2. Del vicio a la enfermedad: representaciones sociales de la adicción en la cárcel Descargar este adjunto (2. Del vicio a la enfermedad -  representaciones sociales de la adicción en~.pdf)

Gloria Estela Castellanos López1

Centro de Ejecución de Sanciones Penales Varonil Norte del Distrito Federal, México

Resu­men

Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les mues­tran las nocio­nes, imá­ge­nes y acti­tu­des que los inter­nos poseen res­pec­to al fenó­meno de la adic­ción. El obje­ti­vo del pre­sen­te tra­ba­jo fue rea­li­zar una apro­xi­ma­ción dis­cur­si­va de la expe­rien­cia con las dro­gas en un gru­po de inter­nos adic­tos que se encon­tra­ban par­ti­ci­pan­do en un tra­ta­mien­to de adic­cio­nes den­tro de un cen­tro peni­ten­cia­rio de la Ciu­dad de Méxi­co. Se lle­va­ron a cabo entre­vis­tas semi­es­truc­tu­ra­das, mis­mas que se some­tie­ron a un aná­li­sis de con­te­ni­do. Una mis­ma prác­ti­ca, en este caso el con­su­mo de dro­gas, pue­de ser orien­ta­da por repre­sen­ta­cio­nes dis­tin­tas: se le con­ci­be como vicio y como enfer­me­dad. Estar den­tro de la cár­cel por come­ter un deli­to gene­ra que la adic­ción sea per­ci­bi­da como un “vicio”, y cuan­do hay una rup­tu­ra del sig­ni­fi­ca­do al incor­po­rar­se a un espa­cio clí­ni­co para con­tra­rres­tar el con­su­mo de dro­gas esta mis­ma prác­ti­ca se cons­tru­ye como una “enfer­me­dad”.

Pala­bras cla­ve: repre­sen­ta­cio­nes socia­les, con­su­mo de dro­gas, pri­sio­nes.

 

Abs­tract

Social repre­sen­ta­tions show ele­ments, ima­ges and atti­tu­des that inma­tes pos­sess around addic­tion. The aim of this work was to reali­ze a dis­cur­si­ve approach to drugs expe­rien­ce bet­ween a group of addict inma­tes who was par­ti­ci­pa­ting in a reha­bi­li­ta­tion pro­gram in a pri­son of Méxi­co City. It was carried out semi-struc­tu­red inter­views that sub­mit to a con­tent analy­sis. A same prac­ti­ce, in this case, drugs con­sum­ption could be orien­ted by dif­fe­rent repre­sen­ta­tions: like a “bad habit” and like a “disea­se”. Be in jail for a felony gene­ra­tes that addic­tion would be per­cei­ved like “bad habit”, when it occurs a sig­ni­fi­can­ce rup­tu­re and they come to a cli­ni­cal spa­ce for lea­ve from drugs con­sum­ption, this prac­ti­ce beco­mes a “disea­se”.

Key­words: Social repre­sen­ta­tions, drugs con­sum­ption, pri­sons.

Introducción

Según la Orga­ni­za­ción de las Nacio­nes Uni­das, en el mun­do exis­ten alre­de­dor de 185 millo­nes de usua­rios de dro­gas. La Encues­ta Nacio­nal sobre Adic­cio­nes (Secre­ta­ría de Salud, 2008), mues­tra que en Méxi­co alre­de­dor de 4.3 millo­nes de per­so­nas, entre los 12 y los 65 años, han usa­do dro­gas; la pro­por­ción de usua­rios es de 4.6 varo­nes por cada mujer, obser­ván­do­se el mayor índi­ce de con­su­mo entre suje­tos mas­cu­li­nos de 26 a 34 años; la pre­fe­ren­cia para el con­su­mo sitúa en pri­mer lugar a la marihua­na, segui­do por la cocaí­na y sus deri­va­dos, los inha­la­bles, las anfe­ta­mi­nas y, por últi­mo, los alu­ci­nó­ge­nos y la heroí­na; el ini­cio en pro­me­dio de edad es antes de los 18 años para la marihua­na, inha­la­bles y anfe­ta­mi­nas, entre los 18 y 25 años para la cocaí­na y los alu­ci­nó­ge­nos, sien­do los ami­gos quie­nes ocu­pan la pri­mer fuen­te de obten­ción de las dro­gas ile­ga­les. El Dis­tri­to Fede­ral ocu­pa el quin­to lugar a nivel nacio­nal con una pre­va­len­cia de 8.5%, muy por arri­ba del pro­me­dio nacio­nal.

Estu­dios rea­li­za­dos en dife­ren­tes paí­ses (EMCDDA, 2002; Díaz y Posa­das, 2003; WHO/UNAIDS/UNODC, 2004; Latuff, Bure­lli, Lya y Díaz, 2006; Díaz, 2008; Dolan, Khoei, Bren­ta­ri y Ste­vens, 2008) esti­man que el por­cen­ta­je de per­so­nas en pri­sión que mani­fies­tan un uso pro­ble­má­ti­co de sus­tan­cias adic­ti­vas va del 40 al 80%. En Méxi­co no exis­ten esta­dís­ti­cas que per­mi­tan deter­mi­nar en qué por­cen­ta­je se pre­sen­ta el con­su­mo de dro­gas al inte­rior de los cen­tros peni­ten­cia­rios del Dis­tri­to Fede­ral; se esti­ma que las sus­tan­cias que se con­su­men al inte­rior de estos luga­res son el crack (cocaí­na en pie­dra), marihua­na, pas­ti­llas psi­co­tró­pi­cas, cocaí­na en pol­vo e inha­lan­tes (Cas­te­lla­nos, 2009).

