Los cuentos que nos cuentan sobre el amor
Dra. María Antonieta Dorantes Gómez1
Programa Institucional de Estudios de Género
Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM
Resumen
En el presente trabajo se analizan dos mitos que esta sociedad patriarcal ha construido para dar cuenta del amor romántico. Los dos mitos que se identificaron y que constituyen el trasfondo de muchas de las historias de “amor” que inundan los guiones de películas, novelas y series de televisión son la historia de Cenicienta y la historia de la Bella y la Bestia. El análisis mostró que estas dos historias, Cenicienta y la Bella y la Bestia, igualan la experiencia del amor con la del sufrimiento. Las mujeres en estos relatos sufren y eso significa que aman. Estas mujeres se sacrifican soportando opresión, sometimiento, violencia, adversidades y lo hacen con la esperanza de que después serán felices. Es necesario indagar sobre los mensajes que estos mitos transmiten en función del tipo de roles y de la identidad que asignan a hombres y mujeres, a fin de deconstruir su carácter patriarcal.
Palabras Claves. Amor romántico, mitos, roles, identidad
Abstract
In the present work two myths that this patriarchal society has built to account for romantic love are analyzed. The two myths that were identified and that are the background of many of the stories of “love” that flood the scripts of movies, novels and television series are the story of Cinderella and the story of The Beauty and the Beast. The analysis showed that these two stories, Cinderella and The Beauty and the Beast, equate the experience of love with suffering. The women in these stories suffer and that means they love. These women sacrifice themselves by enduring oppression, subjection, violence, adversity; and they do it above the hope that later they will be happy. It is necessary to inquire about the messages that these myths transmit depending on the type of roles and the identity that they assign to men and women, in order to deconstruct their patriarchal character.
Key words. Romantic love, myths, roles, identity.
Introducción
La cultura hace referencia al entramado de significaciones cuyo tejido particular produce las distintas realidades sociales. La forma como las significaciones se construyen es a través de símbolos. Los símbolos son vehículos de significaciones y se caracterizan por no ser lo que representan (Serret, 2001: 35). Cuando el lenguaje nombra inevitablemente delimita, ordena, clasifica y valora, genera significaciones que existen como tales gracias al lugar que ocupan entre otras significaciones. Produce una realidad cultural allí donde solo había naturaleza. La cultura es ante todo un orden simbólico. De acuerdo con esto, existe un orden simbólico que establece a nivel social, cuáles son los lugares y las maneras en las que deben actuar, pensar o sentir, hombres y mujeres. Este orden simbólico conforma de manera dualista y jerárquica, identidades femeninas y masculinas. En primer lugar, sólo existen dos opciones, que se excluyen mutuamente. Si se tiene el cuerpo de una mujer se deben seguir las prescripciones asociadas con lo femenino, si se tiene un cuerpo de varón, entonces se debe optar por seguir lo dictado para los varones. Dentro de esta clasificación, también se establece una jerarquía, lo femenino es menos valorado que lo masculino. El espacio privado, la pasividad, la emocionalidad, el cuerpo, la naturaleza y el cuidado de los demás son algunos de los aspectos que se han asociado a las mujeres, y son menos valorados que los aspectos asociados a los varones. El espacio público, la valentía, la iniciativa, la cultura, la mente, la racionalidad y el ser proveedor son aspectos asociados a los varones, y socialmente se les ha asignado un mayor valor. Los estereotipos de género plantean esta concepción binaria y jerárquica de la realidad y establecen una serie de mandatos sobre las formas, lugares y espacios en los cuales deberán desarrollarse hombres y mujeres. Estos mandatos establecen cómo deberíamos pensar, actuar y sentir en función de que seamos hombres o mujeres. Los estereotipos de género han sido introyectados por las personas de tal forma que ya no se necesiten autoridades externas que exijan su cumplimiento. Ahora, las mismas personas experimentan sentimientos de culpa si no cumplen estos mandatos.
Un grupo de hombres que ejercen un poder jerárquico, la versión actualizada de los antiguos patriarcas hebreos, a través de distintas intuiciones sociales (familia, escuela, estado, medios de comunicación) fomentan el seguimiento acrítico de estos estereotipos a través de diversos mecanismos que conforman una violencia simbólica. La exclusión, la discriminación y el establecimiento de lo que está permitido y de lo que no está permitido son los parámetros a través de los cuales los grupos sociales se aseguran el seguimiento de estos roles. La gran mayoría de los hombres y mujeres sabemos con certeza qué nos está permitido, cómo debemos de actuar y qué debemos de pensar. Muy pocas son las personas que han iniciado proceso de cuestionamiento de estos patrones culturales que significan a hombres y mujeres.
