Resiliencia en una adolescente con padecimiento físico-crónico por Insuficiencia de ácido fólico Descargar este archivo (Resiliencia en una adolescente con padecimientos.pdf)

Rosa Isela Cerda Uc1, María Teresa de Jesús Braga Mena, Carlos Alberto Padilla Cárdenas

Universidad Autónoma de Yucatán, Facultad de Psicología

Resumen

El pre­sen­te artícu­lo abor­da el caso de una ado­les­cen­te de 15 años diag­nos­ti­ca­da al nacer con insu­fi­cien­cia de Áci­do Fóli­co. El obje­ti­vo gene­ral de este tra­ba­jo con­sis­te en dise­ñar, imple­men­tar y eva­luar una inter­ven­ción psi­co­te­ra­péu­ti­ca con enfo­que psi­co­di­ná­mi­co y téc­ni­cas cog­ni­ti­vo-con­duc­tua­les y ges­tál­ti­cas, para mejo­rar los esti­los de afron­ta­mien­to y la resi­lien­cia. Para esta inter­ven­ción se reali­zó un pro­ce­so con dura­ción de 31 sesio­nes. Duran­te el pro­ce­so, se encon­tró que la pre­sen­cia de la enfer­me­dad ha traí­do reper­cu­sio­nes en las rela­cio­nes inter­per­so­na­les de la ado­les­cen­te. La auto­no­mía tam­bién ha sido afec­ta­da, ya que la ado­les­cen­te se mos­tra­ba depen­dien­te de su madre físi­ca y emo­cio­nal­men­te. Es cla­ve resal­tar la impor­tan­cia de la repa­ra­ción del víncu­lo paren­tal como ele­men­to para el éxi­to del pro­ce­so tera­péu­ti­co. Con la acep­ta­ción de la reali­dad, los meca­nis­mos de defen­sa fue­ron con­fron­ta­dos y trans­for­ma­dos, dan­do opor­tu­ni­dad a los cam­bios salu­da­bles en la vida de la pacien­te.

Pala­bras cla­ve: Resi­lien­cia, áci­do fóli­co, psi­co­te­ra­pia, inter­ven­ción.

Abstract

This arti­cle exa­mi­nes the case of a 15-year-old tee­na­ger diag­no­sed at birth with folic acid defi­ciency. The ove­rall objec­ti­ve of this study is to design, imple­ment and eva­lua­te a psy­chothe­ra­peu­tic inter­ven­tion with psy­chody­na­mic approach and cog­ni­ti­ve-beha­vio­ral and ges­talt tech­ni­ques to impro­ve coping sty­les and pro­mo­ting resi­lien­ce. For this inter­ven­tion design pro­cess was per­for­med during 31 indi­vi­dual ses­sions with the patient. During the pro­cess, it was found that the pre­sen­ce of the disea­se has brought impact on the teen’s rela­tionships. Simi­larly, auto­nomy has been affec­ted, as the ado­les­cent is depen­dent on her mother, both phy­si­cally and emo­tio­nally. It is worth to high­light the impor­tan­ce of repai­ring the paren­tal link as it is cri­ti­cal to the suc­cess of the the­ra­peu­tic pro­cess. With the accep­tan­ce of reality, the defen­se mecha­nisms were con­fron­ted and trans­for­med, giving oppor­tu­nity for healthy chan­ges in the life of the patient.

Key Words: Resi­lien­ce, folic acid, psy­chothe­rapy, psy­chody­na­mic, inter­ven­tion.

