Promoción de la Salud Mental: Contexto y Comportamiento

Mental Health Promotion: Context and Behavior

Janett Esmeralda Sosa Torralba[1]

Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen

La pro­mo­ción de la salud men­tal sur­ge como una estra­te­gia que brin­da a la pobla­ción la edu­ca­ción nece­sa­ria para pro­te­ger y fomen­tar su salud. El obje­ti­vo de este docu­men­to es revi­sar la inter­ac­ción de los deter­mi­nan­tes con­tex­tua­les socia­les, los esti­los de vida, y su impac­to en la salud men­tal. Exis­ten fac­to­res estruc­tu­ra­les, ambien­ta­les y sin­gu­la­res en una estre­cha inter­re­la­ción, con­di­cio­nan el esta­do y la aten­ción de la salud men­tal, por ello se les cono­ce como deter­mi­nan­tes de la salud. Con­se­cuen­te­men­te, se hace nece­sa­rio incor­po­rar el aná­li­sis de esos fac­to­res en las prác­ti­cas coti­dia­nas de las per­so­nas. Esto se tra­du­ce en la pro­mo­ción de com­por­ta­mien­tos salu­da­bles, desa­rro­lla­dos en esti­los de vida, nece­sa­rios para man­te­ner la salud y el bien­es­tar de for­ma inte­gral; los esti­los de vida deben ana­li­zar­se des­de una visión inte­gral del indi­vi­duo, tenien­do en cuen­ta los prin­ci­pios de auto­co­no­ci­mien­to, auto­cui­da­do y empo­de­ra­mien­to per­so­nal.

Pala­bras cla­ve: Pro­mo­ción de la salud men­tal, deter­mi­nan­tes de la salud men­tal, com­por­ta­mien­tos salu­da­bles, esti­los de vida

Abstract

The pro­mo­tion of men­tal health ari­ses as a stra­tegy that pro­vi­des the popu­la­tion with the neces­sary edu­ca­tion to pro­tect and enhan­ce their health. The objec­ti­ve of this docu­ment is to review the inter­ac­tion of con­tex­tual social deter­mi­nants, lifesty­le choi­ces, and their impact on men­tal health. The­re are struc­tu­ral, envi­ron­men­tal, and indi­vi­dual fac­tors that are clo­sely inter­re­la­ted, influen­cing the sta­te and care of men­tal health; thus, they are known as health deter­mi­nants. Con­se­quently, it is essen­tial to incor­po­ra­te the analy­sis of the­se fac­tors into peo­ple’s daily prac­ti­ces. This trans­la­tes into pro­mo­ting healthy beha­viors, deve­lo­ped within lifesty­le choi­ces, which are neces­sary to main­tain health and well-being in an inte­gral man­ner, lifesty­le choi­ces should be analy­zed from a inte­gral vision of the indi­vi­dual, con­si­de­ring the prin­ci­ples of self-awa­re­ness, self-care, and per­so­nal empo­wer­ment.

Key­words: Men­tal health pro­mo­tion, deter­mi­nants of men­tal health, healthy beha­viors, lifesty­les

Introducción

La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS, 2022), en su plan de acción inte­gral sobre salud men­tal 2013–2030, pro­po­ne poner en prác­ti­ca estra­te­gias de pro­mo­ción y pre­ven­ción. Esto inclu­ye com­bi­nar estra­te­gias uni­ver­sa­les y otras selec­ti­vas para pro­mo­ver la salud men­tal, pre­ve­nir los tras­tor­nos men­ta­les y redu­cir la estig­ma­ti­za­ción, la dis­cri­mi­na­ción y las vio­la­cio­nes de dere­chos huma­nos; res­pon­der a las nece­si­da­des de gru­pos vul­ne­ra­bles espe­cí­fi­cos en todo el ciclo vital, y la inte­gra­ción de éstas en las estra­te­gias nacio­na­les de salud men­tal y de fomen­to de la salud.

