La crisis epidemiológica de COVID-19: una crisis en la intervención de salud mental
Jorge Carreño Meléndez[1], Cecilia Mota González[2] y Claudia Sánchez Bravo[3]
Instituto Nacional de Perinatología, México
Resumen
El artículo pretende confrontar, en un contexto de crisis epidemiológica, los modelos de intervención para la salud mental, como es la propuesta de la psicología más difundida en los medios de comunicación y es observada en reportes de los sistemas de salud pública y privada. A la par del modelo neoliberal, las ideas de la psicología positiva difundidas en los medios de información elaboran y promueven una psicología divulgada por los propios profesionales. En un contexto de crisis epidemiológica, las ideas de la psicología positiva obstaculizan el proceso de metabolización del duelo por las muertes en la población abierta, así como en el personal de salud. Se vuelve necesario profesionalizar la intervención clínica; para ello, se propone retomar las funciones del Yo de Leopoldo Bellak.
Palabras clave: COVID-19, autoayuda, pseudo terapia, funciones del Yo.
Abstract
The article aims to confront, in a context of epidemiological crisis, the explanatory models for mental health. Likewise, it is intended to contrast the intervention proposal in psychology that has been disseminated in the media and observed in reports from the public and private health systems. Along with the neoliberal model, the ideas of positive psychology disseminated in the media promote a popular pseudo-psychology disseminated even by professionals. In a context of epidemiological crisis, the contributions of positive psychology hinder the process of metabolizing mourning derived from the deaths in population, as well as in health personnel. It becomes necessary to professionalize the clinical intervention; it is proposed to address the Ego Functions (Bellak, 1989).
Keywords: COVID-19, Self-help, Psudotherapy, Ego Functions.
Introducción
En la naturaleza y en el mundo social los fenómenos no se presentan de una manera lineal, tal como es habitual señalar en las explicaciones de los últimos años: visiones parciales con las que se construyó el pensamiento científico.
El origen del virus SARS-COV2 que provoca la enfermedad del COVID-19 aún no ha sido identificado. Recientemente se ha intentado establecer como vector a mamíferos como al pangolín, a una clase de murciélago, a los camellos, entre otros. El cambio de inocuos a virulentos se les atribuye por la comercialización desmedida y el tráfico de especies. Otra idea es que en algunas poblaciones originarias lo consumen de manera más o menos regular y esto hace que se conviertan en portadores; otros mencionan que algunos virus y bacterias que están en la naturaleza se vuelven patógenos por el cambio climático. Lo que es válido precisar es que el virus es potencialmente mortal para las personas mayores o con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, obesidad y afecciones cardiacas.
En este contexto, la salud mental o psicológica cobra relevancia. La pandemia ha forzado a las personas a permanecer confinadas en su casa, a dejar de lado hábitos, rutinas y estilos de vida. También ha introducido el miedo a infectarse y la posibilidad de morir, lo que genera en algunas personas un impacto psicológico importante, e incluso trastornos de pánico, ansiedad y depresión (Wang et al., 2019).
Otra parte de la población afectada psicológicamente por la pandemia es el personal de salud que atiende en los hospitales a la población contagiada. Esta población puede presentar fatiga excesiva, tensión, ansiedad, insomnio, depresión, tristeza, desesperanza, miedo a contagiarse y preocupación por sus familias (Zhang, Wu, Zhao, Zhang, 2019). Es importante precisar, sin embargo, que un trastorno tarda por lo general de seis meses a un año para establecerse y no un par de meses.
En una investigación (datos no publicados) realizada vía internet a nivel nacional a 7,700 personas mediante la aplicación Google Docs, correo electrónico, redes sociales y académicas durante el confinamiento, que fue recolectada mediante la estrategia de bola de nieve del 6 al 17 de abril de 2020, periodo correspondiente a la fase dos de la pandemia por COVID-19 en México se observó que, en la mayoría de los participantes, no se presentaron cambios en los niveles de depresión y ansiedad. En relación con la violencia de pareja, familiar y dirigida a la mujer, tampoco se identificó un aumento. Incluso, un 15 % de los participantes mencionó que la relación se encontraba mejor que antes de la cuarentena y el 3 % reportó que se habían recrudecido los problemas de violencia que existían de manera previa al encierro.
