Depresión y autoestima. Mujeres con doble jornada de trabajo en dos etapas del ciclo vital Descargar este archivo (10. Soria Rocio.pdf)

Marisela Rocío Soria Trujano[1], Surinam Medina Mata[2], Fátima Rosas Badillo[3] y Kenia Benítez Arenas[4].

Facultad de Estudios Superiores Iztacala
Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen

Un fac­tor aso­cia­do a la depre­sión y baja auto­es­ti­ma en muje­res es la doble jor­na­da de tra­ba­jo. Los obje­ti­vos del pre­sen­te estu­dio fue­ron eva­luar depre­sión y auto­es­ti­ma en muje­res con doble jor­na­da de tra­ba­jo en dos eta­pas del ciclo vital. Se eva­lua­ron 225 muje­res resi­den­tes de la Ciu­dad de Méxi­co o del área metro­po­li­ta­na. Se for­ma­ron tres mues­tras: 1) 75 muje­res con hijos/as peque­ños; 2) 75 muje­res con un/a hijo/a ado­les­cen­te con un pro­ble­ma de con­duc­ta; y 3) 75 muje­res con un ado­les­cen­te sin esta carac­te­rís­ti­ca. Se emplea­ron el Inven­ta­rio de depre­sión de Beck y la Esca­la Rosen­berg de auto­es­ti­ma. Se obtu­vie­ron por­cen­ta­jes y se apli­có la prue­ba t de Stu­dent. La mayo­ría de las par­ti­ci­pan­tes no pre­sen­tó depre­sión y alcan­zó nive­les medios o bajos de auto­es­ti­ma. No se encon­tra­ron dife­ren­cias esta­dís­ti­cas entre las mues­tras. Se sugie­re eva­luar estrés y apo­yo social.

Pala­bras cla­ve: depre­sión, auto­es­ti­ma, doble jor­na­da de tra­ba­jo, ciclo vital.

Abstract

A fac­tor asso­cia­ted with depres­sion and low self-esteem in women is the dou­ble work­day. The objec­ti­ves of the pre­sent study were to eva­lua­te depres­sion and self-esteem in women with dou­ble work shifts in two sta­ges of the life cycle. Two hun­dred and twenty-five women living in Mexi­co City, or the metro­po­li­tan area were eva­lua­ted. Three sam­ples were for­med: 1) 75 women with young chil­dren; 2) 75 women with an ado­les­cent child with a beha­vio­ral pro­blem; and 3) 75 women with an ado­les­cent without this cha­rac­te­ris­tic. The Beck Depres­sion Inven­tory and the Rosen­berg Self-Esteem Sca­le were used. Per­cen­ta­ges were obtai­ned and Stu­den­t’s t‑test was applied. Most of the par­ti­ci­pants did not pre­sent depres­sion and reached medium or low levels of self-esteem. No sta­tis­ti­cal dif­fe­ren­ces were found bet­ween sam­ples. It is sug­ges­ted to eva­lua­te stress and social sup­port.

Key­words: Depres­sion, Self-esteem, Dou­ble wor­king day, Life cycle.

Introducción

La Aso­cia­ción Psi­co­ana­lí­ti­ca Mexi­ca­na (2018) apor­ta datos que indi­can que el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Esta­dís­ti­ca, Geo­gra­fía e Infor­má­ti­ca ha reve­la­do que, en Méxi­co, el 29.9% de los habi­tan­tes mexi­ca­nos, mayo­res de 12 años, ha pre­sen­ta­do algún nivel de depre­sión oca­sio­nal­men­te; mien­tras que el 12.4% lo ha pade­ci­do fre­cuen­te­men­te. Las cifras tam­bién indi­can que este tras­torno es la pri­me­ra cau­sa de sui­ci­dio a nivel mun­dial y la cuar­ta de dis­ca­pa­ci­dad, sien­do que, en el año 2016, se regis­tra­ron 6370 sui­ci­dios, con un 8.7% de muer­tes vio­len­tas por este moti­vo. Es la pri­me­ra razón para el dete­rio­ro de la cali­dad de vida de las muje­res y la nove­na entre los hom­bres y es la prin­ci­pal sin­to­ma­to­lo­gía rela­cio­na­da a enfer­me­da­des cró­ni­co-dege­ne­ra­ti­vas.

La Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (2021) refie­re que una per­so­na depri­mi­da mani­fies­ta tris­te­za e irri­ta­bi­li­dad, pér­di­da del dis­fru­te o del inte­rés en acti­vi­da­des que antes rea­li­za­ba y le pro­du­cían satis­fac­ción; difi­cul­tad de con­cen­tra­ción, sen­ti­mien­to de cul­pa, baja auto­es­ti­ma, pen­sa­mien­tos de muer­te o de sui­ci­dio, alte­ra­cio­nes en el sue­ño y en el ape­ti­to y sen­sa­ción de can­san­cio. Si esta situa­ción se pre­sen­ta la mayor par­te del día, casi a dia­rio y duran­te al menos dos sema­nas, se habla de depre­sión. Esta orga­ni­za­ción agre­ga que los epi­so­dios depre­si­vos pue­den tener como con­se­cuen­cias difi­cul­ta­des en el fun­cio­na­mien­to de tipos per­so­nal, fami­liar, social, edu­ca­ti­vo y labo­ral, entre otros.

Váz­quez (2016) seña­la que la depre­sión se carac­te­ri­za por pér­di­da de inte­rés y de la capa­ci­dad para dis­fru­tar de las acti­vi­da­des que antes pro­du­cían pla­cer; pue­den pre­sen­tar­se tras­tor­nos del sue­ño, del ape­ti­to, tam­bién pen­sa­mien­tos de auto­de­va­lua­ción, soma­ti­za­ción, y exis­tir el ries­go de sui­ci­dio para la per­so­na que la pade­ce.

Hay datos que demues­tran que la depre­sión es uno de los tras­tor­nos con mayor evi­den­cia de dife­ren­cia de géne­ro en cuan­to a su pre­va­len­cia. Las muje­res tie­nen apro­xi­ma­da­men­te el doble de ries­go de pre­sen­tar depre­sión que los hom­bres (Hoyos et al., 2012; Kess­ler & Bro­mer, 2013; Kueh­ner, 2017). Esto se debe a varios fac­to­res tales como la fal­ta de acce­so a la edu­ca­ción, la sobre­car­ga labo­ral, y vio­len­cia de la que pue­den ser víc­ti­mas. Ade­más, muchas muje­res hoy en día desem­pe­ñan varios roles: de madre, de espo­sa, jefa de fami­lia, tra­ba­ja­do­ra y ama de casa. Esta mul­ti­pli­ci­dad de pape­les desem­pe­ña­dos pue­de cau­sar exce­so de estrés y depre­sión (Ochoa et al., 2015). Gar­cía et al. (2015) seña­lan que la inequi­dad de géne­ro y las dife­ren­cias eco­nó­mi­cas, el cui­da­do de los/as hijos/as y del hogar, así como las rela­cio­nes asi­mé­tri­cas entre sexos, influ­yen en la pre­sen­cia de sín­to­mas como pro­ble­mas de sue­ño, baja ener­gía, pér­di­da de inte­rés, de con­cen­tra­ción, de moti­va­ción para el sexo, e irri­ta­bi­li­dad.

