Estilo de vida y obesidad en estudiantes universitarios: una mirada con perspectiva de género1 Descargar este archivo (7 - Estilo de vida y obesidad en estudiantes universitarios.pdf)

Ma. Refugio Ríos Saldaña2

Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM

Resu­men

La obe­si­dad es un pro­ble­ma bio­psi­co­so­cial y mul­ti­cau­sa­do, aso­cia­do con el esti­lo de vida, estu­diar estos cons­truc­tos en jóve­nes resul­ta fun­da­men­tal, espe­cial­men­te con la mira­da del géne­ro, por su inci­den­cia y pre­va­len­cia en muje­res y dife­ren­cias gené­ri­cas. El obje­ti­vo del estu­dio fue carac­te­ri­zar la obe­si­dad y el esti­lo de vida de estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios muje­res y hom­bres y ana­li­zar la infor­ma­ción con pers­pec­ti­va de géne­ro. Par­ti­ci­pa­ron 929 estu­dian­tes, 301 hom­bres y 628 muje­res de la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, con una edad pro­me­dio de 18.59 y d.t. de 1.8. Se les apli­có un cues­tio­na­rio de esti­lo de vida y per­cep­ción de obe­si­dad, se midió talla, peso y se cal­cu­ló el IMC. Los resul­ta­dos mos­tra­ron dife­ren­cias gené­ri­cas tan­to en esti­lo de vida como en per­cep­ción de obe­si­dad e IMC, con mayor fre­cuen­cia en las muje­res. Se ana­li­zó la infor­ma­ción des­de la pers­pec­ti­va de géne­ro y se docu­men­tó que el carác­ter rela­cio­nal de hom­bres y muje­res per­mi­te evi­den­ciar dife­ren­cias y des­igual­da­des en cuan­to a obe­si­dad, esti­lo de vida y salud.

Pala­bras cla­ve: Obe­si­dad, IMC, esti­lo de vida, estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios, pers­pec­ti­va de géne­ro

 

Abs­tract

Obe­sity is a biopsy­cho­so­cial pro­blem asso­cia­ted with lifesty­le, young peo­ple study the­se cons­tructs is essen­tial espe­cially with the look of the genus by its inci­den­ce and pre­va­len­ce in women and gene­ric dif­fe­ren­tial effects. The aim of the study was to cha­rac­te­ri­ze obe­sity and lifesty­le of men and women colle­ge stu­dents and analy­ze infor­ma­tion from a gen­der pers­pec­ti­ve. Par­ti­ci­pants: 929, 301 male stu­dents and 628 women from Higher Edu­ca­tion Faculty Izta­ca­la, with mean age of 18.59 and dt 1.8. They were given a ques­tion­nai­re on lifesty­le and per­cep­tion of obe­sity was mea­su­red height, weight and BMI was cal­cu­la­ted. The results sho­wed gen­der dif­fe­ren­ces both in lifesty­le and in per­cep­tion of obe­sity and BMI, with grea­ter fre­quency in women. Infor­ma­tion is analy­zed from a gen­der pers­pec­ti­ve and it is docu­men­ted that the rela­tio­nal cha­rac­ter of men and women can high­light dif­fe­ren­ces and inequa­li­ties in lifesty­le, obe­sity and health

Key­words: Obe­sity, BMI, lifesty­le, colle­ge stu­dents, gen­der

Introducción

En las últi­mas dos déca­das la obe­si­dad se ha con­ver­ti­do en una epi­de­mia silen­cio­sa que afec­ta a dis­tin­tos ámbi­tos socia­les, has­ta lle­gar a ser un pro­ble­ma de salud públi­ca. Espe­cial­men­te en la pobla­ción de esco­la­res, ado­les­cen­tes y adul­tos jóve­nes. Las tasas de obe­si­dad en el mun­do se han incre­men­ta­do sobre todo en muje­res en edad repro­duc­ti­va y en niños, esco­la­res y ado­les­cen­tes (López-Alar­cón, Rodrí­guez-Cruz, 2008). La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (oms, 1997) decla­ró una “epi­de­mia glo­bal de obe­si­dad” y la defi­nió como el exce­so de gra­sa cor­po­ral que oca­sio­na daños a la salud. En Méxi­co, la Encues­ta Nacio­nal de Salud (ensa­nut, 2006) repor­tó que este pro­ble­ma afec­ta­ba tan­to a muje­res (1.4%) como a los hom­bres (1.5%) de 20 años de edad. En sobre­pe­so (37.4% en muje­res y 42.5% en hom­bres) y en obe­si­dad (34.5% en muje­res y 24.2% en hom­bres). En esta mis­ma fase eta­ria, las cin­co enti­da­des fede­ra­ti­vas de Méxi­co con mayor pre­va­len­cia de obe­si­dad fue­ron, en el caso de los hom­bres: Tamau­li­pas (32.1%), Quin­ta­na Roo (31%), Yuca­tán (30.8%), Tabas­co (28.8%) y Nue­vo León (28.3%); mien­tras que en muje­res: Sono­ra (46.9%), Cam­pe­che (45.5%), Duran­go (45.3%), Baja cali­for­nia Sur (43.5%) y Tabas­co (41.2%); sien­do las muje­res quie­nes pre­sen­ta­ron la obe­si­dad en mayor gra­do, superan­do el 40% de la pobla­ción en estas enti­da­des. Más recien­te­men­te la ensa­nut (2012) repor­tó 48 millo­nes de obe­sos en Méxi­co. Esta con­di­ción ubi­ca al país en el segun­do lugar de pre­va­len­cia en adul­tos y pri­mer lugar infan­til a nivel mun­dial. Uti­li­zan­do el cri­te­rio de obe­si­dad por cir­cun­fe­ren­cia de cin­tu­ra (CC), 7 de cada 10 adul­tos pre­sen­ta sobre­pe­so u obe­si­dad y la pre­va­len­cia com­bi­na­da de sobre­pe­so u obe­si­dad es mayor en las muje­res (73%) que en los hom­bres (69.4%). Asi­mis­mo, se repor­ta que el sobre­pe­so y la obe­si­dad en muje­res se han incre­men­ta­do de 36.7% en el año 1975 a 46.7% para el año 2000 y que este hecho se encuen­tra enmar­ca­do den­tro de la ten­den­cia epi­de­mio­ló­gi­ca que seña­la que estas enfer­me­da­des tien­den a incre­men­tar­se; las cifras en adul­tos con­ti­núan sien­do altas, sobre todo en las muje­res mayo­res de 20 años (71.9%) cuyo por­cen­ta­je es supe­rior al de los hom­bres (66.7%), estos por­cen­ta­jes mues­tran las pre­va­len­cias com­bi­na­das de sobre­pe­so u obe­si­dad en ambos sexos. Dos años antes se había repor­ta­do (SSA, 2010) que la pobla­ción más impac­ta­da por la obe­si­dad eran niñas y muje­res, ya que en los hom­bres la cor­pu­len­cia pue­de repre­sen­tar un signo de viri­li­dad y domi­na­ción.