En este tra­ba­jo, para apro­xi­mar­se a este fenó­meno, se eli­gió la teo­ría de las repre­sen­ta­cio­nes socia­les pro­pues­ta por Mos­co­vi­ci (1988) quien las con­ci­be como el sis­te­mas de valo­res, nocio­nes y prác­ti­cas rela­ti­vas a obje­tos, aspec­tos o dimen­sio­nes del medio social que per­mi­ten esta­bi­li­zar el mar­co de vida de indi­vi­duos y de gru­pos, orien­tan­do la per­cep­ción de situa­cio­nes y la ela­bo­ra­ción de res­pues­tas al tra­tar­se de mode­los ima­gi­na­rios median­te los cua­les se eva­lúa y expli­ca la reali­dad para gene­rar nor­mas y tomar deci­sio­nes com­par­ti­das y con­sen­sua­das, que guían la inter­ac­ción con los obje­tos socia­les.

Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les son un ele­men­to esen­cial para com­pren­der los deter­mi­nan­tes de los com­por­ta­mien­tos y las prác­ti­cas socia­les por­que per­mi­ten a las per­so­nas enfren­tar la inco­mo­di­dad o el mie­do a lo des­co­no­ci­do, a lo extra­ño; al ser un pro­ce­so cog­ni­ti­vo-emo­cio­nal, se acti­van depen­dien­do del con­tex­to en el cual sean usa­das y las cir­cuns­tan­cias per­so­na­les de quie­nes las ela­bo­ran (Cas­te­lla­nos, 2007). Esta teo­ría se ha encar­ga­do de demos­trar el pro­ce­so median­te el cual los gru­pos ela­bo­ran sig­ni­fi­ca­dos de obje­tos, even­tos, valo­res, creen­cias y fenó­me­nos (Flo­res, 2001) al ser deci­sio­nes, posi­cio­nes y con­duc­tas adop­ta­das ante un hecho (Abric, 2004).

Objetivo

El obje­ti­vo de esta inves­ti­ga­ción es inda­gar el con­te­ni­do de la repre­sen­ta­ción social del con­cep­to “adic­ción” en un gru­po de inter­nos con­su­mi­do­res de dro­gas reclui­dos en una clí­ni­ca para el tra­ta­mien­to de adic­cio­nes den­tro de un cen­tro peni­ten­cia­rio de la Ciu­dad de Méxi­co, sur­gien­do tres dimen­sio­nes: con­se­cuen­cias del con­su­mo, las dro­gas como vicio y las dro­gas como enfer­me­dad.

Método

Por estar enmar­ca­do en la teo­ría de las repre­sen­ta­cio­nes socia­les (Mos­co­vi­ci, 1984, 1988; Jode­let, 1984, 2000), se lle­vó a cabo una inves­ti­ga­ción no expe­ri­men­tal, un estu­dio de cam­po (Ker­lin­ger, 1994), explo­ra­to­rio, des­crip­ti­vo y trans­ver­sal (Her­nán­dez, Fer­nán­dez y Bap­tis­ta, 2003).

Par­ti­ci­pan­tes

Se tra­ta de una mues­tra no repre­sen­ta­ti­va de 27 inter­nos con una media de edad de 33 años, un pro­me­dio de 3 años 7 meses de sen­ten­cia y 2 años 4 meses en reclu­sión. El prin­ci­pal cri­te­rio de inclu­sión fue que par­ti­ci­pa­ran en un pro­gra­ma para el tra­ta­mien­to de adic­cio­nes den­tro del cen­tro peni­ten­cia­rio.

Esce­na­rio

Las entre­vis­tas se rea­li­za­ron en el Cen­tro de Eje­cu­ción de San­cio­nes Pena­les Varo­nil Nor­te ubi­ca­do en la Ciu­dad de Méxi­co, duran­te los meses de julio de 2010 a febre­ro de 2011.

Estra­te­gias para la reco­lec­ción de infor­ma­ción

Se apli­có una entre­vis­ta narra­ti­va, defi­ni­da por Jode­let (2004) como la for­ma en que los suje­tos recons­tru­yen, a par­tir de su pro­pia pers­pec­ti­va, los even­tos en los cua­les han par­ti­ci­pa­do como acto­res median­te la des­crip­ción de hechos y el des­pren­di­mien­to de sig­ni­fi­ca­dos, y, semi­es­truc­tu­ra­da al poseer una serie de pre­gun­tas que sir­ven de guía para foca­li­zar la temá­ti­ca estu­dia­da (Nils y Rimé, 2004) cuyo obje­ti­vo era gene­rar un dis­cur­so alre­de­dor de su expe­rien­cia en el con­su­mo de dro­gas.

