Reflexiones psicoanalíticas sobre la exclusión del varón durante el embarazo, parto y puerperio Descargar este archivo (2 - Reflexiones psicoanalíticas sobre la exclusión del varón.pdf)

María Juana Bocanegra Rolandelli1, Ma. Antonia Reyes Arellano2.

Universidad Autónoma de San Luis Potosí

Resumen

Se abor­dan crí­ti­ca­men­te des­de la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca las prác­ti­cas de exclu­sión del varón que rea­li­za la ins­ti­tu­ción hos­pi­ta­la­ria en los momen­tos refe­ri­dos al emba­ra­zo, par­to y puer­pe­rio media­to de la mujer. Dichas prác­ti­cas se ins­ti­tu­cio­na­li­zan cen­tran­do el inte­rés en la dia­da madre-hijo y des­pla­zan­do al varón, lo cual obs­ta­cu­li­za el esta­ble­ci­mien­to del víncu­lo, inter­fi­rien­do en la fun­ción-padre. Se con­clu­ye que el esta­ble­ci­mien­to de un dis­po­si­ti­vo clí­ni­co psi­co­ana­lí­ti­co en la ins­ti­tu­ción debe­rá tener en cuen­ta un tra­ba­jo per­ma­nen­te que invo­lu­cre ambos dis­cur­sos: el psi­co­ana­lí­ti­co y el médi­co, per­mi­tien­do el cues­tio­na­mien­to de la nor­ma buro­crá­ti­ca que lle­ve a la refle­xión de aque­llo que no mar­cha, para así favo­re­cer el posi­cio­na­mien­to de la ins­ti­tu­ción como Otro garan­te que sos­ten­ga y acom­pa­ñe la fun­ción madre y padre en un momen­to vital de la pare­ja paren­tal, como es la lle­ga­da de un hijo.

Pala­bras cla­ves: Psi­co­aná­li­sis, exclu­sión, varón, emba­ra­zo, hos­pi­tal.

Abstract

The prac­ti­ces of exclu­sion of the man carried out in the hos­pi­tal ins­ti­tu­tion in the moments of preg­nancy, child­birth and the first post­par­tum week of the women, are cri­ti­cally approa­ched from the psy­choa­naly­tic theory. The­se prac­ti­ces are ins­ti­tu­tio­na­li­zed focu­sing the inter­est in the mother-child dyad and dis­pla­cing the man, which hin­ders the esta­blish­ment of the father fun­ction. It is con­clu­ded that the esta­blish­ment of a psy­choa­naly­tic cli­ni­cal dis­po­si­ti­ve in the ins­ti­tu­tion should take into account a per­ma­nent work that invol­ves both dis­cour­ses: the psy­choa­naly­tic and the medi­cal, allo­wing the ques­tio­ning of the bureau­cra­tic norm that leads to the reflec­tion of what does not work, thus favo­ring the posi­tio­ning of the ins­ti­tu­tion as gua­ran­tor Other that sup­ports and accom­pa­nies the mother and father fun­ction in a vital moment of the paren­tal couple as it is the arri­val of a child.

Key­words: Psy­choa­naly­sis, exclu­sion, man, preg­nancy, hos­pi­tal.

Una prác­ti­ca ins­ti­tui­da y gene­ra­li­za­da en hos­pi­ta­les es la exclu­sión del varón en los momen­tos refe­ri­dos al emba­ra­zo, par­to y puer­pe­rio media­to de la mujer. Este recha­zo del varón en un momen­to vital como es la lle­ga­da de un hijo y que está ínti­ma­men­te vin­cu­la­do a la sexua­li­dad de una pare­ja pue­de cons­ti­tuir mar­cas en las sub­je­ti­vi­da­des invo­lu­cra­das en el pro­ce­so.

El pre­sen­te escri­to es con­se­cuen­cia de las refle­xio­nes sur­gi­das de la prác­ti­ca clí­ni­ca lle­va­da a cabo en un hos­pi­tal públi­co de gine­cobs­te­tri­cia y pedia­tría, como par­te del pro­gra­ma de resi­den­cias de la Maes­tría de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de San Luis Poto­sí, en Méxi­co, y se pro­po­ne mos­trar algu­nas de las prác­ti­cas en las cua­les la ins­ti­tu­ción hos­pi­ta­la­ria repro­du­ce una y otra vez la exclu­sión del varón, con el fin de abor­dar­las crí­ti­ca­men­te des­de la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca.

