Exclusión, desigualdad y violencia de género en mujeres jóvenes de la zona centro de México Descargar este archivo (Exclusión, desigualdad y violencia de género en mujeres jóvenes.pdf)

Arianna Moramay Álvarez Gómez , Araceli Pineda Almaraz y Mario Arturo Téllez Rojas

Universidad Latina Campus Sur, Facultad de Psicología, UNAM

Resumen

El pre­sen­te tra­ba­jo tie­ne como obje­ti­vo pre­sen­tar al lec­tor el pano­ra­ma que viven las muje­res jóve­nes de la zona cen­tro de Méxi­co res­pec­to a temas que las colo­can en situa­ción de vul­ne­ra­bi­li­dad, como son la vio­len­cia, delin­cuen­cia, dis­cri­mi­na­ción y exclu­sión social. Para alcan­zar dicho obje­ti­vo, se apli­ca­ron cin­co entre­vis­tas semi­es­truc­tu­ra­das a muje­res de la Ciu­dad de Méxi­co, Esta­do de Méxi­co y More­los. En dichas entre­vis­tas se reali­zó un aná­li­sis de con­den­sa­ción y cate­go­ri­za­ción con apo­yo del soft­wa­re para aná­li­sis cua­li­ta­ti­vo Atlas Ti. 7.0. Los resul­ta­dos obte­ni­dos mues­tran la per­cep­ción que las muje­res entre­vis­ta­das tie­nen res­pec­to a los temas estu­dia­dos, mis­ma que se ana­li­za des­de la lite­ra­tu­ra con­sul­ta­da. Para fina­li­zar, se rea­li­za una con­clu­sión en don­de se expo­nen las estruc­tu­ras de poder que exis­ten entre hom­bres y muje­res en la vida coti­dia­na, así como la des­igual­dad a la que se ven expues­tas las muje­res den­tro de estas estruc­tu­ras.

Pala­bras cla­ve: Vio­len­cia, géne­ro, des­igual­dad, exclu­sión, muje­res.

Exclusion, inequality, and gender-based violence in young women in central Mexico

Abstract

The pur­po­se of this paper is to pre­sent the reader with the pano­ra­ma that young women of the Cen­tral zone of Méxi­co live cons­tantly with regar­ding issues that pla­ce them in a situa­tion of vul­ne­ra­bi­lity, such as vio­len­ce, cri­me, dis­cri­mi­na­tion, and social exclu­sion. To achie­ve this objec­ti­ve, five semi-struc­tu­red inter­views were applied to women that came from the Méxi­co City, Méxi­co Sta­te and More­los. In the­se inter­views, the con­den­sa­tion and cate­go­ri­za­tion analy­sis nee­ded was accom­plished through the sup­port of the qua­li­ta­ti­ve analy­sis soft­wa­re Atlas Ti 7.0. The results obtai­ned show the per­cep­tion that the women inter­vie­wed have regar­ding the sub­jects stu­died, which is also analy­zed from the con­sul­ted biblio­graphy. Finally, within the con­clu­sion, the power struc­tu­res that exist­bet­ween men and women in every­day life are expo­sed, as well as the inequa­lity in which women are immer­sed in the­se struc­tu­res.

Key words: Vio­len­ce, gen­der, inequa­lity, exclu­sion, women.

Las mujeres jóvenes ante la violencia y desigualdad

Para comen­zar el pre­sen­te tra­ba­jo, es nece­sa­rio defi­nir lo que la pala­bra “géne­ro” sig­ni­fi­ca.  Cuan­do deci­mos géne­ro, hace­mos refe­ren­cia a la inter­pre­ta­ción cul­tu­ral del sexo, es decir, es una cate­go­ri­za­ción social asig­na­da al sexo bio­ló­gi­co con el que nace cada per­so­na (mujer u hom­bre); median­te el géne­ro, se impo­nen cier­tas nor­mas, valo­res y con­duc­tas a seguir. Estos patro­nes se rigen con base en están­da­res o cáno­nes de mas­cu­li­ni­dad o femi­ni­dad que se man­tie­ne vigen­tes en la socie­dad, es decir; los roles que hom­bres y muje­res deben seguir están defi­ni­dos cul­tu­ral­men­te.

En el con­tex­to del Méxi­co actual, las muje­res expe­ri­men­tan desa­fíos en el acce­so a opor­tu­ni­da­des y el res­pe­to a sus dere­chos huma­nos; esto dado en gran medi­da por la repro­duc­ción de roles de géne­ro. La con­se­cuen­cia a la asig­na­ción de tales roles de géne­ro pro­vo­ca des­igual­dad social entre hom­bres y muje­res; ya que al ser acep­ta­dos se inter­na­li­zan en acti­tu­des y mode­los de con­duc­ta (Fer­nán­dez Hasan, 2007).

No obs­tan­te, los pro­ble­mas de las muje­res jóve­nes no sólo se limi­tan al acce­so a opor­tu­ni­da­des labo­ra­les, edu­ca­cio­na­les y eco­nó­mi­cos; pues de las expre­sio­nes más gra­ves que se ejer­cen con­tra las muje­res se encuen­tra la vio­len­cia, fenó­meno que no dis­cri­mi­na cla­se social, edad y/o nivel edu­ca­ti­vo; y la cual impi­de su bien­es­tar per­so­nal y social (Zamu­dio, Aya­la y Ara­na, 2013).

Para com­pren­der la vio­len­cia es nece­sa­rio enten­der­la como un fenó­meno com­ple­jo que per­mea en dis­tin­tas esfe­ras de la vida de las per­so­nas y en diver­sas for­mas. De acuer­do con la OMS (2002, p. 5), se pue­de defi­nir como “el uso deli­be­ra­do de la fuer­za físi­ca o el poder en con­tra de uno mis­mo, otra per­so­na, gru­po o comu­ni­dad, que cau­se o ten­ga muchas pro­ba­bi­li­da­des de cau­sar lesio­nes, muer­te, daños psi­co­ló­gi­cos, tras­tor­nos del desa­rro­llo o pri­va­cio­nes. Ade­más, hay que con­si­de­rar a la vio­len­cia como un fenó­meno mul­ti­cau­sal que tie­ne sus raí­ces en la inter­ac­ción de dife­ren­tes fac­to­res como lo son los indi­vi­dua­les, rela­cio­na­les (rela­cio­nes inter­per­so­na­les), comu­ni­ta­rios y socia­les.

