El desarrollo de la relación del ser humano con la naturaleza: una visión desde la perspectiva de género Descargar este archivo (El desarrollo de la relación del ser humano con la naturaleza.pdf)

María Antonieta Dorantes Gómez

Programa Institucional de Estudios de Género de la FES Iztacala

Resumen

La presente disertación tiene como objetivo analizar la manera en la que los seres humanos han significado su relación con la Naturaleza. Este análisis se hace recuperando algunos elementos teóricos de pensadoras feministas, las cuales, inspiradas en los planteamientos de Carl Gustav Jung, nos permiten desarrollar una teorización sobre la relación de hombres y mujeres con la Naturaleza. Bajo este marco de referencia se identifican tres momentos de esta conciencia de la relación ser humano-Naturaleza, a saber: Conciencia matrilineal, Conciencia patriarcal y Conciencia emergente. En la conciencia matrilineal el eje rector lo ocupa la presencia del principio Femenino. Esta es una relación que no establece distancia, que representa la unidad y la integración. La conciencia patriarcal significa, a nivel cultural la desvalorización del principio Femenino. La Cultura niega a la Naturaleza. Por último, es posible identificar un nuevo tipo de conciencia, la emergente, en la cual la Cultura y la Naturaleza se significan como polaridades.

Palabras claves: Ecofeminismo, matrilineal, patriarcal.

 

Abstract

This dissertation aims to analyze the way in which humans have meant their relationship with nature. This analysis is recovering some theoretical elements of feminist thinkers, which inspired by the ideas of Carl Gustav Jung, allow us to develop a theorizing about the relationship of men and women with nature. Under this framework three moments of this consciousness of the human-nature relationship, namely identifying: Awareness Matrilineal, Patriarchal Consciousness and Emerging Consciousness. In the matrilineal consciousness occupies the principal axis of the first female presence. This is a relationship that establishes distance, representing the unity and integration. The patriarchal consciousness means, culturally devaluation of the Feminine principle. Culture refuses to Nature. Finally, it is possible to identify a new type of consciousness, emerging in which culture and nature are meant as polarities.

Key words: Ecofeminism, Matrilineal, Patriarchal

Introducción

La relación que los seres humanos hemos tenido a lo largo de nuestra historia con el medio ambiente es una cuestión que tiene un particular interés ahora que estamos experimentando los efectos de la degradación de la Naturaleza. La contaminación del agua, la generación de gases de efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, de los bosques y de la biodiversidad son sólo algunos de los fenómenos que muestran la falta de equilibrio que los seres humanos hemos tenido con la Naturaleza.

A partir de los últimos cien años, el crecimiento de la población de seres humanos y el acelerado proceso de industrialización ha llevado a que el equilibrio con la Naturaleza sufra un mayor deterioro. Ante este fenómeno es importante el análisis de las formas en que, a lo largo de la historia de la civilización humana, los seres humanos han significado su relación con la Naturaleza.

La presente disertación tiene como objetivo analizar la manera en la que los seres humanos han significado su relación con la Naturaleza. Este análisis se hace recuperando algunos elementos teóricos de pensadoras feministas, las cuales inspiradas en los planteamientos de Carl Gustav Jung, nos permiten desarrollar una teorización sobre la relación de hombres y mujeres con la Naturaleza.

Nuestra investigación se dirige al análisis de la dimensión simbólica que ha permeado la relación de los seres humanos con la Naturaleza. Los conceptos psicoanalíticos permiten incidir en este análisis de lo simbólico. Los planteamientos desarrollados por Carl Gustav Jung son herramientas útiles a través de las cuales se puede analizar la manera en que se ha simbolizado la relación entre los seres humanos y la Naturaleza. Dentro de este trabajo, la recuperación de los mitos es imprescindible a fin de dar cuenta de la construcción simbólica de la relación Ser Humano-Naturaleza.

