La construcción psico-social del cuerpo ideal en gimnastas mexicanas retiradas del alto rendimiento1 Descargar este archivo (7 - La construcción psico-social del cuerpo ideal en gimnastas mexicanas.pdf)

Tatiana Aguiar-Montealegre2 y Bertha Elvia Taracena-Ruiz3

Universidad Nacional Autónoma de México

Resu­men

Par­tien­do de una visión socio-clí­ni­ca, este tra­ba­jo explo­ró la cons­truc­ción del cuer­po ideal y sus cos­tes físi­cos y psi­co­ló­gi­cos. Se rea­li­za­ron entre­vis­tas bio­grá­fi­cas con tres gim­nas­tas reti­ra­das del alto ren­di­mien­to y se ana­li­zó el mate­rial dis­cur­si­vo en dos eta­pas (codi­fi­ca­ción heu­rís­ti­ca e inter­pre­ta­ción socio-clí­ni­ca). Los prin­ci­pa­les cos­tes fue­ron pro­ble­mas en la ali­men­ta­ción, lesio­nes e ima­gen cor­po­ral nega­ti­va. Se con­clu­ye que las par­ti­ci­pan­tes inten­ta­ron cum­plir con un nivel de exi­gen­cia cor­po­ral que iba en con­tra de sus carac­te­rís­ti­cas gené­ti­cas y esto se aso­ció con diver­sas expe­rien­cias de fra­ca­so. El cuer­po ideal en la gim­na­sia es una cons­truc­ción psi­co-social fomen­ta­da por la ins­ti­tu­ción depor­ti­va, refor­za­da por los entre­na­do­res, acep­ta­da por las fami­lias y per­se­gui­da por las atle­tas.

Pala­bras cla­ve: cuer­po ideal, gim­na­sia artís­ti­ca, socio-clí­ni­ca.

Abs­tract

This inves­ti­ga­tion iden­ti­fies, from a socio-cli­nic pers­pec­ti­ve, the ideal body-type cons­truc­tion and its phy­si­cal and psy­cho­lo­gi­cal costs. Bio­graphic inter­views were held with three reti­red, eli­te gymnasts. A two-sta­ge approach (heu­ris­tic codi­fi­ca­tion and socio-cli­nic inter­pre­ta­tion) was used to analy­ze the dis­cur­si­ve mate­rial. The main detec­ted costs were eating disor­ders, inju­ries, and nega­ti­ve self-ima­ge. The authors come to the con­clu­sion that the par­ti­ci­pants tried to ful­fill a level of cor­po­ral requi­re­ments that went against their gene­tic body fea­tu­res, and this was asso­cia­ted with seve­ral sport fai­lu­re expe­rien­ces. The ideal body-type in gymnas­tics is a psy­cho-social cons­truc­tion pro­mo­ted by the ins­ti­tu­tion, rein­for­ced by the coaches, accep­ted by the fami­lies, and pur­sued by the ath­le­tes.

Key words: Ideal body-type, Artis­tic Gymnas­tics, Socio-Cli­nic approach.

Introducción

La meta­mor­fo­sis de la Gim­na­sia Artís­ti­ca hacia un depor­te de niñas y no de muje­res tuvo sus ini­cios en los años 70 cuan­do Olga Kor­but y Nadia Coma­ne­ci mos­tra­ron la faci­li­dad con que pue­den hacer­se movi­mien­tos con un cuer­po sin cur­vas ni apa­rien­cia adul­ta (Kerr, 2006). La pos­te­rior idea­li­za­ción de este cuer­po des­em­bo­có en la ilu­sión de que es posi­ble tener una eje­cu­ción per­fec­ta, siem­pre y cuan­do la gim­nas­ta sea peque­ña y del­ga­da.

Las con­se­cuen­cias de esta trans­for­ma­ción pue­den apre­ciar­se en quie­nes actual­men­te prac­ti­can este depor­te. Muchas atle­tas se ven invo­lu­cra­das en una tria­da feme­ni­na devas­ta­do­ra (Nichols, Rauh, Law­son, Ji & Bar­kai, 2006): des­ór­de­nes ali­men­ta­rios, ame­no­rrea y osteo­po­ro­sis. Las atle­tas que par­ti­ci­pan en acti­vi­da­des depor­ti­vas esté­ti­cas tie­nen mayor pro­ba­bi­li­dad de repor­tar insa­tis­fac­ción cor­po­ral y ser diag­nos­ti­ca­das con un tras­torno de la con­duc­ta ali­men­ta­ria que depor­tis­tas de dis­ci­pli­nas que no depen­den de la esté­ti­ca o del peso (Berry & Howe, 2000).

Elen­du y Umea­ku­ka (2010) mos­tra­ron que ocho de cada diez gim­nas­tas uti­li­za­ban, en algún momen­to de su carre­ra depor­ti­va, prác­ti­cas inade­cua­das para bajar de peso: dis­mi­nuir el con­su­mo de calo­rías, aumen­tar el gas­to de calo­rías, res­trin­gir la inges­ta de comi­da, sobre-ejer­ci­tar­se y des­hi­dra­tar­se. Otros inves­ti­ga­do­res des­cu­brie­ron que las atle­tas de diver­sos depor­tes lle­gan a pre­sen­tar com­por­ta­mien­tos pato­ló­gi­cos: vómi­to lue­go de atra­co­nes de comi­da y uso de laxan­tes o diu­ré­ti­cos (Nichols et al., 2006).

