Conductas antisociales-delictivas en adolescentes: relación con el género, la estructura familiar y el rendimiento académico

Alejandra Sánchez Velasco1, Iris Xóchitl Galicia Moyeda2, Francisco Javier Robles Ojeda3

FES Iztacala, UNAM

Resumen

Los adolescentes pueden involucrarse en situaciones que implican conductas de riesgo debido a la falta de supervisión paterna y a las pocas alternativas escolares. Este estudio analiza la presencia de conductas antisociales–delictivas y su posible relación con la estructura familiar, la repetición del año escolar y el género. Participaron treinta adolescentes, 43.3% mujeres y 56.7% hombres. El 60% repetían el año escolar. El 66.7% vivían con sus dos padres y 33.3% con sólo uno de ellos. A este grupo le fue aplicado el cuestionario Conductas Antisociales–Delictivas, cuyos resultados revelan que los hombres presentan un mayor número de conductas antisociales-delictivas en contraste con las mujeres, sin ser significativa tal diferencia. Los repetidores tienen mayores puntajes en ambas conductas. El vivir con uno o con ambos padres no mostró diferencias. Se sugiere el diseño y aplicación de programas de prevención para los adolescentes y sus padres para fortalecer vínculos entre ellos.

Palabras clave: adolescentes, conducta no adaptativa, alumnos recursadores

Abstract

‪Teenagers can be involved in situations involving risk behavior due to the lack of parental supervision and few schooling alternatives. This paper assessed the presence of antisocial-criminal behavior and their possible link to family structure, the possibility of repeating the school year, and gender. Thirty teenagers, 43.3%women and 56.7% men, participated. Of them, 60% repeated the year and 40% didn't; 66.7% lived with their parents and 33.3% lived with one parent only. The Antisocial-Criminal Behavior test was performed. The results show that men exhibit a greater amount of antisocial-criminal behavior in comparison with women. Nonetheless, this difference is not negative. Repeat students have greater scores in both types of behavior. Living with one or two parents did not make any difference. It is suggested that prevention programs for teenagers and their parents be designed and applied in order to strengthen their relationships.

Keywords: Teenagers, Non-adaptive behavior, Repeat students

En nuestro país existe un número considerable de adolescentes que son víctimas de los problemas de los países en desarrollo, como son la crisis económica, la escasez de empleos lícitos, predominio de oportunidades para enrolarse en el comercio informal, la falta y mala calidad de educación, la carencia o inadecuado acceso a los servicios públicos que favorecen un nivel de calidad y bienestar de vida, el aumento a la propensión a ser víctima de asaltos y robos, la accesibilidad a sustancias tóxicas, entre otros. La Organización Mundial de la Salud (World Health Organization-WHO-2011) menciona que actualmente los adolescentes enfrentan desafíos como la pobreza, la falta de un grupo familiar estable, escaso acceso a la información y servicios de salud, por nombrar algunos de ellos, y que se vuelven un obstáculo para lograr su bienestar psicológico y físico. Sobre estas situaciones, el Consejo Nacional para la Infancia y la Adolescencia (2010) reporta que el 22.5% de los adolescentes entre 13 y 15 años padecen pobreza alimentaria, y 30.6% pobreza de recursos de apoyo para su desarrollo integral. Estas condiciones pueden convertirse en una amenaza potencial para el desarrollo de la familia, del individuo y para el desarrollo social y económico de un país (OMS, 2003).

Estos datos nos llevan a considerar el contexto en el que se desarrollan los adolescentes, dado que presentan cambios cognitivos y psicosociales que favorecen la experimentación de situaciones nuevas que pueden conducir a la ruptura de las normas sociales, incrementando con ello las posibilidades de presentar conductas no adaptativas, como las conductas antisociales y las delictivas.

La conducta antisocial hace referencia a actos que se dirigen contra los demás de manera agresiva y/o violenta e infringen las reglas sociales. Es categorizada como antisocial en función del juicio o valoración social acerca de la gravedad y del alejamiento de las pautas normativas que establece una sociedad en concreto (Andreu y Peña, 2013). Algunos ejemplos de estas conductas pueden ser el romper objetos de otras personas, golpear a otros, no asistir a la escuela, tirar piedras a la gente o las casas, etc. Por otra parte, la conducta delictiva se define como la realización de conductas en contra de las leyes de un país (Kazdin y Buela-Casal, 1996), tales como el hurto, el vandalismo, y la venta de drogas.