La obe­si­dad ha sido con­si­de­ra­da tam­bién como un pro­ble­ma que con­tri­bu­ye al desa­rro­llo de enfer­me­da­des cró­ni­co-dege­ne­ra­ti­vas, cuya alta pre­va­len­cia en nues­tro país se ve aso­cia­da tan­to con la obe­si­dad como con el esti­lo de vida de las per­so­nas y se han estu­dia­do tan­to la inci­den­cia de obe­si­dad como los fac­to­res de ries­go y pro­ble­mas emo­cio­na­les en estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios (Ríos, Rodrí­guez y Álva­rez, 2010). Así, como los fac­to­res de ries­go car­dio­vas­cu­lar (Lara, et. al, 2006) en la pobla­ción feme­ni­na del Dis­tri­to Fedi­ral y  las ciu­da­des de Gua­da­la­ja­ra, Mon­te­rrey, Pue­bla, León y Tijua­na, los resul­ta­dos mos­tra­ron aumen­tos pro­gre­si­vos en el IMC y en sobre­pe­so y obe­si­dad de las muje­res a par­tir de los 20 y has­ta más de los 60 años (80%), aspec­to que ha favo­re­ci­do el desa­rro­llo de enfer­me­da­des cró­ni­cas, tam­bién lla­ma­das de “la civi­li­za­ción” cuyo papel pro­ta­gó­ni­co es la obe­si­dad, debi­do a que ésta repre­sen­ta el prin­ci­pal fac­tor de ries­go en el desa­rro­llo de estas pato­lo­gías. Espe­cial­men­te por las com­ple­jas varia­cio­nes de per­fi­les de ries­go y el com­por­ta­mien­to epi­de­mio­ló­gi­co de las enfer­me­da­des cró­ni­co-dege­ne­ra­ti­vas, auna­do a los cam­bios socio­cul­tu­ra­les que han favo­re­ci­do el ace­le­ra­do bro­te epi­dé­mi­co de estos pade­ci­mien­tos. Tam­bién se ha estu­dia­do la fre­cuen­cia y fac­to­res de ries­go aso­cia­dos al sobre­pe­so y la obe­si­dad (Tru­ji­llo, et al, 2010) en uni­ver­si­ta­rios de Coli­ma y los resul­ta­dos mos­tra­ron mayor sobre­pe­so (27.8%) y obe­si­dad (14.7%) en los hom­bres, que en las muje­res (17% y 5.2% res­pec­ti­va­men­te).  Asi­mis­mo, se encon­tra­ron fac­to­res de ries­go dife­ren­cia­les para hom­bres y muje­res, ya que el taba­quis­mo y el con­su­mo de alcohol estu­vo aso­cia­do al sobre­pe­so y obe­si­dad en los hom­bres, y la exis­ten­cia de fac­to­res pro­tec­to­res para las muje­res como el con­trol die­té­ti­co y uso de sus­tan­cias. Otros estu­dios (Madri­gal, et al., (1999) han encon­tra­do que las muje­res se encuen­tran en mayor ries­go de desa­rro­llar obe­si­dad debi­do a sus carac­te­rís­ti­cas bio­ló­gi­cas e iden­ti­fi­ca­ron diver­sos fac­to­res faci­li­ta­do­res de la mis­ma, entre ellos los cam­bios demo­grá­fi­cos, el aumen­to en la espe­ran­za de vida de las per­so­nas, la adop­ción de nue­vos esti­los de vida poco salu­da­bles  y el exce­so de ali­men­ta­ción rica en gra­sas e hidra­tos de car­bono, el taba­quis­mo, alcohol y estrés, así como los ace­le­ra­dos pro­ce­sos de urba­ni­za­ción que favo­re­cen la apa­ri­ción de diver­sos gra­dos de sobre­pe­so, obe­si­dad y otros pade­ci­mien­tos.