Exclusión del varón y forclusión del padre

Vide­la (2014), una de las fun­da­do­ras de la psi­co­lo­gía peri­na­tal en Argen­ti­na, lla­ma a esta exclu­sión del varón que rea­li­za la ins­ti­tu­ción hos­pi­ta­la­ria y que tam­bién se pre­sen­ta en su país, for­clu­sión del padre. Tér­mino que, acu­ña­do por Lacan, refie­re al meca­nis­mo espe­cí­fi­co de la psi­co­sis; aque­llo que que­da for­cluí­do, dejan­do un agu­je­ro en el orden sim­bó­li­co es el sig­ni­fi­can­te pri­mor­dial Nom­bre del padre (Lacan, 2010). Vide­la hace uso de la ana­lo­gía entre el meca­nis­mo de la estruc­tu­ra psi­có­ti­ca y la exclu­sión prac­ti­ca­da por la ins­ti­tu­ción sani­ta­ria para notar que, al mis­mo tiem­po que se exclu­ye al padre, se hace lo mis­mo con todo el entorno fami­liar y cul­tu­ral de la mujer emba­ra­za­da, y dirá lo siguien­te:

El hijo es una incor­po­ra­ción al gru­po fami­liar, don­de cada uno jue­ga un rol deter­mi­na­do: la madre, el padre, los abue­los y los her­ma­nos. Este es un con­cep­to bási­co que en psi­co­lo­gía impli­ca una visión social del núcleo fami­liar fren­te al ingre­so del nue­vo miem­bro, situa­ción fren­te a la que todos y no sólo uno, deben estar pre­pa­ra­dos, con­te­ni­dos y con­si­de­ra­dos (Vide­la, 2010, p. 158).

El padre y la madre: función simbólica y deseo de hijo

Entre el padre sim­bó­li­co o Nom­bre del Padre, en tan­to fun­ción sig­ni­fi­can­te que pri­va a la madre del obje­to fáli­co, ins­tau­ran­do la ley y regu­lan­do el deseo, y el hom­bre que podrá o no encar­nar esa fun­ción para el niño, exis­te una dife­ren­cia, tal como la entien­de Lacan (2010):

Es una dimen­sión que, por supues­to, per­te­ne­ce igual­men­te al orden del sig­ni­fi­can­te y se encar­na en per­so­nas que sopor­ta­rán esta auto­ri­dad. Que, dado el caso, esas per­so­nas fal­ten, que haya por ejem­plo caren­cia pater­na en el sen­ti­do de que el padre es dema­sia­do ton­to, eso no es lo esen­cial. Lo esen­cial es que el suje­to, por el pro­ce­di­mien­to que sea, haya adqui­ri­do la dimen­sión del Nom­bre del Padre (p. 159).

Sin dejar de reco­no­cer esta dife­ren­cia entre el Nom­bre del Padre y la per­so­na que encar­na­rá esa fun­ción sig­ni­fi­can­te, sea esta el pro­ge­ni­tor o no, es posi­ble con­ti­nuar con la refle­xión psi­co­ana­lí­ti­ca en torno a la figu­ra del varón, la pater­ni­dad y el lugar que este pue­de ocu­par jun­to a una mujer en su deve­nir madre, cen­tran­do nues­tro inte­rés par­ti­cu­lar­men­te en el trán­si­to hos­pi­ta­la­rio.

De acuer­do con Freud, el deseo de un hijo es pro­pia­men­te feme­nino, en tan­to el hijo es sus­ti­tu­to de la fal­ta de falo, tal como el crea­dor del psi­co­aná­li­sis lo abor­dó en el desa­rro­llo del Com­ple­jo de Edi­po para la niña (Freud, 1976). En cam­bio, para el varón, el deseo de pater­ni­dad no es algo espon­tá­neo, sino que sur­ge del deseo por una mujer, de su amor por ella, del que­rer dar­le un hijo y tras­cen­der en ese acto de filia­ción más allá del even­to bio­ló­gi­co, en tan­to esa mujer se cons­ti­tu­ye como sín­to­ma de ese hom­bre. Lacan (1975) lo expre­sa de la siguien­te for­ma:

Un padre no tie­ne dere­cho al res­pe­to, sino al amor (…) es decir hace de una mujer obje­to a minús­cu­la que cau­sa su deseo (…) es decir que su cau­sa sea una mujer que él se haya con­se­gui­do para hacer­le hijos y que a estos, lo quie­ra o no, les brin­de un cui­da­do pater­nal (pp. 9–10).

