8. Cómo tener una vejez saludable: la respuesta de los adultos mayores autopercibidos como sanos Descargar este adjunto (8. Cómo tener una vejez saludable - la respuesta de los adultos mayores aut~.pdf)

Zoila Edith Hernández Zamora1, Yamilet Ehrenzweig Sánchez2, José María Vázquez Espinosa3

Universidad Veracruzana

Resu­men

El pre­sen­te tra­ba­jo tuvo como obje­ti­vo detec­tar las res­pues­tas que las per­so­nas mayo­res, que se per­ci­ben como sanas, ofre­cen a la cues­tión sobre cómo han hecho para lle­gar salu­da­bles a eda­des mayo­res a los 60 años. Se encon­tró que la gene­ra­li­dad de las decla­ra­cio­nes se incli­nan hacia el hecho de que el apo­yo social y fami­liar influ­ye de mane­ra pre­pon­de­ran­te en su esta­do de salud, así como no haber cam­bia­do radi­cal­men­te su for­ma de vivir des­pués de los sesen­ta años. Otro aspec­to que repor­tan es la prác­ti­ca de ejer­ci­cio y una ali­men­ta­ción ade­cua­da. Ade­más, se detec­tó que el com­po­nen­te psi­co­ló­gi­co influ­ye fuer­te­men­te tan­to en la per­cep­ción como en el esta­do real de ubi­car­se como salu­da­bles. Para ellas no es tan impor­tan­te tener una enfer­me­dad, sino que ésta no les afec­te para sen­tir­se bien y dis­fru­tar de la vida, a la vez que se sien­ten inde­pen­dien­tes, lo que impli­ca auto­per­ci­bir­se como sanas.

Pala­bras cla­ve: adul­tos mayo­res, auto­per­cep­ción, salud, fac­tor psi­co­ló­gi­co, apo­yo

Abs­tract

This arti­cle aims to detect the ans­wers that the aged, who per­cei­ve them­sel­ves as healthy peo­ple, give when they are asked about being healthy at 60 and older than that. Most of the ans­wers refer the fact that the social and family sup­port are impor­tant and deter­mi­ne their health, as well as not having radi­cally chan­ged their lives after 60. Another aspect is the exer­ci­se and an appro­pria­te diet. Like­wi­se, we detec­ted that the psy­cho­lo­gi­cal fac­tor strongly influen­ces their per­cep­tion of being healthy. To them, it is not so impor­tant to suf­fer from some ill­ness, but to avoid that this affects them and avoid them to feel well and enjoy life, at the same time, they feel inde­pen­dent, which makes them to feel healthy.

Key­words: the aged, self-per­cep­tion, health, psy­cho­lo­gi­cal fac­tor, sup­port.

Introducción

El con­cep­to de salud ha sido un aspec­to muy con­tro­ver­ti­do de la medi­ci­na a tra­vés del tiem­po. Ha que­da­do en desuso el cri­te­rio de que salud es igual a la ausen­cia de enfer­me­dad; la OMS intro­du­jo el con­cep­to que entien­de como tal “un esta­do de com­ple­to bien­es­tar físi­co, men­tal y social y no sola­men­te la ausen­cia de afec­cio­nes y enfer­me­da­des” (OMS y UNICEF, 1996). Salud y enfer­me­dad cons­ti­tu­yen un par de cate­go­rías con­tra­dic­to­rias; for­man par­te de un pro­ce­so con­ti­nuo, móvil que refle­ja el gra­do de adap­ta­ción del hom­bre como ser bío­psi­co­so­cial a las con­di­cio­nes bio­ló­gi­cas y socia­les del medio (Mar­tí­nez y Fer­nán­dez, 2008).

La salud es un esta­do de equi­li­brio, con un deter­mi­na­do gra­do de com­po­nen­te sub­je­ti­vo, entre lo bio­ló­gi­co y lo psí­qui­co con el medio ambien­te social, cul­tu­ral y natu­ral. Así, la salud es un esta­do bio­cul­tu­ral de equi­li­brio rela­ti­vo y fun­ción nor­mal man­te­ni­dos den­tro de con­tex­tos tem­po­ra­les, socia­les, cul­tu­ra­les y eco­ló­gi­cos espe­cí­fi­cos. No es difí­cil lle­gar a la con­clu­sión que el cri­te­rio uti­li­za­do por la OMS para defi­nir la salud no se ajus­ta a los adul­tos mayo­res, con­si­de­ra­dos como aque­llas per­so­nas de 60 y más años. Los cam­bios que acom­pa­ñan el pro­ce­so de enve­je­ci­mien­to con­lle­van, en una bue­na par­te, deter­mi­na­das defi­cien­cias fun­cio­na­les en órga­nos del cuer­po que con­du­cen a la dis­mi­nu­ción fun­cio­nal del orga­nis­mo como un todo.

Para Piña, Mar­tí­nez, Durán y Bas­ter (2007), la salud de la per­so­na mayor es con­si­de­ra­da como la capa­ci­dad fun­cio­nal de aten­der­se a sí mis­mo y desa­rro­llar­se en el seno de la fami­lia y la socie­dad, la cual le per­mi­te, de una for­ma diná­mi­ca, el desem­pe­ño de sus acti­vi­da­des del dia­rio vivir. Algu­nos auto­res no dejan de con­si­de­rar “la difi­cul­tad exis­ten­te para medir la capa­ci­dad fun­cio­nal de un indi­vi­duo en tres esfe­ras (físi­ca, men­tal y social), y sobre todo para seguir de una mane­ra real y obje­ti­va la evo­lu­ción fun­cio­nal de un anciano y valo­rar la efi­ca­cia de la tera­péu­ti­ca que se esté emplean­do” (Deve­sa, 1992; p. 48).

