Antecedentes de la Terapia Familiar: Convergencias entre Psiquiatría y Psicoanálisis Norteamericano Descargar este archivo (Antecedentes de la Terapia Familiar.pdf)

Daniel De Jesús Ventura1

Universidad Nacional Autónoma de México

Resu­men

 

La his­to­ria de la tera­pia fami­liar ha sido des­cri­ta en dife­ren­tes momen­tos por una serie de auto­res que han dado cuen­ta de su deve­nir (Gue­rin, 1976; Bro­de­rick y Schra­der, 1981; Hoff­man, 1987). Sin embar­go, pocas veces se ha hecho refe­ren­cia al con­tex­to his­tó­ri­co que pre­ce­dió el tra­ba­jo de los pio­ne­ros en esta área. Lo que aquí se pre­sen­ta es una mira­da retros­pec­ti­va que da cuen­ta de la con­ver­gen­cia que exis­tió entre psi­quia­tría y psi­co­aná­li­sis como dos áreas de cono­ci­mien­to que per­mea­ron el cam­po nor­te­ame­ri­cano de la salud men­tal en el siglo XX, y que faci­li­ta­ron más tar­de el sur­gi­mien­to de lo que hoy se cono­ce como el cam­po de la tera­pia fami­liar.

Pala­bras cla­ve: Tera­pia fami­liar, His­to­ria, Psi­quia­tría, Psi­co­aná­li­sis

 

Abs­tract

The his­tory of family the­rapy has been des­cri­bed at dif­fe­rent times by a num­ber of authors who have noti­ced its deve­lop­ment (Gue­rin, 1976; Bro­de­rick and Schra­der, 1981; Hoff­man, 1987). Howe­ver, his­to­ri­cal con­text rarely has been refe­rred to the pre­ce­dent work of the pio­neers in this area. What is pre­sen­ted here is a look back of the con­ver­gen­ce bet­ween psy­chiatry and psy­choa­naly­sis as two areas of know­led­ge that per­mea­ted the field of Ame­ri­can men­tal health in the Twen­tieth Cen­tury and later faci­li­ta­ted the emer­gen­ce of what now is known as the field of sys­te­mic family the­rapy.

Key­words: Family The­rapy, His­tory, Psy­chiatry, Psy­choa­naly­sis

Introducción

Al igual que en el res­to de las socie­da­des con­tem­po­rá­neas, la pobla­ción de los Esta­dos Uni­dos de Amé­ri­ca de media­dos del siglo XIX se vio afec­ta­da por una impor­tan­te can­ti­dad de pade­ci­mien­tos men­ta­les de diver­sa índo­le pro­pios de la épo­ca. La aten­ción con­ce­di­da a este pro­ble­ma de salud públi­ca se carac­te­ri­zó por la crea­ción e ins­tau­ra­ción de hos­pi­ta­les psi­quiá­tri­cos don­de se recluía a los enfer­mos men­ta­les para su tra­ta­mien­to. Sin embar­go, el cam­bio de siglo tra­jo con­si­go trans­for­ma­cio­nes que impac­ta­ron sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te el cam­po de la salud men­tal, don­de uno de los fenó­me­nos más impor­tan­tes que tuvo lugar fue la ins­tau­ra­ción del movi­mien­to psi­co­ana­lí­ti­co en dicha nación. La psi­quia­tría se vio seria­men­te impac­ta­da por esta ver­tien­te teó­ri­ca, adop­tan­do en un prin­ci­pio la teo­ría freu­dia­na, y más tar­de gene­ran­do mode­los teó­ri­cos neta­men­te nor­te­ame­ri­ca­nos, par­ti­cu­lar­men­te la psi­co­lo­gía del Yo y el cul­tu­ra­lis­mo neo­freu­diano; estas dos ver­tien­tes psi­co­ana­lí­ti­cas fue­ron las que a par­tir de la segun­da mitad del siglo XX defi­nie­ron la for­ma de lle­var a cabo esta prác­ti­ca médi­ca, y en con­se­cuen­cia, en aten­der los tras­tor­nos men­ta­les.

Desarrollo de la práctica psicoanalítica en los Estados Unidos de América

Hacia fina­les del siglo XIX en Euro­pa, Sig­mund Freud comen­zó a ges­tar una nue­va pro­pues­ta de sana­ción a la que deno­mi­nó Psi­co­aná­li­sis. El desa­rro­llo que has­ta ese momen­to había alcan­za­do su tra­ba­jo repre­sen­tó una pro­pues­ta total­men­te dife­ren­te de enten­der la men­te huma­na, ya que su labor puso en evi­den­cia la exis­ten­cia de una estruc­tu­ra incons­cien­te; pero no sólo eso, sino que ade­más pro­por­cio­nó méto­dos para aden­trar­se en su estu­dio (Ale­xan­der y Seles­nick, 1970).