Introducción

Des­de hace algu­nos años ha comen­za­do a mane­jar­se el con­cep­to de Resi­lien­cia como una hipó­te­sis expli­ca­ti­va de la con­duc­ta salu­da­ble en con­di­cio­nes de adver­si­dad o de alto ries­go (Fer­gus y Zim­mer­man, 2005), y se pue­de con­si­de­rar la resi­lien­cia como la con­fi­gu­ra­ción de capa­ci­da­des y accio­nes que se orien­tan a la lucha por res­ca­tar el sen­ti­do de la vida y el desa­rro­llo fren­te a la adver­si­dad. Por lo tan­to, es una moda­li­dad de ajus­te que según Pynoos (1993) per­mi­te tole­rar, mane­jar y ali­viar las con­se­cuen­cias psi­co­ló­gi­cas, fisio­ló­gi­cas, con­duc­tua­les y socia­les pro­ve­nien­tes de expe­rien­cias trau­má­ti­cas sin una mayor des­via­ción del cur­so de su desa­rro­llo y con la com­pren­sión ade­cua­da de la expe­rien­cia y sus sub­se­cuen­tes reac­cio­nes.

La mayo­ría de los teó­ri­cos están de acuer­do en que la resi­lien­cia es una cua­li­dad que per­mi­te al ser humano resur­gir de la adver­si­dad, recu­pe­rar­se e inclu­si­ve ser trans­for­ma­do por ella y acce­der a una vida sig­ni­fi­ca­ti­va y pro­duc­ti­va; adap­tar­se a los cam­bios de una mane­ra salu­da­ble, fle­xi­ble y exi­to­sa (Aku­llian, 2005; Dry­den, et al. 1995) y sen­tir­se bien a pesar de haber esta­do en ries­go (Ungar, 2004).

Koba­sa y Madi (1982), men­cio­nan las siguien­tes carac­te­rís­ti­cas como dis­tin­ti­vas de per­so­nas resi­lien­tes: Com­pro­mi­so y res­pon­sa­bi­li­dad con un gru­po, pen­sa­mien­to de orden supe­rior al pro­me­dio, expec­ta­ti­vas rea­lis­tas y diri­gi­das a una meta, auto­no­mía, inde­pen­den­cia, auto­es­ti­ma, auto­efi­ca­cia y auto­dis­ci­pli­na, acti­tud posi­ti­va ante los pro­ble­mas y cam­bios, locus de con­trol interno, valo­res espi­ri­tua­les, sen­ti­do de vida, com­pe­ten­cia social, lazos afec­ti­vos, vida sana y feliz, afron­ta­mien­to, tem­pe­ra­men­to cal­ma­do, buen sen­ti­do del humor y opti­mis­mo.

Espe­cí­fi­ca­men­te en la infan­cia, diver­sos estu­dios han iden­ti­fi­ca­do fac­to­res de pro­tec­ción orga­ni­za­dos en tres áreas: indi­vi­dual (auto­es­ti­ma y auto­con­cep­to posi­ti­vo, capa­ci­dad de pen­sar y actuar de mane­ra inde­pen­dien­te, habi­li­da­des de solu­ción de pro­ble­mas, etc.); fami­liar (cohe­sión, apo­yo y el sen­ti­mien­to de un víncu­lo afec­ti­vo fuer­te con los pro­ge­ni­to­res) y de la comu­ni­dad (la influen­cia de ami­gos y las rela­cio­nes ínti­mas con adul­tos com­pe­ten­tes que le sir­van de mode­lo posi­ti­vo y la cali­dad del entorno) (Mas­ten & Powell, 2003; Pla­ce & cols., 2002).

La enfer­me­dad es una situa­ción que deman­da que la per­so­na y quie­nes la rodean uti­li­cen una gran can­ti­dad de recur­sos físi­cos y psi­co­ló­gi­cos para supe­rar­la. Por esta situa­ción, el apo­yo psi­co­ló­gi­co brin­da­do a los pacien­tes resul­ta ser un ins­tru­men­to efi­caz para el afron­ta­mien­to de la enfer­me­dad, fomen­tan­do en ellos la bús­que­da de una cali­dad de vida dig­na (Gallar, 2002).

