La crisis epidemiológica de COVID-19: una crisis en la intervención de salud mental Descargar este archivo (1-Abuso-sexual-infantil.pdf)

Jorge Carreño Meléndez[1], Cecilia Mota González[2] y Claudia Sánchez Bravo[3]

Instituto Nacional de Perinatología, México

Resu­men

El artícu­lo pre­ten­de con­fron­tar, en un con­tex­to de cri­sis epi­de­mio­ló­gi­ca, los mode­los de inter­ven­ción para la salud men­tal, como es la pro­pues­ta de la psi­co­lo­gía más difun­di­da en los medios de comu­ni­ca­ción y es obser­va­da en repor­tes de los sis­te­mas de salud públi­ca y pri­va­da. A la par del mode­lo neo­li­be­ral, las ideas de la psi­co­lo­gía posi­ti­va difun­di­das en los medios de infor­ma­ción ela­bo­ran y pro­mue­ven una psi­co­lo­gía divul­ga­da por los pro­pios pro­fe­sio­na­les. En un con­tex­to de cri­sis epi­de­mio­ló­gi­ca, las ideas de la psi­co­lo­gía posi­ti­va obs­ta­cu­li­zan el pro­ce­so de meta­bo­li­za­ción del due­lo por las muer­tes en la pobla­ción abier­ta, así como en el per­so­nal de salud. Se vuel­ve nece­sa­rio pro­fe­sio­na­li­zar la inter­ven­ción clí­ni­ca; para ello, se pro­po­ne reto­mar las fun­cio­nes del Yo de Leo­pol­do Bellak.

Pala­bras cla­ve: COVID-19, auto­ayu­da, pseu­do tera­pia, fun­cio­nes del Yo.

Abs­tract

The arti­cle aims to con­front, in a con­text of epi­de­miolo­gi­cal cri­sis, the expla­na­tory models for men­tal health. Like­wi­se, it is inten­ded to con­trast the inter­ven­tion pro­po­sal in psy­cho­logy that has been dis­se­mi­na­ted in the media and obser­ved in reports from the public and pri­va­te health sys­tems. Along with the neo­li­be­ral model, the ideas of posi­ti­ve psy­cho­logy dis­se­mi­na­ted in the media pro­mo­te a popu­lar pseu­do-psy­cho­logy dis­se­mi­na­ted even by pro­fes­sio­nals. In a con­text of epi­de­miolo­gi­cal cri­sis, the con­tri­bu­tions of posi­ti­ve psy­cho­logy hin­der the pro­cess of meta­bo­li­zing mour­ning deri­ved from the deaths in popu­la­tion, as well as in health per­son­nel. It beco­mes neces­sary to pro­fes­sio­na­li­ze the cli­ni­cal inter­ven­tion; it is pro­po­sed to address the Ego Fun­ctions (Bellak, 1989).

Key­words: COVID-19, Self-help, Psu­dothe­rapy, Ego Fun­ctions.

Introducción

En la natu­ra­le­za y en el mun­do social los fenó­me­nos no se pre­sen­tan de una mane­ra lineal, tal como es habi­tual seña­lar en las expli­ca­cio­nes de los últi­mos años: visio­nes par­cia­les con las que se cons­tru­yó el pen­sa­mien­to cien­tí­fi­co.

El ori­gen del virus SARS-COV2 que pro­vo­ca la enfer­me­dad del COVID-19 aún no ha sido iden­ti­fi­ca­do. Recien­te­men­te se ha inten­ta­do esta­ble­cer como vec­tor a mamí­fe­ros como al pan­go­lín, a una cla­se de mur­cié­la­go, a los came­llos, entre otros. El cam­bio de ino­cuos a viru­len­tos se les atri­bu­ye por la comer­cia­li­za­ción des­me­di­da y el trá­fi­co de espe­cies. Otra idea es que en algu­nas pobla­cio­nes ori­gi­na­rias lo con­su­men de mane­ra más o menos regu­lar y esto hace que se con­vier­tan en por­ta­do­res; otros men­cio­nan que algu­nos virus y bac­te­rias que están en la natu­ra­le­za se vuel­ven pató­ge­nos por el cam­bio cli­má­ti­co. Lo que es váli­do pre­ci­sar es que el virus es poten­cial­men­te mor­tal para las per­so­nas mayo­res o con enfer­me­da­des cró­ni­cas como dia­be­tes, hiper­ten­sión, obe­si­dad y afec­cio­nes car­dia­cas.

En este con­tex­to, la salud men­tal o psi­co­ló­gi­ca cobra rele­van­cia. La pan­de­mia ha for­za­do a las per­so­nas a per­ma­ne­cer con­fi­na­das en su casa, a dejar de lado hábi­tos, ruti­nas y esti­los de vida. Tam­bién ha intro­du­ci­do el mie­do a infec­tar­se y la posi­bi­li­dad de morir, lo que gene­ra en algu­nas per­so­nas un impac­to psi­co­ló­gi­co impor­tan­te, e inclu­so tras­tor­nos de páni­co, ansie­dad y depre­sión (Wang et al., 2019).

Otra par­te de la pobla­ción afec­ta­da psi­co­ló­gi­ca­men­te por la pan­de­mia es el per­so­nal de salud que atien­de en los hos­pi­ta­les a la pobla­ción con­ta­gia­da. Esta pobla­ción pue­de pre­sen­tar fati­ga exce­si­va, ten­sión, ansie­dad, insom­nio, depre­sión, tris­te­za, des­es­pe­ran­za, mie­do a con­ta­giar­se y preo­cu­pa­ción por sus fami­lias (Zhang, Wu, Zhao, Zhang, 2019). Es impor­tan­te pre­ci­sar, sin embar­go, que un tras­torno tar­da por lo gene­ral de seis meses a un año para esta­ble­cer­se y no un par de meses.

