Ciudad, capitalismo y trabajo: ensayo acerca de una clínica de la experiencia Descargar este archivo (3 - ciudad capitalismo y trabajo.pdf)

Priscilla da Silva Faria1, Sonia Regina Vargas Mansano2

Universidade Estadual de Londrina

Resumen

Es noto­rio que actual­men­te el tra­ba­jo inma­te­rial ganó rele­van­cia en la orden de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta. Ese modo de orga­ni­za­ción labo­ral accio­na una gama de com­po­nen­tes sub­je­ti­vos, sien­do cada vez más común la apa­ri­ción de cua­dros de sufri­mien­to psí­qui­co recu­rren­tes de la exce­si­va soli­ci­tud de cues­tio­nes afec­ti­vas. Esta inves­ti­ga­ción teó­ri­ca bus­có dis­cu­tir crí­ti­ca­men­te las prác­ti­cas de la psi­co­lo­gía clí­ni­ca, ana­li­zan­do la emer­gen­cia de cua­dros de sufri­mien­tos como con­se­cuen­cia de las expe­rien­cias de los tra­ba­ja­do­res en la pro­duc­ción inma­te­rial. Como resul­ta­do, enten­de­mos la clí­ni­ca como una prác­ti­ca de varia­ción, tenien­do en cuen­ta que el encuen­tro clí­ni­co no es otra cosa que las posi­bi­li­da­des de variar las expe­rien­cias de sí. Como resul­ta­do par­cial, cons­ta­ta­mos que el tra­ba­ja­dor pue­de tener en la prác­ti­ca clí­ni­ca una alia­da de las cone­xio­nes entre su cuer­po y las expe­rien­cias afec­ti­vas, amplian­do las posi­bi­li­da­des de expe­ri­men­tar la alte­ri­dad, la crea­ción y la dife­ren­cia.

Pala­bras cla­ve: expe­rien­cia, tra­ba­jo inma­te­rial, clí­ni­ca

Abstract

It is obvious that, in con­tem­po­rary times, the imma­te­rial labor gai­ned rele­van­ce in the order of the capi­ta­list eco­nomy. This mode of labor orga­ni­za­tion trig­gers a ran­ge of sub­jec­ti­ve com­po­nents, being increa­singly com­mon the appea­ran­ce of psy­chic suf­fe­ring ari­sing from hip­per soli­ci­ta­tion of affec­ti­ve dimen­sions. In this sen­se, the pre­sent theo­re­ti­cal research sought to cri­ti­cally dis­cuss the cli­ni­cal prac­ti­ce. For this, relea­sing other pers­pec­ti­ves to analy­ses the emer­gen­ce of this sce­na­rio suf­fe­ring of the wor­kers in the imma­te­rial pro­duc­tion. As result, we unders­tand the cli­nic whi­le var­ying prac­ti­ce, con­si­de­ring the cli­ni­cal encoun­ter is not anything other than the pos­si­bi­li­ties to vary the trials them­sel­ves. As a par­tial result, we found that the emplo­yee may have in cli­ni­cal prac­ti­ce an ally of the con­nec­tions bet­ween your body and the emo­tio­nal expe­rien­ces that you follow, exten­ding the pos­si­bi­li­ties of expe­rien­cing other­ness, the crea­tion and the dif­fe­ren­ce.

Key words: Expe­rien­ce; Imma­te­rial labor; Cli­nic

Introducción

Nun­ca había sido tan inten­sa la rela­ción que el capi­tal cons­tru­ye con la vida que expe­ri­men­ta­mos en la actua­li­dad. En esta rela­ción, tan­to la vida como el capi­tal dibu­jan sus for­mas en una espe­cie de labe­rin­to, con pasa­jes con­fu­sos, don­de no se sabe con cer­te­za quien invier­te lo que, tenien­do en cuen­ta que la vida no es sólo obje­to de explo­ta­ción por el capi­tal, pero se con­vir­tió en sí mis­ma en un capi­tal. Sin embar­go, de esta rela­ción ten­sa tam­bién emer­gen des­via­cio­nes, inte­rrup­cio­nes y aber­tu­ras para otros ensa­yos que no nece­sa­ria­men­te son reco­rri­dos por el tamiz del bene­fi­cio. Esto es lo que aquí se deno­mi­na como “expe­rien­cia clí­ni­ca”. Sin embar­go, antes de pro­ble­ma­ti­zar esta dimen­sión de la clí­ni­ca, tene­mos que atra­ve­sar par­te del labe­rin­to, para enten­der, al menos par­cial­men­te, aque­llo que es uno de los prin­ci­pa­les obje­ti­vos del capi­tal: el tra­ba­ja­dor inma­te­rial que vive en el espa­cio urbano.

El capi­ta­lis­mo indus­trial de los siglos XIX y XX tenía en sus bases un mode­lo de fabri­ca­ción situa­do en el capi­tal cuan­ti­ta­ti­vo y mate­rial. De mane­ra casi lite­ral “tiem­po era dine­ro”, sien­do medi­do en la rela­ción entre la uni­dad del pro­duc­to y la uni­dad de tiem­po. Para que ese modo de pro­duc­ción fue­se for­ta­le­ci­do y pro­du­je­se en su máxi­ma fuer­za, se reque­ría de los tra­ba­ja­do­res dis­po­si­ción y habi­li­da­des físi­cas para obte­ner el mejor ren­di­mien­to posi­ble. Inte­gra­do a la maqui­na­ria de fabri­ca­ción, el pro­ce­so de pro­duc­ción se frag­men­ta­ba en tareas en las cua­les cada tra­ba­ja­dor era res­pon­sa­ble de un frag­men­to de acti­vi­dad que le era desig­na­do pre­via­men­te. Esa for­ma de pro­duc­ción seg­men­ta­da des­ta­ca­ba como carac­te­rís­ti­cas dife­ren­cia­les la repe­ti­ción y la obe­dien­cia, que puso en cir­cu­la­ción algu­nos com­po­nen­tes de sub­je­ti­va­ción liga­dos a la dis­ci­pli­na de los cuer­pos. Tal empre­sa res­trin­gía la dimen­sión crea­ti­va del tra­ba­ja­dor y limi­ta­ba sus posi­bi­li­da­des de crea­ción y auto­no­mía.