El Instituto Nacional de Estadísticas de México (2013) reporta una mayor incidencia de delitos cometidos por adolescentes entre los 14 y 17 años, siendo menor en las mujeres que en los varones. El Consejo de Menores (2005) identifica que los hombres, con edades entre los 11 a los 17 años, infringen más las leyes en comparación con las mujeres, observándose una mayor incidencia entre los 15 a los 17 años. Actualmente, más adolescentes en edades tempranas se encuentran a disposición ante la ley para un proceso judicial. Las infracciones más comunes son los robos, participación en riñas, daños a objetos o propiedad ajena. Infracciones como el homicidio, la portación de armas prohibidas y el abuso sexual se presentan en menor índice; sin embargo, su tendencia de aparición ha aumentado en los últimos años, principalmente en las mujeres (Juárez, Villatoro, Gutiérrez, Fleiz y Medina – Mora, 2005).

Como se observa en los datos anteriores, se han encontrado diferencias entre géneros; varios estudios reportan que existe, de manera significativa, una mayor frecuencia de conductas antisociales en los varones. Sin embargo, diversos estudios también mencionan un mayor índice de participación de las mujeres en actos antisociales y conductas violentas (Scandroglio, et. al., 2002; Garaigordobil, Álvarez y Carralero, 2004 y Sanabria y Uribe, 2009). Por otra parte, se sugiere que la incidencia de conductas antisociales disminuye en la adolescencia tardía, en comparación al nivel que se presenta en la infancia y adolescencia temprana (Moffitt y Caspi, 2001).

El género y la edad no son los únicos factores que influyen en las conductas antisociales y delictivas, pues también interviene la dinámica familiar (Simon, Wei, Conger y Elder, 2001; Aguilar-Cárceles, 2012). Al respecto Frías y Gaxiola (2008) analizan cómo la violencia familiar produce en los adolescentes problemas de ajuste conductual, social y emocional que conllevan a la conducta antisocial, depresión, ansiedad y problemas en la escuela. El maltrato durante la infancia posibilita que durante la adolescencia en el ámbito escolar exista poco autocontrol, conductas inapropiadas, mayor probabilidad de repetir grados escolares, expulsiones y suspensiones, así como una menor probabilidad de terminar los estudios. También se ha relacionado con la portación de armas, delitos violentos y contra la propiedad ajena.

Santoyo y Corral (2008) mencionan que durante la infancia, el inicio de los patrones agresivos —entendidos como actos coercitivos empleados por los miembros de una relación para alterar el comportamiento de otro—, son uno de los principales predictores de la persistencia de la conducta violenta en la adolescencia relacionada con comportamientos como el vandalismo, las adicciones, la deserción escolar, entre otros. De tal suerte, se puede suponer que las estrategias paternas coercitivas podrían favorecer la presencia de comportamientos antisociales y/o delictivos en la adolescencia. Cuando una familia se caracteriza por la baja cohesión, el conflicto, las pobres interacciones entre padres e hijos, un estilo de socialización negligente y la disciplina coercitiva, se favorece la incidencia de conductas violentas, conductas antisociales y la deserción escolar (Jiménez, Musitu y Murgui, 2005).

Por otra parte, los contextos familiares caracterizados por una relación de cercanía y con límites claros crean un clima de aceptación y soporte, el cual promueve un desarrollo socioemocional positivo. La efectividad de las prácticas parentales juega un rol crítico en la prevención y reducción de conductas disruptivas, el uso de sustancias tóxicas, depresión, acoso escolar, tendencia suicida, violencia, conductas antisociales y deserción escolar. (Fosco, Stormshak, Dishion y Winter, 2012; Jiménez, Musitu y Murgui 2005). En un estudio realizado con escolares de riesgo psicosocial, Barcelata, Granados y Ramírez (2013) reportan que la cohesión y la comunicación familiar son consideradas como factores de protección, mientras que los conflictos se asocian con malestar emocional.

