Diferentes pero iguales. Representaciones sociales e identidad de personas con discapacidad física

Different but the same. Social representations and identity of people with physical disabilities

Edna Gabriela Díaz Báez[1], Benjamín Emanuel Silva Luévanos[2] y Karla Irene Sandoval Sánchez[3]

Escuela de Psicología, Universidad Autónoma de Coahuila

Resu­men

Esta inves­ti­ga­ción pro­po­ne dar cuen­ta del impac­to que tie­nen las repre­sen­ta­cio­nes socia­les de la dis­ca­pa­ci­dad en la cons­truc­ción de la iden­ti­dad de per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca. Se lle­va­ron a cabo ocho entre­vis­tas semi-estruc­tu­ra­das. Resul­ta que a pesar de la repre­sen­ta­ción nega­ti­va que gira en torno a la dis­ca­pa­ci­dad, las per­so­nas recon­fi­gu­ran los sig­ni­fi­ca­dos de esta e inte­gran de mane­ra equi­li­bra­da una iden­ti­dad alter­na­ti­va que se opo­ne al orden social ins­ti­tui­do, con­clu­yen­do que esto pue­de deber­se a que habi­tan un cuer­po en situa­ción de dis­ca­pa­ci­dad des­de el naci­mien­to. Se plan­tea rei­vin­di­car el valor de la dife­ren­cia como rique­za y diver­si­dad.

Pala­bras cla­ve: Dis­ca­pa­ci­dad; iden­ti­dad; cuer­po; cul­tu­ra; con­tex­to.

Abs­tract

This research pro­po­ses to account for the impact that social repre­sen­ta­tions of disa­bi­lity have on the cons­truc­tion of the iden­tity of peo­ple with phy­si­cal disa­bi­li­ties. Eight semi-struc­tu­red inter­views were carried out. It turns out that des­pi­te the nega­ti­ve repre­sen­ta­tion that revol­ves around disa­bi­lity, peo­ple recon­fi­gu­re its mea­nings and inte­gra­te in a balan­ced way an alter­na­ti­ve iden­tity that oppo­ses the social order, con­clu­ding that this may be due to the fact that they inha­bit a body in a situa­tion of disa­bi­lity from birth. It is pro­po­sed to claim the value of dif­fe­ren­ce as rich­ness and diver­sity.

Key­words: Disa­bi­lity; iden­tity; body; cul­tu­re, con­text.

Notas preliminares

Actual­men­te la dis­ca­pa­ci­dad se cons­ti­tu­ye como un fenó­meno evi­den­te y pal­pa­ble en la reali­dad social mexi­ca­na, de acuer­do con el últi­mo Cen­so de Pobla­ción y Vivien­da 2020 (INEGI, 2020), hay 6,179,890 per­so­nas con algún tipo de dis­ca­pa­ci­dad, lo que repre­sen­ta 4.9% de la pobla­ción total del país y espe­cí­fi­ca­men­te, en Coahui­la viven 454,870 per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad.

En occi­den­te, la mayor par­te del siglo XX la dis­ca­pa­ci­dad había sido con­si­de­ra­da como una men­te o cuer­po defec­tuo­so, inco­rrec­to, caren­te, insu­fi­cien­te e que las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad comen­za­ron a par­ti­ci­par polí­ti­ca­men­te des­ple­gan­do así una nue­va avan­za­da en el área de los dere­chos civi­les y la legis­la­ción anti­dis­cri­mi­na­to­ria.

Pala­cios (2008) expli­ca cómo este momen­to his­tó­ri­co (en Esta­dos Uni­dos e Ingla­te­rra) fue una varia­ble deter­mi­nan­te en la con­so­li­da­ción del mode­lo social de la dis­ca­pa­ci­dad que pos­tu­la dos aspec­tos cla­ve. El pri­me­ro men­cio­na que las cau­sas que ori­gi­nan la dis­ca­pa­ci­dad no son de orden reli­gio­sas ni cien­tí­fi­cas, como lo han ase­gu­ra­do otros mode­los, sino que dichas cau­sas son úni­ca­men­te de índo­le social. Esto quie­re decir que las limi­ta­cio­nes indi­vi­dua­les no son las raí­ces del pro­ble­ma, sino aque­llas limi­ta­cio­nes esta­ble­ci­das por la socie­dad mis­ma, ya que ésta no tie­ne las con­si­de­ra­cio­nes nece­sa­rias para que las nece­si­da­des de las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad figu­ren den­tro de ella. El segun­do aspec­to de este mode­lo se encuen­tra rela­cio­na­do con el ren­di­mien­to en la comu­ni­dad. Se pien­sa que las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad tie­nen el mis­mo poten­cial para con­tri­buir de la mis­ma mane­ra que cual­quier otra per­so­na sin dis­ca­pa­ci­dad. El mode­lo social sos­tie­ne que lo que pue­den apor­tar a la socie­dad las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad está pro­fun­da­men­te inter­re­la­cio­na­do con la inclu­sión y la acep­ta­ción de la dife­ren­cia. Este mode­lo bus­ca rei­vin­di­car las capa­ci­da­des y no de enfa­ti­zar las dis­ca­pa­ci­da­des. Cabe acla­rar que esto no sig­ni­fi­ca negar la dis­ca­pa­ci­dad sino situar­la den­tro de la socie­dad, nor­ma­li­zan­do una socie­dad que posi­bi­li­te hacer fren­te a las nece­si­da­des de todas las per­so­nas.

El mode­lo social hace una cla­ra dife­ren­cia entre defi­cien­cia y dis­ca­pa­ci­dad, mien­tras la pri­me­ra es la pér­di­da o limi­ta­ción total o par­cial de un miem­bro, órgano o meca­nis­mo del cuer­po, la dis­ca­pa­ci­dad se refie­re a la difi­cul­tad o res­tric­ción de acti­vi­dad, cau­sa­da por la mane­ra en la que se encuen­tra orga­ni­za­da la socie­dad al no con­si­de­rar a las per­so­nas con diver­si­da­des fun­cio­na­les, y por lo tan­to que­dan al mar­gen de la par­ti­ci­pa­ción en la vida coti­dia­na (Pala­cios, 2008). Jenny Morris (cita­da en Pala­cios, 2008, p. 123) lo expo­ne cla­ra­men­te: “una inca­pa­ci­dad para cami­nar es una defi­cien­cia, mien­tras que una inca­pa­ci­dad para entrar a un edi­fi­cio debi­do a que la entra­da con­sis­te en una serie de esca­lo­nes es una dis­ca­pa­ci­dad”.