Aná­li­sis de datos

Se uti­li­zó el aná­li­sis temá­ti­co del con­te­ni­do, defi­ni­do por Krip­pen­dorf (1980) como una téc­ni­ca para la des­crip­ción obje­ti­va, sis­te­má­ti­ca y cua­li­ta­ti­va del con­te­ni­do mani­fies­to de la comu­ni­ca­ción por­que per­mi­te dis­tri­buir la infor­ma­ción obte­ni­da en entre­vis­tas en uni­da­des temá­ti­cas estruc­tu­ra­das a par­tir del con­te­ni­do de las mis­mas. Se encon­tra­ron tres dimen­sio­nes: con­se­cuen­cias del con­su­mo, las dro­gas como vicio y las dro­gas como enfer­me­dad.

Resultados

Debi­do a que no se tra­ta de una mues­tra repre­sen­ta­ti­va, para con­tex­tua­li­zar los hallaz­gos del dis­cur­so que se pre­sen­ta­rán este apar­ta­do se ini­cia­rá con la des­crip­ción de sus carac­te­rís­ti­cas socio­de­mo­grá­fi­cas y lega­les.

En cuan­to a su esta­do civil, 53% son sol­te­ros y 47% viven en unión libre. 72% pro­vie­ne de un núcleo fami­liar pri­ma­rio desin­te­gra­do, 14% de uno com­ple­to o recons­trui­do, don­de los padres o her­ma­nos con­su­men alcohol o dro­gas (74%), repor­tan­do la pre­sen­cia de mal­tra­to, vio­len­cia, aban­dono y en algu­nos casos, agre­sión sexual.

Un 46% con­clu­yó la pri­ma­ria, 26% la secun­da­ria y 15% el bachi­lle­ra­to, el 13% sólo sabe leer y escri­bir. Las razo­nes por las cua­les no con­ti­nua­ron estu­dian­do fue­ron la expul­sión (33%), prin­ci­pal­men­te por pro­ble­mas de con­duc­ta (riñas y pin­tas), y deser­ción (67%) por fal­ta de esti­mu­la­ción en el ámbi­to fami­liar o por nece­si­dad de incor­po­rar­se al ámbi­to labo­ral para ayu­dar con los gas­tos fami­lia­res.

Los inter­nos entre­vis­ta­dos lle­van un pro­me­dio de 20 años con­su­mien­do, con una media de 13 años como edad de ini­cio; las dro­gas que han uti­li­za­do son el alcohol (86%), marihua­na (64%), cocaí­na y sus deri­va­dos (93%), inha­lan­tes (43%), psi­co­tró­pi­cos (36%). El 66% refie­re haber esta­do en tra­ta­mien­tos pre­vios, tales como ane­xos o gru­pos de alcohó­li­cos anó­ni­mos mien­tras que el 34% seña­la que es la pri­me­ra vez que se encuen­tra en un tra­ta­mien­to para dejar la adic­ción.

Solo 7% refi­rie­ron haber ini­cia­do el con­su­mo de dro­gas una vez que ingre­sa­ron a pri­sión; un 86% seña­la haber come­ti­do el deli­to encon­trán­do­se en esta­do de into­xi­ca­ción y para el 93% el prin­ci­pal móvil fue obte­ner dine­ro para con­ti­nuar finan­cian­do su adic­ción. Por lo que se refie­re a su situa­ción jurí­di­ca, el 93% es rein­ci­den­te (ha esta­do 2 o más veces en pri­sión) y solo el 7% es pri­mo­de­lin­cuen­te (es su pri­mer ingre­so a la cár­cel) aun­que no fue­ra la pri­me­ra vez que delin­quie­ron. El deli­to por el cual se encuen­tran reclui­dos es el robo.

Con­se­cuen­cias del con­su­mo

En el dis­cur­so de los adic­tos es fre­cuen­te que defi­nan su adic­ción en tér­mi­nos de los pro­ble­mas que les ha gene­ra­do en diver­sas áreas de su vida.

“Per­dí todo, mi fami­lia, mi vida, mi liber­tad… reci­bí gol­pes, humi­lla­cio­nes, me ale­ja­ba cada vez más de mi fami­lia… y empe­zó el temor de que me lle­ga­ran a picar o me lle­ga­ran a matar, las dro­gas te traen mucho sufri­mien­to.”

Impli­ca el reco­no­ci­mien­to de los pro­ble­mas aso­cia­dos al con­su­mo ini­cian­do con la pér­di­da de la liber­tad ya que el invo­lu­crar­se en la comi­sión de deli­tos, como el robo, se con­vir­tió en una opción fácil para obte­ner recur­sos eco­nó­mi­cos para finan­ciar su adic­ción has­ta que fue­ron dete­ni­dos y lle­va­dos a pri­sión.

“Yo comen­cé a dro­gar­me de cha­vi­to, cuan­do mis jefes se die­ron cuen­ta que ya no iba a la escue­la deja­ron de dar­me dine­ro, los cha­vos con los que me dro­ga­ba me con­ven­cie­ron de que me fue­ra con ellos a robar pa’ tener dine­ro pa’ la dro­ga, ¿no? y pus a mí se me hizo fácil seguir roban­do, has­ta que me cayó la bron­ca y… pus aquí estoy ¿no?”

