Erik Erikson y el desarrollo psicosocial deficiente como camino a las conductas antisociales y criminales Descargar este archivo (8. Hikal Wael.pdf)

Wael Sarwat Hikal Carreón[1]

Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Autónoma de Nuevo León

Resumen

El pre­sen­te artícu­lo pre­ten­de arti­cu­lar la teo­ría de Erik­son con algu­nos ele­men­tos de la Cri­mi­no­lo­gía para lle­gar a una apro­xi­ma­ción al enten­di­mien­to del desa­rro­llo de las con­duc­tas des­via­das, anti­so­cia­les y cri­mi­na­les des­de este enfo­que erik­so­niano. Más allá de pro­fun­di­zar en la teo­ría de Erik­son, se pre­sen­tan con­cep­tos cla­ves de su teo­ría como sus prin­ci­pa­les apor­tes y sobre quién basó sus estu­dios, la secuen­cia epi­gé­ne­ti­ca del desa­rro­llo de la per­so­na­li­dad basa­do en acu­mu­la­ción de fac­to­res, el desa­rro­llo psi­co­so­cial y sus aspec­tos posi­ti­vos y nega­ti­vos, para dar lugar a los esta­dios que desa­rro­lló Erik­son, en los cua­les según este autor hay retos bási­cos que de supe­rar­se, resul­tan vir­tu­des, pero de no lograr­lo, frus­tra­cio­nes y acu­mu­la­mien­to de ten­sio­nes en deter­mi­na­das áreas, lo ante­rior, per­mi­ti­rá ir rela­cio­nan­do la con­duc­ta cri­mi­nal con tales aspec­tos no supe­ra­dos posi­ti­va­men­te. Final­men­te, se pre­sen­ta otra arti­cu­la­ción de esta teo­ría, pero aho­ra des­de el aspec­to polí­ti­co-cri­mi­nal de salud.

Pala­bras cla­ve: con­duc­ta anti­so­cial, Cri­mi­no­lo­gía, Desa­rro­llo psi­co­so­cial nega­ti­vo, Erik Erik­son.

Abstract

This arti­cle aims to arti­cu­la­te Erik­so­n’s theory with some ele­ments of Cri­mi­no­logy to arri­ve at an approach to the unders­tan­ding of the deve­lop­ment of deviant, anti­so­cial and cri­mi­nal beha­viors from this Erik­so­nian approach. Beyond del­ving into Erik­so­n’s theory, key con­cepts of his theory are pre­sen­ted as his main con­tri­bu­tions and on whom he based his stu­dies, the epi­ge­ne­tic sequen­ce of per­so­na­lity deve­lop­ment based on accu­mu­la­tion of fac­tors, psy­cho­so­cial deve­lop­ment and its posi­ti­ve and nega­ti­ve aspects, to give rise to the sta­ges that Erik­son deve­lo­ped, in which accor­ding to this author the­re are basic cha­llen­ges that, if over­co­me, are vir­tues, but if not achie­ved, frus­tra­tions and accu­mu­la­tion of ten­sions in cer­tain areas, the abo­ve, will allow to rela­te cri­mi­nal beha­vior with such aspects not over­co­me posi­ti­vely. Finally, another arti­cu­la­tion of this theory is pre­sen­ted, but now from the poli­ti­cal-cri­mi­nal aspect of health.

Key­words: Anti­so­cial beha­vior, Cri­mi­no­logy, Erik Erik­son, Nega­ti­ve psy­cho­so­cial deve­lop­ment.

Introducción

Bio­gra­fía e influen­cias en su vida

Erik Erik­son nació en Frank­furt el 15 de junio de 1902, falle­ció en 1994 a los 92 años. Su padre bio­ló­gi­co aban­do­nó a su madre antes del naci­mien­to de Erik, y ella, Kar­la Abraham­sen se casó pos­te­rior­men­te con el pedia­tra de Erik, Theo­do­re Hom­ber­ger, quien lo adop­tó y dio su ape­lli­do. Este que­ría que estu­dia­ra Medi­ci­na, pero el joven Erik resis­tió las pre­sio­nes de su padras­tro para que siguie­ra su mis­ma carre­ra (Bor­din­gnon, 2005).

Al ter­mi­nar los estu­dios bási­cos, deci­dió ser artis­ta, pero dejo de asis­tir a las cla­ses en la Escue­la Esta­tal de Arte de Baden, y via­ja­ba sin rum­bo por Euro­pa, adop­tan­do una vida de vaga­bun­do (Mejía-Rive­ra, 2017). A sus 25 años un com­pa­ñe­ro de la escue­la, Peter Blos, lo invi­tó a con­cur­sar una pla­za para pro­fe­sor de pin­tu­ra y arte en una escue­la que diri­gía una ami­ga de Anna Freud (Dorothy Bur­lingham), la cual lo psi­co­ana­li­zó, asi­mis­mo, este se for­mó en la Socie­dad Psi­co­ana­lí­ti­ca de Vie­na (Valle­jo Ore­lla­na, 2002).

Erik­son siguió el con­se­jo de su ami­go y a fina­les de 1920 cola­bo­ra­ba con Anna Freud, con­vir­tién­do­se en uno de los pri­me­ros psi­co­ana­lis­tas en tra­tar con la psi­quia­tría infan­til, aun cuan­do no tenía licen­cia pro­fe­sio­nal para hacer­lo, lo hizo de mane­ra infor­mal. Erik­son habla­da fre­cuen­te­men­te con Anna y se veía oca­sio­nal­men­te con Sig­mund en situa­cio­nes per­so­na­les como excur­sio­nes fami­lia­res (Bor­din­gnon, 2005; Valle­jo Ore­lla­na, 2002).

Duran­te su estan­cia en Vie­na, Erik­son estu­dió en la Escue­la Mon­tes­so­ri, don­de el énfa­sis espe­cial se diri­ge hacia la pro­tec­ción del sano cre­ci­mien­to de los niños. Pos­te­rior­men­te, la for­mu­la­ción de Erik­son de una teo­ría del desa­rro­llo infan­til fue influi­da en gran medi­da por sus expe­rien­cias en esta escue­la y su pre­pa­ra­ción psi­co­ana­lí­ti­ca. Inten­to ejer­cer el Psi­co­aná­li­sis en Dina­mar­ca, sin lograr triun­fo.

Enton­ces via­jó a Esta­dos Uni­dos de Amé­ri­ca y esta­ble­ció su prác­ti­ca en Bos­ton. Henry A. Murray (fun­da­dor de la Socie­dad Psi­co­ana­lí­ti­ca de Bos­ton) le dio su pri­mer pues­to en ese país en la clí­ni­ca psi­co­ló­gi­ca de Har­vard, don­de pudo lle­var a cabo el Psi­co­aná­li­sis con niños. Un com­pa­ñe­ro de Erik­son le lla­ma­ba: “Doc­tor en nada”. Erik­son fue la excep­ción y, por supues­to, lle­go a ser el psi­co­ana­lis­ta sobre­sa­lien­te (Wool­folk, 2006).

Se casó con Joan Mowat Erik­son (ori­gi­nal­men­te naci­da en Cana­dá con el nom­bre: Sarah Lucre­tia Ser­son), pro­fe­so­ra de dan­za, quien se había muda­do a Euro­pa para rea­li­zar una inves­ti­ga­ción sobre dan­za para obte­ner el gra­do de doc­to­ra­do, tam­bién sería una escri­to­ra sobre el desa­rro­llo humano. Esta fue cola­bo­ra­do­ra de Erik para el desa­rro­llo de su teo­ría, por otra par­te, ella tenía la creen­cia que el Arte tenía sus pro­pias cua­li­da­des sana­do­ras. En 1933 se muda­ron a Esta­dos Uni­dos de Amé­ri­ca, ambos se nacio­na­li­za­ron esta­dou­ni­den­ses, una vez nacio­na­li­za­do en 1939 eli­gió el nom­bre de Erik Erik­son (ori­gi­nal­men­te hubie­se sido: Erik Abraham­sen, por su madre, lue­go de su adop­ción: Erik Hom­ber­ger Abraham­sen, apa­ren­te­men­te, Erik­son, era el ape­lli­do de su padre bio­ló­gi­co).

Des­ta­có por sus con­tri­bu­cio­nes a la Psi­co­lo­gía con sus tra­ba­jos sobre el desa­rro­llo infan­til y la cri­sis de iden­ti­dad (Wool­folk, 2006). Erik­son desa­rro­lló el con­cep­to de “cri­sis de iden­ti­dad” (Huer­ta Oroz­co, 2018) que él mis­mo vivió, esta se pue­de enten­der como una cri­sis nor­mal y cul­tu­ral del desa­rro­llo que se basa en un aumen­to de con­flic­ti­vi­dad, carac­te­ri­za­da por una apa­ren­te varia­ción incon­tro­la­ble de la fuer­za del “yo” (lo que hay que con­tro­lar), así como por un ele­va­do poten­cial de desa­rro­llo (Papa­lia, Wend­kos Olds y Dus­tin Feld­man, 2009).

En los jóve­nes con con­duc­ta cri­mi­nal, es nota­ble tal cri­sis de iden­ti­dad, cuyas aspi­ra­cio­nes son impues­tas por los medios de comu­ni­ca­ción, que no cum­plen con un papel de sana ins­truc­ción, sino de defor­ma­ción, inyec­tan­do en ellos, metas com­ple­jas de alcan­zar por medios legí­ti­mos y con el tiem­po nece­sa­rio, sino, este­reo­ti­pos de fama, poder, con­trol, domi­na­ción, reco­no­ci­mien­to, etcé­te­ra, que defor­man el desa­rro­llo al cote­jar­se la reali­dad, lo obser­va­do en el medio de comu­ni­ca­ción y los medios para lograr tales metas o mode­los (Tieghi, 2011).

Erik­son estu­dió gru­pos de niños indí­ge­nas de EUA para la for­mu­la­ción de sus teo­rías, aná­li­sis que le per­mi­tie­ron rela­cio­nar el cre­ci­mien­to de la per­so­na­li­dad con los valo­res socia­les y fami­lia­res. De 1936 a 1939 ocu­pó el car­go de inves­ti­ga­dor asis­ten­te en Psi­co­aná­li­sis en la escue­la de Medi­ci­na de Yale. De 1939 a 1951 fue inves­ti­ga­dor aso­cia­do en el Ins­ti­tu­to de Bien­es­tar Infan­til y des­pués pro­fe­sor de Psi­co­lo­gía en la Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia, Ber­ke­ley. En 1950 escri­be su pri­mer libro: Infan­cia y Socie­dad, que se con­ver­ti­ría en un clá­si­co en ese cam­po, el libro fue por demás cono­ci­do, tra­du­ci­do en: Japo­nés, Sue­co, Ale­mán, Espa­ñol, Fran­cés, Hebreo, Fin­lan­dés, Holan­dés, Ita­liano, Norue­go y Danés, duran­te 13 años se ven­dió abun­dan­te­men­te.