Desde sus más remotos orígenes, los seres humanos han recurrido a los mitos para contar con una explicación sobre su relación con la Naturaleza. En los mitos, las figuras de dioses, héroes, diosas y heroínas, han ido conformando una representación simbólica que pone de relieve las distintas formas en las que los seres humanos han simbolizado su relación con la Naturaleza.

Los conceptos de Arquetipo y de Inconsciente Colectivo desarrollados por Jung y posteriormente retomados dentro de los análisis feministas, ofrecen la posibilidad de indagar acerca de las significaciones profundas de sistemas, reglas y normas que establecen significados simbólicos para la relación del ser humano con la Naturaleza. Estas herramientas permiten identificar el papel de las fuerzas internas que influyen en la conformación de la conciencia de la relación ser humano-naturaleza. Las imágenes arquetípicas muestran la interacción que existe entre lo personal y lo colectivo (Downing, 1993). Cuando se hace mención de las imágenes arquetípicas se está haciendo referencia a las imágenes oníricas, mitológicas y literarias. El análisis de esta dimensión simbólica representa una ruptura de los órdenes de representación instrumentalistas bajo los que tradicionalmente se ha analizado la relación Ser Humano-Naturaleza.

Podemos identificar tres momentos de la conciencia humana bajo los cuales se ha significado la relación Ser Humano-Naturaleza. Estos son: la conciencia matrilineal, la patriarcal y la emergente.

En la conciencia matrilineal el eje rector lo ocupa la presencia del principio Femenino. Esta es una relación que no establece distancia, que representa la unidad y la integración. Dentro de esta conciencia la Naturaleza es omniabarcante y el ser humano muestra respeto hacia ella.

La conciencia patriarcal representa el establecimiento del principio Masculino como el único referente. Esto significa, a nivel cultural, la desvalorización del principio Femenino. Este nuevo orden implantado por la ley del padre implica la separación, la institucionalidad de un pensamiento binario y jerarquizado en el cual uno de los puntos de la díada (el Masculino) tiene más valor que el otro. Lo Masculino se antepone a lo Femenino, la razón a la pasión, la mente al cuerpo, la Cultura a la Naturaleza. Esta conciencia da predomino a la razón, al control y al ejercicio de un poder que pretende la afirmación de sí a través de la negación del otro. La conciencia patriarcal afirma a un conjunto de varones como los representantes de lo humano negando lo que no entre dentro de este paradigma. Con el surgimiento del patriarcado se instaura un orden social en el cual un grupo de varones toma el control de las mujeres, niños y demás varones. En este sistema patriarcal el medio ambiente pasa a ser un espacio al servicio de estos hombres. Gerda Lerner (1990) considera que el período de formación del patriarcado se desarrolló en el transcurso de casi 2500 años, aproximadamente del 3100 al 600 A.C.  En el sistema patriarcal un grupo de varones se apropia de la capacidad sexual y reproductiva de las mujeres, del trabajo de los otros varones, de los niños(as) y considera que el medio ambiente también deberá estar a su servicio.

Actualmente estamos observando las consecuencias devastadoras de esta conciencia y, tomando en consideración el carácter dinámico de los procesos de simbolización, podemos formular un tercer tipo de relación entre el ser humano y la Naturaleza: la conciencia emergente.

La conciencia emergente representa la posibilidad de construcción de nuevas relaciones de los seres humanos con la Naturaleza, más allá de los márgenes delimitados por el orden patriarcal.

En el presente trabajo perfilaremos algunos de los principales aspectos de cada una de estas conciencias a fin de sentar las bases para la construcción de nuevas relaciones más armónicas entre los seres humanos y la naturaleza.

Conciencia matrilineal

Antes del sistema patriarcal se puede identificar un periodo, el sistema matrilineal, en el cual las relaciones entre las personas eran más armónicas, así como su relación con el medio ambiente.

Durante el periodo prehistórico se presenta un tipo de relación matrilineal, la cual se caracteriza por el cuidado y la vinculación con la naturaleza. Múltiples indicios provenientes de diferentes áreas del saber científico, filosófico, antropológico y religioso nos hablan de una etapa anterior a la actual, en la cual las relaciones de las personas con la naturaleza no estaban sujetas a una desvalorización y dominio. Estas sociedades eran matrilineales porque la línea materna constituía el eje a partir del cual se creaban las genealogías.