Se ha docu­men­ta­do  (Tru­ji­llo, et al., 2010) que la obe­si­dad en muje­res pue­de estar rela­cio­na­da con el desa­rro­llo de la tec­no­lo­gía y la heren­cia gené­ti­ca, que jue­gan un papel deter­mi­nan­te ya que el hom­bre se dedi­ca a pro­veer ali­men­tos y al mis­mo tiem­po se le aso­cia con una mayor acti­vi­dad físi­ca, por el con­tra­rio, las muje­res tie­nen una acti­vi­dad físi­ca menor al que­dar­se en casa al cui­da­do de los hijos y la pre­pa­ra­ción de los ali­men­tos, lo que pudie­se haber­les here­da­do un meta­bo­lis­mo gene­ra­dor de obe­si­dad a tra­vés del tiem­po; lo ante­rior auna­do al uso de herra­mien­tas y tec­no­lo­gía domés­ti­ca actual (lava­do­ra, micro­on­das, etc) que pue­de favo­re­cer el desa­rro­llo de sobre­pe­so y obe­si­dad en las muje­res, debi­do a que cada vez le es más fácil rea­li­zar las acti­vi­da­des de la casa con menor esfuer­zo y des­gas­te físi­co.

Por otra par­te, se ha docu­men­ta­do que la ima­gen cor­po­ral tie­ne rela­ción con la obe­si­dad per­ci­bi­da y se cen­tra en una repre­sen­ta­ción men­tal, la cual pro­vie­ne y se modi­fi­ca por diver­sos fac­to­res psi­co­ló­gi­cos indi­vi­dua­les y socia­les. Con­sis­te en una repre­sen­ta­ción amplia de la figu­ra cor­po­ral, su for­ma y tama­ño, influen­cia­da por fac­to­res his­tó­ri­cos, cul­tu­ra­les, socia­les, indi­vi­dua­les y bio­ló­gi­cos que varían con el tiem­po (Sla­de, 1994). Este cons­truc­to impli­ca lo que uno pien­sa, sien­te y cómo se per­ci­be y actúa en rela­ción con su pro­pio cuer­po (Raich, Torras y Figu­ras, 1996).

Algu­nas inves­ti­ga­cio­nes (Bar­que­ra, et al., 2010) apun­tan sobre el tipo de ali­men­ta­ción y la cali­dad de la mis­ma en los jóve­nes, ya que es difí­cil encon­trar en las cafe­te­rías de las diver­sas facul­ta­des ofer­ta de ali­men­tos salu­da­bles que inclu­yan fru­tas y ver­du­ras, lo que pro­mue­ve que los jóve­nes se ali­men­ten con pro­duc­tos con altos con­te­ni­dos ener­gé­ti­cos y caló­ri­cos. Los cam­bios nutri­cio­na­les que expe­ri­men­ta nues­tro país se rela­cio­nan tam­bién con la occi­den­ta­li­za­ción de la die­ta, con el aumen­to en la dis­po­ni­bi­li­dad a bajo cos­to de ali­men­tos pro­ce­sa­dos adi­cio­na­dos con altas can­ti­da­des de azú­car, gra­sas y sal, así como con un alto con­su­mo de comi­da rápi­da y pre­pa­ra­da fue­ra de casa para un sec­tor cada vez más cre­cien­te de la pobla­ción. Ade­más del con­si­de­ra­ble aumen­to de la expo­si­ción a la publi­ci­dad sobre ali­men­tos indus­tria­li­za­dos y pro­duc­tos que faci­li­tan las tareas coti­dia­nas y el tra­ba­jo de las per­so­nas, de esta mane­ra el gas­to ener­gé­ti­co dis­mi­nu­ye al tiem­po que aumen­ta el poder adqui­si­ti­vo de la pobla­ción.

El pro­ble­ma de la obe­si­dad ade­más de afec­tar la salud, se pue­de mani­fes­tar en los jóve­nes como un fenó­meno que los aís­le o como sím­bo­lo de lo que los demás no quie­ren ser, pue­de afec­tar tam­bién la per­cep­ción de su ima­gen cor­po­ral y reper­cu­tir en menor o mayor medi­da en el desem­pe­ño aca­dé­mi­co, la cali­dad de vida de quie­nes la pade­cen así como su efi­cien­cia ter­mi­nal.