Some­ter­se a los estric­tos entre­na­mien­tos de la gim­na­sia y no con­su­mir los sufi­cien­tes ali­men­tos pue­de retra­sar la menar­ca, esto tien­de a afec­tar el cre­ci­mien­to esque­lé­ti­co por los bajos nive­les de estró­geno (Ryan, 2000). No es difí­cil ima­gi­nar las gra­ves con­se­cuen­cias de tener defi­cien­cias hor­mo­na­les en esta eta­pa y su posi­ble vin­cu­la­ción con la tasa de lesio­nes en este depor­te.

En la Gim­na­sia Artís­ti­ca Feme­ni­na las lesio­nes son tan comu­nes que cier­tas atle­tas las per­ci­ben como una prue­ba de per­te­ne­cer a la éli­te: “Yo lucía mi pri­mer hue­so que­bra­do como una meda­lla de honor, sig­ni­fi­can­do el rito de pasa­je hacia una atle­ta seria” (Sey, 2009, p. 204). Éstas dis­mi­nu­yen la posi­bi­li­dad de entre­nar y pue­den pro­vo­car un aumen­to del por­cen­ta­je de gra­sa.

No qui­sié­ra­mos con esta intro­duc­ción insi­nuar que todas las gim­nas­tas de éli­te emer­gen del depor­te con pro­ble­mas emo­cio­na­les y físi­cos. Muchas salen enri­que­ci­das lue­go de vivir la pre­sión y las deman­das físi­cas de la dis­ci­pli­na; e inclu­si­ve comen­tan que los valo­res depor­ti­vos (auto-supera­ción, esfuer­zo, per­se­ve­ran­cia, dis­ci­pli­na, etc.) bene­fi­cian enor­me­men­te sus vidas. Sin embar­go, otras pagan un alto pre­cio por alcan­zar lo que la ins­ti­tu­ción pro­po­ne.

Para lle­gar a ser una atle­ta exi­to­sa se nece­si­ta más que des­tre­za físi­ca; se requie­re una dis­po­si­ción psí­qui­ca par­ti­cu­lar y una atrac­ción por los desa­fíos per­ma­nen­tes. Aubert y Gau­le­jac (1993) con­si­de­ran que esto corres­pon­de a per­so­nas cuya his­to­ria per­so­nal y for­ma­ción psí­qui­ca las vuel­ve más pro­pen­sas a la ten­ta­ción de la exce­len­cia. Esta ten­ta­ción se tra­du­ce en la creen­cia que exis­te “la obli­ga­ción de ser fuer­te, la impo­si­bi­li­dad de fra­ca­sar o de mos­trar­se débil, la nece­si­dad de cum­plir con los obje­ti­vos que uno mis­mo ha esta­ble­ci­do, cues­te lo que cues­te” (Aubert & Gau­le­jac, 1993, p. 117).

La bús­que­da de la exce­len­cia en el depor­te con­du­ce al desa­fío de tener un cuer­po deter­mi­na­do. La cons­truc­ción de la repre­sen­ta­ción sobre el cuer­po ideal nece­si­ta enten­der­se des­de una mira­da mul­ti­rre­fe­ren­cial. Por ello, qui­si­mos pro­fun­di­zar en esto des­de la arti­cu­la­ción que pro­po­ne la socio-clí­ni­ca entre los regis­tros macro (las polí­ti­cas del depor­te), meso (la fami­lia) y micro (la gim­nas­ta). Nues­tra inves­ti­ga­ción tuvo como pro­pó­si­to explo­rar la cons­truc­ción del cuer­po ideal y sus cos­tes físi­cos y psi­co­ló­gi­cos.

La pers­pec­ti­va socio-clí­ni­ca es una apro­xi­ma­ción teó­ri­co-meto­do­ló­gi­ca que bus­ca des­ta­car el influ­jo de lo social en las his­to­rias indi­vi­dua­les a tra­vés de un aná­li­sis mul­ti­rre­fe­ren­cial (Gau­le­jac, 2008). De esta for­ma, se toman en cuen­ta las deter­mi­na­cio­nes socia­les para abor­dar las deter­mi­na­cio­nes psi­co­ló­gi­cas y vice­ver­sa. Al con­si­de­rar que todos los fenó­me­nos son atra­ve­sa­dos por los regis­tros psí­qui­co y social, y que éstos son irre­duc­ti­bles, se vuel­ve nece­sa­rio estu­diar la diná­mi­ca de esta arti­cu­la­ción (Gau­le­jac, 2008).

Esta apro­xi­ma­ción se diri­ge hacia la com­pre­sión de los pro­ce­sos a par­tir de la sin­gu­la­ri­dad de cada per­so­na entre­vis­ta­da, bus­can­do estar lo más cer­ca posi­ble de su viven­cia. Para la socio-clí­ni­ca, el indi­vi­duo “es el pro­duc­to de una his­to­ria de la cual bus­ca deve­nir suje­to” (Gua­le­jac, Rodrí­guez & Tara­ce­na-Ruiz, 2005, p. 12). Cada suje­to se pro­du­ce a tra­vés de even­tos que cons­ti­tu­yen su his­to­ria sin­gu­lar; sin embar­go, tam­bién es un actor pues tie­ne la capa­ci­dad de inter­ve­nir sobre su pro­pia vida. Final­men­te, es pro­duc­tor de his­to­rias a tra­vés de sus acti­vi­da­des y sus pala­bras. Así, “es el hecho ‘de tener’ una his­to­ria lo que per­mi­te ‘hacer’ una his­to­ria” (Gau­le­jac et al., 2005, p. 82).

Método y estrategia de análisis

Este estu­dio uti­li­zó el enfo­que cua­li­ta­ti­vo y el méto­do bio­grá­fi­co. Por un lado, ele­gi­mos este acer­ca­mien­to pues ser obje­ti­vos no con­sis­te en neu­tra­li­zar la sub­je­ti­vi­dad de par­ti­ci­pan­tes e inves­ti­ga­do­res, sino en com­pren­der cómo inter­vie­ne en la pro­duc­ción del cono­ci­mien­to (Gau­le­jac et al., 2005).