Entre los años de 1951 a 1960, fue ase­sor en el Cen­tro Aus­ten-Riggs y pro­fe­sor en la escue­la de Medi­ci­na de la Uni­ver­si­dad de Pit­ts­burg. En 1960 se le ofre­ció el car­go de pro­fe­sor en la Uni­ver­si­dad de Har­vard a pesar del hecho de que nun­ca reci­bió un títu­lo uni­ver­si­ta­rio. Entre otras obras des­ta­can: Iden­ti­dad. Juven­tud y Cri­sis, El Joven Lute­ro, La ver­dad de Gandhi (libro por el cual ganó el Pre­mio Pulitzer y el Natio­nal Book Award), con su espo­sa Joan: Envol­vi­mien­to Vital en la Vida Adul­ta y El Ciclo Vital Com­ple­ta­do. La mayor apor­ta­ción de Erik­son es su teo­ría sobre el desa­rro­llo psi­co­so­cial (Papa­lia, Wend­kos Olds y Dus­tin Feld­man, 2009).

Ampliaciones en la teoría de la personalidad de Erikson en comparación con Freud

Erik­son amplió el aná­li­sis de Freud en cua­tro for­mas prin­ci­pa­les:

  1. Acre­cen­tó la com­pren­sión del “yo”, pre­sen­tán­do­lo como un auxi­lia­dor de difi­cul­ta­des que sur­gen del con­tex­to cul­tu­ral, his­tó­ri­co y bio­ló­gi­co de cada suje­to; es decir, exten­dién­do­se de la pers­pec­ti­va psi­co­se­xual de Freud;
  2. Expu­so más las eta­pas del desa­rro­llo de Freud, mar­can­do un espa­cio social que esta­ba poco toma­do en cuen­ta en la teo­ría freu­dia­na y no esta­ba cla­ra;
  3. Amplió las nocio­nes de desa­rro­llo para com­pren­der los perio­dos de vida des­de la infan­cia has­ta la vejez, y
  4. Exa­mi­nó el impac­to en el desa­rro­llo de la cul­tu­ra, socie­dad y his­to­ria en la per­so­na­li­dad (Mon­tes De Oca Gon­zá­lez, Macías Bes­tard, Vera Ver­ga­ra, May­nard Ber­mú­dez y May­nard Ber­mú­dez, 2009).

Seña­lan Freed­man, Et. al. (1979) que:

Erik­son exten­dió el estu­dio del niño en desa­rro­llo más allá de la puber­tad, sub­ra­yan­do que el “yo” con­ti­núa adqui­rien­do nue­vas carac­te­rís­ti­cas a medi­da que va encon­tran­do nue­vas situa­cio­nes a tra­vés de la vida. Tam­bién des­pla­zó el cen­tro de inte­rés del Psi­co­aná­li­sis de la pato­lo­gía a la salud, pro­por­cio­nan­do un cua­dro de cómo el “yo” pue­de des­en­vol­ver­se en gene­ral de mane­ra sana, dado un ambien­te correc­to.

Erik­son esco­gió al “yo” como el ins­tru­men­to por el cual una per­so­na orga­ni­za la infor­ma­ción exte­rior, valo­ra la per­cep­ción, selec­cio­na los recuer­dos, diri­ge la acción de mane­ra adap­ta­ti­va e inte­gra las capa­ci­da­des de orien­ta­ción y plan­tea­mien­to. Este “yo” posi­ti­vo pro­mue­ve un sig­ni­fi­ca­do de iden­ti­dad en un esta­do de ele­va­do bien­es­tar. Este esta­do de bien­es­tar es el que uno sien­te cuan­do lo que es y hace muy cer­ca de lo que desea y sien­te que debe­ría ser y hacer. El deseo y el deber cons­ti­tu­yen polos en el esque­ma de Erik­son. Deseos exce­si­vos e insis­ten­tes ejer­cen su influen­cia des­de un extre­mo del eje hori­zon­tal, y las res­tric­cio­nes inter­na­li­za­das de los padres y la socie­dad tiran del otro extre­mo. El “súper yo”, según Erik­son es tan sal­va­je como el “ello” (p. 128).

Elementos epigenéticos en el desarrollo de la vida

Las eta­pas pro­pues­tas por Erik­son son epi­ge­né­ti­cas; es decir, una eta­pa se desa­rro­lla sobre otra en un patrón secuen­cial y jerár­qui­co. En cada nivel suce­si­vo la per­so­na­li­dad huma­na se vuel­ve más com­ple­ja (Bor­din­gnon, 2005).

DiCa­prio (1989) da una expli­ca­ción sobre este prin­ci­pio y apun­ta que:

Este prin­ci­pio enun­cia que el cur­so de desa­rro­llo está pro­gra­ma­do gené­ti­ca­men­te y que el des­plie­gue madu­ra­cio­nal sigue una secuen­cia con un patrón defi­ni­do. Las rela­cio­nes del indi­vi­duo con su medio depen­den de cam­bios bio­ló­gi­cos, las exi­gen­cias bio­ló­gi­cas y ambien­ta­les deben entre­la­zar­se, los reque­ri­mien­tos inter­nos y exter­nos deben corres­pon­der, en cier­to gra­do al menos, para que el indi­vi­duo desa­rro­lle y fun­cio­ne nor­mal­men­te en una cul­tu­ra en par­ti­cu­lar. Cual­quier com­por­ta­mien­to pue­de enten­der­se en fun­ción de ajus­tes bio­ló­gi­cos, psi­co­ló­gi­cos y socia­les.

Aun­que recal­ca el papel del “yo”, Erik­son tam­bién acep­ta el del “ello”, a tra­vés de las influen­cias del ambien­te social, las nece­si­da­des deben satis­fa­cer­se dicho en un esce­na­rio. El dise­ño gené­ti­co diri­ge al indi­vi­duo en desa­rro­llo, pero éste se da en un ambien­te cul­tu­ral ante­rior, el cual tam­bién tie­ne una estruc­tu­ra diná­mi­ca. Freud sub­ra­yó el desa­rro­llo diná­mi­co de los ins­tin­tos, pero Erik­son agre­ga la fun­ción diná­mi­ca de la cul­tu­ra. El desa­rro­llo no ocu­rre en el vacío, sino más bien un ambien­te cul­tu­ral que impo­ne exi­gen­cias pode­ro­sas.

Todos los orga­nis­mos, inclu­so los huma­nos, tie­nen una natu­ra­le­za deter­mi­na­da here­di­ta­ria­men­te, que se mani­fies­ta en el cre­ci­mien­to de mane­ra orde­na­da. El cur­so del desa­rro­llo es nota­ble­men­te simi­lar entre miem­bros de una deter­mi­na­da espe­cie y un indi­vi­duo en par­ti­cu­lar pue­de pre­de­cir­la con bas­tan­te con­fia­bi­li­dad, pero aun cuan­do se pro­duz­ca el cre­ci­mien­to den­tro del orga­nis­mo, sólo cier­tas situa­cio­nes del ambien­te pue­den hacer esto posi­ble, ya que todos los orga­nis­mos requie­ren de algu­na for­ma de nutri­ción y, en el caso de los seres huma­nos, una gran can­ti­dad de apo­yo socio­cul­tu­ral (p. 172).

Cada aspec­to del desa­rro­llo de la per­so­na­li­dad es el resul­ta­do con­jun­to de fac­to­res inter­nos y exter­nos. Aun­que el cre­ci­mien­to es un pro­ce­so orgá­ni­co, el desa­rro­llo bio­psi­co­so­cial es impo­si­ble sin las inter­ac­cio­nes de las esfe­ras físi­cas, psi­co­ló­gi­cas y socio­ló­gi­cas. Muchas expe­rien­cias, tan­to dolo­ro­sas como agra­da­bles, pue­den alte­rar el desa­rro­llo psi­co­bio­ló­gi­co duran­te ese perio­do (Huer­ta Oroz­co, 2018).

Desa­rro­llo psi­co­so­cial y efec­tos posi­ti­vo y nega­ti­vo en la per­so­na­li­dad

En su dis­cu­sión sobre las eta­pas psi­co­se­xua­les del desa­rro­llo, Freud se con­cen­tró en su carác­ter bio­ló­gi­co y ten­dió a recha­zar los aspec­tos socia­les. Para Erik­son las eta­pas se encuen­tran en defi­ni­ti­va en un desa­rro­llo psi­co­so­cial, en el que los niños tra­tan de enten­der y rela­cio­nar­se con el mun­do. En efec­to, Erik­son hizo cla­ra la exten­sión social que esta­ba laten­te, inclu­so algo ausen­te en la obra de Freud (Papa­lia, Wend­kos Olds y Dus­tin Feld­man, 2009).

Al tra­tar de seguir el cur­so del desa­rro­llo social, algu­nos teó­ri­cos han con­si­de­ra­do la mane­ra en que la socie­dad pre­sen­ta retos que cam­bian a medi­da que madu­ra el indi­vi­duo. Según Erik­son, los cam­bios evo­lu­ti­vos que se dan duran­te nues­tra vida corres­pon­den a una serie de ocho eta­pas del desa­rro­llo psi­co­so­cial (Wool­folk, 2006).

Erik­son sos­tie­ne que el paso a tra­vés de cada una de estas eta­pas invo­lu­cra la reso­lu­ción de cri­sis o con­flic­tos; de acuer­do con esto, cada eta­pa de las ocho repre­sen­ta los aspec­tos más posi­ti­vos y nega­ti­vos de las cri­sis de ese perío­do (Ríos Patio, 2017). Si bien esas cri­sis nun­ca se solu­cio­nan com­ple­ta­men­te (ya que la vida se vuel­ve cada vez más com­ple­ja), deben supe­rar­se de mane­ra ade­cua­da para enfren­tar los reque­ri­mien­tos de las siguien­tes eta­pas de desa­rro­llo (Papa­lia, Wend­kos Olds y Dus­tin Feld­man, 2009).

