Antecedentes de la Terapia Familiar: Convergencias entre Psiquiatría y Psicoanálisis Norteamericano
Daniel De Jesús Ventura1
Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen
La historia de la terapia familiar ha sido descrita en diferentes momentos por una serie de autores que han dado cuenta de su devenir (Guerin, 1976; Broderick y Schrader, 1981; Hoffman, 1987). Sin embargo, pocas veces se ha hecho referencia al contexto histórico que precedió el trabajo de los pioneros en esta área. Lo que aquí se presenta es una mirada retrospectiva que da cuenta de la convergencia que existió entre psiquiatría y psicoanálisis como dos áreas de conocimiento que permearon el campo norteamericano de la salud mental en el siglo XX, y que facilitaron más tarde el surgimiento de lo que hoy se conoce como el campo de la terapia familiar.
Palabras clave: Terapia familiar, Historia, Psiquiatría, Psicoanálisis
Abstract
The history of family therapy has been described at different times by a number of authors who have noticed its development (Guerin, 1976; Broderick and Schrader, 1981; Hoffman, 1987). However, historical context rarely has been referred to the precedent work of the pioneers in this area. What is presented here is a look back of the convergence between psychiatry and psychoanalysis as two areas of knowledge that permeated the field of American mental health in the Twentieth Century and later facilitated the emergence of what now is known as the field of systemic family therapy.
Keywords: Family Therapy, History, Psychiatry, Psychoanalysis
Introducción
Al igual que en el resto de las sociedades contemporáneas, la población de los Estados Unidos de América de mediados del siglo XIX se vio afectada por una importante cantidad de padecimientos mentales de diversa índole propios de la época. La atención concedida a este problema de salud pública se caracterizó por la creación e instauración de hospitales psiquiátricos donde se recluía a los enfermos mentales para su tratamiento. Sin embargo, el cambio de siglo trajo consigo transformaciones que impactaron significativamente el campo de la salud mental, donde uno de los fenómenos más importantes que tuvo lugar fue la instauración del movimiento psicoanalítico en dicha nación. La psiquiatría se vio seriamente impactada por esta vertiente teórica, adoptando en un principio la teoría freudiana, y más tarde generando modelos teóricos netamente norteamericanos, particularmente la psicología del Yo y el culturalismo neofreudiano; estas dos vertientes psicoanalíticas fueron las que a partir de la segunda mitad del siglo XX definieron la forma de llevar a cabo esta práctica médica, y en consecuencia, en atender los trastornos mentales.
Desarrollo de la práctica psicoanalítica en los Estados Unidos de América
Hacia finales del siglo XIX en Europa, Sigmund Freud comenzó a gestar una nueva propuesta de sanación a la que denominó Psicoanálisis. El desarrollo que hasta ese momento había alcanzado su trabajo representó una propuesta totalmente diferente de entender la mente humana, ya que su labor puso en evidencia la existencia de una estructura inconsciente; pero no sólo eso, sino que además proporcionó métodos para adentrarse en su estudio (Alexander y Selesnick, 1970).
El floreciente movimiento psicoanalítico causó gran revuelo en diferentes partes del mundo; sin embargo, en Europa no fue bien recibido por la comunidad psiquiátrica, quienes mostraron su desacuerdo frente a esta nueva propuesta e hicieron todo lo posible por desligar el pensamiento psiquiátrico del psicoanalítico. Cuantiosos fueron los ataques y boicoteos que recibió este movimiento al que consideraban carente de rigor científico, tildándolo de charlatanería (Postel y Quétel, 2000). Sucedería algo totalmente diferente en el otro extremo del mundo, especialmente en los Estados Unidos de América, pues el sector académico de esta nación mostró gran interés por esta vertiente teórica. Prueba de ello fue que el entonces presidente de la Universidad de Clark en Massachusetts, G. Stanley Hall, extendió una invitación a Freud para que presentara en aquella institución una serie de cinco conferencias sobre psicoanálisis. Éste arribaría a América en 1909 (acompañado por Jung, Jones y Ferenczi), donde fue recibido por un numeroso comité, de entre los que destacaba el psicólogo William James, quien entusiasmado por el movimiento le señaló a Freud que su teoría constituía la psicología del futuro (Cushman, 1995). Este acto muestra la apertura que la sociedad norteamericana presentó ante el psicoanálisis, pues se trataba de una sociedad ansiosa por lo nuevo.
