pue­den retor­nar en situa­cio­nes de peli­gro o don­de pue­dan copu­lar, garan­ti­zan­do pro­tec­ción para los hue­vos y las ara­ñi­tas (Car­valho, 2015).

Ade­más de la for­ma, la pro­duc­ción de la tela tam­bién des­pier­ta el mis­te­rio acer­ca de su cons­ti­tu­ción quí­mi­ca y pro­pie­dad físi­ca. La seda de las ara­ñas es ini­cial­men­te expe­li­da en esta­do líqui­do, soli­di­fi­cán­do­se en con­tac­to con el aire. Su cons­ti­tu­ción es de pro­teí­nas modu­la­res que en cada com­bi­na­ción de ami­noá­ci­dos gene­ra un tipo de seda dife­ren­te, con alto poten­cial ener­gé­ti­co. Estas carac­te­rís­ti­cas per­mi­ten que la seda pue­da sos­te­ner sólo peque­ños mos­qui­tos o, a depen­der, has­ta gran­des mur­cié­la­gos. Así, los hilos teji­dos por las ara­ñas pre­sen­tan una sin­gu­la­ri­dad en tér­mi­nos de fun­cio­na­li­dad, capa­ci­dad de sus­ten­ta­ción, resis­ten­cia y elas­ti­ci­dad, con­vir­tién­do­se en un atrac­ti­vo inves­ti­ga­ti­vo (Mon­te­ne­gro, R. S/d.).

En el modo ara­ña de exis­tir, la sin­gu­la­ri­dad de cada espe­cie aso­cia­da a los ins­tin­tos de super­vi­ven­cia, pre­ser­va­ción y repro­duc­ción, crea, para quién la obser­va, la esté­ti­ca curio­sa e inusi­ta­da de las telas. Por la pers­pec­ti­va bio­ló­gi­ca, a su vez, a pesar de la varia­bi­li­dad, es posi­ble reco­no­cer y pre­de­cir el modo en que cada ara­ña debe com­por­tar­se.

Sin embar­go, la natu­ra­le­za guar­da una poten­cia de dife­ren­cia­ción, des­vian­do de las pre­vi­sio­nes supues­tas, en impro­vi­so. En este sen­ti­do, Nietz­sche (2007) nos hace pen­sar más allá de lo obvio y arries­gar otra mira­da sobre lo cien­tí­fi­co y la ley de la natu­ra­le­za, ya que “Ela [a natu­re­za] não se dá a conhe­cer em si mes­ma, mas somen­te em seus efei­tos, isto é, em suas relações com outras leis natu­rais, que, uma vez mais, só se dão a conhe­cer como relações”(p. 45).

Asu­mien­do la posi­bi­li­dad de un apren­di­za­je que no se res­trin­ja a la rigi­dez de las nor­mas, a par­tir de la com­pren­sión de que ellas son repre­sen­ta­cio­nes uni­ver­sa­les de rela­cio­nes nun­ca idén­ti­cas en la natu­ra­le­za, es posi­ble arries­gar, por ejem­plo, otra mira­da sobre el jue­go de domi­na­ción entre la ara­ña y su posi­ble pre­sa.

En la ima­gen de la tela de ara­ña teji­da para cap­tu­ra, exis­te un ten­sio­na­mien­to que se des­plie­ga en nue­vos pen­sa­mien­tos y per­cep­cio­nes: aun­que la tela teji­da sea pre­or­ga­ni­za­da y, por lo tan­to, supon­ga un méto­do de cap­tu­ra a prio­ri, cuan­do la ara­ña mira su pre­sa todo pue­de cam­biar. Los movi­mien­tos que la pre­sa fugi­ti­va hace, en el encuen­tro con el movi­mien­to pro­pio de la ara­ña, des­mon­tan la esce­na pre­vis­ta en la pasi­vi­dad de la domi­na­ción y, en la dura­ción del encuen­tro, hacen durar tam­bién lo impre­vi­si­ble entre dos dis­tin­tos ejer­ci­cios de super­vi­ven­cia.