Las pri­me­ras cua­tro eta­pas pro­pues­tas por Erik­son son basa­das en las eta­pas psi­co­se­xua­les de Freud; es decir: De la oral a la laten­cia. Erik­son sub­di­vi­dió enton­ces la eta­pa geni­tal en cua­tro fases más que repre­sen­tan la madu­ra­ción juve­nil y adul­ta has­ta la ancia­ni­dad (Mar­tí­nez Oca­ña, 2018). Cada una de las ocho eta­pas inclu­ye su pro­pia cri­sis impor­tan­te, cada eta­pa pro­por­cio­na opor­tu­ni­da­des nue­vas para que se desa­rro­llen fuer­zas del “yo” o “vir­tu­des bási­cas” (Mon­tes De Oca Gon­zá­lez, Macías Bes­tard, Vera Ver­ga­ra, May­nard Ber­mú­dez y May­nard Ber­mú­dez, 2009).

Las diver­sas tareas des­cri­tas por el autor se esta­ble­cen en base a la tarea del infan­te, lla­ma­da “con­fian­za-des­con­fian­za”. Al prin­ci­pio resul­ta obvio pen­sar que el niño debe apren­der a con­fiar y no a des­con­fiar. Pero Erik­son deter­mi­na muy cla­ra­men­te que se debe apren­der que exis­te un balan­ce, y que hay que más por cul­ti­var­se sobre la con­fian­za, pero tam­bién algo de des­con­fian­za de mane­ra que no nos con­vir­ta­mos en adul­tos tor­pes (Res­tre­po, 2002).

Cada fase tie­ne un tiem­po ópti­mo tam­bién, exis­te un lap­so para cada fun­ción. Como ya se men­cio­nó, si se supera bien por un esta­dio, se lle­van cier­tas vir­tu­des o fuer­zas psi­co­so­cia­les que ayu­da­rán en el res­to de los esta­dios de la vida; por el con­tra­rio, si no va tan bien, se podrán desa­rro­llar mal adap­ta­cio­nes o malig­ni­da­des, así como poner en peli­gro el desa­rro­llo fal­tan­te. De las dos, la malig­ni­dad es la peor, ya que com­pren­de mucho de los aspec­tos nega­ti­vos de la tarea o fun­ción y muy poco de los aspec­tos posi­ti­vos de la mis­ma, tal y como pre­sen­tan las per­so­nas des­con­fia­das. Por otro lado, la mal adap­ta­ción no es tan mala y com­pren­de más aspec­tos posi­ti­vos que nega­ti­vos de la tarea, como las per­so­nas que con­fían dema­sia­do.

Erik­son tam­bién tuvo algo que decir con res­pec­to a las inter­ac­cio­nes de las gene­ra­cio­nes, lo cual lla­mó mutua­li­dad. Ya Freud había esta­ble­ci­do cla­ra­men­te que los padres influían de una mane­ra drás­ti­ca el desa­rro­llo de los niños. Pero Erik­son amplió la expli­ca­ción, par­tien­do de la idea de que los niños tam­bién influían al desa­rro­llo de los padres; por ejem­plo, la lle­ga­da de un nue­vo hijo repre­sen­ta un cam­bio de vida con­si­de­ra­ble para una pare­ja y remue­ve sus tra­yec­to­rias evo­lu­ti­vas.

Para Pérez Pin­zón y Pérez Cas­tro (2006):

(…)

c. El naci­mien­to de la con­duc­ta anti­so­cial está rela­cio­na­do prin­ci­pal­men­te con dos fenó­me­nos:

i. La insa­tis­fac­ción de cier­tas nece­si­da­des del niño, como aten­ción, segu­ri­dad, depen­den­cia, inter­ac­ción y expe­rien­cias.

ii. La impo­si­bi­li­dad de lle­var a cabo cier­tas tareas inhe­ren­tes del desa­rro­llo, como acep­ta­ción del pro­pio rol, esta­ble­ci­mien­to de nue­vas rela­cio­nes, adqui­si­ción de patro­nes de con­duc­ta, y elec­ción y pre­pa­ra­ción para el futu­ro.

d. En fin, gené­ri­ca­men­te hablan­do, los niños de ambien­tes socia­les defi­ci­ta­rios, en ries­go de delin­cuen­cia, no dis­po­nen de sufi­cien­tes opor­tu­ni­da­des, por lo que resul­tan retra­sa­dos en su des­en­vol­vi­mien­to cog­ni­ti­vo socio-moral. Igual­men­te, fra­ca­san a la hora de des­ple­gar obs­tácu­los cog­ni­ti­vos con­tra las influen­cias anti­so­cia­les y las ten­ta­cio­nes (p. 76).

Esas eta­pas del desa­rro­llo psi­co­so­cial se mues­tran de la siguien­te mane­ra, Erik­son les lla­ma­ba “Esta­dios” refi­rién­do­se a una región, hace un tipo de fusión de las eta­pas de Freud con sus eta­pas (Freed­man, Et. al., 1979; Morris, 1992; Feld­man, 1996; Engler, 1995).

Estadios psicosociales

Esta­dio sen­si­ti­vo oral: Con­fian­za vs. Des­con­fian­za: Espe­ran­za

La con­fian­za se esta­ble­ce cuan­do a los bebés se les da con­tac­to, amor y cui­da­do ade­cua­do. La des­con­fian­za es cau­sa­da por un cui­da­do inco­rrec­to y por padres indi­fe­ren­tes o que recha­zan a sus hijos.

Se da des­de el naci­mien­to has­ta un año y medio de edad y la rela­ción más sig­ni­fi­ca­ti­va se da con la madre. Duran­te los pri­me­ros meses de vida, la boca es la zona más sen­si­ble del orga­nis­mo. El niño une, como ali­men­to, un pezón o un pul­gar. Exis­te ham­bre de ali­men­to y de esti­mu­la­ción de los órga­nos de los sen­ti­dos y de toda la super­fi­cie de la piel. Según lo que suce­de entre el niño y la madre, que es tam­bién por­ta­do­ra de los valo­res de la socie­dad, el niño desa­rro­lla un sen­ti­mien­to bási­co de con­fian­za en que sus deseos serán satis­fe­chos con fre­cuen­cia o una sen­sa­ción de que va a per­der la mayor par­te de lo que desea (Bor­din­gnon, 2005).

Duran­te los segun­dos seis meses, el esti­lo social pre­do­mi­nan­te se des­pla­za de reci­bir a tomar, mani­fes­ta­do oral­men­te por el mor­dis­co; sin embar­go, el niño lac­tan­te obser­va que se le qui­ta el pezón cuan­do muer­de, está empe­zan­do el des­te­te, tam­bién empie­za el dolor o la nos­tal­gia. Pero sí su con­fian­za bási­ca es fuer­te, pue­de pro­mo­ver una fuen­te inter­na de espe­ran­za dura­de­ra en vez de un pozo de con­de­na; por lo tan­to, su moda­li­dad psi­co­so­cial es tomar y dar en res­pues­ta

Los niños desa­rro­llan sen­ti­mien­tos de con­fian­za si sus deman­das físi­cas y nece­si­da­des psi­co­ló­gi­cas de ape­go son satis­fe­chas cons­tan­te­men­te y sí sus inter­ac­cio­nes con el mun­do son gene­ral­men­te posi­ti­vas. Por otra par­te, un cui­da­do incons­cien­te jun­to con inter­ac­cio­nes des­agra­da­bles con los demás, pue­den desa­rro­llar des­con­fian­za en el niño y dis­mi­nuir su capa­ci­dad para enfren­tar­se a las situa­cio­nes plan­tea­das por la siguien­te eta­pa del desa­rro­llo.

La fal­ta de un sen­ti­do de con­fian­za en los niños hace que exhi­ban sig­nos de inse­gu­ri­dad, si sus madres los aban­do­nan inclu­so por un momen­to. Pare­ce esen­cial que el niño expe­ri­men­te segu­ri­dad en la satis­fac­ción de sus nece­si­da­des a tra­vés del cui­da­do afec­tuo­so y cons­tan­te de cuan­tos lo atien­den.

Un equi­li­brio apro­pia­do de con­fian­za y des­con­fian­za con­du­ce al desa­rro­llo de la vir­tud de espe­ran­za, vir­tud huma­na bási­ca sin la cual somos inca­pa­ces de sobre­vi­vir. La espe­ran­za repre­sen­ta una evi­den­cia per­sis­ten­te de que nues­tros deseos pue­den ser satis­fe­chos a pesar de la decep­ción y fra­ca­sos. La espe­ran­za es la base de la fe, refle­ja­da en com­pro­mi­sos madu­ros (Res­tre­po, 2002).

Si los padres son inca­pa­ces de cui­dar al bebé, lo recha­zan o no satis­fa­cen sus nece­si­da­des, el niño desa­rro­lla­rá des­con­fian­za. Por otro lado, los padres sobre­pro­tec­to­res harán que su niño desa­rro­lle la ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va que Erik­son lla­mó des­ajus­te sen­so­rial y con­sis­te en ser una per­so­na exce­si­va­men­te con­fia­da y en oca­sio­nes cré­du­la pues no con­ci­be que alguien le quie­ra hacer daño y uti­li­za todas sus defen­sas para rete­ner esa pers­pec­ti­va. La ten­den­cia malig­na se incli­na más hacia la des­con­fian­za y estos niños van a desa­rro­llar lo que el autor lla­mó des­va­ne­ci­mien­to, para expli­car que serán per­so­nas depre­si­vas, para­noi­des e inclu­so desa­rro­llar una psi­co­sis (Res­tre­po, 2002).

Así se pue­de expli­car la inca­pa­ci­dad de los anti­so­cia­les para tener un com­pro­mi­so con alguien, ya sea labo­ral o afec­ti­vo, inclu­so se des­cui­da así mis­mo, no tie­ne con­fian­za en el mun­do, pues des­de peque­ño ha sido víc­ti­ma (Hart, Cox y Hare, s.f.).

Esta­dio mus­cu­lar anal: auto­no­mía vs ver­güen­za y duda: volun­tad

Los padres ayu­dan a fomen­tar la auto­no­mía alen­tan­do a los niños a que inten­ten habi­li­da­des nue­vas; sin embar­go, los esfuer­zos tos­cos del niño a menu­do los lle­van a tirar líqui­dos, caer­se, mojar­se y otros acci­den­tes. Por tan­to, los padres que ridi­cu­li­zan o sobre­pro­te­gen a sus hijos pue­den pro­vo­car que duden de sus habi­li­da­des y sien­tan ver­güen­za de sus accio­nes (Stein­berg, 2006).