La evidencia presentada hasta este momento sugeriría que un factor relevante para la presencia y/o ausencia de conductas antisociales y/o delictivas en la adolescencia es el funcionamiento familiar. No obstante, Quiroz, et al. (2007), menciona que no sólo las prácticas de crianza ineficientes y de disciplina negativas por parte de uno o de ambos padres son factores propicios para la presencia de conductas antisociales y/o violencia escolar, sino también otros elementos como el consumo de alcohol por parte de los padres, la adversidad familiar y las transiciones familiares (divorcio, nuevo matrimonio). Estas circunstancias conducen a que los niños y/o adolescentes estén en un contexto familiar de incomunicación, de rechazo, de inestabilidad paterna hacia el hijo o a la inversa y además, sin apoyo o supervisión de los padres. De ahí que resulte importante valorar si la presencia de los dos padres, o la de sólo uno de ellos, pudiera ser un factor que favoreciera y/o impidiese el incremento de conductas antisociales de los adolescentes que se encuentran escolarizados.

En lo que se refiere a la situación escolar, es deseable analizar los factores que pudieran incidir en la presencia de conductas antisociales y/o delictivas. Entre ellos es factible mencionar la falta de continuidad en los estudios o la repetición de algún grado escolar, el nivel de eficiencia en la adquisición y desarrollo de las competencias escolares que reflejan el fracaso o éxito escolar, la integración al ámbito escolar y los actos relacionados con la indisciplina. Con respecto a la repetición de un grado escolar, Pérez et al. (2011) afirman que dicha situación está asociada con un mayor número de conductas antisociales y de manera significativa con la presencia de conductas delictivas. Por su parte, Palacios y Andrade (2007) reportaron que los adolescentes que tienen un bajo desempeño escolar presentaron de manera significativa más conductas de riesgo hacia la conducta antisocial y consumo de sustancias adictivas. De ahí que se afirme que el poco apego a la escuela y el fracaso escolar estén vinculados con la conducta antisocial, predominantemente en varones (Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000)

Hasta aquí se han mencionado diversas variables que se relacionan positivamente con la presencia de conductas antisociales y delictivas; sin embargo, la estructura de la familia y la historia escolar no han sido estudiadas conjuntamente como factores de propensión para las conductas antisociales-delictivas en adolescentes escolarizados, por lo que este estudio indaga la existencia de algún tipo de relación entre la presencia de conductas antisociales y delictivas con la estructura familiar y la repetición del grado escolar.

Método

Participantes

Treinta alumnos del turno vespertino de una escuela secundaria, 13 mujeres (43.3%) y 17 hombres (56.7%). El 60% eran alumnos repetidores y el 40% era la primera vez que cursaban el grado escolar correspondiente. Con relación a su situación familiar, el 67% del total vivían con sus dos padres y 33% vivían con uno sólo de ellos, o con algún otro familiar.

Instrumentos

Cuestionario Conductas Antisociales-Delictivas AD elaborado por Seisdedos (1995). Consta de cuarenta reactivos: los primeros veinte (escala A) valoran conductas antisociales y aluden a conductas desviadas de las normas sociales, por ejemplo: silbar en una reunión, gastar bromas pesadas a la gente, comer cuando está prohibido en la clase, y pelearse con otros. Los veinte reactivos restantes (escala D) evalúan conductas delictivas y se refieren a comportamientos que están fuera de la ley, como pertenecer a una pandilla que crea disturbios, entrar en una tienda cerrada, robar cosas en un lugar público, conseguir dinero amenazando a personas más débiles, o comprar bebidas prohibidas. Cada uno de los reactivos se contesta con Sí= 1 o No=0.

Procedimiento

Se realizó el contacto con los participantes el primer día de ingreso a la escuela, cuando sólo habían sido inscritos administrativamente y no habían sido asignados a ningún grupo. Se obtuvieron sus datos generales. En seguida el instrumento fue aplicado por uno de los investigadores de manera grupal en un salón de clases. A los participantes se les enfatizó la confidencialidad de la información y la importancia de contestar con veracidad al total de las preguntas, aclarándoles que el resultado no afectaría en absoluto su permanencia y/o ubicación en un grupo.