La inser­ción de las nue­vas tec­no­lo­gías en el pro­ce­so de pro­duc­ción, que ha teni­do lugar des­de la segun­da mitad del siglo XX, trans­for­mó el pai­sa­je del tra­ba­jo y las rela­cio­nes entre la acti­vi­dad y tra­ba­ja­dor. En esta tran­si­ción del régi­men indus­trial para un nue­vo tipo de capi­ta­lis­mo, el glo­ba­li­za­do, otras mane­ras de orga­ni­zar y admi­nis­trar las empre­sas han toma­do for­ma y aho­ra el repe­ti­ti­vo “tic-tac” del reloj, que acu­ñó y ano­tó la velo­ci­dad de la pro­duc­ción del tra­ba­ja­dor, está obso­le­to fren­te a las nue­vas exi­gen­cias plan­tea­das por el capi­ta­lis­mo, cada vez más cen­tra­do en la expan­sión tec­no­ló­gi­ca, pero tam­bién afec­ti­va. El nue­vo con­tex­to recon­fi­gu­ra la pro­duc­ción, alcan­zan­do en su mayo­ría a los tra­ba­ja­do­res. Aho­ra, no sólo el cuer­po físi­co es uti­li­za­do para ani­mar la acu­mu­la­ción de capi­tal, sino tam­bién el cono­ci­mien­to, el poder de crea­ción y de los afec­tos de los tra­ba­ja­do­res. En el régi­men for­dis­ta, los tra­ba­ja­do­res ape­nas se con­ver­tían en “ope­ra­cio­na­les des­pués que eran des­po­ja­dos de los cono­ci­mien­tos, habi­li­da­des y hábi­tos desa­rro­lla­do por la cul­tu­ra dia­ria y some­ti­dos a una divi­sión par­ce­la­da del tra­ba­jo” (Gorz, 2005, p. 19). Ya en el con­tex­to pos-for­dis­ta, ellos “deben intro­du­cir­se en el pro­ce­so de pro­duc­ción con todo el baga­je cul­tu­ral que adqui­rie­ron en los jue­gos, depor­tes de equi­po, en las luchas, con­flic­tos, acti­vi­da­des musi­ca­les, jue­gos, etc.(…) Es de su cono­ci­mien­to ver­na­cu­lar que la empre­sa post-for­dis­ta puso a tra­ba­jar, y explo­rar” (Ídem).

Dife­ren­te de la maqui­na­ria indus­trial de la épo­ca, que limi­ta­ba la acción de los tra­ba­ja­do­res a lo que ya esta­ba pres­cri­to y dis­mi­nuía sus posi­bi­li­da­des de crear den­tro del tra­ba­jo, las nue­vas tec­no­lo­gías tie­nen carác­ter infor­ma­ti­vo, de modo que el tra­ba­ja­dor ya no sea más sumi­so a la máqui­na. Por el con­tra­rio, él es invi­ta­do a inter­ac­tuar con la mis­ma en un pro­ce­so de cono­ci­mien­to acu­mu­la­do, a tra­vés del cual el cono­ci­mien­to engen­dra más cono­ci­mien­to. Este mis­mo esce­na­rio per­mi­tió la des­cen­tra­li­za­ción y el des­pla­za­mien­to del pro­pio tra­ba­jo, que ya no se cen­tra más en el sue­lo de las fábri­cas o entre las pare­des de las empre­sas. Con el adve­ni­mien­to de la tec­no­lo­gía, el tra­ba­ja­dor se ha vuel­to fle­xi­ble y pue­de rea­li­zar sus tareas labo­ra­les en espa­cios que, has­ta enton­ces, huían de la pro­duc­ción están­dar, tales como, por ejem­plo, en su pro­pia resi­den­cia. En este sen­ti­do Hardt y Negri (2005) afir­man que

La ten­den­cia a la des­te­rri­to­ria­li­za­ción de la pro­duc­ción es aún más pro­nun­cia­da en los pro­ce­sos de tra­ba­jo inma­te­rial, que impli­can la mani­pu­la­ción de infor­ma­ción y cono­ci­mien­to. Pro­ce­sos indus­tria­les pue­den rea­li­zar­se de mane­ra casi total­men­te com­pa­ti­ble con las redes de comu­ni­ca­ción – para las cua­les ubi­ca­ción y dis­tan­cia tie­nen una limi­ta­da impor­tan­cia. Los tra­ba­ja­do­res pue­den per­ma­ne­cer en casa y tener acce­so a la red. El tra­ba­jo de pro­duc­ción infor­ma­ti­va (tan­to de los ser­vi­cios como de los bie­nes dura­bles) se basan en lo que pue­de lla­mar­se coope­ra­ción abs­trac­ta (Hardt & Negri, 2005, p. 216).

Otras posi­bi­li­da­des fue­ron abier­tas y nue­vos modos de expe­ri­men­tar las rela­cio­nes con la vida, las ciu­da­des y la expe­rien­cia de tra­ba­jo fue­ron crea­dos. Aho­ra, se movi­li­za la sub­je­ti­vi­dad de los tra­ba­ja­do­res cuan­do se pro­du­ce. El cono­ci­mien­to se hace la prin­ci­pal fuer­za pro­duc­ti­va y, así, nos con­ver­ti­mos en blan­cos pri­vi­le­gia­dos de inter­ven­cio­nes por par­te de la socie­dad capi­ta­lis­ta. Del tra­ba­ja­dor debe­rán soli­ci­tar­se habi­li­da­des como cono­ci­mien­tos, des­tre­zas socia­les, con­fian­za, comu­ni­ca­ción y coope­ra­ción. Cada uno de ellos pue­de ser enten­di­do como facul­ta­des sub­je­ti­vas que son cap­tu­ra­das y ane­xa­das a la com­ple­ji­dad del pro­ce­so de orga­ni­za­ción de la pro­duc­ción. De esta mane­ra:

El modo de rea­li­zar las tareas, no pudien­do ser for­ma­li­za­do, no pue­de tam­po­co ser pres­cri­to. Lo que está pres­cri­to es la sub­je­ti­vi­dad, es decir, exac­ta­men­te esto que sólo el ope­ra­dor pue­de pro­du­cir cuan­do “se da” a la tarea. Las cua­li­da­des impo­si­bles de deman­dar, y que son de ellos espe­ra­das, son el dis­cer­ni­mien­to, la capa­ci­dad de enfren­tar lo ines­pe­ra­do, de iden­ti­fi­car y resol­ver pro­ble­mas. La idea del tiem­po como están­dar de valor ya no fun­cio­na más. Lo que cuen­ta es la cali­dad de la coor­di­na­ción (Gorz, 2005, p. 18).

La auto­no­mía, el cono­ci­mien­to, la comu­ni­ca­ción, la sen­si­bi­li­dad, la per­cep­ción, la crea­ti­vi­dad, el deseo, los afec­tos y sen­ti­mien­tos, todo eso hace de la vida su dimen­sión más amplia y crea­do­ra. Hoy en día, cada una de estas dimen­sio­nes pro­du­ce y man­tie­ne el capi­tal en el nue­vo orden de la pro­duc­ción inma­te­rial. Tene­mos, enton­ces, lo que Fou­cault lla­ma “bio­po­der”, es decir, el poder ejer­ci­do sobre la vida, que se con­vier­te en el con­trol del fun­cio­na­mien­to y de la actua­ción de los cuer­pos, para la ges­tión y regu­la­ción de la pobla­ción y que “fue un ele­men­to indis­pen­sa­ble para el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, que sólo podría ser garan­ti­za­do a expen­sas de la inser­ción con­tro­la­da de los cuer­pos en el apa­ra­to de pro­duc­ción y median­te un ajus­te de los fenó­me­nos de pobla­ción a los pro­ce­sos eco­nó­mi­cos” (Fou­cault, 1979, p. 132). Se con­fi­gu­ra, enton­ces, un nue­vo poder que invier­te “la vida, de arri­ba a aba­jo” (Fou­cault, 1979, p. 131) y que, ata­do a la lógi­ca de la pro­duc­ción inma­te­rial, difu­mi­na los lími­tes antes muy bien tra­za­dos, como las nocio­nes de tiem­po y espa­cio, y las divi­sio­nes moder­nas entre la hora de pro­duc­ción y el tiem­po de ocio. Es en este sen­ti­do “de aho­ra en ade­lan­te, no es más posi­ble saber cuan­do esta­mos ‘fue­ra’ de la obra que somos lla­ma­dos a rea­li­zar. En el lími­te, ya no es más el suje­to que se pega a la obra; más que eso, es la obra que se adhie­re al suje­to” (Gorz, 2005, p. 22).