En el caso par­ti­cu­lar de una enfer­me­dad cró­ni­ca, la per­so­na tie­ne que lidiar con ella por un perio­do pro­lon­ga­do de tiem­po, lo que afec­ta la per­cep­ción de su cuer­po, su orien­ta­ción en el tiem­po y espa­cio, su capa­ci­dad para pre­de­cir el cur­so y los acon­te­ci­mien­tos de la vida, su auto­es­ti­ma, y sus sen­ti­mien­tos de moti­va­ción y domi­nio per­so­nal (Shum­man, 1999).

La insu­fi­cien­cia de áci­do fóli­co al nacer se rela­cio­na con diver­sos pade­ci­mien­tos, entre los cua­les des­ta­can los Defec­tos de Cie­rre de Tubo Neu­ral (DCTN), un gru­po de ano­ma­lías que afec­tan al encé­fa­lo y la medu­la espi­nal duran­te el pro­ce­so de desa­rro­llo fetal. La espi­na bífi­da es un defec­to de la colum­na ver­te­bral a cual­quier nivel, por fal­ta de fusión de la apó­fi­sis espi­no­sa que varía des­de tipos clí­ni­ca­men­te impor­tan­tes has­ta anor­ma­li­da­des meno­res (Puer­to-Solís, M., Here­dia-Nava­rre­te, M., Ramí­rez-Sie­rra, M. y Ruiz-Gar­cía, S., 2006).

Los niños con espi­na bífi­da tie­nen dife­ren­tes gra­dos de afec­ta­ción, lo cual hace que varíen los pro­ble­mas neu­ro­ló­gi­cos o los sín­to­mas. Gene­ral­men­te, cuan­to más alto es el nivel del defec­to de los ner­vios del tubo, más impor­tan­tes son los pro­ble­mas que el niño pue­de tener. Ade­más de hidro­ce­fa­lia, los niños pue­den tener difi­cul­ta­des a nivel intes­ti­nal y de veji­ga, serias difi­cul­ta­des en el movi­mien­to o debi­li­dad en las pier­nas. La mayo­ría de los niños tie­nen índi­ces de inte­li­gen­cia nor­ma­les. (Puer­to-Solís, M., Here­dia-Nava­rre­te, M., Ramí­rez-Sie­rra, M. y Ruiz-Gar­cía, S., 2006).

Dus­san (en Arri­vi­lla­ga, Q., Correa, D., y Sala­zar, I., 2007) hace refe­ren­cia a que el niño o ado­les­cen­te que vive con un pade­ci­mien­to cró­ni­co se ve expues­to no sólo a los efec­tos pro­pios de la enfer­me­dad, sino que ade­más debe lidiar con hos­pi­ta­li­za­cio­nes, tra­ta­mien­tos y otras situa­cio­nes que ame­na­zan su inte­gri­dad físi­ca.

Siguien­do a esta auto­ra, la com­pren­sión y sobre todo el impac­to de la enfer­me­dad en la vida del niño están deter­mi­na­das por una serie de fac­to­res tales como la natu­ra­le­za de la enfer­me­dad, la edad de apa­ri­ción, su desa­rro­llo cog­ni­ti­vo, orga­ni­za­ción psi­co­ló­gi­ca, diná­mi­ca fami­liar y la rela­ción esta­ble­ci­da con el mun­do médi­co y el per­so­nal de salud en gene­ral.

En los ado­les­cen­tes, el diag­nós­ti­co de una enfer­me­dad cró­ni­ca supo­ne la pér­di­da de la inde­pen­den­cia y con­trol, cam­bios en la apa­rien­cia físi­ca rela­cio­na­dos con el pade­ci­mien­to y/o el tra­ta­mien­to, un sen­ti­do de debi­li­dad y vul­ne­ra­bi­li­dad que inter­fie­re con el esta­ble­ci­mien­to de rela­cio­nes con per­so­nas de su edad y con las acti­vi­da­des socia­les y esco­la­res (Aju­ria­gue­rra y Mar­ce­lli, 1987 en Arri­vi­lla­ga, Q., Correa, D., y Sala­zar, I., 2007).

