Vivencia y repercusiones del secuestro: el caso de la esposa de un hombre secuestrado
Hugo Alberto Yam Chalé1, Patricia Trujano Ruiz2
Facultad de Estudios Superiores Iztacala
Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen
El objetivo de este estudio de caso fue analizar, desde el construccionismo social, los pensamientos, sentimientos y recuerdos que una mujer construyó a partir del secuestro de su esposo, así como las repercusiones que este evento tuvo en ella y en su familia. Se empleó como método el análisis de narrativas, y como técnica de recolección de datos la entrevista semiestructurada. La mujer incluyó en su narrativa del momento del cautiverio de su esposo significados que derivaron en sentimientos como miedo e incertidumbre y la necesidad de “ponerle un rostro a los secuestradores”. Entre las principales repercusiones observamos el miedo en ella y su familia, que los llevó a adoptar comportamientos para su protección, un sentido de responsabilidad en la educación de los hijos y una revaloración de la familia. El secuestro es un evento que impacta en la persona cautiva pero también, de manera similar, a su entorno familiar.
Palabras clave: secuestro tradicional; secuestro extorsivo económico; construccionismo social; narrativas; análisis de las narrativas.
Abstract
The objective of this case study was to analyze, from social constructionism, the feelings, thoughts and rememberings that a woman constructed on her husband kidnapping, as well as the effects of this event on her and her family. It was used as a method the narratives analysis, and as a technique for data collection the semi-structured interview. In her narrative about her husband captivity period she included meanings which resulted in feelings such as fear and uncertainty, and the need to “put a face to the kidnappers”. The major impact included fear in her and her family, which made them to addopt behaviors oriented to protect themselves, a sense of responsability in the children’s education and a reevaluation of the family. The kidnapping is an event that impacts on the captive person but also, and similarly, to their family environment.
Keywords: traditional kidnapping; economic kidnapping; social constructionism; narratives; narrative analysis.
Introducción
El secuestro extorsivo económico, también llamado secuestro tradicional, consiste en la acción de retener de forma indebida a una persona exigiendo una suma de dinero a cambio de su rescate o libertad (México Unido Contra la Delincuencia, A. C., 2009); el cautivo es puesto en libertad específicamente por una suma de dinero, no por libertades políticas o por cualquier otra razón (Molina et al., 2003). México ocupa el primer lugar a nivel mundial en casos de secuestro (Control Risk, 2013).
Este delito afecta tanto a la persona en cautiverio como a sus familiares y a otras personas que la rodean (Esguerra, 2011; Dirección General de Sanidad Militar, 2010); los secuestradores tienen contacto con familiares de la persona secuestrada con el fin de realizar la negociación, haciendo que el número de sus víctimas se incremente. Sin embargo, es una población escasamente investigada. Es por ello que en este estudio nos enfocamos en los familiares, a través de las narrativas de la esposa de un hombre que fue secuestrado, a quien entrevistamos 4 meses después del evento.
Nos aproximamos a este fenómeno desde el construccionismo social, el cual postula que el conocimiento sobre el mundo y sobre nosotros mismos no está determinado por los objetos, sino que constituye una red de narraciones social e históricamente situadas en un contexto determinado (Ema & Sandoval, 2003). Es decir, la experiencia humana se configura narrativamente, es un texto abierto que en su producción y para su comprensión, no puede ser separado del contexto en que ha sido construido (Duero & Limón, 2007).
La forma de acercarnos al fenómeno, fue a través de las narrativas que nos dejan ver la complejidad de las personas al captar la riqueza y los detalles de los significados en los asuntos humanos que no pueden ser expresados en definiciones o proposiciones abstractas (Bolívar & Domingo, 2006).
Es así que el objetivo de este estudio fue analizar, mediante un estudio de caso y desde el construccionismo social, los pensamientos, sentimientos y recuerdos que una mujer construyó a partir del secuestro de su esposo, así como las repercusiones que este evento tuvo en ella y en su familia, cuatro meses después del suceso.