Inmer­so en un sis­te­ma de pro­duc­ción que tie­ne sus fun­da­men­tos en la comu­ni­ca­ción rápi­da y en el inter­cam­bio de infor­ma­ción casi inme­dia­to, tene­mos cada vez más tec­no­lo­gías que nos unen por redes inter­ac­ti­vas, como es el caso con el telé­fono celu­lar y orde­na­dor por­tá­til con acce­so a la inter­net, que modi­fi­can las rela­cio­nes y per­cep­cio­nes del tiem­po y del espa­cio, dic­tan­do un nue­vo rit­mo a la pro­duc­ción urba­na. Esto hace aún más com­pli­ca­da nues­tra rela­ción con el “encien­de y apa­ga” entre tra­ba­jo y vida coti­dia­na. En este esce­na­rio, “el nue­vo capi­ta­lis­mo en red, que ensal­za las cone­xio­nes, los cam­bios, la flui­dez, pro­du­ce nue­vas for­mas de explo­ta­ción y exclu­sión, nue­vas éli­tes y mise­rias, y en par­ti­cu­lar un nue­vo cie­rre a la angus­tia – le da para­da” (Pel­bart, 2003, p. 21).

Nos lla­ma a la aten­ción el hecho de que es cada vez más fre­cuen­te escu­char que­jas de los tra­ba­ja­do­res que decla­ran: “Estoy ago­ta­do” o “No pue­do apa­gar­me”, alu­dien­do a su rela­ción con el tra­ba­jo. Estas decla­ra­cio­nes a veces ter­mi­nan sien­do bana­li­za­das en medio del rit­mo fre­né­ti­co que es valo­ra­do por la pro­duc­ción capi­ta­lis­ta. For­jan­do con­tor­nos de liber­tad, fle­xi­bi­li­dad y auto­no­mía, es arro­ja­do un mon­tón de abu­sos e inva­sio­nes de tiem­po libre, lle­gan­do a ser cada vez más común la apa­ri­ción de cua­dros psi­co­pa­to­ló­gi­cos ocu­rri­dos por las rela­cio­nes de tra­ba­jo.

En el con­tex­to del tra­ba­jo mate­rial era más fácil detec­tar las fuen­tes de sufri­mien­to, por­que las pato­lo­gías que com­pro­me­tían el ren­di­mien­to de los tra­ba­ja­do­res alcan­za­ban, en la mayor par­te, el cuer­po físi­co, pudien­do ser vis­tas casi a “ojo des­nu­do” o detec­ta­das por exá­me­nes médi­cos que fácil­men­te seña­la­ban el ori­gen de la pato­lo­gía, hacien­do que el tra­ta­mien­to fue­ra diri­gi­do con la ayu­da de medi­ca­ción y/o la reti­ra­da de debe­res.

Ya en el con­tex­to del tra­ba­jo inma­te­rial, jus­to por no envol­ver sólo habi­li­da­des físi­cas, sino tam­bién de las rela­cio­nes socia­les y del afec­to en sus más varia­das com­po­si­cio­nes, muchas veces no es posi­ble visua­li­zar ni detec­tar los esta­dos de ago­ta­mien­to psí­qui­cos, así como sus efec­tos en los cuer­pos y en las rela­cio­nes labo­ra­les. Como agra­van­te, toda­vía tene­mos una heren­cia moral en la socie­dad, que en el caso de estos tra­ba­ja­do­res se hace aún más evi­den­te, pues, ade­más de la fal­ta de infor­ma­ción, las que­jas de estos tra­ba­ja­do­res gene­ral­men­te son tra­ta­das con des­pre­cio por el equi­po de tra­ba­jo y a veces por parien­tes, sien­do estos tra­ba­ja­do­res gra­va­dos como “pere­zo­sos” e “inope­ran­tes”. De ahí a la apa­ri­ción de la angus­tia emo­cio­nal esta­mos a sólo un paso.

Esta situa­ción nos hizo cues­tio­nar­nos acer­ca de cómo la psi­co­lo­gía clí­ni­ca reci­be al tra­ba­ja­dor en sufri­mien­to psí­qui­co y es ahí don­de entra en jue­go un inte­rro­gan­te sobre la prác­ti­ca y los desa­fíos de la clí­ni­ca con­tem­po­rá­nea. Al final, ¿cómo reci­bir este cuer­po en sufri­mien­to? ¿Cómo dar expre­sión a este cuer­po se(parado) de su poten­cial? Es en este sen­ti­do que las expe­rien­cias de la vida urba­na en su inter­faz con el capi­ta­lis­mo ponen nue­vas cues­tio­nes a la clí­ni­ca. Pero, antes de entrar en estos asun­tos, enten­de­mos nece­sa­rio defi­nir lo que esta­mos lla­man­do de prác­ti­ca clí­ni­ca.

La clínica desde una perspectiva histórica

His­tó­ri­ca­men­te la psi­co­lo­gía clí­ni­ca tien­de a dedi­car­se en un plan más indi­vi­dual y pato­lo­gi­zan­te que, en par­te, se expli­ca por su pro­pia his­to­ria de con­so­li­da­ción como cien­cia. Esta, des­de su ori­gen, ha adop­ta­do como pará­me­tro el mode­lo médi­co, fácil­men­te per­ci­bi­do cuan­do nos encon­tra­mos con las nocio­nes de cura­ción, de enfer­me­dad y de psi­co­pa­to­lo­gía que cru­ce sus prác­ti­cas has­ta hoy (DELHI, 2008).

Guia­dos por el pro­yec­to de una cien­cia expe­ri­men­tal car­te­sia­na, la psi­co­lo­gía nació en una polí­ti­ca higie­nis­ta bur­gue­sa que dio a aque­llos que esta­ban al mar­gen de su pro­yec­to moderno el esta­tu­to de anor­mal y que, por lo tan­to, debían ser tra­ta­dos, ajus­ta­dos y rein­te­gra­dos. Este ideal nor­ma­li­zan­te de cura­ción y adap­ta­ción diri­gi­do al “des­via­do” aún era fusio­na­do a la noción de con­trol y pre­dic­ción del com­por­ta­mien­to, dibu­jan­do un plan don­de la clí­ni­ca psi­co­ló­gi­ca cons­trui­ría sus pila­res y que, jun­to con otros dis­cur­sos cien­tí­fi­cos, era res­pon­sa­ble de pro­du­cir, cla­si­fi­car y nor­ma­li­zar el indi­vi­duo. Así que la psi­co­lo­gía y:

todas las cien­cias, aná­li­sis o prác­ti­cas con radi­ca­les “psi­co” tie­nen su lugar en esta trans­for­ma­ción his­tó­ri­ca de los pro­ce­sos de indi­vi­dua­li­za­ción. El momen­to en el cual pasa­mos de los meca­nis­mos his­tó­ri­co-ritua­les de for­ma­ción de la indi­vi­dua­li­dad a los meca­nis­mos cien­tí­fi­co-dis­ci­pli­na­res, en que el nor­mal tomó el lugar del ante­pa­sa­do, y a la medi­da, el lugar del sta­tus, reem­pla­zan­do así a la indi­vi­dua­li­dad del hom­bre memo­ra­ble por la del hom­bre cal­cu­la­ble, ese momen­to en el cual las cien­cias del hom­bre se tor­na­ron posi­bles, es aquel en el cual fue­ron pues­tas en  fun­cio­na­mien­to una nue­va tec­no­lo­gía del poder y una otra ana­to­mía polí­ti­ca del cuer­po (Fou­cault, 1977, p. 171–172).

