El rol de la suerte en las percepciones de fracaso deportivo de aficionados que juegan fútbol1 Descargar este archivo (2 - el rol de la suerte en las percepciones.pdf)

Tatiana Aguiar-Montealegre2

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM, México

Andrea García-Arias3

Universidad de la Salle, Costa Rica

Resumen

Este estu­dio tuvo el obje­ti­vo de ana­li­zar la impor­tan­cia que de la suer­te cuan­do afi­cio­na­dos varo­nes cos­ta­rri­cen­ses expli­can las razo­nes por las cua­les se pro­du­ce un fra­ca­so depor­ti­vo. Se entre­vis­ta­ron ocho par­ti­ci­pan­tes (entre 15 y 25 años). Lue­go de un pro­ce­so de con­den­sa­ción, cate­go­ri­za­ción e inter­pre­ta­ción de los datos, se esta­ble­cie­ron víncu­los entre los tér­mi­nos siguien­do los linea­mien­tos del aná­li­sis lexi­co­grá­fi­co. Los resul­ta­dos mos­tra­ron que el fra­ca­so no sola­men­te se vive y entien­de como un aspec­to dolo­ro­so sino como una opor­tu­ni­dad para mejo­rar la actua­ción depor­ti­va. Éste varía de for­ma impor­tan­te cuan­do se expe­ri­men­ta como juga­dor o afi­cio­na­do. Las prin­ci­pa­les reac­cio­nes al fra­ca­so remi­ten al víncu­lo entre un afi­cio­na­do y un gru­po de juga­do­res y a la moti­va­ción de con­ti­nuar obser­van­do un par­ti­do por tele­vi­sión. El estu­dio con­clu­ye con una pro­pues­ta para com­ple­men­tar los mode­los atri­bu­cio­na­les.

Pala­bras cla­ve: Fút­bol, atri­bu­ción cau­sal, fra­ca­so depor­ti­vo, suer­te.

Abstract

This paper had the pur­po­se of analy­zing the impor­tan­ce that luck has accor­ding to Cos­ta Rican male fans that explain the reasons why a sport fai­lu­re occurs. Eight par­ti­ci­pants (with ages bet­ween 15 and 25) were inter­vie­wed. After a con­den­sa­tion, cate­go­ri­za­tion and inter­pre­ta­tion pro­cess of the data, the words were lin­ked together accor­ding to the lexi­co­graphy analy­sis. The results sho­wed that sport fai­lu­re is not only lived and unders­tood as a pain­ful aspect, but also as an oppor­tu­nity to impro­ve the ath­le­tic per­for­man­ce. Fai­lu­re varies con­si­de­rably when it is expe­rien­ced as a soc­cer pla­yer or as a soc­cer fan. The most men­tio­ned reac­tions to fai­lu­re refer to the bond bet­ween a fan and a group of pla­yers and the moti­va­tions to con­ti­nue wat­ching a match on tele­vi­sion. This paper con­clu­des by sug­ges­ting a new pro­po­sal to com­ple­ment the already exis­ting attri­bu­tio­nal models.

Key­words: Soc­cer, cau­sal attri­bu­tion, sport fai­lu­re, luck.

Introducción

El fra­ca­so depor­ti­vo pare­cie­ra haber­se cons­ti­tui­do, des­de los ini­cios de la psi­co­lo­gía del depor­te, como una som­bra oscu­ra de la cual se inten­ta huir. Los entre­na­do­res y atle­tas pre­ten­den silen­ciar­lo al enfo­car­se casi exclu­si­va­men­te en estra­te­gias para mejo­rar el ren­di­mien­to depor­ti­vo. Algo simi­lar suce­de con los inves­ti­ga­do­res; son muy pocos los que teo­ri­zan en este sen­ti­do en com­pa­ra­ción con los cien­tos que optan por pro­fun­di­zar en aspec­tos como moti­va­ción, aten­ción y acti­va­ción, for­mu­la­ción de obje­ti­vos, ima­gi­ne­ría y visua­li­za­ción, lesio­nes, abu­so de sus­tan­cias, des­gas­te pro­fe­sio­nal, entre otros.