Nuestro condicionamiento cultural es tan preciso que nos hace creer que el mundo es así, que esa es nuestra naturaleza humana. Una de las formas socialmente utilizadas para transmitir los estereotipos de género es a través de la conformación de mitos. La formación que hemos recibido desde nuestra más temprana infancia por parte de las distintas instituciones sociales se ha fortalecido a través de la creación de una serie de historias, de relatos en los cuales se nos muestran las maneras en las que hombres y mujeres son significados.
Un análisis de los simbolismos presentes en los mitos es fundamental para comprender la manera en que se van conformando identidades masculinas y femeninas. La penetración de los contenidos simbólicos de los mitos en la psique humana es mucho mayor que la información que hombres y mujeres recibimos a través de la educación formal.
Los mitos son relatos que a lo largo de la historia de la humanidad se han ofrecido como una explicación del mundo terrenal y divino. Los seres humanos, al enfrentarse a hechos inexplicables, han recurrido a una serie de mitos para obtener una explicación. Esta explicación no es de naturaleza racional, es una explicación alegórica, saturada de metáforas y con un alto contenido emocional. Los mitos, al tener estas características, poseen una gran influencia en la manera en que hombres y mujeres le damos significado al mundo, a las relaciones y a nosotros mismos. Estamos hablando de que los mitos conforman, a nivel de mente inconsciente, nuestra forma de actuar, pensar y sentir. En este aspecto tomemos el caso de los y las adolescentes que se enfrentan a una relación de pareja. ¿Qué poder tienen los reclamos y críticas de los padres contra la influencia de mitos sociales, presentes en las canciones, en las películas, en las novelas que inundan el ámbito social de los y las adolescentes?
Los mitos han tenido un papel muy importante a lo largo de la historia de la humanidad, han sido vistos, desde muchas perspectivas filosóficas y religiosas, como la expresión a través de imágenes y relatos de aquello que se considera una verdad inmutable y sagrada. Las religiones, las filosofías y las artes, entre otras manifestaciones del ser humano, tienen a los mitos como un elemento importante de su conformación.
La palabra mito proviene del griego mythos que significa expresión, mensaje o algo que narra. En el mundo griego, el mito es definido desde Hesíodo y Homero como hieros logos, es decir, narraciones de lo sagrado (Martínez Riu y Cortés ‚1996). En los mitos se recrean a través de fábulas o ficciones alegóricas, los hechos primordiales que ofrecen una explicación acerca del origen del ser humano, del cosmos o de los dioses.
El comienzo de la historia de la filosofía se encuentra intrínsecamente unido a los mitos. Las primeras explicaciones que los seres humanos dieron acerca de su entorno eran relatos míticos. Durante el esplendor de la filosofía griega, el valor de los relatos míticos comenzó a ser cuestionado. Se pensó que los mitos no representaban ninguna verdad y fueron considerados como meras fábulas, cuentos o invenciones. Para los filósofos griegos, los mitos representaban una ficción y propugnaron por abandonarlos en aras de construir un pensamiento basado en la razón.
Con el surgimiento del psicoanálisis, se volvió la mirada al estudio de los mitos. Posteriormente, dentro de diferentes disciplinas se ha reconsiderado el valor de los mitos como fuentes de explicación a la que los seres humanos han recurrido desde sus orígenes. Esta visión ha significado el reconocimiento del papel que la construcción de símbolos y la creación de los mitos, juega en la conformación de las explicaciones que los seres humanos han ofrecido a lo largo de la historia de la humanidad.
La recuperación del valor explicativo de los mitos, implica una ampliación de la concepción del ámbito que se precisa en la búsqueda de las verdades. El mito es el portador de una verdad propia inalcanzable para la explicación racional. Bajo esta posición, los mitos no son concebidos como fábulas o invenciones. La interpretación de los mitos es un aspecto indispensable en la comprensión de una realidad fundamental que rebasa el plano racional y consciente.
Alan Watts (1997: 16) ha señalado que el mito hace referencia a una serie de imágenes que nos permiten entender la vida.
