4. Depresión, autoestima y características de personalidad asociadas al género en estudiantes rurales de México Descargar este adjunto (4. Depresión, autoestima y características de personalidad asociadas al gén~.pdf)

Irina Lazarevich1, Héctor Javier Delgadillo-Gutiérrez2, Fernando Mora-Carrasco3, Ángela Beatriz Martínez-González4

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

Resu­men

El pro­pó­si­to de este tra­ba­jo fue eva­luar y rela­cio­nar la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va con auto­es­ti­ma y carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les aso­cia­das al géne­ro en estu­dian­tes de zonas rura­les del Esta­do de Tabas­co en Méxi­co. Se reali­zó un estu­dio trans­ver­sal en que se encues­ta­ron 459 estu­dian­tes (42% muje­res y 58% hom­bres) en el año 2009. Se apli­ca­ron los Inven­ta­rios de Depre­sión de Beck, de Auto­es­ti­ma de Coopers­mith y de Mas­cu­li­ni­dad y Femi­ni­dad de Lara Can­tú. Las muje­res pre­sen­ta­ron mayor pre­va­len­cia de la depre­sión y auto­es­ti­ma más baja que los hom­bres. Los hom­bres obtu­vie­ron pun­ta­jes más altos en carac­te­rís­ti­cas ins­tru­men­ta­les (aser­ti­vas), mien­tras que las muje­res en expre­si­vas (emo­ti­vas). En ambos sexos la ins­tru­men­ta­li­dad, segui­da por la expre­si­vi­dad, tuvie­ron una aso­cia­ción posi­ti­va con auto­es­ti­ma y nega­ti­va la depre­sión. Las carac­te­rís­ti­cas de expre­si­vi­dad nega­ti­va (sumi­sión) se aso­cia­ron con baja auto­es­ti­ma y depre­sión. En con­clu­sión, este tipo de estu­dios pue­den ayu­dar a desa­rro­llar pro­gra­mas edu­ca­ti­vos y pre­ven­ti­vos enfo­ca­dos a las nece­si­da­des espe­cí­fi­cas de los jóve­nes de zonas rura­les.

Pala­bras cla­ve: depre­sión, auto­es­ti­ma, géne­ro, estu­dian­tes, medio rural.

Abs­tract

The pur­po­se of this study was to eva­lua­te and asso­cia­te depres­sion with self-esteem and per­so­nal cha­rac­te­ris­tics asso­cia­ted with gen­der in stu­dents from rural areas of the Sta­te of Tabas­co in Mexi­co. A cross-sec­tio­nal study of 459 uni­ver­sity stu­dents (42% women and 58% men) was per­for­med in 2009. The ins­tru­ments used were the Spa­nish ver­sions of Beck´s Depres­sion Inven­tory, Coopers­mith Inven­tory for self-esteem and Lara Can­tu Inven­tory for gen­der-rela­ted cha­rac­te­ris­tics.A higher pre­va­len­ce of depres­sion and lower self-esteem were found in women in rela­tion to men. Men report higher sco­res of ins­tru­men­ta­lity (asser­ti­ve­ness) and women of expres­si­ve­ness (emo­tio­na­lity). In both sexes ins­tru­men­tal cha­rac­te­ris­tics (follo­wed by the expres­si­ve­ness) had a posi­ti­ve asso­cia­tion with self-esteem and nega­ti­ve with depres­sion. Nega­ti­ve expres­si­vi­ties cha­rac­te­ris­tics (sub­mis­sion) were asso­cia­ted with low self-esteem and depres­sion.In con­clu­sion, the­se stu­dies may help to deve­lop edu­ca­tio­nal and pre­ven­ti­ve pro­grams tar­ge­ted to the spe­ci­fic needs of Mexi­can rural youth.

Key­words: depres­sion, self-esteem, gen­der, stu­dents, rural envi­ron­ment.

Introducción

La pre­va­len­cia de la depre­sión es más alta en las muje­res que en los hom­bres (con un ran­go, apro­xi­ma­da­men­te, mujer/hombre de 2/1) tan­to a nivel inter­na­cio­nal como en Méxi­co (Kess­ler, et al., 2003; Medi­na-Mora, et al., 2003; Sal­ga­do y Díaz-Pérez, 1999). Para expli­car estas dife­ren­cias, el tras­torno depre­si­vo ha sido con­cep­tua­li­za­do y estu­dia­do a tra­vés de dife­ren­tes pers­pec­ti­vas, las cua­les invo­lu­cran des­de aspec­tos médi­cos has­ta influen­cias socio­cul­tu­ra­les y las de roles de géne­ro.

