5. La familia como contexto en la construcción de las emociones Descargar este adjunto (Alternativas en Psicología. Revista Semestral. Tercera Época. Año XVI. Núme~.pdf)

José de Jesús Vargas Flores1, Edilberta Joselina Ibáñez Reyes2 y María Luisa Hernández Lira3

Facultad de Estudios Profesionales Iztacala
Universidad Nacional Autónoma de México

La cons­truc­ción de la emo­ción es uno de los temas más impor­tan­tes de la psi­co­lo­gía; éste se ha ana­li­za­do des­de su ini­cio como dis­ci­pli­na cien­tí­fi­ca. En el pre­sen­te tra­ba­jo se exa­mi­na a la emo­ción des­de la pers­pec­ti­va de la teo­ría fami­liar de Murray Bowen. Se dis­cu­te como un tema gene­ral den­tro de la dis­ci­pli­na y pos­te­rior­men­te se enmar­ca en el con­tex­to fami­liar. Se con­si­de­ra que el con­cep­to de dife­ren­cia­ción es rele­van­te, así como sus deri­va­dos como la fusión y la des­co­ne­xión emo­cio­nal. Se lle­va a cabo su estu­dio y se rea­li­zan pro­pues­tas prác­ti­cas den­tro de la psi­co­lo­gía apli­ca­da en la clí­ni­ca.

Pala­bras Cla­ve: Emo­ción, fami­lia, tera­pia fami­liar, dife­ren­cia­ción, fusión, des­co­ne­xión emo­cio­nal.

 

The emo­tion cons­truc­tion is one of the most impor­tant sub­jects in psy­cho­logy. This sub­ject has been dis­cus­sed and analy­zed sin­ce the begin­ning of psy­cho­logy as a scien­ti­fic dis­ci­pli­ne. In this work, the emo­tion is analy­zed from the Murray Bowen’s family theory pers­pec­ti­ve. The emo­tion is dis­cus­sed as a gene­ral sub­ject in psy­cho­logy and then it’s fra­med in the family con­text. For this analy­sis the dif­fe­ren­tia­tion con­cept and its rela­ted con­cepts are impor­tant, such as the fusion and emo­tio­nal cutoff. A dis­cus­sion is pre­sen­ted and also appli­ca­tion pro­po­sals are given, all in cli­ni­cal applied psy­cho­logy.

Key­words: Emo­tion, family, fami­liar the­rapy, dif­fe­ren­tia­tion, fusion, emo­tio­nal cutoff.

Al igual que la memo­ria, el apren­di­za­je y la moti­va­ción, la emo­ción es uno de los temas cen­tra­les de la psi­co­lo­gía ya que es uno de los ele­men­tos más impor­tan­tes en la expli­ca­ción del com­por­ta­mien­to humano (James, 1989). No obs­tan­te, los psi­có­lo­gos con­duc­tua­les no han podi­do gene­rar una teo­ría lo sufi­cien­te­men­te amplia que les per­mi­ta dar cuen­ta del fenó­meno. Se reco­no­ce que cual­quier deci­sión impor­tan­te, com­por­ta­mien­to o cog­ni­ción con­tie­ne un alto gra­do de emo­cio­na­li­dad. Cuan­do un suje­to se rela­cio­na social­men­te con su pare­ja o en inter­ac­ción con su empleo, las emo­cio­nes se encuen­tran jugan­do un papel sig­ni­fi­ca­ti­vo en todas sus deci­sio­nes. Por ejem­plo, el lla­ma­do de su jefe pue­de oca­sio­nar­le ale­gría, mie­do o indi­fe­ren­cia depen­dien­do de la inter­pre­ta­ción que en ese momen­to le dé den­tro de su his­to­ria y con­tex­to par­ti­cu­lar.

Es difí­cil defi­nir a las emo­cio­nes por­que son un even­to cons­ti­tui­do por varios ele­men­tos; por un lado, están los con­duc­tua­les, por el otro, los fisio­ló­gi­cos y los moti­va­cio­na­les. Algu­nos auto­res opi­nan que las emo­cio­nes son más bási­cas que los sen­ti­mien­tos (Kerr y Bowen, 1988); es decir, que las emo­cio­nes están pre­sen­tes en todos los ani­ma­les, inclu­yen­do al hom­bre y for­man una par­te bási­ca de su estruc­tu­ra psí­qui­ca mien­tras que los sen­ti­mien­tos se refie­ren a aspec­tos exclu­si­va­men­te huma­nos. La tris­te­za, la ale­gría o el eno­jo son sen­ti­mien­tos debi­do a que hay un mar­co refe­ren­cial social que los iden­ti­fi­ca y da nom­bre a las emo­cio­nes para con­ver­tir­las en sen­ti­mien­tos, en el más estric­to sen­ti­do humano.