Resultados

Los datos generales revelan que la mayor parte de los sujetos (86.6%) reportan un grado de conducta antisocial-delictiva. Se realizó una agrupación empleando el punto de corte en la media, y con la desviación estándar se agruparon los datos en cuatro niveles: Sin tendencia (0 -6.6), Conducta antisocial–delictiva baja (6.7-11.9), Conducta antisocial-delictiva moderada (12-17.1), y actos antisociales-delictivos graves (>17.2). Los datos indican un predominio de la conducta antisocial-delictiva baja con un 53.3%, seguida por la conducta moderada (30%) y por último, los actos graves (16.6%)

En la escala A de conducta antisocial sólo el 13.3% no reportó conductas de esta categoría, pero el 100% reporta cuando menos haber cometido alguna conducta delictiva. La media de respuesta para la categoría antisocial es 9.9 y para conducta delictiva 1.97.

Las conductas antisociales más usuales fueron llamar a la puerta de alguien y salir corriendo (80%), decir malas palabras (76.6%), comer cuando está prohibido en la escuela (73.3%) y negarse a hacer las tareas encomendadas (73.3%), así como llegar tarde a la escuela o al trabajo (70%). Las menos frecuentes fueron romper o tirar al suelo cosas de otra persona (23.3%), arrancar o pisotear flores o plantas en un parque o jardín (16.6%), y molestar a personas desconocidas (16.6%). Con relación a las conductas delictivas, siete fueron las conductas más frecuentes: gastar más dinero del que se puede (50%), pertenecer a una pandilla y generar disturbios (26.6%), entrar en un lugar prohibido o comprar bebidas prohibidas (20%), y forcejear para escapar de un policía (16.6%). No se presentaron respuestas a cuatro reactivos: robar cosas de los coches, planear la entrada a una casa para robar, sustraer cosas de un lugar público y quedarse con la bicicleta de un desconocido.

El promedio de las calificaciones académicas del 1º bimestre tuvo un rango entre 5.4 y 9.5, con un promedio general de 7.5. Se realizó un análisis de correlación entre los puntajes de la conducta antisocial y las calificaciones, arrojando una correlación moderada y significativa (r=.406, p=0.05).

Resultados de la conducta antisocial- delictiva y calificación por género

Aun cuando los hombres tienen mayor incidencia tanto en conductas antisociales como delictivas, esto no es significativo (Tabla 1).

Tabla 1
Medias de la conducta antisocial y delictiva de los adolescentes en función del género

               Hombres                    Mujeres

 

Escalas

    M

 

    M

   

Antisocial

  10.76

 

    8.77

t=-1.551, p= .132

 

Delictiva

   2.35

 

    1.46

t=1.056, p= .300.

 

Las conductas antisociales y delictivas con más frecuencia en los y las adolescentes se muestran en la Tabla 2. En general, las mujeres tienen puntajes mayores en tres de las cinco situaciones antisociales más frecuentes (decir malas palabras, llamar a la puerta de alguien y salir corriendo, y comer cuando está prohibido). En lo referente a la conducta delictiva, los hombres obtuvieron puntajes más elevados que las mujeres, exceptuando en la situación de gastar frecuentemente más dinero del que se puede y el entrar a un club prohibido o comprar bebidas alcohólicas.

Tabla 2
Porcentaje de hombres y mujeres que presentan conductas antisociales y delictivas

ANTISOCIAL

DELICTIVA

 

Hombres

Mujeres

 

Hombres

Mujeres

1. Decir malas palabras

70.58

84.61

1. Pertenecer a una pandilla que crea disturbios

35.29

15.38

2. Llegar tarde a la escuela, trabajo, etc.

82.35

53.84

2. Gastar frecuentemente en el juego más dinero del que se puede

47.5

53.84

3. Llamar a la puerta de alguien y salir corriendo.

76.47

84.61

3. Forcejear o pelear para escapar de un policía.

17.64

15.38

4. Comer, cuando está prohibido, en la escuela, etc.

70.58

76.92

4. Entrar en un club prohibido o comprar bebidas alcohólicas

17.64

23.07

5. Negarse a hacer las tareas encomendadas

76.47

69.23

5. Robar dinero de los teléfonos públicos

17.64

7.69

Nota: En gris se muestran las conductas antisociales y delictivas presentadas por las mujeres con mayor proporción que los hombres.