Método
Participantes
Se trabajó con una mujer de 45 años de edad, a quien llamaremos Martha, esposa de un hombre víctima de secuestro extorsivo económico, que estuvo en cautiverio 4 días y que fue liberado mediante el pago del rescate. Ella era ama de casa, y llevaban 13 años de matrimonio, con dos hijos menores de edad. Pertenecían a la religión católica, aunque no la practicaban. Fue entrevistada 4 meses después de la liberación de su esposo, por lo que sus narrativas representan los procesos de significación y resignificación que han tenido lugar durante este periodo, en donde ideas y conceptos provenientes de aquéllos con los que ha tenido relación y de su contexto sociocultural se hacen presentes y adquieren un sentido particular.
Procedimiento
A través del Instituto de Atención a Víctimas del Delito de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México, se invitó al esposo a participar en el estudio. Sin embargo asistió con su esposa que, a solicitud de ambos, estuvo presente en la sesión. Antes de iniciar la entrevista se les explicaron los objetivos del estudio y sus derechos, y los compromisos de los investigadores. En todo momento se tuvieron en cuenta las consideraciones éticas de la investigación. Bajo consentimiento de ambos se audiograbaron las entrevistas.
La entrevista inició con una pregunta general dirigida al esposo, motivándolo a la elaboración de una narrativa sobre su secuestro: ¿Me puedes contar lo que ocurrió? En este primer momento se evitó interrumpir al participante con la finalidad de que narrara libremente su vivencia, sin embargo la esposa complementaba el relato narrando lo que a ella le tocó vivir junto con su familia, razón por la cual se decidió integrarla al estudio. Posteriormente, se realizó a ambos una entrevista a profundidad centrándonos en sus vivencias del secuestro. En el caso de la mujer, abordamos temas relacionados con el momento en que recibió la primera llamada de los secuestradores, el periodo de la negociación, el momento de la liberación y su vida posterior a la liberación de su esposo. Se indagó sobre la forma en que ella y su familia vivieron cada uno de esos momentos.
Análisis
En este artículo se presentan únicamente las narrativas de la mujer, de las cuales se llevó a cabo un análisis categórico, entendiendo que el componente relevante de la investigación es su voz, que es desde donde se articula y se interpreta la información (Rivas, 2010). En primer lugar se hizo un análisis de la narrativa para diferenciar las ideas de la participante, para posteriormente reunirlas y organizarlas en categorías que las contuvieran. Posteriormente se estructuró y elaboró el reporte retomando partes del relato que ejemplificaran las categorías obtenidas. Para su mejor comprensión, los textos retomados fueron modificados procurando mantener la idea original de la participante, por ejemplo, se agregaron palabras en donde hacían falta, se eliminaron regionalismos y muletillas y se omitieron partes del discurso que podían revelar la identidad de la participante o que se apartaban de la idea principal.
Resultados
Por razones de espacio, en este trabajo hacemos referencia solo a 2 categorías: 1) la vivencia del secuestro y 2) las repercusiones del secuestro.
La vivencia del secuestro
El secuestro es un suceso que provoca generalmente un grave estado de crisis tanto en la persona afectada directamente como en los familiares y amigos; y por tratarse de un evento continuado, resulta difícil hablar de un solo momento de crisis, es más bien un episodio de crisis permanente en donde algunos momentos serán más críticos que otros (Castillo, Vargas & Beltrán, 2010). Teniendo en cuenta esto, solo con fines de análisis y basándonos en la narrativa de Martha, haremos referencia a dos momentos: a) la llamada del secuestrador, b) la negociación.
La llamada del secuestrador
Para la persona secuestrada todo inicia en el momento de su captura. En el caso de los familiares su vivencia del secuestro comienza a partir de la llamada de los captores, a menos que hubieran llamadas de amenaza previas. Ambas partes están cautivas, mientras que la persona secuestrada es privada de su libertad y sometida, la familia debe permanecer atenta a las llamadas de los secuestradores y encarar las continuas amenazas y la manipulación de los victimarios (Navia, 2008).