El pro­gre­so de la pro­mo­ción de la salud se encuen­tra liga­do al desa­rro­llo del con­cep­to de salud. Es impor­tan­te con­si­de­rar que cual­quier defi­ni­ción sobre la salud men­tal es pro­ble­má­ti­ca y com­ple­ja (Melián & Caban­yes, 2017; Ferra­ri, 2008). Par­ti­mos de la pro­pues­ta de la OMS (2004), en su defi­ni­ción glo­bal sobre salud men­tal, la ha pre­ci­sa­do y se resu­me como el esta­do de bien­es­tar emo­cio­nal y psi­co­ló­gi­co en el que las per­so­nas pue­den des­en­vol­ver­se de for­ma autó­no­ma, com­pe­ten­te y con capa­ci­dad de rea­li­zar sus poten­cia­li­da­des inte­lec­tua­les y emo­cio­na­les. Esto impli­ca la capa­ci­dad de afron­tar el estrés coti­diano, ser pro­duc­ti­vos en su tra­ba­jo y con­tri­buir de mane­ra posi­ti­va a la comu­ni­dad en la que se encuen­tran. Según esta con­cep­tua­li­za­ción, en el cam­po de la salud men­tal, fac­to­res bio­ló­gi­cos, socia­les, ambien­ta­les y psi­co­ló­gi­cos se entre­la­zan para influir en el bien­es­tar o males­tar de la per­so­na, lo que varía en un con­ti­nuo, des­de un nivel míni­mo has­ta uno ópti­mo. Tam­bién se aco­ta que, para el indi­vi­duo, la salud men­tal cons­ti­tu­ye el recur­so que le per­mi­te desa­rro­llar su poten­cial en dis­tin­tas áreas de su vida y encon­trar su rol en cual­quier ámbi­to don­de se desem­pe­ñe.

En rela­ción con lo comu­ni­ta­rio, la salud men­tal de las per­so­nas con­tri­bu­ye a la pros­pe­ri­dad, la soli­da­ri­dad y la jus­ti­cia social. En tan­to que la enfer­me­dad men­tal impli­ca cos­tos y pér­di­das, tan­to para el suje­to como para las socie­da­des (Comi­sión de las Comu­ni­da­des Euro­peas, 2005; OMS, 2004).

Las estra­te­gias de pro­mo­ción de la salud par­ten de la aten­ta con­si­de­ra­ción del con­cep­to de salud men­tal y del ade­cua­do mane­jo de sus con­di­cio­nan­tes. Estas estra­te­gias deben de estar orien­ta­das a pro­cu­rar los hábi­tos de vida salu­da­bles que favo­rez­can el cui­da­do y man­te­ni­mien­to de la salud y de un esta­do vital ópti­mo (Melián & Caban­yes, 2017; Ferra­ri, 2008). Los fac­to­res que influ­yen en el esta­do de salud han sido influen­cia­dos a lo lar­go de la his­to­ria de la huma­ni­dad e inclu­yen aspec­tos ambien­ta­les, bio­ló­gi­cos, con­duc­tua­les, socia­les, eco­nó­mi­cos, labo­ra­les, cul­tu­ra­les, así como tam­bién la impor­tan­cia de los ser­vi­cios de salud y las estra­te­gias de salud públi­ca para pre­ve­nir enfer­me­da­des y pro­mo­ver la salud (De la Guar­dia & Ruval­ca­ba, 2020).

Sobre la base de esto, se rea­li­za una revi­sión refe­ren­te a la inter­ac­ción de los deter­mi­nan­tes con­tex­tua­les-socia­les, los esti­los de vida, y su impac­to en la salud men­tal.

Salud Mental: Sus Determinantes Contextuales Sociales y el Comportamiento Saludable

La con­cep­ción inte­gral de la salud men­tal reco­no­ce la com­ple­ji­dad del pro­ce­so salud-enfer­me­dad des­de una pers­pec­ti­va glo­bal y crí­ti­ca. Ferra­ri (2008) pro­po­ne que más allá de las múl­ti­ples acep­cio­nes que pue­de dár­se­le a la salud men­tal, lo men­tal intere­sa como con­cep­to ope­ra­ti­vo, hace refe­ren­cia al lugar de sim­bo­li­za­ción sobre la cul­tu­ra y la socia­li­za­ción, don­de la per­so­na otor­ga sen­ti­do a la expe­rien­cia, don­de se vin­cu­la con­si­go en su inte­gra­li­dad y con sus obje­tos, y don­de pue­de per­ci­bir, sen­tir y recor­dar.