La cau­sa de las emo­cio­nes es diver­sa. Exis­te una gran can­ti­dad de plan­tea­mien­tos con­cep­tua­les para dar una expli­ca­ción sobre esto; sin embar­go, den­tro de esta diver­si­dad, toma­re­mos en cuen­ta la teo­ría de la eva­lua­ción de las emo­cio­nes cuyo plan­tea­mien­to con­cep­tual las expli­ca, en el caso de los huma­nos, a par­tir de la eva­lua­ción apren­di­da que el suje­to hace de su medio (Arnold, 1970). Pérez Nie­to y Redon­do Del­ga­do (1997) seña­lan que estos pro­ce­sos siem­pre pre­ce­den y eli­ci­tan a la emo­ción de mane­ra que las valo­ra­cio­nes la ini­cian a tra­vés de los cam­bios fisio­ló­gi­cos, expre­si­vos y con­duc­tua­les que defi­nen el esta­do emo­cio­nal, el cual, da cuen­ta de la mane­ra en que el suje­to debe hacer una esti­ma­ción de la situa­ción que le rodea, y a par­tir de ésta, pro­vo­ca un con­jun­to de emo­cio­nes. No obs­tan­te, exis­ten algu­nos estí­mu­los pun­tua­les que indu­cen un con­jun­to de emo­cio­nes sin tomar en cuen­ta una eva­lua­ción; por ejem­plo, un dolor muy fuer­te, un rui­do enér­gi­co, la oscu­ri­dad, una heri­da, el ham­bre o la sed, son estí­mu­los de tipo bio­ló­gi­co que ponen en entre­di­cho la inte­gri­dad físi­ca del indi­vi­duo colo­cán­do­lo en una situa­ción de aler­ta auto­má­ti­ca que gene­ra un con­jun­to de emo­cio­nes que tie­nen como obje­ti­vo ale­jar­se de algo con­si­de­ra­do como noci­vo.

Sistema emocional, de sentimientos e intelectual

Para Bowen (1989), el sis­te­ma emo­cio­nal es el que esta­ble­ce el víncu­lo con­duc­tual entre los seres huma­nos y los ani­ma­les. De acuer­do a Kerr y Bowen, (1988), en tér­mi­nos gene­ra­les, el sis­te­ma emo­cio­nal es defi­ni­do como:

…la exis­ten­cia de un sis­te­ma que ocu­rre de for­ma natu­ral en todas las for­mas de vida que hace capaz a un orga­nis­mo de reci­bir infor­ma­ción (des­de sí mis­mo y des­de su entorno), para inte­grar esa infor­ma­ción y res­pon­der en base a la mis­ma. El sis­te­ma emo­cio­nal inclu­ye meca­nis­mos que están invo­lu­cra­dos en la bús­que­da y obten­ción de comi­da, la repro­duc­ción, huir de los enemi­gos, la cría de los peque­ños y otros aspec­tos de las rela­cio­nes socia­les. Inclu­ye res­pues­tas que van des­de el ran­go de las más auto­má­ti­cas e ins­tin­ti­vas a aque­llas que con­tie­nen una mez­cla de ele­men­tos auto­má­ti­cos y apren­di­dos. Guia­do por el sis­te­ma emo­cio­nal, los orga­nis­mos res­pon­den en algu­nas oca­sio­nes basa­dos en su pro­pio inte­rés y otras veces basa­dos en los intere­ses del gru­po (pp. 27–28).

Bowen (1989) afir­ma que, dado que el ser humano es par­te de la natu­ra­le­za, su com­por­ta­mien­to es mane­ja­do y regu­la­do por las fuer­zas fun­da­men­ta­les de la vida, como en el caso de los ani­ma­les, aun­que en las per­so­nas exis­te un apren­di­za­je social que gene­ral­men­te media la reac­ción emo­cio­nal que se pue­da expre­sar. Por ejem­plo, ten­de­mos a expli­car las razo­nes por las cua­les hace­mos o no las cosas mien­tras que los ani­ma­les rea­li­zan cosas seme­jan­tes sin dichas razo­nes; los huma­nos, nos sen­ti­mos atraí­dos por otras per­so­nas, copu­la­mos, nos repro­du­ci­mos, cria­mos a los peque­ños, ayu­da­mos o domi­na­mos a los demás, com­pe­ti­mos, pelea­mos, hui­mos, caza­mos y gene­ral­men­te expli­ca­mos estos com­por­ta­mien­tos de diver­sas mane­ras: nos apa­rea­mos en nom­bre del amor, pelea­mos por un ideal, ayu­da­mos a los demás en nom­bre de la vir­tud y cria­mos a los niños en nom­bre de la res­pon­sa­bi­li­dad. Al obser­var a los ani­ma­les en la natu­ra­le­za, nos damos cuen­ta que hacen todas estas cosas sin nin­gu­na razón defi­ni­da; sin negar la influen­cia de los aspec­tos social­men­te apren­di­dos, ya que esta pos­tu­ra sólo enfa­ti­za la impor­tan­cia del sus­tra­to en el que des­can­sa los cen­tros cere­bra­les ele­va­dos.

Los sis­te­mas de sen­ti­mien­tos e inte­lec­tual son adqui­si­cio­nes recien­tes en la his­to­ria de los huma­nos, resul­ta­do de una for­ma de evo­lu­ción, aun­que no rem­pla­zan al sis­te­ma emo­cio­nal, el cual, con­ti­núa sien­do el de mayor influen­cia en la con­duc­ta huma­na, es decir, éstos son influen­cias adi­cio­na­les. De acuer­do a Kerr y Bowen (1988), el sis­te­ma emo­cio­nal se encuen­tra inter­ac­tuan­do todo el tiem­po con ellos por lo que es común que exis­ta con­fu­sión entre el uso de los tér­mi­nos como emo­ción y sen­ti­mien­tos.

Según la defi­ni­ción de emo­cio­na­li­dad, lo que mue­ve a los orga­nis­mos es la emo­ción; por ejem­plo, las hor­mi­gas sol­da­do que ata­can a los intru­sos, no lo hacen por­que tie­nen sen­ti­mien­tos nacio­na­lis­tas, sino que sim­ple­men­te actúan. Una emo­ción no tie­ne un sig­ni­fi­ca­do para los orga­nis­mos, sino que ope­ran de mane­ra auto­má­ti­ca debi­do a sus emo­cio­nes. Cuan­do una cuca­ra­cha corre hacia lo oscu­ro cuan­do se pren­de una luz, lo hace con sus emo­cio­nes. Es el sis­te­ma de sen­ti­mien­tos es el que más influen­cia tie­ne en la acti­vi­dad huma­na. De hecho, pro­ba­ble­men­te tie­nen mayor influen­cia en los pro­ce­sos socia­les que el inte­lec­tual. La gen­te es capaz de cono­cer los sen­ti­mien­tos por­que los sien­te en con­tras­te con las emo­cio­nes que no se sien­ten y su influen­cia debe infe­rir­se a par­tir de lo que los huma­nos y los orga­nis­mos hacen o no en una situa­ción dada.