En la últi­ma déca­da se han publi­ca­do impor­tan­tes tra­ba­jos que inten­tan pro­bar que es nece­sa­rio inte­re­sar­se por este vacío teó­ri­co. Éstos pue­den agru­par­se en tres gran­des con­jun­tos: los que bus­can aden­trar­se en las con­se­cuen­cias del fra­ca­so (tal es el caso de Arathoon & Malouff, 2004; y Con­roy, Pocz­war­dows­ki, & Hens­chen, 2001); los que reve­lan las atri­bu­cio­nes del fra­ca­so (cua­tro de ellos son Gar­cía, Cer­ve­lló, Sán­chez, Leo, & Navas, 2010; Gon­zá­lez-Boto, Moli­ne­ro, Mar­tí­nez, & Már­quez, 2006; Mali­co, Túlia, & Lan­cho, 2010; Stoe­ber & Bec­ker, 2008) y aque­llos que refle­xio­nan en torno al mie­do al fra­ca­so (por ejem­plo, Con­roy & Elliot, 2004; McGre­gor & Elliot, 2005; Sagar, Lava­llee, & Spray, 2007). De hecho, el Mie­do al Fra­ca­so ha sido con­si­de­ra­do por Sil­va (1994) como uno de los cua­tro domi­nios del mie­do en el ámbi­to depor­ti­vo, jun­to con el mie­do a la eva­lua­ción social, a las lesio­nes y a lo des­co­no­ci­do.

Lla­ma la aten­ción que, pese a la copio­sa lite­ra­tu­ra refe­ri­da a afi­cio­na­dos al fút­bol, exis­tan pocas inves­ti­ga­cio­nes cua­li­ta­ti­vas con esta pobla­ción. Más aún, no se ha encon­tra­do nin­gu­na que indi­que el sig­ni­fi­ca­do que los atle­tas o sus segui­do­res otor­gan al fra­ca­so depor­ti­vo. Con fre­cuen­cia el inte­rés en estos últi­mos se refie­re a su com­por­ta­mien­to vio­len­to, sus for­mas de agru­pa­ción, la iden­ti­dad que se gene­ra en las barras y sus repre­sen­ta­cio­nes socia­les del depor­te (Ban­yard & She­vlin, 2001; Mig­non, 2009; Rech, 2008).

Otro aspec­to a des­ta­car en la revi­sión de la lite­ra­tu­ra es la apa­ren­te rela­ción indi­so­lu­ble entre el éxi­to y el fra­ca­so en las inves­ti­ga­cio­nes. Los auto­res que eli­gen tra­tar el fenó­meno del fra­ca­so en el depor­te lo hacen de for­ma simul­tá­nea al del éxi­to; como si fue­ra inne­ce­sa­rio tra­tar­lo indi­vi­dual­men­te o impo­si­ble pen­sar­lo fue­ra de un mode­lo bipo­lar (Con­roy et al., 2001).

Ber­ger y Pope (2011), por ejem­plo, ana­li­za­ron más de 18000 jue­gos de balon­ces­to para con­cluir que en cier­tas oca­sio­nes per­der pue­de con­du­cir a ganar. Ellos demos­tra­ron esta­dís­ti­ca­men­te que aque­llos equi­pos que se encon­tra­ban lige­ra­men­te detrás de sus con­trin­can­tes duran­te el medio tiem­po del par­ti­do, tenían mayor pro­ba­bi­li­dad de ganar.

Por otra par­te, Rech (2008) les pidió a 521 hin­chas bra­si­le­ños que indi­ca­ran las pala­bras o expre­sio­nes que aso­cian con el fút­bol. Del total, 411 esta­ban fuer­te­men­te liga­das al éxi­to depor­ti­vo (prin­ci­pal­men­te los tér­mi­nos ‘emo­ción’ y ‘gol’) mien­tras que sola­men­te 36 se liga­ban direc­ta­men­te al fra­ca­so (en par­ti­cu­lar ‘tris­te­za’, ‘sufri­mien­to’, ‘eno­jo’ y ‘frus­tra­ción’).

Un últi­mo ejem­plo lo cons­ti­tu­ye el estu­dio de Oli­vei­ra, Gou­veia, y Oli­vei­ra (2009). En éste, se inves­ti­ga­ron las res­pues­tas hor­mo­na­les de juga­do­ras de fút­bol para des­cu­brir que el cam­bio en los nive­les de tes­tos­te­ro­na era posi­ti­vo para las gana­do­ras y nega­ti­vo para las per­de­do­ras (ambos a nivel esta­dís­ti­ca­men­te sig­ni­fi­ca­ti­vo). Asi­mis­mo, se deter­mi­nó que la atri­bu­ción cau­sal del resul­ta­do del par­ti­do en todas las gana­do­ras se aso­cia­ba con agen­tes inter­nos, mien­tras que algu­nas per­de­do­ras resal­ta­ban los agen­tes exter­nos como res­pon­sa­bles.