En muchos paí­ses se obser­va un pro­ce­so de enve­je­ci­mien­to de la pobla­ción, por lo que han aumen­ta­do los pro­ble­mas de salud, socia­les, eco­nó­mi­cos y polí­ti­cos. Esto ha pro­pi­cia­do un cre­cien­te inte­rés en el estu­dio de los deter­mi­nan­tes de la salud de las per­so­nas mayo­res, enten­dién­do­se como un con­cep­to mul­ti­di­men­sio­nal que tie­ne aspec­tos obje­ti­vos y sub­je­ti­vos (Con­de, 2001; Ran­ziijn, Lus­zez y Vigue­ra, 2000; Vigue­ra, 2000). Los aspec­tos obje­ti­vos con­si­de­ran los deter­mi­nan­tes socia­les, demo­grá­fi­cos, polí­ti­cos y eco­nó­mi­cos; los aspec­tos sub­je­ti­vos, la per­cep­ción que la per­so­na tie­ne de su salud y de su bien­es­tar psi­co­ló­gi­co (Mar­tí­nez y Gar­cía, 1994; Ormel, Lin­den­berg, Ste­ve­rink y Von­korf, 1997).

Para la psi­co­lo­gía, estos dos últi­mos aspec­tos tie­nen mucha impor­tan­cia ya que los ele­men­tos sub­je­ti­vos de una salud inte­gral son media­do­res de la per­cep­ción y cam­bios de los aspec­tos obje­ti­vos, una vez que estos últi­mos no garan­ti­zan por sí solos

“una res­pues­ta glo­bal a la nece­si­dad que tie­nen las per­so­nas de: a) sen­tir­se satis­fe­chas con sus vidas duran­te todo el ciclo vital; b) tener la capa­ci­dad y com­pe­ten­cia para con­se­guir­lo; c) adqui­rir y man­te­ner poder y con­trol sobre su medio y con­di­cio­nes de vida” (Mar­tí­nez y Gar­cía, 1994; p. 56).

El bien­es­tar sub­je­ti­vo está aso­cia­do a un enve­je­ci­mien­to más salu­da­ble (Gar­cía, 1997), es un indi­ca­dor de la salud men­tal (Koz­man, 1991; cita­do en Anguas, 1997) y se con­si­de­ra sinó­ni­mo de feli­ci­dad, for­ta­le­za del ego, ajus­te, inte­gra­ción social (Veerho­ven, 1991; cita­do en Anguas, 1997). Ade­más, se aso­cia nega­ti­va­men­te con sín­to­mas depre­si­vos y se rela­cio­na con ausen­cia de enfer­me­da­des (Mar­tí­nez y Gar­cía, 1994). La eva­lua­ción del bien­es­tar sub­je­ti­vo pue­de infor­mar sobre el nivel de ajus­te y adap­ta­ción vivi­do por los adul­tos mayo­res en ese perio­do de su desa­rro­llo, en cual, con­for­me a la estruc­tu­ra demo­grá­fi­ca actual, cons­ti­tu­ye una cuar­ta par­te de la vida. Pare­ce que, en la medi­da en que las per­so­nas se per­ci­ben satis­fe­chas y con sufi­cien­tes recur­sos de enfren­ta­mien­to ante los even­tos de estrés, así como con sen­ti­mien­tos de pla­cer, eufo­ria y ale­gría, es más pro­ba­ble que ten­gan los deno­mi­na­dos “fac­to­res pro­tec­to­res” que bási­ca­men­te son com­pe­ten­cias y habi­li­da­des per­so­na­les para el cui­da­do de su salud.

Exis­te un acuer­do entre los inves­ti­ga­do­res de que los com­po­nen­tes del bien­es­tar sub­je­ti­vo son la satis­fac­ción con la vida y el balan­ce de los afec­tos posi­ti­vos y nega­ti­vos (Anguas, 1997; Mar­tí­nez y Gar­cía, 1994; Pin­quart y Sören­sen, 2000). Se evi­den­cia que la satis­fac­ción con la vida es una cog­ni­ción, un pro­ce­so de jui­cio y una eva­lua­ción de la pro­pia vida (Emmons, 1986). Los afec­tos posi­ti­vos son emo­cio­nes pla­cen­te­ras como la feli­ci­dad y la ale­gría; en cuan­to a los afec­tos nega­ti­vos, son sen­ti­mien­tos o emo­cio­nes des­agra­da­bles como la tris­te­za y el mie­do.

Entre los pre­dic­to­res del bien­es­tar sub­je­ti­vo ha sido men­cio­na­da la impor­tan­cia de la per­so­na­li­dad (Adkins, Mar­tín y Ponn, 1996). Espe­cí­fi­ca­men­te, Anguas (1997) dice que el locus de con­trol, la orien­ta­ción al éxi­to, el auto­con­cep­to y las estra­te­gias de enfren­ta­mien­to en con­jun­to pue­den expli­car una par­te impor­tan­te del bien­es­tar sub­je­ti­vo. Ade­más hay otras varia­bles que pue­den influir en el bien­es­tar: demo­grá­fi­cas, socia­les, par­ti­ci­pa­ción en acti­vi­da­des, even­tos estre­san­tes de la vida (Abril, 1998) así como las múl­ti­ples aso­cia­cio­nes encon­tra­das entre los recur­sos de afron­ta­mien­to y apo­yo social (Abril, 1998; Rodrí­guez, 1995).