Los sen­ti­mien­tos, en cier­to momen­to, dan la impre­sión de ser un cono­ci­mien­to o cog­ni­ción de los aspec­tos más super­fi­cia­les del sis­te­ma emo­cio­nal; por ejem­plo, la gen­te se sien­te cul­pa­ble, con ver­güen­za, des­apro­ba­da, furio­sa, con ansie­dad, celo­sa, en éxta­sis, sim­pa­tía o recha­zo, mien­tras algu­nos ani­ma­les actúan como si expe­ri­men­ta­ran sen­ti­mien­tos simi­la­res sin la evi­den­cia de que así sea, sim­ple­men­te reac­cio­nan en for­ma emo­cio­nal. Por lo tan­to, los ani­ma­les no tie­nen un sis­te­ma de sen­ti­mien­tos en el sen­ti­do estric­ta­men­te humano. La supo­si­ción es que los seres huma­nos tam­bién reac­cio­nan emo­cio­nal­men­te, pero con una capa de sen­ti­mien­tos. Es el com­po­nen­te de sen­ti­mien­tos lo que cono­ce­mos, pero hay más reac­ción que sólo ellos.

El sis­te­ma inte­lec­tual se refie­re a la par­te del sis­te­ma ner­vio­so de la huma­ni­dad más recien­te­men­te adqui­ri­do en la evo­lu­ción; aquel que gene­ral­men­te se refie­re al cere­bro pen­san­te del hom­bre, lo que lo hace una for­ma úni­ca de vida e inclu­ye la capa­ci­dad de cono­cer, enten­der y comu­ni­car ideas com­ple­jas que exce­den a la de cual­quier otro ani­mal. No hay evi­den­cia de que esta habi­li­dad la ten­gan otras espe­cies de ani­ma­les. Sin embar­go, es impor­tan­te dis­tin­guir entre el pen­sa­mien­to que no está influen­cia­do por los pro­ce­sos emo­cio­na­les y de sen­ti­mien­tos del que si lo está en tér­mi­nos de la obje­ti­vi­dad y la sub­je­ti­vi­dad.

En la natu­ra­le­za, siem­pre hay neu­tra­li­dad; nada está bien ni mal, solo ocu­rren cosas al tra­tar­se de un pro­ce­so con­ti­nuo en el que se pre­sen­tan suce­sos inter­re­la­cio­na­dos don­de el inte­lec­to humano es capaz de obser­var de mane­ra obje­ti­va pero, al mis­mo tiem­po, tam­bién es vul­ne­ra­ble a per­der esa obje­ti­vi­dad cuan­do el sis­te­ma de sen­ti­mien­tos y la sub­je­ti­vi­dad toman par­ti­do e impo­nen lo que debe ser.Cuando el pen­sa­mien­to humano está rela­ti­va­men­te libre de sub­je­ti­vi­dad, las pola­ri­za­cio­nes se pue­den ver como lo que son mien­tras que los pun­tos de vis­ta pola­ri­za­dos son con­sis­ten­tes con el modo de fun­cio­na­mien­to del hom­bre, no son una des­crip­ción exac­ta de la natu­ra­le­za y del pro­ce­so humano.

La capa­ci­dad de ser obje­ti­vo teó­ri­ca­men­te siem­pre está pre­sen­te pero con fre­cuen­cia ésta es abru­ma­da por los pro­ce­sos de sen­ti­mien­tos y emo­cio­na­les y muchas veces el inte­lec­to ope­ra a su ser­vi­cio; cuán­do la ima­gi­na­ción corre de mane­ra loca has­ta dis­tor­sio­nar la reali­dad, cuán­do alguien pla­nea un ase­si­na­to o cuán­do un gru­po de per­so­nas jus­ti­fi­can sus inten­tos de con­tro­lar a los demás basán­do­se en pun­tos de vis­ta reli­gio­sos o polí­ti­cos, el inte­lec­to está fun­cio­nan­do para apo­yar a dichos sis­te­mas por lo que las opi­nio­nes y accio­nes se jus­ti­fi­can con base en las eva­lua­cio­nes sub­je­ti­vas sobre el mun­do y sus habi­tan­tes.

Cuan­do los seres huma­nos reac­cio­nan emo­cio­nal­men­te a los estí­mu­los tan­to inter­nos como exter­nos, pue­de haber mani­fes­ta­cio­nes tan­to a nive­les emo­cio­na­les como de sen­ti­mien­tos e inte­lec­tua­les. A nivel inte­lec­tual, con­sis­te en pen­sar que se está fuer­te­men­te influen­cia­da por la emo­ción y los sen­ti­mien­tos (sub­je­ti­vi­dad), mien­tras que a nivel de sen­ti­mien­tos, con­si­de­ra­das como las más obvia­men­te auto­má­ti­cas,  las res­pues­tas emo­cio­na­les gober­na­das por el pen­sa­mien­to pue­den ser auto­má­ti­cas e influ­yen­tes en el com­por­ta­mien­to. Con fre­cuen­cia, a los valo­res, las creen­cias y las acti­tu­des, se les con­si­de­ran como reac­cio­nes sumi­sas y son ejem­plos de res­pues­tas deter­mi­na­das por el pen­sa­mien­to influen­cia­das emo­cio­nal­men­te. Si alguien res­pon­de en for­ma refle­ja a las ideas del otro, degra­dan­do la idea o la per­so­na, se tra­ta de una opi­nión o acti­tud que ema­na de la sub­je­ti­vi­dad del res­pon­dien­te y aun cuan­do la res­pues­ta pue­de sonar como inte­lec­tual, está prin­ci­pal­men­te gober­na­da por la emo­ción y los sen­ti­mien­tos.