En este tra­ba­jo se pro­po­ne inda­gar jus­ta­men­te sobre la impli­ca­ción del pen­sa­mien­to social de la dis­ca­pa­ci­dad en la cons­truc­ción de la iden­ti­dad de quie­nes la expe­ri­men­tan. Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les son una for­ma de dicho pen­sa­mien­to social y tie­nen un deter­mi­na­do víncu­lo con los pro­ce­sos iden­ti­ta­rios. Para dar cuen­ta de estos pro­ce­sos es inelu­di­ble incluir al cuer­po en cues­tión, pues el cuer­po es el terri­to­rio que cir­cuns­cri­be a la per­so­na. Le Bre­ton (2017) lo men­cio­na direc­ta­men­te al decir que, en las cul­tu­ras occi­den­ta­les, es el cuer­po humano el que cons­ti­tu­ye la fron­te­ra de la iden­ti­dad per­so­nal, pues para bien o para mal el indi­vi­duo se repre­sen­ta a tra­vés de su cuer­po.

Bases teórico-conceptuales

En la socio­lo­gía, antro­po­lo­gía y psi­co­lo­gía, se ha abor­da­do al cuer­po como com­po­nen­te cen­tral en la cons­truc­ción iden­ti­ta­ria de las per­so­nas reco­no­ci­das con dis­ca­pa­ci­dad. Se par­te de la idea de que la repre­sen­ta­ción que la per­so­na con dis­ca­pa­ci­dad hace de su cuer­po está media­da y codi­fi­ca­da por el con­tex­to socio­cul­tu­ral de su pro­pia expe­rien­cia. En estas dis­ci­pli­nas aca­dé­mi­cas men­cio­na­das, exis­te cier­ta una­ni­mi­dad en la noción de que dicho con­tex­to socio­cul­tu­ral cons­ti­tu­ye a los cuer­pos, y al mis­mo tiem­po cons­tru­ye a las iden­ti­da­des, y a la vez estas son deter­mi­na­das por la rela­ción de las per­so­nas con sus pro­pios cuer­pos (Ruf­fo, Acuña y Mirc, 2017).

Le Bre­ton (2002) men­cio­na que las repre­sen­ta­cio­nes socia­les asig­nan al cuer­po cier­to lugar en la dimen­sión sim­bó­li­ca de la socie­dad, estas ayu­dan a las per­so­nas a enun­ciar las dife­ren­tes par­tes que lo com­po­nen y las fun­cio­nes que cum­plen, hacen explí­ci­tas sus rela­cio­nes, pene­tran el inte­rior invi­si­ble del cuer­po para situar allí imá­ge­nes con­cre­tas. Estos sabe­res res­pec­to al cuer­po son de índo­le cul­tu­ral, aun­que las per­so­nas ten­gan una noción muy bási­ca del mis­mo. Es debi­do a dichos sabe­res que las per­so­nas logran “otor­gar­le sen­ti­do al espe­sor de su car­ne… y vin­cu­lar sus enfer­me­da­des o sufri­mien­tos con cau­sas pre­ci­sas, según la visión del mun­do” (Le Bre­ton, 2002, p. 13).

En este tra­ba­jo se acen­túa la dimen­sión sim­bó­li­ca del cuer­po, “Las repre­sen­ta­cio­nes del cuer­po y los sabe­res acer­ca del cuer­po son tri­bu­ta­rios de un esta­do social, de una visión del mun­do y, den­tro de esta últi­ma, de una defi­ni­ción de la per­so­na. El cuer­po es una cons­truc­ción sim­bó­li­ca, no una reali­dad en sí mis­mo” (Le Bre­ton, 2002, p. 13).

Por repre­sen­ta­cio­nes socia­les se entien­de una for­ma de pen­sa­mien­to del sen­ti­do común, un cono­ci­mien­to que usa­mos los acto­res socia­les para expli­car la reali­dad. Tam­bién son cono­ci­mien­to prác­ti­co, es decir sir­ven como guía para actuar. Enton­ces las repre­sen­ta­cio­nes socia­les pue­den defi­nir­se como cons­truc­cio­nes socio­cog­ni­ti­vas que inclu­yen opi­nio­nes, sig­ni­fi­ca­dos, sím­bo­los, creen­cias, infor­ma­cio­nes y acti­tu­des hacia un obje­to deter­mi­na­do (Abric, 2001). Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les, en este caso las repre­sen­ta­cio­nes de la dis­ca­pa­ci­dad, sur­gen como un pro­ce­so de ela­bo­ra­ción men­tal en el que se toma en cuen­ta la his­to­ria de la per­so­na, sus expe­rien­cias, cons­truc­cio­nes per­so­na­les y las influen­cias del con­tex­to socio-cul­tu­ral e his­tó­ri­co (Maric, 2012). Son crea­das en la inter­ac­ción, están basa­das en la expe­rien­cia y en los dis­cur­sos que cir­cu­lan en el espa­cio públi­co, por lo tan­to, las repre­sen­ta­cio­nes socia­les se encuen­tran en el len­gua­je, son las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad quie­nes cons­tru­yen sus repre­sen­ta­cio­nes socia­les y al mis­mo tiem­po estas inte­gran su reali­dad e iden­ti­dad social (Gar­cía, 2006).

Abric (2001) men­cio­na que las repre­sen­ta­cio­nes socia­les tie­nen una fun­ción iden­ti­ta­ria, pues sitúan a los indi­vi­duos en la socie­dad, es decir, las repre­sen­ta­cio­nes socia­les defi­nen la iden­ti­dad. En pala­bras de Gimé­nez (2009), los mate­ria­les con los que cons­trui­mos la iden­ti­dad son siem­pre repre­sen­ta­cio­nes socia­les, pues la cul­tu­ra es fuen­te de iden­ti­dad y las repre­sen­ta­cio­nes socia­les son una for­ma inte­rio­ri­za­da de la cul­tu­ra.

Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les cons­ti­tu­yen una for­ma de pen­sa­mien­to social y cuen­tan con tres dimen­sio­nes: la acti­tud, es el aspec­to más afec­ti­vo, ya que es la reac­ción emo­cio­nal sobre el obje­to de la repre­sen­ta­ción; la infor­ma­ción, se refie­re a la orga­ni­za­ción de cono­ci­mien­tos y a la varie­dad de expli­ca­cio­nes que tie­nen las per­so­nas sobre el obje­to; y por últi­mo, el cam­po de la repre­sen­ta­ción, es el que se rela­cio­na con el orden y la jerar­qui­za­ción del con­te­ni­do de la repre­sen­ta­ción, cons­ti­tu­ye al con­jun­to de acti­tu­des, opi­nio­nes, imá­ge­nes, creen­cias, viven­cias y valo­res pre­sen­tes en una mis­ma repre­sen­ta­ción social. En pocas pala­bras, “cono­cer una repre­sen­ta­ción social impli­ca pre­ci­sar qué se sabe (infor­ma­ción), qué se cree, cómo se inter­pre­ta (cam­po de la repre­sen­ta­ción) y qué se hace o cómo se actúa (acti­tud)” (Ara­ya, 2002, p. 41).