En la lucha por la super­vi­ven­cia, la cap­tu­ra de la pre­sa es la con­ti­nua­ción lógi­ca de la cade­na ali­men­ti­cia. Es un resul­ta­do posi­ble del emba­te de las fuer­zas vita­les, en este caso, entre la ara­ña y el insec­to. Pero, aun­que la ara­ña ten­ga un modo orga­ni­za­do de cap­tu­ra, el insec­to que quie­re vivir pue­de des­mon­tar su exac­ti­tud. La cap­tu­ra no es más garan­ti­za­da, ni mis­mo cuan­do es pro­ba­ble. El emba­te ocu­rre en rit­mos des­ali­nea­dos, irre­gu­la­res, a par­tir de la natu­ra­le­za des­igual entre un modo ara­ña y un modo insec­to de per­se­ve­rar en la exis­ten­cia.

El insec­to pue­de bene­fi­ciar­se de los atri­bu­tos de fuga, sin que­dar­se atra­pa­do, a pesar de la adhe­sión de la tela; pue­de, qui­zá, reba­tir­se y sol­tar­se antes que lo arác­ni­do inyec­te su veneno para­li­zan­te; ade­más, un depre­da­dor de la ara­ña pue­de lle­gar. O qui­zás la ara­ña logre el obje­ti­vo de su tram­pa, con­clu­yen­do más una vez la pre­vi­sión de la cade­na ali­men­ti­cia.

Es así que, par­tien­do de la pro­po­si­ción “toda a coi­sa se esfo­rça, enquan­to está em si, por per­se­ve­rar no seu ser” (Espi­no­sa, Par­te III, Pro­po­sição VI, p. 275), el con­cep­to de cona­tus  como impul­so vital, expre­sión de vida y afir­ma­ción de la poten­cia de resis­ten­cia de todos los seres vivos, lle­va el emba­te entre ara­ña e insec­to más allá del cam­po lógi­co y bio­ló­gi­co. Es en la dimen­sión del ins­tan­te impre­vi­si­ble de la lucha que se poten­cian las fuer­zas sin­gu­la­res de cada vida, en sus dife­ren­cias y lími­tes pro­pios.

La lucha por la super­vi­ven­cia dis­tor­sio­na la obje­ti­vi­dad del encuen­tro y hace de la tela de ara­ña un emble­ma, un dis­po­si­ti­vo para pen­sar las rela­cio­nes colec­ti­vas en sus con­di­cio­nes y efec­tos; nos hace pen­sar, en un encuen­tro con Dia­na – o encuen­tros con Dia­na y otras Dia­nas – que esca­pen de la tram­pa diag­nós­ti­ca y ven­gan con sus hilos a rein­ven­tar un nue­vo modo de crear red en la tera­pia, en la vida, en la psi­co­lo­gía y en el con­tem­po­rá­neo, pen­san­do la clí­ni­ca más allá de las inter­ven­cio­nes estan­da­ri­za­das y basa­das en la evo­lu­ción de los sín­to­mas pre­vis­tos de ante­mano a par­tir de una cla­si­fi­ca­ción gené­ri­ca.

Ni captura, ni fuga

Vol­ve­mos al caso de Dia­na, que vie­ne apren­dien­do a con­vi­vir con­si­go mis­ma, con la apues­ta de que ella pue­da con­ti­nuar y, al mis­mo tiem­po, esca­par del camino que vie­ne hacien­do en los últi­mos diez años de acom­pa­ña­mien­tos psi­co­ló­gi­cos y psi­quiá­tri­cos.

En psi­co­te­ra­pia, fue posi­ble crear un cui­da­do más allá de las cla­si­fi­ca­cio­nes y mirar su dolor don­de esta­ba tam­bién invi­si­bi­li­za­do, por ejem­plo, en su cuer­po cul­pa­bi­li­za­do y cons­tre­ñi­do por situa­cio­nes de abu­so sexual sobre las que tuve poca voz y rara escu­cha. En nues­tros encuen­tros, nos que­da­mos en ese pun­to y per­ci­bi­mos que la aco­gi­da cam­bió su pro­ce­so tera­péu­ti­co per­mi­tien­do que ella se die­ra el dere­cho de qui­tar­se el peso de una cul­pa que no era suya.