En las entre­vis­tas bio­grá­fi­cas, el inter­cam­bio de narra­cio­nes hace posi­ble una co-cons­truc­ción del cono­ci­mien­to que desin­te­gra aque­llas fron­te­ras cui­da­do­sa­men­te tra­za­das entre inves­ti­ga­dor (suje­to) y par­ti­ci­pan­te (obje­to) (Gau­le­jac, 2008). Una de las ven­ta­jas de este tipo de entre­vis­tas es que brin­da a los par­ti­ci­pan­tes la posi­bi­li­dad de cons­truir sig­ni­fi­ca­dos para la vida que narran. De esta mane­ra, la entre­vis­ta no supo­ne sim­ple­men­te “vaciar una cró­ni­ca de acon­te­ci­mien­tos vivi­dos, sino esfor­zar­se por dar­le un sen­ti­do al pasa­do y, por ende, a la situa­ción pre­sen­te” (Ber­taux, 1999, p. 12).

Rea­li­za­mos cua­tro entre­vis­tas bio­grá­fi­cas (Ber­taux, 1986) con tres gim­nas­tas mexi­ca­nas reti­ra­das que en algún momen­to de su tra­yec­to­ria depor­ti­va hubie­ran entre­na­do para com­pe­tir a nivel olím­pi­co, para un total de doce encuen­tros de entre­vis­ta has­ta cum­plir con el cri­te­rio de satu­ra­ción de la infor­ma­ción (Ber­taux, 1999).

Lla­ma­re­mos a nues­tras par­ti­ci­pan­tes Sil­via, Vivia­na y Aman­da. Las tres estu­vie­ron de acuer­do en fir­mar un con­sen­ti­mien­to infor­ma­do que expli­ci­ta­ba el núme­ro de entre­vis­tas, su dura­ción, los obje­ti­vos de la inves­ti­ga­ción y los tér­mi­nos de con­fi­den­cia­li­dad. Una vez con­clui­dos todos los encuen­tros de entre­vis­ta, se les entre­gó una copia com­ple­ta de las trans­crip­cio­nes para que tuvie­ran la posi­bi­li­dad de eli­mi­nar aque­llos frag­men­tos que qui­sie­ran excluir del aná­li­sis. Nin­gu­na de ellas deci­dió eli­mi­nar seg­men­tos de la entre­vis­ta.

Dise­ña­mos una estra­te­gia de aná­li­sis en dos fases: La pri­me­ra con­sis­tió en una codi­fi­ca­ción heu­rís­ti­ca que incluía no sola­men­te frag­men­tar los rela­tos sino tam­bién en encon­trar víncu­los entre códi­gos y con­cep­tos con el fin de uti­li­zar­los como dis­po­si­ti­vos heu­rís­ti­cos (Cof­fey & Atkin­son, 2005). La segun­da fase fue de inter­pre­ta­ción socio-clí­ni­ca tal como la entien­de Gau­le­jac (2002). Al reto­mar las nocio­nes de irre­duc­ti­ble social e irre­duc­ti­ble psí­qui­co, nos dimos a la tarea de ais­lar los com­po­nen­tes socia­les y los indi­vi­dua­les para lue­go “ana­li­zar de qué mane­ra se com­bi­nan, se influen­cian, se sos­tie­nen, se conec­tan o se intrin­can” (Gau­le­jac, 2008, p. 14). Esta rela­ción entre los aspec­tos indi­vi­dua­les y socia­les obli­ga de inme­dia­to a con­si­de­rar la mul­ti­di­men­sio­na­li­dad de lo vivi­do: las carac­te­rís­ti­cas indi­vi­dua­les de las gim­nas­tas (micro), de sus fami­lias (meso), y todos aque­llos aspec­tos aso­cia­dos a las polí­ti­cas del depor­te y la ins­ti­tu­ción depor­ti­va (macro).

Resultados

La codi­fi­ca­ción de 273 pági­nas de trans­crip­cio­nes deri­vó cua­tro temas: ten­ta­ción de la exce­len­cia, carac­te­rís­ti­cas del cuer­po ideal en gim­na­sia, los pro­ble­mas de ali­men­ta­ción de las depor­tis­tas y sus prin­ci­pa­les lesio­nes.

Sil­via, Vivia­na y Aman­da ingre­sa­ron a la gim­na­sia des­de peque­ñas. Sus padres deci­die­ron lle­var­las a cla­ses lúdi­cas pues que­rían cana­li­zar su ener­gía y man­te­ner­las ocu­pa­das. Ellas ini­cia­ron entre­nan­do tres veces a la sema­na (noven­ta minu­tos), y se invo­lu­cra­ron pau­la­ti­na­men­te en el depor­te has­ta lle­gar a cum­plir con dos sesio­nes de entre­na­mien­to dia­rias (entre seis y ocho horas) seis veces a la sema­na. Su fas­ci­na­ción por el depor­te esta­ba liga­da a un deseo por supe­rar­se y sobre­sa­lir.

Nota­mos que la ten­ta­ción de la exce­len­cia pue­de trans­mi­tir­se de gene­ra­ción en gene­ra­ción. La mamá de Sil­via, pese a nun­ca haber esta­do invo­lu­cra­da en un depor­te, incul­có una estric­ta dis­ci­pli­na de entre­na­mien­to: “No se tra­ta de que vayas un día sí y un día no (…). No voy a estar per­dien­do el tiem­po. Vamos a ir [a entre­nar] todos los días o nin­guno.” Para ella, la cons­tan­cia cons­ti­tuía un valor cen­tral den­tro y fue­ra del depor­te.