Con respecto al nivel de la conducta antisocial-delictiva en función del género, puede observarse en la Tabla 3 que más mujeres que hombres se ubican en la conducta antisocial delictiva moderada. No obstante, no hay mujeres que presenten casos en el nivel de conducta antisocial-delictiva grave, en tanto que un 17.6% de los hombres reporta actos delictivos graves.

Tabla 3
Porcentaje de hombres y mujeres en los niveles de conducta antisocial-delictiva

Género

Sin Tendencia

Nivel bajo

Nivel Moderado

Nivel Grave

Hombres

5.8

35.2

41.1

17.6

Mujeres

23.0

30.7

46.1

0.0

En cuanto a las calificaciones obtenidas, los hombres presentan una media de 7.07, significativamente menor a la de las mujeres que fue de 7.71.

Resultados de la conducta antisocial-delictiva y calificación en función del recursamiento del año escolar

La conducta antisocial-delictiva se presentó más en los alumnos que se inscribieron para repetir el año escolar, tanto en los puntajes del total del cuestionario así como de manera particular para las conductas antisociales y delictivas, sin diferencias significativas (Tabla 4).

Tabla 4
Puntajes promedio de los adolescentes que recursaban el grado escolar o no

 

Recursador

No recursador

 

 

TOTAL

12.61

10.75

   

Antisocial

10.5

 9.00

t= 1.131

p=.268

Delectiva

2.11

1.75

t=.416

P=.316

Las conductas más frecuentes en los alumnos que se inscribieron para cursar y recursar el grado escolar se muestran en la Tabla 5. En las cinco conductas antisociales reportadas, los alumnos que repiten año escolar presentan puntajes mayores. Algo similar pasa con las conductas delictivas, a excepción de la conducta de pertenecer a una pandilla, la cual tuvo un puntaje mayor en los alumnos no recursadores

Tabla 5
Porcentaje de alumnos que recursan el año escolar y aquellos que no lo hacen en las conductas antisociales y delictivas más frecuentes

ANTISOCIAL

DELICTIVA

 

Recursa

No recursa

 

Recursa

No recursa

1. Decir malas palabras

77.77

66.66

1. Pertenecer a una pandilla que crea disturbios

22.22

33.33

2. Llegar tarde a la escuela, trabajo, etc

77.77

58.33

2. Coger el automóvil o moto de un desconocido.

11.11

9.09

3. Llamar a la puerta de alguien y salir corriendo.

88.88

66.66

3. Forcejear o pelear para escapar de un policía.

16.66

8.33

4. Comer, cuando está prohibido, en la escuela,etc

83.33

66.66

4. Gastar frecuentemente en el juego más dinero del que se puede.

50.00

50.00

5. Negarse a hacer las tareas encomendadas

77.77

66.66

5. Robar dinero de los teléfonos públicos

16.66

8.3

     

6. Destrozar o dañar cosas en lugares públicos

11.11

9.09

     

7. Entrar en un club prohibido o comprar bebidas alcohólicas

27.77

8.3

Nota: En gris se muestran las conductas delictivas presentadas con mayor o igual proporción por los alumos que no recursaron.

El mayor número de adolescentes reporta haber cometido una serie de conductas antisociales-delictivas que los ubica en un nivel moderado. La diferencia entre los recursadores y los no recursadores reside en que hay más alumnos recursadores que realizan actos delictivos graves (Tabla 6).

Tabla 6
Porcentaje de adolescntes que presentan cada nivel de conducta antisocial - delictiva de acuerdo a repetir o no el grado escolar
 

Sin Tendencia

Nivel Bajo

Nivel Moderado

NIvel Grave

Repetidor

5.5

38.88

44.44

11.11

No Repetidor

25

25

41.66

8.3

Las calificaciones obtenidas en ambos grupos, revelan que el grupo de repetidores tiene un promedio de 7.09 en comparación con los no repetidores, 7.7, sin ser significativa tal diferencia (t=-1.712; p=.098).