El flo­re­cien­te movi­mien­to psi­co­ana­lí­ti­co cau­só gran revue­lo en dife­ren­tes par­tes del mun­do; sin embar­go, en Euro­pa no fue bien reci­bi­do por la comu­ni­dad psi­quiá­tri­ca, quie­nes mos­tra­ron su des­acuer­do fren­te a esta nue­va pro­pues­ta e hicie­ron todo lo posi­ble por des­li­gar el pen­sa­mien­to psi­quiá­tri­co del psi­co­ana­lí­ti­co. Cuan­tio­sos fue­ron los ata­ques y boi­co­teos que reci­bió este movi­mien­to al que con­si­de­ra­ban caren­te de rigor cien­tí­fi­co, til­dán­do­lo de char­la­ta­ne­ría (Postel y Qué­tel, 2000). Suce­de­ría algo total­men­te dife­ren­te en el otro extre­mo del mun­do, espe­cial­men­te en los Esta­dos Uni­dos de Amé­ri­ca, pues el sec­tor aca­dé­mi­co de esta nación mos­tró gran inte­rés por esta ver­tien­te teó­ri­ca. Prue­ba de ello fue que el enton­ces pre­si­den­te de la Uni­ver­si­dad de Clark en Mas­sa­chu­setts, G. Stan­ley Hall, exten­dió una invi­ta­ción a Freud para que pre­sen­ta­ra en aque­lla ins­ti­tu­ción una serie de cin­co con­fe­ren­cias sobre psi­co­aná­li­sis. Éste arri­ba­ría a Amé­ri­ca en 1909 (acom­pa­ña­do por Jung, Jones y Feren­czi), don­de fue reci­bi­do por un nume­ro­so comi­té, de entre los que des­ta­ca­ba el psi­có­lo­go William James, quien entu­sias­ma­do por el movi­mien­to le seña­ló a Freud que su teo­ría cons­ti­tuía la psi­co­lo­gía del futu­ro (Cush­man, 1995). Este acto mues­tra la aper­tu­ra que la socie­dad nor­te­ame­ri­ca­na pre­sen­tó ante el psi­co­aná­li­sis, pues se tra­ta­ba de una socie­dad ansio­sa por lo nue­vo.

La pron­ta acep­ta­ción del psi­co­aná­li­sis en la Unión Ame­ri­ca­na pue­de expli­car­se en gran medi­da al ana­li­zar la ideo­lo­gía sobre la que se encon­tra­ba cimen­ta­do aquel país. De acuer­do con Nos Llo­pis (2009), los Esta­dos Uni­dos se eri­gie­ron como la pri­me­ra nación “moder­na” que asi­mi­ló para su estruc­tu­ra y fun­cio­na­mien­to los prin­ci­pios del libe­ra­lis­mo euro­peo: libre expre­sión de pen­sa­mien­to, liber­tad de aso­cia­ción, liber­tad de pren­sa, liber­tad reli­gio­sa, sepa­ra­ción de la Igle­sia y el Esta­do. Y aun­que en un ini­cio no toda la pobla­ción admi­tió esta nue­va visión de socie­dad (nos refe­ri­mos al sec­tor más con­ser­va­dor) hubo, como siem­pre, otro sec­tor que apro­bó los idea­les libe­ra­les y prin­ci­pios ilus­tra­dos asen­ta­dos en la cons­ti­tu­ción polí­ti­ca de 1787. De esta mane­ra, a prin­ci­pios del siglo XX exis­tía ya una éli­te cul­tu­ral que esta­ba abier­ta a cual­quier inno­va­ción pro­gre­sis­ta. Fue­ron par­ti­cu­lar­men­te dos gru­pos los que se mos­tra­ron más recep­ti­vos a las ideas de Freud: por un lado, los inte­lec­tua­les que veían en el psi­co­aná­li­sis un movi­mien­to cul­tu­ral de gran­des reper­cu­sio­nes, y por el otro, los círcu­los aca­dé­mi­cos de médi­cos con una cla­ra ten­den­cia prag­ma­tis­ta, que se inte­re­sa­ron por este nue­vo méto­do clí­ni­co de amplias posi­bi­li­da­des tera­péu­ti­cas. Dicho en otras pala­bras, al ser un enfo­que psi­co­ló­gi­co y cien­tí­fi­co, el psi­co­aná­li­sis se pre­sen­ta­ba como la for­ma más correc­ta y civi­li­za­da de curar la men­te huma­na (Cush­man, 1995).

La pre­sen­cia de Freud en Amé­ri­ca, así como la tra­duc­ción a la len­gua ingle­sa de sus obras, cons­ti­tu­yó la semi­lla para que el movi­mien­to psi­co­ana­lí­ti­co se ins­tau­ra­ra en esta nación a tra­vés de la crea­ción de dife­ren­tes socie­da­des e ins­ti­tu­tos de for­ma­ción. Esta gran maqui­na­ria pon­dría su pri­me­ra pie­za en febre­ro de 1911, cuan­do fue crea­da la New York Psy­choa­naly­tic Society bajo la direc­ción de Abraham Brill, y en mayo del mis­mo año, la Ame­ri­can Psy­choa­naly­tic Asso­cia­tion en Washing­ton, con James J. Put­man como pre­si­den­te; tres años más tar­de, en 1914 se fun­da­rían las socie­da­des psi­co­ana­lí­ti­cas de Washing­ton y Bos­ton. Los pio­ne­ros del psi­co­aná­li­sis en Amé­ri­ca fue­ron en su mayo­ría aca­dé­mi­cos amplia­men­te reco­no­ci­dos, per­te­ne­cien­tes a las más impor­tan­tes uni­ver­si­da­des del país: Colum­bia, Har­vard, Phi­la­delphia, y Johns Hop­kins, entre otras. Duran­te estos pri­me­ros años la afi­lia­ción a estas socie­da­des se con­ce­día sim­ple­men­te a quien tuvie­ra el inte­rés de per­te­ne­cer a ellas. Por otro lado, debi­do a que aún no exis­tían cen­tros para el adies­tra­mien­to ana­lí­ti­co, sus miem­bros se vie­ron obli­ga­dos a via­jar a los ins­ti­tu­tos de Vie­na, Zurich y Ber­lín (este últi­mo, a par­tir de 1920) para reci­bir dicha pre­pa­ra­ción direc­ta­men­te de Freud o de alguno de los miem­bros de su círcu­lo más cer­cano.