En el caso de las muje­res, la agre­sión per­pe­tra­da con­tra ellas tie­ne carac­te­rís­ti­cas que per­mi­te iden­ti­fi­car­la como vio­len­cia de géne­ro, es decir, que ocu­rre por la asi­me­tría de poder, en la cual a la mujer se le pone en un nivel jerár­qui­co infe­rior a la figu­ra del hom­bre; de esta mane­ra, el hecho de ser mujer fun­ge como el prin­ci­pal fac­tor de ries­go para la vio­len­cia de géne­ro (Nie­ves Rico, 1996). La vio­len­cia hacia las muje­res abar­ca diver­sas expre­sio­nes, como agre­sio­nes físi­cas, de tipo sexual, emo­cio­nal y psi­co­ló­gi­co; ade­más, se pre­sen­ta en diver­sos ámbi­tos como el fami­liar, labo­ral, edu­ca­ti­vo, etc.

En Méxi­co, la vio­len­cia hacia las muje­res es un fenó­meno que se ha vuel­to par­te de su vida coti­dia­na; pues según datos del Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Esta­dís­ti­ca y Geo­gra­fía (INEGI) (2016) 30.7 millo­nes de muje­res de 15 años y más (66.1%) han enfren­ta­do vio­len­cia algu­na vez en su vida. Res­pec­to a los agre­so­res, el 53.1% ha sufri­do vio­len­cia por par­te de algún agre­sor dis­tin­to a la pare­ja y un 43.9% ha enfren­ta­do agre­sio­nes del espo­so o pare­ja actual a lo lar­go de su rela­ción. Ade­más, Méxi­co tam­bién pre­sen­ta cifras alar­man­tes en femi­ni­ci­dio, pues en el perio­do de enero a mayo de 2018 se con­ta­bi­li­zó un total de 673 femi­ni­ci­dios (Villal­va­zo en La Jor­na­da 2018) , deli­to que repre­sen­ta la mayor for­ma de vio­len­cia hacia la mujer.

Es por todo lo dicho ante­rior­men­te que resul­ta de vital impor­tan­cia estu­diar fenó­me­nos como la vio­len­cia y des­igual­dad des­de la pers­pec­ti­va de las muje­res, esto con el obje­ti­vo de visi­bi­li­zar el cómo expe­ri­men­tan y per­ci­ben la vio­len­cia al tomar como refe­ren­te su géne­ro. Así mis­mo, con­si­de­rar otras varia­bles que pue­den ser de impor­tan­cia para ellas.

Método

Se rea­li­za­ron entre­vis­tas semi­es­truc­tu­ra­das a una mues­tra de 5 muje­res jóve­nes entre 16 y 20 años per­te­ne­cien­tes a la zona cen­tro del país. Las muje­res entre­vis­ta­das per­te­ne­cen a colo­nias popu­la­res de la zona cen­tro de Méxi­co, las cua­les se carac­te­ri­zan por ser amas de casa o tener tra­ba­jos infor­ma­les o ser madres.

Para el pro­ce­so de reclu­ta­mien­to se visi­ta­ron pla­zas y luga­res con­cu­rri­dos de 2 esta­dos de la zona cen­tro de la Repú­bli­ca Mexi­ca­na (Ciu­dad de Méxi­co y Esta­do de Méxi­co). Se con­tac­tó a muje­res jóve­nes que tran­si­ta­ban el lugar y que qui­sie­ran par­ti­ci­par volun­ta­ria­men­te. Se les expli­ca­ron los obje­ti­vos de la entre­vis­ta y se les habló de la con­fi­den­cia­li­dad de dichas entre­vis­tas; pos­te­rior­men­te se les rea­li­za­ron las pre­gun­tas. Una vez ter­mi­na­do el tra­ba­jo de cam­po, se pro­ce­dió a trans­cri­bir el mate­rial reco­lec­ta­do. Al fina­li­zar dicho pro­ce­so, se reali­zó la codi­fi­ca­ción de sig­ni­fi­ca­do, es decir, “asig­nar una o más pala­bras cla­ve a un seg­men­to de tex­to para per­mi­tir la iden­ti­fi­ca­ción pos­te­rior de una decla­ra­ción” (Kva­le, 2011, p. 138). Con el apo­yo del soft­wa­re para aná­li­sis cua­li­ta­ti­vo Atlas Ti. 7.0 se revi­sa­ron cada uno de los diá­lo­gos, y se extra­je­ron pala­bras cla­ves que se repe­tían den­tro del dis­cur­so de las par­ti­ci­pan­tes; con base en dichas pala­bras, se for­mó una lis­ta de cate­go­rías. Des­pués de ello se hizo una depu­ra­ción de estas cate­go­rías con base en la con­tin­gen­cia con la que se pre­sen­ta­ban den­tro del dis­cur­so y sólo se man­tu­vie­ron las cate­go­rías que tenían mayo­res fre­cuen­cias de apa­ri­ción. Pos­te­rior­men­te se unie­ron cate­go­rías que se inter­co­nec­ta­ban o que de algu­na mane­ra per­te­ne­cían al mis­mo tema, así se iden­ti­fi­ca­ron opi­nio­nes, ideas o sen­ti­mien­tos que eran recu­rren­tes en el dis­cur­so de los par­ti­ci­pan­tes. El últi­mo paso fue deno­mi­nar, (o asig­nar­le nom­bre) a dichas cate­go­rías fina­les, la cate­go­ri­za­ción se mues­tra en la Tabla 1.

Tabla 1. Categorización

NOMBRE DE LA CATEGORÍA

PALABRAS CLAVE

DEFINICIÓN OPERACIONAL

Des­igual­dad

Palan­cas, dine­ro, estu­dios, machis­mo

Aná­li­sis de los dis­cur­sos de des­igual­dad que sufren res­pec­to a su géne­ro, (implí­ci­ta o explí­ci­ta­men­te) las par­ti­ci­pan­tes.

Vio­len­cia

Agre­si­vo, delin­cuen­cia, abu­so, vio­lar.

Agre­sio­nes físi­cas, psi­co­ló­gi­cas y obs­té­tri­cas reci­bi­das por razo­nes de géne­ro.

Opor­tu­ni­da­des

Estu­diar, tra­ba­jar, opor­tu­ni­dad, metas,

Opi­nio­nes de las par­ti­ci­pan­tes en refe­ren­cia al acce­so a opor­tu­ni­da­des labo­ra­les, esco­la­res y de otras índo­les.

Exclu­sión

Pri­vi­le­gios, acce­so, impe­di­men­to, res­tric­cio­nes.

Aná­li­sis de los dis­cur­sos de exclu­sión que sufren res­pec­to a su géne­ro, (implí­ci­ta o explí­ci­ta­men­te) las par­ti­ci­pan­tes

Con­su­mo de sus­tan­cias

Dro­gas, alcohol, porros. Tomar, fumar.