Abric (2001) refie­re que las repre­sen­ta­cio­nes socia­les posi­bi­li­tan a un gru­po de per­so­nas defi­nir­se, siem­pre con rela­ción a otro y con base en eso apre­ciar­se posi­ti­va o nega­ti­va­men­te, según sea el caso. Siguien­do a Ferrei­ra (2008), la iden­ti­dad se cons­tru­ye a tra­vés de un pro­ce­so de com­pa­ra­ción entre la viven­cia con dis­ca­pa­ci­dad y la viven­cia sin dis­ca­pa­ci­dad. Con base en dicho pro­ce­so, las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad toman en cuen­ta ele­men­tos cul­tu­ra­les que las per­so­nas sin dis­ca­pa­ci­dad no con­si­de­ran, pues al no tener dicha expe­rien­cia no les resul­tan sig­ni­fi­ca­ti­vos. Es por esto que el hecho de expe­ri­men­tar una dis­ca­pa­ci­dad físi­ca les sen­si­bi­li­za res­pec­to a ello y les per­mi­te iden­ti­fi­car una diver­si­dad de ele­men­tos que ter­mi­nan por con­so­li­dar su iden­ti­dad. Enton­ces, se pue­de enten­der que el hecho de poseer una con­di­ción de dis­ca­pa­ci­dad diri­ge a una iden­ti­dad dife­ren­te, pues las varia­bles que influ­yen en la expe­rien­cia de vida en esta con­di­ción, for­man una estruc­tu­ra dis­tin­ta a la de una per­so­na que no se encuen­tra fija­da a las mis­mas dis­po­si­cio­nes. De esta mane­ra, ambas iden­ti­da­des fun­cio­nan de mane­ra com­ple­men­ta­ria, los com­po­nen­tes que no con­si­de­ra una, los adquie­re la otra.

Con base en lo esti­pu­la­do ante­rior­men­te se con­si­de­ra esen­cial situar a la iden­ti­dad como un ele­men­to de la cul­tu­ra, dis­tin­ti­va­men­te inter­na­li­za­da como repre­sen­ta­cio­nes socia­les por los indi­vi­duos o colec­ti­vos. Gimé­nez (1997) con­ci­be a la iden­ti­dad como inse­pa­ra­ble de la idea de cul­tu­ra, pues la iden­ti­dad es el lado sub­je­ti­vo de la cul­tu­ra, con­si­de­ra­da bajo el ángu­lo de su fun­ción dis­tin­ti­va.

La iden­ti­dad según Gimé­nez (2009) se carac­te­ri­za por la volun­tad de dis­tin­ción y auto­no­mía en rela­ción con otros suje­tos. Los atri­bu­tos que una per­so­na uti­li­za para auto­de­fi­nir­se son de dos tipos, de per­te­nen­cia social y par­ti­cu­la­ri­zan­tes, por lo tan­to, la iden­ti­dad con­tie­ne ele­men­tos de lo social­men­te com­par­ti­do y de lo indi­vi­dual­men­te úni­co. Es un pro­ce­so sub­je­ti­vo a tra­vés del cual los indi­vi­duos espe­ci­fi­can su dife­ren­cia median­te la auto­asig­na­ción de atri­bu­tos cul­tu­ra­les, pero es impor­tan­te seña­lar que esa auto­iden­ti­fi­ca­ción requie­re ser reco­no­ci­da por los otros, es decir por los demás suje­tos. Larraín (2001) aña­de que la iden­ti­dad tie­ne un carác­ter emi­nen­te­men­te cul­tu­ral, social y cua­li­ta­ti­vo, y se cons­ti­tu­ye con base en tres dimen­sio­nes: cuer­po, cul­tu­ra y con­tex­to social.

Maram­bio (2015) reto­ma estas dimen­sio­nes que cons­tru­yen la iden­ti­dad en situa­ción de dis­ca­pa­ci­dad físi­ca. Res­pec­to al cuer­po, este autor eli­ge defi­nir­lo plan­tean­do dos aspec­tos, por un lado, esta­ble­cer el carác­ter mate­rial del cuer­po, el cual está suje­to a estas deter­mi­na­cio­nes físi­cas a lo lar­go de la vida, y por otro, des­ta­car la fun­ción rela­cio­nal sim­bó­li­ca del cuer­po. Le Bre­ton (2002) pro­po­ne situar al cuer­po más allá de una enti­dad úni­ca­men­te ana­tó­mi­ca; ubi­car­lo como una estruc­tu­ra sim­bó­li­ca mol­dea­da por lo socio­cul­tu­ral. Enten­di­do así, el cuer­po se con­vier­te en pro­duc­tor y recep­tor de sen­ti­dos y sig­ni­fi­ca­dos.

Como ya se ha men­cio­na­do ante­rior­men­te, exis­te una repre­sen­ta­ción nega­ti­va del cuer­po con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca que rom­pe con la noción del cuer­po ideal, rele­gán­do­lo al terreno de la exclu­sión social, y es enton­ces que la iden­ti­dad se defi­ne a par­tir de dicha dife­ren­cia ¿cómo se toma con­cien­cia del cuer­po a tra­vés de la mira­da de los otros? ¿cómo se toma con­cien­cia del mun­do a tra­vés del pro­pio cuer­po? Mer­leau-Ponty (1993) refie­re que esta rela­ción es recí­pro­ca pues el cuer­po es el vehícu­lo del ser en el mun­do, el cuer­po y el mun­do son inse­pa­ra­bles, para ese autor el cuer­po no solo es pasi­vo ante los estí­mu­los exter­nos, sino que tam­bién es agen­te.

En rela­ción con la dimen­sión de cul­tu­ra, se pro­po­ne con­ce­bir­la des­de su dimen­sión sim­bó­li­ca, para Geertz (1973) el aná­li­sis de esta debe ser inter­pre­ta­ti­vo en bús­que­da de sig­ni­fi­ca­dos, pues el ser humano es un ani­mal sus­pen­di­do en tela­ra­ñas de sig­ni­fi­ca­dos que él mis­mo tejió. Enton­ces, la cul­tu­ra se defi­ne como el con­jun­to com­ple­jo de sig­nos, sím­bo­los, nor­mas, mode­los, acti­tu­des, valo­res y men­ta­li­da­des, a par­tir de los cua­les los acto­res socia­les con­fie­ren sen­ti­do a su entorno y cons­tru­yen su iden­ti­dad colec­ti­va (Gimé­nez, 2005).