Las evi­den­cias empí­ri­cas (Patel, et al., 2005; Sal­ga­do y Díaz-Pérez, 1999) han mos­tra­do mayor dife­ren­cia entre hom­bres y muje­res en la depre­sión y dis­ti­mia en regio­nes rura­les, lo que sugie­re que los roles de géne­ro tra­di­cio­na­les, el ais­la­mien­to geo­grá­fi­co y bajo nivel edu­ca­ti­vo, pue­den agu­di­zar las dife­ren­cias en la pre­va­len­cia de los tras­tor­nos men­ta­les por sexo. Sin embar­go, este tipo de estu­dios han reci­bi­do una menor aten­ción en el ámbi­to rural de Méxi­co lo que difi­cul­ta la com­pa­ra­ción de los datos con las comu­ni­da­des urba­nas (Jimé­nez, Bojor­quez, Blas, Lan­da, y Cara­veo, 2005).

Los estu­dios epi­de­mio­ló­gi­cos que bus­can encon­trar el impac­to de los fac­to­res socio­cul­tu­ra­les, espe­cí­fi­ca­men­te de los roles de géne­ro, en la dis­tri­bu­ción dife­ren­cial de psi­co­pa­to­lo­gías entre hom­bres y muje­res se basan prin­ci­pal­men­te en la eva­lua­ción de auto­es­ti­ma y de per­so­na­li­dad que pue­den con­tri­buir a la emer­gen­cia de los sín­to­mas depre­si­vos. La auto­es­ti­ma se ha estu­dia­do como uno de los prin­ci­pa­les indi­ca­do­res de bien­es­tar psi­co­ló­gi­co y se ha mos­tra­do que la alta auto­es­ti­ma per­so­nal y social pue­de ser con­si­de­ra­da un fac­tor pro­tec­tor de la salud men­tal (Jimé­nez, Mon­dra­gón y Gon­zá­lez-For­te­za, 2007). Según algu­nos estu­dios, la auto­es­ti­ma es más baja en la mujer que en el hom­bre, y estas dife­ren­cias, aun­que peque­ñas, se ini­cian des­de la ado­les­cen­cia (Parra y Oli­va, 2004). Lo ante­rior, al pare­cer, sur­ge de los patro­nes de socia­li­za­ción de géne­ro que son menos con­sis­ten­tes en las últi­mas déca­das, pero toda­vía están pre­sen­tes en la edu­ca­ción de las niñas. Así, mien­tras que la socia­li­za­ción mas­cu­li­na enfa­ti­za la auto­no­mía, la auto­con­fian­za y la inde­pen­den­cia, la socia­li­za­ción feme­ni­na sigue pro­mo­vien­do­la expre­sión emo­cio­nal, la bús­que­da de inti­mi­dad y la depen­den­cia de otros (Díaz-Loving, Rocha y Rive­ra, 2007; Lara, 2008; Matud, 2008; Rocha, 2009). Estas carac­te­rís­ti­cas se aso­cian con una auto­es­ti­ma deva­lua­da y posi­ción subor­di­na­da, ade­más no pro­por­cio­nan los recur­sos psi­co­ló­gi­cos ade­cua­dos para la solu­ción de pro­ble­mas (Matud, 2004, 2008).

Por lo ante­rior, los estu­dios que han dife­ren­cia­do a los hom­bres y a las muje­res, res­pec­to a su per­so­na­li­dad, se han cen­tra­do prin­ci­pal­men­te en la pre­sen­cia de dos gru­pos de carac­te­rís­ti­cas: ins­tru­men­ta­les o aser­ti­vas ‑orien­ta­das a las metas, acción y autonomía‑, y expre­si­vas o emo­ti­vas ‑orien­ta­das a las rela­cio­nes per­so­na­les, afec­ti­vas y nece­si­da­des de los demás- (Díaz-Loving, et al., 2007; Matud, 2008).