Impacto de la pandemia
A diferencia de Europa, donde la mayoría de las personas que han muerto son ancianos, en México la enfermedad impactó también a la población de menor edad con enfermedades preexistentes, lo que puso en evidencia las condiciones de salud de la población mexicana. Desde la infancia hasta la ancianidad, es una población enferma como consecuencia de la alimentación con altos contenidos de azúcares y carbohidratos.
La ideología neoliberal alienta a pensar, sentir y actuar de una misma manera (Cornejo, Andino, Borja, Rubio, y Blázquez, 2019). Sociedad, medicina, psicología y medios de comunicación se hacen de un solo lenguaje y toman un rol de voceros del neoliberalismo. Emiten recomendaciones aplicables a niños y adultos, entre las que se encuentra la práctica de la meditación para aliviar el estrés, enfermedad que emergió como invento a finales de los años ochenta. Tras introducirse a los estudios de psicología, es ahora una de las áreas de la psicología de la salud más prolíficas. Sin embargo, el concepto no se ha definido de forma precisa y en el contexto de pandemia por COVID-19 se lo emplea para referirse a un abanico de situaciones: su presencia se atribuye al encierro, a las noticias, a la cercanía física en las familias, al cambio de rutinas, a los nuevos horarios; así pasó a ser la principal enfermedad del personal de salud.
Desde las neurociencias, las propuestas que esgrimen que muchos de los problemas emocionales están determinados por las hormonas —sobre todo en las mujeres—, y que los neurotransmisores pueden modificarse teniendo pensamientos positivos han contribuido de manera notable a empobrecer los análisis psicológicos. En dichos estudios, un origen genético aparece como respuesta frente a las situaciones desprendidas de la afectividad humana que no tienen una explicación clara. Dichas situaciones, señalan estos aportes, pueden ser modificadas mediante el trance de la meditación, que modifica el curso de la salud-enfermedad a través de la intermediación del espíritu —no como postura filosófica sino como una mera práctica—.
Esta amalgama resalta el ideal a alcanzar empleando el concepto de humanismo promovido por personajes reconocidos —personas que tienen un papel relevante dentro de la historia, la ciencia y la cultura— a quienes es necesario emular de una manera narcisista, pues son utilizados como modelos a seguir. Al emularlos se produce un proceso de desidentificación. Como individuo, se trata de una repetición que desarrolla el altruismo, el servir, la empatía y cuyo objetivo es volverse más humano y alcanzar niveles de espiritualidad más elevados. No se precisa qué es exactamente o cómo se mide, únicamente que se alcanza.
Mediante una fusión de espiritualidad, autoayuda y pensamientos positivos se han formulado, a través del conocimiento holístico (Béjar, 2018), respuestas preconcebidas para todo: “piensa positivo”, “por algo pasan las cosas”, “no es personal”, “fui empático”. Tanto académicos como población en general llegan a conclusiones similares debido a que la gran mayoría recurren a la orientación de la llamada psicología positiva. La investigación sobre espiritualidad, sobre orientaciones neobudistas, la autoayuda espiritualista y ciertos aportes de las neurociencias, conducen a la sensación de que la explicación e intervención psicológica especializada la puede realizar cualquier persona —incluso aquella sin formación académica—, pues estas se realizan desde lugares comunes con un lenguaje de tinte seudocientífico.
