Mujeres construyendo carreras en las universidades chilenas: el conflicto entre trabajo y familia Descargar este archivo (1-Abuso-sexual-infantil.pdf)

Soledad Martínez Labrín[1]

Universidad del Bío-Bío, Chile

Resu­men

El pre­sen­te artícu­lo ana­li­za fac­to­res que afec­tan la rela­ción entre la vida fami­liar y la vida labo­ral en muje­res aca­dé­mi­cas en uni­ver­si­da­des de Chi­le. Una de las gran­des difi­cul­ta­des que deben asu­mir las aca­dé­mi­cas es que el exi­gen­te desa­rro­llo de carre­ra ocu­rre en simul­ta­nei­dad con el desa­rro­llo de la vida fami­liar. Esta situa­ción es com­ple­ji­za­da por los man­da­tos de géne­ro que las muje­res reco­no­cen, inclu­yen­do el man­da­to de que las muje­res sean iden­ti­fi­ca­das como madres y asu­man un rol cen­tral en la crian­za de hijos e hijas. Uti­li­zan­do un enfo­que narra­ti­vo, esta inves­ti­ga­ción mues­tra los sig­ni­fi­ca­dos y estra­te­gias que un gru­po de aca­dé­mi­cas ha cons­trui­do para poder balan­cear la vida labo­ral y fami­liar. Las narra­cio­nes mues­tran que este balan­ce es vivi­do como un con­flic­to, viven­cia­do con ambi­va­len­cia y de for­ma indi­vi­dual. Este con­flic­to es un fac­tor que con­tri­bu­ye a los altos índi­ces de inequi­dad de géne­ro pre­sen­tes en las uni­ver­si­da­des chi­le­nas.

Pala­bras cla­ve: Con­ci­lia­ción trabajo/familia, géne­ro, aca­dé­mi­cas.

Abs­tract

This arti­cle analy­zes dif­fe­rent fac­tors that affect the rela­tionship bet­ween family life and wor­king life in women who work as aca­de­mics in uni­ver­si­ties of the Gover­ning Coun­cil de Chi­le (CRUCH). One of the great dif­fi­cul­ties that aca­de­mics must assu­me is that the deman­ding career deve­lop­ment occurs simul­ta­neo­usly with the deve­lop­ment of family life. This situa­tion is com­pli­ca­ted by the great gen­der man­da­tory ideas that women recog­ni­ze, inclu­ding that tho­se women must be iden­ti­fied as mothers and assu­me a cen­tral role in rai­sing their chil­dren. Through a narra­ti­ve approach, this research shows the dif­fe­rent mea­nings and stra­te­gies that a group of aca­de­mic women must gene­ra­te to balan­ce work and family life. The sto­ries show that this balan­ce is expe­rien­ced as a con­flict by aca­de­mics, which is expe­rien­ced with ambi­va­len­ce and indi­vi­dually. This con­flict is a fac­tor that con­tri­bu­tes to the high rates of gen­der inequa­lity pre­sent in Chi­lean uni­ver­si­ties.

Key­words: Work/family con­ci­lia­tion, gen­der, aca­de­mic women.

Introducción

La baja pre­sen­cia de muje­res en las más altas jerar­quías den­tro de la aca­de­mia en Chi­le, y en el mun­do, está muy bien des­cri­ta en cifras como segre­ga­ción ver­ti­cal o jerár­qui­ca. En efec­to, mien­tras las muje­res han ido aumen­tan­do sus nive­les de edu­ca­ción y espe­cia­li­za­ción, aún se evi­den­cia que, den­tro de la aca­de­mia, hay inequi­dad en el acce­so a posi­cio­nes de mayor jerar­quía, así como situa­cio­nes con­trac­tua­les más pre­ca­rias para las muje­res en rela­ción con los hom­bres. Esta inequi­dad estruc­tu­ral res­pec­to de los pues­tos de toma de deci­sión y jerar­quía, cons­ta­ta­da a nivel mun­dial y repli­ca­da a nivel nacio­nal, tam­bién com­por­ta otras dife­ren­cias, tales como la seg­men­ta­ción por géne­ro de las acti­vi­da­des al inte­rior del tra­ba­jo aca­dé­mi­co y dife­ren­cias en las con­ti­nui­da­des y pro­gre­sio­nes en la tra­yec­to­ria aca­dé­mi­ca indi­vi­dual.

Las muje­res expe­ri­men­tan la vida uni­ver­si­ta­ria, y más espe­cí­fi­ca­men­te el tra­ba­jo aca­dé­mi­co, de mane­ra dife­ren­te a los hom­bres, lo cual podría estar sus­ten­ta­do tan­to en la estruc­tu­ra orga­ni­za­cio­nal y de bien­es­tar de las uni­ver­si­da­des, como en aspec­tos sim­bó­li­cos o cul­tu­ra­les res­pec­to de la con­cep­ción de lo mas­cu­lino y lo feme­nino que aca­dé­mi­cos y aca­dé­mi­cas uti­li­zan para cons­truir­se sub­je­ti­va­men­te (Ollier-Mala­te­rre y Fou­creault, 2017).

Lo ante­rior hace nece­sa­rio el estu­dio del tra­ba­jo aca­dé­mi­co, ya que per­mi­te com­pren­der cómo se dis­tri­bu­ye el poder en la cien­cia y en la pro­duc­ción de cono­ci­mien­to, y pue­de rela­cio­nar­se direc­ta­men­te con lo que lla­ma­mos el cam­bio social, don­de las éli­tes inte­lec­tua­les son una par­te visi­ble de dichos pro­ce­sos de cam­bio.

La sub­je­ti­vi­dad de géne­ro de las muje­res como madres y de los hom­bres como suje­tos labo­ra­les es pro­duc­to del pro­ce­so his­tó­ri­co de indus­tria­li­za­ción y han sido natu­ra­li­za­das (Burin, 1998; 2015). La con­cep­ción moder­na del tra­ba­jo supo­ne una divi­sión bina­ria entre lo labo­ral, como per­te­ne­cien­te al ámbi­to de lo públi­co y la fami­lia a lo pri­va­do. Des­de este pun­to de vis­ta, el espa­cio labo­ral mar­ca una línea divi­so­ria con la vida fami­liar, que para las muje­res no pare­ce estar tan cla­ra.

En el caso de las muje­res, la mater­ni­dad es un ele­men­to bas­tan­te rele­van­te en la mayo­ría de los con­tex­tos espa­cio-tem­po­ra­les. Para Burin (1998) “la fun­ción mater­na es un tra­ba­jo invi­si­ble, que sólo se lo per­ci­be cuan­do se rea­li­za mal o de for­ma insu­fi­cien­te” (p. 81); ade­más, sien­do una fun­ción del mun­do pri­va­do, es pobre­men­te deli­mi­ta­da y difu­sa. Mien­tras que los roles pro­pios del mun­do públi­co, más aso­cia­dos a los hom­bres, se encuen­tran mucho más deli­mi­ta­dos (por ejem­plo, en el con­tra­to de tra­ba­jo). Adi­cio­nal­men­te, las con­di­cio­nes cul­tu­ra­les actua­les hacen que la mater­ni­dad sea vis­ta como una obli­ga­ción, mien­tras que la pater­ni­dad sea vis­ta como una opción (Ofi­ci­na de Igual­dad de Opor­tu­ni­da­des de Géne­ro Uni­ver­si­dad de Chi­le, 2013). Así pues, tener hijos e hijas afec­ta de modo dis­tin­to a muje­res y hom­bres en rela­ción con su inser­ción labo­ral, y en el caso de las muje­res, los efec­tos de tener hijos e hijas sue­len ser nega­ti­vos en tér­mi­nos labo­ra­les (Lupi­ca, 2010). Inclu­so se ha des­cri­to una “des­ven­ta­ja por mater­ni­dad” que con­sis­te en una rela­ción nega­ti­va entre tener hijos e hijas y el sala­rio, don­de cada nuevo/a hijo/a sig­ni­fi­ca un efec­to nega­ti­vo sobre el sala­rio de la mujer, esta­ble­cién­do­se una pena­li­za­ción eco­nó­mi­ca a la mater­ni­dad, efec­to que no ha sido obser­va­do en el caso de los hom­bres (Lupi­ca, 2010).