El término matrilinealidad designa “... un sistema de parentesco (ascendencia, descendencia, herencia), vigente en algunas culturas primitivas actuales —y que fue común antes de implantarse el patriarcado— en el cual se tiene en cuenta la línea de descendencia de madre a hijo y se privilegia la relación de parentesco del recién nacido con el hermano de la madre”. (Rodríguez, 2000, p.26).

Eisler (1999) en sus investigaciones antropológicas señala que existió en los primeros tiempos de nuestra humanidad este tipo de sociedad matrilineal en la que varones y mujeres se relacionaban de una manera coparticipativa. Esta era una sociedad en la cual las relaciones entre los seres humanos no estaban sustentadas en el dominio y el poder de unos sobre otros y esto también se reflejaba en su relación con la naturaleza. Las figuras de diosas, que integraban dentro de sí aspectos masculinos y femeninos eran primordiales durante esta etapa. Lo Femenino y lo Masculino eran concebidos como los dos principios básicos de la creación. Así aparecían en las cosmogonías de las primeras civilizaciones.

Durante el periodo matrilineal imperaba un modelo coparticipativo en la relación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza. Estas sociedades prehistóricas estaban orientadas hacia la solidaridad. En estos modelos coparticipativos existía una conciencia indiferenciada de las personas con su entorno. No había una separación y por lo tanto se preponderaba el vivir en equilibrio con el medio. Esto se daba por la estrecha vinculación que las personas tenían con la Diosa-Madre. Las diosas eran el eje alrededor del cual se estructuraba la sociedad. Estas diosas representaban la renovación constante de la vida. La mitología que existía alrededor de la Diosa-Madre representaba simbólicamente el misterio de la sexualidad femenina y la capacidad de reproducción (Eisler, 1999).

Esta primera etapa representa la indiferenciación, la fusión con la madre. La madre biológica en el caso de los individuos; la madre tierra, la Diosa-Madre en el caso de las civilizaciones. Esta etapa ha sido mencionada en múltiples tradiciones bajo las concepciones del paraíso, del jardín del Edén. Es el estado de la conciencia que se caracteriza por la vivencia dentro de una matriz intemporal, indiferenciada y preconsciente del alma humana (Eisler, 1999).

De la misma forma que en lo individual se pasa por esta primera etapa, en lo colectivo las culturas se enraízan en este primer Arquetipo de la Gran Madre. En esta primera etapa, las personas viven apegadas a la tierra y a su grupo, venerando a una deidad femenina.

El arquetipo de la Gran Madre provoca profunda ambivalencia. La diosa que alimenta es también la diosa que devora. Durante esta etapa, creación y destrucción son consideradas como dos fases de un modelo ineludible y no como opuestos irreconciliables. La Gran Diosa era venerada como la fuerza femenina profundamente conectada con la naturaleza y la fertilidad, responsable de la creación y de la destrucción de la vida. La serpiente, la paloma, el árbol y la luna son algunos de los símbolos asociados con esta divinidad. El don más grande de la diosa era mostrar que la vida y la muerte están inextricablemente entrelazadas (Downing, 1999).

 Estas diosas son concebidas integrando dentro de sí lo Femenino y lo Masculino. De ahí la capacidad de la Diosa-Madre de dar a luz de manera virginal. La Gran Diosa Cósmica presente en muchos mitos de diversas tradiciones representa el origen de la vida. La diosa era la creadora. La figura mítica de la diosa unía la vida del ser humano con la acción de la naturaleza para configurar una unidad de todo ser  (Zweig, 1992).

La transición de la etapa matrilineal a una patriarcal está simbolizada por el tránsito de un principio femenino–divino a la entronización de un principio exclusivamente masculino.