La pronta aceptación del psicoanálisis en la Unión Americana puede explicarse en gran medida al analizar la ideología sobre la que se encontraba cimentado aquel país. De acuerdo con Nos Llopis (2009), los Estados Unidos se erigieron como la primera nación “moderna” que asimiló para su estructura y funcionamiento los principios del liberalismo europeo: libre expresión de pensamiento, libertad de asociación, libertad de prensa, libertad religiosa, separación de la Iglesia y el Estado. Y aunque en un inicio no toda la población admitió esta nueva visión de sociedad (nos referimos al sector más conservador) hubo, como siempre, otro sector que aprobó los ideales liberales y principios ilustrados asentados en la constitución política de 1787. De esta manera, a principios del siglo XX existía ya una élite cultural que estaba abierta a cualquier innovación progresista. Fueron particularmente dos grupos los que se mostraron más receptivos a las ideas de Freud: por un lado, los intelectuales que veían en el psicoanálisis un movimiento cultural de grandes repercusiones, y por el otro, los círculos académicos de médicos con una clara tendencia pragmatista, que se interesaron por este nuevo método clínico de amplias posibilidades terapéuticas. Dicho en otras palabras, al ser un enfoque psicológico y científico, el psicoanálisis se presentaba como la forma más correcta y civilizada de curar la mente humana (Cushman, 1995).
La presencia de Freud en América, así como la traducción a la lengua inglesa de sus obras, constituyó la semilla para que el movimiento psicoanalítico se instaurara en esta nación a través de la creación de diferentes sociedades e institutos de formación. Esta gran maquinaria pondría su primera pieza en febrero de 1911, cuando fue creada la New York Psychoanalytic Society bajo la dirección de Abraham Brill, y en mayo del mismo año, la American Psychoanalytic Association en Washington, con James J. Putman como presidente; tres años más tarde, en 1914 se fundarían las sociedades psicoanalíticas de Washington y Boston. Los pioneros del psicoanálisis en América fueron en su mayoría académicos ampliamente reconocidos, pertenecientes a las más importantes universidades del país: Columbia, Harvard, Philadelphia, y Johns Hopkins, entre otras. Durante estos primeros años la afiliación a estas sociedades se concedía simplemente a quien tuviera el interés de pertenecer a ellas. Por otro lado, debido a que aún no existían centros para el adiestramiento analítico, sus miembros se vieron obligados a viajar a los institutos de Viena, Zurich y Berlín (este último, a partir de 1920) para recibir dicha preparación directamente de Freud o de alguno de los miembros de su círculo más cercano.
Esta situación permaneció así hasta septiembre de 1931, fecha en el que fue creado el New York Psychoanalytic Institute, con lo que de manera oficial comenzó la enseñanza de la práctica psicoanalítica en los Estados Unidos. A partir de este momento proliferarían las sociedades y sus respectivos institutos en diferentes ciudades de la Unión Americana. En 1932 se crearía el Instituto de Chicago; en 1933 los de Boston y Baltimore-Washington; para 1940 el de Philadelphia; dos años más tarde, en 1942 los de San Francisco y Topeka; en 1944 se crearía el primer instituto integrado a una universidad, nos referimos al de Columbia University; y en 1946 el de Los Angeles.