Se da entre un año y medio a tres, las rela­cio­nes sig­ni­fi­ca­ti­vas en este esta­dio se dan con los padres. En esos años el niño apren­de a andar por sí mis­mo, a ali­men­tar­se, a hablar y a con­tro­lar los múscu­los de su ori­fi­cio anal. Tie­ne enton­ces como moda­li­dad psi­co­so­cial el ele­gir entre dos esti­los socia­les: 1) Con­ser­var, o 2) expul­sar.

Asi­mis­mo, el niño que anda lucha por domi­nar toda su per­so­na en con­tra­dic­ción con fuer­zas res­tric­ti­vas, como los deseos de los padres. Un niño edu­ca­do o des­con­tro­la­do sobre su per­so­na­li­dad se con­vier­te en aquél que vio­la las reglas más comu­nes de la vida y pue­de dar lugar a caer en con­duc­tas prohi­bi­das.

La lucha por la auto­no­mía no se limi­ta a las sesio­nes en el cuar­to de baño, sino que se extien­de a muchas otras áreas de la vida con­for­me el “yo” comien­za a esta­ble­cer la inde­pen­den­cia psi­co­so­cial. Los niños que comien­zan a cami­nar, que están obte­nien­do bene­fi­cios rápi­dos en madu­ra­ción neu­ro­mus­cu­lar, ver­ba­li­za­ción y jui­cio social, comien­zan a explo­rar de mane­ra inde­pen­dien­te y a inter­ac­tuar con su ambien­te. El nega­ti­vis­mo en este esta­dio, cuya pala­bra favo­ri­ta en los niños de dos años es “no”, hace evi­den­te su lucha por inten­tar la auto­no­mía (Bor­din­gnon, 2005).

Sí los padres ani­man al niño a con­fiar en sus pro­pias capa­ci­da­des y le pro­por­cio­nan un ambien­te que no es injus­to, capri­cho­so o dema­sia­do difí­cil, obtie­ne cier­ta con­fian­za en su inde­pen­den­cia. Por el con­tra­rio si se le dice que sus heces son malas, si se le prohí­ben muchas cosas, enton­ces se sien­te enfu­re­ci­do por su impo­ten­cia, ton­to y aver­gon­za­do (Stein­berg, 2006).

Una vez que se sien­te aver­gon­za­do, des­con­fía de lo correc­to de sus pro­pios actos, pen­sa­mien­tos y sen­ti­mien­tos y empie­za a dudar de sí mis­mo. Esto con­vier­te a los niños en per­so­nas cohi­bi­das, con pro­ble­mas de expre­sión que posi­ble­men­te se tra­duz­ca en defi­cien­cias de inter­ac­ción social.

Si los padres, pro­fe­so­res y niños mayo­res reba­jan o degra­dan los logros del niño, este pue­de sen­tir­se inú­til, sucio, malo y comen­zar a creer que nada de lo que pro­du­ce tie­ne valor. Aquí se pue­den obser­var los fun­da­men­tos de un pro­fun­do sen­ti­do de duda en sí mis­mo, ver­güen­za e infe­rio­ri­dad. Algu­nos padres fomen­tan estos sen­ti­mien­tos, por­que son impa­cien­tes, con­ti­nua­men­te rega­ñan al niño por hacer mal las cosas o siem­pre los cas­ti­gan por cosas que reba­san las capa­ci­da­des del niño (Res­tre­po, 2002).

A veces los padres espe­ran que los niños ya sepan hacer las cosas y se moles­tan cuan­do estos no actúan como los padres requie­ren, humi­llán­do­los. Así se lle­ga a que en la adul­tez se repi­ta el mis­mo patrón de el padre humi­llan­do a sus hijos, inclu­so a tomar un odio pro­fun­do a los padres. En esta eta­pa los niños deben desa­rro­llar inde­pen­den­cia y auto­no­mía si se fomen­ta su explo­ra­ción y su liber­tad o expe­ri­men­tan ver­güen­za, inde­ci­sión e infe­li­ci­dad si se les repri­me o sobre­pro­te­ge.

Si los padres ejer­cen dema­sia­do con­trol, los hijos no podrán desa­rro­llar su pro­pio sen­ti­do de con­trol sobre su entorno; si los padres ejer­cen un con­trol defi­cien­te, los hijos serán dema­sia­do deman­dan­tes y con­tro­la­do­res.

La volun­tad es la vir­tud corres­pon­dien­te a esta eta­pa, es un cre­ci­mien­to natu­ral de la auto­no­mía. Es cla­ro que en los años en que el niño comien­za a cami­nar solo sur­gen las bases, pero esta volun­tad for­ma­rá un sen­ti­do madu­ro de poder de esta. Esta es una valen­tía inque­bran­ta­ble de ejer­cer la liber­tad de elec­ción y el con­trol de sí mis­mo y for­ma la base para nues­tra acep­ta­ción sub­si­guien­te de las nor­mas socia­les.

Sin embar­go para Erik­son un poco de duda y ver­güen­za no solo es inevi­ta­ble sino que pue­de ser bueno. Sin ello, desa­rro­lla­rá la ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va que lla­mó impul­si­vi­dad, una espe­cie de pre­me­di­ta­ción sin sen­tir ver­güen­za que en los pró­xi­mos esta­dios se mani­fes­ta­ra como el correr ries­gos sin poner­se limi­tes y sin con­si­de­rar las arbi­tra­rie­da­des que esto pue­de cau­sar. La ten­den­cia malig­na la lla­mó com­pul­si­vi­dad, des­cri­bien­do a una per­so­na com­pul­si­va como aque­llas que sien­ten que las tareas deben lle­var­se a cabo correc­ta­men­te, nece­si­tan seguir las reglas en for­ma pre­ci­sa y evi­tan erro­res a toda cos­ta ya que cons­tan­te­men­te dudan se di mis­mos (Stein­berg, 2006).

Esta­dio geni­tal loco­mo­tor: ini­cia­ti­va vs cul­pa: deter­mi­na­ción

Los padres refuer­zan la ini­cia­ti­va dan­do a los niños auto­no­mía para jugar, hacer pre­gun­tas, usar la ima­gi­na­ción y pre­fe­rir acti­vi­da­des. Los sen­ti­mien­tos de cul­pa se for­man si los padres repro­chan con seve­ri­dad, impi­dien­do el jue­go o aco­bar­dan las pre­gun­tas de un niño (Wool­folk, 2006).

Se da entre los tres y seis años de edad, las rela­cio­nes sig­ni­fi­ca­ti­vas se dan den­tro la fami­lia. En esta eta­pa, el gran con­flic­to del niño está entre empren­der acti­vi­da­des en for­ma inde­pen­dien­tes y la cul­pa­bi­li­dad que sur­ge de las con­se­cuen­cias inde­sea­bles e ines­pe­ra­das de tales acti­vi­da­des.

Los esfuer­zos por la ini­cia­ti­va, como la lucha por la auto­no­mía, a menu­do cau­san una coli­sión entre el niño y las per­so­nas con auto­ri­dad que pue­den hacer­lo sen­tir­se cul­pa­ble por entro­me­ter­se y afir­mar­se a sí mis­mos. El niño desea y com­pi­te por cosas que los adul­tos con­si­de­ran sus ven­ta­jas; por ejem­plo, dis­traer la aten­ción de uno de los padres (Bor­din­gnon, 2005).

Si los padres son dema­sia­do rigu­ro­sos con el niño y lo repri­men por infe­rir en sus acti­vi­da­des, el niño desa­rro­lla­rá un sen­ti­do de cul­pa, infe­rio­ri­dad y de impru­den­cia. Su moda­li­dad psi­co­so­cial es el modo intru­so, ir más allá. Como su intru­sión y curio­si­dad no solo se extien­de a cues­tio­nes sexua­les sino a muchos otros intere­ses, la pala­bra carac­te­rís­ti­ca es: “¿Por qué?”.

Res­pec­to al com­ple­jo de Edi­po, Erik­son pre­fe­ría lla­mar­lo com­ple­jo gene­ra­cio­nal tem­prano; des­de el pun­to de vis­ta de la evo­lu­ción, es la pri­me­ra expe­rien­cia del niño con lo rela­cio­na­do con las repro­duc­cio­nes y el cre­ci­mien­to. Afir­ma que el inten­to de desa­rro­llar un sen­ti­do de ini­cia­ti­va adquie­re un aspec­to sexual.

El niño se intere­sa román­ti­ca­men­te por su madre y se dedi­ca acti­va­men­te a un cor­te­jo. La niña se intere­sa román­ti­ca­men­te en su padre, su for­ma de ser se tor­na en moda­li­da­des de atra­par la aten­ción del padre, ser atrac­ti­va y cari­ño­sa. Cuan­do se dan cuen­ta que pue­den ser cas­ti­ga­dos por dicha con­duc­ta necia de cor­te­jo, el deseo que se tie­ne por los padres pasa a con­ver­tir­se en que ellos algún día serán en padres tam­bién. Esto les da ini­cia­ti­va para lle­var a cabo cosas en diver­sos ambien­tes (Wool­folk, 2006).

El niño está lis­to en esta eta­pa para los comien­zos de las aven­tu­ras en equi­po y el tra­ba­jo pro­duc­ti­vo. Estas acti­vi­da­des pue­den for­ta­le­cer sus capa­ci­da­des para cum­plir los reque­ri­mien­tos en la siguien­te eta­pa, en la que enfren­ta­rá nue­vos pro­ble­mas. Si el desa­rro­llo del niño es nor­mal duran­te esta eta­pa, Erik­son afir­ma que el “yo” logra otra fuer­za impor­tan­te.

La vir­tud que sur­ge de la dua­li­dad de la ini­cia­ti­va con­tra la cul­pa es la deter­mi­na­ción, una visión del futu­ro que da direc­ción y enfo­que a los esfuer­zos mutuos. La deter­mi­na­ción per­mi­te desa­rro­llar poco a poco un sen­ti­do de la reali­dad que es defi­ni­do por lo que es alcan­za­ble.