Ade­más, se han cons­ta­ta­do que cier­tas carac­te­rís­ti­cas de la iden­ti­dad feme­ni­na, aso­cia­das a depen­den­cia emo­cio­nal, alta emo­ti­vi­dad y pasi­vi­dad con­tri­bu­yen a la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va (Díaz-Loving, et al., 2007; Lara, 2008; Matud, 2004, 2008). En muchos casos, espe­cial­men­te en la pobla­ción rural mexi­ca­na, las muje­res toda­vía están socia­li­za­das de tal mane­ra que el áni­mo depri­mi­do y el sufri­mien­to es una par­te inevi­ta­ble de su femi­ni­dad. Por otro lado, los ras­gos de machis­mo, es decir domi­nio-agre­sión, fre­cuen­tes en la cul­tu­ra mexi­ca­na, tam­bién son inde­sea­bles en la per­so­na­li­dad huma­na y guar­dan una rela­ción con baja auto­es­ti­ma y mayor pre­va­len­cia de la depre­sión y ansie­dad (Díaz-Loving, et al., 2007; Lara, et al., 1993).

Aun­que el pro­ce­so de moder­ni­za­ción ha lle­va­do a impor­tan­tes cam­bios eco­nó­mi­cos y a nue­vos patro­nes cul­tu­ra­les y acti­tu­des per­so­na­les, es difí­cil hablar de una cul­tu­ra úni­ca en Méxi­co. Se obser­va una gran hete­ro­ge­nei­dad cul­tu­ral dada por diver­sos nive­les de urba­ni­za­ción, nivel socio­eco­nó­mi­co y edu­ca­ción (Gar­cía-Cam­pos, 2008). Por otra par­te, los estu­dios sobre los roles de géne­ro rea­li­za­dos en las pobla­cio­nes urba­nas (en muchos casos en pobla­cio­nes estu­dian­ti­les), son insu­fi­cien­tes dado que dejan invi­si­bles “los cam­bios gene­ra­cio­na­les” del medio rural.

Tabas­co es un esta­do con pobla­ción pre­do­mi­nan­te­men­te rural, con altos índi­ces de mar­gi­na­ción, con bajos índi­ces de desa­rro­llo humano y con una des­igual­dad de géne­ro en la dis­tri­bu­ción de los ingre­sos labo­ra­les, prin­ci­pal­men­te en zonas indí­ge­nas (Con­se­jo Nacio­nal de Eva­lua­ción de la Polí­ti­ca de Desa­rro­llo Social, 2007).

La iden­ti­dad de géne­ro se cons­tru­ye de mane­ra diná­mi­ca con el tiem­po y con la cul­tu­ra (Rocha, 2009), pero no se sabe cómo los jóve­nes tabas­que­ños del medio rural enfren­tan el dile­ma ante lo tra­di­cio­nal y moderno. Por lo ante­rior, el pro­pó­si­to de esta inves­ti­ga­ción es:

1. Eva­luar la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va, auto­es­ti­ma y las carac­te­rís­ti­cas de per­so­na­li­dad aso­cia­dos al géne­ro (ins­tru­men­ta­les y expre­si­vas) en estu­dian­tes de la edu­ca­ción supe­rior, pro­ve­nien­tes de las zonas rura­les de Tabas­co;

2. Esta­ble­cer una rela­ción entre depre­sión, auto­es­ti­ma y los ras­gos per­so­na­les aso­cia­dos al géne­ro.

Método

Se reali­zó un estu­dio trans­ver­sal, des­crip­ti­vo y obser­va­cio­nal basa­do en cues­tio­na­rios de auto­in­for­me.

Par­ti­ci­pan­tes

En la mues­tra toma­da por con­ve­nien­cia par­ti­ci­pa­ron 459 estu­dian­tes de ambos sexos de tres ins­ti­tu­tos supe­rio­res tec­no­ló­gi­cos del Esta­do de Tabas­co (Supe­rior de Macus­pa­na, Supe­rior de la Zona Olme­ca y Supe­rior de los Ríos), pro­ve­nien­tes de las zonas rura­les, de una pobla­ción de 2 739 alum­nos. La edad del 99.7% de los par­ti­ci­pan­tes era entre 17 y 25 años con una media de 19.8 años (DS de 2.36) para las muje­res y 20 años (DS de 2.07) para los hom­bres.