Una de las pre­ten­sio­nes de este pro­yec­to moderno fue hacer que el indi­vi­duo fue­ra reco­no­ci­do como “por­ta­dor” de un “yo”, igual a los demás delan­te de la ley, pero que es úni­co en sus cua­li­da­des, habi­li­da­des y opcio­nes. Des­de esta pers­pec­ti­va, es sólo suya la res­pon­sa­bi­li­dad por los cam­bios y por la ascen­sión en la jerar­quía social actual, pues­to que, supues­ta­men­te, serían sus carac­te­rís­ti­cas y esfuer­zos indi­vi­dua­les lo que defi­ni­rá su lugar. De esa mane­ra, el indi­vi­duo, enton­ces, se con­vier­te en obje­to de inter­ven­ción polí­ti­ca moral que comen­zó a difun­dir­se a medi­da que cam­bia para el “yo” la res­pon­sa­bi­li­dad del éxi­to o fra­ca­so en el nue­vo orden de pro­duc­ción.

Así, el carác­ter pro­ce­sal e impre­de­ci­ble de la pro­duc­ción de los modos de vida ter­mi­na sien­do igno­ra­do en favor de metas y obje­ti­vos que son per­se­gui­dos de mane­ra incues­tio­na­ble para lograr esta­tus, des­ta­que o cual­quier atri­bu­to que les con­ce­dan una (pseudo)potencia en la jerar­quía social y labo­ral. La para­do­ja entre “esti­mu­lar la dife­ren­cia” esta­ble­cien­do las “metas que deben ser obe­de­ci­das” haría del ren­di­mien­to indi­vi­dual el mar­ca­dor de la iden­ti­dad de este “yo”, tor­nán­do­le ple­na­men­te res­pon­sa­ble por sus accio­nes, éxi­tos y fra­ca­sos. Se podría decir, inclu­so, que sen­ti­mien­tos como la cul­pa y la ver­güen­za se mane­ja­ron amplia­men­te en la eco­no­mía capi­ta­lis­ta para pro­mo­ver la regu­la­ción y el con­trol de los tra­ba­ja­do­res indi­vi­dua­les, sien­do estas tam­bién cues­tio­nes his­tó­ri­ca­men­te explo­ta­das por la clí­ni­ca.

De hecho, liga­da a la noción moder­na de iden­ti­dad y a su modo bina­rio de exclu­sión (interno/externo, loco/sano, incluido/excluido), apren­de­mos a tener como refe­ren­cia la bús­que­da de las pro­fun­di­da­des (la ver­dad del yo) y deva­luar las super­fi­cies (muta­cio­nes com­ple­jas y flui­das), como si el humano tra­je­ra con ello un “fon­do” reve­la­dor, que defi­ni­ría su supues­ta esen­cia y, así, res­pon­de­ría a la pre­gun­ta de iden­ti­dad amplia­men­te com­par­ti­da en el social: Des­pués de todo, ¿quién soy yo? La res­pues­ta “correc­ta” apa­ci­gua­ría, supues­ta­men­te, las angus­tias y los sufri­mien­tos. La clí­ni­ca, cuan­do sigue esta mis­ma ópti­ca —com­pro­me­ti­da con la indi­vi­dua­li­za­ción moder­na— se con­vier­te en un espa­cio pri­vi­le­gia­do para la pro­cu­ra de este “yo” a ser reve­la­do, que rete­ñi­ría las ver­da­des ocul­tas sobre sí mis­mo y que sólo sería posi­ble con­se­guir a tra­vés de los cono­ci­mien­tos y prác­ti­cas “psi”. Para eso, el saber que la psi­co­lo­gía acu­mu­la bajo el suje­to es a cada momen­to legi­ti­ma­do por dis­cur­sos que se difun­den por el teji­do social, abar­can­do el cono­ci­mien­to médi­co, edu­ca­ti­vo, mili­tar o el pro­pio saber del sen­ti­do común pre­sen­te en las con­ver­sa­cio­nes coti­dia­nas, pero que, de algu­na mane­ra, bus­can el ajus­te y/o la cura, apun­tan­do la psi­co­te­ra­pia como la gran sal­va­do­ra de aque­llos que no “se adap­tan” al actual sis­te­ma de pro­duc­ción. Sobre eso, Pra­do y Tris­so­to dicen:

Como cien­cia, o como con­jun­to de sabe­res y prác­ti­cas sobre el suje­to, ella tie­ne el poder social­men­te reco­no­ci­do de enun­ciar la sub­je­ti­vi­dad, decir quién son los indi­vi­duos, quién somos noso­tros; no en tan­to, ella siem­pre enun­cia como suje­tos de la nor­ma, refe­ri­do a ella, en com­pa­ra­ción con otros tipos de suje­tos como noso­tros, mar­can­do y nom­bran­do las des­via­cio­nes en tér­mi­nos de medi­das, cur­vas, con­duc­tas inade­cua­das o no, san­cio­na­das o no, cuan­do no, pato­lo­gi­za­das. Esta es la visi­bi­li­dad social de la psi­co­lo­gía, por ejem­plo, cuan­do emi­te infor­mes y dic­tá­me­nes indi­can­do carac­te­rís­ti­cas, fun­cio­nes, res­pon­sa­bi­li­da­des y la pro­pia nor­ma­li­dad de los suje­tos, téc­ni­ca y docu­men­ta­ción que apo­ya las deci­sio­nes de la fami­lia, las deci­sio­nes médi­cas, de escue­las y prác­ti­ca pro­fe­sio­nal, sir­vien­do has­ta como base para las deci­sio­nes judi­cia­les que invo­lu­cran la vida de los suje­tos (Pra­do & Tris­so­to, 2007, p.12).

His­tó­ri­ca­men­te, es evi­den­te que las exis­ten­cias son sofo­ca­das en nom­bre de la salud del cuer­po y de la ver­dad, asig­nan­do una supues­ta tota­li­dad y esta­bi­li­dad para el indi­vi­duo, y negan­do, así, el carác­ter pro­ce­sal de un ver-a-ser que es intrín­se­co a la vida. Son hechos diag­nós­ti­cos, cla­si­fi­ca­cio­nes, con­tras­tes. Se legi­ti­man los apli­ca­ti­vos téc­ni­cos en nom­bre de la sani­dad, de la higie­ne y de la mora­li­dad, ten­dien­do a sofo­car las for­mas expe­ri­men­ta­les de la exis­ten­cia y cual­quier chis­pa posi­ble de resis­ten­cia. Inclu­so hoy, cuan­do las dis­cu­sio­nes sobre las prác­ti­cas clí­ni­cas ganan más espa­cio en los pro­gra­mas de cur­sos de gra­dua­cio­nes y entre los pro­fe­sio­na­les, es toda­vía común la repro­duc­ción de pos­tu­ras que posi­ti­van prác­ti­cas basa­das en la lógi­ca moder­na hege­mó­ni­ca (inte­rior-exte­rior, nor­mal-anor­mal, inclui­do-exclui­do).