Para Erik­son dema­sia­da ini­cia­ti­va y poca cul­pa deter­mi­na­ra la ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va que lla­mó cruel­dad, expli­can­do que estas per­so­nas toman la ini­cia­ti­va en cual­quier área de su vida pero sin tomar en cuen­ta a quien tie­ne que piso­tear para lograr su obje­ti­vo, sus sen­ti­mien­tos de cul­pa son débi­les y comen­ta­ba que la for­ma extre­ma de la cruel­dad es la psi­co­pa­tía. La cul­pa exa­ge­ra­da lle­va­ra a la per­so­na a la malig­ni­dad que Erik­son lla­mó inhi­bi­ción, des­cri­bien­do a las per­so­nas inhi­bi­das como aque­llas que no pro­ba­ran cosa algu­na ya que “si no se par­ti­ci­pa, nada se pier­de” y de esa for­ma no se sen­ti­rá cul­pa­ble y men­cio­na el autor que des­de el pun­to de vis­ta sexual la per­so­na inhi­bi­da es impo­ten­te o frí­gi­da (Wool­folk, 2006).

Perio­do de laten­cia: Labo­rio­si­dad vs. Infe­rio­ri­dad: Com­pe­ten­cia

Los niños apren­den un sen­ti­do de labo­rio­si­dad si ganan aplau­sos por acti­vi­da­des pro­duc­ti­vas, como cons­truir, pin­tar, coci­nar, leer y estu­diar. Sí los esfuer­zos de un niño son con­si­de­ra­dos des­or­de­na­dos o incon­ve­nien­tes, se obtie­ne como resul­ta­do sen­ti­mien­tos de infe­rio­ri­dad. La labo­rio­si­dad impli­ca apren­der a hacer algo y hacer­lo bien. Por el con­tra­rio si en su desa­rro­llo ha deja­do resi­duos pasa­dos de des­con­fian­za, duda y cul­pa, pue­den tener difi­cul­tad para desem­pe­ñar­se en un nivel ópti­mo (Bor­din­gnon, 2005).

Se da entre los seis y doce años de edad, estan­do en la escue­la y el vecin­da­rio las rela­cio­nes más sig­ni­fi­ca­ti­vas. Con un sen­ti­do bási­co de con­fian­za, un sen­ti­do ade­cua­do de auto­no­mía y una dosis apro­pia­da de ini­cia­ti­va, el niño entra en la eta­pa de desa­rro­llar labo­rio­si­dad (Stein­berg, 2006).

En esta eta­pa se les hacen deman­das a los niños. Ya no son ama­dos tan sólo por el hecho de exis­tir, se espe­ra que reali­cen tareas (en dife­ren­tes áreas) y que sean pro­duc­ti­vos en cier­ta medi­da.

Duran­te este perío­do, el desa­rro­llo psi­co­so­cial exi­to­so se carac­te­ri­za por un aumen­to de la com­pe­ti­ti­vi­dad para rea­li­zar todo tipo de tareas, sean inter­ac­cio­nes socia­les o habi­li­da­des aca­dé­mi­cas. El niño apren­de a ganar recom­pen­sas y ala­ban­zas. Por lo gene­ral los niños están deseo­sos de ser como los adul­tos y, si no se repri­men sus esfuer­zos, gus­to­sa­men­te cum­pli­rán las deman­das que se les hacen. En con­tras­te, las difi­cul­ta­des en esta eta­pa pro­vo­can sen­ti­mien­tos de fra­ca­so o inade­cua­ción. El peli­gro del niño, en esta eta­pa, radi­ca en el sen­ti­do de insu­fi­cien­cia e infe­rio­ri­dad (Wool­folk, 2006).

Los niños de esta edad están lis­tos para apren­der a tra­ba­jar y nece­si­tan desa­rro­llar un sen­ti­do de com­pe­ten­cia, fuer­za del “yo” o vir­tud aso­cia­da con esta eta­pa. La com­pe­ten­cia envuel­ve la capa­ci­dad de usar su inte­li­gen­cia y habi­li­dad para rea­li­zar tra­ba­jos que son de valor en la socie­dad.

Para Erik­son, una acti­tud dema­sia­do labo­rio­sa pue­de lle­var a la ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va de vir­tuo­si­dad diri­gi­da, con­duc­ta que pode­mos obser­var en niños a los que no se les per­mi­te “ser niños” cuyos padres o pro­fe­so­res empu­jan en un área de com­pe­ten­cia, sin per­mi­tir el desa­rro­llo de intere­ses más amplios. Estos son los niños sin vida infan­til: niños acto­res, atle­tas, músi­cos, niños pro­di­gio, en defi­ni­ti­va. Todos admi­ran su labo­rio­si­dad, pero todo ello se sus­ten­ta en una vida vacía. La malig­ni­dad y que se da más común­men­te es la lla­ma­da iner­cia. Esto inclu­ye a todos aque­llos de que poseen un com­ple­jo de infe­rio­ri­dad; por ejem­plo, a muchos de noso­tros no nos ha ido bien en mate­má­ti­cas, enton­ces nos sen­ti­mos inca­pa­ces de asis­tir a otra cla­se de mate­má­ti­cas, otros fue­ron humi­lla­dos en el gim­na­sio, enton­ces nun­ca harán nin­gún depor­te, otros nun­ca desa­rro­lla­ron habi­li­da­des socia­les (la más impor­tan­te de todas), enton­ces nun­ca sal­drán a la vida públi­ca. Se vuel­ven seres iner­tes (Wool­folk, 2006).

La teo­ría de Erik­son sugie­re que el desa­rro­llo psi­co­so­cial de las per­so­nas con­ti­núa duran­te toda la vida, ya que exis­ten cua­tro cri­sis más pos­te­rio­res a la infan­cia.

Esta­dio de la puber­tad y ado­les­cen­cia: iden­ti­dad vs con­fu­sión de roles: fide­li­dad

El ado­les­cen­te debe cons­truir una iden­ti­dad, crea­da por las per­cep­cio­nes de sí mis­mo y de las rela­cio­nes con los demás. Las per­so­nas que no desa­rro­llan un sen­ti­do de iden­ti­dad sufren de con­fu­sión de roles, una inse­gu­ri­dad acer­ca de quié­nes son y hacia dón­de van (Mar­tí­nez Oca­ña, 2018).

La bús­que­da de la iden­ti­dad es una expre­sión de uso fre­cuen­te que se ha aso­cia­do con el tra­ba­jo de Erik­son. Afir­ma que esta, aun cuan­do sea una preo­cu­pa­ción carac­te­rís­ti­ca de la ado­les­cen­cia, siem­pre se pre­sen­ta a lo lar­go de toda la vida, alcan­za su pun­to crí­ti­co duran­te la ado­les­cen­cia, ya que en esta hay muchos cam­bios sig­ni­fi­ca­ti­vos en toda la per­so­na, pero espe­cial­men­te en el “yo” (Bor­din­gnon, 2005).

La quin­ta eta­pa ocu­rre en la ado­les­cen­cia, las rela­cio­nes sig­ni­fi­ca­ti­vas se dan a tra­vés de gru­pos y mode­los de roles. Esta eta­pa repre­sen­ta un perio­do de prue­ba impor­tan­te, ya que las per­so­nas buscan/quieren deter­mi­nar lo que es úni­co y espe­cial res­pec­to de sí mis­mas. Inten­tan des­cu­brir quié­nes son, cuá­les son sus habi­li­da­des y qué tipos de labo­res podrían desa­rro­llar mejor el res­to de su vida; es decir, su iden­ti­dad (Mar­tí­nez Oca­ña, 2018).

La con­fu­sión al ele­gir el papel más apro­pia­do pue­de pro­vo­car una fal­ta de iden­ti­dad esta­ble, la adqui­si­ción de un rol social­men­te inacep­ta­ble como es el del delin­cuen­te o el dro­ga­dic­to, o difi­cul­tad para man­te­ner en el futu­ro rela­cio­nes per­so­na­les fuer­tes (Huer­ta Oroz­co, 2018).

En el perio­do de iden­ti­dad vs. Con­fu­sión de roles, es cla­ra una gran pre­sión por iden­ti­fi­car lo que se desea hacer con la vida. Debi­do a que esta nece­si­dad sur­ge en una eta­pa impor­tan­te de cam­bios físi­cos y sobre lo que la socie­dad espe­ra de ellos, los ado­les­cen­tes pue­den encon­trar esta eta­pa espe­cial­men­te difí­cil (Mon­tes De Oca Gon­zá­lez, Macías Bes­tard, Vera Ver­ga­ra, May­nard Ber­mú­dez y May­nard Ber­mú­dez, 2009).

Esta eta­pa tie­ne otra carac­te­rís­ti­ca impor­tan­te: Mini­mi­za la depen­den­cia en los adul­tos como fuen­tes de infor­ma­ción, y un des­vío hacia el gru­po de pares como fuen­te de jui­cios socia­les. Gra­dual­men­te, el gru­po de pares tie­ne mayor impor­tan­cia, lo que les per­mi­te enta­blar rela­cio­nes ínti­mas, pare­ci­das a las de los adul­tos y ayu­dar a cla­ri­fi­car su iden­ti­dad per­so­nal (Mar­tí­nez Oca­ña, 2018).

La inde­ci­sión y con­fu­sión per­mi­ten con fre­cuen­cia que los jóve­nes se alíen para for­mar una espe­cie de sub­cul­tu­ra; podrá ser pasiva/adaptada o anti­so­cial (Tieghi, 2011). La ado­les­cen­cia es la últi­ma eta­pa de la infan­cia; sin embar­go, el pro­ce­so ado­les­cen­te que­da con­clu­yen­te­men­te com­ple­to solo cuan­do el indi­vi­duo ha emplea­do sus iden­ti­fi­ca­cio­nes infan­ti­les a una nue­va cla­se de iden­ti­fi­ca­ción, logra­da al absor­ber la socia­bi­li­dad, y en un apren­di­za­je com­pe­ti­ti­vo con sus com­pa­ñe­ros de edad (Hart, Cox y Hare, s.f.).

Estas nue­vas iden­ti­fi­ca­cio­nes no están ya carac­te­ri­zas por la ale­gría de la infan­cia y el entu­sias­mo expe­ri­men­tal de la juven­tud, con urgen­cia extre­ma obli­gan al ado­les­cen­te a tomar opcio­nes y deci­sio­nes que, con cre­cien­te pri­sa lo lle­van a com­pro­me­ter­se para toda la vida; por ejem­plo, dro­ga­dic­ción, emba­ra­zos no desea­dos, homo­se­xua­lis­mo, pros­ti­tu­ción, entre otros fenó­me­nos (Tieghi, 2011). En otros casos ten­drán que tomar deci­sio­nes correc­tas de valor impor­tan­te en su vida; por ejem­plo, su pro­fe­sión.