En el caso de Vivia­na, la ten­den­cia a bus­car la exce­len­cia pro­ve­nía tan­to de su fami­lia como de su inte­rior. Cuan­do tenía 9 años, notó que su entre­na­dor era poco estric­to y eso le impe­día apren­der ele­men­tos de mayor difi­cul­tad. Enton­ces bus­có un reem­pla­zo: “Yo veía al otro entre­na­dor que era muy bueno. Era muy cabrón: les gri­ta­ba, les pega­ba y así, pero era muy bueno… y [sus gim­nas­tas] avan­za­ban.” El deseo por avan­zar era tan fuer­te que las agre­sio­nes físi­cas y ver­ba­les pare­cían acep­ta­bles para ella y para su mamá. Ésta sin­tió que el éxi­to de su hija reque­ría sopor­tar este tipo de com­por­ta­mien­tos. Si Vivia­na esta­ba dis­pues­ta a vivir mal­tra­tos cor­po­ra­les con tal de apro­xi­mar­me a la éli­te depor­ti­va, ella se lo per­mi­ti­ría. Las deman­das de la ins­ti­tu­ción depor­ti­va se diri­gen a con­ven­cer a las gim­nas­tas que nece­si­tan un cuer­po que no sólo tole­re mal­tra­tos sino que sea mol­dea­do de for­ma par­ti­cu­lar.

El cuer­po ideal de la gim­na­sia que des­cri­bie­ron nues­tras par­ti­ci­pan­tes es muscu­loso pero suma­men­te del­ga­do (con muy bajo por­cen­ta­je de gra­sa). Aman­da reco­no­ce que los múscu­los abul­ta­dos en bra­zos y tron­co eran nece­sa­rios para cier­tos movi­mien­tos. Sin embar­go, se sen­tía tan preo­cu­pa­da por ver­se poco feme­ni­na que duran­te la pre­pa­ra­to­ria no se qui­ta­ba el swea­ter ni siquie­ra en verano. “Mi cuer­po se veía muy tra­ba­ja­do, muy depor­ti­vo. No depor­ti­vo esté­ti­co, sino depor­ti­vo robus­to.”

En las entre­vis­tas encon­tra­mos múl­ti­ples refe­ren­cias a los sacri­fi­cios que las par­ti­ci­pan­tes esta­ban dis­pues­tas a hacer para cum­plir con las expec­ta­ti­vas cor­po­ra­les de la ins­ti­tu­ción. Esta infor­ma­ción era espe­ra­da, pero no ima­gi­ná­ba­mos que la sen­sa­ción de tener un cuer­po inade­cua­do ini­cia­ra des­de eda­des tan cor­tas y pro­vo­ca­ra pro­ble­mas en la ali­men­ta­ción.

Cuan­do Sil­via tenía 6 años, una de sus com­pa­ñe­ras del equi­po solía moles­tar­la dicién­do­le que sus pier­nas eran dema­sia­do gor­das. Ade­más, duran­te su ado­les­cen­cia, la pesa­ban cua­tro veces al día (antes y des­pués de cada entre­na­mien­to): “Si veían que subías 100 gra­mos, era de: ‘¿Qué comis­te?’ ‘No sé. Comí algo, per­dón’…” Su mamá inter­ve­nía para qui­tar­le impor­tan­cia a los comen­ta­rios de los entre­na­do­res e ins­tar a su hija a comer sin res­tric­cio­nes. No obs­tan­te, pese a que Sil­via nun­ca tuvo pro­ble­mas de ali­men­ta­ción duran­te su tra­yec­to­ria como gim­nas­ta, lue­go de su reti­ro empe­zó a sen­tir­se insa­tis­fe­cha con su cuer­po. Inclu­so men­cio­nó que tie­ne mie­do de con­ver­tir­se algún día en ano­ré­xi­ca por haber escu­cha­do cómo la juz­ga­ban duran­te años: “Lle­ga un pun­to don­de me sigo vien­do gor­da, a pesar de que la ropa ya me que­da volan­do. Toda­vía no veo la per­so­na que yo qui­sie­ra ver.”

Por su par­te, Aman­da deci­dió bajar de peso en su ado­les­cen­cia.

Me decían: “Estás gor­da (…), ¿qué te pan­zó?” Enton­ces, pre­vio a una com­pe­ten­cia, empe­cé a dejar de comer (…). Mi mamá me decía: ‘Hija, ¿ya comis­te?’ Yo (…)le echa­ba cual­quier cho­ro marea­dor. Comía una barri­ta de cereal… y era todo lo que comía en el día. Bajé como seis kilos en un mes. [Mis entre­na­do­ras] anda­ban: ‘¡Ay, te ves súper bien!’ Alen­tán­do­te. Seguí dejan­do de comer has­ta que mi mamá se dio cuen­ta (…) y le dijo a mi entre­na­do­ra. Ella me súper rega­ñó. Y yo así: ‘¿Enton­ces qué quie­res?’”

Este frag­men­to pre­sen­ta aspec­tos de gran inte­rés. El pri­me­ro de ellos es la mira­da de las entre­na­do­ras que impul­sa una incon­for­mi­dad con el cuer­po; el jue­go de pala­bras entre el ver­bo “pasó” y el sus­tan­ti­vo “pan­za” lo saca a relu­cir. La incon­for­mi­dad se acre­cien­ta antes de un even­to depor­ti­vo. Esta entre­vis­ta­da deja de comer cuan­do se acer­ca­ba una com­pe­ten­cia. Un segun­do ele­men­to a res­ca­tar es la reac­ción fami­liar. La mamá de Aman­da nota que ha deja­do de comer. La súbi­ta dis­mi­nu­ción del peso lle­gó a pro­vo­car preo­cu­pa­ción por la salud de su hija, dado que el cuer­po depor­ti­vo no nece­sa­ria­men­te es un cuer­po salu­da­ble. Por últi­mo, la reac­ción de la entre­na­do­ra repre­sen­ta el ini­cio de una gran con­fu­sión en ella. Aman­da sen­tía que su com­por­ta­mien­to esta­ba diri­gi­do a com­pla­cer­la y, con­tra­dic­to­ria­men­te, ésta reac­cio­na nega­ti­va­men­te al ente­rar­se de los méto­dos uti­li­za­dos por su atle­ta para bajar de peso.