Un ejem­plo de mani­fes­ta­cio­nes de la reac­ti­vi­dad emo­cio­nal que ocu­rre de mane­ra simul­tá­nea en los sis­te­mas emo­cio­nal, de sen­ti­mien­tos e inte­lec­tual es cuan­do alguien reac­cio­na a la des­apro­ba­ción y el ais­la­mien­to (una res­pues­ta enrai­za­da emo­cio­nal­men­te que se obser­va en todas las for­mas de vida), sen­tir­se tris­te (un sen­ti­mien­to expe­ri­men­ta­do solo por altas for­mas de vida) y lle­gar a estar preo­cu­pa­do con un sen­ti­do de insu­fi­cien­cia (una acti­tud sub­je­ti­va­men­te deter­mi­na­da del yo, que indu­da­ble­men­te es úni­ca en los seres huma­nos). Otro ejem­plo es la per­so­na que reac­cio­na ante la des­apro­ba­ción per­ci­bi­da con una expre­sión facial agre­si­va (emo­ción), cora­je (sen­ti­mien­to) y una auto­afir­ma­ción del pun­to de vis­ta correc­to (sub­je­ti­vo).

Al pare­cer, los sis­te­mas emo­cio­nal, de sen­ti­mien­tos e inte­lec­tual, se influ­yen entre sí. Las reac­cio­nes emo­cio­na­les pue­den dis­pa­rar reac­cio­nes de sen­ti­mien­tos y las reac­cio­nes de sen­ti­mien­tos gene­rar pen­sa­mien­tos mati­za­dos por los mis­mos sen­ti­mien­tos. Tam­bién pue­de ocu­rrir el pro­ce­so opues­to: pen­sa­mien­tos sub­je­ti­va­men­te deter­mi­na­dos pue­den dis­pa­rar sen­ti­mien­tos y esos pro­vo­car reac­cio­nes emo­cio­na­les. Es inco­rrec­to con­si­de­rar a cual­quie­ra de estos sis­te­mas como mejor que los demás. Los tres son pro­duc­to de la evo­lu­ción y se han man­te­ni­do en el pro­ce­so evo­lu­ti­vo y al pare­cer, cada uno tie­ne fun­cio­nes impor­tan­tes para las espe­cies.

Emociones y diferenciación

El niño no nace en la nada, lo hace den­tro de un con­tex­to fami­liar el cual tie­ne un con­jun­to de ideas, pun­tos de vis­ta y for­mas de solu­cio­nar los pro­ble­mas; lue­go enton­ces, la fami­lia es el cri­sol don­de el suje­to apren­de una gran can­ti­dad de com­por­ta­mien­tos cons­cien­tes e incons­cien­tes con los cua­les afron­ta su exis­ten­cia para bien y para mal. En ella no sólo se asi­mi­lan com­por­ta­mien­tos sino tam­bién a reac­cio­nar emo­cio­nal­men­te ante las dife­ren­tes situa­cio­nes. Al res­pec­to, Bowen (1989) plan­tea un con­jun­to de con­cep­tos alre­de­dor de los cua­les se da la diná­mi­ca fami­liar; el más impor­tan­te de éstos es el de dife­ren­cia­ción, con­cep­to pro­pues­to por la bio­lo­gía que plan­tea que cuan­do las célu­las se van repro­du­cien­do para dar lugar a un nue­vo ser, pri­me­ro son igua­les pero pos­te­rior­men­te se van dife­ren­cian­do para for­mar par­te de los diver­sos teji­dos del cuer­po, son dife­ren­tes, pero per­te­ne­cen al mis­mo sis­te­ma. De la mis­ma mane­ra, cuan­do nace un niño, éste no se encuen­tra emo­cio­nal­men­te dife­ren­cia­do de sus padres pero con­for­me va cre­cien­do, se va con­vir­tien­do en per­so­na y por lo tan­to, dife­ren­cián­do­se.

Den­tro de la fami­lia exis­ten fuer­zas de gru­po don­de el suje­to se ape­ga a lo que el pasa en ella, lo que deci­de, pien­sa y sien­te (Lar­son y Almei­da, 1999). De la mis­ma mane­ra, exis­ten fuer­zas indi­vi­dua­les, don­de el suje­to tie­ne su pro­pia for­ma de pen­sar, sus pro­pios pro­yec­tos y metas. Un suje­to dife­ren­cia­do es aquel que es con­si­de­ra­do per­so­na; alguien que esta­ble­ce un ade­cua­do balan­ceo entre las fuer­zas del gru­po y las fuer­zas indi­vi­dua­les. Es aquel que pien­sa las cosas antes de hacer­las, que tole­ra las emo­cio­nes y sen­ti­mien­tos de los demás sin afec­tar­se fuer­te­men­te, que pue­de inter­ac­tuar con otros que opi­nan en for­ma radi­cal­men­te dife­ren­te al él mien­tras que, en sen­ti­do con­tra­rio, las per­so­nas con un bajo nivel de dife­ren­cia­ción, con­fun­den sus emo­cio­nes y sen­ti­mien­tos actúan sobre esta base; son emo­ti­vas, impul­si­vas, poco obje­ti­vas y sus cri­te­rios de ver­dad son sus emo­cio­nes.