La salud men­tal impli­ca cues­tio­nar la cali­dad de vida, tenien­do en cuen­ta lo que es sig­ni­fi­ca­ti­vo y valio­so para la per­so­na, su fun­cio­na­mien­to diná­mi­co y los con­flic­tos que expe­ri­men­ta en sus rela­cio­nes. La impor­tan­cia de la sin­gu­la­ri­dad del indi­vi­duo, sus expe­rien­cias y su his­to­ria úni­ca tam­bién son fun­da­men­ta­les. Es impor­tan­te que la per­so­na sea autó­no­ma, res­pon­sa­ble y se ocu­pe de sí mis­ma, pero tam­bién es cru­cial el apo­yo soli­da­rio de la comu­ni­dad para fomen­tar, pro­te­ger, con­ser­var y res­ta­ble­cer la salud men­tal (Ferra­ri, 2008).

Las nece­si­da­des de la pro­pia socie­dad han ido cons­tru­yen­do y pro­du­cien­do el con­cep­to y la ope­ra­ti­vi­dad de la salud men­tal, acor­de con el con­tex­to his­tó­ri­co, la dis­ci­pli­na y su mode­la­ción, según las exi­gen­cias y par­ti­cu­la­ri­da­des de la socie­dad y la cul­tu­ra vigen­tes. De ahí que la con­cep­tua­li­za­ción de la salud men­tal sufre trans­for­ma­cio­nes en cada tra­ma espa­cial y tem­po­ral, y su inter­pre­ta­ción colec­ti­va e indi­vi­dual deter­mi­na o con­di­cio­na las dife­ren­tes for­mas de enfren­tar­se al pro­ce­so salud-enfer­me­dad (De la Guar­dia & Ruval­ca­ba, 2020; Ferro, 2010; Maya­ca et al., 2018).

Estos deter­mi­nan­tes son el con­jun­to de fac­to­res tan­to per­so­na­les como socia­les, eco­nó­mi­cos, cul­tu­ra­les, polí­ti­cos y ambien­ta­les que con­di­cio­nan el esta­do de salud de los indi­vi­duos y de las pobla­cio­nes. Se han cla­si­fi­ca­do en dos gru­pos: 1) los que son res­pon­sa­bi­li­dad mul­ti­fac­to­rial del Esta­do, es decir, los deter­mi­nan­tes eco­nó­mi­cos, socia­les y polí­ti­cos; y 2) los que corres­pon­den a las accio­nes del sec­tor salud, lo que se refie­re a vigi­lan­cia y con­trol en unos casos y de pro­mo­ción y actua­ción direc­ta en otros (Villar, 2011). Por ello, en el fun­cio­na­mien­to de la salud men­tal y sus deter­mi­nan­tes y con­di­cio­nan­tes se deben de ana­li­zar el cam­po polí­ti­co, eco­nó­mi­co y social, y no solo lo bio­ló­gi­co o psi­co­ló­gi­co (Ferro, 2010).

Lo ante­rior impli­ca incor­po­rar estos cam­pos en las prác­ti­cas coti­dia­nas y con­cre­tas del indi­vi­duo, dicho de otra mane­ra: don­de se cons­tru­ye el suje­to de la acción; en las polí­ti­cas públi­cas de salud; en la pro­mo­ción del auto­cui­da­do a tra­vés de com­por­ta­mien­tos pre­ser­va­do­res de la salud indi­vi­dual; y en la aten­ción comu­ni­ta­ria infor­mal, nive­les de acción que no son asis­ti­dos por pro­gra­mas esta­ta­les o guber­na­men­ta­les y don­de se encuen­tra una gran diver­si­dad de agen­tes de orga­ni­za­cio­nes soli­da­rias. Tam­bién es impor­tan­te men­cio­nar que, fre­cuen­te­men­te, tan­to la asis­ten­cia comu­ni­ta­ria como el auto­cui­da­do, no se encuen­tran en las prác­ti­cas de salud men­tal deman­da­das por la socie­dad en su coti­dia­ni­dad (Ferro, 2010).

Los deter­mi­nan­tes socia­les de la salud han sido defi­ni­dos por la OMS (Com­mis­sion on Social Deter­mi­nants of Health, 2009) como las cir­cuns­tan­cias en que las per­so­nas nacen, cre­cen, viven, tra­ba­jan y enve­je­cen, con­se­cuen­te­men­te, estas cir­cuns­tan­cias son el resul­ta­do de la dis­tri­bu­ción del dine­ro, el poder y los recur­sos a nivel mun­dial, nacio­nal y local, lo cual depen­de de las polí­ti­cas adop­ta­das. En el Mode­lo de Deter­mi­nan­tes Socia­les de la Salud que reco­mien­da esta Orga­ni­za­ción se men­cio­nan dos gru­pos de deter­mi­nan­tes (De La Guar­dia & Ruval­ca­ba, 2020, pp. 84–86):