El análisis de la manera en que hombres y mujeres son significados en los mitos nos permite acceder a la dimensión simbólica que permea la construcción de nuestra realidad. Este análisis deja de lado explicaciones biologicistas que establecen la existencia de una naturaleza femenina o masculina determinada por características biológicas. Cuando se considera que los estereotipos de género son construcciones culturales que han sido conformadas a través de una serie de mitos se puede ir cuestionando un discurso que pretende naturalizar una serie de significados relacionados con el hecho de ser hombre o mujer.
Mucho de la labor de una gran cantidad de pensadoras feministas ha contribuido a cuestionar la afirmación de que los estereotipos de género describen cómo son “naturalmente” las mujeres. Posteriormente, cuando dentro de los planteamientos se incorpora la categoría de género, entendida como la construcción cultural de la diferencia sexual, se comienza a dar cabida en el análisis al entramado simbólico que ha establecido a los estereotipos de género como los parámetros normales y aceptables.
Inicialmente, el pensamiento feminista consideró que cuando cambiaran las condiciones materiales se transformarían las situaciones de sometimiento de las mujeres. No obstante, cuando se conformaron las sociedades socialistas y se seguían presentado estos patrones de dominio, algunas pensadoras plantearon que era preciso recurrir al análisis de las condiciones simbólicas que estaban preservando estos patrones de dominación. Es así que muchas pensadoras dirigieron su atención a los planteamientos psicoanalíticos. Y es así que surgió una serie de pensadoras feministas que integraron en sus investigaciones planteamientos psicoanalíticos. No obstante, muchas de ellas no encontraron en los planteamientos de Sigmund Freud una respuesta a sus inquietudes.
Con el desarrollo de las teorizaciones psicoanalíticas y básicamente siguiendo los planteamientos de Carl Gustav Jung, surgieron una serie de pensadoras que indagaron desde el imaginario social los mitos que significan las relaciones entre hombres y mujeres. Dentro de esta serie de investigaciones se encuentran los trabajos de Bolen Shinoda (2001). Esta autora recupera la noción de arquetipo e indaga sobre las figuras de las diosas griegas.
Uno de los mitos que significan las relaciones afectivas entre hombres y mujeres es el del amor romántico. Según este mito las mujeres son consideradas como seres incompletos, con necesidades naturales de amar para complementarse, mientras que los hombres son concebidos como seres autosuficientes, completos e independientes. Este modelo promueve una subordinación de las mujeres a los varones (Saiz, 2013).
Es necesario indagar sobre los mensajes que estos mitos transmiten en función del tipo de roles y de la identidad que asignan a hombres y mujeres, a fin de deconstruir su carácter patriarcal. Las relaciones de pareja constituyen un espacio de tensión y confrontación que produce mucho malestar psicológico y físico entre los seres humanos. Una de las fuentes de los conflictos en las relaciones de pareja proviene de la confrontación que se experimenta respecto de lo que se espera que haga, piense o sienta un hombre o una mujer dentro de una relación de pareja. En las relaciones de pareja surgen muchos conflictos cuando las personas consideran que su pareja no cumple con lo que se esperaría que fuera un hombre o una mujer. A la relación de pareja, hombres y mujeres llegamos con una gran cantidad de expectativas sobre los lugares en los cuales se debería desarrollar y cómo debería ser pensar y actuar nuestra pareja. En muchas ocasiones estas expectativas no se verán satisfechas, lo cual creará una fuente de frustración e impotencia, que puede llevar a situaciones de violencia física, psicológica o sexual.
Estos mitos sociales que representan a las relaciones de pareja establecen que el varón debe ejercer un poder anclado en la supremacía y el dominio sobre la mujer y los hijos. Es necesario recordar que la “familia” es una palabra cuyo origen es “famulus” que significa sirviente o esclavo. Dentro de estos mitos, las actitudes y comportamiento de las mujeres deben circunscribirse al sometimiento y la sumisión.
De acuerdo con Lerner (1990), el patriarcado es la manifestación e institucionalización dominio masculino sobre las mujeres y niñas/os de la familia y la ampliación de dicho dominio sobre las mujeres en la sociedad en general. El sistema patriarcal tiene dos componentes básicos: la estructura social y la ideología de creencias que legitiman y justifican dicha situación. Con el surgimiento del patriarcado las sociedades humanas establecieron a la diferencia sexual como parámetro de desigualdad entre los seres humanos. El que hombres y mujeres seamos distintos biológicamente no debería implicar necesariamente un ejercicio injusto del poder. No obstante, esto no ha sido así y lo que hemos observado, a través de la historia de nuestra especie humana, es que la diferencia sexual ha sido utilizada para establecer condiciones discriminatorias para las personas en función de su género. El sistema patriarcal estableció un orden simbólico en el cual se transmitieron, a través de la conformación de los mitos, una serie de patrones que establecen cómo debemos actuar, pensar y sentir hombres y mujeres.