Cuan­do se eli­ge pare­ja, gene­ral­men­te se opta por alguien que tie­ne el mis­mo o casi el mis­mo nivel de dife­ren­cia­ción, trans­mi­tien­do de ésta mane­ra la cons­truc­ción fami­liar de las emo­cio­nes (Akers-Woody, 2003). Sin embar­go, esta trans­mi­sión es muy com­ple­ja ya que depen­de del géne­ro del niño, su apa­rien­cia físi­ca, sus carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les y otros fac­to­res (Lar­son y Gill­man, 1999).

El concepto de diferenciación

La dife­ren­cia­ción es un con­cep­to desa­rro­lla­do por Murray Bowen (1989) y se refie­re al gra­do en el cual un indi­vi­duo es inde­pen­dien­te emo­cio­nal­men­te del entorno fami­liar en que se desa­rro­lla. Cuan­do se nace, el suje­to no pue­de dis­tin­guir entre la madre y de él mis­mo; con­for­me va cre­cien­do, va inde­pen­di­zán­do­se en varios sen­ti­dos (físi­co, eco­nó­mi­co, social), es decir, se va con­vir­tien­do cada vez más en una per­so­na por sí mis­ma.

El cons­truc­to dife­ren­cia­ción del Yo se basa en el supues­to de que es la varia­ble de per­so­na­li­dad más crí­ti­ca para el desa­rro­llo emo­cio­nal; se uti­li­za para des­cri­bir la mane­ra en que los patro­nes de con­vi­ven­cia fami­liar afec­tan la salud y el desa­rro­llo indi­vi­dual e influ­ye, en la medi­da en que los indi­vi­duos son capa­ces de actuar con un gra­do apro­pia­do de auto­no­mía, al tomar res­pon­sa­bi­li­dad per­so­nal para las tareas apro­pia­das a su edad, al expe­ri­men­tar impor­tan­tes rela­cio­nes con otros sin fusio­nar­se con ellas (Peleg, 2005). Esto se refie­re a cómo la fami­lia inter­vie­ne en el desa­rro­llo per­so­nal de los niños fomen­tan­do la dife­ren­cia­ción u obs­truir­la; una madre que sobre­pro­te­ge a su hijo hacién­do­le todo lo que pue­de hacer por sí mis­mo, le resuel­ve la vida cuan­do lo requie­re y lo refuer­za de mane­ra exa­ge­ra­da has­ta cuan­do no lo nece­si­ta, es un ejem­plo del cómo ella pue­de obs­truir su desa­rro­llo indi­vi­dual y por lo tan­to, su desa­rro­llo emo­cio­nal y de sen­ti­mien­tos.

Bowen (1989) defi­ne dife­ren­cia­ción como el equi­li­brio en el fun­cio­na­mien­to inte­lec­tual y emo­cio­nal, la inti­mi­dad y la auto­no­mía en las rela­cio­nes; se tra­ta de un con­ti­nuo que van des­de alta­men­te dife­ren­cia­do a alta­men­te indi­fe­ren­cia­do. Las per­so­nas muy dife­ren­cia­das pue­den dis­tin­guir los pen­sa­mien­tos y las emo­cio­nes y pue­de ele­gir entre res­pon­der guia­das por la inte­li­gen­cia o por las emo­cio­nes. Las per­so­nas dife­ren­cia­das son menos reac­ti­vas y más inde­pen­dien­tes; son fle­xi­bles y adap­ta­bles al estrés, pue­den pre­sen­tar un fuer­te razo­na­mien­to lógi­co cuan­do la situa­ción lo requie­re. Ade­más, son capa­ces de man­te­ner una posi­ción del Yo en las rela­cio­nes ínti­mas sin dejar de ser autó­no­mos (Lloyd, 1990).

Las per­so­nas pobre­men­te dife­ren­cia­das tie­nen pro­ble­mas cons­tan­te­men­te y res­pon­den de mane­ra reac­ti­va o emo­cio­nal­men­te cuan­do se enfren­tan a situa­cio­nes estre­san­tes (Kerr y Bowen, 1988). Los com­po­nen­tes de su fun­cio­na­mien­to inte­lec­tual y emo­cio­nal se encuen­tran fusio­na­dos y las deci­sio­nes se basan en lo que sien­te, se encuen­tran atra­pa­dos en un mun­do emo­cio­nal (Bowen, 1989); tie­nen pro­ble­mas para man­te­ner una posi­ción del Yo den­tro de las rela­cio­nes, su fun­cio­na­mien­to y bien­es­tar depen­den de ellas. Esto se pue­de obser­var cuan­do una per­so­na se eno­ja con faci­li­dad o se ena­mo­ra obse­si­va­men­te ya que res­pon­de de acuer­do a sus emo­cio­nes y a su sis­te­ma de sen­ti­mien­tos.

Figura 1. Se representa en forma esquemática la diferenciación de las personas, donde el cuadro son los demás y el círculo es el yo de la persona evaluada.

Como pue­de obser­var­se en la Figu­ra 1, la per­so­na poco dife­ren­cia­da se encuen­tra muy invo­lu­cra­da y por lo tan­to depen­dien­te de los demás; su Yo y el de los demás están jun­tos, intrin­ca­dos y no se dis­tin­guen entre sí. En cam­bio, la per­so­na que está regu­lar­men­te dife­ren­cia­da, tie­ne intere­ses con sus seres que­ri­dos, pero tam­bién tie­ne otros, no muchos, fue­ra de la fami­lia y la pare­ja. La per­so­na dife­ren­cia­da, si bien tie­ne con­tac­to con la fami­lia y la pare­ja, pien­sa por sí mis­ma, tra­ba­ja en sus pro­pios obje­ti­vos y por lo tan­to pue­de ver las cosas de mane­ra poco emo­cio­nal por lo que tien­de a tomar deci­sio­nes basa­das en la reali­dad y no en la fan­ta­sía.