En la socie­dad patriar­cal, ade­más de ejer­cer el rol mater­nal, las muje­res tie­nen como roles prin­ci­pa­les el con­yu­gal y el domés­ti­co, sien­do el con­yu­gal muchas veces pare­ci­do al mater­nal (Burin, 1998). A eso debe agre­gar­se el rol de cui­da­do de otros/as que las muje­res lle­van a cabo casi de mane­ra exclu­si­va, así como el rol de pro­mo­ción comu­ni­ta­ria que muchas muje­res rea­li­zan (Rodri­gou et al., 2011).

Par­ti­cu­lar­men­te en Chi­le, la estruc­tu­ra de las fami­lias ha expe­ri­men­ta­do cam­bios que agu­di­zan un poco este asun­to, tales como que ha aumen­ta­do la pro­por­ción de niños y niñas que viven sólo con la madre (Comu­ni­dad­Mu­jer, 2016). Los cam­bios en la con­fi­gu­ra­ción fami­liar tam­bién han sig­ni­fi­ca­do la dis­mi­nu­ción de la dis­po­ni­bi­li­dad de redes fami­lia­res de cui­da­do (Ull­mann et al., 2010), lo que con­tri­bu­ye fuer­te­men­te a que la rela­ción entre tra­ba­jo y fami­lia sea vivi­da como más con­flic­ti­va (Ollier-Mala­te­rre y Fou­creault, 2017). En el caso de las muje­res de cla­se media alta, esto ha supues­to el tras­pa­so de la res­pon­sa­bi­li­dad del cui­da­do al ser­vi­cio domés­ti­co remu­ne­ra­do para posi­bi­li­tar el desa­rro­llo de un pro­yec­to extradoméstico (PNUD, 2017), es poco cla­ro lo que ocu­rre con las muje­res de cla­se media tra­ba­ja­do­ras a tiem­po par­cial, como podrían ser algu­nas aca­dé­mi­cas con con­tra­tos a hono­ra­rios.

Para las muje­res aca­dé­mi­cas, la fami­lia y los roles domés­ti­cos son iden­ti­fi­ca­dos como los fac­to­res que impi­den en mayor medi­da una bue­na con­ci­lia­ción entre el tra­ba­jo y el res­to de la vida (Tof­fo­let­ti y Starr, 2016; Lupi­ca, 2010). Estos ámbi­tos caben den­tro del deno­mi­na­do tra­ba­jo repro­duc­ti­vo, cuyo fin fun­da­men­tal es la pro­duc­ción de suje­tos y que se rige por las leyes del inter­cam­bio afec­ti­vo estre­cho y se mide sólo a tra­vés de la pres­ta­ción de ser­vi­cios afec­ti­vos (Burin, 2015). El cum­pli­mien­to cabal del rol domés­ti­co, con sus muchas face­tas, ha sido aso­cia­do a pro­ble­mas de salud men­tal en las muje­res, en gene­ral (Burin, 1998; Lupi­ca, 2010): “habi­tual­men­te, las muje­res con tra­ba­jo extradoméstico man­tie­nen su ocu­pa­ción como amas de casa o, en el caso de con­tar con ayu­da domés­ti­ca igual­men­te con­ser­van la res­pon­sa­bi­li­dad y la deci­sión por lo que suce­de en el ámbi­to domés­ti­co, esto gene­ra situa­cio­nes de can­san­cio que las muje­res expre­san en sen­sa­cio­nes de ten­sión y de ago­ta­mien­to, pro­duc­to­ras de estrés” (Burin, 1998, p. 85). Las exi­gen­cias domés­ti­cas tam­bién han sido aso­cia­das con menor pro­duc­ti­vi­dad y cali­dad de vida labo­ral para las aca­dé­mi­cas en espe­cí­fi­co (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016).

A nivel mun­dial, las muje­res rea­li­zan entre una y dos veces más tra­ba­jo no remu­ne­ra­do que los hom­bres. En Chi­le, los hom­bres jóve­nes comien­zan a rea­li­zar más labo­res del hogar que los mayo­res, pero aun la mayo­ría de este tipo de tra­ba­jo es deja­do a las muje­res, y esto se ha vis­to como un ras­go cau­sal fun­da­men­tal en la des­igual­dad del mer­ca­do de tra­ba­jo chi­leno (PNUD, 2017). Las bre­chas de géne­ro en la can­ti­dad de tiem­po que hom­bres y muje­res dedi­can a labo­res domés­ti­cas son con­sis­ten­tes a tra­vés de todos los nive­les socio­eco­nó­mi­cos en Chi­le (PNUD, 2017): “los cam­bios rela­cio­na­dos con la fecun­di­dad, los cam­bios en los patro­nes de par­ti­ci­pa­ción labo­ral feme­ni­na y los cam­bios más gene­ra­les en las estruc­tu­ras de las fami­lias lati­no­ame­ri­ca­nas no han sido acom­pa­ña­dos por cam­bios para­le­los en la mane­ra como se orga­ni­zan y repar­ten las res­pon­sa­bi­li­da­des domés­ti­cas y de cui­da­do den­tro del hogar” (Ull­mann et al., 2010, p. 50). En el caso espe­cí­fi­co de las aca­dé­mi­cas, esto no pare­ce ser dife­ren­te (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016). Así, uno de los aspec­tos que más lla­ma la aten­ción sobre la divi­sión sexual de tra­ba­jo, es la dife­ren­cia de pres­ti­gio y reco­no­ci­mien­to que ambas esfe­ras, pro­duc­ti­va y repro­duc­ti­va, tie­nen res­pec­ti­va­men­te: “la valo­ra­ción social del tra­ba­jo es muy dis­tin­ta si se tra­ta de la pro­duc­ción de obje­tos o de suje­tos: aquel pro­du­ci­rá bie­nes mate­ria­les; éste pro­du­ci­rá bie­nes sub­je­ti­vos que que­da­rán natu­ra­li­za­dos y se tor­na­rán invi­si­bles” (Burin, 2015, p. 77). Esto nos per­mi­te com­pren­der la gran com­ple­ji­dad de la rela­ción entre tra­ba­jo y fami­lia, espe­cial­men­te para las muje­res, pues­to que la exi­gen­cia de con­ci­lia­ción entre tra­ba­jo y fami­lia tie­ne una lógi­ca cla­ra­men­te pro­duc­ti­vis­ta, pero pone en las muje­res la res­pon­sa­bi­li­dad de adap­tar­se a las exi­gen­cias de ambos mun­dos con igual cali­dad (Rodri­gou et al., 2011); más que ser sólo dos ámbi­tos en rela­ción, en reali­dad pue­den lle­gar a ser dos ámbi­tos en con­flic­to.

En efec­to, como se ha dicho, un núme­ro cre­cien­te de muje­res se desem­pe­ña simul­tá­nea­men­te en las esfe­ras fami­liar y labo­ral, con gra­dos de inten­si­dad com­pa­ra­bles, lle­gan­do a des­cri­bir­se una “doble jor­na­da” para ellas (Rodri­gou et al., 2011). De hecho, se ha lle­ga­do a hablar de “Doble presencia/ausencia” con­no­tan­do que las muje­res deben estar foca­li­za­das en ambos ámbi­tos, dan­do como resul­ta­do que no se está ple­na­men­te en nin­guno. Se pro­po­ne hablar inclu­so de “tri­ple presencia/ausencia”, inte­gran­do la par­ti­ci­pa­ción socio­po­lí­ti­ca como un apar­ta­do impor­tan­te en la vida de las muje­res. Las exi­gen­cias de las simul­ta­nei­da­des de tiem­pos y espa­cios se han aso­cia­do con pro­ble­mas de salud men­tal o insa­tis­fac­ción labo­ral (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016) y sen­ti­mien­tos de inco­mo­di­dad e inade­cua­ción (Rodri­gou et al., 2011). La posi­bi­li­dad de que un ámbi­to influ­ya sobre el otro se des­cri­be como una per­mea­bi­li­dad, la cual se entien­de como una pro­pie­dad muchas veces asi­mé­tri­ca, lo cual sig­ni­fi­ca que pue­de exis­tir inter­fe­ren­cia dife­ren­cia­da y en ambas direc­cio­nes (Rodri­gou et al., 2011).