El modelo neoliberal propone una nueva religión —la espiritualidad—, una nueva enfermedad —el estrés—, y una medicina universal —la meditación—. A partir de esta triada se ofrece la búsqueda de la felicidad, la salud, el bienestar, el desarrollo personal y la autoayuda. Desde el año 2000 proliferó la oferta de títulos de autoayuda que difundieron esta idea, con más de 2,500 publicaciones cuyos tirajes ascendieron a más de cinco millones de ejemplares anuales.
La encuesta nacional de lectura reporta que del 19.7 % de la población lectora, el 86.6 % lee estos libros de autoayuda (Peredo, 2012). La mayor parte de las personas que leen estos libros los recomienda y los regala. Una vez leídos, la población se apropia de una jerga psicológica que permite tener la certidumbre de que pensar positivo no es solo una moda, sino que los presenta como seres muy inteligentes por recomendar que el sufrir es solo para personas con un Yo pobre.
En las instituciones de salud, principalmente las públicas, con la emergencia sanitaria la situación no es diferente. A través de los medios de información se ha visto de manera reiterada la difícil situación del personal de salud, en especial el área médica y de enfermería, implicados directamente con atención a enfermos de COVID-19. Debido a las circunstancias, propusieron implementar una serie de estrategias para corregir, en primer lugar, los problemas de salud mental de la población debido al coronavirus, y, en segundo lugar, las reacciones psicológicas y físicas en el personal médico, a causa de lo prologado de los horarios de trabajo y su intensidad. Sin embargo, no proporcionaron atención psicológica especializada; en algunos casos se proporcionó musicoterapia, risoterapia, psicoanálisis espiritual y mindfulness, y en otros se pasearon mascotas vestidas con equipo de protección para aliviar todo lo que ellos sienten —como si la sensación de incapacidad, desesperanza, dolor y duelo fuera un problema de pensamiento positivo y no de verdaderos dramas humanos—. Gran parte del personal experimentaba agotamiento físico y desesperanza, respuestas que las aproximaciones de mindfulness proponen eliminar, junto con la reacción de estrés.
En el empobrecimiento de la vida psíquica, y a propuesta de algunas aportaciones de las neurociencias, se dice que si alguien finge la risa se va a mejorar, si está enfermo en el cuerpo o la mente se va a curar no solo de coronavirus, sino también de otras afecciones como el cáncer.
En los últimos meses, como nunca en la historia reciente, el país se enfrenta a situaciones pocas veces vistas a causa del dolor que ha dejado en la sociedad las muertes de tantos mexicanos.
La psicología positiva dice que el sufrimiento se relaciona con un espíritu débil, se tiende a rechazar el dolor, explicando que se trata de ciclos que se tienen que cumplir. Promueven la idea que estos ciclos conducen a la reencarnación y los ciclos inician y se cierran de una manera interminable. Sin embargo, la vida afectiva no responde a las reglas de la lógica formal sino a sus propias reglas: un duelo no resuelto puede reactivarse en cualquier momento y convertirse en un duelo complicado. Así, el duelo colectivo actual se quiere negar debido al pensamiento pragmático de la psicología positiva.
Se pone de relieve cómo la medicina, la enfermería y la psicología tienen una visión compartida a partir de ciertos aportes de la neurociencia. Esta visión comenzó a ser más patente a partir de la década de los noventa, cuando los libros de autoayuda se masificaron y se convirtió en una cultura que ha permeado a la investigación, la práctica y la visión de la ciencia en todos los ámbitos, especialmente en la salud.
Bajo esta postura se vuelve una obsesión (Béjar, 2018) obtener la felicidad por medio de la espiritualidad y el humanismo. Ambos conceptos se manejan de una forma acomodaticia, pues tienen una definición espiritual sin una religión, un humanismo sin humano, y un budismo sin Buda.