En ese hilo de ideas es pre­ci­so seña­lar que, al con­si­de­rar a la mater­ni­dad como sali­da nor­mal de la femi­ni­dad, Freud (1976) hizo de una mujer una madre. En cam­bio, Lacan (1992) pone el acen­to en el deseo de la madre, es decir, el deseo de la mujer en la madre, que per­mi­te hacer­la no-toda para sus hijos, corrién­do­se de ese lugar en fun­ción de otros intere­ses que inclu­yen no solo a su com­pa­ñe­ro, sino tam­bién al tra­ba­jo, estu­dio, luchas socia­les, etc., moti­vos que la lle­van a desear más allá del hijo, trans­for­man­do así a la mater­ni­dad en un hecho de elec­ción y no ya de des­tino. Los desa­rro­llos que rea­li­za Lacan (1992 y 1984) hacia el final de su ense­ñan­za sobre el goce feme­nino, goce Otro, goce suple­men­ta­rio, que va más allá del falo pero que no es sin el falo, le ser­vi­rán para dife­ren­ciar la posi­ción mater­na de la posi­ción feme­ni­na.

Dicho esto, no se advie­ne madre o padre a par­tir de la posi­bi­li­dad de pro­crea­ción, sino jus­ta­men­te en dis­con­ti­nui­dad con el hecho bio­ló­gi­co, en el encuen­tro sig­ni­fi­can­te que per­mi­te la trans­mi­sión de un deseo para que el niño pue­da nacer como suje­to. Es a par­tir de esta idea que es posi­ble pen­sar que la mater­ni­dad y la pater­ni­dad siem­pre se tra­tan de un acto de adop­ción.

Los apar­ta­dos que siguen mues­tran algu­nas de las prác­ti­cas que se lle­van a cabo en este hos­pi­tal y que anu­lan la pre­sen­cia del varón en momen­tos vita­les que inclu­yen a su com­pa­ñe­ra e hijo.

El apartamiento del varón de las experiencias sensoriales con relación al hijo

La ins­ti­tu­ción des­co­no­ce un hecho fun­da­men­tal que hace a la expe­rien­cia de la pater­ni­dad en el varón y que se pre­sen­ta de for­ma muy dis­tin­ta para la mujer madre, y tie­ne que ver con la expe­rien­cia sen­so­rial que se per­mi­te en la actua­li­dad por el avan­ce de la téc­ni­ca médi­ca, como es el uso de radio­gra­fías y ultra­so­ni­dos, ins­tru­men­tos que le per­mi­ti­rán al varón hacer­se una repre­sen­ta­ción del hijo. Byd­lows­ki (2007) lo expre­sa de la siguien­te mane­ra:

… para el futu­ro padre, la ima­gen eco­grá­fi­ca supo­ne a menu­do un acon­te­ci­mien­to, bas­ta con el con­tac­to sen­so­rial (visual) con el niño veni­de­ro. La pri­me­ra eco­gra­fía que se prac­ti­ca hacia la sema­na quin­ce de ges­ta­ción es par­ti­cu­lar­men­te sobre­co­ge­do­ra. El feto está ente­ro, es humano, aun­que minúscu­lo. El futu­ro padre, con­fron­ta­do a esa «reali­dad vir­tual» pue­de expe­ri­men­tar el comien­zo de un lazo de ape­go. Sin embar­go, hay una solu­ción de con­ti­nui­dad entre la ima­gen eco­grá­fi­ca de antes y el niño real de des­pués, como si la repre­sen­ta­ción men­tal ‑tener un neo­na­to- tuvie­se, para exis­tir, que ali­men­tar­se obli­ga­to­ria­men­te de la expe­rien­cia sen­so­rial. En esa expe­rien­cia, el tac­to, ese sen­ti­do por exce­len­cia, el úni­co que no se pue­de per­der, y tam­bién la per­cep­ción visual y el inter­cam­bio de mira­das, ocu­pan un lugar pri­vi­le­gia­do (pp. 78–79).