La “doble pre­sen­cia” es un tér­mino que pro­pu­so la soció­lo­ga ita­lia­na Lau­ra Bal­bó en la déca­da de los años seten­ta del siglo XX, el cual hace refe­ren­cia al esti­lo de vida de las muje­res en las socie­da­des indus­tria­li­za­das, que impli­ca afron­tar la acti­vi­dad labo­ral y el tra­ba­jo domés­ti­co-fami­liar como úni­ca opción; esta doble pre­sen­cia pue­de afec­tar la salud de algu­nas muje­res, mani­fes­tan­do estrés, ansie­dad y depre­sión (Ramos, 2008). Al res­pec­to, Ruiz et al. (2017) argu­men­tan que la doble pre­sen­cia sig­ni­fi­ca que las muje­res, en el hora­rio de tra­ba­jo deben ges­tio­nar tam­bién sus res­pon­sa­bi­li­da­des hoga­re­ñas y en su tiem­po no labo­ral deben ges­tio­nar sus obli­ga­cio­nes del tra­ba­jo remu­ne­ra­do; se han obte­ni­do datos que indi­ca­ron que muchas muje­res con doble jor­na­da de tra­ba­jo repor­tan tener dema­sia­das preo­cu­pa­cio­nes domés­ti­cas con peso sig­ni­fi­ca­ti­vo como fac­tor estre­san­te. Sal­da­ña (2018) opi­na que, inde­pen­dien­te­men­te del desem­pe­ño de un tra­ba­jo remu­ne­ra­do, de tiem­po com­ple­to o par­cial, muchas muje­res asu­men la res­pon­sa­bi­li­dad de las tareas del hogar, habien­do una gran nece­si­dad de con­ci­liar tiem­pos de tra­ba­jo asa­la­ria­do y de tra­ba­jo repro­duc­ti­vo y que, en muchos casos, ellas con­si­de­ran que la pare­ja tie­ne pocos cono­ci­mien­tos con res­pec­to a las tareas domés­ti­cas y por este moti­vo pre­fie­ren ser ellas las que ten­gan más acti­vi­da­des por rea­li­zar. Esta­ble­ce, ade­más, que hoy en día hay mayor par­ti­ci­pa­ción de los varo­nes en la rea­li­za­ción de las tareas del hogar, pero ellos deci­den cuán­do y qué labo­res lle­var a cabo, mos­tran­do con ello su menor res­pon­sa­bi­li­dad en la vida repro­duc­ti­va y ponien­do en evi­den­cia que hay roles de géne­ro asi­mé­tri­cos. Por otro lado, Bau­tis­ta y Sán­chez (2016) indi­can que la eta­pa del ciclo vital de la fami­lia es un deter­mi­nan­te pri­mor­dial de la can­ti­dad de tra­ba­jo rea­li­za­da. Lle­va­ron a cabo un estu­dio en el que com­pa­ra­ron la car­ga de tra­ba­jo domés­ti­ca entre muje­res espo­sas y muje­res sin pare­ja jefas de hogar, todas ellas con al menos un/a hijo/a menor de 12 años. Las pri­me­ras dedi­ca­ban 63 horas a la sema­na para desem­pe­ñar la doble jor­na­da de tra­ba­jo, mien­tras que las jefas de hogar dedi­ca­ban 65 horas. Algu­nos hom­bres eva­lua­dos seña­la­ron dedi­car 12 horas a la sema­na al tra­ba­jo domés­ti­co y al cui­da­do de los/as hijos/as, en sus fami­lias. Por su par­te, Casi­que (2008) repor­ta que en los hoga­res en los que hay pre­sen­cia de hijos/as peque­ños, aumen­ta de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va el tra­ba­jo domés­ti­co que rea­li­zan las muje­res, sien­do las acti­vi­da­des en torno al cui­da­do de la fami­lia, inelu­di­ble para las muje­res y opcio­nal para los hom­bres.

Aho­ra bien, las pare­jas con hijos/as peque­ños afron­tan situa­cio­nes estre­san­tes; no obs­tan­te, son dife­ren­tes a las que pue­de impli­car la edu­ca­ción de hijos/as ado­les­cen­tes: pro­ble­mas de socia­li­za­ción, agre­si­vi­dad, aca­dé­mi­cos, emba­ra­zos tem­pra­nos, adic­cio­nes, etcé­te­ra, lo cual pue­de gene­rar más pre­sio­nes fami­lia­res. Moreno y Chau­ta (2012) men­cio­nan que en muchos hoga­res el cui­da­do y edu­ca­ción de hijos/as peque­ños gene­ra mucho esfuer­zo por par­te de los padres, prin­ci­pal­men­te de la madre, debi­do a que requie­ren más aten­ción y, por lo tan­to, más tiem­po para cui­dar­los; sin embar­go, cuan­do los niños lle­gan a la eta­pa ado­les­cen­te, pue­den pre­sen­tar pro­ble­mas de con­duc­ta, cau­san­do ines­ta­bi­li­dad al sis­te­ma fami­liar, debi­do a los cam­bios emo­cio­na­les y de con­duc­ta que mani­fies­tan. Asel­ti­ne et al. (2010) seña­lan que duran­te la ado­les­cen­cia la fami­lia se enfren­ta a ten­sio­nes; pue­de haber un des­equi­li­brio en la orga­ni­za­ción de las reglas esta­ble­ci­das y exis­te el ries­go de que los (as) jóve­nes pre­sen­ten con­duc­tas inade­cua­das y pro­ble­mas emo­cio­na­les.