Sin embar­go, el cam­po clí­ni­co ha sido lla­ma­do a reci­bir nue­vos pro­ble­mas en la medi­da que una serie de expre­sio­nes del sufri­mien­to, expe­ri­men­ta­ción y dolor sur­ge de modo que se hace impres­cin­di­ble la dis­cu­sión, revi­sión y refor­mu­la­ción de las inter­ven­cio­nes “psi” en sus aspec­tos epis­te­mo­ló­gi­cos y prác­ti­cos. Fue en con­so­nan­cia con el aná­li­sis his­tó­ri­co de este esce­na­rio mutan­te que logra el ciu­da­dano y, de modo par­ti­cu­lar, el ciu­da­dano tra­ba­ja­dor, que esta inves­ti­ga­ción emer­ja y bus­que pis­tas para pen­sar las nue­vas posi­bi­li­da­des de prac­ti­car la clí­ni­ca. En este sen­ti­do, qui­zá sea nece­sa­rio, con cier­ta urgen­cia, poner en cues­tión nues­tras espe­cia­li­da­des y algu­nas reglas de escu­chas / dis­cur­sos / prác­ti­cas que atra­vie­san la clí­ni­ca des­de su naci­mien­to. Siguien­do estas pis­tas, inten­ta­mos car­to­gra­fiar nue­vos pai­sa­jes, que aquí lla­ma­re­mos “clí­ni­ca de la expe­rien­cia”.

Esbozando una experiencia clínica: los desafíos de la vida urbana

Hace mucho tiem­po que en nues­tra socie­dad es atri­bui­da poca impor­tan­cia a la poten­cia del cuer­po y a sus varia­cio­nes. En el régi­men de pro­duc­ción mate­rial, el cuer­po gana­ba espe­cial aten­ción por par­te del sis­te­ma eco­nó­mi­co capi­ta­lis­ta, que depo­si­ta­ba gran valor a la capa­ci­dad físi­ca pro­duc­ti­va y su hacer mecá­ni­co. Dicho valor, sin embar­go, es anun­cia­do en el día a día cuan­do habla­mos, por ejem­plo, de “mano de obra”. Si con­si­de­ra­mos esta expre­sión, pode­mos per­ci­bir que, con ella, hay un núme­ro de otras nocio­nes entre­la­za­das como las de cuer­po, de modo de tra­ba­jo y de lo que se espe­ra del tra­ba­ja­dor. Sin embar­go, como vimos en la intro­duc­ción de esta inves­ti­ga­ción, el sis­te­ma de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta ha sufri­do cam­bios sig­ni­fi­ca­ti­vos y las mane­ras de abor­dar el cuer­po del tra­ba­ja­dor tam­bién fue­ron cam­bia­das.

La eco­no­mía inma­te­rial puso en evi­den­cia nue­vas for­mas de orga­ni­zar el tra­ba­jo que, en gran par­te, cap­tu­ra­ron, o como diría Fou­cault, “secues­tra­ron” (Fou­cault, 2005, p. 114) las fuer­zas sub­je­ti­vas del tra­ba­ja­dor. Estos cam­bios han traí­do tam­bién nue­vos efec­tos a la sub­je­ti­vi­dad y a el cuer­po. Si antes este sis­te­ma nece­si­ta­ba “manos de obra” para eje­cu­tar la pro­duc­ción, hoy en día son el afec­to, el cono­ci­mien­to y la comu­ni­ca­ción lo que más se explo­ta. En efec­to, nue­vas ansie­da­des están pre­sen­tes en la vida coti­dia­na de estos tra­ba­ja­do­res. Pode­mos citar, por ejem­plo, la ince­san­te nece­si­dad de actua­li­zar­se pro­fe­sio­nal­men­te que es amplia­men­te esti­mu­la­da por las uni­ver­si­da­des, las empre­sas (públi­cas y pri­va­das) y las mul­ti­na­cio­na­les. Con eso, el tiem­po de tra­ba­jo se extien­de para la vida coti­dia­na y sobre­car­ga la exis­ten­cia con deman­das de diver­sos tipos. Por lo tan­to, ocu­rre la apa­ri­ción de una serie de nue­vas psi­co­pa­to­lo­gías que ganan pro­mi­nen­cia en los con­sul­to­rios médi­cos y psi­co­ló­gi­cos.

Hoy en día, pode­mos escu­char, con cier­ta fre­cuen­cia, a los tra­ba­ja­do­res ale­gan­do estar depri­mi­dos o des­cri­bir una espe­cie de desin­te­rés gene­ral por la vida y los encuen­tros socia­les. Este hecho lla­ma la aten­ción por­que lo que impul­sa a este tra­ba­ja­dor a la clí­ni­ca es algo del orden de las sen­sa­cio­nes, de los afec­tos y de los encuen­tros expe­ri­men­ta­dos por el cuer­po; y estas dimen­sio­nes no tie­nen ori­gen en los esfuer­zos físi­cos. En la esfe­ra de las sen­sa­cio­nes, hay mayor difi­cul­tad para des­cri­bir y com­pren­der los afec­tos, pues no se sabe con cer­te­za lo que ha modi­fi­ca­do el cuer­po o cuan­do eso se lle­vó a cabo. Sin embar­go, la deman­da de los tra­ba­ja­do­res, así como de la socie­dad en gene­ral, gra­vi­ta en solu­cio­nes rápi­das, expo­nien­do la expec­ta­ti­va de cura­ción y tra­ta­mien­to. Des­de la pers­pec­ti­va del mer­ca­do, ¿cómo es posi­ble hacer que este tra­ba­ja­dor (toma­do por afec­tos a veces difí­ci­les de ser aco­gi­dos y ela­bo­ra­dos) ser capaz de pro­du­cir en su fuer­za máxi­ma? Par­te de la clí­ni­ca médi­ca res­pon­dió a esta pre­gun­ta según una pers­pec­ti­va cura­ti­va, toman­do ven­ta­ja de medi­ca­men­tos y diag­nós­ti­cos. Pero ¿qué pasa con la clí­ni­ca psi­co­ló­gi­ca? ¿Ella ensa­ya, en este ámbi­to de inter­ven­ción, otras posi­bi­li­da­des que no sólo sea la de hacer el hom­bre capaz de tra­ba­jar? ¿Sera que lo que se ve hoy en día es sólo que las cla­si­fi­ca­cio­nes psi­co­pa­to­ló­gi­cas guían las prác­ti­cas clí­ni­cas?