Esta reali­dad hace nece­sa­ria la pro­mo­ción de la salud como un tema rele­van­te para la pobla­ción en gene­ral y para ado­les­cen­tes y jóve­nes en par­ti­cu­lar, debi­do a que las per­so­nas que se encuen­tran en esta fase eta­ria están en pro­ce­so de desa­rro­llo hacia la madu­rez bio­psi­co­so­cial y de pre­pa­ra­ción aca­dé­mi­ca. En ese sen­ti­do el estu­dian­ta­do es un gru­po espe­cial­men­te vul­ne­ra­ble, sobre todo por­que se encuen­tra en un pro­ce­so par­ti­cu­lar de for­ma­ción en don­de cual­quier pro­ble­ma que alte­re el equi­li­brio salu­da­ble pue­de afec­tar su pro­ce­so for­ma­ti­vo, el ren­di­mien­to aca­dé­mi­co y en últi­ma ins­tan­cia su pro­yec­to de vida. La pro­mo­ción de esti­lo de vida sano resul­ta fun­da­men­tal en ado­les­cen­tes y jóve­nes, ya que con ella se pue­den for­ta­le­cer aque­llas con­duc­tas y esti­los de vida que con­du­cen hacia el logro de un esta­do gene­ral de salud. Por ello se reco­no­ce que el espa­cio uni­ver­si­ta­rio es un esce­na­rio pri­vi­le­gia­do para fomen­tar cam­bios en pro de la salud, logran­do un con­jun­to de con­duc­tas que refuer­cen el poten­cial de salud de cada indi­vi­duo, así como del colec­ti­vo uni­ver­si­ta­rio. De acuer­do con Reig Ferrer, et al., (2001) las uni­ver­si­da­des son ins­ti­tu­cio­nes pecu­lia­res debi­do a que, entre otras cosas, son cen­tros de ense­ñan­za con pape­les de for­ma­ción, edu­ca­ción e inves­ti­ga­ción; son cen­tros de crea­ti­vi­dad e inno­va­ción en los que se apli­ca el cono­ci­mien­to des­de enfo­ques dis­ci­pli­na­rios e inter­dis­ci­pli­na­rios; pro­por­cio­nan un con­tex­to en el que los estu­dian­tes se inde­pen­di­zan al pasar tiem­po fue­ra de su hogar; al igual que un ambien­te en el que los estu­dian­tes madu­ros se com­pro­me­ten a apren­der; son recur­sos exis­ten­tes a nivel local, nacio­nal y glo­bal y son ins­tan­cias cada vez más preo­cu­pa­das por su ima­gen y pres­ti­gio.

Exis­te evi­den­cia de la rela­ción entre la con­duc­ta de las per­so­nas y su esta­do de salud (Meda, et al., 2008). La pro­mo­ción de esti­los de vida salu­da­bles impli­ca el cono­ci­mien­to de aque­llas con­duc­tas que mejo­ran o dete­rio­ran el equi­li­brio salu­da­ble de las per­so­nas. Al res­pec­to McA­lis­ter (1981) ha men­cio­na­do que las con­duc­tas salu­da­bles son aque­llas accio­nes rea­li­za­das por las per­so­nas que influ­yen en la pro­ba­bi­li­dad de obte­ner con­se­cuen­cias físi­cas y fisio­ló­gi­cas inme­dia­tas y a lar­go pla­zo que reper­cu­ten en su bien­es­tar físi­co y en su lon­ge­vi­dad. Entre dichas con­duc­tas salu­da­bles se encuen­tran por ejem­plo: La prác­ti­ca de ejer­ci­cio físi­co, una nutri­ción ade­cua­da, la adop­ción de com­por­ta­mien­tos de segu­ri­dad, evi­tar el con­su­mo de dro­gas, con­duc­ta sexual segu­ra y esti­lo de vida sin emo­cio­nes nega­ti­vas. Se tra­ta de com­por­ta­mien­tos que en con­jun­to pue­den ser con­si­de­ra­dos como com­po­nen­tes de un esti­lo de vida salu­da­ble (Beco­ña y Váz­quez, 2000) con­tra­ria­men­te a aque­llas con­duc­tas noci­vas que aumen­tan la pro­ba­bi­li­dad de que las per­so­nas enfer­men pue­den ser con­si­de­ra­das como com­po­nen­tes de un esti­lo de vida no salu­da­ble, entre ellas el taba­quis­mo, alcoho­lis­mo, vida seden­ta­ria, inges­ta de ali­men­tos altos en hidra­tos de car­bono, gra­sas y azú­ca­res, y bajos en fibras, vege­ta­les y fru­tas, así como esti­los de afron­ta­mien­to inade­cua­dos y altos en res­pues­tas de estrés, ansie­dad y esta­dos depre­si­vos.

La obe­si­dad en las dis­tin­tas eta­pas de la vida repre­sen­ta un reto para las y los pro­fe­sio­na­les de la salud,  y en la actua­li­dad es bas­ta la docu­men­ta­ción en torno a esta pro­ble­má­ti­ca; sin embar­go, hace fal­ta mayor docu­men­ta­ción del pro­ble­ma des­de la mira­da del géne­ro, que per­mi­ta abor­dar la pro­ble­má­ti­ca de la obe­si­dad de mane­ra más com­ple­ta. El  enfo­que de géne­ro, que es una cate­go­ría de aná­li­sis que per­mi­te visua­li­zar las dife­ren­cias tan­to en las cau­sas como en el pro­ce­so de engor­dar y sus con­se­cuen­cias bio­psi­co­so­cia­les de varo­nes y muje­res espe­cial­men­te por su carác­ter rela­cio­nal. Esta pers­pec­ti­va en el ámbi­to de la salud per­mi­te la dife­ren­cia­ción inter­ge­né­ri­ca que, en el caso de la obe­si­dad y los esti­los de vida, ayu­den a docu­men­tar las rela­cio­nes y roles de géne­ro que per­mean estos dos cons­truc­tos. En ese sen­ti­do, el obje­ti­vo de este tra­ba­jo es carac­te­ri­zar la obe­si­dad y el esti­lo de vida de estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios de pre­gra­do, muje­res y hom­bres, para ana­li­zar la infor­ma­ción des­de una pers­pec­ti­va de géne­ro.

