Obesidad, factible consecuencia de ansiedad en estudiantes de Psicología de una Universidad de Colombia Descargar este archivo (7 - Obesidad, factible consecuencia de ansiedad.pdf)

Alba Nidia Quiceno Ramírez1, Estefanía Álvarez Escobar2, Katherine Cardona Mejía3, Katherine Rodríguez Buriticá4

Universidad Cooperativa de Colombia, Pereira Risaralda

Resumen

La obe­si­dad es un pro­ble­ma públi­co que afec­ta no solo a paí­ses no desa­rro­lla­dos sino tam­bién en vías de desa­rro­llo, don­de una de las pobla­cio­nes más afec­ta­das son los uni­ver­si­ta­rios, dado que es aque­lla en que se gene­ra más estrés, ansie­dad y des­equi­li­brio en la ali­men­ta­ción. El obje­ti­vo de este estu­dio fue iden­ti­fi­car si los estu­dian­tes de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Coope­ra­ti­va de Colom­bia sufrían obe­si­dad, tenien­do como fuen­te prin­ci­pal la iden­ti­fi­ca­ción del tipo y nivel de ansie­dad. Par­ti­ci­pa­ron 114 estu­dian­tes, 31 hom­bres y 83 muje­res en eda­des entre 18 y 42 años. Se les apli­có el STAI (Cues­tio­na­rio de ansie­dad Esta­do-Ras­go), se midió talla, peso y se cal­cu­ló el IMC. Los resul­ta­dos fue­ron que el 71.1 % de los encues­ta­dos se encuen­tran en el ran­go de peso nor­mal, 18% en el ran­go de sobre­pe­so I, 7% sobre­pe­so II y obe­si­dad I 2.7%, cuya media de nivel de ansie­dad fue: 28,74 –27, 24 – 24,78 – 25,33 res­pec­ti­va­men­te, lo que per­mi­te con­cluir inexis­ten­cia de una corre­la­ción entre el IMC y el nivel de ansie­dad.

Pala­bras Cla­ve: Obe­si­dad, ansie­dad, IMC, uni­ver­si­ta­rios.

Abstract

Obe­sity is a public pro­blem that affects not only unde­ve­lo­ped coun­tries but also in the pro­cess of deve­lop­ment, one of the most affec­ted popu­la­tions are stu­dents from uni­ver­si­ties, and this is due to it is one in which the­re is more stress, anxiety and imba­lan­ce in food. The objec­ti­ve of this study was to iden­tify if the stu­dents of Psy­cho­logy of the Coope­ra­ti­ve Uni­ver­sity of Colom­bia suf­fe­red from obe­sity, having as main sour­ce the iden­ti­fi­ca­tion of the type and level of anxiety. The­re were 114 stu­dents, 31 men and 83 women in ages bet­ween 18 and 42. The STAQ (Sta­tus-Trait Anxiety Ques­tion­nai­re) was applied, height, weight were mea­su­red and the BMI was cal­cu­la­ted. The results were that 71.1% of the res­pon­dents were in the nor­mal weight ran­ge, 18% in the over­weight I ran­ge, 7% over­weight II and obe­sity I 2.7%, who­se ave­ra­ge level of anxiety was: 28.74 – 27, 24 – 24.78 – 25.33 res­pec­ti­vely, which allows to con­clu­de that the­re is no corre­la­tion bet­ween BMI and anxiety level.

Key­words: Obe­sity, anxiety, BMI, uni­ver­sity.

Introducción

La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud defi­ne la obe­si­dad como un aumen­to del Índi­ce de Masa Cor­po­ral (IMC) que se pro­du­ce por el poco gas­to ener­gé­ti­co que tie­ne la per­so­na en com­pa­ra­ción con las calo­rías que con­su­me; afir­ma que es una de las enfer­me­da­des con más cre­ci­mien­to e impac­to en el mun­do y que se con­vier­te cada vez más en una epi­de­mia silen­cio­sa que afec­ta dis­tin­tos ámbi­tos socia­les (OMS, 2017).