La cul­tu­ra tie­ne for­mas obje­ti­va­das, es decir, sig­ni­fi­ca­dos obje­ti­va­dos en for­ma de arte­fac­tos o com­por­ta­mien­tos obser­va­bles (cul­tu­ra públi­ca) y for­mas inte­rio­ri­za­das, en for­ma de repre­sen­ta­cio­nes socia­les que pro­vie­nen de las expe­rien­cias comu­nes y com­par­ti­das. Sin las for­mas inte­rio­ri­za­das no se pue­den leer las expre­sio­nes de for­mas obje­ti­va­das (Gimé­nez, 2016), es decir, estas dotan de sen­ti­do al mun­do que nos rodea. Esta pers­pec­ti­va sim­bó­li­ca de la cul­tu­ra es el patrón de sig­ni­fi­ca­dos com­par­ti­dos, que inclu­yen dis­cur­sos, prác­ti­cas socia­les y obje­tos sig­ni­fi­ca­ti­vos a tra­vés de los cua­les las per­so­nas se comu­ni­can y com­par­ten expe­rien­cias. Res­pec­to al víncu­lo entre iden­ti­dad y cul­tu­ra, la iden­ti­dad es una for­ma de expre­sar dicha cul­tu­ra, una cul­tu­ra inte­rio­ri­za­da, un dis­cur­so sobre sí mis­mo cons­trui­do median­te dicha tela­ra­ña de sig­ni­fi­ca­dos socia­les (Mar­cús, 2011).

Tales reper­to­rios cul­tu­ra­les son inte­rio­ri­za­dos en un ima­gi­na­rio, repre­sen­ta­cio­nes de sím­bo­los valo­ra­dos por los suje­tos, con los que se cons­tru­ye una reali­dad, deli­mi­tan­do una fron­te­ra sim­bó­li­ca, entre lo interno y externo. Dicha fron­te­ra sir­ve como un cir­cui­to orien­ta­dor de las accio­nes toma­das por un suje­to ya sea indi­vi­dual, colec­ti­vo, social o his­tó­ri­co. Las repre­sen­ta­cio­nes socia­les, hacen que sea posi­ble enten­der la iden­ti­dad en con­tex­to al ver a la cul­tu­ra como sen­ti­do común, como un lugar don­de se gene­ran los con­te­ni­dos inter­sub­je­ti­vos que se com­par­ten en las comu­ni­da­des que los inter­pre­tan, don­de se gene­ran los mar­cos de refe­ren­cia (Pérez-Serrano, 2008).

Como se ha men­cio­na­do ante­rior­men­te, la repre­sen­ta­ción social de la dis­ca­pa­ci­dad es de índo­le nega­ti­va en todos los sen­ti­dos. Ferrei­ra (2008) refie­re que la dis­ca­pa­ci­dad per­ma­ne­ce en el espa­cio de lo sucio, del peca­do, de lo sinies­tro y des­agra­da­ble, de lo que es mejor evi­tar si es posi­ble, aque­llo que hay que ale­jar de la luz públi­ca y dejar­lo de lado. Tam­bién en este estu­dio se men­cio­nan diver­sos sig­ni­fi­ca­dos que son recu­rren­tes y habi­tua­les de la per­so­na con dis­ca­pa­ci­dad como las­ti­mo­sa y paté­ti­ca, un obje­to de curio­si­dad o vio­len­cia, sinies­tra o dia­bó­li­ca, ridí­cu­la, su pro­pia peor enemi­ga, una car­ga, ase­xua­da e inca­paz de par­ti­ci­par en la vida dia­ria.

Refe­rir­se al con­tex­to es pen­sar en el espa­cio en el que las per­so­nas des­en­vuel­ven su vida, para ello es pri­mor­dial con­si­de­rar tan­to el aspec­to eco­ló­gi­co como el socio­cul­tu­ral, este aná­li­sis supo­ne incluir ambos ele­men­tos, pues estos deter­mi­nan lo que la per­so­na hace o no hace, pue­de hacer o dejar de hacer. La influen­cia del con­tex­to sobre las per­so­nas pue­de ser posi­ti­va o nega­ti­va en cuan­to al impac­to que tales ele­men­tos tie­nen sobre el desem­pe­ño y eje­cu­ción de una per­so­na como miem­bro de una comu­ni­dad. Los ele­men­tos eco­ló­gi­cos se rela­cio­nan con el espa­cio físi­co, sea este natu­ral o cons­trui­do. Gar­cía (s.f.) nos men­cio­na que el aná­li­sis del con­tex­to no pue­de cen­trar­se úni­ca­men­te en el aspec­to físi­co, que es en cual se gene­ran las barre­ras u obs­tácu­los ambien­ta­les para las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca, sino que tam­bién es esen­cial deter­mi­nar el con­tex­to socio­cul­tu­ral, el cual se refie­re a enfo­car­se tam­bién en la per­cep­ción y com­pren­sión que tie­nen las per­so­nas sobre el espa­cio, invo­lu­cra con­si­de­rar las dimen­sio­nes huma­nas del com­por­ta­mien­to social hacia el espa­cio.

Al hablar del con­tex­to social en rela­ción con las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca se hace alu­sión a cómo se enfren­tan al con­tex­to en el cual están inmer­sas, la for­ma en que estas per­so­nas son dife­ren­tes a las demás y los obs­tácu­los que poseen para desa­rro­llar su vida. Le Bre­ton (2017) men­cio­na que la dis­ca­pa­ci­dad físi­ca impo­ne en muchos casos, una limi­ta­ción en las acti­vi­da­des y los des­pla­za­mien­tos, a cau­sa de las carac­te­rís­ti­cas par­ti­cu­la­res del cuer­po, pero tam­bién debi­do a que los espa­cios públi­cos son poco favo­ra­bles para reci­bir­la y las ins­ta­la­cio­nes no están acon­di­cio­na­das para admi­tir­la.