Per­cep­ción de las par­ti­ci­pan­tes hacia la rela­ción entre el con­su­mo de sus­tan­cias y la vio­len­cia

Roles de géne­ro

Hijos, papás, labo­res, cui­dar, fami­lia.

Patro­nes de con­duc­tas que les son social­men­te asig­na­do, así como su impo­si­ción.

Fuente: Elaboración propia

Una vez que el con­te­ni­do de la infor­ma­ción reca­ba­da en las entre­vis­tas se redu­jo en estas cate­go­rías, se pro­ce­dió a hacer un aná­li­sis de con­te­ni­do: “Aná­li­sis cua­li­ta­ti­vo de las rela­cio­nes con otros códi­gos y con el con­tex­to y las con­se­cuen­cias de la acción” (Kva­le, 2011, p.139). Para ana­li­zar el con­te­ni­do del dis­cur­so, se sus­tra­je­ron citas de los diá­lo­gos de las par­ti­ci­pan­tes, que eran repre­sen­ta­ti­vos para cada cate­go­ría a desa­rro­llar. Una vez hecho esto, se pro­ce­dió a des­cri­bir dichas res­pues­tas de los par­ti­ci­pan­tes.

Resultados

Género

Como se ha men­cio­na­do ante­rior­men­te, los roles de géne­ro asig­na­dos cul­tu­ral­men­te gene­ran  impo­si­cio­nes que se dan hacia ambos sexos y que van des­de cáno­nes de belle­za, nor­mas de con­duc­ta, de ves­ti­men­ta, creen­cias, ideas, prác­ti­cas, valo­res, etc. Estas impo­si­cio­nes dan ori­gen a toda una serie de rela­cio­nes des­igua­les de géne­ro, que se sos­tie­nen bajo la pre­mi­sa de la dife­ren­cia bio­ló­gi­ca de sexos. Esta refle­xión es de vital impor­tan­cia, ya que la cate­go­ría de géne­ro pro­du­ce un cla­ro des­equi­li­brio e inequi­dad entre ambos sexos; que trae como con­se­cuen­cia rela­cio­nes asi­mé­tri­cas entre hom­bres y muje­res. En dichas rela­cio­nes el hom­bre jue­ga un papel jerár­qui­ca­men­te supe­rior al de la mujer; en con­tras­te, colo­ca a las muje­res en una pos­tu­ra de sumi­sión que se per­pe­túa con la des­va­lo­ri­za­ción de lo feme­nino ante lo mas­cu­lino (Nie­ves Rico, 1996).

Este andro­cen­tris­mo es el que impo­ne muchas nor­mas del cómo debe ser, lucir, actuar o com­por­tar­se una mujer. El más cla­ro ejem­plo, es el rol de ama de casa que ha sido asig­na­do a la mujer y que muchas veces va de la mano con la mater­ni­dad, como se mues­tra en la siguien­te cita:

“¿Qué pro­ble­mas con­si­de­ras que tie­nen las muje­res jóve­nes que influ­yan en su vida dia­ria?”

“Ser mamás a tem­pra­na edad”.

Mar­ta, 18 años, emplea­da de tien­da,

Ciu­dad de Méxi­co.

Uno de los más gran­des pro­ble­mas a los que se enfren­tan las muje­res jóve­nes en la actua­li­dad, es el emba­ra­zo ado­les­cen­te, pues debi­do a las nor­mas impues­tas, una mujer debe cum­plir con su rol repro­duc­ti­vo social­men­te asig­na­do; lo cual la con­fi­na a un tra­ba­jo no remu­ne­ra­do que es la mater­ni­dad. En el caso de ellas, su vida se ve cla­ra­men­te influi­da por la mater­ni­dad, situa­ción que no afec­ta en igual medi­da a los hom­bres jóve­nes; sin embar­go, en esta dife­ren­cia­ción no sólo entra en jue­go la edad y el géne­ro; sino tam­bién los dis­tin­tos sec­to­res socia­les; por ejem­plo, en estra­tos socia­les bajos se sigue pre­mian­do a la mater­ni­dad como un hecho de rea­li­za­ción per­so­nal (Mar­gu­lis, 2001); mien­tras que, muje­res de estra­tos medios y altos al tener acce­so a otras opor­tu­ni­da­des apla­zan la mater­ni­dad o bien pre­si­den de ella, pues no es vis­ta como par­te de su rea­li­za­ción per­so­nal. Así, la mater­ni­dad se vuel­ve una impo­si­ción que toda mujer debe de cum­plir; en con­se­cuen­cia, tam­bién se le nie­ga el acce­so a opor­tu­ni­da­des y dere­chos por el rol social al cual se ven some­ti­das. Esto trun­ca no sólo sus opor­tu­ni­da­des de desa­rro­llo pro­fe­sio­nal sino tam­bién otros muchos aspec­tos. En este con­tex­to, la mater­ni­dad es la res­pon­sa­ble de man­te­ner el orden social res­pec­to a la figu­ra de la “mujer com­ple­ta” cuan­do se con­vier­te en madre (Moli­na Tor­te­ro­lo, 2014, p.5); ejem­plo de ello es la siguien­te cita:

“Si he que­ri­do entrar a tra­ba­jar, pero no han que­ri­do que la des­cui­de; enton­ces ya que entre a la escue­la, no sé si bus­car un tra­ba­jo o estu­diar por las maña­nas y ya dejar de estu­diar cuan­do ella (su hija) sal­ga de la escue­la”.

Irma, 18 años, ama de casa, Ciu­dad de Méxi­co.

 

Esta idea del deber mater­nal se ha exten­di­do de mane­ra hege­mó­ni­ca en la socie­dad. Se pue­de obser­var en el dis­cur­so de la par­ti­ci­pan­te, que exis­te un escru­ti­nio cons­tan­te hacia la mujer, del cómo ser una “bue­na madre”, cómo actuar y criar a sus hijos. Bajo este sis­te­ma mora­li­zan­te y auto­ri­ta­rio, se ins­tru­ye a las muje­res; se les incul­ca un “ins­tin­to mater­nal” que es una de las más impor­tan­tes téc­ni­cas de domi­na­ción actual­men­te, pues los nive­les de cul­pa que gene­ran en las muje­res son enor­mes cuan­do expe­ri­men­tan el recha­zo o des­apro­ba­ción de hom­bres y muje­res ante accio­nes “no pro­pias” de su rol de madre.