Esta situa­ción per­ma­ne­ció así has­ta sep­tiem­bre de 1931, fecha en el que fue crea­do el New York Psy­choa­naly­tic Ins­ti­tu­te, con lo que de mane­ra ofi­cial comen­zó la ense­ñan­za de la prác­ti­ca psi­co­ana­lí­ti­ca en los Esta­dos Uni­dos. A par­tir de este momen­to pro­li­fe­ra­rían las socie­da­des y sus res­pec­ti­vos ins­ti­tu­tos en dife­ren­tes ciu­da­des de la Unión Ame­ri­ca­na. En 1932 se crea­ría el Ins­ti­tu­to de Chica­go; en 1933 los de Bos­ton y Bal­ti­mo­re-Washing­ton; para 1940 el de Phi­la­delphia; dos años más tar­de, en 1942 los de San Fran­cis­co y Tope­ka; en 1944 se crea­ría el pri­mer ins­ti­tu­to inte­gra­do a una uni­ver­si­dad, nos refe­ri­mos al de Colum­bia Uni­ver­sity; y en 1946 el de Los Ange­les.

El rápi­do desa­rro­llo que tuvo el psi­co­aná­li­sis duran­te la pri­me­ra mitad del siglo XX se debió en gran medi­da a la enor­me can­ti­dad de psi­co­ana­lis­tas cen­tro­euro­peos que emi­gra­ron a Amé­ri­ca des­de prin­ci­pios de la déca­da de los 30, con moti­vo de la per­se­cu­ción de los judíos por par­te de Adol­fo Hitler, ya que cola­bo­ra­ron en la crea­ción y desa­rro­llo de los pri­me­ros ins­ti­tu­tos psi­co­ana­lí­ti­cos. Su par­ti­ci­pa­ción fue deci­si­va en el rum­bo que habría de tomar el psi­co­aná­li­sis esta­du­ni­den­se, ya que como bien lo seña­la Nos Llo­pis (2009), todo ese cúmu­lo de ana­lis­tas euro­peos, al haber sido for­ma­dos bajo una tra­di­ción par­ti­cu­lar del psi­co­aná­li­sis, la tras­la­da­ron e ins­tau­ra­ron a su lle­ga­da en esta nue­va nación.

Así pues, en Esta­dos Uni­dos comen­za­ron a desa­rro­llar­se dos pers­pec­ti­vas del psi­co­aná­li­sis. Por una par­te se encon­tra­ban los exi­lia­dos de la Socie­dad de Vie­na, tales como Anna Freud, Heinz Hart­mann, Erik Erik­son, Ernst Kris, Hele­ne Deustch, Richard Ster­ba, Robert Wael­der, entre muchos otros, quie­nes se man­tu­vie­ron fie­les a la doc­tri­na de Freud, desa­rro­llan­do la Psi­co­lo­gía del Yo. De acuer­do con Nos Llo­pis (1995), Heinz Hart­mann y sus cola­bo­ra­do­res agru­pa­dos en el New York Psy­choa­naly­tic Ins­ti­tu­te, fue­ron las figu­ras que más se ocu­pa­ron en con­so­li­dar la teo­ría estruc­tu­ral de Freud, cen­trán­do­se en la sis­te­ma­ti­za­ción, sin­cro­nía y refi­na­mien­to de los con­cep­tos y mode­los teó­ri­cos que este había plas­ma­do en sus obras ante­rio­res, pero que había deja­do incon­clu­sos. Varias fue­ron las apor­ta­cio­nes que Hart­mann reali­zó en esta mate­ria, a tal gra­do que la psi­co­lo­gía del Yo se con­vir­tió en la corrien­te domi­nan­te de la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca nor­te­ame­ri­ca­na duran­te las déca­das de los 50 y 60.

Por otra par­te se encon­tra­ban los que habían per­te­ne­ci­do al Ins­ti­tu­to de Ber­lín, cuya pro­pues­ta se carac­te­ri­za­ba por ser más abier­ta e inno­va­do­ra en rela­ción a las teo­rías freu­dia­nas, y que en lo suce­si­vo, varias de sus figu­ras par­ti­ci­pa­rían en el desa­rro­llo de lo que ha dado por deno­mi­nar­se como cul­tu­ra­lis­mo neo­freu­diano, de la que Karen Hor­ney, Harry Stack Sulli­van, Erich Fromm, Frie­da Fromm-Reich­mann y Cla­ra Thom­pson cons­ti­tu­ye­ron sus ini­cia­do­res y prin­ci­pa­les impul­so­res; ellos, a dife­ren­cia de los pri­me­ros, se pos­tu­la­ban a favor de los fac­to­res socia­les como deter­mi­nan­tes de la estruc­tu­ra psí­qui­ca y se ale­ja­ban de los prin­ci­pios pul­sio­na­les. Se tra­ta de la pri­me­ra escue­la psi­co­ana­lí­ti­ca que nació con iden­ti­dad pro­pia en aque­lla nación.