Las fuen­tes de apo­yo (ins­tru­men­tal y emo­cio­nal) son indis­pen­sa­bles para el bien­es­tar del adul­to mayor. Todas las per­so­nas desean con­vi­vir, com­par­tir y sen­tir­se acom­pa­ña­das de su fami­lia y amis­ta­des. Gar­cía (1997) expli­ca que en ambas fuen­tes se encuen­tran miem­bros de mucha con­fian­za y su pre­sen­cia en la red social del adul­to mayor no sola­men­te está rela­cio­na­da con la bue­na salud men­tal, sino que tam­bién pare­ce actuar como un meca­nis­mo pro­tec­tor redu­cien­do la ansie­dad y la ten­sión, ade­más de afir­mar los sen­ti­mien­tos de valor per­so­nal y auto­es­ti­ma en la ter­ce­ra edad.

Her­zog, Franks, Mar­kus y Holm­berg (1998) men­cio­nan que la con­ti­nui­dad en la par­ti­ci­pa­ción de las acti­vi­da­des duran­te la vejez se aso­cia con el sen­ti­do de iden­ti­dad, salud físi­ca y men­tal; la par­ti­ci­pa­ción en las rela­cio­nes socia­les y fami­lia­res res­pal­da el auto­con­cep­to y man­tie­ne el bien­es­tar sub­je­ti­vo en las per­so­nas mayo­res. Entre aque­llos que no tra­ba­jan y no tie­nen fami­lia, las acti­vi­da­des ocu­pa­cio­na­les y socia­les favo­re­cen un espa­cio de expre­sión y auto­afir­ma­ción per­so­nal.

En cuan­to al enve­je­ci­mien­to nor­mal, exis­ten enor­mes dife­ren­cias en la mane­ra en que cada per­so­na enve­je­ce, que abar­can des­de las habi­li­da­des físi­cas has­ta la ener­gía y el com­pro­mi­so con la vida. Sin embar­go, en el mode­lo de la cur­va nor­mal de madu­ra­ción apa­re­cen modi­fi­ca­cio­nes pre­de­ci­bles duran­te el desa­rro­llo de una per­so­na. Aso­cia­dos a la edad, estos cam­bios sue­len for­mu­lar­se como un movi­mien­to ascen­den­te que impli­ca el aumen­to de capa­ci­da­des y habi­li­da­des has­ta un perio­do más o menos pre­de­ter­mi­na­do (Muchi­nik, 2006).

En este mode­lo, la cur­va posee for­ma de cam­pa­na; ésta sería cre­cien­te has­ta la madu­rez y alcan­za­ría su pun­to máxi­mo en el desa­rro­llo: el cenit se halla­ría alre­de­dor de los 30 o 35 años, y des­de allí se per­fi­la­ría una ver­tien­te des­cen­den­te. El mode­lo lle­va­ría a eva­luar el desem­pe­ño y ren­di­mien­to no sólo en los niños, sino tam­bién en los adul­tos y es uti­li­za­do para esti­mar las expec­ta­ti­vas y resul­ta­dos de desem­pe­ño en rela­ción con la edad (Muchi­nik, 2006). Pero esta for­mu­la­ción mode­lo no esca­pa de las dis­cu­sio­nes sobre los con­cep­tos de desa­rro­llo adul­to y enve­je­ci­mien­to: con fre­cuen­cia eva­lúa los resul­ta­dos en fun­ción de cam­bios en la per­so­na­li­dad más que inter­pre­tar­los como un pro­ce­so de desa­rro­llo (Mun­nichs, Musen y Olbrich, 1985).

Estos mode­los, al con­si­de­rar úni­ca­men­te algu­nas varia­bles cuan­ti­ta­ti­vas vin­cu­la­das a la edad cro­no­ló­gi­ca, enfa­ti­zan hipó­te­sis sobre las pér­di­das y el dete­rio­ro ‑rela­cio­na­dos con mar­ca­do­res ana­tó­mi­cos y fisio­ló­gi­cos– a medi­da que se enve­je­ce y pue­de que hayan con­tri­bui­do con la aso­cia­ción: vejez, enfer­me­dad y deca­den­cia. Ocu­rre que se sue­le olvi­dar que un vie­jo es un adul­to, con una tra­yec­to­ria, una his­to­ria, con expe­rien­cia de vida y con memo­ria. Aún exis­te difi­cul­tad para pen­sar la adul­tez en tér­mi­nos de cre­ci­mien­to y sabi­du­ría.

Estos estu­dios sue­len correr el ries­go de pro­pi­ciar acti­tu­des nega­ti­vas que afec­tan, aprio­rís­ti­ca­men­te, la con­duc­ta de pro­fe­sio­na­les y de inves­ti­ga­do­res que tra­ba­jan con adul­tos mayo­res. Resul­ta enton­ces que una de las mayo­res fala­cias es con­si­de­rar aún la edad cro­no­ló­gi­ca como cri­te­rio y como cate­go­ría de aná­li­sis (Nel­son y Dan­nen­fer, 1992).

Para Birren (1996) la edad cro­no­ló­gi­ca es como ver la vida en blan­co y negro sola­men­te, un cri­te­rio cla­si­fi­ca­to­rio según el cual sería posi­ble defi­nir el cur­so para­le­lo de los pro­ce­sos de madu­ra­ción y dete­rio­ro, y las pau­tas de con­duc­ta que de ellos se des­pren­den. La asig­na­ción de ras­gos atri­bui­bles a los vie­jos sur­ge de uti­li­zar estos cri­te­rios para carac­te­ri­zar a los adul­tos mayo­res. Este tipo de estu­dios con­du­ce a gene­ra­li­za­cio­nes exce­si­vas refe­ri­das a la mayor edad que igno­ran las dife­ren­cias. La exis­ten­cia de patro­nes nor­ma­ti­vos pre­sen­ta un cua­dro sobre sim­pli­fi­ca­do de los cam­bios que ope­ran a medi­da que los indi­vi­duos enve­je­cen, la hete­ro­ge­nei­dad pare­ce no estar aún toda­vía sufi­cien­te­men­te docu­men­ta­da.