Se ha des­car­ta­do la anti­gua teo­ría que ase­gu­ra­ba que la obe­si­dad era un pro­ble­ma exclu­si­vo de paí­ses de altos ingre­sos y se ha agre­ga­do que actual­men­te aco­sa a nacio­nes pobres o en vías de desa­rro­llo (Tapia, 2006).

Una de las pobla­cio­nes más vul­ne­ra­bles son los adul­tos jóve­nes uni­ver­si­ta­rios, dado que es aque­lla en don­de se encuen­tran en una eta­pa par­ti­cu­lar de for­ma­ción en la que cual­quier cir­cuns­tan­cia pue­de afec­tar sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te el equi­li­brio salu­da­ble, el ren­di­mien­to aca­dé­mi­co y su pro­yec­to de vida (Ríos & Osor­nio, 2014). Y a su vez, se ha iden­ti­fi­ca­do que las die­tas que lle­van los jóve­nes adul­tos uni­ver­si­ta­rios son inade­cua­das y su esti­lo de vida se ve modi­fi­ca­da tan­to en el ámbi­to social, eco­nó­mi­co, cul­tu­ral y psi­co­ló­gi­co a los que se ven enfren­ta­dos y que pue­den reper­cu­tir en el ren­di­mien­to aca­dé­mi­co (Var­gas, Bece­rra & Prie­to 2010).

En cuan­to a los fac­to­res ambien­ta­les, el con­su­mo de ali­men­tos alta­men­te ener­gé­ti­cos y la poca rea­li­za­ción físi­ca, es lo que con­du­ce a los dife­ren­tes tipos de obe­si­dad (Cabe­llo, 2007). Los estu­dios rea­li­za­dos demues­tran que una par­te de los estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios sufre malnu­tri­ción debi­do a la mala ali­men­ta­ción, lo cual gene­ra sobre­pe­so y pro­ble­mas de salud. La nue­va glo­ba­li­za­ción nos pro­po­ne una vida agi­ta­da y la comi­da no que­da fue­ra: la famo­sa “fast food” (común­men­te lla­ma­da “comi­da cha­ta­rra”) es la estre­lla de las últi­mas déca­das (Uni­ver­sia Ecua­dor, 2014).

Qui­zá los fac­to­res bio­ló­gi­cos ten­gan algu­na fun­ción al afec­tar direc­ta­men­te la fisio­lo­gía de la acu­mu­la­ción de las gra­sas, o de modo indi­rec­to al pre­dis­po­ner a los tras­tor­nos afec­ti­vos (ansie­dad y depre­sión) común­men­te rela­cio­na­dos con los tras­tor­nos de la ali­men­ta­ción. A su vez, los fac­to­res cul­tu­ra­les como la preo­cu­pa­ción social por la juven­tud y esbel­tez tam­bién tie­nen una fun­ción impor­tan­te (Gold­man cita­do por Khaoi­me & Luce­na, 2008, p. 14).

La obe­si­dad debe ser con­si­de­ra­da como una com­ple­ja enfer­me­dad, en don­de el des­equi­li­brio está tam­bién gene­ra­do por fac­to­res gené­ti­cos, alte­ra­cio­nes endo­cri­no­ló­gi­cas, así como usos y cos­tum­bres y, final­men­te, heren­cia cul­tu­ral (Zal­ce, 2013, p.76).

Por su par­te, Moreno (2013) afir­ma que la obe­si­dad per­ju­di­ca no solo físi­ca­men­te, sino tam­bién psi­co­ló­gi­ca­men­te, ya que se ha iden­ti­fi­ca­do que la ima­gen cor­po­ral que tie­ne la per­so­na de sí mis­ma influ­ye en la obe­si­dad diag­nos­ti­ca­da, con­vir­tién­do­se de esta mane­ra en una repre­sen­ta­ción men­tal, mani­fes­tán­do­se como un fenó­meno que pue­de lle­gar a ais­lar­los de la socie­dad o cata­lo­gar­los como aque­llo “que no se quie­re ser”, afec­tan­do así su cali­dad de vida. De igual for­ma, Sla­de (1994) indi­ca que la obe­si­dad se defi­ne como la repre­sen­ta­ción que se tie­ne del tama­ño, con­tor­nos y for­ma del cuer­po, así como el sen­ti­mien­to que trae apa­re­ja­do con sus carac­te­rís­ti­cas y las de sus dife­ren­tes par­tes cons­ti­tu­ti­vas, afec­tan­do sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te la ima­gen que se tie­ne de sí mis­mo.