La dife­ren­cia­ción del Yo se carac­te­ri­za por la capa­ci­dad para dis­tin­guir e inte­grar tan­to las emo­cio­nes como el inte­lec­to: lo que se sien­te y lo que se pien­sa. Indi­vi­duos ópti­ma­men­te dife­ren­cia­dos son capa­ces de sen­tir y expre­sar sus emo­cio­nes, al igual que con­te­ner sus impul­sos. En las per­so­nas pobre­men­te dife­ren­cia­das los sen­ti­mien­tos y pen­sa­mien­tos se fun­den y la per­so­na tien­de a reac­cio­nar de for­ma auto­má­ti­ca e impul­si­va; es decir, en las per­so­nas indi­fe­ren­cia­das, el sis­te­ma inte­lec­tual se pone al ser­vi­cio del sis­te­ma de sen­ti­mien­tos.

Las per­so­nas bien dife­ren­cia­das son capa­ces de tomar deci­sio­nes bien pla­nea­das, inclu­so en situa­cio­nes estre­san­tes, por lo que su sis­te­ma inte­lec­tual, si bien está mati­za­do por el sis­te­ma de sen­ti­mien­tos, pue­de pre­va­le­cer el pen­sa­mien­to mien­tras las per­so­nas pobre­men­te dife­ren­cia­das tien­den a ser menos fle­xi­bles, menos adap­ta­bles, se pre­sio­nan fácil­men­te y son emo­cio­nal­men­te más depen­dien­tes que los demás com­pa­ñe­ros mejor dife­ren­cia­dos (William­son, 1981). Por ejem­plo, una per­so­na dife­ren­cia­da es aque­lla mujer que está vivien­do su pro­ce­so de divor­cio y en lugar de reac­cio­nar de mane­ra impul­si­va deman­dan­do a su espo­so o ponien­do a sus hijos en su con­tra, deci­de tomar la situa­ción de mane­ra rela­ti­va­men­te más obje­ti­va res­pe­tan­do las deci­sio­nes del mari­do y per­mi­tién­do­le ver a sus hijos las veces que se pue­da (Thom­pson y Bol­ger, 1999).

En una fami­lia pobre­men­te dife­ren­cia­da, la emo­ción y la sub­je­ti­vi­dad tie­nen una fuer­te influen­cia en las rela­cio­nes fami­lia­res. Cuan­do la pre­sión de unión es inten­sa, impi­de al niño cre­cer, pen­sar, sen­tir y actuar por él mis­mo; fun­cio­na en reac­ción hacia los otros. Un ejem­plo de esto es un ado­les­cen­te rebel­de el cual refle­ja la fal­ta de dife­ren­cia­ción que exis­te entre él y sus padres. El rebel­de es una per­so­na acti­va­men­te reac­ti­va cuyo Yo está pobre­men­te desa­rro­lla­do mien­tras que sus padres son tan inse­gu­ros que res­pon­den de for­ma auto­má­ti­ca a su con­duc­ta. Los valo­res y creen­cias de estos jóve­nes están for­ma­dos en opo­si­ción a las creen­cias de los otros, basán­do­se más en reac­cio­nes emo­cio­na­les que pen­san­do pues­to que sus creen­cias usual­men­te son incon­sis­ten­tes.

Fusión y desconexión emocional

Para el pleno enten­di­mien­to del con­cep­to de dife­ren­cia­ción, es nece­sa­rio expli­car dos con­cep­tos impor­tan­tes: la fusión y la des­co­ne­xión emo­cio­nal; ambos se encuen­tran intrín­se­ca­men­te impli­ca­dos de tal mane­ra que no es posi­ble con­ce­bir­los de mane­ra sepa­ra­da. El con­cep­to cen­tral es el de la dife­ren­cia­ción, mien­tras la fusión y la des­co­ne­xión emo­cio­nal son demos­tra­cio­nes del gra­do de indi­fe­ren­cia­ción de un indi­vi­duo; es decir, son sín­to­mas de un mis­mo fenó­meno como se expli­ca­rá a con­ti­nua­ción.

La fusión es una pala­bra que impli­ca la idea meta­fó­ri­ca de una masa del Yo dón­de no hay dife­ren­cia­ción del suje­to; el Yo se encuen­tra per­di­do den­tro esa masa cons­ti­tui­da por la fami­lia cuya prin­ci­pal carac­te­rís­ti­cas es la con­ti­nua deman­da por par­te del suje­to de que el otro haga de mane­ra exac­ta y pre­ci­sa lo que soli­ci­ta para poder dis­mi­nuir su con­ti­nua ansie­dad gene­rán­do­se mie­do a la sepa­ra­ción y la pér­di­da. En este con­tex­to, gene­ral­men­te los demás miem­bros de la fami­lia tie­nen el mis­mo gra­do de indi­fe­ren­cia­ción en su moda­li­dad de fusión y al refe­rir­nos a la rela­ción de pare­ja, el otro es una per­so­na igual­men­te indi­fe­ren­cia­da y fusio­na­da soli­ci­tan­do de la mis­ma mane­ra que se cubran sus pro­pias nece­si­da­des emo­cio­na­les. Var­gas Flo­res e Ibá­ñez Reyes (2009) defi­ne esta unión emo­cio­nal como aque­lla que desem­bo­ca en una serie de depen­den­cias emo­cio­na­les hacia el otro; en este sen­ti­do, el suje­to, cuan­do no es ense­ña­do o no con­si­gue cubrir sus pro­pias nece­si­da­des emo­cio­na­les, tien­de a bus­car en los demás que lo hagan, es decir, bus­ca que la madre, el padre, la pare­ja, los ami­gos y has­ta los hijos cubran dichas nece­si­da­des.