Es importante considerar el papel que los mitos actuales tienen respecto a la constitución de identidades femeninas y masculinas. Estos mitos, que se presentan a través de películas y obras literarias de consumo masivo, constituyen un importante elemento a considerar respecto de la manera en que hombres y mujeres constituyen su identidad en las relaciones de pareja. El papel de estos mitos es importante a lo largo de toda nuestra vida, dado que constituyen parte fundamental de la manera en que introyectamos una serie de mandatos sobre cómo debemos ser, portarnos, pensar y sentir dependiendo de si somos hombre o mujeres.
Estos mitos cargados de simbolismos, presentes en las historias a través de la cuales hemos significado las relaciones de pareja, juegan un papel muy importante en la constitución de procesos de identificación de hombres y mujeres. Las distintas instituciones sociales en las cuales nos hemos desarrollado a lo largo de nuestra historia, han tenido como función moldear nuestra forma de pensar y actuar de acuerdo con determinados cánones.
Detrás de las películas, de las novelas, de las canciones y de las distintas historias que nos trasmiten las diferentes instituciones sociales, existen guiones que marcan lo que hombres y mujeres debemos hacer, pensar o sentir.
Identificar las tramas que constituyen el trasfondo de nuestras relaciones de pareja nos permitirá salir de estas historias que hemos asumido de manera inconsciente. Es necesario crear nuevas formas de interpretar las situaciones que nos permitan avanzar en nuestro desarrollo personal.
Recientemente, han surgido investigaciones que analizan el impacto de los mitos sociales sobre el amor romántico en hombres y mujeres que están realizando estudios universitarios. Un estudio realizado por Monter Nayade (2018) en estudiantes universitarios de la UPN identificó, a través de una investigación cualitativa, que ciertas creencias que tienen las personas de la muestra seleccionada, guardan paralelismos con los discursos sobre el amor romántico que están presentes en narraciones, canciones, películas, símbolos culturales y costumbres sociales. Los resultados de esta investigación mostraron la complejidad que representa caracterizar la imagen del amor romántico que tienen hombres y mujeres. No obstante, dentro de los discursos, se identificó la presencia de roles estereotipados sobre la participación de hombres y mujeres en las relaciones de pareja. En el caso de las mujeres, ellas señalaron que buscaban que sus parejas fueran buenos proveedores, trabajadores, cariñosos y fieles. Entre los principales roles que los varones asignaron a las mujeres en las relaciones amorosas, se incluye “salir a pasear, estudiar, platicar, cuidado de los hijos, administradora, trabajar, cocinar, lavar, planchar, cuidado del hogar y ama de casa.
Objetivo
El objetivo del presente trabajo es analizar dos mitos que están presentes en muchos de los argumentos que constituyen la base de películas, novelas y canciones que retratan las relaciones de pareja. Los dos mitos que identificamos y que constituyen el trasfondo de muchas de las historias de “amor” que escuchamos en las canciones, que vemos en las películas o que leemos en las novelas que inundan las librerías, son la historia de Cenicienta y la historia de La Bella y la Bestia.
Desarrollo
Las historias de la Cenicienta y de La Bella y la Bestia son una significación simbólica, que dentro del sistema patriarcal han ofrecido una explicación de las relaciones de pareja. Muchos de los introyectos que permean estas historias se establecen como una serie de mandatos que establecen la forma en que una mujer o un hombre deberían comportarse, sentir o pensar. Estas dos historias fortalecen patrones de dependencia emocional en las mujeres y por lo tanto no contribuyen a fortalecer su desarrollo personal. A fin de salir de estas historias es importante tomar conciencia del hecho de que no constituyen una naturaleza esencial acerca de cómo deben ser las relaciones que hemos agrupado bajo el mito del “amor romántico”.
Iniciemos con la historia de Cenicienta. Cenicienta es una pobre muchacha que tiene que hacer lo que su malvada madrastra y hermanastras le obligan, hasta que un príncipe apuesto aparece para rescatarla.