Guz­mán (2010), afir­ma: “No se ha encon­tra­do un tras­torno espe­cí­fi­co del obe­so, pero sí hay obe­sos con psi­co­pa­tías y con dis­tin­tos per­fi­les psi­co­ló­gi­cos, sin embar­go, tam­po­co una per­so­na­li­dad carac­te­rís­ti­ca del obe­so”. Kaplan y Kaplan cita­do por Guz­mán (2010), pro­po­nen que la sobre inges­ta es una con­duc­ta apren­di­da, uti­li­za­da por el suje­to obe­so como meca­nis­mo para redu­cir la ansie­dad.

Según Bresh (2006), la mayo­ría de las per­so­nas refie­ren que comen cuan­do se sien­ten depri­mi­das y ansio­sas, de modo que la inges­ta de ali­men­tos redu­ce la ansie­dad y depre­sión. De igual mane­ra, Cabe­llo y Zúñi­ga (2007) halla­ron que el ori­gen de la obe­si­dad tie­ne una rela­ción con los suce­sos estre­san­tes de la vida, por lo que la comi­da es uti­li­za­da como refu­gio para com­pen­sar frus­tra­cio­nes, depre­sión, nece­si­da­des y temo­res que pue­den estar aso­cia­das al pre­jui­cio y la dis­cri­mi­na­ción

Por otra par­te, Spiel­ber­ger cita­do por Richard (2005) defi­ne el esta­do de ansie­dad como una reac­ción emo­cio­nal de aprehen­sión, ten­sión, preo­cu­pa­ción, acti­va­ción y des­car­ga el sis­te­ma ner­vio­so autó­no­mo, mien­tras que Tobe­ña (1997) la con­si­de­ra como una emo­ción que modi­fi­ca los pará­me­tros bio­ló­gi­cos y se expre­sa a tra­vés de dife­ren­tes apa­ra­tos y sis­te­mas.

Ade­más, afir­ma (Richards, 2005), pode­mos seña­lar que la ansie­dad pue­de ser com­pren­di­da, como un esta­do de temor que se expe­ri­men­ta sub­je­ti­va­men­te fren­te a una deter­mi­na­da situa­ción que per­ci­bi­mos como ame­na­za­do­ra, la cual pue­de estar liga­da a anti­ci­pa­cio­nes de peli­gro, como cas­ti­go o ame­na­zas a la auto­es­ti­ma.

Para ejem­pli­fi­car la impor­tan­cia de estos des­ór­de­nes se pue­de citar que, anual­men­te, en Esta­dos Uni­dos más del 16% de todos los adul­tos entre 18 y 54 años pre­sen­ta algún des­or­den de ansie­dad (Tapia, 2006).

En Colom­bia la mor­ta­li­dad por enfer­me­da­des aso­cia­das a esti­lo de vida seden­ta­rios y enfer­me­da­des cró­ni­cas como el sobre­pe­so y la obe­si­dad, repre­sen­tan más del 40% como tasa de mor­ta­li­dad en gene­ral (Espi­tia, 2011, p. 12).

Las enfer­me­da­des gra­ves no trans­fe­ri­bles como lo son las enfer­me­da­des car­dio­vas­cu­la­res for­man par­te de la cau­sa de mor­ta­li­dad con una cifra de 17 millo­nes de muer­tes anua­les (Espi­tia, 2011).