El cui­da­do y edu­ca­ción de jóve­nes ado­les­cen­tes, pue­de repre­sen­tar un reto para las muje­res en quie­nes recae esta res­pon­sa­bi­li­dad. Algu­nos auto­res seña­lan que las muje­res emplea­das asa­la­ria­das, y que ade­más son amas de casa, desem­pe­ñan múl­ti­ples roles, situa­ción que pue­de afec­tar su bien­es­tar tan­to físi­co como psi­co­ló­gi­co, notán­do­se en ellas pre­sen­cia de sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va (Mar­tí­nez, 2014; Mon­te­só, 2014; Vil­chez et al., 2013). Por su par­te, Fuen­te (2005) encon­tró que muje­res con tres o más hijos/as meno­res de 14 años, y sin pare­ja, repor­ta­ban pro­ble­mas de depre­sión.

Otro aspec­to que pue­de ver­se afec­ta­do por la doble jor­na­da de tra­ba­jo feme­ni­na es la auto­es­ti­ma. Rosen­berg (1965) y Rosen­berg et al. (1995) con­si­de­ran que la auto­es­ti­ma es el sen­ti­mien­to que un indi­vi­duo tie­ne hacia sí mis­mo, basán­do­se en sus pro­pias carac­te­rís­ti­cas. Zen­teno (2017) afir­ma que la auto­es­ti­ma es un con­jun­to de sen­ti­mien­tos y sen­sa­cio­nes con res­pec­to a uno mis­mo, resul­ta­do de las expe­rien­cias que se van tenien­do, y que pue­den ser posi­ti­vos o nega­ti­vos; aña­de que los indi­vi­duos inter­pre­tan sus viven­cias con base en estos sen­ti­mien­tos y sen­sa­cio­nes y ello influ­ye en áreas tales como la per­so­nal, la pro­fe­sio­nal, la labo­ral y la social. Bor­bor (2015) y Gaxio­la (2014) han obte­ni­do datos de inves­ti­ga­ción que demues­tran que algu­nas amas de casa pue­den mani­fes­tar una baja auto­es­ti­ma como con­se­cuen­cia del exce­so de tra­ba­jo domés­ti­co y por la ruti­na de este, expre­san­do can­san­cio y mala cali­dad de vida, con­si­de­ran­do que su tra­ba­jo domés­ti­co es obli­ga­to­rio, y sin remu­ne­ra­ción eco­nó­mi­ca, lo cual afec­ta sus rela­cio­nes inter­per­so­na­les. Mon­te­só (2014) argu­men­ta que las muje­res que tra­ba­jan fue­ra del hogar mejo­ran su situa­ción eco­nó­mi­ca, incre­men­tan sus redes socia­les y su auto­es­ti­ma; no obs­tan­te, en las zonas urba­nas, muchas de ellas han per­di­do el apo­yo de la fami­lia exten­sa, por lo que están ais­la­das y ello pue­de cau­sar­les estrés, depre­sión y baja auto­es­ti­ma, debi­do a la dis­tri­bu­ción inequi­ta­ti­va de las tareas del hogar.

Se ha esta­ble­ci­do que la auto­es­ti­ma se aso­cia con la depre­sión. Andra­de y Gon­zá­les (2017) apor­tan datos que per­mi­ten obser­var que mien­tras más alto sea el nivel de auto­es­ti­ma es menor la idea­ción sui­ci­da y la depre­sión, esta­ble­cién­do­se que la auto­es­ti­ma pue­de ser un fac­tor pro­tec­tor ante estas con­duc­tas.