La relación patriarcal de los seres humanos con la naturaleza se da a través de un proceso en el cual el principio femenino se desvaloriza para entronizar el principio masculino. Esto está representado en los mitos que presentan a las Madres-Diosas sufriendo por la muerte de sus hijos. Los mitos babilónicos, egipcios, griegos, germánicos, aztecas, indios o africanos muestran esta transición, en la cual el polo femenino es negado para afirmar el principio masculino. El hijo de las deidades femeninas es destrozado, mutilado, despedazado, asesinado, castrado o embrujado por el enemigo, el representante de esta nueva sociedad patriarcal. La tarea de las diosas es ahora lograr la resurrección de sus hijos-amantes. Se enfrentan a caminos llenos de peligros para buscar al difunto y devolverle la vida. La relación respetuosa de los seres humanos con la naturaleza, afianzada a partir de su relación con las Diosas-Madre se transforma a fin de dar paso a la constitución de una cultura del dominio. Esta cultura patriarcal se instaura a partir de la negación de cualquier presencia de la Diosa-Madre y de la entronización del Dios-Padre. Este fue el centro de un universo simbólico que instituyó el orden masculino, jerárquico, trascendente y monopolizador del poder.

Conciencia patriarcal

La relación patriarcal surge a partir de una lógica androcéntrica que niega todo aquello que no entre en el modelo dominante. Así la naturaleza pasa a ser un medio al servicio del hombre. Este hombre es el modelo androcéntrico que se constituye en el parámetro de referencia. Este hombre va a representar tan sólo a los intereses de los varones dominantes. Los intereses de las mujeres, los niños, los esclavos, los bárbaros no existen, se invisibilizan a través de una forma de representación que tiene un carácter androcéntrico. Esto mismo ocurre con la Naturaleza, que pasa a ser sólo un medio para la consecución de los intereses de ese grupo de varones. El Uno, el principio masculino se erige como el fundamento, relegando a lo otro, a la carencia o el defecto. Este esquema tiende hacia la destrucción de las diferencias y a la reducción a un modelo único, un modelo androcéntrico. Esto implica un ejercicio de violencia, una violencia en la cual, a través de la no significación de las diferencias, se instaura un orden androcéntrico.

Esta violencia se fundamenta a través de un pensamiento dicotómico que ubica una jerarquía en la cual el principio masculino tiene un poder predominante que niega lo Femenino. Así surgen las siguientes dicotomías:

  • Masculino versus Femenino
  • Cultura versus Naturaleza
  • Razón versus Emoción
  • Público versus Privado
  • Mente-Cuerpo

Este pensar dicotómico asocia los espacios privilegiados con lo Masculino, al mismo tiempo que relega a la invisibilidad lo asociado con lo Femenino. Lo Femenino se constituye en una negación de lo Masculino y por lo tanto se justifica así su desvaloración. Esta división se presenta como algo normal y natural, hasta el punto de parecer ser inevitable. Esta división va a ser la justificación del ejercicio de poder sobre la naturaleza, las mujeres, los niños y niñas y sobre los hombres que no correspondan al modelo dominante. También va a ser el fundamento para ubicar a lo Femenino en el terreno marginal como algo peligroso, como un obstáculo para que el principio Masculino se entronice. Las mujeres, el cuerpo, la emoción, la naturaleza, son consideradas como un peligro para el desarrollo propiamente humano, encarnado en el principio Masculino.

Una vez establecido el hecho de la supuesta superioridad de lo Masculino, las razones que se buscaron para legitimarla fueron abundantes. La subordinación del principio Femenino al Masculino bajo la concepción patriarcal ha sido vista a partir de posiciones dualistas que han establecido una jerarquía en la cual lo Masculino tiene un estatus ontológico distinto al de lo Femenino. Bajo este paradigma la cultura es superior a la Naturaleza, la razón lo es respecto de la emoción, la mente es superior al cuerpo y el varón es superior a la mujer. Lo Masculino, bajo esta visión, representa la completitud, en tanto que lo Femenino es representado como la deficiencia. Lo Masculino se asocia con características propiamente humanas, en tanto que lo Femenino se presenta como la carencia. Lo Masculino y toda la serie de asociaciones que se relacionan con este principio (mente, razón, cultura, espacio público, varones) son considerados rasgos propiamente humanos. Lo Femenino y todo lo que se asocia con este principio (cuerpo, emoción, naturaleza, espacio privado, mujeres, niños) representa un obstáculo para el desarrollo de los aspectos valorados. Este pensamiento dicotómico permite justificar la discriminación y marginación de la que son objeto los aspectos vinculados con el principio Femenino.