Culturalismo neofreudiano

Cuan­do esto suce­de, Esta­dos Uni­dos se encon­tra­ba en un momen­to his­tó­ri­co en que los estu­dios antro­po­ló­gi­cos y socio­ló­gi­cos ini­cia­dos vein­te años antes alcan­za­ron un nivel de desa­rro­llo impor­tan­te, a tal gra­do que varias de las dis­ci­pli­nas exis­ten­tes fue­ron impac­ta­das por estas ver­tien­tes teó­ri­cas. La psi­quia­tría y el psi­co­aná­li­sis, fue­ron dos cam­pos que adop­ta­ron y asi­mi­la­ron varios de los prin­ci­pios de las teo­rías cul­tu­ra­lis­tas.

Harry Stack Sulli­van fue un psi­quia­tra que reali­zó estu­dios de medi­ci­na en el Chica­go Colle­ge of Medi­ci­ne, y que des­de 1920 se ini­ció en el tra­ba­jo clí­ni­co con pacien­tes esqui­zo­fré­ni­cos, gra­cias a la influen­cia de los psi­quia­tras William Alan­son Whi­te y Adolf Meyer, de quie­nes apren­dió la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca (Mit­chell y Black, 2004). Mien­tras se encon­tra­ba labo­ran­do en el Shep­pard and Enoch Pratt Hos­pi­tal en 1926, Sulli­van cono­ce a Edward Sapir, pro­fe­sor de antro­po­lo­gía cul­tu­ral, quien lo acer­ca al pen­sa­mien­to de la Escue­la de Chica­go, par­ti­cu­lar­men­te al tra­ba­jo de Char­les Cooley y Geor­ge Her­bert Mead. Sulli­van se intere­só en los plan­tea­mien­tos de esta escue­la y se aden­tró en su estu­dio con la inten­ción de crear un puen­te entre las teo­rías socia­les y la psi­quia­tría. Con un mar­ca­do inte­rés en las cien­cias socia­les, en 1930 Sulli­van se tras­la­da­ría a Nue­va York para lle­var a cabo la prác­ti­ca pri­va­da e ini­ciar pro­yec­tos pro­fe­sio­na­les con Sapir y Lass­well, con quie­nes crea­ría la William Alan­son Whi­te Psy­choa­naly­tic Foun­da­tion (WAW Foun­da­tion) en 1933, en com­pa­ñía de Had­ley, Doo­ley, Whi­te y Brill, orga­nis­mo des­ti­na­do a desa­rro­llar sus inves­ti­ga­cio­nes y brin­dar edu­ca­ción inter­dis­ci­pli­na­ria (Evans, 1996, Ort­me­yer, 1997). Este sería el pri­mer even­to impor­tan­te en el que con­cre­ta­ría su inte­rés por fusio­nar la psi­quia­tría y las cien­cias socia­les.

Sería duran­te los pri­me­ros años de la déca­da de 1930 cuan­do Sulli­van cono­ce a Karen Hor­ney, psi­co­ana­lis­ta ber­li­ne­sa que lle­gó a los Esta­dos Uni­dos en 1932 por invi­ta­ción de Franz Ale­xan­der, para cola­bo­rar en la direc­ción del recién fun­da­do Chica­go Ins­ti­tu­te for Psy­choa­naly­sis. Hor­ney fue una mujer que reci­bió la ense­ñan­za del psi­co­aná­li­sis direc­ta­men­te de Karl Abraham; sin embar­go, des­de el ini­cio de su pre­pa­ra­ción mos­tró incon­for­mi­dad con cier­tos pos­tu­la­dos del psi­co­aná­li­sis clá­si­co, sobre todo con aque­llos ele­men­tos que expli­ca­ban la psi­co­lo­gía de la mujer a par­tir de la idea de la envi­dia del pene y el com­ple­jo de cas­tra­ción. Varios fue­ron los tra­ba­jos de Hor­ney don­de pro­po­nía una expli­ca­ción dife­ren­te de la femi­ni­dad, con­tra­po­nién­do­se así al bio­lo­gis­mo de Freud, lo que repre­sen­tó un ata­que direc­to al esta­blish­ment psi­co­ana­lí­ti­co. Sus ideas no fue­ron bien aco­gi­das por los sec­to­res más con­ser­va­do­res de las altas esfe­ras psi­co­ana­lí­ti­cas (Reyes, 2002). Cuan­do Hor­ney se ins­ta­ló a su lle­ga­da en Brooklyn, se sin­tió atraí­da por las ideas cul­tu­ra­lis­tas que rei­na­ban en los Esta­dos Uni­dos, mis­mas que gra­dual­men­te comen­zó a incluir en sus tra­ba­jos. Pos­te­rior­men­te fue invi­ta­da a par­ti­ci­par como docen­te en la Bal­ti­mo­re-Washing­ton Psy­choa­naly­tic Society en 1934, orga­nis­mo crea­do en 1930 para desa­rro­llar y ense­ñar la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca. Ahí se encon­tra­ría con Harry S. Sulli­van, Ernest E. Had­ley y la pre­si­den­ta Cla­ra Thom­pson.

Casi de mane­ra simul­tá­nea, en mayo de 1934, el psi­co­ana­lis­ta Erich Fromm lle­gó de Euro­pa a Amé­ri­ca para esta­ble­cer su resi­den­cia en Nue­va York y así con­ti­nuar con el pro­yec­to de tras­la­dar el Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­ción Social de Frank­furt a esta nación, mis­mo que se con­cre­tó un par de meses des­pués gra­cias al apo­yo de la Colum­bia Uni­ver­sity. Duran­te estos pri­me­ros años en Amé­ri­ca, Karen Hor­ney fue una de las prin­ci­pa­les figu­ras que apo­yó en todo momen­to a Fromm, con­vir­tién­do­se en el prin­ci­pal víncu­lo a tra­vés del cual Fromm logró esta­ble­cer con­tac­to con otras figu­ras del ámbi­to inte­lec­tual intere­sa­das en las cues­tio­nes socia­les (Funk, 1999).