Resultados de la conducta antisocial- delictiva en relación a la presencia de uno o de los dos padres

Los puntajes medios del total del instrumento de conducta antisocial y delictiva son semejantes en los adolescentes que viven con un padre y los que viven con sus dos padres. La prueba t de muestras independientes revela que no existen diferencias significativas entre esos grupos para la conducta antisocial ni para la conducta delictiva.

Tabla 7
Medias de las categorías conducta antisocial y delictiva de acuerdo si viven con ambos padres o con uno

Escalas

Vive con dos padres

Vive con un solo padre

t

p

Total

11.90

11.80

 

 

C. Antisocial

10.05

9.60

.320

.751

C. Delictiva

1.85

2.20

-.388

.701

A partir del análisis de las conductas que ocurren con mayor frecuencia, podemos observar que los alumnos que viven con ambos padres presentan conductas antisociales en su mayoría, como llegar tarde a la escuela y negarse a realizar las tareas encomendadas. (Tabla 8). Sin embargo, son más los encuestados que presentan conductas delictivas cuando viven sólo con un padre.

Tabla 8
Porcentaje de alumnos que presentan las conductas antisociales y delictivas y que viven sólo con un padre o con los dos

ANTISOCIAL

DELICTIVA

 

Vive con dos padres

Vive con un padre

 

Vive con dos padres

Vive con un padre

1. Decir malas palabras

75.00

80.00

1. Pertenecer a una pandilla que crea disturbios

25.00

30.00

2. Llegar tarde a la escuela, trabajo, etc.

75.00

60.00

2. Coger el automóvil o moto de un desconocido.

20.00

10.00

3. Llamar a la puerta de alguien y salir corriendo.

80.00

80.00

3. Forcejear o pelear para escapar de un policía.

15.00

20.00

4. Comer, cuando está prohibido, en la escuela, etc.

65

90.00

4. Robar dinero de los teléfonos públicos

10.00

20.00

5. Negarse a hacer las tareas encomendadas

85.00

50.00

5. Destrozar o dañar cosas en lugares públicos

5.00

20.00

Nota: En gris se muestran las conductas antisocial-delictivas presentadas por los alumnos que viven con un padre con mayor proporción que los que viven con ambos padres.

Discusión

Los resultados ponen de manifiesto diferencias principalmente entre las variables de género y repetición del grado escolar. Los datos indican que los adolescentes hombres son más propensos que las mujeres a realizar conductas antisociales y delictivas. Además, presentan más conductas antisociales-delictivas y agresivas que las mujeres, coincidiendo con lo comentado por Sanabria y Uribe (2009). Esto puede deberse a los estereotipos masculinos implícitos que permiten o fomentan conductas de mayor agresividad y aceptación social (“los hombres son audaces, fuertes, buscan el éxito”) (Juárez et al., 1998). Cabe señalar ciertas semejanzas entre las y los adolescentes en algunas conductas, como forcejear con un policía o entrar a un lugar prohibido; no es que las mujeres asuman conductas masculinas, sino que se trata de estilos compartidos que la sociedad establece, acorde a determinados ambientes de ocio y de relación con sus iguales (Bartolomé, Montañés, Rechea y Montañés, 2009).

Con relación a la variable escolarización, los alumnos que repiten año escolar presentan más conductas antisociales y delictivas. El recursamiento puede deberse a la historia escolar previa, en la cual los alumnos que repiten el año escolar tienen algunas asignaturas reprobadas o han reprobado todas las cursadas en el año previo. Pero también puede ocurrir que se les retire de la escuela por constantes inasistencias o por faltas de disciplina, como peleas entre compañeros, no entrar a clase estando en la escuela, faltas de respeto a los compañeros y profesores, robo de artículos o destrozos a la institución, etc. También el consumo de drogas obstaculiza el correcto desempeño en el ámbito escolar. Sin embargo, no se puede determinar si la conducta inadecuada se debe a que repiten el grado escolar, o si tal conducta ya estaba presente y provoca que repitan el grado.