De esta mane­ra se mani­fies­ta el con­trol sobre el cuer­po feme­nino que no es sólo social, sino se ha vuel­to un tema polí­ti­co y eco­nó­mi­co, pues va más allá del con­trol de la fecun­di­dad de las muje­res, sino que exis­te en la actua­li­dad una ins­ti­tu­cio­na­li­za­ción de la mater­ni­dad como un deber (Moli­na Tor­te­ro­lo, 2014, p. 14). En con­se­cuen­cia, se pue­de ver a las muje­res con­fi­nar su tiem­po com­ple­to a las fun­cio­nes de cui­da­do­ra (hijos, padres, etc.) y tareas domés­ti­cas. Así se man­tie­ne la subor­di­na­ción de la mujer en el ámbi­to pri­va­do; sien­do la repro­duc­ción el eje prin­ci­pal de domi­na­ción:

“Si me sien­to mal por­que qui­sie­ra seguir estu­dian­do, pero lue­go veo a mi bebé y ya no me impor­ta, pero si me he pues­to a pen­sar que podría estar estu­dian­do o tra­ba­jan­do”

Tania, 16 años, ama de casa, Ciu­dad de Méxi­co.

En este sen­ti­do, pode­mos ver cómo este dis­po­si­ti­vo de géne­ro que colo­ca a muje­res y hom­bres en pape­les fijos y jerar­qui­za­dos per­pe­túa la des­igual­dad de géne­ro, al con­fi­nar a la mujer en este rol de cui­da­do­ra y madre, que le impi­de rea­li­zar otras fun­cio­nes, o inclu­so, lograr sus pro­pias metas o deseos. Esta vul­ne­ra­bi­li­dad estruc­tu­ral de las muje­res es con­se­cuen­cia de su domi­na­ción real, que se ejer­ce a par­tir del mode­lo de la domi­na­ción mas­cu­li­na; es decir, del poder nor­ma­ti­vo mas­cu­lino en la deter­mi­na­ción de las con­duc­tas y los roles de géne­ro, así como en su valo­ra­ción.

Sin embar­go, la idea de la mater­ni­dad obli­ga­to­ria está tan inte­rio­ri­za­da por las muje­res en la actua­li­dad, que inclu­so para ellas, pare­ce ser una deci­sión pro­pia tomar su mater­ni­dad por enci­ma de todo, inclu­so de sí mis­mas. Y esto es por­que den­tro de la ideo­lo­gía que encie­rra la mater­ni­dad, ésta está aso­cia­da a la rea­li­za­ción per­so­nal, como par­te indis­pen­sa­ble para la com­ple­ti­tud de una mujer. “Un hijo como el pasa­por­te para el títu­lo de mujer bue­na, com­ple­ta, inte­gral y fecun­da” (Wino­cur, 2012, p. 49).

Por otra par­te, como ya se men­cio­nó ante­rior­men­te, debi­do al sis­te­ma patriar­cal, un hom­bre tie­ne el poder de defi­nir a las muje­res, así como sus con­duc­tas, pen­sa­mien­tos, ideas, limi­tan­tes y sí, tam­bién sus pri­vi­le­gios. El siguien­te diá­lo­go de una de las par­ti­ci­pan­tes ilus­tra esta situa­ción:

(¿Tú podrías con­si­de­rar­te una per­so­na con pri­vi­le­gios?) ‑No con muchos pri­vi­le­gios, pero sí.

(¿Cuá­les pri­vi­le­gios?)  ‑Pues, que, bueno, mi pare­ja hace todo lo posi­ble por dar­nos lo que pue­de. En sí, no nos fal­ta nada.

Irma, 18 años, ama de casa, Ciu­dad de Méxi­co.

Al res­pec­to, Weeks (1998, p. 63) afir­ma que “los hom­bres, al hacer­se [hom­bres] asu­men una posi­ción en cier­tas rela­cio­nes de poder en las que adquie­ren la capa­ci­dad de defi­nir a las muje­res”. Si bien es cier­to que el rol de “pro­vee­dor” que se le ha asig­na­do al varón, impli­ca una res­pon­sa­bi­li­dad, tam­bién sig­ni­fi­ca que el poder eco­nó­mi­co y adqui­si­ti­vo está osten­ta­do por los hom­bres; y eso en una socie­dad capi­ta­lis­ta como en la que vivi­mos, impli­ca un nivel jerár­qui­co mayor al de la mujer. Por lo cual, una mujer pue­de sen­tir­se pri­vi­le­gia­da, al ver­se pro­te­gi­da por los pri­vi­le­gios de un varón (papá, pare­ja, her­mano, etc.); no obs­tan­te, por sí sola, la mujer repre­sen­ta vul­ne­ra­bi­li­dad.

Por todo lo dicho ante­rior­men­te, se podría decir que las muje­res viven den­tro de una vul­ne­ra­bi­li­dad estruc­tu­ral, en don­de son víc­ti­mas de exclu­sión social, no sólo al ser rele­ga­das al ámbi­to del hogar, sino tam­bién en otros aspec­tos como el labo­ral. Ejem­plo:

“Aún exis­ten muchas per­so­nas que te tra­tan dife­ren­te si te ven mujer. Mira, yo me que­ría ir a tra­ba­jar con un tío que hace tra­ba­jos de plo­me­ría, elec­tri­ci­dad y esas cosas igual que mi papá, pero me dijo que no le iba a ser­vir por­que soy mujer y que sus otros cha­la­nes se iban a bur­lar de mí o que eran muy lle­va­dos y no que­ría que me fal­ta­ran al res­pe­to. Y pues si me saqué de onda por­que yo sé hacer muchas de esas cosas, igual mi papá se dedi­ca a eso y nos ense­ñó a mis her­ma­nos y a mí algu­nas cosas”.

Lore­na, 20 años, comer­cian­te, Esta­do de Méxi­co.

En el ejem­plo ante­rior se pue­den obser­var que los roles de géne­ro están muy mar­ca­dos inclu­so para las opor­tu­ni­da­des a las que se pue­de acce­der como hom­bres o como muje­res. Esta divi­sión sexual del tra­ba­jo basa­da en argu­men­tos de dife­ren­cias bio­ló­gi­cas cons­ti­tu­ye un dis­po­si­ti­vo socio­po­lí­ti­co que colo­ca a varo­nes y muje­res en pape­les fijos y jerar­qui­za­dos (Icart, 2009). Sien­do, de nue­vo, las acti­vi­da­des refe­ren­tes a sus roles asig­na­dos (repro­duc­ti­vos) o a los tole­ra­dos (pro­duc­ti­vos) en don­de pue­den abrir­se un espa­cio en el mer­ca­do labo­ral. Por ejem­plo: el supues­to ins­tin­to mater­nal que incli­na a las muje­res al auto­sa­cri­fi­cio y el cui­da­do de otros abre opor­tu­ni­da­des labo­ra­les para muje­res como cui­da­do­ras, enfer­me­ras, maes­tras, etc. El rol asig­na­do de ama de casa, refe­ren­te a las labo­res del hogar, dan pau­ta a tra­ba­jos como inten­den­te, emplea­das domés­ti­cas, etc.  