La fide­li­dad es la vir­tud o fuer­za del “yo” desa­rro­lla­do en estos tiem­pos; el ado­les­cen­te está lis­to para apren­der a ser fiel a un pun­to de vis­ta ideo­ló­gi­co. La fide­li­dad con­sis­te en la capa­ci­dad para sos­te­ner hones­ti­da­des con auto­no­mía.

Cuan­do se da dema­sia­da iden­ti­dad yoi­ca se cae en la ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va que Erik­son lla­mó fana­tis­mo, esto se obser­va en las per­so­nas que están muy com­pro­me­ti­das con un rol en par­ti­cu­lar ya sea de una socie­dad o de una sub­cul­tu­ra y le res­ta espa­cio a la tole­ran­cia ya que un faná­ti­co cree que su for­ma de ser es la úni­ca que exis­te, envuel­ven a otros a su alre­de­dor sin impor­tar­les el dere­cho de los demás a estar en des­acuer­do (Wool­folk, 2006).

Más pro­ble­má­ti­ca resul­ta la fal­ta de iden­ti­dad y Erik­son lla­ma a esta ten­den­cia malig­na repu­dio, son per­so­nas que des­pre­cian su mem­bre­sía en el mun­do adul­to e inclu­so repu­dian su nece­si­dad de una iden­ti­dad, en este caso los ado­les­cen­tes se fusio­nan con gru­pos que les pue­dan pro­por­cio­nar cier­tos ras­gos de iden­ti­dad como sec­tas reli­gio­sas, gru­pos mili­ta­ris­tas, aque­llos gru­pos que se han sepa­ra­do de las corrien­tes socia­les y se pue­den intro­du­cir en acti­vi­da­des des­truc­ti­vas como dro­ga­dic­ción, alcoho­lis­mo e inclu­so aden­trar­se en sus pro­pias fan­ta­sías psi­có­ti­cas; des­pués de todo es mejor ser malo que no saber quién soy (Fie­rro, 2006).

Esta­dio de juven­tud adul­ta: inti­mi­dad vs ais­la­mien­to: amor

Erik­son se refie­re a inti­mi­dad como la capa­ci­dad para preo­cu­par­se por los demás y comu­ni­car expe­rien­cias. Si no se lle­ga a esta­ble­cer inti­mi­dad con los demás, se expe­ri­men­ta un sen­ti­do pro­fun­do de ais­la­mien­to; es decir, sen­tir­se solo y aban­do­na­do en la vida.

Duran­te los años uni­ver­si­ta­rios, la mayo­ría de los estu­dian­tes entran en esta eta­pa que cubre el momen­to de la vida adul­ta tem­pra­na, de apro­xi­ma­da­men­te los 18 a los 30 años de edad, en la cual lo fun­da­men­tal es desa­rro­llar rela­cio­nes estre­chas con los demás (Papa­lia, Wend­kos Olds y Dus­tin Feld­man, 2009). Las dife­ren­cias en esta eta­pa pro­du­cen sen­ti­mien­tos de sole­dad y mie­do ante esas rela­cio­nes, mien­tras que las res­pues­tas exi­to­sas de la cri­sis de esta eta­pa abren la posi­bi­li­dad de esta­ble­cer con­tac­tos ínti­mos tan­to a nivel físi­co como inte­lec­tual y emo­cio­nal (Bor­din­gnon, 2005).

Las inter­ac­cio­nes socia­les son sig­ni­fi­ca­ti­vas a lo lar­go de toda la vida, pero duran­te el esta­do adul­to alcan­zan un pun­to espe­cial. La inti­mi­dad en las rela­cio­nes huma­nas pre­su­po­ne otros logros impor­tan­tes y por lo tan­to, muchas per­so­nas son inca­pa­ces de lograr­la. Difí­cil­men­te se pue­de for­mar una rela­ción ínti­ma sin una con­fian­za bási­ca en el otro (Res­tre­po, 2002).

Enton­ces, tam­bién, la rela­ción ínti­ma se cons­tru­ye sobre la auto­no­mía segu­ra de ambas par­tes; la per­so­na con la reali­dad bien pre­sen­te pue­de dar más que el indi­vi­duo depen­dien­te, des­va­li­do, que solo desea reci­bir. Un sen­ti­do de ini­cia­ti­va bien desa­rro­lla­do capa­ci­ta a los cón­yu­ges a rea­li­zar cosas pro­duc­ti­vas para el otro. Un sen­ti­do de labo­rio­si­dad capa­ci­ta a cada uno a mos­trar amor en una for­ma per­cep­ti­ble, hacien­do cosas en for­ma com­pe­ten­te para su pare­ja. El sen­ti­do de iden­ti­dad pro­por­cio­na a la pare­ja el papel de “yo” esta­ble, una capa­ci­dad sana para la fide­li­dad y una serie bien defi­ni­da de valo­res y prio­ri­da­des (Mon­tes De Oca Gon­zá­lez, Macías Bes­tard, Vera Ver­ga­ra, May­nard Ber­mú­dez y May­nard Ber­mú­dez, 2009).

La inca­pa­ci­dad para esta­ble­cer rela­cio­nes ínti­mas satis­fac­to­rias a menu­do deja a las per­so­nas con sen­ti­do pro­fun­do de ais­la­mien­to y extra­ñe­za. Aun­que las per­so­nas sean capa­ces de sobre­lle­var su tra­ba­jo y man­te­ner algu­na apa­rien­cia de inti­mi­dad en las rela­cio­nes super­fi­cia­les, pue­den expe­ri­men­tar un sen­ti­mien­to pro­fun­do de vacío y sole­dad. La mayo­ría de las per­so­nas pare­ce tener una nece­si­dad inten­sa de amar y de ser ama­da. Si estas nece­si­da­des no se satis­fa­cen, sur­ge un carác­ter obse­si­vo de estar incom­ple­to (Wool­folk, 2006).

En este esta­dio sur­ge la vir­tud del amor como una fuer­za del “yo”. Esto no sig­ni­fi­ca negar la par­ti­ci­pa­ción del amor en las eta­pas pre­vias sino que en la edad adul­ta joven el indi­vi­duo es capaz de trans­for­mar el amor reci­bi­do en la infan­cia y comen­zar a cui­dar a otros. El amor ade­más repre­sen­ta una devo­ción mutua que es capaz de ven­cer el anta­go­nis­mo entre los sexos.

La ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va que Erik­son lla­ma pro­mis­cui­dad, se refie­re par­ti­cu­lar­men­te a vol­ver­se dema­sia­do abier­to, muy fácil­men­te, sin ape­nas esfuer­zo y sin nin­gu­na pro­fun­di­dad o res­pe­to por su inti­mi­dad y se pue­de dar tan­to con el aman­te, como con los ami­gos, com­pa­ñe­ros y veci­nos. La exclu­sión es la ten­den­cia malig­na y en este caso la per­so­na se aís­la de sus seres que­ri­dos o pare­jas, ami­gos y veci­nos, desa­rro­llan­do como com­pen­sa­ción un sen­ti­mien­to cons­tan­te de cier­ta rabia o irri­ta­bi­li­dad que le sir­ve de com­pa­ñía (Wool­folk, 2006).

Esta­dio de madu­rez: gene­ra­ti­vi­dad vs estan­ca­mien­to: cui­da­do

Según Erik­son, el inte­rés de guiar a la suce­si­va gene­ra­ción es la fuen­te prin­ci­pal de equi­li­brio en la edad adul­ta madu­ra. A esto se le lla­ma inte­rés en la siguien­te gene­ra­ción, don­de se expre­sa la preo­cu­pa­ción por uno mis­mo, por los hijos y por los des­cen­dien­tes. El tra­ba­jo pro­duc­ti­vo tam­bién pue­de dar expre­sión a esta cua­li­dad. Si se care­ce de inte­rés en la pró­xi­ma gene­ra­ción se tie­ne un estan­ca­mien­to en la preo­cu­pa­ción por las nece­si­da­des y la como­di­dad de uno mis­mo. La vida pier­de sig­ni­fi­ca­do y la per­so­na se sien­te amar­ga­da, abu­rri­da y atra­pa­da, sé es egoís­ta (Bor­din­gnon, 2005).

Freud sos­te­nía que jun­to con la capa­ci­dad de amar, la capa­ci­dad de tra­ba­jar en for­ma efi­caz es una señal de madu­rez. Erik­son pare­ce estar de acuer­do con ambos reque­ri­mien­tos, amar y tra­ba­jar, y ha deli­nea­do una eta­pa de la vida que ha lla­ma­do gene­ra­ti­vi­dad para des­cri­bir la nece­si­dad de un tra­ba­jo y afec­to pro­duc­ti­vos.

Se da en la fase media de la edad adul­ta y las rela­cio­nes sig­ni­fi­ca­ti­vas se dan en el hogar y con los com­pa­ñe­ros del tra­ba­jo. La gene­ra­ti­vi­dad se refie­re a la dona­ción que una per­so­na hace a su fami­lia, comu­ni­dad, tra­ba­jo y socie­dad en su con­jun­to. El éxi­to en esta eta­pa se expre­sa por medio de sen­ti­mien­tos posi­ti­vos sobre la comu­ni­dad de la vida (Mon­tes De Oca Gon­zá­lez, Macías Bes­tard, Vera Ver­ga­ra, May­nard Ber­mú­dez y May­nard Ber­mú­dez, 2009).

Las difi­cul­ta­des con­du­cen a sub­es­ti­mar las acti­vi­da­des per­so­na­les y a un sen­ti­mien­to de estan­ca­mien­to o de no haber hecho cosa algu­na para las gene­ra­cio­nes siguien­tes; de hecho, si una per­so­na no ha resuel­to con éxi­to la cri­sis de iden­ti­dad de la ado­les­cen­cia, pue­de tener serios pro­ble­mas para ele­gir un rum­bo (Huer­ta Oroz­co, 2018).

El cui­da­do es la fuer­za del “yo” que sur­ge duran­te los años inter­me­dios. El adul­to pre­ci­sa ser nece­si­ta­do. El cui­da­do impli­ca hacer algo por alguien. El cui­da­do tam­bién es capaz de ven­cer los sen­ti­mien­tos ambi­va­len­tes inevi­ta­bles que están impli­ca­dos en la rela­ción padre-hijo.