Ins­tru­men­tos

Para eva­luar la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va se uti­li­zó el Inven­ta­rio de Depre­sión de Beck (Api­quián, Fre­sán, y Nico­li­ni, 2000) que eva­lúa los sín­to­mas depre­si­vos a nivel cog­ni­ti­vo, motor, afec­ti­vo y somá­ti­co; cons­ta de 21 ítems con cua­tro opcio­nes de res­pues­ta (de 0 a 3) según la inten­si­dad de sín­to­ma; alfa de Cron­bach de 0.87 a 0.95. La depre­sión fue cali­fi­ca­da según las nor­mas de cali­fi­ca­ción para Méxi­co y el cri­te­rio ori­gi­nal del Inven­ta­rio de 10 pun­tos en ade­lan­te (Jura­do, et al., 1998).

Para medir la auto­es­ti­ma se uti­li­zó el Inven­ta­rio de Coopers­mith, ver­sión para adul­tos, vali­da­do para la pobla­ción mexi­ca­na, que con­sis­te de 25 pre­gun­tas con res­pues­tas dico­tó­mi­cas; el alfa de Cron­bach es de 0.81 (Lara, 1993). Se tomó como media de la pobla­ción 15.8 pun­tos.

Res­pec­to a las carac­te­rís­ti­cas de per­so­na­li­dad aso­cia­das al géne­ro, se apli­có el Inven­ta­rio de Mas­cu­li­ni­dad y Femi­ni­dad de Lara Can­tú, desa­rro­lla­do espe­cial­men­te para la pobla­ción mexi­ca­na (Lara, 1993). El cues­tio­na­rio con­sis­te en 60 reac­ti­vos divi­di­dos en cua­tro gru­pos que miden la ins­tru­men­ta­li­dad (mas­cu­li­ni­dad): segu­ro de sí mis­mo, auto­su­fi­cien­te, inde­pen­dien­te, entre otras; la expre­si­vi­dad (femi­ni­dad): sen­si­ble a las nece­si­da­des de los demás, com­pren­si­vo, afec­tuo­so, coope­ra­dor; la ins­tru­men­ta­li­dad nega­ti­va (machis­mo): agre­si­vo, domi­nan­te, auto­ri­ta­rio; y la expre­si­vi­dad nega­ti­va (sumi­sión): inde­ci­so, depen­dien­te, pasi­vo, resig­na­do, entre otras carac­te­rís­ti­cas, con una esca­la de Lic­kert de 1 a 7. Las res­pues­tas de cada gru­po se suman y se divi­den entre 15, obte­nien­do la media de cada gru­po de ras­gos. En cuan­to a los coefi­cien­tes de con­fia­bi­li­dad, los valo­res de 4 subes­ca­las de las men­cio­na­das se situa­ron en un ran­go acep­ta­ble de 0.72 a 0.92 (Lara, 1993).

Pro­ce­di­mien­to

Se soli­ci­tó a los par­ti­ci­pan­tes su cola­bo­ra­ción para res­pon­der a los ins­tru­men­tos y se obtu­vo el con­sen­ti­mien­to infor­ma­do. Los estu­dian­tes con­tes­ta­ron la encues­ta en un salón de cla­se. El pro­yec­to había sido apro­ba­do por el Comi­té de Éti­ca de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma Metro­po­li­ta­na.

Aná­li­sis

Para com­pa­rar la pre­va­len­cia de la depre­sión por sexo se uti­li­zó el test de chi cua­dra­da. Se rela­cio­na­ron auto­es­ti­ma y depre­sión median­te la regre­sión lineal sim­ple. Se com­pa­ra­ron los cua­tro gru­pos de las carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les median­te el aná­li­sis de varian­za para un cri­te­rio de cla­si­fi­ca­ción (sexo). Las carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les se rela­cio­na­ron con depre­sión y auto­es­ti­ma median­te regre­sión lineal sim­ple. Se uti­li­zó el pro­gra­ma JMP 8 para el aná­li­sis esta­dís­ti­co de la infor­ma­ción.

Resultados

La tasa de res­pues­ta fue de 100%, no se toma­ron en cuen­ta para el aná­li­sis 28 de 487 encues­tas, dado que fue­ron entre­ga­dos incom­ple­tas.

Res­pec­to a las carac­te­rís­ti­cas socio­de­mo­grá­fi­cas, de 469 estu­dian­tes 192 (42%) fue­ron muje­res y 267 (58%) hom­bres; 20 (4.4%) casa­dos o en unión libre y el res­to sol­te­ros; 109 (23.7%) tra­ba­ja­ban ade­más de estu­diar.