Una de las con­se­cuen­cias de la entra­da de las muje­res en el mer­ca­do de tra­ba­jo ha sido la impor­tan­te trans­for­ma­ción del uso y dis­tri­bu­ción de sus tiem­pos, diver­si­fi­can­do su tra­ba­jo, que aho­ra debe incor­po­rar tiem­pos y espa­cios extradomésticos (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016). Es por esto por lo que cono­cer la dis­tri­bu­ción y uso de los tiem­pos de muje­res y hom­bres se ha vuel­to cla­ve para com­pren­der las bre­chas de géne­ro en los dife­ren­tes ámbi­tos. En el tra­ba­jo den­tro de las uni­ver­si­da­des se ha des­cri­to la exis­ten­cia de “tiem­pos aca­dé­mi­cos”, que resul­tan de las diver­sas par­tes del iti­ne­ra­rio de la carre­ra aca­dé­mi­ca. Es impor­tan­te reco­no­cer aquí que las muje­res pre­sen­tan tra­yec­to­rias más dis­con­ti­nuas, lo que no sólo redun­da en sus posi­bi­li­da­des de ascen­so y en una menor pre­vi­sión (PNUD, 2017), sino tam­bién en los indi­ca­do­res de pres­ti­gio aca­dé­mi­co. En el estu­dio rea­li­za­do en la Uni­ver­si­dad de Chi­le se reco­no­ce que “El mode­lo de desa­rro­llo de carre­ra y de eva­lua­ción de pro­duc­ti­vi­dad que se ha impues­to en la Uni­ver­si­dad de Chi­le, enten­di­do como las horas dedi­ca­das a la docen­cia, inves­ti­ga­ción y a la publi­ca­ción, está cons­trui­do a par­tir del ciclo vital y pro­fe­sio­nal mas­cu­lino, sin con­si­de­rar que, en el caso de las muje­res, la épo­ca de mayor pro­duc­ti­vi­dad coin­ci­de con la mater­ni­dad y la crian­za” (Ofi­ci­na de Igual­dad de Opor­tu­ni­da­des de Géne­ro Uni­ver­si­dad de Chi­le, 2013, p. 151). Los lar­gos tiem­pos nece­sa­rios para pre­pa­rar una carre­ra aca­dé­mi­ca, toma­dos en la rea­li­za­ción de post­gra­dos y los tiem­pos esta­ble­ci­dos en los regla­men­tos de cada ins­ti­tu­ción para pasar de un gra­do o jerar­quía al siguien­te, hacen que, fre­cuen­te­men­te, el perio­do de repro­duc­ción y de mayor exi­gen­cia aca­dé­mi­ca coin­ci­dan, lo cual, en el caso de las muje­res, resul­ta espe­cial­men­te com­ple­jo (Ward y Wolf-Wen­del, 2012). Otro fac­tor impor­tan­te es que es común que las aca­dé­mi­cas de carre­ra ten­gan como pare­ja a alguien que tam­bién está hacien­do una carre­ra aca­dé­mi­ca. Son las muje­res quie­nes tien­den más a tener pare­jas académicas/os y dan mayor impor­tan­cia que los hom­bres al desa­rro­llo de la carre­ra de sus pare­jas al momen­to de tomar deci­sio­nes sobre su pro­pia carre­ra aca­dé­mi­ca.

Los tiem­pos dia­rios tam­bién son com­ple­jos de com­pa­ti­bi­li­zar. En un estu­dio rea­li­za­do en la UNAM fue posi­ble cons­ta­tar que, res­pec­to a la jor­na­da labo­ral dia­ria, los hom­bres aca­dé­mi­cos en gene­ral ten­dían a exce­der los tiem­pos en la uni­ver­si­dad, pasan­do de 8 horas has­ta 12 horas de tra­ba­jo al día. Esto se rela­cio­na fuer­te­men­te con el esta­do civil, ya que las aca­dé­mi­cas casa­das ten­dían a ajus­tar sus tiem­pos de per­ma­nen­cia en la uni­ver­si­dad a las 8 horas esta­tu­ta­rias, mien­tras que sólo las sol­te­ras exce­dían estos tiem­pos a ran­gos equi­va­len­tes a los de los hom­bres; los hom­bres casa­dos son quie­nes regis­tran más tiem­po de per­ma­nen­cia en el tra­ba­jo (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016). El tener o no hijos e hijas tam­bién supo­ne dife­ren­cias en los tiem­pos de per­ma­nen­cia de hom­bres y muje­res en el tra­ba­jo aca­dé­mi­co, e inclu­so el núme­ro de hijos e hijas, ya que a medi­da que este núme­ro aumen­ta, tam­bién aumen­ta la dife­ren­cia en los pro­me­dios de per­ma­nen­cia entre hom­bres y muje­res (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016). Asi­mis­mo cons­ta­ta­ron que “quie­nes tie­nen una dis­tri­bu­ción más pro­pen­sa a pri­vi­le­giar el tra­ba­jo pro­fe­sio­nal sin com­bi­na­cio­nes crí­ti­cas con el tra­ba­jo domés­ti­co se colo­can en los nive­les ‘ele­va­do’ y ‘muy ele­va­do’” de pro­duc­ti­vi­dad, lo cual coin­ci­dió fuer­te­men­te con el géne­ro; es decir, fue­ron las muje­res quie­nes mos­tra­ron las rela­cio­nes más com­ple­jas entre los tiem­pos pro­fe­sio­na­les y los extra­aca­dé­mi­cos, con una con­si­guien­te menor pro­duc­ti­vi­dad. Las muje­res aca­dé­mi­cas reco­no­cen que la mater­ni­dad sig­ni­fi­ca un cam­bio radi­cal en sus esti­los de vida y una res­pon­sa­bi­li­dad con varia­dos cos­tos, entre los que se cuen­ta una baja en la pro­duc­ti­vi­dad (Palo­mar, 2009). Sin embar­go, no es posi­ble ase­gu­rar que el tener fami­lia sea un pre­dic­tor de baja pro­duc­ti­vi­dad para las muje­res, aun­que se ha vis­to que afec­ta el ini­cio de la carre­ra aca­dé­mi­ca y la obten­ción de mejo­res posi­cio­nes. Más aún, es nece­sa­rio reco­no­cer que la fami­lia tam­bién pue­de cons­ti­tuir­se en un espa­cio de gra­ti­fi­ca­ción y moti­va­ción labo­ral impor­tan­te (Mena, 2016).