Por lo tan­to, el obje­ti­vo del pre­sen­te estu­dio es iden­ti­fi­car si los estu­dian­tes de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Coope­ra­ti­va de Colom­bia sede Perei­ra pade­cen obe­si­dad, tenien­do como fuen­te prin­ci­pal la iden­ti­fi­ca­ción del tipo y nivel de ansie­dad. Así mis­mo la hipó­te­sis del pre­sen­te tra­ba­jo es encon­trar si entre mayor ansie­dad, se da mayo­res nive­les de obe­si­dad.

Método

Par­ti­ci­pan­tes

Se cuen­ta con la par­ti­ci­pa­ción de 114 estu­dian­tes de los semes­tres de pri­me­ro, segun­do, ter­ce­ro, sex­to, sép­ti­mo, octa­vo, noveno y déci­mo de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Coope­ra­ti­va de Colom­bia, con eda­des de entre 18 y 42 años de edad.

Ins­tru­men­tos

-STAI (Cues­tio­na­rio de ansie­dad Esta­do-Ras­go). La segun­da par­te de Ansie­dad como ras­go (A/R). El STAI, ha sido uti­li­za­do para eva­luar carac­te­rís­ti­cas de ansie­dad en corre­la­ción con varios fac­to­res debi­do a sus valo­res psi­co­mé­tri­cos de espe­ci­fi­ci­dad con­cep­tual y con­sis­ten­cia inter­na. La prue­ba tie­ne como obje­ti­vo iden­ti­fi­car el gra­do de afec­ta­ción (Esta­do) y la fre­cuen­cia de ocu­rren­cia (Ras­go). En este caso, se pue­de obser­var que mide el nivel de corre­la­ción entre la ansie­dad y obe­si­dad.

-Fór­mu­la de Deu­ren­berg: IMC: (Peso (kg)/ (Esta­tu­ra (cm) x Esta­tu­ra (cm)) *10000. Es una for­mu­la que per­mi­te cal­cu­lar el índi­ce de gra­sa de for­ma rápi­da, en la que solo se nece­si­ta el peso de la per­so­na y la esta­tu­ra.

Pro­ce­di­mien­to

La inves­ti­ga­ción se reali­zó en varias eta­pas: Se pide la apro­ba­ción del Decano Car­los Corra­les de la facul­tad de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Coope­ra­ti­va de Colom­bia. Pos­te­rior a esto se diri­gió a los salo­nes par­ti­ci­pan­tes de la inves­ti­ga­ción expli­can­do el pro­yec­to, su obje­ti­vo y la con­fi­den­cia­li­dad de este. Se les entre­gó el con­sen­ti­mien­to infor­ma­do por escri­to, y se les apli­có el STAI (Cues­tio­na­rio de ansie­dad Esta­do-Ras­go). En la mis­ma oca­sión se les tomó la medi­da del peso para el cálcu­lo del IMC. Ense­gui­da se reali­zó la toma de datos y el aná­li­sis de la infor­ma­ción que se obtu­vo.

Aná­li­sis de datos

Para el aná­li­sis de datos se uti­li­zó el soft­wa­re SPSS. Es un soft­wa­re que sir­ve para rea­li­zar la cap­tu­ra y aná­li­sis de datos, así como para crear tablas y grá­fi­cas con data com­ple­ja. En esta inves­ti­ga­ción se uti­li­zó para la rea­li­za­ción esta­dís­ti­ca, y se mane­jó la ver­sión 25.

Resultados

En la tabla 1 se obser­van los datos esta­dís­ti­cos de las 83 muje­res encues­ta­das, en el cual el ran­go de edad fue entre 19 y 42 años, cuyo pro­me­dio de IMC fue de 23,1294 y nivel de ansie­dad de 28,53 equi­va­len­te al 47,5%. Se evi­den­cia que las muje­res encues­ta­das pre­sen­tan en pro­me­dio un nivel de peso nor­mal.