Apos­tan­do por Dia­na, nos impli­ca­mos con el desa­fío clí­ni­co en la vir­tua­li­dad de lo que ella toda­vía no expe­ri­men­tó sobre sí mis­ma y de lo que, como psi­có­lo­gos, tam­bién des­co­no­ce­mos sobre el otro. Apos­ta­mos por Dia­na, aco­gien­do el desa­fío de sus sín­to­mas fla­cos o fuer­tes, de sus cri­sis lejos o den­tro del con­sul­to­rio. Apos­ta­mos por Dia­na, apa­ren­te­men­te frá­gil, pero con una fuer­za y cui­da­do increí­bles en lo coti­diano con sus alum­nos. Apos­ta­mos, sobre todo, a la elas­ti­ci­dad del cora­je que expe­ri­men­ta poco a poco, al tiem­po de los peque­ños pasos de la ara­ña que ves­tía en la pri­me­ra sesión, hacién­do­la dife­ren­ciar­se de sí mis­ma en cuan­to a sus pro­pios méto­dos endu­re­ci­dos y a los dis­cur­sos des­ca­li­fi­can­tes sobre quién era.

En una mira­da obje­ti­va, sería posi­ble tomar la escu­cha clí­ni­ca al modo de la obser­va­ción bio­ló­gi­ca y direc­ta que se sue­le tener sobre los arác­ni­dos. Dia­na, en sus obse­sio­nes acen­tua­das todas las veces que tie­ne una cri­sis agu­da de ansie­dad, cum­ple todas las carac­te­rís­ti­cas para diag­nos­ti­car­la como del Sín­dro­me de Bor­der­li­ne o Tras­torno Lími­te de la Per­so­na­li­dad.

Como es pre­vi­si­ble, los sín­to­mas de Tras­torno Obse­si­vo-Com­pul­si­vo vie­nen aso­cia­dos a eso, así como las auto­fla­ge­la­cio­nes y los perio­dos de depre­sión, en su caso con tres inten­tos de sui­ci­dio. A par­tir de las cla­si­fi­ca­cio­nes, Dia­na fue acom­pa­ña­da por muchos médi­cos y psi­có­lo­gos, pre­sen­ta­da a muchos medi­ca­men­tos y siem­pre enca­mi­na­da a la psi­co­te­ra­pia Cog­ni­ti­vo-Con­duc­tual, meto­do­lo­gía que le dije­ron era la más ade­cua­da y efi­cien­te para con­vi­vir y ali­viar sus sín­to­mas.

Sin embar­go, la apues­ta clí­ni­ca hecha entre noso­tras no es Cog­ni­ti­vo-Con­duc­tual. No tene­mos pro­ce­sos estan­da­ri­za­dos e idea­les, pero eva­lua­mos y crea­mos jun­tas las estra­te­gias y expe­ri­men­ta­cio­nes en el tiem­po sin­gu­lar de los encuen­tros tera­péu­ti­cos.

Ade­más de refor­zar la impor­tan­cia de su tra­ta­mien­to far­ma­co­ló­gi­co, del acom­pa­ña­mien­to psi­quiá­tri­co y, a menu­do, usar inter­ven­cio­nes con­duc­tua­les como herra­mien­tas, espe­cial­men­te en situa­cio­nes de cri­sis, es decir, la psi­co­te­ra­pia con Dia­na abra­za el abor­da­je trans­dis­ci­pli­nar.

El abor­da­je trans­dis­ci­pli­nar (Pas­sos, Barros, 2000), aún poco difun­di­do en com­pa­ra­ción a otros méto­dos más tra­di­cio­na­les de psi­co­te­ra­pia, se pro­po­ne como un éthos, un modo de cli­ni­car que trans­ver­sa­li­za fron­te­ras entre los dife­ren­tes sabe­res y dis­ci­pli­nas. Así, con esta mira­da, crea­mos herra­mien­tas para cui­dar de sí y del otro a par­tir, por ejem­plo, del arte, de la cien­cia y de la filo­so­fia. Como psi­có­lo­gos, esta­mos impli­ca­dos direc­ta­men­te con los casos y pro­ble­ma­ti­za­mos la neu­tra­li­dad, aun­que ten­ga­mos pru­den­cia, por­que dis­po­ni­bi­li­zar­se al otro y dis­po­ner­se a mane­jar las cues­tio­nes es siem­pre un ejer­ci­cio de afec­tar y ser afec­ta­do por los encuen­tros. Esta apues­ta en un modo sen­si­ble de inter­ve­nir, arti­cu­la la clí­ni­ca en una éti­ca orien­ta­da a la auto­no­mía, no a los idea­les.