Método

Par­ti­ci­pan­tes

La mues­tra fue extraí­da de un total de 929 estu­dian­tes, 301 hom­bres y 628 muje­res de pri­mer ingre­so ins­cri­tos en seis carre­ras: Médi­co ciru­jano (249), Psi­co­lo­gía (197), Opto­me­tría (46), Ciru­jano den­tis­ta (148), Bio­lo­gía (150) y Enfer­me­ría (145), que se impar­ten en la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la (fesi) de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co (unam), con una edad pro­me­dio de 18.59 y d.t. de 1.8; 621 dedi­ca­dos exclu­si­va­men­te al estu­dio, 209 con tra­ba­jo oca­sio­nal y 89 con tra­ba­jo per­ma­nen­te y estu­dio.

Ins­tru­men­tos de medi­da y recur­sos mate­ria­les

Para eva­luar el esti­lo de vida se apli­có un for­mu­la­rio de 25 pre­gun­tas cuyo con­te­ni­do inclu­yó pre­gun­tas rela­cio­na­das con la ali­men­ta­ción, con­duc­ta adic­ti­va, acti­vi­dad físi­ca, acti­vi­da­des de recrea­ción y des­can­so, así como pre­gun­tas que explo­ra­ban res­pues­tas emo­cio­na­les. Se toma­ron medi­das antro­po­mé­tri­cas de talla y peso para el cálcu­lo del Índi­ce de Masa Cor­po­ral (imc), mis­ma que fue cal­cu­la­da a tra­vés de la rela­ción de peso/la talla al cua­dra­do. Para el aná­li­sis de los datos se uti­li­zó el soft­wa­re spss para Win­dows ver­sión 19.

Pro­ce­di­mien­to

El pro­ce­di­mien­to se desa­rro­lló en varias eta­pas: soli­ci­tud de núme­ro de matrí­cu­la al res­pon­sa­ble de Ser­vi­cios esco­la­res, mues­treo alea­to­rio pro­por­cio­nal al núme­ro de alum­nos ins­cri­tos en cada carre­ra y pre­vio con­sen­ti­mien­to infor­ma­do y fir­ma­do por escri­to, que se entre­gó con ante­la­ción al estu­dian­ta­do, apli­ca­ción del for­mu­la­rio de pre­gun­tas y toma de medi­das antro­po­mé­tri­cas bajo la con­duc­ción de tres res­pon­sa­bles por gru­po. Sólo se con­si­de­ra­ron en el estu­dio aque­llos estu­dian­tes que die­ron su con­sen­ti­mien­to, en los casos de meno­res de 18 años, se soli­ci­tó la auto­ri­za­ción de los padres y/o tuto­res. Las eva­lua­cio­nes se rea­li­za­ron en las aulas de cla­ses res­pec­ti­vas pre­via auto­ri­za­ción de las auto­ri­da­des y docen­tes de cada gru­po. Ense­gui­da se reali­zó la cap­tu­ra de datos y el aná­li­sis de la infor­ma­ción obte­ni­da.

Resultados

En la tabla 1 se pre­sen­ta la fre­cuen­cia de estu­dian­tes que se per­ci­ben obe­sos o no obe­sos con­tras­ta­da con el imc; lla­ma la aten­ción que dicha per­cep­ción no corres­pon­de con el imc, pue­de ver­se en las cel­das cuyos resul­ta­dos se mues­tran en negri­tas las diver­gen­cias tan­to entre aque­llos que se per­ci­ben obe­sos cuan­do de acuer­do al imc se encuen­tran con bajo peso o peso nor­mal, como entre aque­llos que no se per­ci­ben como tales cuan­do de acuer­do a dicho pará­me­tro se encuen­tran con sobre­pe­so e inclu­so con dis­tin­tos nive­les de obe­si­dad. En todos estos casos es mayor el núme­ro de muje­res que de hom­bres, sin embar­go las diso­nan­cias se pre­sen­tan en ambos.

Tabla 1. Percepción de obesidad e IMC en los estudiantes de ambos sexos

Per­cep­ción de obe­si­dad

 

Índi­ce de Masa Cor­po­ral (IMC)

Sexo

Bajo peso

Peso nor­mal

Sobre­pe­so

Obe­si­dad

tipo 1

Obe­si­dad tipo 2

Obe­si­dad tipo 3

Feme­nino

Mas­cu­lino

1

0

23

19

44

30

37

30

6

4

2

0

No

Feme­nino

Mas­cu­lino

31

10

371

157

55

30

9

6

1

0

1

9

No sé

Feme­nino

Mas­cu­lino

1

1

31

3

21

13

2

6

0

1

0

0

En la tabla 2 Se pre­sen­tan los resul­ta­dos rela­cio­na­dos con el tiem­po dedi­ca­do a la acti­vi­dad físi­ca de ambos sexos, obsér­ve­se que son más las muje­res de peso nor­mal y bajo peso que repor­ta­ron que nun­ca y raras veces rea­li­zan ejer­ci­cio y más los hom­bres con sobre­pe­so y obe­si­dad que tam­po­co lo rea­li­zan, con excep­ción de las muje­res con sobre­pe­so (14) cuya fre­cuen­cia es mayor que la de los hom­bres (9) que rara vez lo hacen. Véa­se tam­bién que la mayor fre­cuen­cia repor­ta­da de acti­vi­dad físi­ca se pre­sen­ta en las muje­res en todos los nive­les de imc (últi­mos tres ren­glo­nes).