Vivia­na tam­bién cre­ció escu­chan­do que sus entre­na­do­res hacían comen­ta­rios nega­ti­vos de su cuer­po y a los 15 años deci­dió bajar de peso.

“Si Óscar me tra­ta­ba de: ‘Eres una gor­da’, pues Ana, peor: ‘¡Que mira nada más esas pier­nas! ¡Si no bajas de peso, nun­ca vas a hacer nada!’ (…). Enton­ces tomé la deci­sión de bajar de peso. (…). Mi mamá siem­pre ha sido de ser­vir­nos mucho de comer pues es de fami­lia pobre (…). Yo comía y vomi­ta­ba. Me baña­ba y me iba a entre­nar. Como lle­ga­ba antes, me iba a correr (…). Empe­cé a sen­tir­me más lige­ra; pero me empe­cé a las­ti­mar”.

Vivia­na arti­cu­la en el ante­rior tes­ti­mo­nio las esfe­ras social, fami­liar e indi­vi­dual de for­ma intere­san­te. Ella admi­te que los comen­ta­rios de sus entre­na­do­res influen­cia­ron enor­me­men­te el sen­tir­se una gim­nas­ta que nece­si­ta­ba bajar de peso. Auna­do a esto, el hecho que la fami­lia de su mamá haya vivi­do momen­tos de pobre­za en don­de la comi­da esca­sea­ba, tuvo reper­cu­sio­nes en la rela­ción que ella esta­ble­ció con los ali­men­tos. Esta exi­gen­cia cor­po­ral, que pare­cía haber dado resul­ta­do cuan­do se sen­tía más del­ga­da y lige­ra, debi­li­tó su cuer­po y lo hizo más pro­pen­so a las lesio­nes.

Con res­pec­to a las prin­ci­pa­les lesio­nes, Vivia­na es quien menos las expe­ri­men­tó, aun­que fue la úni­ca de las entre­vis­ta­das en tener una inter­ven­ción qui­rúr­gi­ca. Ella tam­bién tuvo esguin­ces en los tobi­llos e hiper-exten­sión en las dos rodi­llas. Esta entre­vis­ta­da recuer­da haber­se sen­ti­do cul­pa­ble cuan­do tuvo la hiper-exten­sión; pues se las­ti­mó al hacer un ejer­ci­cio que no le había pedi­do su entre­na­do­ra. Mien­tras esta­ba recu­pe­rán­do­se, no podía parar de pen­sar en lo que se esta­ba per­dien­do y en cuán­to tra­ba­jo le había cos­ta­do lle­gar a ese nivel depor­ti­vo. Cuan­do regre­só al gim­na­sio, no le daba tiem­po de ir a tera­pia por lo que duran­te años vivió con dolor en la rodi­lla.

Aman­da sien­te que su tra­yec­to­ria depor­ti­va en la gim­na­sia estu­vo mar­ca­da por muchas difi­cul­ta­des físi­cas. Pese a sen­tir que de niña apren­día con faci­li­dad cier­tos ele­men­tos de difi­cul­tad, a par­tir de los nue­ve años se enfren­tó a una serie de lesio­nes que comen­za­ron a impe­dir­le entre­nar: “Me rom­pí un bra­zo, y des­pués, más ade­lan­te me rom­pí los dos pies. Tuve frac­tu­ra de una de mis vér­te­bras. O sea, de lesio­nes, no paré. La ver­dad es que sí fue algo muy atro­pe­lla­do.” Lue­go de casi una déca­da de haber deja­do de entre­nar, Aman­da toda­vía tie­ne pro­ble­mas en sus tobi­llos: “Me cues­ta mucho tra­ba­jo bajar las esca­le­ras de fren­te. En las maña­nas, sobre todo, me due­le mucho. Enton­ces ten­go que bajar de lado.”

Por su par­te, Sil­via repor­tó haber expe­ri­men­ta­do diez esguin­ces en los tobi­llos, una luxa­ción en un codo, sublu­xa­ción e hiper­ex­ten­sión en una rodi­lla, fisu­ra en un dedo del pie y ten­di­ni­tis en un hom­bro. Pese a esto, con­si­de­ra que esta can­ti­dad de lesio­nes es menor a la usual: “Me fue bas­tan­te bien en la feria.” De hecho, en una oca­sión optó por com­pe­tir en una final de Potro, pese a estar las­ti­ma­da de una rodi­lla: “Me dolía mucho. Pero no iba a decir nada (…). Pen­sé: ‘Sil­via, aun­que te rom­pas la rodi­lla, tú plan­tas’…” El ver­bo plan­tar en gim­na­sia hace refe­ren­cia a ate­rri­zar un movi­mien­to sin dar pasos. Sil­via esta­ba dis­pues­ta a sopor­tar gran dolor y una posi­ble lesión con tal de eje­cu­tar su sal­to.