Objetivo

A par­tir de lo ante­rior, pue­de obser­var­se que son nume­ro­sos los fac­to­res que inter­vie­nen para que una per­so­na lle­gue sana a eda­des avan­za­das y que tales fac­to­res difie­ren en cuan­to al nivel de influen­cia y par­ti­ci­pa­ción duran­te la eta­pa de la vejez, por lo cual, el pre­sen­te estu­dio, a tra­vés de un ins­tru­men­to hecho expre­sa­men­te para per­so­nas mayo­res auto per­ci­bi­das como sanas, tra­ta de detec­tar los ele­men­tos tan­to inter­nos como exter­nos que han influi­do como pro­tec­to­res o como pre­dis­po­nen­tes para lle­gar a una vejez salu­da­ble.

Metodología

Par­ti­ci­pan­tes

Se tra­ba­jó con una mues­tra inten­cio­nal volun­ta­ria de 67 adul­tos mayo­res, o sea, per­so­nas de más de 60 años, 19 hom­bres y 48 muje­res, con una edad pro­me­dio de 69.3 años, 46.3% con estu­dios pro­fe­sio­na­les y 23.9% con bachi­lle­ra­to; 44.8% amas de casa y 22.4% jubi­la­dos o pen­sio­na­dos, aun­que hay que acla­rar que nue­ve de estas amas de casa amas de casa eran jubi­la­das o pen­sio­na­das; 55.2% con pare­ja. El cri­te­rio de inclu­sión es que tuvie­ran 60 o más años de edad y desea­ran par­ti­ci­par en el estu­dio, ade­más de que per­ci­bie­ran su salud como bue­na o muy bue­na (lo cual no quie­re decir que no tuvie­ran algu­na enfer­me­dad). Los cues­tio­na­rios fue­ron apli­ca­dos de mane­ra indi­vi­dual en la moda­li­dad de entre­vis­ta.

Situa­ción o ámbi­to

El estu­dio se lle­vó a cabo en una estan­cia diur­na que depen­de del DIF esta­tal y que es exclu­si­va para el uso de per­so­nas mayo­res de 60 años. Está com­pues­ta por clu­bes que se agru­pan depen­dien­do de las intere­ses de las per­so­nas y se reúnen de una a cin­co veces a la sema­na.

Ins­tru­men­tos de medi­ción

Cues­tio­na­rio de datos gene­ra­les y de salud: cons­tó de 47 pre­gun­tas don­de se inclu­yen datos sobre salud, auto­cui­da­do, afi­cio­nes, satis­fac­ción con la vida, fami­lia y amis­ta­des, con­duc­tas prac­ti­ca­das en la media­na edad, pare­ja, pér­di­das, carác­ter, esta­do de áni­mo, auto­ima­gen y esti­los de vida.

Cues­tio­na­rio Gene­ral de Salud de Gold­berg(GHQ). En su ver­sión abre­via­da (12 pre­gun­tas) es un ins­tru­men­to estan­da­ri­za­do para Méxi­co y se ha uti­li­za­do den­tro de los pro­gra­mas de aten­ción pri­ma­ria a la salud o para eva­luar a pacien­tes de con­sul­ta exter­na en el ser­vi­cio de medi­ci­na gene­ral, situa­cio­nes don­de ha sido amplia­men­te vali­da­do para su uso en la pobla­ción mexi­ca­na (Medi­na, Padi­lla y Ezban, 1983; Cara­veo, Gon­zá­lez y Ramos, 1985; Ezban, Padi­lla, Medi­na y Gutié­rrez, 1985).

Se tra­ta de un cues­tio­na­rio que, ade­más de ser­vir para la detec­ción de casos pro­ba­bles de tras­tor­nos psi­quiá­tri­cos, per­mi­te cono­cer las acti­tu­des del suje­to en cuan­to a su esta­do de salud y para iden­ti­fi­car la apa­ri­ción de fenó­me­nos aso­cia­dos con situa­cio­nes de dis­trés natu­ral como serían depre­sión, ansie­dad, dete­rio­ro social y tras­tor­nos somá­ti­cos (Mc Dowell y Newell, 1987; Medi­na y cols., 1983; Ezban y cols. 1985; Rome­ro y Medi­na, 1987).

El GHQ es un cues­tio­na­rio para eva­luar salud auto­per­ci­bi­da, es decir, la eva­lua­ción que hace el indi­vi­duo de su esta­do de bien­es­tar gene­ral, espe­cial­men­te en lo que se refie­re a la pre­sen­cia de cier­tos esta­dos emo­cio­na­les. Tam­bién, pre­ten­de la eva­lua­ción de algu­nas fun­cio­nes inte­lec­tua­les y fisio­ló­gi­cas y la auto­va­lo­ra­ción del indi­vi­duo en el esta­ble­ci­mien­to y alcan­ce de sus metas y pro­pó­si­tos en la vida y del enfren­ta­mien­to a las difi­cul­ta­des. Ha sido con­si­de­ra­do por algu­nos auto­res como ins­tru­men­to para eva­luar bien­es­tar psi­co­ló­gi­co, aun­que en este estu­dio se pre­fie­re reto­mar la inten­ción ori­gi­nal del autor al lla­mar­lo Cues­tio­na­rio de Salud Gene­ral o de Salud Men­tal. En reali­dad el bien­es­tar psi­co­ló­gi­co es un deter­mi­nan­te de la salud y a la vez un com­po­nen­te de ella (por eso se acep­ta su inclu­sión en un cues­tio­na­rio de salud gene­ral), pero no son cate­go­rías sinó­ni­mas. En la lite­ra­tu­ra revi­sa­da se han encon­tra­do auto­res que emplean el GHQ como indi­ca­dor de otras cate­go­rías tales como “dimen­sión psi­co­ló­gi­ca de la cali­dad de vida en el ámbi­to de salud” (Naugh­ton y Wiklund, 1993) quie­nes coin­ci­den con Gold­berg al con­si­de­rar­lo como la expre­sión men­tal de la salud, o Cues­tio­na­rio de Salud Men­tal.