La mater­ni­dad y la pater­ni­dad supo­nen un cam­bio radi­cal en el ciclo vital de la fami­lia. Así sur­gió el inte­rés por rea­li­zar el pre­sen­te estu­dio cuyos obje­ti­vos fue­ron:

  1. Medir la pre­va­len­cia de depre­sión en muje­res (casa­das o en unión libre) con doble jor­na­da de tra­ba­jo (amas de casa y con empleo remu­ne­ra­do) en la eta­pa del ciclo vital de hijos/as peque­ños y en la eta­pa de hijos/as ado­les­cen­tes con o sin algún pro­ble­ma de con­duc­ta.
  2. Medir la auto­es­ti­ma en muje­res (casa­das o en unión libre) con doble jor­na­da de tra­ba­jo (amas de casa y con empleo remu­ne­ra­do) en la eta­pa del ciclo vital de hijos/as peque­ños y en la eta­pa de hijos/as ado­les­cen­tes con o sin algún pro­ble­ma de con­duc­ta.
  3. Ana­li­zar la posi­ble dife­ren­cia entre las mues­tras en rela­ción con las varia­bles estu­dia­das.

Método

Dise­ño: Estu­dio explo­ra­to­rio des­crip­ti­vo.

Par­ti­ci­pan­tes:

Se eva­lua­ron 225 muje­res, casa­das o en unión libre, resi­den­tes de la Ciu­dad de Méxi­co o del área metro­po­li­ta­na. Se dis­tri­bu­ye­ron en las siguien­tes mues­tras:

  1. 75 en la eta­pa del ciclo vital de la fami­lia corres­pon­dien­te a los/as hijos/as peque­ños (3 a 5 años) y que desem­pe­ña­ran doble jor­na­da de tra­ba­jo.
  2. 75 muje­res en la eta­pa del ciclo vital de la fami­lia corres­pon­dien­te a los/as hijos/as ado­les­cen­tes, quie­nes pre­sen­ta­ban un pro­ble­ma de con­duc­ta.
  3. 75 muje­res con doble jor­na­da de tra­ba­jo, en la eta­pa del ciclo vital de la fami­lia corres­pon­dien­te a los/as hijos/as ado­les­cen­tes, quie­nes no pre­sen­ta­ban un pro­ble­ma de con­duc­ta.

Los pro­ble­mas de con­duc­ta iden­ti­fi­ca­dos por el ser­vi­cio psi­co­ló­gi­co de las escue­las a las que asis­tían los/as ado­les­cen­tes fue­ron: bajo ren­di­mien­to esco­lar, mala con­duc­ta, inges­ta de alcohol u otras dro­gas, y pro­ble­mas de apren­di­za­je.

Se les con­tac­tó por vía veci­nal, de amis­ta­des o fami­lia­res, sien­do la mues­tra no pro­ba­bi­lís­ti­ca de tipo inten­cio­nal. Reci­bie­ron infor­ma­ción com­ple­ta con res­pec­to a los obje­ti­vos del estu­dio a lle­var­se a cabo, de los ins­tru­men­tos a emplear­se y de la for­ma en la que sería su cola­bo­ra­ción, de mane­ra que pudie­ra con­tar­se con su con­sen­ti­mien­to infor­ma­do. Ade­más, se hizo del cono­ci­mien­to de las par­ti­ci­pan­tes, que los datos obte­ni­dos podrían ser pre­sen­ta­dos en even­tos cien­tí­fi­cos y/o publi­ca­dos en revis­tas espe­cia­li­za­das, res­pe­tan­do su ano­ni­ma­to.