En una inves­ti­ga­ción (datos no publi­ca­dos) rea­li­za­da vía inter­net a nivel nacio­nal a 7,700 per­so­nas median­te la apli­ca­ción Goo­gle Docs, correo elec­tró­ni­co, redes socia­les y aca­dé­mi­cas duran­te el con­fi­na­mien­to, que fue reco­lec­ta­da median­te la estra­te­gia de bola de nie­ve del 6 al 17 de abril de 2020, perio­do corres­pon­dien­te a la fase dos de la pan­de­mia por COVID-19 en Méxi­co se obser­vó que, en la mayo­ría de los par­ti­ci­pan­tes, no se pre­sen­ta­ron cam­bios en los nive­les de depre­sión y ansie­dad. En rela­ción con la vio­len­cia de pare­ja, fami­liar y diri­gi­da a la mujer, tam­po­co se iden­ti­fi­có un aumen­to. Inclu­so, un 15 % de los par­ti­ci­pan­tes men­cio­nó que la rela­ción se encon­tra­ba mejor que antes de la cua­ren­te­na y el 3 % repor­tó que se habían recru­de­ci­do los pro­ble­mas de vio­len­cia que exis­tían de mane­ra pre­via al encie­rro.

Impacto de la pandemia

A dife­ren­cia de Euro­pa, don­de la mayo­ría de las per­so­nas que han muer­to son ancia­nos, en Méxi­co la enfer­me­dad impac­tó tam­bién a la pobla­ción de menor edad con enfer­me­da­des pre­exis­ten­tes, lo que puso en evi­den­cia las con­di­cio­nes de salud de la pobla­ción mexi­ca­na. Des­de la infan­cia has­ta la ancia­ni­dad, es una pobla­ción enfer­ma como con­se­cuen­cia de la ali­men­ta­ción con altos con­te­ni­dos de azú­ca­res y car­bohi­dra­tos.

La ideo­lo­gía neo­li­be­ral alien­ta a pen­sar, sen­tir y actuar de una mis­ma mane­ra (Cor­ne­jo, Andino, Bor­ja, Rubio, y Bláz­quez, 2019). Socie­dad, medi­ci­na, psi­co­lo­gía y medios de comu­ni­ca­ción se hacen de un solo len­gua­je y toman un rol de voce­ros del neo­li­be­ra­lis­mo. Emi­ten reco­men­da­cio­nes apli­ca­bles a niños y adul­tos, entre las que se encuen­tra la prác­ti­ca de la medi­ta­ción para ali­viar el estrés, enfer­me­dad que emer­gió como inven­to a fina­les de los años ochen­ta. Tras intro­du­cir­se a los estu­dios de psi­co­lo­gía, es aho­ra una de las áreas de la psi­co­lo­gía de la salud más pro­lí­fi­cas. Sin embar­go, el con­cep­to no se ha defi­ni­do de for­ma pre­ci­sa y en el con­tex­to de pan­de­mia por COVID-19 se lo emplea para refe­rir­se a un aba­ni­co de situa­cio­nes: su pre­sen­cia se atri­bu­ye al encie­rro, a las noti­cias, a la cer­ca­nía físi­ca en las fami­lias, al cam­bio de ruti­nas, a los nue­vos hora­rios; así pasó a ser la prin­ci­pal enfer­me­dad del per­so­nal de salud.

Des­de las neu­ro­cien­cias, las pro­pues­tas que esgri­men que muchos de los pro­ble­mas emo­cio­na­les están deter­mi­na­dos por las hor­mo­nas —sobre todo en las muje­res—, y que los neu­ro­trans­mi­so­res pue­den modi­fi­car­se tenien­do pen­sa­mien­tos posi­ti­vos han con­tri­bui­do de mane­ra nota­ble a empo­bre­cer los aná­li­sis psi­co­ló­gi­cos. En dichos estu­dios, un ori­gen gené­ti­co apa­re­ce como res­pues­ta fren­te a las situa­cio­nes des­pren­di­das de la afec­ti­vi­dad huma­na que no tie­nen una expli­ca­ción cla­ra. Dichas situa­cio­nes, seña­lan estos apor­tes, pue­den ser modi­fi­ca­das median­te el tran­ce de la medi­ta­ción, que modi­fi­ca el cur­so de la salud-enfer­me­dad a tra­vés de la inter­me­dia­ción del espí­ri­tu —no como pos­tu­ra filo­só­fi­ca sino como una mera prác­ti­ca—.

Esta amal­ga­ma resal­ta el ideal a alcan­zar emplean­do el con­cep­to de huma­nis­mo pro­mo­vi­do por per­so­na­jes reco­no­ci­dos —per­so­nas que tie­nen un papel rele­van­te den­tro de la his­to­ria, la cien­cia y la cul­tu­ra— a quie­nes es nece­sa­rio emu­lar de una mane­ra nar­ci­sis­ta, pues son uti­li­za­dos como mode­los a seguir. Al emu­lar­los se pro­du­ce un pro­ce­so de desiden­ti­fi­ca­ción. Como indi­vi­duo, se tra­ta de una repe­ti­ción que desa­rro­lla el altruis­mo, el ser­vir, la empa­tía y cuyo obje­ti­vo es vol­ver­se más humano y alcan­zar nive­les de espi­ri­tua­li­dad más ele­va­dos. No se pre­ci­sa qué es exac­ta­men­te o cómo se mide, úni­ca­men­te que se alcan­za.