Dichas barre­ras crea­das por el espa­cio físi­co y por el espa­cio cons­trui­do son exclu­só­ge­nos espe­cial­men­te gra­ves. Pro­du­cen exclu­sión eco­nó­mi­ca, edu­ca­ti­va, de las redes socia­les, de la par­ti­ci­pa­ción ciu­da­da­na, del ocio, etc. En par­te por las pro­pias barre­ras psi­co­ló­gi­cas de los afec­ta­dos, pero sobre todo por la exclu­sión terri­to­rial que cau­sa la socie­dad al vetar, muchas veces incons­cien­te­men­te, el uso del espa­cio a algu­nos habi­tan­tes que que­dan des­te­rra­dos de los espa­cios de la vida coti­dia­na, reclui­dos en su pro­pia vivien­da o en ins­ti­tu­cio­nes (Oli­ve­ra, 2006).

Pen­sar en la dis­ca­pa­ci­dad y su rela­ción con el con­tex­to social, es pen­sar en exclu­sión pues rela­ta Ferrei­ra (2008) que vivi­mos en una socie­dad que recha­za la inte­gra­ción de una “dife­ren­cia” y en lugar de eso, la segre­ga, cata­lo­gán­do­la con un ran­go infe­rior.

En refe­ren­cia al méto­do, se plan­teó un estu­dio de cor­te cua­li­ta­ti­vo y se eli­gie­ron de mane­ra inten­cio­nal a 8 per­so­nas (4 muje­res y 4 hom­bres) con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca con­gé­ni­ta, se exclu­ye­ron aque­llas per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca adqui­ri­da. Este tra­ba­jo fue rea­li­za­do en el Cen­tro de Bachi­lle­ra­to Tec­no­ló­gi­co Indus­trial y de Ser­vi­cios (CBTIS 36), espe­cí­fi­ca­men­te en uno de los Cen­tros de aten­ción para per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad (CAED), el cual brin­da bachi­lle­ra­to no esco­la­ri­za­do a per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad, todo esto en la ciu­dad de Mon­clo­va, Coahui­la cons­ti­tui­da por 238,000 habi­tan­tes apro­xi­ma­da­men­te, situa­da en la región cen­tro-desier­to del esta­do de Coahui­la al nores­te de Méxi­co, ciu­dad prin­ci­pal­men­te indus­trial. En cues­tión de polí­ti­cas diri­gi­das a per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad, estas son prin­ci­pal­men­te de cor­te asis­ten­cial y pater­na­lis­ta.

La herra­mien­ta uti­li­za­da para reco­lec­tar datos fue la entre­vis­ta semi­di­ri­gi­da, defi­ni­da por Cor­bet­ta (2007) como un guion más o menos deta­lla­do, una lis­ta de temas a tra­tar con pre­gun­tas de carác­ter más gene­ral, que brin­da al inves­ti­ga­dor la liber­tad para desa­rro­llar temas que sur­jan en el pro­ce­so y se con­si­de­ren rele­van­tes para el estu­dio. Se esta­ble­cie­ron como cate­go­rías de aná­li­sis la dis­ca­pa­ci­dad e iden­ti­dad, y esta últi­ma fue divi­di­da en cuer­po, cul­tu­ra y con­tex­to como lo pro­pu­so Maram­bio (2015), que son dimen­sio­nes que cons­tru­yen la iden­ti­dad en situa­ción de dis­ca­pa­ci­dad físi­ca.

La ela­bo­ra­ción de la entre­vis­ta supu­so, en pri­me­ra ins­tan­cia, la revi­sión a deta­lle de la lite­ra­tu­ra espe­cia­li­za­da para la defi­ni­ción de los cons­truc­tos, es decir, se reali­zó una inves­ti­ga­ción biblio­grá­fi­ca para cono­cer el esta­do de la cues­tión. Una vez defi­ni­dos dis­ca­pa­ci­dad e iden­ti­dad, se dio paso a la ope­ra­cio­na­li­za­ción de estos median­te el esta­ble­ci­mien­to de sus ele­men­tos: cuer­po, cul­tu­ra y con­tex­to social. Des­pués, se reali­zó una prue­ba pilo­to con 2 per­so­nas (1 hom­bre y 1 mujer con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca con­gé­ni­ta), para hacer los ajus­tes per­ti­nen­tes al ins­tru­men­to, resul­tan­do así en una entre­vis­ta semi­di­ri­gi­da de 23 pre­gun­tas guía que abar­can todas las cate­go­rías men­cio­na­das. Se obtu­vo el con­sen­ti­mien­to infor­ma­do de los par­ti­ci­pan­tes, quie­nes con­ta­ban con la capa­ci­dad para con­sen­tir, lo hicie­ron de mane­ra libre y sin influen­cias, y se les pro­por­cio­nó infor­ma­ción sig­ni­fi­ca­ti­va con­cer­nien­te al pro­ce­di­mien­to.

La infor­ma­ción obte­ni­da se some­tió a un aná­li­sis cua­li­ta­ti­vo de con­te­ni­do, que ana­li­za a nivel pro­fun­do la comu­ni­ca­ción obte­ni­da con­for­me a las cate­go­rías esta­ble­ci­das pre­via­men­te, estu­dia ideas, sig­ni­fi­ca­dos, temas, sen­ti­dos o fra­ses expues­tas. Con­si­guien­do de este modo mayor pro­fun­di­dad y rique­za ana­lí­ti­ca. (Cáce­res, 2003; Fló­rez y Tobón, 2004). A con­ti­nua­ción se pre­sen­ta el aná­li­sis y dis­cu­sión de los datos obte­ni­dos, en la secuen­cia pre­via­men­te indi­ca­da.

Discusión de resultados

Res­pec­to a la per­cep­ción que tie­nen de sí mis­mas, el total de las per­so­nas entre­vis­ta­das refie­ren sen­tir­se igua­les pero dife­ren­tes a los demás, alu­den a la pala­bra de ser nor­ma­les para hacer hin­ca­pié en que son per­so­nas con capa­ci­dad de razo­nar, salu­da­bles, poseen una moral y un valor igual al de todos los seres huma­nos; a la vez, men­cio­nan per­ci­bir­se dife­ren­tes con base en su limi­tan­te físi­ca, pero tam­bién a ras­gos de su per­so­na­li­dad, como el ser más ale­gres y socia­bles o ser dema­sia­do exi­gen­tes con­si­go mis­mos. Se pone de mani­fies­to como se per­ci­ben a tra­vés de un pro­ce­so de com­pa­ra­ción con los otros, las per­so­nas sin dis­ca­pa­ci­dad. Esto ya había sido apun­ta­do por Ferrei­ra (2008), la iden­ti­dad se cons­tru­ye a tra­vés de un pro­ce­so de com­pa­ra­ción entre la viven­cia con dis­ca­pa­ci­dad y la viven­cia sin dis­ca­pa­ci­dad.