Ins­tru­men­tos:

Se empleó el Inven­ta­rio de depre­sión de Beck, que cons­ta de 21 ítems que eva­lúan sín­to­mas cog­nos­ci­ti­vos rela­cio­na­dos con esta­dos depre­si­vos. El/la par­ti­ci­pan­te evaluado/a eli­ge la fra­se que se apro­xi­me más a cómo se ha sen­ti­do duran­te las últi­mas sema­nas. Se obtie­nen los siguien­tes nive­les: sin depre­sión, leve, mode­ra­do o seve­ro. Ade­más, se apli­có la Esca­la de auto­es­ti­ma Rosen­berg (1995). Cons­ta de 10 ítems con opcio­nes de res­pues­ta tipo Likert: “muy de acuer­do”, “de acuer­do”, “en des­acuer­do”, y “muy en des­acuer­do”. Se obtie­nen los siguien­tes nive­les: bajo, medio o nor­mal.

Pro­ce­di­mien­to:

Se apli­ca­ron los ins­tru­men­tos de mane­ra indi­vi­dual, en el hogar o lugar de tra­ba­jo de las par­ti­ci­pan­tes. Se pidió que leye­ran las ins­truc­cio­nes y expre­sa­ran si exis­tía algu­na duda para acla­rar­la, de no ser así, se pro­ce­día a con­tes­tar los reac­ti­vos.

Aná­li­sis de datos:

Se obtu­vie­ron datos por­cen­tua­les y se apli­có la prue­ba t de Stu­dent.

Resultados

Los datos indi­ca­ron que la mayo­ría de las par­ti­ci­pan­tes de la mues­tra de muje­res

con hijos/as peque­ños no repor­tó depre­sión. Sin embar­go, se detec­ta­ron casos con nive­les leve, mode­ra­do y seve­ro de este tras­torno (ver tabla 1) en lo que res­pec­ta a las mues­tras de muje­res madres de hijos/as ado­les­cen­tes, con o sin un pro­ble­ma de con­duc­ta, los datos per­mi­ten obser­var que la mayo­ría de las par­ti­ci­pan­tes no mani­fes­tó depre­sión. No obs­tan­te, los casos de este tras­torno en los nive­les leve y mode­ra­do se pre­sen­ta­ron con mayor fre­cuen­cia en la mues­tra con ado­les­cen­tes con repor­te de pro­ble­mas de con­duc­ta. En ambas mues­tras se detec­tó el mis­mo núme­ro de casos de depre­sión seve­ra (ver tabla 2). En cuan­to a auto­es­ti­ma, los datos corres­pon­dien­tes a la mues­tra de muje­res madres de hijos/as peque­ños indi­ca­ron que se obtu­vie­ron pun­ta­jes de nive­les medio o bajo, sin casos de nivel nor­mal (ver tabla 3). Final­men­te, se pue­de men­cio­nar que los datos en lo que res­pec­ta a las mues­tras de madres de hijos/as ado­les­cen­tes reve­la­ron que fue­ron pocas par­ti­ci­pan­tes las que alcan­za­ron el nivel nor­mal de auto­es­ti­ma, des­ta­can­do las fre­cuen­cias de nive­les medio y bajo, tan­to en los casos de ado­les­cen­tes con pro­ble­mas de con­duc­ta como en los/as que no tenían algún pro­ble­ma de este tipo (ver tabla 4).

Tabla 1. Fre­cuen­cias y por­cen­ta­jes de nive­les de depre­sión en la mues­tra de muje­res con un (a) hijo (a) peque­ño

DEPRESIÓN EN LA MUESTRA DE MUJERES EN LA ETAPA DE HIJOS/AS PEQUEÑOS

Nive­les

Fre­cuen­cia

Por­cen­ta­je

Sin depre­sión

53

70.7

Leve

14

18.7

Mode­ra­do

7

9.3

Seve­ro

1

1.3

Total

75

100

Tabla 2. Fre­cuen­cias y por­cen­ta­jes de nive­les de depre­sión en las mues­tras de muje­res con o sin un (a) hijo (a) ado­les­cen­te con pro­ble­mas de con­duc­ta

DEPRESIÓN ETAPA ADOLESCENTES CON/SIN PROBLEMA

Con pro­ble­ma de con­duc­ta

Sin pro­ble­mas de con­duc­ta

Nive­les

Fre­cuen­cia

Por­cen­ta­je

Nive­les

Fre­cuen­cia

Por­cen­ta­je

Sin depre­sión

34

45.3

Sin depre­sión

43

57.3

Leve

29

38.7

Leve

24

32

Mode­ra­do

10

13.3

Mode­ra­do

6

8

Seve­ro

2

2.7

Seve­ro

2

2.7

Total

75

100

Total

75

100

.