Tabla 1. Estadísticos mujeres

Esta­dís­ti­cos Muje­res

 

Edad

 Peso (Kg)

Esta­tu­ra (cm)

IMC

Media

25,22

58,14

158,66

23,13

Media­na

 23,00

58,00

157,00

23,07

Míni­mo

    19

 41

    145

12,63

Máxi­mo

    42

   91

    197

33,69

En la tabla 2 se obser­va los datos esta­dís­ti­cos de los 31 hom­bres encues­ta­dos, en el cual el ran­go de edad fue de entre 18 y 40 años, cuyo pro­me­dio de (IMC) fue de 24,07 y nivel de ansie­dad fue de 26,81, equi­va­len­te al 44,7%. Se evi­den­cia que los hom­bres encues­ta­dos pre­sen­tan en pro­me­dio un nivel de peso nor­mal.

Tabla 2. Estadísticos hombres

Esta­dís­ti­cos Hom­bres

 

Edad

Peso (Kg)

Esta­tu­ra (cm)

IMC

Media

25,13

69,97

170,48

24,07

Media­na

24,00

69,00

170,00

23,88

Míni­mo

  18

   50

    154

17,24

Máxi­mo

  40

   86

    185

30,49

La figu­ra 1 deno­ta la inexis­ten­cia de una corre­la­ción entre nivel de ansie­dad y del IMC, ya que la línea roja pre­sen­ta picos y valles, evi­den­cian­do la no corre­la­ción, por­que esta debe­ría poseer una ten­den­cia a ser lineal con una pen­dien­te de 45°.

Figura 1. Correlación ansiedad-IMC

En la figu­ra 2 se encuen­tran agru­pa­dos los encues­ta­dos en su per­ti­nen­te cate­go­ría de IMC, dan­do una media de nive­les de ansie­dad: 28,74, ‑27,24, ‑24,78 y 25,33 res­pec­ti­va­men­te.

Figura 2 Ansiedad por clasificación del IMC

Discusión

La obe­si­dad se ha con­ver­ti­do en un pro­ble­ma de salud públi­ca, ya que en los últi­mos años su pre­sen­cia se ha inten­si­fi­ca­do con­sis­ten­te­men­te (Cár­de­nas, Alqui­ci­ra, Mar­tí­nez & Roble­do, 2014). La OMS rela­cio­na la obe­si­dad con una “epi­de­mia glo­bal”, y se defi­ne como el exce­so de gra­sa cor­po­ral que oca­sio­na daños a la salud (Sal­da­ña, 2015), como se cons­ta­ta en enfer­me­da­des como “la dia­be­tes, enfer­me­da­des car­dio­vas­cu­la­res, hiper­ten­sión, tras­tor­nos de la fun­ción repro­duc­ti­va de las muje­res, algu­nos tipos de cán­cer y pro­ble­mas res­pi­ra­to­rios” (Bas­tos, Gon­za­les, Moli­ne­ro & Sal­ge­ro, 2005, p. 141). Entre las con­se­cuen­cias psi­co­ló­gi­cas de la obe­si­dad, las per­so­nas pre­sen­tan pro­ble­mas en sus rela­cio­nes socia­les y fami­lia­res, ten­den­cia a la auto­agre­sión, depre­sión y ansie­dad (Cár­de­nas, et al., 2014).

Así pues, el obje­ti­vo de este tra­ba­jo es iden­ti­fi­car la rela­ción que exis­te entre la obe­si­dad y la ansie­dad de los estu­dian­tes de psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Coope­ra­ti­va de Colom­bia. En este sen­ti­do y tenien­do como fuen­te prin­ci­pal la iden­ti­fi­ca­ción del tipo y nivel de ansie­dad en el estu­dio rea­li­za­do a los estu­dian­tes de la facul­tad de psi­co­lo­gía, se les apli­có el STAI (Cues­tio­na­rio de ansie­dad Esta­do-Ras­go) y la segun­da par­te de Ansie­dad como ras­go (A/R) a 114 estu­dian­tes de los cua­les 83 fue­ron muje­res y 31 hom­bres, en eda­des de entre 18 y 42 años, arro­jan­do como resul­ta­do que el 71.1 % de los encues­ta­dos se encuen­tran en el ran­go de peso nor­mal, 18% en el ran­go de sobre­pe­so I, 7% sobre­pe­so II y obe­si­dad I 2.7%, cuya media de nivel de ansie­dad fue: 28,74, –27,24, –24,78 y –25,33 res­pec­ti­va­men­te, lo cual per­mi­te con­cluir la inexis­ten­cia de una corre­la­ción entre el IMC y el nivel de ansie­dad.