Martha no fue quien recibió la llamada, la recibió el hermano del secuestrado. México es un país en donde las llamadas extorsivas se presentan con suma frecuencia, quizás debido a ello el hermano no consideró real lo que le comunicaron por teléfono. Fue hasta la segunda ocasión que aceptaron como cierto el secuestro:
En la primera llamada que recibió el hermano de mi esposo, les dijo que estaban equivocados y colgó, luego volvieron a llamar y le dijeron “no estoy equivocado, estoy hablando con quien tengo que hablar. Tenemos secuestrado a tu hermano”. […] Como no aparecía ni contestaba su celular, entonces pensamos que era verdad lo del secuestro (Martha).
A través de las llamadas los secuestradores intentan establecer un dominio psicológico, mediante insultos y amenazas, para controlar todo el proceso; establecen sus condiciones e incluso amenazan con matar a la víctima, todo con el objetivo de intercambiar al familiar secuestrado por dinero (Consultores Exprofeso, 1998). Son llamadas breves pero que dan un giro inesperado a la narrativa general de sus vidas, llevándolos a incluir en ella elementos que nunca hubieran considerado.
La negociación
Durante este periodo, que es el de mayor duración pues va desde la primera llamada hasta que la víctima es liberada, la familia también vive un secuestro. Los secuestradores hacen sentir su presencia a través de los mensajes telefónicos, manteniendo a los familiares rehenes del teléfono, a la espera de la siguiente llamada. Ambas partes están cautivas (Navia, 2008).
Ahora bien, una tendencia que tenemos las personas es intentar darle sentido a los eventos que vivimos, hacer inteligible nuestro entorno, esto es a través de diversas narrativas que se entrecruzan y dialogan entre sí otorgando realidad y coherencia a nuestro mundo (Cabruja, Íñiguez & Vázquez, 2000). Martha buscó darle sentido a lo que ocurría, planteándose diferentes preguntas e hipótesis, pero fueron dos los aspectos que resaltó en su relato: por qué a su esposo y quiénes eran sus victimarios. En cuanto al primer punto, ella mencionó:
Mi esposo ha ayudado a varias personas, se lleva bien con sus hermanos, son una familia bien unida […]. Por eso yo decía “¿por qué él, si es buena gente, es noble, no se mete con nadie?, ¿por qué?”
No encontró respuesta a esta pregunta sino hasta que logró, según ella y sus familiares, identificar a los secuestradores, mostrando en este proceso de identificación la necesidad de saber quiénes eran ellos, de “ponerles un rostro”. No veían los rostros, cualquiera podía ser el secuestrador; esto puede generar angustia y desconfianza pues ya no se sabe quién es amigo y quién traidor (Navia & Ossa, 2001). En el caso de Martha y sus familiares, teniendo como referencia únicamente la voz, concluyeron quiénes eran los victimarios:
En las siguientes llamadas empezaron a hablar pausado y las conversaciones fueron más largas, entonces mi cuñado dijo “es Fulanito, estoy seguro.” Después habló otra persona y mi otro cuñado dijo “y ese es su hermano, estoy seguro, el domingo platiqué con él.” (Martha).
Como afirma Bruner (1988), en la construcción de narrativas llegamos a conclusiones no sobre una realidad objetiva y acabada, sino sobre la versión que construimos de dicha realidad a fin de hacerla comprensible. A partir de esta identificación Martha concluyó que fue por envidia que secuestraron a su esposo, debido a su progreso económico. Se hace evidente entonces que las narraciones condicionan cómo aprehendemos y construimos el mundo, y nos permiten dar sentido a nuestro mundo, constituyéndolo como significativo para nosotros. Más que palabras son acciones que construyen, actualizan y mantienen la realidad (Cabruja et al., 2000).
Otro de los elementos que encontramos en la narrativa de Martha fue la incertidumbre. Durante el tiempo que la persona está secuestrada, su familia sufre una gran incertidumbre, pues no sabe si lo dejarán libre o incluso si aún sigue con vida:
La víctima recibe físicamente los golpes, y está segura de algo: de que va a morir; […] dice “si algo tengo seguro es que no voy a salir de esta”. […] Los que están afuera tienen incertidumbre, yo me decía “¿dónde estará?, ¿qué le estarán haciendo?, ¿me lo van a devolver?” (Martha).