Tabla 2. Ejercicio activo de al menos 30 minutos (correr, caminar, andar en bicicleta, entre otros) en los estudiantes de ambos sexos e IMC

Fre­cuen­cia de acti­vi­dad físi­ca

 

Índi­ce de Masa Cor­po­ral (IMC)

Sexo

Bajo peso

Peso nor­mal

Sobre­pe­so

Obe­si­dad

tipo 1

Obe­si­dad tipo 2

Obe­si­dad tipo 3

Nun­ca

Feme­nino

Mas­cu­lino

5

2

67

49

13

19

8

10

0

3

0

0

Rara vez

Feme­nino

Mas­cu­lino

5

0

70

43

14

9

3

8

1

0

0

0

2 veces por sema­na

Feme­nino

Mas­cu­lino

10

7

78

39

36

16

10

7

1

0

0

0

3 veces por sema­na

Feme­nino

Mas­cu­lino

9

1

170

45

55

25

20

12

4

2

1

0

4 veces por sema­na

Feme­nino

Mas­cu­lino

4

1

41

3

3

5

7

5

1

0

 

En la tabla 3 se pre­sen­tan los resul­ta­dos sobre tiem­po libre y de rela­ja­ción, es intere­san­te obser­var que a medi­da que aumen­tan los nive­les de imc dis­mi­nu­ye la fre­cuen­cia de casos de muje­res y de hom­bres que dis­fru­tan de tiem­po libre y de rela­ja­ción; ade­más de que es mayor el núme­ro de muje­res que de hom­bres con un imc den­tro del peso nor­mal que gozan más de este pri­vi­le­gio.

Tabla 3. Relajación y disfrute de tiempo libre en los estudiantes hombres y mujeres e imc.

Rela­ja­ción y dis­fru­te de tiem­po libre

 

Índi­ce de Masa Cor­po­ral (IMC)

Sexo

Bajo peso

Peso nor­mal

Sobre­pe­so

Obe­si­dad

tipo 1

Obe­si­dad tipo 2

Obe­si­dad tipo 3

Casi nun­ca

Feme­nino

Mas­cu­lino

2

5

71

48

23

17

14

10

1

3

0

0

Menos de una vez a la sema­na

Feme­nino

Mas­cu­lino

6

1

73

42

19

12

5

12

1

0

 

Una o 2 veces por sema­na

Feme­nino

Mas­cu­lino

17

3

151

56

53

34

14

16

2

1

 

3 veces a 5 veces por sema­na

Feme­nino

Mas­cu­lino

5

2

73

21

19

7

9

3

1

0

1

1

Casi dia­rio

Feme­nino

Mas­cu­lino

3

0

58

12

7

4

6

1

2

0

1

0

Los datos que arro­ja la tabla 4 mues­tran una vez más que a medi­da que aumen­ta la fre­cuen­cia de lle­var una ali­men­ta­ción balan­cea­da y un desa­yuno dia­rio dis­mi­nu­ye la fre­cuen­cia de jóve­nes de ambos sexos que repor­ta rea­li­zar­lo; en todos los casos es mayor el núme­ro de muje­res que de varo­nes, con excep­ción de los datos que se mues­tran en las cel­das som­brea­das.       

Tabla 4. Alimentación balanceada y desayuno diario e IMC en los estudiantes hombres y mujeres.

Ali­men­ta­ción balan­cea­da y desa­yuno dia­rio

 

Índi­ce de Masa Cor­po­ral (IMC)

Sexo

Bajo peso

Peso nor­mal

Sobre­pe­so

Obe­si­dad

tipo 1

Obe­si­dad tipo 2

Obe­si­dad tipo 3

Casi nun­ca

Feme­nino

Mas­cu­lino

25

10

301

144

79

40

38

23

3

2

0

0

Rara vez

Feme­nino

Mas­cu­lino

20

8

215

102

59

50

18

23

2

1

0

0

Algu­nas veces

Feme­nino

Mas­cu­lino

13

4

185

67

61

37

23

28

5

3

2

0

Fre­cuen­te­men­te

Feme­nino

Mas­cu­lino

5

0

92

27

65

14

12

8

2

4

0

0

Casi siem­pre

Feme­nino

Mas­cu­lino

3

0

59

18

10

7

5

2

2

1

0

0

De mane­ra seme­jan­te el con­su­mo de azú­car, de café, té y refres­co de cola se pre­sen­tó en hom­bres y muje­res, con fre­cuen­cia dia­ria en más muje­res (116) que de varo­nes (58) con IMC den­tro de lo nor­mal y de sobre­pe­so, aspec­to que les pone en ries­go de desa­rro­llar obe­si­dad.