Se pue­de evi­den­ciar con lo que con­fir­ma Guz­mán (2010), des­pués de rea­li­zar dife­ren­tes estu­dios, que no exis­te un tras­torno espe­cí­fi­co del obe­so, debi­do a que se han encon­tra­do obe­sos con y sin psi­co­pa­tías, y con dife­ren­tes per­fi­les psi­co­ló­gi­cos, como tam­po­co una per­so­na­li­dad carac­te­rís­ti­ca del obe­so.

Se encon­tró coin­ci­den­cia con los resul­ta­dos de Swa­mi, Begum & Petri­des (2009) en rela­ción a los fac­to­res emo­cio­na­les eva­lua­dos en sus inves­ti­ga­cio­nes, don­de afir­man que ni la ansie­dad ni la depre­sión mos­tra­ron rela­ción sig­ni­fi­ca­ti­va con la obe­si­dad.

En con­tra­po­si­ción, Tapia (2006) seña­la en los resul­ta­dos obte­ni­dos por dife­ren­tes estu­dios una aso­cia­ción posi­ti­va entre obe­si­dad y ansie­dad, don­de plan­tea otra impor­tan­te área a inves­ti­gar al momen­to de enfren­tar­se a pacien­tes con sobre­pe­so u obe­si­dad en el área de la salud men­tal. El gru­po estu­dia­do pre­sen­tó una pre­va­len­cia muy alta en sín­to­mas de ansie­dad, los que se aso­cia­ron posi­ti­va­men­te en pacien­tes con sobre­pe­so y obe­si­dad de ambos sexos.

 Asi­mis­mo, otros auto­res como Bra­vo del Toro, Espi­no­sa, Man­ci­lla y Tello (2011) ana­li­za­ron los dife­ren­tes ras­gos de per­so­na­li­dad con mayor inci­den­cia en una pobla­ción mexi­ca­na con obe­si­dad, y con­clu­ye­ron que los suje­tos obe­sos tie­nen una rela­ción más estre­cha con la depre­sión y otros tras­tor­nos aní­mi­cos, así como tam­bién Gómez y Mar­cos (2006) quie­nes indi­ca­ron que la obe­si­dad está aso­cia­da con un aumen­to en el ries­go de pro­ble­mas emo­cio­na­les; igual­men­te estu­dia­ron esta situa­ción en ado­les­cen­tes y obser­va­ron ansie­dad, baja auto­es­ti­ma y depre­sión, que pue­den acom­pa­ñar a la obe­si­dad.

En otro sen­ti­do, las incon­sis­ten­cias encon­tra­das en cuan­to a la obe­si­dad per­ci­bi­da por los estu­dian­tes y el IMC podrían ser expli­ca­das de acuer­do a lo men­cio­na­do por los auto­res Ber­nár­dez, Fer­nán­dez, Migue­lez, Rodrí­guez & Car­ne­ro (2009), quie­nes men­cio­nan otros fac­to­res como son los hábi­tos die­té­ti­cos, los cua­les pue­den estar influen­cia­dos por la pre­sión social a la que se ven some­ti­dos los jóve­nes por la impo­si­ción de un mode­lo esté­ti­co de extre­ma del­ga­dez, lo que aumen­ta la preo­cu­pa­ción por el peso cor­po­ral, así como a adop­tar con­duc­tas que tie­nen como fina­li­dad la pér­di­da de peso o la trans­for­ma­ción del cuer­po.