a) Estruc­tu­ra­les y socia­les. Atri­bu­tos que gene­ran o for­ta­le­cen la estra­ti­fi­ca­ción de una socie­dad y defi­nen la posi­ción socio­eco­nó­mi­ca de las per­so­nas. La salud de un gru­po social se ve influen­cia­da por su posi­ción en la jerar­quía de poder, pres­ti­gio y acce­so a recur­sos, y des­ta­ca la gene­ra­ción de des­igual­da­des en salud. Estos deter­mi­nan­tes inclu­yen fac­to­res como la posi­ción social, géne­ro, raza y gru­po étni­co, así como el acce­so a la edu­ca­ción y al empleo.

b) Inter­me­dios y per­so­na­les. Se dis­tri­bu­yen de acuer­do con la estra­ti­fi­ca­ción social y cau­san dis­pa­ri­da­des en la expo­si­ción y vul­ne­ra­bi­li­dad a con­di­cio­nes dañi­nas para la salud. Las cate­go­rías prin­ci­pa­les de estos fac­to­res son:

  1. cir­cuns­tan­cias mate­ria­les, como la cali­dad de la vivien­da y del vecin­da­rio, posi­bi­li­da­des de con­su­mo, y el entorno físi­co de tra­ba­jo;
  2. cir­cuns­tan­cias psi­co­so­cia­les: fac­to­res psi­co­so­cia­les de ten­sión, cir­cuns­tan­cias de vida y rela­cio­nes estre­san­tes, apo­yo y redes socia­les;
  3. fac­to­res con­duc­tua­les y bio­ló­gi­cos: nutri­ción, acti­vi­dad físi­ca, con­su­mo de alcohol, taba­co y dro­gas; los fac­to­res bio­ló­gi­cos tam­bién inclu­yen los fac­to­res gené­ti­cos;
  4. cohe­sión social: la exis­ten­cia de con­fian­za mutua y res­pe­to entre los diver­sos gru­pos y sec­to­res de la socie­dad con­tri­bu­ye a la mane­ra en que las per­so­nas valo­ran su salud;
  5. sis­te­ma de salud: expo­si­ción y vul­ne­ra­bi­li­dad a los fac­to­res de ries­go, acce­so a los ser­vi­cios y pro­gra­mas de salud para mediar las con­se­cuen­cias de las enfer­me­da­des para la vida de las per­so­nas.

A estas cate­go­rías se pue­den agre­gar los valo­res y sus­ten­tos cul­tu­ra­les sobre la enfer­me­dad y la salud men­tal; las tra­di­cio­nes y esti­los de vida de los suje­tos y las comu­ni­da­des; el acce­so a la cul­tu­ra; el res­pe­to y la pro­tec­ción de los dere­chos huma­nos; los mar­cos jurí­di­cos; los mode­los con­cep­tua­les que sos­tie­nen las prác­ti­cas y los ser­vi­cios de salud men­tal; la pro­duc­ción de infor­ma­ción, cono­ci­mien­tos y evi­den­cias, y las orien­ta­cio­nes de la for­ma­ción de los pro­fe­sio­na­les de salud men­tal; las bases téc­ni­co-admi­nis­tra­ti­vas que defi­nen la orga­ni­za­ción de los ser­vi­cios de salud men­tal, y las múl­ti­ples arti­cu­la­cio­nes que se pro­du­cen entre estos deter­mi­nan­tes (Mal­vá­rez, 2009).

Des­de el pun­to de vis­ta de las accio­nes del sec­tor salud, es inelu­di­ble pres­tar aten­ción a fac­to­res como el entorno (medio ambien­te, con­ta­mi­na­ción atmos­fé­ri­ca y quí­mi­ca; y el entorno social); la bio­lo­gía huma­na (gené­ti­ca, heren­cia y edad); el sis­te­ma sani­ta­rio (cali­dad, acce­si­bi­li­dad y finan­cia­mien­to de los ser­vi­cios de salud); y los esti­los de vida (com­por­ta­mien­tos y hábi­to de vida influen­cia­dos por el entorno) (De la Guar­dia & Ruval­ca­ba, 2020; Villar, 2011).