Uno de los temas que pone de relie­ve el con­flic­to entre tra­ba­jo extradoméstico asa­la­ria­do y fami­lia es el de las deman­das de tra­ba­jo que exce­den sus fron­te­ras, defi­ni­das como la fre­cuen­cia con que se reci­be con­tac­to rela­ti­vo al tra­ba­jo fue­ra de las horas de tra­ba­jo nor­ma­les (Gla­vin et al., 2011). En una inves­ti­ga­ción de Gla­vin et al. (2011) se vio que exis­ten dife­ren­cias de géne­ro en el estrés pro­vo­ca­do por la irrup­ción de deman­das labo­ra­les fue­ra de hora­rio de tra­ba­jo, inclu­si­ve refe­ri­do a deman­das sen­ci­llas, tales como correos elec­tró­ni­cos o lla­ma­das bre­ves, ya que las muje­res pare­cen sen­tir mayor estrés aso­cia­do a fal­ta de con­trol sobre el tra­ba­jo, baja auto­efi­ca­cia per­ci­bi­da y mayor cul­pa por el cum­pli­mien­to par­cial del rol fami­liar. Las auto­ras de esta inves­ti­ga­ción sugie­ren que este estrés va más allá de los aspec­tos logís­ti­cos con­cre­tos y corres­pon­de a la con­cep­ción sim­bó­li­ca, que gene­ra cues­tio­na­mien­tos res­pec­to de ser bue­nas madres, afec­tan­do un aspec­to cen­tral de la repre­sen­ta­ción de la femi­ni­dad. Esto es muy impor­tan­te, dado que a menu­do se pro­po­ne solu­cio­nar el pro­ble­ma de la rela­ción con­flic­ti­va entre tra­ba­jo y fami­lia con medi­das aso­cia­das a cues­tio­nes con­cre­tas de hora­rio, sala­rio, o for­mas de tra­ba­jo, dejan­do de lado los sig­ni­fi­ca­dos dife­ren­cia­dos social­men­te vigen­tes res­pec­to de ser muje­res y hom­bres, y que impli­can que la viven­cia del tra­ba­jo sea dife­ren­te para cada per­so­na, muchas veces inclu­so inde­pen­dien­te­men­te de las con­di­cio­nes mate­ria­les labo­ra­les con­cre­tas. Esto no sig­ni­fi­ca, sin embar­go, dejar de lado las inequi­da­des reales que exis­ten aún, pero sí que es nece­sa­rio enten­der las cues­tio­nes sim­bó­li­cas sobre las con­cep­cio­nes rela­ti­vas a géne­ro, fami­lia y tra­ba­jo que hom­bres y muje­res mane­jan. En algu­nos estu­dios rea­li­za­dos inclu­si­ve en paí­ses con polí­ti­cas de géne­ro fuer­te­men­te igua­li­ta­ris­tas, se ha vis­to que la dis­tri­bu­ción de los roles al inte­rior de los hoga­res tien­de a estar fuer­te­men­te este­reo­ti­pa­da por géne­ro (Ollier-Mala­te­rre y Fou­creault, 2017), lo cual pue­de estar más rela­cio­na­do con las repre­sen­ta­cio­nes sub­je­ti­vas y cul­tu­ra­les, que con las polí­ti­cas públi­cas con­cre­tas adop­ta­das.

En el estu­dio rea­li­za­do en la UNAM cita­do con ante­rio­ri­dad, tam­bién se vio que la mayor can­ti­dad de tiem­po de tra­ba­jo pro­fe­sio­nal en casa tien­den a tener­lo las muje­res (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016), lo cual podría impli­car que a la mul­ti­pli­ci­dad de tareas simul­tá­neas que rea­li­zan las muje­res aca­dé­mi­cas en el ámbi­to domés­ti­co, se suma el pro­fe­sio­nal.

Todo lo expues­to se suma al hecho de que las uni­ver­si­da­des, al sos­te­ner un dis­cur­so de neu­tra­li­dad y meri­to­cra­cia, no se han hecho car­go, como ins­ti­tu­cio­nes, de mejo­rar las con­di­cio­nes bajo las cua­les las per­so­nas con­ci­lian vida fami­liar con vida labo­ral. Más aún, las inves­ti­ga­cio­nes mues­tran que las muje­res tien­den a orien­tar­se atri­bu­ti­va­men­te hacia expli­ca­cio­nes meri­to­crá­ti­cas y neu­tras al géne­ro a la hora de eva­luar las difi­cul­ta­des y ven­ta­jas que tie­ne su vida labo­ral (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016; Ofi­ci­na de Igual­dad de Opor­tu­ni­da­des de Géne­ro Uni­ver­si­dad de Chi­le, 2013). Ade­más, se ha vis­to que las muje­res tien­den a negar toda influen­cia de su géne­ro en sus éxi­tos o fra­ca­sos labo­ra­les. Espe­cí­fi­ca­men­te, en algu­nos casos, ser aca­dé­mi­ca pue­de ver­se como una situa­ción pri­vi­le­gia­da, por lo que tien­de a mini­mi­zar­se cual­quier situa­ción de des­ven­ta­ja per­ci­bi­da como un cos­to menor (Ofi­ci­na de Igual­dad de Opor­tu­ni­da­des de Géne­ro Uni­ver­si­dad de Chi­le, 2013). A esto se suma una visión indi­vi­dua­lis­ta y libe­ral en la que “la meri­to­cra­cia se ve refor­za­da por el dis­cur­so de las liber­ta­des, según el cual todo indi­vi­duo tie­ne la liber­tad de deci­dir sobre su vida en un hori­zon­te de igual­dad de opor­tu­ni­da­des. En este sen­ti­do, los méri­tos que cada cual ten­ga dan cuen­ta de su esfuer­zo per­so­nal y de sus capa­ci­da­des y no guar­dan rela­ción con cons­truc­cio­nes socia­les” (Ofi­ci­na de Igual­dad de Opor­tu­ni­da­des de Géne­ro Uni­ver­si­dad de Chi­le, 2013, p. 157). Esto se ilus­tra en un estu­dio con aca­dé­mi­cas de uni­ver­si­da­des aus­tra­lia­nas, en que se vio que res­pec­to del balan­ce tra­ba­jo-vida, las muje­res lo con­si­de­ran difí­cil, pero lo ven como un pro­ble­ma indi­vi­dual, que depen­de de las habi­li­da­des pro­pias y no del sis­te­ma social en su con­jun­to, o bien de orga­ni­za­ción, aun cuan­do reco­no­cen que afec­ta nega­ti­va­men­te sus carre­ras (Tof­fo­let­ti y Starr, 2016). En Chi­le, se ha vis­to que la mater­ni­dad es retar­da­da por las muje­res, muchas veces como una estra­te­gia de con­ci­lia­ción indi­vi­dual (Ilic y Mar­chant, 2018). Ward y Wolf-Wen­del (2012) hablan del fenó­meno de evi­ta­ción de ses­go, en que las aca­dé­mi­cas evi­ta­rían tener hijos e hijas, o inten­ta­rían ali­near sus hitos repro­duc­ti­vos de tal mane­ra en el tiem­po, que les per­mi­ta eli­mi­nar la nece­si­dad de lla­mar la aten­ción de la uni­ver­si­dad por ayu­da, evi­tan­do así ser vis­tas como débi­les o pro­ble­má­ti­cas. En gene­ral, se ha vis­to que las muje­res pre­fie­ren estra­te­gias indi­vi­dua­les en vez de redes ins­ti­tu­cio­na­les para con­ci­liar tra­ba­jo remu­ne­ra­do y fami­lia. Sin embar­go, el apo­yo ins­ti­tu­cio­nal es un fac­tor cla­ve para mejo­rar el balan­ce tra­ba­jo-fami­lia para las aca­dé­mi­cas y el apor­te ins­ti­tu­cio­nal es rele­van­te, por ejem­plo, en aspec­tos como rea­li­zar pos­tu­la­cio­nes a fon­dos de inves­ti­ga­ción, resol­vien­do el des­ba­lan­ce de géne­ro que exis­te en la adju­di­ca­ción de fon­dos, las res­tric­cio­nes de tiem­po y la gran car­ga de tra­ba­jo (Leber­man et al., 2016).

Método

Se tra­ba­jó des­de una pers­pec­ti­va cua­li­ta­ti­va, con un enfo­que de narra­ti­vas per­so­na­les, por medio de entre­vis­tas en pro­fun­di­dad, que con­sis­tie­ron en varia­dos encuen­tros. El pro­ce­di­mien­to para ayu­dar a la per­so­na a pro­du­cir rela­tos en for­ma de narra­cio­nes sugie­re enmar­car la entre­vis­ta y plan­tear una pre­gun­ta abier­ta sobre cual­quier his­to­ria rela­ti­va al tema de inves­ti­ga­ción (Cha­se, 2015). En este caso, las entre­vis­tas inda­ga­ban sobre diver­sos aspec­tos de la vida labo­ral y fami­liar de las aca­dé­mi­cas, abor­dan­do la inter­ac­ción trabajo/familia.