Don­de ha sido más visi­ble el impac­to que el con­su­mo de dro­gas ha teni­do es en la dis­mi­nu­ción de la salud físi­ca y emo­cio­nal.

“Yo vine por­que ya esta­ba can­sa­do de la vida que lle­va­ba, de los gol­pes, de las humi­lla­cio­nes, de andar siem­pre mugro­so, dor­mía en el sue­lo, ya esta­ba deses­pe­ra­do, oía voces, siem­pre creía que alguien me que­ría hacer daño, ya anda­ba yo psi­co­sea­do2, loco, me pros­ti­tuía por dine­ro o por la dro­ga, bus­ca­ba en los botes de basu­ra qué comer, yo me deja­ba dar unos bom­bo­na­zos3 por un varo, por una mone­da, lle­gue a caer muy bajo, la neta…”

Otra con­se­cuen­cia está rela­cio­na­da con la rup­tu­ra de la rela­ción de pare­ja y fami­liar, don­de las espo­sas o con­cu­bi­nas los aban­do­nan lle­ván­do­se a sus hijos ya sea mien­tras están en liber­tad o bien, cuan­do ya ingre­sa­ron a pri­sión.

“Yo des­de que he esta­do aquí, no he dado ni un peso a mi hijo, me ha vali­do madre y no he pues­to ni para paña­les, ni fór­mu­las, ni di para el sana­to­rio, ni para el gas­to… mi pare­ja es una per­so­na con nece­si­da­des, requie­re cari­ño y me aguan­tó un mon­tón, pero un día se can­só… y ya no vol­vió, no me con­tes­tó el telé­fono, ya no supe de ella y del bebé.”

Un deno­mi­na­dor común es la pér­di­da de opor­tu­ni­da­des aca­dé­mi­cas, labo­ra­les y eco­nó­mi­cas, por­que no pudie­ron con­ti­nuar estu­dian­do, por­que no logra­ron con­se­guir un tra­ba­jo esta­ble o por­que dis­mi­nu­yó su capa­ci­dad eco­nó­mi­ca por des­ti­nar cada vez mayo­res recur­sos para la adqui­si­ción de las dro­gas.

“Yo tenía mi nego­cio y la neta me iba bien, pero empe­cé ato­rar­le cañón al alcohol y a la coca, a des­cui­dar el nego­cio y me fui a la quie­bra, mis deu­das cada vez eran más y me aca­bé todo el dine­ro, por eso des­pués empe­cé a robar.”

Algu­nos, inclu­so se han vis­to invo­lu­cra­dos en situa­cio­nes don­de ponen en ries­go la inte­gri­dad físi­ca o la vida a cau­sa de las deu­das que con­traen por con­su­mir las dro­gas, han sido agre­di­dos por quie­nes las ven­den para obli­gar­los a pagar­la.

“Allá en el Reno, me tuvie­ron que dar unas pren­di­das por no pagar la dro­ga… o sea, me pica­ron con fie­rros, pun­tas…”

Las dro­gas como vicio

Cuan­do se habla de la repre­sen­ta­ción social de las dro­gas como “vicio” se cons­tru­ye al adic­to como un actor pro­ta­gó­ni­co y res­pon­sa­ble de su adic­ción, sos­te­ni­do por la creen­cia de que la depen­den­cia a las dro­gas es “un acto de volun­tad” por lo que pue­den dete­ner el con­su­mo cuan­do lo deseen.

“Yo decía, quie­ro salir de las dro­gas y yo sé que es sólo cues­tión de afe­rrar­me y de echar­le ganas… y ya, ¿no?”

Se obser­va una per­cep­ción de bajo ries­go per­so­nal ya que cuan­do ini­cian el con­su­mo de dro­gas lo hacen bajo la creen­cia de que con­tro­lan las sus­tan­cias, dosis y fre­cuen­cias de ésta por lo que no se con­si­de­ran en ries­go de desa­rro­llar tole­ran­cia y, final­men­te, depen­den­cia.

“Tenía la idea que fumar­me una pie­dra no me haría daño y me gus­ta­ba el efec­to, creía que podía tener el con­trol de la sus­tan­cia y pen­sa­ba que jamás me iba a lle­var a la rui­na.”

Otro aspec­to aso­cia­do es la influen­cia de los pares/amigos, don­de se atri­bu­ye a los otros el con­su­mo pro­pio y la impo­si­bi­li­dad para dejar­lo.

“La influen­cia de mis ami­gos, me jun­ta­ba con cha­vos más gran­des que yo, veía como toma­ban y se daban un peri­ca­zo y no tenían tan­tas bron­cas, y así lo hice yo, lue­go pen­sa­ba que podía dejar­la, cam­bian­do el lugar don­de vivo y mis amis­ta­des iba a dejar la dro­ga, pero siem­pre me jun­ta­ba con cha­vos dro­gos por eso me con­ver­tí en adic­to, ¿no?”

En el ámbi­to fami­liar, el con­su­mo pro­ble­má­ti­co de sus­tan­cias se con­ci­be como una con­duc­ta ver­gon­zo­sa para la fami­lia, cuyos miem­bros se sien­ten inca­pa­ces de encon­trar una solu­ción al pro­ble­ma y se ven obli­ga­dos a bus­car apo­yo fue­ra del círcu­lo fami­liar.