El rápido desarrollo que tuvo el psicoanálisis durante la primera mitad del siglo XX se debió en gran medida a la enorme cantidad de psicoanalistas centroeuropeos que emigraron a América desde principios de la década de los 30, con motivo de la persecución de los judíos por parte de Adolfo Hitler, ya que colaboraron en la creación y desarrollo de los primeros institutos psicoanalíticos. Su participación fue decisiva en el rumbo que habría de tomar el psicoanálisis estadunidense, ya que como bien lo señala Nos Llopis (2009), todo ese cúmulo de analistas europeos, al haber sido formados bajo una tradición particular del psicoanálisis, la trasladaron e instauraron a su llegada en esta nueva nación.
Así pues, en Estados Unidos comenzaron a desarrollarse dos perspectivas del psicoanálisis. Por una parte se encontraban los exiliados de la Sociedad de Viena, tales como Anna Freud, Heinz Hartmann, Erik Erikson, Ernst Kris, Helene Deustch, Richard Sterba, Robert Waelder, entre muchos otros, quienes se mantuvieron fieles a la doctrina de Freud, desarrollando la Psicología del Yo. De acuerdo con Nos Llopis (1995), Heinz Hartmann y sus colaboradores agrupados en el New York Psychoanalytic Institute, fueron las figuras que más se ocuparon en consolidar la teoría estructural de Freud, centrándose en la sistematización, sincronía y refinamiento de los conceptos y modelos teóricos que este había plasmado en sus obras anteriores, pero que había dejado inconclusos. Varias fueron las aportaciones que Hartmann realizó en esta materia, a tal grado que la psicología del Yo se convirtió en la corriente dominante de la teoría psicoanalítica norteamericana durante las décadas de los 50 y 60.
Por otra parte se encontraban los que habían pertenecido al Instituto de Berlín, cuya propuesta se caracterizaba por ser más abierta e innovadora en relación a las teorías freudianas, y que en lo sucesivo, varias de sus figuras participarían en el desarrollo de lo que ha dado por denominarse como culturalismo neofreudiano, de la que Karen Horney, Harry Stack Sullivan, Erich Fromm, Frieda Fromm-Reichmann y Clara Thompson constituyeron sus iniciadores y principales impulsores; ellos, a diferencia de los primeros, se postulaban a favor de los factores sociales como determinantes de la estructura psíquica y se alejaban de los principios pulsionales. Se trata de la primera escuela psicoanalítica que nació con identidad propia en aquella nación.
Culturalismo neofreudiano
Cuando esto sucede, Estados Unidos se encontraba en un momento histórico en que los estudios antropológicos y sociológicos iniciados veinte años antes alcanzaron un nivel de desarrollo importante, a tal grado que varias de las disciplinas existentes fueron impactadas por estas vertientes teóricas. La psiquiatría y el psicoanálisis, fueron dos campos que adoptaron y asimilaron varios de los principios de las teorías culturalistas.
Harry Stack Sullivan fue un psiquiatra que realizó estudios de medicina en el Chicago College of Medicine, y que desde 1920 se inició en el trabajo clínico con pacientes esquizofrénicos, gracias a la influencia de los psiquiatras William Alanson White y Adolf Meyer, de quienes aprendió la teoría psicoanalítica (Mitchell y Black, 2004). Mientras se encontraba laborando en el Sheppard and Enoch Pratt Hospital en 1926, Sullivan conoce a Edward Sapir, profesor de antropología cultural, quien lo acerca al pensamiento de la Escuela de Chicago, particularmente al trabajo de Charles Cooley y George Herbert Mead. Sullivan se interesó en los planteamientos de esta escuela y se adentró en su estudio con la intención de crear un puente entre las teorías sociales y la psiquiatría. Con un marcado interés en las ciencias sociales, en 1930 Sullivan se trasladaría a Nueva York para llevar a cabo la práctica privada e iniciar proyectos profesionales con Sapir y Lasswell, con quienes crearía la William Alanson White Psychoanalytic Foundation (WAW Foundation) en 1933, en compañía de Hadley, Dooley, White y Brill, organismo destinado a desarrollar sus investigaciones y brindar educación interdisciplinaria (Evans, 1996, Ortmeyer, 1997). Este sería el primer evento importante en el que concretaría su interés por fusionar la psiquiatría y las ciencias sociales.