Las par­ti­ci­pan­tes fue­ron sie­te aca­dé­mi­cas per­te­ne­cien­tes a uni­ver­si­da­des del CRUCH. Los nom­bres de las par­ti­ci­pan­tes fue­ron modi­fi­ca­dos por pseu­dó­ni­mos y se inclu­ye­ron otras con­si­de­ra­cio­nes éti­cas que per­mi­ten res­guar­dar sus iden­ti­da­des, tales como reem­pla­zar nom­bres pro­pios y dis­ci­pli­nas de estu­dio por pala­bras gené­ri­cas den­tro de parén­te­sis cua­dra­do. Las dis­ci­pli­nas de ori­gen son varia­das, sien­do los cri­te­rios de par­ti­ci­pa­ción que tuvie­ran jor­na­da com­ple­ta como aca­dé­mi­cas, tener el gra­do de Doc­to­ras, que hayan sido res­pon­sa­bles de pro­yec­tos de inves­ti­ga­ción exter­nos a los fon­dos de sus uni­ver­si­da­des de tra­ba­jo y que tuvie­ran publi­ca­cio­nes Web Of Scien­ces y Scie­lo. Los resul­ta­dos se han ido com­bi­nan­do con extrac­tos de las entre­vis­tas, lue­go de los cua­les entre parén­te­sis se ha pues­to el nom­bre fic­ti­cio de la par­ti­ci­pan­te a quien corres­pon­de la cita.

Resultados y discusión

Como se ha dis­cu­ti­do, la inter­ac­ción tra­ba­jo remunerado/familia se carac­te­ri­za por una serie de prác­ti­cas e inter­ac­cio­nes espe­cí­fi­cas de géne­ro. En el caso de los datos espe­cí­fi­cos de esta inves­ti­ga­ción, es posi­ble visua­li­zar cua­tro áreas en las cua­les esta rela­ción se expre­sa con mayor fuer­za: pri­me­ro, la pare­ja y los hijos e hijas apa­re­cen como ele­men­tos de gran salien­cia. Estas dos áreas se ven fun­da­men­tal­men­te en ten­sión con el tra­ba­jo extradoméstico, por lo que podría hablar­se de con­flic­to de con­ci­lia­ción.

a) Pareja

Las narra­cio­nes mues­tran que, más allá de las expe­rien­cias con­cre­tas que cada aca­dé­mi­ca tie­ne, la pare­ja es vis­ta como una figu­ra que ten­sio­na con el tra­ba­jo remu­ne­ra­do y, más espe­cí­fi­ca­men­te, el desa­rro­llo aca­dé­mi­co. Otro ele­men­to rele­van­te es que la pare­ja que ten­sio­na ya sea real o ima­gi­na­da, es explí­ci­ta­men­te un hom­bre, y su géne­ro es pues­to en el cen­tro del jue­go narra­ti­vo para rela­tar el con­flic­to. Esto se expre­sa narra­ti­va­men­te de cua­tro mane­ras:

1. La pro­pia expe­rien­cia es valo­ra­da como atí­pi­ca, y la aca­dé­mi­ca se sien­te afor­tu­na­da cuan­do esta ten­sión no ocu­rre, o es miti­ga­da por carac­te­rís­ti­cas atri­bui­das a la pare­ja.

La par­ti­ci­pan­te con pseu­dó­ni­mo Elsa, expre­sa: “Afor­tu­na­da­men­te, mi pare­ja es de la mis­ma onda, o sea que no me va a cues­tio­nar por­que me lle­vo un infor­me para leer, o un artícu­lo que ten­go que revi­sar, y enton­ces eso tam­bién me da la liber­tad de lle­vár­me­lo, de decir ‘hoy, ya no alcan­zo a hacer­lo aquí, me lo lle­vo para la casa”.

Maria­na repor­ta que “Ade­más, ten­go un com­pa­ñe­ro, que pro­ba­ble­men­te, sin ese com­pa­ñe­ro que ten­go yo creo que no habría logra­do ser todo lo que soy. Yo creo que es un com­pa­ñe­ro muy com­pa­ñe­ra. Se pare­ce mucho a lo que las muje­res pade­ce­mos habi­tual­men­te con los hom­bres. Esto de par­tir para cual­quier par­te, esto de hacer­se car­go del crío cuan­do la mamá sale. Lo hace siem­pre”.

2. No se tie­ne pare­ja, y la ausen­cia de esta figu­ra se ve como la cau­sa de cier­ta liber­tad y fal­ta de ten­sión con el tra­ba­jo remu­ne­ra­do.

El rela­to de Isa­bel ilus­tra esto: “Afor­tu­na­da­men­te, digo, entre comi­llas, no ten­go pare­ja. No ten­go que estar preo­cu­pa­da de que ‘oye, pon­gá­mo­nos de acuer­do ¿qué coci­na­mos?’ por­que yo no estoy [ríe] para coci­nar­le a nadie, mi hija sabe ‘¿qué come­mos?’ me dice ella ‘¿faji­tas con pal­ta?’ y ella que­da feliz con faji­tas con pal­ta, yo tam­bién, pero un… un hom­bre no, enton­ces ya decir­le que él tie­ne que encar­gar­se de coci­nar o si él quie­re comer y ya es una com­pli­ca­ción por­que ya tie­nes una preo­cu­pa­ción enci­ma. Enton­ces, no ten­go ese tipo de preo­cu­pa­cio­nes. Yo le digo a mis ami­gas ‘el con­trol remo­to es mío’, no veo fút­bol en mi casa, el con­trol remo­to es mío, ¿sí? pero por­que, en este minu­to, yo dis­fru­to estar tran­qui­la”.

3. Se tie­ne pare­ja y esta ten­sio­na con el tra­ba­jo remu­ne­ra­do.

Mac, rela­ta “Mi pare­ja, se que­da cui­dan­do la casa, bueno, yo pen­sa­ba que se iba con­mi­go ori­gi­nal­men­te, pero ¡guau! Es un poco como un sue­ño, que pasa­ra eso, por­que un hom­bre no te va a acom­pa­ñar al otro lado del mun­do, o sea [ríe] una mujer sí, pero un hom­bre… cla­ro, sus ami­gos le decían ‘¡y qué vas a ir a hacer allá! vas a estar ahí ¡coci­nan­do!’ así que se que­da. Pero yo creo que bási­ca­men­te eso, que exis­te la nece­si­dad de espe­cia­li­zar­se por­que tu pega no es per­ma­nen­te. Por otra par­te, me dice ‘ten­ga­mos un hijo ¡ten­ga­mos un hijo!’ y con un hijo, yo no pue­do pen­sar en salir, por­que, o sea, para una mujer es casi prohi­bi­ti­vo con un bebé peque­ño, enton­ces, toman­do esas dos cosas en cuen­ta, aho­ra es el mejor momen­to para salir a espe­cia­li­zar­me”.

Pame, repor­ta que “Hubo pro­ble­mas tam­bién en mi matri­mo­nio, [mari­do] me decía ‘¡para qué me tra­jis­te acá! ¡por per­se­guir­te a ti mira dón­de estoy!’ él se sen­tía ton­to y yo le decía ‘yo tam­bién ten­go pro­ble­mas con el idio­ma y eso que yo ten­go el idio­ma de antes y yo no soy ton­ta’ y ahí tuve que estar­lo… en lo eco­nó­mi­co tam­bién”.

4. Se entien­de que, clá­si­ca­men­te, o por expe­rien­cia de otras muje­res, la pare­ja ten­sio­na con el tra­ba­jo remu­ne­ra­do.

El rela­to de Pau­la lo ilus­tra: “Yo pen­sa­ba en el sacri­fi­cio, que yo iba hacer lo que el novio qui­sie­se por­que yo me iba a adap­tar a la orga­ni­za­ción que él tenía, por­que jun­tos íba­mos a cons­truir una fami­lia, todas esas ton­te­ras que uno pien­sa cuan­do es joven”.

Mac expre­sa: “Es que, si no, es muy difí­cil com­pa­ti­bi­li­zar la vida, creo yo. Para una mujer. Por­que, por ejem­plo, la mayo­ría de ellos, si tuvie­ron alguien en cien­cias, ya se sepa­ra­ron. Por ejem­plo, yo me voy aho­ra a [país] al post­doc­to­ra­do un año y me voy sola ¿te fijas? bueno, ini­cial­men­te mi pare­ja se iba con­mi­go, pero tie­ne mil cosas así que no pue­de. Pero mis cole­gas que se han ido se van con su seño­ra”.