Asi­mis­mo, Vide­la (2010) se va a refe­rir a la impor­tan­cia de las eco­gra­fías para apa­ci­guar las ansie­da­des y temo­res del padre en rela­ción con el bien­es­tar de su bebé:

Al no poder com­pro­bar en sí los movi­mien­tos del niño, y no poder com­par­tir el desa­rro­llo embrio­na­rio, como lo hace la mujer, que­da libra­do a fan­ta­sías mucho más terro­rí­fi­cas e inten­sas que su mujer (…) Por eso los moder­nos sis­te­mas de eco­gra­fías tri­di­men­sio­na­les y los moni­to­reos feta­les han lle­va­do un poco de paz a toda esta fan­tas­má­ti­ca, tan­to del padre como de la madre, rela­cio­na­da con la inte­gri­dad del feto (p. 154).

Tan­to en el área de hos­pi­ta­li­za­ción como en la con­sul­ta exter­na de este hos­pi­tal, los varo­nes no son con­vo­ca­dos a pre­sen­ciar las eco­gra­fías y ultra­so­ni­dos de sus bebés. Cuan­do la mujer está hos­pi­ta­li­za­da, el varón es tra­ta­do por el ser­vi­cio de salud sin con­ce­sio­nes como una visi­ta más.

En opor­tu­ni­dad de pre­sen­ciar la con­sul­ta exter­na de con­trol de emba­ra­zo de una mujer jun­to con su pare­ja, tan­to la médi­ca obs­te­tra como la enfer­me­ra diri­gen la entre­vis­ta sólo a la mujer en su rol de madre. Expre­sio­nes como “su bebé”, “el seno materno”, cla­ra­men­te mues­tran cómo se exclu­ye al varón y se redu­ce a la mujer a la úni­ca fun­ción que la medi­ci­na com­pren­de la ocu­pa­rá de aho­ra en más: la mater­na. Al momen­to de rea­li­zar el ultra­so­ni­do, el hom­bre no es invi­ta­do por la médi­ca a ocu­par el lugar jun­to a su com­pa­ñe­ra; se que­da sen­ta­do jun­to al escri­to­rio sin ser con­vo­ca­do a lo que suce­de detrás de la cor­ti­na que divi­de el con­sul­to­rio en dos espa­cios: el de la entre­vis­ta y el del examen médi­co. Sin embar­go los lati­dos del cora­zón de su bebé se escu­chan muy fuer­tes. Él son­ríe, no tie­ne con quien com­par­tir la emo­ción del momen­to.

La prohibición del varón a presenciar el nacimiento de su hijo

En esta ins­ti­tu­ción no se per­mi­te el ingre­so del varón o de algún otro acom­pa­ñan­te que la mujer eli­ja a la sala de par­to, de modo que la mujer pari­rá a su hijo en sole­dad.

Si bien la Nor­ma Ofi­cial Mexi­ca­na NOM-007-SSA2-2016 para la Aten­ción de la Mujer duran­te el Emba­ra­zo, Par­to y Puer­pe­rio, y de la Per­so­na Recién Naci­da, no con­tem­pla en nin­guno de sus artícu­los la opción de que la mujer eli­ja quien la acom­pa­ñe duran­te el par­to, la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS) dio a cono­cer en el pre­sen­te año las nue­vas reco­men­da­cio­nes Para los cui­da­dos duran­te el par­to, para una expe­rien­cia de par­to posi­ti­va. Entre las mis­mas plan­tea: “Se reco­mien­da el acom­pa­ña­mien­to de la mujer duran­te el tra­ba­jo de par­to y el par­to por la per­so­na de su elec­ción” (OMS, 2018, p.4).

Como ante­ce­den­te a ese mar­co de reco­men­da­cio­nes, en nues­tro con­ti­nen­te se encuen­tra la Ley N° 1.040 de la Ciu­dad Autó­no­ma de Bue­nos Aires,que reco­no­ce el dere­cho que tie­ne la mujer en el trans­cur­so del tra­ba­jo de par­to y el momen­to del naci­mien­to, como así tam­bién en la inter­na­ción, a estar acom­pa­ña­da por la per­so­na de su elec­ción, para lo cual la nor­ma dis­po­ne que el per­so­nal de salud debe infor­mar a la mujer emba­ra­za­da de este dere­cho que la asis­te (Bole­tín Ofi­cial de la Ciu­dad Autó­no­ma de Bue­nos Aires, 2003).