Sería durante los primeros años de la década de 1930 cuando Sullivan conoce a Karen Horney, psicoanalista berlinesa que llegó a los Estados Unidos en 1932 por invitación de Franz Alexander, para colaborar en la dirección del recién fundado Chicago Institute for Psychoanalysis. Horney fue una mujer que recibió la enseñanza del psicoanálisis directamente de Karl Abraham; sin embargo, desde el inicio de su preparación mostró inconformidad con ciertos postulados del psicoanálisis clásico, sobre todo con aquellos elementos que explicaban la psicología de la mujer a partir de la idea de la envidia del pene y el complejo de castración. Varios fueron los trabajos de Horney donde proponía una explicación diferente de la feminidad, contraponiéndose así al biologismo de Freud, lo que representó un ataque directo al establishment psicoanalítico. Sus ideas no fueron bien acogidas por los sectores más conservadores de las altas esferas psicoanalíticas (Reyes, 2002). Cuando Horney se instaló a su llegada en Brooklyn, se sintió atraída por las ideas culturalistas que reinaban en los Estados Unidos, mismas que gradualmente comenzó a incluir en sus trabajos. Posteriormente fue invitada a participar como docente en la Baltimore-Washington Psychoanalytic Society en 1934, organismo creado en 1930 para desarrollar y enseñar la teoría psicoanalítica. Ahí se encontraría con Harry S. Sullivan, Ernest E. Hadley y la presidenta Clara Thompson.
Casi de manera simultánea, en mayo de 1934, el psicoanalista Erich Fromm llegó de Europa a América para establecer su residencia en Nueva York y así continuar con el proyecto de trasladar el Instituto de Investigación Social de Frankfurt a esta nación, mismo que se concretó un par de meses después gracias al apoyo de la Columbia University. Durante estos primeros años en América, Karen Horney fue una de las principales figuras que apoyó en todo momento a Fromm, convirtiéndose en el principal vínculo a través del cual Fromm logró establecer contacto con otras figuras del ámbito intelectual interesadas en las cuestiones sociales (Funk, 1999).
En 1936 Sullivan funda la Washington School of Psychiatry bajo los auspicios de la Baltimore-Washington Psychoanalytic Society. Esta escuela surgió como un instituto para la enseñanza del psicoanálisis, pero a diferencia del resto de los institutos que existían hasta entonces en Estados Unidos, la escuela de Washington se caracterizaba por tener una marcada orientación hacia la teoría interpersonal, así como por ofrecer un programa de formación multidisciplinario donde tenían cabida tanto la psicología social como la antropología, la filosofía y la biología (Evans, 1996). En octubre de ese mismo año, Sullivan extendió una invitación a Fromm para que participara como docente de psicología social en la reciente escuela de psiquiatría; en su carta dirigida a este último, Sullivan puso de manifiesto las intenciones del instituto al señalar que los estudiantes que ahí acudirían debían ser formados con una visión del ser humano como un ente psicobiológico cuya esencia es de carácter social, postura que coincidía en gran medida con los planteamientos realizados por Fromm desde principios de los 30, momento a partir del cual se centró en relacionar la teoría psicoanalítica con las teorías sociales, dándole una nueva lectura a la teoría freudiana y en consecuencia oponiéndose a importantes postulados ortodoxos (Funk, 1999).