Metodología

La inves­ti­ga­ción se lle­vó a cabo como un mode­lo de inter­ven­ción tera­péu­ti­ca con una ado­les­cen­te a lo lar­go de 31 sesio­nes indi­vi­dua­les.

La pacien­te fue una ado­les­cen­te de 16 años de edad cum­pli­dos al momen­to de ter­mi­nar el pro­ce­so y que estu­dia­ba el ter­cer gra­do de secun­da­ria en una escue­la públi­ca.

La madre de la joven fue quien des­cri­be el moti­vo de con­sul­ta y este con­sis­te en el sen­ti­mien­to de inse­gu­ri­dad y des­agra­do de la joven res­pec­to a su con­di­ción físi­ca. La madre men­cio­nó que la joven no habla del tema con nadie y la cul­pa por pade­cer esta enfer­me­dad. Por otro lado, el moti­vo de con­sul­ta que la joven men­cio­nó fue que le gus­ta­ría sen­tir­se más segu­ra con­si­go mis­ma y que deja­ra de pesar­le lo que la gen­te pien­se de ella.

Se uti­li­za­ron dis­tin­tas téc­ni­cas y enfo­ques, pero par­tien­do de una con­cep­tua­li­za­ción pre­do­mi­nan­te­men­te psi­co­di­ná­mi­ca.

Las téc­ni­cas psi­co­di­ná­mi­cas fue­ron la con­fron­ta­ción, la acla­ra­ción e inter­pre­ta­ción pues en todo momen­to se bus­có que la pacien­te fue­ra capaz de ver­se fren­te a su resis­ten­cia y desa­rro­lla­ra por su cuen­ta un insight (com­pren­sión repen­ti­na) (Nie­to, J., Abad, A., Este­ban M. y Teje­ri­na, M., 2004).

Por otro lado, las téc­ni­cas Ges­talt pre­ten­den hacer cons­cien­te a la per­so­na de sus sen­ti­mien­tos, emo­cio­nes y con­duc­tas. Su fina­li­dad es pro­mo­ver una mayor toma de con­cien­cia de lo que hace, pien­sa, dice o sien­te, así como faci­li­tar el pro­ce­so de madu­ra­ción como ser humano en su tota­li­dad (Mar­tín, 2008).

Para fina­li­zar se uti­li­za­ron téc­ni­cas cog­ni­ti­vas con el obje­ti­vo de rees­truc­tu­rar los com­po­nen­tes com­por­ta­men­ta­les y de pen­sa­mien­to que estén inter­fi­rien­do con la meta tera­péu­ti­ca. Estas téc­ni­cas fue­ron las ope­ran­tes, de auto­con­trol, reduc­ción de la ansie­dad y la rees­truc­tu­ra­ción cog­ni­ti­va (Nie­to, J., Abad, A., Este­ban M. y Teje­ri­na, M., 2004).

La eva­lua­ción del pro­ce­so se reali­zó uti­li­zan­do los siguien­tes ins­tru­men­tos:

  • Test del Dibu­jo de la Figu­ra Huma­na. Prue­ba pro­yec­ti­va que se basa en la téc­ni­ca del dibu­jo y que per­mi­te eva­luar aspec­tos emo­cio­na­les, inte­lec­tua­les y de madu­ra­ción. Su apli­ca­ción con­sis­te en pedir­le al indi­vi­duo que reali­ce un dibu­jo de una figu­ra huma­na com­ple­ta en una hoja tama­ño car­ta y a lápiz (Esqui­vel, Here­dia y Lucio, 2007).
  • Inven­ta­rio de depre­sión de Beck. Es un cues­tio­na­rio auto­ad­mi­nis­tra­do que cons­ta de 21 pre­gun­tas de res­pues­ta múl­ti­ple. Está com­pues­to por ítems rela­cio­na­dos con sín­to­mas depre­si­vos, como la des­es­pe­ran­za e irri­ta­bi­li­dad, cog­ni­cio­nes como cul­pa o sen­ti­mien­tos como estar sien­do cas­ti­ga­do, así como sín­to­mas físi­cos rela­cio­na­dos con la depre­sión (por ejem­plo, fati­ga, pér­di­da de peso y de ape­ti­to sexual) (Beck y Cols., 1961).
  • Test Per­so­na Bajo la llu­via. Bus­ca obte­ner la ima­gen cor­po­ral del indi­vi­duo bajo con­di­cio­nes ambien­ta­les des­agra­da­bles, ten­sas, en los que la llu­via repre­sen­ta el ele­men­to per­tur­ba­dor. El ambien­te des­agra­da­ble hace pro­pi­cia la apa­ri­ción de defen­sas que sue­len no mos­trar­se en el test de la per­so­na. Median­te esta situa­ción de estrés el indi­vi­duo ya no logra man­te­ner su facha­da habi­tual, sin­tién­do­se for­za­do a recu­rrir a defen­sas antes laten­tes (Que­rol y Chá­vez, 2009).
  • Esca­la de Resi­lien­cia. Esca­la tipo Likert de dos fac­to­res: com­pe­ten­cia per­so­nal y acep­ta­ción de sí mis­mo y de su vida. Sus ítems refle­jan cin­co aspec­tos de la Resi­lien­cia: per­se­ve­ran­cia, con­fian­za en sí mis­mo, sen­ti­do de la vida, filo­so­fía de la vida y ecua­ni­mi­dad (Wag­nild y Young, 1993).

Programa de Intervención

El pro­ce­so que­dó divi­do en tres fases prin­ci­pa­les, cada una con un núme­ro dis­tin­to de sesio­nes y con obje­ti­vos par­ti­cu­la­res. La fase de ini­cio cons­tó de 4 sesio­nes, la fase de inter­ven­ción tuvo una dura­ción de 23 sesio­nes y la final con tres sesio­nes.

Resultados

Prue­bas para eva­lua­ción

La prue­ba de la figu­ra huma­na, apli­ca­da duran­te la segun­da sesión, indi­có que a nivel de madu­rez men­tal la pacien­te se encuen­tra de acuer­do con el pro­me­dio con fuer­tes indi­ca­do­res emo­cio­na­les.

Con el Test del dibu­jo de la fami­lia se encon­tró que la pacien­te es tími­da, inhi­bi­da y se sien­te fra­ca­sa­da; es soña­do­ra e ima­gi­na­ti­va y con algu­nas ten­den­cias regre­si­vas; se guía por las reglas. Este test tam­bién indi­có que la pacien­te tie­ne ansie­dad gene­ra­da por su fami­lia y tam­bién cier­ta riva­li­dad con su her­ma­na.

Del Test per­so­na bajo la llu­via se obtu­vie­ron resul­ta­dos que indi­can que la pacien­te tuvo la nece­si­dad de mos­trar­se y ser reco­no­ci­da y ade­más tie­ne un buen uso del espa­cio y sen­ti­do de la reali­dad; tam­bién se encon­tró que sien­te pre­sión por par­te de sus figu­ras paren­ta­les y pre­sen­cia de dolen­cias psi­co­so­má­ti­cas.

En cuan­to al Test de depre­sión de Beck, el pun­ta­je en la apli­ca­ción ini­cial arro­ja: Esta­dos de Depre­sión inter​mi​ten​te​.La depre­sión estu­vo pre­sen­te a lo lar­go de los años, con perio­dos de mejo­ría, pero coin­ci­de con el apla­na­mien­to emo­cio­nal pre­sen­ta­do por la pacien­te. Se apli­có el ins­tru­men­to por segun­da vez en la fase de eva­lua­ción y los resul­ta­dos obte­ni­dos son: Estos alti­ba­jos son con­si­de­ra­dos nor­ma­les.