Pre­ci­sa­men­te, el desa­rro­llo de las teo­rías de la atri­bu­ción ha cons­ti­tui­do uno de los avan­ces teó­ri­cos más sig­ni­fi­ca­ti­vos para la com­pren­sión del fenó­meno del fra­ca­so depor­ti­vo. Estas teo­rías par­ten del supues­to de que las per­so­nas se esfuer­zan por com­pren­der, expli­car, pre­de­cir y jus­ti­fi­car las cau­sas que expli­can sus accio­nes o las de otros. En otras pala­bras: “las atri­bu­cio­nes han sido defi­ni­das como la per­cep­ción de la infe­ren­cia de una cau­sa” (Gar­cía et al., 2010, 76).

El mode­lo atri­bu­cio­nal bási­co fue pro­pues­to por Fritz Hei­der (1944) y modi­fi­ca­do por Ber­nard Wei­ner (1985). Wei­ner tomó los cua­tro fac­to­res de Hei­der (esfuer­zo, capa­ci­dad, difi­cul­tad de la tarea y suer­te) y los estruc­tu­ró en tres dimen­sio­nes cau­sa­les: con­tro­la­bi­li­dad, esta­bi­li­dad y locus de cau­sa­li­dad. El locus de cau­sa­li­dad (deno­mi­na­do ante­rior­men­te como locus de con­trol) se refie­re a la creen­cia de las per­so­nas de si son o no res­pon­sa­bles de lo que les ha suce­di­do. La esta­bi­li­dad indi­ca la per­ma­nen­cia o varia­ción de esta cau­sa en el tiem­po. Por últi­mo, la con­tro­la­bi­li­dad esta­ble­ce si el resul­ta­do es con­si­de­ra­do con­tro­la­ble o incon­tro­la­ble. Este mode­lo con­tri­bu­yó a acla­rar la teo­ría atri­bu­cio­nal y per­mi­tió una mayor apli­ca­bi­li­dad en el ámbi­to depor­ti­vo.

Wei­ner con­si­de­ró que todas las per­so­nas ten­de­rían a atri­buir sus éxi­tos y fra­ca­sos a una de estas cua­tro opcio­nes; sin embar­go, años de inves­ti­ga­ción die­ron a cono­cer las limi­ta­cio­nes de esta pro­pues­ta (Cox, 2009). El resul­ta­do fue una modi­fi­ca­ción al mode­lo que incluía los tipos de res­pues­tas afec­ti­vas que se pue­den espe­rar de un atle­ta de acuer­do a la atri­bu­ción.

Pese al apa­ren­te olvi­do del rol de la suer­te en algu­nas teo­ri­za­cio­nes, Moo­re (2006) expre­sa que la racio­na­li­za­ción del depor­te en tér­mi­nos cien­tí­fi­cos y eco­nó­mi­cos no indi­ca que esta noción carez­ca de un lugar pri­mor­dial en las inter­pre­ta­cio­nes de los resul­ta­dos depor­ti­vos. La suer­te for­ma par­te del voca­bu­la­rio de los atle­tas pues rápi­da­men­te se reco­no­ce que no siem­pre gana el mejor equi­po o el mejor depor­tis­ta. No obs­tan­te, es indis­pen­sa­ble recor­dar la dife­ren­cia que men­cio­na Aici­ne­na (2013) entre suer­te moral (por ejem­plo, nacer en una zona don­de se prac­ti­ca mucho el fút­bol, o tener una gené­ti­ca fami­liar que favo­re­ce la prác­ti­ca depor­ti­va) y la suer­te sim­ple (tal sería el caso de haber juga­do mejor de lo nor­mal pre­ci­sa­men­te el día que lle­gó un caza­ta­len­tos al club).

Gun­nar Brei­vik (2000) se cues­tio­na si debe­ría haber un mayor esfuer­zo por excluir la suer­te del depor­te com­pe­ti­ti­vo. Por ejem­plo, los even­tos de esca­la­da ofi­cia­les deja­ron de rea­li­zar­se al aire libre pues el cli­ma y el vien­to eran incon­tro­la­bles y afec­ta­ban de for­ma más sig­ni­fi­ca­ti­va a algu­nos depor­tis­tas que a otros. Si los ele­men­tos aso­cia­dos a la suer­te son aque­llos que somos inca­pa­ces de influen­ciar, con­tro­lar o pre­ver, ¿debe­ría el fút­bol excluir pre­ci­sa­men­te todo aque­llo que es incon­tro­la­ble y se aso­cia con la incer­ti­dum­bre?

Esta temá­ti­ca desem­bo­ca en la dis­cu­sión entre el mode­lo deno­mi­na­do Pure Test of Skills (Examen Puro de Habi­li­da­des) y el mode­lo Exci­ting Game (Jue­go Emo­cio­nan­te). El pri­mer mode­lo inten­ta­ría crear una situa­ción simi­lar a la de un labo­ra­to­rio en don­de se bus­ca con­tro­lar todas las varia­bles excep­to el desem­pe­ño de los juga­do­res; no obs­tan­te, esto pro­vo­ca­ría la pér­di­da del impac­to que se vive cuan­do el resul­ta­do de un par­ti­do se opo­ne a lo espe­ra­do. “Un depor­te sin suer­te dege­ne­ra­ría en una medi­ción cien­tí­fi­ca de capa­ci­da­des físi­cas y estra­té­gi­cas” (Brei­vik, 2000, 146).