Un hecho que da cuenta del distanciamiento que existía en relación al psicoanálisis clásico y la poca apertura hacía el debate intelectual de las teorías freudianas por parte de la comunidad psicoanalítica, fueron la serie de publicaciones que estuvieron a cargo de Karen Horney en las que criticaba severamente los escritos de Freud, y que le ganaron la prohibición de ejercer como analista didacta y supervisora clínica en el New York Psychoanalytic Institute, rebajándola a conferencista. Horney no permitió tal acto de intolerancia y dimitió de la New York Psychoanalytic Society a la que pertenecía desde 1935, y en seguida se dio a la tarea de crear la Association for the Advancement of Psychoanalysis en 1941. A este proyecto se sumarían Clara Thompson, Bernard Robbins, Harmon Ephron y Sara Kelman, quienes también renunciaron a tal sociedad en apoyo a Horney; así como Harry S. Sullivan, William Silverberg y Erich Fromm (Funk, 1987; Reyes, 2002). Un mes más tarde crearían el American Institute for Psychoanalysis; el objetivo de esta nueva institución consistió en asumir una enseñanza no autoritaria y de libre pensamiento, como constata la siguiente nota: “Se reconoce que los estudiantes son adultos inteligentes y responsables… El Instituto tiene la esperanza de que continuará evitando la rigidez conceptual y respondiendo a las ideas, de cualquier fuente, en un espíritu de democracia científica y académica” (Quinn, citado en Cloninger, 2003, p. 163). Este grupo contribuyó a ofrecer un entrenamiento psicoanalítico alternativo a las teorías clásicas, instaurando en su lugar una visión cultural de la personalidad humana.
Un año más tarde, en octubre de 1942, Sullivan comenzó a dictar una serie de conferencias clínicas en el sanatorio Chestnut Lodge en Rockville, mismas que se prolongarían hasta 1946. Ahí conocería a Frieda Fromm-Reichmann, psiquiatra y psicoanalista europea formada en Berlín bajo la tutela de Hans Sachs. Fromm-Reichmann había emigrado a los Estados Unidos en 1935 para colaborar como auxiliar en las actividades de este sanatorio gracias a las acciones emprendidas por su aún esposo Erich Fromm. El trabajo realizado por Fromm-Reichmann en este lugar se concentró en la atención y tratamiento de pacientes psicóticos, concediéndole importancia a la intervención de los esquizofrénicos (Delahanty, 2006). Sullivan sería una influencia decisiva en el éxito del tratamiento con este tipo de pacientes, debido a los conocimientos que pudo transmitirle respecto al trabajo con pacientes esquizofrénicos y sobre todo por darle a conocer la teoría interpersonal que de tiempo atrás venía desarrollando.
Ahora bien, el grupo de trabajo que se había conformado en años anteriores con la intención de reelaborar la teoría psicoanalítica sufrió su primer gran rompimiento en 1943, cuando varios de los miembros de la Association for the Advancement of Psychoanalysis decidieron abandonarla en apoyo de Erich Fromm, quien renunció a la asociación en abril, debido a que nunca le concedieron la categoría de analista didacta y supervisor clínico, argumentando que dichas funciones sólo podían ejercerlas quienes tuvieran formación médica. Este hecho resulta de vital importancia para comprender la fusión de la psiquiatría y el psicoanálisis, ya que como se describirá más adelante, para este momento todas las sociedades analíticas de la Unión Americana habían acatado los estatutos promovidos por la American Psychoanalytic Association, donde se restringía la participación de los legos (no médicos) en las actividades de los institutos.
Fue así que en un primer momento Clara Thompson, Harry Sullivan, y otros se separarían de Karen Horney (Funk, 1987). Varias de estas figuras permanecerían juntas y fundarían en ese mismo año una filial de la Washington School of Psychiatry en Nueva York; quienes participaron en dicha empresa fueron Harry Stack Sullivan, Erich Fromm, Frieda Fromm-Reichmann, Clara Thompson, David Rioch y Janet Rioch, y luego se incorporarían Ralph Crowley, Hilde Brunch y Meyer Maskin. En 1946 esta filial amplió sus actividades y fue rebautizada como William Alanson White Institute of Psychiatry, Psychoanalysis and Psychology. Sus funciones sustantivas estuvieron centradas de igual manera en la enseñanza, vinculando el psicoanálisis con otras ciencias sociales y humanas (Funk, 1987; Funk, 1999).