Median­te una fusión de espi­ri­tua­li­dad, auto­ayu­da y pen­sa­mien­tos posi­ti­vos se han for­mu­la­do, a tra­vés del cono­ci­mien­to holís­ti­co (Béjar, 2018), res­pues­tas pre­con­ce­bi­das para todo: “pien­sa posi­ti­vo”, “por algo pasan las cosas”, “no es per­so­nal”, “fui empá­ti­co”. Tan­to aca­dé­mi­cos como pobla­ción en gene­ral lle­gan a con­clu­sio­nes simi­la­res debi­do a que la gran mayo­ría recu­rren a la orien­ta­ción de la lla­ma­da psi­co­lo­gía posi­ti­va. La inves­ti­ga­ción sobre espi­ri­tua­li­dad, sobre orien­ta­cio­nes neo­bu­dis­tas, la auto­ayu­da espi­ri­tua­lis­ta y cier­tos apor­tes de las neu­ro­cien­cias, con­du­cen a la sen­sa­ción de que la expli­ca­ción e inter­ven­ción psi­co­ló­gi­ca espe­cia­li­za­da la pue­de rea­li­zar cual­quier per­so­na —inclu­so aque­lla sin for­ma­ción aca­dé­mi­ca—, pues estas se rea­li­zan des­de luga­res comu­nes con un len­gua­je de tin­te seu­do­cien­tí­fi­co.

El mode­lo neo­li­be­ral pro­po­ne una nue­va reli­gión —la espi­ri­tua­li­dad—, una nue­va enfer­me­dad —el estrés—, y una medi­ci­na uni­ver­sal —la medi­ta­ción—. A par­tir de esta tria­da se ofre­ce la bús­que­da de la feli­ci­dad, la salud, el bien­es­tar, el desa­rro­llo per­so­nal y la auto­ayu­da. Des­de el año 2000 pro­li­fe­ró la ofer­ta de títu­los de auto­ayu­da que difun­die­ron esta idea, con más de 2,500 publi­ca­cio­nes cuyos tira­jes ascen­die­ron a más de cin­co millo­nes de ejem­pla­res anua­les.

La encues­ta nacio­nal de lec­tu­ra repor­ta que del 19.7 % de la pobla­ción lec­to­ra, el 86.6 % lee estos libros de auto­ayu­da (Pere­do, 2012). La mayor par­te de las per­so­nas que leen estos libros los reco­mien­da y los rega­la. Una vez leí­dos, la pobla­ción se apro­pia de una jer­ga psi­co­ló­gi­ca que per­mi­te tener la cer­ti­dum­bre de que pen­sar posi­ti­vo no es solo una moda, sino que los pre­sen­ta como seres muy inte­li­gen­tes por reco­men­dar que el sufrir es solo para per­so­nas con un Yo pobre.

En las ins­ti­tu­cio­nes de salud, prin­ci­pal­men­te las públi­cas, con la emer­gen­cia sani­ta­ria la situa­ción no es dife­ren­te. A tra­vés de los medios de infor­ma­ción se ha vis­to de mane­ra reite­ra­da la difí­cil situa­ción del per­so­nal de salud, en espe­cial el área médi­ca y de enfer­me­ría, impli­ca­dos direc­ta­men­te con aten­ción a enfer­mos de COVID-19. Debi­do a las cir­cuns­tan­cias, pro­pu­sie­ron imple­men­tar una serie de estra­te­gias para corre­gir, en pri­mer lugar, los pro­ble­mas de salud men­tal de la pobla­ción debi­do al coro­na­vi­rus, y, en segun­do lugar, las reac­cio­nes psi­co­ló­gi­cas y físi­cas en el per­so­nal médi­co, a cau­sa de lo pro­lo­ga­do de los hora­rios de tra­ba­jo y su inten­si­dad. Sin embar­go, no pro­por­cio­na­ron aten­ción psi­co­ló­gi­ca espe­cia­li­za­da; en algu­nos casos se pro­por­cio­nó musi­co­te­ra­pia, riso­te­ra­pia, psi­co­aná­li­sis espi­ri­tual y mind­ful­ness, y en otros se pasea­ron mas­co­tas ves­ti­das con equi­po de pro­tec­ción para ali­viar todo lo que ellos sien­ten —como si la sen­sa­ción de inca­pa­ci­dad, des­es­pe­ran­za, dolor y due­lo fue­ra un pro­ble­ma de pen­sa­mien­to posi­ti­vo y no de ver­da­de­ros dra­mas huma­nos—. Gran par­te del per­so­nal expe­ri­men­ta­ba ago­ta­mien­to físi­co y des­es­pe­ran­za, res­pues­tas que las apro­xi­ma­cio­nes de mind­ful­ness pro­po­nen eli­mi­nar, jun­to con la reac­ción de estrés.

En el empo­bre­ci­mien­to de la vida psí­qui­ca, y a pro­pues­ta de algu­nas apor­ta­cio­nes de las neu­ro­cien­cias, se dice que si alguien fin­ge la risa se va a mejo­rar, si está enfer­mo en el cuer­po o la men­te se va a curar no solo de coro­na­vi­rus, sino tam­bién de otras afec­cio­nes como el cán­cer.

En los últi­mos meses, como nun­ca en la his­to­ria recien­te, el país se enfren­ta a situa­cio­nes pocas veces vis­tas a cau­sa del dolor que ha deja­do en la socie­dad las muer­tes de tan­tos mexi­ca­nos.