El reco­rri­do teó­ri­co ante­rior mues­tra la impor­tan­cia de pro­fun­di­zar en el rol de la suer­te y su rele­van­cia en com­pa­ra­ción con los otros fac­to­res men­cio­na­dos en las teo­rías de atri­bu­cio­nes cau­sa­les (tales como el esfuer­zo, la capa­ci­dad y la difi­cul­tad que des­ta­ca­ba Hei­der, y la esta­bi­li­dad, la con­tro­la­bi­li­dad y el locus de cau­sa­li­dad men­cio­na­dos por Wei­ner). Por esta razón, el obje­ti­vo de la inves­ti­ga­ción fue ana­li­zar la impor­tan­cia que tie­ne la suer­te cuan­do afi­cio­na­dos cos­ta­rri­cen­ses expli­can las razo­nes por las cua­les se pro­du­ce un fra­ca­so depor­ti­vo en un par­ti­do de fút­bol. Se hipo­te­ti­zó que la suer­te resul­ta más trans­cen­den­te de lo que se ha con­si­de­ra­do has­ta el momen­to en las teo­rías tra­di­cio­na­les de atri­bu­cio­nes cau­sa­les, pues éstas han sido desa­rro­lla­das des­de las pers­pec­ti­vas de los atle­tas y no de la pobla­ción afi­cio­na­da.

Método y estrategia de análisis

Una de las mayo­res con­fron­ta­cio­nes de todo inves­ti­ga­dor es cómo obte­ner infor­ma­ción sufi­cien­te para cum­plir con los obje­ti­vos que lo han impul­sa­do a inda­gar en torno a un tema espe­cí­fi­co. En este caso, había inte­rés por apro­xi­mar­se a hom­bres cos­ta­rri­cen­ses (con eda­des entre 15 y 25 años) que fue­ran afi­cio­na­dos a algún equi­po de fút­bol nacio­nal y, a la vez, prac­ti­ca­ran este depor­te sema­nal­men­te de for­ma no pro­fe­sio­nal.

En el enfo­que cua­li­ta­ti­vo, la reco­lec­ción de la infor­ma­ción debe con­ti­nuar has­ta que todas las cate­go­rías teó­ri­cas que rigen la inda­ga­ción estén satu­ra­das (Cor­bin & Strauss, 2014). En este caso, la satu­ra­ción se alcan­zó al entre­vis­tar al octa­vo afi­cio­na­do. Cada uno de los ocho par­ti­ci­pan­tes eli­gió seu­dó­ni­mos para man­te­ner con­fi­den­cial su iden­ti­dad: San­tia­go, Josué, Cris­tiano, David, Jei­cob, Ale­xan­der, Andrés y Die­go. A todos se les con­tac­tó por pri­me­ra vez en pla­zas de fút­bol de la capi­tal para invi­tar­los a una entre­vis­ta indi­vi­dual semi-estruc­tu­ra­da (Kva­le, 1996) de apro­xi­ma­da­men­te una hora. Su elec­ción con­cuer­da con los cri­te­rios que Mer­tens (2005) pro­po­ne para la mues­tra típi­ca: se bus­ca­ron indi­vi­duos repre­sen­ta­ti­vos de la pobla­ción joven de nivel socio-eco­nó­mi­co medio y se exclu­ye­ron juga­do­res pro­fe­sio­na­les y per­so­nas que per­te­ne­cie­ran a barras depor­ti­vas.

En un segun­do momen­to,  se les expli­ca­ron los obje­ti­vos del estu­dio y se les entre­gó un Con­sen­ti­mien­to Infor­ma­do; el cual deta­lla­ba linea­mien­tos de con­fi­den­cia­li­dad, par­ti­ci­pa­ción volun­ta­ria y posi­bi­li­dad de abs­te­ner­se de res­pon­der pre­gun­tas que resul­ta­ran incó­mo­das. El docu­men­to debía ser fir­ma­do tam­bién por los padres de fami­lia en caso de los meno­res de edad.