En el mis­mo sen­ti­do la Ley N° 25.929 de Par­to Huma­ni­za­do de la Repú­bli­ca Argen­ti­na reco­no­ce el dere­cho de la mujer duran­te los con­tro­les pre­na­ta­les, el tra­ba­jo de par­to, el par­to y el pos­par­to a estar acom­pa­ña­da por una per­so­na de su con­fian­za y elec­ción, sin exi­gir requi­si­to de géne­ro, paren­tes­co, edad o de nin­gún otro tipo (Bole­tín Ofi­cial de la Repú­bli­ca Argen­ti­na, 2004).

El acon­te­ci­mien­to del par­to no se encuen­tra cir­cuns­cri­to úni­ca­men­te al hecho bio­ló­gi­co, orgá­ni­co, sino que se impli­ca en dimen­sio­nes más pro­fun­das; el varón, enten­di­do como copro­ta­go­nis­ta jun­to a su com­pa­ñe­ra de vida debe­ría tener una par­ti­ci­pa­ción acti­va, apo­yán­do­la en el pro­ce­so del par­to. Sin embar­go, en este hos­pi­tal los varo­nes no son con­vo­ca­dos en su rol de padres y por lo mis­mo pare­cen estar con­sig­na­dos a lle­nar las salas de espe­ra.

La introducción de oficinas del registro civil de las personas

Ape­nas naci­do el niño o niña y, en oca­sio­nes, antes de que a la pacien­te le sea indi­ca­da el alta médi­ca, aquel bebé podrá ser ins­cri­to como nue­vo ciu­da­dano por ambos padres o por la mujer, en caso de pre­sen­tar­se esta como madre sol­te­ra, ya que el hos­pi­tal cuen­ta con ofi­ci­nas del regis­tro civil de las per­so­nas den­tro de sus ins­ta­la­cio­nes.

La ins­crip­ción del hijo en el regis­tro civil es una de las fun­cio­nes que his­tó­ri­ca­men­te esta­ban reser­va­das al padre y que podía fun­gir como ins­ti­tu­ción sim­bó­li­ca de nomi­na­ción median­te el acto de reco­no­ci­mien­to y de pre­sen­ta­ción del hijo en socie­dad. Algo en este ins­cri­bir, y que com­pro­me­te el nom­bre pro­pio, ¿no podría actuar para el hom­bre en su deve­nir padre como un rito de media­ción sim­bó­li­ca en la rela­ción con el otro-hijo?

Teso­ne (2011) mani­fies­ta la impor­tan­cia de la elec­ción del nom­bre pro­pio en la ins­ti­tu­ción fami­liar de la siguien­te for­ma:

La elec­ción del nom­bre mar­ca la dis­tan­cia entre la pro­crea­ción bio­ló­gi­ca y la filia­ción. La asig­na­ción al niño de un nom­bre san­cio­na que la filia­ción no es un hecho bio­ló­gi­co sino sim­bó­li­co. Se tra­ta de una elec­ción que lo sitúa en un dis­po­si­ti­vo ins­ti­tu­cio­nal en el cual cada uno tie­ne su lugar en la estruc­tu­ra fami­liar. La fami­lia le ofre­ce al niño un espa­cio, una estruc­tu­ra sig­ni­fi­can­te que ope­ra como pre­for­ma. El niño reci­be así, aún antes de nacer, un men­sa­je emi­ti­do por los sig­ni­fi­can­tes paren­ta­les (p. 18).

Por lo tan­to, el hos­pi­tal como ins­ti­tu­ción sani­ta­ria del Esta­do actúa des­de una prác­ti­ca pater­na­lis­ta y de con­trol social, en tan­to se ade­lan­ta des­de la ges­tión de lo públi­co a aque­llo que en pri­me­ra ins­tan­cia corres­pon­de al ámbi­to pri­va­do de las fami­lias.