En 1936 Sulli­van fun­da la Washing­ton School of Psy­chiatry bajo los aus­pi­cios de la Bal­ti­mo­re-Washing­ton Psy­choa­naly­tic Society. Esta escue­la sur­gió como un ins­ti­tu­to para la ense­ñan­za del psi­co­aná­li­sis, pero a dife­ren­cia del res­to de los ins­ti­tu­tos que exis­tían has­ta enton­ces en Esta­dos Uni­dos, la escue­la de Washing­ton se carac­te­ri­za­ba por tener una mar­ca­da orien­ta­ción hacia la teo­ría inter­per­so­nal, así como por ofre­cer un pro­gra­ma de for­ma­ción mul­ti­dis­ci­pli­na­rio don­de tenían cabi­da tan­to la psi­co­lo­gía social como la antro­po­lo­gía, la filo­so­fía y la bio­lo­gía (Evans, 1996). En octu­bre de ese mis­mo año, Sulli­van exten­dió una invi­ta­ción a Fromm para que par­ti­ci­pa­ra como docen­te de psi­co­lo­gía social en la recien­te escue­la de psi­quia­tría; en su car­ta diri­gi­da a este últi­mo, Sulli­van puso de mani­fies­to las inten­cio­nes del ins­ti­tu­to al seña­lar que los estu­dian­tes que ahí acu­di­rían debían ser for­ma­dos con una visión del ser humano como un ente psi­co­bio­ló­gi­co cuya esen­cia es de carác­ter social, pos­tu­ra que coin­ci­día en gran medi­da con los plan­tea­mien­tos rea­li­za­dos por Fromm des­de prin­ci­pios de los 30, momen­to a par­tir del cual se cen­tró en rela­cio­nar la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca con las teo­rías socia­les, dán­do­le una nue­va lec­tu­ra a la teo­ría freu­dia­na y en con­se­cuen­cia opo­nién­do­se a impor­tan­tes pos­tu­la­dos orto­do­xos (Funk, 1999).

Un hecho que da cuen­ta del dis­tan­cia­mien­to que exis­tía en rela­ción al psi­co­aná­li­sis clá­si­co y la poca aper­tu­ra hacía el deba­te inte­lec­tual de las teo­rías freu­dia­nas por par­te de la comu­ni­dad psi­co­ana­lí­ti­ca, fue­ron la serie de publi­ca­cio­nes que estu­vie­ron a car­go de Karen Hor­ney en las que cri­ti­ca­ba seve­ra­men­te los escri­tos de Freud, y que le gana­ron la prohi­bi­ción de ejer­cer como ana­lis­ta didac­ta y super­vi­so­ra clí­ni­ca en el New York Psy­choa­naly­tic Ins­ti­tu­te, reba­ján­do­la a con­fe­ren­cis­ta. Hor­ney no per­mi­tió tal acto de into­le­ran­cia y dimi­tió de la New York Psy­choa­naly­tic Society a la que per­te­ne­cía des­de 1935, y en segui­da se dio a la tarea de crear la Asso­cia­tion for the Advan­ce­ment of Psy­choa­naly­sis en 1941. A este pro­yec­to se suma­rían Cla­ra Thom­pson, Ber­nard Rob­bins, Har­mon Eph­ron y Sara Kel­man, quie­nes tam­bién renun­cia­ron a tal socie­dad en apo­yo a Hor­ney; así como Harry S. Sulli­van, William Sil­ver­berg y Erich Fromm (Funk, 1987; Reyes, 2002). Un mes más tar­de crea­rían el Ame­ri­can Ins­ti­tu­te for Psy­choa­naly­sis; el obje­ti­vo de esta nue­va ins­ti­tu­ción con­sis­tió en asu­mir una ense­ñan­za no auto­ri­ta­ria y de libre pen­sa­mien­to, como cons­ta­ta la siguien­te nota: “Se reco­no­ce que los estu­dian­tes son adul­tos inte­li­gen­tes y res­pon­sa­bles… El Ins­ti­tu­to tie­ne la espe­ran­za de que con­ti­nua­rá evi­tan­do la rigi­dez con­cep­tual y res­pon­dien­do a las ideas, de cual­quier fuen­te, en un espí­ri­tu de demo­cra­cia cien­tí­fi­ca y aca­dé­mi­ca” (Quinn, cita­do en Clo­nin­ger, 2003, p. 163). Este gru­po con­tri­bu­yó a ofre­cer un entre­na­mien­to psi­co­ana­lí­ti­co alter­na­ti­vo a las teo­rías clá­si­cas, ins­tau­ran­do en su lugar una visión cul­tu­ral de la per­so­na­li­dad huma­na.