Todas las entre­vis­tas fue­ron gra­ba­das en audio y lue­go trans­cri­tas ver­ba­tim para el pro­ce­so de aná­li­sis suge­ri­do por Kva­le (1996) con la ayu­da del pro­gra­ma ATLAS.ti ver­sión 6.0. El aná­li­sis siguió las eta­pas de con­den­sa­ción, cate­go­ri­za­ción e inter­pre­ta­ción pro­pues­tas por dicho autor. La cate­go­ri­za­ción fue acom­pa­ña­da por los linea­mien­tos del aná­li­sis lexi­co­grá­fi­co tal como lo des­cri­be Boui­lloud (2014): se bus­có des­ta­car las co-ocu­rren­cias de un tér­mino par­ti­cu­lar para esta­ble­cer aque­llas pala­bras cen­tra­les (ver­bos, adje­ti­vos, sus­tan­ti­vos y adver­bios) que mar­ca­ran las rela­cio­nes más robus­tas entre los entre­vis­ta­dos y el tema que se está tra­tan­do.

Resultados

Los par­ti­ci­pan­tes del estu­dio homo­lo­ga­ron las nocio­nes de fra­ca­so, derro­ta depor­ti­va y per­der un par­ti­do de fút­bol, y expli­ci­ta­ron que “la derro­ta es cuan­do usted, eh, se esfor­zó y usted dio lo mejor, pero no pudo ganar. O sea, eso es derro­ta (…), es cuan­do real­men­te usted dio todo y luchó para ganar, pero no lo logró” (Josué). Des­de un pun­to de vis­ta más posi­ti­vo: “La derro­ta para mí es como un impul­so al éxi­to” (Die­go). Esto indi­ca que el fra­ca­so no es vis­to como un con­cep­to que englo­be toda la tra­yec­to­ria de un equi­po de juga­do­res. Más bien se entien­de como un momen­to espe­cí­fi­co que se vive den­tro de una tem­po­ra­da. En otras pala­bras, los clu­bes de fút­bol no viven un fra­ca­so, sino más bien varios momen­tos de fra­ca­so inter­ca­la­dos con momen­tos de éxi­to.

Algu­nos entre­vis­ta­dos men­cio­na­ron que no les gus­ta per­der ya que eso los des­mo­ti­va aun­que, para­dó­ji­ca­men­te, tam­bién admi­ten que “para mí per­der es como poner­le más ganas en el segun­do par­ti­do” (Jei­cob). Esto se ve mati­za­do por la impor­tan­cia del par­ti­do que se aca­ba de jugar; la car­ga afec­ti­va cam­bia sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te cuan­do se jue­ga la final de una copa renom­bra­da en lugar de un encuen­tro amis­to­so entre dos clu­bes.

Ale­xan­der expre­sa, den­tro de un plano que se apro­xi­ma a la fan­ta­sía, que qui­sie­ra ganar cada uno de los par­ti­dos que jue­ga; aun­que reco­no­ce que eso sería suma­men­te difí­cil. Él seña­la que, como juga­dor y afi­cio­na­do, sien­te que el per­der lo apro­xi­ma a la tris­te­za y al remor­di­mien­to por con­si­de­rar que pudo haber­se pre­sen­ta­do más empe­ño a la hora de jugar en la can­cha.

En el caso de Andrés, un fra­ca­so expe­ri­men­ta­do como juga­dor pue­de gene­rar tal gra­do de eno­jo que lle­gue a con­si­de­rar­se rabia. Este sen­ti­mien­to pro­vo­ca una eva­lua­ción con res­pec­to a la actua­ción depor­ti­va: “Diay, sien­to que no dimos la talla”.

Por su par­te, Die­go sien­te mucha frus­tra­ción cuan­do es par­tí­ci­pe de una derro­ta. A su vez, des­de su rol de afi­cio­na­do, muchas veces se eno­ja con sus juga­do­res favo­ri­tos pues no tie­nen el desem­pe­ño que él hubie­ra espe­ra­do. Su expe­rien­cia de fra­ca­so es men­cio­na­da como sinó­ni­mo de frus­tra­ción aun­que no toda derro­ta es siem­pre nega­ti­va: “A veces se sien­te… se sien­te bien per­der por­que en esta vida no siem­pre se pue­de ganar, y a veces uno tie­ne que per­der para seguir ade­lan­te. (…) Se sien­te bien por­que usted sabe que entre­gó todo y dejó el alma en la can­cha y enton­ces, di, se sien­te bien” (Die­go).

Sur­ge como impor­tan­te, en esta mis­ma línea, el sen­ti­mien­to de cul­pa que se repi­te en varias de las entre­vis­tas. Tal es el caso de Jei­cob, quien expre­sa que cuan­do está jugan­do con­si­de­ra que sus accio­nes estu­vie­ron liga­das a un mar­ca­dor insa­tis­fac­to­rio en el par­ti­do, pero cuan­do es afi­cio­na­do opta por apa­gar la tele­vi­sión (al igual que Andrés) y apar­tar­se para evi­tar una cier­ta inco­mo­di­dad ante la derro­ta.