Ahora bien, se debe considerar que más allá de que se cuente o se pueda reunir el monto requerido por los secuestradores, “el cumplir con las condiciones del rescate no necesariamente significa la liberación, la salud o el respeto a la vida del secuestrado” (Gómez, 2004, p. 201). Martha reconoció esta situación y de su incertidumbre surgieron preocupaciones con relación al futuro: cómo saldría adelante sin su esposo, qué les diría a sus hijos, etcétera.
Otro de los sentimientos presentes fue el miedo. Desde la primera llamada se advierte a la familia que no pueden dar aviso a las autoridades, se les amenaza con hacerle daño al secuestrado o a algún otro familiar (Consultores Exprofeso, 1998). Por temor, los familiares no saben si dar o no conocimiento a la autoridad, dada la inseguridad que esto les representa (Pasquel, 2002):
Nosotros no denunciamos la primera noche por miedo, sinceramente por miedo de que le hicieran algo a mi esposo o a nosotros. […] Tenía temor de que secuestraran o le hicieran algo a mis hijos (Martha).
Posterior a la primera llamada, es común que los secuestradores se comuniquen con una periodicidad irregular, con la intención de presionar para obtener el rescate. Como menciona Agudelo (2000), los plagiarios se han vuelto expertos en jugar con la estabilidad emocional de las familias para lograr sus objetivos. En el caso de Martha y sus familiares, esto surtió efectos, su tendencia fue entregar bienes muebles e inmuebles:
Nosotros les decíamos “tenemos casas, ¿cuántas quieres?, donde nos digas te dejamos las escrituras; coches, los dejamos donde digas, te aventamos las facturas donde nos digas”. No quisieron (Martha).
En la narrativa de Martha también tomó relevancia un sentimiento de injusticia, dando pie a que Martha reclamara por esta injusticia a quien, desde sus creencias religiosas, consideró que permite y reparte las cosas:
Yo decía “si tanto te pedí que nunca me fueras a hacer esto ¿por qué me lo hiciste Dios mío? ¿Por qué hay tanta gente mala y no los ves? ¿Por qué no les pasa nada? ¿Por qué te olvidaste de mi esposo? ¿Por qué él? Dime ¿por qué te gustó él, por qué no te fijas en los malos?”
Por otro lado, tenemos que el secuestro puede favorecer que los problemas familiares que existían previamente se agudicen con esta nueva crisis, pero también puede ocurrir que se genere una mayor cohesión interna manifestándose como un mecanismo de defensa para enfrentar los efectos del secuestro (Diazgranados, 2004). Esto último fue lo que sucedió con la familia a la que nos hemos referido, pues se generó una mayor unidad familiar:
Fue algo que nos juntó, todos estábamos en un mismo acuerdo. […] No permitimos que la desesperación nos ganara, ni que se generaran conflictos en las situaciones complicadas. Teníamos un mismo objetivo: recuperarlo con vida (Martha).
Otro aspecto relevante en la narrativa de Martha fue el sentimiento de responsabilidad hacia su esposo. Desde sus sistemas de significados, que parten de lo cultural y el contexto social y que podemos definir como el “conjunto de creencias y valores que gobierna la vida de una persona […] y que le imprime cierta inercia a las particulares formas de ser y de pensar manifiestas” (Limón, 2012, p. 56), ella consideró como prioritario cumplir y estar al pendiente de su esposo:
A mis hijos los dejé con mi mamá, al contrario de otras veces que digo “tengo que estar pendiente de mis hijos”, decía “yo tengo que moverme acá, […] la responsabilidad es mía porque es el papá de mis hijos”.
Las repercusiones del secuestro
Llano, Gómez y Chaparro (2011) comentan que cuando una persona es liberada, sus familiares experimentan en un principio gran alegría mezclada con un poco de incredulidad. La familia y el liberado intentan olvidar todo el sufrimiento y empezar de nuevo, sin embargo los daños ocasionados en la víctima y su familia suelen perdurar, encontrándonos con secuelas psicológicas, sociales e incluso con daños físicos (Ledesma, 2002). Después de la felicidad por haber recuperado a su esposo, tuvieron lugar otros sentimientos, y uno de los principales en la experiencia de Martha fue el miedo:
Antes pensaba que lo peor que me podía pasar era que se muriera mi esposo o mi hijo. Ahora creo que eso está antes del secuestro. Preferiría que se hubiera muerto, porque muerto sé dónde quedó, cómo acabó; […] Pero así, dices “lo tengo conmigo, gracias a Dios, pero el miedo quién me lo quita”.