En este con­tex­to, no es casua­li­dad que “casi todos los tra­ba­jos con­si­de­ra­dos feme­ni­nos man­tie­nen a las tra­ba­ja­do­ras den­tro de los lími­tes de la pobre­za” (Icart, 2009. p. 14). Y esto es algo que se tie­ne muy cla­ro como mujer; así lo dejan ver las par­ti­ci­pan­tes:

“Creo que la socie­dad aún tie­ne muy mar­ca­dos los roles de géne­ro, espe­ran que cier­tas acti­vi­da­des las desa­rro­llen hom­bres y otras muje­res y si alguien se sale de esas nor­mas, aguas, por­que ya hay quie­nes te pon­gan tra­bas. Como mujer espe­ra­rían que me dedi­ca­ra a ser esti­lis­ta o que pon­ga una coci­na eco­nó­mi­ca o así, igual mi pues­to en el tian­guis es más de cosas de muje­res por­que son las que se acer­can a pre­gun­tar de mis pro­duc­tos. Un tiem­po tra­je ropa de ambos, pero a los hom­bres no les gus­ta no sé por qué. Igual me pasó cuan­do empe­cé, le ayu­da­ba en su pues­to a un ami­go que arre­gla celu­la­res y no sé si por ser mujer, rara era la per­so­na que se acer­ca­ba a pre­gun­tar. Es chis­to­so, pero creo que así fun­cio­na­mos. Igual cuan­do una mujer estu­dia una carre­ra eje­cu­ti­va y está en ofi­ci­na es difí­cil que le den pues­tos impor­tan­tes y si los obtie­ne no creen que sea por su tra­ba­jo”.

(¿Por qué sería enton­ces?)

“Por­que se metió con alguien. Dudan dema­sia­do de la capa­ci­dad de las muje­res para desem­pe­ñar tra­ba­jos impor­tan­tes o don­de ten­gan la posi­bi­li­dad de man­dar y les es más fácil y cómo­do pen­sar que fue a cam­bio de favo­res de otro tipo que lo obtie­nen… Y pues está mal, ¿no crees? Pien­so que la capa­ci­dad no tie­ne nada que ver con el sexo, yo soy tan capaz como él, como él o como él y no tie­ne nada que ver con si soy mujer”.

Lore­na, 20 años, comer­cian­te, Esta­do de Méxi­co. 

Como se pue­de apre­ciar, todos estos meca­nis­mos de domi­na­ción mas­cu­li­na, en la que la dis­tri­bu­ción no igua­li­ta­ria de las opor­tu­ni­da­des labo­ra­les con­fi­na a las muje­res a labo­rar en áreas espe­cí­fi­cas, tam­bién regu­la las con­di­cio­nes bajo las que las mis­mas se desem­pe­ñan. Para Icart (2009):

1) Las muje­res reci­ben sala­rios meno­res por el mis­mo tra­ba­jo.

2) Rea­li­zan ser­vi­cios “femi­ni­za­dos” y/o sexua­li­za­dos: (asis­ten­tes, recep­cio­nis­tas, etc.)

3) Se desem­pe­ñan en empleos deri­va­dos de la cua­li­dad “mater­nal” que se cree inna­ta.

4) Son blan­cos de aco­so sexual debi­do a la rela­ción jerár­qui­ca de los impli­ca­dos.

5) Debi­do a la obli­ga­ción de cum­plir con la crian­za de los hijos, se desem­pe­ñan como tra­ba­ja­do­ras a media jor­na­da o como tra­ba­ja­do­ras de doble jor­na­da (domés­ti­ca no remu­ne­ra­da y públi­ca remu­ne­ra­da)

6) Son defi­ni­das con base en su rela­ción con un varón o hijos, y son vis­tas como «espo­sas que tra­ba­jan» o «madres que tra­ba­jan»

7) Se mini­mi­za su apor­ta­ción sala­rial, y se afir­ma que ellas ganan un «ingre­so extra».

De esta for­ma, la mater­ni­dad se vuel­ve una barre­ra para la obten­ción de opor­tu­ni­da­des labo­ra­les, como ya se comen­tó por el papel de madre y por el rol social de tener la obli­ga­ción de ser la cui­da­do­ra pri­ma­ria de los hijos. Tam­bién suce­de que los emplea­do­res no acep­tan a muje­res con hijos, por­que de ante­mano se pien­sa que no cum­pli­rán con sus labo­res ade­cua­da­men­te por aten­der a sus hijos. Este tipo de hechos no ocu­rren con el sexo opues­to, pues su pater­ni­dad nun­ca es cues­tio­na­da ni se con­vier­te en un impe­di­men­to o un fil­tro para con­se­guir un empleo. Esto, las muje­res lo tie­nen muy cla­ro, como se demues­tra en la siguien­te cita:

(¿Crees que en algu­nos tra­ba­jos no le den el tra­ba­jo a la mujer por­que ten­ga un hijo?)

“Pues hay hom­bres que si son así, en los tra­ba­jos le pre­fie­ren dar a los hom­bres que a las muje­res”.

Irma, 18 años, ama de casa, Ciu­dad de Méxi­co.

En resu­men, las opor­tu­ni­da­des labo­ra­les a las que tie­nen acce­so las muje­res están deter­mi­na­das por la acep­ta­ción social de la ideo­lo­gía fami­liar, es decir, del mode­lo fami­liar del hom­bre como jefe de fami­lia. Esto es, que la res­pon­sa­bi­li­dad de com­pa­ti­bi­li­zar la vida fami­liar con la vida labo­ral recae en las muje­res, y por ello son con­si­de­ra­das tra­ba­ja­do­ras que bus­can sólo un tra­ba­jo com­ple­men­ta­rio al de su mari­do y no dedi­can todos sus esfuer­zos al empleo. Es por lo que, las muje­res siguen sien­do una fuer­za de tra­ba­jo más eco­nó­mi­ca que la de los varo­nes. Y esta des­igual­dad con­ti­nua­rá mien­tras los emplea­do­res sigan acep­tan­do, bajo argu­men­tos de dife­ren­cias bio­ló­gi­cas y socia­les, que las muje­res sólo están des­ti­na­das para deter­mi­na­dos tipos de labo­res (Icart, 2009).