El pro­ce­so de trans­mi­sión de valo­res depor­ti­vos bus­ca que, des­de peque­ñas, las atle­tas reco­noz­can que los entre­na­mien­tos serán suma­men­te exi­gen­tes a nivel físi­co y que una lesión no debe impe­dir con­ti­nuar entre­nan­do. En pala­bras de Vivia­na: “Esto no es Bar­bies, es gim­na­sia (…). Si te can­sas, si te due­len los múscu­los, si sien­tes que ya no pue­des más… así es esto.”

Has­ta el momen­to hemos des­cri­to las con­se­cuen­cias de bus­car el cuer­po ideal fomen­ta­do por la ins­ti­tu­ción depor­ti­va. Esta bús­que­da pocas veces se aso­cia con la idea de fra­ca­so, pero nota­mos que estas nocio­nes se encon­tra­ban estre­cha­men­te liga­das para Sil­via, Vivia­na y Aman­da.

Los años de entre­na­mien­to de Sil­via tuvie­ron un súbi­to final cuan­do no fue ele­gi­da para com­pe­tir en un cam­peo­na­to mun­dial. La fede­ra­ción orga­ni­zó un selec­ti­vo para deter­mi­nar a las cua­tro gim­nas­tas que irían a la com­pe­ten­cia. Sil­via recuer­da que, al que­dar cuar­ta, se anun­ció que sólo tres serían ele­gi­das. Esto con­so­li­dó la idea que sus esfuer­zos eran inú­ti­les. “A mí me cas­ti­ga­ron mucho siem­pre… has­ta cier­to pun­to, por­que nun­ca me vi (…) espi­ga­di­ta.”

Vin­cu­la­mos esta expe­rien­cia de Sil­via con los regis­tros macro y micro. Con res­pec­to al pri­me­ro, es cla­ro que la ima­gen ideal del cuer­po de esta gim­nas­ta es refor­za­da cons­tan­te­men­te por entre­na­do­res y fede­ra­ti­vos. Por ejem­plo, des­de peque­ña solían comen­tar­le que era muy gor­di­ta. Esto le daba la sen­sa­ción que esta­ba en des­ven­ta­ja cuan­do lle­ga­ba a la com­pe­ten­cia, pues su ejer­ci­cio se vería menos esté­ti­co que el de gim­nas­tas más del­ga­das. Des­de el pun­to de vis­ta per­so­nal, el selec­ti­vo resul­ta­ba impor­tan­te para Sil­via pues era su últi­ma opor­tu­ni­dad de com­pe­tir de cla­si­fi­car para las Olim­pia­das.

Cuan­do le pre­gun­ta­mos a Vivia­na si había vivi­do algu­na expe­rien­cia de fra­ca­so, ella nos com­par­tió el siguien­te recuer­do:

“Un día lle­gó el pre­si­den­te de la fede­ra­ción a feli­ci­tar­nos. Había­mos ido a com­pe­tir y nos había ido bien a todas (…). Ana dijo: ‘A ver, ven­gan para acá. (…) No, no, no. Tú no (…).’ Cuan­do se había ido, se acer­ca Ana y me dice: ‘Te dejó dicho el pre­si­den­te que no hay gim­nas­tas gor­das’”.

Esta expe­rien­cia cons­ti­tu­ye una de las des­crip­cio­nes más cla­ras de la opo­si­ción y arti­cu­la­ción entre la lógi­ca de éxi­to per­so­nal y la ins­ti­tu­cio­nal. Des­de el regis­tro micro, Vivia­na vive gran satis­fac­ción por los resul­ta­dos obte­ni­dos en la com­pe­ten­cia; la posi­ción que le otor­ga­ron las jue­ces mues­tra que está al nivel que sus com­pa­ñe­ras, pese a las dife­ren­cias cor­po­ra­les. Sin embar­go, Ana, su entre­na­do­ra, pien­sa lo con­tra­rio y por eso la pri­va de reco­no­ci­mien­to.

Sos­pe­cha­mos que esta entre­na­do­ra apro­ve­cha la visi­ta del repre­sen­tan­te ins­ti­tu­cio­nal para dar a cono­cer que su atle­ta está pasa­da de peso. No exis­ten ele­men­tos en el rela­to que mues­tren que el pre­si­den­te es quien exclu­ye a Vivia­na de la feli­ci­ta­ción gru­pal. Es Ana quien comien­za a modi­fi­car la noción de fra­ca­so de su alum­na para que inclu­ya aspec­tos del ideal cor­po­ral. Ana inva­li­da la cla­si­fi­ca­ción esta­ble­ci­da por los jue­ces y deter­mi­na que el éxi­to se alcan­za al com­bi­nar cuer­po ideal y desem­pe­ño.

Aman­da enfren­tó un enca­de­na­mien­to de lesio­nes gra­ves que le impi­die­ron con­cre­tar su meta olím­pi­ca. La más fuer­te fue una fisu­ra de vér­te­bra. En el momen­to de la lesión, sus entre­na­do­res pen­sa­ron que se tra­ta­ba de un infla­ma­ción leve. Pero lle­gó el día en el que Aman­da per­dió sen­si­bi­li­dad en sus pier­nas y se des­plo­mó al sue­lo, pues la fisu­ra había comen­za­do a irri­tar el ner­vio ciá­ti­co. Lue­go de esto, un fisio­te­ra­peu­ta la ins­tó a dejar la gim­na­sia. Enton­ces Aman­da deci­dió prac­ti­car otra dis­ci­pli­na. Su mamá se sin­tió ali­via­da pero su papá casi le dejó de hablar. Éste le comen­tó enfu­re­ci­do que el nue­vo depor­te era “para los frus­tra­dos.”