Figu­ra 2. Mues­tra la mane­ra en que inter­ac­túa la fusión y la des­co­ne­xión emo­cio­nal.

Como pue­de ver­se en la Figu­ra 2, esto impli­ca un con­ti­nuo con­flic­to; la fusión siem­pre es com­pli­ca­da por­que todos los miem­bros de la fami­lia se encuen­tran en un per­ma­nen­te esta­do de ansie­dad y mie­do a la sepa­ra­ción lo que nece­sa­ria­men­te lle­va a per­pe­tuar sus deman­das (Var­gas Flo­res e Ibá­ñez Reyes, 2009). En los momen­tos de tran­qui­li­dad, cuan­do la fami­lia no tie­ne muchas difi­cul­ta­des, tie­ne la apa­rien­cia de una común y corrien­te pero cuan­do sur­ge un aprie­to de cual­quier tipo, todos entran en un esta­do de ansie­dad que hace que sur­ja el con­flic­to.

Debi­do a que las soli­ci­tu­des de cober­tu­ra de nece­si­da­des emo­cio­na­les son muy per­fec­cio­nis­tas, que exi­gen una gran pre­ci­sión, el otro nun­ca lle­ga a cubrir­las de mane­ra satis­fac­to­ria. Es decir, cuán­do se hace una soli­ci­tud de una acción, se hace de mane­ra implí­ci­ta, difí­cil de enten­der por el otro y cuan­do éste tra­ta de cubrir­la, nun­ca lo con­si­gue a satis­fac­ción del soli­ci­tan­te. Por ejem­plo, en una rela­ción de pare­ja, el novio le soli­ci­ta a su pare­ja que sea más cari­ño­sa; cuan­do lo hace, él nun­ca que­da satis­fe­cho por­que no lo rea­li­za exac­ta­men­te como lo desea y si lle­ga­ra a hacer­lo, la acu­sa­rá de poco espon­tá­nea, lo que de cual­quier for­ma, gene­ra­rá el con­flic­to (Var­gas Flo­res e Ibá­ñez Reyes, 2008).

A pesar de que hay una gran can­ti­dad de con­flic­tos en este tipo de rela­cio­nes, éstas tien­den a ser muy sóli­das y esta­bles. De nue­va cuen­ta ejem­pli­fi­can­do una rela­ción de pare­ja, los inte­gran­tes viven peleán­do­se con­ti­nua­men­te pero les es muy difí­cil plan­tear­se de mane­ra seria la sepa­ra­ción; podrán exter­nar ver­bal­men­te que la desean, pero no lo harán. En una rela­ción madre-hijo, ella gene­ral­men­te dirá que está har­ta de tener un hijo como el que tie­ne pero jamás hará algo for­mal para sepa­rar­se y él pue­da hacer su pro­pia vida.

No obs­tan­te, cuan­do el gra­do de ansie­dad gene­ra­da es mucha, oca­sio­nal­men­te  el suje­to tien­de a des­co­nec­tar­se emo­cio­nal­men­te debi­do a que el cos­to por par­te del sis­te­ma de sen­ti­mien­tos en la rela­ción es muy alto; es decir, pue­de ale­jar­se emo­cio­nal­men­te de las rela­cio­nes sig­ni­fi­ca­ti­vas de su vida e inclu­so pue­de huir de su hogar y no saber de ellos duran­te muchos años. Esta des­co­ne­xión pue­de acom­pa­ñar­se por un ale­ja­mien­to geo­grá­fi­co y físi­co, aun­que no nece­sa­ria­men­te o irse a vivir a otro lugar cer­cano, per­dién­do­se el con­tac­to entre ellas. Otra opción extre­ma es que ten­gan un pro­ble­ma men­tal y se des­co­nec­te de la fami­lia. Tam­bién el suje­to pue­de per­ma­ne­cer den­tro del hogar de sus padres pero sin hacer­les saber qué hace o a qué se dedi­ca. Hay muchas varian­tes de la des­co­ne­xión emo­cio­nal que van de las ya men­cio­na­das has­ta el casa­mien­to para salir del hogar o la bús­que­da de un tra­ba­jo lejano, todas con el pro­pó­si­to de lograr el dis­tan­cia­mien­to emo­cio­nal de la fami­lia de ori­gen (Var­gas Flo­res, Rodrí­guez Cruz y Her­nán­dez Lira, 2010).

Cabe seña­lar que cuan­do las per­so­nas se casan para lograr la des­co­ne­xión de su fami­lia, tien­den a impor­tar el mode­lo de inter­ac­ción a su nue­va rela­ción, es decir, igual­men­te se des­co­nec­tan de su pare­ja y de sus hijos si es que los lle­gan a tener. Esto impli­ca­ría la trans­mi­sión inter­ge­ne­ra­cio­nal de los tipos de rela­ción a par­tir de su his­to­ria con la fami­lia de ori­gen.

Conclusión

Las emo­cio­nes y los sen­ti­mien­tos no pue­den ver­se como algo que sur­ge a par­tir de un estí­mu­lo pun­tual sino del con­tex­to inter­per­so­nal fami­liar. Exis­ten muchas mane­ras de abor­dar la emo­ción y los sen­ti­mien­tos huma­nos; den­tro del con­tex­to fami­liar y de la tera­pia, una posi­bi­li­dad es la cons­truc­ción con­cep­tual de Bowen (1989) la cual plan­tea que las emo­cio­nes sur­gen de la inter­ac­ción, y espe­cí­fi­ca­men­te, den­tro de la inter­ac­ción fami­liar que es don­de se repro­du­cen para pos­te­rior­men­te expor­tar­se a otras rela­cio­nes den­tro del trans­cur­so de la vida: la pare­ja y los hijos.