Erik­son lla­mó sobre­ex­ten­sión a la ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va de este esta­dio y men­cio­na que exis­te per­so­nas que tra­tan de ser tan pro­duc­ti­vas que no se dan tiem­po para rela­jar­se y des­can­sar y no logra con­tri­buir a la socie­dad, son per­so­nas que están inmer­sas en un sin­nú­me­ro de acti­vi­da­des o cau­sas, o bien tra­tan de man­te­ner todos los tra­ba­jos posi­bles que al final no tie­ne tiem­po para hacer nin­gu­na de esas acti­vi­da­des. La ten­den­cia malig­na es de recha­zo lo que supo­nes muy poca acti­vi­dad y mucho estan­ca­mien­to, son per­so­nas que tie­ne una míni­ma con­tri­bu­ción en la socie­dad.

Erik­son tam­bién habla que en este esta­dio se da la cri­sis de la edad media­na, y los hom­bres y muje­res que se hacen la terri­ble pre­gun­ta: “¿Qué estoy hacien­do aquí?” en lugar de pre­gun­tar­se por quien están hacien­do lo que hacen, dado que la aten­ción recae sobre ellos mis­mos, esto se debe al páni­co a enve­je­cer y no haber logra­do las metas que tuvie­ron cuan­do jóve­nes, enton­ces tra­tan de recap­tu­rar su juven­tud y el ejem­plo más con­tun­den­te se da en los hom­bres que pue­den lle­gar a dejar a su espo­sa, aban­do­nar su tra­ba­jo, se vis­ten muy juve­ni­les y fre­cuen­tan luga­res para sol­te­ros (Wool­folk, 2006).

Inte­gra­ción del “yo” vs deses­pe­ra­ción: sabi­du­ría

La per­so­na que ha vivi­do en for­ma lle­na y res­pon­sa­ble desa­rro­lla un sen­ti­do de inte­gri­dad; es decir, res­pe­to por sí mis­ma. Esto per­mi­te a la per­so­na afron­tar el enve­je­ci­mien­to y la muer­te con dig­ni­dad. Si los acon­te­ci­mien­tos ante­rio­res se ven con arre­pen­ti­mien­to, el anciano sien­te deses­pe­ra­ción; es decir, pesar y remor­di­mien­to. El enve­je­ci­mien­to y la ame­na­za de la muer­te se vuel­ven enton­ces fuen­tes de temor y depre­sión (Bor­din­gnon, 2005).

Esta es la últi­ma eta­pa del desa­rro­llo psi­co­so­cial. Abar­ca la últi­ma fase de la vida adul­ta y pro­si­gue has­ta la muer­te. El éxi­to para resol­ver las difi­cul­ta­des que pre­sen­ta esta eta­pa de la vida crea un sen­ti­mien­to de logro y sabi­du­ría.

La pers­pec­ti­va de lle­gar al final de la vida pue­de pro­du­cir­les pro­fun­da angus­tia a muchas per­so­nas. Los ancia­nos expe­ri­men­tan difi­cul­ta­des, que varían de dolo­res y males­ta­res físi­cos, de pere­za y pér­di­da de inte­rés en las cosas y las per­so­nas, has­ta sen­ti­mien­tos de inuti­li­dad, ais­la­mien­to y deses­pe­ra­ción. Erik­son no cree que el últi­mo perio­do de la vida deba ser deso­la­do y ate­rra­dor para todos; no lo es para quie­nes han cum­pli­do con éxi­to las tareas de las eta­pas pre­vias (Mon­tes De Oca Gon­zá­lez, Macías Bes­tard, Vera Ver­ga­ra, May­nard Ber­mú­dez y May­nard Ber­mú­dez, 2009).

Según estos estu­dios, algu­nos ancia­nos decla­ran que no les ate­mo­ri­za pen­sar en su pro­pia muer­te habien­do vivi­do sus vidas con tota­li­dad, no desean una exis­ten­cia per­pe­tua en la Tie­rra. Esto es, sí cada perio­do fue vivi­do ple­na­men­te a su tiem­po, y no que­da­ron nece­si­da­des insa­tis­fe­chas para ator­men­tar­los. Las difi­cul­ta­des gene­ran remor­di­mien­to sobre lo que pudo haber­se alcan­za­do y no se logró. Ade­más de que ya se es tar­de para empe­zar de nue­vo. La vir­tud de esta eta­pa es la sabi­du­ría. Esta per­mi­te al indi­vi­duo dar­le a su vida un cie­rre apro­pia­do. Es la capa­ci­dad para mirar hacia atrás y refle­xio­nar sobre la pro­pia vida fren­te a la muer­te inmi­nen­te.

La ten­den­cia mala­dap­ta­ti­va de este esta­dio es lla­ma­da pre­sun­ción, y esto ocu­rre cuan­do la per­so­na “pre­su­me” de una inte­gri­dad yoi­ca sin afron­tar de hecho las difi­cul­ta­des de la senec­tud. La ten­den­cia malig­na es la lla­ma­da des­dén y Erik­son la defi­ne como un des­aca­to a la vida, tan­to pro­pia como la de los demás.

Uno de los pun­tos más impor­tan­tes de la teo­ría de Erik­son es su afir­ma­ción de que el desa­rro­llo no ter­mi­na en la ado­les­cen­cia, sino que con­ti­núa duran­te la vida adul­ta. Antes de Erik­son, con Freud, la hipó­te­sis exis­ten­te sos­te­nía que el desa­rro­llo psi­co­so­cial ter­mi­na­ba, en gran par­te, jun­to con la ado­les­cen­cia. Erik­son con­tri­bu­yó a esta­ble­cer que el desa­rro­llo con­ti­núa a lo lar­go de la vida.

Desa­rro­llo y fun­cio­na­mien­to anor­mal: pro­xi­mi­dad a las con­duc­tas anti­so­cia­les y cri­mi­na­les

La teo­ría de Erik­son de zonas y usos cons­ti­tu­ye el esque­ma median­te el cual pue­den com­pren­der­se cier­tas for­mas de mal fun­cio­na­mien­to. Al ana­li­zar las ocho eta­pas de la vida según Erik­son, hay que tener en cuen­ta que cada eta­pa, si es encon­tra­da y vivi­da triun­fan­te­men­te agre­ga un valor al “yo”. Erik­son se refie­re a esas ganan­cias como fuer­zas del “yo” (Huer­ta Oroz­co, 2018).

Fue un psi­có­lo­go des­ta­ca­do que inclu­yó en su sis­te­ma lo que tra­di­cio­nal­men­te se lla­ma como vir­tu­des (espe­ran­za, volun­tad, valor, deter­mi­na­ción, fide­li­dad). Para Erik­son, esas fuer­zas del “yo” no son subli­ma­cio­nes sino ver­da­de­ros logros.

Con­for­me el niño cre­ce, hay cam­bios en las poten­cia­li­da­des y capa­ci­da­des, pero tam­bién un aumen­to en su vul­ne­ra­bi­li­dad a sufrir daño. Al apren­der a hacer más por si mis­mo, el niño aumen­ta su sus­cep­ti­bi­li­dad a las frus­tra­cio­nes y con­flic­tos (Ríos Patio, 2017). Y aun­que la rea­li­za­ción acer­ta­da de un logro en par­ti­cu­lar pre­pa­ra al niño a vivir de una mane­ra más efi­caz, pue­de fácil­men­te rein­ci­dir o regre­sar. No obs­tan­te, si una cri­sis no se resuel­ve con éxi­to en la eta­pa ade­cua­da del desa­rro­llo, las expe­rien­cias pos­te­rio­res pue­den aumen­tar el daño psi­co­ló­gi­co pro­du­ci­do por padres crue­les o negli­gen­tes.

Pero debe notar­se que un logro alcan­za­do en la eta­pa apro­pia­da pue­de pre­pa­rar al niño en cre­ci­mien­to para encar­gar­se de las tareas de la siguien­te eta­pa; por lo tan­to, ten­drá una posi­bi­li­dad aún mayor de vol­ver­se una influen­cia con­ti­nua en el desa­rro­llo del niño, con­for­me sean domi­na­das las tareas sub­se­cuen­tes.

Cua­dro 1. Las eta­pas del desa­rro­llo psi­co­so­cial

Eta­pa

Edad apro­xi­ma­da

Resul­ta­dos posi­ti­vos

Resul­ta­dos nega­ti­vos

Vir­tu­des del “yo”

Con­fian­za vs. Des­con­fian­za

Naci­mien­to a un año y medio

Sen­ti­mien­tos de con­fian­za debi­do al apo­yo del entorno

Mie­do y preo­cu­pa­ción hacia los demás

Espe­ran­za

Auto­no­mía vs. Ver­güen­za y duda

Un año y medio a tres años

Auto­su­fi­cien­cia si se pro­mo­vió la explo­ra­ción

Dudas acer­ca de si mis­mo, caren­cia de inde­pen­den­cia

Volun­tad

Ini­cia­ti­va vs. Cul­pa

Tres a seis años

Des­cu­bri­mien­to de for­mas de ini­ciar las accio­nes

Cul­pa en cuan­to a accio­nes y pen­sa­mien­tos

Deter­mi­na­ción

Indus­tria vs. Infe­rio­ri­dad

Seis a 12 años

Desa­rro­llo de un sen­ti­mien­to de capa­ci­dad

Sen­ti­mien­to de infe­rio­ri­dad, caren­cia de sen­ti­mien­to de capa­ci­dad

Com­pe­ten­cia

Iden­ti­dad vs. Con­fu­sión de roles

Ado­les­cen­cia

Con­cien­cia de ser úni­co, cono­ci­mien­to del papel a seguir

Fal­ta de habi­li­dad para iden­ti­fi­car roles ade­cua­dos en la vida

Fide­li­dad

Inti­mi­dad vs. Ais­la­mien­to

Pri­me­ra fase de la edad adul­ta

Desa­rro­llo de rela­cio­nes sexua­les amo­ro­sas y de amis­ta­des ínti­mas

Mie­do de inter­ac­tuar con los demás

Amor

Gene­ra­ti­vi­dad vs. Estan­ca­mien­to

Fase inter­me­dia de la edad adul­ta

Sen­ti­mien­to de ayu­da a la con­ti­nui­dad de la vida

Sub­es­ti­ma­ción de las acti­vi­da­des pro­pias

Cui­da­do

Fuen­te: Ela­bo­ra­ción pro­pia.