Un año más tar­de, en octu­bre de 1942, Sulli­van comen­zó a dic­tar una serie de con­fe­ren­cias clí­ni­cas en el sana­to­rio Chest­nut Lod­ge en Rock­vi­lle, mis­mas que se pro­lon­ga­rían has­ta 1946. Ahí cono­ce­ría a Frie­da Fromm-Reich­mann, psi­quia­tra y psi­co­ana­lis­ta euro­pea for­ma­da en Ber­lín bajo la tute­la de Hans Sachs. Fromm-Reich­mann había emi­gra­do a los Esta­dos Uni­dos en 1935 para cola­bo­rar como auxi­liar en las acti­vi­da­des de este sana­to­rio gra­cias a las accio­nes empren­di­das por su aún espo­so Erich Fromm. El tra­ba­jo rea­li­za­do por Fromm-Reich­mann en este lugar se con­cen­tró en la aten­ción y tra­ta­mien­to de pacien­tes psi­có­ti­cos, con­ce­dién­do­le impor­tan­cia a la inter­ven­ción de los esqui­zo­fré­ni­cos (Delahanty, 2006). Sulli­van sería una influen­cia deci­si­va en el éxi­to del tra­ta­mien­to con este tipo de pacien­tes, debi­do a los cono­ci­mien­tos que pudo trans­mi­tir­le res­pec­to al tra­ba­jo con pacien­tes esqui­zo­fré­ni­cos y sobre todo por dar­le a cono­cer la teo­ría inter­per­so­nal que de tiem­po atrás venía desa­rro­llan­do.

Aho­ra bien, el gru­po de tra­ba­jo que se había con­for­ma­do en años ante­rio­res con la inten­ción de reela­bo­rar la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca sufrió su pri­mer gran rom­pi­mien­to en 1943, cuan­do varios de los miem­bros de la Asso­cia­tion for the Advan­ce­ment of Psy­choa­naly­sis deci­die­ron aban­do­nar­la en apo­yo de Erich Fromm, quien renun­ció a la aso­cia­ción en abril, debi­do a que nun­ca le con­ce­die­ron la cate­go­ría de ana­lis­ta didac­ta y super­vi­sor clí­ni­co, argu­men­tan­do que dichas fun­cio­nes sólo podían ejer­cer­las quie­nes tuvie­ran for­ma­ción médi­ca. Este hecho resul­ta de vital impor­tan­cia para com­pren­der la fusión de la psi­quia­tría y el psi­co­aná­li­sis, ya que como se des­cri­bi­rá más ade­lan­te, para este momen­to todas las socie­da­des ana­lí­ti­cas de la Unión Ame­ri­ca­na habían aca­ta­do los esta­tu­tos pro­mo­vi­dos por la Ame­ri­can Psy­choa­naly­tic Asso­cia­tion, don­de se res­trin­gía la par­ti­ci­pa­ción de los legos (no médi­cos) en las acti­vi­da­des de los ins­ti­tu­tos.

Fue así que en un pri­mer momen­to Cla­ra Thom­pson, Harry Sulli­van, y otros se sepa­ra­rían de Karen Hor­ney (Funk, 1987). Varias de estas figu­ras per­ma­ne­ce­rían jun­tas y fun­da­rían en ese mis­mo año una filial de la Washing­ton School of Psy­chiatry en Nue­va York; quie­nes par­ti­ci­pa­ron en dicha empre­sa fue­ron Harry Stack Sulli­van, Erich Fromm, Frie­da Fromm-Reich­mann, Cla­ra Thom­pson, David Rioch y Janet Rioch, y lue­go se incor­po­ra­rían Ralph Crow­ley, Hil­de Brunch y Meyer Mas­kin. En 1946 esta filial amplió sus acti­vi­da­des y fue rebau­ti­za­da como William Alan­son Whi­te Ins­ti­tu­te of Psy­chiatry, Psy­choa­naly­sis and Psy­cho­logy. Sus fun­cio­nes sus­tan­ti­vas estu­vie­ron cen­tra­das de igual mane­ra en la ense­ñan­za, vin­cu­lan­do el psi­co­aná­li­sis con otras cien­cias socia­les y huma­nas (Funk, 1987; Funk, 1999).

A par­tir de ese momen­to, cada uno de estos per­so­na­jes con­ti­nua­ron tra­ba­jan­do de mane­ra con­jun­ta y/o en pro­yec­tos indi­vi­dua­les, con­so­li­dan­do la labor desa­rro­lla­da en los años ante­rio­res. El lega­do que hicie­ron al cam­po de la salud men­tal y al psi­co­aná­li­sis es cuan­tio­so: sus accio­nes han sido mate­ria­li­za­das en diver­sas publi­ca­cio­nes que dan cuen­ta de su pen­sa­mien­to, y aún más, muchos son los segui­do­res que han reto­ma­do sus ideas para con­ti­nuar con el desa­rro­llo dis­ci­pli­nar en dife­ren­tes ámbi­tos.