De estos conceptos resulta un híbrido: se forman ciudadanos psicopáticos, ya que la trasgresión se festeja al establecer que las personas no deberían tener límites y responder solo a sus necesidades; se forman seres individualistas, donde la trasgresión es altamente festejada. Esto puede mirarse en varios ejemplos: la violencia en la sociedad, la difuminación en los límites entre las especies, el trato a los animales como si fueran humanos. Así, se puede observar que muchas de las expresiones de la libertad son una actuación de un pensamiento único globalista y neoliberal de forma de ser; se pregona una libertad absoluta —que no existe—; es en esencia, la actuación de un mandato ideológico del modelo económico existente. Su efectividad radica en que parece que se trata de un pensamiento original en cada uno de los individuos.
Asimismo, problemas de salud como la obesidad y la diabetes se incrementan debido que se promueve la resiliencia entre la población; se propone que las instituciones de salud y las personas se tienen que volver resilientes y se dice que es un signo de salud. No obstante, no se reconoce que el sobrevivir en condiciones extremas no es una estrategia sino un acto de resignación tras el cual, finalmente, el medio ambiente adverso termina por imponerse y la cuota a la sobrevivencia es muy alta.
La obesidad es un problema que originalmente atendía el área de la psicosomática. La psicología psicosomática en su vocablo original definía que existía una incapacidad para simbolizar la enfermedad; de personas obesas pasó a ser personas con curvas o robustas como una forma de romper la simbolización de la enfermedad. Cuando una persona no podía simbolizar que era obesa, la no representación era la enfermedad. Por una extraña interpretación, algunas aportaciones desde la neurociencia propusieron que la orientación psicosomática era que la mente podía enfermar al cuerpo si se tenía un pensamiento negativo mediante la ley de la atracción. El pensamiento era fundamental para que a la persona le fuera bien o mal, sanara o enfermara; pensamiento alquimista, similar a querer trucar el plomo en oro —no se dice cómo sino solo que se hará—.
Con la cultura neoliberal se pensó que una alimentación moderna debía eliminar las comidas regionales pues estas eran un asunto de atraso. Los patrones de consumo se modificaron hacia altos contendidos calóricos y carbohidratos, y la población fue enfermando de obesidad (Uribe, Jiménez, Morales, Salazar, y Shamah, 2018). Cuando comienza la pandemia por COVID-19, encuentra una población enferma con más del 70% de sobrepeso y obesidad, hipertensión no diagnosticada, así como diabetes no cuidada. La vulnerabilidad es evidente: al entrar cualquier virus o bacteria a los organismos o poblaciones diezmadas en la salud, la enfermedad se vuelve potencialmente mortal por estas condiciones.
En el contexto social mexicano, los reportes consignan que en el año de 1989 la obesidad afectaba al 7% de la población adulta, y 29 años después, afectaba a alrededor del 73% (Uribe, Jiménez, Morales, Salazar, y Shamah, 2018). Esto coincide con la entrada de modelo económico del neoliberalismo, el cual, al ser una ideología, no modificó únicamente la economía, sino que trastocó el pensamiento.
El cuestionamiento se dirige a cómo se llegó a esta situación de salud pública. A fines de los años ochenta los patrones alimenticios de la población sufrieron una modificación a instancias de la mercadotecnia. El consumo se vio plagado de alimentos con alto contenido calórico y dejó en la percepción general que la comida tradicional era atrasada y no tenía cabida en un país moderno.
La cultura terapéutica expresada a través de la autoayuda va a fragmentar la subjetividad mediante el individualismo. En esta cultura emocional, lo básico de la enfermedad es la oportunidad del crecimiento espiritual. La enfermedad originada en lo físico o en lo mental puede sanarse mediante la meditación, pues se señala que, al modificar las sensaciones de la mente, el cuerpo sana.