Los esta­dos de sufri­mien­to, cuan­do se des­cri­ben en estas cla­si­fi­ca­cio­nes, mues­tran una impo­si­bi­li­dad de expre­sión afec­ti­va del cuer­po, que dejó de pro­du­cir el “deman­da­do” por el sis­te­ma capi­ta­lis­ta. De esa mane­ra, cuan­do el tra­ba­ja­dor se enmar­ca en cla­si­fi­ca­cio­nes de la clí­ni­ca médi­ca, su cuer­po pier­de legi­ti­mi­dad mien­tras alguien que sien­te y expe­ri­men­ta inten­sa­men­te el dolor en una cir­cuns­tan­cia deter­mi­na­da, con­fi­gu­rán­do­se, enton­ces, como un “caso” a “tra­tar”. En diver­sas situa­cio­nes, su peti­ción por ayu­da es cala­da por las eti­que­tas y los medi­ca­men­tos. Sin embar­go, como esta­mos vivien­do en un momen­to his­tó­ri­co que valo­ra sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te la medi­ca­li­za­ción, no debe­mos per­der de vis­ta que este tra­ba­ja­dor tam­bién quie­re des­ha­cer­se de los “sín­to­mas” que le moles­tan. Con eso, la vía del medi­ca­men­to es, a veces, más cómo­da, más rápi­da y menos cos­to­sa. En este esce­na­rio, los psi­co-diag­nós­ti­cos arti­cu­la­dos a los medi­ca­men­tos ter­mi­nan sien­do reci­bi­dos con cier­to ali­vio por el tra­ba­ja­dor que tie­ne su cuer­po toma­do por sen­ti­mien­tos y afec­tos dolo­ri­dos que, a menu­do, no pue­de loca­li­zar o des­cri­bir. Cuan­do este sufri­mien­to es cla­si­fi­ca­do y ya es posi­ble de reme­diar, tie­ne el sen­ti­do ilu­so­rio de que está ade­lan­te de la situa­ción, que tie­ne el “con­trol” del cuer­po y de las expe­rien­cias vivi­das.

Sin embar­go, las moles­tias gene­ra­das por las expe­rien­cias labo­ra­les pue­den a veces obli­gar al tra­ba­ja­dor a bus­car un ampa­ro más allá de los diag­nós­ti­cos o medi­ca­men­tos que son tan pro­pa­ga­dos en nues­tro tiem­po his­tó­ri­co, pues lo que gri­ta en los cuer­pos es del orden de afec­to, del deve­nir, de un pro­ce­so. En esta coyun­tu­ra, la clí­ni­ca psi­co­ló­gi­ca es lla­ma­da a reci­bir a las nue­vas deman­das. Cuan­do el cuer­po del tra­ba­ja­dor en sufri­mien­to reco­no­ce los lími­tes de los “tra­ta­mien­tos” y bus­ca expe­ri­men­tar nue­vos modos de exis­ten­cia, dife­ren­tes del actual ya cono­ci­do, pone la prác­ti­ca clí­ni­ca delan­te de nue­vos desa­fíos que, a su vez, requie­ren otra mane­ra de mirar, escu­char y com­pren­der al tra­ba­ja­dor en el sufri­mien­to.

¿Pero, al final, de cual clí­ni­ca esta­mos hablan­do? A par­tir de este entorno pasa­mos a cami­nar en direc­ción a una clí­ni­ca de la expe­rien­cia. Para ello, par­ti­re­mos del pre­su­pues­to de que de la expe­rien­cia del encuen­tro con el otro emer­ge una prác­ti­ca clí­ni­ca. La expe­rien­cia que abor­da­mos aquí no es acer­ca de la noción empi­ris­ta tra­di­cio­nal que se impli­ca con la demos­tra­ción o veri­fi­ca­ción de las hipó­te­sis a par­tir de la mani­pu­la­ción de varia­bles ambien­ta­les en labo­ra­to­rio. Tam­bién no tie­ne nin­gu­na cone­xión con la noción de expe­rien­cia como acu­mu­la­ción de cono­ci­mien­to para una mejor adap­ta­ción a situa­cio­nes futu­ras. Por una pri­me­ra apro­xi­ma­ción, la noción de expe­rien­cia aquí se con­fi­gu­ra como una sin­gu­la­ri­dad, que es pro­du­ci­da por varia­cio­nes y expe­ri­men­ta­cio­nes en detri­men­to a las leyes gene­ra­les.

Una tra­di­ción más pres­crip­ti­va de la psi­co­lo­gía ter­mi­nó renun­cian­do a un aspec­to impor­tan­te de la expe­rien­cia: la sin­gu­la­ri­dad. De mane­ra simi­lar, esta renun­cia se pro­du­ce en nues­tra vida coti­dia­na con las expe­rien­cias de los encuen­tros que vivi­mos que, a veces, tam­bién se atas­can a las repre­sen­ta­cio­nes o se redu­cen a inter­pre­ta­cio­nes for­ma­tea­das pre­via­men­te. Estas repre­sen­ta­cio­nes e inter­pre­ta­cio­nes ser­vi­rían como una espe­cie de defen­sa con­tra las con­mo­cio­nes cau­sa­das por expe­rien­cias emo­cio­na­les, en la expec­ta­ti­va de evi­tar que el cuer­po que­de asus­ta­do o des­or­ga­ni­za­do con el adve­ni­mien­to del nue­vo. Sin embar­go, es nota­ble que inclu­so den­tro de estas inter­pre­ta­cio­nes son colo­ca­dos en pro­gre­so varia­cio­nes suti­les y poco per­cep­ti­bles.         

Y es en esa direc­ción que se pone en cues­tión el pro­ble­ma a la expe­rien­cia. ¿Cómo pen­sar­la? Una pri­me­ra pis­ta está en la noción de varia­ción. Para abor­dar ese tema, deci­mos de algo que no es cons­tan­te, que fluc­túa, tam­ba­lea. El aná­li­sis de la expe­rien­cia nos lle­va, por lo tan­to, a la noción de pro­ce­so, de movi­mien­to. Si pen­sa­mos en el tra­ba­ja­dor inma­te­rial, en la infi­ni­dad de dis­cur­sos y encar­gos que afec­tan a su cuer­po todos los días, enten­de­mos mejor el sig­ni­fi­ca­do de la varia­ción que se colo­ca en la expe­rien­cia de los múl­ti­ples encuen­tros. Pero, vale la pena con­si­de­rar que tene­mos nume­ro­sos encuen­tros en un día y todos pro­du­cen efec­tos dife­ren­tes. Así, un encuen­tro por si mis­mo no se con­fun­de con el pro­ble­ma de la expe­rien­cia. Lo que va a carac­te­ri­zar­lo será la mane­ra como el cuer­po expe­ri­men­ta este encuen­tro y los afec­tos accio­na­dos en cada expe­rien­cia. En este sen­ti­do, Larro­sa dice: “por eso, el saber de la expe­rien­cia es un saber par­ti­cu­lar, rela­ti­vo, con­tin­gen­te y per­so­nal. Si la expe­rien­cia no es lo que pasa, pero lo que nos pasa, dos per­so­nas, toda­vía que enfren­ten el mis­mo even­to, no hacen la mis­ma expe­rien­cia” (Larro­sa, 2002, p. 27).