Se encon­tró alta pre­va­len­cia de sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va en ambos sexos, 122 (63.5%) en las muje­res y 138 (51.7%) en los hom­bres, con una dife­ren­cia por sexo chi cua­dra­da 6.43 (p = 0.011). La media de auto­es­ti­ma fue más baja en las muje­res que en los hom­bres (15.05 vs. 16.6, p = 0.0008). La auto­es­ti­ma en ambos sexos se rela­cio­nó en for­ma nega­ti­va con depre­sión (coefi­cien­te de regre­sión = – 0.58).

Al medir las carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les y com­pa­rar­las por sexo, se encon­tró que los hom­bres pre­sen­ta­ron mayo­res nive­les de ins­tru­men­ta­li­dad posi­ti­va y nega­ti­va y las muje­res pre­sen­ta­ron mayo­res nive­les de expre­si­vi­dad. En el caso de expre­si­vi­dad nega­ti­va (sumi­sión), no se encon­tró dife­ren­cia por sexo(Véanse Tabla 1 y Figu­ra 1).

Carac­te­rís­ti­cas
per­so­na­les

Hom­bres 267

Muje­res 192

F

p

Media

Des­via­ción están­dar

Media

Des­via­ción están­dar

Ins­tru­men­ta­li­dad

4.66

0.99

4.34

1.05

11.23

0.0009

Expre­si­vi­dad

5.08

1.09

5.33

1.11

5.33

0.021

Ins­tru­men­ta­li­dad nega­ti­va

3.2

0.91

2.98

0.88

6.32

0.012

Expre­si­vi­dad nega­ti­va

2.96

0.83

2.97

0.83

0.012

0.91

Tabla 1. Comparación de las características personales por sexo.
Figura 1. Diferencias en características personales por sexo.

Las carac­te­rís­ti­cas ins­tru­men­ta­les segui­das por las expre­si­vas, en ambos sexos, tuvie­ron una aso­cia­ción posi­ti­va con auto­es­ti­ma y nega­ti­va con depre­sión. Los ras­gos de expre­si­vi­dad nega­ti­va (sumi­sión) se con­si­de­ra­ron pato­ló­gi­cos­da­do que la rela­ción con auto­es­ti­ma y depre­sión resul­tó inver­sa (Véan­se Tablas 2 y 3).

Tabla 2. Asociación entre autoestima y características personales por sexo.

Carac­te­rís­ti­cas per­so­na­les

Hom­bres

Muje­res

Beta*

F

p

Beta

F

p

Ins­tru­men­ta­li­dad

0.69

65.3

< 0.0001

0.67

45.2

< 0.0001

Expre­si­vi­dad

0.40

20.1

< 0.0001

0.42

16.8

< 0.0001

Ins­tru­men­ta­li­dad nega­ti­va

0.02

0.06

0.80

-0.02

0.02

0.86

Expre­si­vi­dad nega­ti­va

-0.73

42.6

< 0.0001

-0.69

31.2

< 0.0001

*Beta = coeficiente de regresión
Tabla 3. Asociación entre depresión y características personales por sexo.