La psi­co­lo­gía posi­ti­va dice que el sufri­mien­to se rela­cio­na con un espí­ri­tu débil, se tien­de a recha­zar el dolor, expli­can­do que se tra­ta de ciclos que se tie­nen que cum­plir. Pro­mue­ven la idea que estos ciclos con­du­cen a la reen­car­na­ción y los ciclos ini­cian y se cie­rran de una mane­ra inter­mi­na­ble. Sin embar­go, la vida afec­ti­va no res­pon­de a las reglas de la lógi­ca for­mal sino a sus pro­pias reglas: un due­lo no resuel­to pue­de reac­ti­var­se en cual­quier momen­to y con­ver­tir­se en un due­lo com­pli­ca­do. Así, el due­lo colec­ti­vo actual se quie­re negar debi­do al pen­sa­mien­to prag­má­ti­co de la psi­co­lo­gía posi­ti­va.

Se pone de relie­ve cómo la medi­ci­na, la enfer­me­ría y la psi­co­lo­gía tie­nen una visión com­par­ti­da a par­tir de cier­tos apor­tes de la neu­ro­cien­cia. Esta visión comen­zó a ser más paten­te a par­tir de la déca­da de los noven­ta, cuan­do los libros de auto­ayu­da se masi­fi­ca­ron y se con­vir­tió en una cul­tu­ra que ha per­mea­do a la inves­ti­ga­ción, la prác­ti­ca y la visión de la cien­cia en todos los ámbi­tos, espe­cial­men­te en la salud.

Bajo esta pos­tu­ra se vuel­ve una obse­sión (Béjar, 2018) obte­ner la feli­ci­dad por medio de la espi­ri­tua­li­dad y el huma­nis­mo. Ambos con­cep­tos se mane­jan de una for­ma aco­mo­da­ti­cia, pues tie­nen una defi­ni­ción espi­ri­tual sin una reli­gión, un huma­nis­mo sin humano, y un budis­mo sin Buda.

De estos con­cep­tos resul­ta un híbri­do: se for­man ciu­da­da­nos psi­co­pá­ti­cos, ya que la tras­gre­sión se fes­te­ja al esta­ble­cer que las per­so­nas no debe­rían tener lími­tes y res­pon­der solo a sus nece­si­da­des; se for­man seres indi­vi­dua­lis­tas, don­de la tras­gre­sión es alta­men­te fes­te­ja­da. Esto pue­de mirar­se en varios ejem­plos: la vio­len­cia en la socie­dad, la difu­mi­na­ción en los lími­tes entre las espe­cies, el tra­to a los ani­ma­les como si fue­ran huma­nos. Así, se pue­de obser­var que muchas de las expre­sio­nes de la liber­tad son una actua­ción de un pen­sa­mien­to úni­co glo­ba­lis­ta y neo­li­be­ral de for­ma de ser; se pre­go­na una liber­tad abso­lu­ta —que no exis­te—; es en esen­cia, la actua­ción de un man­da­to ideo­ló­gi­co del mode­lo eco­nó­mi­co exis­ten­te. Su efec­ti­vi­dad radi­ca en que pare­ce que se tra­ta de un pen­sa­mien­to ori­gi­nal en cada uno de los indi­vi­duos.

Asi­mis­mo, pro­ble­mas de salud como la obe­si­dad y la dia­be­tes se incre­men­tan debi­do que se pro­mue­ve la resi­lien­cia entre la pobla­ción; se pro­po­ne que las ins­ti­tu­cio­nes de salud y las per­so­nas se tie­nen que vol­ver resi­lien­tes y se dice que es un signo de salud. No obs­tan­te, no se reco­no­ce que el sobre­vi­vir en con­di­cio­nes extre­mas no es una estra­te­gia sino un acto de resig­na­ción tras el cual, final­men­te, el medio ambien­te adver­so ter­mi­na por impo­ner­se y la cuo­ta a la sobre­vi­ven­cia es muy alta.

La obe­si­dad es un pro­ble­ma que ori­gi­nal­men­te aten­día el área de la psi­co­so­má­ti­ca. La psi­co­lo­gía psi­co­so­má­ti­ca en su voca­blo ori­gi­nal defi­nía que exis­tía una inca­pa­ci­dad para sim­bo­li­zar la enfer­me­dad; de per­so­nas obe­sas pasó a ser per­so­nas con cur­vas o robus­tas como una for­ma de rom­per la sim­bo­li­za­ción de la enfer­me­dad. Cuan­do una per­so­na no podía sim­bo­li­zar que era obe­sa, la no repre­sen­ta­ción era la enfer­me­dad. Por una extra­ña inter­pre­ta­ción, algu­nas apor­ta­cio­nes des­de la neu­ro­cien­cia pro­pu­sie­ron que la orien­ta­ción psi­co­so­má­ti­ca era que la men­te podía enfer­mar al cuer­po si se tenía un pen­sa­mien­to nega­ti­vo median­te la ley de la atrac­ción. El pen­sa­mien­to era fun­da­men­tal para que a la per­so­na le fue­ra bien o mal, sana­ra o enfer­ma­ra; pen­sa­mien­to alqui­mis­ta, simi­lar a que­rer tru­car el plo­mo en oro —no se dice cómo sino solo que se hará—.