Dentro de la conciencia patriarcal el principio Femenino se concibe como un obstáculo que se debe superar a fin de entrar en la esfera de lo Masculino. La Naturaleza es entonces subordinada a los intereses propios de la Cultura. La Naturaleza es vista como un obstáculo que debe eliminarse para que lo propiamente Masculino florezca. La Naturaleza significa para el pensamiento patriarcal algo misterioso y peligroso. Misterioso porque no es posible entenderlo con sus paradigmas masculinos, peligroso porque no se ajusta a la leyes y paradigmas de los propiamente humano, a saber, de los intereses del sistema patriarcal.

El advenimiento de la conciencia patriarcal trae consigo la entronización de la imagen de un dios-varón. Este Dios Masculino le arrebata el poder engendrador a la Diosa-Madre, a la Diosa-Naturaleza. Este Dios tiene ahora el poder de dar y quitar vida, de instaurar un orden que niega el respecto por lo Femenino, por la Naturaleza. La conciencia patriarcal somete al poder femenino, generando al mismo tiempo un gran temor hacia él. Le teme porque representa su origen del cual reniega. Convertido lo Femenino en lo otro, se transforma en amenazante. En esta conciencia los seres humanos se alejan de la Naturaleza al considerarla amenazante.

El matricidio, sobre el cual se funda la conciencia patriarcal, exige un pacto entre varones.  Este pacto implica, como Zambrano (1995) ha señalado, el surgimiento de un solo Dios-Padre y su vínculo con un solo pueblo elegido, origen de las religiones monoteístas. Este pueblo elegido no es otra cosa que el conjunto de patriarcas, quienes mediante este pacto se aseguran el dominio de las mujeres, de los niños de los otros varones y de la naturaleza.

En la conciencia Patriarcal los individuos y las colectividades se separan del arquetipo de la Gran Madre. Se da una transición de la participation mystique a la objetividad analítica (Eisler, 1999). Se generaliza la creencia de que el Principio Masculino es superior y vale más que el Principio Femenino. Se establece un nuevo modelo de relación con la naturaleza basado en el dominio.

La conciencia patriarcal le da predominio al principio Masculino sobre el Femenino. Para muchos pensadores esta etapa significaba la cumbre de la evolución cultural. La desvalorización de lo Femenino a partir de la entronización de lo Masculino trae como consecuencia la separación del individuo de la colectividad y de la naturaleza, lo cual redunda en un "individualismo feroz". Este individualismo se caracteriza por la lucha, por el dominio y la búsqueda del beneficio personal aún a costa del bienestar de la colectividad. Este sistema de valores es asumido tanto por varones y mujeres, a los cuales podemos observar luchando denodadamente por afirmar su individualidad. El principio Femenino–divino que imperaba en la etapa matrilineal implicaba la unión entre la sabiduría y el logos. La separación que tuvo lugar durante el patriarcado significó que el logos masculino se distanció de la figura femenina de la sabiduría (Shaup, 1994).

En la conciencia matrilineal se veneraban aspectos vinculados con la Naturaleza como eran el nacimiento, la fertilidad y los frutos que la naturaleza brindaba para la supervivencia de los seres humanos. El advenimiento de la conciencia patriarcal, implica el culto a un dios combativo que privilegia su relación con un pueblo elegido y específicamente con un conjunto de patriarcas que son dueños de las familias y de la naturaleza. El culto a la diosa que daba prioridad al clan, que preponderaba la vida, el sustento y la vinculación con la Naturaleza pretende ser sustituido por el culto al dios. Desde esos lejanos tiempos hasta nuestro presente, este intento de eliminar el culto a la diosa ha sido infructuoso. La adoración a la diosa sigue estando presente y sigue siendo combatido por las religiones patriarcales.