Cenicienta pierde a su madre cuando ésta muere, y también es rechazada por su padre cuando éste escoge casarse con una mujer dominante, demandante y fría. Cenicienta no puede ser feliz hasta que alguien la rescate de esta situación, hasta que encuentre a su príncipe azul.
Cuando asumimos esta historia, en nuestra vida, consideramos que no seremos felices, que no podremos terminar con relaciones demandantes, abusivas y agresivas hasta que no encontremos a nuestro príncipe azul, hasta que no aparezca un hombre ideal, una persona o circunstancia que nos rescate y nos haga felices. Este mensaje implica que no tenemos la posibilidad de cambiar nuestras condiciones de opresión y sometimiento por nosotros mismas. Es necesario que un hombre nos rescate para poder tener una vida más justa y digna.
Cuando asumimos esta historia, esperamos que alguien nos ayude (un hada madrina) a ser apreciadas, a tener un lugar adecuado, a reparar las situaciones que consideramos son injustas. Puede ser que en nuestra casa haya violencia, maltrato físico o verbal y ante esta situación, no podremos hacer nada hasta que un hombre (el príncipe azul) venga a rescatarnos. Como Cenicienta lloramos entre las cenizas esperando a nuestro príncipe. Si asumimos este rol, seremos víctimas, creeremos que no podemos hacer nada por nosotras mismas ante el maltrato físico, verbal, emocional o hasta sexual. Asumir este papel de víctimas implica albergar internamente deseo de venganza. En esta historia Cenicienta al final despliega su deseo de venganza respecto de sus agresoras. Al final de la historia se exhibe siendo rescatada por el príncipe azul, un hombre ideal que será la envidia de sus hermanastras, teniendo una vida de lujo. Internamente se materializa el deseo de venganza, el poder mostrarles a esas mujeres que la maltrataron: “Miren como me fue a mi bien y ustedes tienen lo que se merecen”.
En la historia de Cenicienta nos cuentan que nuestra vida con el príncipe va a ser maravillosa. Ese hombre maravilloso nos va a rescatar. Ya nunca más vamos a ser desatendidas, ya no vamos a sufrir la violencia y el abandono del que hemos sido objeto. Le vamos a dedicar a nuestro príncipe todo nuestro tiempo y nuestro amor y él nos va a corresponder y todo será maravilloso. Nos va a apoyar, acompañar, escuchar, atender y tratar con amor. Este mito del amor romántico produce mucha frustración cuando las mujeres experimentan violencia por parte de sus parejas. Cuando en la convivencia cotidiana, dentro de una sociedad patriarcal que ha establecido un lugar subordinado para las mujeres, se viven situaciones de violencia, muchas mujeres experimentan frustración, desilusión y enojo porque su pareja no es el príncipe azul que el mito le había ofrecido.
Cenicienta asume el papel de víctima y les entrega el poder a las personas para que la hagan sufrir, por su culpa se siente muy mal. Ante el maltrato, ella no responde, se resigna y llora en silencio. Sus hermanastras y su madrastra la obligan a hacer cosas desagradables y ella sufre en silencio porque es una buena “persona”. Cenicienta se asigna el papel de víctima y a sus hermanastras y madrastra les asigna el rol de victimarias. Las hermanastras y la madrastra rompen sus ilusiones y luego aparece el hada madrina que le cumple sus deseos, pero sólo hasta la medianoche. Únicamente la figura de un príncipe azul tendrá el poder de rescatarla de manera definitiva. Este príncipe la rescata, se casa con ella y “viven felices por siempre”. Aquí es donde acaba el cuento y empiezan los problemas en la vida real, en virtud de que estas expectativas son imposibles de cumplir para cualquier persona.
¿Qué aprendemos del cuento de Cenicienta? Que lo único que necesitamos es encontrar a alguien que cumpla nuestros deseos, que no podemos hacer nada por resolver nuestra situación actual, hasta que alguien pueda venir a rescatarnos. Es así que muchas mujeres para salir de una situación violenta y amenazante, por ejemplo un matrimonio destructivo, creen que lo único que pueden hacer es esperar a que alguien las rescate, puede ser un buen abogado, otro hombre que las ame de verdad, un terapeuta que les diga que hacer, etc.
Este es el mito que se halla en el trasfondo de la gran mayoría de historias que constituyen el guion de una gran cantidad de novelas, películas, canciones, etc. Una mujer buena que sufre humillaciones y vejaciones y que al fin de la historia, se casa con un hombre bueno y poderoso que la hace feliz. Se cumple la promesa “algún día llegará mi príncipe azul que me va a hacer feliz y ya no sufriré más”.