Maria­na expre­sa este aspec­to como sigue: “No me gus­ta, por ejem­plo, en la Uni­ver­si­dad, ver que hay com­pa­ñe­ras de camino que tenien­do, inclu­so más poten­cia­li­da­des que los hom­bres, no pue­dan lle­gar a las estruc­tu­ras a las que debe­rían lle­gar, por­que tie­nen que preo­cu­par­se que el cabro chi­co tie­ne fie­bre, por­que tie­nen que lle­gar en la tar­de a hacer­se car­go de las tareas domés­ti­cas”.

Como pue­de apre­ciar­se, en el caso de la pare­ja, aun cuan­do pue­de ver­se como un impor­tan­te sopor­te para la carre­ra, es, al mis­mo tiem­po vis­ta en cons­tan­te ten­sión con el tra­ba­jo aca­dé­mi­co pro­pio, y tam­bién en el caso de otras muje­res. Un ele­men­to des­ta­ca­do como ven­ta­jo­so, a jui­cio de las muje­res, es que la pare­ja se dedi­que tam­bién a la aca­de­mia, lo cual le per­mi­te empa­ti­zar mejor con las exi­gen­cias del tra­ba­jo remu­ne­ra­do. Esta coin­ci­den­cia pue­de resul­tar con­flic­ti­va, en tan­to los tiem­pos e intere­ses de ambos pue­den con­ver­ger y anta­go­ni­zar (Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016). En este caso, la con­ver­gen­cia no sig­ni­fi­ca armo­nía, sino tras­la­pe, que exi­ge prio­ri­za­cio­nes, que, muchas veces, van en des­me­dro de las muje­res, cuan­do se care­ce de redes extra­la­bo­ra­les. Por ejem­plo, en deci­dir quién hará los via­jes a con­gre­sos de la dis­ci­pli­na que ambos cul­ti­van o, fren­te a un mis­mo even­to aca­dé­mi­co, tomar deci­sio­nes sobre quién cui­da­rá a hijos e hijas. Vila­dot y Stef­fens (2016) des­cri­ben que, muchas veces, estar en el mis­mo cam­po de estu­dio con sus pare­jas hom­bres, gene­ra con­flic­tos para las muje­res. Esto por­que gene­ral­men­te, son las muje­res las que ceden, para dar prio­ri­dad a la carre­ra del hom­bre. Esto resul­ta impor­tan­te, ya que se ha vis­to que exis­te una fuer­te ten­den­cia a la endo­ga­mia dis­ci­pli­na­ria en las pare­jas don­de ambas per­so­nas son aca­dé­mi­cas, lo cual tien­de a ser mayor en aca­dé­mi­cas, que en aca­dé­mi­cos.

b) Hijos/as:

Aun­que no todas las par­ti­ci­pan­tes tie­nen hijos e hijas y algu­nas de ellas ya han vivi­do la épo­ca de crian­za, hijos e hijas siguen sien­do mar­ca­do­res vita­les cen­tra­les en las narra­ti­vas de sus vidas aca­dé­mi­cas. Quie­nes no tie­nen hijos/as se sitúan des­de la poten­cia­li­dad de tener­los o des­de las expe­rien­cias de otras aca­dé­mi­cas que sí los tie­nen. En todos los casos, hijos e hijas son narra­dos de mane­ra ambi­va­len­te, como algo rele­van­te, pero a la vez com­ple­jo y emo­cio­nal­men­te des­gas­tan­te. La expe­rien­cia de mater­ni­dad siem­pre con­flic­túa con la carre­ra aca­dé­mi­ca, pero este con­flic­to es resuel­to por medio de estra­te­gias indi­vi­dua­les, que afir­man el man­da­to feme­nino de ejer­cer la fun­ción mater­na. A par­tir de ello, es posi­ble iden­ti­fi­car cua­tro aspec­tos cla­ve de la rela­ción entre tener hijos e hijas y lle­var una carre­ra aca­dé­mi­ca:

1. Se expre­sa ten­sión entre tener hijos e hijas y el tra­ba­jo aca­dé­mi­co y el desa­rro­llo de carre­ra: Cuan­do esta ten­sión no se resuel­ve, se evi­den­cia en males­tar sub­je­ti­vo, cul­pa y renun­cias labo­ra­les.

El rela­to de Elsa lo ilus­tra: “Enton­ces cla­ro, eso afec­tó a mi hija que esta­ba chi­ca, ahí me com­pré celu­lar, por­que no tenía has­ta ese enton­ces. Ella lla­ma­ba para llo­rar­me en el telé­fono que se había caí­do y se había roto una rodi­lla, por ejem­plo, algo, y cla­ro, eso te afec­ta tam­bién el hecho de dejar a los niños enton­ces a veces me tra­ta­ba de vol­ver a mitad de sema­na, fue sacri­fi­ca­do”. “Por­que yo me vol­ví para estar con los chi­cos, para no dejar­los solos, enton­ces, cla­ro enton­ces eso ahí tam­bién te va limi­tan­do por­que a lo mejor si no los hubie­ra teni­do yo me habría, que­da­do por­que típi­co que uno en las cenas en las con­fe­ren­cias com­par­te con otra gen­te, cier­to, se dan otras ins­tan­cias, pero bueno, son las res­pon­sa­bi­li­da­des que uno tie­ne y que tam­bién tie­ne que asu­mir, o sea para mí eso es muy impor­tan­te, es muy impor­tan­te no dejar a los chi­cos”.

Isa­bel repor­ta: “No le echo la cul­pa a mi hija de que yo no via­jé al extran­je­ro por­que esta­ba chi­ca. No impor­ta. Pero sí tie­ne su car­ga, sus car­gas socia­les, por­que un papá que se que­da con un hijo no tran­sa eso. Tie­ne que tener una mujer que le haga las cosas, no pue­den vivir sin el apo­yo fami­liar de otras per­so­nas, en cam­bio uno como mujer asu­me toda esa res­pon­sa­bi­li­dad y a veces muy ambi­va­len­te­men­te”.

En el rela­to de Pame tam­bién pue­de evi­den­ciar­se este pun­to: “Y me acuer­do de que en ese tiem­po fui muy cri­ti­ca­da. Por todas las mamás de aquí de la Uni­ver­si­dad. ‘Cómo es posi­ble esta mujer tan des­na­tu­ra­li­za­da’ ‘madre del año’, me decían. Pero sabes tú que yo lo pen­sé mucho y dije ‘si me voy con ella ¿dón­de la meto allá?’ ‘¿qué voy a hacer con ella? ¿La voy a dejar en manos de quién? y… aquí está mejor con su padre’”.

En el caso de los hijos e hijas, si bien esta rela­ción no es narra­da como tan con­flic­ti­va, y se repor­ta el des­plie­gue de estra­te­gias y adap­ta­cio­nes para armo­ni­zar este mun­do con el tra­ba­jo aca­dé­mi­co, se des­cri­be una gran car­ga ener­gé­ti­ca en momen­tos en que la crian­za cur­sa con hitos rele­van­tes de la for­ma­ción aca­dé­mi­ca (Ward y Wolf-Wen­del, 2012). Es intere­san­te que, ade­más, en gene­ral, el momen­to de mayor exi­gen­cia de desa­rro­llo de la carre­ra aca­dé­mi­ca suce­de en el momen­to de mayor exi­gen­cia repro­duc­ti­va, en el caso de las muje­res (Palo­mar, 2009). Algu­nas de las aca­dé­mi­cas, de hecho, repor­tan que apla­zar el tener hijos e hijas, mini­mi­zar el lap­so entre hijos/as, o sim­ple­men­te no tener hijos/as, son estra­te­gias posi­bles para amor­ti­guar el impac­to de este pro­ble­ma. Igual­men­te, exis­te ambi­va­len­cia res­pec­to de hijos e hijas, ya que se repor­tan como una rela­ción muy satis­fac­to­ria, pero a la vez ago­ta­do­ra y gene­ra­do­ra de angus­tia y cul­pa, tal como ha sido des­cri­to en este tra­ba­jo y por otras inves­ti­ga­cio­nes (Palo­mar, 2009; Ward y Wolf-Wen­del, 2012; Burin, 1998).