Cabe decir aún, que la expe­rien­cia de los encuen­tros pue­de pro­vo­car trans­for­ma­cio­nes que no siem­pre son acep­ta­das por el cuer­po de quién tra­ba­ja. El tra­ba­ja­dor que recu­rre a la clí­ni­ca tie­ne su cuer­po toma­do por fuer­zas que no cono­ce con cer­te­za dón­de vie­nen, pero que piden paso. Abra­zar la sin­gu­la­ri­dad de la expe­rien­cia, con sus varia­cio­nes de afec­tos y sen­sa­cio­nes des­per­ta­das en el cuer­po pue­de, a menu­do, ser ate­rra­dor. Enton­ces, cada vez que inten­ta poner­se en con­tac­to con la dife­ren­cia (que pue­de impli­car valo­res, rup­tu­ras, sue­ños, pre­fe­ren­cias, for­mas de vida), uno tie­ne la sen­sa­ción de “pér­di­da de con­trol”, de tur­bu­len­cia, de un “mareo” que sacu­de los terri­to­rios ya cono­ci­dos. Es como si el suje­to expe­ri­men­ta­se un mareo que des­ta­ca el des­co­no­ci­do y que, al prin­ci­pio, invia­bi­li­za cual­quier tipo de com­pren­sión racio­nal. Sin embar­go, estos esta­dos de con­fu­sión y muer­te dan pis­tas y anun­cian nue­vas posi­bi­li­da­des de vida para este cuer­po. Rol­nik dice:

Tales com­po­si­cio­nes, a par­tir de un cier­to umbral, gene­ran en noso­tros esta­dos iné­di­tos, extra­ños en rela­ción aque­llo de que es hecha la con­sis­ten­cia sub­je­ti­va de nues­tra figu­ra actual. Se rom­pe así, irre­ver­si­ble­men­te, el equi­li­brio de esta nues­tra figu­ra, sacu­den sus con­tor­nos. Se pue­de decir que cada vez que eso se pasa hay una vio­len­cia, vivi­da por nues­tro cuer­po en su for­ma actual, que nos des­es­ta­bi­li­za y nos pone la exi­gen­cia de crear un nue­vo cuer­po —en nues­tra exis­ten­cia, en nues­tra for­ma de sen­tir, de pen­sar, de actuar, etc.— que ven­ga a encar­nar el esta­do iné­di­to que se hace en noso­tros, la dife­ren­cia que rever­be­ra a espe­ra de un cuer­po que la tra­ga para el visi­ble (Rol­nik, 1993, p. 3).

Pen­san­do espe­cí­fi­ca­men­te en el tra­ba­ja­dor inma­te­rial que se encuen­tra en sufri­mien­to cuan­do recu­rre a la clí­ni­ca, cabe cues­tio­nar: ¿cómo ella (la clí­ni­ca) podría ser una alia­da para accio­nar un con­tac­to más direc­to con las varia­cio­nes de este cuer­po?, o, ¿qué haría de esas expe­rien­cias per­tur­ba­do­ras una prác­ti­ca clí­ni­ca? La clí­ni­ca, en medio de esas cues­tio­nes, impli­ca, nece­sa­ria­men­te, una prác­ti­ca de varia­ción, pues el encuen­tro clí­ni­co no es otra cosa sino expe­ri­men­ta­cio­nes de sí pro­pio. Eso por­que la expe­rien­cia del encuen­tro clí­ni­co, así como las expe­rien­cias coti­dia­nas, no está dada, pero se encuen­tra en vías de hacer­se, actua­li­zan­do-se en varia­cio­nes y en inven­cio­nes diver­sas. Obvia­men­te, exis­ten cons­tan­cias, esta­bi­li­da­des, hábi­tos que son sis­te­má­ti­ca­men­te reco­lo­ca­dos; pero, aquí nos intere­sa afir­mar e inves­ti­gar el movi­mien­to inma­nen­te a la pro­pia vida, tenien­do en vis­ta que la cons­tan­cia se man­tie­ne en cuan­to tal has­ta el momen­to ines­pe­ra­do de la irrup­ción de lo ines­pe­ra­do, cuan­do las varia­cio­nes afec­tan.

Curio­sa­men­te, las cues­tio­nes que son tema en la clí­ni­ca sugie­ren esta­dos de endu­re­ci­mien­to del cuer­po, cie­rre de las vías sen­si­ti­vas y cons­tan­cia de las viven­cias, no per­mi­tien­do al suje­to entrar en con­tac­to con las expe­rien­cias de los encuen­tros. Tales esta­dos anun­cian diso­cia­cio­nes entre las fuer­zas de resis­ten­cia de la crea­ción, bien como entre estas fuer­zas y las sen­sa­cio­nes que las con­vo­can (Rol­nik, 2003), tor­nan­do casi inso­por­ta­ble el con­tac­to con la dife­ren­cia.

Enton­ces, tal vez el gran desa­fío de la clí­ni­ca hoy sea accio­nar el cuer­po “blin­da­do” para reci­bir peque­ñas bre­chas de expe­ri­men­ta­ción. Ese accio­nar pue­de ser con­si­de­ran­do una ten­ta­ti­va de cone­xión del suje­to con las expe­rien­cias, por más duras y difí­ci­les que ellas sean. Así, la expe­rien­cia del encuen­tro clí­ni­co per­mi­ti­ría nue­vos encuen­tros, pero tam­bién la aber­tu­ra para el con­tac­to con las expe­ri­men­ta­cio­nes afec­ti­vas emer­gen­tes y que están pidien­do expre­sión. En esa pers­pec­ti­va, las expe­rien­cias entra­rían en un cam­po de pro­ble­ma­ti­za­ción clí­ni­ca que accio­na­ría y cam­bia­ría las con­fi­gu­ra­cio­nes ya borra­das del cuer­po del tra­ba­ja­dor, posi­bi­li­tan­do así que éste pudie­se encar­nar las dife­ren­cias de expe­ri­men­tar estas nue­vas con­di­cio­nes del vivir en el con­tex­to labo­ral. Pero, cabe resal­tar que no hay para­da en ese pro­ce­so, tenien­do en vis­ta que la vida, por ella mis­ma, ocu­rre por cons­tan­te movi­mien­to.

Pode­mos pen­sar enton­ces que, una vez colo­ca­das en cur­so, las dife­ren­cias no se fijan o ter­mi­nan; ellas siguen vivas como fuen­tes para la crea­ción. Así, a cada nue­va expe­rien­cia, las dife­ren­cias pue­den ser accio­na­das, refle­ja­das en nue­vas cone­xio­nes y reac­tua­li­za­das en el cuer­po, pro­du­cien­do nue­vos afec­tos y exi­gien­do la crea­ción de un nue­vo cuer­po que las encar­ne. Es así que vol­ve­mos al incó­mo­do des­aso­sie­go que es estar vivo. Rol­nik afir­ma:

En otras pala­bras, el suje­to se engen­dra en el deve­nir: no es él quien con­du­ce, más si las mar­cas. Lo que el suje­to pue­de, es dejar­se extra­ñar pos las mar­cas que se hacen en su cuer­po, es inten­tar criar sen­ti­do que per­mi­ta su exis­ten­cia —y cuan­to más logra hacer­lo, pro­ba­ble­men­te mayor es el gra­do de poten­cia con que la vida se afir­ma en su exis­ten­cia (Rol­nik, 1993, p.3).