Según los resul­ta­dos obte­ni­dos en cuan­to a la rela­ción que hay entre ansie­dad y obe­si­dad en esta inves­ti­ga­ción, el géne­ro en este caso es irre­le­van­te, ya que ambos sexos pre­sen­tan un nivel de peso nor­mal. Este estu­dio tie­ne coin­ci­den­cia en cuan­to a los resul­ta­dos con la inves­ti­ga­ción rea­li­za­da por Vas­con­ce­los & Pérez (2010), (Var­gas et al, 2010) y Sata­lic, Baric y Keser (2007) cita­do por Ríos & Osor­nio (2014), quie­nes argu­men­tan la exis­ten­cia de varios pro­ble­mas en la pobla­ción estu­dia­da; en pri­mer lugar, la pre­sen­cia de obe­si­dad tan­to en hom­bres como en muje­res mis­ma que, entre otros fac­to­res, pue­de deber­se a los esti­los ali­men­ta­rios que están carac­te­ri­za­dos por sal­tar­se comi­das, comer cual­quier cosa para saciar el ham­bre o pre­fe­rir comi­da rápi­da, de ahí la nece­si­dad de ana­li­zar que los estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios pue­den ser con­si­de­ra­dos como una pobla­ción en ries­go.

Por otra par­te, Sal­da­ña (2015) expu­so en su inves­ti­ga­ción el resul­ta­do de que tan­to muje­res como hom­bres se per­ci­bie­ron con mayor peso del que tenían, lo que da por pen­sar en el males­tar con la ima­gen cor­po­ral, en el cual las muje­res res­pon­die­ron más en dicho males­tar, aun­que de igual mane­ra en los hom­bres comien­za a inci­dir esta situa­ción. No obs­tan­te, la obe­si­dad no dife­ren­cia sexo, edad ni raza. Las muje­res mues­tran mayo­res por­cen­ta­jes que los hom­bres, ya que se ha pen­sa­do en que se tra­ta de una pobla­ción joven en un trans­cur­so de for­ma­ción.

Conclusión

Según las inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das, algu­nos auto­res sugie­ren que la ansie­dad es otro de los fac­to­res de ries­go para el desa­rro­llo de sobre­pe­so y obe­si­dad, prin­ci­pal­men­te por la razón de que “cuan­do nos sen­ti­mos ansio­sos come­mos más”. Sin embar­go, los resul­ta­dos de este estu­dio demues­tran todo lo con­tra­rio. Se evi­den­ció que tan­to las muje­res como los hom­bres encues­ta­dos pre­sen­tan en pro­me­dio un nivel de peso nor­mal, dan­do como res­pues­ta, según los datos obte­ni­dos, la inexis­ten­cia de una corre­la­ción entre nivel de ansie­dad y del IMC.

 Es así como se con­clu­ye que, a pesar de que la ansie­dad indu­ce a com­por­ta­mien­tos ali­men­ta­rios inade­cua­dos que cau­san obe­si­dad, no se aso­cian entre sí; por lo tan­to, no es posi­ble deter­mi­nar al estu­dian­te uni­ver­si­ta­rio como un ser ansio­so que des­en­ca­de­ne cual­quier tipo de obe­si­dad, dan­do a cono­cer, al menos en nues­tros resul­ta­dos, que la obe­si­dad en sí no es un deto­nan­te de pro­ble­mas emo­cio­na­les como la ansie­dad. Final­men­te, se sugie­re posi­bles estu­dios a futu­ro de mane­ra lon­gi­tu­di­nal.

Referencias

Bastos, A. Gonzales, R. Molinero, O. Salguero, A. (junio, 2005) Obesidad, nutrición, y actividad física. Revista internacional de medicina y ciencias de la actividad física y el deporte. vol. 5 (18) pp. 140-153

Bernárdez, M. M., Fernández, M. C., Miguelez, J. M., Rodríguez, M. G. y Carnero, J. G. (2009). Diferencias en las autopercepciones de la imagen corporal mediante la estimación del peso en universitarios de distintos ámbitos de conocimiento. ANS, 16 (2), 54- 59.

Bravo Del Toro, A; Espinosa Rodríguez, T; Mancilla Arroyo, L. N; Tello Recillas, M.

(2011). Rasgos de personalidad en pacientes con obesidad. Enseñanza e Investigación en Psicología, vol. 16, núm. 1, pp. 115-123.