Ele­men­tos de polí­ti­ca cri­mi­nal basa­da en Erik­son

DiCa­prio (1989, pp. 202–205), acer­ta­da­men­te indi­ca para el inte­rés polí­ti­co cri­mi­nal, algu­nas opi­nio­nes en base a la teo­ría erik­so­nia­na sobre la per­so­na­li­dad sana o como él la lla­ma vida ideal.

Con­fian­za

El sen­ti­do de con­fian­za no sólo es esen­cial para el lac­tan­te sino para todos. Un sen­ti­do de con­fian­za capa­ci­ta para tomar deci­sio­nes en situa­cio­nes des­fa­vo­ra­bles. Se requie­re tener segu­ri­dad o con­fian­za en sí mis­mos y en el ambien­te. Sin con­fian­za, se expe­ri­men­ta temor, emo­ción para­li­zan­te que impi­de la con­duc­ta. La espe­ran­za se refie­re a expec­ta­ti­vas posi­ti­vas en ausen­cia de prue­bas que las apo­yen (Res­tre­po, 2002).

Cons­tan­te­men­te se toman deci­sio­nes sobre asun­tos impor­tan­tes, el resul­ta­do de las cua­les trae con­si­go incer­ti­dum­bre y ries­go. Erik­son tam­bién inclu­ye en el sen­ti­do de con­fian­za el pode­ro­so bene­fi­cio del res­pe­to y la reve­ren­cia hacia la gen­te. La vida es enri­que­ci­da en gran medi­da por nues­tras rela­cio­nes socia­les, inclu­so por nues­tra rela­ción con seres sobre­na­tu­ra­les. El sen­ti­do de con­fian­za debe abar­car la fe en la gen­te.

Auto­no­mía

La capa­ci­dad de pre­fe­rir, tomar deci­sio­nes y efec­tuar­las jue­ga un papel impor­tan­te prác­ti­ca­men­te en todo lo que se hace. Se con­si­de­ra el valor de la vida: El auto­con­trol, auto­dis­ci­pli­na, auto­afir­ma­ción y el poder de la volun­tad. La capa­ci­dad de decir: “Sí” o “No” a los pro­pios impul­sos, a las pre­sio­nes del ambien­te y a las pers­pec­ti­vas futu­ras, es una dimen­sión impor­tan­te de la vida efec­ti­va (Stein­berg, 2006).

Todos deben ser esfor­za­dos al enfren­tar las dis­trac­cio­nes, frus­tra­cio­nes, las pro­pias resis­ten­cias inter­nas y los pro­ble­mas dia­rios que ator­men­tan. La per­sis­ten­cia y per­se­ve­ran­cia son cua­li­da­des desea­bles deri­va­das del valor. Para ejer­ci­tar la volun­tad sen­sa­ta­men­te, se requie­re tener un jui­cio sano en rela­ción con la con­duc­ta correc­ta y la equi­vo­ca­da. La sen­si­bi­li­dad a los patro­nes y prác­ti­cas socia­les, cul­tu­ra­les, lega­les y per­so­na­les con­tri­bu­yen cier­ta­men­te a la vida efec­ti­va (Mar­cial, 2006).

Ini­cia­ti­va

Satis­fa­cer las nece­si­da­des y los deseos de una mane­ra orde­na­da es otro espa­cio impor­tan­te en la vida sana. Tener un pro­pó­si­to en la vida con­fie­re sig­ni­fi­ca­do. El sen­ti­do de ini­cia­ti­va es auxi­lia­do por los obje­ti­vos a cor­to pla­zo y fomen­ta una apro­xi­ma­ción vigo­ro­sa a la vida.

Erik­son inclu­ye como una carac­te­rís­ti­ca de la ini­cia­ti­va la iden­ti­fi­ca­ción con pape­les autén­ti­cos, sen­tir­se cómo­do con los pape­les cul­tu­ral­men­te acep­ta­dos y que se adap­tan a las capa­ci­da­des, dis­po­si­cio­nes y nece­si­da­des, es sin duda una ven­ta­ja valio­sa en la vida (Mar­cial, 2006).

Labo­rio­si­dad

El sen­ti­do de labo­rio­si­dad apo­ya­da por la com­pe­ten­cia en áreas nece­sa­rias de eje­cu­ción es otro logro impor­tan­te en el “yo”. La vida con éxi­to en cual­quier socie­dad depen­de de la pose­sión de habi­li­da­des valio­sas. Se con­ce­de cate­go­ría y valor pro­pio, por las habi­li­da­des que se poseen. El éxi­to depen­de de las com­pe­ten­cias, cono­cer y prac­ti­car las for­ma­li­da­des de la cul­tu­ra fomen­ta expe­rien­cias de éxi­to. El ser víc­ti­mas o amos de las pro­pias cir­cuns­tan­cias depen­de en alto gra­do de la com­pe­ten­cia.

Iden­ti­dad

Lograr un sen­ti­do de iden­ti­dad ayu­da a resol­ver muchos con­flic­tos impor­tan­tes en la vida. Ser capa­ces de encon­trar con­ti­nui­dad en los diver­sos pape­les da cier­ta esta­bi­li­dad y uni­dad.

La iden­ti­dad defi­ne el lugar en la estruc­tu­ra social. Iden­ti­fi­car­se con pape­les acep­ta­bles ayu­da a con­fir­mar el sen­ti­do de dig­ni­dad. La mujer valo­ra­da por sus hijos resul­ta ayu­da­da a esta­ble­cer su iden­ti­dad como madre. Si ella es ama­da y res­pe­ta­da por su espo­so, su iden­ti­dad como espo­sa se afir­ma y se defi­ne. Si sus padres pien­san que ella es hija, madre y espo­sa exce­len­tes, su iden­ti­dad reci­be más apo­yo y defi­ni­ción. Si en su pro­fe­sión es esti­ma­da, se for­ta­le­ce otro aspec­to de la iden­ti­dad (Huer­ta Oroz­co, 2018).

Dos aspec­tos impor­tan­tes de la iden­ti­dad son el com­pro­mi­so ideo­ló­gi­co y la fide­li­dad. Por com­pro­mi­so ideo­ló­gi­co, Erik­son quie­re decir tener valo­res y prio­ri­da­des que fun­cio­nan en una socie­dad en par­ti­cu­lar. Por la vir­tud de la fide­li­dad, quie­re decir la capa­ci­dad de hacer com­pro­mi­sos y aca­tar­los. Estos son atri­bu­tos esen­cia­les para la vida efec­ti­va (Fie­rro, 2006).

Inti­mi­dad

El sen­ti­do de inti­mi­dad es uno de logros huma­nos más dis­tin­ti­vos. Sus bene­fi­cios son muchos. Su ingre­dien­te esen­cial, la capa­ci­dad de amar enri­que­ce en gran medi­da la vida. El sen­ti­do de inti­mi­dad está for­ma­do por algu­nos de las más nota­bles emo­cio­nes y sen­ti­mien­tos. La vida es apo­ya­da, en gran par­te, por las muchas afi­lia­cio­nes con otras per­so­nas. Ser capaz de par­ti­ci­par en las rela­cio­nes socia­les con una gran diver­si­dad de per­so­nas es una ven­ta­ja valio­sa.

Gene­ra­ti­vi­dad

Los atri­bu­tos de pro­duc­ti­vi­dad y gene­ra­ti­vi­dad requie­ren la uti­li­za­ción de capa­ci­da­des en la eje­cu­ción de tra­ba­jo útil. La socie­dad pro­por­cio­na una gran varie­dad de pape­les acep­ta­bles de tra­ba­jo, aun­que varíen en cate­go­ría. Ser capaz de tra­ba­jar pro­duc­ti­va­men­te es una fuer­za prin­ci­pal del “yo”, que con­tri­bu­ye sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te a la cali­dad de la vida.

El tra­ba­jo pro­duc­ti­vo no solo se limi­ta a un empleo remu­ne­ra­do sino tam­bién a las obli­ga­cio­nes fami­lia­res y la vida comu­ni­ta­ria. La vir­tud del afec­to hace a la fami­lia un vehícu­lo impor­tan­te para la trans­mi­sión de la cul­tu­ra. El afec­to pro­por­cio­na una valio­sa cua­li­dad a los pape­les pater­na­les. Erik­son sos­tie­ne que la per­so­na gene­ra­cio­nal está moti­va­da a tras­mi­tir lo que reci­bió de la gene­ra­ción ante­rior, un atri­bu­to nece­sa­rio para la per­cep­ción de la cul­tu­ra.

Inte­gri­dad

La per­so­na­li­dad se for­ta­le­ce a tra­vés de la sabi­du­ría y uni­fi­ca­ción en la últi­ma eta­pa de la vida. Erik­son pare­ce atri­buir un mayor con­trol per­so­nal a los últi­mos esta­dios que en los pri­me­ros. El mode­lo que Erik­son cons­tru­yó con­tie­ne los ingre­dien­tes para un desa­rro­llo y fun­cio­na­mien­to sanos.

Con­clu­sio­nes

Se pre­sen­ta­ron aspec­tos sobre­sa­lien­tes de la vida de Erik­son, sus pri­me­ros años de vida y desa­rro­llo, de los cua­les, se pudie­ra decir que él mis­mo vivió una cri­sis sobre la cual cons­trui­ría su teo­ría. Al pre­sen­tar los pun­tos tora­les de su teo­ría psi­co­so­cial, se pue­de enla­zar con la esen­cia de este artícu­lo que ha sido el vin­cu­lar a la Cri­mi­no­lo­gía con la teo­ría de Erik­son para el enten­di­mien­to del desa­rro­llo de las con­duc­tas anti­so­cia­les, des­via­das y cri­mi­na­les, par­tien­do de pun­tos meta que la vida pre­sen­ta y que los suje­tos deben desa­rro­llar y que al no ser logra­dos en diver­sos momen­tos, los con­du­ce a la des­via­ción. La cual, al ser nega­ti­va, va tor­nan­do a los indi­vi­duos hacia cier­tas con­duc­tas anti­so­cia­les. Pre­sen­ta­do lo ante­rior, se hizo una bre­ve pro­pues­ta de polí­ti­ca cri­mi­no­ló­gi­ca de salud.

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Notas

  1. Doc­to­ran­do en Filo­so­fía con Acen­tua­ción en Estu­dios de la Edu­ca­ción por la Facul­tad de Filo­so­fía y Letras (beca­rio CONACYT) por la Facul­tad de Filo­so­fía y Letras de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Nue­vo León, Méxi­co. Correo elec­tró­ni­co: wael.hikalcrr@uanl.edu.mx. Orcid https://orcid.org/0000–0003-1278–567X