El pun­ta­je ini­cial del Test de resi­lien­cia de Wag­nild y Young fue de 108 en una esca­la de 25 al 175, lo cual indi­ca que la pacien­te tie­ne un alto por­cen­ta­je de resi­lien­cia. Al reapli­car la prue­ba el pun­ta­je obte­ni­do fue de 133 en una esca­la de 25 a 175 pun­tos.

Pro­gra­ma de inter­ven­ción

Fase de ini­cio

Esta fase cons­tó de las pri­me­ras cua­tro sesio­nes. La pacien­te des­cri­bió los sen­ti­mien­tos ambi­va­len­tes hacia su madre, pues ella es su úni­co apo­yo físi­co y emo­cio­nal, pero a la vez tie­ne resen­ti­mien­to hacia ella por ser la cau­san­te de su pade­ci­mien­to. Por otro lado, la rela­ción con su padre le cau­sa mucha ansie­dad, eno­jo y tris­te­za lo que lle­va a evi­tar el tema com­ple­ta­men­te. Tam­bién fue posi­ble obser­var una nece­si­dad de auto­afir­mar­se y de mejo­rar su auto­es­ti­ma, ya que pre­sen­ta sen­ti­mien­tos de poca valía per­so­nal y con­duc­ta retraí­da como con­se­cuen­cia de dichos sen­ti­mien­tos.        

Inter­ven­ción

Ini­cio

Duran­te esta fase se explo­ra­ron los deseos de auto­no­mía de la pacien­te, limi­ta­da en gran medi­da por las carac­te­rís­ti­cas de su con­di­ción. Duran­te las entre­vis­tas ella demos­tró y decla­ró inse­gu­ri­dad y mie­do a las situa­cio­nes socia­les.

Inter­me­dia

Esta fase comen­zó con la imple­men­ta­ción de la téc­ni­ca ges­tál­ti­ca “las con­chas”. Median­te ésta, la pacien­te fue capaz de reco­no­cer y acep­tar­se a sí mis­ma.

Pos­te­rior­men­te se apli­có la téc­ni­ca “Silue­ta de emo­cio­nes”, en la cual la pacien­te fue capaz de iden­ti­fi­car qué es lo que sen­tía y fue capaz de ubi­car­las según su pre­do­mi­nan­cia. Esto le ayu­dó a dar­se cuen­ta de que, aun­que el mie­do y la rabia están pre­sen­tes en gran par­te de su vida, tam­bién el apre­cio de muchas per­so­nas cer­ca­nas a ella.

La fase de inter­ven­ción inter­me­dia con­ti­nuó con una téc­ni­ca cog­ni­ti­va que con­sis­tía en rela­cio­nar emo­cio­nes y los con­tex­tos de apa­ri­ción. Usan­do esta se reco­no­ció al padre de la menor como una per­so­na que le cau­sa­ba mucho eno­jo, mien­tras que la madre y otros ado­les­cen­tes de su edad la hacían sen­tir tran­qui­la y ale­gre.

La apli­ca­ción de la téc­ni­ca cog­ni­ti­va “Antes, aho­ra, el futu­ro”, per­mi­tió hacer un balan­ce de los logros tera­péu­ti­cos obte­ni­dos has­ta el momen­to y tam­bién le ayu­dó a fijar metas que le gus­ta­ría obte­ner. La pacien­te men­cio­nó que ha teni­do un avan­ce en su per­cep­ción y auto­va­lo­ra­ción, ade­más de un avan­ce en la expre­sión emo­cio­nal que le gus­ta­ría seguir mejo­ran­do. Por otro lado, no ha logra­do mejo­rar su rela­ción con su papá, situa­ción que le gus­ta­ría cam­biar.

La siguien­te téc­ni­ca cog­ni­ti­va uti­li­za­da, “Tar­je­tas suce­so-pen­sa­mien­to-con­se­cuen­cia” con­si­guie­ron que la pacien­te reca­pa­ci­te sobre sus pen­sa­mien­tos y las con­duc­tas que estos gene­ran, lo que le ayu­dó a regu­lar su com­por­ta­mien­to.