La confluencia del racionalismo griego y del cristianismo trastocan la poderosa imagen de la diosa (Zambrano, 1995). Frente a la cosmogonía que afirmaba el principio Femenino y el Masculino como elementos indispensables de la creación, se establece la imagen del dios varón y creador. Esto implicó un cambio de los órdenes de representación de la vinculación de los seres humanos con la naturaleza. Bajo esta concepción se prepondera el derecho de los patriarcas a tener control sobre la naturaleza. El énfasis no es la unión como en la conciencia matrilineal, sino el control y el ejercicio de la voluntad. El varón al privilegiar la razón construye un mundo en el cual él es el soberano. La sobrevaloración del principio Masculino ha significado el imperio de la racionalidad en detrimento de la sensibilidad, el énfasis en la separatividad entre los seres humanos en menoscabo de la experiencia de comunidad.  La posibilidad femenina de dar vida, de armonizar con la naturaleza es minusvalorada en tanto que la capacidad  de destrucción, de establecer  distancia, de entronizar  al sujeto masculino, de  afirmar  la  existencia de uno con la muerte real o simbólica del otro, es  ampliamente valorada. A diferencia de la primera etapa de indiferenciación en la cual la Naturaleza y los seres humanos viven en armonía, en esta etapa patriarcal se da la separación de la Naturaleza y la Cultura. Al mismo tiempo se establece una jerarquía de valores en los cuales la Naturaleza ocupa un lugar marginal, en tanto que la Cultura se asocia con lo propiamente humano.

La transición de una sociedad matrilineal a una patriarcal está representada por la aparición de mitos en los que lo Femenino es devaluado a fin de entronizar a lo Masculino.  En el mito de la creación de la religión judeo-cristiana, el matrimonio sagrado entre hombre y mujer como fuente de la creación es transformado por el vínculo entre dios y el hombre-varón. La mujer y la femineidad desparecen de este vínculo. Lo Femenino surge a partir de lo Masculino; de una costilla de Adán, surgió Eva.

La conciencia patriarcal, en su afán de establecer una distancia, presenta la realidad a través de pares dicotómicos. Así que se presenta a la Cultura opuesta a la Naturaleza. Lo Masculino representa la Cultura, lo propiamente humano, en tanto que el otro, lo femenino representa la Naturaleza, un escalón anterior en el desarrollo humano. Esta disyuntiva que plantea dos planos mutuamente excluyentes ha traído serias consecuencias para el desarrollo armónico de la relación entre la naturaleza y los seres humanos. En el caso de que se niegue la Naturaleza en aras de la identificación con la Cultura se estará negando una parte fundamental del medio que circunscribe a los seres humanos. El esfuerzo por negar la naturaleza por parte de la conciencia patriarcal ha implicado un ejercicio de represión. Cuando la naturaleza es reprimida, queda latente, en virtud de que las fuerzas externas que pretenden negarla no logran hacer que desparezca. Este componente está presente y aparecerá en el momento en que la represión no pueda ya contenerlo.

El tránsito a una conciencia emergente se logra a través de un ejercicio de autoconocimiento tanto a nivel individual como colectivo. Estamos en un periodo de transición hacia una nueva conciencia de la relación Naturaleza-Ser humano. 

Conciencia emergente

La identificación de las etapas matrilineal y patriarcal de la conciencia de la relación Naturaleza-ser humano ofrece la pauta para plantear el horizonte de una tercera etapa. Esta etapa es la conciencia emergente. En la conciencia emergente se produce una fisura respecto de la visión patriarcal al presentarse al Principio Femenino y al Masculino como dos Polaridades. Bajo esta perspectiva, la Naturaleza y a la Cultura; la emoción y la razón; el cuerpo y la mente, representan dos aspectos de un mismo fenómeno. Esto conlleva el rescate de la unidad interna y la interrelación de estos principios, lo cual permite trascender los patrones del pensamiento binario; implica pensar la relación del ser humano con estos principios a través de modelos que muestren la unidad interna de estos polos.