“Mi mamá se fue cuan­do mi her­ma­na y yo éra­mos cha­vi­tos, cuan­do empe­cé a dro­gar­me mi mamá regre­só, dice que por­que le dije­ron que yo anda­ba en malos pasos. Habló con­mi­go, me dijo que la deja­ra, que no me des­tru­ye­ra. Que ella me que­ría y me iba a ayu­dar, que se que­da­ría a vivir con­mi­go para cui­dar­me y ayu­dar­me por­que era su cul­pa que yo me dro­ga­ra por haber­me aban­do­na­do cuan­do era morri­to y… me ane­xó.”

La recaí­da es vivi­da como un fra­ca­so y una mues­tra de que la dro­ga es más fuer­te que su volun­tad, cir­cuns­tan­cia que gene­ra impo­ten­cia, frus­tra­ción, ira y des­es­pe­ran­za en el adic­to hacien­do que la depen­den­cia sea cada vez mayor.

“Dejé de con­su­mir 3 meses, cuan­do salí de la correc­cio­nal, me fui a vivir con mi tío, con­se­guí un tra­ba­jo, pero un día me cita­ron afue­ra del metro, era un domin­go, y como lle­gué muy tem­prano antes de que lo abrie­ran me sen­té en las esca­le­ras a espe­rar, se me acer­có un cha­vo y me invi­to pie­dra y empe­cé a fumar y ya no paré en sema­nas, otra vez deje mi tra­ba­jó, me corrie­ron de casa de mi tío, vol­ví a vivir en las calles, dur­mien­do en un car­tón, sin bañar­me, bus­can­do en lo botes de basu­ra algo para comer, me eno­jé con Dios por hacer­me esto de nue­vo, con­mi­go mis­mo por ser de men­te débil, pen­sé que me iba a morir en la adic­ción…”

Las dro­gas como enfer­me­dad

El pro­ce­so que sus­ten­ta la repre­sen­ta­ción social de las dro­gas como una “enfer­me­dad” es el reco­no­ci­mien­to de la adic­ción, comen­zan­do a iden­ti­fi­car la sen­sa­ción de pér­di­da de con­trol, dán­do­se cuen­ta de su inca­pa­ci­dad para pre­de­cir su com­por­ta­mien­to una vez que han empe­za­do a dro­gar­se.

“Des­pués de que se iba mi visi­ta y me deja­ba dine­ro, iba y me com­pra­ba una pie­dra, y me decía nomás ésta me fumo y ya, pero cuan­do ter­mi­na­ba pedía otra y otra, me atas­ca­ba has­ta que se me aca­ba­ba el dine­ro que me habían deja­do, me lo gas­ta­ba todo y a veces has­ta que­da­ba debien­do…”

Impli­ca la mini­mi­za­ción de la volun­tad, el adic­to iden­ti­fi­ca que aun­que en diver­sas oca­sio­nes ha teni­do el deseo de dejar de con­su­mir no pue­de lle­var­lo a cabo por­que su cuer­po sufre una serie de tras­tor­nos como con­se­cuen­cia de que las sus­tan­cias le han sido sus­pen­di­das, reco­no­cien­do que sus pen­sa­mien­tos y accio­nes han esta­do diri­gi­dos hacia el con­su­mo y las sus­tan­cias, aun­que qui­sie­ran enfo­car­los hacia otra cosa.

“Los días de visi­ta ni le hacía caso a mi fami­lia, lle­ga­ban y yo lo que que­ría era que me die­ran dine­ro, me deja­ran cosas y se fue­ran para irme a dro­gar, mi cuer­po me pedía la dro­ga, me entra­ba mucha deses­pe­ra­ción, ni dis­fru­ta­ba con ellos, si se tar­da­ban, me para­ba 5 – 6 veces y me iba a dar una vuel­ta y les inven­ta­ba que me habla­ban del juz­ga­do o de la téc­ni­ca para que se fue­ran y pudie­ra írme­la a fumar… ya solo tenía cabe­za para pen­sar en la dro­ga, todo lo que mi fami­lia me traía, jabón, ropa, tenis, sham­poo, pues lo ven­día para com­prar dro­ga, a veces ni comía, ya no podía dor­mir por temor a que si cerra­ba los ojos algo malo me pasa­ría, varias veces me pica­ron por­que que­dé a deber, al final ya no podía dejar de dro­gar­me ni aun­que supie­ra que iban a venir, ya esta­ba yo muy mal, la ver­dá…”

En el adic­to sur­ge la nece­si­dad de bus­car ayu­da espe­cia­li­za­da que le per­mi­ta acce­der a un tra­ta­mien­to por­que no ha sido capaz de dete­ner su con­su­mo pro­ble­má­ti­co median­te el uso de la volun­tad.