Fusión de la psiquiatría y el psicoanálisis en Estados Unidos

Como pue­de apre­ciar­se, con el paso de los años la teo­ría psi­co­ana­lí­ti­ca se arrai­gó pro­fun­da­men­te en los Esta­dos Uni­dos, per­mean­do dife­ren­tes sec­to­res de la socie­dad, sien­do el cam­po de la salud men­tal aquel don­de ten­dría mayor pre­sen­cia, par­ti­cu­lar­men­te en el mun­do de la psi­quia­tría. A pesar de que para 1939 (fecha en que tie­ne lugar la muer­te de Freud) el psi­co­aná­li­sis goza­ba de gran fama en todo el mun­do, en un ini­cio esta pers­pec­ti­va teó­ri­ca des­per­tó cier­to rece­lo por par­te de la comu­ni­dad psi­quiá­tri­ca que rei­na­ba en la Unión Ame­ri­ca­na, no así en el sec­tor aca­dé­mi­co y artís­ti­co. Sin embar­go, de acuer­do con Ale­xan­der y Seles­nick (1970), los cam­bios que tra­jo con­si­go el tér­mino de la Segun­da Gue­rra Mun­dial favo­re­cie­ron la inser­ción del psi­co­aná­li­sis en el ámbi­to psi­quiá­tri­co, pues con el retorno de los vete­ra­nos de gue­rra seria­men­te tras­tor­na­dos, las ins­ti­tu­cio­nes de salud men­tal se vie­ron en la nece­si­dad de dar aten­ción a este sec­tor de la pobla­ción que repre­sen­ta­ba un pro­ble­ma social, encon­tran­do en esta ver­tien­te teó­ri­ca una alter­na­ti­va de sana­ción men­tal. Par­ti­cu­lar­men­te, Smith Ely Jellif­fe y William Alan­son Whi­te fue­ron dos per­so­na­jes que con­tri­bu­ye­ron de mane­ra impor­tan­te para que ambas dis­ci­pli­nas dis­mi­nu­ye­ran sus dis­tan­cias.

Las rela­cio­nes entre psi­co­aná­li­sis y psi­quia­tría se ini­cia­ron a muy tem­pra­na edad, pues des­de 1924 las con­ven­cio­nes anua­les de la Ame­ri­can Psy­choa­naly­tic Asso­cia­tion y las de la Ame­ri­can Psy­chia­tric Asso­cia­tion comen­za­ron a cele­brar­se casi de mane­ra con­jun­ta en la mis­ma ciu­dad, pri­me­ro la ana­lí­ti­ca e inme­dia­ta­men­te des­pués la psi­quiá­tri­ca. Des­de enton­ces exis­tía una cla­ra ten­den­cia hacía la vin­cu­la­ción de ambas socie­da­des, y sería des­pués de impor­tan­tes dispu­tas entre sus miem­bros cuan­do por fin, en 1933, se apro­ba­ría de mane­ra ofi­cial la inclu­sión de la Sec­ción de Psi­co­aná­li­sis en las acti­vi­da­des de la Ame­ri­can Psy­chia­tric Asso­cia­tion.

De acuer­do con Knight (1960), en su dis­cur­so final cele­bra­do el 7 de diciem­bre de 1952 (días antes de dejar la pre­si­den­cia de la Ame­ri­can Psy­choa­naly­tic Asso­cia­tion, fun­ción ejer­ci­da des­de 1938), brin­dó un esbo­zo his­tó­ri­co en el que dio a cono­cer lo que has­ta enton­ces fue la situa­ción actual del psi­co­aná­li­sis en los Esta­dos Uni­dos de Amé­ri­ca, cen­trán­do­se par­ti­cu­lar­men­te en lo que se refe­ría al con­trol y adies­tra­mien­to de sus agre­mia­dos. Este docu­men­to con­tie­ne ele­men­tos que de algu­na mane­ra per­mi­ten expli­car la fusión de la psi­quia­tría con el psi­co­aná­li­sis en Esta­dos Uni­dos, pues hace refe­ren­cia par­ti­cu­lar a la serie de esta­tu­tos ela­bo­ra­dos y apro­ba­dos por la Ame­ri­can Psy­choa­naly­tic Asso­cia­tion en 1938, con los que se inten­ta­ba regu­lar y mejo­rar las nor­mas de adies­tra­mien­to en los diver­sos ins­ti­tu­tos del país, den­tro de los que se des­ta­ca­ban las “Nor­mas míni­mas para el adies­tra­mien­to de médi­cos en el psi­co­aná­li­sis”, las “Nor­mas míni­mas para la orga­ni­za­ción y direc­ción de los ins­ti­tu­tos para el adies­tra­mien­to de médi­cos en el psi­co­aná­li­sis” y la “Reso­lu­ción con­tra el futu­ro adies­tra­mien­to de legos para el uso tera­péu­ti­co del psi­co­aná­li­sis” En dichos esta­tu­tos resul­ta evi­den­te la inten­ción por “medi­ca­li­zar” el psi­co­aná­li­sis clí­ni­co, pues varios de sus orga­ni­za­do­res par­tían de la idea de que la aten­ción tera­péu­ti­ca de pacien­tes era una fun­ción exclu­si­va de los médi­cos, por lo que sus resul­ta­dos debía tener garan­tías médi­cas, no pudien­do rele­gar­se la res­pon­sa­bi­li­dad a otros pro­fe­sio­nis­tas. Así pues, des­de fina­les de la déca­da de los 30, varios ins­ti­tu­tos exi­gie­ron a sus can­di­da­tos como requi­si­to indis­pen­sa­ble con­tar con míni­mo un año de resi­den­cia psi­quiá­tri­ca, y para la déca­da de los 40 el requi­si­to se exten­de­ría a dos años de resi­den­cia. En 1946, la Ame­ri­can Psy­choa­naly­tic Asso­cia­tion mani­fes­ta­ría con­tun­den­te­men­te su posi­ción res­pec­to a la prác­ti­ca psi­co­ana­lí­ti­ca, esta­ble­cien­do que todos sus miem­bros afi­lia­dos debe­rían ser médi­cos, de lo con­tra­rio no ten­drían cabi­da en nin­gu­na socie­dad y por lo tan­to no esta­rían cali­fi­ca­dos para ense­ñar psi­co­aná­li­sis. En algu­nos casos la pro­pia aso­cia­ción per­mi­tió el adies­tra­mien­to ofi­cial a los no médi­cos (legos), pero sus fun­cio­nes fue­ron supe­di­ta­das exclu­si­va­men­te a la inves­ti­ga­ción, nun­ca como psi­co­te­ra­peu­tas; este fue el caso de Erich Fromm.