Algo sor­pren­den­te está rela­cio­na­do con la pre­gun­ta que explo­ra el peso ideal, cuyas mayo­res fre­cuen­cias se pre­sen­ta­ron en las muje­res (338 casos) quie­nes repor­ta­ron tener más de 8 kilos de sobre­pe­so, cuan­do de acuer­do con el imc se encon­tra­ban en peso nor­mal y sien­do meno­res las fre­cuen­cias en las res­pues­tas de menor núme­ro de kilo­gra­mos de peso de más.

En el caso de la con­duc­ta adic­ti­va de alcohol, las mayo­res fre­cuen­cias tam­bién se pre­sen­ta­ron más en muje­res de imc nor­mal (415) que de hom­bres (154) y sobre­pe­so (119 en muje­res y 62 en hom­bres), sobre todo cuan­do res­pon­die­ron “fre­cuen­te­men­te” en don­de los resul­ta­dos mos­tra­ron que a mayor fre­cuen­cia de inges­ta de alcohol hubo tam­bién mayor fre­cuen­cia de casos que lo repor­tan.

Final­men­te, los resul­ta­dos encon­tra­dos res­pec­to a las horas dedi­ca­das al des­can­so, las mayo­res fre­cuen­cias se pre­sen­ta­ron en sólo algu­nas veces dor­mir de 7 a 8 horas (120 muje­res y 51 hom­bres) y sólo 98 de ellas y 28 de ellos lo hace fre­cuen­te­men­te; mien­tras que en las res­pues­tas de rara vez  (68 muje­res y 45 hom­bres) y nun­ca (58 muje­res y 29 hom­bres) las fre­cuen­cias pue­den con­si­de­rar­se impor­tan­tes en tér­mi­nos de salud debi­do a la impor­tan­cia del sue­ño en la recu­pe­ra­ción del equi­li­brio cor­po­ral salu­da­ble espe­cial­men­te para el apren­di­za­je.

Conclusión

Des­de la pers­pec­ti­va de géne­ro se dis­tin­gue en pri­mer lugar el sexo enten­di­do como aque­llas carac­te­rís­ti­cas bio­ló­gi­ca­men­te deter­mi­na­das, rela­ti­va­men­te inva­ria­bles del hom­bre y de la mujer. Mien­tras que el géne­ro se uti­li­za para seña­lar las pro­pie­da­des social­men­te cons­trui­das y que cons­ti­tu­yen la defi­ni­ción de lo que se con­si­de­ra como mas­cu­lino y feme­nino en dis­tin­tas cul­tu­ras y podría enten­der­se como la red de ras­gos de per­so­na­li­dad, acti­tu­des, sen­ti­mien­tos, valo­res y con­duc­tas que hacen dife­ren­tes a hom­bres y muje­res. Esta cons­truc­ción impli­ca valo­ra­cio­nes que atri­bu­yen mayor impor­tan­cia y valía a las carac­te­rís­ti­cas aso­cia­das con el hom­bre. Des­de esta mira­da los resul­ta­dos del estu­dio per­mi­ten hacer varias refle­xio­nes: en pri­mer lugar con res­pec­to a las incon­sis­ten­cias encon­tra­das sobre el imc y la obe­si­dad per­ci­bi­da, podría decir­se que estos hallaz­gos se rela­cio­nan con el cons­truc­to que den­tro de lo psi­co­ló­gi­co se deno­mi­na males­tar con la ima­gen cor­po­ral, aspec­to que se pre­sen­tó en mayor núme­ro de muje­res que de hom­bres. De mane­ra seme­jan­te, res­pec­to a la acti­vi­dad físi­ca, fue­ron las muje­res quie­nes repor­ta­ron mayor fre­cuen­cia en rea­li­zar­la. Estas dife­ren­cias qui­zá pue­den estar atra­ve­sa­das por los mode­los de belle­za que en espe­cial para la mujer están social­men­te cen­tra­dos en cuer­pos del­ga­dos, ya que en los varo­nes social­men­te se le res­ta impor­tan­cia a la ima­gen cor­po­ral  y las muje­res requie­ren estar del­ga­das para ser y sen­tir­se acep­ta­das, aspec­to coin­ci­den­te con lo repor­ta­do por la Secre­ta­ría de Salud (2010), al res­pec­to de que en las muje­res la obe­si­dad pue­de ser vis­ta como ele­men­to de recha­zo y de pér­di­da de opor­tu­ni­da­des, mien­tras que en el varón es sinó­ni­mo de fuer­za.

Por otra par­te, lla­ma la aten­ción el hecho de que tan­to las muje­res como los hom­bres cuyo imc los ubi­ca den­tro del peso nor­mal, son los que repor­ta­ron mayor fre­cuen­cia en el dis­fru­te de acti­vi­da­des de rela­ja­ción y del tiem­po libre, qui­zás debi­do a que se per­ci­ben con una ima­gen que los hace acree­do­res de esos pri­vi­le­gios; no así aque­llos que se apar­tan del mode­lo social de cuer­po. En el caso de las muje­res al pare­cer se ocu­pan más por su cui­da­do y bien­es­tar pues los varo­nes pare­cen per­ci­bir­se aún como suje­tos al cui­da­do de otros, prin­ci­pal­men­te de las muje­res.