Otro aspec­to de gran inte­rés es que la derro­ta tie­ne con­se­cuen­cias a nivel de las rela­cio­nes inter­per­so­na­les. Cuan­do el equi­po de pre­fe­ren­cia pier­de un par­ti­do, los entre­vis­ta­dos temen ser moles­ta­dos por sus com­pa­ñe­ros de la secun­da­ria y por sus ami­gos que apo­yan al equi­po gana­dor. Algo simi­lar suce­de cuan­do son ellos los que están jugan­do, sien­ten que per­der se aso­cia­rá con bur­las y mira­das de crí­ti­ca por par­te de quie­nes los vie­ron par­ti­ci­par en el par­ti­do de fút­bol.

A lo lar­go de las ocho entre­vis­tas, se bus­có pro­fun­di­zar en las reac­cio­nes espe­cí­fi­cas que se viven cuan­do el equi­po favo­ri­to enfren­ta un fra­ca­so. Estas fue­ron las emo­cio­nes y sen­sa­cio­nes que se expli­ci­ta­ron, orde­na­das de la más men­cio­na­da a la menos men­cio­na­da:

  • Eno­jo: “Me dio tan­ta cóle­ra que un equi­po tan gran­de como es el Sapris­sa, por nom­bre, no le pudo ganar a un equi­po que en teo­ría, diga­mos que es más bajo” (San­tia­go).
  • Tris­te­za: “Di uno se pone tris­te. No tris­te en el sen­ti­do de: ‘Voy llo­rar’… no, no. Pero de la mis­ma cóle­ra, uno se agüe­va” (Cris­tiano).
  • Decep­ción: “Es decep­cio­nan­te saber que se pudo haber dado más” (Josué).
  • Estrés: “Di el fút­bol real­men­te es una pasión, es algo que entre­tie­ne y es algo que se pue­de lle­var de muchas for­mas (…): sólo por entre­te­ni­mien­to o una for­ma en que ya lo pue­de lle­var a uno a un estrés… inclu­si­ve a enfer­mar­se” (Josué).
  • Pere­za: “Pere­za de seguir vien­do el par­ti­do y ver que no van a hacer nada bueno” (Cris­tiano).

Estas res­pues­tas remi­ten al víncu­lo que se tie­ne hacia un gru­po de juga­do­res (inclu­so has­ta afec­tar su esta­do de salud) y a la moti­va­ción de con­ti­nuar obser­van­do un par­ti­do por tele­vi­sión. La rela­ción entre los afi­cio­na­dos y su equi­po va mucho más allá del entre­te­ni­mien­to, crea todo un con­jun­to de expec­ta­ti­vas con res­pec­to al desem­pe­ño antes inclu­so que comien­ce un par­ti­do. Esto hace que la for­ma de enten­der el resul­ta­do nece­sa­ria­men­te se remi­ta a la jerar­quía que cada club de fút­bol tie­ne para una per­so­na; de ahí la decep­ción cuan­do se pier­de con­tra un equi­po con­si­de­ra­do infe­rior.

Lla­ma la aten­ción que en nin­gún momen­to de los ocho encuen­tros de entre­vis­ta se plan­teó la posi­bi­li­dad de dejar de ser segui­dor de un equi­po si éste enfren­ta­ra varios fra­ca­sos con­se­cu­ti­vos. La leal­tad es suma­men­te valo­ra­da, en par­ti­cu­lar en aque­llos momen­tos en que el club logra mejo­rar sus actua­cio­nes ante­rio­res y vuel­ve a tener una bue­na posi­ción en el ran­king nacio­nal. Para los entre­vis­ta­dos es un orgu­llo poder decir que nun­ca duda­ron de la capa­ci­dad de los juga­do­res y que se man­tu­vie­ron como segui­do­res en los bue­nos y en los malos momen­tos.

El aná­li­sis del mate­rial dis­cur­si­vo deri­vó en los códi­gos siguien­tes: resul­ta­do de un par­ti­do, atri­bu­cio­nes inter­nas, atri­bu­cio­nes exter­nas, locus de cau­sa­li­dad, con­tro­la­bi­li­dad y esta­bi­li­dad. La suer­te resul­tó medu­lar a la hora de pro­fun­di­zar en las per­cep­cio­nes aso­cia­das al fra­ca­so y al éxi­to depor­ti­vo, ilus­tra­do median­te el mar­ca­dor de un par­ti­do de fút­bol. Es por esto que no siem­pre la can­ti­dad de goles corres­pon­den a las accio­nes duran­te los 90 minu­tos de jue­go (por ejem­plo, se pue­de jugar muy bien pero no ano­tar un gol).