En este ejer­ci­cio, el abor­da­je trans­dis­ci­pli­nar deman­da de noso­tros un fre­cuen­te pro­ce­so de aná­li­sis de nues­tras impli­ca­cio­nes (Barem­blitt, 1996) y los efec­tos de nues­tros dis­cur­sos y prác­ti­cas. La ins­pi­ra­ción es que los pro­ce­sos de auto­no­mía ganen fuer­za, tenien­do como pro­po­si­ción la per­cep­ción de que un cuer­po siem­pre apren­de con el otro, cons­tru­yén­do­se a sí mis­mo en los encuen­tros. Por eso, mis­mo un caso clí­ni­co indi­vi­dual, es siem­pre, como con­di­ción y efec­to, una expe­rien­cia colec­ti­va, impli­ca­da y sen­si­ble.

Uno de los pun­tos de mayor foco en el acom­pa­ña­mien­to de Dia­na es, por lo tan­to, el for­ta­le­ci­mien­to y ejer­ci­cio de su auto­no­mía, crean­do sus­ten­ta­ción para estra­te­gias que la per­mi­tan más que sobre­vi­vir, pero tam­bién des­ape­gar­se de la con­di­ción que, has­ta enton­ces, era con­ce­bi­da como limi­ta­do­ra: el des­tino tra­za­do por el diag­nós­ti­co.

En la tran­si­ción de su ado­les­cen­cia hacia la edad adul­ta, el diag­nós­ti­co le ayu­dó a refor­zar a sus fami­lia­res la nece­si­dad de cui­da­dos que no eran vis­tos y así pudo final­men­te encon­trar aco­gi­da para sus angus­tias, diri­gién­do­se a los espe­cia­lis­tas. Des­de enton­ces, sus sín­to­mas gana­ran otros cami­nos y Dia­na fue apren­dien­do a lidiar mejor con­si­go mis­ma, aun­que siem­pre aso­cia­da a los estig­mas del Bor­der­li­ne, a que ella mis­ma se fijo.

En su pro­ce­so tera­peu­ti­co fue posi­ble per­ci­bir la nece­si­dad de aco­ger tam­bién su víncu­lo con el dis­tur­bio, ya que fijar­se al diag­nos­ti­co com­pen­sa­ba, en par­te, el sen­ti­mien­to de aban­dono que tenía. Poco a poco, Dia­na per­ci­bió tam­bién la impor­tan­cia de des­pla­zar­se de las cla­si­fi­ca­cio­nes para rein­ven­tar su exis­ten­cia en una expe­rien­cia más libre.

Ejer­ci­tan­do peque­ñas rup­tu­ras con el estig­ma, Dia­na empe­zó a reac­cio­nar de for­ma dife­ren­te a las situa­cio­nes y sen­ti­mien­tos que la para­li­za­ban, asu­mien­do posi­cio­na­mien­tos más valien­tes. En ese ejer­ci­cio, Dia­na vie­ne crean­do segu­ri­dad toda vez que es acti­va y sus deci­sio­nes fun­cio­nan bien, inclu­so cuan­do nece­si­ta lidiar con impre­vis­tos que la con­fun­den o con situa­cio­nes que deman­dan de ella un cora­je que antes evi­ta­ba. Así, comien­za a per­mi­tir­se más que sobre­vi­vir, pero tam­bién trans­for­mar aque­lla que sería su con­di­ción limi­ta­do­ra en con­di­ción de sor­pren­der a sí mis­ma y a los otros, encon­tran­do fuer­zas para asu­mir peque­ños ries­gos y enfren­tar a sus mie­dos. Como efec­to, sus cri­sis son a cada vez menos fre­cuen­tes y menos inten­sas.