El desinterés de la institución en involucrar al varón en los primeros días del hijo

Otra situa­ción que la ins­ti­tu­ción hos­pi­ta­la­ria des­co­no­ce se pre­sen­ta cuan­do el hijo recién naci­do debe ser inter­na­do en el ser­vi­cio de neo­na­to­lo­gía por pre­sen­tar com­pli­ca­cio­nes que ponen en ries­go su vida. En la expe­rien­cia clí­ni­ca es posi­ble cons­ta­tar que en estas con­di­cio­nes las muje­res que espe­ra­ban la lle­ga­da de un hijo sano y en su lugar dan a luz un hijo enfer­mo tie­nen enor­mes difi­cul­ta­des para desem­pe­ñar la fun­ción mater­na para ese bebé. Cuan­do esto suce­de, muchas veces son los varo­nes quie­nes pue­den ejer­cer la fun­ción de sos­tén tan­to para el hijo como para ellas.

El con­cep­to de trans­pa­ren­cia psí­qui­ca acu­ña­do por Byd­lows­ki (2007) pue­de arro­jar luz para pen­sar el esta­do en que se encuen­tra la mujer duran­te este perío­do de la vida, y que pue­de ver­se incre­men­ta­do debi­do a la cir­cuns­tan­cia de un hijo enfer­mo:

… el emba­ra­zo es el momen­to de un esta­do psí­qui­co par­ti­cu­lar, un esta­do de sus­cep­ti­bi­li­dad o de trans­pa­ren­cia psí­qui­ca, don­de frag­men­tos de lo incons­cien­te vie­nen a la con­cien­cia (…) ese esta­do se desa­rro­lla gra­dual­men­te para alcan­zar un gra­do de sen­si­bi­li­dad incre­men­ta­do duran­te el emba­ra­zo y espe­cial­men­te al final. Se tra­ta en efec­to de un momen­to en el que el niño, con su doble pre­sen­cia y ausen­cia, es para la futu­ra madre un obje­to actual repre­sen­ta­ble úni­ca­men­te por ele­men­tos del pasa­do. La trans­pa­ren­cia psí­qui­ca de esas muje­res emba­ra­za­das se tra­du­ce clí­ni­ca­men­te por la corre­la­ción evi­den­te, o casi, que esta­ble­cen entre la situa­ción de ges­ta­ción actual y las reme­mo­ra­cio­nes infan­ti­les que las inva­den (…) Así, las revi­vis­cen­cias mné­si­cas y las fan­ta­sías regre­si­vas aflu­yen al incons­cien­te sin encon­trar la barre­ra habi­tual de la repre­sión (p. 72). 

Por lo tan­to, el pro­ce­so que impli­ca el emba­ra­zo, par­to y puer­pe­rio pue­de ser pen­sa­do como un esta­do de sus­cep­ti­bi­li­dad y vul­ne­ra­bi­li­dad psí­qui­ca en las muje­res, agra­va­do para aque­llas que pre­sen­ten algu­na com­pli­ca­ción médi­ca que pone en ries­go su vida o la del hijo.

Un recién naci­do nece­si­ta de alguien que lo invis­ta libi­di­nal­men­te. Fun­cio­nes fun­da­men­ta­les que el Otro debe­rá ocu­par para el desa­rro­llo de la cons­ti­tu­ción psí­qui­ca del bebé. Si bien siem­pre habrá una dife­ren­cia entre el hijo ideal que se espe­ra y el hijo que final­men­te nace, en casos de enfer­me­dad o dis­ca­pa­ci­da­des esta dife­ren­cia se pro­fun­di­za por tra­tar­se de una afren­ta al nar­ci­sis­mo de la mujer. Esta situa­ción com­pli­ca aún más el pano­ra­ma para ese bebé, sien­do que a veces la madre pue­de pre­sen­tar difi­cul­ta­des para desem­pe­ñar la fun­ción de Otro.

Lo ante­rior se entien­de tenien­do en cuen­ta el lugar que ocu­pa el Otro de la pare­ja paren­tal y su deseo en la cons­ti­tu­ción del psi­quis­mo del bebé. Tal como lo plan­tea Lacan (1986) resal­tan­do la impor­tan­cia del deseo del Otro y su trans­mi­sión en el adve­ni­mien­to de un nue­vo suje­to:

La fun­ción de resi­duo que sos­tie­ne (y a un tiem­po man­tie­ne) la fami­lia con­yu­gal en la evo­lu­ción de las socie­da­des, resal­ta lo irre­duc­ti­ble de una trans­mi­sión –per­te­ne­cien­te a un orden dis­tin­to al de la vida ade­cua­da a la satis­fac­ción de las nece­si­da­des- que es el de una cons­ti­tu­ción sub­je­ti­va, que impli­ca la rela­ción con un deseo que no sea anó­ni­mo (p. 56).