Para Jei­cob, la suer­te no nece­sa­ria­men­te se vin­cu­la con el resul­ta­do de un par­ti­do pues es el pro­pio esfuer­zo el que cobra rele­van­cia: “tra­to de esfor­zar­me y no con­fiar tan­to en la suer­te”. Lo con­tra­rio le suce­de a Ale­xan­der, para quien la suer­te es algo con lo que hay que vivir a dia­rio. Por su par­te, Die­go cree que la suer­te es un con­cep­to de medio­cres por­que lo que hace posi­ble el éxi­to es el esfuer­zo y el talen­to per­so­nal.

La suer­te sur­gió como un tema cen­tral en el fút­bol de acuer­do a los par­ti­ci­pan­tes. En pala­bras de Josué: “La suer­te sí es una gran par­te del fút­bol… Hay un dicho que ʻUn por­te­ro sin suer­te, no es un por­te­ro’. El hecho de que el balón vaya direc­to a la can­cha, y de un pron­to a otro doble y pegue en el palo y no sea gol… ahí exis­te la suer­te en el fút­bol.” Tam­bién Cris­tiano es explí­ci­to en cuan­to a este aspec­to: “Hay casos en los que un equi­po jue­ga mejor que otro e igual pier­den, se tra­ta de pura suer­te. Que ten­ga suer­te para meter los goles o que no la ten­ga… Obvia­men­te sí tie­ne que ver con lo que el juga­dor haga, con el esfuer­zo, con lo que corra, con lo que defien­da. Pero en la mayo­ría de los casos, es como pura suer­te. Por ejem­plo, un juga­dor que no se sien­ta bien físi­ca­men­te y no jue­gue bien como en otros par­ti­dos.” Asi­mis­mo, la suer­te se aso­cia con la labor del árbi­tro de un par­ti­do, por ejem­plo cuan­do no ve una fal­ta que debe­ría ser penal a favor de un equi­po y por eso no la seña­la.

En la Figu­ra 1 se mues­tran las pala­bras que los entre­vis­ta­dos aso­cia­ron con la derro­ta. Esta repre­sen­ta­ción es res­pe­tuo­sa de la can­ti­dad de veces que cada con­cep­to fue men­cio­na­do, dan­do impor­tan­cia a la ver­tien­te cuan­ti­ta­ti­va del aná­li­sis, y tam­bién pro­po­ne la inter­ac­ción entre una aris­ta emo­cio­nal (en mati­ces mora­dos) y una atri­bu­cio­nal (en tonos de ver­de) que se per­ci­be des­de la ver­tien­te cua­li­ta­ti­va. En medio se encuen­tra en un círcu­lo rojo el con­cep­to golea­da (6 men­cio­nes), que liga ambas aris­tas pese a estar lige­ra­men­te más rela­cio­na­do con un orgu­llo redu­ci­do (debi­do a la pér­di­da de esta­tus que pue­de repre­sen­tar per­der un par­ti­do por un mar­gen con­si­de­ra­ble). Pese a la impor­tan­cia que tie­ne el esfuer­zo (38 men­cio­nes) y el sen­ti­mien­to de cul­pa (35 men­cio­nes) para enten­der la derro­ta, la suer­te (58 men­cio­nes) apa­re­ce como el tér­mino de mayor impor­tan­cia.

Figura 1. Aspectos emocionales y atribucionales ligados a la derrota fútbol

Fuente: Elaboración propia.

Conclusiones y discusión

Los resul­ta­dos de un par­ti­do de fút­bol vie­nen inevi­ta­ble­men­te acom­pa­ña­dos de una bús­que­da de sen­ti­do. Es por ello que las teo­rías atri­bu­cio­na­les se intere­san por la mane­ra en que las per­so­nas com­pren­den, expli­can, pre­di­cen o jus­ti­fi­can las cau­sas de un acon­te­ci­mien­to. Den­tro de las teo­rías de atri­bu­ción, men­cio­na­mos con par­ti­cu­lar inte­rés el cons­truc­to de locus de cau­sa­li­dad; el cual indi­ca si el des­en­la­ce de un encuen­tro depor­ti­vo es per­ci­bi­do como tenien­do cau­sas inter­nas (esfuer­zo, capa­ci­dad, etc.) o exter­nas (difi­cul­tad de la tarea, suer­te, etc.).

Al pro­fun­di­zar en las entre­vis­tas, fue cla­ro que el fra­ca­so pre­sen­ta múl­ti­ples aris­tas. No sola­men­te se vive y se entien­de como un aspec­to dolo­ro­so, sino como una opor­tu­ni­dad para mejo­rar la actua­ción depor­ti­va en futu­ros encuen­tros. Asi­mis­mo, éste varía de for­ma impor­tan­te cuan­do se vive como juga­dor (en don­de los sen­ti­mien­tos de ira, tris­te­za y cul­pa son más mar­ca­dos) o como afi­cio­na­do (en don­de la decep­ción es cen­tral).