La crea­ción de estra­te­gias autó­no­mas en su vida, tra­tán­do­se de posi­cio­na­mien­tos que afir­man un lugar para sus deseos, nece­si­da­des y expec­ta­ti­vas, sien­do capaz de per­do­nar­se cuan­do pro­duz­ca frus­tra­cio­nes em el otro, impli­ca en pro­mo­ver una fun­ción de auto­no­mía en las for­mas de ser, pen­sar, sen­tir y vivir de Dia­na. Esta fun­ción se encuen­tra en los dife­ren­tes estra­tos de la vida social y se expre­sa en el nivel de la pro­duc­ción de sub­je­ti­vi­dad (Guat­ta­ri, Rol­nik, 2011). La cons­truc­ción de una auto­no­mía posi­ble para ella, a par­tir de la rup­tu­ra con sus estig­mas y del ejer­ci­cio del cora­je, no es solo un tra­ta­mien­to, sino tam­bién un pro­ce­so de apren­di­za­je, refle­xión y ela­bo­ra­ción del encuen­tro con el impre­vis­to. Per­ci­bi­mos, como efec­to, expe­rien­cias de auto­afir­ma­ción y cons­truc­ción de refe­ren­cia­les pro­pios con estra­te­gias autó­no­mas de enfren­ta­mien­to, per­mi­tien­do, al fin, que ten­ga en los sabe­res médi­cos y “psis” un cui­da­do, pero no una depen­den­cia.

En red

Las per­so­nas alre­de­dor de Dia­na están cam­bian­do, ella cuen­ta, pero ella tam­bién cam­bia. Hemos obser­va­do cuán­tos de estos cam­bios están aso­cia­dos con su nue­vo modo de posi­cio­nar­se. A pesar de la inse­gu­ri­dad, Dia­na va apren­dien­do a arries­gar. El mie­do de inver­tir en movi­mien­tos dife­ren­tes de los cono­ci­dos, a saber, inver­tir en su liber­tad y auto­no­mía, algu­nas veces aún cau­sa cier­ta para­li­sis.

Dia­na per­ci­be que tenia más garan­tías cuan­do era menos acti­va, cuan­do las desicio­nes eran tareas de otras per­so­nas y sólo le que­da­ba seguir o parar, inten­tan­do mane­jar el exce­so de ace­le­ra­cio­nes que el tiem­po del mun­do impo­nía. Pero tenía más deses­pe­ra­ción, colec­cio­na­ba más frag­men­tos de sí, saca­ba más san­gre, tem­bla­ba más. En medio de esta con­clu­sión en una sesión, Dia­na des­en­ca­de­na una cri­sis de ansie­dad den­tro del con­sul­to­rio, pues con­clu­ye que aquel tiem­po, en que se aco­mo­da­ba en la angus­tia por mie­do de arries­gar y expe­ri­men­tar la vida, no vol­ve­ría más. Des­de enton­ces, vie­ne apren­dien­do a tener cora­je.

La apa­rien­cia de niña de Dia­na no cam­bia, aun­que ten­ga casi trein­ta años. Pero per­ci­bi­mos cómo se va per­mi­tien­do ser adul­ta, por entre impul­sos increí­bles y algu­nos atro­pe­llos. Dia­na vie­ne res­ca­tan­do de la infan­cia lo que es más nece­sa­rio: aque­lla anti­gua curio­si­dad que le hace espiar por la mani­ja de la puer­ta, entre la volun­tad de entrar y el mie­do de ser des­cu­bier­ta. Dia­na está apren­dien­do a rein­ven­tar el tiem­po de su cuer­po, res­ca­tar la belle­za de una vida posi­ble, más allá de todas las des­ca­li­fi­ca­cio­nes. Se mira a sí mis­ma por la mani­ja, aven­tu­rán­do­se a expe­ri­men­tar e inclu­so impro­vi­sar otro pre­sen­te y futu­ro, des­pe­gán­do­se  poco a poco del pasa­do.

Crean­do una des­via­ción en los modos de inter­ve­nir que cap­tu­ran y pro­nos­ti­can a Dia­na,  enten­de­mos que su des­tino no está tra­za­do por el diag­nós­ti­co. Sin embar­go, sería radi­cal y has­ta negli­gen­te des­con­si­de­rar la cohe­ren­cia y evi­den­cia de la nece­si­dad de tra­ta­mien­to clí­ni­co, inclu­so medi­ca­men­to­so y con­duc­tual, dada la inten­si­dad y fre­cuen­cia de sus sín­to­mas. Pero, sería arries­ga­do e insu­fi­cien­te tomar­los con una legi­ti­mi­dad que des­ca­li­fi­ca otras estra­te­gias de cui­da­do, insi­nuan­do la supre­ma­cía de los méto­dos fisio­ló­gi­co-cog­ni­ti­vo-con­duc­tua­les.