Como observamos, en su narrativa Martha nos dejó ver el miedo que derivó de las implicaciones que para ella tuvo el secuestro, incluso comparando este evento con la muerte. El miedo, que también estuvo presente durante el tiempo del cautiverio, continúa aún después de haber recuperado a su esposo, constituyéndose según Llano (et al., 2011), en una respuesta adaptativa, pues se está enfrentando a una situación extrema, violenta e imprevista que rompe con todo a lo que la persona estaba acostumbrada en su entorno. Este miedo que Martha sentía, estaba centrado en tres aspectos específicos, uno de ellos fue el miedo a que volviera a ocurrir el secuestro:
Después del secuestro viene la parte más dura, que es el miedo que se te queda y la incertidumbre, la inseguridad; […] siento que no basta qué haga, de todas formas sigo expuesta a que algún día vuelva a pasar.
Esto se comprende cuando tenemos en cuenta que los eventos que atentan contra la vida y el bienestar físico y psicológico ponen a la persona en un estado continuo de alerta y defensa debido a los sentimientos de vulnerabilidad y desprotección que surgen de la situación, de tal forma que perciben al mundo como fuente de amenazas e incertidumbre, por lo que la desconfianza marcará su funcionamiento psicológico (Diazgranados, 2004). Es así que también encontramos en la narrativa analizada sentimientos de vulnerabilidad:
Siento que en algún semáforo me van a abrir la puerta y me van a bajar, o van a bajar a uno de mis hijos o a mi esposo, y se lo van a llevar o se van a llevar a mis hijos. […] Siento que sigo siendo objeto de sus deseos, de sus planes (Martha).
Agudelo (2000) comenta al respecto que quienes reciben amenazas de secuestro tienen la sensación de ser perseguidos y vigilados constantemente, sintiendo amenazada su privacidad y temor a todos y a todo. La posibilidad permanente del secuestro se convierte en tortura que puede traspasar los límites de tolerancia, tal y como observamos en el caso analizado.
Si bien en la experiencia de Martha encontramos miedo de que vuelva a ocurrir el secuestro, su mayor temor se centró en que las siguientes víctimas fueran sus hijos, debido a que los secuestradores amenazaron con esta posibilidad:
Cuando estoy serena y pienso con lógica digo “a lo mejor cuando hablaban [los secuestradores] de mis hijos lo hacían para amedrentarme”; pero cuando veo a mis hijos la lógica se me acaba […] Me pongo en el lugar de ellos [los secuestradores] y digo “ya me llevé al papá, no saqué tanto, ahora le voy a dar donde más le duele, sus hijos.”
La incertidumbre, el miedo y los sentimientos de vulnerabilidad, presentes no solo en la persona secuestrada sino también en las personas que lo rodean, afectan la actividad laboral, escolar, y la vida diaria de la familia en general. Los sentimientos generados por la amenaza del secuestro cambian el estilo de vida, las rutinas, las relaciones, los planes y la calidad de vida (Agudelo, 2000). Entre los más mencionados en la narrativa de Martha, encontramos cambios de conducta relacionados con la preocupación por el papá:
Antes, cuando él se iba a trabajar, si no tenía para qué hablarle yo no le hablaba, ahora parece que lo ando cuidando […] Mis hijos […] ahora me dicen “dile que venga temprano, dile que venga a comer”. En la noche, si no vamos por él, se sienten mal. Ellos lo que quieren es verlo y que salga bien y que está bien. Están muy pendientes de su papá.
En el caso de Martha, uno de los principales cambios fue el incremento de las medidas de seguridad:
Siento que tomamos muchas medidas de seguridad, pero siento que no son suficientes, pero también siento que entre más medidas son, puedo terminar en un círculo en donde me envuelva.