Todos los entre­vis­ta­dos indi­ca­ron que su for­ma de enten­der el fra­ca­so depor­ti­vo (el cual es vis­to como sinó­ni­mo de derro­ta en un par­ti­do de fút­bol impor­tan­te) es dis­tin­ta a la expues­ta por las teo­rías de las atri­bu­cio­nes cau­sa­les. En par­ti­cu­lar, la mane­ra en que ellos inten­tan com­pren­der y dar sen­ti­do a los momen­tos en que han vivi­do una derro­ta (ya sea como juga­do­res o como afi­cio­na­dos a un equi­po) invo­lu­cra el tema de la suer­te en mucho mayor medi­da de la con­si­de­ra­da por Hei­der (1944) o por Wie­ner (1985). El tér­mino suer­te es defi­ni­do en su pri­me­ra acep­ción por la Real Aca­de­mia Espa­ño­la en 2012 como un enca­de­na­mien­to de suce­sos for­tui­to o casual.

Bai­ley (2007) apor­ta una refle­xión intere­san­te sobre la suer­te que tam­bién sur­gió en las entre­vis­tas: el que lle­ga a ser ele­gi­do para un equi­po o para jugar un par­ti­do espe­cí­fi­co no siem­pre es el mejor. Según este autor los caza­do­res de talen­tos par­ten de dos pre­mi­sas bási­cas erró­neas: que la actua­ción pro­di­gio­sa de un joven está rela­cio­na­da con el éxi­to de ese depor­tis­ta en el futu­ro y que el talen­to es fácil de ubi­car en pobla­cio­nes jóve­nes. “Vamos a lo mis­mo de suer­te. Un día lle­ga un visor, o el entre­na­dor de una segun­da divi­sión, o algo así y usted ha veni­do hacien­do tres, cua­tro par­ti­dos bue­nos. Y lle­ga ese día y algo le pasó, ese día no es su día. Enton­ces a usted no lo ven jugar bien, enton­ces no lo dejan [en el equi­po]” (David).

La cen­tra­li­dad de la suer­te en el fút­bol per­ci­bi­da en los entre­vis­ta­dos mues­tra una gran dife­ren­cia con res­pec­to a lo plan­tea­do actual­men­te en las teo­rías atri­bu­cio­na­les. Tal como se men­cio­nó ante­rior­men­te, tra­ba­jar más duro no nece­sa­ria­men­te garan­ti­za el éxi­to en un par­ti­do. Esta­dís­ti­ca­men­te siem­pre exis­te por lo menos una peque­ña pro­ba­bi­li­dad que cual­quier equi­po gane, inde­pen­dien­te­men­te de su capa­ci­dad y sus actua­cio­nes depor­ti­vas ante­rio­res. Siem­pre es posi­ble que se pre­sen­tan cir­cuns­tan­cias inusua­les en un encuen­tro depor­ti­vo: reac­cio­nes ines­pe­ra­das ante un comen­ta­rio del entre­na­dor o de un afi­cio­na­do, con­di­cio­nes cli­má­ti­cas adver­sas, erro­res del árbi­tro, cam­bios de últi­mo minu­to en la ali­nea­ción (debi­do a lesio­nes, enfer­me­da­des, pro­ble­mas fami­lia­res, renun­cias o cam­bios de club, etc.), tener que enfren­tar el equi­po favo­ri­to de un tor­neo, entre otros. “La suer­te es con fre­cuen­cia el fac­tor deter­mi­nan­te y muchos de los éxi­tos y los fra­ca­sos que los entre­na­do­res enfren­tan duran­te una tem­po­ra­da” (Aici­ne­na, 2013, 556).

Referencias

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Notas

1. Este artícu­lo se deri­va del tra­ba­jo de la segun­da auto­ra para optar por el gra­do de Licen­cia­da en Psi­co­lo­gía que no con­tó con finan­cia­mien­to públi­co ni pri­va­do.

2. Licen­cia­da en Psi­co­lo­gía por la Uni­ver­si­dad de Cos­ta Rica. Estu­dian­te del Doc­to­ra­do en Psi­co­lo­gía de la UNAM. Examen de Can­di­da­tu­ra apro­ba­do. Correo elec­tró­ni­co: tatiana_24_a@yahoo.com

3. Licen­cia­da en Psi­co­lo­gía por la Uni­ver­si­dad de la Salle, Cos­ta Rica. Correo elec­tró­ni­co: angarias@hotmail.es