La orientación de psicología de la salud
Desde lo social, en los últimos años se ha generado en la población una visión de simulación, cuando en el país los problemas de salud son importantes, la inseguridad creciente y la pobreza es una constante. En este contexto, la invención de conceptos que rayan en la ambigüedad es ampliamente festejada, pues a la sociedad se le ha impuesto una visión festiva: las situaciones deberían otorgar placer o ser vistas como una oportunidad, mediante el mandato de “vive hoy como si fuera el último día”. Se conforma una mentalidad de la inmediatez que no deriva en un pensamiento sólido. Las expectativas de vida son tan cambiantes que no alcanzan a simbolizarse y la interpretación en la sociedad es que se empieza a vivir de una manera desesperanzada y en una sociedad con miedo. Es aquí donde, con una jerga pseudo-psicológica derivada de la psicología positiva y la autoayuda, se va construyendo un leguaje paralelo o alternativo: las palabras se vuelven relativas, tener convicciones es algo anticuado, se persigue el éxito sin saber con exactitud qué significa o supone.
Actualmente, se propone una cultura emocional de cómo sentir en lo público y en lo privado, y se esgrime al autocontrol tal como se proponía en la época Victoriana (1837–1900), lo cual se presenta como una tiranía del individualismo. Mostrar afectividad, en este contexto, se considera propio de una persona inmadura. En el otro extremo, las personas que se describen como apasionadas en el mundo social son a menudo representaciones histriónicas y no una manifestación del afecto. Los términos perdón, empatía, bienestar, luchonas, guerreras, empoderadas y tolerancia son empleados por un amplio sector de la sociedad. Puesto que el mandato es ser espontáneo, su uso se festeja ampliamente, como si esto, por sí mismo, hiciera una sociedad mejor: la simulación se vuelve constante y se acepta como una forma de concebir al mundo. En este escenario las personas parecen omnipotentes; todo depende de sí mismos, el sufrimiento es visto como una debilidad moral, en todo momento se recomienda sacar al niño interno en momentos difíciles y negar todo lo que pueda otorgar sufrimiento. Ello resulta en identidades difusas, en una compasión superficial y una libertad absoluta —como reclamo de adolescentes— frente a las normas y valores sociales que hacen la construcción de la cultura.
En este contexto, la intervención debe retomarse desde una postura de la psicología clínica que establezca, mediante los manuales de psicopatología, los límites y diferencias entre la salud y la enfermedad, para saber diferenciar un cuadro psicopatológico de las reacciones y precisar cómo está sucediendo durante el fenómeno de la pandemia.
En realidad, la mayoría de las condiciones que se han observado pueden caracterizarse como reacciones y no como entidades psicopatológicas. Generalmente, cuando los eventos son de origen repentino, alrededor del .5% por la emergencia, esta puede ser el evento desencadenante para que la psicopatología emerja. Hacer de estas posturas una práctica de la intervención conlleva un aporte de la psicología en lo individual, y lo colectivo.
Propuesta desde las funciones del yo
Una forma de observar el proceso de salud-enfermedad desde la psicología clínica es conocer, aplicar y conceptualizar de manera individual y colectiva las 12 funciones del yo (Bellak,1989), la que quizá sea la última contribución a la teoría desde el enfoque dinámico a la psicología clínica.
La aportación de las funciones del yo está diseñada para detectar fenómenos observables en el comportamiento social. Estas funciones no se presentan de manera aislada, sino que se observan siempre a manera de superposición: alguna de esas funciones puede tener mayor o menor jerarquía que otra en una misma persona. Por ello, la siguiente esquematización posee únicamente fines explicativos.
Prueba de realidad
Lo fundamental de esta función es diferenciar los estímulos internos de los externos, es decir, las percepciones externas o internas y la exactitud de los acontecimientos externos, conciencia reflexiva y prueba de realidad interna. Las personas que pierden la realidad interna-externa bajo la condición de pandemia se vuelven riesgosas para sí mismas y para los demás, pues desde la psicología positiva se propone que los pensamientos son energía capaz de trasformar el mundo exterior. Por ejemplo, la persona está convencida que si piensa en la enfermedad, se enfermará, y si no lo hace, se salvará.