Estas medidas pueden llegar a ser excesivas, y no obstante, no parecerles suficientes a los sobrevivientes del secuestro, como observamos en el caso presentado, lo que probablemente les llevará a incrementarlas, pero nuevamente serán percibidas como insuficientes. Este evento inesperado la llevó a plantearse otra forma de vivir, reconstruyendo la narrativa general de su vida. La narrativa es una forma de construir la realidad, de apropiarse de ella y de sus significados (Bruner, 1988), desafortunadamente, en el caso de Martha vemos que se ha constituido en una forma de ser y pensar que le generó problemas de adaptabilidad, construyó una forma de ver el mundo que la tiene atrapada dejando de ver otras perspectivas, estrechando sus propios márgenes de libertad (Limón, 2012).
Por otro lado, como es de esperarse, en Martha también encontramos una tendencia a evitar situaciones y estímulos relacionados con el secuestro:
La otra vez estábamos viendo una pelea de box y yo dije “cámbiale de canal, es un deporte, pero veo a alguien que sufre así y me acuerdo de todo lo que me contaste, de cómo te pegaron”. […] Si suena el teléfono y es un número que no conozco, no contesto, porque tengo miedo de escuchar que ya se lo llevaron a él o a mis hijos.
En otro orden de ideas, como efecto indirecto del secuestro, encontramos en la narrativa de Martha la preocupación que mostró por el desconocimiento sobre cómo manejar esta situación con sus hijos:
Mi hijo de 10 años, por no causar problemas, no dice lo que siente por lo del secuestro, […] yo siento que él se aguanta con tal de no verme sufrir, y yo digo que eso no está bien. La verdad siento que yo sola no lo puedo ayudar, no me siento preparada, siento que le voy a hacer más mal.
También generó en Martha una idea de responsabilidad en su función como padres de familia, colocando los valores como eje central de la educación de sus hijos:
Cuando te toca eso [el secuestro], sientes una gran responsabilidad como padre. Siento que el origen de todo esto está en que no formamos buenas personas, porque no les formamos valores.
Por último, debemos considerar que encontrarse con los aspectos esenciales de la vida al percibir cercana la muerte, lleva a las familias a reconsiderar sus prioridades, otorgando mayor valor a la vida, a la libertad, a la espiritualidad y al amor hacia la familia, restándole importancia al dinero y al trabajo (Llano et al., 2011; Navia & Ossa, 2001). Es así que en la narrativa de Martha encontramos una revaloración de su esposo y de su familia:
No sé qué va a pasar con nosotros, pero hoy me queda claro que él es mi vida, es la otra parte de mi vida, […] y que hoy en día valoro 20 veces más a mi familia, a mis hijos, a mi esposo. Somos una familia y si él no está no somos nada, y sin mis hijos tampoco somos nada.
Discusión y conclusiones
La investigación narrativa supone una forma de conocimiento que interpreta la realidad desde la persona investigada, los contextos en los que viven los sujetos y los modos como los narramos en un intento de explicarnos el mundo en que vivimos. Lo relevante son las voces propias de los diferentes sujetos, no la voz del investigador ni las teorías previas (Rivas, 2010). Así pudimos observar que Martha y su familia buscaban comprender lo que les ocurría, construyendo narrativas desde su contexto sociocultural, tomando elementos de un contexto macro, como la situación que presenta México en cuanto a secuestros y extorsiones telefónicas, hasta situaciones de un contexto microsocial, como el considerar que los secuestradores eran vecinos suyos.
No se tiene la certeza de que los secuestradores realmente hayan sido quienes ellos señalaron, sin embargo para Martha y su familia, era así, y de ahí derivaron ciertas explicaciones, actitudes y conductas relacionadas con el secuestro de su familiar. A fin de cuentas, nuestras narraciones están hechas de las historias diarias que contienen fantasías, metáforas, afectos, memorias distorsionadas, entre otros (Gergen, 2007); nosotros somos quienes vamos construyendo el mundo de una u otra manera a medida que hablamos, escribimos o discutimos sobre él, al seleccionar hechos y al establecer una lógica narrativa (Potter, 1996). Resulta importante señalar que a partir de estas narrativas y esos sentidos que construimos, es que actuamos en las relaciones con los otros y con el mundo en general.