No por­que yo ten­ga una dis­ca­pa­ci­dad voy a sen­tir­me menos que los demás que están bien de sus pies, al con­tra­rio, ten­go que demos­trar­les a todos los que están bue­nos y sanos que un dis­ca­pa­ci­ta­do es el que así se pien­sa, no el que está” (Hom­bre, 23 años).

En rela­ción con el momen­to en el que las per­so­nas entre­vis­ta­das con­cien­ti­za­ron ser per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad, todas ellas rela­ta­ron que esto suce­dió en la pri­me­ra infan­cia, espe­cí­fi­ca­men­te duran­te el jue­go y socia­li­za­ción con sus pares. Seña­lan haber teni­do sen­ti­mien­tos de injus­ti­cia, tris­te­za, impo­ten­cia, cora­je y ver­güen­za, pues eran dis­cri­mi­na­dos, aco­sa­dos, ridi­cu­li­za­dos y exclui­dos de las acti­vi­da­des con los otros niños, inclu­so repri­mi­dos por los mis­mos maes­tros al no per­mi­tir­les jugar debi­do a la posi­bi­li­dad de que se las­ti­ma­ran. Esto cobra rele­van­cia pues todas las per­so­nas entre­vis­ta­das nacie­ron con algu­na dis­ca­pa­ci­dad físi­ca, es esen­cial notar que es a tra­vés de los otros que dan cuen­ta de su con­di­ción y de los valo­res y sig­ni­fi­ca­dos aso­cia­dos a ella.

“Yo siem­pre, cuan­do era niño me acuer­do que pen­sa­ba: al rato voy a correr igual, aho­ri­ta por­que estoy chi­qui­to pero al rato que esté gran­de seré igual a ellos” (Hom­bre, 28 años).

“Tenía 6 años y recuer­do que habían dicho que una niña iba a tener una fies­ta, que iban a hacer un con­cur­so de bai­le; enton­ces yo me puse a pen­sar y dije: ¿Pero cómo voy a bai­lar yo? Si yo usa­ba anda­de­ra en ese enton­ces, pen­sa­ba que no iba a poder bai­lar como los demás y me di cuen­ta que era dife­ren­te a los demás. Recuer­do pen­sar ¿Por qué a mí? ¿Por qué no a otra niña? A par­tir de eso yo me excluía mucho, me hice muy cerra­da, no que­ría ir a fies­tas ni nada, por­que pen­sa­ba ¡qué ver­güen­za que me vean así!” (Mujer, 18 años).

En defi­ni­ti­va, como afir­ma Le Bre­ton (2017) el cuer­po humano cons­ti­tu­ye la fron­te­ra de la iden­ti­dad per­so­nal, ya que la per­so­na es un cuer­po y no otra cosa. Se deter­mi­nó una estre­cha rela­ción entre iden­ti­dad y cuer­po pues los resul­ta­dos arro­ja­dos en ambas cate­go­rías son equi­va­len­tes, ya que los dis­cur­sos de las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad sobre el pro­pio cuer­po siguen una lógi­ca simi­lar a la de la cate­go­ría de la per­cep­ción de sí mis­mos, o sea ven a su cuer­po igual pero dife­ren­te al de los otros, expli­can que su cuer­po es nor­mal, útil y está sano; al mis­mo tiem­po, dicen que su cuer­po es dife­ren­te debi­do a los lími­tes que este posee, a la for­ma que este cami­na o los apa­ra­tos de los cua­les se auxi­lia, pero no sola­men­te basan su dife­ren­cia en la con­di­ción de dis­ca­pa­ci­dad físi­ca, sino que hablan de su cuer­po con base en las poten­cia­li­da­des úni­cas de las que este goza.

“Mi cuer­po es dife­ren­te en que mis manos es lo más segu­ro que ten­go, y creo que no hay otras manos que ten­gan la fuer­za que tie­nen las mías… hace tres años tuve un acci­den­te en mi moto, venía un tipo a exce­so de velo­ci­dad y me pegó, la moto fue pér­di­da total pero gra­cias a Dios no me pasó nada, te repi­to no me sol­té de la moto gra­cias a mis manos…porque no pue­do mover mis pier­nas, así desa­rro­llé una fuer­za extra en las manos, todo se com­pen­sa” (Hom­bre, 33 años).

Los sabe­res que tie­nen sobre su cuer­po pro­vie­nen del cono­ci­mien­to médi­co pues­to que todas las per­so­nas entre­vis­ta­das asis­tie­ron a múl­ti­ples con­sul­tas médi­cas duran­te su infan­cia, cono­cen el nom­bre médi­co de su dis­ca­pa­ci­dad, las cau­sas de esta, los lími­tes que les impo­ne, los cui­da­dos nece­sa­rios, los ries­gos que corren si no toman cier­tas pre­cau­cio­nes, así como el posi­ble futu­ro de su cuer­po con esta con­di­ción. Sin embar­go, a tra­vés de la expe­rien­cia de habi­tar dicho cuer­po estas per­so­nas han adqui­ri­do otro tipo de cono­ci­mien­to sobre este. Enten­di­do así el cuer­po, que­da cla­ro que este es recep­tor de sen­ti­dos y sig­ni­fi­ca­dos, pero tam­bién es pro­duc­tor de estos (Le Bre­ton, 2002).

“Aho­ra ya me sien­to a gus­to con mi cuer­po, ya sé qué le due­le y cómo recu­pe­rar­me, si hace mucho frío no pue­do cami­nar tan­to por­que sien­to como tres agu­jas en la rodi­lla, si hago mucha fuer­za, lo mis­mo, me true­na y se des­ga­rra el ner­vio, si por ejem­plo aho­ri­ta me voy con mis ami­gos a jugar fut allá atrás y piso mal al correr sien­to el des­ga­rre y sien­tes como que no traes el pie, a lo mucho me afec­ta nomás cua­tro días por­que es lo que dura el dolor… pero si yo me pon­go muchos lími­tes, como los que me ponen los doc­to­res, no esta­ría aquí, esta­ría en mi cama acos­ta­do, yo esos lími­tes los dejé atrás…” (Hom­bre, 23 años).