A partir de ese momento, cada uno de estos personajes continuaron trabajando de manera conjunta y/o en proyectos individuales, consolidando la labor desarrollada en los años anteriores. El legado que hicieron al campo de la salud mental y al psicoanálisis es cuantioso: sus acciones han sido materializadas en diversas publicaciones que dan cuenta de su pensamiento, y aún más, muchos son los seguidores que han retomado sus ideas para continuar con el desarrollo disciplinar en diferentes ámbitos.
Fusión de la psiquiatría y el psicoanálisis en Estados Unidos
Como puede apreciarse, con el paso de los años la teoría psicoanalítica se arraigó profundamente en los Estados Unidos, permeando diferentes sectores de la sociedad, siendo el campo de la salud mental aquel donde tendría mayor presencia, particularmente en el mundo de la psiquiatría. A pesar de que para 1939 (fecha en que tiene lugar la muerte de Freud) el psicoanálisis gozaba de gran fama en todo el mundo, en un inicio esta perspectiva teórica despertó cierto recelo por parte de la comunidad psiquiátrica que reinaba en la Unión Americana, no así en el sector académico y artístico. Sin embargo, de acuerdo con Alexander y Selesnick (1970), los cambios que trajo consigo el término de la Segunda Guerra Mundial favorecieron la inserción del psicoanálisis en el ámbito psiquiátrico, pues con el retorno de los veteranos de guerra seriamente trastornados, las instituciones de salud mental se vieron en la necesidad de dar atención a este sector de la población que representaba un problema social, encontrando en esta vertiente teórica una alternativa de sanación mental. Particularmente, Smith Ely Jelliffe y William Alanson White fueron dos personajes que contribuyeron de manera importante para que ambas disciplinas disminuyeran sus distancias.
Las relaciones entre psicoanálisis y psiquiatría se iniciaron a muy temprana edad, pues desde 1924 las convenciones anuales de la American Psychoanalytic Association y las de la American Psychiatric Association comenzaron a celebrarse casi de manera conjunta en la misma ciudad, primero la analítica e inmediatamente después la psiquiátrica. Desde entonces existía una clara tendencia hacía la vinculación de ambas sociedades, y sería después de importantes disputas entre sus miembros cuando por fin, en 1933, se aprobaría de manera oficial la inclusión de la Sección de Psicoanálisis en las actividades de la American Psychiatric Association.
De acuerdo con Knight (1960), en su discurso final celebrado el 7 de diciembre de 1952 (días antes de dejar la presidencia de la American Psychoanalytic Association, función ejercida desde 1938), brindó un esbozo histórico en el que dio a conocer lo que hasta entonces fue la situación actual del psicoanálisis en los Estados Unidos de América, centrándose particularmente en lo que se refería al control y adiestramiento de sus agremiados. Este documento contiene elementos que de alguna manera permiten explicar la fusión de la psiquiatría con el psicoanálisis en Estados Unidos, pues hace referencia particular a la serie de estatutos elaborados y aprobados por la American Psychoanalytic Association en 1938, con los que se intentaba regular y mejorar las normas de adiestramiento en los diversos institutos del país, dentro de los que se destacaban las “Normas mínimas para el adiestramiento de médicos en el psicoanálisis”, las “Normas mínimas para la organización y dirección de los institutos para el adiestramiento de médicos en el psicoanálisis” y la “Resolución contra el futuro adiestramiento de legos para el uso terapéutico del psicoanálisis” En dichos estatutos resulta evidente la intención por “medicalizar” el psicoanálisis clínico, pues varios de sus organizadores partían de la idea de que la atención terapéutica de pacientes era una función exclusiva de los médicos, por lo que sus resultados debía tener garantías médicas, no pudiendo relegarse la responsabilidad a otros profesionistas. Así pues, desde finales de la década de los 30, varios institutos exigieron a sus candidatos como requisito indispensable contar con mínimo un año de residencia psiquiátrica, y para la década de los 40 el requisito se extendería a dos años de residencia. En 1946, la American Psychoanalytic Association manifestaría contundentemente su posición respecto a la práctica psicoanalítica, estableciendo que todos sus miembros afiliados deberían ser médicos, de lo contrario no tendrían cabida en ninguna sociedad y por lo tanto no estarían calificados para enseñar psicoanálisis. En algunos casos la propia asociación permitió el adiestramiento oficial a los no médicos (legos), pero sus funciones fueron supeditadas exclusivamente a la investigación, nunca como psicoterapeutas; este fue el caso de Erich Fromm.