Esta serie de hechos, con­tri­bu­ye­ron con­si­de­ra­ble­men­te en la reduc­ción de la bre­cha exis­ten­te entre ambas dis­ci­pli­nas, a tal gra­do de alcan­zar prác­ti­ca­men­te la uni­fi­ca­ción; así pues, lle­gó el momen­to en que para ejer­cer como tera­peu­ta psi­co­ana­lis­ta era nece­sa­rio con­tar con una for­ma­ción médi­co psi­quiá­tri­ca.

Conclusiones

El entre­la­za­mien­to dis­ci­pli­nar entre psi­quia­tría y psi­co­aná­li­sis tuvo impor­tan­tes reper­cu­sio­nes en el cam­po de la salud men­tal, ya que en vis­ta de que la aten­ción de los tras­tor­nos men­ta­les eran una fun­ción dele­ga­da úni­ca­men­te a los psi­quia­tras, los tra­ta­mien­tos sólo tenían dos posi­bi­li­da­des: por una par­te las tera­pias de “shock” lle­va­das a cabo por psi­quia­tras que no con­ta­ban con una for­ma­ción ana­lí­ti­ca, y por el otro, los tra­ta­mien­tos psi­co­te­ra­péu­ti­cos a car­go de psi­quia­tras entre­na­dos en psi­co­aná­li­sis. Esto daría como resul­ta­do que de ahí en ade­lan­te la pers­pec­ti­va psi­co­ana­lí­ti­ca se con­ver­ti­ría en la corrien­te domi­nan­te en el mun­do de la psi­co­te­ra­pia nor­te­ame­ri­ca­na. Lo ante­rior per­mi­te enten­der por qué los pio­ne­ros de la tera­pia fami­liar, Murray Bowen, Lyman C. Wyn­ne, Theo­do­re Lidz, Ivan Bos­zor­men­yi-Nagy, Carl A. Whi­ta­ker y Don D. Jack­son, fue­ron psi­quia­tras entre­na­dos en psi­co­aná­li­sis.

Par­ti­cu­lar­men­te, las teo­rías inter­per­so­na­les del cul­tu­ra­lis­mo neo­freu­diano favo­re­cie­ron que más tar­de los pio­ne­ros ela­bo­ra­ran cuer­pos teó­ri­cos don­de enfa­ti­za­ban la rela­ción de los tras­tor­nos men­ta­les y fami­lia­res de los pacien­tes iden­ti­fi­ca­dos, aban­do­nan­do así las expli­ca­cio­nes indi­vi­dua­les cen­tra­das en la Psi­co­lo­gía del Yo, que en su lugar, die­ron ori­gen a lo que más tar­de se cono­ce­ría como tera­pia fami­liar.

Lo dicho has­ta este momen­to podría crear la impre­sión de que la tera­pia fami­liar tie­ne sus orí­ge­nes en la psi­quia­tría y el psi­co­aná­li­sis esta­du­ni­den­se; sin embar­go, hacer una ase­ve­ra­ción de este tipo sig­ni­fi­ca­ría un error his­tó­ri­co-con­cep­tual, ya que la con­ver­gen­cia entre psi­quia­tría y psi­co­aná­li­sis úni­ca­men­te sir­ve como coro­la­rio para enten­der par­cial­men­te cómo esta­ba orga­ni­za­do el cam­po de la salud men­tal a par­tir del cual sur­gió la tera­pia fami­liar. Es decir, “ante­ce­den­tes” y “orí­ge­nes” son dos cate­go­rías dife­ren­tes que sir­ven para des­cri­bir de mane­ra his­tó­ri­ca el desa­rro­llo de un cam­po dis­ci­pli­nar.

Asi­mis­mo, para com­pren­der en su com­ple­ji­dad los “ante­ce­den­tes” de este cam­po dis­ci­pli­nar, es nece­sa­rio acer­car­se a los dife­ren­tes movi­mien­tos socia­les que sur­gie­ron en Esta­dos Uni­dos, y cuya inten­ción fue la de esta­ble­cer medi­das para pre­ve­nir los tras­tor­nos men­ta­les, tal como el movi­mien­to de higie­ne men­tal, las clí­ni­cas de segui­mien­to infan­til, el movi­mien­to de edu­ca­ción para la vida fami­liar y la con­sul­to­ría matri­mo­nial (De Jesús- Ven­tu­ra, 2010). Y si lo que se desea es cono­cer los “orí­ge­nes” de la tera­pia fami­liar sis­té­mi­ca, la aten­ción debe cen­trar­se enton­ces en las pri­me­ras inves­ti­ga­cio­nes con fami­lias de pacien­tes esqui­zo­fré­ni­cos y las teo­rías epis­te­mo­ló­gi­cas basa­das en la ciber­né­ti­ca, que sir­vie­ron como fun­da­men­to y mar­co expli­ca­ti­vo de este cam­po dis­ci­pli­nar.

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Notas

1. Maes­tría en Psi­co­lo­gía con resi­den­cia en Tera­pia Fami­liar por la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co, FES Izta­ca­la. Docen­te del Cole­gio de Cien­cias y Huma­ni­da­des, plan­tel Orien­te. Correo elec­tró­ni­co: daniel.dventura@gmail.com