Dada la nega­ti­va a hablar sobre el tema del padre, se uti­li­zó con con­sen­ti­mien­to de la pacien­te la téc­ni­ca Ges­tál­ti­ca “La silla vacía”. Duran­te la apli­ca­ción la pacien­te pudo exter­nar todos los pen­sa­mien­tos y sen­ti­mien­tos que había esta­do guar­dan­do. Exter­nó que sen­tía mucho ren­cor hacia la figu­ra pater­na por el aban­dono sufri­do.

Dado el resul­ta­do de la téc­ni­ca ante­rior, se resol­vió usar la téc­ni­ca “La car­ta que no se entre­ga”, pero diri­gi­da hacia la madre de la pacien­te. Con lo ante­rior se con­si­guió que la pacien­te logre expre­sar de mane­ra segu­ra todos los sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes que le per­tur­ba­ban res­pec­to a su rela­ción con su madre, ade­más de que pudo des­cri­bir su agra­de­ci­mien­to. La pacien­te resol­vió que la tera­peu­ta rom­pa la car­ta des­pués de leer­la jun­tas.

La últi­ma téc­ni­ca uti­li­za­da fue de la téc­ni­ca Ges­talt “Que­ma­mos lo que no nos es útil, ate­so­ra­mos lo que sí”. Ésta sir­vió para que la pacien­te hicie­ra un recuen­to de lo que qui­sie­ra man­te­ner y que es valio­so y lo que era nece­sa­rio sacar de su vida.

Para el final de esta fase inter­me­dia de inter­ven­ción, la pacien­te se nota sin el apla­na­mien­to emo­cio­nal carac­te­rís­ti­co del ini­cio del pro­ce­so. Men­cio­nó que se sen­tía más moti­va­da para con­ti­nuar mejo­ran­do emo­cio­nal­men­te. Tam­bién men­cio­nó que gra­cias al pro­ce­so refle­xio­na más acer­ca de todo lo que le pasa y la ambi­va­len­cia en el víncu­lo con la madre se había redu­ci­do con­si­de­ra­ble­men­te.

Post-eva­lua­ción

En esta eta­pa se reapli­ca­ron las prue­bas para eva­lua­ción del pro­ce­so tera­péu­ti­co y de los avan­ces que la pacien­te tuvo.

La figu­ra huma­na se reali­zó con mayor segu­ri­dad y tran­qui­li­dad, carac­te­rís­ti­cas que se pue­den apre­ciar en el dibu­jo en la dis­mi­nu­ción noto­ria de los borro­nes con res­pec­to a la pri­me­ra y la son­ri­sa que se dibu­jó.

La siguien­te prue­ba apli­ca­da fue el Test de depre­sión de Beck, en el cual obtu­vo una pun­tua­ción de 3, lo cual equi­va­le al nivel de depre­sión: Estos alti­ba­jos son con­si­de­ra­dos normales.Esto ya pre­sen­ta una gran dife­ren­cia con res­pec­to a los resul­ta­dos de la pri­me­ra apli­ca­ción, en los cua­les la pacien­te pun­tuó mucho más alto, cayen­do en el nivel: Esta­dos de Depre­sión inter­mi­ten­te.

Los resul­ta­dos obte­ni­dos tras la reapli­ca­ción del Test de Resi­lien­cia indi­can que la pacien­te aumen­tó su nivel de resi­lien­cia de 108 pun­tos en la fase de ini­cial a 133 en la post-eva­lua­ción.

Se apli­ca la téc­ni­ca Ges­talt “Cómo lle­gué, cómo me sien­to aho­ra” con lo que la pacien­te hizo un recuen­to de los logros que se obtu­vie­ron duran­te todo el pro­ce­so y fue a capaz de reco­no­cer que ya no le impor­ta su aspec­to físi­co, es capaz de exter­nar algu­nas de sus emo­cio­nes, mejo­ró su rela­ción con sus padres y se sien­te más tran­qui­la.