Juicio
Esta función refiere a la capacidad de una persona para anticiparse a las consecuencias de un hecho de sí misma o de los otros, con adecuación emocional para esa anticipación. Cuando esta función se encuentra alterada, se hacen propuestas como: “yo elijo estar sano”. Es decir, se piensa que aquello es suficiente para moldear al cerebro y vivir en salud.
Sentido de realidad de sí mismo
Es el grado de realización y personalización respecto a la identidad y la autoestima incluso en situaciones de crisis, así como los límites de la propia identidad y el mundo. En una situación de encierro por pandemia esta función es vital para saber que es necesario posponer algunas de sus actividades. Una alteración de esta función resulta en la incapacidad de tener pausas en sus actividades; al ser un estilo de vida inmediatista se aniquila a esta función del Yo.
Regulación y control de las tendencias afectos e impulsos
Refiere a la directividad de la expresión y de los impulsos, el efecto expresado de manera organizada, reconocer la efectividad de los mecanismos de postergación y respuesta de su propia elección. La manera de distorsionar esta función es mediante la negación de los afectos que conlleva una situación de emergencia, la tendencia a resolverlo vía la positividad y el optimismo, y al no reconocer los cambios que se muestran al modificar las condiciones de encierro y enfermedad.
Relaciones objetales
Refiere al grado y la clase de relaciones bien definidas por mutualidad, profundidad y expresividad, y una gratificación adulta. También es el grado a través del cual las personas se perciben a sí mismas, y perciben a los otros como diferentes de sí mismos. En esta función se observa el proceso de duelo a causa de la situación de la enfermedad del COVID-19 —la cifra de decesos en el país ronda los 70,000 individuos—, las reflexiones que se generan en torno al dolor de la pérdida y el reconocimiento de que la afectación es importante. El narcisismo impuesto en las relaciones esgrime explicaciones espirituales para evadir el sufrimiento por la pérdida objetal y complicar la adaptación ante la pérdida. Mediante la llamada terapia del perdón, la pérdida que se presenta no hace referencia al otro, y se maneja como una oportunidad para crecer espiritualmente desde un ángulo de omnipotencia; la persona, espiritualmente, parece hacerse buena por tener la capacidad de perdonar.
Procesos del pensamiento
Tiene que ver con la memoria, la concentración, la atención y la capacidad para conceptualizar y simbolizar el proceso primario y el proceso secundario en asociaciones integradas. Bajo las directrices de la psicología positiva, una de las formas reconocidas es la supresión del proceso de simbolización; al referenciar un optimismo voluntarioso, el curso y el proceso de pensamiento se fragmenta en la medida en que se remite a frases hechas que impiden la reflexión con impacto en la vida cotidiana.
Regresión adaptativa al servicio del yo
Hace referencia a regresiones controladas, con el disfrute que, de manera sublimada mediante el arte, el humor, los juegos y con las nuevas configuraciones, permite romper las rutinas aprendidas. Esta función permite que, bajo una condición de encierro por la emergencia sanitaria, puedan modificarse las rutinas aprendidas y reconocer mecanismos que permitan disminuir la sensación de aburrimiento. En esta función se emplea frecuentemente el ocio como una forma de descanso, a diferencia de las propuestas emanadas de la psicología positiva en las que basta con simular la emoción para que el cerebro se reorganice y, de manera lineal, se aleje el aburrimiento y el estrés que provocó el encierro a causa de la pandemia. Dichas propuestas recomiendan hacer meditación acompañada de aromaterapia, musicoterapia y masajes corporales que permitan la relajación y la vuelta a la paz espiritual.
Función defensiva
Refiere a la presencia de elementos defensivos adaptativos, tanto a acontecimientos externos como intrapsíquicos. Cuando los mecanismos de defensa son elaborados, el éxito o el fracaso de las defensas permiten modular la ansiedad o el pánico frente a situaciones de cuarentena o de encierro prologado. En ocasiones, el miedo resulta un elemento protector para que se presente el autocuidado, por lo que no es conveniente intentar eliminar el miedo.