Pro­ce­di­mien­to

Se rea­li­za­ron con­tac­tos ins­ti­tu­cio­na­les así como con la pobla­ción de estu­dio para soli­ci­tar per­mi­sos para la apli­ca­ción de los ins­tru­men­tos de medi­ción y expli­car los obje­ti­vos del estu­dio.

Des­pués se lle­vó a cabo un estu­dio pilo­to para detec­tar posi­bles erro­res u omi­sio­nes en ambos ins­tru­men­tos y adver­tir si el voca­bu­la­rio uti­li­za­do era acce­si­ble a la pobla­ción de estu­dio.

La mues­tra se selec­cio­nó de mane­ra inten­cio­nal, ya que se des­car­ta­ban, de mane­ra sutil y sin que lo advir­tie­ran, a aque­llas per­so­nas auto­per­ci­bi­das con mala o muy mala salud. A las per­so­nas que se per­ci­bían con bue­na o muy bue­na salud se les apli­ca­ron los ins­tru­men­tos de medi­ción a mane­ra de entre­vis­ta y de for­ma indi­vi­dual.

Resultados

Como con­se­cuen­cia de que la pobla­ción de estu­dio se limi­tó a una mues­tra en una sola comu­ni­dad de adul­tos mayo­res, se sugie­re no gene­ra­li­zar los resul­ta­dos a otras comu­ni­da­des o gru­pos de adul­tos mayo­res, no obs­tan­te los datos reca­ba­dos ofre­cen infor­ma­ción de sumo inte­rés y uti­li­dad en la pre­ven­ción, man­te­ni­mien­to y mejo­ra de la salud tan­to de este gru­po eta­rio como de otros gru­pos de edad.

El cues­tio­na­rio deno­mi­na­do de datos gene­ra­les y de salud y que fue ela­bo­ra­do por el equi­po de tra­ba­jo, fue hecho expre­sa­men­te para detec­tar aque­llos fac­to­res que pudie­ran deter­mi­nar el esta­do de salud de una per­so­na, aun­que pen­san­do tam­bién en fac­to­res impon­de­ra­bles que sur­gie­ran de la pobla­ción estu­dia­da y que no estu­vie­ran con­si­de­ra­dos en otras inves­ti­ga­cio­nes o en la biblio­gra­fía con­sul­ta­da y que las per­so­nas entre­vis­ta­das con­si­de­ran rele­van­tes para el man­te­ni­mien­to de su salud.

Con base en lo ante­rior se pre­sen­tan los resul­ta­dos sobre­sa­lien­tes de esta inves­ti­ga­ción.

Para todas las corre­la­cio­nes se uti­li­zó la prue­ba de Chi cua­dra­da de Pear­son con    p < .05 y en las tablas don­de se men­cio­na la auto­per­cep­ción en salud sólo se mane­jan las varia­bles bue­na y muy bue­na, ya que las que corres­pon­den a regu­lar, mala y muy mala que­da­ron exclui­das de la mues­tra de estu­dio.

Con res­pec­to a la rela­ción entre el sexo y nume­ro de enfer­me­da­des, se obser­va, en gene­ral, las muje­res, por­cen­tual­men­te, pre­sen­tan mayor mas enfer­me­da­des que los hom­bres (Véa­se Tabla 1) y una corre­la­ción de .246.

Tabla 1. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson entre la relación sexo y número de enfermedades.

Núme­ro de enfer­me­da­des

Sexo

Mas­cu­lino

Feme­nino

Fr

%

Fr

%

Nin­gu­na

16

36.4

28

63.6

Una

3

16.7

15

83.3

Dos

0

0

3

100.0

Tres

0

0

1

100.0

Cua­tro

0

0

1

100.0

Corre­la­ción
  Sexo Núme­ro de enfer­me­da­des
Sexo Corre­la­ción de Pear­son 1 .246*
Sig. (2‑tailed)   .045
N 67 67
Núme­ro de enfer­me­da­des Corre­la­ción de Pear­son .246* 1
Sig. (2‑tailed) .045 67
* Correlation is significant at the 0.05 level (2‑tailed).

Se obser­va una corre­la­ción de ‑0.496 entre con­si­de­rar una bue­na salud y pre­sen­tar una o nin­gu­na enfer­me­dad (véa­se Tabla 2).

Tabla 2. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y número de enfermedades.

Cómo con­si­de­ra su salud

No. enfer­me­da­des

Nin­gu­na

Una

Dos

Tres

Cua­tro

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Bue­na

37

62.7

17

28.8

3

5.1

1

1.7

1

1.7

Muy bue­na

7

87.5

1

12.5

0

0

0

0

0

0

Corre­la­ción

¿Cómo con­si­de­ra su salud?

Núme­ro de enfer­me­da­des

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

-.496**

Sig. (2‑tailed)

 

.000

N

67

67

Núme­ro de enfer­me­da­des

Corre­la­ción de Pear­son

-.496**

1

Sig. (2‑tailed)

.000

 

N

67

67

**. Corre­la­tion is sig­ni­fi­cant at the 0.01 level (2‑tailed).

Al rela­cio­nar cómo ha sido su salud y ha sido feliz con su pare­ja, no se encuen­tran resul­ta­dos sig­ni­fi­ca­ti­vos (Véa­se Tabla 3).

Tabla 3. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y ha sido feliz con su pareja.