En la conciencia emergente la tarea es la recuperación de la unidad de la Cultura y la Naturaleza, del principio Femenino y el Masculino. Esto significa que, en lugar de cosificar, de separar, de criticar, de establecer y mantener una distancia entre éstos, se busca la unidad, la incorporación, la interrelación.

Esto supone el trabajo deconstructivo de la lógica patriarcal, por parte de varones y mujeres. La conciencia emergente propone romper con esta lógica, recuperando el carácter particular de la Cultura, al mismo tiempo que plantea considerar la necesaria relación dinámica que guarda con la naturaleza. Esto implica re-significar y revalorar todo lo que ha estado asociado con la naturaleza, como serían el cuerpo, los sentimientos, lo privado o la intuición entre otros aspectos.

En la conciencia emergente de la relación individuo-naturaleza, la cultura y la naturaleza son igualmente valoradas. La recuperación de la dimensión simbólica permite recuperar la diversidad de manifestaciones a través de las cuales los seres humanos nos podemos relacionar con la naturaleza.

Esta aproximación se distancia de una lógica androcéntrica que ha negado la naturaleza y ha ensalzado la cultura. Es necesario pensar la relación ser humano-naturaleza reconociendo la importancia de rescatar aproximaciones en las cuales el respecto por la naturaleza, la interacción con ella, hayan sido el sustento de relaciones armoniosas que permiten guardar un equilibrio. En la conciencia emergente se parte de una concepción del mundo y del ser humano en la cual no hay escisión entre el principio Femenino y el Masculino, sino que hay integración. Esta visión nos muestra a varones y mujeres religados a un inconsciente colectivo que alberga toda la experiencia de la humanidad, una experiencia que tiene también un carácter dual marcado por el principio Femenino y el Masculino. En la conciencia emergente se busca dar cuenta de la interrelación entre el principio Femenino y el Masculino.

Un último aspecto importante a considerar en la conciencia emergente es el relativo a la recuperación de la dimensión ética. Bajo esta visión se pone de manifiesto la importancia de la dimensión ética de la relación ser humano-naturaleza. La conciencia patriarcal dejó de lado las reflexiones éticas, dado que su objetivo radicaba en el dominio y control. Ahora la conciencia emergente pone el énfasis en la reflexión ética. Desde esta perspectiva, lo que se plantea es la deconstrucción de estos valores patriarcales para la constitución de espacios de reflexión y análisis, en los cuales las personas puedan decidir con libertad y conciencia los nuevos valores morales que guiarán su relación con la naturaleza. Imaginemos nuevas relaciones en las que el factor que guíe la relación con la naturaleza no sea la utilidad, la búsqueda de riqueza o de poder económico sino valores morales tales como el respecto, el compromiso, el amor y la equidad.

Conclusiones

A lo largo de este trabajo se ha esclarecido que la falta de equilibrio y respeto  de los seres humanos hacia la Naturaleza proviene de una significación profunda anclada en los mitos bajo los cuales se ha significado esta relación. El análisis de las diferencias en cuanto a la conciencia que los seres humanos tienen de su relación con la naturaleza, permite tomar distancia respecto de la manera en que la conciencia patriarcal ha instaurado una relación instrumentalista y poco armónica de los seres humanos respecto de la naturaleza. La recuperación de las investigaciones antropológicas que muestran la existencia de un periodo matrilineal, en el cual la relación con la naturaleza es significada de una manera distinta, permite vislumbrar la posibilidad de un cambio de conciencia. Este cambio a una conciencia emergente implica una significación en la cual el ser humano y la naturaleza guardan una relación armónica. La significación de la relación del ser humano con la naturaleza está inserta dentro de una significación más profunda que se relaciona con la interrelación del principio Femenino y del Masculino.

Referencias

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