Los sabe­res “psis” abar­can varia­cio­nes y pecu­lia­ri­da­des en sus dis­ci­pli­nas aso­cia­das (Psi­co­lo­gía, Psi­quia­tría, Neu­ro­lo­gía) que no exclu­yen unas a otras. La psi­co­lo­gía, espe­cí­fi­ca­men­te, vie­ne cons­tru­yen­do, a lo lar­go de su his­to­ria, méto­dos de inter­ven­ción a par­tir de las dife­ren­tes teo­rías que la com­po­nen (Laga­che, 1949). La exac­ti­tud de un solo abor­da­je sería impo­si­ble para un saber cons­ti­tui­do a par­tir de un obje­to de estu­dio que es efec­to de un con­jun­to de pro­duc­cio­nes bio­ló­gi­cas, psi­co­ló­gi­cas, his­tó­ri­cas, polí­ti­cas, socia­les y cul­tu­ra­les; un obje­to de estu­dio que no es obje­ti­va­ble. El con­sen­so, por lo tan­to, sería impo­si­ble y por eso la psi­co­lo­gía es como un archi­pié­la­go for­ma­do por islas dis­tin­tas pero coexis­ten­tes (idem, 1949), en que muchas veces es el disen­so entre ellas el que ins­pi­ra nue­vas herra­mien­tas. Com­ple­ta y sub­je­ti­va como su cam­po de inte­rés, la psi­co­lo­gía no pue­de ser otra cosa que una plu­ra­li­dad de méto­dos, con­cep­tos base y apues­tas.

Con eso, afir­ma­mos otros modos de aco­ger a Dia­na, ade­más de enca­jar­la en una iden­ti­dad diag­nós­ti­ca y crean­do nue­vas con­di­cio­nes para una rela­ción más sóli­da y autó­no­ma entre lo que es nece­sa­rio y el plan de las vir­tua­li­da­des posi­bles, entre las aco­gi­das con­ti­nuas y las inter­ven­cio­nes más direc­tas y urgen­tes. Así, afir­ma­mos la con­cep­ción de que es posi­ble e impor­tan­te inven­tar la clí­ni­ca colec­ti­va­men­te, pro­ble­ma­ti­zan­do los luga­res bina­ri­za­dos entre clien­te fija­do al diag­nos­ti­co y tera­peu­ta espe­cia­lis­ta que osten­ta las téc­ni­cas correc­tas.

Pues, enton­ces, Dia­na sigue. No sabe dón­de va; pero ya cree inte­gral­men­te en sí mis­ma, en muchos momen­tos. Ya está cami­nan­do, es ver­dad. Dia­na cami­na, ella mis­ma, por sí mis­ma, aun­que sea difí­cil. Dia­na per­sis­te y se sor­pren­de a sí mis­ma muchas veces. Dia­na tira a la basu­ra las cajas de reme­dios y los rollos de papel higié­ni­co acu­mu­la­dos; se que­da con algu­nos, pues toda­vía no es hora. Dia­na tie­ne cri­sis; pero menos fre­cuen­tes, menos lar­gas, menos inten­sas. Dia­na aún tiem­bla, se hace heri­das, se deses­pe­ra, se para­li­za, pero es muy raro, y logra ama­ne­cer al otro día con menos ten­sión. Dia­na sien­te la ten­sión emo­cio­nal y el dolor del cuer­po, pero se sor­pren­de al rela­jar­se, al fin, con sus sesio­nes de maso­te­ra­pia, así como en el ejer­ci­cio de su sexua­li­dad. Dia­na está apren­dien­do a expo­ner sus emo­cio­nes, en lugar de implo­sio­nar y muti­lar­se y ya se sien­te más equi­li­bra­da.

Dia­na sigue. Apos­ta­mos por Dia­na y pare­ce que ella tam­bién. Dia­na… Todas las veces que vie­ne con su blu­sa de ara­ñi­tas, recor­da­nos su pri­me­ra sesión y cuán­to se dife­ren­cia de sí mis­ma. Y así Dia­na va tejien­do sus redes en medio de la recons­truc­ción de los frag­men­tos de sí. En telas, esta­mos enla­za­das con la clí­ni­ca, recons­tru­yen­do, tam­bién, los frag­men­tos entre la psi­co­lo­gía, los tiem­pos, los cuer­pos y noso­tros mis­mos.

Referencias

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Notas

1. vanessams_psi@yahoo.com.br