Violencia hacia las mujeres

La vio­len­cia hacia las muje­res en las entre­vis­tas rea­li­za­das fue un tema pre­do­mi­nan­te en el dis­cur­so de las par­ti­ci­pan­tes, las citas que se recu­pe­ra­ron hacen alu­sión a dis­tin­tos tipos de vio­len­cia. De esta mane­ra, la cate­go­ría gene­ral del tema de vio­len­cia fue la vio­len­cia de géne­ro, la cual se ana­li­za a par­tir de la vio­len­cia en el entorno, la vio­len­cia por par­te de la pare­ja, vio­len­cia reci­bi­da por otros agre­so­res y la per­cep­ción de cau­sas que las muje­res entre­vis­ta­das atri­bu­yen a la vio­len­cia. Ade­más, su expre­sión va des­de ame­na­zas has­ta las agre­sio­nes físi­cas, y tam­bién está pre­sen­te en varios ámbi­tos de la vida de las muje­res. A con­ti­nua­ción, se pre­sen­ta los dife­ren­tes ámbi­tos don­de las muje­res entre­vis­ta­das per­ci­bie­ron y/o fue­ron víc­ti­mas de vio­len­cia par­ti­cu­lar­men­te por cues­tio­nes de géne­ro.

Violencia en el entorno y por otros agresores

La vio­len­cia en terri­to­rio mexi­cano se ha vuel­to una cons­tan­te, tan­to que no sólo ha aumen­ta­do su la expre­sión; sino que tam­bién la per­cep­ción de inse­gu­ri­dad del entorno se ha vuel­to gene­ra­li­za­da. Al res­pec­to, las muje­res entre­vis­ta­das men­cio­na­ron vivir en un entorno don­de pre­do­mi­na la delin­cuen­cia como lo mues­tran las siguien­tes citas:

“Aquí en la calle de Z…, aho­ra en las posa­das mata­ron a un mucha­cho; lo bala­cea­ron”.

Tania, 16 años, ama de casa, Ciu­dad de Méxi­co

“Pues, hay veces que está tran­qui­lo y hay veces que, si pasan muchos acci­den­tes, asal­tan mucho y así; enton­ces si como que da mie­do salir, por­que qué tal y te hacen algo ¿no?”

Irma, 18 años, ama de casa, Ciu­dad de Méxi­co. 

Al aumen­tar la per­cep­ción de inse­gu­ri­dad, sur­ge el temor de tran­si­tar por las calles, como en el caso ante­rior don­de expre­sa el mie­do a ser víc­ti­ma de algún even­to de vio­len­cia. Así, aun­que la vio­len­cia reper­cu­te tan­to en hom­bres como en muje­res, su per­cep­ción varía de acuer­do con el sexo de la víc­ti­ma, es decir, las muje­res se enfren­tan a tipos de temo­res dife­ren­tes que difí­cil­men­te se pre­sen­tan en los varo­nes. Por ejem­plo, la per­cep­ción de inse­gu­ri­dad en su entorno no sólo se enfo­ca en even­tos de delin­cuen­cia pro­ta­go­ni­za­da por ter­ce­ros; sino el temor de ser víc­ti­ma vio­len­cia sexual, como lo mues­tra la siguien­te cita:

“Hay par­ques aquí cer­ca, pero si vas a que­rer dis­traer­te o hacer ejer­ci­cio te roban o algo así.  Ves cómo está la situa­ción de vio­len­cia sobre todo sien­do mujer, tam­bién ahí está feo la ver­dad… sí quie­ro ir al par­que a hacer ejer­ci­cio con los apa­ra­tos que recién pusie­ron, pero esta peli­gro­so, no fal­ta quien te este mor­bo­sean­do o ace­chan­do”.

Lore­na, comer­cian­te, 20 años, Eca­te­pec.

De esta for­ma, el ries­go de ser víc­ti­ma de vio­len­cia en el caso de las muje­res aumen­ta, pues no sólo temen a ser víc­ti­mas de deli­tos como el robo; sino tam­bién viven con la cons­tan­te incer­ti­dum­bre de ser agre­di­das sexual­men­te en dife­ren­tes esce­na­rios de su vida; por ejem­plo, en un espa­cio de recrea­ción (par­que) como en el caso pre­sen­ta­do.

“Dos veces, don­de vivía antes, me qui­sie­ron subir una vez en un taxi un señor, esta­ba muy chi­ca, tenía como unos 11 años. Y 12 o 13, 13 años cuan­do fui a la tien­da de ahí al lado de mi casa. Yo entré nor­mal, pero el cha­vo ya era gran­de, yo entré y como esta­ba solo y yo iba sola me qui­so, qui­so abu­sar de mí, has­ta que entró una seño­ra y me ayu­dó”.

Irma, ama de casa, 18 años, Ciu­dad de Méxi­co. 

“…yo cuan­do era niña me inten­ta­ron vio­lar muchas veces…”

Car­la, mese­ra, 20 años, Esta­do de Méxi­co. 

La vio­len­cia sexual se expre­sa de dife­ren­tes for­mas que van des­de el aco­so ver­bal a la pene­tra­ción for­za­da y una varie­dad de tipos de coac­ción, des­de la pre­sión social y la inti­mi­da­ción a la fuer­za físi­ca (OMS y OPS, 2013). En los dos casos expues­tos se pre­sen­tan un inten­to de vio­la­ción sexual; ade­más, otra simi­li­tud de las agre­sio­nes es que se efec­túan duran­te la niñez/adolescencia, eta­pa en que las muje­res son más vul­ne­ra­bles por­que no se les con­si­de­ra suje­tos de dere­cho, sino que son vis­tos obje­tos de con­su­mo. Las cau­sas de la no denun­cia sue­len ser varia­das, entre ellas están: sis­te­mas de apo­yo inade­cua­dos, ver­güen­za, temor o ries­go de ser cul­pa­das, mie­do a repre­sa­lias, temor a que no les crean y temor o ries­go de ser tra­ta­das mal o ser social­men­te mar­gi­na­das (OMS y OPS, 2013). En con­se­cuen­cia, ser víc­ti­ma de vio­len­cia sexual den­tro de la socie­dad adquie­re tin­tes estig­ma­ti­zan­tes; ya que en la mayo­ría de las veces se le seña­la a la víc­ti­ma como res­pon­sa­ble del suce­so; ya sea por su for­ma de ves­tir o de actuar.