Con la cul­tu­ra neo­li­be­ral se pen­só que una ali­men­ta­ción moder­na debía eli­mi­nar las comi­das regio­na­les pues estas eran un asun­to de atra­so. Los patro­nes de con­su­mo se modi­fi­ca­ron hacia altos con­ten­di­dos caló­ri­cos y car­bohi­dra­tos, y la pobla­ción fue enfer­man­do de obe­si­dad (Uri­be, Jimé­nez, Mora­les, Sala­zar, y Sha­mah, 2018). Cuan­do comien­za la pan­de­mia por COVID-19, encuen­tra una pobla­ción enfer­ma con más del 70% de sobre­pe­so y obe­si­dad, hiper­ten­sión no diag­nos­ti­ca­da, así como dia­be­tes no cui­da­da. La vul­ne­ra­bi­li­dad es evi­den­te: al entrar cual­quier virus o bac­te­ria a los orga­nis­mos o pobla­cio­nes diez­ma­das en la salud, la enfer­me­dad se vuel­ve poten­cial­men­te mor­tal por estas con­di­cio­nes.

En el con­tex­to social mexi­cano, los repor­tes con­sig­nan que en el año de 1989 la obe­si­dad afec­ta­ba al 7% de la pobla­ción adul­ta, y 29 años des­pués, afec­ta­ba a alre­de­dor del 73% (Uri­be, Jimé­nez, Mora­les, Sala­zar, y Sha­mah, 2018). Esto coin­ci­de con la entra­da de mode­lo eco­nó­mi­co del neo­li­be­ra­lis­mo, el cual, al ser una ideo­lo­gía, no modi­fi­có úni­ca­men­te la eco­no­mía, sino que tras­to­có el pen­sa­mien­to.

El cues­tio­na­mien­to se diri­ge a cómo se lle­gó a esta situa­ción de salud públi­ca. A fines de los años ochen­ta los patro­nes ali­men­ti­cios de la pobla­ción sufrie­ron una modi­fi­ca­ción a ins­tan­cias de la mer­ca­do­tec­nia. El con­su­mo se vio pla­ga­do de ali­men­tos con alto con­te­ni­do caló­ri­co y dejó en la per­cep­ción gene­ral que la comi­da tra­di­cio­nal era atra­sa­da y no tenía cabi­da en un país moderno.

La cul­tu­ra tera­péu­ti­ca expre­sa­da a tra­vés de la auto­ayu­da va a frag­men­tar la sub­je­ti­vi­dad median­te el indi­vi­dua­lis­mo. En esta cul­tu­ra emo­cio­nal, lo bási­co de la enfer­me­dad es la opor­tu­ni­dad del cre­ci­mien­to espi­ri­tual. La enfer­me­dad ori­gi­na­da en lo físi­co o en lo men­tal pue­de sanar­se median­te la medi­ta­ción, pues se seña­la que, al modi­fi­car las sen­sa­cio­nes de la men­te, el cuer­po sana.

La orientación de psicología de la salud

Des­de lo social, en los últi­mos años se ha gene­ra­do en la pobla­ción una visión de simu­la­ción, cuan­do en el país los pro­ble­mas de salud son impor­tan­tes, la inse­gu­ri­dad cre­cien­te y la pobre­za es una cons­tan­te. En este con­tex­to, la inven­ción de con­cep­tos que rayan en la ambi­güe­dad es amplia­men­te fes­te­ja­da, pues a la socie­dad se le ha impues­to una visión fes­ti­va: las situa­cio­nes debe­rían otor­gar pla­cer o ser vis­tas como una opor­tu­ni­dad, median­te el man­da­to de “vive hoy como si fue­ra el últi­mo día”. Se con­for­ma una men­ta­li­dad de la inme­dia­tez que no deri­va en un pen­sa­mien­to sóli­do. Las expec­ta­ti­vas de vida son tan cam­bian­tes que no alcan­zan a sim­bo­li­zar­se y la inter­pre­ta­ción en la socie­dad es que se empie­za a vivir de una mane­ra des­es­pe­ran­za­da y en una socie­dad con mie­do. Es aquí don­de, con una jer­ga pseu­do-psi­co­ló­gi­ca deri­va­da de la psi­co­lo­gía posi­ti­va y la auto­ayu­da, se va cons­tru­yen­do un legua­je para­le­lo o alter­na­ti­vo: las pala­bras se vuel­ven rela­ti­vas, tener con­vic­cio­nes es algo anti­cua­do, se per­si­gue el éxi­to sin saber con exac­ti­tud qué sig­ni­fi­ca o supo­ne.

Actual­men­te, se pro­po­ne una cul­tu­ra emo­cio­nal de cómo sen­tir en lo públi­co y en lo pri­va­do, y se esgri­me al auto­con­trol tal como se pro­po­nía en la épo­ca Vic­to­ria­na (1837–1900), lo cual se pre­sen­ta como una tira­nía del indi­vi­dua­lis­mo. Mos­trar afec­ti­vi­dad, en este con­tex­to, se con­si­de­ra pro­pio de una per­so­na inma­du­ra. En el otro extre­mo, las per­so­nas que se des­cri­ben como apa­sio­na­das en el mun­do social son a menu­do repre­sen­ta­cio­nes his­trió­ni­cas y no una mani­fes­ta­ción del afec­to. Los tér­mi­nos per­dón, empa­tía, bien­es­tar, lucho­nas, gue­rre­ras, empo­de­ra­das y tole­ran­cia son emplea­dos por un amplio sec­tor de la socie­dad. Pues­to que el man­da­to es ser espon­tá­neo, su uso se fes­te­ja amplia­men­te, como si esto, por sí mis­mo, hicie­ra una socie­dad mejor: la simu­la­ción se vuel­ve cons­tan­te y se acep­ta como una for­ma de con­ce­bir al mun­do. En este esce­na­rio las per­so­nas pare­cen omni­po­ten­tes; todo depen­de de sí mis­mos, el sufri­mien­to es vis­to como una debi­li­dad moral, en todo momen­to se reco­mien­da sacar al niño interno en momen­tos difí­ci­les y negar todo lo que pue­da otor­gar sufri­mien­to. Ello resul­ta en iden­ti­da­des difu­sas, en una com­pa­sión super­fi­cial y una liber­tad abso­lu­ta —como recla­mo de ado­les­cen­tes— fren­te a las nor­mas y valo­res socia­les que hacen la cons­truc­ción de la cul­tu­ra.