Esta historia también puede significar algunas ganancias neuróticas para las mujeres que asumen este papel pasivo en el que sólo tienen que esperar que otra persona las salve. Pueden dejar de lado su responsabilidad para hacer cambios en sus circunstancias personales a través de asumir nuevas formas de pensar, actuar y sentir.
¿Cómo podríamos cuestionar esta historia y asumir nuevos guiones? En primer lugar, podríamos familiarizarnos con historias en las que la heroína tome un papel activo en construir su nueva vida. Podríamos dejar de victimizarnos y asumir la responsabilidad por la violencia que permitimos que se ejerza sobre nosotras.
¿Qué pasaría si Cenicienta recordar quién es y dejara de realizar trabajos que no le corresponden? Cenicienta no es una sirvienta de su madrastra y hermanastras. Es preciso recordar que Cenicienta era la hija del dueño del castillo en el que ahora vive y en el que ha asumido el papel de sirvienta. ¿Qué pasaría si ella asumiera su verdadera identidad? ¿Qué pasaría si Cenicienta estableciera límites claros y precisos y cuidara de sí misma? ¿De qué manera podría Cenicienta resignificar su papel de víctima y dejar de ver a las personas que la rodean como victimarios?
¿Qué pasaría si Cenicienta decidiera cambiar su forma de percibir las relaciones y se empoderara? ¿Qué pasaría si Cenicienta abandonara sus ideas de venganza y comenzara a apreciar a las personas que la rodean? ¿Qué pasaría si Cenicienta permitiera que las personas que la rodean asuman sus responsabilidades de la misma forma en que ella las está ahora asumiendo?
El segundo mito que vamos a analizar es la historia de la Bella y la Bestia. Bella es una muchacha dulce que debe soportar vivir con una bestia a la que va a convertir en un hermoso príncipe, a través de su amor. Una joven bella e inocente conoce a un monstruo repulsivo y aterrador. Para salvar a su familia de la ira de la Bestia, la joven decide irse a vivir con él. Cuando vive con él, ella lo acepta como monstruo y entonces ocurre el milagro, el monstruo se convierte en un príncipe.
Esta historia acentúa la creencia de que una mujer puede cambiar a un hombre si lo ama lo suficiente. En esta historia las mujeres redimen a los hombres a través de su amor que lo acepta todo. Cuando alguien no es como queremos podemos esforzarnos en cambiarlo. Los artículos de revistas, los libros, los guiones de las películas nos mandan el mensaje de que con nuestros esfuerzos podemos lograr que una persona enferma, infeliz, se convierta en la persona que queremos y necesitamos que sea: una pareja ideal, un buen hijo, una madre amorosa, un hermano(a) cálido, etc.
La Bella es una salvadora, programada con la ilusión de que todo lo que un hombre bestial necesita es el amor de una buena mujer. Ella puede pensar “Este hombre consume alcohol porque no ha encontrado una buena mujer que lo acepte y lo apoye. Cuando nos casemos yo lograré que él cambie. Mi amor es capaz de lograrlo.” Bella recibe aprobación de las personas que la rodean porque sufre la violencia y el abuso de su pareja sin quejarse. Bella realiza múltiples intentos de salvar a su pareja. ¿Podría ser este el guion que siguen las mujeres que no critican a sus parejas adictas, que le dan consejos, que asumen las responsabilidades de los varones, que se empeñan en lograr que se incorpore a programas terapéuticos, que lo acompañan y lo cuidan cuando él se pone indispuesto por su adicción?
Bella tiene que sacrificarse para poder salvar a su familia y poder eliminar el hechizo del que fue objeto la Bestia. Aquí es importante recordar como muchas mujeres creen que los malos comportamientos de sus parejas se deben a la influencia dañina de otras personas (sus amigos, su familia, etc.). En este sentido eliminan la responsabilidad de este hombre-Bestia por sus comportamientos inapropiados.
El guion de la Bella y la Bestia lleva a las mujeres a vincularse con hombres adictos (alcohólicos, drogadictos, trabajólicos, jugadores compulsivos, etc.) e inaccesibles emocionalmente. En fin, personas que no se comprometen en la relación de pareja. El intento constante de salvarlos y de eliminar los hechizos que les han caído encima, sólo produce dolor y sufrimiento. No obstante, el guion de este cuento promete que después de estos sacrificios las mujeres sean recompensadas con el amor de una Bestia transformada en príncipe.