Por otro lado, con relación al secuestro, observamos que afecta tanto a la persona en cautiverio como a su familia, que además de vivir una experiencia similar a la de los secuestrados, parece presentar los mismos efectos psicológicos. La familia no se encuentra retenida entre paredes ni tampoco tiene un arma enfrente, sin embargo se encuentra encerrada y amenazada psicológicamente por un secuestrador que se deja sentir y perpetúa su presencia con cada llamada telefónica. La familia no sabe dónde están ni en qué momento les pueden sorprender (Esguerra, 2011).
El secuestro, más allá de la ausencia de un ser querido, representa la pérdida de la estabilidad, la seguridad, la tranquilidad, la libertad, la privacidad, y el lugar que se tenía en el mundo (Agudelo, 2000). Esto suele generar diversas alteraciones cuyos efectos pueden llegar a ser muy severos, sin embargo, un buen número de familias se sobreponen por sí mismas con el tiempo y preservan su estructura y funcionamiento (Molina et al., 2003). Tengamos en cuenta que las narrativas que construimos tienen un potencial creador, y una capacidad para mantener pero también para modificar la manera en que vemos y afrontamos nuestro mundo y sus diversas realidades. Describir es construir, y esta construcción abre determinados cursos de acción pero cierra otros (Ema, García & Sandoval, 2003). De ahí la importancia de generar espacios que favorezcan que los familiares elaboren narrativas que les permitan afrontar el secuestro y sus posibles efectos.
No hay que olvidar que las familias tienen que enfrentar, además del secuestro de uno de sus integrantes, las pérdidas que derivan de este evento como las deudas, menores ingresos o la reubicación de la residencia, entre otros, que pueden contribuir al surgimiento de diversos conflictos en la persona secuestrada, en los integrantes de la familia y/o en la familia como sistema. (Dirección General de Sanidad Militar, 2010). El secuestro tiene un efecto de bomba expansiva que invade el entorno familiar y social, los cuales pueden verse afectados en mayor o menor medida, puesto que el impacto que los sucesos estresores tienen en las personas, depende de factores previos a la victimización, así como de los que ocurren durante y posteriormente a la misma (Medina-Mora et al., 2005).
Ambas partes, el sobreviviente de secuestro y su familia, retroalimentan y entrelazan sus narrativas en torno al secuestro, de tal forma que elaboran y reelaboran narrativas que si bien pueden facilitar su crecimiento a partir de dicho evento, también lo podrían obstaculizar. De ahí que consideremos conveniente apoyar no solo a la víctima directa de secuestro sino también a su entorno familiar. Para esto resulta importante considerar que la comprensión que cada persona tiene de sí misma y del mundo, está en función de los relatos a los que tiene acceso y con los que interactúa (Rivas, 2010), de tal forma que determinados relatos permiten una concepción de sí mismos y del mundo, pero otros relatos modificarían dicha concepción.
En otras palabras, los relatos que construimos y que contamos a los otros y a nosotros mismos, son solamente una de entre otras posibilidades de significar nuestras experiencias y nuestro mundo en general, esto permite una amplia gama de posibilidades de ser y estar en el mudo. Considerar esto abre oportunidades de crecimiento a partir de experiencias como el secuestro, que si bien es un evento traumático, también puede ser considerado un acontecimiento a partir del cual las personas conocen y desarrollan su fortaleza. Las familias pueden elaborar narrativas de desesperanza y de un futuro caótico, pero también pueden construir narrativas que impliquen esperanza, solidaridad y un futuro prometedor.
El discurso es una manera de nombrar al mundo, por lo que debemos sentirnos libres de utilizar alternativas (Gergen & Warhus, 2001), a fin de cuentas, una historia es una historia que puede permanecer, pero también puede cambiar, ya que podemos relatarla de nuevo (Guanaes & Rasera, 2006) y resignificarla a través del tiempo y de las nuevas experiencias.
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Notas
1. Candidato al grado de Doctor en Psicología. Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: hugoyam_@hotmail.com
2. Doctora en Psicología Clínica, investigadora y profesora titular C Definitivo, en la Licenciatura en Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: trujano@unam.mx