En este con­tex­to, la inter­ven­ción debe reto­mar­se des­de una pos­tu­ra de la psi­co­lo­gía clí­ni­ca que esta­blez­ca, median­te los manua­les de psi­co­pa­to­lo­gía, los lími­tes y dife­ren­cias entre la salud y la enfer­me­dad, para saber dife­ren­ciar un cua­dro psi­co­pa­to­ló­gi­co de las reac­cio­nes y pre­ci­sar cómo está suce­dien­do duran­te el fenó­meno de la pan­de­mia.

En reali­dad, la mayo­ría de las con­di­cio­nes que se han obser­va­do pue­den carac­te­ri­zar­se como reac­cio­nes y no como enti­da­des psi­co­pa­to­ló­gi­cas. Gene­ral­men­te, cuan­do los even­tos son de ori­gen repen­tino, alre­de­dor del .5% por la emer­gen­cia, esta pue­de ser el even­to des­en­ca­de­nan­te para que la psi­co­pa­to­lo­gía emer­ja. Hacer de estas pos­tu­ras una prác­ti­ca de la inter­ven­ción con­lle­va un apor­te de la psi­co­lo­gía en lo indi­vi­dual, y lo colec­ti­vo.

Propuesta desde las funciones del yo

Una for­ma de obser­var el pro­ce­so de salud-enfer­me­dad des­de la psi­co­lo­gía clí­ni­ca es cono­cer, apli­car y con­cep­tua­li­zar de mane­ra indi­vi­dual y colec­ti­va las 12 fun­cio­nes del yo (Bellak,1989), la que qui­zá sea la últi­ma con­tri­bu­ción a la teo­ría des­de el enfo­que diná­mi­co a la psi­co­lo­gía clí­ni­ca.

La apor­ta­ción de las fun­cio­nes del yo está dise­ña­da para detec­tar fenó­me­nos obser­va­bles en el com­por­ta­mien­to social. Estas fun­cio­nes no se pre­sen­tan de mane­ra ais­la­da, sino que se obser­van siem­pre a mane­ra de super­po­si­ción: algu­na de esas fun­cio­nes pue­de tener mayor o menor jerar­quía que otra en una mis­ma per­so­na. Por ello, la siguien­te esque­ma­ti­za­ción posee úni­ca­men­te fines expli­ca­ti­vos.

Prueba de realidad

Lo fun­da­men­tal de esta fun­ción es dife­ren­ciar los estí­mu­los inter­nos de los exter­nos, es decir, las per­cep­cio­nes exter­nas o inter­nas y la exac­ti­tud de los acon­te­ci­mien­tos exter­nos, con­cien­cia refle­xi­va y prue­ba de reali­dad inter­na. Las per­so­nas que pier­den la reali­dad inter­na-exter­na bajo la con­di­ción de pan­de­mia se vuel­ven ries­go­sas para sí mis­mas y para los demás, pues des­de la psi­co­lo­gía posi­ti­va se pro­po­ne que los pen­sa­mien­tos son ener­gía capaz de tras­for­mar el mun­do exte­rior. Por ejem­plo, la per­so­na está con­ven­ci­da que si pien­sa en la enfer­me­dad, se enfer­ma­rá, y si no lo hace, se sal­va­rá.

Juicio

Esta fun­ción refie­re a la capa­ci­dad de una per­so­na para anti­ci­par­se a las con­se­cuen­cias de un hecho de sí mis­ma o de los otros, con ade­cua­ción emo­cio­nal para esa anti­ci­pa­ción. Cuan­do esta fun­ción se encuen­tra alte­ra­da, se hacen pro­pues­tas como: “yo eli­jo estar sano”. Es decir, se pien­sa que aque­llo es sufi­cien­te para mol­dear al cere­bro y vivir en salud.

Sentido de realidad de sí mismo

Es el gra­do de rea­li­za­ción y per­so­na­li­za­ción res­pec­to a la iden­ti­dad y la auto­es­ti­ma inclu­so en situa­cio­nes de cri­sis, así como los lími­tes de la pro­pia iden­ti­dad y el mun­do. En una situa­ción de encie­rro por pan­de­mia esta fun­ción es vital para saber que es nece­sa­rio pos­po­ner algu­nas de sus acti­vi­da­des. Una alte­ra­ción de esta fun­ción resul­ta en la inca­pa­ci­dad de tener pau­sas en sus acti­vi­da­des; al ser un esti­lo de vida inme­dia­tis­ta se ani­qui­la a esta fun­ción del Yo.

Regulación y control de las tendencias afectos e impulsos

Refie­re a la direc­ti­vi­dad de la expre­sión y de los impul­sos, el efec­to expre­sa­do de mane­ra orga­ni­za­da, reco­no­cer la efec­ti­vi­dad de los meca­nis­mos de pos­ter­ga­ción y res­pues­ta de su pro­pia elec­ción. La mane­ra de dis­tor­sio­nar esta fun­ción es median­te la nega­ción de los afec­tos que con­lle­va una situa­ción de emer­gen­cia, la ten­den­cia a resol­ver­lo vía la posi­ti­vi­dad y el opti­mis­mo, y al no reco­no­cer los cam­bios que se mues­tran al modi­fi­car las con­di­cio­nes de encie­rro y enfer­me­dad.