Recientemente, en la literatura han aparecido exitosas novelas en las cuales se refuerza esta historia de la Bella y la Bestia. Un ejemplo de esto es la serie de novelas que Stephenie Meyer escribió y que posteriormente se llevaron con mucho éxito al cine. La tetralogía de novelas está conformada por Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse y Amanecer. En esta historia, Isabela Marie Swan (Bella), una joven de 17 años se enamora de un vampiro. Bella es cruelmente atacada, sufre, casi muere y entra al mundo de los vampiros. Tiene un hijo que puede costarle la vida y ella está aferrada a padecer toda una serie de calamidades por el amor a su esposo.
¿Qué mensajes manda a las mujeres esta historia? Nos impulsa a tratar de redimir con nuestro amor a hombres problemáticos, metidos en el mundo de la violencia, de las drogas o del alcoholismo. No importa lo que tengamos que sufrir, ni lo que tengamos que padecer, debemos esforzarnos por conformar una familia aceptando a al hombre como es, entrando en su mundo, aunque esto signifique para nosotras amenaza, violencia y peligro.
¿No sería más conveniente que las mujeres siguiéramos guiones en los que nos vinculáramos con hombres sanos, emocionalmente maduros, que nos permitan convivir en ambientes seguros?
La autora británica L.E. James publicó en 2011 Cincuenta sombras de Gray, la primera de tres novelas eróticas. Posteriormente publicó Cincuenta sombras liberadas, Cincuenta sombras más obscuras, y Grey. Los libros y las posteriores adaptaciones cinematográficas han tenido una gran difusión entre públicos diversos, pero sobretodo podemos señalar el impacto entre la población adolescente. En esta historia, se describe la relación entre una recién graduada de la universidad, Anastasia Steele, y el joven magnate de negocios Christian Grey. Este hombre introduce a Anastasia al mundo del sadomasoquismo. Un dato importante es que él desea que ella, por su propio consentimiento, se vincule con él en esas prácticas sadomasoquistas. Obviamente, en estas prácticas ella es la parte pasiva, mientras que él es el que la domina y la somete a satisfacer sus deseos sexuales.
En este cuento, este hombre que al inicio se presenta muy atractivo, con mucho dinero y poder, también aparece como alguien que pertenece a un mundo enigmático, desconocido, el mundo del sadomasoquismo. De repente, en este mundo se convierte en la Bestia. Se apodera de él un espíritu maligno que ataca y produce dolor en aras de su satisfacción sexual. Entonces, la protagonista desconcertada desea alejarse de él, pero no puede. A través de toda la saga de novelas, como en el caso de Crepúsculo, la heroína se va adentrando más y más en ese oscuro mundo, con la esperanza de que algún día va a transformar a la Bestia a través de su amor. La recompensa de estos esfuerzos, en los que experimenta dolor y sufrimiento, es el matrimonio.
¿Cómo podríamos dejar este papel de salvadoras? Quizá dándonos cuenta de que nuestra necesidad de salvar podría disfrazar una necesidad de controlar. Podríamos dejar de rescatar a personas que no quieren ser rescatadas, contactar y atender con nuestras necesidades físicas, emocionales y espirituales, permitir que las otras personas asuman sus responsabilidades.
¿Qué pasaría si Bella comenzara a relacionarse con personas a las que no necesita rescatar? ¿Qué pasaría si Bella atiende sus necesidades físicas y emocionales? ¿Qué pasaría si Bella descubre que puede relacionarse con hombres que representen un mundo armónico y que le puedan ofrecer compromiso y respeto? ¿Qué pasaría si Bella reconoce que tiene derecho a ser feliz y que para esto no es necesario sufrir? ¿Qué pasaría si Bella reconoce que el amor no implica sufrimiento? ¿Qué pasaría si Bella, en lugar de tratar de salvar a su Bestia, se esfuerza en cambiar sus patrones de codependencia? ¿Qué pasaría si Bella reconoce que ella tiene el poder de crear circunstancias favorables para desarrollar su potencial? ¿Qué pasaría si Bella, en lugar de relacionarse con Bestias que la introducen en un mundo amenazante, busca contactar con personas que le permitan desarrollarse personalmente? ¿Qué pasaría si Bella acepta que ella tiene un problema por tratar de salvar a Bestias? ¿Qué pasaría si Bella comenzará a escucharse a sí misma y a crear nuevos argumentos para las historias a través de la cuales va a interpretar sus realidades? ¿Qué pasaría si Bella reconociera que ella puede tomar el mando de su vida, sin esperar salvar a alguien para que la rescate? ¿Qué pasaría si Bella reconociera que siempre ha sido lo bastante buena para ser aceptada y querida, que no necesita sacrificarse, ni esforzarse por ser amada? ¿Qué pasaría si Bella se aceptara y reconociera que merece ser feliz? ¿Qué pasaría si Bella aprendiera a mantenerse alejada de situaciones amenazantes? ¿Qué pasaría si Bella asume sus responsabilidades y deja que la Bestia también las asuma? ¿Qué pasaría si Bella pensará que la Bestia ha decidido vivir en ese mundo y que sólo él puede dejarlo si así lo desea? ¿Qué pasaría si Bella dejara de tratar de controlar a la Bestia? ¿Qué pasaría si Bella comenzara a escuchar nuevas historias de princesas que logran salir de ambientes violentos, que cambian patrones de codependencia? ¿Qué pasaría si Bella aprende a cuidar de sí misma?