“A mí, mi jefa me lle­vó a jurar varias veces, tam­bién me ane­xó, pero nun­ca fun­cio­nó, deja­ba la dro­ga unos días y le ato­ra­ba duro otra vez. Un día me dijo que le había dicho otra ñora en la fila que aquí había una clí­ni­ca para dejar de dro­gar­se, que había espe­cia­lis­tas, que a su hijo lo habían ayu­da­do mucho, que los tra­ta­ban bien y les daban tera­pias. Mi jefa ya esta­ba deses­pe­ra­da por­que había inten­ta­do ayu­dar­me de muchas for­mas y yo nun­ca la dejé, yo tam­bién ya esta­ba can­sa­do de vivir así, pre­gun­ta­mos cómo podía entrar, hice mi escri­to y aquí estoy.”

Cons­truir la adic­ción como una enfer­me­dad es un para­dig­ma que le per­mi­te al adic­to inser­tar­se a gru­pos socia­les, por ejem­plo, Alcohó­li­cos o Nar­có­ti­cos Anó­ni­mos, don­de pue­da hablar abier­ta­men­te de su pro­ble­má­ti­ca y encon­trar que otras per­so­nas han atra­ve­sa­do por el mis­mo pro­ce­so que él con quie­nes se pue­de iden­ti­fi­car lo que pue­de ayu­dar­les a recu­pe­rar el sen­ti­do de espe­ran­za, pues­to que obser­van a per­so­nas que se han man­te­ni­do en abs­ti­nen­cia, e inclu­so han logra­do la sobrie­dad.

“Yo la neta, nun­ca había esta­do en un gru­po, esta es mi pri­me­ra vez y se sien­te bien chi­do por­que pue­do subir­me a la tri­bu­na y com­par­tir­les mis viven­cias y mis expe­rien­cias y escu­char­los a ellos y todo el sufri­mien­to que las dro­gas nos han traí­do. Escu­cho a los que vie­nen de la calle y nos traen espe­ran­za y me dan ganas de imi­tar a los padri­nos que han logra­do un cam­bio para yo lograr mi sobrie­dad, dar­me cuen­ta que soy un enfer­mo y que cuan­do sal­ga ten­go que seguir yen­do para con­ti­nuar mi recu­pe­ra­ción y ayu­dar a otros enfer­mos a salir ade­lan­te, como me han ayu­da­do a mí, de eso se tra­ta esto…”

La recaí­da se vive como una opor­tu­ni­dad de seguir apren­dien­do y desa­rro­llan­do recur­sos cog­ni­ti­vos y emo­cio­na­les, expe­ri­men­tan­do sen­ti­mien­tos des­agra­da­bles de mane­ra momen­tá­nea pero pre­va­le­ce el deseo de no con­su­mir y se movi­li­za bus­can­do la ayu­da que le per­mi­ta man­te­ner­se o vol­ver a la abs­ti­nen­cia.

“Antes pen­sa­ba que recaer era ser un fra­ca­sa­do, aquí he apren­di­do que recaer es un men­sa­je de mi Poder Supe­rior, una prue­ba para que yo sepa si de ver­dad es mi volun­tad no seguir con­su­mien­do y si me lle­ga­rá a ocu­rrir no debe dar­me ver­güen­za venir a mi gru­po y decír­se­lo para que me ayu­den.”

Discusión

El con­su­mo de dro­gas sólo pue­de enten­der­se si se estu­dia el con­tex­to social y cul­tu­ral en el que vive el con­su­mi­dor; en los cen­tros peni­ten­cia­rios mexi­ca­nos, está pre­sen­te como una prác­ti­ca habi­tual con patro­nes de con­su­mo que van de mode­ra­do a exce­si­vo, favo­re­ci­da por con­di­cio­nes ambien­ta­les y socia­les como lo son la dis­po­ni­bi­li­dad de tiem­po libre, fácil acce­so a ellas, haci­na­mien­to, sobre­po­bla­ción, tole­ran­cia hacia el con­su­mo (Cas­te­lla­nos, 2008a).

De ini­cio, la repre­sen­ta­ción social se encuen­tra defi­ni­da por la cate­go­ría “pro­ble­ma” don­de el con­su­mo de dro­gas está direc­ta­men­te aso­cia­do a la pre­sen­cia de difi­cul­ta­des per­so­na­les o fami­lia­res, expe­ri­men­tan­do el dolor y sufri­mien­to de vivir­se domi­na­dos por la dro­ga, sin posi­bi­li­da­des de librar­se de mane­ra volun­ta­ria del daño físi­co y el recha­zo del medio social. Esta situa­ción dis­mi­nu­ye las posi­bi­li­da­des de con­tar con un tra­ba­jo esta­ble, supe­rar­se aca­dé­mi­ca­men­te, o con­tar con una con­di­ción eco­nó­mi­ca hol­ga­da lo cual se tra­du­ce en un obs­tácu­lo para acce­der a bie­nes mate­ria­les como una casa o un auto, obser­van­do que el víncu­lo entre el con­su­mo de dro­gas y los actos delic­ti­vos4 es direc­to, ya que el segun­do les brin­da la posi­bi­li­dad de acce­der y finan­ciar al pri­me­ro, ade­más de per­mi­tir la satis­fac­ción de las nece­si­da­des bási­cas tan­to de los usua­rios como de sus fami­lias que por la mis­ma adic­ción no pue­den lograr a tra­vés de medios líci­tos.