Cómo con­si­de­ra su salud

Ha sido feliz o fue feliz con su pare­ja

No

Media­na­men­te feliz

No

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Bue­na

14

23.7

8

13.6

37

62.7

Muy bue­na

0

0

4

50.0

4

50.0

Corre­la­ción

Cómo con­si­de­ra su salud

Ha sido feliz o fue feliz con su pare­ja

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

.017

Sig. (2‑tailed)

 

.891

N

67

67

Ha sido feliz con su pare­ja

Corre­la­ción de Pear­son

.017

1

Sig. (2‑tailed)

.891

 

N

67

67

Asi­mis­mo, no se encon­tró corre­la­ción entre cómo con­si­de­ra su salud y la impor­tan­cia de situa­cio­nes afec­ti­vas, eco­nó­mi­cas o de salud (Véa­se Tabla 4).

Tabla 4. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y qué ha sido lo más importante para usted.

Cómo con­si­de­ra su salud

Qué ha sido lo más impor­tan­te para usted

Situa­ción afec­ti­va

Situa­ción eco­nó­mi­ca

Su salud

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Bue­na

31

52.5

3

5.1

25

42.4

Muy bue­na

4

50.0

0

0

4

50.0

Corre­la­ción

Cómo con­si­de­ra su salud

Qué ha sido lo más impor­tan­te para usted

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

.011

Sig. (2‑tailed)

 

.929

N

67

66

Qué ha sido lo más impor­tan­te para usted

Corre­la­ción de Pear­son

.011

1

Sig. (2‑tailed)

.929

 

N

66

66

La Tabla 5 mues­tra los resul­ta­dos obte­ni­dos de la prue­ba Chi cua­dra­da de Pear­son de la rela­ción entre cómo con­si­de­ra su salud y cuán­tas horas dia­rias duer­me don­de no se obser­van datos de sig­ni­fi­can­cia.

Tabla 5. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y cuántas horas diarias duerme.

Cómo con­si­de­ra su salud

¿Cuán­tas horas al día acos­tum­bra dor­mir?

Más de nue­ve

Entre 7 y 9

Entre 5 y 7

Menos de 5

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Bue­na

2

3.4

29

49.2

28

47.4

0

0

Muy bue­na

0

0

3

37.5

5

62.5

0

0

Corre­la­ción

Cómo con­si­de­ra su salud

Cuán­tas horas al día apro­xi­ma­da­men­te acos­tum­bra dor­mir de unos 5 años a la fecha

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

.074

Sig. (2‑tailed)

 

.553

N

67

67

Cuán­tas horas dia­rias acos­tum­bra dor­mir de unos 5 años a la fecha

Corre­la­ción de Pear­son

.074

1

Sig. (2‑tailed)

.553

 

N

67

67

Los resul­ta­dos obte­ni­dos de la rela­ción entre cómo con­si­de­ra su salud y los cam­bios del esta­do de áni­mo con­for­me avan­za la edad (Véa­se Tabla 6), hace ejer­ci­cio (Véa­se Tabla 7) y ser caso o no caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co (Véa­se Tabla 8), tam­po­co repor­tan resul­ta­dos sig­ni­fi­ca­ti­vos.

Tabla 6. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y cómo se siente de estado de ánimo a medida que avanza en edad.

Cómo con­si­de­ra su salud

Cómo se sien­te en cuan­to a su esta­do de áni­mo a medi­da que avan­za en edad

Muy mal

Mal

Regu­lar

Bien

Muy bien

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Fr

%

Bue­na

0

0

0

0

9

15.3

43

72.9

7

11.9

Muy bue­na

0

0

0

0

1

12.5

5

62.5

2

25.0

Corre­la­ción

Cómo con­si­de­ra su salud

Cómo se sien­te de esta­do de áni­mo a medi­da que avan­za en edad

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

.004

Sig. (2‑tailed)

 

.974

N

67

67

Cómo se sien­te en cuan­to a su esta­do de áni­mo a medi­da que avan­za en edad

Corre­la­ción de Pear­son

.004

1

Sig. (2‑tailed)

.974

 

N

67

67

Tabla 7. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y hace ejercicio.

Cómo con­si­de­ra su salud

Hace ejer­ci­cio

No

Fr

%

Fr

%

Bue­na

13

22.0

46

78.0

Muy bue­na

1

12.5

7

87.5

Corre­la­ción

Cómo con­si­de­ra su salud

Hace ejer­ci­cio

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

.025

Sig. (2‑tailed)

 

.844

N

67

67

Hace ejer­ci­cio

Corre­la­ción de Pear­son

.025

1

Sig. (2‑tailed)

.844

 

N

67

67

Tabla 8. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre cómo considera su salud y ser caso o no caso probable psiquiátrico.

Cómo con­si­de­ra su salud

Caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co

No caso

Caso

Fr

%

Fr

%

Bue­na

53

89.8

6

10.2

Muy bue­na

8

100.0

0

0

Corre­la­ción

Cómo con­si­de­ra su salud

Caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co

Cómo con­si­de­ra su salud

Corre­la­ción de Pear­son

1

-.169

Sig. (2‑tailed)

 

.170

N

67

67

CGS

Corre­la­ción de Pear­son

-.169

1

Sig. (2‑tailed)

.170

 

N

67

67

Tabla 9. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre número de enfermedades y ser caso o no caso probable psiquiátrico.

No. enfer­me­da­des

Caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co

No caso

Caso

Fr

%

Fr

%

Nin­gu­na

42

95.5

2

4.5

Una

16

88.9

2

11.1

Dos

2

66.7

1

33.3

Tres

1

100.0

0

0

Cua­tro

0

0

1

100.0

Corre­la­ción

Pade­ce algu­na enfer­me­dad

CGS

Núme­ro de enfer­me­da­des

Corre­la­ción de Pear­son

1

.351**

Sig. (2‑tailed)

 

.004

N

67

67

CGS

Corre­la­ción de Pear­son

.351**

1

Sig. (2‑tailed)

.004

 

N

67

67

**. Corre­la­tion is sig­ni­fi­cant at the 0.01 level (2‑tailed).

Tabla 10. Resultados de la Prueba Chi cuadrada de Pearson de la relación entre hace ejercicio y ser o no caso probable psiquiátrico.