2. Com­pa­ti­bi­li­dad de hijos e hijas y tra­ba­jo remu­ne­ra­do: Tam­bién hijos e hijas pue­den com­pa­ti­bi­li­zar­se con el tra­ba­jo remu­ne­ra­do, para lo que las aca­dé­mi­cas gene­ran estra­te­gias de com­pa­ti­bi­li­za­ción. Casi siem­pre estas estra­te­gias son indi­vi­dua­les. Esto últi­mo repre­sen­ta un gran des­gas­te ener­gé­ti­co para las muje­res, ya que siem­pre se entien­de la crian­za como una res­pon­sa­bi­li­dad pri­ma­ria de la madre.

El rela­to de Maria­na ilus­tra lo ante­rior: “Yo creo que la úni­ca renun­cia, pero que al final resul­tó bue­na, es que tal vez sobre todo antes que nacie­ra [hijo] yo era la que podía tra­ba­jar el sába­do, podía tra­ba­jar el domin­go. En cam­bio, des­de que está el niño yo me dic­té por dis­ci­pli­na más inter­na, que yo no tra­ba­jo los sába­dos, inclu­so cuan­do me piden acá que haga algún cur­so de post­gra­do en día sába­do, no lo tomo”.

Al res­pec­to, Elsa repor­ta: “Aho­ra yo tam­bién de repen­te fui sola a una con­fe­ren­cia, y dejé a los niños, bueno, los dejé con el papá en todo caso, ahí uno se rela­ja, yo por lo menos, cuan­do están con el papá están bien. Y ahí pue­do hacer libre­men­te otras cosas. Pero así dejar­los solos, solos, cla­ro que no. Lo mis­mo ocu­rre en el caso de [mari­do], si los iba a dejar solos por ejem­plo por ir a acom­pa­ñar­me, no, pre­fe­ría que­dar­se y yo tam­bién pre­fe­ría que él se que­da­ra”.

Isa­bel enfa­ti­za en la inte­gra­ción de su hija en el tra­ba­jo: “Cuan­do yo esta­ba hacien­do mi tesis de doc­to­ra­do, andá­ba­mos jun­tas para todos lados. Ten­go foto­gra­fías de mi hija mani­pu­lan­do [obje­tos de estu­dio], toman­do datos, yo le gri­ta­ba datos y ella iba con una tabla de datos ano­tan­do, enton­ces ella vivió los terre­nos con­mi­go, las acti­vi­da­des de cam­po, y era entre­te­ni­do. Por­que ella era peque­ña y ya sabía lo que tenía que hacer, o yo la ins­ta­la­ba en el mesón del labo­ra­to­rio y le decía ‘nece­si­to que me mue­las todas estas mues­tras’. Y yo la deja­ba tra­ba­jan­do, mien­tras yo hacía otra cosa. Obvia­men­te, no le daba tra­ba­jos muy com­pli­ca­dos, pero ella era cons­cien­te de lo que era el tra­ba­jo de su mamá. Y logré sobre­sa­lir en ese perío­do”.

En el rela­to de Isi­do­ra, pue­de evi­den­ciar­se esto: “El hecho de vivir un poco lejos del lugar de estu­dio o del cole­gio de mi hijo, hacía que per­dié­ra­mos mucho tiem­po en via­jar, para mí que­dar­me has­ta tar­de muy tar­de en la noche estu­dian­do y al otro día levan­tar­me muy tem­prano para seguir una ruti­na nor­mal era muy estre­san­te y muy can­sa­dor”.

La com­pa­ti­bi­li­za­ción de los tiem­pos labo­ra­les y la crian­za es vivi­da como gra­ti­fi­can­te y al mis­mo tiem­po algo angus­tian­te. La gra­ti­fi­ca­ción, por un lado, está rela­cio­na­da con los lazos de amor repor­ta­dos. En efec­to, la mayo­ría de las aca­dé­mi­cas se ven a sí mis­mas como el víncu­lo prio­ri­ta­rio para hijos e hijas, como ya fue repor­ta­do por Mena (2016), inclu­so situán­do­se como figu­ra de iden­ti­fi­ca­ción prin­ci­pal. La angus­tia, por otra par­te, se rela­cio­na espe­cial­men­te con dudas res­pec­to de los posi­bles efec­tos nega­ti­vos que pudo haber teni­do el desa­rro­llo de la carre­ra aca­dé­mi­ca de ellas en los hijos e hijas; esta sen­sa­ción inclu­ye cul­pa por situa­cio­nes en las cua­les ellas con­si­de­ran que aban­do­na­ron o des­cui­da­ron a sus hijos e hijas, sobre todo con rela­ción a prio­ri­zar la carre­ra aca­dé­mi­ca; o aprehen­sio­nes res­pec­to de la poten­cial rela­ción de daño con hom­bres, posi­bles pare­jas román­ti­cas de ellas.

3. Redes de cui­da­do y con­ci­lia­ción con el tra­ba­jo remu­ne­ra­do: Se repor­ta la poten­cial pre­sen­cia e impor­tan­cia de redes de cui­da­do o expe­rien­cias con­cre­tas en las que hijos e hijas son atendidos/as por una red de cui­da­dos más bien feme­ni­na y, secun­da­ria­men­te, por la pare­ja. Las redes son peque­ñas y esca­sas. Dele­gar el cui­da­do siem­pre impli­ca cues­tio­na­mien­tos basa­dos en el deber ser de una madre como cui­da­do­ra prin­ci­pal. Como en el caso de Elsa, quien rela­ta que “Aquí las cosas bue­nas eran que esta­ban los papás de [mari­do], enton­ces, por ejem­plo, tenía­mos ayu­da con los niños, y que tenía­mos la cues­tión social arma­da tam­bién, por­que esta­ba la fami­lia”.

Mac repor­ta que: “Si tú, como mujer, tie­nes un hijo y quie­res irte, si no tie­nes el apo­yo de una pare­ja o una fami­liar, alguien que te acom­pa­ñe, yo lo veo súper com­pli­ca­do. Conoz­co muje­res que lo han hecho. De hecho, recor­da­ba que yo estu­ve en [ciu­dad] en [país] por una pasan­tía, 6 meses. Allí cono­cí a otra aca­dé­mi­ca, y ella salía a veces en las noches y yo que­da­ba con su hijo. A veces al niño lo deja­ba solo, y yo lo veía como súper arries­ga­do, por eso le decía ‘yo me que­do, no te preo­cu­pes’”.

En el rela­to de Isa­bel que­da de mani­fies­to la impor­tan­cia de las redes: “Cuan­do ya… esta­ba en los últi­mos años, nació mi hija y ahí fue par­ti­cu­lar­men­te más difí­cil, por­que el papá no me apo­ya­ba, enton­ces, yo tenía que correr, me levan­ta­ba a las seis de la maña­na, lle­va­ba a la niña al jar­dín, vol­vía a la U, me esca­pa­ba de las cla­ses para ir al jar­dín a dar­le leche, vol­vía. Me pre­gun­ta­ban ‘oiga y ¿por qué se demo­ra tan­to en el baño?’ ah, men­tía un poco y vol­vía esca­par­me otra vez”

4. Adap­ta­cio­nes labo­ra­les por hijos e hijas. Se pue­den reco­no­cer cam­bios rea­li­za­dos a la ruti­na labo­ral que per­mi­ten armo­ni­zar mejor la rela­ción con hijos e hijas, pero que no son repor­ta­dos como renun­cias, o como gene­ra­do­ras de gran­des cos­tos per­so­na­les. A menu­do, se men­cio­na hijos e hijas en con­tra­pun­to con el desa­rro­llo del rela­to sobre la carre­ra aca­dé­mi­ca, hacien­do en cada pun­to de infle­xión una rela­ción de cómo se vivió en fun­ción de esta figu­ra afec­ti­va. Como en el caso de Isa­bel, quien rela­ta que: “Me gus­ta­ba tra­ba­jar acá y tener la opor­tu­ni­dad de estar con mi hija más cer­ca, almor­zar con ella y todo” o, como lo repor­ta Maria­na: “Pero me dis­ci­pli­né en eso, tra­to de estar en la casa de seis y media sie­te de la tar­de y tra­to de no tra­ba­jar en la casa cuan­do está el niño”.