En el informe de la Subsecretaria de Prevención y Participación Ciudadana de la Dirección General de Prevención del Delito y Participación Ciudadana (2011) se menciona una serie de conductas riesgosas que presentan los adolescentes que ya han dejado la escuela (los desertores), entre las que destacan el consumo de tóxicos, depresión, uso inadecuado de las redes sociales y las asociadas a los pares (conducta disruptiva, infracciones, violencia, pertenencia a pandillas). De tal suerte, permanecer en la escuela favorece el desarrollo del análisis y adquisición de conocimientos y habilidades de la vida comunitaria, así como el autocontrol. Por el contrario, alejarse del ambiente escolar propicia la exclusión convirtiendo a los adolescentes en sujetos de señalamiento y marginación, haciéndolos vulnerables a la influencia negativa de los pares y llevándolos a generar actitudes que pueden convertirse en comportamientos riesgosos al realizar actividades que los conviertan en infractores y/o miembros de pandillas delictivas, en las cuales obtienen aceptación y reconocimiento.

En la estructura familiar (ya sea viviendo con ambos padres o sólo con uno), no se encontraron diferencias relevantes, aunque sí se identificaron algunas conductas en donde los alumnos que viven sólo con uno de sus padres presentan puntajes mayores. Se ha propuesto que es el ambiente familiar (las relaciones interpersonales y la supervisión de los padres) lo que puede favorecer o disminuir la propensión de conductas antisociales–delictivas (Gaeta y Galvanovski, 2011). La comunicación con el hijo, el manejo de las reglas, el conocimiento de los pares y de las actividades del hijo reflejan el nivel de la supervisión parental, y por ende, el índice de probabilidad de la presencia de conductas antisociales (Carillo et al., 2016).

Por su parte, Jiménez, Musitu y Murgui (2005) comentan que la comunicación que se establece con la madre y el apoyo que el adolescente percibe del padre parecen ser el factor que directamente lo protege de implicarse en actos de carácter delictivo, por lo que, en este sentido, en el trabajo de prevención o intervención hay que incluir a las figuras paternas. Estas apreciaciones sugerirían que los adolescentes que viven sólo con uno de sus padres podrían carecer ya fuese del apoyo paterno o la comunicación materna, o de la supervisión paternal. El que en este trabajo no se hayan encontrado diferencias importantes en las conductas antisociales entre los adolescentes que viven con sus dos padres y los que viven con uno solo, sugiere valorar con más detalle los elementos que están presentes en esas dos circunstancias familiares.

Otro elemento que podría estimarse es la valoración que los padres tienen hacia la autoridad institucional, ya que su actuar hacia el profesorado, la escuela y al entorno social, en muchas ocasiones es un reflejo de su ámbito familiar; dicha valoración podría estar relacionada con la presencia de conductas antisociales y la violencia escolar.

Basándonos en estos resultados, sugerimos la creación de programas de prevención, canalización e intervención de los adolescentes con tendencia a conductas antisociales-delictivas, que no sólo incluya a los adolescentes, sino a sus figuras paternas. Asimismo, sugerimos el fortalecimiento de los vínculos de los y las adolescentes con los padres, los amigos y otras figuras proactivas significativas, al igual que una comunicación clara y frecuente entre ambas partes, lo que les permitiría percibir una relación de apoyo mutuo, sin dejar de lado el desarrollo de habilidades como el autocontrol, la asertividad, las habilidades sociales, la empatía, la creatividad, tolerancia a la frustración, entre otras. Creemos que lo anterior puede tener un impacto positivo en el decremento de las conductas antisociales y violentas, generando nuevos ambientes que favorezcan el establecimiento de objetivos futuros y planes de desarrollo en todos los ámbitos de la vida de los adolescentes. Cada adolescente y familia atendido debe sentirse apoyado y escuchado, más que cuestionado por el entorno social e institucional; lo anterior debe permitir la reivindicación de la familia y el fortalecimiento de los lazos entre los miembros de la misma, lo que no sólo impactará en la disminución de las conductas antisociales-delictivas, sino en otras áreas, como el consumo de sustancias tóxicas, la propensión de prácticas sexuales de riesgo, o el ser víctimas de delitos cibernéticos, entre otras.

Referencias

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Notas

1. FES Iztacala, UNAM. Email: aavale@unam.mx

2. FES Iztacala, UNAM. Email: iris@unam.mx

3. FES Iztacala, UNAM. Email: solucion20@hotmail.com