Cuan­do la adic­ción es cons­trui­da como vicio, la volun­tad jue­ga un papel impor­tan­te por­que dis­mi­nu­ye la per­cep­ción de ries­go per­so­nal, basa­da en la creen­cia ‘pue­do con­su­mir­la y dejar­la cuan­do quie­ra’; sin embar­go, en la mayo­ría de los casos, los inter­nos que se encuen­tran en fase de adic­ción, pre­sen­tan difi­cul­ta­des para con­tro­lar el con­su­mo; pier­den el inte­rés por otras acti­vi­da­des gra­ti­fi­can­tes; expe­ri­men­tan una fuer­te com­pul­sión por con­su­mir dro­gas, aun cuan­do la opor­tu­ni­dad no está dis­po­ni­ble; pre­sen­tan esta­dos de áni­mo alte­ra­do cuan­do no pue­den con­su­mir, o cuan­do lo dejan de hacer; per­sis­ten en el con­su­mo a pesar de que les está pro­du­cien­do gra­ves con­se­cuen­cias, al gra­do de poner en ries­go su vida por­que si no pagan sus deu­das pue­den ser lesio­na­dos, inclu­so de muer­te.

La repre­sen­ta­ción social de la dro­ga como un “vicio” da lugar a la ela­bo­ra­ción, cons­truc­ción y repro­duc­ción de argu­men­tos que los des­pres­ti­gian y estig­ma­ti­zan, como seña­la Goff­man (1989; p. 13), “ante los ojos de los otros” obs­ta­cu­li­zan­do su recu­pe­ra­ción. Jode­let (2000) afir­ma que las creen­cias son un ele­men­to que ayu­da a las repre­sen­ta­cio­nes socia­les a cla­si­fi­car, expli­car y eva­luar a los obje­tos socia­les, debi­do a que son com­par­ti­das y ela­bo­ra­das por los gru­pos, así, los atri­bu­tos asig­na­dos a “los vicio­sos” gene­ran un este­reo­ti­po, en el cual, la ima­gen del con­su­mi­dor de dro­gas es el de una per­so­na des­preo­cu­pa­da por su pro­pia salud por­que per­mi­te que la dro­ga lo con­duz­ca al dete­rio­ro tan­to físi­co como emo­cio­nal y, final­men­te, hacia la muer­te.

Den­tro de los cen­tros peni­ten­cia­rios, la ima­gen del adic­to es la de una per­so­na dete­rio­ra­da físi­ca­men­te, des­ali­ña­da y sucia, tan­to en su per­so­na como en su ropa y en sus per­te­nen­cias; son defi­ni­dos como per­so­nas que roban, esta­fan, extor­sio­nan, piden dine­ro a la visi­ta fami­liar y al per­so­nal, moles­tan a los demás inter­nos, no se cui­dan, ven­den su ali­men­to y sus cosas de uso per­so­nal, ren­tan sus estan­cias y ven­den dro­ga (Cas­te­lla­nos, 2008b).

La des­va­lo­ri­za­ción ini­cia cuan­do se les juz­ga como res­pon­sa­bles de su situa­ción aun cuan­do exis­te una depen­den­cia quí­mi­ca mul­ti­ge­ne­ra­cio­nal don­de los padres y abue­los del pacien­te han uti­li­za­do el alcohol y las dro­gas como una for­ma de con­vi­ven­cia y de expre­sión de con­flic­tos entre sus miem­bros. Esta repe­ti­ción de patro­nes gene­ra sen­ti­mien­tos como ira, ren­cor, resen­ti­mien­to, cul­pa, frus­tra­ción, ver­güen­za, etc. den­tro del núcleo fami­liar, lo que lle­va a sus miem­bros a bus­car ayu­da exter­na, sien­do fre­cuen­te que se recu­rra a los lla­ma­dos “ane­xos” como una medi­da para con­tra­rres­tar la adic­ción, en la mayo­ría de las oca­sio­nes, en con­tra de la volun­tad del adic­to; las pro­me­sas y jura­men­tos reli­gio­sos han sido otro de los recur­sos uti­li­za­dos. El hecho de que el adic­to haya come­ti­do un deli­to difi­cul­ta con­tem­plar la adic­ción como una enfer­me­dad en la cual se debe brin­dar apo­yo a quien la pade­ce (Cas­te­lla­nos, 2008a).

El para­dig­ma de la repre­sen­ta­ción social de la dro­ga como vicio para trans­for­mar­se en enfer­me­dad, se movi­li­za al con­si­de­rar al adic­to como un indi­vi­duo que ha per­di­do toda capa­ci­dad de con­trol, como lo men­cio­nan Obli­tas y Beco­ña (2000), por­que ya le ha pro­du­ci­do depen­den­cia, tole­ran­cia, sín­dro­me de abs­ti­nen­cia y efec­tos nega­ti­vos impor­tan­tes; está en la cár­cel por delin­quir para con­se­guir la sus­tan­cia; tie­ne pro­ble­mas de salud; ha per­di­do su rela­ción de pare­ja o fami­liar, al igual que su tra­ba­jo; dejó de ir a la escue­la y; ha per­di­do gran­des can­ti­da­des de dine­ro para la obten­ción de la sus­tan­cia y como con­se­cuen­cias del con­su­mo. No obs­tan­te, el vivir­la como enfer­me­dad les per­mi­te iden­ti­fi­car a las per­so­nas y situa­cio­nes bajo las cua­les incre­men­ta su posi­bi­li­dad de con­su­mir y de tra­ba­jar en ellas para redu­cir su ries­go al reco­no­cer que una vez que vuel­ven a inge­rir es muy fácil per­der el con­trol, uno de los prin­ci­pa­les obje­ti­vos del tra­ta­mien­to en el área de pre­ven­ción de recaí­das.