Esta serie de hechos, contribuyeron considerablemente en la reducción de la brecha existente entre ambas disciplinas, a tal grado de alcanzar prácticamente la unificación; así pues, llegó el momento en que para ejercer como terapeuta psicoanalista era necesario contar con una formación médico psiquiátrica.
Conclusiones
El entrelazamiento disciplinar entre psiquiatría y psicoanálisis tuvo importantes repercusiones en el campo de la salud mental, ya que en vista de que la atención de los trastornos mentales eran una función delegada únicamente a los psiquiatras, los tratamientos sólo tenían dos posibilidades: por una parte las terapias de “shock” llevadas a cabo por psiquiatras que no contaban con una formación analítica, y por el otro, los tratamientos psicoterapéuticos a cargo de psiquiatras entrenados en psicoanálisis. Esto daría como resultado que de ahí en adelante la perspectiva psicoanalítica se convertiría en la corriente dominante en el mundo de la psicoterapia norteamericana. Lo anterior permite entender por qué los pioneros de la terapia familiar, Murray Bowen, Lyman C. Wynne, Theodore Lidz, Ivan Boszormenyi-Nagy, Carl A. Whitaker y Don D. Jackson, fueron psiquiatras entrenados en psicoanálisis.
Particularmente, las teorías interpersonales del culturalismo neofreudiano favorecieron que más tarde los pioneros elaboraran cuerpos teóricos donde enfatizaban la relación de los trastornos mentales y familiares de los pacientes identificados, abandonando así las explicaciones individuales centradas en la Psicología del Yo, que en su lugar, dieron origen a lo que más tarde se conocería como terapia familiar.
Lo dicho hasta este momento podría crear la impresión de que la terapia familiar tiene sus orígenes en la psiquiatría y el psicoanálisis estadunidense; sin embargo, hacer una aseveración de este tipo significaría un error histórico-conceptual, ya que la convergencia entre psiquiatría y psicoanálisis únicamente sirve como corolario para entender parcialmente cómo estaba organizado el campo de la salud mental a partir del cual surgió la terapia familiar. Es decir, “antecedentes” y “orígenes” son dos categorías diferentes que sirven para describir de manera histórica el desarrollo de un campo disciplinar.
Asimismo, para comprender en su complejidad los “antecedentes” de este campo disciplinar, es necesario acercarse a los diferentes movimientos sociales que surgieron en Estados Unidos, y cuya intención fue la de establecer medidas para prevenir los trastornos mentales, tal como el movimiento de higiene mental, las clínicas de seguimiento infantil, el movimiento de educación para la vida familiar y la consultoría matrimonial (De Jesús- Ventura, 2010). Y si lo que se desea es conocer los “orígenes” de la terapia familiar sistémica, la atención debe centrarse entonces en las primeras investigaciones con familias de pacientes esquizofrénicos y las teorías epistemológicas basadas en la cibernética, que sirvieron como fundamento y marco explicativo de este campo disciplinar.
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Notas
1. Maestría en Psicología con residencia en Terapia Familiar por la Universidad Nacional Autónoma de México, FES Iztacala. Docente del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Oriente. Correo electrónico: daniel.dventura@gmail.com