Ras­gos per­so­na­les

Hom­bres

Muje­res

Beta

F

p

Beta

F

p

Ins­tru­men­ta­li­dad

-0.55

55.4

< 0.0001

-0.43

23.6

< 0.0001

Expre­si­vi­dad

-0.33

19.4

< 0.0001

-0.18

3.9

0.049

Ins­tru­men­ta­li­dad nega­ti­va

-0.014

0.02

0.23

0.10

0.76

0.38

Expre­si­vi­dad nega­ti­va

0.50

26.8

< 0.0001

0.58

29.6

< 0.0001

La mayor par­te de los par­ti­ci­pan­tes, 190 (71%) de los hom­bres y 127 (67%) de las muje­res, pre­sen­ta­ron ambas carac­te­rís­ti­cas en for­ma simul­tá­nea (de 4 a 7 pun­tos de esca­la de Likert), así como 20 (7%) de los hom­bres y 9 (5%) de las muje­res pre­sen­ta­ron nive­les bajos (menor a 4 pun­tos) de estas carac­te­rís­ti­cas. Res­pec­to a una sola carac­te­rís­ti­ca que se encuen­tra en for­ma pre­do­mi­nan­te de la per­so­na­li­dad (gra­do mode­ra­do y alto de expre­si­vi­dad y leve de ins­tru­men­ta­li­dad o vice­ver­sa), se encon­tró que 45 (17%) de los hom­bres fue­ron expre­si­vos, así como 12 (4%) ins­tru­men­ta­les, es decir, tie­nen per­so­na­li­dad mas­cu­li­na tra­di­cio­nal posi­ti­va. En el caso de las muje­res, 49 (26%) fue­ron expre­si­vas (per­so­na­li­dad feme­ni­na tra­di­cio­nal posi­ti­va) y 7 (4%) pre­do­mi­nan­te­men­te ins­tru­men­ta­les (Véa­se Figu­ra 2).

Figura 2. Distribución de las características personales por sexo.

 

Discusión

La pre­va­len­cia de la depre­sión en los par­ti­ci­pan­tes del pre­sen­te estu­dio (57% en pro­me­dio) fue más alta que en las pobla­cio­nes adul­tas repor­ta­das en la lite­ra­tu­ra, pero con­sis­ten­te con estu­dios rea­li­za­dos en jóve­nes uni­ver­si­ta­rios entre 18 y 25 años, que han mos­tra­do pre­va­len­cias de 11.8 al 66.6%, inclu­yen­do la ansie­dad (Agu­de­lo, Casa­die­gos, y Sán­chez, 2008; Améz­qui­ta, Gon­zá­lez, y Mejía, 2003; Arias, 2004; Feld­man, Gon­cal­ves, Cha­cón, Zara­go­za, y Bagets, 2008). Con rela­ción a la vul­ne­ra­bi­li­dad a la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va de este gru­po, es nece­sa­rio con­si­de­rar que los jóve­nes se encuen­tran en el pro­ce­so de tran­si­ción a la eta­pa adul­ta y en el ini­cio de su vin­cu­la­ción con la socie­dad median­te las rela­cio­nes inter­per­so­na­les, aca­dé­mi­cas y labo­ra­les. La des­es­pe­ran­za ante el futu­ro y ante el pro­yec­to de vida, en muchos casos, pue­de colo­car­los tam­bién en un gru­po vul­ne­ra­ble res­pec­to a la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va (Agu­de­lo, et al., 2008). Es impor­tan­te tomar en cuen­ta que las encues­tas a los jóve­nes fue­ron apli­ca­das entre la quin­ta y sex­ta sema­nas del cur­so esco­lar y que la car­ga aca­dé­mi­ca pue­de aumen­tar el estrés emo­cio­nal y, como con­se­cuen­cia, la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va como han seña­la­do Agu­de­lo, et al., 2008; Améz­qui­ta, et al., 2003; Arias, 2004; Feld­man, et al., 2008.

Res­pec­to a la pre­va­len­cia de la depre­sión por sexo, se encon­tró que fue más alta en las muje­res que en los hom­bres (63.5% vs. 51.7%), aun­que la dife­ren­cia no fue tan pro­nun­cia­da como en otros estu­dios (Kess­ler, et al., 2003; Medi­na-Mora, et al., 2003; Patel, et al., 2005; Sal­ga­do y Díaz-Pérez, 1999). Estos hallaz­gos coin­ci­den más con los tra­ba­jos rea­li­za­dos en las pobla­cio­nes estu­dian­ti­les en los cua­les la dife­ren­cia por sexo es menor en com­pa­ra­ción a la pobla­ción gene­ral, o inclu­so no se encuen­tra (Agu­de­lo, et al., 2008; Améz­qui­ta, et al., 2003; Arias, 2004; Feld­man, et al., 2008), dado que estos datos varían mucho de acuer­do a la mues­tra y que la depre­sión en la mujer tie­ne una corre­la­ción con deter­mi­nan­tes socio-cul­tu­ra­les y socio-demo­grá­fi­cos, tales como la edad, nivel de esco­la­ri­dad, núme­ro de hijos, lugar de resi­den­cia (rural/urbano), así como con el nivel socio­eco­nó­mi­co (Matud, Gue­rre­ro y Matías, 2006; Matud, 2008).