Bresh, S. (2006). La obesidad: aspectos psicológicos y conductuales. Revista Colombiana de Psiquiatría, 35(4), 537-546.

Cabello, G. M. & Zúñiga, Z. J. (2007). Aspectos intrapersonales y familiares asociados a la obesidad: un análisis fenomenológico. Ciencia UANL, 10(2), 183-188.

Cárdenas, L. Alquicira, R. Martínez, M. Robledo, A. (2014). Obesidad y su asociación con factores emocionales: estudio comparativo entre alumnos universitarios de nuevo ingreso. ScienceDirect. Vol. 21.Octubre – Diciembre, 2014.

Espitia, M. (2011). Prevalencia de sobrepeso y obesidad por índice de masa corporal, porcentaje de masa magra y circunferencia de cintura en niños escolares de un colegio militar en Bogotá D.C Colombia (Tesis de comunicación y periodismo, Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia).

Facchini, M. (2006). La preocupación por el peso y la figura corporal en las niñas y adolescentes actuales: ¿de dónde proviene? Scielo. Julio – Agosto, 2006.

Khaoime, A., & Lucena, N. (2008). CALIDAD DE VIDA, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN EN PACIENTES OBESOS EN PREOPERATORIO Y POSTOPERATORIO DE BYPASS GÁSTRICO Caso práctico: Consulta Externa del Hospital Universitario “Dr. Luís Razetti” de Barcelona, estado Anzoátegui. Enero–marzo 2008 (Doctoral dissertation).

Moreno, L. (2013). Obesidad y enfermedad periodontal, Revista mexicana de periodontología. Vol. 3, (3) pp 114-120. Junio - Julio, 2013.

Organización mundial de la salud. (2017). Obesidad y sobrepeso.

Richards, L. (2005). La ansiedad y su relación con el aprendizaje. Revista de la escuela de psicología facultad de filosofía y educación pontificia universidad católica de Valparaíso. Vol. IV, (pp. 13 - 18).

Ríos, M, Osornio, L. (enero, 2014) Perfil emocional, obesidad percibida vs IMC y rendimientos académicos en estudiantes universitarios.) Revista Alternativas en Psicología.

Sierra, J., Ortega, V., Zubeidat, I. (marzo, 2003). Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar. Revista mal-estar e subjetividade.

S. Gómez, A. Marcos. (2006). Intervención integral en la obesidad del adolescente. Revista Médica. Universidad de Navarra., 50 (4), pp. 23-25.

Saldaña, M. (mayo, 2015) Estilo de vida y obesidad en estudiantes universitarios: una mirada con perspectiva de género. Alternativas en psicología revista semestral.

S.R.M.E. Guzmán. (2010). Factores psicosociales asociados al paciente con obesidad. Obesidad un enfoque multidisciplinario, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, pp. 201-218.

Swami, V., Begum, S. y Petrides, K. V. (2009). Associations between trait emotional intelligence, actual-ideal Wight discrepancy, and positive body image. Pers Indiv Differ, 49, 485-89.

Tapia, A. (noviembre 2006). Ansiedad, un importante factor a considerar para el adecuado diagnóstico y tratamiento de pacientes con sobrepeso y obesidad. Revista chilena de nutrición. Vol. 33.

Vargas-Zárate, Melier, Becerra-Bulla, Fabiola, Prieto-Suárez, Edgar, (2010). Evaluación de la ingesta dietética en estudiantes universitarios. Bogotá, Colombia. Revista de Salud Pública.

Zalce, H. (2013). Obesidad e imagenología. Realidad y retos.(14 de agosto de 2014). Estudiantes aumentan de peso en la universidad. Universia.

Notas

1. Correo elec­tró­ni­co: alba.quicenor@campusucc.edu.co

2. Correo elec­tró­ni­co: estefania.alvareze@campusucc.edu.co

3. Correo elec­tró­ni­co: katherine.cardonam@campusucc.edu.co

4. Correo elec­tró­ni­co: katherine.rodriguezbu@campusucc.edu.co