Los adic­tos pasan de ser “vicio­sos” a ser “enfer­mos”, reafir­man­do su iden­ti­dad con la incor­po­ra­ción al gru­po de AA don­de desa­rro­llan víncu­los socia­les y de apo­yo para dejar la adic­ción. De acuer­do a Wag­ner (2006), las cosas fun­cio­nan cuan­do se com­par­te una idea acer­ca de cómo debe fun­cio­nar el con­vi­vir con “adic­tos en recu­pe­ra­ción”, a quie­nes el com­par­tir cómo han logra­do salir de la adic­ción los moti­va para man­te­ner­se en el gru­po a modo de recur­so para alcan­zar y sos­te­ner la abs­ti­nen­cia, lo que per­mi­te ejem­pli­fi­car la mane­ra en que las repre­sen­ta­cio­nes socia­les con­tri­bu­yen a la for­ma­ción, con­so­li­da­ción y dife­ren­cia­ción de gru­pos socia­les, al mis­mo tiem­po que per­mi­ten la pre­ser­va­ción de la iden­ti­dad de gru­po. Abric (2004) seña­la que cuan­do las per­so­nas com­par­ten sig­ni­fi­ca­dos sobre even­tos, exis­te la posi­bi­li­dad de que se esta­blez­can rela­cio­nes entre ellos, por ejem­plo, al exis­tir, den­tro de las clí­ni­cas, acti­vi­da­des don­de se invo­lu­cra a la fami­lia, ésta tam­bién iden­ti­fi­ca su “rol” en la enfer­me­dad y logra asu­mir­se como un agen­te de cam­bio median­te el cual el adic­to alcan­za su recu­pe­ra­ción.

Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les son for­mas de saber el sen­ti­do común, al ser social­men­te ela­bo­ra­das y com­par­ti­das per­mi­ten a las per­so­nas y gru­pos dar sen­ti­do al mun­do en que viven. Así, una mis­ma prác­ti­ca, en este caso el con­su­mo de dro­gas, pue­de ser orien­ta­da por repre­sen­ta­cio­nes dis­tin­tas. Por un lado, se le con­ci­be como vicio y por el otro, como una enfer­me­dad. El sig­ni­fi­ca­do atri­bui­do a una prác­ti­ca simi­lar varía en fun­ción de los gru­pos que la pro­du­cen e inter­pre­tan. El estar den­tro de la cár­cel por haber come­ti­do un deli­to gene­ra que el con­su­mo de dro­gas sea per­ci­bi­do como un “vicio” y cuan­do se incor­po­ran a un espa­cio clí­ni­co cuyo obje­ti­vo es brin­dar tra­ta­mien­to se faci­li­ta su cons­truc­ción como una “enfer­me­dad”, siguien­do a Wag­ner (2006) ocu­rre la rup­tu­ra del sis­te­ma de inter­pre­ta­ción, al modi­fi­car­se el sig­ni­fi­ca­do asig­na­do.

Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les ayu­dan a enten­der cómo la gen­te actúa, ponen al des­cu­bier­to las sig­ni­fi­ca­cio­nes, los sen­ti­dos y los cons­truc­tos que les per­mi­ten pro­ce­der y des­en­vol­ver­se en lo coti­diano, don­de el sig­ni­fi­ca­do del con­cep­to de adic­ción, depen­de de la sub­je­ti­vi­dad de aque­llos que hablan des­de su expe­rien­cia direc­ta cen­tra­da en dos dimen­sio­nes: “salud” y “deli­to”. Como seña­la Gui­me­lli (2004) exis­te la posi­bi­li­dad de que algu­nos ele­men­tos con­te­ni­dos en ellas sean selec­cio­na­dos y sepa­ra­dos del con­tex­to ini­cial y se pue­dan recons­truir bajo otra con­fi­gu­ra­ción, así los adic­tos des­con­tex­tua­li­zan “las dro­gas como vicio” para rees­truc­tu­rar­las en “las dro­gas como enfer­me­dad”. Esta dife­ren­cia arti­cu­la res­pues­tas dis­tin­tas, para los pri­me­ros se basa en con­se­cuen­cias pena­les, segre­ga­ción y cas­ti­go; mien­tras que para los segun­dos se impo­ne la inter­ven­ción tera­péu­ti­ca.

Referencias

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Notas

1. Cen­tro de Eje­cu­ción de San­cio­nes Pena­les Varo­nil Nor­te. Correo e: gecastellanos01@hotmail.com

2. Sen­tir­se per­se­gui­do.

3. Gol­pes con el puño en la meji­lla infla­da de aire.

4. Sien­do el robo el más fre­cuen­te.