Violencia de la pareja

Un gran por­cen­ta­je de los agre­so­res en casos de  vio­len­cia con­tra las muje­res es la pare­ja o expa­re­ja, patrón que no se repi­te en el caso de los hom­bres, ya que en ellos la vio­len­cia sue­le venir de des­co­no­ci­dos o cono­ci­dos leja­nos (OMS y OPS, 2013). Res­pec­to al tipo de vio­len­cia ejer­ci­da hacia las muje­res por parejas/exparejas en Méxi­co el 40.1% de las muje­res repor­ta que ha sido víc­ti­ma de vio­len­cia emo­cio­nal, el 17.9% de vio­len­cia físi­ca, el 6.5% vio­len­cia sexual y el 20.9% vio­len­cia económica/patrimonial (INEGI, 2016). Ante estas cifras no resul­ta extra­ño que, en las entre­vis­tas, las par­ti­ci­pan­tes refi­rie­ran haber sido vio­len­ta­das en algún momen­to por su pare­ja, como se pue­de apre­ciar en la siguien­te cita:

“…cuan­do él [su pare­ja] se dro­ga­ba era muy agre­si­vo con­mi­go, me qui­ta­ba mi dine­ro y lle­ga el momen­to en que una se can­sa. Enton­ces le dije que ya era tiem­po de cam­biar y que, si que­ría seguir con su des­ma­dre que siguie­ra, pero yo ya no que­ría ser par­te de eso y que me iba a ir con mis hijas. Pero la ver­dad yo si tenía mie­do de andar­le dicien­do esas cosas por­que anda­ba bien meti­do en todo eso, y pen­sa­ba que me iba a matar. Lo hice más por mis hijas… mi pare­ja has­ta me ame­na­za­ba con qui­tar­me a mis hijas si yo me iba”

Car­la, mese­ra, 20 años, Esta­do de Méxi­co. 

Otro fac­tor de gran impor­tan­cia, que inci­de en el ejer­ci­cio de la vio­len­cia, es el con­su­mo de sus­tan­cias. Esta ha sido defi­ni­da por varios auto­res como un fac­tor de ries­go en la vio­len­cia den­tro de las rela­cio­nes de pare­ja (Redon­do Rodrí­guez & Gra­ña Gómez 2014). El con­su­mo de sus­tan­cias no gene­ra per se una per­so­na más vio­len­ta; sino que se pue­de dar como una con­se­cuen­cia secun­da­ria. Por ejem­plo, ante pro­ce­sos como la abs­ti­nen­cia sur­ge la nece­si­dad de su con­su­mo con­ti­nuo, lo que trae con­si­go el uso de vio­len­cia para con­se­guir los medios para finan­ciar su con­su­mo, hecho que lle­va a otro tipo de vio­len­cia común en las rela­cio­nes de pare­ja, que es la vio­len­cia eco­nó­mi­ca y suce­de cuan­do uno de ellos afec­ta la super­vi­ven­cia eco­nó­mi­ca del otro. Cabe acla­rar que no se ape­la a una rela­ción cau­sal entre el con­su­mo de sus­tan­cias y la vio­len­cia; ya que estas se pue­den pre­sen­tar jun­tas o sepa­ra­das.

Como ya se ha dicho, la vio­len­cia en pare­ja se da por medio de rela­cio­nes asi­mé­tri­cas social­men­te esta­ble­ci­das, en las cua­les el hom­bre es el encar­ga­do de ejer­cer el poder y dic­tar el actuar de los miem­bros de la fami­lia; en con­tras­te, el rol social­men­te acep­ta­ble de la mujer es de sumi­sión y subor­di­na­ción. Sin embar­go, un ejem­plo en el núcleo fami­liar es el caso ante­rior­men­te expues­to, en el cual se esta­ble­ció una rela­ción de subor­di­na­ción don­de la pare­ja ejer­cía el domi­nio, pero cuan­do la mujer se mani­fies­ta en con­tra de este domi­nio, sur­ge el com­por­ta­mien­to vio­len­to por par­te de la pare­ja, median­te coer­ción y ame­na­zas de qui­tar­le a sus hijas si se iba de la casa, es decir, si no cum­ple con “su deber de espo­sa”. En el caso de la vio­len­cia de géne­ro, no sólo impli­ca la agre­sión físi­ca; sino las ame­na­zas que traen con­si­go temor e incer­ti­dum­bre res­pec­to al pro­pio bien­es­tar. Esta subor­di­na­ción no sólo se da en el ámbi­to fami­liar; pues el hom­bre siem­pre ha teni­do una jerar­quía domi­nan­te en todo el sis­te­ma social.

Arendt (2005, p. 77) men­cio­na: “la vio­len­cia apa­re­ce don­de el poder está en peli­gro”, es decir, se hace uso de la vio­len­cia cuan­do ya no se pue­de ejer­cer el poder sobre la otra per­so­na; en con­se­cuen­cia, la vio­len­cia se vuel­ve un recur­so para ejer­cer con­trol o como méto­do para recu­pe­rar el mis­mo. En otras pala­bras, en la vio­len­cia de géne­ro y de pare­ja, la vio­len­cia apa­re­ce cuan­do la mujer se sale de estos roles esta­ble­ci­dos o desa­fía el poder jerár­qui­co del varón, dicha vio­len­cia es uti­li­za­da como medio para man­te­ner a la mujer en su rol de sumi­sión y subor­di­na­ción.

Percepción de las causas de la violencia

En otro orden de ideas, para la rea­li­za­ción de la pre­sen­te inves­ti­ga­ción, se inda­gó en las muje­res entre­vis­ta­das su per­cep­ción acer­ca de las cau­sas que ellas creen, per­mean en la géne­sis de la vio­len­cia y la comi­sión de deli­tos en la pobla­ción joven. Entre las cau­sas que las muje­res atri­bu­yen se encuen­tran las siguien­tes:

  • Entorno fami­liar:

“Bueno, a lo que yo sien­to, es que pue­de que lo hayan vivi­do en su casa, enton­ces ellos que­da­ron así de ver toda esa vio­len­cia en su casa y por eso se vol­vie­ron así”.

Irma, ama de casa, 18 años, Ciu­dad de Méxi­co.

  • Fal­ta de opor­tu­ni­da­des y des­igual­dad:

“Por su fal­ta de edu­ca­ción, por la nece­si­dad”.

Mar­ta, emplea­da de tien­da, 18 años, Ciu­dad de Méxi­co.

  • Influen­cia de pares:

“Porque se jun­tan así con otras per­so­nas que no les ayu­dan en nada y se dro­gan, se vuel­ven  peleo­ne­ros y; pues no sé, cam­bian como su pare­cer y su pen­sar de ello”.

Irma, ama de casa, 18 años, Ciu­dad de Méxi­co.