Nota­mos en esta últi­ma ase­ve­ra­ción aspec­tos que corres­pon­den a los regis­tros meso y micro. Con res­pec­to al pri­me­ro, el fami­liar, lla­ma la aten­ción la valo­ra­ción jerár­qui­ca de las dis­ci­pli­nas. Para el papá de nues­tra entre­vis­ta­da, pare­cie­ra que los depor­tes más ries­go­sos (con más ele­men­tos aéreos) cobra­ran valor por enci­ma de aque­llos que con­lle­van menos ries­go físi­co.

Cuan­do toma­mos en cuen­ta el regis­tro micro, sal­ta a la vis­ta la des­ilu­sión de Aman­da ante el cie­rre de su tra­yec­to­ria depor­ti­va. Sus esfuer­zos por tener un cuer­po capaz de rea­li­zar las proezas acro­bá­ti­cas resul­ta­ron insu­fi­cien­tes. Fue el aspec­to cor­po­ral el que final­men­te fre­nó sus posi­bi­li­da­des de par­ti­ci­par en los Jue­gos Olím­pi­cos.

Toman­do en con­si­de­ra­ción las tres expe­rien­cias de fra­ca­so que dis­cu­ti­mos, es posi­ble notar los dis­tin­tos gra­dos en los cua­les las entre­vis­ta­das per­ci­ben que su sen­sa­ción de fra­ca­so se rela­cio­na con la lógi­ca ins­ti­tu­cio­nal. Sil­via es quien se per­ca­ta con mayor cla­ri­dad que un cam­bio en las creen­cias y las polí­ti­cas ins­ti­tu­cio­na­les hubie­ra pro­vo­ca­do que algu­nas expe­rien­cias “de fra­ca­so” fue­ran, por el con­tra­rio, “de éxi­to”. En el caso de Vivia­na, el que su entre­na­do­ra inva­li­da­ra los resul­ta­dos obte­ni­dos en una com­pe­ten­cia la hace dudar de las cau­sas apa­ren­te­men­te per­so­na­les de su sen­sa­ción de fra­ca­so. Esto pro­vo­ca una con­fron­ta­ción inter­na y un cues­tio­na­mien­to de si los sacri­fi­cios que hizo con tal de ser una gim­nas­ta valie­ron la pena.

Con­tra­rio a ellas dos, Aman­da deja por com­ple­to de lado los aspec­tos ins­ti­tu­cio­na­les a la hora de dar sen­ti­do a su viven­cia depor­ti­va. Ella no refle­xio­na en torno a los sig­ni­fi­ca­dos par­ti­cu­la­res que la ins­ti­tu­ción depor­ti­va aso­cia con fra­ca­so y tam­po­co toma en cuen­ta las con­se­cuen­cias físi­cas de las exi­gen­cias cor­po­ra­les a los atle­tas de alto ren­di­mien­to. No son los depor­tis­tas los cul­pa­bles de incum­plir con las deman­das del alto ren­di­mien­to. Muchas veces es la estruc­tu­ra depor­ti­va la que sue­le ser poco rea­lis­ta en cuan­to a la car­ga que pue­den sopor­tar los cuer­pos de muje­res ado­les­cen­tes.

Si bien la insa­tis­fac­ción con el pro­pio cuer­po se vive fre­cuen­te­men­te como un pro­ble­ma indi­vi­dual, un aná­li­sis más pro­fun­do per­mi­te dar cuen­ta de su aso­cia­ción con la cul­tu­ra depor­ti­va, la cual refuer­za un ideal de cuer­po de gran for­ta­le­za físi­ca pero peli­gro­sa­men­te del­ga­do (Berry & Howe, 2000). Bien expli­ca Gau­le­jac (2009) que el valor de cada quien den­tro de una orga­ni­za­ción o ins­ti­tu­ción es medi­do en tér­mi­nos del cum­pli­mien­to de los cri­te­rios idea­les.

Estos plan­tea­mien­tos nos per­mi­ten aden­trar­nos en una pre­gun­ta cen­tral: ¿Cuán­to dolor físi­co y emo­cio­nal esta­ría­mos dis­pues­tos a sopor­tar por el más colo­sal de nues­tros sue­ños y qué ten­dría que pasar para que lo dejá­ra­mos ir sin haber­lo alcan­za­do?

Conclusiones

Al acep­tar las exi­gen­cias de la gim­na­sia artís­ti­ca feme­ni­na, Sil­via, Vivia­na y Aman­da se enfren­ta­ron a una con­tra­dic­ción: el cuer­po ideal es un requi­si­to para el éxi­to gim­nás­ti­co y, al mis­mo tiem­po, su bús­que­da cons­ti­tu­ye un posi­ble des­en­ca­de­nan­te de expe­rien­cias de fra­ca­so.

Las deman­das ins­ti­tu­cio­na­les van en con­tra de la bio­lo­gía y la gené­ti­ca de cier­tas gim­nas­tas, tal fue el caso de nues­tras entre­vis­ta­das. Esto pro­vo­có que algu­nas ini­cia­ran con tras­tor­nos de la con­duc­ta ali­men­ta­ria con tal de cum­plir con el nivel de exi­gen­cia cor­po­ral que, por su tipo de cuer­po, es inal­can­za­ble.

El equi­po de entre­na­do­res, repre­sen­tan­tes de la ins­ti­tu­ción depor­ti­va, alien­tan cam­bios cor­po­ra­les para que sus alum­nas sean más del­ga­das: miden fre­cuen­te­men­te su peso y cri­ti­can ver­bal­men­te a las que están por enci­ma del ran­go espe­ra­do. Aque­llas depor­tis­tas que no tie­nen un tipo de cuer­po del­ga­do, lle­gan a sen­tir gran insa­tis­fac­ción y se apro­pian de esta auto­exi­gen­cia cor­po­ral como si fue­ra la úni­ca cla­ve para ser exi­to­sas en el depor­te.