Relaciones objetales

Refie­re al gra­do y la cla­se de rela­cio­nes bien defi­ni­das por mutua­li­dad, pro­fun­di­dad y expre­si­vi­dad, y una gra­ti­fi­ca­ción adul­ta. Tam­bién es el gra­do a tra­vés del cual las per­so­nas se per­ci­ben a sí mis­mas, y per­ci­ben a los otros como dife­ren­tes de sí mis­mos. En esta fun­ción se obser­va el pro­ce­so de due­lo a cau­sa de la situa­ción de la enfer­me­dad del COVID-19 —la cifra de dece­sos en el país ron­da los 70,000 indi­vi­duos—, las refle­xio­nes que se gene­ran en torno al dolor de la pér­di­da y el reco­no­ci­mien­to de que la afec­ta­ción es impor­tan­te. El nar­ci­sis­mo impues­to en las rela­cio­nes esgri­me expli­ca­cio­nes espi­ri­tua­les para eva­dir el sufri­mien­to por la pér­di­da obje­tal y com­pli­car la adap­ta­ción ante la pér­di­da. Median­te la lla­ma­da tera­pia del per­dón, la pér­di­da que se pre­sen­ta no hace refe­ren­cia al otro, y se mane­ja como una opor­tu­ni­dad para cre­cer espi­ri­tual­men­te des­de un ángu­lo de omni­po­ten­cia; la per­so­na, espi­ri­tual­men­te, pare­ce hacer­se bue­na por tener la capa­ci­dad de per­do­nar.

Procesos del pensamiento

Tie­ne que ver con la memo­ria, la con­cen­tra­ción, la aten­ción y la capa­ci­dad para con­cep­tua­li­zar y sim­bo­li­zar el pro­ce­so pri­ma­rio y el pro­ce­so secun­da­rio en aso­cia­cio­nes inte­gra­das. Bajo las direc­tri­ces de la psi­co­lo­gía posi­ti­va, una de las for­mas reco­no­ci­das es la supre­sión del pro­ce­so de sim­bo­li­za­ción; al refe­ren­ciar un opti­mis­mo volun­ta­rio­so, el cur­so y el pro­ce­so de pen­sa­mien­to se frag­men­ta en la medi­da en que se remi­te a fra­ses hechas que impi­den la refle­xión con impac­to en la vida coti­dia­na.

Regresión adaptativa al servicio del yo

Hace refe­ren­cia a regre­sio­nes con­tro­la­das, con el dis­fru­te que, de mane­ra subli­ma­da median­te el arte, el humor, los jue­gos y con las nue­vas con­fi­gu­ra­cio­nes, per­mi­te rom­per las ruti­nas apren­di­das. Esta fun­ción per­mi­te que, bajo una con­di­ción de encie­rro por la emer­gen­cia sani­ta­ria, pue­dan modi­fi­car­se las ruti­nas apren­di­das y reco­no­cer meca­nis­mos que per­mi­tan dis­mi­nuir la sen­sa­ción de abu­rri­mien­to. En esta fun­ción se emplea fre­cuen­te­men­te el ocio como una for­ma de des­can­so, a dife­ren­cia de las pro­pues­tas ema­na­das de la psi­co­lo­gía posi­ti­va en las que bas­ta con simu­lar la emo­ción para que el cere­bro se reor­ga­ni­ce y, de mane­ra lineal, se ale­je el abu­rri­mien­to y el estrés que pro­vo­có el encie­rro a cau­sa de la pan­de­mia. Dichas pro­pues­tas reco­mien­dan hacer medi­ta­ción acom­pa­ña­da de aro­ma­te­ra­pia, musi­co­te­ra­pia y masa­jes cor­po­ra­les que per­mi­tan la rela­ja­ción y la vuel­ta a la paz espi­ri­tual.

Función defensiva

Refie­re a la pre­sen­cia de ele­men­tos defen­si­vos adap­ta­ti­vos, tan­to a acon­te­ci­mien­tos exter­nos como intrap­sí­qui­cos. Cuan­do los meca­nis­mos de defen­sa son ela­bo­ra­dos, el éxi­to o el fra­ca­so de las defen­sas per­mi­ten modu­lar la ansie­dad o el páni­co fren­te a situa­cio­nes de cua­ren­te­na o de encie­rro pro­lo­ga­do. En oca­sio­nes, el mie­do resul­ta un ele­men­to pro­tec­tor para que se pre­sen­te el auto­cui­da­do, por lo que no es con­ve­nien­te inten­tar eli­mi­nar el mie­do.

Barrera de estímulos

Tie­ne que ver con el umbral, con la sen­si­bi­li­dad a la esti­mu­la­ción subli­mi­nal, la fun­ción autó­no­ma aso­cia­da con la aten­ción, la memo­ria, la per­cep­ción, la volun­tad, la capa­ci­dad de tra­ba­jo y las habi­li­da­des apren­di­das. Reco­no­ce el gra­do de rela­ción entre even­tos psí­qui­cos y con­duc­tua­les para man­te­ner un sen­ti­do del humor ade­cua­do. Con una fun­ción dis­mi­nui­da, lo ante­rior pue­de ver­se vul­ne­ra­do con faci­li­dad por situa­cio­nes inter­nas y exter­nas. Cuan­do no fun­cio­nan se pue­de reac­cio­nar con exa­ge­ra­ción fren­te a la esti­mu­la­ción sen­so­rial, y gene­rar tras­tor­nos del sue­ño, migra­ñas y cefa­leas. La barre­ra de estí­mu­los se ve mina­da cuan­do se deter­mi­na que la reali­dad es rela­ti­va y cada per­so­na le da el sen­ti­do que quie­re, sin acep­tar que la reali­dad exis­te inde­pen­dien­te­men­te de que gus­te o no, y que muchas veces es aje­na a la per­so­na que la obser­va.