En su con­jun­to, estos fac­to­res se con­vier­ten en barre­ras para el acce­so a la aten­ción de la salud men­tal de las per­so­nas y las comu­ni­da­des. Estas barre­ras abar­can dis­tin­tos nive­les: indi­vi­duo, pres­ta­dor de ser­vi­cios, orga­ni­za­cio­nal y estruc­tu­ral (Tabla 1).

Tabla 1
Barreras en la búsqueda y acceso a la atención de la salud mental
Nive­les Barre­ras
Indi­vi­duo - Creen­cias y acti­tu­des sobre la salud men­tal, hacia los pade­ci­mien­tos men­ta­les y hacia la bús­que­da de aten­ción (pre­jui­cios y auto­es­tig­ma).

- Temor y moles­tia por ser eti­que­ta­dos y vin­cu­la­dos a un diag­nós­ti­co.

- Fal­ta de edu­ca­ción sobre la salud y la enfer­me­dad men­tal.

- Fal­ta de recur­sos eco­nó­mi­cos para cos­tear la aten­ción.

Pro­fe­sio­na­les - Fal­ta de capa­ci­ta­ción en aten­ción a la salud men­tal, con­se­cuen­te­men­te, difi­cul­ta­des o fal­ta de detec­ción tem­pra­na y herra­mien­tas para la inter­ven­ción.

- Com­ple­ji­dad de las problemáticas/padecimientos (comor­bi­li­da­des).

Orga­ni­za­cio­na­les - Fal­ta de coor­di­na­ción y orga­ni­za­ción entre los nive­les de aten­ción: caren­cia de for­ta­le­zas en la red para deri­va­cio­nes entre la aten­ción pri­ma­ria, secun­da­ria y ter­cia­ria.

- Esca­sez de espe­cia­lis­tas.

- Sobre­car­ga de tra­ba­jo en los pro­fe­sio­na­les.

- Lar­gos tiem­po de espe­ra para reci­bir la aten­ción.

- Rota­ción de los pro­fe­sio­na­les.

Estruc­tu­ra­les - Poli­ti­za­ción de la salud.

- Pobre­za.

- Géne­ro.

Nota: Tabla adap­ta­da de la ori­gi­nal de “Barre­ras y faci­li­ta­do­res para el diag­nós­ti­co y tra­ta­mien­to de la depre­sión en aten­ción pri­ma­ria en Colom­bia: pers­pec­ti­va de los pro­vee­do­res, admi­nis­tra­do­res de aten­ción médi­ca, pacien­tes y repre­sen­tan­tes de la comu­ni­dad”, de Bar­tels et al., 2021, Revis­ta Colom­bia­na de Psi­quia­tría, 50(S1), p. 71. https://​doi​.org/​1​0​.​1​0​1​6​/​j​.​r​c​p​.​2​0​2​1​.​0​1​.​001

Dere­chos de Autor: 0034–7450/©2021 Aso­cia­ción Colom­bia­na de Psi­quia­tría. Publi­ca­do por Else­vier Espa­ña, S.L.U. Todos los dere­chos reser­va­dos.

El entorno, las situa­cio­nes y el con­tex­to en el que se encuen­tran las per­so­nas y las comu­ni­da­des influ­yen en el com­por­ta­mien­to, de tal mane­ra que las creen­cias, acti­tu­des e inten­cio­nes con­duc­tua­les pue­den afec­tar el bien­es­tar y la salud men­tal (Gar­cía-Sil­ber­man, 2002). Tener pre­sen­te esta pers­pec­ti­va, per­mi­te dise­ñar estra­te­gias de pro­mo­ción de la salud men­tal acor­des a las nece­si­da­des de las comu­ni­da­des.

Estilos de Vida para Mantener la Salud

En el estu­dio y aten­ción de la salud men­tal, es indis­pen­sa­ble reco­no­cer, adqui­rir, man­te­ner y desa­rro­llar los com­por­ta­mien­tos que son nece­sa­rios para con­ser­var una con­di­ción salu­da­ble. El com­por­ta­mien­to salu­da­ble es un pro­ce­so espe­cí­fi­co que se apren­de y se prac­ti­ca dia­ria­men­te en accio­nes con­cre­tas, has­ta que se con­vier­te en un hábi­to salu­da­ble evi­den­te. Con el tiem­po, este hábi­to se con­vier­te en un esti­lo de vida que con­ti­núa pro­mo­vien­do la salud. Por lo tan­to, el com­por­ta­mien­to salu­da­ble debe ser con­si­de­ra­do como un pro­ce­so que invo­lu­cra dife­ren­tes fac­to­res, momen­tos, con­tex­tos y situa­cio­nes, y requie­re de la res­pon­sa­bi­li­dad indi­vi­dual (Cór­tes et al., 2009).