Por lo tan­to, para que un niño se cons­ti­tu­ya como suje­to es nece­sa­ria su ins­crip­ción den­tro de una filia­ción a par­tir del deseo del Otro.

En Intro­duc­ción del nar­ci­sis­mo Freud (1975) refie­re: “Enfer­me­dad, muer­te, renun­cia al goce, res­tric­ción de la volun­tad pro­pia no han de tener vigen­cia para el niño, las leyes de la natu­ra­le­za y de la socie­dad han de cesar ante él (…) Debe cum­plir los sue­ños, los irrea­li­za­dos deseos de sus padres” (p. 88). Es en este esce­na­rio don­de el niño debe­rá hacer­se un lugar, pero des­de el ini­cio esta­rá mar­ca­do por la dis­tan­cia entre lo que él es y el modo en que se lo espe­ra­ba. En un niño que pade­ce una dis­ca­pa­ci­dad esta dis­tan­cia esta­rá, ade­más, mar­ca­da por lo real del cuer­po que se impo­ne: se tra­ta de un niño que no acu­de a la cita del encuen­tro con el Otro.

Las enfer­me­ras y enfer­me­ros esta­rán al pen­dien­te del esta­do orgá­ni­co, mas no de inves­tir­lo libi­di­nal­men­te, ya que la medi­ci­na tien­de a redu­cir el cuer­po libi­di­nal a lo orgá­ni­co y el deseo al plano de la nece­si­dad.

Colaut­ti (2017), reto­man­do a Freud en Intro­duc­ción al nar­ci­sis­mo,se refie­re a la fun­ción de apun­ta­la­mien­to de las pul­sio­nes sexua­les en las pul­sio­nes yoi­cas, de auto­con­ser­va­ción, indis­pen­sa­bles para la sobre­vi­ven­cia del niño: “…el bebé, dadas su situa­ción de inde­fen­sión y la pre­ma­tu­rez con la que nace, casi exclu­si­va de nues­tra espe­cie, no pue­de solo, sino que nece­si­ta para su super­vi­ven­cia y auto­con­ser­va­ción apun­ta­lar­se en otro ser humano” (p. 29). La auto­ra se pre­gun­ta qué pasa­ría en los casos en que la madre no pue­de rea­li­zar dicha fun­ción para el hijo y con­clu­ye que podría ser el padre quien desem­pe­ñe este papel: “Con­si­de­ro que la fun­ción pater­na de apun­ta­la­mien­to pue­de ser cum­pli­da sin incon­ve­nien­tes, tan­to en lo refe­ren­te a la ali­men­ta­ción, la higie­ne y la libi­di­ni­za­ción afec­ti­va fun­dan­te para la estruc­tu­ra­ción nor­mal del psi­quis­mo infan­til” (p. 30).

Por lo tan­to, las salas de neo­na­to­lo­gía y pedia­tría de este hos­pi­tal debe­rían replan­tear­se el hecho de abrir­se ple­na­men­te a la entra­da del varón para que él sea quien sos­ten­ga con su fun­ción de Otro pri­mor­dial tan­to a la madre como al recién naci­do, tenien­do en cuen­ta que la huma­ni­za­ción del deseo se tra­ta de un tiem­po estruc­tu­ran­te y cons­ti­tu­ti­vo del psi­quis­mo humano.

Conclusiones

El esce­na­rio hos­pi­ta­la­rio mues­tra que el pro­ce­so de pro­crea­ción que acom­pa­ña al ser humano des­de el comien­zo mis­mo de su exis­ten­cia, y que por lo tan­to se espe­ra­ría que sea de lo más natu­ral y nor­mal, no lo es. En muchas oca­sio­nes, algo se pre­sen­ta y hace obs­tácu­lo con este pro­ce­so que está atra­ve­sa­do por el des­plie­gue fan­tas­má­ti­co en la vida psí­qui­ca de la mujer y del hom­bre. El naci­mien­to humano no es un acon­te­ci­mien­to natu­ral como lo es para otras espe­cies ani­ma­les; hay algo que esca­pa a la dimen­sión pura­men­te bio­ló­gi­ca. En la crea­ción de un niño se trans­mi­te tan­to el mate­rial gené­ti­co de los pro­ge­ni­to­res como las repre­sen­ta­cio­nes incons­cien­tes y par­ti­cu­la­res de cada uno, y para los suje­tos como seres hablan­tes el deve­nir a la posi­ción madre y padre impli­ca nece­sa­ria­men­te una pre­gun­ta por el deseo.