Fase de cie­rre

Esta fase ini­ció acla­ran­do las dudas res­pec­to a que suce­de­rá des­pués que el pro­ce­so ter­mi­ne y se le moti­vó a seguir con sus metas. Sin embar­go, fue nece­sa­rio “dejar la puer­ta abier­ta” a que el pro­ce­so pudie­ra con­ti­nuar en caso nece­sa­rio con el obje­ti­vo de dis­mi­nuir la ansie­dad que el cie­rre gene­ra­ba. Tam­bién se le entre­gó una pul­se­ra que tenía el obje­ti­vo de ser­vir como recor­da­to­rio de todo lo apren­di­do y sen­ti­do duran­te el pro­ce­so.

Conclusiones

Si bien se pue­de con­si­de­rar la Resi­lien­cia como una habi­li­dad inna­ta, no apren­di­da e inhe­ren­te a la per­so­na, su defi­ni­ción va más allá, ya que se ha demos­tra­do que es posi­ble pro­mo­ver­la y for­ta­le­cer las habi­li­da­des resi­lien­tes que posee una per­so­na, así como fomen­tar en ella nue­vas habi­li­da­des al ser­vi­cio del bien­es­tar per­so­nal.

En la pre­sen­te inves­ti­ga­ción se plan­tea la pro­mo­ción de las habi­li­da­des resi­lien­tes como una herra­mien­ta hacia el cam­bio posi­ti­vo y el bien­es­tar de la per­so­na; tam­bién se pre­ten­de que la pacien­te desa­rro­lle nue­vas habi­li­da­des en favor de la acep­ta­ción de su pade­ci­mien­to y en bene­fi­cio de su salud men­tal y emo­cio­nal. Sin embar­go, duran­te el desa­rro­llo de la mis­ma se hizo evi­den­te la impor­tan­cia de la repa­ra­ción del víncu­lo con las figu­ras paren­ta­les como ele­men­to pri­mor­dial para el logro del obje­ti­vo, ya que por medio de dicha repa­ra­ción la pacien­te logró inte­grar aspec­tos vita­les para mejo­rar su auto­con­cep­to, auto­es­ti­ma y sen­ti­mien­tos de valía per­so­nal que esta­ban afec­ta­dos al ini­cio del pro­ce­so; con lo ante­rior la pacien­te pudo reco­no­cer en ella la habi­li­dad para sobre­po­ner­se ante la adver­si­dad, logran­do así el obje­ti­vo ini­cial del pro­ce­so.

La inter­pre­ta­ción psi­co­di­ná­mi­ca de las dife­ren­tes téc­ni­cas per­mi­tió expli­car los com­por­ta­mien­tos y reac­cio­nes incons­cien­tes de la pacien­te y hacer­los cons­cien­tes, pues­to que uti­li­za­ba meca­nis­mos de defen­sa rígi­dos y arrai­ga­dos, por lo que era muy com­pli­ca­do para ella iden­ti­fi­car y expre­sar emo­cio­nes y sen­ti­mien­tos; lo ante­rior cau­só en ella un efec­to repa­ra­dor casi inme­dia­to. Fue muy intere­san­te obser­var como a lo lar­go del pro­ce­so sus habi­li­da­des se fue­ron refor­zan­do, mejo­ran­do su auto­acep­ta­ción, auto­co­no­ci­mien­to y auto­es­ti­ma posi­ti­va, así como la iden­ti­fi­ca­ción en sí mis­ma de carac­te­rís­ti­cas que no había con­si­de­ra­do, fac­to­res que favo­re­cie­ron su desa­rro­llo e impac­ta­ron en todos los con­tex­tos en los que se des­en­vuel­ve.

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Notas

 

1. MPCI Rosa Isea Cer­da Uc. Docen­te e inves­ti­ga­do­ra de la facul­tad de Psi­co­lo­gía de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Yuca­tán. Correo de con­tac­to cerdauc@correo.uady.mx