Elsa enfa­ti­za en las ade­cua­cio­nes labo­ra­les a par­tir de la fami­lia: “La ver­dad es que ten­go que con­fe­sar que cuan­do yo deci­dí venir­me a la uni­ver­si­dad, lo vi como algo bien light, o sea, yo dije ‘me voy a ir media jor­na­da, voy a tener tiem­po para mis hijos’, siem­pre pen­sé yo en tener una fami­lia gran­de, lle­va­ba 2, me que­da­ban 3 toda­vía”. “Noso­tros, pero eso era algo que yo lo hacía en con­jun­to con [mari­do] lle­ga­ba la hora de que los chi­cos salían del cole­gio y nos íba­mos a la casa a almor­zar, noso­tros no comía­mos en cual­quier lado, nos íba­mos a la casa para almor­zar. Siem­pre para noso­tros ha sido… hemos pri­vi­le­gia­do esas ins­tan­cias en que tú te reúnes con los hijos y sobre todo des­pués de… siem­pre fue eso así de des­pués de salir del cole­gio, cuan­do eran chi­cos, sobre todo, por­que tenían dos jor­na­das. Era ‘a ver, cómo le fue y cuén­te­me, vayan con­tan­do’”.

Conclusiones

A par­tir de las narra­ti­vas es posi­ble reco­no­cer que exis­te una impor­tan­te ten­sión en la rela­ción entre tra­ba­jo remu­ne­ra­do y fami­lia, la que se vuel­ve, en muchos casos, un con­flic­to de con­ci­lia­ción. Esta con­ci­lia­ción es vivi­da con estrés y angus­tia, simi­lar­men­te a lo encon­tra­do por varias inves­ti­ga­cio­nes (Rodri­gou et al., 2011; Ward y Wolf-Wen­del, 2012; Cas­ta­ñe­da y Ordo­ri­ka, 2016). Este con­flic­to se pro­du­ce a par­tir de la ten­sión entre el tra­ba­jo aca­dé­mi­co, por un lado, enten­di­do como un tra­ba­jo de fron­te­ras tem­po­ra­les exten­di­das más allá de sus fron­te­ras espa­cia­les, como un tra­ba­jo que exi­ge tiem­pos y espa­cios para pen­sar, y como un tra­ba­jo que con­lle­va via­jes y tras­la­dos fue­ra del lugar en que se habi­ta. Por otro lado, están la pare­ja y los hijos e hijas, que supo­nen exi­gen­cias de per­ma­nen­cia tem­po­ral, cui­da­do, des­plie­gue emo­cio­nal liga­dos a los man­da­tos de géne­ro tra­di­cio­na­les. A par­tir de ambos aspec­tos, las muje­res reco­no­cen que el tener hijos e hijas afec­ta dife­ren­cial­men­te la carre­ra aca­dé­mi­ca de las muje­res, simi­lar­men­te a lo des­cri­to por Rodri­gou et al. (2011).

Res­pec­to de los hijos e hijas, es posi­ble visua­li­zar­les como figu­ras muy rele­van­tes en la vida de las muje­res, tenien­do una influen­cia mayor en las deci­sio­nes que han toma­do en el mun­do aca­dé­mi­co. Esto resul­ta con­cor­dan­te con lo encon­tra­do por Ward y Wolf-Wen­del (2012), quie­nes agre­gan que ambos, aca­de­mia y mater­ni­dad, se ejer­cen como roles que van a per­ma­ne­cer a lo lar­go de la vida. De hecho, en esta inves­ti­ga­ción, la per­mea­bi­li­dad de hijos e hijas hacia la vida aca­dé­mi­ca coti­dia­na apa­re­ce visi­ble, y en los gran­des hitos de la vida aca­dé­mi­ca son fun­da­men­ta­les, mos­tran­do que la carre­ra ya se ha mol­dea­do en fun­ción de hijos e hijas, por lo que el día a día ya se ha pre­vis­to en las gran­des deci­sio­nes. Hijos e hijas, de este modo, resul­tan ser figu­ras muy car­ga­das de afec­tos posi­ti­vos, pero tam­bién resul­tan pro­ble­má­ti­cos, ya que pro­du­cen gra­ti­fi­ca­ción y angus­tia al mis­mo tiem­po. Secun­da­ria­men­te, es posi­ble reco­no­cer un des­bor­de de roles, pero que es mane­ja­do agén­ti­ca­men­te por las muje­res. Esto pone el foco de aten­ción en la gran rele­van­cia que tie­nen hijos e hijas en todos los ámbi­tos de la vida de las muje­res aca­dé­mi­cas, don­de, ade­más, la crian­za de hijos e hijas es vis­ta como un impe­ra­ti­vo per­so­nal feme­nino, que impli­ca un gran gas­to ener­gé­ti­co y una gran res­pon­sa­bi­li­dad, coin­ci­den­te­men­te con los man­da­tos patriar­ca­les sobre una mujer. Ello pue­de ver­se, inclu­so, en aque­llas muje­res que no tie­nen hijos. Suma­do a ello, las aca­dé­mi­cas ven que el cui­da­do de hijos e hijas es una res­pon­sa­bi­li­dad indi­vi­dual, no dan­do rele­van­cia a la ins­ti­tu­ción para con­tri­buir en ello. Inclu­si­ve, los rela­tos mues­tran que las muje­res tras­mi­ten a otras aca­dé­mi­cas ideas y con­se­jos para sobre­vi­vir la con­ci­lia­ción aca­de­mia-fami­lia. Dichas estra­te­gias son fun­da­men­tal­men­te per­so­na­les, en las que inclu­so actúa la evi­ta­ción de ses­go, ya que inten­tan mini­mi­zar el impac­to sub­je­ti­vo, tan­to como la visi­bi­li­za­ción institucional/laboral de dicho impac­to; por ejem­plo, en evi­tar la baja en la pro­duc­ti­vi­dad aca­dé­mi­ca, a par­tir del míni­mo dis­tan­cia­mien­to de los naci­mien­tos de hijos e hijas.

Resul­ta rele­van­te que las muje­res deben, ade­más, lidiar con la ten­sión entre tra­ba­jo remu­ne­ra­do y fami­lia, pro­pia de la vida labo­ral de las muje­res actua­les. Las aca­dé­mi­cas, sin embar­go, esta­ble­cen una serie de estra­te­gias que les per­mi­ten vivir con cier­to equi­li­brio ambos mun­dos, pero con un gas­to ener­gé­ti­co con­si­de­ra­ble, lo que es coin­ci­den­te con varias inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das en uni­ver­si­da­des. Efec­ti­va­men­te, como ya se ha dis­cu­ti­do, exis­te una fuer­te aso­cia­ción social entre mujer y madre, por lo que, para las muje­res, la crian­za de sus hijos e hijas es un impe­ra­ti­vo dado por natu­ra­le­za, vol­vién­do­se una prác­ti­ca rela­cio­nal fun­da­men­tal.

Es cla­ro que, com­pren­der las nego­cia­cio­nes que las aca­dé­mi­cas deben lle­var a cabo para tra­ba­jar en la uni­ver­si­dad requie­re cono­cer su con­tex­to bio­grá­fi­co, las con­di­cio­nes estruc­tu­ra­les bajo las cua­les se des­plie­ga el tra­ba­jo remu­ne­ra­do, así como sus expe­rien­cias y apre­cia­cio­nes indi­vi­dua­les sobre este. La uni­ver­si­dad no es mera­men­te una ins­ti­tu­ción edu­ca­cio­nal o un lugar de tra­ba­jo; es un sitio en el que se repro­du­cen las des­igual­da­des.

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Notas

  1. Aca­dé­mi­ca Depar­ta­men­to de Cien­cias Socia­les, Uni­ver­si­dad del Bío-Bío, Chi­llán, Chi­le. Correo elec­tró­ni­co cmartine@ubiobio.cl