  • Machis­mo:

    “Pues por­que los hom­bres son así muy machis­tas y lue­go las muje­res que le hacen lue­go algo, los hom­bres pues así ya tra­tan mal a todos y así… pues que lue­go se creen muy machis­tas y se creen más que una mujer y creen que pue­den más que las muje­res”.

Tania, ama de casa, 16 años, Ciu­dad de Méxi­co.

  • Con­su­mo de sus­tan­cias:

“Pues entre fami­lia es que el hom­bre le pegue a la mujer, que lle­gue borra­cho y le pegue a sus hijos, o en la calle q por­que están borra­chos ya quie­ren estar hacien­do pura vio­len­cia

Tania, ama de casa, 16 años, Ciu­dad de Méxi­co.

La per­cep­ción de la vio­len­cia en las muje­res entre­vis­ta­das con­tem­pla fac­to­res indi­vi­dua­les (con­su­mo de sus­tan­cias), de las rela­cio­nes inter­per­so­na­les (entorno fami­liar e influen­cia de pares) y socia­les (fal­ta de opor­tu­ni­da­des refe­ren­te a la edu­ca­ción, des­igual­dad; y cues­tio­nes de géne­ro). Por lo gene­ral le dan peso a un solo fac­tor; sin embar­go, el pro­ble­ma de la vio­len­cia es un fenó­meno mul­ti­cau­sal en el que sí están pre­sen­tes las varia­bles men­cio­na­das, pero tam­bién entra en jue­go otras y la inter­ac­ción entre ellas.

Conclusiones

Los resul­ta­dos, del pre­sen­te tra­ba­jo sugie­ren que los roles de géne­ro y las impo­si­cio­nes socia­les hacia las muje­res, como lo son la crian­za de los hijos y el tra­ba­jo domés­ti­co no remu­ne­ra­do, son fac­to­res deter­mi­nan­tes para la pro­ble­má­ti­ca a la que se enfren­tan las muje­res jóve­nes en su día a día. Estas nor­mas de géne­ro que tam­bién esta­ble­cen las pre­mi­sas de la sepa­ra­ción sexual del tra­ba­jo, de las tareas, de los tiem­pos, de los espa­cios, de los debe­res y de los dere­chos per­pe­túan la vul­ne­ra­bi­li­dad estruc­tu­ral de las muje­res, las posi­cio­nan en un con­ti­nuo esta­do de sumi­sión y des­ven­ta­ja fren­te al varón.  Acen­tuan­do con ello, la des­igual­dad y exclu­sión social de las que son víc­ti­mas las muje­res en nues­tra socie­dad.

En rela­ción con la vio­len­cia hacia las muje­res, se pue­de obser­var que en una gran can­ti­dad de casos se da por cues­tio­nes de géne­ro; Ade­más, sus pro­ba­bi­li­da­des de ser víc­ti­ma aumen­tan con­si­de­ra­ble­men­te. Si bien es cier­to que un gran por­cen­ta­je de las agre­sio­nes hacia las muje­res corres­pon­de a su círcu­lo más cer­cano como lo pue­de ser la pare­ja o expa­re­ja e inclu­so algún fami­liar; la vio­len­cia hacia las muje­res no sólo per­mea en el ambien­te cer­cano, sino que tam­bién son víc­ti­mas de otros agre­so­res como en los casos que refie­ren nues­tras par­ti­ci­pan­tes, en los que han sido víc­ti­mas de inten­to de vio­la­ción de des­co­no­ci­dos. Pero esta pro­ble­má­ti­ca, no se redu­ce úni­ca­men­te a estos casos, sino tam­bién se extien­de a otros con­tex­tos como la men­cio­na­da vio­len­cia obs­té­tri­ca que afec­ta a muje­res emba­ra­za­das.

Por otro lado, las razo­nes por las que las muje­res son víc­ti­mas de vio­len­cia pue­den ser muchas, pero entre ellas está la idea de que son per­ci­bi­das como seres débi­les bajo el domi­nio mas­cu­lino; por ende, son un blan­co fácil para coer­cer y domi­nar. Ade­más, en oca­sio­nes se jus­ti­fi­ca la vio­len­cia ejer­ci­da con­tra ellas y se les seña­la como las res­pon­sa­bles de la vio­len­cia reci­bi­da, es decir, exis­te una revic­ti­mi­za­ción.

La vio­len­cia de géne­ro en las muje­res es una reali­dad que afec­ta los dife­ren­tes ámbi­tos de su vida día con día; por lo que es nece­sa­rio no sólo dia­lo­gar sobre ello para con­tri­buir en su visi­bi­li­za­ción, sino tam­bién tomar accio­nes que fomen­ten una vida más equi­ta­ti­va entre hom­bres y muje­res para lograr una vida libre de vio­len­cia.

Referencias

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Zamudio, F. J., Ayala, M.R. y Arana, R. I. (2013). Mujeres y hombres. Desigualdades de género en el contexto mexicano. Estudios Sociales. Núm. 44

Notas

1. Este artícu­lo fue finan­cia­do por el Con­se­jo Nacio­nal de Cien­cia y Tec­no­lo­gía (CONACyT) y for­ma par­te de los pro­duc­tos del pro­yec­to “Des­igual­dad y exclu­sión social: fac­to­res rela­cio­na­dos con la vio­len­cia y la delin­cuen­cia en jóve­nes del Dis­tri­to Fede­ral, Esta­do de Méxi­co y More­los”, con el núme­ro 240230 de la con­vo­ca­to­ria de Inves­ti­ga­ción Cien­tí­fi­ca Bási­ca 2013–2014 a car­go del Dr. Ser­gio Zer­me­ño y Gar­cía Gra­na­dos Inves­ti­ga­dor titu­lar del IIS-UNAM.

2.  Correo elec­tró­ni­co:  arianna_alvarez@outlook.es

3.  Correo elec­tró­ni­co:  araceli.pineda.almaraz@gmail.com

4.  Correo elec­tró­ni­co:    ma.tellezrojas@gmail.com

5. Are­llano Gar­cía, C. La Jor­na­da (2018) “Suman 673 femi­ni­ci­dios en Méxi­co duran­te 2018: acti­vis­ta” Dis­po­ni­ble en: https://​www​.jor​na​da​.com​.mx/​u​l​t​i​m​a​s​/​s​o​c​i​e​d​a​d​/​2​0​1​8​/​0​5​/​1​5​/​s​u​m​a​n​-​6​7​3​-​f​e​m​i​n​i​c​i​d​i​o​s​-​e​n​-​m​e​x​i​c​o​-​d​u​r​a​n​t​e​-​2​0​1​8​-​a​c​t​i​v​i​s​t​a​-​3​0​8​1​.​h​tml