Y es en este sen­ti­do que con­ce­bi­mos la clí­ni­ca como expe­rien­cia, pues ella mis­ma es aber­tu­ra para aco­ger las incó­mo­das dife­ren­cias de aque­llos que le pro­cu­ran. En la pers­pec­ti­va de aná­li­sis adop­ta­da en este estu­dio, ella no tie­ne como obje­ti­vo un resul­ta­do, una meta o una cura. Tal expe­rien­cia se hace en y por la dife­ren­cia, en y por el movi­mien­to. Su prác­ti­ca se cons­ti­tu­ye como pro­ce­so, que va ocu­par­se “en acom­pa­ñar los peque­ños ges­tos, accio­nes y sen­sa­cio­nes que, has­ta cier­to ins­tan­te, eran inac­ce­si­bles y que, por un cam­bio en la corre­la­ción de las fuer­zas en jue­go en los encuen­tros con el afue­ra, pasan a ser expe­ri­men­ta­das” (Man­sano, 2011, p.73).

Se pue­de decir enton­ces que el tra­ba­ja­dor, toma­do por la vio­len­cia de los encuen­tros urba­nos y labo­ra­les, tie­ne la prác­ti­ca clí­ni­ca como una alia­da de las cone­xio­nes entre su cuer­po y las expe­rien­cias que le advie­nen. Esta­mos ante una prác­ti­ca que bus­ca “dar cuer­po” exac­ta­men­te al que lla­ma­mos de inma­te­rial, que no tie­ne for­ma ni con­tor­nos, pero que, en todo momen­to, nos atra­vie­sa y nos accio­na para vivir la expe­rien­cia de crea­ción y actua­li­za­ción de las dife­ren­cias.

Consideraciones finales

Como pudi­mos acom­pa­ñar al lar­go de esta inves­ti­ga­ción, la clí­ni­ca de la expe­rien­cia se impli­ca con peque­ños sig­nos de vida que irrum­pen en los encuen­tros y en las afec­ta­cio­nes expe­ri­men­ta­das por los cuer­pos. Con­si­de­ra­mos que la clí­ni­ca, como prac­ti­ca que pro­ble­ma­ti­za­rá el cuer­po y su cone­xión con las expe­rien­cias, posi­bi­li­ta encar­nar y pro­du­cir nue­vos modos de vida. Sin embar­go, ade­más de las cues­tio­nes que per­mean esta inves­ti­ga­ción, pen­sar la clí­ni­ca de la expe­rien­cia nos lle­vo has­ta otros hori­zon­tes y cues­tio­na­mien­tos.

Tenien­do en cuen­ta que la psi­co­lo­gía no tra­ba­ja con otra cosa sino con cone­xio­nes, encuen­tros y afec­tos, y pen­san­do la actua­ción clí­ni­ca del psi­có­lo­go, nos hici­mos el siguien­te cues­tio­na­mien­to: ¿Cuál es la radi­ca­li­dad de la expe­rien­cia del encuen­tro clí­ni­co para el psi­có­lo­go y su inter­lo­cu­tor? La radi­ca­li­dad a la cual nos refe­ri­mos no impli­ca sola­men­te situa­cio­nes extre­mas, sino, sobre todo aque­llos encuen­tros coti­dia­nos que guar­dan la posi­bi­li­dad de pro­ble­ma­ti­zar lo vivi­do.

Otra cues­tión que se des­en­ca­de­na es la ten­sión entre pres­crip­cio­nes y expe­rien­cia. Actual­men­te, uno de los pun­tos que apa­re­cen en los enun­cia­dos de varios psi­có­lo­gos con cier­to gra­do de angus­tia es la deman­da al pro­fe­sio­nal de la psi­co­lo­gía de ofre­cer res­pues­tas rápi­das sobre cómo y cuán­do inter­ve­nir. En esa direc­ción, nos pre­gun­ta­mos, ¿des­de qué lugar ese pro­fe­sio­nal va a res­pon­der a las deman­das clí­ni­cas y/o ins­ti­tu­cio­na­les cuan­do la impre­vi­si­bi­li­dad del encuen­tro y sus afec­ta­cio­nes son sus úni­cas evi­den­cias?

Par­tien­do da la pers­pec­ti­va de una vida cam­bian­te y dis­tan­tes de la pre­ten­sión de resol­ver rápi­da­men­te sus varia­cio­nes, pen­sa­mos que des­pren­der­se de las cer­te­zas pres­crip­ti­vas, admi­tien­do y sos­te­nien­do la impo­ten­cia de no tener res­pues­tas cer­te­ras, será una de las con­di­cio­nes para expe­ri­men­tar el encuen­tro clí­ni­co en el lími­te de esa ten­sión urba­na y labo­ral recu­rren­te­men­te colo­ca­da, aten­tan­do con­tra la pro­duc­ción de la vida y la inven­ción de sí.

Pode­mos pen­sar enton­ces, que tal vez la radi­ca­li­dad de la expe­rien­cia para el psi­có­lo­go esté pre­ci­sa­men­te en hacer con que los encuen­tros clí­ni­cos ganen con­tor­nos de inven­ción, expe­ri­men­ta­ción y cone­xión del cuer­po con la dife­ren­cia pro­du­ci­da en lo coti­diano. Así, sería posi­ble abrir­se a la posi­bi­li­dad de dar cuer­po, lite­ral­men­te, a las expe­rien­cias de alte­ri­dad que son pro­du­ci­das en el con­tex­to clí­ni­co.

Referencias

Foucault, M. (1979). História da Sexualidade I: A vontade de saber. Rio de Janeiro: Graal.

Foucault, M. (2005). A Verdade as Formas Jurídicas. Rio de Janeiro: Editora Nau.

Gorz, A. (2005). O Imaterial: Conhecimento, Valor e Capital. São Paulo: Annablume.

Hardt, M.; Negri, A. (2005). Império. Rio de Janeiro: Record.

Larrosa, J. (2002). Notas sobre a experiência e o saber de experiência.  Revista Brasileira de Educação, n. 19, jan/abr, pp. 20-28.

Mansano, S. R. V. (2011). Clínica e potência: algumas considerações sobre a experiência dos encontros em Gilles Deleuze. Mnemosine, 7 (2), pp. 64-74.

Pelbart, P. (2003). Vida Capital: Ensaios de biopolítica. São Paulo: Iluminuras.

Prado Filho, K; Trisotto, S. (2007). A Psicologia como disciplina da norma nos escritos de M. Foucault. Revista Aulas. Dossiê Foucault. n.3. dez., pp. 5-15.

Rolnik. S. (1993). Pensamento, corpo e devir - Uma perspectiva ético/estético/política no trabalho acadêmico. Cadernos de subjetividade, 1 (2). São Paulo, set/fev. pp. 241-251.

Rolnik, S. (2003). “Fale com ele” ou como tratar o corpo vibrátil em coma. En red: < http://www4.pucsp.br/nucleodesubjetividade/ Textos/ SUELY/ fale com ele.pdf >

Notas

1. Psi­có­lo­ga for­ma­da por la Uni­ver­si­dad Esta­tal de Londrina/ PR/Brasil. Resi­den­te del Pro­gra­ma de Salud de la Mujer del HU/UEL.

2. Pro­fe­so­ra de la Maes­tría en Admi­nis­tra­ción y del Depar­ta­men­to de Social e Ins­ti­tu­cio­nal de la Uni­ver­si­dad Esta­tal de Lon­dri­na. Correo elec­tró­ni­co: mansano@uel.br