Los esti­los de vida refle­jan la capa­ci­dad de las per­so­nas para man­te­ner su salud y bien­es­tar de for­ma inte­gral (Vel­ten et al., 2014). Como se ha seña­la­do, una per­so­na salu­da­ble es aque­lla que expe­ri­men­ta un bien­es­tar inte­gral (OMS, 2004), el cual está rela­cio­na­do con la cali­dad de vida, abar­ca aspec­tos tan­to exter­nos (obje­ti­vos) como inter­nos (sub­je­ti­vos). Los indi­vi­duos que gozan de bue­na salud son aque­llos que adop­tan prác­ti­cas y hábi­tos salu­da­bles en su día a día. Entre los prin­ci­pios pro­mo­to­res de un indi­vi­duo salu­da­ble se con­si­de­ran:

a) Auto­co­no­ci­mien­to. Impli­ca tener un enten­di­mien­to com­ple­to de sí mis­mo, inclu­yen­do aspec­tos como las nece­si­da­des, habi­li­da­des y mani­fes­ta­cio­nes per­so­na­les. Este pro­ce­so inclu­ye la intros­pec­ción y la valo­ra­ción per­so­nal, la cual pue­de estar influen­cia­da tan­to por la pro­pia sub­je­ti­vi­dad como por las opi­nio­nes y con­se­jos de las per­so­nas cer­ca­nas. Se tra­ta de un pro­ce­so com­ple­jo que abar­ca la auto-aten­ción, la auto­per­cep­ción, la memo­ria auto­bio­grá­fi­ca, el auto­con­cep­to y la auto­de­ter­mi­na­ción, todos estos aspec­tos se regu­lan a tra­vés de la auto­ob­ser­va­ción y la auto­rre­gu­la­ción. El auto­co­no­ci­mien­to en tér­mi­nos de salud invo­lu­cra tener un cono­ci­mien­to pro­fun­do del cuer­po y la men­te, estar aten­tos a cual­quier males­tar interno, lle­var un regis­tro del esta­do de salud a lo lar­go de la vida, incluir el esta­do de salud en la auto­de­fi­ni­ción, y tener la liber­tad y cri­te­rio para deter­mi­nar­la (Melián & Caban­yes, 2017; Cas­ti­llo, 2016).

b) Auto­cui­da­do. Está en estre­cha rela­ción con el auto­co­no­ci­mien­to. Una per­so­na que tie­ne con­cien­cia de sí mis­ma se sien­te más moti­va­da a cui­dar­se. El auto­cui­da­do se divi­de en dos tipos: uno uni­ver­sal que abar­ca la con­ser­va­ción de los recur­sos natu­ra­les, tener un equi­li­brio entre acti­vi­dad y des­can­so, inter­ac­tuar social­men­te y dis­fru­tar de momen­tos de sole­dad, así como pre­ve­nir ries­gos. El auto­cui­da­do de desa­rro­llo, por otro lado, se enfo­ca en pro­mo­ver las con­di­cio­nes nece­sa­rias para la vida y el cre­ci­mien­to, pre­ve­nir la apa­ri­ción de situa­cio­nes des­fa­vo­ra­bles y miti­gar sus efec­tos a lo lar­go de la vida. El auto­cui­da­do se basa en la res­pon­sa­bi­li­dad per­so­nal, en los ser­vi­cios pro­fe­sio­na­les y en las redes de apo­yo infor­ma­les; se trans­for­ma en cono­ci­mien­to com­par­ti­do que se trans­mi­te y favo­re­ce las inter­ac­cio­nes (Cas­ti­llo, 2016).