Función sintética integrativa

Es el gra­do de recon­ci­lia­ción e inte­gra­ción de acti­tu­des, valo­res, con­duc­tas y capa­ci­dad de recon­ci­lia­ción de las con­tra­dic­cio­nes inter­nas o exter­nas. Las con­duc­tas éti­cas, mora­les y de las tra­di­cio­nes se ani­qui­lan cuan­do las per­so­nas tie­nen la orien­ta­ción hacia un yo ideal; la sub­je­ti­vi­dad se con­ta­mi­na con ideas de que la espi­ri­tua­li­dad hace a la per­so­na más huma­na —aun­que no tome en cuen­ta a los seres huma­nos de su entorno—.

Dominio competencia

Tie­ne que ver con la capa­ci­dad de inter­ac­ción, con­trol, domi­nio acti­vo y cau­sa­li­dad sobre el ambien­te y los gra­dos de dis­cre­pan­cia entre dos com­po­nen­tes. Si bien es cier­to que algu­nas carac­te­rís­ti­cas del ambien­te pue­den ser modi­fi­ca­das por una per­so­na, habrá otras situa­cio­nes que depen­den de la cau­sa­li­dad. En la psi­co­lo­gía posi­ti­va una de las con­di­cio­nes es que las per­so­nas no tie­nen lími­tes, pues de mane­ra obse­si­va se plan­tea que las limi­ta­cio­nes son de seres peque­ños. Una de las prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas del ser humano es la capa­ci­dad de reco­no­cer sus limi­ta­cio­nes y su fini­tud, y así renun­ciar a la omni­po­ten­cia.

Conclusiones

El ros­tro de la pos­mo­der­ni­dad en Méxi­co ha per­mi­ti­do gene­rar un pen­sa­mien­to mági­co, el cual obs­ta­cu­li­za el desa­rro­llo de la psi­co­lo­gía clí­ni­ca fren­te a la emer­gen­cia de la pan­de­mia por COVID-19, y la pre­gun­ta de qué con­tri­bu­cio­nes ten­drá la psi­co­lo­gía —sobre todo la clí­ni­ca— para la aten­ción a la salud, debe replan­tear­se el queha­cer de la dis­ci­pli­na. Es nece­sa­rio recon­cep­tua­li­zar la vida psí­qui­ca y some­ter a eva­lua­ción a la psi­co­lo­gía posi­ti­va, pues exis­te una alta pro­ba­bi­li­dad de que haya ralen­ti­za­do el desa­rro­llo cien­tí­fi­co de la inves­ti­ga­ción. A pesar de tan­ta infor­ma­ción acu­mu­la­da, esta no se cen­tra en crear cono­ci­mien­to sino en repro­du­cir con­cep­tos. El queha­cer de la psi­co­lo­gía clí­ni­ca se redu­jo a repli­car ins­tru­men­tos deri­va­dos de la psi­co­lo­gía posi­ti­va sin tomar en cuen­ta los manua­les de diag­nós­ti­co; lo que ante­rior­men­te se con­si­de­ra­ba pato­ló­gi­co, en la actua­li­dad es rela­ti­vo (por ejem­plo, algu­nas mani­fes­ta­cio­nes de la sexua­li­dad que eran para­fi­lias aho­ra se con­si­de­ran nor­ma­les por cons­ti­tuir una elec­ción indi­vi­dual). De este modo, la rela­ti­vi­dad de las cosas se esta­ble­ce en la medi­da que cada per­so­na esta­ble­ce la nor­ma­li­dad. Sin embar­go, en un mun­do repre­sen­ta­do por tan­tas nor­ma­li­da­des la comu­ni­ca­ción es com­pli­ca­da; se con­vier­te en un mun­do ato­mi­za­do.

En un con­tex­to de cri­sis epi­de­mio­ló­gi­ca, los apor­tes de la psi­co­lo­gía posi­ti­va obs­ta­cu­li­zan el pro­ce­so de meta­bo­li­za­ción del due­lo por las muer­tes en la pobla­ción abier­ta, así como en el per­so­nal de salud. Se vuel­ve nece­sa­rio pro­fe­sio­na­li­zar la inter­ven­ción clí­ni­ca; para ello, se pro­po­ne reto­mar las fun­cio­nes del Yo (Bellak, 1989). En el con­tex­to de cri­sis es la posi­bi­li­dad de reto­mar la psi­co­lo­gía clí­ni­ca como herra­mien­ta de inter­ven­ción que con­tri­bu­ya al desa­rro­llo cien­tí­fi­co.

Referencias

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Notas

  1. Inves­ti­ga­dor B Coor­di­na­ción de Psi­co­lo­gía Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Peri­na­to­lo­gía. Correo elec­tró­ni­co: jocame2003@yahoo,com

  2. inves­ti­ga­dor B Coor­di­na­ción de Psi­co­lo­gía Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Peri­na­to­lo­gía y Can­di­da­ta a inves­ti­ga­do­ra del Sis­te­ma Nacio­nal de Inves­ti­ga­do­res. Correo elec­tró­ni­co motaceci@hotmail.com

  3. Inves­ti­ga­do­ra C Coor­di­na­ción de Psi­co­lo­gía Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Peri­na­to­lo­gía. Correo elec­tró­ni­co: clausanbra@yahoo.com