Tabla 3. Fre­cuen­cias y por­cen­ta­jes de nive­les de auto­es­ti­ma en la mues­tra de muje­res con hijos/as peque­ños

AUTOESTIMA MUJERES EN LA ETAPA DE HIJOS/AS PEQUEÑOS

Nive­les

Fre­cuen­cia

Por­cen­ta­je

Nor­mal

0

0

Medio

42

56

Bajo

33

44

Total

75

100

Tabla 4. Fre­cuen­cias y por­cen­ta­jes de nive­les de auto­es­ti­ma en las mues­tras de muje­res con o sin un (a) hijo (a) ado­les­cen­te con pro­ble­mas de con­duc­ta

AUTOESTIMA MUJERES ETAPA ADOLESCENTES, CON/SIN PROBLEMA

Con pro­ble­ma

Sin pro­ble­ma

Nive­les

Fre­cuen­cia

Por­cen­ta­je

Nive­les

Fre­cuen­cia

Por­cen­ta­je

Nor­mal

8

10.6

Nor­mal

2

2.7

Medio

38

50.7

Medio

36

48

Bajo

29

38.7

Bajo

37

49.3

Total

75

100

Total

75

100

Las com­pa­ra­cio­nes se rea­li­za­ron para auto­es­ti­ma y per­mi­tie­ron obser­var que no hubo dife­ren­cia esta­dís­ti­ca entre la mues­tra de hijos/as peque­ños y la de ado­les­cen­tes con pro­ble­mas de con­duc­ta: t148 = 1.692 p > .05; tam­po­co entre la mues­tra de hijos/as peque­ños y la de ado­les­cen­tes sin pro­ble­mas de con­duc­ta: t148 = -.310 p > .05; ni entre las mues­tras de ado­les­cen­tes con y sin pro­ble­mas de con­duc­ta: t148 = ‑1.896 p > .05.

Conclusiones

El pre­sen­te estu­dio arro­jó datos con base en los cua­les se pue­de decir que, a pesar de que en el caso de las madres de hijos/as peque­ños, así como de ado­les­cen­tes, la mayo­ría de ellas no se eva­luó con depre­sión, se detec­ta­ron casos con nivel leve, y algu­nos con nive­les mode­ra­do y seve­ro, sien­do más noto­rio en las mues­tras de ado­les­cen­tes.

Se han obte­ni­do datos que han per­mi­ti­do esta­ble­cer rela­ción entre la depre­sión y fac­to­res socia­les en cuan­to a las muje­res. Fac­to­res tales como la doble jor­na­da de tra­ba­jo y la crian­za de los/as hijos/as for­ta­le­cen dicha rela­ción. El rol tra­di­cio­nal de la mujer pue­de lle­var­la a prio­ri­zar las nece­si­da­des de los demás y no las pro­pias; la exce­si­va car­ga de tra­ba­jo y el con­flic­to entre empleo remu­ne­ra­do y fami­lia pue­den influir para la mani­fes­ta­ción de sin­to­ma­to­lo­gía depre­si­va (Váz­quez, 2016; Gon­zá­lez et al., 2020). Shmi­te (2009) agre­ga que la com­bi­na­ción de la res­pon­sa­bi­li­dad del cui­da­do del hogar y de hijos/as peque­ños, auna­da a la jor­na­da de tra­ba­jo remu­ne­ra­do, tie­ne un gran peso para que muchas muje­res repor­ten depre­sión.

Es posi­ble que, en el pre­sen­te estu­dio, las muje­res par­ti­ci­pan­tes, al con­tar con ingre­sos eco­nó­mi­cos, pudie­sen reci­bir ayu­da de una emplea­da del hogar que las apo­ya­ra lle­van­do a cabo las tareas domés­ti­cas y/o del cui­da­do de los/as hijos/as y ello fun­gie­ra como fac­tor ate­nuan­te de la pre­sen­cia de depre­sión.