Un aspec­to impor­tan­te para expli­car la mayor pre­va­len­cia de la depre­sión en las muje­res estu­dian­tes del pre­sen­te estu­dio, está rela­cio­na­do a la dife­ren­cia en el enfren­ta­mien­to al estrés entre hom­bres y muje­res. Mien­tras que la socia­li­za­ción mas­cu­li­na pro­mue­ve una res­pues­ta racio­nal, un con­trol interno y las estra­te­gias cen­tra­das en la solu­ción del pro­ble­ma, la socia­li­za­ción feme­ni­na refuer­za estra­te­gias menos efi­ca­ces, es decir, una mayor expre­sión y enfren­ta­mien­to emo­cio­nal ante las difi­cul­ta­des. De mane­ra más espe­cí­fi­ca, la iden­ti­dad feme­ni­na rela­cio­na­da con “la inde­fen­sa apren­di­da”, sue­le aso­ciar­se a la sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va (Matud, 2004).

 En este estu­dio las muje­res rura­les mos­tra­ron menor auto­es­ti­ma que los hom­bres lo que coin­ci­de con algu­nos datos repor­ta­dos en la lite­ra­tu­ra (Parra y Oli­va, 2004). Tam­bién se encon­tró una rela­ción inver­sa entre auto­es­ti­ma y depre­sión, hecho que per­mi­te una vez más con­si­de­rar­la no sólo un fac­tor rele­van­te en el desa­rro­llo de la per­so­na­li­dad, sino en la salud men­tal (Jimé­nez, et al., 2007). Por lo ante­rior, la cons­truc­ción de la auto­es­ti­ma, espe­cí­fi­ca­men­te feme­ni­na, des­de las eta­pas tem­pra­nas de vida pue­de ser un recur­so impor­tan­te tan­to para el mejor mane­jo del estrés como para el desa­rro­llo de una mayor auto­no­mía y efi­ca­cia per­so­nal.

Aun­que se ha espe­ra­do mayor dife­ren­cia en la per­so­na­li­dad por sexo en los estu­dian­tes rura­les, las medias de los ras­gos aso­cia­dos al géne­ro en el pre­sen­te estu­dio mos­tra­ron patro­nes bas­tan­te simi­la­res. Tan­to hom­bres como muje­res pre­sen­ta­ron las carac­te­rís­ti­cas de cada gru­po: pun­ta­jes altos en ins­tru­men­ta­li­dad y expre­si­vi­dad posi­ti­vas y bajos en nega­ti­vas, lo que sugie­re que la mayo­ría de los estu­dian­tes tabas­que­ños tie­nen per­so­na­li­da­des salu­da­bles. A pesar de que los hom­bres obtu­vie­ron mayor inten­si­dad de ins­tru­men­ta­li­dad y de machis­mo, se obser­van las mis­mas ten­den­cias en las muje­res. Los pun­ta­jes de expre­si­vi­dad fue­ron altos en ambos sexos y más en las muje­res. Estos datos apo­yan los resul­ta­dos recien­tes de Díaz- Loving, et al. (2007) quie­nes, al uti­li­zar una esca­la seme­jan­te en una pobla­ción urba­na de 11 a 79 años, mos­tra­ron patro­nes simi­la­res entre los sexos aun­que tam­bién mayor inten­si­dad de la ins­tru­men­ta­li­dad en los hom­bres y de los ras­gos expre­si­vos en las muje­res. La dimen­sión afec­ti­va sigue sien­do más alta en la mujer que en el hom­bre, en casi todos los estu­dios men­cio­na­dos, tan­to a nivel nacio­nal como inter­na­cio­nal, y más aún en las loca­li­da­des rura­les, como mues­tra este estu­dio, lo cual podría ser otro deter­mi­nan­te expli­ca­ti­vo de las ten­den­cias depre­si­vas en la mujer. En la cate­go­ría de sumi­sión no se encon­tró dife­ren­cia entre los sexos lo que, pro­ba­ble­men­te, se rela­cio­na con el hecho de que el estu­dio se reali­zó en una pobla­ción estu­dian­til o con lo que las iden­ti­da­des tra­di­cio­na­les se encuen­tran en un pro­ce­so de cam­bio.