Barrera de estímulos
Tiene que ver con el umbral, con la sensibilidad a la estimulación subliminal, la función autónoma asociada con la atención, la memoria, la percepción, la voluntad, la capacidad de trabajo y las habilidades aprendidas. Reconoce el grado de relación entre eventos psíquicos y conductuales para mantener un sentido del humor adecuado. Con una función disminuida, lo anterior puede verse vulnerado con facilidad por situaciones internas y externas. Cuando no funcionan se puede reaccionar con exageración frente a la estimulación sensorial, y generar trastornos del sueño, migrañas y cefaleas. La barrera de estímulos se ve minada cuando se determina que la realidad es relativa y cada persona le da el sentido que quiere, sin aceptar que la realidad existe independientemente de que guste o no, y que muchas veces es ajena a la persona que la observa.
Función sintética integrativa
Es el grado de reconciliación e integración de actitudes, valores, conductas y capacidad de reconciliación de las contradicciones internas o externas. Las conductas éticas, morales y de las tradiciones se aniquilan cuando las personas tienen la orientación hacia un yo ideal; la subjetividad se contamina con ideas de que la espiritualidad hace a la persona más humana —aunque no tome en cuenta a los seres humanos de su entorno—.
Dominio competencia
Tiene que ver con la capacidad de interacción, control, dominio activo y causalidad sobre el ambiente y los grados de discrepancia entre dos componentes. Si bien es cierto que algunas características del ambiente pueden ser modificadas por una persona, habrá otras situaciones que dependen de la causalidad. En la psicología positiva una de las condiciones es que las personas no tienen límites, pues de manera obsesiva se plantea que las limitaciones son de seres pequeños. Una de las principales características del ser humano es la capacidad de reconocer sus limitaciones y su finitud, y así renunciar a la omnipotencia.
Conclusiones
El rostro de la posmodernidad en México ha permitido generar un pensamiento mágico, el cual obstaculiza el desarrollo de la psicología clínica frente a la emergencia de la pandemia por COVID-19, y la pregunta de qué contribuciones tendrá la psicología —sobre todo la clínica— para la atención a la salud, debe replantearse el quehacer de la disciplina. Es necesario reconceptualizar la vida psíquica y someter a evaluación a la psicología positiva, pues existe una alta probabilidad de que haya ralentizado el desarrollo científico de la investigación. A pesar de tanta información acumulada, esta no se centra en crear conocimiento sino en reproducir conceptos. El quehacer de la psicología clínica se redujo a replicar instrumentos derivados de la psicología positiva sin tomar en cuenta los manuales de diagnóstico; lo que anteriormente se consideraba patológico, en la actualidad es relativo (por ejemplo, algunas manifestaciones de la sexualidad que eran parafilias ahora se consideran normales por constituir una elección individual). De este modo, la relatividad de las cosas se establece en la medida que cada persona establece la normalidad. Sin embargo, en un mundo representado por tantas normalidades la comunicación es complicada; se convierte en un mundo atomizado.
En un contexto de crisis epidemiológica, los aportes de la psicología positiva obstaculizan el proceso de metabolización del duelo por las muertes en la población abierta, así como en el personal de salud. Se vuelve necesario profesionalizar la intervención clínica; para ello, se propone retomar las funciones del Yo (Bellak, 1989). En el contexto de crisis es la posibilidad de retomar la psicología clínica como herramienta de intervención que contribuya al desarrollo científico.
Referencias
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Notas
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Investigador B Coordinación de Psicología Instituto Nacional de Perinatología. Correo electrónico: jocame2003@yahoo,com ↑
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investigador B Coordinación de Psicología Instituto Nacional de Perinatología y Candidata a investigadora del Sistema Nacional de Investigadores. Correo electrónico motaceci@hotmail.com ↑
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Investigadora C Coordinación de Psicología Instituto Nacional de Perinatología. Correo electrónico: clausanbra@yahoo.com ↑