Al abor­dar la cate­go­ría de cul­tu­ra, espe­cí­fi­ca­men­te en la pre­gun­ta rela­cio­na­da con el sig­ni­fi­ca­do social de la dis­ca­pa­ci­dad, pue­de adver­tir­se que las per­so­nas se han per­ca­ta­do de este, pues dicen que la dis­ca­pa­ci­dad es en pri­me­ra ins­tan­cia una enfer­me­dad, por ende, un pro­ble­ma y sig­ni­fi­ca ser inú­til, no tener éxi­to, no poder hacer nada en abso­lu­to, impo­ner­se barre­ras y sufrir de dis­cri­mi­na­ción. Es evi­den­te que todo ello tie­ne una con­no­ta­ción nega­ti­va y repre­sen­ta aque­llos sig­ni­fi­ca­dos enun­cia­dos por Ferrei­ra (2008), la dis­ca­pa­ci­dad que­da en el espa­cio de lo sucio, del peca­do, de lo sinies­tro y des­agra­da­ble. No obs­tan­te, las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad han recon­fi­gu­ra­do esta repre­sen­ta­ción social, pues en la pre­gun­ta sobre el sig­ni­fi­ca­do per­so­nal de la dis­ca­pa­ci­dad, su ela­bo­ra­ción men­tal toma otro sen­ti­do, es enten­di­da como una prue­ba, un reto, una opor­tu­ni­dad para supe­rar­te y salir ade­lan­te, una lucha cons­tan­te que da cuen­ta de la valen­tía, la fuer­za y tena­ci­dad posi­bles en el ser humano.

Esto no es inusual pues las repre­sen­ta­cio­nes son socia­les, pero tam­bién son indi­vi­dua­les, y cam­bian­tes. Ara­ya (2002) expli­ca que las per­so­nas se cons­ti­tu­yen y cons­ti­tu­yen sus repre­sen­ta­cio­nes socia­les de for­ma bidi­rec­cio­nal, es decir cons­ti­tu­yen un mun­do social y cons­tru­yen y recons­tru­yen per­ma­nen­te­men­te su pro­pia reali­dad e iden­ti­dad. Es impor­tan­te recal­car que la mayo­ría de las per­so­nas entre­vis­ta­das men­cio­nan que para poder con­ce­bir en tér­mi­nos más posi­ti­vos su dis­ca­pa­ci­dad influ­yó fuer­te­men­te su círcu­lo cer­cano, como fami­lia­res y ami­gos.

“Yo la veo como una opor­tu­ni­dad para demos­trar mi valen­tía, es que gra­cias al apo­yo de mi fami­lia y mis ami­gos, o sea no, no hay chan­za de ver­le el lado nega­ti­vo, ellos siem­pre me han dado áni­mos, nun­ca me han deja­do caer, te digo, des­de que recuer­do me he sen­ti­do acom­pa­ña­da por ellos, que te digo… son unos ánge­les para mi” (Mujer, 26 años).

En resu­men, se pue­de apun­tar, como lo seña­la Ferrei­ra (2008), que el hecho de poseer una con­di­ción de dis­ca­pa­ci­dad diri­ge a una iden­ti­dad dife­ren­te y esto es men­cio­na­do por la mayo­ría de las per­so­nas, el dis­cur­so que mejor refle­ja esto es el siguien­te:

“Para mi tener una dis­ca­pa­ci­dad sig­ni­fi­ca vivir de una mane­ra muy dife­ren­te, pode­mos hacer lo mis­mo pero de dife­ren­te mane­ra, unos lo hace­mos sen­ta­dos, otros para­dos, pero todos hace­mos lo mis­mo, lo mis­mo pero a tu pro­pio rit­mo” (Mujer, 45 años).

Por últi­mo, en la cate­go­ría de con­tex­to, con­cre­ta­men­te en el espa­cio físi­co, todas las per­so­nas entre­vis­ta­das refie­ren difi­cul­ta­des en cues­tión de movi­li­dad y acce­si­bi­li­dad a diver­sos espa­cios e ins­ti­tu­cio­nes. Oli­ve­ra (2006) apun­ta que dichas barre­ras son crea­das por el espa­cio físi­co y que son exclu­só­ge­nos espe­cial­men­te gra­ves, pues pro­du­cen un recha­zo eco­nó­mi­co y edu­ca­ti­vo. En cuan­to a las barre­ras acti­tu­di­na­les todas las per­so­nas entre­vis­ta­das indi­can haber expe­ri­men­ta­do dis­cri­mi­na­ción en la escue­la, pero sobre todo en el tra­ba­jo.

“Aquí en el nor­te son muy cerra­dos en las empre­sas, no cuen­tan con el apo­yo para las per­so­nas dis­ca­pa­ci­ta­das, yo allá en Gua­na­jua­to tra­ba­jé para Game­sa, Mabe y en la Coro­na y todos tie­nen área para dis­ca­pa­ci­ta­dos, en Game­sa hacía­mos lo mis­mo todos, las per­so­nas en silla de rue­das empa­que­ta­ban y lle­va­ban galle­tas, inclu­so lle­va­ban dia­bli­tos con todo y tari­ma, o sea no era un impe­di­men­to, nada más se les adap­ta­ba las cosas. Y aquí, yo digo que no quie­ren hacer inver­sión de ese tipo…” (Hom­bre, 31 años).

Esto tam­bién se encuen­tra rela­cio­na­do con la visión uti­li­ta­ria del cuer­po. Esta pos­tu­ra de cor­te Mar­xis­ta expli­ca la idea del cuer­po como fuer­za de tra­ba­jo, de pro­duc­ción no de inver­sión, el cuer­po es vis­to como explo­ta­ble, un obje­to mani­pu­la­ble y con­ver­ti­do en una herra­mien­ta más para la expan­sión del capi­tal (Barre­ra, 2011), que­da cla­ro que el cuer­po con dis­ca­pa­ci­dad no corres­pon­de a esta lógi­ca.

En el espa­cio públi­co, de igual mane­ra, todas las per­so­nas entre­vis­ta­das seña­lan sen­tir inco­mo­di­dad por las mira­das que fijan los otros en ellas, inclu­so algu­nas de ellas rela­tan haber expe­ri­men­ta­do expre­sio­nes facia­les de dis­gus­to y pala­bras insul­tan­tes. Le Bre­ton (2017) des­cri­be ati­na­da­men­te este hecho como vio­len­to, la pri­me­ra vio­len­cia es la mira­da de los otros, sólo a las per­so­nas ordi­na­rias se les reser­va el pri­vi­le­gio de pasear­se públi­ca­men­te sin des­per­tar la menor indis­cre­ción, pues­to que no bas­ta con nacer y cre­cer para alcan­zar un esta­tus social, sino que hay que cum­plir con cier­tas impo­si­cio­nes socia­les para no topar­se con estas resis­ten­cias socia­les.

Un aspec­to que resul­tó ser poten­cial­men­te muy intere­san­te para ser inves­ti­ga­do com­ple­men­ta­ria­men­te, es la trans­for­ma­ción o posi­bles cam­bios en el sig­ni­fi­ca­do del con­cep­to de dis­ca­pa­ci­dad, ya que se obser­va­ron cier­tas ambi­va­len­cias en el. Otra futu­ra línea de inves­ti­ga­ción pudie­ra ser ampliar esta a per­so­nas no dis­ca­pa­ci­ta­das para saber qué tan­to el cuer­po les brin­da iden­ti­dad.