c) Empo­de­ra­mien­to. Fomen­ta la res­pon­sa­bi­li­dad hacia uno mis­mo y el mane­jo de la salud. Este prin­ci­pio invo­lu­cra la opor­tu­ni­dad y la habi­li­dad de abor­dar los pro­ble­mas y las cir­cuns­tan­cias que impac­tan nega­ti­va­men­te en la vida coti­dia­na, per­mi­tien­do tener mayor influen­cia en las deci­sio­nes y accio­nes que afec­tan la salud de for­ma posi­ti­va o nega­ti­va. El empo­de­ra­mien­to no solo se expe­ri­men­ta de mane­ra gru­pal, sino tam­bién de mane­ra indi­vi­dual, ya que impli­ca asu­mir una pos­tu­ra per­so­nal y con­tar con la dis­po­si­ción y acti­tu­des nece­sa­rias para apro­ve­char los recur­sos pro­pios y exter­nos. Es decir, el empo­de­ra­mien­to con­lle­va una sen­sa­ción de con­trol y acti­tu­des como la con­fian­za en sí mis­mo, la cau­te­la y la inde­pen­den­cia en el auto­cui­da­do de la salud; ade­más, supo­ne tener una capa­ci­dad refle­xi­va, autó­no­ma, par­ti­ci­pa­ti­va y soli­da­ria en el cui­da­do de la salud men­tal (Cas­ti­llo, 2016).

Se ha des­ta­ca­do cada vez más la impor­tan­cia de la rela­ción entre estos prin­ci­pios y los esti­los de vida que pro­mue­ven la salud men­tal. Estos esti­los de vida pue­den mejo­rar el bien­es­tar indi­vi­dual y social, man­te­ner y mejo­rar la fun­ción cog­ni­ti­va, y ser­vir como tra­ta­mien­to para diver­sas afec­cio­nes rela­cio­na­das con la salud men­tal (Walsh, 2011). Tam­bién se ha encon­tra­do que, en el ámbi­to psi­co­ló­gi­co, pue­den aumen­tar la satis­fac­ción con la vida y la auto­ima­gen (Vel­ten et al., 2014). En con­se­cuen­cia, es cru­cial iden­ti­fi­car esti­los de vida salu­da­bles que fomen­ten el bien­es­tar psi­co­ló­gi­co y pre­ven­gan pro­ble­mas de salud men­tal.

Varios esti­los de vida han demos­tra­do ser bene­fi­cio­sos para la salud, por esta razón las inves­ti­ga­cio­nes han adop­ta­do un enfo­que inte­gral hacia ellos (Vel­ten et al., 2014). Entre los esti­los de vida que favo­re­cen la salud men­tal, con­si­de­ran­do aspec­tos bio­ló­gi­cos, psi­co­ló­gi­cos, espi­ri­tua­les, socia­les y ambien­ta­les como par­te de un tra­ba­jo com­ple­to en las dimen­sio­nes que con­for­man a las per­so­nas, se ubi­can los siguien­tes:

a) En la dimen­sión bio­ló­gi­ca se hallan las accio­nes y hábi­tos que se lle­van a cabo de mane­ra usual para man­te­ner la lim­pie­za y el cui­da­do per­so­nal. Tam­bién se inclu­yen los hábi­tos ali­men­ti­cios salu­da­bles y la higie­ne en la pre­pa­ra­ción de los ali­men­tos (Cas­ti­llo, 2016; Gar­cía-Gar­cía et al., 2022).

b) En la dimen­sión psi­co­ló­gi­ca se encuen­tran las estra­te­gias psi­co­so­cia­les que hacen que una per­so­na sea com­pe­ten­te y le ofre­cen pau­tas para afron­tar de mane­ra efi­caz los desa­fíos de la vida, tam­bién cono­ci­das como habi­li­da­des para la vida. Estas estra­te­gias inclu­yen habi­li­da­des cog­ni­ti­vas como la toma de deci­sio­nes, solu­ción de pro­ble­mas, auto­co­no­ci­mien­to, pen­sa­mien­to crea­ti­vo y crí­ti­co; habi­li­da­des para con­tro­lar las emo­cio­nes, por ejem­plo, el mane­jo de emo­cio­nes, mane­jo del estrés y la ten­sión; y habi­li­da­des socia­les, en par­ti­cu­lar, la empa­tía, la comu­ni­ca­ción aser­ti­va y las rela­cio­nes inter­per­so­na­les. Aspec­tos como la auto­efi­ca­cia, auto­no­mía, par­ti­ci­pa­ción en acti­vi­da­des de ocio y tener espa­cios de des­can­so tam­bién son rele­van­tes en esta dimen­sión (Cas­ti­llo, 2016; Mar­tí­nez, 2014).