Como ha que­da­do demos­tra­do a par­tir de las prác­ti­cas que han sido expues­tas, es posi­ble decir que en este hos­pi­tal la exclu­sión del varón revis­te el carác­ter de una nor­ma buro­crá­ti­ca ins­ti­tu­cio­na­li­za­da.

El escri­to bus­ca adver­tir la impor­tan­cia de que la ins­ti­tu­ción alo­je al padre hacién­do­le un lugar pues, tal como se abor­dó, la paren­ta­li­dad cons­ti­tu­ye esa dimen­sión de la pare­ja que la ins­ti­tu­ción invi­si­bi­li­za, cen­tran­do el inte­rés en la dia­da madre-hijo y des­pla­zan­do al padre.

La pater­ni­dad impli­ca una cons­truc­ción en el lazo social con el otro que es el hijo al no haber nada de natu­ral en ese víncu­lo; por lo tan­to, no se es, sino que se devie­ne padre. El hijo será para ese varón un otro que lo inter­pe­le des­de sus deman­das, des­de sus lla­ma­dos; se tra­ta de una cons­truc­ción que impli­ca el psi­quis­mo no solo de la mujer sino tam­bién del varón, favo­re­cien­do la cons­ti­tu­ción psí­qui­ca del hijo, impli­ca­dos igual­men­te el con­tex­to cul­tu­ral, fami­liar, social y polí­ti­co de esa fami­lia. Es posi­ble afir­mar que esta ins­ti­tu­ción no favo­re­ce, o al menos obs­ta­cu­li­za, dicha cons­truc­ción, al excluir al varón en lo corres­pon­dien­te al pro­ce­so del emba­ra­zo, par­to y los momen­tos pos­te­rio­res, que la medi­ci­na deno­mi­na como puer­pe­rio media­to.

La refle­xión sur­gi­da des­de el dis­cur­so psi­co­ana­lí­ti­co inten­ta intro­du­cir la pre­gun­ta que des­com­ple­te el dis­cur­so médi­co; que la nor­ma tam­ba­lee pro­du­cien­do un males­tar pudie­ra deri­var en la afir­ma­ción por par­te de los pro­fe­sio­na­les de la salud de que algo no anda en esa ins­ti­tu­ción en tan­to no garan­ti­za el aco­gi­mien­to a la pare­ja paren­tal repro­du­cien­do un ambien­te hos­til para el varón. El esta­ble­ci­mien­to de un dis­po­si­ti­vo psi­co­ana­lí­ti­co en el hos­pi­tal debe­rá tener en cuen­ta el tra­ba­jo per­ma­nen­te con los pro­fe­sio­na­les de la salud, para que la ins­ti­tu­ción pue­da ser aquel Otro que, fren­te a las ale­grías pero tam­bién las angus­tias que impli­ca la lle­ga­da de un hijo, garan­ti­ce el acom­pa­ña­mien­to y sos­te­ni­mien­to de la fun­ción para la madre y el padre.

Referencias

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Colautti, L. (2017). Prohibir al padre. Otra forma de violencia hacia los hijos. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Continente.

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Videla, M. (2010). Maternidad, mito y realidad. Buenos Aires, Argentina: Koyatún Editorial.

Notas

1. Beca­ria CONACYT, Maes­tría de Psi­co­lo­gía, Facul­tad de Psi­co­lo­gía, Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de San Luis Poto­sí, Méxi­co. Correo elec­tró­ni­co: bocanegramj@gmail.com

2. Pro­fe­so­ra inves­ti­ga­do­ra de tiem­po com­ple­to, Facul­tad de Psi­co­lo­gía, Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de San Luis Poto­sí, Méxi­co. Correo elec­tró­ni­co: ma.reyes.are@gmail.com