Hace ejer­ci­cio

CGS

No caso

Caso

Fr

%

Fr

%

No

12

85.7

2

14.3

49

92.5

4

7.5

Corre­la­ción

¿Hace ejer­ci­cio?

Caso prob. psiq.

Hace ejer­ci­cio

Corre­la­ción de Pear­son

1

-.096

Sig. (2‑tailed)

 

.440

N

67

67

Caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co

Corre­la­ción de Pear­son

-.096

1

Sig. (2‑tailed)

.440

 

N

67

67

Discusión

La pre­sen­te inves­ti­ga­ción tuvo como obje­ti­vo ori­gi­nal tra­ba­jar sólo con per­so­nas sanas, o sea, sin nin­gu­na enfer­me­dad o pade­ci­mien­to detec­ta­do por un médi­co; tal obje­ti­vo se des­vió debi­do a que un núme­ro menor a la mitad de los par­ti­ci­pan­tes, si bien esta­ban diag­nos­ti­ca­dos con algu­na enfer­me­dad, se auto per­ci­bían como sanos, pro­ba­ble­men­te por­que como men­cio­nan Con­de (2001) y Vigue­ra (2000) el com­po­nen­te psi­co­ló­gi­co a esta edad jue­ga un papel deter­mi­nan­te en sen­tir­se sano; el hecho de poder par­ti­ci­par en diver­sas acti­vi­da­des, de poder lle­var una vida social y fami­liar satis­fac­to­ria, de poseer inde­pen­den­cia físi­ca y psi­co­ló­gi­ca les da a estas per­so­nas la sen­sa­ción de estar sanos.

No obs­tan­te, aque­llas per­so­nas que se auto per­ci­bían como sanas aun­que diag­nos­ti­ca­das médi­ca­men­te con algu­na enfer­me­dad, de mane­ra esta­dís­ti­ca­men­te sig­ni­fi­ca­ti­va, se per­ci­bie­ron con un nivel de salud menor a aque­llas que repor­ta­ron no pade­cer nin­gu­na lo cual quie­re decir que el hecho de saber que se pade­ce algu­na enfer­me­dad, aun cuan­do ésta no afec­te de mane­ra impor­tan­te la cali­dad de vida, influ­ye en la mane­ra en como las per­so­nas per­ci­ben su pro­pia salud.

Otro dato obte­ni­do en esta inves­ti­ga­ción demues­tra con­cor­dan­cia con otros estu­dios (Belsky, 2001) que han detec­ta­do que la mujer pre­sen­ta una mayor mor­bi­li­dad que los hom­bres, en espe­cial en eda­des avan­za­das, como es el caso que nos ocu­pa ya que, de mane­ra esta­dís­ti­ca­men­te sig­ni­fi­ca­ti­va las muje­res pre­sen­tan mayor núme­ro de enfer­me­da­des com­pa­ra­das con los hom­bres (Sojo, Sie­rra y López, 2002).

Con­tras­tan­do con los resul­ta­dos obte­ni­dos en otro estu­dio (Her­nán­dez, 2006) en don­de se encon­tró que aque­llas per­so­nas que tie­ne pare­ja sue­len ser más salu­da­bles que las que no tie­nen, en el pre­sen­te estu­dio se encon­tró que haber sido feliz o ser feliz con la pare­ja no influ­ye de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va para con­si­de­rar­se con bue­na salud, pro­ba­ble­men­te por­que tie­nen otras redes de apo­yo (fami­lia y amis­ta­des) que com­pen­san tener o no tener pare­ja, o bien, ser o haber sido feliz o no con la pare­ja.

En cuan­to al fac­tor que han con­si­de­ra­do más impor­tan­te en su vida se les pre­sen­ta­ron tres alter­na­ti­vas: salud, situa­ción eco­nó­mi­ca y situa­ción afec­ti­va, lo más impor­tan­te para ellos fue la situa­ción afec­ti­va segui­da muy cer­ca­na­men­te por la salud. Al rela­cio­nar las tres alter­na­ti­vas men­cio­na­das al prin­ci­pio de este párra­fo con cómo con­si­de­ran su salud, nin­gu­na corre­la­cio­nó sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te con esta varia­ble. De igual mane­ra no hubo corre­la­ción sig­ni­fi­ca­ti­va entre las horas dia­rias de sue­ño con como con­si­de­ran su salud.

La mayo­ría de las per­so­nas entre­vis­ta­das mani­fes­tó sen­tir­se bien o muy bien de esta­do de áni­mo a medi­da que enve­je­cen y son muy pocos los que creen que su esta­do de áni­mo es regu­lar y nin­guno mani­fes­tó sen­tir­se mal o muy mal, debi­do a esta cir­cuns­tan­cia no se encon­tró corre­la­ción sig­ni­fi­ca­ti­va entre como con­si­de­ran su salud y esta­do de áni­mo.

Tam­po­co se encon­tró que hacer ejer­ci­cio de mane­ra sis­te­má­ti­ca y cons­tan­te ten­ga corre­la­ción con cómo con­si­de­ran su salud los entre­vis­ta­dos, o sea que aun cuan­do sola­men­te una mino­ría de ellos no hace ejer­ci­cio, esto no tuvo influen­cia para que deja­ran de con­si­de­rar su salud como bue­na, a lo cual pue­de agre­gar­se que, no obs­tan­te no hacer ejer­ci­cio, estas per­so­nas tie­nen otra cla­se de apo­yo que le da sen­ti­do a su vida y los hace sen­tir­se bien, en espe­cial, el sos­tén social.