Final­men­te, debi­do a los cam­bios socio­cul­tu­ra­les ocu­rri­dos en Méxi­co, sur­ge la pre­gun­ta ¿Qué tan pre­sen­te es la iden­ti­dad tra­di­cio­nal de géne­ro en los estu­dian­tes de zonas rura­les de Méxi­co? En este tra­ba­jo se pudo obser­var cómo se com­bi­nan las carac­te­rís­ti­cas ins­tru­men­ta­les y expre­si­vas en los jóve­nes rura­les. Igual que en otros estu­dios, la mayo­ría de los estu­dian­tes tabas­que­ños pre­sen­ta­ron per­so­na­li­da­des mix­tas (equi­li­bra­das entre lo ins­tru­men­tal y expre­si­vo) lo que sugie­re que, en gene­ral, los jóve­nes tie­nen iden­ti­da­des ínte­gras. Estos datos apo­yan las inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das a nivel nacio­nal e inter­na­cio­nal que repor­tan los resul­ta­dos seme­jan­tes (Díaz-Loving, et al., 2007; Tweng y Camp­bell, 2008).

Otro hallaz­go impor­tan­te es que la ins­tru­men­ta­li­dad se aso­ció con alta auto­es­ti­ma y baja depre­sión en ambos sexos, segui­da por la expre­si­vi­dad, aun­que en menor gra­do. El estu­dio tam­bién des­ta­có que la cate­go­ría de expre­si­vi­dad nega­ti­va (sumi­sión), carac­te­ri­za­da por inde­ci­sión, inse­gu­ri­dad, pasi­vi­dad y depen­den­cia, es el patrón más pato­ló­gi­co de la con­duc­ta tan­to para las muje­res como para los hom­bres, lo que fue acor­de al tra­ba­jo recien­te de Díaz-Loving, et al., (2007).

Las limi­ta­cio­nes del estu­dio con­sis­ten en tomar un gru­po espe­cí­fi­co de la pobla­ción que no per­mi­te extra­po­lar los resul­ta­dos obte­ni­dos a otras pobla­cio­nes. El cor­te trans­ver­sal no iden­ti­fi­ca la cro­ni­ci­dad de la depre­sión y tam­po­co deter­mi­na la rela­ción cau­sa-efec­to. El ins­tru­men­to de Mas­cu­li­ni­dad y Femi­ni­dad de Lara Can­tú se basa en los ras­gos este­reo­ti­pa­dos para hom­bres y muje­res mexi­ca­nos y no mide mas­cu­li­ni­dad y femi­ni­dad per se que son cons­truc­tos mucho más amplios. Ade­más, a dife­ren­cia de las esca­las clí­ni­cas que eva­lúan la per­so­na­li­dad, ésta no pue­de dis­tin­guir la nor­ma­li­dad de psi­co­pa­to­lo­gía.

Toman­do en cuen­ta lo ante­rior, se pue­de con­cluir que es nece­sa­rio rea­li­zar más inves­ti­ga­cio­nes en loca­li­da­des rura­les, así como desa­rro­llar los pro­gra­mas pre­ven­ti­vos, capa­ci­tan­do a los edu­ca­do­res y pro­fe­sio­na­les de la salud. Los nive­les más altos de la depre­sión en las muje­res, resul­ta­dos de este estu­dio, impli­can la nece­si­dad de tomar en cuen­ta géne­ro como deter­mi­nan­te espe­cí­fi­co de ries­go para esta psi­co­pa­to­lo­gía. La opti­mi­za­ción de los ras­gos ins­tru­men­ta­les podría con­tri­buir a una per­so­na­li­dad más equi­ta­ti­va, salu­da­ble, con mayor auto­es­ti­ma y menor depre­sión, sobre todo en las muje­res. Así, los estu­dios como éste pue­den ayu­dar a cono­cer la diná­mi­ca en la cons­truc­ción de géne­ro en nue­vas gene­ra­cio­nes y apor­tar nue­vos ele­men­tos para enfren­tar pro­ble­mas o nece­si­da­des espe­cí­fi­cas de las comu­ni­da­des rura­les de Méxi­co.

Referencias

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Notas

1. Depar­ta­men­to de Aten­ción a la Salud de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma Metro­po­li­ta­na, Uni­dad Xochi­mil­co.

2. Depar­ta­men­to de Sis­te­mas Bio­ló­gi­cos de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma Metro­po­li­ta­na, Uni­dad Xochi­mil­co.

3. Depar­ta­men­to de Aten­ción a la Salud de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma Metro­po­li­ta­na, Uni­dad Xochi­mil­co.

4 Depar­ta­men­to de Aten­ción a la Salud de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma Metro­po­li­ta­na, Uni­dad Xochi­mil­co.