Conclusiones
Los mitos presentes en las dos historias que analizamos, Cenicienta y la Bella y la Bestia, igualan la experiencia del amor con la del sufrimiento. Las mujeres en estos relatos sufren y eso significa que aman. Estas mujeres se sacrifican soportando opresión, sometimiento, violencia, adversidades y lo hacen con la esperanza de que después toda va a cambiar y serán felices. En las historias se muestra la felicidad como el logro que se obtiene después de mucho esfuerzo y sufrimiento. Esta felicidad está dada por la recompensa del matrimonio.
En lugar de asumir el guion de Cenicienta o de la Bella, podríamos construir y familiarizarnos con una historia en la cual aprendiéramos a liberarnos de la culpas por no ser la persona que se espera que seamos; a contactar y atender nuestras emociones y necesidades; identificar y construir condiciones propicias para alcanzar nuestras metas y a relacionarnos con personas que nos aprecian y no nos utilizan.
Un lugar importante en el condicionamiento del que hemos sido objeto a lo largo de nuestros años de formación lo ocupan los mitos a través de los cuales significamos las relaciones de pareja. Este condicionamiento no se ha preocupado por fomentar una identidad propia que por mucho rebasaría los cánones fijos y estáticos que establecen los estereotipos de género presentes en los mitos que analizamos en el presente trabajo. El condicionamiento cultural se ha caracterizado por exigirnos un seguimiento acrítico de estos cánones y no se ha reconocido la diversidad de experiencias e identidades múltiples. Este condicionamiento permea nuestras vidas y continuará operando a menos que iniciemos y fortalezcamos procesos de cuestionamiento de dichos mitos. El trabajo que realizamos en la presente investigación es una contribución a este cuestionamiento.
Referencias
Bolen Shinoda (2000): Las diosas de cada mujer. Una nueva psicología femenina. Barcelona: Kairós.
Lerner, Gerda (1986). La creación del patriarcado. http://www.antimilitaristas.org/IMG/pdf/la_creacion_del_patriarcado_-_gerda_lerner-2.pdf
Monter, Nayade. (2018) Género y discursos sobre el amor romántico. Estudio de caso en la UACM, plantel Cuautepec. Memoria XIV Congreso Nacional sobre Empoderamiento Femenino.
Saiz, M. (2013). Amor romántico, amor patriarcal y violencia machista. Una aproximación crítica al pensamiento amoroso hegemónico de occidente (Tesis de maestría). España: Universidad Complutense de Madrid. Recuperado el 11 de abril 2018 de https://riull.ull.es/xmlui/bitstream/handle/915/3475/Deconstruyendo%20el%20Amor%20Romantico%20para%20prevenir%20la%20Violencia%20de%20Genero%20%20%20.pdf?sequence=1
Serret, Estela. (2001) El género y lo simbólico. La constitución imaginaria de la identidad femenina. Instituto de la mujer oaxaqueña, Ediciones. Oaxaca.
Watts A. Campbell J., Progoff I y otros. (1997). Mitos, sueños y religión. Kairós, Barcelona.
Martínez Riu Antoni y Cortés Jordi, (1996): Diccionario de Filosofía. Barcelona: Herder.
Notas
1. Profesora Titular de la Carrera de Psicología de la FES Iztacala. Responsable del Programa Institucional de Estudios de Género. Correo electrónico: dorantes.gomez@hotmail.com