A par­tir de la apli­ca­ción del Cues­tio­na­rio Gene­ral de Salud de Gold­berg que dis­tin­gue casos pro­ba­bles psi­quiá­tri­cos de no casos, se encon­tró un núme­ro redu­ci­do de los pri­me­ros, la gran mayo­ría está ubi­ca­da como no caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co lo que con­tri­bu­ye a auto per­ci­bir su salud como bue­na o muy bue­na, por lo regu­lar los casos que se detec­ta­ron como pro­ba­bles psi­quiá­tri­cos corres­pon­den a per­so­nas que pade­cen algún tras­torno depre­si­vo y con poco apo­yo social.

En cuan­to a la rela­ción entre ser caso o no caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co y el núme­ro de enfer­me­da­des, se encon­tró una corre­la­ción esta­dís­ti­ca­men­te sig­ni­fi­ca­ti­va entre ser caso y tener una o más enfer­me­da­des repor­ta­das por los entre­vis­ta­dos, a par­tir de lo cual pue­de afir­mar­se que es fac­ti­ble que pre­sen­tar algu­na (s) enfer­me­dad (es), en espe­cial si ésta es de tipo cró­ni­co-dege­ne­ra­ti­vo afec­te, como suce­de en el caso que nos ocu­pa, la salud men­tal y pro­pi­cien la apa­ri­ción de enfer­me­da­des depre­si­vas en los par­ti­ci­pan­tes o caso con­tra­rio, que una enfer­me­dad depre­si­va favo­rez­ca la apa­ri­ción de enfer­me­da­des cró­ni­co dege­ne­ra­ti­vas. Caso con­tra­rio, ser caso pro­ba­ble psi­quiá­tri­co no influ­ye para que las per­so­nas dejen de hacer ejer­ci­cio, lo cual resul­ta alen­ta­dor ya que éste podría mejo­rar las con­di­cio­nes de salud gene­ral de los entre­vis­ta­dos.

Sue­le suce­der que los esti­los de vida de los indi­vi­duos cam­bien, ya sea de mane­ra posi­ti­va o nega­ti­va para su salud, con el trans­cur­so de los años, debi­do a esta cir­cuns­tan­cia, es que se inves­ti­gó si los esti­los de vida de los inte­gran­tes de la pobla­ción de estu­dio habían cam­bia­do, com­pa­ran­do la eta­pa com­pren­di­da entre los 40 y los 59 años y la eta­pa que están vivien­do, o sea, des­pués de los sesen­ta años; a par­tir de lo ante­rior, se encon­tró que, de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va, las per­so­nas han cam­bia­do los com­por­ta­mien­tos para cui­dar su salud antes y des­pués de lle­gar a la sesen­to­na. Antes de lle­gar a los sesen­ta pre­do­mi­na­ba más el no hacer nada por su salud. En la actua­li­dad cui­dan más su ali­men­ta­ción, hacen ejer­ci­cio de for­ma sis­te­má­ti­ca y cons­tan­te y se hacen che­queos médi­cos.

En cuan­to a com­pa­rar qué les hacía feliz antes y que les hace feliz aho­ra no exis­te una dife­ren­cia impor­tan­te, lo cual tie­ne que ver con lo que afir­ma Izquier­do (1997) que las per­so­nas que creen estar vivien­do con la mis­ma for­ma de vida que solían lle­var antes, la salud men­tal es mayor que entre las per­so­nas de 60 años y más años que creen haber cam­bia­do drás­ti­ca­men­te de for­ma de vida des­pués de los 60 años.

De lo ante­rior pue­de con­cluir­se que aque­llas per­so­nas que han lle­ga­do sanas a la vejez:

  • No es tan impor­tan­te tener una enfer­me­dad, sino que ésta no les afec­te para sen­tir­se bien y dis­fru­tar de la vida, a la vez que se sien­ten inde­pen­dien­tes, lo que impli­ca auto­per­ci­bir­se como sanas
  • A esta edad el fac­tor psi­co­ló­gi­co jue­ga un papel muy impor­tan­te para que las per­so­nas se per­ci­ban como salu­da­bles.
  • Una bue­na ali­men­ta­ción y rea­li­zar ejer­ci­cio de mane­ra orde­na­da, equi­li­bra­da y sis­te­má­ti­ca les ha ayu­da­do a con­ser­var su salud a eda­des que van más allá de los sesen­ta años.
  • Las rela­cio­nes socia­les, en espe­cial con la fami­lia y las amis­ta­des, les ayu­dan a man­te­ner un buen esta­do de salud.
  • Las per­so­nas que no han cam­bia­do drás­ti­ca­men­te su for­ma de vivir des­pués de los 60 años se con­ser­van mejor men­tal­men­te.
  • Tener o no pare­ja no influ­ye en su salud siem­pre y cuan­do ten­gan apo­yo social y fami­liar.

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Viguera, V. (2000). Identidad y autoestima en los adultos mayores. Revista Tiempo. El Portal de la psicogerontología, 5. URL disponible en: www.psicomundo.com

Notas

1. Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­cio­nes Psi­co­ló­gi­cas de la Uni­ver­si­dad Vera­cru­za­na. Correo e: zhernandez@uv.mx

2. Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­cio­nes Psi­co­ló­gi­cas de la Uni­ver­si­dad Vera­cru­za­na. Correo e: yehrenzweig@uv.mx

3. Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­cio­nes Psi­co­ló­gi­cas de la Uni­ver­si­dad Vera­cru­za­na. Correo e: che_ma287@hotmail.com