La dife­ren­cia­ción, como fue plan­tea­da a lo lar­go del pre­sen­te tra­ba­jo, es la mane­ra en que el suje­to apren­de a mane­jar de una for­ma cons­truc­ti­va sus emo­cio­nes. A pesar de que hay apro­xi­ma­cio­nes que afir­man que las emo­cio­nes y los sen­ti­mien­tos deben de ser saca­dos y dar­les rien­da suel­ta, esta apro­xi­ma­ción teó­ri­ca afir­ma que, si bien hay que tomar­los en cuen­ta, es nece­sa­rio abor­dar­los en su jus­ta medi­da. Es decir, es impo­si­ble que en cada deci­sión impor­tan­te las emo­cio­nes y los sen­ti­mien­tos estén exclui­dos por lo que es nece­sa­rio se les da su jus­ta medi­da para que pue­den ser posi­ti­vos y cons­truc­ti­vos, no des­bor­dan­tes, como ocu­rre en el caso de las per­so­nas indi­fe­ren­cia­das ya que las emo­cio­nes ten­drían que estar al ser­vi­cio del sis­te­ma inte­lec­tual, no al revés. Cuan­do el sis­te­ma inte­lec­tual está al ser­vi­cio de las emo­cio­nes, la per­so­na tien­de a ser menos dife­ren­cia­da y cuan­do las emo­cio­nes y sen­ti­mien­tos se ponen al ser­vi­cio del sis­te­ma inte­lec­tual, la per­so­na es más dife­ren­cia­da.

Esta pro­pues­ta pue­de ser toma­da en cuen­ta den­tro de la prác­ti­ca psi­co­te­ra­péu­ti­ca. Los seres huma­nos tene­mos carac­te­rís­ti­cas sin­gu­la­res que nos hacen dife­ren­tes a las otras espe­cies de ani­ma­les; ésta sin­gu­la­ri­dad no es sen­ci­lla, sino que entra den­tro de la com­ple­ji­dad huma­na la cual no ha podi­do ser ana­li­za­da en su jus­ta medi­da por las diver­sas apro­xi­ma­cio­nes psi­co­ló­gi­cas. Por lo tan­to, no que­da sino bus­car una posi­bi­li­dad que pue­da dar cuen­ta de estos impor­tan­tes fenó­me­nos psi­co­ló­gi­cos de una for­ma tal que nos per­mi­tan ana­li­zar, aun­que sea de mane­ra par­cial pero con posi­bi­li­da­des de gene­rar téc­ni­cas que posi­bi­li­ten al psi­có­lo­go inter­ve­nir de mejor mane­ra las pro­ble­má­ti­cas de sus usua­rios o pacien­tes. Inclu­so exis­ten ins­tru­men­tos cuan­ti­ta­ti­vos que eva­lúan la dife­ren­cia­ción y que podrían uti­li­zar­se den­tro de la prác­ti­ca clí­ni­ca.

Un ejem­plo de ello es pro­pues­ta de una esca­la ela­bo­ra­da por Var­gas Flo­res e Ibá­ñez Reyes, (2009) la cual no fue dise­ña­da como un ins­tru­men­to para asig­nar a la gen­te en un nivel exac­to de dife­ren­cia­ción ya que es difí­cil debi­do a que la eva­lua­ción de una per­so­na requie­re una gran can­ti­dad de infor­ma­ción acer­ca de muchas otras per­so­nas. Tam­po­co defi­ne cate­go­rías de diag­nós­ti­co clí­ni­co ya que la esca­la pre­ten­de defi­nir la adap­ta­bi­li­dad de un indi­vi­duo ante situa­cio­nes estre­san­tes. Las per­so­nas en cual­quier pun­to de la esca­la, cuán­do se estre­san sufi­cien­te­men­te, pue­den desa­rro­llar sín­to­mas físi­cos, emo­cio­na­les o socia­les, pero entre más alto sea el nivel de dife­ren­cia­ción será nece­sa­ria una mayor can­ti­dad de estrés para des­en­ca­de­nar un sín­to­ma.

La carac­te­rís­ti­ca que des­cri­be mejor la dife­ren­cia entre las per­so­nas con dis­tin­tos nive­les de la esca­la es el gra­do de habi­li­dad que tie­nen para dis­tin­guir entre los pro­ce­sos emo­cio­na­les y los inte­lec­tua­les. Es decir, que se plan­tea la eva­lua­ción de la dife­ren­cia­ción median­te una esca­la de tipo ordi­nal, don­de lo que pode­mos dis­tin­guir es cuan­do una per­so­na es más o menos dife­ren­cia­da, pero no qué tan­to (Var­gas Flo­res, Ibá­ñez Reyes y Armas San­ti­llán, 2008: Ibá­ñez Reyes, Guz­mán Mer­ca­do y Var­gas Flo­res, 2010).

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Notas

1. Pro­fe­sor de carre­ra del área de Psi­co­lo­gía Clí­ni­ca. e‑mail: jjvf@unam.mx

2. Pro­fe­so­ra de carre­ra del área de Psi­co­lo­gía Expe­ri­men­tal. e‑mail: jibanez@iztacala.unam.mx

3. Téc­ni­co aca­dé­mi­co de carre­ra en el área de Psi­co­lo­gía Expe­ri­men­tal. e‑mail: luisa_maria126@hotmail.com