Para deter­mi­na­das gim­nas­tas, los cam­bios que les soli­ci­tan sus entre­na­do­res sólo pare­cen poder alcan­zar­se median­te medi­das poco salu­da­bles (dejar de comer, vomi­tar lo que se come o ejer­ci­tar­se en exce­so). Usual­men­te ellas son cons­cien­tes del peli­gro de cam­biar sus hábi­tos ali­men­ti­cios de mane­ra tan drás­ti­ca; sin embar­go, anhe­lan con tan­ta fuer­za cum­plir sus metas, que están dis­pues­tas a hacer­se daño.

Auna­do a esto, no debe­mos olvi­dar la fuer­te car­ga de entre­na­mien­to que se pre­sen­ta en esta dis­ci­pli­na depor­ti­va duran­te los años ado­les­cen­tes. Aso­cia­mos las exi­gen­cias cor­po­ra­les en esta épo­ca con muchas de las lesio­nes que se expe­ri­men­tan duran­te la tra­yec­to­ria gim­nás­ti­ca. En diver­sas oca­sio­nes, las depor­tis­tas admi­ten no haber segui­do el camino ópti­mo para recu­pe­rar­se, con tal de no fal­tar a sus entre­na­mien­tos.

Lo ante­rior nos hace pen­sar en el carác­ter, en oca­sio­nes exce­si­vo, de las exi­gen­cias inter­nas que se impo­nen estas jóve­nes para triun­far en este entorno com­pe­ti­ti­vo. El temor a fra­ca­sar las envuel­ve en la aspi­ra­ción cons­tan­te de mejo­rar y la pre­sión de triun­far. Tal como lo men­cio­nan Aubert y Gau­le­jac (1993), la exce­len­cia ha pasa­do de ser una cua­li­dad pró­xi­ma a la per­fec­ción, a con­ver­tir­se en “el títu­lo que deten­ta el ocu­pan­te del últi­mo pel­da­ño de la esca­le­ra, siem­pre de for­ma pasa­je­ra, pro­vi­sio­nal, has­ta que otro, con un éxi­to más espec­ta­cu­lar, lo des­ban­ca” (p. 61). Esto lle­ga a ejem­pli­fi­car la inter­sec­ción del fun­cio­na­mien­to ins­ti­tu­cio­nal y las viven­cias indi­vi­dua­les, pues las depor­tis­tas son ins­ta­das a per­se­guir una ima­gen de sí mis­mas de acuer­do a están­da­res ins­ti­tu­cio­na­les de exce­len­cia. Al inte­rio­ri­zar el mode­lo de la gim­nas­ta ideal, nues­tras entre­vis­ta­das bus­ca­ron inte­grar las cua­li­da­des físi­cas y men­ta­les que con­si­de­ra­ban nece­sa­rias para el éxi­to en el depor­te.

Con­clui­mos que la ins­ti­tu­ción depor­ti­va nece­si­ta ser más inclu­si­va y acep­tar gim­nas­tas de dife­ren­tes tama­ños y tipos de cuer­pos. Pese a que las polí­ti­cas de la gim­na­sia artís­ti­ca feme­ni­na no vin­cu­lan en teo­ría el desem­pe­ño depor­ti­vo con la ima­gen cor­po­ral, los fede­ra­ti­vos, jue­ces y entre­na­do­res nece­si­tan refle­xio­nar en torno al énfa­sis que están otor­gan­do a la apa­rien­cia físi­ca. El víncu­lo implí­ci­to que se ha crea­do entre del­ga­dez y desem­pe­ño físi­co está pro­vo­can­do des­ór­de­nes en los patro­nes de ali­men­ta­ción y pro­ble­mas de salud en algu­nas atle­tas. El cuer­po ideal, sea o no alcan­za­ble para una gim­nas­ta, cons­ti­tu­ye un ele­men­to dis­tin­to a la eje­cu­ción de sus ruti­nas.

Este tra­ba­jo nos ha hecho com­pren­der que el cuer­po ideal es una cons­truc­ción psi­co-social que sur­ge de la inter­sec­ción de las viven­cia indi­vi­dua­les, fami­lia­res y el fun­cio­na­mien­to ins­ti­tu­cio­nal. Éste es esta­ble­ci­do por la ins­ti­tu­ción, refor­za­do por los entre­na­do­res, acep­ta­do por las fami­lias y per­se­gui­do deses­pe­ra­da­men­te por muchas atle­tas.

Referencias

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Notas

1. Este artícu­lo se deri­va del tra­ba­jo de la pri­me­ra auto­ra para optar por el gra­do de Doc­to­ra en Psi­co­lo­gía que fue finan­cia­do por el Con­se­jo Nacio­nal de Cien­cia y Tec­no­lo­gía de Méxi­co (códi­go 411222/263510).

2. Licen­cia­da en Psi­co­lo­gía por la Uni­ver­si­dad de Cos­ta Rica. Estu­dian­te del Doc­to­ra­do en Psi­co­lo­gía de la UNAM, FES Izta­ca­la. Examen de Can­di­da­tu­ra apro­ba­do. Correo elec­tró­ni­co: tatiana_24_a@yahoo.com

3. Doc­to­ra en Cien­cias de la Edu­ca­ción por la Uni­ver­si­dad París VIII. Pro­fe­so­ra-Inves­ti­ga­do­ra Titu­lar C tiem­po com­ple­to del Área de Desa­rro­llo y Edu­ca­ción de la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res Izta­ca­la, UNAM. Coor­di­na­do­ra del Pro­gra­ma “Sub­je­ti­vi­dad y Socie­dad” de la Carre­ra de Psi­co­lo­gía. Correo elec­tró­ni­co: etaracenar@yahoo.com