Conclusiones

Jue­ga un papel impor­tan­te el rol acti­vo que las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad desem­pe­ñan en su comu­ni­dad, sos­tie­nen una con­cien­cia del otro, y no sola­men­te ese otro sin dis­ca­pa­ci­dad, sino de otros igua­les a ellos que se encuen­tran en situa­cio­nes de mayor des­ven­ta­ja y seña­lan un inte­rés en cons­truir redes de apo­yo, la mayo­ría de las per­so­nas entre­vis­ta­das par­ti­ci­pan con gru­pos u aso­cia­cio­nes, de índo­le guber­na­men­tal, moti­va­cio­nal y asis­ten­cial. Se pien­sa que este es un ele­men­to que defi­ne la iden­ti­dad de per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad, que no había sido con­si­de­ra­do a prio­ri.

Con base en el obje­ti­vo plan­tea­do, esti­mar el impac­to de la repre­sen­ta­ción social de la dis­ca­pa­ci­dad físi­ca en la cons­truc­ción de la iden­ti­dad de per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad físi­ca, se con­si­de­ra que se logró dis­tin­guir un pro­ce­so en ello, pues el total de la pobla­ción entre­vis­ta­da da cuen­ta de cono­cer y haber expe­ri­men­ta­do el con­te­ni­do nega­ti­vo en torno a su con­di­ción, sobre todo en la infan­cia y rela­tan que con el paso de los años han inte­gra­do y acep­ta­do su dis­ca­pa­ci­dad, recon­fi­gu­ran­do el sig­ni­fi­ca­do de esta. Con esto se resal­ta el carác­ter acti­vo y diná­mi­co de la iden­ti­dad.

Se pue­de entre­ver una ínte­gra asi­mi­la­ción de la iden­ti­dad con dis­ca­pa­ci­dad, se supo­ne que ello sos­tie­ne una estre­cha rela­ción con el hecho de que las per­so­nas entre­vis­ta­das en esta inves­ti­ga­ción nacie­ron con dicha dis­ca­pa­ci­dad, esta no fue adqui­ri­da, vivir en el mun­do a tra­vés de un cuer­po dis­ca­pa­ci­ta­do ha sido una cons­tan­te. Con esto no se inten­ta decir que sea sen­ci­llo inte­grar una iden­ti­dad con dis­ca­pa­ci­dad; resal­tan los resul­ta­dos encon­tra­dos por Ferrei­ra y Tobo­so (2014), en la cual dedu­cen que las per­so­nas con dis­ca­pa­ci­dad con­gé­ni­ta cons­tru­yen un dis­cur­so de racio­na­li­dad, en el cual se nie­gan el cuer­po y las emo­cio­nes, enfo­cán­do­se en un pro­yec­to de supera­ción per­ma­nen­te, lucha cons­tan­te y per­fec­cio­nis­mo, pues al supri­mir al cuer­po que los con­di­cio­na la dis­ca­pa­ci­dad deja de estar siem­pre pre­sen­te.

Un desa­fío cru­cial que se tuvo al rea­li­zar este tra­ba­jo fue poner espe­cial aten­ción a no redu­cir la dis­ca­pa­ci­dad a una cau­sa mera­men­te físi­ca, ni a las barre­ras socia­les que men­cio­na­ba el mode­lo social de la dis­ca­pa­ci­dad. Hubo que adver­tir la diná­mi­ca que se da en ambas direc­cio­nes, pues la expe­rien­cia de la dis­ca­pa­ci­dad es social pero tam­bién indi­vi­dual y cam­bian­te, está ins­ti­tui­da pero es ins­ti­tu­yen­te. Es sin duda, su pro­pia expe­rien­cia vivi­da en sus pro­pios cuer­pos los que dan cuen­ta tan­to de la hege­mo­nía impues­ta como del poten­cial trans­for­ma­dor de esta. Es en este mar­co que las cien­cias socia­les pue­den enri­que­cer la dis­cu­sión en la temá­ti­ca. Abor­dar­la des­de la inter­ac­ción entre el cuer­po y las cons­truc­cio­nes socia­les sobre este, sin excluir ni uno ni el otro.

No obs­tan­te, se pudo cons­ta­tar que el tener una dis­ca­pa­ci­dad con­ti­núa sien­do una pro­ble­má­ti­ca al vivir en esta socie­dad, a pesar de que todas las per­so­nas entre­vis­ta­das dije­ron tener expe­rien­cias satis­fac­to­rias con sus círcu­los socia­les cer­ca­nos, tam­bién seña­la­ron dimen­sio­nes como la labo­ral y el espa­cio públi­co, en las que viven la dis­cri­mi­na­ción mol­dea­da des­de los pre­jui­cios atri­bui­dos a esta con­di­ción. A pesar de esto, logra­ron arti­cu­lar un dis­cur­so sobre lo inade­cua­do que es esta situa­ción y el pleno dere­cho que poseen a vivir una vida libre de segre­ga­ción. Esto es pri­mor­dial men­cio­nar­lo pues no por el hecho de vivir coti­dia­na­men­te estas situa­cio­nes impli­ca que se acos­tum­bren a ellas.

Se cree opor­tuno, sobre todo en Cien­cias socia­les, res­ca­tar la defi­ni­ción de la dife­ren­cia; para ello es esen­cial escla­re­cer la per­cep­ción de la otre­dad, no como una bre­cha o como algo que sepa­ra, sino que es par­te del yo. Como bien apun­ta Dus­sel (1998), cada uno es otro y cada otro es un yo, con ello se pue­de vis­lum­brar otra con­cep­ción de la dife­ren­cia, en tér­mi­nos posi­ti­vos, como rique­za y diver­si­dad.

Referencias

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Notas

  1. Pro­fe­so­ra inves­ti­ga­do­ra de tiem­po com­ple­to. Escue­la de Psi­co­lo­gía, Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Coahui­la. ednadiaz@uadec.edu.mx
  2. Pro­fe­sor inves­ti­ga­dor de tiem­po com­ple­to. Escue­la de Psi­co­lo­gía Mon­clo­va, Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Coahui­la. benjaminsilva@uadec.edu.mx
  3. Pro­fe­so­ra inves­ti­ga­do­ra de tiem­po com­ple­to. Escue­la de Psi­co­lo­gía Mon­clo­va, Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Coahui­la. karlasandovalsanchez@uadec.edu.mx