Con res­pec­to al esti­lo ali­men­ta­rio estu­dian­tes, muje­res y varo­nes, repor­ta­ron no lle­var una ali­men­ta­ción balan­cea­da ni tomar el desa­yuno dia­rio, aspec­to que pue­de influir en el ren­di­mien­to aca­dé­mi­co y que aumen­ta la pro­ba­bi­li­dad de desa­rro­llo de obe­si­dad debi­do a los posi­bles atra­co­nes de ali­men­tos deno­mi­na­dos “cha­ta­rra”; aun­que pue­den ser múl­ti­ples los fac­to­res invo­lu­cra­dos en esta reali­dad, entre ellos la fal­ta de tiem­po, de dine­ro, de cos­tum­bres, entre otros; lo cual coin­ci­de con  lo seña­la­do por Madri­gal, et al., (1999); y Bar­que­ra, et al., (2010). Tam­bién resul­tó sor­pren­den­te el hecho de que tan­to muje­res como varo­nes se per­ci­bie­ran con mayor peso del que en reali­dad tenían, lo que de nue­va cuen­ta remi­te a pen­sar en un males­tar con la ima­gen cor­po­ral en don­de las muje­res res­pon­die­ron más en dicho males­tar, aun­que en los hom­bres tam­bién comien­za a influir esta situa­ción. Aspec­to que corro­bo­ra los hallaz­gos de estu­dios como los de Mene­ses y Mon­ca­da (2008).

Por otra par­te, los resul­ta­dos sobre la con­duc­ta de alcoho­lis­mo, cuya mayor fre­cuen­cia se repor­tó en las estu­dian­tes muje­res, resul­tan preo­cu­pan­tes. Espe­cial­men­te por­que aumen­ta el ries­go de enfer­mar y de acci­den­tes que en épo­cas pasa­das se pres­ta­ba en mayor pro­por­ción en los hom­bres. Esta pobla­ción, tan­to de hom­bres como de muje­res ado­les­cen­tes y jóve­nes, se encuen­tran en un pro­ce­so de tran­si­ción en la cual se entre­mez­clan los roles feme­ni­nos y mas­cu­li­nos tra­di­cio­na­les y ante los cua­les requie­ren de la resig­ni­fi­ca­ción de su ser mujer y varón, con igual­dad de dere­chos, opor­tu­ni­da­des, pero tam­bién de res­pon­sa­bi­li­da­des de sí mis­mos y de sus com­por­ta­mien­tos.

Sin embar­go, la obe­si­dad no dis­tin­gue sexo, edad ni raza y las muje­res pre­sen­tan mayo­res por­cen­ta­jes que los hom­bres. Esta reali­dad ha sido corro­bo­ra­da tam­bién en este estu­dio y pen­san­do en que se tra­ta de una pobla­ción joven en pro­ce­so de for­ma­ción ¿qué tiem­po de vida salu­da­ble como pro­fe­sio­na­les les espe­ra? Al res­pec­to algu­nos estu­dios (Olson, Straw­der­man y Den­ni­son, 2009) han seña­la­do que  la obe­si­dad en las muje­res se rela­cio­na con la mater­ni­dad, el tra­ba­jo domés­ti­co, el estra­to socio­eco­nó­mi­co bajo y la baja esco­la­ri­dad. Aun­que hay que reco­no­cer que en un momen­to social en el que el con­cep­to y la reali­dad  de la fami­lia nuclear están en cri­sis, la mito­lo­gía que rodea la mater­ni­dad hace que las muje­res deban asu­mir, en gran medi­da, la res­pon­sa­bi­li­dad de la salud, la nutri­ción y bien­es­tar fami­liar, con los sen­ti­mien­tos de cul­pa­bi­li­dad que pue­den lle­gar a gene­rar situa­cio­nes de des­es­truc­tu­ra­ción fami­liar o per­so­nal. Asi­mis­mo, en muchas oca­sio­nes son “invi­si­bi­li­za­das” con­si­de­rán­do­las úni­ca­men­te como par­te de su rol repro­duc­tor. En ese sen­ti­do, es nece­sa­rio iden­ti­fi­car los meca­nis­mos median­te los cua­les la cons­truc­ción de géne­ro ejer­ce su influen­cia sobre la obe­si­dad y por ende en la salud de muje­res y varo­nes, y diri­gir la aten­ción hacia la diná­mi­ca de las rela­cio­nes entre ellos y entre la bio­lo­gía y el medio social. Para ello, la pers­pec­ti­va de géne­ro como herra­mien­ta ana­lí­ti­ca enri­que­ce los mar­cos teó­ri­cos expli­ca­ti­vos del pro­ce­so de salud enfer­me­dad y per­mi­te cono­cer dife­ren­cial­men­te la pro­ble­má­ti­ca de salud en muje­res y varo­nes, por ello es impor­tan­te comen­zar a docu­men­tar accio­nes espe­cí­fi­cas.

Referencias

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Notas

1. Tra­ba­jo rea­li­za­do con apo­yo Del Pro­gra­ma de Apo­yo a Pro­yec­tos  para la Inno­va­ción y Mejo­ra­mien­to de la Ense­ñan­za (PAPIME: PE303011

2. Pro­fe­so­ra Titu­lar ads­cri­ta a la Divi­sión de Inves­ti­ga­ción y Pos­gra­do de la FES Izta­ca­la UNAM