Por otro lado, en lo que res­pec­ta a la auto­es­ti­ma de las par­ti­ci­pan­tes del pre­sen­te estu­dio, se pue­de decir que resal­ta­ron los nive­les medio y bajo. Mon­te­só (2014) men­cio­na que las muje­res que desem­pe­ñan un tra­ba­jo asa­la­ria­do pue­den ele­var su con­di­ción eco­nó­mi­ca, ampliar sus redes socia­les y su auto­es­ti­ma; no obs­tan­te, se pue­den dar casos en los que ellas no cuen­ten con apo­yo de par­te de la fami­lia exten­sa y/o de algu­na emplea­da del hogar para la rea­li­za­ción de las tareas domés­ti­cas y de cui­da­do de los/as hijos/as y esta situa­ción pue­de gene­rar­les estrés, depre­sión y baja auto­es­ti­ma debi­do a la dis­tri­bu­ción inequi­ta­ti­va de las tareas del hogar.

No se esta­ble­cie­ron dife­ren­cias esta­dís­ti­cas sig­ni­fi­ca­ti­vas en auto­es­ti­ma en las com­pa­ra­cio­nes entre las mues­tras estu­dia­das. Se pue­de decir que la mayo­ría de las par­ti­ci­pan­tes de las tres mues­tras no repor­ta­ron un buen nivel de esta varia­ble, inde­pen­dien­te­men­te de la eta­pa del ciclo vital y del hecho de tener o no algún/a hijo/a con pro­ble­mas de con­duc­ta. Gra­ni­llo et al. (2015) han con­clui­do que las madres de hijos/as de 18 años o más son las que pre­sen­tan más daños en su salud, más alto nivel de estrés, poca satis­fac­ción labo­ral y con la vida en gene­ral.

Muchas muje­res se enfren­tan al con­flic­to tra­ba­jo-fami­lia y sien­ten cul­pa por no desem­pe­ñar su papel de madres de tiem­po com­ple­to. El hecho de con­tar con la ayu­da de una tra­ba­ja­do­ra del hogar pue­de no ser sufi­cien­te para dis­mi­nuir la inco­mo­di­dad que muchas muje­res sien­ten por estar ausen­tes del hogar y lejos de sus hijos/as, lo cual pue­de pro­pi­ciar la idea de no ser bue­nas madres y con ello la baja auto­es­ti­ma. Gómez y Jimé­nez (2015) argu­men­tan que los padres y madres pue­den per­ci­bir­se posi­ti­va o nega­ti­va­men­te como tales depen­dien­do del papel que cada uno desem­pe­ñe en la fami­lia; para algunos/as es difí­cil com­pa­gi­nar las res­pon­sa­bi­li­da­des labo­ra­les y las del hogar, lo cual pue­de gene­rar estrés y con­flic­tos entre padres/madres e hijos/as, sien­do que estos últi­mos lle­guen a pre­sen­tar pro­ble­mas de con­duc­ta, lo que a su vez gene­ra baja auto­es­ti­ma en aqué­llos, con­si­de­ran­do que no lle­van a cabo su papel paren­tal de mane­ra ade­cua­da.

Se sugie­re rea­li­zar estu­dios que eva­lúen las rela­cio­nes labo­ra­les y de pare­ja, así como el apo­yo social reci­bi­do y el papel de los hombres/padres en el ámbi­to domés­ti­co y en la crianza/educación de los/as hijos/as.

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Notas

  1. Dra. Rocío Soria, pro­fe­so­ra Psi­co­lo­gía, Área Clí­ni­ca, FES Izta­ca­la, UNAM maroc@unam.mx

  2. Lic. Suri­nam Medi­na, egre­sa­da de la FES Izta­ca­la, UNAM surymedina2@gmail.com

  3. Lic. Fáti­ma Rosas, egre­sa­da de la FES Izta­ca­la, UNAM fatimarosas_97@hotmail.com

  4. Lic. Kenia Bení­tez, egre­sa­da de la FES Izta­ca­la, UNAM keniabeniteza@gmail.com