c) La dimen­sión espi­ri­tual inclu­ye el sen­ti­do de la vida, o sea, la inten­cio­na­li­dad en la vida que se logra a tra­vés de la tras­cen­den­cia, los valo­res y las creen­cias que orien­tan las accio­nes. La espi­ri­tua­li­dad otor­ga sig­ni­fi­ca­do y apo­yo a la vida y al cui­da­do per­so­nal y el de los demás, y pue­de ser expe­ri­men­ta­da a tra­vés de la reli­gión, la músi­ca, el arte, la cone­xión con la natu­ra­le­za, o median­te prác­ti­cas como la medi­ta­ción y la rela­ja­ción (Bueno-Cas­te­lla­nos et al., 2020; Gar­cía-Gar­cía et al., 2022).

d) En el ámbi­to social es impor­tan­te tener rela­cio­nes inter­per­so­na­les satis­fac­to­rias que brin­den apo­yo y gene­ren un esta­do emo­cio­nal favo­ra­ble, lo cual influ­ye direc­ta­men­te en el bien­es­tar. Asi­mis­mo, man­te­ner rela­cio­nes salu­da­bles con­lle­va a un sen­ti­do de per­te­nen­cia y cre­ci­mien­to per­so­nal a tra­vés del apren­di­za­je mutuo (Cas­ti­llo, 2016; Gar­cía-Gar­cía et al., 2022).

e) En cuan­to al medio ambien­te, adop­tar esti­los de vida salu­da­bles incor­po­ra tam­bién la salud del entorno, res­pe­tán­do­lo y cui­dán­do­lo. Esto pue­de incluir accio­nes como uti­li­zar con mode­ra­ción el con­su­mo de agua; ali­men­tar­se con pro­duc­tos poco pro­ce­sa­dos y uti­li­zar pren­das de ves­tir de fibras natu­ra­les (Cas­ti­llo, 2016; Miran­da, 2013).

Den­tro de las estra­te­gias de pro­mo­ción de la salud, es cru­cial capa­ci­tar a las per­so­nas para que tomen deci­sio­nes ade­cua­das en cuan­to a su esti­lo de vida y apren­dan a cui­dar­se a sí mis­mas, sien­do la edu­ca­ción para la salud una herra­mien­ta cla­ve en este pro­ce­so. A tra­vés de este tipo de edu­ca­ción, se bus­ca fomen­tar hábi­tos de vida salu­da­bles que impac­ten tan­to en la pobla­ción en gene­ral como en cada indi­vi­duo en par­ti­cu­lar, no solo ense­ñan­do con­duc­tas, tam­bién moti­van­do el cam­bio hacia com­por­ta­mien­tos más salu­da­bles (De la Guar­dia & Ruval­ca­ba, 2020). De ahí que es fun­da­men­tal con­si­de­rar una pers­pec­ti­va amplia que inclu­ya los fac­to­res que influ­yen en los com­por­ta­mien­tos, ya que no se tra­ta úni­ca­men­te de deci­sio­nes indi­vi­dua­les, sino tam­bién de la rela­ción de la per­so­na con su entorno.

Comentarios finales

Es fun­da­men­tal iden­ti­fi­car las con­duc­tas sanas que pro­mue­ven el bien­es­tar men­tal y físi­co para pre­ve­nir pro­ble­má­ti­cas o pade­ci­mien­tos men­ta­les. Se con­si­de­ra que los esti­los de vida tie­nen un papel tera­péu­ti­co y deben ser un foco impor­tan­te en la salud públi­ca a tra­vés de la edu­ca­ción y la mejo­ra de la alfa­be­ti­za­ción sobre salud men­tal (Jorm, 2012). Es esen­cial, ade­más, con­si­de­rar los acti­vos para la salud, como habi­li­da­des, recur­sos y opor­tu­ni­da­des que influ­yen en los com­por­ta­mien­tos salu­da­bles (Her­nán et al., 2013).

Es impor­tan­te reco­no­cer que la res­pon­sa­bi­li­dad de la salud no recae úni­ca­men­te en los indi­vi­duos, tam­bién depen­de de los fac­to­res del entorno. Por lo tan­to, los com­por­ta­mien­tos salu­da­bles están influen­cia­dos por el con­tex­to en el que se desa­rro­llan las per­so­nas, pues­to que algu­nos modos de vida son más acce­si­bles, atrac­ti­vos y apro­pia­dos para unas per­so­nas que para otras, esto pue­de limi­tar las opcio­nes que tie­nen para el cui­da­do de su salud men­tal.

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Notas

  1. Facul­tad de Psi­co­lo­gía, Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co, Con­tac­to: janett.sosa@unam.mx